Suplemento de Humor y Ciencia Ficción Nº1 (abril de 1979)

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Una de las publicaciones precursoras de El péndulo. Bajar PDF en http://revistaelpendulo.blogspot.com/2011/02/revista-el-pendulo-n1-primera-epoca.html

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Gaslón. recuerda que es para el carnel de conductor nomás!

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CONTENDOPortada: RAUL FORTlN

4 GRONOONA WHITE: Rob Scanner

44 DAMON KNIGHT: Babel 11

JULIO 1979

Suplemento de HUM (R)HUMOR REGISTRADO N- 4Editado por Edictones de la Urraca S. A. Avda. de Mayo 1324, 1° Piso, O,. 21Buenos J'!ires. Argentina. Registro t:lacional de la Propiedad Intelectual N"1425300Prohibida su Reproducción total o parcialDerechos Reservados. Distribuidores en Extenor e Interior: Cielosur Editora SACI.Casilla de Correo 4504, en Capital Federal: Machi y Cia, SRl. Carlos Calvo2426. Buenos Aires.Dirección: Andrés Cascioli.

Coordinación General: Nora Grinberg

Gerente Administrativo: Raúl Vareta

Director de Ventas: Rubén Alpellani

Director Comercial: Ricardo Ponal

TrAfico: Alejandro Aiello

Laboratorio: Gustavo Peralta - Alejsndro Blanco

ArmlJdo: FabiAn di Matteo

Redscción: Tomás Sanz . Aquiles Fabregat

Producción gráfica: Carlos Albeno ~rez Larrea

Diseño: Sergio P6r.z Fern~ndez

Dirección /iterads: Marcial Souto

Dirección: Andres Cascioli

Corrección: Viviana Alvarez - Eduardo Mileo

78 EL PENDULO

9 LOSAUTORES

76 MARIO LEVRERO: Ese liquido verde

cuando el humor da que pensar

73 EL VIO E. GANDOLFO: En la barberia

58 HARRY HARRISON: iNo yo. no Amos Cabot!

70 ARRIOLA-LlMA: Baby H.P.

16 TRILLO-ALTUNA: Las puertitas del Sr. López

80 Contratapa

10 PABLO CAPANNA: Robert Sheckléy:

36 PEIROU-GRONOONA WHITE: La fiesta.

40 CIURCA: Los inmortales

televisi6n más grande de la tierra28 GULS: Los picapiedras

22 J. G. BALLARD: El espectáculo de

42 JAIME Y LEA PONlACHIK: Cinco Tiempos

30 JOHN SLADEK: El secreto del viejo flan

20 FABREGAT-SANZ: Un invasor menos

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Roe SCANNER, Es uno de loshijos predilectos del autor: un personaje

conmovedor, a pesar de su corazón decomputadora y su envoltura metálica. Como

bien lo aclara G rondona White, "una persona".Pero esta persona actúa en un

medio remotamente futuro. El espécimenhumano ya no existe y de sus obras quedan

pocos rastros.

RODSCANNERenuMonique L'Unique"

por Alfredo Grondona White

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MECHAIN/-­~.EWELO

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POBlD ooponnoMilI! IDaLII:euDdo el hllllordaqll pluar.

El Instituto de ArteContemporáneo de landresorganizó en 1975 un ciclo deconferencias sobre ciencia ficción,

i:ne~~li:~J'~r~~~~bEd:::dYg~a5Bono y Alvin Tóffier junto conescritores de la importancia deUnula K.le Guin, Thomas Discho Harry Harrison.La imprevista ausencia de PhilipK. Dick hizo que se invitara aocupar la cátedra a RobeetShecldey, reconocido como uno delos genuinos humoristas de laciencia ficción.

~~I~~I:~r:eh~~I~d~6u~~Ci~~~~nquepúblico, cuando tuvo quereemplazar a otro escritor ausente,con lo cual cTela "estar iniciandouna nueva y promisoria carreracomo conferencista suplente",Pidiendo disculpas por sutartamudez ("me asusta hablarante audiencias de una persona omás; hasta tartamudeo cuandohablo conmigo mismo") yconsiderando que en un pais comoInglaterra, donde todos losoxfordianos tartamudean, esopuede llegar a ser un signo deinteligencia, Sheckley, que habíasido invitado como humorista, dijocosas muy serias sobre el puestodel hombre en el cosmos, el valorde la ciencia y el sentido delMisterio, que deben haberdesconcertado a más de un oyente."EsLoy asombrado", dijoSheckley, "con lo que le ocurrió ala cienCIa ficci6n en los últimosaños. Se ha convertido en uncampo altamente académico, y losescritores que la cultivan sontratados con un respeto que yo,uno de sus pares, no puedo meno'

1:u::~~r.:;aP.~~~ft~~~~~r~fantástica popular que escribianShecl<ley y sus col.s hace unasd6cada" es ahora dIsecada en lasaulas universitarias y el mundoacad~mico se asoma a ellabuscando profundidades quequizás sus ingenuos autores jam'ssospecharon.

Como humorista copsecuente,Sheckley se reserva el derecbo dehablar seriamente, pero !IC resiste aser tomado en serio cuando no lodesea.El nombre de Sheckley siempreacude a la memoria cuando sehabla de humor en la ciencia

~c~ii~~~ ~:;~:'?rr~~~~~ri:!~~~ry loddine como "un escritor serio, queincursiona en la comicidad".Quilás pueda decirse que, comomuchos escritores satíricosgenuinos. es ante todo unmoralista que emplea los recursosde lo maravilloso seudocientífico.tooo d arsenal de la cJ. paratscribir apólogos y moralidadessobre: su mundo actual, Gue esnuestro mundo: pero su sonrisa noes cínica. aunque tenga un regustode umurgura, a veces.Dumon Knighl lo calificó como elpos.;:cdor de "un .loque único paraInventar civililaclones absurdas,un estilo limpio y homogéneo, yuna vena sarírica que es aguda sinser amarga".

Roben Shecklcy .icne hoycincuenta y un años. y escribedesde los veinticuatro. aci6 enNueva York y vivi6 en New Jerseyhasta hacer su servicio militar enCorea, con las fuerzas de la UN(1946-48). Comenzó a escribir en1951. no sin antes haber tenido losvariados empleos que acostumbrantener los escritoresnorteamericanos. Escritorprofesional y gran viajero,concluyó por radicarse en Ibiza(Islas Baleares), donde vive en unacasa de dos siglos de antigüedad,sin televisión ni teléfono, con sietecuartos y tan sólo dos ventanas.Por eso es que puede decir que hoyle resulta dificil pensar en el futuro.puesto que está viviendo en unrincón del pasado:

"Por cuanto se ~fiere al futuro,Ibiza está fuera de tI. Si lacivilización occidental cayera,reci6n- k> sabríamos tres diasdespllts, cuando llega la revistaTimr. .. Cuando yo vivÍa en

Nueva York, soUa lener unmontón de ideas sobre el futuro.Esencialmente, el futuro era unlugar sambdo, atestado, ruidoso,peligroso, inestable, ilógico,estimulante, y sujeto a cambiosrepentinos, tal como Nueva YorkPero ahora vivo en Ibiza, donde II!cosas vienen ocurriendo casi COD elmismo ritmo y estilo desde quedesembarcaron los primerosturistas romanos:'En su refugio de las Baleares,Sheckley escribe y lee mucho, enopeci<J1 filosafi;.!, c.:on lo cualulimt.:nta un viejo hábitomeditativo que se manifiesta aúnen su~ cuentos aparentemente mAa.intrascendentes.Se explica así la evolución de sutemática q UC, dejando atrb laingeniosidad cientificista. ha idointernándose: cada vez m's en elterreno de la especulación y lafantasía, a menudo delirante y sinlímites.

Aquello que solia imaginarSheckley "cuando vivía en NcwYork" es bastante conocido paranosotros, pues a esa épocapertenece la mayor parte de lostextos que han sido traducidos(generalmente mal) al castellano.Sheckley ha escrito ocho novelas yotras tantas recopilaciones decuentos, aunque su fuerte está en elcuento corto, el cual por otra parte·es uno de los bastiones de la cienciaficción tradicional.Muchos de los cuentos de esaépoca ya eran conocidos por elpúblico argentino a tr.vés de larecordada revista Más Alld. que 101publitaba casi simultáneamentec':'" (jalaxy; los volvemos a

~~c~7:r(~;~:~Lb/ehands. 1954), CiudadDno th/ ..ppcitJ(Ci/iz." in sp"et. 1955),Pengrinacion Q la Tierra(Pi/grimage lO Earth. 1957),Paraíso 11 (NotiollS: unlimited.1960). la obra más reciente deSheckley traducida a nuestroidioma es Dimensi6n de millJ,f'Os(DimellSion 01 mirades. 1968), a la

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cual, hasla la recha, han seguidocuatro libros más.Fuera del campo de la c.f. (dondeademás se ~ conocen dosseudónimos: Fino O'Oonncvan yPhillips Barbee) Sheckley se las haingemado para cultivar otrosgéneros, como la novela deespionaje. En las colecciones hastaahora traducidas al castellano,(ambién se pueden encontraralgunos cuentos de terror noexentos de originalidad, comoMiedo en /0 noche, Cómo criar ungrifo o El aliar.Sin duda, el mundo futuro queimaginaba Sheckley en la décadadel '50, concebido como una farsaen torno a los temas delconsumismo o la superpoblaci6n,al cabo de veinticinco años parecehaber sido alcanzado por larealidad, más acelerada de lo quelos "rantasistas" -como quieredefinirse Sheckley- puedenImaginar. Si hace veinticinco añosresultaba divertido leer El costo dela vida. donde un consumidorempeña el sueldo de toda su vida yaun el de su hijo para comprar elúltimo artefacto del hogar, lacomputadora familiar, esos sonhoy los valores de cualquiersociedad de consumo avanzada,imperturbable pese a las crisisenergéticas, de modo que el cuentosuena hoy como una pálida ironia,casi un tema de actualidad.Gracias a Dios, no hemos llegadoaún a las situaciones de La trampahumana. una Nueva York endecadencia y en poder de losdelincuentes, donde se dispara amansalva por una simple sospecha;lUí se organiza anualmente una:;:arrera de obstáculos a través delos barrrios cuyo premio mayor esun acre de tterra polvorienta yescarpada en un sitio remoto,envidiada por cuantos aspiran iltener una casa propia.

~e~~¿ad~sl~lt~o~~~ ~1:S:~t:Civiliza/ion (1960): Sheckleyimagina una sociedad decriminales, que rinde culto al Mal,y para pintarla con colores fuertes

habla de aborlO legalizado ypornografia libre: en esta materia,las sociedades "avanzadas" ya hanido bastante más lejos...En su conferencia de Londres,Sheckley sostiene que' "ya notenemos misterio. Nueslfo magrosustituto es la religión del Hombreaquí sobre la Tierra. Entendemosmuy bien nuestros deberes éticos,creemos en ellos y tratamos deseguirlos. Pero siempre nos quedaWla tristeza secreta, saber quehemos nacido para la búsqueda. quenuestra esencia es incognoscible.que somos planta y lantQsmo.criaturas de dinu!nsionesdesconocidas".Frente al misterio de la existenciaque nos rodea y que nosempeñamos en no ver, suelen darsedos actitudes opuestas: la magia,que consiste en encerrar el misterioen ciertos objetos, negando todo lodemás y haciéndose la ilusión deposeerlo, y la ciencia. que seabstiene de'considerarlo, alegandoque no es operativo ni práctico.Sheckley no hace ningunaconcesión 8 la magia, lo cualquizás no le asegure demasiadapopularidad en el mundo deadivinación y QCultismo en quevivimos. Por el contrario, toma lostemas tradicionales de la brujería yla magia para neutralizar susolemnidad mezclándolos con lasrealidades más pedestres: en LDIdeseos del ny. hay un demonio que

es funcionario público y graduadode la TecnológIca.Sin duda, lo más logrado esl4 enuna joyita que lleva por titulo Elcontador.. trata de una familia dehonrados hechiceros y vampiros,que aspiran a que su hijo siga unaprofeSión "tradicional", mientrasel joven díscolo se empeña en sercontador público. En el ,olpo deefecto final, cuando mediante laexhibición de planillas de réditos yLibros Mayores logra conjurar aun poderoso demonio, la familiaentera se convence de que "siendocontador podrá tener un poderma'éfico sobre los hombres mayorque el que dan todas las artesocultas...,.¿Y qué pensar de la ciencia?En un párrafo de su clásico libro decritica de ciencia ficción, In search01 wonder. Dama" Knightreprochaba a Sheckley (tantocomo a Bmdbury y Matheson) serpoco cuidadoso respecto de laciencia e incurrir en situacionespoco convincentes desde el puntode vista de la lógica y la fíSica; ellibro de Knighl es de 1956. y porese entonces muchos habríamosestado de acuerdo con él. Después,el género siguiÓ creciendo, sefueron borrando sus limitesescolásticos y lentamente comenzÓa sumergirse en lo que se llama"literatura" a secas. Hoy, este tipode reproches estarían fuera delugar, y mucho más tratándose deun humorista.Por su 'parte, Sheckley tiene supropia opinión de la ciencia: "Yodefiniría al científico como unanimal productor dedescubrimientos, que se desprendede sus productos con la mismanaturalidad y despreocupación conque la gallina produce huevos. Aligual que la gallina, el científico esindiferente al uso que se le da a susproductos. Por lo general, loscientíficos no estlin a favor de lasbombas atómicas, y es de presumirque a las gallinas les disgusten laslortillas; pero ambos son realistas yse manejan con las condiciones queencuentran."

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lJel mismo mooo que ridiculiza ala magia, Shocldey lO ompeila onmOltrar el fracaso de lateenoloaia. tanto ,-=uando ésta •inlenta resolver problemashumanos como cuando produceconsecuencias no deseadas.Casi siempre se trata de máquinashechas para relovar al hombre dosus responsabilidad.. y quoterminan.metiéndolo endificultados mayores. Un bolO'salvavidas autómata que somete asus tripulantes a sus propiasrantaslas programadas, y paraprologorlos los pone en peligro (ElmotÚl del bote salva,idas); unaescafandra perfecta, que terminasirviendo tan s610 para alimentaruna fogata (Tierra, ain. agua yjúego); un escudo deinvulnerabilidad que se convierteen trampa mortal (Primer modelo);una "máquina de satisfacerdeseos" que desarrolla criteriosestéticos propios; un aparatoutilísimo, pero imposible de pararuna vez puesto en marcha (La llavelaxiana).Aquí no se trata tan s610 delclásico "complejo deFrankcnslcin" que -solía enturbiarlas relaciones entre las máquinas ylos escritores; es algo másprofundo, como unareivindicaci6n de la libertad y ladecisión humanas frente alpaternalismo técnico, que pretendeevitar el mal quitándole al hombrela posiblidad de elección.A veces, la actitud es máspesimista. ¿Cómo habrán de leerlos ecologistas un cuento como Lamontaña sin nomb~. escrito haceveintitrés anos, que sostiene lisa yllanamente que la Naturaleza se hacansado del hombre, ese molestoinsecto presuntuoso que pretendevejarla y someterla cubriendola deautopistas, moteles yestacionamientos, y se lo sacude dt'encima mediante unos pocosismos...1

Entre los escritoresnorteamericanos, estapreocupación por la libertad seenlaza con el mito de la Frontera ysus valores de individualismo, vidasimple y entereza. Los héroes deSheckley huyen al espacio comosus antepasados iban hacia elOeste, en busca de un lugar dondesea posible vivir libremente, sinque el Estado se inmiscuya en susasuntos.

E! más célobre de estos Eldorado.es el planeta Tranai. con suabsurda sociedad anarquista. quenad,e quiere gobernar. donde lasmaqulnas sirven para canalizar laagresividad y existe una aparente

sumíslOll &emanoa que es enrealidad un matriarcado (Uft ptUtlfta Tr,,,,ai). Kingaley Amls haquerido ver aquf una utop(a,aunque no creo que el autorcomparta su criterio, pues suprotagonista la abandonaprecipitadamente.En el cuento Civdadano del esp«io,01 héroe logra al fin liberarse delopresivo control del Estadoyéndose a un planeta virgen yconvenciendo a los espías einspectores que se queden con él.fn Problemas con 10$ natillOS: no

'tIene más remedio que hacerse

roas~~6iz~dt~~:rí:~:~a~~~~~.En La mañana siguiente, hay todoun plan secreto para sacudir lapereza de una sociedad estancada yreclutar pioneros potenciales,poniéndolos a prueba ensituaciones de peligro. La pacUicacolonia de pionero'i deAutorización para delinquir sesiente obligada a reimplantar elcrimen en cuanto vuelve a entraren contacto con la Tierra, peronadie se siente dispuesto a sercriminal.Sheckley también ha imaginado lasituación inversa: una r:.tza deextraterrestres dotados de cuerposproteicos, que pueden adoptarcualquier forma posible pero estánobligados a mantenerse dentro depautas estrictas, y al llegar a laTierra descubren la libertad de serpájaro o nube (Forma).Algunas de las parábolas deSheckley giran en torno delenvilecimiento del amor por latécnica. En dos oportunidades,imagina empresas comerciales queofrecen ya no sexo, que siempre fueobjeto de compraventa, sino amory romance. En Peregrinación a laTierra, de nuevo tenemos unpionero venido de la fronteraprimitiva que llega a la Tierra eIOgenuamente cae presa de unacompanía que vende amorgenuino, inducidoelectrónicamente. En La armadurade paño gris, la empresa Amor yCia. vende auténticos romancespasionales telegulados, con unapuntador a transistores quesugiere encuentros "casuales" yapasionados diálogos. Lamoraleja puede encontrarse en Elidioma del amor donde un filósofo,preocupado por el desgaste y eladocenamiento del lenguajesentimental, viaja hasta un remotoplaneta para estudiar un complejolen-guaje amoroso; cuando regresa,s610 atina a emplear las frases másbanales, que según ha descubiertoson las más precisas.

Patociora que para Sheckley laviolencia y 01 malfu~ran parto do lacondici6n humana. y todatentativa de controlarlas mediantealguna receta téatica terminar. enel fracaso. Este pesimismo ya .motivó las objeciones de Knight alfinal de Peregrinación a la Tierra.cuyo protagonista se desahola enun barracón de feria dondepractica puntería sobre mujera decarne y hueso.El tema esta en El pájaro vigÍD. UDrobot concebido para evitar elcrimen, que termina por impedir lavida orgánica, pues ésta se basa encadenas alimenticias, una forma deviolencia. R~parece másdesarrollado en la novelaDimensión de milagros, donde sedice que cada especie tiene suDevorador, símbolo de la muerte.Pero es en La s;pti~ víclima.quizás la obra más conocida deSheckley, donde más claramentesubrayada aparece estainevitabilidad de la violencia:consiste en la parad6jicainstitucionalización del crimen,concebida para acabar con Jasguerras, que conduce a unasociedad de víctimas yperseguidores, ya insinuada en lanovela Tite Slalus Civi/izalfon.Este cuento dio lugar a una versi6ncinematográfica dirigida por ElioPetri, bastante más pop que elsobrio original ya desde el título,que elevaba a diez el número devíctimas (La decima vitlima, 1965).

Sheckley, luego de vender losderechos para la película, sedesinteresó por ella, hasta que undía entró a un cine donde laexhibían y la descubrió. Reciénenlonces escribió la novela delmismo título (The Tenth Victim.1966) sobre la base del guión.

Pese a todo, este pesimismo de laviolencia no tiene equivalente entoda una serie de cuentos deSheckley que tienen por tema losoontaclos con extraterrestres.No hay ninguna "superioridad delHombre" sobre las especiesextranas, que a menudo sepresentan como primitivosmdígenas dedicados a la caza o laagricultura.Como suele ocurrir en loda la c.f.de tradición humanista. hayreconocimiento de las 'distancias ylas diferencias, y explicaciónplausible de las conductasaparentemente "salvajes" eirracionales. Aquí, por suerte, nojuegan los valores de la Frontera, '1Custer cede el paso a Malinowskl.

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En Todas las CDStU fllt! sois. ellector se convence de que lo.terráqueos pueden serdefinidamente desagradables,sucios y torpes y llegar a sertolerados sólo a duras penas. EnLos motUl""'l Yen RilJJQ/. lasconductas más aberrantes de losnativos frente a lOs exploradorestienen una explicación aceptable, oaj)cnas resultan análogas a laestupidez humana. Los monstruosdd espaáo de Caza dificil serevelan al cabo como nada másque una pandilla de boy $Coutscxtralcrrestes...

Los cuentos No toca' yA/i~ntos y~nenos fueron un género aparte,que Amis califica de "enigmacómico"; ambos muestran ladificultad de comprender unasituación aparentemente obviapero totalmente incomprensiblecuando están involucradas formasde vida y pensamiento enteramentediferentes.En ¿ Podemos charlar un ralo! latentativa de los terrestres deapoderarse por mediosfraudulentos de un planeta"atrasado" fracasa ante laimposibilidad de entender unlenguaje que va cambiandoconstantemente de gramática yvocabulario.Otro tema antropológico, elprejuicio racial, recibe untralamiento sorprendente en elcuento Resistencia. Todo gira entorno a las actitudes de ciertoJimmy Forbes, procedente de lasmontañas de Georgia, una tierra

~~~g~~~~~<c~'sm~on;~'::~~~:ycualquier similitud con otrosproductores de manies de Georgiaes pura ciencia ficción, pues elcuento tiene ya más de vc:inte años.El relato acumula ironfa trasironía, pues los sureños de Georgiason una rareza antropológica en elfuturo, que ha sido estudiada afondo por antropólogos de Fiji ySamoa, retribuyendo favores a lasciencias sociales norteamericanas.El prejuicio racial es demolido aquíusando las poderosas armas delhumor, pues los sureños (que

fl~~anle~.~;ah::Je:~r:r;:~¿Uissentimientos de culpa luego queuna bomba atómica acabó contodos los ne,ros de su estado, yaman instintlvalJ1ente a cualquierraza o cspecM: distinta de ellos. Así,les encanta convivir con negros,chinos y marcianos, pero nosoportan a sus propios paisanos. Elconmcto se resuelve cuando uno delos georgianos en 'Cuestión

demuestra lener a1~ golal desangre cherokee, lo cuallc permiteser aceptado Dar el otro.

Indudablemente, podemoscoincidir con Knight cuando diceque Shecklcy no es un escritor':cientlfico" sino un fabulador; el

por eso mismo que no vacila enusar temas y situacionesuadicionalcs en los cuentos[olkló,icos. Basla reparar en queAlgo por nada no es más que unaversión del viejo cuento de los TresDeseos. mientras quc Viaje deplauT (Mi/k nm) reedila elproblema básico del campesinoque debe cruzar en un mismo boteal lobo, la cabra y las coles.Hay, en fin, una innegabledimensión filosófica en Shcckley,que asoma tras el humor y a vecesse manifiec;ta abiertamente.

.5heckler posee una ciertainclinaCión hacia el solipsismo, quelo vincula con ese gran idealista dela ciencia ficci6n que es Philip K.Dick. El solipsismo parte de lasospecha de que el ,mundo eXleriorno es más que una i1usi6n, y s610exisle la menle pensante; es una

~ebi~~~c~~ue~~;,n::~~~es~~~~~:1poetas, desde los chinos hastaTennyson y Borges.

En el cuento de Sheckley La voz. larealidad se va desvaneciendoprogresivamen te hasta que elpersonaje se queda sólo en la Naday descubre que la voz que lesusurraba pensamientos escépticosera la suya propia. En Mundosueno. esta sospecha se acentúa yhace que el protagonisladesemboque en la locura; concluyesaliendo del manicomio, "curado"pero no convencido.Otra constante en los cuentos deShcckley es cierla visi6n de larealidad subyacente, la idea de unCaos primordial frente al cual lavida y la inteligencia 5610consiguen mantenerseprecariamente, que aparece enInmunidad diplomática y en Elhombre afectado.

Recortándose sobre este Caos, elmundo aparece como una obra deingenierícr defectuosa, creada porciertos demiurgos o semidioscsimperfectos. Un cuento escrito amediados de la década del ·SO. Elhombr~ afectado. se basa en lasupuesta correspondencia delcontratista que ha construido la

~a~~~alía~d:'~ie:~~=:"yrf::"'ctdvicisitudes de un hombreimplicado en una de éstas pasan asegundo plano. También en El

movrmlelflO H delfflle.JlfG tIItdtJndD.se~rala del último hombre sobre laTierra, quien adquiere el poder demodelar la materia según IUSdcIeos y, coDvertido uf cademiurao, lIC crea una compailicn.Poro es en la noyela Di_14ft d.Milagl'O.f. escrita diez ados máslarde que El /wmb,. aftcuuJo.donde esla idea se deaplicga en unabarroca sucesión de humoradas.La novela es de 1968, Yen ciertamedida se anticipa a los hennanosStrugalski y a lo más reciente deLem. Ya no hay ninauRapretensión de ser cM:ntificamcnteplausible. los constructores de laTiernl y de las galaxias fabricanátomos y arrancan las estrellasdefectuosas del cielo subiéndose auna escalera, como solía hacerloMa ry Poppins, y se disculpan delas imperfecciones de nuestromundo atribuyéndolas a su bajopresupuesto.Siendo Shockley sobre todo uncuentista, la novela se disgrega unpoco en capítulos estancos, cadauno de los cuales, sin embar~o, esuna joyita de humor: la SOCiedadde dinosaurios que se queja delhacin:.tmienlo y los problemas detránsito, la ciudad sobreprotectoraque pretende cuidar al máximo elbienestar de sus habitantes yprovoca su éxodo, un mundodonde sólo se habla con sloaans depropaganda y otro donde revivenlos astros de Hollywood.

Las cuestiones metalisicas más:.t bstraclas, como el origt:n delmundo o el sentido del ordencósmico aparecen a~uí en un

~iaj~e~\oc:~~;~sd~· 1; ó~Y~~rao~~::recibir un premio de 10lería y seencuentra condcn:.tdo a un destinoerrático. sin poder volver a sumundo. Las fronleras precariasentre ciencia ficción y fantasíahan sido definilivamente rebasadasy ya no se pide al lector credulidadalguna, sino simplemente unhumor iOlcligente.

Me reservo para el final un tCAloquc. habría que recomendar a lascátedras de filosofia, y donde elhumorista Shcckley se pone muyserio, casi solemne. Es el cuentoP"P"tDS ingenuas. donde unaEsfinge cósmica está preparada

~r:~~t~;~~;:SP:fuu~~:e~lespero nadM: recibe respuesta porque"para poder formular la preguntahay'que saber la mayor pane de larespuesta". Esto, sin duda, es algoque d. que pensar.

Pablo Capanna

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El fragmento que sigue perte­nece a Dimensión de mila­gros, una novela de Sheckleyque Sudamericana publicarápróximamente en su colecciónN ebulae. En esa novela Tho­mas Carmody, un oscuro ofi­cinista, es visitado en su casapor un mensajero que lo llevaal centro de la galaxia poroentregarle un premio que haganado en una especie de lote­ría cósmica. En el Centro Ga­láctico reciben a Carmody deesta manera:

- y así, una vez más-dijo el oscuro indivi-duo-, el criminal ha es­capado hacia su propiacondena. i Míreme usted,Carmody' Soy su verdu­go. Ahora deberá pagartanto por sus crímenescontra la humanidad' co­mo contra usted mismo.Pero déjeme aclararleque esta ejecución esprovisoria y no lleva im­plícita el valor de un jui­cio.

El verdugo dejó desli­zar una navaja fuera desu manga. Carmody tra­gó saliva, apenas podíaarticular palabra.

-¡Espere un momen­to! -gritó-o No he ve­nido aquí para ser ejecu­tado.

-Lo sé, lo sé -dijo elverdugo tratando deaplacarlo, mientras mi­raba el filo de la navajacontra la vena yugularde Carmody-. ¿Quéotra cosa podría usteddecir?

-¡Pero es cierto!-chilló Carmody-. Hevenido aquí a retirar unPremio.

-¿Qué cosa? -pre­guntó el verdugo.

-Un Premio, malditosea, un Premio. ¡Me dije­ron que había ganado un~remio! Puede pregun­tarle al Mensajero, él metrajo hasta aquí para re­cibir el premio.

El verdugo lo observóy desvió la mirada tími­damente. Oprimió unbotón en un conmutadorque esta ba cerca. De in­mediato, las cintas deacero que apretaban aCarmody se convirtieronen gallardetes de papel;la vestimenta negra delverdugo se transformóen blanca. La navaja setransmutó en estilográfi­ca. Una verruga apare­ció en el lugar de la cica­triz.

-Está bien -dijo sindar muestras de arrepen­timiento-. Les advertíque no combinaran elDepartamento de Crí­menes Menores con laOficina de la Lotería; pe­ro no, no me escucha­ron. Bien merecido ten­drían que lo hubiera ma­tado. Bonito lío habría si­do, ¿eh?

-Habría sido un lío

para mí -dijo Car­mody, tembloroso.

-Bien, de qué valellorar ahora sobre sangreno derramada -dijo elempleado de premios-.Si tomáramos en consi­deración todas las posi­bilidades, muy prontonos quedaríamos sin po­sibilidades por conside­rar... ¿Qué dije? Ah, noimporta. La sintaxis escorrecta aunque las pala­bras sean equivocadas.Por aquí debo tener supremio.

Apretó un botón délconmutador. De inme­diato, un enorme escrito­rio desordenado se hizovisible en la habitación;estaba suspendido aunos cuarenta centíme­tros del suelo, pero luegocayó con un ruido ensor­decedor. El empleadoabría los cajones, de losque empezó a arrojar pa­peles, bocadillos, cintasde carbón, tarjetas de ar­chivo y restos de lápices.

-Bueno, tiene que es­tar aquí, por alguna par­te -dijo en un tono deinci pien te desesperación.Oprimió otro botón delconmutador y el escrito­rio desapareció juntocon el conmutador.

-¡Maldito sea! Estoyhecho un manojo de ner­vios -dijo el empleado.

Levantó una mano enel aire y estrujó algo. Alparecer, se trataba de unbotón que no correspon­día porque inmedIata­mente el empleado desa­pareció con un grito ago­nizante. Carmody quedósolo en el cuarto...

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oquILe8 FOBregoTUIIII1SOB1I110SlIustr6: SANZ

Lo descubrí de pura casualidad.Tal vez me senté a su lado porque era el

unico parroquiano. Tal vez fue porque habíados taburetes solitarios, frente al mostradordel barcito. O tal vez alguno de mis sentidosocultos me avisó que ése era el hombre.

Nos miramos. Me pareció que estabaatontado por el alcohol. Supuse que él iba ahablar primero. Y acerté.

-No se ve un alma, en esa podrida cat!e-gruñó.

-También con esta noche... -aprobé,apelan.do a toda mi originalidad.

Su brazo se estiró para depositar el vaso.Divisé claramente el signo maldito, grabadoen el gemelo de oro: la hache con tres patitascurvas. El isotipo de Ummo.

Entonces, todo era cierto. Los ummitashabían llegado. Los visitantes de Wolf·424estaban entre nosotros, bajo apariencia hu­mana. Uno se escondía en nuestro mismopueblo. Tenían razón los diarios y las revis­tas, con sus denuncias sobre hechos incom­prensibles en toda la zona.

Junto a mí, tomaba un whisky el invasorque había acabado con las investigacionesde Erika. Y también con su vida joven. Elera quién había cambiado los frascos de lu­gar provocando el accidente. Mi amiga sabíamucho sobre Ummo. y yo también. Ahora.sabía más que nunca.

La ocasión de vengar a Erika; se presenta­ba magnífica. Un boliche vacío, un barmanbastante adormilado, poca luz.

Le hice una seña al hombre de detrás delmostrador, pidiendo un café. Me acerqué

más al ummita, haciendo girar mi taburete.-¿Usted es de acá? -le pregunté.-No. Vine hace unos meses, a trabajar.-Ah.A trabajar. Como si yo no supiera a qué le

llamaba trabajar. Apoderarse de las volun­tades terrestres, eliminar a todo aquel que semetiera a investigar. Preparar el planeta pa·ra la invasión total. Ese era el trabajito. Elbarman dejó el café y desapareció tras las es­tanterías llenas de botellas. Decidí dar porterminada la tarea del invasor en este mun·do. Cambié mi paraguas para el costado de­recho y apreté disimuladamente el botón pa·ra la activación del veneno. Apoyé la puntaentre sus costillas y disparé, sin darle tiempoa la menor reacción. .

El ummita me miró, con todas las sorpre­sas del universo agolpadas en sus ojos depescado. Se desplomó antes de comprender.

-Me parece que~ un infarto -le dije albarman que se acercaba, alertado por el golpedel cuerpo al caer-o Voy a buscar un médi­co.

Salí del café, con una gratifican te sensa­ción de deber cumplido que me hinchaba lospulmones.

Un invasor menos. Una amiga vengada.Los de Wolf-424 no se la van a llevar de

arriba. Pretender la Tierra para ellos, es algotan absurdo como intolerable. No lo permi·tiremos. El tercer planeta es nuestro. Nospertenece. A mí y a todos los einisarios deGrokkk'XVIII. No vamos a dejar que se nosescape el fruto de tres millones de años detrabajo.

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JGBOLLOrDIL IIrlCT1CULO DI TILI'IIIOI

1I11111lDI DI LlTIIIIIIlustró: ANDRIUS

El descubrimiento en elaño 2001 de un eficaz sistemapara viajar en el tiempo tuvouna serie de importantesrepercusiones, pero en nadatan notorias como en elcampo de la televisión. Elúltimo cuarto del siglo veinte.ha bía sido testigo delespectacular crecimiento dela televisión a través de todoslos continentes del globo, ycada una de las enormescadenas -la Americana, laEuropea y la Afroasiática­sostenía que sus programascontaban con un billón deespectadores. Pero a pesar desus inmensos recursosfinancieros, las compañías detelevisión enfrentaban unacrónica escasez de noticias yde entretenimientos.Vietnam, la primera Guerrade la TV, había llevado a loslelevidentes toda laexcitación de lastransmisiones en vivo desdeel campo de batalla, pero lasguerras en general, ocualquier actividad digna deser noticia habían idodesapareciendo a medida quela población del mundo sededicaba casi exclusivamentea mirar TV.

El descubrimiento de losviajes a través del tiempohizo entonces su afortunadaaparición.

Liquidada la primeratormenta de pleitos porderechos de invención (unemprendedor japonés casiconsiguió registrar lahistoria; entonces el tiempofue declarado territorio"abierto") r-esultó claro que

el mayor obstáculo pararealizar viajes en el tiempono eran las leyes del universo¡¡sico sino las abultadassumas de dinero necesariaspara construir y dotar deenergía a las instalaciones.Esos safaris al pasadocostaban aproximadamenteun millón de dólares elminuto. Luego de unospocos y breves viajes paraverilicar la Crucifixión, lalirma de la Carta Magna yeldescubrimiento de lasAméricas por Colón, elEinstein' Memorial TimeCenler, en Princelon, se vioobligado a suspender lasoperaciones.

Evidentemenle sólo existíaolrq grupo en condiciones delinanciar más exploracionesal pasado: las corporacionesmundiales de lelevisión. Sus·vehementes alirmaciones dcque no habría excesos desensaciona lismoconvencieron a los jefes degobierno de que losbeneficios educativos de esasexcursiones en el tiempopesaban más que cualquierlalla de buen gusto.

Las compañías detelevisión, por su parte,vieron en el pasado unafuente inagotable y gratuitade noticias y deentretenimientos. Sepusieron de inmediato atrabajar, invirtiendo billonesde dólares, rupias, rublos.yyens en la duplicación delenorme cronotrón del CentroTemporal de Princeton.Contingentes de fisicos ymatemáticos fueron alistados

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.........para aSlsur a losproductores. Equipos decamarográfos fueronenviados a los sitiosestratégicos -Londres,Washington y Pekín- ypoco después llegaron a unmundo expectante losprimeros programas pilotos.

Esas borrosas escena., quehacían pensar endescoloridos noticiarios, dela coronación de la ReinaIsabel 11, del juramento deFranklin Oelano Roosevelt ydel funeral de Mao Tse.tungdemostraron, triunfalmente,la factibilidad de TiempoVisi ón. Luego de estesolemne acto de presentación-un gesto dirigido a loscomités de fiscalizacióngubernamental- lascompañías de televisióncomenzaron a prep~rar enserio sus programas. Entrelos espectáculos que en elinvierno del año 2002 seofrecieron a los televidentesestaban el asesinato delpresidente Kennedy ("envivo" I como lo anunció lacompañía norteamericana,con notable falta de tacto),los desembarcos del Día O yla Ba talla de Stalingrado. Alos espectadores asiáticos seles ofreció Pearl Harbour y lacaída de Corregidor.

Este énfasis en la muerte yla destrucción fue un aviso delo que vendría después. Eléxito de los programassuperó los sueños másdescabellados de losproductores. Esas fugacesImágenes de humeantescampos de batalla, con loscalcinados tanques ybarcazas, habían abierto unenorme apetito. Fueronpreparados más equipos decamarógrafos, y desplegadosejércitos de historiadoresmilitares para establecer elmomento exacto en que fuesocorrida la ciudad deBastogne y las banderas devictoria enarboladas sobre elMonte Suribachi y elRe.chstag.

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En el plazo de un año doceprogramas semanalesllevaban a tres billones detelevidentes los momentosmás importantes de laSegunda Guerra Mundial yde las décadas siguientes,transmitidos exactamentecomo habían ocurrido.Noche tras noche, en algúnlugar del mundo, John F.Kennedy era asesinado en laPlaza Daley, bombasatómicas explotaban sobre <Hiroshima y Nagasaki,Adolf Hitler se suicidaba enlas ruinas de su bunker deBerlín.

Luego de este éxito lascom pañías de televisiónfueron un poco más atrás, ala Guerra de 1914-1918, conla intención de cosechartodavía mejores ralings deaudiencia con los campos debatalla de Passchendaele y deVerdún. Pero, para sorpresade los productores, lasimágenes de ese universocubierto de barro y decápsulas fueron un tristefracaso comparadas con lasgrandes batallas tecnológicasde la Segunda GuerraMundial que en ese mismomomento transmitían loscanales de la competenciadesde las cubiertas deprotaaviones en el Mar de lasFilipinas y desde los miles debombarderos queincursionaban sobre Es en yDüsseldorf.

Una sola escena de laPrimera Guerra excitó lossaciados paladares de losespectadores: una carga decaballería por los planes delEjército Imperial Alemán.Saltando por encima de losalambres de púas en susesplérrdidas monturas, conpenachos blancos quevolaban sobre el barro, esosjinetes, armados con lanzas,llevaron a un billón depantallas de televisióncansadas de guerra la magiade los trajes y de la pompa.En un momento en el quepodría haberse tambaleado,

Tiempo Visión fue salvadopor las charreteras y lascorazas.

En seguida come!Jzaron aviajar equipos decamarógrafos al siglodiecinueve. La Primera y laSegunda guerras habíandesaparecido de la pantalla.En unos pocos meses losespectadores vieron lacoronación de la ReinaVictoria, el asesinato deLincoln yeilsitiddeiOl<Alamo.

Como culminación de esatemporada de historiainstantánea, las grandescorporaciones de TiempoVisión de Europa yNOrleamérica colaboraronen el proyecto másespectacular hasta esemomento: la transmisión envivo de la derrota de

apoleón Bonaparte en laBatalla de Waterloo.

Mien tras hacía n suspreparativos, las doscompañías descubrieron algoque habría de influirnotablemente en la historiade Tiempo Visión. Durantelas visitas a la batalla(aislados de los disparos y lafuria por las invisiblesparedes de sus cápsulastemporales) los productoresnotaron que había enrealidad menos combatientesque los descriptos por loshistoriadores de la época.Por muy grandes quehubiesen sido lasconsecuencias de la derrotade la Francia napoleónica, labatalla en sí producíaverdadera desilusión .. puesno había allí más que unospocos millares de soldadosfatigados por largasmarchas, entregados aesporádicos duelos de rifle yde artillería.

En una reunión deemergencia los jefes deprogramación discutieron elasunto: Waterloo no estaba ala altura de su reputación.Los productores volvieron avisitar el campo de batalla, yse metieron con sus cápsulas

camufladas entre la exhaustatropa. La perspectiva de losralings más bajos de lahIstoria de Tiempo Visiónparecía cada vez másinminente.

En ese punto de la crisis unanónimo ayudante deproducción apareció con unanotable idea. Antes quepermanecer impotentesdetr JS de las cámaras, lascompañías de Tiempo Visióndeberían participar, sU\lirió,aportando toda su habIlidady recursos para realzar eldrama de la batalla. Podríanvolcar más extras -es decir,mercenarios reclutados en lascomunidades agrícolas dellugar- en la refriega, ydistribuir pólvora ymunición para las armasdescargadas, y reorganizartoda la coreografía de labatalla según las indicacionesde los asesores militares deldepartamento editorial. "LaHistoria", concluía, "es sóloel primer borrador de unlibreto para televisión."

La sugerencia de rehacer lahistoria para aumentar elatractivo de los programasfue aceptada. Pertrechadoscon un pródigo caudal demonedas de oro, los agentesde las compañías detelevisión recorrieron lasllanuras de Bélgica y delnorte de Alemania,contratando a miles demercenarios (a la suma fijapara extras de Tiempo Visiónde cincuenta dólares diarios,sin distinción de rango,setenta y cinco dólares poruna parte hablada). Lacolumna de relevo delgeneral prusiano Blücher,compuesta según loshistoriadores por muchosmiles de hombres yresponsable de habervolcado deciSIvamente labatalla contra Napoleón,resultó ser una reducidatropa que no pasaba de lasdimensiones de brigada. Enunos pocos días miles deansiosos reclutas engrosaron

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el ejército, antibióticossecretamente administradosa las contaminadas reservasde agua curaron unescuadrón de caballería quesufría de carbunclo, y unabrigada de artilleríacompleta, amenazada por elti fus, fue puesta en pie conuna dosis masiva dec1oromicetina.

La Batalla de Waterloo,cuando finalmente llegó auna audiencia de más de unbillón de televidentes, fue unbrillante espectáculo quesuperó incluso la publicidadanlicipada de los dos siglosanteriores. Los miles demercenarios luchaban confuria salvaje, el fuego deartillería desgarraba el airesin pausa, olas de caballeríaalacaban y volvían a atacar.El propio Napoleón estabaaLOrado por el curso quehabían tomado losacontecimientos, y pasó losúltimos años endesconcertado exilio.

Luego del éxito deWaterloo las compañías deTiempo Visión comprobaronlas ventajas que ofrecía lapreparación del terreno.Desde entonces casi todos loshechos históricosim porta nles fueronreadaptados por losdepartamentos editoriales.Se descubrió que el ejércitode Aníbal que atravesó losAlpes disponía nada más quede seis elefantes, y le fueronagregados doscientos máspara pisotear a losasombrados romanos. Losasesinos de César eran dos, yfueron contratados otroscinco conspiradores. Losdiscursos históricos famosos,como el de Gellysburg,fueron recortados y armadosde nuevo para excitar más ala audiencia. Waterloo,mientras tanto, no fueolvidado. Para recuperar lainversión original la batallafue subalquilada aempresarios de TV menores,

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algunos de los cuales lainnaron hasta darleproporciones de Apocalipsís.Sin embargo, esosespectáculos a la manera deDe Mille, en los cualescompañías rivales aparecíanen el mismo campo debatalla arrojando extras,armas y animales, erandespreciados por losespectadores mássofisticados.

Para disgusto de lascompañías de lelevisión, ellema más fascinante de todala historia les estaba vedado.Ante la severa insistencia delas iglesias cristianas ningunode los hechos que rodeabanla vida de Cristo era llevadoa la pantalla. Por muygra ndes que fuesen losbenelicios espirituales de unatransmisión en vivo delSermón de la Montaña,existía el riesgo de que lasublime experiencia fueseopacada por los cortespublicitarios.

Ante este 'obstáculo, losprogra madores fueron másatrás en el tiempo. Paracelebrar el quinto aniversariode Tiempo Visión, iniciaronlos preparativos para unaestupenda aventuraconjunta: la huida de losisraelitas de Egipto y latravesía del Mar Rojo. Cienequipós de camarógrafos yvarios millares deproductores y técnicos seapostaron en la Península delSinaí. Dos meses a ntes de latransmisión resultó evidenteque ahora habría más de dosbandos en esta clásicaconfrontación entre losejércitos de Egipto y los hijosdel Señor. No sólo había máscamarógrafos que fuerzas deambos bandos sino que lacantidad de extras egipcioscontratados, el equipoadicional para producir olasy la represa prefabricadaconstruida para sostener lascámaras bien podían impedirdel todo la travesía de lo"s

israelitas. Sin duda, lasfuerzas del Todopoderososufrirían una severa pruebaen esa primera confrontaciónimporfarité con los ralings.

Algunos malospresentimientos de losclérigos más anticuadosaparecieron en los periódicosbajo titulares irónicos como"¿Guerra Contra el Cielo?",o "Gremio de Productoresde TV Rechaza Tregua delSinaí". A través de llldaEuropa las apuestaspronosticaban una crecienteventaja contra los israelitas.El día de la transmisión, el 10de enero de 2006, los raringsde audiencia indicaban que el98"" de los telespectadoresadultos del mundooccidental estaban anle sustelevisores.

Aparecieron las primerasimágenes en las pantallas.Allí estaban los israelitas,.1l0viéndose bajo un cielovacilante, avanzando hacialas cámaras invisiblesmontadas sobre el agua.Originalmente trescientos,los israelilas formaban ahorauna vasta multitud que 'consu equipaje se extendíakilómelros y kilómetros porel desierlo. Desorientadospor la enorme cantidad degente que acompañaba a lossoldados egipcios, los jefesisraelitas se detuvieron en laorilla, sin saber muy biencómo atravesar esacambiante masa de aguainestable. En el horizonte, loscarruajes del ejército delFaraón, con sus cortantesruedas, se acercaban a granvelocidad.

Los espectadores mirabanfascinados, muchos de ellospensando si esta vez lascompañías de televisión nohabrían ido demasiado lejos.Entonces, sin ningunaexplicación, mil millones depan tallas quedaron enblanco.

Hubo una granconfusión. En todas partes se

atoraron los conmuiadoresde teléfono. Llamadasprioritarias en el nivelintergubernamental atoraronlos relés de los satélites decom'unicach,nes, los estudiosde Tiempo Visión en Europay en América fueronasediados.

No llegaba ningunaimagen. Todos los contactoscon los camarógra fosdeSlinados en el lugar detransmisión se habíancorlado. Por fin, dos horasmás tarde, apareció unabreve escena, de aguastorrenciales que engullían losreslos de las cámaras detelevisión y de lasinstalaciones. En la orillamás cercana, las fuerzasegipcias habían emprendidoel regreso. Del otro lado delas aguas, la pequeña bandade israeliias avanzaba hacia laseguridad del Sinaí.

Lo que más sorprendió alos televidentes fue la extrañaluz que iluminaba la escena;era como si usaran, para latransmisión, alguna arcaicapero extraordinaria forma deenergía.

Desde entonces, todos losesfuerzos por retomarcontacto fracasaron. Casitodo el equipo de TiempoVisión había sido destruido,y los principales productoresy técnicos habíandesaparecido para siempre;tal vez anduviesen entre losduros peñascos del Sinaícomo una segunda tribuperdida. Poco después deeste desastre, los safaris alpasado fueron eliminados dela programación mundial deTV. Como señaló a supurificada audiencia unsacerdote aficionado alhumor irónico: "El grancanal que hay allí arriba, enel cielo, también tiene susralings."Titulo original: "The GreuleslTdcvisión Show on Earth"IA:I libro low·nying Aircraft@ J. G. Ballard 1976TrO)ducción de Marcial SoUlo

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I,

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JOhnSLOD8KIL IICBITO DIL'11.10 rLAIlIustr6: L1MURA

Agnes había deseado todo el día un bebé,así que no se sorprendió cuando miró por lapuerta de vidrio del horno y encontró uno.Envuelto en una franela limpia, el bebé dur­mió sobre el soporte de alambre mientrasella fregaba botellas sucias, preparaba rece­tas y sacaba la cuna del desván. CuandoGlen regresó del trabajo, ya ella le estabadando el primer biberón.

-¡Mira! -exclamó Agnes-. ¡Un bebé!-Dios mío, ¿de dónde lo sacaste? -dijo

G len; el rostro rosado y saludable se le habíapuesto blanco-. Sabes que es ilegal tenerbebés.

-Lo encontré. ¿Ilegal por qué?-Todo es ilegal-susurró Glen. apartan-

do con cautela las cortinas para espiar haciaafuera-o Muy cerca. -En la cara de Glen,sobre el enorme y rosado cubo de la cabeza,se notaba cierto cansancio.

-¿Qué pasa?-Ah, nada -dijo él, de mal humor-o Va

a e~tallar una guerra de la gasolina, eso estodo

Glen era una figura patética tratando deno proyectar sombra sobre las cortinas. Su'brillante traje de plástico, ajustado como unguante, distaba mucho de ajustarle como unguante, y hasta la capa le quedaba noja.

-¿Ah, sí? ¿Eso es todo?-No. Oye, ¿no te parece que ese vecino

hace mucho que barre hojas?-Contéstame. ¿Qué sucede? ¿Algo en la

oficina?-Todo. El papel carbónico y las estampi­

llas y los sujetapapeles han empezado a de­saparecer. Tengo miedo de que me echen laculpa. El jefe va a comprar una computado­ra para seguir la pista de lo que falta. Al­guien me robó la libreta de racionamiento enel tren, y descubrí que tenía el diario de la se­mana pasada. Las acciones de LB.M. estánbajando, tímidamente. Estoy resfriado, o al­go. por el estilo. Y... y van a suprimir el Sis­tema Decimal Dewey.

-Estás sobreexcitado. ¿Por qué no tesientas y hamacas al nuevo bebé en la rodillamientras yo saco algo para cenar?

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-¡Robando alimentos! ¡Es indecente!-Todo el mundo lo hace, querido. ¿Sa-

bías que encontré al bebé en el horno?-¡No!-Sí, es raro. Deseé toda la tarde un bebé,

y allí estaba.-¿Cómo andan los otros artefactos?-Ellavarropas automático trató de devo-

rarme. ti lavaplatos está desapareciendo; nohaDremos pagado alguna cu<.>ta.

-Sí, y la cuenta está en descubierto -di-jo Glen, con un suspiro.

-El balde de la basura está cosquilloso.-¿Cosquilloso?-Allí.Glen no miró hacia donde ella señalaba.

Continuó espiando por la ventana haciadonde estaba cambiando el tiempo. Por la:alle bajaba lentamente un vehículo de re­cepción. No podía leer el cartel, pero reco­noció la coraza blindada y los hoCICOS azulesde las ametralladoras.

-Sí, 'illí está en el fregadero, cosquilloso,

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y no quiere comer. Aunque a la garantía selu comió.

El vecino, un tal "señor Green", dejó deburrer hojas un instante para anotar el nú­mero de mutrícula del vehículo de recepción.

-No está cosquilloso, querida. Está quis­quilloso -dijo Glen.

-Tienes un vocabulario tan grande. Y nisiquieru lees "Cómo Formar Grandes Pala·brus'·.

-Leo el Resumen Existencial cuando ten­go tiempo -confesó Glen-. Pero la sema­nu pusudu respondí al cllestionario y supeque no estoy suficientemente alienado. Porcso me siento tan orgulloso de nuestros chi­cos.

-¿Jenny y Peter"!-Esos.Agnes lanzó un suspiro.-Me gusturía leer algún día un ejemplar

dcl Iris" Tillles. Entre paréntesis, las papastcnían otra vez veneno. En cada agujero.

Fue al dormitorio y puso al bebé en la cu­na.

-Voy a bajar, para darle vueltas a algo encl torno -anunció Glen-. Algo que valgala pcna.

-Antes quítate la capa. Recuerda las le­y.:s de seguridad que nos enseñaron en laA.P.M.

-Santo Uios, ¿cómo me podría olvidar?Apagar todas las velas. No ponerse nunca depic cn una canoa o en una bañera. Sólonombrc, categoría y número de serie. Acep­lar chcques sólo si son endosados en presen­cia de uno. No permitir que las ratas masti­qucn lósloros, si es que así lo desean.

(jlcn desapareció, y al mismo tiempo lle­garon de la escuela Jenny y Peter, exigíendoun "bocudo". Agnes les dío goulash húnga­ro, pan y manteca, café y torta de manzana.Lc pagaron 95 centavos cada uno y le dieron15 dc propina. Eran níños ceñudos y hura­líos que hablaban poco mientras comían.Agncs les tenía un poco de miedo. Despuésdel bocado se sujetaron pistolas a la cinturay salieron'a cazar otros niños antes de queuscurccit:r:J dt:l11<Jsiado.

Agnes lanLó un suspiro y se sentó frente asu transmisor secreto.

"~SPERAMOS A TIA ROSA EN EL TRE DELM~DIODIA".transmitió. "HICE LOS ARREGLOSPARA CONSEGUIRLE LOS GLADIOLOS: TRATENDE QU~ BE DULCE DE CHOCOLATE SALGA EN~L VUEL00400 A PARIS CON VELAS. EL JARDINE­RO K~SITA UNA PALA CON URGENCIA."

Después de un momento llegó larespuesta. "LO DE LA PALA SOLUCIONADO. ELDULCE DE CHOCOLATE NO TIENE REPITO NO

TI~NE VELAS. USAREMOS DDT. NO DEJES SALIRA ROSA HASTA QUE HAYA NOTICIAS DE VIOLE­TA ..

Siempre los mismos mensajes aburridos eincompren ·ibles. Agnes escondió eltransmi­sor en el tarro de los bizcochos mientras(jlcn subía por la escalera. Estaba segura dequc (jlcn Icnía su propio transmisor en el Só­lano. rodo parecía indicar que era precisa­mcntc con él con quien se comunicaba todaslas nUl:hcs.

-¡Mira csto! -dijo, orgulloso, mostran­do el postc superior de la baranda de la escu­Icr¡¡.

Afucra un avión arrojuba papeles. El veci­no corría de un lado a otro barriéndolos yquemándolos.

- rodas las noches la misma Ola Idición-dijo (jlcn, haciendo rechinar los díen-

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le>-. rod~s 1,,, nochcs nos tir~n p~peles pi­diéndonos quc nos rind~mos, y todas las no­ches ese imbécil los qucm~. A este p~so nun­ca >~bremos quiénes son "ellos".

-¿Oc 'Cra> cs t~n Importante'! -pregun­lú Agne>. Ulcn no rcspondió-. V~mos, no>e~s cosquilloso. Tc diré qué es lo quc quierohacer. Quiero viajar en un vagón de Forroca­rril.

-r"'roearril -la corrigió Glen-. Es ¡m­plhlble, d Ministcrio de S~lud Públic~ diccque movcrsc ~ más de cu~renla kilómelrospor hor~ eonlribuyc notablemente ~ la ~pa­

ridúll Ú~ cáncer.-i re imporl~ l~nto lo que mc sucede!Ulcn indinó el gran cubo dc I~ ~beza con

resignación sobrc el tclcvisor.-Ya verás -dijo- quc parece un ino­

ce lile partido enlrc el Ejército y I~ Marina. Y

la I vcz lo sea. Quizá la pelota no estallecuando la patee. Quizá esa serie dejuellos nosca más que una coincidencia.

-El número veintisiete desaparece atráspara pasar -murmuró Agnes-. ¡,Qué signi­licará cso'!

Ulcn sintió Que I~ mano de ella buscaba lasuy~ cn I~ penumbra de la sala. La tomó'des­pués dc ascgurarse de que no usaba el anillocnvcncn~do.

-El rcsfrío común -murmuró Glen-.Lo llaman el "resfríe común". A propósito,¿te dije que nuestra cuenta está en descu­bicrto'!

-Sí. Es csc maldito aula. Tendrías quepedir lodos csos deta lIes especíales.

-¿La b~zuca en el baúl? ¿El radíogonió­mctro" ¿La lorrc par~ ~metr~lI~dor~s? H~ce

años que los tienen todos, Agnes. ¿Qué se su­ponc quc dcbo 'haccr si la polící~ me empiezaa perscguir'! ¿Trat~r de correr más que ellos,h~jo d pcso dc tod~ es~ cor~za blínd~da?

-Oc vcr~s no sé de qué v~mos ~ vivir-dijo Agncs.

-Podcmos comcr cstampillas verdes has-la quc. " ..

-No, las eonliscaron est~ mañana. Meolvidé dc dccírtelo.

Los chicos cntr~ron en tropel, envueltosen olor ~ b~rro y ~ cxplosivos. Jenny sc ha­hia rasgllllado un~ rodilla en una b~rrera dealambre de púas. Agnes le puso una curita, yle> dio ca le y buñuclos, 15 ccntavos. Lucgolo> m,",dó ~rriba ~ lav~rse los dientes.

- y por Oios no uscn el agua de la ~nilla

-les gritó Ulcn-. Tiene algo. -Fue ~I

cuano donde dormío cl bebé y volvió en unminuto, mcnc~ndo I~ ~beza.- Juraría queI",ec lielae.

-Ay, Ulen, salg~mos de ~quí unos dias.VaY'"l1os al e~mpo.

-Sí, claro. Viajar tremta kilómp.tros pore'"l1"111S mlllados p~r~ mir~r un par dc bos­la>. rú no le ~trcvcrías a b~jar del coche pormiedo ~ las víbor~s mortales. Y h~n sembra­do todo con hicdras vcncnos~s y vírus gig~n­

te~.

-¡No me importaría! Sólo IIna bocana­da de ~irc frcseo ...-C1~ro. Uas p~ralizanle. Gas vomitivo.

(;',> laerimógcno. Polen. Aunque sobrevivié­ral11u~ nus arreitarí"ln. Nadie va al campo,fuera de los tralic~ntcs dc drogas que buscantabaco silvcslrc.

Agncs sc cehó ~ 1I0r~r. Todos eran otros.Nadic cra d quc cr~. El b~surero le examina­ha los mcnsajcs ~Ilcehero. En el parque, to­da> las palon",s IIcvaban cápsulas metáli~s

sujeta> a las p~t~s. En el campo había bostasI)Cro no v~eas. H~st~ en el supermerc~do h~-

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hí~ qu~ cuid~rse. Si uno elegía cosas que pa·recie~n l~n~r ~Igo de forma ...-¿Qu~d~n copos de algodón? -pregunló

Ulen.-No. En I~ h~l~der~ no queda nada más

que un poco de 11~!l viejo. No lo puedes co­mer, li~ne encim~ un mapa. Glen, ¿qué va­IIW.'· ¡) comc:r'!

-No sé. ¿Qué le parece... el bebé? ¡Bue­no, no m~ mires así! Lo encontrasle en elhorno, ¿no es cierlo? ¿Qué habría pasado si~neendi~rus el horno sin mirar adenlro?

-¡No! ¡No voy a dar el bebé para un ...un guiso!

-¡ Está bien, eslá bien! Era sólo una suge·renci~.

H~bí~ oscurecido en toda la casa de pare·des de rlomo menos en la cocina. Del olrolado de venlanal de cuarzo caía el crepúscu­lo en el jardín, sobre el cuerpo sin vida del"señor Grcen". En la televisión un panel demédicos eminentes discutía si el hecho de co·mer era una de las causas principales de lalocura.

Agnes fue a ver quien llamaba en la puertaprincipal, mientras Glen se metía en la coci­na.

-Discúlpeme -le dijo el sacerdo,e a Ag­nes-. Voy a visitar a un enfermo. Alguienluvo la bondad de prestarme este camión delServicio de Pañales, pero me parece que seha descom¡f\Jesto. ¿Podría usar su teléfono?

-CI~ro que sí, padre. Eslá intervenido,por supu~slo.

-Pur supu~slu.

Agn~s se aparló para dejar pasar al sacer­dUl~, y ~n ~s~ momento Glen gritó:

-¡El rebé! ¡Se eslá comiento el nan!Agn~s y ~r sacerdote corrieron a ver. En la

cocin~ lirnpi~ y bien iluminada, Glen mirabah~ci~ d refrigeradur con la boca abierta. De~Igún mudu el'bebé había conseguido abrir­lo, pu~s ~hur~ Agnes le veía los pañales y losrus~dus d~dus de los pies que asomaban delt:S1~nl~ inlúiur.

- Ti~n~ hambre -dijo.-Mira ulra vez -chilló Glen.Al acercarse más Agnes vio que el niño

había quitadu el mapa del nano Le sacabafulus con una cámara diminula, tamaño be·re.

-¡Microfilm! -jadeó Agnes.-¿Quién es usted? -le preguntó Glen al

sa~-.:rdole.

-Soy...-Un minuto. No me parece un hombre

d~1 clero.Agnes vio que eso era cierto. La brisa hizo

susurrar la sotana de papel carbónico, y des­cubrió que estaba sujeta con clips. La estola,al mirar con más atención, resultaba ser-unatira de estampillas purpúreas.

-Si usted es un sacerdote -prosiguió

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El infante espía parecía sorprendido, peroactuó con rapidez, una diminuta mancha demovimiento. Agarró dos puñados de nan ylos arrojó a los ojos de Glen. Jadeando,(jlcn solió la pistola, y la infame parejaaprovechó para huir hacia la libertad.

-¡Nunca me atrapará vivo! -gruñó elralso sacerdote sallando al camión.

-L>eja que se vayan -dijo Glen-.Probóel l1an-. Tenía que haberme dado cuentaantes de que el bebé no hacía tictac sinodiddil'~. Pero déjalos ir; de todos modosno Ikgarán muy lejos, y hemos salvado elmapa. Si es que el mapa sirve para algo.

-¿Estás bien,. querido?-Muy bien. Mmmm. Está muy rico,Ag-

nes.Agnes se sonrojó al oir ese elogio. Hubo

una apagada explosión, y a lo lejos sallaronunas llamas al aire.

-Esso bombardeando la estación deShell -dijo Glen.

L, guerra de la gasolina había comenZlK.io.

TItulo original: "The Sccrct of lbe Old Cuatard"Del libro TIw S,.",.DrilIeN Boy,(el John Sladck 1973Traducci6n de- Lucila Molta de Lacuev.

Glen-, ¿por qué veo en su cuello romano ellI1ell1brete de lI1i oficina?

-Es usted muy listo -dijo el hombre sa­cando una pistola de la manga-o Lamentoque haya descubierto nuestro ardid. Es de­c.ir, lo lamento por usted._-¿Nuestro? -Glen miró al bebé.- Un

momento. Agnes, ¿en qué clase de vehículollegó'!

-Un camión de pañales. ..--¡Ajá! Hace tiempo que lo ando j>Crsi-

guiendo... Hombre de los Pañales. Su va­riable carrera ha durado demasiado.

-Ah, entonces me ha reconocido a mí y ami tierno ayudante, ¿no es así'? No creo quele sirva de mucho. Como ve ya tenemos lasrotos, y hay aquí una bala para cada uno deustedes. ¡No intente detenernos!

Sin sacarle~ la vista de encima, alzó al be­bé con una mano.

-Pienso que lo mejor es matarlos a losdos -dij~. Ya tienen demasiada informa­ción sobre mi modus operandi.

El bebé, en sus brazos, agitó alegrementela cámara, mofándose.

-Muy bien -dijo el Hombre de los Pa­ñales-. Ponganse de cara a la pared, por fa­vor.

-¡Vamos! -dijo Glen-. Salló desar­mando al hombre mientras Agnes hacía vo­lar de un certero puntapié la cámara del re·gordete pUlio del bebé.

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... ,sCJi l.9J ;fIJO! O(tfA..•1 'I,Y01t/ A YIS'r~fJ.O t t",

~;. r~1é~~,~ti~ lfl ~.::t;;...

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CONTAMlNACION

.·UJ~ ANiM'UEs,lAS RDlfé5,t4S iH5Ec~,UJs NINOS,/.oS PERRO:>, LAS Alo.:>QlS,lAs MwEllES , LDs ALtMI!NT<

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Joime&Leo POnidoHiKCIICO !IIIIPOIIlustró: PEREZ FERNANDEZ

"¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta. lo sé; si debo explicarlo a alguien. que me lo pregunta.no lo sé."

Confesiones, SAN AGUSTIN

El tiempo es un fluido, como el aire, que si es respirado o si penetra en un cuerpo provocauna enfermedad incurable, que tarde o temprano lleva a la muerte. Con el agravante de que,por su naturaleza, es una enfermedad hereditaria. Hoy día es el mal que provoca la mayor can­tidad de muertes, superando en tal sentido al cáncer y a los aviones.

Un ciego de nacimiento que nunca hubiese oído hablar del sentido de la vista ignorarla la po­sibilidad de ver; ver casas, árboles, el fuego y las mujeres. (Podemos suponer que parientes y co­nocidos eludieron hab.larl~ de esta posibilidad paranodecepcionarlode su condición.) En formasimilar, quien carece del sentido del tiempo y no es informado al respecto, ignora que todo esduración, que hay nacimiento, crecimiento y muerte. El tiempo es una manera de percibir elmundo, un sentido como el olfato y la vista. Mirado por un "ciego del tiempo", el mundo notranscurre. Y se basta él solo para convertirnos a todos en inmortales.

La gente imagina que el tiempo se desliza incesantemente, como una corriente de agua, cuan­do en verdad el tiempo avanza a saltos. Entre instante e instante de tiempo hay un abismo quenodura ni pasa: una zanja intemporal. Vivires irbrincandosobre las zanjas Morirescaerseen una.

TI"'PO 4

Una verdad evidente: Hace mucho, mucho, el tiempo no existía.

Donde hay mucha gente el tiempo pasa más rápido. Por empezar, en el espacio vacío el tiem­po no pasa, se queda Q.uieto. Si introducimos allí una particula de materia (una hormiga, unelectrón, un alfiler), elllempo empezará a moverse. Porque cada trozo de materia, por pequeñoque 'sea, actúa como un "acelerador" de tiempo. Al agregar más partículas (otra hormiga, unpuñado de alfileres, etc.) el tiempo correrá más rápido. Si en nuestro espacio introducimos unsistema complejo, formado por muchas partículas, como puede serlo una pareja de humanoi­des, un aljibe, dos o tres macetas con flores, el tiempo adquirirá una velocidad considerable. Yasí llegamos al caso de las grandes urbes, donde se han introducido millones de criaturas, auto­móviles, edificios, semáforos, etc. El tiempo pasa aquí a tal velocidad que prácticamente ya nose puede vivir.

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Doman KnigheBABILII --lIustr6: GRONDONA WHITE

, :

, !\

IDe frente se parecía un poco al

Rufián Feliz,·si la memoria de us­tedes llega tan atrás. De costado,donde era posible ver mejor aque­lla crest~ blanco-plateada, se pare­cía más 8 una cruza entre Gcorge

Ar~;~dra':n":n~~~;~~'metro veintede alto, incluyendo la enorme ca­beza, la cresta y todo. Tenía pielarrugada. de un color gris-violeta,curiosas orejas en forma de S, yuna abuhada panza; IIcYaba U{UI cha­queta eléctrica y unos calzones cor­tos de un material ondulado quecenteUeaba cuando se: movía, botas

• El Rufi'a Fdiz{H.pov HOCIÜpftlen un perlO­nlojC en IU" hiltoricta .. -..o eombre pubbClo­da en 101 EE.UU. al~. I9IS. (N. del T.)

grandes en las piernas corta$ y gor­das. y un disco metálico blanco deun cuarto de su estalura colgado deun naco hombro por un tahalí.

L10yd Cavanaugh vio la apari­ción por primera vez a las once dela mañana de un miércoles del mesde mayo. en la sala de su estudio­apart'Jmento en el lado este de laCalle Cincuenta, Manhattan. Laaparición brotó aparentemente deatrás de la mesa de dIbujar, en elfondo de la sala.

Un verdadero absurdo. La mesade dibujar. con la tabla horizontaly los platos del desayuno todavíaencima. estaba arrinconada contralas corridas cortinas del ventanal.A la derecha, entre la mesa y elmueble del tocadiscos, había un es­pacio de unos quince centímetros;a la izquierda. entre la mesa y elbarrilito donde guardaba la tinta ylos pinceles. menos todavía.

Cavanaugh, un joven de mal ge­nio con una cara larga y hosca C3.­

Stt3'fmente unida a un cuerpo nudo­so y desgarbado. arrugó el ceñodesde el brillante charco de luz quecaía sobre la mesa de trabajo y di·jo;

-¿Qué diablos.. .'!

ce~Ji6gl~~~~:~oJe1~~aa~~~a yen·Iluminado de pronto. el Rufián

se encendió como el adorno de unárbol de Navidad. Los ojos le par­padearon rápidamente; luego ella·

"

I

II

I

/

I

bio superior se le encrespó haciaarriba en una asombrosa sonrisade cuarto creciente, mostrandounos dientes salidos. Hizo un ruidoparecido a "¡Jajptui!··. y asintióvarias veces con la cabeza.

El primer pensamiento que tuvoCavanaugh fue para la Hasselblad.La levantó con trípode y todo, lallevó caminando de lado a un sitioseguro, detrás del sillón, y luegoatravesó el cuarto y sacó un atiza­dor del soporte de la chimenea.Empuñando esa arma. avanzó ha­cia el Rufián.

La cosa se le acercó, so'nriendo yasintiendo. Cuando estuvieron ados pasos de distancia se detuvo,hizo una breve reverencia, y alzó eldisco blanco que le colgaba del ta·

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halí, volviendo uno de los ladoschatos hacia Cavanaugh.

En el disco apareció una figura.En estéreo y a lodo color, mos·

lrclba a un Cavanaugh de qujncecentímetros de alto inclinado sobreaJgo montado en un trípode. Lasmanos se movían con rapidez,ajustando piezas; de-pronto la figu­ra dio un paso atrás y miró con evi­dente aprobación una caja oblongacolocada encima del trípode, de laque salía un cilindro cromado. La .Hasselblad.

Cavar.augh bajó el atizador.Con la mandíbula caída. miró fija­mente al disco, en el que ahora nohabía nada, y luego miró la caravioleta del Rufián, y la cresta pla-

leada que no era pelo ni plumas si·no algo intermedio...

-¿Cómo hiciste eso? -pregun·,ó.

-he eso -dijo .el Rufián. viva·mente. Movió el disco hacia Cava­"augh, se señaló la cabeza, luegoseñaló el disco, después la cabezade Cavanaugh, y otra vez el disco.Luego extendió el brazo y sostuvola cosa delante de Cavanaugh tor·ciendo la cabeza hacia un lado.

Cavanaugh tomó el disco concautela. Sintió que se le formabapiel de gallina en los brazos.

-¿Quieres saber si yo hice la cá­mara? -preguntó, tentativamen­te-. ¿Es eso'!

-Seso -dijo el Rufián. Hizootra reverencia, asintió dos veces, ylbrió bien grandes los ojos.

Cavanaugh se puso a pensar.Mirando el disco, imaginó una má·quina enorme con muchos engra­najes y partes móviles que girabanfuriosamente. Allí estaba, un pocoborrosa, pero aceptable. Le apoyóuna escalera en un lado, hizo queun hombre subiese por ella y volca­se adentro un cubo de hierros vie­jos, y luego mostró un chOiro decámaras saliendo por el otro lado.

El Rufián, que había estado mi·rando atentamente el otro lado deldisco, enderezó la cabeza y recogióel disco con una nueva reverencia.Luego giró rápidamente tres veces,apreLándose la nariz con una manoy haciendo violentos ademanes conla otra.

Cavanaugh dio un paso atrás,sosteniendo con más firmeza el ati­zador.

El Rufián pasó a su lado comouna exhalación, moviendo las pier­nas con la rapidez de un parpadeo,se detuvo con la barbilla en el bor­de de la mesa de trabajo y se pusoa mirar lo que había en·...ima.

-¡Eh! -dijo Cavanau$h, enfu­recido, y echó a a~dar hac•• alJr. ElRuhin !le volvió y mostró otra vez eldisco. Apareció una nueva imagen:Cavanaugh inclinado ahora sol1tela mtsa, armando pequeñas figuras~ acomodándnlas ante un fondopintado.

...Que era, en realidad, lo quehaola sucedido. Cavanaugh era,por prof",ión, d.bujante de blsto­rietas. Sentfa indiferencia hacia eltrabajo mismo; era un trabajo au­tomático, bien pagado, pero que lo

habia arruinado como creador. Yano podía pintar, ni dibujar, ni ha­cer grabados por diversión. Enton·ces se ha"!a dedicado a la fotogra­tia, especialmente a la macrofoto­graRa.

Construí&. modelos con arcilla ycartón piedra v ala",brea y abaloriosy pedazos de maoera y mil otrascosas; los pintaba o los teñía, losarmaba, los iluminaba y luego, conla Hasselblad y una lente especialde aproximación, muy cara, los fo-­tografiaba. El resuhado, despuésdel primer año, empezaba a sersorprendente.

Lv que estaba preparado ahorasobre la mesa era muy simple. Elfondo y el sesundo plano eran unamarana de abeto y laurel. en escala

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de treinta a uno. En primer planohabía tres figuras agrupadas alre­dedor de los restos de una fogata.No eran seres humanos; eran cria·luras delgadas, grises, lampiñas, deojos grandes y mansos, vestidascon extrañas ropas

Dos, con la espalda apoyada enun bloque de mampostería medioenterrado en el suelo, se inclinabansobre una hoja de papel desenrolla­da de un cilindro. La tercera estabasentada en una piedra, más cercade la cámara, comiendo la piernade algún animal. La forma de loshuesos a medio roer era perturba­dora mente familiar; y cuando unomiraba con más atención comenza­ba a preguntarse si esas cosas que

"salían de la punta no podrían serdedo.., semiocultos por la mano delque comía. En realidad eran dedos,pero por mucho tiemyo que unomirarse la falografia no lo sabrfanunca con seguridad.

El Rufián le estaba ofreciendootra vez el disco, sonriendo y par­padeando y balanceándose sobrelos talones. Cavanaugh, contenien­do su fastidio en favor de la curio­sidad, lo aceptó, y vio alli, otra vez,

:: h~b~a~~~i~r::oi~láf~fi:i:ueya-Es cierto -dij<>-. Lo hice yo.

¿Y qué?-i lké! -El Rufián hizo uñ mo­

vim iento con la mano, demasiadorápido para ser seguido con la vis­ta, y de pronto brotó en erra algoparecido a una fruta grande, unaespecie de pera con verrugas. Alver la expresión de desconcierto enCavallaugh, volvió a poner la cosaen el sitio de donde la había sacadoy exhibió un pu~ado de hilos rosa·dos y translúcidos. Cavanaugh,exacerbado, arrugó el ceño.

-Oye... --empezó a decir.El Ru fián volvió a probar. Esta

vez sacó una piedra blanca, brillan-

te, con facetas, del tamaño de unacereza.

Cavanaugh sintió que se le ibanlos ojos. Si eso era un diamante...

-Joi-ptú! -dijo el Rufián, en·fátieamente. Señaló la piedra y se­ñaló a Cavanaugh, luego se señalóa si mismo y al modelo armado serbre la mesa. El significa<lo era cia­ra: quena negociar.

Era un diamante; por lo me­nos rayaba nítidamente el vidrio deuna bOlella de cerveza vacía. Ade­más era brillante, de un blanco pu­ro y, hasta donde PodEa ver Cava­naugh, sin ningún defecto. Lo pusoen el platillo de la balanza que le­nía para pesar correspondencia;pesaba poco menos de una onza.Digamos veinte gramos, y un kilate

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eran doscientos miligramos... Su·maba cien absurdos kilates. pocomenos que el diamcntc de Hope.

Cavanaugh miró la cosa con des·confianza. Tenía que haber unatrampa, pero con la mejor velun·tad del mundo no pudo encontrar·la. los modelos cran un medio pa·ra lograr un fin; una vez usados só­)0 servían para ocupar lugar. ¿Quépodía perder, entonces?

El Rufián lo mirab.a Cton ojos delechuza. Cavanaugh tomó el discoy le respondió: una serie de imáge­nes que mostraban a Cavanaughfotografiando los modelos, proce·sando la película. y luego aceptan·do ceremoniosamente el diamantey entregando los modelos.

El Rufián se inclinó varias veces,hizo cabriolas, se sostuvo breve­mente sobre I,!s}tlanos. y palmeó aCavanaugh en la manga, sonriendo.Tomando eso como un asentImIen­to, Cavanaugh volvió a poner la

H..aclblad en su sitio, encendió loafocos, y empezó a trabajar dondese habla detenido la última _. Sa·có media docena de fotopallas encolor, luego cargó la c'mara conuna película de blanco y negro ysacó otra media docena.

El Rufi'n lo observaba lodo contr~mula atención. Acompañó aCavanaugh al cuarto oscuro y lomiró con ojos muy abiertos mlen··tras aquél revelaba el negativo deblanco y negro, lo fijaba, lo lavabay lo secaba, lo cortaba y sacaba CO·pias.

Cuando estuvo lista la primerafotografía, el Rufián hizo unos ur·gentes ademanes y ofreció otro dia·mante de la mitad del tamaao delprimero. ¡Tambiin qucrfa las ca­pias!

Sudando, Cavanaugh buscó ensu archivo y sacó fotos y diapositi­vas en color de sus otros trabajos:la serie de Hansel y G relel, Cavor yla Gran Lunar, WalpurgisruJCIJI.Gulliver apagando el fuego del pa·lacio en Lilliput. El Rufián lascompró todas. Al cerrar cada tra­to, recogía lo Q:ue había compradoy lo metía en el sitio de donde saca·ba los diamantes. ::avanaugh mi·rdba atentamente, pero no enten·día a dónde iba a parar todo aque~

110.y pensando en eso mismo, ¿de

dónde había salido el Rufián?Convencido de que Cavanaugh

no tenía más fotos, el Rufián corríaahora de un lado a otro de la habi·tación, mirando en los rincones, in­clinándose parcl ver qué había enlos estantes, irguiéndose de punti­lIiJS para mirar sobre la repisa. Se­lialó una figurilla de unos diez cen·tímetros de alto, que representaba~run hombre enjUlo en cuclillas, losbrazos cruzados, los codos apoya·dos en liJS rodillas: una talla "ugaoque Cavanaugh habla traldo de lasFilipinas. En el disco apareció por

un instante la mAquina que Cava·naugh había usado para explicar elorigen de las cámaras. El Rufián IQmiró, torciendo la cabeza.

-No -dijo Cavanaugh-. He­cho a mano.

Tomó el disco, y le dio.1 Rufiánla imagen de un hombre de pielmorena Sólcando astillas de un tro-­lO de Cil0ba. Luego. por diversión,hizo que el hombre le redujese a unpunlo sobre uniJ isla en un globoque giró lentamente: Asia y Aus­lr<.llia desaparecieron por un Iddo.y por el otro surgieron las Améri­cas. Marcó ueva York con unpunto rojo y se señaló a sí mismo.

-Jrrrzt -dijo el Rufián, pensa­tivo. Se <.Ip<.lrtó de 1<.1 est<.ltuilla y se­ñaló un brill<.lnte t<.lpiz, con figurasde diamantes, que colgaba sobre elsorá-. ¡'Choamano'!

C<.Iv<.lnaugh. que iJcab<.lbiJ de de­cidirse <.1 cambiar 1<.1 est<.ltuilla porotro diamiJnte, quedó estuperacto.

-Un momento -dijo, e hizootriJ imagen en el disco; él mismoentregando la estatuilla por el pre·do conSólbido.

El Rufián dio un salto atrá~; letemblaban las orejas y le vibraba lacn:::stl.l. Reponiéndose de algún mo­do. volvió a adelantarse y le mos­tró iJ Cavanaugh una versión co­rregida: el Rulián recibiendo .unaestatuilla de maderiJ tallada de, yentregdndo un diamante a, el hom­bre de piel morena que Cavanaughhabía mostrado como su creador.

-¿Choamano'! -volvió' a'decir,~ñalando el tapiz.

Con un poco de rdbia, Cava­naugh le mostrÓ que el tapiz habiasido tejido por un mejIcano desombrero de paja. Con más rabiatodavía. contestó al "¡,Dónde?~'

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pictográfico con un mapa de Mé·;'Io.leo; ) aun con más rdbia identili·l:Ó y diJo dónde estaban los artistasque habían creado un jarro de pla·la sut:.Co,. un kris malayo, un caldc·ru dt bronce indio) un par de san­dalias hechas ¡j mano en Greeo­wleh \illage.

·'\parentemente, el Rufián sólot:omprabJ en el sitio de origen.

l-." lodo caso, si no iba a recibirma ... diamantes, podría obtener al­guna Información. Cavanaugh to­mó el dbco y proyectó una imagendel Rufián apareciendo de pronto) a,,"JnL<wdo por la habitación.1 llego Invinió esa acción y mirólI11..jul ... tllvamcnle al Rufián.

Por respuesta recibió una imagende UI1 c'pacio crepuscular. sin fon­do. tlnndc unas pequeñas criaturas~l)ll cn.:"'las como el Rufián cami­n;lhan entre unas plantas fungosasque r¡Jr~t.:Íi.m hileras de roscas enuna V'dra. ¿Otro planeta? Cavanaughtnt:ó el dl'co t: Inclinó el punto decoluque hacia drriba; el Rufián,cortésmente, agregó un poco máslit.: a411~lIa neblina violeta. Ni sol,111 luna. ni estrellas.

Llvanaugh volvió a probar: una1I11~lg.cn de sí mismo de pie sobre elglubo l~rráqueo, mirando el cielonocturno. De pronto apareció unaJllllmuto.t representación del Ru­li¡jn. incómodamente encaramadoen un:1 eM rella.

1I Rllfián lu contradijo con unaImagen 4ue dejó a Cavanaughmás confundido que antes. Hablados globos que giraban en el vacio.Uno parecía ~6lido, y sobre él esta·ba. lk pie. una diminuta figura hu·m<.tna. el otro globo era una nebli·na vlokta. y dentro estaba la figurarechoncha, con cresta, de un Ru·

:~~~;~:~t~O~ne:re;ir~~~a;rond~l~otra, acercándose a cada vuelta,mientras el globo sólido parpadea­ba cldro oscuro, claro oscuro. Fi·nalmente se tocaron, se adhirieron,} la figura del Rufián saltó fuera desu globo. El globo sólido parpadeóuna vez más, el Rufián volvió ameterse en el de la neblina, y las es­feras se separaron, alejándose muylentamente, girando.

Cavanaugh se dio por vencido.El Rufiáll, después de esperar un

instante para asegurarse de queCavanaugh no tenía más pregun·tas, hizo la mayor reverencia hastaese momento y en su mano apare.ció un último diamante: una belle·za, casi del tamaño del diamantemás grande que le habla dado anotes a Cavanaugh.

Imagen de Cavanaugh aceptan.do el diamante y entregando alloborroso: ¿Por qw?

Imolen del Ruli," n:chazandola cosa borr08ll: Por n0d4. Imale"

del Rufián palmeándole la manlaa Cavanaugh: Po, amiJtad.

Avergonzado, Cavanaugh sacóuna botella de vino y dos vasos deun estante de la biblioteca. Con la.ayuda del disco le explicó al Rufiánqué era lo que le estaba ofreciendoy, a grandes rasgos, cuál era el efec­lo que, se suponía, debía producir.

Fue un error.El Rufián, lanzando intensas mi­

radas de ale8ría entre trago y tra­go. bebió el vino con evidentesmuestras de placer. Luego, con ¡m·presionanle aparatosidad, puso so­bre Id mesa un pequeño artefactoverde y blanco. El artefacto teníauna base cristalina, de cuyo centrobrotaba una delgada colurnn, me­láliC"d que terminaba en una perilla.Eso era todo.

Sintiéndose anormalmente re·ceplivo y expectante, Cavanaughesludió la explicación pictográficadel Rufián. Aquel anefaclo era, alparecer, el eqUIvalente de las bebi­das alcohólicas para la raza delRufián. \Imagen de Cavanaugh ydel Rufian. con enormes sonrisasen las caras, mientras unas luces decolores se encendían y apa.gabandentro de sus transparentes crá·neos.) El hombrecito lo miró, pi·diéndole permiso, y Cavanaugh

·asintió. Con un robusto dedo, elRufián aFretó cuidadosamente laperilla de arlefacto. La perilla y lacolumna empezaron a vibrar.

Cavanaugh luvO la extraña sen­sación de que alguien le hacía cos­quillas en el cerebro. Era una sensació" vigorizante, deliciosa.

-¡Ja! -dijo.-iJo! -dijo el Rufián, s:on una

sonrisa de fehcidad. Recogió el ar­tefacto, lo guardó -Cavanaughcasi vio donde lo ponía- y se le­vantó. Cavanaugh lo acompañóhasta la puerta. El hombrecito lepalmeó la manga; Cavanaugh leapretó la mano. Luego, saltandoalegremente tres escalones por vez,el Rufián desapareció escalerasabajo.

Unos minutos más tarde, desdela ventana, Cavanaugh lo vio pasarpor la Segunda Avenida... encimade un autobús.

IJ

La sensación de euforiadisminuyó tras unos pocos minu·tos, dejando a Cavanaugh en un es·tado mental de n:lajación y aturdi·miento al mismo tiempo. Paratranquilizarse vació los abultadosbolsillos del pantalón sobre la me­sa. Diamantes: sólidos, frlos, afila·dos, fe,)plandc:cientes y hermosos.Los contó: habia veintisiete, desdemás de cien kilates basta treinta;que valían, en conjunto, ¿cuánto?

Calma, se dijo. Todavfa puede

haber una trampa. Lo mejor quepodía hacer, para estar seguro, eraIr al centro y ver a un tasador. Sa·bya dónde habia uno: en el EdilicioFrancis, frente a Comics Patrióti­cos. Escogió dos de las piedras.una grande y una pequeña, y lasguardó en el compartimiento inte­rior de la cartera. Un poco nervioso,echó el resto en una bolsa de papely la escondió debajo del sumIderode la cocina.

Un taxi amarillo pasaba por laavenida. Cavanaugh lo llamó y su­bió.-A la Cuarenta y cinco y la

Quinta -dijo.-¿Buu? -preguntó el chófer,

volviendo la cabeza.Cavanaugh lo miró. frunciendo

el ceño.-Calle Cuarenta y cinco -dijo,

pronunciando las palabras bIenc1aramente- esquina con la Quin­la Avenida. Vamos.

-Zoos -dijo el chófer, echán·dose la gorra hacia atrás-, ouug

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kelg treis uoofl, fook. ¿Bnog nuudig ye nolik?

Cavanaugh bajó del coche.-j Pokuz drouig'ul -gritó el

chófer, y arrancó con un rugido deengranajes.

Cavanaugh se qued6 mirandocon la mandíbula caída. Sinti6 quese le encendlan las orejas.

-¿lJor qué no anote el númerode la placa? -dijo en voz alta-.¿Por qué no me <}uedé arriba, en micasa? ¿Por qué VIVO en esta malditae idiota ciudad?

Volvió a subir a la acera.-¿Louly, badny? -le dijo unk

voz en la oreja.Cavanauglr gir6 rápidamente.

Erd. un niño con un periódico en lamano y un mont6n bajo el brazo.

-¿Me haces el favor de no me·terte en lo que no te importa? -di.jo Cavanaugh. Dio media vuelta,caminó dos pasos hacia la esquina,se detuvo, giró, y volvió a dondehabla estado.

Era lo que babia pensado: el ti-

tular del diario que lenla el niño enla mano decia: QUEZRIZRI QIF1 I LEIYZOIVI Q1Qr.

El nombre del diario, que en to­do lo demás se parecía al Dol/yN~ws. era Pionu VajI.

El vendedor de periódicos relro·cedió cautelosamente.

-Espera -dijo Cavanaugh depronto. Buscó cambio en el bolsi­llo, no encontró nada, y sacó un bi­llete de la carlera con dedos tem­blorosos. Se lo metió al niño en lamano-o Quiero un ejemplar.

El niño tomó el billete, lo miró.lo tiró en el pavimento, y echó acorrer como si lo llevara el diablo.

Cavanaugh recogió el billete. Encada esquina tenía un número 4grande. Sobre el grabado familiarde George Washington ~ leían la.spalabras FRA EVOFAP LFIFAL YI(.IQAroZI. Debajo del grabado la le·yenda deda YVA PVNN IT.

Se llevó una mano al cuello dela C1misa, que lo estaba ahogando.Aquel aparato vibratorio... Perono podia ser eso; era el mundo elque estaba embrollado, no Cava­n3ugh. Yeso era imposible, por­que...

Un hombrecito sucio, con unsombrero hongo, se le abalanzó,asiéndolo por las solapas.

-Poz'k -farfulló-, ¿fend gi.hekn, fend gihekn? ¿Fwuz eebI'mwukd sahtz'kn? •

Cavanaugh lo apanó de unempuj6n y retrocedi6 un paso.

El hombrecito se ech6 a llorar.-¡Fwuh! -gimi6-. ¿Fwuh

vekn r'nahp shaoo?Cavanaugh dej6 de pensar. Con

el rabillo del ojo vio que un auto­bús acababa de detenerse al finalde la manzana. Echó a correr haciaél.

El chófer, con el rostro en<::endi­do, casi fuera de su asiento, le voci­feraba algo ininteligible a una mu­jer gorda que le contestaba en elmismo tono, blandiendo una peli­grosa sombrilla. Detrés de ellos, eleslrecho pasillo estaba atestado decaras perplejas, caras moleslas, ca·ras que grilaban. El aire estaba eri­zado de consonantes dislocadas.

Mb alrés, alguien lanz6 un cbi­lli~orreó la puerta trasera.M .. , el chofer se volvió y ..abri6. La gorda aprovech6 la opor­tunidad para golpearlo en la cabe­za, y cuando la confusión resultan­te disminuyó un poco Cavanaughse encontró en el ctotro del auto·bús, apretujado y sin haber pagadoel pasaje.

El autobús arranc6. En cada pa.rada bajaban algunos pasajeroshistéricos, pero el estado deJos queseguian adentro amontonados noera mejor. Alurdido, Cavanaugb sedio """nta de que nadie enlendfa a

nadie; nadie podía leer lo que esta·D-d escrito.

El estrépito aumentaba; Cava­naugh notó que los bramidos delchófer eran cada vez más roncos .,más débiles. Allá delante las boCI­nas sonaban furiosamente. Con­centrándose con gran dificultad,consiguió pensar: ¿Hasta dónde?Ese era el asunto crucial: ¿esa cosa,fuese lo que fuese ... había ocurridosimultáneamente en todo NuevaYork ... o en todo el mundo? ¿D-y ese era un horrible pensamien­to- se trataba de una infecciónque él llevaba consigo?

Tenia que descubrirlo.El tráfico se volvió más denso.

Al llegar a la Sexta Avenida el au­tobús, que se había estado movien­do centímetro a centímetro, se de­tuvo completamente, y las puertasse abrieron de golpe. Cavanaughestiró el pescuezo y vio que el chó­fer bajaba, tiraba la gorra al sueloy de!8parecfa entre la gente.

ecftv:":~I:r ~~ódi~~~i~~o~~;tlentrando en el bullicio. Sonabanlas bocinas..d.e.los coches, chillabanlas sirenas; cada cinco metros ha­bía una pelea, y cada diez peleas unpolida. Luego de un rato fue obvioque no lIegarja nunca a Broadway;volvióa la Sexta, abri~ndose paso aempujones, y dobl6 hacia el sur.

El altavoz de una tienda de dis­.cos atronaba con una canción queCavanaugh conocfa y detestaba; po­ro en vez de las palabras ya dema­siado conocidas, la voz ronca demujer cantaba:

"Kee-oo tho-Iv /if ..gmlilPodn mowg.,h oooop(J-(l/ch. ..••

~~a~d~fau:t~ habia un letreroque decía: I3FR. LF. Hasta los nú'meros estaban distorsionados.

ca~e~:~nE~rr~s~~t~nb:r~e dalia laHabfa muchos parroquianos.

No se veía a nadie con chaquetablanca, pero aproximadamente untercio de los clientes estaban detrásdel mostrador, sirviendo al resto;una botella cada vez.

Cavanaugh se abrió paso a coda­zos hasta la primera ma y. vacilóentr~ dos botellas etiquetadas res­pectivamente CIF 05 y ZlnFlOTLNinguna pareda demasiado lenta.dora, pero el líquido ambarino quehabla en las dos era aparentementelo que necesilaba. Se decidió por elZitlfioll. Despu~s del segundo tra­go, un poco más animado, buscóen la pane trasera del bar y encon­.16 una radio.

Cuando se acercó descubrió '1ueya estaba conectada, pero lo úniCOque salla de ella era un potentezumbido. Movi6 los diales. A la

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derecha del dial -que estaba nu­merado excéntricamente del 77 al408- sintonizó una orquesta quetocaba CuadrfJf de una expolición;era lo úoico que habla. .

Eso aclaraba las cosas. \YQXR,con un programa exclusivamentede mlÍsica, estaba en el aire; lasotras emisoras no. Lo cual signifi­caba que habla el mismo problemacon las palabras no sólo en las emi·sioncsdc Nueva York y Nueva Jer­sey, sino también en los programasen cadena de la Costa Oeste. Inclu·so, ino podría ocurrir que lo quedecía un locutor en correcto inglésen Hollywood fuese escuchado ca­mo un disparate por un ingenieroen Manhattan?

Eso lIev6 a Cavanaugh, poco apoco, hacia el problema siguiente.Sin dejar la botella de Zitlfiotl, es­cogió una mesa desocupada en elfondo c1el bar, se sentó con circuns­pecci6n y deposit6 encima de lamesa estos importantcs artículos:

Un sobre parcialmente usado.Una p'luma estilográfica.Un billete de un d6lar.La tarjeta del Seguro Social.Un diario que había conseguido

reSC"dtar.Ahora la cuestión era si quedaba

¡jlgún orden en las pautas del len·guaje humano, o si todo se habíareducido al caos total. El métodocientífico, alentado por el Zitlfiotl,descubriría la respuesta.

Como gambito preliminar escri­bió las letras del alfabeto, en unacolumna severamente venical, enel lado sin usar del sobre.

Luego. tras un momento de re-­nexi6n, copi6 el texto del billete deun dólar. Así:

AtA EVOFAP LFlFAL YK IQAlOZIYVA PYNNIT

Debajo de cada linea, letra porletra, agreg6 el texto que d.berúJestar en el billete. Th. Un;"d Sla­Iu 01Am.rlca. OM 00110'.

Eso le dio quince letras, que es-

cribió en el sitio correspondiente,al lado de las letras ya establecidasdel alfabeto. Un id~ntico procedi­miento con el Pionu Vaj/. o DailyNews. y con su propia firma. queaparecía en la tarjeta como NnyupZiciviemr, le dio cuatro letras más,con este resultado:

AE H 01 VNB lA PD WCV JW QM XD KF RH YOEU LS S ZCFT MG TRG NL UY

Ahora venía la prueba suprema.Copi6 el enigmático titular del Va}1y lo transliteró conforme a sus des·cubrimientos:

QEZRIZRIQIFIMUCHACHA MATA·1 LE IVZOIVI QJQI

A SU ANCIANA MAMA

Un éxito triunfal. Ahora podlacom unica rse.

El asunto, se dijo lúcidamente,es que cuando pienso que estor di­ciendo "Escúcheme", en realidaddigo ••Alzevraqa", y- es por eso quenadie entiende a nadie. Y por lotanto, si yo pensara que digo "AI­zevraqa", estaria en realidaddiciendo "Escúcheme".

Pero eso no dio resultado.

Algún tiempo más tarde se en­contró en un aula de clase en desu­so, frente a un ind6mito-alumnadocompuesto por tres hombres conanteojos y barba y una mujer conpelo en los ojos; intentaba ensci\ar­les, por intermedio de ejercicios enun pizarrón, un nuevo alfabeto queempezaba así: E, espacio. V. espa­cio. U. T, espacio. Los espaCIOS,explicaba, eran lo más importante.

En otra ocasión, más adelante,estaba de pie en el primer descansode la escalera de entrada de lasuc.....,.1 de la C~11e Cuarenta y dosde la Biblioteca Pública de Nueva

York. gritando a una variada mul·titud, una y otra vez:

-¡Qinpofyl opoyfil! ¡Qinpofylopoyfil!

y en otro momento. más adelan­te aún, despen6, muy sobrio;estaba apoyado en una mesa contapa de imitaci6n mAnnol en unbar parcialmente destrozado. Elsol entraba oblicuo por la ventanay daba en la pared que tenia a la izoquierda; deblan de ser la. últimashora. de la tarde o la. primera. dela mdana.

Cavanaugh lanzó un gemido.Había ido a ese bar, recordó, por­que le dolía la cabeza: era mAs omenos lo mismo que si hubiera to·rnado un purgante para la náusea.

y el resto, antes y después...¿cuánto cra imaginación suya?

Alzó la cabeza y mir6 esperanza·da mente los carteles en las venta·nas. Aun sin pensarlo, estuvo segu·ro de que aquello no cra inglés. Laprimera lelrd era una Z.

Lanz6 olro gemido y apoy6 laba rbilla en las manos ahuecadas,cuidadosamente. Trató de quedar­se así, sin moverse, sin mirar. sinver, pero un ~nsamienlo insistentelo obligó a levantar otra vez la ca­beza.

¿Hasta cuándo?¿Hasta cuándo iba a durar todo

eso? ¿CuAnto pOOla durar antes deque el mundo se fuese al mismísi­mo diablo? No mucho.

Sin un lenguaje. ¿cómo podíauno comprar algo, vender algo, pe­dir itlgo? Y si uno pudiese. ¿qu~

moneda usaría? ¡Billetes de cuatrod61ares, con -la inscripci6n YVAPVNNIT'!

...0. se cor'rigió amargamente,algo igualmente extraño. Porqueese era el detalle que había pasadopor alto hacia unas horas, durantela borrachera: que cada uno teníaun alfabeto diferente. Para Cava­naugh era yvÁ PYNNIT. Para algúnotro efa AGU MAnEK o ENY ZEI....L,

o...

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VeinllSl!is letras en el alfabeto in­gk!s. Combinaciones posibles: 26 x2S x 24 x 23 x 22 y asl sucesivamen­te hasta el 1... aproximadamenteun cero por cada operación .

Algo ..1 como ClIIJlrllloll .No tantas combinaciones si las

vocales eran sustituidas por VQCa·

les y las consonantes por conso­nantes, como parecía ser su caso,pero muchas de lodos I'Iodos. Másque el número de perse lS vivas enel mundo.

Eso en cuanto a la pal2.1 fa escri­ta. Para el habla -Cavanaugh sedio cuenta de pront~ el proble­ma sería unos veinticinco lugares.decimales mú grave. Ya no .. tra-

taba de Ietru lino de fonemas: cua·renta en el inglés hablado común.

Una vara que le revolvfa a uno elc~b[o, mezclando los reflejos. co­nectando la recepción de la K conla emisión de la H. o la O. o cual­quier otra letra O"

Csvanaugh dibujó una Ictra conel dedo índice en la mesa, arru,an­do el cmo. ¿No habla becho ..em­pre la A de ese modo... una rayaVf"rtical y tres horizontales?

Pela ahlestaba el detalle sinies­tro de todo el asunto: que la. me­moria no significaba nada, porquetodas las memorias seguían exis­tiendo, pero estaban distorsiona~

das. Como si uno arrancara ladas

las conexiones de la mesa de unoperador telefónico y las volviera aooner todas cambiadas.

Naturalmente, osa tenIa que serla explicación: nadie podla haberandado cambiando todos los letre~

ros, reimprimiendo todos los dia·rios o falsificando la firma de Ca·vanaugh en la larjeta del SesuroSocial. La primera letra de su nom­bre. ese semicirculo, aunque pare­cía una Z, segura siendo una C.

i,O no'! Si un árbol cae pero nohay nadie allí pard oír la caída,¡.produce un ruido? Y si la bellezaestá en el ojo· del observador... R~primiendo una tendencia a caer enla histeria, Cavanaugh pensó: iCÓ­mo podemos salir de esto?

Empecemos por el principio,El Rufián.Había llegado de un sitio que no

era exactamente un sitio, atrave­~ndo una distancia que no eraexuctamente una distancia, Perodebía de ser un viaje dificil, porQ,ueno había señales de otras apariCIO­nes de pequeños coleccionlslas de'Ute con crestas como cacatúas,.,

Comprabu objetos de artesaníalocales ":00 piedras que en este pla­nela no tenían precio y que tal vezen el sitio de donde él venía erant:Jn comunes como la tierra. Boni­los abalorios para los nativos. Cor­tésmente, uno le ofrecía un trago.y él, devolviendo esa cortesía, lerevolvía a uno la cabeza con unavam.

Aguardiente. Un suave eslJmu~

lante para el Rufián, pero un in­fierno sobre ruedas para los aborí­genes. En vez de confundir un po­co a un par de personas ponía pa~

tas arriba a todo un planeta ... y co­mo el Rufián se comunicaba porintermedio de figuras quizá aúnno sabía todo el daño que habíaprovocado. Terminaría su excur­sión y regresa ría contento a su casacon los premios y luego, quizá milaños más tarde, cuando la humani~

dad se hubiese vuelto a recompo-

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ner en naciones de media hectáreae imperios de dos por un centavo,aparecería otro Rufián...

Cavánau@h volcó la silla. .Se le estaban formando carám­

banos en la columna vertebral..No era esla la primera \leZ. Ya

había ocurrido por lo menos enotra ocasión, hacía unos pocos mi­les de años, en el valle del Eufrates.

Babel.

111

El sol descendía hacia el oeste,dorando la desierta Calle Cuarentay dos con la desBarradora y falsaprumesa de I~ primavera en NuevaYork. Mareado, apoyado en elm¡jrco de la puerla, Cavanaugh vioescaparates rotos e interiores oscu­ros. Se oía un confuso estruendoallá lejos. en la ciudad, pero las po­l.~J:ot personas que pasaban por de­lanle de él iban calladas, perplejas.

Había un tremendo choque en laesquina de la Séptima Avenida, yotro en la Octava; comprendió conalivio que eso explicaba la falta detráfico en su manzana. Sostenién­dose la tapa de la cabeza con unamano. attavesó corriendo la calle yse metió en las oscuras fauces dellubterr'nco.

El vestíbulo y la propia estaciónestaban vacías; sólo se oían ecos.No había nadie en los quioscos,nadie jugando con las máquinaslra~amonedas.. CavanauBh traBósahva y entró por la puerta abiertay bajó estruendosamente por lu

H~~r::s::.:LI~~i~~~~ laspuertas abiertas, las luces encendi­das y el motor ronroneando calla·damente. Cavanaulh entró en el

coche delantero y fue hasta la cabi­na del conductor.

Faltaba la palanca de control.Lanzando un juramento, Cava­

nauBh volvió a.subir a la calle. To­nla de encontrar al Ruliin; hablauna posibilidad en un millón deque eso sucediese, y un minuto des­perdiciado ahora podía ser un mi­nuto importante.

En ese momento el hombrecitopodía estar ya en cualquier partedel planeta. Pero se había interesa­do en objetos que tenia Cavanaughen el apartamento y que eran deprocedencia diversa: las Filipinas,México, Malaca, Suecia, la India ...y Gm:nWich VillaBe. Si todavla nohubiese llegado al Village, cosabastante improbable. quizá lo po­dría encontrar aún; era su única cs­peranza.

En la Octava Avenida. al sur dela Cuarenta y uno, encontró un ta­xi amarillo detenido junto a la ace­ra. El chófer estaba apoyado con­tra la pared, bajo un letrero deZyzi-Zyni, hablando solo y ll"sticu­landa.

Cavanaugh lo agarró de la man­ga y le hizo señas urgentes hacia elsur. El chófer lo miró vagamente,se aclaró la garganta, se apartó dospaSos, siempre pegado a la pared, ypnJsiguió con su interrumpido dis·curso.

Cavanaugh. vaciló un instante,echando humo, luego buscó en los

~Io~~~: ~~unmsau YaFr:I:~~ ~~f~~~~~del mundo, lo abrió para tener unespacio en blanco, y dibujó rápida­mente:

El chófer miró el dibujo con carade aburrimiento, luego con un dé­bil brillo de inteligencia. Cava­naugh señaló la primera figura ymiró al hombre interrogativamen·le.

-¿Oweh? -dijo el chófer.-Eso es -dijo Cavanaugh,

asintiendo violentamente-. Ahorala siguiente ...

El chófer vaciló.-¿Mlshell?

te ~I (¡~~Ií.a C:v~~~:gnh :~~~i~a~mano y señaló el círulo negro.

-Mah.-¡Exacto! -exclamó Cava-

nauRh-. Oweh mah...Señaló la tercera lisura.Esa era la dificil; el ch6fer no

consegu(a entenderla.-¿Vnakjaw? -aventuró.

Eran pocas .Oabas. Cavanaughllegó con la cabeza y pasó a lacuarta figura.

-Vbzyelch.Cavanaugh asintió. y volvieron a

repetir toda la serie.-Oweh. .. mah... vbzyetch.

-Una expresión de esclarecimien-to se extendió por toda la cara delchólor-. ¡JI<kag/! ¡JI<kag/! iVDZ:yelch!

-¡Eso e!\! -dijo Cavanaugh-.:Shendan Square.·iJ.<kagl Vbz­yetch!

Cuando estaba llegando al taxiel chófer se detuvo de pronto, co­mo si acabara de recordar algo, ytendió una mano insinuante.

-Ngup-joke -dijo, con triste­za. y se volvió hacia la pared.

Veinte minutos más tarde Cava·naugh se había empobreci~o en undiamante de treinta Icilates, y elchófer delt3xi, con una sonrisa ensu cara honrada, le abrfa la puertaen la esquina oeste de la plaza She·

ridan (que no es cuadrada sinotriangular), a pocos metros de laestatua color plomo del· general.

Cavanaugh le indicó con una se­ña que lo esperase, recibió una son­risa contenta y un asentimiento, yechó a correr manzana abajo.

P'.tsó una vez por delante de latienda de Janigian sin reconocerla,por una excelente razón: no habíaun solo zapato o zapatilla a la vistaen el enorme y vacío taUer y salónde venlas.

La puerta estaba abierta. Cava­naugh entró, mirando suspicaz­mente los estantes vaclos y luego lapuerta del cuarto trasero. asegura­da por una barra de hierro y el can·dado más grande que había vistoen su vida. Eso era extraño: (a)porque Janigian no creía en las

• Square. Piola. 'J tamb~n nMMirodo. (N. de T.)

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puertas cerradas, y esa misma Dun·ca había tenido siquiera picaporte.y (b) porque Janiglan nUnca salla amnguna parte: unol silos antes lo

~~~~~i~u~:d~ ~~~~h~::~~d;la manera en que el pavimenta su·be al encuentro del pie cuando unolo levanta.

Cavanaugh se acercó, metió lasuñas en la rendija entre la puerta yel marco, y tiró.

La barra de hierro, que estabasujeta al marco sólo por las cabe­zas aserradas de dos tornillos, sesoltó; la puerta giró, abriéndose.

Adentro estaba Janigian.

Sentado con las piernas cruzadassobre un pequeño baúl de madera.moderadamente desorbitado, teníasobre los muslos una herrumbrosaescopeta,'y dos cuchillos de carni­cero, de veinticinco centímetros delargo, tirados en el suelo, delantesuyo.

Al ver a Cavanaugh levantó laescopeta, luego la bajó un poco.

-¡Odeh! -dijo. Cavanaugh lotradujo como "¡Ajá!", el saludohabitual de Janigian.

-Odeh serás tú -le respondió.Sacó la cartera, tomó el otro dia·mante -el grande- y se lo mas·tró.

Janigian asintió solemnemente.Se puso de pie, sosteniendo cuida·dosamente la escopeta debajo deun brazo, y con el otro, sin bajar lavista, levantó la tapa del baúl.Apartó media docena de camisassucias, buscó más abajo. y sacó unpuñado de algo.

Se lo mostró a Cavanaugh.Diamantes.Los dejó caer uno por uno en el

baúl y luego echó adentro las cami­sas, bajó la tapa y se volvió a sentarencima.

-¡Odeh! -dijo.

Esta w:z significaba "adiós". Ca­vanagh salió de la tienda.

El dolor de cabeza, que lo hablaabandonado imperceptiblementeen algún sitio de la Calle Cuarentay dos, volvía a hacerse sentir. Lan·zando una poco inspirada maldi­ción. Cavanaugh regresó a la es­quina.

¿Y ahora? ¿Se suponía que teníaque perseguir al Rufián a las Filipi­nas, o a Suecia, o a M¿xico?

y bueno, ¿por qué no? Si no loencuentro, se dijo Cavanaugh, den­tro de un año esta~ viviendo en unacueva. Seré un pésimo caverníCola.Cenar otra vez gusanos...

El chófer del taxi estaba todavlaesperando en la esquina. Cava·na ugh le gruñó y entró en la ciga·rrería que había al otro lado de lacalle. Del montón de corbatas, Ii·bros y caramelos, que le llegaba ala rodilla. sacó un mapa. Con ~I enla mano volvió a la calle, y caminóhasta e~ ·taxi.

El chofer lo miró con expectati­va.

-Tu madre tiene orejas peludas-le dijo Cavanaugh.

-¿Zee kwa? -pregunló el chó-fer.

-Tres -agregó Cavanaugh.Abrió el mapa por la zona deQueens Long Island, logró encon­Irar Flushin~ Bay, y dibujó'una X(que, despues de pensarlo mejor,transformó en un punto) dondetendría que estar el aeropuero LaGuardia.

El chófer miró, asintió... y ten­dió una mano carnosa.

Cavanaugh contuvo un impulsode escupir. Indignado, hizo un di­bujo del diamante que Ja le babiadado al hombre, lo senaló, luegoseñaló al chófer, luego el mapa.•

El chófer se encogió de hombrosy señaló hacia afuera con el pulgar.

Cavanaugh apretó los dientes.

cerró con fuerza los ojos, y contóhasta veinte. Cuando pensó quepodla confiar en sostener en la ma­no un objeto de punta afilada, to­rnó la pluma, buscó la sección deManhattan en el mapa, e hizo unamarca en la Cincuenta y la Sesun­da A venida. Dibujó otro diaman·le, y una llecba ..ñalando el punto.

El chófer lo estudió. Se mclinóun poco más sobre el asiento y pu­so un dedo gordo sobre el funto.

-¿Fa mack alaha gur' hih?-preguntó, suspicaz.

-Tu padre procede de una largafamilia de orangulancs con re­pugnantes enfermedades -dijoCavanaugh, poniéndose una manosobre el corazón.

Tranquilizado por los polisUa­bos, el chófer hizo arrancar la m'·quina.

En el apartamento, mientras elchófer espiaba descaradamente enla sala, Cavanaugh buscó el dia­mante más pequeño para pagar elviaje, y otros doce, de tamaño me·diano a grandc,para futuras emer­gencias. También metió en unabolsa de papel dos latas de picadi­llo, una lata de judías, un amela·tas, una cuchara, y una botella dejugo de tomate; en ese instante laidea de comer le repugnaba.J>eroen algún momento tendría que ha·cerio. Y eso era mejor que gusanos,de todos modos...

Cavanaugh descubrió que todaslas arlerias principales de NuevaYork estaban cerradas: aparente­mente,todos lasque vivían en la is­la trataban de salir, y viceversa.

adie prestaba mucha atención alas señales de tráfico. y los demole­dores resultados se veían en casi to­das las esquinas.

Tardaron dos horas en llegar aLa Guardia.

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Habla alguna dase de 110 alrede­dor de un coche detenido delantedel edilicio terminal. Al a"""",rseel taxi de Cavanaugh la multitud sea~ del coche y echó a correr ha·Cla ellos; Cavanaugh apenas tuvotiempo de abrir la puerta y saltarafuera. Oeap~de piaarle WI ri.. aalguien y lolpear a alpien mAs enel eatÓlll8lo. recuperó el equilibrioy vio como el taxi praba aobre dosruedas. con una puerta traseraabierta. y se alejaba rápidamente.llevando una car.. de pasajerosque abultaba como un enjambre deabejas. Las luces traseras del taxi seperdieron en el camino, scguidaspor unos pocos reza..dos frenéti·cos.

Cavanaugh camin6 con cautelaalrededor del disminuido lentio.concentrado todavia en el cocherestante, y entró en el edificio.Atra\les6 esforzadamente la sala de

""pera, perdiendo la bolsa de pa­pel, varios bolones de la camisa yel noventa por ciento de la calma, yencontró una puerta abierta quedaba a la pista.• La enorme área, iluminada porrencelores, era una inextricableconfusión de gente, perros y aera·planos: más aviones de los que Ca­vanaugh había visto jamás en unsitio; bosques de aviones: de pasa·jeros, de carga, aeroplanos particu.lares, de toda forma y tamaño.

La presencia de los perros eramás dificil de explicar. A su alrede·dor habia docenas. todos ..andes yvocingleros. Un dálmata especial­mente inquieto, del tamaño de unpuma, dio vueltas alrededor deCavanaugh y luego alzó las he­mendas patas delanteras y se laspuso en el pecho. Cavanaulh cayó

como un árbol. Hombre y perro ..miraron a 101 ojos durante un mor·daz instan..; 1IlOl0 la beatia pólolpeando a CavanauBb en la. COI­tilla.. y deaapareció.

Furioso, Cavanaugh le levantó yech6 a andar, apresuradamente,hacia la pista. Alluien lo asi6 delamanla Yle lritó en la oreja; Cava­naugh se volvió y chocó contraotra persona, que lo lolpeó conun bollO. Un rato másltarde.conpamente confuaa y el cuerpo malulla.do, lIeló junto a un pequedo mo­noplano, de aspecto frálil, aobreuna de cuyas alas estaba sentadoun hombre de cara inexpresiva ves·tido con una chaqueta de cuero.

Jadeando, Cavanaugh trep6 jun­to a él. El otro lo mir6 J?Cnsativa­mente y alzó la mano Izquierda,que hasta ese momento había ocul­tado detrás del cuerpo. En la manotenía una llave inglesa.

Cavanaugh suspiró. Con la ma­no le hizo una seña para que pres­tase atención, abrió la cartera y sa·có de adentro una de las gemasmás Irandes.

El otro hombre bajó un poco lallave.

Cavanaugh se palpó el bolsillo,buscando la pluma estilográfica;había desaparecido. Entonces mo­jó un dedo en la sangre que le go­teaba de la nariz y dibujó un toscocontorno del mapa de los EstadosUnidos en la superficie del ala.

El otro dio un Ii,ero respingo,pero miró con intereso

Cavanaugh trazó la frontera Es­tados Unidos-México, y al sur mar­~có un punto -o gota- grande. Se­ñaló el aeroplano, el punto, y alzóel diamante.

El hombre meneó la cabeza.Cavanaugh agregó otro diaman­

te.El hombre volvió a menear la ca·

. beza. Señaló el aeroplano, hizo elmovimiento de ponerse auricularesen la cabeza, se concentró en acti­tud de escucha. y negó otra vez. No

len&~Q:~~. mano achatada imitó eldespegue de un avión, y con la otradibujó una rápida línea en la gar­ganta. Suicidio.

Luego ensayó un saludo pocomilitar. Gracias de lodos modos.

Cavanaugh baj6 del ala. El si­guiente piloto que encontró le diola misma respuesta; y el siguiente.No hubo un quinto piloto porqueal querer acortar camino pasandopor debajo de un ala tropez6 condos caballeros que forcejeaban si·lenciosamente y que en seguida letransfirieron la dispu~a. Cuando serecuperó de una momentánea dis­tracción los hombres habían desa­parecido, lo mismo que su carteracon los diamantes.

Cavanaulh volvió a Manhatlancaminando.

Contando el tiempo que pasóiIunmendo debajo de IUI puente alQ....ns. tardó do"" horas en lIe..ra su casa. Hasta un nativo de Ore­gón consigue orientarse en Man·hattan, pero la gente de Manhattanse pierde en seguida fuera de su is.la. Cavanaugh no acertó con elpuente de Qucensborough. erróhacia el sur entrando en 8rooklynsin darse cuenta (antes preferirfahaberse muerto), y fue a dar a unassesenta manzanas de su ruta, en elpuente de Williamsburg; por la ca·lIe Delancey llegó a la zona surestede Manhattan, lo que no era ungran progreso.

Siguiendo la línea de menor re­sistencia, anhelando ver civiliza­ci6n (por ejemplo el cenlro de N ue­va York), Cavanaugh avanzó hacia

/

//~...,

.t:$'

"el noroeste por el antiguo senderode vacas conocido por diversosnombres: Bowery, Cuarta Avenidar Broadway. Deteniéndose s6­lo en un puesto de bebidas deUn ion Square para tratar de en·contrar alguna salchicha fría, llegóa la Calle Cuarenta y dos a las diezy media, veintitrés horas y mediadespués de haber conocido al Ru­fián.

Times Square. un espectáculopoco inspirador por la mañana. es­taba muy extraña r triste. El tráli­ca, escaso, se movla espasmOdlca­mente. Todos los coches llevabanlas ventanas cerradas, y Cava·naugh vio a más de un pasajerocon un rille. La gente que qeambu­laba por las aceras cubIertas de ba­sura no daba la impresión de diri­girse a algún sitio, ni de pensar si·

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Echó a correr,Con pies de plomo, casi muerto.

y maldiciéndose a sí mismo, al Ru·fián, a la raza humana, al DiosCreallor y a todo el cosmos imagi.nable con el último aliento de sucuerpo, Cavanaugb llegó a la es­quina de la Cuarenta y nueve y laSegunda Avenida a tiempo paraver al Rufián pedaleando rápida·mente por la Avenida en una bICI­cleta.

Le gritó. o trató de hacerlo; no les:Jlió más que un resuello.

Con un silbido agónico, tamba p

leándose, dobló la esquina y corriópam no c:Jerse de cabeza. Casi al­cunzó al Rufián en la entrada deledificio, pero le faltó aliento parahacer algún ruido. El Rufián entrócomo una necha y se lanzó escale­ras :Jrrib:J: Cav:Jnaugh lo siguió.

No puede abrir la puerta. pensó.en la mit:Jd del c:Jmino. Pero cuan-

quiera en esa posibilidad. Se amon­100a6a, nada más.

Las librerías estaban vacías, ylos libros desparramados en el pa·vimento; tiendas de novedades, ca­feterías. bares... lo más asombrosode lodo era que aún existía algúnlipo de comercio, acá y allá. El di­nero todavía compraba una botellade licor, O un paquete de cigarri­llos, o una lala de conservas: los ar­tículos de primera necesidad. Elproblema principal era cómo fijarel precio. lo que había sido resueltode una manera mu~ directa: sobreel mostrador se eJthlbían los artícu­los de la tienda, y cada artículo te­nía adherido un billete o dos. Ciga­rrillos: George Washington. Unabotella de whisky: Alexander Ha­millon y Abrdham Lfncoln. Unalata de carne: Andrew Jackson.

Había incluso un' cine abierto.Mostraba un festival de CharlieCh"plin.

éavanaugh se sentía muy ato­londrado e insusbstancial. Babilo­nia, ¡la gran ciudad!, pensó; y enalgún sitio, aparentemente, en labrecha entre antediluvio y aoado­minante, el copista debía haber es­capado con el pergamino ...

La raza humana acababa de re­cibir el castigo. Nueva York ya noera una ciudad; era simplemente lamateria prima de un rompecabezaspara arqueólogos: un montón debasura. Y pensando otra vez enFinnegans. recordó: ¡Qué hernmo­so revoltnijo es tnodo!

Miró las caras que tenía alrede­dor. inexpresivas, mostrando unnuevo dolor, el dolor del silencio.Eso es lo que más los hace sufrir.pensó. o poder hablar. No les im­porta no poder leer; esa es una mo·telitla menor. P::ro quieren hablar.

Sin embargo, la humanidad ha­bría podido sobrevivir si sólo estu­viese embrollada el habla, no la es­cntura. o habría resultado dificilinventar símbolos sonoros univer­sales pard las pocas situacionesdonde el habla era realmente vital.Nada podía sustituir los libros detexto, los archivos. las bibliotecas.las cartas comerciales.

En ese instante. pensó Cava­n::IUgh, el Rufián debía de estarcambiando vestidos de hierba porabalorios brillan les en Honolulú ocolmillos de morsa tallados enAlaska, o...

¿O no'] De pronto descubrió quehabía estado imaginando que lasapariciones del Rufián en todo elmundo eran como la de su aparta­mento. saliendo de la nada, y queal final de su excursión el hombre­cito de la crestJ desaparecería delsitio donde se encontrase de lamisma manera. volviendo a sumundo de origen.

Pero si podía viajar de ese modo,ipor qué se había ido del apartamen­to de Ca\,(waugh en un aUlobús de laSegunda A \'ellida'

CavanJugh buscó frenéticamen­te en su memoria. Se le anojaronl:Js rodillas.

El Rufián le hllbía mostrado enel disco que los dos -lIamérnoslosuniversos- rara vez se cruzaban, yque cuando eso sucedía se tocabansólo en un punto. La vez anterior elpunto de contacto había sido la lIa·nur:J de Shinar. Est:J vez el ap:Jrta­mento de Cavanaugh.

y aquel parpadeo, luz­oscuridad-luz, antes que el Rufiánde la figura volviese a su propia es­fera ...

Veinticuatro horas.Cavanaugh miró el reloj. Eran

las 10:37

do llegó al descanso del tercer pisovio que la puerta estaba abierta.

Cuvanaugh hizo 'un último es­ruerLo. sahó como un salmón, tro­peLÓ con d umbT:JI, ) cayó despa­rramado c.:n medio dd piso.

1:.1 Rufián, a un paso de la mt.sade dibujo, se volvió con un sor­prendido "¿Chaya dnihT'

1\1 ver a Lavanllugh. se acercomirándolo con unos ojos saltones ypreocupados. Cavanaugh no podíamoverse::.

M urmurando entre dientes. exci­wdo. el Rufián sacó de :Jlgún lugarel Jrtefacto verde y bl:Jnco -unaacción muy parecida, presumible­mente. a I:J de un ser hum:Jno b·~s·

cando el medicinal brandy- y lopu!'>o en el suelo. cere.t de la cabezade C<lvanaugh.

-IL rgh! -dijo Cav:Jn:Jugh.

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Trlulo original: "Babel 11"@ 1953 by Galaxy PublishingCorporalionTraducción de Marcial Souto

En seguida comenzó a sentir lapresencia de una punzada crecien­te. como un olvidado dolor demuelas. Cavanaugh tardó un mo­mento en identificarla como laconciencia. ¿Quién eres tú, le decíala conciencia. para quitar el dondel habla ... lo único que en unaépoca distinguió al bombre del mo­no?

Cavanaugh, respetuosamente,traló de sentir arrepentimiento, pe­ro no lo consiguió. ¿Quién dijo queenl un don? le preguntó a la con­ciencia. ¿Pura qué lo uS3mos?

Te voy a decir para qué. En la ci­g<lrrería: Eh, ¿qué te parecieron losYankees'! Si, estuvieron bien. ¿ver­d<Jd'! ¡Claro que sí! Te digo que ...

En casa: ¿Qué lalle fue hoy? Ah.El manicomio de siempre. Y a ll,¿cómo te fue? Muy bien. Yo nopuedo quejarme. ¿Los niños bien?Si. Ajá. ¿Qué hay para la cena?

En una fiesta: ¡Hola, Harry!¡Qué cuentas, muchacho! ¿Cómoestá'! Me alegro. ¿Cómo estánlos.. .'! Y enlonces le dije, tu no pue­des melerte en lo que yo... Me gus­tu, pero no me sienta bien. Es miestómago; el médico dice... Organ­dí, con peQueños botones dora­dus... ¿Ah, si? ¿QuiereS que te rom­pa la nariz'!

En las esquinas de las calles: Le­bensraum ... Nordische Blut...

Yo. dijo Cavanaugh, ya presentémis pruebas.

La conciencia no respondió.En el silencio, Cavanaugh atra­

vesó la habitación hasta el estantede los discos, y sacó un álbum. Le­yó el titulo en el lomo: MAHlE" Lacanción de la Tierra.

Escogió uno de los discos y lopuso en el aparato: "La Cancióndel Borracho", en el quinto movi·miento.

Cavanaugh sonrió beatíficamen·te, escuchando. Era un remedio ar-

~i~~~a~erR~~;á~,ei~er:~Ph~~a~~había quedado para siempre unpoco achispada. ¿Y qué?

Las palabras que cantaba el te­nor eran incomprensibles para Ca­vHnaugh ... pero siempre lo habíansido: Cavanaugh no hablaba ale­mán. Aunque conocía elsignificado:

JVas geht mich denn der FrühlingalJ!?Lassl mich betrunken sein!

"¿Qué me importa la primavera?...¡Déjenme estar borracho!"

o habría mádales cantados.

Cavanaugh se levantó.-Escucha -le dijo al Rufián,

tenso-. ¿Podrías arreglar sOlo laescritura ... no el habla'!

LI Rufián lo miró desorbitado yle ofreció el disco.

Cavanaugh lo agarró y, leñta­mente. comenzÓ a traducir la ideaa cuidadosas imágenes... .

1:.1 Ruftán se habia ido. Zambu­lléndose de cabeza por encima dela mesa de dibujo de Cavanaugh,había desaparecido como unapompa de jabón al eslallar.

Cavanaugh se quedó donde esta­ba. escuchando. Desde afuera, lue­go de un rato, llegó un confuso ru­gido, debilitado por la dislancia.En toda la ciudad -en todo elmundo, supuso Cavl:lnaugh- lagente estaba descubriendo que po·día leer de nuevo; que los letreros

~6b[tí:¡s~e~~~~d~uho~b~~n;e~~eb::vuelto a unir al continente de losdemás.

Eso duró veinte minutos, y lue"ose UP<lgó poco a poco, Con el oJode la mente. Cavanaugh vio Ja or.gia de escritt,¡ra que debía de estarempezando. Se sentó, y escuchó elbendito silencio.

Agarró con una mano el disco delRufián.

Las figuras se formaron sin unesquema consciente: el artefacto,las luces que se encendían yapaga­ban en el cráneo -docenas, cien­tos de cráneos- luego edificiosque se derrumbaban, trenes quechocaban, volcanes que entrabanen erupción...

de~~~o¿~~i~eLRufia" casi sallaron

-i Hakdaz! -dijo, llevándoselas manos a las orejas. Tomó el dis­co y proyectó imágenes conciliato­rias: el artefacto y un vaso de vino,fundiéndose en una sola cosa.

- Ya lo sé -dijo Cavanaughcon voz ronca, tratando de apoyar·se. en un codo-o Pero ¿puedes en­conlTor una solución?

Hizo una imagen del Rufián se­ñalando las luces centelleantes. quepronto se apagaron.

-Deech, deech -aseguró elRufián, asintiendo violentamente.Tomó el artefacto y desarmó de al·gún modo la base verde en docenasde pequeños cubos que empezó are<trmar, aparentemente en un or­den diferente, con mucho cuidado.

(;avanaugh se arrastró hasta unasilla y se dejó caer en ella, fláccidocuma un guante. Observó al Ru­fián, diciéndose con modorra que,si no (enía cuidado, en un momentoestaría dormido. Había algo raroen la habitación, algo extraordina­riamente sedante... Un instantemás tarde comprendió qué era.

El silencio.Las dos mujeres que infestaban

el piso de abajO no se estaban gri­(<tndo insultos a través del patio.

adie escuchaba música para idio·laS en radios sintonizadas a un vo­lumen seis veces más alto de lo ne­cesario para un oído normal.

La casera no le gritaba desde el~~ti~oef~S6t~~~t.rucciones al porte·

Silencio. Paz.Por algún motivo, la mente de

Cavanaugh volvió al tema de laspelículas mudas: Chaplin, los poli­cías Keystone, Douglas Fairbanks,Garbo... tendrían que volver a sa­~r1os de las latas, pens<>.para todoel mundo, no sólo para los clientesde la Filmoleca del Museo de ArteModerno...

El Cungrc-so tendría que eGui­parse con algún sistema de teleau-

~~t~~fl~ ~~s:e~eloo~ad~~. pantallaLa televisión. La televisión, pen­

só Cavanaugh, como en un sueño,tendría que call<trse.

No habría más oratoria de pro­paganda.

u habría más discursos de ban­quetes.

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-¡Pensar. Pedro. que no mamemos nunca más! ! !

-Esta será una vida muy distinta.aqul no hay odio. vicios. contaminación...

-¡,Tu oué haras. Pedro'!-Pondré una plzzena en la ciudad

-Lu ühima. landa de fnlierros fue allá por el 1992.

-¡Lástima que no todos lo pudieron disrrutarL ..

e

-¿Y como se llamará'!--tUS MORTALES

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El correo de la mañanahabía llegado mientrasAmos Cabot estaba afuerahaciendo las compras, y lohabían dejado sobre ladesvencijada mesa de la salade entrada. Le echó unaojeada, pese a que sabía queno habría nada para él;aquél no era su día. El trecerecibía el cheque deBienestar Social y el

veinticuatro el cheque delsindicato y nunca habíaotra cosa, fuera de unnúmero siempre decrecientede tarjetas cada Navidad.Nada, lo sabía. Recostadocontra el espejo descubrióun sobre azul de grantamaño, pero Amos noalcanzaba a distinguir elnombre: la maldi\atacañería de la señora Peavy.con sus lámparas de dosvatios. Se inclinó paramirarlo de cerca,

parpadeó... y volvió aparpadear. i Dios mío, erapara él, sin posible error! Altacto daba la impresión deser una revista o uncatálogo voluminoso: sepreguntó qué podría ser, y a

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quién se le habría ocurridomandárselo. Apretándolocon tra el pecho con unamano sarmentosa ysalpicada de manchashepáticas, inició el largo ypenoso ascenso de los trestramos de escaleras hasta lahabitación. Dejó caer sobre

el escurridero la bolsa decuerda con las dos latas dealubias y la hogaza de pandel día anterior y se sentócansadamente en la silla,junto a la ventana. Al abrirel sobr; vio que lo quecon tema era una reVista,una revista voluminosa denegras tapas satinadas. Ladeslizó sobre el regazo y lacontempló con ojoshorrorizados. .

El Más Al/á. rezaba eltítulo, en retorcidas letrasgóticas negras sobre uncampo gris verdoso, y unpoco más abajo había unsubtítulo: La Revista de la

Preparación. El resto de latapa era .negro, tan negrocomo una noche cerrada,salvo una foto en forma depiedra sepulcral: unreconfortante paisaje de uncementerio cuajado deflores, hileras de lápidas ymausoleos melancóltcos.¿Qué demonios era éso?¿Una j¡roma pesada, talvez? No fue precisamenteesa la sensacIón que tuvoAmos mientras hojeaba condedos trémulos las páginasque le mostraban imágenesfugaces de ataúdes, féretros,predios en cementerios yurnas para cenizas

mortuorias. Con ungruñido de fastidio arrojó larevista sobre la mesa, y enese momento una carta sedeslizó dé entre las páginasy cayó al suelo. Estabadirigida a él, en papelmembretado de la revista;no había error posible.

Mi estimadísimo señor:Bienvenido a la resignada

familia de los fel/ces lectoresde El Más Allá: La Revistade la Preparación. iA usted.que está próximo a morir. ledamos nuestra bienvenida!Deja usted atrás una vidalarga y venturosa y se

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~!¡

")

J

-~/

inmediatamente bajó la voz Ial oír que su vecinoAntonelli le golpeaba )apared-o ¿Por qué lemandan a una personasemejante inmundicia?¿Qué es eso?

¿Qué era eso? Levantó lasdos mitades de la revIsta ylas alisó sobre la mesa. Unproducto demasiado lujoso,demasiado costoso para qll~

, fuese una broma: aquellosavisos eran auténticos.Luego de buscar un ratoencontró el índice, y llegópenosamente, a través de lamenuda letra impresa queapenas podía leer, alnombre del editor: Saxon­Morris Publishers, Inc., quedebía de tener dineroporque estaba en el EdificioSaxon-Morris; Amos loconocía: una de las nuevastorres de granito de ParkAvenue.

¡No se iban a salir con la

encamina hacia las Puertasde la Eternidad que se abrende par en par para recibirlo,para devolverlo al seno de susseres queridos ya pasados amejor vida. Ahora, en estapostrera hora de amistad,nos ponemos a su enteradisposición para facilitarle elcamino. ¿Ha redactado ustedsu tes/amento? Apuesto aque ha estado remiso. peroeso ahora no es problema.Busque la página /09 y lea elalentador artículo "DondeHay un Testamento", yentérese de todo cuanto hayque saber. Y más adelante,en la página 114, encontraráun formulario de testamentodesplegable que le será fácilrecortar por lasperforaciones. Cubrasimplemente los pocosespacios en blancQ, firmelocon su nombre y hagaautenticar su firma por elnotario local (¡suele estar enla papelería!). ¡No pi~rda

tiempo! ¡,Ha pensado usteden la cremación? Hay unmensaje maravillosamente

inspirador del doctor PhillipMusgrove de la PequeñaIglesia situada a la vuelta del('rematorio en la página. ..

Amos tomó la revista conmanos trémulas y la arrojóal otro lado del cUarto,sintiendo un cierto alivio alver que se partía en dos.

-¿Qué es eso de que mevoy a morir? ¿Para qué melo dice? -gritó, e . ,

--~

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suya! Una chispa deindignación centelleóvalientemente en el nacopecho de Amos Cabal.Había conseguido que laEmpresa de Transporte dePasajeros Quinta Avenidale enviase una carta dedisculpas por la forma enque el conductor lo habíatratado el día de SanPa tricio, y que la CompañIaTriborough de Bebidas.Automáticas le reembolsaracincuenta centavos en sellos

''--

de correo por las monedasque sus máquinas hablanconsumido sin entregarlerefrescos a cambio. ¡AhoraSaxon·Morris se iba aenterar de que tampocoellos podían salirse con lasuya!

Afuera ha bla hecho calor,pero marzo era un mescambiante, así que se pusola abrigada bufanda delana. Un par de dólarestendrlan que sobrarle paracubrir los gastos de laexcursión, pasajes deómnibus, y una taza de té enel Automat, así que sacódos arrugados billetes deatrás del tarro del azúcar.Ya verás, Saxon·Morris, ya

verás la que te espera.Era muy dificil ver a

nadie en Saxon·Morris siuno no tenIa una cita. Lajoven pelirroja de peinadoalto y cllpas de maquillajeesmaltado ni siquiera estabasegura de que tuvieran unarevista llamada El MásA l/á. Habla una li.ta detodas las publicaciones deSaxon·Morris en la pared,detrás del rojo escritorio,pero las letras doradassobre el mármol verdeoscuro eran dificiles de leeren la penumbra. ComoAmos siguiera .insistiendo,la recepcionista buscó enuna libreta de nombres ynúmeros telefónicos y porúltimo admitió, aregañadientes, que El MásAl/á era una de las revistasque publicaban.

-Quiero ver al director.-¿A qué director desea

ver?

wt'_\L_~~.--i>IC>~

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-A cualquiera, meimporta un carajo.

La actitud fría de lamuchacha se tornó más fríaaún cuando la rozó lapalabrota.

-¿Puedo preguntarle porqué asunto?

-Eso es asunto mío.Quiero ver al director.'Pasó más de una hora antesde que la chica encontraseuna persona a quien Amospudiese ver, o quizá secansó de verlo sentado allí,mirándola con cara depocos amigos. Al cabo deuna serie de conversaciones

•../

I

solapadas, la chica colgó 0:1receptor.

-SI pasa por esa puena ytoma por el primer corredora la derecha y sube alentrepiso, cuana puerta a laizquierda, el señor Mercerlo atenderá en la oficinasiete ochenta y dos.

Amos se extravióinstantánemente en ellaberinto de pasadizos ypuertas grises, pero lasegunda vez que fue a dar auna sala decorrespondencia, uno de losab urridos jovenzuelos loacompañó a la 782. Entrósin Uamar.

-¿Usted es Mercer, eldirector de El Más Al/á?

-Si, soy Mercer. -Eraun hombrecito gordinflónde cara redonda y anteojosmás redondos todavía,apretujado detrás de unescritorio que llenaba el

fondo de la diminutaoficina sin ventana-o Peroesto es la sección decirculación, no la editorial.La chica de la recepcióndijo que usted tenía unproblema de circulación.

-Sí, tengo un problema.¿Por qué demonios memandan esa condenadarevista quc no me interesa?

-Bueno... quizá en esopueda ayudarle. ¿A quépublicación se reliere...?

-Me refiero a El MásAl/á.

-Sí, es una de las de migrupo. -Mercer abrió dosarchivos antes de encontrarla carpeta allropiada, buscóen ella con atención duranteun rato y sacó una hoja depapel.- Me temo que nopueda hacer absolutamentenada por usted, señorCabol. Usted debe de estaren nuestra lista de.suscripciones sin cargo, yesas no las podemoscancelar. Lo lamento.

-¡Lo lamenta! ¿Qué medice? ¡No quiero seguirrecibiendo esa basura, y lesaconsejo que dejen demandármela!

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Mcrccr trataba dem~trarse afable, '1 logróconjurar una sonnaaartificial.

-Seamos razonables,señor Cabot; es una rwvistade gran je,rarqula y usted laestá recIbiendo por nada.iUna suscripción cuestadiez dólares por año! Siustéd ha tenido la suerte deser elegido para unasuscripción gratuita, no

debería quejarse, ..-¿Quien me eligió para

una suscripción gratuita?Yo no pedí nada.

-No, ni era necesarioque lo hiciese. Su nombrefiguraba probablemente enuna de las listas quenosotros compramos a lascompañías de seguros,hospitales para veteranos y,

.otras instituciones por elestilo. El Más Allá es una denuestras revistas-obsequio;no quiero decir, porsupuesto, que laobsequiamos a cualquiera,todo lo contrario: se envla aun grupo muy selecto desuscriptores, y no, cubrimoslos costos con lassuscripciones sino con lospagos de los anunciadores.En un sen tido ellosgarantizan los costos deestas revistas de lujo, demodo que se puede decirque constituyen algo as!como un servicio público.Para madres primerizas,por I ejemplo, compramoslistas en todosJos hospitales

y en~iamos suscripcionessemestrales de Tu Bebé. conalgunos consejos y artículosrealmente buenos, y losavisos, por supuesto, queson educativos de por sí. ..

-¡Bueno, yo no soy unamadre primeriza! ¿Por quédemonios me mandan esabazofia?

El Más Allá es un pocodiferente de Tu Bebé. perotambién cumple unafunción social. Es 'cuestiónde estadísticas, señor. Cadadía mueren cierto númerode personas, de edades yambientes determ lI111dos, ytodo lo demás, Los

empleados de las compañlasde seguros, actuarios creoque los llaman, llevancuenta de todos estos d~osy cifras y confeccionangráficos 'J cuadros. Muy'exactos, me asesuran. Han

convertido las esperanzasde vida en una de las bellasartes. Toman a un hombre,como usted, digamos, unhombre de cierta edad,estudian su historiapersonal, su estado IIsico,su medio ambiente y todo lodemás, y determinan congran exactitud la fecha de sumuérte. No el día y la horay ese tipo de C10 sas;supongo que podrlanhacerlo si quisieran, peropara nuestro propósito' unperíodo de dos años essatisfactorio. Estonos da un número de mesespara familiarizar alsuscriptor con nuestrarevista y con los servicios

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ofrecidos por nuestrosanunciadores, de manera talque en el momen to en que elsuscriptor m~era losmensajes publicitadoshayan llegado a supunto de saturación.

-¿Me está diciendo queme voy a morir dentro delos próximos dos años?-chilló Amos con vozáspera, rojo de furia.

-¡No soy yo quien se lodice, señor! -Mercer seechó un poco hacia atrás ycon un pañuelo secó en losanteojos la saliva delviejo.- Esa es tarea de losactuarios. La computadora

. ha marcado su nombre yellos me lo han enviado amí. Son ellos los que dicenque usted morirá dentro dedos años. Como serviciopúblico, nosotros leenviamos a usted El Más .Allá. Un servicio, nada más.

-Yo no me v.oy a moriren el término de dos años.¡No yo! iNo Amos Cabot!

1

-Eso es cosa suya,señor. Mi posición en estascircunstancias es de simplerutina. Su suscripción hasido registrada y sólo podráser cancelada cuando unnúmero nos sea devueltocon el sello de destinatariofallecido.

-¡No me voy a morir!-Eso podría suceder, tal

vez, aunque en estemomento no puedorecordar ningún caso. Perocomo es una suscripciónpor dos años me imaginoque expiraráautomáticamente al finaldel segundo año, si no escancelada anteriormente.Sí, éso es lo que sucederá.

A Amos le arruinó el día,y aunque el sol brillaba yeltiempo era agradable, nisiquiera lo notó. Volvió a su·casa y pensó tanto en todaaquella historia que nopudo dormir. El díasiguiente no fue mejor, yAmos empezó apreguntarse si aquello nosería parte del mensaje quela espantosa revista le habíatraído. Si la muerte lo

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rondaba -ellos estabanseguros de q ~e era así­¿por qué no ceder y ponersede acuerdo con ellos?Redactar el testamento,encargar el terreno, latumba, la lápida, losformularios del MensajePostrero, y expirartranquilamente.

-iNo! iA mí no me vana ganar! .

En un rrincipio pensó enesperar e número del messiguiente y escribirdestinatario fallecido yenviarlo de vuelta; de esemodo cesaría, con todaseguridad, de recibir nuevosejemplares. Pero luego seacordó del gordi to M crcer yse imaginó su expresión defelicidad cuando lacancelación llegase a suescritorio. Otro acierto,muerto en el plazo previsto,como siempre. El VIejo locodebería saber que con lasestadísticas no se juega.¡Viejo loco, de veras! Ellesiba a enseñar. Los Caboteran una familia longeva,dijeran lo que dijesen lasestadísticas, y testarudaademás. Ellos no lo iban amatar con tanta facilidad.

Después de muchascavilaciones se decidió a ir aver al médico de su anliguosindicato y pedirle Que le

hiciese un examen completoy general.

- o está mal, no estánada mal para unmuchacho de su edad -ledijo el doctor .nlentrasAmos se abotonaba lacamisa.

-No tengo más que. setenta y dos. ¡Eso no es serviejo!

-Claro que no -le dijoel médico, conciliador-.Simples estadísticas, se dacuenta; un hombre de suedad y con susantecedentes...

-Sé todo cuanto hay quesaber acerca de esascondenadas estadísticas. Novine a verlo para eso. ¿Quédice el informe?

-No puede quejarse desu estado físico, Amos-dijo el médico,estudiando la hoja-o Lapresión sanguínea pareceperfecta, pero está propensoa la anemia. ¿Come ustedhígado y legumbres frescasen abundancia?

-Detesto el hígado. Laslegumbres cuestandernasiado.

-Eso es cosa suya. Perorecuerde, no puedellevárselo a la tumba. Gasteun poco más de dinero enalimentos. Déle una treguaal corazón, no subademasiadas escaleras.

-Vivo en un tercer piso;¿cómo hago para evitar lasescaleras?

-También eso es asuntosuyo. Si desea cuidar alviejo cronómetro, múdese a

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la planta baja. La vitaminaD en el invierno y..'.

Había más, y después detragarse su primera furiaAmos tomó notas. Habíaalimentos y vitaminas yhoras de sueño y aire puro ytoda una lista de sandeceslarga como el brazo. Peroestaba también lasuscripción por dos años aEl Más Allá. así que decidiórevisar las notas.

Sin saber cómo, los mesessiguientes pasaronrápidamente. Estuvoocupado, buscando uncuarto en una planta baja,modificando los hábitosalimentarios,acomodándose en la nueva

habitación. Al principiosolía tirar El Más Allá cadavez que el lúgubre sobre leensombrecía la ranura delbuzón, pero cuando hubotranscurrido un año ymedio se 'volvió más audaz.Había un aviso demausoleos, y en uno de losmejores se veía un granrótulo escrito en letrasrojas: Reservado para usted.¡i¡Para mí no!!!, garrapateóAmos por encima del aviso,y 10 arrancó de la revista ylo pegó en la pared. Lomismo hizo con otrasfotografias. amablessepultureros señalandofosas recién cavadas,ataúdes cortados a medidaconvenientementeacolchados, y tantas otrascosas. Cuando hubieronpasado dieciocho meses, sedivertía arrojando dardos a"Una fotografia delFundador del Incino­Supremo, la Urna para la

,-----_...•__ ....

Eternidad", y observabacuidadosamente eltranscurrir de los dlas en dicalendario.

Sólo en los meses finalesempezó a preocuparse. Sesentía muy bien, y el m~icodel sindicato lo felicitabapor dar ese gran ejemplo,pero eso no importaba.¿Tendrían razón losactuarios? ¿Estarla su plazoa punto de expirar? Hubierapodido angustiarse hasta lamuerte, ipero no era esa laforma en que morían losCabot! La enfrentaría yvencería.

Primero quedaban pocassemanas, luego días apenas.Los últimos cinco díasanteriores a la fecha dellegada de la revista seencerró en la habitación y sehizo subir la comida de larotisería. Era caro, pero noiba a correr riesgos deaccidentes en la calle; noahora; Ha bía recibido losveintilluatro números y su

.suscripción debía de. habervencido. A la mañanasigu'iente lo sabría. Esanoche no pudo pegar losojos, pese a que sabia que elsueño regular eraimportante, y permaneciódespierto hasta que el'cielo

. empezó a aclarar. Luegodormitó un rato, pero sedespertó ni biell oyó afueralos pasos del cartero. Este

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era el día. ¿Seguiríallegando la revista? Elcorazón le martillabafuriosamente, y trató decalmarse cuando se puso lasalida de baño. Su cuartoera el primero de la plantabaja, justo al lado de laentrada, y todo cuanto tuvoque hacer fue salir al

vestíbulo y abrir la puertadel frente.

-Buenos días -le dijo elcartero.

-Ruenos -respondió elhombre, haciendo ·girar la~esada bolsa y hurgando ensu interior. "Amos cerró lapuerta primero; luego,febrilmente, revisó lacorrespondencia.

La revista no esta allí.¡Había ganado!Si no era ése el día más

feliz de su vida, pocofaltaba para que lo fuese.Comparadas con esa, susvictorias sobre la compañíade ómnibus y losestafadores de las máquinasexpendedoras no valíannada. Esta vez habíaganado una guerra, no unabatalla. Los había vencido atodos, había vencido a lasestadísticas y a losactuarios, a contadores,cerebros mecánicos,ficheros, oficinistas yeditores. ¡Había ganado! Setomó una corveza -laprimera en dos años- yluego otra y se fue aconversar con los amigos enel bar. Había ganado. Seacostó tarde ydurmió ~omoun tronco hasta que loarrancó del sueño lapatrona llamando a lapuerta.

-Correspondencia parausted, señor Cabol.Correspondencia.

El miedo lo paralizó,luego se serenó lentamente.No podía ser. En dos años

El Más Allá nunca se habíaatrasado ni una sola vez, niun día. Debía de ser otracorrespondencia, aunqueno era la fecha de sucheq ue. Abrió lentamente lapuerta y tomó el gran sobre,con el pulso tan flojo quepoco faltó para que se lecayera de los dedos.

Sólo cuando lo hubopuesto sobre la cama volvióa respirar con naturalidad:no era El Más Allá en suinfame sobre azul: este erade un color rosa pálido.Contenía, sí, una revista,más o menos del mismo'tamaño que El Más Allá,una revista voluminosa, demuchas páginas. Su títuloera Senectud (y las letrasnegras estaban trazadas enforma tal que parecíanhechas de piedra cuarteaday desmenuzada) y másabajo decía La Revista deGeri-artería. Había una fotode un viejito endeble en unsillón de ruedas con unamanta alrededor de loshombros, sorbiendo aguade un pistero. Adentrohabía más. Avisos debacinillas especiales y

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almohadillas parahemorroides, muletas ycamas articuladas, notastituladas"Aprenda BrailleCuando Pierda la Vista" y"Tullido pero Feliz", e"Inmóvil DuranteVeinticinco Años". Una

carla cayó de la revista yAmos leyó a medias algunasfrases, aquí y allá.

Bienvenido a la familia . ..la revista de geri-artería quele enseña el arte deenvejecer. .. muchos largosOIios por delante. .. años·vacíos. .. qué felicidadencontrar un ejemplar en elbuzón todos los meses. ..edición parlante paraciegos Braille para ciegosy sordos todos losmeses .

Había lágrimas én susojos cuando levantó la

vista. Estaba oscuro, unamañana de abril lluviosa yfría, y el vientorepiqueteaba en la ventana.Las gotas de lluviaresbalaban por el vidriocomo lágrimas grandes yfrías.

Titulo original:"NOl Me. Not Amos Cabol!"Copyright © 1965 byNew Worlds Public;.¡tions. LId.Truducción de M. Home y M. SOUIO

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.lo"" Sledek(lowa,1937), estudió ingeniería me­cánica y Literatura Inglesaen la Universidad de Minne­sota. Ha publicado dos nove­las y dos libros de cuentos, deun humor surrealista y de­senfrenado, y un ensayo, TheNew Apocrypha. Vive enLondres.

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P.b1o C._ (Florencia,1937) es prolesor de filoso­lIa, traductor y crítico. Su en­sayo El sentido de la cienciaficción es lectura obligadapara todo lector interesado:n el t(.na.

Blvlo B. O.ndolto (Rosa­rio, 1947) es poeta, cuentista,traductor y crítico, directorde la revista El lagrimal Iri­/urca y colaborador de publi­caciones de América Latina,Estados Unidos y Europa.vre en Piriápolis, Uruguay.

H.ny H.rrlson (Connec­ticut, 1925) empezó a traba­jar como ilustrador, pero apartir de la publicación de suprimer cuento' (Rock Diver',I95 1) ded icó casi todo sutiempo a escribir. Es uno delos pocos humoristas auténti·cos en el campo de la cienciaficción (véase Bill, héroe ga­láctico). Vive en Dublin, Ir­landa.

D_on Knlght (Oregon,1922) formó parte (junto conPohl, Asimov, Kornbluth,Wollheim, Blish) de los Fu­lUrlanos, un grupo de jóve.nes que en la década del 40cambió el rumbo de la cien­cia ficción. Autor de tres no·tables libros de cuentos, estambién crítico, traductor yantólogo.

".Im. Ponlschlk es autorde Acertijos derviches (1974),un libro que combina los me·canismos de las historias deIdries Shah con los proble­mas de ingenio; actualmenteasesora a una empresa fabri·~ante de juegos y colabora endiversas revistas. Con su es·posa, Lea, dirigió La revistadel SI/ark y escribió otro librode acertijos: Cómo jugar y di·vertirse con su inteligenciafl070\

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8LVIoeGOnOOLFO

liLABAIBIIIA

Ilustro: FORT1N

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El cliente abandona lasala de espera y pasa por lapuerta que el barberogentilmente ha abierto ycierra a sus espaldas.Adentro hay un olor a lavez vago y picante a pelos, ajabones y colonia. Elbarbero indica con un gestoel sillón, donde el cliente serecuesta. Moviendo conmanos hábiles y rápidas unpar de palancas, después deatar la toalla alrededor delcuello del cliente y deacercar una vasija con aguacaliente, consigue tenerlo enla posición deseada: entresentado y acostado.

El cliente se relaja sobrela blanda y cómodasuperficie del sillón,acunado por la músicasuave que se desprende deuna radio ubicada sobreuna de las tres pequeñasrepisas de mármol querodean el sillón. Antes deentrecerrar los ojos, ve sufigura, varias veces repetidaen los tres grandes espejos,de reflejo impecable, quevan desde las repisas altecho, y al barberomultiplicado que se inclinasobre él con la navaja.

A partir de entonces, sólotiene sensaciones táctiles oauditivas, el raspar o elpatinar suave de la hoja deacero sobre las mejillas o lanuez, y el sonido a vecessuave a veces áspero. Pocodespués lo invade tambiénel olor de la crema que lecubre la cara. Ha apoyadolas manos en los posabrazosdel sillón, y tiene las piernasestiradas al máximo, con lospies descansando sobre un

rectángulo de goma y aceroque le hace recordar losestribos de los cochesantiguos.

De pronto siente que hayun minúsculo detalleadverso y entreabre losojos. En efecto, el barbero,con una sonrisa amable, leestá alcanzando un pequeñotrozo de papel o gasa, y lepide que por favor losostenga sobre undelicadísimo corte que le hahecho bajo la oreja derecha.Al cliente, casi adormecido,le cuesta un poco de tr~.bajo

la simple acción de levantarla mano y el brazo hasta esepunto, pero obedece, yvuelve a entrecerrar losojos, sin hacer caso de lasonrisa y el murmullo dedisculpa del barbero.

Tal vez llevado por laimagen de los estribos de losautomóviles, recuerda lainfancia. Ve con una nitidezy unos coloresdesacostumbrados una viejacalle de tierra, a la hora dela siesta, en la que parecenmezclarse el polvo y la luzdel sol para crear una gamadensa y caliente de coloresamarillos, anaranjados,marrones, de la que parecenparticipar hasta los árbolesque inclinan las ramas sobrelos zanjones. La calle está

completamente desierta, ysin embargo sabe que el quemira es él, aunq ue siguerecordando que está en labarbería. De pronto oye elsonido de un motor en lacalle vacia. Lo másprobable es que se acerquepor una calle lateral, porqueno alcanza a ver el menormovimiento en toda laperspectiva del paisajemarrón y amarillo, de ladoble hilera despareja deárboles inclinados. En elmomento en que advierteque también podría venirdesde atrás y va a darsevuelta, lo saca de la imagenun leve sacudón en el brazoderecho.

En un primer momento,desconcertado, se ve a símism o en el espejo de laizquierda, en una largahilera de repeticiones endisminución, que relacionacon la calle perdiéndose devista, y hasta llega a esperarque ese personaje cómodo,un poco enjabonado,reaccione. Después logragirar la cabeza y ve el rostrodel barbero, aumentado,que con una sonrisa lealcanza otro trocito de gasao papel, indicándole ahorala oreja izquierda. Un pocomolesto, se da cuenta de

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rostro se abre en la esperadasonrisa de disculpa. Pero nose mueve. En cambio algooscuro llama la atención delcliente al costado derechodel sillón. Advierte que esuna mujer delgada ymorena, vestida de negro,muy probablemente laesposa del barbero. Lamano delgada y blanca de lamujer se adelanta con unatoallita y le enjuga la sangrede la garganta. Al parecerno le preocupan los doshilos que corren bajo lasorejas, aunque al pensarloadvierte que la previsión delbarbero lo ha llevado aubicar ya dos trozos de gasadebajo de ellos, sobre loshombros cubiertos por lagran toalla blanca, para quevayan absorbiendo.

En otra situació,!, elcliente se arrancaría delsillón de un salto, pediríaexplicaciones en voz alta albarbero, haciendo que enprimer lugar se retirara esamujer, cuya presencia esinjustificable. Pero unadulce lasitud lo invade,le esimposible siquiera cambiarde posición en el sillón. Unsegundo después deentrecerrar los ojos, ve queel barbero, conclente de lainutilidad de seguirusándola, abandona lasonrisa.

Ha esperado refugiarseen la calle, pero al mirar noalcanza a ver ni siquiera laconfusa forma del cocheestacionado, y los sonidoshan desaparecido casi porcompleto. Calcula que ~acerca la madrugada.@ 1979, Elvio E. Gandolfo

del que oyó antes. Por laforma cuadrada y sólida,cree poder afirmar que setrata de uno de esosmodelos antiguos, conestribos semejantes alrectángulo de goma sobre elque descansan sus pies en labarbería. Tiene la intenciónde acercarse y comprobarlo,pero no puede moverse, unainmensa lasitud lo embarga,y la leve molestia de nopoder cumplir con su deseole hace antreabrir los ojos.

En los dos espejosla terales puede verse a símismo con los brazoscaídos, un hilo de sangreque baja de cada oreja yotro, más' amplio, que seabre en la garganta. Buscacon la mirada al barbero,esperando verlo acercarsecon un algodón o una gasaun poco más grande, y sureconfortante sonrisa dedisculpa. Sólo lograubicarlo cuando mira elespejo frontal, al que,curiosamen te, no habíadirigido los ojos hastaentonces.

Lo ve detrás del sillón,cruzado de brazos, COD unatijera curva en una mano yla otra descansando sobre latúnica blanca. Al parecer hacaptado su mirada en elespejo frontál, porque el

que ha dejado caer el otrobrazo, y que desde la parteinferior de la oreja derechale corre un hilo de sangre.En la bruma amarillenta dela visión que aún lo rodea,no puede distinguir si estáseca o fresca. El barbero noha advertido su molestia ycon un gesto de la cabeza,sonriendo, parece indicarleque no se preocupe, que serecueste y, eso sí, sostengala gasita bajo la orejaizquierda, donde hay unminúsculo corte.

Entrecierra los ojos y porunos instantes cree haberperdido la calle de lainfancia. Pero sólo ocurreque la está viendo por lanoche, y que dos de los tresfocos de esa cuadra estánrotos. Poco a poco vaadvirtiendo el resplandordel tercero, que filtra su luza través de las ramas de unárbol. Después oye untejido leve y completo deruidos de grillos, ranaszambulléndose en loszanjones, y los pasos dealguien que no puede ver,recorriendo con calma unade las veredas hundidas enla sombra. Le llama laatención un bulto sobre laorilla derecha. Es unautomóvil, aunque resultaimposible deducir si se trata

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ESE LIQUIDO VERDEMario Levrero

Ilustró; PATRICIA

Llaman a la puerta. o espero a nadie; me extrañaque llamen. Sin embargo, abro.

Hay una muchacha de uniforme y ojos verdes; sonríe,muestra un portafolios y me dice:

-¿Me permite pasar? Es una demostración gratuitadomiciliaria.

o lo pienso; me hago a un lado y entra, al tiempoque abre el portafolips. Extrae una franela y un frasco,pero aún no reparo en esto; detrás de ella entra un paya­so, que se para de manos en el centro de la pieza, y haymás gente afuera.

La muchacha humedece la franela con el contenidodel frasco -un líquido verde- y comienza a pasarlapor una mesa, frotalldo lentamente con movimientoscirculares. Ha entrado una pareja de equilibristas quehacen pruebas maravillo~as; una consiste en hamacarse,colgados de la araña, y dar una vuelta completa en el ai­re y caer de pie, haciendo un saludo; pero yo estoy aten­to al domador que entra con un león y un tigre (que gru­ñen con sonidos estomacales y peligrosos), y luego a laécuyere de pie sobre el caballo, y a los camellos y a la ji­rafa y al elefante; éste queda trabado en la puerta, a pe­sar de que el director ha abierto especialmente las doshojas. El elefante tiene una expresión penosa mientras eldomador y el payaso lo empujan hacia afuera, para des­trabarlo; luego lo empujan de nuevo hacia adentro, tor­ciéndolo ligeramente, y logran hacerlo pasar.

Quedaba el motorista suicida que irrumpe con ruidoinfernal, a gran velocidad; da vueltas por las paredes yhasta por el techo.

Me acerco a la muchacha y le digo que ya tengo bas­tante de SU demostración domiciliaria, que ya no me in­teresa, que no he de comprar, de todos modos, ningúnproducto; que está perdiendo su tiempo, y yo el mío.

o se enoja; sonríe, interrumpe sus movimientos cir­culares, guarda sus cosas, me saluda y sale. Mientras ba­ja la escalera me asomo y le grito:

- y llévese también su circo. i Por Dios!-¿Mi circo? -pregunta, asombrada-o ¿Qué me di-

ce? Esa gente no ha venido conmigo.

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UNA NUEVA mEANuestros Suplementos de Humor

y Ciencia Ficciónconstituyen una experiencia editorialque prepara el camino para mostrar

una nueva idea:.........

PEentre la ficción la realidad

Revista de Litera ura ilustrada,humor e historietas

El primer número, a aparecere14 de septiembre,

ofrece el siguiente material:UN HOMBRE CUIDADOSO MUERE

Cuento inédito de Ray BradburyLAS CUCARACHAS

Cuento de Thomas M. DischPRISIONERO DE LOS ABISMOS DE CORAL

Cuento inédito de J. G. BallardLa obra de J. G. Ballard/ por Pablo Capanna

LOVECRAFT, poeta de lo inconscientepor Dirk W. Mosig

Alberto Breccla y LOVECHAFl'en historietas.ROB SCANNER

Historieta de ciencia ficción,de Grandona White

LAS PUERTITAS DEL SR. LOPEZHistorieta esotérica con guión de

Carlos Trillo y dibujos de Horacio AltunaAdemás, cuentos de LEVRERO y GANDOLFO,

ilustraciones de Fati, Grandona White,Tomás Sanz. Andrius, Raúl Fortín. etc.

y el humor de Tabaré, Cilencio, Marín, Artó...EL PENDULO - entre la ficción y la realidad

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