Superar La Perdida de Un Hijo

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SUPERAR LA PERDIDA DE UN HIJO: Nunca se está preparado para afrontar la pérdida de un ser querido, pero entre todas las muertes cercanas la más imprevisible y desgarradora es la muerte de un hijo. Para los padres resulta una de las experiencias más difíciles de la vida. Se encuentran desesperados, perdidos en un profundo desconsuelo y sin ganas ni energía para seguir viviendo. La única forma de encontrar con el tiempo un nuevo sentido a la existencia, de renacer, pasa por no rehuir el dolor, vivirlo intensamente y dejar fluir las emociones y los sentimientos. Nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, como si morirse fuese algo ajeno, algo que no tuviera nada que ver con nosotros. Si alguien intenta hablar de sus inquietudes al respecto es fácil que se le considere raro, morboso, o en cualquier caso inoportuno. Esta tendencia social a eludir todo lo referente a la muerte, intentado quizá liberarse de ella, deja a menudo muy solas a las personas que viven una situación de duelo. Este tabú, si cabe, es mucho más extremo cuando se trata de la muerte de una persona joven, de un adolescente o de un niño. Por eso los padres se encuentran inmensamente perdidos. Son pocas las personas que saben qué decir y qué hacer para aliviar el dolor propio y ajeno. La familia y los amigos pueden ayudar mucho a las familias que se les ha muerto un hijo si están a su lado dispuestos a escuchar sus sentimientos. Agradecen mucho tener a alguien con quien hablar, sobre todo si la persona conocía bien a su hijo y es posible compartir anécdotas y recuerdos. Ayudar a alguien en duelo consiste en no hacer como si nada hubiese ocurrido, en impedir que el otro exprese lo que siente, por muy doloroso que sea oírlo. Es necesario aceptar su sufrimiento, su tristeza, su añoranza, su ira y acompañarlos en silencio hasta que renazcan.

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SUPERAR LA PERDIDA DE UN HIJO:

Nunca se está preparado para afrontar la pérdida de un ser querido, pero entre todas las muertes cercanas la más imprevisible y desgarradora es la muerte de un hijo. Para los padres resulta una de las experiencias más difíciles de la vida. Se encuentran desesperados, perdidos en un profundo desconsuelo y sin ganas ni energía para seguir viviendo. La única forma de encontrar con el tiempo un nuevo sentido a la existencia, de renacer, pasa por no rehuir el dolor, vivirlo intensamente y dejar fluir las emociones y los sentimientos.

Nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, como si morirse fuese algo ajeno, algo que no tuviera nada que ver con nosotros. Si alguien intenta hablar de sus inquietudes al respecto es fácil que se le considere raro, morboso, o en cualquier caso inoportuno. Esta tendencia social a eludir todo lo referente a la muerte, intentado quizá liberarse de ella, deja a menudo muy solas a las personas que viven una situación de duelo. Este tabú, si cabe, es mucho más extremo cuando se trata de la muerte de una persona joven, de un adolescente o de un niño. Por eso los padres se encuentran inmensamente perdidos. Son pocas las personas que saben qué decir y qué hacer para aliviar el dolor propio y ajeno.

La familia y los amigos pueden ayudar mucho a las familias que se les ha muerto un hijo si están a su lado dispuestos a escuchar sus sentimientos. Agradecen mucho tener a alguien con quien hablar, sobre todo si la persona conocía bien a su hijo y es posible compartir anécdotas y recuerdos. Ayudar a alguien en duelo consiste en no hacer como si nada hubiese ocurrido, en impedir que el otro exprese lo que siente, por muy doloroso que sea oírlo. Es necesario aceptar su sufrimiento, su tristeza, su añoranza, su ira y acompañarlos en silencio hasta que renazcan.

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REFLEXIÓN PARA PADRES EN DUELO

Somos mucho más que un cuerpo... Dios nos ha regalado un sin fin de dones y entre estos están los sentimientos. Cuando nos toca pasar por ciertas experiencias la muerte de un hijo/a, negarla causa más dolor, ya que día tras día se revive lo que se sintió al principio. No podemos ver la muerte como un fracaso, recuérdalo. Todos morimos, la muerte forma parte del proceso de la vida. Nuestro hijo no hubiese deseado vernos llorar y sufrir de por vida.

Pero también es cierto que:

Cuando Muere un hijo o un ser muy querido, el proceso de aflicción dura como mínimo un año. Por lo tanto tómate ese tiempo. Habrán momentos muy difíciles y dolorosos que se deberán enfrentar como son los días de fiesta, el aniversario de la muerte, el cumpleaños, navidad, vacaciones y tantas otras actividades que se compartían en familia, de manera que sé muy cariñoso y paciente contigo mismo y date permiso para afligirte y llorar. No hay ninguna norma para hacerlo y no te la impongas.

También es normal que nos dé mucha rabia el ver morir un hijo, vemos como de una forma injusta e inoportuna, se le arrebatan los sueños a nuestro ser amado y a nosotros sus padres también, ya no hay ninguna promesa que falte por cumplir, ni sueños por realizar con nuestro hijo.

Es por eso que el amor y la dedicación que nosotros mismos nos demos y permitamos que nos den será una de las claves en elaborar un duelo sano. Aunque tengamos un diplomado de Duelo o de Tanatología, nunca pensamos que algo así nos sucedería. Hacemos muchos esfuerzos para sacar un hijo adelante, verlo crecer, correr, ir al colegio, liceo entre otras cosas y ver nuestro sueño truncado de esta manera nos resulta insoportable, increíble, inaceptable y nos rebasa la impotencia. Es por eso que se hace necesario dar salida a todo ese caudal de sentimientos y emociones expresándolos cuando se haga necesario.

Permítete llorar y decirte "No es justo" o lo que sea que sientas déjalo salir, ya que de lo contrario le crearás problemas a tú cuerpo. Cuida de ti mismo todo lo mejor posible, sé por experiencia que no es fácil, pero a mediano plazo verás los resultados.