Suger de Saint- Denis.

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El otro da comentbamos en el texto monogrfico dedicado a la abada de Saint Denis que su principal mentor, el abad Suger, impone su concepto de la belleza esttica por oposicin a las ideas de San Bernardo. Si ste haba defendido el ascetismo artstico, en un ideal casi iconoclasta, para que el lujo y la ostentacin no interfirieran en el camino hacia Dios, Suger por el contrario aboga por la utilizacin del arte con todo su esplendor y belleza como la mejor forma de honrar a ese mismo Dios. Dos opiniones contrapuestas pero que en realidad expresan una dialctica universal en la historia del arte, la de la belleza como mero vehculo de espiritualidad o la de la belleza como un valor espiritual en s mismo, y que ya haba tenido sus diatribas en la crisis iconoclasta bizantina y en la propia iconoclastia del arte musulmn.Veamos ahora cmo defienden ambos religiosos sus tesis con sus propias palabras:"Pero en el claustro, bajo los ojos de los hermanos que all leen, qu provecho se saca de esos monstruos ridculos, de esas maravillosas y deformadas lindezas, de esa linda deformidad? Para qu estn ah esos sucios monos, esos fieros leones, esos monstruosos centauros, esos medio hombres, esos tigres a rayas...? Ah se ven bajo una sola cabeza muchos cuerpos, o tambin muchas cabezas con un nico cuerpo. Aqu te encuentras bestias de cuatro patas con cola de serpiente; y all un pez con cabeza de bestia...En resumen, las variedades de formas diferentes que hay por todos lados son tantas y tan maravillosas, que nos sentimos ms tentados a leer en el mrmol que en nuestros libros, y a pasarnos el da entero asombrados por estas cosas raras que a meditar la ley de Dios. Por el amor de Dios! Si los hombres no se avergenzan de estas locuras, por qu al menos no condenan el gasto que significa?"SAN BERNARDO: Apologa ad Guillelmum."As cuando (deleitndome en la belleza de la casa de Dios) el encanto de gemas multicolores me ha arrancado de inquietudes externas, y la sincera meditacin me ha inducido a reflexionar sobre las diversas virtudes sagradas, transfiriendo lo material a lo inmaterial; entonces, me parece verme a m mismo, por as decirlo, morando en alguna extraa regin del universo que no existe totalmente ni en el fango de la tierra, ni est enteramente en la pureza del cielo; y as por la gracia de Dios, puedo pasar de este mundo inferior a aqul superior, por va analgica.(...) Una cosa, lo confieso, me ha parecido siempre preeminentemente digna, y es que todo objeto costoso, todo objeto de gran valor debera servir por encima de todo para la administracin de la Sagrada Eucarista.(...) Los detractores oponen que un espritu santo, un alma pura (...) deberan ser suficientes para esta funcin sagrada y nosotros tambin afirmamos explcita y expresamente que esto es lo esencial (...) Pero nosotros declaramos que debemos rendir homenaje adems por medio de los ornamentos exteriores."SUGER DE SAINT DENIS: LiberSegn Suger, una edificacin que recuerde la belleza de Dios ayuda, mediante su contemplacin, a acercarse a l."Yo confieso que me parece lo ms justo que lo ms precioso sirva, ante todo, para la celebracin de la Santa Eucarista. Si, segn la palabra de Dios, segn las disposiciones de los profetas, las copas de oro, los recipientes de oro, los pequeos morteros de oro, servan para recoger la sangre de los machos cabros, cunto ms conviene disponer de vasos de oro, de piedras preciosas y de todo lo que se tiene por valioso en la creacin para recibir la sangre de Jesucristo. Aquellos que nos critican objetan que es suficiente para esta celebracin un alma santa, un espritu puro, una intencin de fe. Yo lo admito: es ciertamente eso lo que ms importa. Pero afirmo tambin que se le debe servir en la ornamentacin exterior y sobre todo, en el santo sacrificio, en total pureza interior; en total nobleza exterior."Suger, De la conscration.Esta doctrina es la que mand poner en prctica en la abada de Saint Denis, en Pars, mediante la instalacin de unas enormes vidrieras que proporcionaron al conjunto una considerable claridad. El efecto fue tan sorprendente que, a partir de entonces, la mayor parte de los maestros constructores intentaron emular lo logrado en Saint Denis.Pero el abad Bernardo de Claraval defenda una postura opuesta, pues haca hincapi en la sencillez y la ausencia de ornamentos:Oh, vanidad de vanidades, pero ms locura an que vanidad! La iglesia resplandece por todas partes, pero los pobres viven en la indigencia; esas piedras estn cubiertas de doraduras mientras sus hijos estn faltos de vestidos; los aficionados encuentran en la iglesia el medio de satisfacer su curiosidad, pero los pobres no encuentran en ella nada con que sustentar su miseria.San Bernardo.As se crearon dos maneras de entender la religin, que a su vez dieron lugar a dos manifestaciones artsticas. Ambas coexistieron en el tiempo:- El arte CISTERCIENSE.- Los grandes monasterios, de carcter eminentemente rural, regidos por la orden del Cster, que Bernardo renov, se construyeron siguiendo criterios de austeridad- El arte GTICO.- En las ciudades, en pleno proceso de crecimiento, el sistema constructivo que triunf es el que el abad Suger impuso y que se fue modificando a medida que los avances tcnicos permitan una mayor altura de las bvedas sin hacer peligrar la estructura del edificio.Uno y otro se expandieron por Europa, si bien el primero lo hizo por zonas rurales y el segundo por las nuevas ciudades.REN GUNON:SAN BERNARDOEntre las grandes figuras de la Edad Media, hay pocas cuyo estudio sea ms propicio que el de San Bernardo para despejar ciertos prejuicios tan queridos por el espritu moderno. Qu hay, en efecto, ms desconcertante para ste que ver a un puro contemplativo, que ha querido siempre permanecer como tal, llamado a desempear una funcin preponderante en la conduccin de los asuntos de la Iglesia y del Estado, y teniendo xito frecuentemente all donde haba fracasado toda la prudencia de los polticos y de los diplomticos de profesin? Qu ms sorprendente e incluso, ms paradjico, siguiendo la manera ordinaria de juzgar las cosas, que un mstico que no siente ms que desdn por lo que l llama "las argucias de Platn y las sutilezas de Aristteles", y que triunfa sin embargo sin dificultad sobre los ms sutiles dialcticos de su tiempo? Toda la vida de san Bernardo podra parecer destinada a mostrar, con un ejemplo esplendoroso, que hay para resolver los problemas de orden intelectual e incluso de orden prctico, unos medios distintos de los que se acostumbra desde hace demasiado tiempo a considerar como los nicos eficaces, sin duda porque son los nicos al alcance de una sabidura puramente humana, que no es ni la sombra de la verdadera sabidura. Esta vida aparece as, en cierto modo, como una refutacin anticipada de dichos errores, opuestos en apariencia pero en realidad solidarios, que son el racionalismo y el pragmatismo; y, al mismo tiempo, ella confunde e invierte, para quien la examine imparcialmente, todas las ideas preconcebidas de los historiadores "cientifistas", que estiman, con Renn, que "la negacin de lo sobrenatural forma la esencia misma de la crtica", lo que nosotros admitimos -por otra parte- de muy buena gana, pero porque vemos en esa incompatibilidad todo lo contrario de lo que ah ven ellos, vemos la condenacin de la "crtica" misma. En verdad, qu lecciones, en nuestra poca, podran ser ms provechosas que esas?Bernardo naci en 1090 en Fontaines-ls-Dijon; sus padres pertenecan a la alta nobleza borgoona y si damos cuenta especialmente de este hecho es por que nos parece que algunos rasgos de su vida y de su doctrina, de los que tendremos ocasin de hablar a continuacin, pueden ser relacionados hasta cierto punto con este origen. No queremos decir solamente que es posible explicar as el ardor, en ocasiones belicoso, de su celo o la violencia que presenta en diversas ocasiones en las polmicas a las que fue arrastrado, y que por otra parte slo era superficial pues la bondad y la dulzura constituan incontestablemente el fondo do su carcter. Si hemos hecho alusin a su origen es por la relacin que tuvo con las instituciones y el ideal caballerescos, a los cuales, por lo dems, hay que conceder siempre una gran importancia si se desean comprender los acontecimientos de la Edad Media y su mismo espritu.Es hacia los veinte aos cuando Bernardo concibe el proyecto de retirarse del mundo; consigue en poco tiempo hacer compartir sus puntos de vista a todos sus hermanos, a algunos de sus parientes prximos y a cierto nmero de sus amigos. En este primer apostolado, su fuerza de persuasin era tal, a pesar de su juventud, que pronto "se convirti, dice su bigrafo, en el terror de las madres y de las esposas; los amigos teman verle abordar a sus amigos". Hay ya en esto algo de extraordinario y sera sin duda insuficiente invocar la potencia del "genio", en el sentido profano de la palabra, para explicar semejante influencia. No vale ms reconocer la accin de la gracia divina que, penetrando de algn modo en toda la persona del apstol e irradiando hacia fuera por su sobreabundancia, se comunicaba a travs de l como por un canal, siguiendo la comparacin que l mismo emplear ms tarde aplicndola a la Santa Virgen, y que tambin se puede, restringiendo ms o menos su alcance, aplicar a todos los santos?Es pues, acompaado de una treintena de jvenes como Bernardo, en 1112, entr en el monasterio de Cster (Citeaux), que l haba elegido en razn del rigor con el cual se observaba la regla, rigor que contrastaba con la dejadez que se haba introducido en el resto de ramas de las rdenes benedictinas. Tres aos ms tarde, sus superiores no dudaban en confiarle, la conduccin de doce religiosos que iban a fundar una nueva abada, la de Claraval (Clairvaux), que debera gobernar hasta su muerte, rechazando siempre los honores y las dignidades que se le ofrecieron tan a menudo en el curso de su carrera. El renombre de Clairvaux no tard en extenderse a lo lejos, y el desarrollo que esta abada adquiere pronto fue verdaderamente prodigioso: cuando muri su fundador, abrigaba, se dice, alrededor de setecientos monjes, y haba dado nacimiento a ms de sesenta nuevos monasterios. El cuidado que Bernardo aporta a la administracin de Clairvaux, regulando l mismo hasta los ms minuciosos detalles de la vida corriente, la parte que tom en la direccin de la Orden Cisterciense, como jefe de una de sus primeras abadas, la habilidad, y el xito de sus intervenciones para allanar las dificultades que surgieron frecuentemente con las Ordenes rivales, todo ello hubiese ya bastado para probar que lo que se llama el sentido prctico puede muy bien aliarse en ocasiones con la ms alta espiritualidad. Haba ah ms de lo que hubiera bastado para absorber toda la actividad de un hombre ordinario: y sin embargo Bernardo iba muy pronto a ver abrirse ante l otro campo de accin, bien a pesar suyo por lo dems, pues no temi jams nada tanto como ser obligado a salir de su clausura para mezclarse en los asuntos del mundo exterior, del cual haba credo poder aislarse para siempre entregndose enteramente a la ascesis y a la contemplacin sin que nada viniera a distraerle de lo que era a sus ojos, segn la palabra evanglica, "la nica cosa necesaria". En esto, se haba equivocado grandemente; pero todas las distracciones, en el sentido etimolgico, a las cuales no pudo sustraerse y de las que lleg a quejarse con cierta amargura, no le impidieron en absoluto alcanzar las cumbres de la vida mstica. Esto es muy notorio; lo que no lo es menos, es que, a pesar de toda su humildad y todos los esfuerzos que hizo por permanecer en la sombra, se acudi a su colaboracin en todos los asuntos importantes, y que, aunque no fue nadie para el mundo, todos, y comprendidos los ms altos dignatarios civiles y eclesisticos, se inclinaron siempre espontneamente ante su autoridad espiritual y no sabemos si esto sirve ms como alabanza del santo o de la poca en que vivi. Qu contraste entre nuestro tiempo y aquel donde un simple monje poda convertirse en cierto modo en el centro de Europa y de la Cristiandad, el rbitro incontestado de todos los conflictos donde el inters pblico estaba en juego, tanto en el orden poltico como en el orden religioso, el juez de los maestros ms reputados de la filosofa, y de la teologa, el restaurador de la unidad de la Iglesia, el mediador entre el Papado y el Imperio, y ver en fin, a ejrcitos de centenares de miles de hombres levantarse con su predicacin! Bernardo haba comenzado por denunciar el lujo en el cual viva la mayor parte de los miembros del clero secular e incluso los monjes de ciertas abadas; sus exhortaciones haban provocado conversiones espectaculares, entre ellas las de Suger, el ilustre abad de Saint Denis que, sin llevar an el ttulo de primer ministro del Rey de Francia, realizaba ya las funciones de tal. Esta conversin fue la que hizo a la corte el nombre del abad de Clairvaux, al que se consider, al parecer, con un respeto mezclado con miedo ya que se vea en l al adversario irreductible de todos los abusos y de todas las injusticias; y pronto, en efecto, se le vio intervenir en los conflictos que haban estallado entre Luis el Gordo y diversos obispos y protestar contra la impiedad del poder civil sobre los derechos de la Iglesia. A decir verdad, no se trataba an ms que de asuntos puramente locales, que interesaban solamente a tal o cual monasterio o a tal o cual dicesis; pero, en 1130, sobrevinieron acontecimientos de muy diferente gravedad, que pusieron en peligro a la Iglesia entera, dividida por el cisma del antipapa Anacleto II, y es en esta ocasin cuando el nombre de Bernardo deba extenderse a toda la Cristiandad.No vamos a describir aqu la historia del cisma con todos sus detalles: los cardenales partidos en dos facciones rivales, eligieron sucesivamente a Inocencio II y Anacleto II, el primero, obligado a huir de Roma, no desesper de su derecho y apel a la Iglesia Universal. Fue Francia quien respondi primero; en el concilio convocado por el Rey en Etampes, Bernardo apareci, dice su bigrafo, "como un verdadero enviado de Dios" en medio de obispos y seores reunidos; todos siguieron su criterio sobre la cuestin sometida a su examen y reconocieron la validez de la eleccin de Inocencio II. Este se encontraba entonces sobre suelo francs y es a la abada de Cluny adonde Suger fue a anunciarle la decisin del concilio. Recorri las principales dicesis y fue en todas partes acogido con entusiasmo; este movimiento iba a arrastrar la adhesin de toda la Cristiandad. El abad de Clairvaux visit luego al rey de Inglaterra y acab prontamente con sus dudas; quizs tuvo tambin una parte, al menos indirecta en el reconocimiento de Inocencio II por parte del Rey Lothario y del clero alemn. A continuacin fue a Aquitania para combatir la influencia del obispo Gerardo de Angulema, partidario de Anacleto II; pero es slo en el curso de un segundo viaje a esta regin, en 1135, cuando deba triunfar y destruir el cisma obrando la conversin del conde de Poitiers. En el intervalo, fue a Italia, llamado por Inocencio II que all haba retornado con el apoyo de Lothario, pero que estaba detenido por dificultades imprevistas, debidas a la hostilidad de Pisa y Gnova; era preciso encontrar un acomodo entre las dos ciudades rivales y hacerles aceptarlo; es Bernardo quien fue encargado de esta difcil misin y pudo apuntarse el ms maravilloso de sus xitos. Inocencio pudo por fin entrar en Roma, pero Anacleto permaneci ocupando San Pedro, de la cual era imposible apropiarse; Lothario, coronado emperador en san Juan de Letrn, se retir pronto con su ejrcito; tras su partida, el antipapa recupera la ofensiva y el pontfice legtimo debi huir nuevamente y refugiarse en Pisa.El abad de Claraval, que haba retornado a su clausura, conoce estas noticias con consternacin; poco despus le llega el ruido de la actividad desplegada por Roger, rey de Sicilia, para ganar a toda Italia para la causa de Anacleto, al mismo tiempo que para asegurar su propia supremaca. Bernardo escribe bien pronto a los habitantes de Pisa y Gnova para animarlos a permanecer fieles a Inocencio; pero esta fidelidad no constitua mas que un dbil apoyo y para conquistar Roma, solamente de Alemania se poda esperar un socorro eficaz. Desgraciadamente, el Imperio era continuamente presa de divisin y Lothario no poda volver a Italia sin haber asegurado la paz en su propio pas. Bernardo parti para Alemania y trabaj en la reconciliacin de los Hohenstaufen con el emperador; aqu tambin sus esfuerzos fueron coronados por el xito; fue luego a consagrar la feliz salida a la dieta de Bamberg, que abandon luego para volver al concilio que Inocencio II haba convocado en Pisa. En esta ocasin, hubo de dirigir reproches a Luis el Gordo, que se haba opuesto a la salida de los obispos de su reino; la prohibicin fue levantada y los principales miembros del clero francs pudieron responder a la llamada del jefe de la Iglesia. Bernardo fue el alma del concilio; en el intervalo de las sesiones, cuenta un historiador de su tiempo, su puerta era asediada por los que tenan algn asunto grave que tratar, como si este humilde monje hubiera tenido el poder de solucionar con su opinin todas las cuestiones eclesisticas Delegado luego a Miln para ganar esta ciudad para Inocencio II y Lothario, fue aclamado por el clero y los fieles que, en una manifestacin espontnea de entusiasmo, quisieron hacerle su arzobispo, y tuvo grandes dificultades para sustraerse a este honor. El no aspiraba sino a volver a su monasterio, volvi efectivamente, pero no fue por mucho tiempo.Desde principios del ao 1136, Bernardo debi abandonar una vez ms su soledad para venir, conforme al deseo del Papa, a unirse en Italia al ejrcito alemn, comandado por el duque Enrique de Baviera, yerno del Emperador. El desacuerdo haba estallado entre ste e Inocencio II; Enrique, poco respetuoso con los derechos de la Iglesia, induca en todas las circunstancias a no ocuparse ms que de los derechos del Estado. Tambin el abad de Clairvaux debi trabajar de firme para restablecer la concordia entre los dos poderes y conciliar sus pretensiones rivales, especialmente en algunas cuestiones relativas a las investiduras, donde parece haber desempeado constantemente un papel de moderador. Sin embargo, Lothario, que haba tomado l mismo el mando del ejrcito, someti a toda la Italia meridional, pero se equivoc al rechazar las pretensiones de paz del rey de Sicilia, que no tard en tomarse la revancha, arrasando todo a sangre y fuego. Bernardo no dud entonces en presentarse en el campo de Roger, el cual acogi muy mal sus palabras de paz y a quien predijo un desastre que efectivamente se produjo; luego, volviendo sobre sus pasos, le visit en Salerno y se esforz en apartarlo del cisma en el que su ambicin lo haba arrojado. Roger consinti en escuchar contradictoriamente a los partidarios de Inocencio y de Anacleto, pero, aun pareciendo conducir la encuesta con imparcialidad, no busc ms que ganar tiempo y rechaz tomar una decisin; al menos, este debate tuvo por feliz resultado la conversin de uno de los principales autores del cisma; el cardenal Pedro de Pisa al cual Bernardo condujo ante Inocencio II. Esta conversin asest un golpe terrible a la causa del antipapa; Bernardo supo aprovecharse de ello, y en Roma mismo, por su verbo ardiente y convencido, consigui en algunos das separar del partido de Anacleto a la mayor parte de los disidentes. Esto ocurra en el ao 1137, hacia el perodo de las fiestas de Navidad; un mes ms tarde, Anacleto mora sbitamente. Algunos cardenales, ms comprometidos en el cisma, eligieron un nuevo antipapa bajo el nombre de Vctor IV; pero su resistencia no poda durar mucho tiempo y el da octavo de Pentecosts, todos dimitieron; desde la semana siguiente, el abad de Clairvaux retomaba el camino a su monasterio.Este resumen muy rpido basta para dar una idea de lo que se podra llamar la actividad poltica de San Bernardo, que por otra parte no se detuvo ah: de 1140 a 1144, hubo de protestar contra la intromisin abusiva del Rey Luis el Joven en las elecciones episcopales, despus tuvo que intervenir en un grave conflicto entre este mismo rey y el conde Thibaut de Champagne; pero sera fastidioso extenderse sobre estos diversos acontecimientos. En suma, se puede decir que la conducta de Bernardo fue siempre determinada por las mismas intenciones: defender el derecho, combatir la injusticia y, quizs por encima de todo, mantener la unidad en el mundo cristiano. Es esta preocupacin constante por la unidad lo que le anima en su lucha contra el cisma; es ella tambin la que le hace emprender, en 1145, un viaje al Languedoc para hacer retornar a la Iglesia a los herticos neomaniqueos (ctaros) que comenzaban a extenderse en esta zona. Parece que tuvo sin cesar presente en el pensamiento estas palabras del Evangelio: "Que sean todos uno, como el Padre y yo somos uno".Sin embargo, el abad de Claraval no solo luch en el dominio poltico, sino tambin en el campo intelectual, donde sus triunfos no fueron menos esplendorosos, ya que estuvieron marcados por la condena de dos adversarios eminentes, Abelardo y Gilberto de la Porre. El primero haba adquirido, por su enseanza y sus escritos, la reputacin de dialctico muy hbil, incluso abusaba de la dialctica pues, en lugar de ver lo que ella es realmente, un simple medio para llegar conocimiento de la verdad, la vea casi como un fin en s misma, lo que desembocaba naturalmente en una especie de verbalismo. Parece tambin que haya en l, sea en su mtodo o en el mismo fondo de sus ideas, una bsqueda de originalidad que le aproxima algo a los filsofos modernos; y, en una poca donde el individualismo era poco menos que desconocido, tal defecto no poda pasar como una cualidad tal como ocurre en nuestros das. Tambin algunos se inquietaron pronto con sus novedades, que tendan nada menos que a establecer una verdadera confusin entre el dominio de la razn y el de la fe; No es que Abelardo fuese propiamente hablando un racionalista tal como se ha pretendido en ocasiones, pues no hubo racionalistas antes que Descartes, sino que no supo hacer la distincin entre lo que revela la razn y lo que le es superior, entre la filosofa profana y la sabidura sagrada, entre el saber puramente humano y el conocimiento trascendente, y aqu est la raz de todos sus errores. Abelardo no llegaba acaso hasta a sostener que los filsofos y los dialcticos gozaban de la inspiracin habitual que seria comparable a la inspiracin sobrenatural de los profetas? Se comprende sin esfuerzo que San Bernardo, cuando se llam su atencin sobre semejantes teoras, se hubiera levantado contra ellas con fuerza, incluso con cierto arrebato, y tambin que haya reprochado amargamente a su autor el haber enseado que la fe no era ms que una simple opinin. La controversia entre estos dos hombres tan diferentes, comenz en entrevistas particulares, teniendo pronto una inmensa resonancia en las escuelas y los monasterios. Abelardo, confiando en su habilidad para manejar el razonamiento, pidi al. Arzobispo de Sens la reunin de un concilio ante el cual se justificara pblicamente, pues pensaba poder conducir bien la discusin de tal forma que llevara la confusin al adversario. Las cosas sucedieron de muy diferente forma: el abad de Claraval, en efecto, no conceba el concilio ms que como un tribunal ante el cual el telogo sospechoso deba comparecer como acusado; en una sesin preparatoria analiz las obras de Abelardo y extrajo las proposiciones ms temerarias, de las que prob la heterodoxia; al da siguiente, introducido el autor en el concilio se le conmin, tras haber enunciado tales proposiciones, a retractarse o justificarlas. Abelardo, presintiendo desde entonces una condena, no esper el juicio del concilio y declar que apelaba a la corte de Roma; el proceso no dejo de seguir su curso, y, desde que la condena fue pronunciada, Bernardo escribi a Inocencio II y a los cardenales unas cartas de apremiante elocuencia, si bien, seis semanas ms tarde, la sentencia era confirmada en Roma. Abelardo no tena ms que someterse; se refugi en Cluny, cerca de Pedro el Venerable, que le prepar una entrevista con el abad de Claraval y logr reconciliarlos.El concilio de Sens tuvo lugar en 1140; en 1147 Bernardo obtuvo igualmente, en el concilio de Reims, la condena de los errores de Gilberto de la Porre, obispo de Poitiers, concernientes al misterio de la Trinidad; estos errores procedan do que el autor aplicaba a Dios la distincin real de la esencia y de la existencia, que no es aplicable ms que a los seres creados. Gilberto se retract entonces sin dificultad; tambin se le prohibi simplemente leer o transcribir su obra antes de que hubiera sido corregida; su autoridad, fuera de los puntos particulares que se cuestionaban, no qued alcanzada, y su doctrina mantuvo gran crdito en las escuelas durante toda la Edad Media.Dos aos antes de este ltimo asunto, el abad de Claraval haba tenido la alegra de ver subir al trono pontificio a uno de sus antiguos monjes, Bernardo de Pisa, que tom el nombre de Eugenio III y que siempre continu manteniendo con l las ms afectuosas relaciones; es este nuevo Papa quien, casi desde el principio de su pontificado, le encarg predicar la segunda cruzada. Hasta entonces Tierra Santa no haba tenido, en apariencia al menos, ms que un lugar muy pequeo en las preocupaciones de San Bernardo; seria sin embargo un error creer que fue enteramente ajeno a lo que pasaba y la prueba es un hecho sobre el cual, de ordinario, se insiste mucho menos de lo que convendra. Queremos hacer referencia al papel que jug en la constitucin de la Orden del Temple, la primera de las Ordenes militares por la fecha y por la importancia, la que iba a servir de modelo para todas las dems. Es en 1128, diez aos despus de su fundacin, cuando esta Orden recibi su regla en el concilio de Troyes y es Bernardo quien, en calidad de secretario del concilio, estuvo encargado de redactarla, o al menos de trazar sus orientaciones generales, pues parece que no fue sino un poco ms tarde cuando se le llam para completarla, y que no acab su redaccin definitiva ms que en 1131. Coment luego esta regla en el tratado "De laude Novae militiae", donde expuso en trminos de magnfica elocuencia la misin e ideal de la caballera cristiana., de lo que llamaba la "milicia de Dios". Estas relaciones del abad de Clairvaux con la Orden del Temple, que los historiadores modernos no consideran sino como un episodio bastante secundario de su vida tenan sin duda muy otra importancia a los ojos de los hombres de la Edad Media; y hemos mostrado en otra parte que constituyen sin duda la razn por la cual Dante deba escoger a San Bernardo para su gua en los ltimos crculos del Paraso.Desde 1145, Luis VII, tena el proyecto de acudir en socorro de los principados latinos de Oriente amenazados por el emir de Alepo, pero la oposicin de sus consejeros haba obligado a retrasar su realizacin y la decisin definitiva haba sido remitida a la asamblea plenaria que deba celebrarse en Vezelay durante las fiestas de Pascua del ao siguiente. Eugenio III, retenido en Italia por una revolucin suscitada en Roma por Arnaldo de Brescia, encarg al abad de Clairvaux el reemplazarlo en esta asamblea; Bernardo, tras haber dado lectura a la bula que invitaba a Francia a la cruzada, pronunci un discurso que fue, a juzgar por el efecto que produjo, la ms grande pieza oratoria de su vida; todos los asistentes se precipitaron para recibir la cruz de sus manos. Animado por este xito, Bernardo recorri las ciudades y las provincias, predicando por todas partes la cruzada con un celo infatigable; all donde no poda ir en persona, diriga cartas no menos elocuentes que sus discursos. Pas luego a Alemania, donde su predicacin obtuvo los mismos efectos que en Francia; el Emperador Conrado, tras haber resistido algn tiempo, debi ceder a su influencia y enrolarse en la cruzada. Hacia mediados del ao 1147, los ejrcitos franceses y alemanes se ponan en marcha para esta gran expedicin que, a pesar de su formidable apariencia, desemboc en un desastre. Las causas del fracaso fueron mltiples: las principales parecieron ser la traicin de los Griegos y la falta de entendimiento entre los diversos jefes de la cruzada; pero algunos buscaron, muy injustamente por lo dems, hacer recaer la responsabilidad sobre el abad de Clairvaux. Este debi escribir una verdadera apologa de su conducta, que era al mismo tiempo una justificacin de la accin de la Providencia, mostrando que las desgracias sobrevenidas no eran imputables ms que a las faltas de los cristianos, y que as "las promesas de Dios permanecan intactas, pues ellas no prescriben contra los derechos de su justicia"; la apologa est contenida en el libro De Consideratione, dirigido a Eugenio III, libro que es como el testamento de San Bernardo y que contiene especialmente sus puntos de vista sobre los deberes del papado. Por otro lado, no todos se dejaban llevar por el desnimo, y Suger concibi pronto el proyecto de una nueva cruzada de la que el mismo abad de Clairvaux deba ser el jefe; pero la muerte del gran ministro de Luis VII detuvo la ejecucin de los planes. San Bernardo tambin muri poco despus, en 1153, y sus ltimas cartas testimonian que se preocup hasta el final por la suerte de Tierra Santa.Si el fin inmediato de la cruzada no haba sido alcanzado, se dira por ello que la expedicin fue completamente intil y que los esfuerzos de San Bernardo haban sido desperdiciados? No lo creemos, a pesar de lo que podran pensar los historiadores que slo se ocupan de las apariencias exteriores, pues haba en estos grandes movimientos de la Edad Media un carcter poltico y religioso a la vez y razones ms profundas de las que una, la nica que queremos resaltar aqu, era el mantener en la Cristiandad una viva conciencia de su unidad. La Cristiandad era idntica a la civilizacin occidental, fundada entonces sobre bases esencialmente tradicionales, como lo es toda civilizacin normal, y que iba a alcanzar su apogeo en el siglo XIII; la prdida de este carcter tradicional deba necesariamente seguir a la ruptura de la unidad misma de la Cristiandad. Esta ruptura, que fue realizada en el dominio religioso por la Reforma, lo fue, en el dominio poltico, por la instauracin de las nacionalidades, precedida por la destruccin del rgimen feudal; y se puede decir, sobre este ltimo punto de vista, que aquel que asest los primeros golpes al edificio grandioso de la Cristiandad medieval fue Felipe el Hermoso, el mismo que por una coincidencia que no tiene, sin duda nada de fortuito, destruy la Orden del Temple, atacando directamente la obra misma de San Bernardo.En el curso de todos sus viajes, San Bernardo apoy constantemente su predicacin en numerosas curaciones milagrosas que eran para la masa como los signos visibles de su misin; estos hechos han sido referidos por testigos oculares, pero l mismo no hablaba de ello sino en contadas ocasiones. Quizs esta reserva le era impuesta por su extraordinaria modestia; pero sin duda tampoco atribua a esos milagros mas que una importancia secundaria, considerndolos solo como una concesin acordada por la misericordia divina a la debilidad de la fe en la mayor parte de los hombres, conforme a la palabra de Cristo: "Bienaventurados los que creern sin haber visto". Esta actitud estaba en relacin con el desdn que manifest siempre por todos los medios exteriores y sensibles, tales como la pompa de las ceremonias y la ornamentacin de las iglesias; se le ha incluso podido reprochar, con alguna apariencia de verosimilitud, el no tener ms que desprecio por el arte religioso. Los que formulan esta crtica olvidan sin embargo una distincin necesaria, la que l mismo establece entre lo que llama arquitectura episcopal y la arquitectura monstica: esta ltima es solamente la que debe tener la austeridad que l preconiza; no es ms que a los religiosos y a los que siguen el camino de la perfeccin que prohibe el "culto a los dolos", es decir, a las formas de las que proclama por el contrario, su utilidad como medio de educacin para los simples y los imperfectos. Si ha protestado contra el abuso de las representaciones desprovistas de significado y no poseedoras sino de un valor puramente ornamental, no ha podido desear, como se ha pretendido falsamente, el proscribir el simbolismo del arte arquitectnico, mientras que l mismo en sus sermones haca de l un uso muy frecuente.La doctrina de San Bernardo es esencialmente mstica; por esto entendemos que contempla sobre todo las cosas divinas bajo el aspecto del amor; que sera, por otro lado, errneo interpretar en un sentido simplemente afectivo como lo hacen los modernos psiclogos. Como muchos grandes msticos, fue especialmente atrado por el "Cantar de los Cantares", el cual coment en numerosos sermones, formando una serie que se prosigue durante casi toda su carrera; y este comentario, que permaneci siempre inacabado, describe todos los grados del amor divino, hasta la Paz suprema a la cual el alma alcanza en el xtasis. El estado exttico, tal como lo comprende y que ciertamente lo ha experimentado, es una especie de muerte a las cosas de este mundo; con las imgenes sensibles todo sentimiento natural ha desaparecido; todo es puro y espiritual en el alma misma como en su amor. Este misticismo deba naturalmente reflejarse en los rasgos dogmticos de san Bernardo; el ttulo de una de sus principales obras: De diligendo Deo, muestra, en efecto, suficientemente, qu lugar ocupa ah el amor; pero se estara muy equivocado al creer que ello sea en detrimento de la verdadera intelectualidad. Si el abad de Clairvaux quiso siempre permanecer ajeno a las vanas sutilidades de escuela, es por que no tena ninguna necesidad de los laboriosos artificios de la dialctica; resolva de un slo golpe las cuestiones ms arduas, porque no proceda por una larga serie de operaciones discursivas, lo que los filsofos se esfuerzan en alcanzar por una va desviada y como a tientas, l lo alcanzaba inmediatamente, por la intuicin intelectual, sin la cual ninguna metafsica real es posible, y fuera de la cual no se puede aprehender sino una sombra de la verdad.Un ltimo rasgo de la fisonoma de San Bernardo, que es esencial sealar an, es el lugar eminente que mantiene en su vida y en sus obras, el culto a la Santa Virgen, y que ha dado lugar a toda una floracin de leyendas que son quizs aquello por lo que ha permanecido ms popular. Gustaba de dar a la Santa Virgen el ttulo de "Notre Dame", (Nuestra Seora), cuyo uso se generaliz en esta poca y sin duda en gran parte gracias a su influencia; y es que l era verdaderamente, como se ha dicho, un autntico "caballero de Mara", y la consideraba verdaderamente como su "dama", en el sentido caballeresco de la palabra. Si tal hecho se relaciona con el papel que jugaba el amor en su doctrina, y que desempeaba tambin en formas ms o menos simblicas, en las concepciones propias a las Ordenes de Caballera, se comprender fcilmente el porqu hemos cuidado de mencionar al principio sus orgenes familiares. Convertido en monje, permanecer siempre caballero como lo eran todos los de su raza; y, por ello mismo, se puede decir que estaba, en cierto modo, predestinado a desempear, como lo hizo en tantas circunstancias, el papel de intermediario, y rbitro entre el poder religioso y el poder poltico, porque haba en su persona como una participacin en la naturaleza de lo uno y de lo otro. Monje y caballero al tiempo, estas dos caractersticas eran las de los miembros de la "milicia de Dios", de la Orden del Temple; eran tambin, y en primer lugar, los del autor de su regla, del gran santo al que se ha denominado el ltimo de los Padres de la Iglesia, y en quien algunos quieren ver, no sin alguna razn, el prototipo de Galahad, el caballero ideal y sin tacha, el hroe victorioso de la "demanda del Santo Grial". SAINT BERNARD, Publiroc, Marsella, 1929. ditions Traditionnelles, Pars, 1951, 1959, 1973, 1981, 1984, 1998.Trad. castellana. (incompleta): San Bernardo, en Dossier Orden del Temple, Alternativa, Barcelona, s.f. Traduccin completa en "Revista de Soria", 1998 y "Letra y Espritu", n 2, LHospitalet, 1998.Trad. italiana: San Bernardo, Il Cinabro, Catania, s.f. Edicin autorizada: Luni, Miln, 1999 (trad. de Pietro Nutrizio)Trad. portuguesa de Antnio Carlos Carvalho en O esoterismo de Dante, seguido de So Bernardo, Editorial Vega, coleco Janus, Lisboa, 1978.Trad. hngara: Szent Bernt, Stella Maris Kiad, Budapest, 1995 (en un tomo con otros ttulos).Trad. inglesa: Revista "Sophia", Oakton (USA), 1998. DATOS BIOGRFICOS DE SUGER DE SAINT- DENIS.Suger nace en 1.081 en Saint- Denis y muere en el mismo lugar el 13 de Enero de 1.151.Fue abad de Saint- Denis ( 1.122), consejero religioso y poltico de Luis VI (1.132- 1.137) y tambin de Luis VII, que le encarg de la regencia( 1.147-1.149) al partir para la cruzada. Por ello trabaj como cabeza visible y reorganizador de una abada que por su relieve poltico y por su riqueza territorial superaba a numerosos obispados en Francia. Se le ha llamado padre de la monarqua francesa por su labor realizada durante la regencia. Desde el inicio de su carrera haba trabajado incansablemente a favor de una mejora de las relaciones existentes entre la Corona de Francia y la Santa Sede.Incluso el pueblo y el prncipe lo llamaron Padre de la Patria por su preocupacin por los problemas sociales.Este monje no perteneca a la alta nobleza( haba nacido de padres humildes y muy pobres), pero su amistad con el rey lo elev hasta la cima de la autoridad poltica. Mediator el pacis vinculum son las palabras que resumen el trabajo llevado a cabo por Suger en cuanto a hombre de estado. En tanto abad, perciba mejor que nadie los valores simblicos del monasterio que estaba bajo su direccin. Suger haba ingresado en el monasterio, no como un novicio que se consagra a la vida monstica por propia voluntad, o por lo menos con la comprensin que da una inteligencia relativamente madura; si no como oblato consagrado a Saint- Denis, cuando tena la edad de nueve o diez aos. Consideraba su puesto como un honor, el ms alto y por eso estaba destinado al fasto. Benedictino, su concepcin de la vocacin monstica no era ni de pobreza ni de rechazo absoluto al mundo. Preocupado por la nobleza exterior, Suger consagr las riquezas de su monasterio a componer un esplndido marco para el desarrollo de las liturgias. Entre 1.135 y 1.144, contra los defensores de la pobreza total que le atacaban, comenz a reconstruir la iglesia de la abada y a ornarla, trabajando por el honor de Dios, por el de San Dionisio, pero tambin por el honor de los reyes de Francia, de los que estaban muertos y eran sus huspedes y del que viva, su amigo y bienhechor.Fue un patriota altivo y buen administrador; un tanto retrico y con gusto por la grandiosidad. Era un hombre temeroso de Dios como cualquier otro fiel eclesistico de su siglo, muy humano y jovial. Vanidoso, ingenioso y de una incontenible vitalidad. Suger sobresali sobre todo por su humanidad.2. PRODUCCIN LITERARIA DE SUGER DE SAINT- DENIS.La produccin de Suger de Saint- Denis no se resume en varios libros en los que se exponen sus ideas. La reconstruccin y nueva decoracin de su abada fue su obra ms ambiciosa. Entre sus escritos caben destacar los siguientes ttulos: Historia de Luis El Gordo, Historia de Luis VII, y sus Cartas, constituyen valiosos documentos histricos.Liber de rebus in administratione sua gestis es su obra ms importante. Escrita en el tercer ao de su abaciado( cronolgicamente suele situarse entre 1.144- 1.145 y fines de 1.148 o principios de 1.149. Est dividido en dos grandes unidades:Primera parte: Libellus de consecratione ecclesiae s. Dioniysii; descripcin de hechos concernientes a la administracin de la abada.Segunda parte: datos sobre las obras de ampliacin y decoracin de la abada.En esa segunda parte Suger expone su programa esttico filosfico, adems de introducir de manera indirecta las fuentes que l mismo ha empleado para dicha concepcin. Basndose en la idea neoplatnica de que las cosas terrenales participan de cualidades divinas, como la bondad, la verdad y la belleza, establece un sistema de jerarquas. Es lo que Suger llama Va anaggica. Introduce al mismo tiempo el tema de las vidrieras, dotndole de su valor simblico o iconogrfico, es decir, la especial utilizacin de la metafsica de la luz.Junto con estos libros, caben destacar sus composiciones poticas en las que est presente una orga metafsica neoplatnica de la luz. Estos que l llama Versculi son hexmetros o dsticos elegacos no siempre genuinamente clsico en cuanto al metro, pero llenos de conceptos originales, a veces muy ingeniosos, y en ocasiones casi al borde de lo sublime. Algunos de estos versculi, fueron distribuidos en los espacios disponibles sobre los muros y los objetos litrgicos de la abada.PRECEDENTES Y FUENTES PARA EL ESTUDIO DEL PENSAMIENTO DE SUGER DE SAINT- DENIS.El primer nombre que podemos dar como fuente empleada por Suger de Saint- Denis para su desarrollo intelectual es Adam; este hombre ha sido calificado como su padre espiritual y adoptivo; es el predecesor de Suger . Nuestras fuentes no nos aportan ms datos con respecto a esta personalidad, pero el mero hecho de haber sido nombrado, presupone una gran influencia sobre el mecenas estudiado en cuestin. Willelmus de Saint- Denis, fue protegido y devoto bigrafo de Suger.Suger concibi el monumento sobre todo como una obra teolgica. Naturalmente esta teologa se fund en los escritos del patrono de la abada, San Dionisio, es decir, segn se crea, Dionisio de Areopagita, al que la tradicin le asignaba tambin haber sido el autor de la ms imponente construccin mstica del pensamiento cristiano. El texto de esta obra, escrita en griego por un desconocido en el Oriente de la muy alta Edad Media, se conservaba en el Monasterio de Francia. En 758, el Papa ofreci un manuscrito al rey de los francos, Pipino el Breve, que fue enviado a Saint- Denis. En 807, un segundo ejemplar fue remitido por el emperador de Constantinopla, Miguel el Tartamudo, el emperador de Occidente, Luis el Piadoso. Una abad de Saint- Denis, Hilduino, hizo una primera traduccin latina, mala. En la poca de Carlos el Calvo, Juan Escoto Ergeno que conoca mejor el griego, ofreci una versin comentada mucho mejor. En Saint- Denis se reverenciaba pues la Teologa mystica, escrito en el cual encuentra su fundamento el pensamiento y el arte de Suger. El tratado atribuido a Dionisio ofrece en efecto, del universo visible e invisible una imagen jerrquica: De la jerarqua celeste- De la jerarqua eclesistica, en los que sin duda Suger se inspir directamente cuando concibi en forma jerarquizada el poder del rey feudal. En el centro de su obra, esta idea: Dios es luz. De esta luz inicial, increada y creadora, participan todos las criaturas. Originado en una irradiacin el universo es una corriente luminosa que desciende en cascadas, y la luz que emana del Ser Supremo coloca a cada uno de los seres creados en un sitio inmutable. Vnculo del amor, la luz irriga el mundo entero.De este modo, el acto luminoso de la creacin instituye por s mismo un acceso progresivo de grado en grado hacia el ser invisible e inefable del que todo procede.En esta concepcin es la clave del nuevo arte , del arte de Francia, cuyo modelo fue la abada de Suger. Arte y claridad y de irradiacin progresivas.La potica de la luz presente en la reflexin teolgica de Suger, y la esttica que de ella deriva, no se resumen sin embargo en la arquitectura. Para los religiosos del siglo XII, la irradiacin divina pareca condensarse en ciertos objetos privilegiados. La teologa de Suger culmina pues en un esfuerzo por unir la nueva imagen de Dios, el Cristo viviente del Evangelio, con la imagen antigua, la del Eterno, en la que se haban concentrado hasta ese momento las meditaciones monsticas. Esta teologa procede de actitudes intelectuales que desde varias generaciones atrs caracterizaban el pensamiento de los monjes de Occidente.Consista en una glosa de los textos sagrados. Walahfried Strabon, en el siglo IX, haba realizado un comentario de base de las Escrituras, que haba sido escuchado o vuelto a copiar por los eclesisticos de una cierta instruccin.Partiendo de la idea de que el hombre est compuesto por tres principios, el cuerpo, el alma y el espritu, Walahfried propona que se buscase en los versculos de la Biblia tres sentidos, literal, mortal y mstico. Todo esfuerzo de comprensin que se llevaba a cabo en los claustros se fundaba en estos ejercicios de elucidacin.En San Agustn tambin se lea que el Antiguo Testamento no es nada ms que el Nuevo cubierto por un velo y el Nuevo no es otra cosa que el Antiguo sin el velo. La concepcin agustiniana del progreso histrico vea el destino de la humanidad separado en dos fases determinadas por el nacimiento de Cristo; consideraba a la historia juda como una profeca vivida en la que se haba realizado con anterioridad simblicamente la historia cristiana antes de desarrollarse en lo real. El texto bblico ofreca pues una serie de acontecimientos premonitorios, de significacin espiritual, cuyo misterio segn San Agustn, consista en buscar en la realidad misma y no solamente en las palabras. El pensamiento de Suger se desarroll siguiendo estas perspectivas. Pero su teologa se expres por medio de imgenes y no por un texto, por medio del decorado que el abad de Saint- Denis invent para su construccin de luz. Su intencin era poner en evidencia, por medio de equivalencias analgicas, la concordia entre el Antiguo Testamento y el Evangelio, relato este ltimo de gran difusin entre sus contemporneos, los cruzados. La iconografa de Saint- Denis incorpor toda la simblica romnica, pero adaptndola deliberadamente para representar a Cristo.La atencin de la que fueron objeto los Salmos, el libro de los Reyes, el Apocalipsis, los Evangelios sinpticos, conduca naturalmente a Suger a mostrar a Dios prximo a la naturaleza humana (sita a la Virgen Mara en el centro de la iconografa de las vidrieras. La baslica de Saint- Denis expresa un cristianismo que ya no es solamente msica y liturgia, sino que se transforma en teologa. Una teologa del Todopoderoso, peor an ms de la encarnacin. Por esta razn la obra de Suger se establece en una nueva dimensin, la del hombre iluminado.Es posible tambin que Suger recurriera tambin a las enseanzas de la Retrica Antigua, donde ya se encontraban legitimaciones terico- artsticas y estrategias aplicables a la obra nueva de Saint- Denis. La variatio , tal como se entenda la combinacin de diversas secciones edilicias, perteneca por ejemplo a los presupuestos bsicos del buen discurso; para los diferentes niveles estilsticos existentes entre la cripta y el coro sobre ella podra haber servido la idea de las diversas alturas estilsticas que dependan de lo que era conveniente a cada objeto; la nocin de aemulatio consista en la creacin de algo nuevo partiendo de lo viejo, en lo cual lo admirable de lo viejo, como el cuerpo longitudinal de Saint- Denis con sus pilares, daba la medida de lo nuevo. La arquitectura de Saint- Denis no surgi entonces como un simple perfeccionamiento del romnico anterior, sino que fue resultado de los esfuerzos por lograr algo ms nuevo a travs de un enfrentamiento con el pasado.PENSAMIENTO DE SUGER DE SAINT- DENIS. EL CONCEPTO DE LA LUZ. LA VIDRIERA.Suger de Saint- Denis estaba convencido de tres verdades principales: la primera, que un rey, era un vicario de Dios, que llevaba la imagen de Dios en su persona y le infunda vida, por este hecho traa consigo el postulado de que el rey no debe equivocarse ( rey =ley). La segunda, que todo rey de Francia, posea a la vez el derecho y el deber sagrado de sojuzgar a todas las fuerzas que condujeran a luchas internas y se opusieran a su autoridad central. La tercera, que esta autoridad central, la unidad de la nacin, estaban simbolizadas, en la abada de Saint- Denis, que albergaba las reliquias del Apstol de las Galias, y despus de Dios, nico protector del reino. Sabemos que partiendo de estos principios, desde el inicio de su carrera haba trabajado incansablemente a favor de una mejora en las relaciones existentes entre la Corona de Francia y la Santa Sede.Suger se embarc en un programa de reconstruccin y reivindicacin de la abada de Saint- Denis. Mejorando y ampliando los dominios de la abada, asent las bases para una organizacin completa del convento.Apasionado por los clsicos y por los cronistas, hombre poltico, soldado y jurisconsulto, experto en todas aquellas cuestiones que Leon Battista Alberti resumira bajo el ttulo de La cura della famiglia, y en apariencia no falto de inters por la ciencia, fue ms bien un protohumanista que un escolstico temprano. En ninguna ocasin mostr el ms pequeo inters por las grandes controversias teolgicas y epistemolgicas de su poca, como a la disputa entre realistas y nominalistas, la amarga polmica a cerca de la naturaleza de la Trinidad, o la gran problemtica del momento. Como hemos sealado anteriormente, Suger haba ledo los textos de Dionisio el Areopagita, cuyas obras se haban convertido en un patrimonio de la Abada. En la misma se conservaba el traducido y comentado por Escoto de Erigena; fue aqu donde Suger encontr la justificacin filosfica de su actitud entera frete al arte y la vida.Fundiendo las doctrinas de Plotino y ms particularmente de Proclo, con los principios y creencias del cristianismo, el Pseudo- Dioniso Areopagita, combinaba el credo neoplatnico de la fundamental unidad y luminosa vida del mundo con los dogmas cristianos del Dios uno y trino, del pecado original y de la redencin.El Universo es creado, animado y unificado por lo que Plotino haba llamado lo Uno, ms tarde llamado por la Biblia El Seor y lo que Suger llama La luz sobreesencial. El concepto de Luz al que recurre Suger est extrado del Pseudo- Dioniso, de forma que el mero hecho de emplear la vidriera en la construccin de la abada se convierte en un rasgo esencial de la propia personalidad del mecenas.; es la vera lux de la Divinidad misma.Esto era lo que Suger profes como telogo, proclam como poeta y llev a la prctica como protector de las artes y organizador de espectculos litrgicos. Tuvo la suerte de descubrir, precisamente en las palabras del tres veces beato San Dionisio, una filosofa cristiana que le permita saludar la belleza material como vehculo de la beatitud espiritual, en lugar de obligarlo a esquivarla como si fuera una tentacin y concebir el universo, tanto moral como fsico, no como un monocromo en blanco y negro, sino una armona de muchos colores. El nuevo arte creado por Suger sera una alabanza al Hijo del Hombre. Hasta entonces el arte, se limitaba sobre todo a la oracin y sumisin, a la glorificacin del Seor. La diligencia y la fuerza de conviccin los convirti sistemticamente en un instrumento de consolidacin religiosa. Por ello la vidriera como instrumento decorativo, asent la base de estas ideas.El vidrio de color se fabrica aadiendo al vidrio fundido varias sustancias qumicas , como manganeso o cobalto. Mientras todava est en el horno. El vidrio continua siendo traslcido, pero de diferentes colores segn las sustancias que se le aaden. El retrato de propio abad Suger, parte de un ventanal de la Abada de Saint- Denis, muestra claramente la translucidez del material. Las hojas de vidrio se elaboraban tradicionalmente por uno de los dos siguientes sistemas: un sistema era el de Corona( el vidriero coga el extremo de un tubo, soplaba una pequea cantidad de vidrio fundido y giraba el tubo rpidamente. La fuerza centrfuga haca que el vidrio adoptara una forma plana), y el otro sistema produca un manguito de cristal( el vidriero soplaba un largo globo de vidrio, lo cortaba, lo desprenda del tubo y se cortaba. El globo as se converta en un cilindro que poda cortarse longitudinalmente por el centro, mientras an estaba caliente, abrirse y aplanarse hasta formar una hoja).El vidriero pintaba de negro el vidrio a excepcin de los rasgos faciales y detalles. Con frecuencia una nica vidriera contena muchos temas. Podan ser episodios de una nica historia o temas relacionados simblicamente. Desafortunadamente, la mayor parte de las vidrieras de Saint- Denis han sido reemplazadas o reparadas por restauradores; pero las abundantes descripciones que Suger dej, permiten suponer que la funcin de los ventanales era comunicar a los fieles mensajes iconogrficos complejos. La contemplacin de las imgenes radiantemente coloreadas les guiaba al conocimiento de las verdades all representadas. Suger no poda haber encontrado un medio ms apropiado que el vidrio de color( un medio que depende de la luz para producir sus efectos diamantinos), para inculcar la idea de que la contemplacin de la belleza material conduce a una comprensin de lo divino. El nuevo estilo de edificacin con sus elegantes bvedas de crucera, sus arcos ojivales y sus construcciones es esqueleto cobraba an ms realce en la cabecera de Saint- Denis gracias al florecimiento de la tcnica de vidriera.La teologa de Suger culmina pues en un esfuerzo por unir la nueva imagen de Dios, el Cristo viviente del Evangelio, con la imagen antigua, la del Eterno, en la que se haban concentrado hasta ese momento las meditaciones monsticas. Toda su teologa procede de las actitudes intelectuales que desde varias generaciones atrs caracterizaban el pensamiento de los monjes de Occidente. Pero su teologa se expres por medio de imgenes y no por un texto, por medio del decorado que el abad de Saint- Denis invent para su construccin de luz. Su intencin era poner en evidencia, por medio de equivalencias analgicas, la concordia entre el Antiguo Testamento y el Evangelio, relato ste ltimo de gran difusin entre sus contemporneos, los cruzados. La iconografa de Saint- Denis incorpor toda la simblica romnica, pero adaptndola deliberadamente para representar a Cristo.ASPECTOS GENERALES EN LA CONSTRUCCIN DE LA ABADA DE SAINT- DENIS: ARQUITECTURA Y ARTES MENORES.Desde Dagoberto, los sucesores de Cloris haban elegido este santuario como necrpolis y las tres estirpes que dirigieron sucesivamente el reino de los francos, siempre enterraron all a sus muertos. Carlos Martel, Pipino el Breve, Carlos el Calvo, descansaban en el panten real cerca de Dagoberto y de sus hijos, cerca de Hugo Capeto, de sus antepasados, los Duques de Francia y de sus descendientes, los reyes. Fue la voluntad de un hombre, Suger, la que lo hizo renacer. Fue fundada por Dagoberto en honor a San Dionisio, y a los Santos Rstico y Eleuterio. La reforma de Saint- Denis se produjo por un repentino cambio por parte de la comunidad. Suger reconstruy la baslica por tres partes sucesivas. La Gran Consagracin fue el 11 de Junio de 1.144; y no sin jactancia enumera dos veces los diecinueve obispos y arzobispos que haba logrado tener a su lado en aquel glorioso da.La renovacin de este edificio vena a mostrar la idea de que lo nuevo debe ser visto como algo renovado, que honra lo viejo y sigue adelante. La arquitectura gtica, que tuvo su comienzo en Saint- Denis, tena como objetivo hacer visible este concepto.Pero Suger no renov de una sola vez toda su iglesia, sino que comenz primeramente por el cuerpo occidental. Se levanta sobre un aplanta de dos tramos de profundidad y tres de ancho; con sus tres portales permita una cmoda entrada a la vieja iglesia, adems de poseer varias capillas en sus pisos superiores. El edificio, arreglado por dentro con pilares fasciculados y originalmente con modernas bvedas de crucera, se presenta en su exterior como arquitectura de neto corte simblico. El bloque inferior, ritmado por poderosos contrafuertes y de marcada articulacin . est cerrado por una corona de almenas; su aspecto es de puerta triunfal y castillo a la vez. Pueden entenderse como ejemplo triunfante de la restituida fuerza monrquica. El rico equipamiento escultrico de los portales, las puertas de bronce originales que estaban provistas de inscripciones aclaratorias mandadas colocar por Suger, y la continua repeticin del nmero tres, tambin convierten al macizo occidental en una suerte de Jerusaln celestial.La fachada de Suger es algo ms que una mejora del modelo normando; representa tambin una restitucin de los macizos accidentales carolingios, con lo cual se retoma una importante tradicin local. Antes de la terminacin del bloque oeste, Suger se sinti arrastrado , segn sus propias palabras, a comenzar un nuevo coro para su iglesia, que logr concretar en el corto tiempo de 1.140 a 1.144.Pensaba que era obligacin de un abad procurar el bienestar de sus monjes . As los fros sitiales del coro, de mrmol y cobre fueron sustituidos por otros ms confortables de madera.Lo ms importante de esta construccin no est solo en este desarrollo formal de sus partes, sino en el programa iconogrfico empleado en prticos, altar y artes menores donde plasma sus teoras de forma prctica.Los trabajos comenzaron en el prtico. La iglesia anterior procede de la tradicin carolingia. Es an maciza, compacta, oscura. Constituye en efecto en primer grado, la etapa inicial del camino hacia la luz. Adems, pretende ofrecer, a la entrada del monasterio real, una imagen de autoridad, de soberana, una silueta militar, ya que todo poder de autoridad se apoyaba entonces en las armas y el rey, por esencia, era ante todo un jefe guerrero; esto es lo que expresan las dos torres que se encuentran a la fachada.La luz del ocaso penetra en el interior del edificio por el hueco de los tres portales. Por encima de ellos irradia un rosetn, el primero que se abri en el lado occidental de una iglesia y que iluminaba las tres capillas altas, consagradas a las jerarquas celestes, a la Virgen, a San Miguel y a los ngeles. Todos los elementos que constituiran las fachadas de las catedrales futuras nacen tambin de la teologa de Suger. Pero fue en el coro de la nueva iglesia donde se oper la mutacin esttica. Suger coloc naturalmente en el otro extremo del edificio, al final de la progresin litrgica orientada en direccin al amanecer, el centro de la irradiacin en el que se producen los ms deslumbrantes contactos con Dios. En este punto decidi pues suprimir las murallas.Fue as como en 1.140 y 1.144 se edific una secuencia de capillas dispuestas en semicrculo, en virtud de la cual toda iglesia resplandeca gracias a la maravillosa luz ininterrumpida, que se extenda desde las ms luminosas ventanas. Algunas iglesias romnicas ofrecan el modelo de un deambulatorio con nichos dispuestos en forma radial. Suger se preocup particularmente para que stos dejasen penetrar la luz. Modificando la estructura de las bvedas, pudo abrir huecos, sustituir por pilares los muros de separacin y dio de este modo forma a su sueo: unificar la ceremonia religiosa por medio de la cohesin luminosa. Todos los oficiantes deban estar juntos y ordenados al unsono por el semicrculo mismo y sobre todo por la iluminacin unificadora.Dionisio de Areopagita celebra, en efecto, principalmente, la unidad del universo. Fue entonces necesario que desde el coro hasta la puerta, la interrupcin luminosa pudiese difundirse sin obstculos en todo el espacio interior de la iglesia y que el edificio en su totalidad se transformase en el smbolo de la creacin mstica. Suger hizo tirar abajo la galera que interrumpa la nave, para que la belleza y la munificencia de la iglesia no fuesen en absoluto oscurecidas por semejante barrera. Una vez juntada la nueva parte posterior a las anteriores, la iglesia resplandeci con su centro ahora luminoso, pues brilla lo que est brillantemente unido a lo que brilla e irradia el noble edificio penetrado por la nueva luminosidad.Suger haba comenzado su obra haciendo aadidos en los dos extremos de la abada. No tuvo tiempo de edificar entre el prtico y el coro la nave que los hubiera unido.La potica de la luz presente en la reflexin teolgica de Suger y la esttica que de ella deriva, no se resumen sin embargo solamente en la arquitectura. Para los religiosos del siglo XII, la irradiacin divina pareca condensarse en ciertos objetos privilegiados. Al igual que las estructuras del monumento, estos objetos privilegiados. Al igual que las estructuras del monumento, estos objetos invitaban al espritu a pasar de lo creado a lo increado, de lo material a lo inefable. Semejante poder mediador perteneca ante todo a las piedras preciosas. Los pensadores sacros les atribuan un valor singular, moral. Cada una de ellas fue puesta en relacin simblica con cada una de las virtudes cristianas. Imaginaban que su esplendor y su radiante perfeccin erigan la Jerusaln Celeste. El amor por las piedras, el esmalte, por el cristal y todas las materias traslcidas, que siempre haban fascinado a los jefes brbaros, encontraba aqu su justificacin litrgica y mstica a la vez. Dice Suger cuando penetrado por el encantamiento que produce la belleza en la casa de Dios, el atractivo de las gemas multicolores me condujo a reflexionar, pasando de lo material a lo inmaterial, sobre la diversidad de las virtudes sagradas, me parece entonces verme a m mismo residiendo en verdad en alguna extraa regin del universo, que no existe anteriormente ni en el cielo de la tierra ni en la pureza del cielo y que por la gracia de Dios puedo pasar de la tierra a las alturas de manera anaggica.Cuando el abad de Saint- Denis exaltaba de este modo los valores mediadores de la orfebrera sacra, se situaba en la tradicin de los grandes seores del monaquismo. Pero la concepcin dionisiana de la luz asignaba al tesoro, en la iglesia de Suger. Fue en la interseccin del crucero , en el centro luminoso de la abada, donde se establecieron los relicarios de santos, decorados con oro y piedras preciosas, expuestos ante la mirada de los visitantes. De este modo, la baslica dej de ser lo que haban sido hasta entonces las iglesias monsticas, la simple superestructura de un hipogeo, de un martyrium, de un espacio cerrado, subterrneo aterrorizados en la penumbra para vislumbrar finalmente los cuerpos santos en medio de la luz de los cirios. En Saint- Denis la cmara de las reliquias se confunde con la iglesia misma, abierta, radiante y sus relicarios se instalan en plena luz. Cubiertos de gemas, los restos de San Dionisio dominan el punto central que irradia una luz ininterrumpida, la propia luz de su teologa. Ella es en s misma reflejo, espejo de Dios. Y cumple una funcin en la iluminacin de los fieles.El altar principal estaba adornado con un frontal de oro, al lo que Suger agreg otros tres para que todos los lados fueran dorados. Alrededor dispuso todas las piezas de su tesoro: un recipiente de prfido echo por un escultor y un bruidor, que transformaron el nfora en un guila de oro y de plata, un preciosos cliz hecho con una sola sardnica maciza, otro vaso que parece de berilo o de cristal. El abad coron su obra levantando, en el coro de la iglesia, una cruz de siete metros de altura que se vea por todas partes. El Cristo de Saint- Denis es el de los Evangelios sinpticos: adopta el rostro de hombre. Smbolo resplandeciente de la victoria de la redencin, insignia que llevaban sobre sus vestidos los aventureros de Tierra Santa, la cruz refuta soberanamente todas las dudas oscuras, desafa a los pecadores clandestinos que en la penumbra de las sectas niegan que el hombre pueda ser salvado gracias a la muerte de un hombre carnal. Pone tambin de manifiesto las concordancias en las sesenta y ocho escenas que la decoran yuxtaponiendo los episodios de la historia del Salvador a las figuras de la ley antigua. Esta gran cruz se elevaba cerca del frontal del altar, que era carolingio. Suger prefera evitar las disparidades de estilo entre la obra antigua y los nuevos aadidos. Por esta razn hizo venir a Saint- Denis, artistas de la regin del Mosa, de la provincia carolingia en la que se conservaba an el antiguo arte del Imperio. Cuando quiso restaurara las formas carolingias de la celebracin monrquica, Suger, que acababa de transformar las concepciones arquitectnicas haciendo del edificio la ilustracin de una teologa de la luz, se sumaba as al segundo renacimiento, cuyos centros eran entonces las regiones del Loira y del Sena, a aquella vuelta a los modelos clsicos que en aquella misma poca dominaban en las letras latinas, Hildeberto de Lavardin, Juan de Salisbury, todos los admiradores de Ovidio, de Estacio y de Virgilio. Impuso al arte de Francia sus otros rasgos especficos: los antirromnicos.Todas estas imgenes, las del prtico, las de las vidrieras, las que decoran la cruz de oro y el tesoro que la rodea demuestran lo que est en el fondo de la teologa de Suger: la encarnacin. Quienquiera que sea, si pretendes rendir honor a estas puertas no admites el oro ni el gasto, sino el trabajo y el arte, La obra noble brilla, pero brilla con nobleza; que sirva para iluminar los espritus y los conduzca por medio de las luces verdaderas a la verdadera luz, de la cual Cristo es la verdadera puerta. En Saint- Denis se acumularon todas las riquezas del mundo para rendir honor a la eucarista, y es gracias a Cristo que el hombre penetra en la luminosidad del santuario. El nuevo arte creado por Suger consiste en una celebracin del Hijo del Hombre.El prtico es triple; tres sacerdotes que realizan simultneamente los mismo ritos han colaborado a su consagracin. As se representa a la Trinidad, cuya imagen explcita se observa en el prtico central, en la cima de la arquivolta. La teologa de Dionisio de Areopagita se organizaba alrededor del tema de la Trinidad, que simboliza en s la creacin, y por otra parte, en los albores del siglo XII, sta estaba precisamente en el centro de los ms apasionados debates de los pensadores sacros: el concilio de Soissons en 1.121 acababa de condenar como sospechoso el De Trinitate de Abelardo. Sin embargo, las imgenes del prtico celebran particularmente una de las tres personas que a partir de la cruzada se haba transformado en al figura central, Jess, la verdadera puerta. He aqu por qu las columnas que soportan la bveda adoptan en Saint- Denis, por primera vez, la forma de estatuas. En las vidrieras de las tres capillas del este se trata de nuevo el tema de la historia del Salvador. As aparecen en el Sur, Moiss; en el centro, el rbol de Jes, el cual por medio de la genealoga de Mara, sumerge a Cristo, cuerpo de Dios, en una familia humana, lo coloca en el punto central de la historia, en la duracin y en lo carnal. Y sobre todo una de las vidrieras en el que se muestra a Jess coronando la nueva ley y quitando los velos de la antigua, esta inscripcin, suerte de manifiesto de la teologa de Suger: Aquello que Moiss oculta, la doctrina de Cristo lo saca a luz.La atencin de la que fueron objeto los Salmos, el libro de los Reyes, el Apocalipsis, los Evangelios sinpticos, conduca naturalmente a Suger a mostrar a Dios prximo a la naturaleza humana, a situar a la Virgen Mara en el centro de la iconografa de las vidrieras, a representar en el altar mayor la Anunciacin, la Navidad, a levantar en una de las vidrieras, entre el tetramorfo, a Jess crucificado. El Juicio Final decora en el portal el tmpano central. En este caso el texto del Apocalipsis se conjuga con el Evangelio de Mateo. Los viejos msicos son desterrados a las arquivoltas, pasan de un primer plano las vrgenes sabias y las vrgenes locales, es decir, la humanidad dividida entre los indiferentes y los que esperan a Dios. Suger extiende los brazos del Cristo con el gesto de la crucifixin y dispone cerca de l los instrumentos de su suplicio. La gloriosa llegada del ltimo da y la escena del calvario sirven para ilustrar la esperanza de los primeros cruzados que, cuando marchaban hacia el Glgota, esperaban encontrar la Jerusaln celeste ataviada con los esplendores del fin del mundo. Suger en persona os hacerse representar en la parte inferior de la escena en la postura del donante. Gesto de orgullo, sin duda alguna, de un creador satisfecho de su obra.La baslica de Saint- Denis expresa un cristianismo que ya no es solamente msico y liturgia, sino que se transforma en teologa. Una teologa del Todopoderoso, pero an ms de la encarnacin. Por esta razn la obra de Suger se establece en una nueva dimensin, la del hombre iluminado.SUGER DE SAINT- DENIS / SAN BERNARDO DE CLARAVAL.San Bernardo llev su concepcin a su mxima expresin en la serie de sermones que integran el Cantar de los Cantares, su gran obra. Bernardo se siente aplastado por la grandeza de Dios. Del Dios nico. No soporta a los dialcticos que ponen en duda su unidad: Abelardo, Gilberto, que disocian la Trinidad y cuyo anlisis racional, impotente para elevar al hombre hasta el misterio, rebaja a Dios, lo desintegra. Slo despus de haber vencido al cuerpo, despus de haber escalado esperanza de conocerse a s mismo como imagen de Dios. Imagen fiel que slo se aleja de la perfeccin divina por el pecado que la empaa: La causa que hace amar a Dios es Dios. En estas cinco palabras se resume el doble movimiento que, a travs de las jerarquas de Dionisio Areopagita, engendra la circulacin de la luz. San Bernardo utiliza las metforas luminosas de Dionisio, pero tambin ciertas metforas nupciales del Cantar: la unin exttica del alma y de Dios es enlace, unin de amor. El alma se funde en esta unin como el aire inundado por la luz del sol en esa misma luz; pero ella alcanza ese estado si est completamente despojada. El pensamiento de San Bernardo, tan cercano a la teologa dionisiana, deba suscitar una arte que concordase con el arte de Suger; sin embargo ocurre el caso contrario.El Saint- Denis reformado, tal como fue concebido por Suger, difera as bastante del Saint- Denis reformado que haba imaginado San Bernardo; la diferencia fundamental resida en la discrepancia irreconciliable entre ambos. San Bernardo por ejemplo, prefera mostrar las reliquias de la manera ms noble posible, y evitar el tumulto y la confusin( por eso hizo trasladar las reliquias desde la cripta y desde la nave a ese magnfico coro superior que deba convertirse en el modelo insuperable de catedral gtica. Pensaba que nadie poda constituir un mayor pecado de omisin que el de pretender excluir del servicio de Dios. Esto era precisamente lo que el Exordium Mgnum Ordinis Cisterciensis haba condenado y contra lo que haba tronado San Bernardo en la Apologa ad Willelmum Abbatem Sancta Theodorici. No se toleraban las pinturas o esculturas de figuras, con excepcin de los crucifijos de madera; las gemas, las perlas, el oro y la seda estaban prohibidos; los ornamentos sacerdotales deban ser de lino o de fustn, los candelabros y los incensarios de hierro; slo los clices se permita que fueran de plata o de plata dorada. Con este texto, San Bernardo deja clara su posicin ante la ostentacin y el lujo. Se apoya ms en los fieles y sus necesidades.Sin embargo Suger era francamente aficionado al esplendor y a la belleza en todas las formas concebibles, y cabe decir que su reaccin ante el ceremonial eclesistico era principalmente esttica. A Suger, el embellecimiento material le apasionaba. Suger conquist la libertad y la tranquilidad en todo lo dems. Sin sufrir los ataques del abad de Claraval, convirti su iglesia en la ms brillante del mundo occidental y exalt la pompa y el ritual al nivel de un arte.A pesar de esta diferencia fundamental, el arte de San Bernardo y el de Suger de Saint- Denis, coincide en un punto: la significacin otorgada a la luz. Se abren amplios vanos, ornados con vidrieras con dibujos no figurativos que permiten a la luz penetrar ampliamente en los edificios religiosos posteriores y del momento.CONCLUSIN.A travs del estudio de la figura de Suger de Saint- Denis y con ello su pensamiento, hemos logrado entender el porqu de la utilizacin de un programa iconogrfico concreto en la abada de Saint- Denis y la explicacin razonable de que, posteriormente este modelo se haya seguido en el resto de construcciones realizadas en el Gtico por toda Europa. La labor de Suger no slo se entiende como mecenas de esta abada, sino como un verdadero punto de partida en el estudio de las fuentes artsticas de la Edad Media. Su pensamiento condensa todo lo que anteriormente se haba dado y lo conjuga con un hbil maestra. A pesar de que las fuentes documentales encontradas fueron escasas, los pocos historiadores que han tratado el tema , han intentado profundizar basndose para ello tanto en los escritos de Suger como el lo que ocurra a su alrededor y condicionaba su modo de actuar. Posiblemente , George Duby sea el lo haya tratado con una manera ms global, pues tiene en cuenta el plano histrico, artstico y social.El capitulo que dedica a Suger de Saint- Denis en La edad de las catedrales es muy amplio y su propuesta resulta interesante.BIBLIOGRAFA.AA.VV. El Gtico: arquitectura, escultura y pintura. Barcelona. ED. Knemann, 1.999.DUBY, Georges. La edad de las catedrales.PANOFSKY, Erwin. El significado de las artes visuales. Madrid. ED. Alianza, 1.983.SHAVER CRANDEL, Anne. La Edad Media. Barcelona. ED. Gustavo Gili, 1.982.YARZA LUACES. Fuentes y documentos para la historia del Arte. Barcelona. ED. Gustavo Gili, 1.982.Suger. Nueva Enciclopedia Larousse. Tomo 18. Pg. 9.383.Barcelona. ED. Planeta, 1.982.Toda criatura, visible o invisible, es una luz trada a la existencia por el Padre de las luces... Esta piedra o ese pedazo de madera es una luz para m... Porque yo percibo que es bueno y bello; que existe segn sus propias reglas de proporcin; que difiere en gnero y especie de todos los dems gneros y especies; que se define por su nmero, en virtud del cual es una cosa; que no quebranta su orden; que busca su lugar de acuerdo con su especfica gravedad. Cuando en esta piedra percibo tales y parecidas cosas, estas se convierten en luces para m, esto es, me iluminan. Pues comienzo a pensar de dnde la piedra est investida de tales propiedades...; y pronto, bajo la gua de la razn, soy conducido a travs de todas las cosas, a aquella causa de todas ellas que les confiere lugar y orden, especie y gnero, bondad y belleza y esencia, y todos los otros dones y propiedades en PANOFSKY, E. El significado de las artes visuales. Pgs. 151-52.Sin hablar de la inmensa elevacin de vuestros oratorios, de su largo desmesurado, de su excesiva anchura, de sus suntuosos decorados, de sus pinturas que excitan la curiosidad y que tienen como efecto desviar hacia ellas la atencin de los fieles disminuyendo su recogimiento y que recuerdan de alguna manera los ritos judos, estoy dispuesto a creer que todo esto sirve para la gloria de Dios, me contentara, dirigindome a religiosos como yo, con hablar el mismo lenguaje que un pagano hara escuchar a paganos como l (... Se cree que la estatua del santo o la santa que se expone es tanto ms santa cuanto ms cargada de colores est. Entonces la gente se amontona para besarla y al mismo tiempo hay que dejar rpidamente una ofrenda; todos estos respetos se dirigen ms a la belleza del objeto que a su santidad. Asimismo se cuelgan en las iglesias en vez de coronas, ruedas cargadas de perlas, rodeadas de lmparas , incrustadas con piedras preciosas de un resplandor ms resplandeciente que el de las lmparas. Como candelabros hay verdaderos rboles de bronce trabajados con un arte admirable y que deslumbran ms por el esplendor de las piedras que por el de los cirios con los que estn cargados; Oh, vanidad de vanidades, pero ms que vanidad, locura! La iglesia brilla pro todas partes, pero los pobres estn en la indigencia; sus piedras estn cubiertas con oro y sus nios estn privados de vestidos; los curiosos encuentran en la iglesia cmo satisfacer su curiosidad y los pobres en ella no encuentran nada para sustentar su miseria. en DUBY, Georges La edad de las catedrales, Pg. 124-25.14