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Huevo de Pascua Confesión popular de fe Misericordia, Señor Orar con el obispo de la Eucaristía Poveda Cartelera recomendada Pascua de la misericordia Amor que perdona Amor que da nueva vida

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Huevo de PascuaConfesiónpopular de fe

Misericordia, SeñorOrar con el obispo de la Eucaristía

PovedaCartelera recomendada

Pascua de la misericordia

Amorque perdonaAmor que da

nueva vida

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Editorial: Manos y corazones para un mundo nuevo

Viaje del papa a México

Clausura del LI Congreso Eucarístico Internacional

Clausura del Año de la Vida Consagrada

La liturgia, encuentro con Cristo

Mensaje para la Jornada mundial de la Juventud

Formación carismática

Guía y modelo de santidad eucarística (II)

FER en Jaén

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cartelera recomendada

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Lectura sugerida

Asuntos de familia

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

5 Iglesia hoyViaje apostólico

del papa a México32Sagrario, custodia

y palmaLa UNER en Toledo

28 Una carta para tiLa calle de la

amarguraRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: P. 7-1958

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EDITORIAL

Manos y corazonespara un mundo nuevo

E n este mes de marzo que estamos comen-zando celebraremos los misterios centra-les de nuestra fe: la pasión, muerte y resu-

rrección de Jesucristo. La Pascua del Señor da sentido a la vida de todo creyente y llena de luz nuestras zonas más oscuras.

La Pascua de este año 2016 (además de caer inusualmente pronto) viene acompañada por un tinte especial, un sonido nuevo, una mirada novedosa. Estamos celebrando el Año de la Mi-sericordia y todo nos invita a vivir desde esta perspectiva la Liturgia, los Sacramentos y cada instante de nuestra existencia.

El papa Francisco ha repetido en numerosas ocasiones que la misericordia no es un descu-brimiento nuevo que hayan realizado un grupo de teólogos contemporáneos nuestros. Más bien es la esencia de Dios, aquella característica más propia y distintiva, aquello que lo hace ser Él mismo.

También en nosotros, creyentes, hijos en el Hijo, amados y elegidos desde la eternidad, es-tá el germen de la misericordia divina. Hemos sido hechos a su «imagen y semejanza» (Gn 1,27) y, por tanto, obrar con misericordia no es un acto reservado a personas especiales, a al-mas escogidas, sino que es lo propio del ser hu-mano, aquello que nos hace verdaderamente humanos, lo que nos configura en nuestro ser más íntimo.

En el Mensaje que el papa Francisco dirige a los jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud y que publicamos íntegramente en las páginas 16 a 20, el santo padre les indi-ca el camino hacia la verdadera felicidad: «so-lo seremos de verdad bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gratuito; si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces

de amar como Él, sin medida». La Cuaresma, un año más, nos invita a descubrir ese amor mise-ricordioso que no desaparece ante el dolor ni ante la muerte.

Solo Dios puede amar de esta manera. Pero, gracias a su entrega, ese amor no ha quedado exclusivamente reservado en su corazón, sino que se ha derramado en todos nosotros para que seamos, a nuestra vez, canal de su miseri-cordia. Dios no nos exige compromisos que su-peran nuestra capacidad, sino que se nos entre-ga libre y gratuitamente.

La Cuaresma es un tiempo propicio para ser conscientes de que la misericordia divina nun-ca cesa de derramarse en nuestros corazones y que, por lo tanto, podemos irradiar cuanto he-mos recibido. Cada gesto de misericordia que realicemos, con mayor o menor esfuerzo, im-plica mucho más que el acto realizado. Dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe o visitar al enfermo no solo nos permite acercar comida, conocimiento o consuelo a quien lo ne-cesita, sino que transmite paz, genera felicidad y construye un mundo nuevo.

Estos cielos y tierra nuevos que Dios ha pro-metido (cf. Jn 21,1) no se refieren a un futuro tan lejano como inalcanzable. Este nuevo mun-do se está construyendo día a día, minuto a mi-nuto, desde el corazón mismo de Dios. Las ma-nos que lo construyen son las nuestras, anima-das por la fuerza del Espíritu Santo, que se de-rramó desde la Cruz, cuando Cristo «entregó el espíritu» (Jn 19,30).

Que esta Pascua de la misericordia que Dios nos regala este año nos permita descubrirnos como destinatarios de un amor sin fin, de aque-lla misericordia que jamás se cansa de perdo-nar, para que broten de nosotros esas mismas actitudes hacia quienes más lo necesiten. «

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U n viaje enmarcado dentro del Año jubilar de la misericordia; un viaje inaugurado con una

escala significativa: Cuba, a donde acudió para reunirse con el Patriarca Kiril de Moscú y de todas las Rusias. Ciertamente, este encuentro esperan-

zador proclama que «es posible es-cribir una nueva historia» entre los cristianos.

¡Es posible! Sí, es posible hacer todo nuevo porque «Con Jesús y en Jesús es posible un reino que sabe a vida compartida», dijo a las familias.

«De la mano de Jesucristo es posible vivir a fondo, de su mano es posible creer que la vida vale la pena, que va-le la pena dar lo mejor de sí, ser fer-mento, ser sal y luz en medio de los amigos», dijo a los jóvenes.

Unidad en caminoParecía que nunca iba a llegar. Una vez más, tomamos conciencia de que Dios tiene sus tiempos y, además, tie-ne en cuenta el lento caminar del hom-bre. Para los cristianos el 12 de febre-ro de 2016 ha quedado marcado por el deseado encuentro entre el suce-sor de Pedro y el patriarca de Moscú en La Habana, «encrucijada entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste; sím-bolo de las esperanzas del “Nuevo Mundo” y de los dramáticos aconte-cimientos de la historia del siglo XX». Después del encuentro, el papa Fran-cisco expresó así sus sentimientos an-te los periodistas:

«Con el Patriarca Kiril ha sido una conversación entre hermanos. He-mos hablado de puntos claros, que nos preocupan a los dos. Con toda franqueza. Yo me he sentido en la pre-sencia de un hermano, y él también me ha dicho lo mismo. Dos obispos que, en primer lugar, hablan de la si-tuación de sus Iglesias; y en segundo lugar, de la situación del mundo, de las guerras y de la situación de la Or-todoxia. Les digo que sentía una ale-gría interior que era precisamente del Señor. Él hablaba libremente y tam-bién yo hablaba libremente. Se ha he-cho un programa de posibles activi-

Viaje apostólico a México, 12-18 de febrero

Es posible escribiruna nueva historia

«He querido celebrar con ustedes (los detenidos en el Centro de Readaptación social de Ciudad Juárez) el Jubileo de la misericordia para que quede claro que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia hacia delante». Estas palabras del papa Francisco en la última jornada de su viaje pastoral a México condensan el mensaje que deseaba hacer llegar a cada corazón.

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dades en común, porque la unidad se hace caminando… que al menos el Señor, cuando venga, nos encuentre caminando. Después, hemos firma-do esta Declaración. No es una De-claración política, no es una Declara-ción sociológica, es una Declaración pastoral… de dos obispos que se han encontrado con inquietud pastoral».

Mirada de ternuraAl atardecer del día 12, el pueblo mexi-cano, gozoso y agradecido, acogió de modo entrañable al «misionero de la misericordia y de la paz», como re-zaba el lema de este viaje. La intensa jornada siguiente se inauguró con la Ceremonia oficial de bienvenida; si-guió la visita al Presidente de la Re-pública, el encuentro con las autori-dades, la sociedad civil y el cuerpo di-plomático, el encuentro con los obis-pos de México y culminó con la San-ta Misa en la Basílica de Guadalupe.

A sus hermanos obispos les pidió, ante todo, una mirada de ternura. Así les dijo: «La Virgen Morenita nos en-seña que la única fuerza capaz de con-quistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios. Aquello que en-canta y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencade-na no es la fuerza de los instrumen-tos o la dureza de la ley, sino la debi-lidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dul-zura y la promesa irreversible de su misericordia».

Silencio ante la MorenitaAnte la Virgen de Guadalupe el papa se postró largamente en silencio oran-te. Era el encuentro con la Madre. La miró y se dejó mirar por Ella. Tenía tanto que confiarle. Luego, durante la

homilía, exhortó a todos: «Escucha-mos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel. Sin demoras, sin du-das, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en los últimos me-ses de embarazo.

El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió pri-vilegiada, ni que tenía que apartarse de la vida de los suyos. Al contrario, reavivó y puso en movimiento una actitud por la que María es y será re-conocida siempre como la mujer del “sí”, un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás. (…)

¿Acaso no soy yo tu madre? ¿Aca-so no estoy yo aquí?, nos vuelve a de-cir María. Ayúdame a levantar la vida de mis hijos, que son tus hermanos».

Padre de una gran familiaEl domingo 14 celebró la Eucaristía el Centro de Estudios de Ecatepec, visitó el Hospital pediátrico y tuvo un encuentro con el mundo de la cul-tura. En la homilía, comentando las lecturas del I Domingo de Cuares-ma, les dijo:

«Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único, pero no sabe criar “hijos únicos”. Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro, no del “padre mío” y “padrastro vuestro”.

En cada uno de nosotros anida, vive, ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada Eucaristía lo volve-mos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy. (…)

Que en esta Eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y

nos haga experimentar cada día que “el Evangelio llena el corazón y la vi-da de los que se encuentran con Je-sús”, sabiendo que con Él y en Él “siem-pre nace y renace la alegría” (EG 1)».

Nueva lógica de DiosParticularmente esperada era su visi-ta al sur del país. El día 15 celebró la Eucaristía con las comunidades indí-genas de Chiapas en San Cristóbal de las Casas; al final de la celebración se presentaron las nuevas traducciones de la Biblia a tres de las lengua indí-genas.

Ese mismo día, en la tarde, tuvo lugar el encuentro con las familias en Tuxtla Gutiérrez. A ellas les animó así: «Nuestro Padre Dios no sabe ha-cer otra cosa que querernos y echar-nos ganas, y empujarnos, y llevarnos adelante, no sabe hacer otra cosa, por-que su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios.

Un Reino que nos invita a parti-cipar de esa nueva lógica, que pone

en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nues-tros corazones, nuestras mentes, nues-tras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de fa-milia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es po-sible. Él es capaz de transformar nues-tras miradas, nuestras actitudes, nues-tros sentimientos, muchas veces agua-dos, en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de ha-cer siempre todas las cosas nuevas».

No huir ante los desafíosMorelia, capital del Estado de Michoa-cán y antigua Valladolid (1545-1828), fue el escenario de dos grandes even-tos el día 16: la Santa Misa con sacer-dotes, consagrados y seminaristas, y el encuentro con los jóvenes.

Durante la homilía, les recordó: «Nuestra primera llamada es a hacer experiencia del amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es a in-troducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra prime-ra llamada es aprender a decir “Padre

nuestro”. Ay de nosotros si no la com-partimos, ay de nosotros si no somos testigos de lo que hemos visto y oído, ay de nosotros… No queremos ser funcionarios de lo divino, no somos ni queremos ser nunca empleados de la empresa de Dios, porque somos in-vitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su cora-zón, un corazón que reza y vive di-ciendo: “Padre nuestro”. ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida “Padre nuestro”?

A este Padre nuestro es a quien re-zamos con insistencia todos los días. Y, ¿qué le decimos en una de esas in-vocaciones? No nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos —de ayer y de hoy— no cayéramos en la tenta-ción. ¿Cuál puede ser una de las ten-taciones que nos pueden asediar? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el trá-fico de drogas, el desprecio por la dig-nidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad?

¿Qué tentación podemos tener nosotros, una y otra vez, frente a es-ta realidad que parece haberse con-

vertido en un sistema inamovible? Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y fren-te a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. Una resignación que nos paraliza, una resignación que nos impide no solo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no solo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en aparentes seguridades; una resignación que no solo nos im-pide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no solo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar. Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación».

La mano de JesucristoTambién a los jóvenes les habló con determinación, invitándoles a no sol-tarse de la mano de Jesucristo y a ten-derse la mano unos a otros.

«Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para decirles, la que está en la base de todo, se lla-ma Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su

La lógica del Reinoes capaz de abrir

los cielos y desafiarnos con nuevos horizontes

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cruz, abrácenlo a Él y, por favor, nun-ca se suelten de su mano, aunque los esté llevando adelante arrastrando; y, si se caen una vez, déjense levan-tar por Él.

Los alpinistas tienen una canción muy linda, que a mí me gusta repe-tírsela a los jóvenes: “En el arte de as-cender el triunfo no está en no caer sino en no permanecer caído”. Ese es el arte, y, ¿quién es el único que te puede agarrar de la mano para que no permanezcas caído?: Jesucristo, el úni-co. Jesucristo que, a veces, te manda un hermano para que te hable y te ayude. No escondas tu mano cuando estás caído… solamente, déjate aga-rrar la mano y agárrate a esa mano.

Nunca se suelten de la mano de Jesucristo, nunca se aparten de Él; y, si se apartan, se levantan y sigan ade-lante, Él comprende lo que son estas cosas. Porque de la mano de Jesucris-to es posible vivir a fondo, de su ma-no es posible creer que la vida vale la

pena, que vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal y luz en me-dio de los amigos, en medio del ba-rrio, en medio de la comunidad, en medio de la familia.

Por esto, queridos amigos, de la mano de Jesús les pido que no se de-jen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía. Jesús nos dio un consejo para esto: “Sean astutos como serpientes y hu-mildes como palomas”. Las dos virtu-des juntas. A los jóvenes viveza no les falta, a veces les falta la astucia para que no sean ingenuos. Las dos cosas: astutos pero sencillos, bondadosos».

Frenar la violenciaLa última jornada, el miércoles 17, transcurrió en el norte del país, en los confines con Estados Unidos. En Ciu-dad Juárez: emblema de dolorosos acontecimientos por la violencia que allí se vive, además de visitar el Cen-tro de Readaptación Social, tuvo un

encuentro con el mundo del trabajo y celebró la Santa Misa.

A los detenidos los alentó con es-tas palabras: «Ustedes sufren el dolor de la caída, sienten el arrepentimien-to de sus actos y sé que, en tantos ca-sos, entre grandes limitaciones, bus-can rehacer esa vida desde la soledad.

Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que tam-bién tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la mise-ricordia divina que hace nuevas to-das las cosas. Ahora les toca la parte más dura, más difícil, pero que posi-blemente sea la que más fruto gene-re, luchen desde acá dentro por re-vertir las situaciones que generan más exclusión.

Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círcu-lo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir “experimentó el in-fierno”, puede volverse un profeta en

la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira a la gente, no siga cobrándose víctimas».

Por y para nuestros hijosAsimismo, a los trabajadores les ani-mó así: «¿Qué mundo queremos de-jarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coinci-dir. Este es precisamente nuestro ho-rizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar.

Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; y tam-bién es una buena medida para pen-sar en los hijos de los demás. ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quie-re dejarles una memoria de explota-ción, de salarios insuficientes, de aco-so laboral o de tráfico de trabajo es-clavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, de techo decoroso y de la tierra para trabajar?

Las tres “T”: Trabajo, Techo y Tie-rra. ¿En qué cultura queremos ver na-cer a los que nos seguirán? ¿Qué at-mósfera van a respirar? ¿Un aire vi-ciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro».

Rostro sufriente del hermanoComo colofón, en torno al altar, el pa-pa Francisco invitó a todos a la con-versión para acoger la misericordia de Dios Padre: «Que esta palabra sue-ne con fuerza hoy entre nosotros, es-ta palabra es la voz que grita en el de-sierto y nos invita a la conversión. En este Año de la misericordia, y en es-te lugar, quiero con ustedes implorar la misericordia divina, quiero pedir con ustedes el don de las lágrimas, el don de la conversión.

Aquí, en Ciudad Juárez, como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroaméri-ca y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pa-

sar “al otro lado”. Un paso, un cami-no, cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsio-nados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tráfico hu-mano, de la trata de personas. Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global.

Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violen-cia, por el narcotráfico y el crimen or-ganizado. Frente a tantos vacíos lega-les, se tiende una red que atrapa y des-truye siempre a los más pobres. No solo sufren la pobreza sino que ade-más tienen que sufrir todas estas for-mas de violencia.

Pidámosle a nuestro Dios el don de la conversión, el don de las lágri-mas, pidámosle tener el corazón abier-to a su llamado en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres. ¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y siempre hay una oportuni-dad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre».

Benedicto XVI y Juan Pablo IIDurante el vuelo de regreso a Roma, de nuevo el papa se reunió con los pe-riodistas de todo el mundo que le acompañaron en este viaje. Respon-dió a todas sus preguntas, sin eludir ningún tema. En ese contexto, res-pondiendo a cómo ha actuado la Igle-sia en casos de abusos, hay que des-tacar sus palabras sobre el papa emé-rito Benedicto XVI:

«Me permito rendir un homena-je al hombre que luchó en momen-tos que no tenía fuerza para imponer-se hasta que logró imponer… el car-denal Ratzinger (aplausos), sí, un aplauso para él. Es un hombre que tu-vo toda la documentación. Siendo prefecto de la Doctrina de la Fe tuvo todo en sus manos. Hizo las investi-

gaciones y llegó… y no pudo ir más allá en la ejecución. Pero, si ustedes se acuerdan, diez días antes de morir san Juan Pablo II, en aquel Vía Cru-cis del Viernes Santo le dijo a toda la Iglesia que había que limpiar las por-querías de la Iglesia. Y en la Misa pro Eligendo Pontifice dijo exactamente lo mismo. O sea, fue el valiente que ayu-dó a tantos a abrir esta puerta. Así que lo quiero recordar porque a veces nos olvidamos de estos trabajos escondi-dos que fueron los que prepararon los cimientos».

También le preguntaron sobre la amistad entre san Juan Pablo II y una filósofa, a raíz de la correspondencia entre ellos recientemente publicada. Igualmente claro y directo fue al res-pecto: «Conocía esta relación de amistad… Era una cosa que se sabía. Juan Pablo II era un hombre inquie-to y diré que un hombre que no sabe tener una buena relación de amistad con una mujer es un hombre que le falta alguna cosa.

Y yo, por experiencia propia, cuan-do pido un consejo a un colaborador o a un amigo, me gusta también es-cuchar el parecer de una mujer. Y te da mucha riqueza. Miran las cosas de otro modo. (…) Una amistad con una mujer no es pecado. Es amistad.

También el papa puede tener una amistad sana, santa con una mujer. Hay santos amigos: Francisco y Cla-ra, Teresa y san Juan de la Cruz. No hay que asustarse, pero las mujeres todavía no están bien consideradas. No hemos entendido totalmente el bien que una mujer puede hacer a la vida del cura y de la Iglesia, en un sen-tido de consejo de ayuda, de sana amistad».

Ana Mª Fernández Herrero, m.e.n.

Pidamos a Dios tener el corazón abierto a su llamado en el rostro sufriente de tantos

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A l final de la celebración eucarís-tica se transmitió el mensaje que el papa Francisco dirigía a to-

dos los participantes. El santo padre concluye anunciando que el próximo Congreso Eucarístico Internacional tendrá lugar en 2020 en Budapest (Hungría). Publicamos a continua-ción el texto pontificio completo:

Queridos hermanos y hermanas: Os saludo a todos vosotros que estáis reunidos en Cebú en el quincuagési-mo primer Congreso Eucarístico In-ternacional. Agradezco al cardenal Bo, que es mi representante entre vo-sotros, y dirijo un saludo a todos los católicos en Filipinas. Estoy particu-larmente contento de que este acon-tecimiento haya reunido a tantas per-sonas del vasto continente asiático y de todo el mundo.

Fe profundaVisité Filipinas, hace apenas un año, poco después del tifón Yolanda. Pu-de constatar personalmente la pro-funda fe y la capacidad de recomen-zar de la población. Bajo la protec-ción del Santo Niño, el pueblo filipi-

no recibió el Evangelio de Jesucristo hace cerca de quinientos años.

Desde entonces, siempre dio al mundo un ejemplo de fidelidad y de profunda devoción al Señor y a su Iglesia. Fue también un pueblo de mi-sioneros, difundiendo la luz del Evan-gelio en Asia, y llegando hasta los con-fines de la tierra.

El tema del congreso eucarístico, «Cristo en vosotros. La esperanza de la gloria», es muy oportuno. Nos re-cuerda que Jesús resucitado está siem-pre vivo y presente en su Iglesia, so-bre todo en la Eucaristía, el sacramen-to de su cuerpo y su sangre.

La presencia de Cristo entre no-sotros no es solamente un consuelo, sino también una promesa y una in-vitación. La promesa de que un día la alegría y la paz eterna nos pertenece-rán en la plenitud de su Reino, y una invitación a salir como misioneros, para llevar el mensaje de la ternura del Padre, de su perdón y de su miseri-cordia a todo hombre, mujer y niño.

¡Cuánta necesidad tiene el mun-do de este mensaje! Si pensamos en todos los conflictos, injusticias, crisis humanitarias urgentes que marcan nuestro tiempo, nos damos cuenta de lo importante que es para cada cris-tiano ser un verdadero discípulo mi-sionero, llevando la buena nueva del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, jus-

ticia y paz. Por lo tanto, es oportuno que el Congreso haya sido celebrado en el Año de la Misericordia, en el que se invita a toda la Iglesia a centrarse en el corazón del Evangelio: la mise-ricordia. Estamos llamados a llevar el bálsamo del amor misericordioso de Dios a la familia humana entera, ven-dando las heridas, llevando esperan-za allí donde la desesperación parece tener, tan a menudo, viento a favor.

Mientras ahora, al término de es-te Congreso eucarístico, os preparáis para salir, hay dos gestos de Jesús en la Última Cena sobre los que os pido que reflexionéis. Ambos tienen que ver con la dimensión misionera de la Eucaristía. Se trata de la conviviali-dad y del lavatorio de los pies.

ConvivialidadSabemos lo importante que era para Jesús compartir su comida con sus discípulos, pero no solo, sino que tam-bién y sobre todo lo hacía con los pe-cadores y los marginados. Sentándo-se a la mesa, Jesús podía escuchar a los demás, conocer sus historias, apre-ciar sus esperanzas y aspiraciones y hablar con ellos del amor del Padre.

En cada Eucaristía, la mesa de la cena del Señor, debemos inspirarnos y seguir su ejemplo, yendo al encuen-tro de los demás, con espíritu de res-peto y apertura, para compartir con ellos el don recibido.

En Asia, donde la Iglesia está com-prometida en un respetuoso diálo-go con los seguidores de otras reli-giones, este testimonio profético se produce muy a menudo, como sabe-mos, a través del diálogo de vida. De ahí que ese testimonio de vidas trans-

Clausura del LI Congreso Eucarístico Internacional

Eucaristía: escuela de servicio humildeformadas por el amor de Dios sea para nosotros la mejor forma de pro-clamar la promesa del Reino de re-conciliación, justicia y unidad para la familia humana. Nuestro ejemplo puede abrir los corazones a la gracia del Espíritu Santo que los lleva a Cris-to, el Salvador.

A los pies de los demásLa otra imagen que nos ofrece el Se-ñor en la Última Cena es el lavatorio de pies. La noche antes de su pasión, Jesús lavó los pies a sus discípulos co-mo signo de servicio humilde, del amor incondicional con que dio su vi-da en la cruz para la salvación del mun-do. La Eucaristía es una escuela de ser-vicio humilde. Nos enseña a estar lis-tos para los demás. También esto es el centro del discipulado misionero.

Pienso en las consecuencias del ti-fón. Ha causado una inmensa devas-tación en Filipinas, pero también ha suscitado una gran muestra de soli-daridad, generosidad y bondad. Las personas se pusieron a reconstruir no solamente sus casas sino tam-bién sus vidas. La Eucaristía nos habla de esta fuerza que brota de la cruz y nos da continua-mente nueva vida. Cambia los corazones. Nos lleva a preocuparnos por los demás, a proteger a los que son po-bres y vulnerables, y a ser sensibles al grito de nuestros hermanos y hermanas nece-sitados. Nos enseña a actuar con integridad y a rechazar la injusticia y la corrupción que envenenan las raíces de la sociedad.

Queridos amigos, que este Con-greso Eucarístico pueda fortaleceros en vuestro amor a Cristo presente en la Eucaristía. Pueda haceros capaces, como discípulos misioneros, de llevar esta gran experiencia de comunión eclesial y compromiso misionero a vuestras familias, parroquias y comu-nidades y a vuestras Iglesias locales, y pueda ser fermento de reconciliación y de paz para el mundo entero.

Ahora, al final del Congreso, me complace anunciar que el próximo Congreso Eucarístico Internacional se celebrará en el año 2020 en Buda-pest, Hungría.

Os pido a todos que os unáis a mí en la oración por su fecundidad espi-ritual y por la efusión del Espíritu San-to sobre todos los que participan en los preparativos.

Papa Francisco

El pasado 31 de enero, con la santa Misa presidida por el card. Charles Maung Bo, s.d.b., arzobispo de Yangon (Myanmar) y legado pontificio, se clausuró el LI Congreso Eucarístico Internacional. Se celebró en Cebú (Filipinas) del 24 al 31 de enero bajo el lema: «Cristo en vosotros. La esperanza de la gloria. La Eucaristía: fuente y culmen de la misión de la Iglesia».

Estamos llamados a llevar a todos

el bálsamo del amor misericordioso de Dios

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R espondieron a la invitación las distintas formas de vida consa-grada que el Espíritu Santo ha

suscitado en la Iglesia: el orden de las vírgenes, la vida eremítica, la vida mo-nástica claustral, los institutos religio-sos de vida apostólica, de vida monás-tica masculina y sociedades de vida apostólica, los institutos seculares, los nuevos institutos y nuevas formas. El encuentro comenzó la tarde del jue-ves 28 con una Vigilia de oración pre-sidida por Mons. José Rodríguez Car-ballo, o.f.m., secretario de la CIVCSVA, en la Basílica papal de San Pedro. La procesión de entrada estuvo acompa-ñada de 50 consagrados y consagra-das, los cuales llevaban una lámpara encendida en memoria del Concilio Ecuménico Vaticano II, a 50 años de la constitución dogmática Lumen gen-tium y del decreto Perfectae caritatis. La vigilia continuó en torno al lema «Felices», orando con la Palabra de Dios, con cantos, momentos de silen-cio, testimonios de santos y adoración eucarística.

La jornada del viernes se desarro-lló en el Aula Pablo VI. Fue un día de reflexión y diálogo en torno a los te-mas: «Vida consagrada en la unidad de los carismas» (a cargo del carde-nal João Braz de Aviz), «El funda-mento común en la diversidad de las formas» (Cristophe Theobald, s.j.), «La dimensión contemplativa de la vida consagrada» ( Hna. Maria Igna-zia Angelini, o.s.b., y P. Miguel Már-

quez Calle, o.c.d.) y «Caminos de conversión» (Mons. José Rodríguez Carballo, o.f.m.).

Una de las imágenes con las que se intentó representar la variedad de carismas en la Iglesia durante el en-cuentro fue la del mosaico. Por este motivo, los carteles, oracionales y fo-lletos diseñados para esta ocasión tu-vieron como imagen central un mo-saico de Cristo rodeado de discípu-los. Cada tesela, cada pequeño frag-mento del mosaico tiene una forma, un relieve, un color, una tonalidad, un tamaño distinto de los otros, y pue-de ser de materiales variados: vidrio, piedra, terracota…, pero todos, aun en su diversidad, forman una armo-niosa y bella unidad. ¡Esta es la lumi-nosa belleza y riqueza de la vida con-sagrada hoy en nuestra Iglesia!

Diversidad de formas El sábado 30 y domingo 31 de enero se ofrecieron diversos espacios, re-flexiones, diálogos y caminos para ca-da forma de vida consagrada en par-ticular. Con el lema: «Don para el pue-blo de Dios», el orden de las vírgenes se reunió en el Auditorium Antonia-num. En la Basílica de San Juan de Le-trán y la Universidad Pontifica Latera-nense se encontraron los institutos de vida religiosa apostólica, en torno al tema: «¿Qué misericordia?». Los ins-titutos seculares, con el lema: «Llama-dos y formados para vivir responsable-mente la historia», fueron convoca-

dos en el Instituto Patrístico Augusti-nianum. La vida monástica claustral tuvo su encuentro en la Pontifica Uni-versidad Urbaniana. Finalmente, los nuevos institutos y nuevas formas se reunieron en la Casa Enrico de Ossó con el tema: «Nuevos recorridos de vida consagrada en la Iglesia».

El domingo por la tarde tuvo su centro en el tiempo dedicado a la li-turgia eucarística, celebrada en dis-tintas iglesias de Roma, en diversos idiomas (español, francés, italiano e inglés). También se ofrecieron itine-rarios para contemplar la belleza. El primer itinerario fue la Capilla Sixti-na («Contemplación de la humani-dad redentora de Cristo»); el segun-do, los lugares ignacianos («Contem-plación de la misericordia»). Otras propuestas fueron participar en pa-neles, escucha de testimonios, forum lingüísticos y sesiones plenarias se-gún las diversas formas de vida.

Profecía, cercanía, esperanzaEl lunes 1 de febrero tuvo su punto de encuentro, nuevamente, en el Au-la Pablo VI. La jornada comenzó con la Lectio Divina guiada por el P. In-nocenzo Gargano, o.s.b.cam. A con-tinuación se realizó un panel con el tema «Consagrados hoy en la Igle-sia y en el mundo, provocados por el Evangelio», moderado por el P. Federico Lombardi, s.j. Y, después, un momento muy esperado: la au-diencia con el santo padre Francis-co. De su entrañable presencia y men-saje señalamos tres aspectos que des-tacó de la vida consagrada: profecía, cercanía y esperanza. La audiencia finalizó con estas palabras: «Por fa-vor, no se olviden la profecía de la

Clausura del Año de la Vida Consagrada

Vida consagrada en comuniónLos últimos días del Año de la Vida Consagrada se han vivido intensamente en cada diócesis, y de una manera muy especial en Roma. Del 28 de enero al 2 de febrero se realizó en la ciudad eterna un Encuentro Internacional con el lema «Vida consagrada en comunión», organizado por la CIVCSVA.

Logo del Añode la Vida Consagrada.

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obediencia, la cercanía, el prójimo es más importante, el prójimo más próximo es el hermano y la herma-na de la comunidad, y luego la espe-ranza. Que el Señor haga nacer hi-jos e hijas en sus congregaciones. Y recen por mí. Gracias».

Tras el encuentro con el santo pa-dre y compartir el almuerzo, dejan-do reposar tantas experiencias vivi-das en cada jornada, los participan-tes disfrutaron por la tarde del Con-cierto–oración «Siguiendo las hue-llas de la Belleza», con textos de san-tos consagrados de todos los tiem-pos. La música y dirección estuvo a cargo de Mons. Marco Frisina.

Hacia la Puerta SantaEl martes 2 por la mañana la propues-ta fue peregrinar a la Puerta Santa, con motivo del Jubileo de la Miseri-cordia. Las estaciones fueron las ba-sílicas papales de Santa María la Ma-yor, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros. El camino a cada una de ellas transcurrió en un clima de fe, fraternidad, alegría y oración. Por la tarde se celebró la Eucaristía en la ba-sílica de San Pedro, presidida por el papa Francisco.

Miles de consagrados fueron lle-gando para la celebración. Tantos, que fue necesario habilitar varios sec-tores de la Plaza con sillas y pantallas, porque no había lugar dentro de la Basílica. En su homilía, el papa ex-hortó a los miembros de vida consa-grada a ser hombres y mujeres de «en-cuentro y gratitud».

He aquí algunos fragmentos de su mensaje: «Los consagrados y las consagradas están llamados ante todo a ser hombres y

mujeres del encuentro. La vocación, de hecho, no toma las mociones de un proyecto nuestro pensado con cálculo, sino de una gracia del Señor que nos alcanza, a través de un en-cuentro que cambia la vida. Quien verdaderamente  encuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes. Él es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte en testimonio y hace po-sible el encuentro para los otros; y tam-bién se hace promotor de la cultura del encuentro, evitando la autorefe-rencialidad que nos hace encerrarnos en nosotros mismos. De la fiesta de hoy aprendemos a vivir la gratitud por el encuentro con Jesús y por el don de la vocación a la vida consagrada. Agra-decer, acción de gracias: Eucaristía.

Cuán hermoso es cuando encon-tramos el rostro feliz de personas con-sagradas,  quizás ya con tantos años como Simeón o Ana,  felices y llenas de gratitud por la propia vocación. Es-ta es una palabra que puede sintetizar todo aquello que hemos vivido en es-te Año de la Vida Consagrada: grati-tud por el don del Espíritu Santo, que anima siempre a la Iglesia a través de los diversos carismas. El Evangelio concluye con esta expresión: “El ni-ño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios esta-ba con él” (Lc 2,40). Que el Señor Je-sús pueda, por la maternal interce-sión de María, crecer en noso-tros, y aumen-tar en cada

uno el deseo del encuentro, la custo-dia del estupor y la alegría de la grati-tud. Entonces otros serán atraídos por su luz, y podrán encontrar la miseri-cordia del Padre». 

Finalmente, el santo padre realizó un gesto de especial cercanía con quie-nes estaban participando en la cele-bración de la Eucaristía desde la Pla-za, saliendo allí a dirigirles un saludo y unas sencillas y cálidas palabras de aliento para continuar viviendo con alegría la vocación y la misión que el Señor ha dado a cada uno.

De esta manera fue clausurado el Año de la Vida Consagrada en Roma. Ante tantos regalos recibidos brota en el corazón una profunda acción de gra-cias: ¡Gracias, Señor, por el don de la vida consagrada! No cesemos de orar pidiéndole con fe y confianza: ¡Envía-nos tu Espíritu para seguir realizando nuestra misión con renovado ardor! ¡Continúa llamando operarios a tu mies, que sean en el mundo presen-cia luminosa de tu infinito amor!

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

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La liturgia, encuentro con Cristo

L os cristianos hemos adoptado pedagógicamente costumbres populares que han ayudado a

expresar la fe. Una de ellas es el huevo de Pascua. Una costumbre antigua: ya era común entre grie-gos y persas intercambiar huevos en el comienzo de la primavera. En la misma Roma, durante las fiestas de Ceres, en el equinoccio de pri-mavera, las matronas realizaban una procesión portando cestas de huevos. Estos, además de simboli-zar el universo, eran considerados expresión de fertilidad por la ener-gía vital que su interior contiene.

Una nueva creaciónAsí, porque tras la cáscara del hue-vo la vida está latente en germen, entre los creyentes en Cristo se convirtió en un sencillo pero elo-cuente símbolo de Jesús resucita-do: el huevo roto es el sepulcro abierto.  Por la misma razón, alta-res e imágenes del crucificado se adornaron con huevos de avestruz. Las leyendas contribuyeron a re-lacionar este pequeño símbolo con la nueva creación que se inicia con la Resurrección de Cristo. Una di-ce así: «María Magdalena fue a

predicar el Evangelio a Roma. En-tonces era costumbre, al asistir a la audiencia del emperador, llevar una ofrenda a Palacio. La economía de María de Magdala no le llegaba pa-ra un lujoso presente, de manera que obsequió al emperador Tibe-rio con un huevo de gallina mien-tras saludaba según costumbre: “¡Cristo ha resucitado!”.

El César sonrió irónicamente afirmando que tan imposible era creer que una persona resucitase como creer que un huevo fuese de color rojo. Pero, antes de que pu-diese terminar sus palabras, el hue-vo estaba teñido del color de la san-gre del Señor. Y así, María inició su predicación».

Los cristianos de Grecia, Ru-sia y de muchos lugares del Orien-te intercambian huevos pintados en el domingo de la Resurrección. El saludo que se mantiene vivo en Pascua es: «¡Cristo ha resucita-do!», a lo que se responde: «¡En verdad ha resucitado!». Entre las familias cristianas orientales un huevo de Pascua es colocado en el rincón reservado para la oración o lugar donde se venera el icono familiar.

Huevo de Pascua,confesion popular de fe

En Occidente, san Gregorio (+604), en una carta a san Agustín de Inglaterra, propone: «Nos abste-nemos de carne y de todo aquello que viene de la carne, como la leche, el queso y los huevos». Así se difundió la antigua disciplina penitencial que prescribía la abstinencia de huevos durante la Cuaresma. Desde finales de la Edad Antigua los huevos eran presentados en la iglesia para su ben-dición antes de ser consumidos. La abundancia de huevos al llegar la Pas-cua hacía necesario compartirlos en-tre amigos o con los necesitados. Par-te de los huevos reservados para la Pascua eran entregados a los monas-terios como aportación a la comuni-dad. Allí se destinaban a la repostería monástica  o eran distribuidos entre los necesitados.

La presentación al obispoDentro del contexto de representa-ciones litúrgicas en torno a la Pascua es significativa la costumbre que se desarrolló durante siglos en la cate-dral de Angers: algunos personajes que representaban a las santas muje-res –miróforas– salían de una gruta, construida en una capilla lateral de la iglesia. Llevaban en sus manos un huevo de avestruz y avanzaban en procesión hacia el altar cantando Re-

surrexit. Se presentaban ante el obis-po diciendo: Surrexit Dominus, alle-luia. A lo que el prelado respondía: Deo gratias, alleluia. Esta escena se repe-tía ante los miembros del capítulo ca-tedralicio.

Bendición de los huevosEn la Edad Media occidental la ben-dición de los huevos para compartir-los durante Pentecostés –la cincuen-tena pascual– era una costumbre arrai-gada entre las casas reales de Europa. En 1290, el rey Eduardo de Inglate-rra regaló 450 huevos con baño de oro a los miembros de su casa. El rey Sol, Luis XIV de Francia, inició la cos-tumbre de decorar ricamente los hue-vos de avestruz del zoo de Versalles. Como estos no eran suficientes, los artesanos de palacio los reemplaza-ron por huevos de oro,  marfil y por-celana fina, dando así origen a unas auténticas obras de arte. De forma pa-recida nacieron los huevos con una sorpresa introducida en su interior. El zar Alejandro III encargó al artis-ta Fabergé un huevo pascual realiza-do en esmalte blanco para la Zarina. La «yema» del huevo consistía en una pequeña gallina de oro con ojos de rubíes dentro de la cual se encon-traba una miniatura de la corona im-perial hecha con diamantes. Fabergé realizaba cada año una obra de arte diferente con el motivo del huevo de Pascua. Muchos de ellos pueden con-templarse aún en los museos de Cons-tantinopla.

Sin embargo, lo más común fue decorar los huevos en familia, y, en

los siglos más recientes, hacerlos de chocolate, como sucede entre los ame-ricanos. En Oriente, lo habitual ha si-do pintarlos de rojo en memoria de la Sangre del Señor. Los diseños geomé-tricos o los signos de la cruz o del pez han acompañado durante siglos la confesión de fe: «Cristo ha resucita-do», que aparece escrita en muchos huevos de Pascua. Estos, a veces, se insertan en el bollo de pan que rom-pe el ayuno del Triduo Pascual: este es el origen de la mona de Pascua que el padrino regala cada año a su ahija-do en las fiestas pascuales del Levan-te español o de los hornazos castella-nos. La repostería va unida al tiempo litúrgico, la mística a la mástica. ¡Fe-liz Pascua!

Manuel Glez. López-Corps, pbro

Los cristianos celebramos la fiesta principal alrededor del inicio de la primavera: La Pascua de la Resurrección de Jesucristo, la celebración de la nueva Vida. La fiesta anhelada durante todo el año. A esta celebración sacramental se le han vinculado diversas costumbres asociadas al renacimiento de la naturaleza. Si la primavera es el comienzo de un ciclo de nueva vida Pascua es la celebración de la Vida nueva.

Foto: ©torange.biz

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En las familias cristianas orientales se coloca un huevo de Pascua en el rincón para la oraciónFoto: Torange.biz.

«Santa María Magdalena con el tarrode perfumes y el huevo rojo». Segnadi Bonaventura (1320). Siena.

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P ara el año 2015 el tema fue «Bie-naventurados los limpios de co-razón, porque ellos verán a Dios»

(Mt 5,8). En el año que tenemos por delante nos queremos dejar inspirar por las palabras: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos al-canzarán misericordia» (Mt 5,7).

1. El Jubileode la MisericordiaCon este tema la JMJ de Cracovia 2016 se inserta en el Año Santo de la Misericordia, convirtiéndose en un verdadero Jubileo de los jóvenes a nivel mundial. No es la primera vez que un encuentro internacional de los jóvenes coincide con un Año ju-bilar. De hecho, fue durante el Año Santo de la Redención (1983/1984) cuando san Juan Pablo II convocó por primera vez a los jóvenes de to-do el mundo para el Domingo de Ra-mos. Después fue durante el gran Ju-bileo del Año 2000 en que más de dos millones de jóvenes de unos 165 países se reunieron en Roma para la XV Jornada Mundial de la Juventud. Como sucedió en estos dos casos precedentes, estoy seguro de que el Jubileo de los jóvenes en Cracovia será uno de los momentos fuertes de este Año Santo.

Quizás alguno de ustedes se pre-guntará: ¿qué es este Año jubilar que se celebra en la Iglesia? El texto bí-blico del Levítico 25 nos ayuda a com-prender lo que significa un jubileo para el pueblo de Israel: Cada cin-cuenta años los hebreos oían el son de la trompeta (jobel) que les con-vocaba (jobil) para celebrar un año santo, como tiempo de reconcilia-ción (jobal) para todos. En este tiem-po se debía recuperar una buena re-lación con Dios, con el prójimo y con lo creado, basada en la gratui-dad. Por ello se promovía, entre otras cosas, la condonación de las deudas, una ayuda particular para quien se empobreció, la mejora de las relacio-nes entre las personas y la liberación de los esclavos.

Jesucristo vino para anunciar y lle-var a cabo el tiempo perenne de la gracia del Señor, llevando a los po-bres la buena noticia, la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos (cf. Lc 4,18-19). En Él, especialmente en su Misterio Pascual, se cumple plenamente el sen-tido más profundo del jubileo. Cuan-do la Iglesia convoca un jubileo en el nombre de Cristo, estamos todos in-vitados a vivir un extraordinario tiem-po de gracia. La Iglesia misma está

llamada a ofrecer abundantemente signos de la presencia y cercanía de Dios, a despertar en los corazones la capacidad de fijarse en lo esencial. En particular, este Año Santo de la Mi-sericordia «es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la mi-sión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre» (Homilía en las Primeras Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia, 11/4/2015).

2. Misericordiososcomo el PadreEl lema de este Jubileo extraordina-rio es: «Misericordiosos como el Pa-dre» (cf. MV 13), y con ello se conec-ta el tema de la próxima JMJ. Inten-temos por ello comprender mejor lo que significa la misericordia divina.

El Antiguo Testamento, para ha-blar de la misericordia, usa varios tér-minos; los más significativos son he-sed y rahamim. El primero, aplicado a Dios, expresa su incansable fideli-dad a la Alianza con su pueblo, que Él ama y perdona eternamente. El se-gundo, rahamim, se puede traducir como «entrañas», que nos recuerda de modo particular el seno materno y nos hace comprender el amor de Dios por su pueblo, como es el de una madre por su hijo. Así nos lo presen-ta el profeta Isaías: «¿Se olvida una madre de su criatura, no se compade-ce del hijo de sus entrañas? ¡Pero aun-que ella se olvide, yo no te olvidaré!» (Is 49,15). Un amor de este tipo im-plica hacer espacio al otro dentro de uno, sentir, sufrir y alegrarse con el prójimo.

Mensaje para la XXXI Jornada Mundial de la Juventud

Bienaventurados los misericordiososQueridos jóvenes: Hemos llegado ya a la última etapa de nuestra peregrinación a Cracovia, donde, en el mes de julio, celebraremos juntos la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. En nuestro largo y arduo camino nos guían las palabras de Jesús recogidas en el sermón de la montaña. Hemos iniciado este recorrido en 2014, meditando juntos sobre la primera de las Bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3).

porque ellos alcanzarán misericordiaEn el concepto bíblico de miseri-

cordia está incluido lo concreto de un amor que es fiel, gratuito y sabe perdonar. En Oseas tenemos un her-moso ejemplo del amor de Dios, com-parado con el de un padre hacia su hijo: «Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pe-ro cuanto más los llamaba, más se ale-jaban de mí... ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer» (Os 11,1-4). A pesar de la actitud errada del hijo, que bien merecería un castigo, el amor del padre es fiel y perdona siempre a un hijo arrepen-tido. Como vemos, en la misericor-dia siempre está incluido el perdón; ella «no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmue-ven en lo más profundo de sus entra-ñas por el propio hijo... Proviene des-de lo más íntimo como un sentimien-to profundo, natural, hecho de ter-nura y compasión, de indulgencia y de perdón» (MV, 6).

El Nuevo Testamento nos habla de la divina misericordia (eleos) co-

mo síntesis de la obra que Jesús vino a cumplir en el mundo en el nombre del Padre (cf. Mt 9,13). La misericor-dia de nuestro Señor se manifiesta so-bre todo cuando Él se inclina sobre la miseria humana y demuestra su compasión hacia quien necesita com-prensión, curación y perdón. Todo en Jesús habla de misericordia, es más, Él mismo es la misericordia.

En el capítulo 15 del evangelio de Lucas podemos encontrar las tres pa-rábolas de la misericordia: la de la ove-ja perdida, de la moneda perdida y aquella que conocemos como la del «hijo pródigo». En estas tres pará-bolas nos impresiona la alegría de Dios, la alegría que Él siente cuando encuentra de nuevo al pecador y le perdona. ¡Sí, la alegría de Dios es per-donar! Aquí tenemos la síntesis de to-do el Evangelio. «Cada uno de noso-tros es esa oveja perdida, esa mone-da perdida; cada uno de nosotros es ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, es-pejismos de felicidad, y ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Pa-dre no nos abandona nunca. Es un padre paciente, nos espera siempre.

Respeta nuestra libertad, pero per-manece siempre fiel. Y cuando volve-mos a Él, nos acoge como a hijos, en su casa, porque jamás deja, ni siquie-ra por un momento, de esperarnos con amor. Y su corazón está en fiesta por cada hijo que regresa. Está en fies-ta porque es alegría. Dios tiene esta alegría cuando uno de nosotros pe-cadores va a Él y pide su perdón» (Ángelus, 15/9/2013).

La misericordia de Dios es muy concreta y todos estamos llamados a experimentarla en primera persona. A la edad de diecisiete años, un día en que tenía que salir con mis amigos, decidí pasar primero por una iglesia. Allí me encontré con un sacerdote que me inspiró una confianza especial, de modo que sentí el deseo de abrir mi corazón en la Confesión. ¡Aquel en-cuentro me cambió la vida! Descubrí que cuando abrimos el corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de modo muy concreto la misericordia de Dios. Tuve la cer-teza de que en la persona de aquel sacerdote Dios me estaba esperando, antes de que yo diera el primer paso para ir a la iglesia. Nosotros le busca-

La Iglesia está llamada a despertar en los

corazones la capacidad de fijarse en lo esencial

Jóvenes de diversos países durante la JMJ de Madrid.

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mos, pero es Él quien siempre se nos adelanta, desde siempre nos busca y es el primero que nos encuentra. Qui-zás alguno de ustedes tiene un peso en el corazón y piensa: He hecho es-to, he hecho aquello… ¡No teman! ¡Él les espera! Él es padre: ¡siempre nos espera! ¡Qué hermoso es encon-trar en el sacramento de la Reconci-liación el abrazo misericordioso del Padre, descubrir el confesionario co-mo lugar de la misericordia, dejarse tocar por este amor misericordioso del Señor que siempre nos perdona!

Y tú, querido joven, querida jo-ven, ¿has sentido alguna vez en ti es-ta mirada de amor infinito que, más allá de todos tus pecados, limitacio-nes y fracasos, continúa fiándose de ti y mirando tu existencia con espe-ranza? ¿Eres consciente del valor que tienes ante Dios que por amor te ha dado todo? Como nos enseña san Pa-blo, «la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rom 5,8). ¿Pero entendemos de ver-dad la fuerza de estas palabras?

Sé lo mucho que ustedes aprecian la Cruz de las JMJ –regalo de san Juan Pablo II– que desde el año 1984 acom-paña todos los Encuentros mundia-les de ustedes. ¡Cuántos cambios,

cuántas verdaderas y auténticas con-versiones surgieron en la vida de tan-tos jóvenes al encontrarse con esta cruz desnuda! Quizás se hicieron la pregunta: ¿De dónde viene esta fuer-za extraordinaria de la cruz? He aquí la respuesta: ¡La cruz es el signo más elocuente de la misericordia de Dios! Esta nos da testimonio de que la me-dida del amor de Dios para con la hu-manidad es amar sin medida! En la cruz podemos tocar la misericordia de Dios y dejarnos tocar por su mise-ricordia. Aquí quisiera recordar el epi-sodio de los dos malhechores cruci-ficados junto a Jesús. Uno de ellos es engreído, no se reconoce pecador, se ríe del Señor; el otro, en cambio, re-conoce que ha fallado, se dirige al Se-ñor y le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Rei-no». Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (cf. Lc 23,32.39-43). ¿Con cuál de los dos nos identi-ficamos? ¿Con el que es engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que necesi-ta la misericordia divina y la implora de todo corazón? En el Señor, que ha dado su vida por nosotros en la cruz, encontraremos siempre el amor in-condicional que reconoce nuestra vi-

da como un bien y nos da siempre la posibilidad de volver a comenzar.

3. La extraordinaria alegría de ser instrumentos de la misericordia de DiosLa Palabra de Dios nos enseña que «la felicidad está más en dar que en recibir» (Hch 20,35). Precisamente por este motivo la quinta bienaven-turanza declara felices a los miseri-cordiosos. Sabemos que es el Señor quien nos ha amado primero. Pero solo seremos de verdad bienaventu-rados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor gra-tuito si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos capaces de amar como Él, sin medi-da. Como dice san Juan: «Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conoci-do a Dios, porque Dios es amor... Y este amor no consiste en que noso-tros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también noso-tros debemos amarnos los unos a los otros» (1 Jn 4,7-11).

Después de haberles explicado a ustedes de modo muy resumido có-mo ejerce el Señor su misericordia con nosotros, quisiera sugerirles có-mo podemos ser concretamente ins-trumentos de esta misma misericor-dia hacia nuestro prójimo.

Me viene a la mente el ejemplo del beato Pier Giorgio Frassati. Él decía: «Jesús me visita cada mañana en la Comunión, y yo la restituyo del mí-sero modo que puedo, visitando a los pobres». Pier Giorgio era un joven que había entendido lo que quiere de-cir tener un corazón misericordioso, sensible a los más necesitados. A ellos les daba mucho más que cosas mate-riales; se daba a sí mismo, empleaba tiempo, palabras, capacidad de escu-cha. Servía siempre a los pobres con gran discreción, sin ostentación. Vi-vía realmente el Evangelio que dice: «Cuando tú des limosna, que tu ma-no izquierda ignore lo que hace la de-recha, para que tu limosna quede en secreto» (Mt 6,3-4). Piensen que un día antes de su muerte, estando gra-vemente enfermo, daba disposicio-nes de cómo ayudar a sus amigos ne-cesitados. En su funeral, los familia-res y amigos se quedaron atónitos por la presencia de tantos pobres, para ellos desconocidos, que habían sido visitados y ayudados por el joven Pier Giorgio.

A mí siempre me gusta asociar las Bienaventuranzas con el capítulo 25 de Mateo, cuando Jesús nos presen-ta las obras de misericordia y dice que en base a ellas seremos juzgados. Les invito por ello a descubrir de nuevo las obras de misericordia corporales: dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, vestir a los desnudos, acoger al extranjero, asis-tir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvide-mos las obras de misericordia espiri-tuales: aconsejar a los que dudan, en-señar a los ignorantes, advertir a los pecadores, consolar a los afligidos, perdonar las ofensas, soportar pacien-

temente a las personas molestas, re-zar a Dios por los vivos y los difun-tos. Como ven, la misericordia no es buenismo, ni un mero sentimentalis-mo. Aquí se demuestra la autentici-dad de nuestro ser discípulos de Je-sús, de nuestra credibilidad como cris-tianos en el mundo de hoy.

A ustedes, jóvenes, que son muy concretos, quisiera proponer que pa-ra los primeros siete meses del año 2016 elijan una obra de misericordia corporal y una espiritual para poner-la en práctica cada mes. Déjense ins-pirar por la oración de santa Fausti-na, humilde apóstol de la Divina Mi-sericordia de nuestro tiempo:

«Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apa-riencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayu-darla; a que mis oídos sean misericor-diosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos; a que mi lengua sea misericordiosa pa-ra que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una pa-labra de consuelo y perdón para to-dos; a que mis manos sean misericor-diosas y llenas de buenas obras; a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio; a que mi cora-zón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo» (Diario, 163).

El mensaje de la Divina Misericor-dia constituye un programa de vida muy concreto y exigente, pues impli-ca las obras. Una de las obras de mi-sericordia más evidente, pero quizás más difícil de poner en práctica, es la de perdonar a quien te ha ofendido, quien te ha hecho daño, quien consi-deramos un enemigo. «¡Cómo es di-fícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumen-to puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón.

Dejar caer el rencor, la rabia, la vio-lencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices» (MV 9).

Me encuentro con tantos jóvenes que dicen estar cansados de este mun-do tan dividido, en el que se enfren-tan seguidores de facciones tan dife-rentes, hay tantas guerras y hay inclu-so quien usa la propia religión como justificación para la violencia. Tene-mos que suplicar al Señor que nos dé la gracia de ser misericordiosos con quienes nos hacen daño. Como Jesús que en la cruz rezaba por aquellos que le habían crucificado: «Padre, perdó-nalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). El único camino para ven-cer el mal es la misericordia. La justi-cia es necesaria, cómo no, pero ella sola no basta. Justicia y misericordia tienen que caminar juntas. ¡Cómo quisiera que todos nos uniéramos en oración unánime, implorando desde lo más profundo de nuestros corazo-nes, que el Señor tenga misericordia de nosotros y del mundo entero!

4. ¡Cracovia nos espera!Faltan pocos meses para nuestro en-cuentro en Polonia. Cracovia, la ciu-dad de san Juan Pablo II y de santa Faustina Kowalska, nos espera con los brazos y el corazón abiertos. Creo que la Divina Providencia nos ha guia-do para celebrar el Jubileo de los jó-venes precisamente ahí, donde han vivido estos dos grandes apóstoles de la misericordia de nuestro tiempo. Juan Pablo II había intuido que este era el tiempo de la misericordia. Al inicio de su pontificado escribió la encíclica Dives in Misericordia. En el Año Santo 2000 canonizó a sor Faus-tina, instituyendo también la Fiesta de la Divina Misericordia en el segun-

En la cruz podemos tocar la misericordia de Dios y dejarnos tocar por su misericordia

Los patronos de la JMJ de CracoviaSanta Faustina y san Juan Pablo II son los patro-nos de la Jornada Mundial de la Juventud de Cra-covia 2016. Cuando en el verano de 1938 Karol

Wojtyła, con 18 años, fue a Cra-covia para estudiar en la Uni-

versidad Jagiellonica, sor Faustina, con 33 años,

vivía en un convento en Cracovia. Murió allí poco después, el 5 de octubre, jus-to cuando Karol em-pezaba el primer cur-

so de filología pola-ca. Aunque nunca se

conocieron, la Divina Providencia unió sus cami-nos. Juan Pablo II canonizó a sor Faustina y esta-bleció el Domingo de la Misericorida para toda la Iglesia. Estos dos santos de Cra-covia, los apóstoles de la Divina Misericordia, pa-trocinan la JMJ Cra-covia 2016. Su vida es para nosotros el ejemplo de la pro-funda confianza en la Misericordia de Dios expresada en las palabras: Jesús, en ti confío.

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E n la exhortación apóstolica Evan-gelii gaudium, el santo padre in-siste mucho en la formación. La

presenta transversalmente en todo el documento como una de las claves de la nueva etapa en la que quiere que la Iglesia viva en tensión misionera: «Todos estamos llamados a crecer como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor forma-ción, una profundización de nuestro amor y un testimonio más claro del Evangelio» (n. 121).

La formación no solo nos capaci-ta para la misión y para nuestra vida cristiana personal, sino que ayuda al crecimiento en la fe y en la vida fra-terna de la comunidad. Una buena formación nos ayuda, sin duda, a co-nocernos mejor y a ser cada vez más conscientes de quiénes somos y de la vocación y misión que compartimos. Solo entonces es posible una renova-ción fiel a lo que el Señor quiere y bus-ca de nosotros. La formación nos con-fronta con el corazón de nuestra fe, con lo esencial, con las prioridades

de Jesús; contribuye a que podamos conocer y amar mejor nuestro mun-do, también a la Iglesia. Todo ello re-aviva en nosotros el fuego de Evan-gelio y revitaliza la comunidad.

Elemento irrenunciableLa formación de los agentes de pas-toral, por tanto, constituye un ele-mento irrenunciable de la evangeliza-ción, de nuestra vivencia del carisma y de la revitalización de la Familia Eu-carística Reparadora. El beato Manuel González así nos lo recuerda en la se-gunda parte de Cartilla del catequista cabal (pp. 57-69), cuando nos habla de la formación de los catequistas y de aquellos que han de acompañar a los catequistas bajo el nombre de «Mi-sioneros catequísticos».

Desde su experiencia, la forma-ción es para D. Manuel lo que nos ayuda a tener presente el ideal de ca-tequesis y de catequista, porque «hay que aspirar a que cada catequesis pa-rroquial sea la semilla de una parro-quia cabal, la iniciación de una vida sólida católica en los individuos, en las familias y en el pueblo» (p. 57).

Para el obispo de la Eucaristía la formación del catequista tiene dos pi-lares, el doctrinal y el piadoso (p. 60). Ambas realidades están llamadas a ca-minar juntas y un buen catequista ha

de ser un buen cristiano en la dimen-sión espiritual y también ha de saber el contenido del catecismo y de la doc-trina. Estas dimensiones que se dan en la vida de todo evangelizador son, para el beato Manuel, los pilares de una catequesis que sea «doctrina cris-tiana, no solo sabida y entendida, si-no practicada y comida desde el pri-mer destello de luz de razón, hasta el último soplo de vida» (p. 57).

Para él, la formación de los cate-quistas es responsabilidad del Se-cretariado Catequístico Diocesano, que tiene como tarea la de enviar a los misioneros catequísticos a velar por la catequesis teniendo contacto directo con los responsables, cate-quistas y niños, y también está, den-tro de sus funciones, establecer una «catequesis modelo que sirva de ejemplo a las demás y un museo ca-tequístico» (p. 58).

Velar por la catequesisEstas intuiciones del obispo del Sa-grario abandonado son la puesta en práctica en España del magisterio del papa Pío XI, que el 29 de junio de 1923, con el motu proprio Orbem catho-licum, crea en Roma el Officio catechis-tico centrale. Este organismo nace pa-ra velar por la acción catequética en el mundo y es el origen de lo que en el hoy de la vida diocesana son las De-legaciones de Catequesis.

Así pues, D. Manuel, una vez más, con su disponibilidad al Espíritu y con su vida coherente, se adelanta a lo que es la realidad viva de la forma-ción del catequista en el ser y hacer de la evangelización actual.

Sergio Pérez Baena , Pbro.

Formación carismática

La formaciónnos capacita para la misiónLa importancia de la formación es una convicción cada vez más acogida por todos. No solo en el campo profesional sino también en el terreno de la catequesis y de la evangelización. Para ser discípulos misioneros, como nos quiere el papa Francisco, hemos de saber «dar razón de nuestra esperanza» (1 Pe 3,15) porque la tierra que pisamos es tierra sagrada pero también, en muchas ocasiones, puede ser un desierto en donde nos falta el agua y la vida, y las dificultades acechan.

El papa afirma que todos estamos

llamados a crecer como evangelizadores

do domingo de Pascua. En el año 2002 consagró personalmente en Cracovia el Santuario de Jesús Misericordioso, encomendando el mundo a la Divi-na Misericordia y esperando que es-te mensaje llegase a todos los habi-tantes de la tierra, llenando los cora-zones de esperanza: «Es preciso en-cender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la mise-ricordia de Dios el mundo encontra-rá la paz, y el hombre, la felicidad» (Homilía para la Consagración del San-tuario de la Divina Misericordia, 17/8/2002).

Queridos jóvenes, Jesús miseri-cordioso, representado en la imagen venerada por el pueblo de Dios en el

santuario de Cracovia a Él dedicado, les espera. ¡Él se fía de ustedes y cuen-ta con ustedes! Tiene tantas cosas im-portantes que decirle a cada uno y ca-da una de ustedes… No tengan mie-do de contemplar sus ojos llenos de amor infinito hacia ustedes y déjense tocar por su mirada misericordiosa, dispuesta a perdonar cada uno de sus pecados, una mirada que es capaz de cambiar la vida de ustedes y de sanar sus almas, una mirada que sacia la pro-funda sed que vive en sus corazones jóvenes: sed de amor, de paz, de ale-gría y de auténtica felicidad. ¡Vayan a Él y no tengan miedo! Vengan para decirle desde lo más profundo de sus corazones: «¡ Jesús, confío en Ti!». Déjense tocar por su misericordia sin

límites, para que ustedes a su vez se conviertan en apóstoles de la miseri-cordia mediante las obras, las pala-bras y la oración, en nuestro mundo herido por el egoísmo, el odio y tan-ta desesperación.

Lleven la llama del amor miseri-cordioso de Cristo –del que habló san Juan Pablo II – a los ambientes de su vida cotidiana y hasta los confines de la tierra. En esta misión, yo les acom-paño con mis mejores deseos y mi oración, les encomiendo a todos a la Virgen María, Madre de la Misericor-dia, en este último tramo del camino de preparación espiritual hacia la próxi-ma JMJ de Cracovia, y les bendigo de todo corazón.

Papa Francisco

El logo de la JMJLos protagonistasLos protagonistas de la Jornada Mundial de la Juven-tud son Cristo y los jóvenes. Lo esencial de este acon-tecimiento es el encuentro con Dios y con la otra persona. Por eso el símbolo de la cruz re-presenta a Cristo y el círculo inscrito en la cruz simboliza a los jóvenes, co-mo en ediciones anteriores de la JMJ.

DóndePolonia es la patria de san Juan Pa-blo II, apóstol de la Divina Miseri-cordia e iniciador de la JMJ. Además, es lugar de nacimiento y vida de san-ta Faustina Kowalska, a la que se le apa-recía Cristo, quien le concedió el don de proclamar la Divina Misericordia. Mientras que Cracovia, como nos decía el mismo san Juan Pablo II, es el centro mundial de la Divina Misericordia. En el logotipo, los con-tornos de Polonia están marcados con el color rojo. La ciu-dad de Cracovia está representada por el mismo símbolo que los jóvenes, un círculo.

El lemaEl tema de la JMJ es la Divina Misericordia, a la cual se refiere el rayo de color rojo y azul, ins-pirado por la imagen de Jesús Misericordioso. Santa Faustina escribe en su Diario: «De la aber-

tura de la túnica en el pecho, salían dos gran-des rayos: uno rojo y otro pálido». Del mismo modo, este elemento del logotipo significa la

gracia que purifica y anima a los jóvenes.

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L a gran profusión de obras del bea-to Manuel y el modo con que so-brellevaba las dificultades se de-

bían a su extraordinario ardor euca-rístico. Dice un testigo: «Lo vi mu-chas veces y muchas horas delante del Sagrario… Cuando se le encontraba ante el Santísimo, edificaba muchísi-mo y aumentaba el espíritu de fe de quien lo veía. Decía la santa Misa con tal devoción, que de un modo espe-cial se le veía endiosado desde el pre-facio. Su Misa era algo especial, co-mo si tocase o viese al Señor en las sa-gradas especies» («Informatio», en Positio super virtutibus, p. 123).

Otro añade: «Se pasaba largas ho-ras delante del Sagrario, diciendo que iba a ver al Amigo. Para la santa Misa se preparaba con exquisito cuidado… la acción de gracias también era de-vota y a veces larga» (Id.).

Su espiritualidad eucarísticaImpresionaba su espíritu de oración y la intimidad con Dios manifestada en la adoración del Santísimo y en la celebración de la santa Misa. Verlo celebrar era ya una homilía.

Este amor eucarístico lo transmi-tía a los fieles, invitados a hacer fre-cuentes visitas al Sagrario. Quería que el Señor no permaneciese nunca so-lo. Por ello organizaba turnos de vi-gilia eucarística reservados a los ni-ños, a los jóvenes y a los adultos, y también adoraciones nocturnas. In-vitaba a rezar mucho por los pecado-res. Su vida parecía una continua ado-

ración eucarística. Cuando era párro-co de Huelva, después de haber abier-to la Iglesia, iba a rezar ante el Sagra-rio y allí se pasaba muchas horas. Du-rante su estancia en Madrid, los que iban a visitarlo estaban seguros de en-contrarlo en la iglesia, de encontrar-lo allí. La misma pasión eucarística demostró como obispo de Palencia.

La piedad eucarística era su caris-ma, la constante de su vida. Parecía que viese y tocase al Señor. Su con-versación eucarística la revertía en las palabras, en las fundaciones, en los escritos. Era un verdadero apóstol de la Eucaristía. Era verdaderamente el sacerdote y el obispo de los Sagrarios abandonados.

En una oración al Corazón de Je-sús se expresa así: «Tu corona, mi co-rona; tu cruz, mi trono; tu palabra, mi ciencia; tu carne, mi comida; tu mira-da, mi placer; tu mano, mi protección; tu Sagrario abandonado, mi nido de amor; tu vida, muerte de mi amor pro-pio; tu muerte, mi vida, Corazón de Jesús Sacramentado»(Ib., p. 125).

La entrega total a la Eucaristía era una exigencia para encontrar a los her-manos con espíritu de donación, vien-do en los rostros de los marginados y abandonados el rostro escondido de Cristo eucarístico.

Hacer compañía a Jesús era su compromiso cotidiano. En el colo-quio con el Señor recibía iluminación y guía para la solución de los múlti-ples problemas pastorales, y apoyo y consuelo como alimento de su volun-

tad de bien. La Eucaristía era para él una obsesión saludable, un amor apa-sionado (cf. ib., p. 126; 129).

Lloraba lágrimas amargas cuando sucedían sacrilegios relacionados con la Eucaristía. Esta piedad eucarística no era una devoción inerte, sino di-námica, porque le daba extraordina-rias energías espirituales para un apos-tolado a campo abierto. Tanto en la parroquia como en la diócesis su ac-tividad y creatividad eran incansables. Se acercaba a los pobres, enseñaba el catecismo a los pequeños y a los gran-des, predicaba, confesaba, aconseja-ba, confortaba. Cuando no estaba ocupado en algo importante, se le en-contraba rezando ante el Santísimo.

Amor a María y a la IglesiaUn aspecto inseparable de una autén-tica espiritualidad eucarística es la de-voción mariana. El nexo entre María y la Eucaristía es el vínculo que hay entre madre e hijo: «Ave, verum cor-pus natum de Maria Virgine». Se tra-ta de una relación profunda, porque María está siempre presente en la co-munidad que celebra la Eucaristía. Si Iglesia y Eucaristía son un binomio

Ponencia del Card. Angelo Amato

La ponencia inaugural del I Congreso Internacional Beato Manuel González estuvo a cargo del cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Ofrecemos en este número de El Granito la segunda y última parte de su intervención.

inseparable, lo mismo se debe decir del binomio María y Eucaristía.

En una famosa visión, san Juan Bosco vio al papa que guiaba la barca de la Iglesia en medio del mar tem-pestuoso de la historia. Muchos ene-migos en pequeñas embarcaciones in-tentaban atacar la barca de Pedro pa-ra hundirla, pero sin lograrlo. De he-cho, la barca de la Iglesia estaba ancla-da en dos sólidas columnas: la de la Eucaristía y la de María Inmaculada.

También nuestro beato, anclado en estas dos reales y eficaces presen-cias espirituales, pudo operar de mo-do particular en difundir la caridad de Dios entre el pueblo. De esta ejem-plar espiritualidad eucarístico–maria-na podemos extraer tres actitudes, tal como propuso san Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia.

La Eucaristía es ante todo una in-vitación a la obediencia a Jesús en la fe: «Si la Eucaristía es misterio de fe, que supera tanto nuestro intelecto que nos obliga al más puro abando-no a la palabra de Dios, nadie como María puede ser nuestro apoyo y guía en tal actitud» (EdE 54). En su vida, el beato Manuel González García re-

cibió de la Eucaristía esa obediencia que lo hizo heroico en la fe. Hay una profunda analogía entre el fíat de la Virgen María y el amén del sacerdo-te y de los fieles en la Comunión, cuan-do están llamados a «creer que aquel mismo Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, se hace presente con todo su ser humano–divino en los signos del pan y del vino» (EdE 54).

Una segunda actitud eucarística es la del sacrificio. La Eucaristía es el sacrificio de nuestra redención. La heroica espiritualidad eucarística hi-zo a nuestro beato fuerte en las con-trariedades y en las adversidades, lo-grando superar todo con una conven-cida comunión con el sacrificio de Cristo en la Eucaristía.

Una tercera actitud es la de la es-piritualidad del Magníficat, desde el momento en que la Eucaristía es un cántico de alabanza y de acción de gracias. Como María, también el bea-to Manuel cantó en el Magníficat las maravillas del Señor. En la Eucaristía, de hecho, se tiene la anticipación de aquellos cielos nuevos y de aquella tierra nueva, meta última y gloriosa de la peregrinación terrena de la Igle-sia. La espiritualidad eucarística del Magníficat hace desembarcar a los fie-les en la orilla escatológica, dirigien-do nuestra mirada hacia la Jerusalén celestial.

La piedad eucarística, la concien-cia de la presencia real de Cristo re-sucitado en el sacramento del altar, fue el paraíso en la tierra del beato Manuel.

Parecía que él viviera la experien-cia de santa Teresa de Ávila, que de-cía: «Me parecía que Jesucristo ca-minase siempre a mi lado y, ya que no era una visión de la imaginación, no

veía en qué forma, pero sentía clara-mente que estaba siempre a mi lado derecho y que era testigo de todo cuanto hacía, y nunca, si me recogía un poco o no estuviese muy distraí-da, podía ignorar que estaba cerca de mí» (Vida, 27,2).

Es la invitación que dirige a todos nosotros el papa Francisco cuando dice: «¡Qué dulce es estar ante el cru-cifijo o de rodillas ante el Santísimo, y simplemente estar delante de sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su nueva vi-da!» (EG 264).

Para el beato Manuel la mejor mo-tivación para comunicar el Evangelio es contemplar a Jesús con amor, es-tar delante de Él presente en el Sagra-rio y leer en su corazón.

Para nosotros es urgente recupe-rar esta actitud contemplativa que permite donar con generosidad las ri-quezas del Corazón sacratísimo de Jesús. El sacerdote, el fiel, los miem-bros de la Familia Eucarística Repa-radora, cada misionero del Evangelio «sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Siente a Jesús vivo junto a él en me-dio del compromiso misionero. Si uno no lo descubre presente... pron-to pierde el entusiasmo y deja de es-tar seguro de lo que transmite, le fal-ta la fuerza y la pasión» (EG 266).

Pero el beato Manuel González García era una persona convencida, entusiasta, segura, enamorada de Je-sús Sacramentado y, por supuesto, era convincente y eficaz. Es esta la heren-cia, que deja a todos nosotros y, so-bre todo, a sus hijos espirituales. Ad-mirémoslo e imitémoslo.

Card. A. Amato, s.d.b.

Guía y modelo de santidad eucarística (II)

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E l pasado sábado 30 de enero vi-vimos un acontecimiento espe-cial en la Parroquia Sta. María

Madre de la Iglesia, en Jaén. Duran-te varios días se llevaron a cabo unas Jornadas Eucarísticas que giraron en torno a tres ejes: «Jesús Eucaristía, fuente de misericordia», «El após-tol cautivado por la Eucaristía» y «La Obra eucarística reparadora». Fueron dos charlas impartidas por la hermana delegada diocesana de la UNER y por el asesor, D. Raúl Con-treras. El tercer día se tuvo un en-cuentro de oración con adoración del Santísimo, con el lema: «Entrar para adorar, salir para servir», orga-nizado también por una Misionera Eucarística de Nazaret.

La clausura se reali-zó con una solemne ce-lebración eucarística pre-sidida por el párroco, D. José López Chica. En ella hizo público su compromiso como miembro de la Unión Eucarística Reparado-ra la primera María del Sagrario de esa parroquia, María Isabel Delgado.

Además, a continuación de la ho-milía, se procedió a la entronización del cuadro del beato Manuel Gonzá-lez junto al Sagrario del tempo parro-quial, ante la presencia gozosa de nu-merosos feligreses, miembros de las diferentes ramas de la UNER y Mi-

sioneras Eucarísticas de Nazaret.

Deseamos que la vida y el ejem-plo del beato Manuel siga siendo pa-ra todos estímulo de santidad, de con-ciencia viva de la Presencia de Cristo en el Sacramento y en los hermanos y modelo de fe y vida eucarística.

Misioneras Eucarísticas, Jaén

Amigo, intercesory modelo

FER en Jaén Cartelera recomendada

hace falta ser bueno

P oveda comienza su labor sacer-dotal en las Cuevas de Guadix (Granada) en 1901, una zona

marginal y olvidada en aquel enton-ces. Allí se encuentra con el proble-ma de la educación al que responde desarrollando una amplia tarea social y educativa, que tiene en cuenta, en primer lugar, a los más desfavoreci-

dos. Esto despierta gran simpatía y adhesión a la vez que desata recelos y envidias en sectores de la sociedad burguesa y clerical de la ciudad.

Interés por la educaciónTras una dolorosa salida, recalará en Covadonga, Asturias. Con tiempo pa-ra meditar y pensar, rodeado de ver-

des paisajes montañosos, se interesa por la situación educativa nacional y en 1911 inicia un novedoso movi-miento, impulsado por mujeres jóve-nes, origen de la Institución Teresia-na, con el deseo de formar un profe-sorado cristiano cualificado.

Su obra se extiende por toda Es-paña, abriendo Academias, Residen-cias y Centros Pedagógicos. En Jaén conocerá a Pepita Segovia, primera mujer licenciada en educación de la ciudad y primera directora de la Ins-titución Teresiana. Josefa será un pi-lar fundamental en su desarrollo, tan-to dentro como fuera de España.

Poveda se asienta en Madrid en 1921, donde combina diversas tareas sacerdotales, sociales y educativas, entre ellas la Hermandad del Refu-gio. Vivirá la España convulsa de los años treinta, donde los conflictos so-ciales, educativos y religiosos se agu-dizan hasta desembocar en una gue-rra civil.

En ese contexto Poveda, hombre de paz y diálogo, será víctima de la violencia y la intolerancia, dejando una huella de luz y esperanza tras su muerte, acaecida el 28 de julio de 1936, dando testimonio de su fe.

Ficha técnicaNombre: PovedaDuración: 110 minutos Año: 2016País: EspañaGénero: BiográficasDirector: Pablo MorenoActores: Raúl Escudero, Elena Furiase,

Miguel Berlanga, Silvia García, Fran Calvo

El 4 de marzo se estrenó en los cines de España Poveda, la película que narra la historia de D. Pedro (Linares, Jaén, 1874 - Madrid, 1936), un sacerdote tenaz e innovador que abre caminos en el campo de la educación y en la defensa de los derechos de las mujeres en las primeras décadas del siglo XX en España. Fue reconocido en 1974 por la UNESCO como «Pedagogo y Humanista» y canonizado en 2003 por el papa Juan Pablo II, en Madrid.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E ntre esas páginas de la Sagrada Escritura que hemos de medi-tar con hondura y familiaridad

en esta Cuaresma destaca el Libro de los Salmos. El Salterio está repleto de salmos que cantan la misericordia di-vina; salmos que comunican la expe-riencia orante del pueblo de la Anti-gua Alianza; salmos que expresan to-da la riqueza de la palabra misericor-

dia: compasión, clemencia, perdón, ternura, gracia, bendición, indulgen-cia, benevolencia, amor. Muestran las entrañas maternas de Dios; un Dios que se conmueve ante sus hijos, has-ta el punto de perdonar siempre cuan-do se acude a Él con un corazón que-brantado y humillado.

Entre todos los Salmos peniten-ciales destaca el Miserere (Salmo 51), que la Iglesia reza todos los viernes del año en la oración de Laudes. El Miserere, salmo penitencial por exce-lencia, es una de las oraciones más be-llas del Salterio, un canto al perdón que recibe el pecador arrepentido. Es la más profunda meditación sobre la culpa y la gracia.

«La tradición judía puso este sal-mo en labios de David, impulsado a la penitencia por las severas palabras del profeta Natán, que le reprochaba el adulterio cometido con Betsabé y el asesinato de su marido, Urías. Sin embargo, el salmo se enriquece en los siglos sucesivos con la oración de otros muchos pecadores, que recuperan los temas del corazón nuevo y del Espí-ritu de Dios infundido en el hombre redimido, según la enseñanza de los profetas Jeremías y Ezequiel», decía san Juan Pablo II, comentando este salmo (Audiencia, 24/10/2001).

En esa catequesis, el papa polaco presenta los tres términos hebreos

utilizados en este salmo para definir qué es el pecado: el pecado es una aberración que nos lleva lejos de Dios y, por consiguiente, también del pró-jimo; el pecado es una desviación tortuosa del camino. Es la inversión, la distorsión, la deformación del bien y del mal; el pecado es la rebelión del súbdito con respecto al sobera-no, y, por tanto, un claro reto dirigi-do a Dios y a su proyecto para la his-toria humana.

Ante esta realidad del pecado, el salmista expresa la convicción del per-dón divino que «limpia mi pecado; borra del todo mi delito; lávame: que-daré más blanco que la nieve». La mi-sericordia de Dios transforma al pe-cador en una criatura nueva, con len-gua, labios y corazón transfigurados: «Oh Dios, crea en mí un corazón pu-ro, renuévame por dentro con espíri-tu firme».

La espiritualidad de este salmo de la misericordia se ha prolongado has-ta hoy en la Iglesia. El papa Francis-co, en la bula Misericordiae vultus, nos pide «que nuestra plegaria se extien-da también a tantos santos y beatos que hicieron de la misericordia su mi-sión de vida. En particular, el pensa-miento se dirige a la gran apóstol de la misericordia, santa Faustina Kowals-ka» (MV 24).

Oremos juntos«Oh Dios de gran misericordia, bon-dad infinita, hoy toda la humanidad clama, desde el abismo de su mise-ria, a tu misericordia, a tu compa-sión, oh Dios. Y grita con la potente voz de la miseria. Dios indulgente,

no rechaces la oración de los deste-rrados de esta tierra.

Oh Señor, bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras pro-pias fuerzas no podemos descender hasta ti, te imploramos, anticípanos tu gracia y multiplica incesantemen-te tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente tu santa voluntad a lo largo de nuestra vida y a la hora de la muerte.

Que la omnipotencia de tu mise-ricordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como tus hi-jos, esperemos tu última venida, ese día que conoces solo tú.

Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza. A través de su Co-

razón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos en el cielo» (Santa Faustina Kowalska, Dia-rio, n. 1570).

Para meditar«Misericordia, Dios mío, por tu bon-dad, por tu inmensa compasión bo-rra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (vv. 3-4).

Estas palabras expresan el estado de ánimo de la persona orante que se sabe pecador, cuántas veces se ha ale-jado de Dios y cómo ha necesitado volver a Él reconociendo su miseria, invocando su misericordia, experi-mentando su perdón. Esta exclama-ción nos adentra, también hoy, a ca-da uno de nosotros en el reconoci-miento del mal cometido, en la reali-dad de esclavitud que trae el pecado, en la ruptura con el amor divino. Es-

ta primera estrofa del salmo nos im-pulsa a confiar en la infinita miseri-cordia de Dios, porque la experiencia del perdón no es meramente psicoló-gica, sino mucho más profunda. Es una transformación total del peniten-te que acude con humildad ante la grandeza y la compasión de Dios: ¡por tu inmensa compasión borra mi cul-pa! El pecado es traición a Dios. El arrepentimiento es camino de vuelta a los brazos del Padre, como lo expre-sa el hijo pródigo en la parábola: «Pa-dre, he pecado contra el cielo (es de-cir, contra Dios) y contra ti» (Lc 15,21).

«Renuévame por dentro con es-píritu firme; no me quites tu santo es-píritu; afiánzame con espíritu gene-roso» (vv. 12.13.14).

Tres veces resuena la palabra «es-píritu», don de Dios acogido por el penitente arrepentido de su pecado;

Misericordia, Dios mío, por tu bondadpor tu inmensa compasión borra mi culpa

«La Cuaresma de este Año Jubilar ha de ser vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordioso del Padre!» (Misericordiae vultus, 17).

Recemos juntos el salmo 51

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,por tu inmensa compasiónborra mi culpa;lava del todo mi delito,limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,tengo siempre presente mi pecado:contra ti, contra ti solo pequé,cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,en el juicio resultará inocente.Mira, en la culpa nací,pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría.

Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,que se alegren los huesos quebrantados.Aparta de mi pecado tu vista,borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme;no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu.

Líbrame de la sangre, oh Dios,Dios, Salvador mío,y cantará mi lengua tu justicia.

Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:si te ofreciera un holocausto,no lo querrías.Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;un corazón quebrantado y humillado,tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,reconstruye las murallas de Jerusalén;entonces aceptaráslos sacrificios rituales,ofrendas y holocaustos,sobre tu altar se inmolarán novillos.

«Santa Faustina Kowalska». Iglesia de la Santa Cruz, Lomza (Polonia). Foto: Fczarnowski.

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Cordialmente, una carta para ti

lo revela a renglón seguido el propio beato: «Y lo que es más triste: que la calle de la Amargura y el monte Cal-vario de ahora han aumentado en nú-mero y han disminuido en compañía».

Ciertamente, existen hoy muchas mujeres y muchos hombres que son verdaderas calles de la Amargura y montes Calvarios para Jesús, porque en ellos «todo es ingratitud y olvido de turbas, odio de poderosos, y co-bardía de amigos y nada de fidelidad, ni de lágrimas, ni de compasión que acompañen como en el primer Cal-vario» (Ib.). Es muy triste, apreciado lector, comprobar cómo en nuestros días todavía sigue viva aquella prime-ra Semana Santa que padeció Jesús, debido a la ingratitud, el odio y la fal-ta de misericordia del ser humano. Realmente, es muy triste.

Los mártires de hoyPero también es muy triste compro-bar cómo mujeres, hombres y niños se ven convertidos en verdaderas ca-lles de la Amargura y montes Calva-rios debido al odio y la crueldad de sus semejantes. Son los mártires de hoy que recordó el papa Francisco el Domingo de Ramos del pasado año, ante los numerosos fieles que llena-ban la Plaza de San Pedro. Y son los mártires de hoy porque sufren humi-llaciones, torturas e incluso mueren por ser fieles al Evangelio, por ser se-guidores de Cristo. También esto es muy triste, amigo lector.

Aquel Domingo de Ramos, y des-pués de referirse a la Pasión de Jesús, el Pontífice recordó tanto a quienes

«renuncian cada día a sí mismos pa-ra servir a los demás» como a quie-nes son discriminados y perseguidos por el hecho de ser cristianos. Sobre estos últimos, dijo: «Pensemos tam-bién en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuen-cias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – que son muchos –. No reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes».

Y más recientemente, en su últi-mo mensaje navideño, desde el bal-cón central de la Basílica vaticana, el papa Francisco volvió a tener un sen-tido recuerdo para los numerosos mártires de hoy. Comenzó destacan-do que la Navidad es día de la mise-ricordia, en el cual Dios Padre ha re-velado a la humanidad su inmensa ternura. También destacó que es día de luz, porque disipa las tinieblas del miedo y de la angustia, y es día de paz,

ya que hace posible el encuentro, el diálogo y la reconciliación entre to-dos nosotros. Y poco después hizo esta afirmación: «Donde nace Dios, nace la esperanza: Él trae la esperan-za. Donde nace Dios, nace la paz».

Donde nace Dios, nace la paz; sin embargo, reconoció el santo padre que allí donde el Hijo de Dios vino al mundo hay ahora violencia, gue-rras y muerte. Por ello, pidió que is-raelíes y palestinos retomen el diálo-go y traten de convivir en paz. Pidió también que la comunidad interna-cional consiga que cesen las atrocida-des y los crímenes que se están come-tiendo en distintas partes del mundo contra unas víctimas inocentes, y que son «nuestros mártires de hoy»… Estos mártires de hoy están hacien-do posible que siga viva y sangrante aquella primera Semana Santa que padeció Jesús.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

A continuación nos trae al mun-do de hoy, a la triste realidad que nos rodea, una realidad que

nos permite comprobar que todavía hoy existe calle de la Amargura y mon-te Calvario para Jesús, porque mu-chos hombres siguen ofendiéndole y crucificándole… ¿Hasta cuándo tan-to rencor y tanto odio sin motivo?

Con estas palabras lo expresa el beato: «¡Que todavía mis hermanos los hombres siguen portándose mal, muy mal, con su Padre Jesús, que to-davía hay pueblo veleidoso y olvida-dizo, fariseos que odian y conspiran hipócritamente y discípulos y amigos y favorecidos que lo niegan y lo de-jan solo…, que todavía hay calle de la Amargura y monte Calvario para Él…!» (OO. CC. I, n. 457).

Pero con ser esto muy triste, esti-mado lector, no es lo más triste. Aún hay algo más triste y preocupante. Nos

Apreciado lector: Hace unos días, y como preparación para la ya cercana Semana Santa, estuve leyendo algo de lo que nos dejó escrito el beato Manuel González. La verdad es que hay en sus escritos cosas muy interesantes, y también mucho sobre lo que meditar. El beato nos lleva a aquella primera Semana Santa de hace más de dos mil años, cuando Jesús fue apresado, injustamente juzgado, cruelmente azotado, condenado a muerte y crucificado.

Paso del Misterio de Nuestro Padre Jesús del Ecce Homo en su Sagrada Presentación al Pueblo (Aspe). Mañana del Viernes Santo en la procesión del Camino del Calvario. Foto: Josemamc30.

AYER Y HOYLa calle de la Amargura

invocación del Espíritu que pene-tra en el alma del fiel, infundiendo en él una nueva vida, elevándolo del reino del pecado al cielo de la gracia.

Esta triple mención del Espíri-tu obra en el creyente una nueva creación; renueva, transfigura y transforma al pecador arrepentido en una persona llena de alegría, fru-to de la conversión que ha actuado en él. «El hombre, animado por el Espíritu divino, se encamina ya por la senda de la justicia y del amor, como reza otro salmo: “Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana” (Sal 142,10)» (san Juan Pablo II, Au-diencia, 4/12/2002).

Escuchemos albeato Manuel GonzálezCrear un corazón puro, nuevo, trans-formado, que renueve enteramen-te al pecador que suplica perdón, solo puede ser obra de Dios: «Os daré un corazón nuevo, y os infun-diré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de pie-dra, y os daré un corazón de car-ne» (Ez 36,26). Toda la iniciativa la lleva Dios; toda la acción es su-ya. De nosotros espera que nos de-jemos purificar, limpiar, convertir, para ser criaturas nuevas. Así lo vi-vía el beato Manuel González:

«Corazón puro, conciencia bue-na y fe no fingida, he aquí en frases de san Pablo, las tres raíces del fru-to más rico y duradero que un cris-tiano y un apóstol deben dar de sí.

Corazón puro, es decir, corazón que todo lo ama por Jesús y para el y que a través de todos los amores pasa para descansar solo en el de Jesús, ¡no quiere amores opacos!

Conciencia buena, que inclina al alma a no tener más normas de acción que esta: hacer lo que gus-ta a Jesús, no hacer lo que le disgus-ta, cueste lo que cueste.

Fe no fingida, que cree sincera-mente en todo el catecismo vivo; esto es, creer en un “creo en Dios Padre vivo, en un Dios Hijo vivo en el cielo, en el Sagrario y en la Igle-sia, y en un Espíritu Santo vivo y vivificante en todos los dogmas”» (OO.CC. II, n. 3141).

D. Manuel, como tantos otros santos, nos invita a mirar a Cristo Crucificado y contemplar cuántas maravillas ha obrado el Cordero de Dios muriendo en la Cruz, dando la vida por todos los hombres, libe-rándonos del pecado y de la muer-te, abriéndonos las puertas del Pa-raíso como le prometió al buen la-drón en el Calvario: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el pa-raíso» (Lc 23,43). La Cruz es la fuente inagotable de la misericor-dia divina:

«Si dedicáramos los ratos que llamamos perdidos a mirar a nues-tro crucifijo o a la Cruz que en tan-tas ocasiones nos salta a la vista, oi-ríamos que nos pide a nosotros, tan rebeldes y tan locos por la libertad, una triple sumisión: la del entendi-miento por la fe, la de la voluntad por la abnegación y la de la sensibi-lidad por el sacrificio. Bien mirada la Cruz, representa toda una doctri-na de la que ella es su rúbrica de san-gre, una ley de la que es sanación y un sacrificio del que es altar... ¡Si mi-ráramos y oyéramos despacio y en paz nuestro crucifijo! ¡Lo que apren-deríamos!» (OO.CC. II, n. 3146).

Oración final (de santa Faustina Kowalska)«Oh Jesús mío, vida de mi alma, vi-da mía, Salvador mío, mi dulcísimo esposo y a la vez mi juez, tú sabes que en esta última hora no contaré con ningún mérito mío, sino única-mente con tu misericordia. Ya des-de hoy me sumerjo toda en este abismo de tu misericordia que siem-pre está abierta para cada alma».

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

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Con mirada eucarística

L a historia nos demuestra que no hay pueblo sin religión. El ser humano es, por naturaleza, un

ser religioso que busca explicación a su vida y a su muerte en otra dimen-sión distinta a la que alcanza su ra-zón. Para muestra, un botón: la civi-lización egipcia que nos ha llegado nos afirma su fe incontestable en la trascendencia.

El rostro de DiosEl hombre, creado por Dios, ha bus-cado apasionadamente las respuestas definitivas a sus preguntas, imaginan-do a Dios de una u otra forma, crean-do incluso a sus propios dioses. Pero un día Dios quiso manifestarse, qui-so revelarse al género humano a tra-vés de un diminuto pueblo elegido, el pueblo de Israel. Y nació en Belén.

Tal nacimiento fue el aconteci-miento más transformador, y lo sigue siendo, porque gracias a él conoce-mos el rostro de Dios y sabemos có-mo se llama: Jesús de Nazaret. Dios ha tenido la gentileza, queríamos de-cir la gracia, de que nosotros los hu-

manos lo conozcamos sin tapujos, sin intermediarios, sin sombras. Y esta experiencia de conocerlo es la expe-riencia más reconfortante, más bella, más vital.

Quien conoce a Dios posee la ma-yor fuerza. Y aquí nos aparecen las Marías, las que siguieron a Jesús en toda la geografía de Palestina escu-chando sus enseñanzas, las que le la-vaban los pies, las que le daban hos-pitalidad en Betania, las que le acom-pañaron siempre y nunca lo abando-naron, como demuestra su presencia en la terrible agonía del Calvario.

Conocen a Jesús presente en la Eu-caristía, donde muere y resucita eter-namente, conocen a Jesús que habita por siempre en un Sagrario. Y porque conocen a Jesús, las Marías del Sagra-rio lo aman.

Testigos del amorEs nuestra sociedad una sociedad se-cularizada, en el sentido de que pres-cinde cada vez más de Dios como mo-tor de las actuaciones. Incluso se in-ventan términos como el laicismo ac-tivo para mostrar, bajo el señuelo de una sana tolerancia, la superioridad del hecho laico con respecto al hecho religioso, siendo así –y este es su gran contrasentido– que la base en que se fundamenta nuestra organización so-cial es la herencia cristiana. Curioso:

nuestra sociedad occidental europea aparta al Cristo que, en sus cimien-tos, la sustenta y da sentido.

Todos los valores de las democra-cias han sido y son posibles merced

a la ideología judeo–cristiana. Entre ellos, el valor de la libertad que hace posible la práctica de los distintos cre-dos religiosos, aunque hay algo toda-vía más peligroso. Lo peligroso es que

se quiera relegar la práctica religiosa al ámbito de lo privado, al ámbito de la intimidad, borrando cualquier ves-tigio cristiano de toda actividad pú-blica. Otro contrasentido más que propugna más o menos esto: tú pue-des ser cristiano en privado, pero en público hay que ser laico.

Y aquí aparece claramente, más que nunca, el sentido de las Marías de los Sagrarios: ser testigos públicos de lo que ellas conocen tan bien por-que lo han experimentado, ser testi-gos del amor de Dios. El amor no es cosa privada, es el motor que mueve al universo entero, y hay que procla-marlo a tiempo y a destiempo, cada cual en la ciudad o en el pueblo don-de vive, el sitio donde trabaja, en la casa, en la plaza, en las calles, en los centros comerciales, en el tren o el autobús, en todos los lugares…inclu-so aunque estemos cansados y sin fuerzas. Ellas, las Marías, saben que la fuerza viene de un Sagrario.

Dar testimonio Y puesto que se es testigo, como con-secuencia hay que dar también testi-monio. Esta sociedad descreída está necesitada de que alguien le dé algún puñadico de fe. Hemos avanzado mu-chísimo, sobre todo desde el punto de vista de la técnica. Tenemos los mejores y más rápidos medios de trans-porte, estamos en posesión de los mó-viles de última generación que nos comunican al instante con todos, te-nemos hospitales con el instrumen-tal más novedoso para la exploración y las operaciones…Pero curiosamen-te no sabemos exactamente a dónde

ir; en lugar de comunicarnos somos presa de la soledad más espantosa, y encima nadie nos cura de la angustia de vivir. Y ahí están las Marías de los Sagrarios, para llevar la fe que da con-suelo, la fe en el más allá.

Es esta una sociedad que no se so-porta (hay más divorcios que matri-monios), una sociedad que se mata (se mata por creencias, por raza, por sexo, hasta sin motivo), una sociedad que los humanos hacemos injusta (media humanidad pasando hambre por régimen de adelgazamiento y la otra media también, pero por no te-ner qué comer), una sociedad que no atisba finales felices, que vive en hi-pocresías continuas, una sociedad, en fin, desesperanzada… Si conocieran el amor de Dios, si conociéramos el amor de Dios. Y ahí están las Marías de los Sagrarios, para dar una palabra al que lo necesita, acompañar al que está solo, llevar un bocado de alimen-to a una boca hambrienta, proporcio-nar una razón al que no tiene ningu-na, poner con humildad la verdad en la mentira, llevar un vientecillo de es-peranza… Ellas saben que todo esto se encuentra gratis encerrado en un Sagrario.

«Yo soy María de los Sagrarios», dice Teresa. Y Lucrecio contesta: «Y yo María consorte».

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

La preocupación por el Sagrario abandonado le llevó al beato Manuel González, entre otras cosas, a una ingente labor fundadora. Así, el 4 de marzo de 1910 fundó las Marías de los Sagrarios. Acabamos de celebrarlo un año más y nos seguimos preguntando, después de tantos años de existencia, qué sentido tiene ser hoy, en 2016, María del Sagrario.

Yo soy María de los Sagrarios

Gracias al nacimiento de un niño en Belén

conocemos el rostro de Dios

Las Marías están llamadas a ser testigos públicos del amor que han experimentado

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Lectura sugerida

C omenzamos el recorrido con palabras del arzobispo de Tole-do, mons. Braulio Rodríguez

Plaza, dando gracias al Señor por es-ta Obra y por tantas mujeres que no olvidan el amor de Cristo Sacramen-tado: «en Toledo, desde 1910 hasta ahora mismo, cientos de mujeres han sido Marías de tantos Sagrarios, en diferentes situaciones de fe: en per-secución y en tiempo de paz... Por eso queremos tenerlas presentes en nues-tra oración, que en estos cien años han orado ante el Sagrario en nues-tros pueblos y ciudades, y a tantos sacerdotes que han creado en sus pa-rroquias y han alentado a las Marías. Igualmente pedimos al Señor por la intercesión de aquel arcipreste de Huelva, el beato Manuel González, que lo que él vivió con tanta intensi-dad y fidelidad siga presente en nues-

tras comunidades parroquiales. ¿A quién, si no, iremos a contar nuestras alegrías o nuestras penas? ¿Quién nos atenderá siempre dispuesto a acoger nuestra oración de petición y de in-tercesión?»

Continúan las primeras páginas con experiencias y palabras agradeci-das de personas que viven hoy el día a día en los grupos UNER de la archi-diócesis toledana: Hna. Mª del Pilar Brieba, m.e.n. (delegada para la archi-diócesis de Toledo y vicepostulado-ra de la Causa de Canonización del beato Manuel), don Daniel Fernán-dez Fernández (asesor de la Obra), Mª del Sagrario Martín Martínez (pre-sidenta de las Marías de la archidió-cesis de Toledo) e Inmaculada Cara-peto Abad (presidenta de las Marías del centro de Talavera de la Reina).

Escuela de santidadA medida que avanzamos en este iti-nerario encontramos huellas de una historia viva. Junto a datos, fechas, cifras, lugares y recortes de prensa, año tras año, desde 1910 hasta 1985, descubrimos también imágenes, fo-

tos, experiencias y testimonios de rostros concretos que, con nombre y apellido, en diversos pueblos y ciu-dades, han vivido plenamente su vo-cación laical sintiendo arder en su co-razón el fuego del carisma eucarísti-co reparador.

La Obra se fue extendiendo por la archidiócesis y, así, lugares como Toledo, Arisgotas, Ventas con Peña Aguilera, Orgaz, Talavera de la Rei-na, Villafranca de los Caballeros, Vi-lla de Don Fadrique, Villacañas –ci-tando solo algunos–, son testigos de la labor incansable de aquellas Ma-rías, Discípulos de San Juan y Niños Reparadores enamorados del Sagra-rio. Se destaca también la presencia de tantos sacerdotes que acompaña-ron la Obra, que vibraron con su ideal, varios de los cuales han sido canoni-zados o están en proceso de serlo.

Muchos de estos testimonios que nos edifican y entusiasman, nos ha-cen pensar, también, en la escuela de santidad que ha abierto don Manuel, aprendida a la luz de la lámpara del Sagrario y transmitida gracias a la pre-sencia viva y vivificadora de Jesús Eu-

caristía que cautivó y transformó to-da su vida.

Ecos de una vida eucarísticaEl libro también nos propone redes-cubrir la biografía del beato Manuel González desde la perspectiva de su paso por Toledo. Así nos encontra-mos con su valiosa intervención en el III Congreso Eucarístico Nacional, la acogida entusiasta de las Marías a su fundador, venido desde Málaga para

aquella ocasión, su visita a los semi-naristas, las impresiones de aquellos días. Además se refleja el impacto que tuvieron en la prensa algunos de sus libros y sus discursos más significati-vos, así como la noticia de su muer-te. Al final de la publicación se en-cuentra un apartado especial sobre su persecución en Málaga, con el tí-tulo «Martirio y destierro del beato Manuel González».

Corazones inquietosLa Obra de las Marías de los Sagra-rios en Toledo, como soñaba don Ma-nuel para toda la Familia Eucarística Reparadora, continúa más allá de la muerte de su fundador. Sí, continúa habiendo corazones que se entregan a Jesús Eucaristía, en la contempla-

ción y en el apostolado. Así lo refle-jan las páginas de este libro que van cronológicamente desde 1940 (muer-te de don Manuel) hasta 1985. En es-tos años la Obra continúa su ritmo habitual, organiza convivencias, ejer-cicios espirituales y diversos aposto-lados. Con gran gozo y gratitud cele-bra cada uno de sus aniversarios. Al volver la vista atrás en más de cien años de memoria agradecida, se rea-liza este profundo trabajo de investi-gación, que cuenta con más de dos-cientas páginas, y fue publicado el 12 de octubre de 2015. Esperamos que estas líneas animen a su lectura, en el marco de este mes de marzo, en que celebramos un nuevo aniversario de la fundación de la UNER.

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

Sagrario, custodia y palma, obra de Jorge López Teulón, nos invita a viajar en el tiempo conociendo la historia de las Marías de los Sagrarios en la archidiócesis de Toledo. Una historia viva, entrelazada fuertemente con la vida del fundador de la Obra, el beato Manuel González, y de toda la Familia Eucarística Reparadora. Una historia con más de cien años que se sigue escribiendo hoy en la iglesia de Toledo, y en tantas personas que se sienten llamadas a hacer vida el carisma eucarístico reparador.

Un amor que no se olvida

Siempre debemos tener presentes en nuestra

oración a quienes nos precedieron

Sagrario, custodiay palma

Autor: Jorge López Teulón

Año: 2015Descarga gratuita en: http://

cardenaldonmarcelo.es/blog/

sagrario_custodia_palma.pdf

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AgendaMarzo

La canonización del beato Manuel Gonzálezen el horizonte

El papa Francisco, en la tarde del jueves 3 de marzo, recibió al cardenal Angelo Amato, s.d.b., Prefecto de la Congrega-ción para las Causas de los Santos, y autorizó la promulga-ción de varios Decretos, entre los que se encuentra el relati-vo a un milagro atribuido a la intercesión del beato Manuel González García (1877-1940), obispo de Málaga y de Pa-lencia, y fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret.

En este acontecimiento, que nos colma de gozo y grati-tud al Señor, percibimos de modo especial «las caricias de su misericordia», en expresión de D. Manuel.

Un libro del papa dirigido a los niños

El amor antes del mundo, es el título del libro del papa Francisco dirigido a los niños. Por primera vez el pontífice entra en diálogo con niños de to-do el mundo. Como un padre, el papa escucha sus preguntas, confiando a los más pequeños sus re-flexiones sobre la vida y la fe, con palabras sim-ples, concretas y, a veces, sorprendentes.

El texto es una recopilación de más de 30 cartas y dibu-jos provenientes de los cinco continentes, de niños de 6 a 13 años, de 259 cartas recibidas de 26 países.

Intenciones del papa para el mes de marzo

Universal: Para que las familias en dificultad reciban los apo-yos necesarios y los niños puedan crecer en ambientes sa-nos y serenos.

Por la Evangelización: Que los cristianos discriminados o perseguidos a causa de su fe, se mantengan firmes en las pruebas guardando la fidelidad al Evangelio, gracias a la ora-ción incesante de toda la Iglesia.

Asuntosde familia

4Viernes

19Sábado

15Martes

20Domingo

24Jueves

25Viernes

27Domingo

3434

FER: En el año 1910, en la Parroquia de San Pedro, en Huelva, el beato Manuel González funda la Obra de las Tres Marías para los Sagrarios-Calvarios, primera rama de la Familia Eucarística ReparadoraEn el año 1935, celebró las Bodas de Plata de la Obra en Madrid, durante el período de destierro de la Diócesis de Málaga, de la que aún era Obispo

Iglesia: El papa celebra un Consistorio para algunas Causas de Canonización

Iglesia: Solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María

Iglesia: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. XXXI Jornada Mundial de la Juventud.Lema: «Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7)

Iglesia: Jueves Santo: Institución de la Eucaristía y del Orden sacerdotal

Iglesia: Viernes Santo: Oración y Colecta por Tierra Santa

Iglesia: Solemnidad de Pascua de Resurrección

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Vaticano , 4 de marzo de 2016:Aprobación del Decreto sobre un milagro atribuido

al beato Manuel González García

Huelva , 4 de marzo de 1910:Fundación de la Obra de las Tres Marías