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Ferguson, Hurley, Magnus y Walheim, conocidos desde ahora como los “últimos cuatro” son la tripulación de la última misión de los transbordadores espaciales que abordo del Atlantis partirán el próximo viernes 8 de julio.

Y de seguro serán recordados junto con otros apellidos de tripulaciones famosas como Armstrong, Aldrin y Collins o Cernan, Evans y Schmitt o Young y Crippen porque estos cuatro astronautas tendrán el honor de cerrar un programa nada menos que de 30 años con un impresionante legado de conocimientos científicos y técnicos, además de cómo operar vehículos complejos en el espacio y cómo manejar relaciones internacionales para objetivos de gran envergadura tecnológica, entre otras muchas cosas.

El programa del Transbordador Espacial comenzó el 12 de abril de 1981 con el aguerrido vuelo de John Young y Robert Crippen abordo del Columbia, el primero de los transbordadores en volar. Young y Crippen, tripulación de la STS-1 llevaban al espacio por primera vez un vehículo que nunca antes había volado, éste en sí era el primer vuelo de prueba marcando la diferencia con todos los programas anteriores de la NASA en los que los cohetes se probaban primero sin tripulación. Luego de un exitoso vuelo de dos días, el Columbia aterrizó en la base Edwards de la Fuerza Aérea en California, siendo la primera vez que astronautas regresaban del espacio en un vehículo alado reutilizable.

A la STS-1 le siguieron otros vuelos de prueba hasta la STS-4, con la cual se declaró operativo al nuevo Sistema de Transporte Espacial (STS por sus siglas en inglés). La STS 6 inaguraba un nuevo orbitador, El Challenger, que con una tripulación de cuatro astronautas llevaba a órbita el primer satélite para transmisión de datos y de posicionamiento de los transbordadores (el TDRS-1). Sería además hasta ahora con STS-135, la última vez que volaban sólo cuatro astronautas abordo de un transbordador.

Si bien en la primera parte de la década de los 80's se consideró al transbordador como el instrumento para masificar los vuelos espaciales y abaratar las cargas puestas en órbita gracias a su concepto de reusabilidad (la idea original era que todas las cargas espaciales de los Estados Unidos con el tiempo sólo fueran desplegadas por el transbordador), la verdad fue que se subestimó la complejidad de esta maravilla tecnológica. Se empezaron a lanzar transbordadores cada mes en el año 1985 y para 1986 se esperaba lanzar unas 20 misiones, por lo que la catástrofe era inminente teniendo en cuenta que esta es una máquina que al momento del

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lanzamiento tiene operando dos millones y medio de partes móviles siendo imposible procesar estos vehículos con un mantenimiento totalmente confiable para ser lanzados cada dos o tres semanas, además en este momento de la historia, estos vehículos eran muy nuevos y aún no se les comprendía totalmente. Es así como el 28 de enero de 1986, la STS-51L, segunda misión de ese año, fracasó al desintegrarse el Challenger a tan sólo 72 segundos de vuelo, un desastre que mas que a las causas físicas se le imputó a fallas en la estructura administrativa de la NASA y que mostró lo vulnerable que era un sistema de transporte tan complejo como lo es el transbordador.

La NASA se recuperó muy lentamente, el congreso ordenó que no se utilizara más a los orbitadores para poner cargas comerciales en el espacio y sólo se autorizaron unas cuantas misiones más para el departamento de defensa, pero estas cargas también saldrían del manifiesto de vuelos futuros. Es así como en la década de los 90's abordo del Columbia, el Discovery, el Atlantis y el nuevo reemplazo del Challenger, el Endeavour, sólo se llevaron cargas científicas a la órbita baja de la Tierra, y es en esta época dónde se comienzan a explotar verdaderamente las posibilidades de estas naves. Se desplegaron sondas espaciales (Magallanes a Venus, Galileo a Júpiter, Ulysses al Sol), se pusieron telescopios en órbita (el Hubble y el Compton), se volaron misiones científicas con el Spacelab de la Agencia Espacial Europea en las que se investigaron ciencia de materiales, medicina, biología entre muchas otras áreas, de éstas misiones la que más se destaca es tal vez la STS-90 Neurolab, en la que se investigó de manera muy amplia el comportamiento del cerebro en el espacio. Además de la misión de reparación del Hubble, dónde el Endeavour mostró la gran versatilidad y capacidad de estas naves al recuperar la visión del maltrecho Hubble en una misión que hasta ese momento era la más ambiciosa de la NASA.

Luego llegaría el preludio de la Estación Espacial Internacional. Los Estados Unidos y la naciente Rusia capitalista, llegaron a un acuerdo para realizar una serie de acoplamientos entre el transbordador espacial y la estación Mir, además, astronautas serían tripulantes de la Mir y cosmonautas volarían en el tranbordador. Se adaptó un sistema de acople diseñado inicialmente por los rusos para el Burán, el transbordador soviético que por esas ironías de la vida no fue el primero en usarlo, de hecho nunca lo haría, quien lo usó fue el Atlantis que en 1995 con la misión STS-71 se acopló por primera vez con la Mir. Durante las misiones con la Mir, realizadas casi todas con el Atlantis, se probaron encuentros, acoplamientos e integración de sistemas entre la estación rusa y los transbordadores, el preludio para la futura estación espacial internacional.

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El concepto del transbordador espacial se remonta a principios de los años 70's cuando el presidente Nixon creó una comisión para evaluar las posibilidades de los vuelos espaciales de los Estados Unidos una vez terminado el programa Apolo. La idea original era sostener un programa espacial robusto que se dedicara a Estaciones Espaciales, vuelos a bases lunares y tal vez a Marte. Pero el interés por el espacio decaía en un público norteamericano que se vanagloriaba de haber vencido a los rusos y que ya no veía la necesidad de invertir más dinero en estos vuelos que cada vez se hacían más comunes en la vida cotidiana. Es así como se toma la decisión de quedarse en la órbita baja, no más Luna ni mucho menos Marte, sólo se construiría un sistema de transporte espacial (el transbordador) y una estación espacial, la cual se ensamblaría posteriormente debido a la falta de presupuesto. El transbordador desde sus inicios fue concebido principalmente para construir una estación espacial, misión que apenas hasta hace poco, luego de 30 años, cumplió a cabalidad.

La construcción de la Estación Espacial Internacional comenzó oficialmente en diciembre de 1998 con la STS-88. Durante esta misión, el Endeavour llevó el módulo Unity para acoplarlo con el módulo ruso Zarya lanzado dos semanas antes por un cohete Protón ruso. Es así como comienza uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos de la historia: una estación espacial del tamaño de dos canchas de fútbol en la que participarían 15 países. Todo marchaba muy bien y la primera parte de la década de los 2000 vio como astronautas de diferentes países trabajaban en continuas caminatas para ensamblar la estación, ensayando nuevas técnicas nunca antes realizadas y aprendiendo cada vez más cómo trabajar y vivir en el espacio. Sin embargo otro desastre estaba por llegar.

El 16 de enero de 2003 el Columbia en una misión científica internacional partía hacia el espacio a cumplir con una misión de 16 días, no iba para la estación, de hecho al Columbia nunca se le adaptó un mecanismo de acoplamiento. Esta nave era la más vieja de la flota, era más pesada que los otros tres transbordadores y debido a la inclinación de 51.6º de la órbita de la estación y a las restricciones para llevar carga impuestas por su propio peso no era eficiente que el Columbia llevara las pesadas cargas requeridas en el proyecto internacional, por lo que se le dejó sólo para misiones científicas en órbita y las de servicio al telescopio espacial Hubble. La STS-107 era una misión que ya tenía varios retrasos, al punto que hasta esa fecha ya se había hecho la STS-113. La tripulación y el Columbia llevaron a cabo una misión perfecta en órbita pero un agujero en el ala izquierda provocado por un pedazo de espuma desprendido del tanque externo durante el ascenso, permitió la entrada de aire sobrecalentado durante el reingreso a la atmósfera; el ala se partió, el vehículo perdió el control y se desintegró a tan sólo diez minutos del Centro Espacial Kennedy donde

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aterrizaría. Las misiones se suspendieron y la investigación mostró más que el problema de la espuma, fueron errores en el sistema administrativo de la NASA lo que de nuevo llevó a este accidente.

Los vuelos se reiniciaron en julio de 2005. Eileen Collins, quien ya había comandado la STS-93 en 1999 siendo la primera mujer en comandar un transbordador, sería la encargada de dirigir la STS-114, la misión de retorno al vuelo. Al mando del Discovery, la comandante Collins y su tripulación hicieron una misión perfecta donde se agregaron procedimientos y técnicas para monitorear el sistema de protección térmico del transbordador y evitar así otro accidente como el del Columbia. Dentro de los procedimientos más reconocidos en esta era postcolumbia está la famosa “Rendezvous Pitch Maneuver”, una maniobra, tal vez la más bonita en la historia del transbordador, en la que la nave hace un giro de 360º antes de acoplarse con la estación para ser fotografiado desde ella y analizar así el sistema de protección térmico. Sería necesaria otra misión de retorno al vuelo para perfeccionar las técnicas postcolumbia, esta fue la STS-121: Discovery, luego de esta misión fue posible volver al ensamblaje de la Estación Espacial Internacional.

El presidente Bush en 2004, antes del retorno al vuelo, ordenó que una vez los transbordadores regresaran al espacio, su único objetivo sería terminar la estación espacial, hecho esto, deberían ser retirados.

Sin embargo gracias a la intervención de importantes astrofísicos y congresistas interesados en la ciencia, fue posible agregar una misión diferente al manifiesto de vuelos, una última que visitara al Hubble para alargar su vida útil aún más. Esta misión la haría el Atlantis en el 2009, era la primera vez que esta nave visitaba al telescopio. Durante esta misión se cambiarón varias de las cámaras y se dejó al veterano telescopio en un estado tal que se espera siga aportando datos del universo durante otros cinco años.

A finales de 2010 sólo faltaban dos misiones para terminar la estación y dar fin al programa del transbordador. Luego del accidente del Columbia, se instauró un protocolo en el que para cada vuelo debe haber un transbordador reserva por si la nave original resultase averiada se pueda hacer un rescate. El último vuelo programado sería la misión STS-134: Endeavour y su nave reserva, el Atlantis que debería tener un conjunto de tanque externo e impulsores sólidos totalmente operativos; estas misiones de rescate se programaron con una tripulación de cuatro astronautas. Es así como los directivos del programa del transbordador ven la posibilidad de utilizar esta nave para una misión, la STS-135 que llevará suministros y partes de repuesto para que la estación las tenga en reserva en el momento en que no

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haya transbordadores.

En caso de alguna falla catastrófica en el Atlantis, los cuatro astronautas serán rescatados en cápsulas Soyuz rusas. Estos cuatro astronautas, todos veteranos de vuelos anteriores, no esperaban volar de nuevo, sólo estaban asignados en caso de una misión de rescate al Endeavour. Sin embargo desperdiciar una nave en perfectas condiciones, un tanque externo y dos impulsores sólidos, un conjunto totalmente operativo, no era la mejor decisión. Es así como se aprobó a finales de 2010 el vuelo de la STS 135: Atlantis y es así como estos cuatro astronautas pasarán a la historia como los últimos cuatro, cerrando el programa más largo y tal vez el más productivo de la NASA, una era en la que muchos ingenieros y científicos literalmente dedicaron toda su carrera a estos hermosos aviones espaciales... Un cohete pegado de un avión, que representa la ciencia aeroespacial en todo su conjunto.