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SUPLEMENTO ESPECIAL A un año de la muerte de Néstor Kirchner P ágina I 12 JUEVES 27 DE OCTUBRE DE 2011

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SUPLEMENTO ESPECIAL A un año de la muerte de Néstor Kirchner

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Esta convocatoria para que una hablede la muerte de alguien tan queridola siento como muy funeraria y noes mi intención. No puedo hablar

de la muerte pensando en Néstor, es comoimposible. No puedo ni quiero hablar de lamuerte. Es imposible. Un ser tan vivo, tanvital, tan increíble que nos dio tanto. Unhombre que cuando uno lo piensa pareceque piensa en un chico. Y tal vez muchotiempo creímos que él era así como muy ju-guetón. No sé si le veíamos esta fibra de po-lítico. Esta fibra de hombre decidido. Cuan-do estabas con él no podías hablar mucho ra-to porque él era muy inquieto, y se levantabay se paraba; iba y venía.

¿Y si hablamos de la vida? ¿Y si hablamosdel día en que nació? Yo quiero hablar deeso. Seguramente cuando nació su papá y sumamá estaban felices. Después el niño crecióy resultó un niño muy travieso. Un niño alque le gustaba romper vidrios, según él con-taba, que se escapaba, que alguna vez robó

una gallina. Me encanta esa parte, ésa es laparte juguetona. Y después ese niño creció yse vino a estudiar a La Plata, a estudiar dere-cho. Y a hacer una militancia intensa y acti-va. Un poco lo había hecho ya en su lugar ydespués creció mucho con los compañeros deLa Plata.

Muchos de los compañeros de Néstor erancompañeros de mis hijos. Mucha gente quevenía a mi casa, algunos parientes míos. Yme da mucha emoción haber sentido que sinsaberlo en aquel momento estaba tan cerca.Ahora, con el libro sobre Cristina de SandraRusso, me di cuenta que mis parientes eransus compañeros.

¿Y si hablamos de la juventud? ¿De cuandoconoció a Cristina? ¿Del amor que se empeza-ron a dispensar los dos? ¿De esa pareja que nose soltaba? ¿De esa chica tan bonita y estehombre al que le decían pingüino porque ve-nía del sur y tenía la nariz grande? ¿No seríaun pingüino de verdad? Nos trajo esa formade caminar tan ligero, esa alegría. Los pingüi-nos están siempre contentos, ¿vieron? Uste-des se fijaron que cuando caminan, caminancontentos; cuando vuelan, vuelan contentos,y no les cuento cuando se tiran al mar. YNéstor, un poco, cuando se tiraba desde el es-cenario adonde estábamos nosotros, adondeestaba el pueblo, se tiraba de cabeza, comolos pingüinos cuando se tiran al mar. ¿Por

qué no hablar de eso? ¿Por qué no hablar dela alegría inmensa que tenía de vivir? ¿Porqué no hablar del amor inmenso que les teníaa sus hijos? A ese sur, a ese lugar de vientosincreíbles. Porque él era ventoso, le encanta-ba el viento, siempre con las ventanas abier-tas. Extrañaba el viento. ¿Por qué no hablarde eso? De la alegría increíble con la que vi-vió. Esa alegría que nos entregó junto con lapolítica. Y la alegría tiene que ver con elamor, con el color, con el mar. ¿Por qué no?Y poco a poco se fue poniendo más enojadopor lo que pasaba. Tenía mucha rabia con lascosas que pasaban, pero no hablaba mucho.Me decía Cristina que cuando él se enojabano hablaba, pero se ponía colorado porquetenía un corazón demasiado grande. Tenía laideología o el sentimiento de la solidaridad.Y tenía algo muy importante, que era labronca contra la injusticia. Y esa bronca se leiba amontonando en el pecho. Esa broncacontra la injusticia. Porque él era un tipo di-vertido, jodón. Eso era, tenía todo eso, todas

cualidades de buen político. Honesto, simpá-tico, cariñoso, amoroso y jodón; siempre te-nía un chiste para hacerte.

Hablemos de la vida. No recordemos esto con dolor, al contra-

rio, con alegría. Fue un hombre que viviócon tanta intensidad que nos transmitió, so-bre todo a la juventud, estas ganas inmensasde hacer política. No nos lo dio en cuenta-gotas porque él estaba apurado por vivir. Noslo dio casi todo de golpe. Nos costó tragarlo,masticarlo, porque nos lo dio así, de golpe.Como una tormenta. Néstor es todo eso.

No quiero hablar en pasado. Néstor no sefue. Néstor no se murió. Pero no porquehay un cantito que lo dice. Porque nadieque hace lo que hizo él puede abandonar asu pueblo. Y no mueren de verdad porqueuna los siente en todos lados. Cuando unacanta, a veces; hay que pensarlo en profun-didad. ¿Ustedes vieron cómo reza la genteen la iglesia? Algunos rezan maquinalmen-te, y otros rezan profundamente para pedir.Bueno, cuando decimos “Néstor no se mu-rió”, por favor, pensémoslo, que nos taladreel cuerpo, que nos abra la cabeza. Néstor nose murió, por eso no voy a hablar de sumuerte.

* Presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo.

Por Hebe de Bonafini *

¿Y si hablamos de la vida?

“Muchos de los compañeros de Néstor eran

compañeros de mis hijos. Mucha gente que venía

a mi casa, algunos parientes míos.”Telam

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Por Estela Barnes de Carlotto *

El legado de los desaparecidos

El 27 de octubre de 2010, lasAbuelas lloramos la muertedel ex presidente NéstorKirchner. A un año de su

partida, si bien el dolor no se ha di-sipado, supimos, una vez más, trans-formarlo en fortaleza para seguir lu-chando.

Poco conocíamos a Néstor cuandoaccedió a la presidencia de la Na-ción. Sin embargo, lentamente fui-mos descubriendo su compromiso yvoluntad por construir un país másjusto y soberano. Gratísima fue lasorpresa cuando fuimos recibidas ensu despacho de la Casa Rosada y nosencontramos con un hombre de ex-trema sencillez, abierto a escuchar ya resolver nuestros requerimientosde larga data.

Prometió y cumplió. Fue él quien pi-dió perdón en nombre del Estado porlas atrocidades cometidas durante la úl-tima dictadura y así abrió las puertas ala verdad histórica: se anularon las le-yes de obediencia debida y punto final;comenzaron los juicios a los genocidasy sus cómplices; y cada lugar de encie-rro, de tortura y de muerte se convirtióen un espacio de memoria.

Afortunadamente, Néstor no hizo

nada de esto solo, porque supo tejerlazos, reconstruir el vínculo social, ge-nerar puentes, dialogar, confiar, apos-tar, exigir, dar, en fin, edificar un pro-yecto colectivo y popular. Néstor lle-

gó para hacer política, para militar,como lo hacía desde que estudiabaDerecho en La Plata junto con sucompañera Cristina.

Este legado de compromiso, de so-

lidaridad, de lucha contra el indivi-dualismo y de apuesta a lo públicoes el que ha sembrado junto a nues-tra querida Presidenta y es el quehoy recogen cientos de jóvenes mi-litantes. El mismo legado que deja-ron los 30 mil desaparecidos y milesde detenidos y exiliados de la dicta-dura.

Hace un año decíamos que debía-mos acompañar a Cristina para seguirprofundizando las políticas iniciadaspara que todos y todas vivamos en unpaís más justo. Hoy, luego de los con-tundentes resultados que arrojaron laselecciones nacionales, podemos decircon felicidad que más de la mitad delos argentinos acompaña este proyec-to de país inclusivo con memoria, ver-dad y justicia.

Sabemos que todavía falta mucho yNéstor ya no está. Pero es ineludiblela existencia de un movimiento políti-co comprometido con este cambio so-cial que continuará y esperamos sigaprofundizándose para cumplir con lossueños de Néstor y el de sus compañe-ros, nuestros hijos.

* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.

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Por Horacio González *

Revelación y acogimiento

Utilizo para escribir este artículo sobreNéstor Carlos Kirchner el título deuno de los pocos, si no el único, li-bros argentinos de extraordinaria va-

lía sobre teoría estética: el de Luis Juan Guerrero,Revelación y acogimiento de la obra de arte. Los me-moriosos habrán de recordarlo. Considerada convisión libérrima, la idea de acogimiento puede serrelacionada con el estilo personal de Kirchner. Elpolítico que se presenta como una tabla porosacapaz de impregnarse de todas las revelacionesdel ambiente y la época. Podría confundirse esterasgo de carácter con una tendencia a la indefini-ción o a la componenda. Pero en Kirchner erauna disposición de apertura al mundo, no sóloquerer la justicia sino descubrir alguna vez el tem-blor de lo justo en sí mismo. No lo digo por ha-berlo conocido personalmente, pues dos o tres ve-ces habré tenido un diálogo con él, tan sólo decircunstancias. Lo digo porque evidenciaba en susactitudes estar esencialmente dispuesto a la situa-ción de acogimiento, entendida como un estadode disposición permeable, expuesta a la justa no-vedad. De ahí su aspecto distraído, con algo deolvidadizo, algo de traspapelado.

No fue hombre de fijar cánones políticos,aplicar epítomes o administrar breviarios. ¿Rela-tivista entonces? Quizá podríamos guiarnos porsu frase: “Mi verdad es relativa frente a la ver-dad relativa de los demás”. Pero tampoco. Escierto que rechazaba todo absolutismo en el jue-go de opiniones. Sin embargo, había algo másque no podía confundirse con un despreocupadopragmatismo o un oportunismo con gracia. Erasu vocación por gozar con la múltiple rareza de

las cosas, la realidad misma de resquebrajadura yheterogeneidad de la que se compone el mundo.No puedo decir esto más que sobre la base de in-tuiciones o conjeturas. Poco o nada había escu-chado hablar de él antes de 2003. No obstante,creo que no había abandonado la idea de unacarrera política convencional –paso a paso, deintendente a gobernador, lenguaje de internis-mos, sabidurías ligadas al infinito sucederse delas trifulcas aldeanas–, cuando al mismo tiempo

se puso a vivir una circunstancia existencial to-talmente despojada de la idea de constituirse en“el hombre del destino”. Es de recordar que elorigen de esa frase provenía de la identidad polí-tica designada precisamente por la notoria per-sona que le daba nombre.

Pero no había destinación en Kirchner. El cé-lebre hombre del destino, esa confianza profesio-nal autoatribuida ante la tormentosa realidad delpaís, no habitaba su estilística personal. Había en

cambio acción de acogimiento. Actitudabierta y receptiva, pero no la del profe-sional del pluralismo, casi siempre temero-so de que lo pesquen en un dictamen au-tocrático, por lo que debe fingir que escu-cha a todo el mundo con aire seráfico,

mientras farfulla para sí mismo que los minutosdel tiempo presidencial valen oro. No. El acogi-miento era la voluntad de no hacer pasar nadade índole ideológica, doctrinaria o encasilladora,por encima del estado de indigencia práctica enla que estaban las posibilidades de un colectivosocial concreto. De ahí el permanente género dela convocatoria. Al político le gusta hablar elidioma de la convocatoria, hacerlas cuando seanecesario desde artificios lingüísticos ya consa-grados, pero no siempre es fácil que aparezca unpolítico que viva ineluctablemente la encrucija-da de no poder hacer otra cosa que una convoca-toria. Convocar quieren todos, aunque es difícildesprenderse de la idea del “vengan hacia mí”,de franca raigambre milenaria, por la cual seconvoca para sumar a lo que uno ya es.

En Kirchner, según creo, no era así. Convocano para sumar (eso ocurriría como un posible re-sultado) sino para fragmentarse, vulnerarse a símismo. Bastaba ver el tono de su oratoria desgoz-nada, mezcla de fervorosas hilachas que evocabanlas gestas pasadas y de las obvias fraseologías delpolítico argentino que nunca surge de una sacris-tía sino de la hornacina palmaria, en la que rei-nan los idiomas de las ciclópeas internas. Emana-ban de Kirchner frases de las que llamaríamos“para la historia” y otras teñidas de ostentacióndiscutidora, al ras de la coyuntura, por ejemplo, larimbombante “¿Qué te pasa, Clarín?”. No habíaallí un cálculo de conveniencias, ni la aplicaciónde fórmulas de “posicionamiento”. Parecía mejorel procedimiento del apostador, personaje centralde las actitudes de acogimiento. En la apuesta,más que una conciencia fija que ve rodar ante síuna loca bolilla, hay un apostador que tiene suconciencia en excéntrico rodaje.

Entonces sumaba no porque fuera un convo-cante profesional de lo diverso sino porque la di-versidad podía entrar en el interior de su con-ciencia desgarrada. Es habitual escuchar al políti-

co decir “esto suma”, “estono suma”; pero Kirchner nose proponía agregar un esla-bón adicional al pilón queparecía ya consolidado. Su-maba porque no pretendíair de agregado en agregado,de retazo en retazo, de ladri-llo en ladrillo. Era un perso-naje lo suficientementeagonal para no hablar ellenguaje de la “acumulaciónpolítica”, que es la cartillamayormente en uso entrenosotros, sino para vivir elmomento intenso allí don-de se corría peligro de per-derlo todo, de que no hu-biera suma, de que la “acu-mulación” misma saltarapor los aires.

Si no me equivoco,

“Su vocación por gozar con la

múltiple rareza de las cosas, la

realidad misma de

resquebrajadura y

heterogeneidad de la que se

compone el mundo.”

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Kirchner entendió en algún punto de su itinerarioque su carrera no estaba referida a una frase que seha escuchado hasta el hartazgo en los cenáculospolíticos: tal o cual “llegó”. No, la actitud del polí-tico del acogimiento no es llegar luego de los con-sabidos derechos de piso, del tragamiento de sapos,de la gacha resignación del sempiterno internista.No digo que demasiado o mucho de eso no hayapasado.

Pero en Kirchner el acogimiento era en el fon-do una revelación. Cosa laica, no asistida por pre-

figuradas destinaciones. Lo que se revela no es loque surge de un “posicionamiento” (se mide loque se dice) sino de una conciencia posicional delo político (se dice lo sin medida). Kirchner habíallegado y lo había hecho en medio de un acogi-miento de los pedazos dispersos de revelacionesantiguas que había que revisar y reformular. Nohabía reposición sin revisión, resurgir de lo mis-mo sin ser otro. Por eso había llegado sin llegar,había mostrado –quizá pueda comprenderse aho-ra– que, más allá de sus programas y palabras, to-do lo que había acogido su persona era finalmentelo político como revelación tenaz, la pedagogía delo que nunca se completa.

* Director de la Biblioteca Nacional.

“Sumaba no porque fuera un

convocante profesional de lo

diverso sino porque la diversidad

podía entrar en el interior de su

conciencia desgarrada.”

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Por Luis Bruschtein

A un paso del infierno

Antes de Kirchner había una sociedadque descreía de la política y de lademocracia. Kirchner recuperó losvalores de la política como herra-

mienta de cambio y apuntaló así las institucio-nes. Antes de Kirchner miles de jóvenes se mo-vilizaban para expresar su desconfianza en lospolíticos. Ahora miles de jóvenes se movilizan

convocados por la figura de Kirchner. Historia conocida en Argentina. Miles de jóve-

nes en la calle en 2001 movilizados para protestarcontra la política. O sea, miles de jóvenes reprimi-dos y decenas de ellos asesinados. Otra vez una ge-neración empujada a la violencia. Una sociedadque nuevamente empujaba a sus jóvenes, a sus hi-jos, a la inmolación. Ya pasó una vez y se estaba al

borde de repetirlo, ése era el borde del infierno.Los que balconean, los que se limitan a merode-

ar por sus ombligos, nunca se dieron cuenta. Sesaltearon el 19-20 de diciembre, o los asesinatosde Kosteki y Santillán. Dijeron los dos demonios,o peor, que se habían matado entre ellos. Nuncavieron, como no lo hicieron antes, en los ’70, loque estaba pasando, sobre todo entre los jóvenes.Creyeron que se trataba de una discusión acadé-mica. De un debate sobre la violencia. Y se trata-ba de la vida, un lugar que frecuentan poco. En lavida, la sociedad argentina estaba encaminadanuevamente hacia la violencia. En la vida, no selucha contra la violencia estando en contra de laviolencia como damas y caballeros de salón. Selucha contra la violencia abriendo posibilidadesde cambios en paz. No se trata de clamar contra laviolencia, sino de mostrar que la paz es fructífera ypuede ser justa.

La frustración y la impotencia ante las injusti-cias llevan a la violencia. Primero fueron los mi-litares y después las corporaciones. Los golpes deEstado y los golpes de mercado. Fueron las corpo-raciones que frustraron las expectativas cuando ledoblaron el brazo a Alfonsín, cuando corrompie-ron el peronismo de Menem, cuando disuadieronel progresismo de la Alianza. Una frustración de-trás de otra. Esa política, esos políticos, los inte-lectuales que respaldaron a esos políticos, todosellos empujaban a la violencia. Clamaban contraella, pero contribuían a crear las condiciones para

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que prospere. No hubo intelectuales progresistaspara explicarles a los chicos que murieron el 19-20 de diciembre que no tenían que ser violentos.No había que explicar nada, había que ser progre-sista de verdad y es probable que los chicos nohubieran muerto.

Todo lo que dejaron de hacer los progresistasradicales, frepasistas y socialistas y los peronistasmenemistas desde 1983 hasta 2003, finalmente lohizo un flaco al que, encima lo vapulean los queno hicieron lo que debían hacer. Y lo vapuleanpor eso, por haber hecho lo que ellos no se ani-maron. Están ofendidos, en vez de agradecidos,porque los puso en evidencia. Ese flaco sacó alpaís de la violencia porque generó condicionespara iniciar un proceso de cambios pacíficos y en

democracia. Es quizás el aporte institucional másimportante que se ha hecho desde el retorno a lademocracia.

Nadie está limpio, todos pasamos por la mismahistoria, al igual que Kirchner. Y no importa si loque hizo estaba en su cabeza, formaba parte de suprograma, si lo hizo en forma espontánea, por re-velación divina, por impulso o por carta. Lo úni-co importante es que lo hizo y los demás no, y te-nemos que estar contentos de que haya alguienque haya podido abrir camino a la democraciarompiendo los fantasmas intocables del neolibe-ralismo y de las corporaciones que orientaron ydecidieron las políticas sociales y económicas delpaís hasta el 2003 sin que nadie los hubiera ele-gido. En democracia, los poderes fácticos, corpo-

rativos, tienen que estar subordinados a los pode-res democráticos. Son los pueblos, los ciudada-nos, los que deciden cómo quieren vivir.

Esa fue la lucha de Néstor Kirchner, un lucha-dor político que nunca se la dio de San Martín, nide Perón, un flaco con esa pinta de pingüino anti-héroe que hizo todo lo opuesto al culto a la perso-nalidad y que discutía mano a mano con cualquie-ra, aun siendo presidente. Cuando lo acusan de“caudillo” están diciendo pavadas. Los que odianla violencia y las injusticias, los que aman la paz yla vida en democracia, los progresistas de todos losorígenes o los nacionales y populares o esas trescosas a la vez, y los argentinos en general, tienenque estar agradecidos a Néstor Kirchner. Quizás,alguna vez, todos se den cuenta.

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Por Ricardo Forster *

Aquellos días de octubre

Una pancarta hecha y sostenida pormanos inexpertas sintetiza, para mí,lo caudaloso del legado de NéstorKirchner, la intensidad con la que

tocó hondamente el alma de millones de argenti-nos. En letras bien visibles y desprolijas se podíaleer: “Los gitanos de Santa Cruz te recordaremospor siempre, Lupo; fuerza Cristina”. Ese puñado defamilias gitanas que al costado del camino que lle-va al cementerio de Río Gallegos sostenían, enmedio del frío y del viento patagónico, ese cartelde agradecimiento, se contraponía, dramática ydecisivamente, a las nuevas formas del racismo yla exclusión europeas. Mientras que, en Francia,Sarkozy expulsa a los gitanos, en nuestro país seacoge con enorme generosidad, y gracias a una leyimpulsada por este gobierno, a los migrantes que

buscan habitar nuestro suelo. Los gitanos simboli-zan, con su sufrimiento, a los pueblos humillados yexcluidos por los ricos del planeta, mientras queen nuestro continente, tantas veces saqueado ylastimado por esos mismos poderes, vemos de quémodo corren otros vientos que encontraron en

nuestro país, y en el giro histórico que sig-nificó la llegada a la presidencia de Kirch-ner en 2003, la fuerza de la hospitalidad.

Parece una anécdota menor, una nota decolor en medio de un acontecimiento estre-mecedor que marca una inflexión en el de-rrotero de la Argentina; y sin embargo, esla metáfora de una manera de concebir lapolítica y de imaginar los caminos de la re-paración de una sociedad fragmentada yprofundamente dañada por décadas de de-gradación y de concentración en pocas ma-nos del poder económico. Kirchner, en to-do caso, quebró, de modo inesperado, elrumbo inercial de una sociedad devastada yatrapada entre las redes de poderes impla-cables e inclementes que fueron desmon-tando, con siniestra prolijidad, tanto la rea-lidad como la memoria de una época másequitativa en la que los derechos tenían co-mo eje al mundo de los trabajadores.

Kirchner como el nombre de una repara-ción, como el santo y seña de un giro que

habilitó la restitución de derechos y de memoria,pero también como el nombre de una refunda-ción de la política, sacándola del vaciamiento yla desolación de los ’90. Y haciéndolo de maneratransgresora, pero no al modo de la farandulesca,banal y prostibularia “transgresión” del menemis-mo sino quebrando el pacto ominoso de la clasepolítica con las corporaciones, tocando los resor-tes del poder y haciendo saltar los goznes de insti-tuciones carcomidas por la deslegitimación.Kirchner como el nombre de una insólita deman-da de justicia en un país atravesado por la lógicadel olvido y la impunidad.

Ese nombre tantas veces gritado y llorado enesos días de octubre guardaba dentro suyo, y comoun mentís histórico al fraude mediático, la verdadde lo negado, la verdad de aquello que quiso serocultado, el gesto desenfadado de quien había cre-ado las condiciones, tal vez inimaginables añosatrás, de una esencial reconstrucción no sólo de laeconomía sino, fundamentalmente, de la vida so-cial, cultural y política envilecida por décadas dedegradación y asoladas por algunas marcas indele-bles como lo fueron la dictadura, la desilusión deSemana Santa y de las leyes de la impunidad, lacaída en abismo de la hiperinflación, la frivolidaddestructiva del menemismo y la desesperaciónposterior a las jornadas de diciembre de 2001.

Cabalgando contra esa desolación y viniendode una tierra lejana, cuyo nombre no deja de te-ner resonancias míticas y fabulosas, un viejo mili-tante de los ’70, aggiornado a los cambios de unaépoca poco dispuesta a recobrar espectros dormi-dos, derramó sobre una sociedad, primero azoraday luego sacudida por un lenguaje que parecía defi-nitivamente olvidado, un huracán de transforma-ciones que no dejaron nada intocado y sin pertur-bar. Un giro loco de la historia que emocionó amuchos y preocupó, como hacía mucho no ocu-rría, a los poderes de siempre. Sin esperarlo, con la

“Con él regresaron debates

que permanecían ausentes o

que habían sido vaciados

de contenido. Pudimos

redescubrir la cuestión social.”

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impronta de la excepcionalidad, Néstor Kirchnerapareció en una escena nacional quebrada y sin hori-zontes para reinventar la lengua política, para sacu-dirla de su decadencia, reinstalándola como aquelloimprescindible a la hora de habilitar lo nuevo de untiempo ausente de novedades.

Kirchner, entonces y a contrapelo de los vientosregresivos de la historia, como un giro de los tiem-pos, como la trama de lo excepcional que vino aromper la lógica de la continuidad. Raras y hasta in-sólitas las épocas que ofrecen el espectáculo de laruptura y de la mutación; raros los tiempos signadospor la llegada imprevista de quien viene a quebrar lainercia y a enloquecer a la propia historia, redefi-niendo las formas de lo establecido y de lo aceptado.Extraña la época que muestra que las formas eternasdel poder sufren, también, la embestida de lo inespe-rado, de aquello que abre una brecha en las filas ce-rradas de lo inexorable que, en el giro del siglo pasa-do, llevaba la impronta aparentemente irrebasabledel neoliberalismo.

Es ahí, en esa encrucijada de la historia, en eso in-sólito que no podía suceder, donde se inscribe elnombre de Kirchner: un nombre de la dislocación,del enloquecimiento y de lo a deshora. De ahí su ex-trañeza y hasta su insoportabilidad para los dueñosde las tierras y del capital que creían clausurado deuna vez y para siempre el tiempo de la reparación so-cial y de la disputa por la renta. Kirchner, de unamanera inopinada y rompiendo la inercia consensua-lista, esa misma que había servido para reproducir ysostener los intereses corporativos, reintrodujo la po-lítica entendida desde el paradigma, también olvida-do, del litigio por la igualdad.

En el nombre de Kirchner se encierra el enigma dela historia, esa loca emergencia de lo que parecíaclausurado, de aquello que remitía a otros momentosque ya nada tenían que ver, eso nos decían incansa-blemente, con nuestra contemporaneidad; un enig-ma que nos ofrece la posibilidad de comprobar quenada está escrito de una vez y para siempre y que, enocasiones que suelen ser inesperadas, surge lo queviene a inaugurar otro tiempo de la historia. Kirch-ner, su nombre, constituye esa reparación y esa inau-guración de lo que parecía saldado en nuestro país alofrecernos la oportunidad de rehacer viejas tradicio-nes bajo las demandas de lo nuevo de la época. Conél regresaron debates que permanecían ausentes oque habían sido vaciados de contenido. Pudimos re-descubrir la cuestión social tan ninguneada e invisi-bilizada en los ’90; recogimos conceptos extraviadoso perdidos entre los libros guardados en los anaquelesmás lejanos de nuestras bibliotecas; volvimos a ha-blar de igualdad, de distribución de la riqueza, delpapel del Estado, de América latina, de justicia so-cial, de capitalismo, de emancipación y de pueblo,abandonando los eufemismos y las frases formateadaspor los ideólogos del mercado.

Casi sin darnos cuenta, y después de escuchar azo-rados el discurso del 25 de mayo de 2003, nos lanza-mos de lleno a algo que ya no se detuvo y que atra-viesa los grandes debates nacionales. El nombre deKirchner, su impronta informal y desacartonada dediscursos y prácticas, nos habilitó para volver a soñarcon un país que habíamos perdido en medio del des-ierto de una época caracterizada por las proclamasdel fin de la historia y la muerte de las ideologías, eincluso de la política. Apertura de un tiempo capazde sacudir la inercia de la repetición maldita, de esasuerte de inexorabilidad sellada por el discurso de losdominadores. Pero también un nombre para nom-brar de nuevo a los invisibles, a los marginados, a loshumillados, a los ninguneados que, bajo sus banderasmulticolores y sus rostros y cuerpos diversos, se hicie-ron presentes, en esos días inolvidables surcados de

tristeza y desafío, para despedir a quien abrió lo queparecía cerrado y clausurado. Los otros del sistema,los pobres y excluidos, pero también los pueblos ori-ginarios, los habitantes de la noche y los jóvenes delos suburbios, los migrantes latinoamericanos que seencontraron con sus derechos y las minorías sexualesque se adentraron en un territorio de la reparación.Todos, absolutamente todos, estuvieron para nom-brarlo, para llorarlo, para agradecerle y para juramen-tarse. Nadie utilizaba, en la plaza multitudinaria, re-tóricas políticamente correctas y todos se sintieronidentificados con la irreverencia de “los putos pero-nistas”, como si en ellos, en su delirio agradecido, es-tuviera, una vez más, el nombre de quien dislocó elcurso de una historia de la infamia, el olvido, la des-igualdad y la represión.

Extravagancias de una historia nacida de lo ines-perado y que se deslizó por una grieta mal cerrada delmuro de un país desguazado; que lo hizo para inter-pelarnos de un modo excepcional y que parecía pro-venir de otros tiempos y de otros corazones, pero que

se manifestaba en la encrucijada de un presente quepudo, gracias a su aparición a deshora, desviarse de laruta de la intemperie y la desolación para dirigirse,con la intemperancia de lo inaudito, hacia la recons-trucción y la reparación de una sociedad descreídaque, por esos enigmas de la vida y de la historia, sedescubrió de nuevo alborozada por antiguas y nuevasmilitancias, de esas que entrelazaron lo anacrónico ylo contemporáneo, y que se derramaron de a miles,con su tristeza a cuestas, pero también con su deseode seguir y seguir, para despedir a ese flaco desproli-jo, pícaro, entrañable y decidido que nos cambió lavida a todos. Extraño y maravilloso privilegio el deaquel que recibe de ese modo el amor de los inconta-bles de la historia; enigma de una vida vivida con lafervorosa plenitud de los elegidos. Privilegio, el nues-tro, de haber sido tocados por su ímpetu.

El nombre de Kirchner convertido para miles ymiles de jóvenes en Néstor, en una alquimia de pa-dre y de compinche, en uno más que se entramabacon la emergencia, también inesperada y formidable,de la participación y de fervores desconocidos queremitían a otra Argentina. Los jóvenes supieron dequé va el nombre de Kirchner, descubrieron qué seguardaba en ese flaco desgarbado que dejó una marcaindeleble y que hizo descender sobre todos nosotros,y al mismo tiempo, la tristeza infinita por su muertecon la potencia y la energía de saber que todo estáallí, junto a Cristina, para transformar la sociedad yvolverla más justa, solidaria y festiva.

* Doctor en Filosofía y ensayista.

“Con la impronta de la

excepcionalidad, Néstor

Kirchner apareció en una escena

quebrada y sin horizontes para

reinventar la lengua política.”

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Por Mario Wainfeld

La pasión y la sed

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El cronista, remixando a Joan Manuel Se-rrat, buscó en el techo inspiración para es-cribir estas líneas. Evocó diálogos persona-les y circunstancias públicas. Y sonrió. La

sonrisa no es “periodísticamente correcta” ni termi-na de expresar sus razones, sus sentimientos, la pe-na. De todas formas, el cronista sonrió. Es que Nés-tor Kirchner inducía a la sonrisa, en el trato profe-sional-político y en la escena pública. Borges, paraexplicar qué es un oxímoron, acuñó la expresión“graciosa torpeza”. Aludía a una mujer, entre tantí-simas diferencias del personaje con el ex presiden-te. Pero, como Borges escribía muy bien, lo de “gra-ciosa torpeza” pinta bien a Kirchner: jugando conel bastón presidencial, llevándose por delante cual-quier objeto fijo o abrazando a un interlocutor conmovimientos, ejem, heterodoxos. El hombre eraafectuoso, manejando su cuerpo lo mejor que podía.

Ya frente a la compu, el cronista repasa discusio-nes sobre notas publicadas o sobre pareceres que se-guramente serían escritos. Contra cierto sentidocomún profesional, no advierte nada cuestionableen que un protagonista polemice con lo que se es-cribe. Los periodistas cuestionamos, exigimos de-signaciones o despidos de funcionarios, dictamina-mos. La controversia es válida y no deja de ser unhalago que un presidente lea lo que uno escribe.Debatir con un presidente, claro, es diferente dehacerlo con cualquier otra persona: el poder y la in-vestidura pesan... Kirchner no era inocente parahacerlo sentir. Pero, a la vez, su ansia era conven-cer, sumar. Y sus modos, no siempre mansos, termi-naban en una chicana amigable o en uno de esossaludos ya mentados. Por eso la sonrisa: el tipo eraentrador, a su manera. Desconfiado también: le to-maba su tiempo sincerar emociones. La primera vezque conmovió al cronista fue cuando mano a manole confió que jamás había visto ni imaginado po-breza como la del norte argentino, que conoció encampaña. Vibraba, literalmente.

Esta nota aspira a eludir el enunciado de medidaso movidas memorables o controvertidas, que se re-pasan cotidianamente en este diario. En un planogeneral, es imperativo resaltar su pasión por la polí-tica, que en su devenir se transformaba en acciones.Era un hombre de gobierno, lo animaba una pasiónejecutiva. Su sed era reparar los daños causados porla dictadura y por los desvaríos económicos de los’90. Acumulaba recursos de poder, muchos nos íba-mos asombrando de cuánto. A él le parecía siemprepoco: escasas las reservas en el Banco Central, insu-ficiente su elevada imagen pública, parciales los in-dicadores del repunte de la economía y el empleo.Lo enorgullecían, ojo: disparaba datos atropellada-mente, los redondeaba con un “¿eh?”, no siemprecon rigor matemático. Pero no saciaban la sed.

El cronista tuvo la desafiante suerte de reportear avarios presidentes argentinos y a dos de países herma-nos. Con ninguno empatizó tanto como con Kirch-ner. Hay razones de manual: la misma generación, unrecorrido político (de distinto volumen más vale)bastante similar, el furor contra la dictadura, hasta lafidelidad atávica con los mocasines. Pero la mayor

empatía tributa a todo lo que puso patas arriba. Entreotras cosas mucho más relevantes, la hipótesis perso-nal del cronista de haber quedado encasillado parasiempre en lucha de minorías, abarcando las más no-bles de la Argentina. De haber quedado confinado aun sesgo opositor: dedicarse, con la frente alta y enformidable compañía, a resistir a los gobiernos o a co-lar en su agenda demandas o a ponerle límites. Fuepura sorpresa que luchas notables, amasadas en años,se convirtieran en realizaciones, acompañadas pormayorías crecientes. Era una hipótesis desechada, ba-rrida por la historia, a principios de este siglo.

Kirchner también replanteó la pertinencia del pe-ronismo como herramienta de cambio progresivo eincluyente. Varios la habíamos dado por terminada,lo que no distaba de la experiencia vivida ni erairrazonable. Sin abundar en un tema que da para unlibro y no para ochenta líneas, el hombre revitalizóal peronismo, lo dotó de sentido, lo cruzó con otras

tradiciones. La cuestión no está resuelta ni zanjada,pero esa discusión sí que la reabrió, jugando de lo-cal: en el terreno de los hechos.

Un oxímoron, al menos, inventó Kirchner: ése dela “verdad relativa”. No era el único plato de su me-nú, pero exaltaba la idea. Una verdad relativa delcronista es que Kirchner les movió el piso a todoslos que creían (creíamos) que la mejor acción polí-tica se realizaba desde afuera de la Casa Rosada, amenudo en contra de sus inquilinos transitorios.Cuando transformó consignas y banderas avanzadaso reformistas en realidades, así fueran imperfectas,el tipo nos alteró las coordenadas. Algunos reaccio-naron sumándose, otros como aliados críticos, otrosempacándose en negar hasta lo evidente, algunosenojándose y encerrándose. Para el cronista y paraeste diario es un blasón que reclamos o ideas fuerzaen las que empeñamos años de compromiso (en mi-noría o hasta en soledad) se transformaran en polí-ticas de un gobierno. La respuesta fue acompañar,sin deponer la crítica ni las exigencias.

Uno respeta a ese gran presidente que se fue de-masiado pronto. También lo quiso, en una relacióndelimitada por el rol de cada cual y por la pasiónpolítica, para nada exenta de broncas y reconoci-mientos. Lo añora un año después, como preanun-ció el mismo día de su muerte. Por eso, cuando ter-mina estas líneas imperfectas, uno ya no sonríe: tie-ne la carne de gallina.

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Por Edgardo Mocca *

Néstor, el político

En septiembre de 2008, Néstor Kirch-ner participó, invitado por la Red deFundaciones Progresistas del ConoSur, en un foro de discusión política

entre líderes políticos e intelectuales de la re-gión. Dijo entonces: “Es uno de los problemasque tiene que afrontar el progresismo en la re-gión: si va a seguir optando por ser política-mente correcto o va a tener la capacidad trans-gresora de cambiar definitivamente las reglasde juego” (revista Umbrales de América del Sur,Nº 7, diciembre 2008-marzo 2009). Hablaba ennombre de un gobierno, el de Cristina, que ve-nía de atravesar la dura experiencia de la resis-tencia del empresariado agrícola que, articuladapor los grandes medios de comunicación, aglu-tinó en contra del gobierno a vastos sectores delas clases medias rurales y urbanas. Fue una re-sistencia, debe decirse, que contó con un acti-vo protagonismo de fuerzas políticas locales que

se reconocen parte del universo ideológico delprogresismo regional.

La incorrección política fue y sigue siendouno de los sellos distintivos de la experienciakirchnerista. Es una cuestión de estilo y deconvicciones. Pero lo más interesante es elcruce entre la índole del personaje político yla época que le toca protagonizar. En ese senti-do, algo que, como decía Borges, “ciertamenteno se nombra con la palabra azar” quiso queese personaje tuviera decisiva importancia enla vida de un país que atravesaba por una ins-tancia crítica, en la que su propia existenciacomo comunidad política llegó a estar en cues-tión. En tales circunstancias, la desmesura delderrumbe habilita la exploración de nuevas ru-tas y la recuperación de viejos lenguajes épicosque suelen ser prematuramente enviados almuseo de antigüedades.

Néstor fue el hombre de esa época. Asumió

la presidencia pocos meses después de que Lu-la lo hiciera en Brasil. Poco tiempo despuésEvo Morales ganaría la presidencia de Bolivia;gran parte de los gobiernos de los países delCono Sur, entre ellos algunos de los más in-fluyentes, cambiaron en pocos años el colorpolítico de la región. Tampoco aquí la palabra“azar” alcanza a dar cuenta de esa sincronía.Los partidos populares y de izquierda accedenal gobierno, en la mayoría de los casos, en elcontexto de la crisis del paradigma conocidocomo Consenso de Washington. Pero ya noson, en todos los casos, las izquierdas de otrasépocas anteriores a las experiencias dictatoria-les de los años ’70. Hay, en el interior, de es-tas fuerzas, una discusión a veces larvada, aveces explícita que concierne a su lugar en unmundo y en una región transformados por laglobalización, en el que se ha consolidado elrégimen democrático y permanecen vigentes

las condiciones que hacen a nuestra región lamás injusta socialmente del mundo.

Néstor Kirchner, en aquella reunión inicial-mente referida, sugirió a sus interlocutores inte-lectuales y políticos la necesidad de actuar conmayor espíritu transgresor. Estaba interviniendoen una discusión central, la que define si lospartidos populares y de izquierda sostienen unaidentidad crítica y transformadora frente al ca-pitalismo global o se limitan a la expectativa deconformar “buenos gobiernos”, respetando lasreglas de juego vigentes. La expresión “cambiode las reglas de juego”, usada por el ex presiden-te, tiene el valor de tocar el nervio más sensi-bles de cierto moderantismo republicano bas-tante habitual en el pensamiento y la prácticade lo que, con un poco de imprecisión, se llama“progresismo”. Para los cultores del lenguaje dela izquierda “descafeinada”, el llamado a cam-biar las reglas institucionales despierta la pre-vención ante hipotéticos desvaríos “populistas”capaces de hacer involucionar a las gauchescriollas a los tiempos del vanguardismo milita-rista y la desvalorización de las instituciones dela democracia liberal. Pero la historia recienteilustra que el territorio de la democracia es fér-til para las iniciativas transformadoras, a condi-

ción de que las fuerzas que las impulsan sepandistinguir entre la plena vigencia de la libertadpolítica –que nadie está cuestionando seriamen-te desde esta tradición– y la aceptación de“otras” reglas de juego.

El monopolio comunicativo, la privatizaciónde la seguridad social convertida en mercadocautivo de grandes grupos financieros, el “respe-to” incondicional a los organismos internacio-nales de crédito, la limitación de derechos indi-viduales por la presión de una jerarquía eclesiás-tica, entre muchas otras ominosas realidadescon las que hemos convivido los argentinos,eran parte de la naturaleza de las cosas y condi-ción esencial para el sostenimiento de la demo-cracia. Así parecía ser en la Argentina hasta2003: podían cambiar las tradiciones históricasen cuyo nombre se ejercía el gobierno, pero los

pilares emblemáticos del poder en la Argentinano estaban en discusión.

Se les suele reprochar a Néstor y también aCristina que las más importantes transformacio-nes que pusieron en marcha no eran materia desus planes y plataformas previas. Que muchashabían sido planteadas por otros dirigentes yotros partidos. Que otras son hijas de las peripe-cias propias del duro conflicto político atravesa-do. Ese subjetivismo extremo fracasa en el aná-lisis de cualquier proceso histórico que quera-mos pensar. En realidad las impugnaciones tie-nen como blanco ni más ni menos que a la polí-tica. Los cambios sociales pueden inspirarse enbuenas o malas doctrinas, en buenos o malosantecedentes, pero son siempre fruto de una vo-luntad y de una capacidad para ejercer, conser-var y reproducir el poder que es el terreno espe-cífico de la política. Al margen de los conflictosreales, se pueden invocar valores y criticar pro-cedimientos, pero se corre el riesgo de estarsiempre a favor de las causas justas y casi nuncadispuesto a satisfacer las demandas del poderpolítico necesario para alcanzarlas. NéstorKirchner fue, ante todo, un político.

* Politólogo.

Suplemento PáginaI12

“La incorrección política fue y

sigue siendo uno de los sellos

distintivos de la experiencia

kirchnerista.”

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Por Martín Granovsky

La trastienda de la mediación entre Santos y Chávez

“Yo no vine acá de pelotudo”

La mediación entre Colombia y Vene-zuela no fue un paseo. En agosto de2010, los dos países estuvieron a pun-to de entrar en guerra y Néstor

Kirchner parecía tener la noción de que habíaque ir con cuidado pero no dilatar la solución.

“A mí no me van a tomar por pelotudo”, dijouna tarde en Bogotá. Pasado el 7 de agosto, díadel traspaso de mando, Alvaro Uribe no era yael presidente de Colombia. Había asumido elex ministro de Defensa Juan Manuel Santos,con quien Kirchner se había entendido muybien de movida a pesar de las diferencias ideo-lógicas. Ambos se tuvieron confianza, se creye-ron uno al otro y se pusieron a trabajar. ConHugo Chávez la relación era más vieja. Pero enuna negociación internacional cuentan no sololas relaciones sino los tiempos de cada uno, laspercepciones, los cálculos.

Kirchner, como secretario general de laUnión Suramericana de Naciones, ya habíaconversado con Santos en Buenos Aires, conUribe en Bogotá, con Chávez en Caracas y otravez con Santos en Bogotá. Fueron negociacio-nes frenéticas y contrarreloj. Kirchner dio ordende apurar el paso a sus dos colaboradores, RafaelFollonier y Juan Manuel Abal Medina. El do-mingo 8 la delegación mediadora consiguió unprimer objetivo: Chávez y Santos se reunirían el10 en Santa Marta. No era cualquier sitio sinoun santuario laico. Allí, en el Caribe colombia-no, murió Simón Bolívar, a quien Venezuela yColombia veneran como Libertador.

Pero hubo un instante en que la marcha se hi-zo más lenta. No estaba claro qué ocurriría exac-tamente en Santa Marta. Podía ser que los presi-dentes solo se comprometieran a reanudar rela-ciones en el futuro. Y al mismo tiempo empeza-

ban a aparecer dudas formales pero capaces deembarullar la declaración y arruinar todo el es-fuerzo. ¿Cómo nombrar a la guerrilla? ¿De quémanera poner en palabras la necesidad de unanegociación en la frontera? ¿Cuáles serían lostérminos exactos que no irritaran a nadie pero almismo tiempo dejaran constancia de los com-promisos?

Todo se precipitó ese domingo 8 en queKirchner dijo que no lo iban a tomar por pelo-tudo. Siguió con otra frase: “Yo no vine acá depelotudo”. La primera fue una catarsis. En vozalta y con testigos, pero como si hablara para símismo. La segunda frase, en cambio, fue unmensaje político transmitido con esa nitidez acolombianos y venezolanos por si acaso. Por sialguno tuviese dudas del objetivo. Después dela palabra “pelotudo” venía una jugada fuerte.O los presidentes anunciaban en Santa Marta

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la reanudación de relaciones diplomáticas, yno simples conversaciones, o la mediación seterminaba allí mismo.

Lula, todavía presidente de Brasil, estaba altanto del ritmo de la negociación y la acompa-ñaba haciendo llamados. Kirchner, como siem-pre, también hablaba a cada rato con Cristina.La mantenía al tanto y la escuchaba. Un ida yvuelta permanente que no se daba solo en losviajes sino cada vez que no estaban juntos. In-cluso en el salón VIP de un hotel de BogotáKirchner podía mirar un partido de fútbol (siera Racing, mejor; pero si no también) y ha-blar ininterrumpidamente por los teléfonosque le iba acercando Juan Alarcón, Tatú, susecretario de entonces. Podía llamar a Cristinao a Lula, pero también a un intendente del co-nurbano, a un dirigente de Santa Cruz o a unamigo para cargarlo.

El 10 por la mañana, el pequeño aeropuertode Santa Marta estaba convulsionado. La ciu-dad más antigua de Colombia festejaba el bi-centenario de su emancipación y recibía a dosex presidentes y al secretario de Unasur. Pri-mero aterrizó el jet de Nicolás Maduro, el can-ciller venezolano, que había salido de Bogotá.Después llegó Chávez. Tercero Santos. Y al fi-nal Kirchner. “No se pueden quejar”, se rió laflamante canciller colombiana, María AngelaHolguín. “Ustedes son como Maradona: siem-pre se hacen notar.”

El almuerzo de Chávez, Santos y Kirchner sesirvió en la quinta San Pedro Alejandrino, don-de murió Bolívar el 17 de diciembre de 1830.Duró cuatro horas y no hubo una sola pelea.

El documento final anunciaba el restableci-miento de las relaciones diplomáticas. Tam-bién prometía “un diálogo transparente, direc-to, respetuoso y privilegiando la vía diplomáti-ca”, que buscara “garantizar la permanencia yestabilidad de la relación bilateral”. Ambospaíses avanzarían en la integración sobre todo“de las zonas y comunidades fronterizas, dondeacordaron impulsar programas conjuntos enmateria social y económica”. Pondrían en fun-cionamiento cinco comisiones de trabajo. Unasobre deuda e impulso de las relaciones comer-ciales. Otra sobre complementación económi-ca. Una tercera, para planes de trabajo e in-versión social en la zona de frontera. La cuartapara el desarrollo conjunto de obras de in-fraestructura. La quinta, para seguridad.

El capítulo llamado Mecanismo de Coopera-ción quedó redactado sin rispideces, pero teníasu miga. El Mecanismo debía asegurar un tipode abordaje sobre “las problemáticas de fronte-ra en materia social, económica y de seguridad,que entre otros fines, busque prevenir la pre-sencia o acción de grupos alzados al margen dela ley”. En la fórmula cabían las Fuerzas Arma-das Revolucionarias de Colombia y el Ejércitode Liberación Nacional, pero también los pa-ramilitares colombianos.

Después, Chávez y Santos hicieron el anun-cio en el mausoleo de Bolívar. El calor húmedoera insoportable. Kirchner, bañado en sudorcomo el resto, no habló en la ceremonia. Son-reía. Parecía un tipo satisfecho. El último pá-rrafo del acuerdo dejaba constancia de que elMecanismo sería “acompañado por la Secreta-ría General de Unasur”.

“Tuvimos mucho cuidado de la privacidad enuna situación difícil como ésta –dijo después–.Estos no son temas para banalidades y requie-ren mucha madurez no sólo para enfrentar la

crisis entre dos países, sino para crear las condi-ciones que impidan cualquier otra situaciónigual en la región. Hay que preservar lo queavanzamos. La Argentina y Uruguay acaban dellegar a un acuerdo importante, y ahora Vene-zuela y Colombia. Recordemos que antes, pararesolver nuestros problemas de frontera conChile, hasta tuvimos que recurrir al Vaticano.”

Ya era de noche en Santa Marta. La comiti-

va de Unasur marchó veloz hasta el hotel don-de esperaban las valijas. Kirchner tenía reser-vado un apart con una mesa en el centro. Ha-bía frutas y, cerca, una picada. El triunfo crea-ba un clima relajado en el que cada uno semovía como si fuera un cuarto alquilado entreamigos que comienzan unas vacaciones juntos.Cada uno buscó algo de tomar mientras Kirch-ner se daba una ducha rápida. Luego de cincominutos apareció rozagante y con una enormesonrisa. Cuando algo le salía bien después dehaber jugado fuerte, contaba la historia comosi nunca hubiera tenido dudas acerca del final.

“Te dije que iban a negociar hoy mismo, ¿eh?–desafiaba–. ¿Viste?”, repetía desmenuzandocon los dedos una galletita hasta hacerla pol-vo. “Che, te dije, ¿eh?”

“¿Ya está el avión?”, le preguntó de golpe aTatú. “¡Vamos, dejen de boludear!”

Y se fue feliz, como una tromba.

[email protected]

O los presidentes anunciaban

en Santa Marta la reanudación

de relaciones diplomáticas,

y no simples conversaciones,

o la mediación se

terminaba allí mismo.

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Por Washington Uranga

Sorpresa y pasión

Se fue casi de la misma manera que lle-gó: imprevistamente y luchando. Du-rante su gestión de gobierno, NéstorKirchner hizo de la sorpresa una de

sus armas preferidas. Nadie (a veces ni siquierasus colaboradores más cercanos) conocía conanticipación las medidas más trascendentesque adoptó durante sus años al frente del go-bierno. Como lo demostró en el 2009, redoblóla lucha en la adversidad. Ambas característi-cas de un estilo compartido con Cristina Fer-nández. Su muerte, su partida sin preanunciosy abocado en plenitud a la batalla política, tu-vo el mismo sello que su vida como político ygobernante.

Gozó de aciertos y errores. Más de los prime-ros, sin duda. Los resultados están a la vista.Pero más allá de esa evaluación, lo que sedujo(y hoy sigue marcando a tantos jóvenes a losque rescató para la política) es la pasión que le

puso a todo lo que hacía. Néstor Kirchner fueun apasionado de la política, le entregó su vi-da convencido de que ese era su mejor y másradical aporte y hoy constituye gran parte desu legado. Aun cuando la pasión haya sidotambién la razón de algunas de sus equivoca-ciones. Pero está claro que todo lo que encaró

lo hizo convencido y comprometido, sin dejartransparentar incertidumbre aunque uno pue-da sospechar que también los miedos y la faltade certezas lo acecharon en más de una oca-sión. Los que estaban en torno a él percibieronen su accionar la sensación de una personasiempre convencida de los pasos a dar.

En medio de un escenario político na-cional atravesado por la mediocridad,las improvisaciones y los cálculos, Nés-tor Kirchner le aportó a la vida políticauna cuota de compromiso, de pasión(también de riesgo) poco habitual enlos tiempos que lo precedieron. Y de es-ta manera cautivó a muchos y a muchas.Rescató –en el mejor sentido– algoesencial de aquel espíritu “setentista”que hoy algunos intentan presentar co-mo una mancha o como un pecado. Lapasión es una característica juvenil queno está siempre atada a las hojas del al-manaque. Por eso Kirchner sintonizócon los jóvenes. Es muy probable queésa sea también la fuente de muchas desus enemistades. Porque sobre la pasióntambién emergía un espíritu confronta-tivo incómodo para sus adversarios polí-ticos, a los que no solía dar tregua. Porla constancia y persistencia en las ideasde las que estaba convencido, pero tam-

bién porque utilizaba la sorpresa como un ar-ma permanente de la lucha política. Para anti-cipar o para descolocar. ¿Y ahora con qué sesaldrá Néstor?, fue la pregunta emergente enmás de una reunión de opositores de distintoscolores y banderas.

Sorpresa y pasión son parte integral de unaherencia respecto de la forma de hacer y en-tender la política. Con Néstor Kirchner la po-lítica dejó de lado el aburrimiento. Acaso por-que no daba lugar a las medias tintas: de un la-do o del otro. Puede ser esta una característicanegativa y de hecho este ha sido el motivoprincipal de algunos enfrentamientos que pu-dieron evitarse. Pero era parte de su esencia,de su personalidad. Nadie ni nada lo habríamodificado. La condición de luchador –a vecesconfundida con la de peleador– fue parte esen-cial de su constitución como hombre político.Por eso también solía perder la calma cuando

algún astuto adversario le rehuía la pelea, lecambiaba el escenario, evitaba el roce. Néstornecesitaba de la adrenalina propia del fragorde la lucha. Era así. Otro adjetivo que le cabees el de audaz. Durante su mandato tomó deci-siones riesgosas y durante el gobierno de Cris-tina apoyó otras del mismo tenor, tales comorenacionalizar el sistema jubilatorio, cancelarla deuda con el FMI, la asignación universal oenfrentar al oligopolio mediático más poderosodel país a través de la ley de SCA y el Fútbolpara Todos. Más de un comentarista adjetivó“salto al vacío” para cada una de estas iniciati-vas y predijo su caída como inevitable conse-cuencia de éstas y otras determinaciones. Losresultados también están a la vista.

Con sorpresa, pasión y audacia, NéstorKirchner le aportó a la política argentina unamirada puesta en la eficacia de la gestión y enel compromiso con una forma de entender lahistoria. Lejos de la perfección, lo suyo sirviópara oxigenar el mundo de la política despuésdel “que se vayan todos”, para motivar a pro-pios y extraños, para que todos nos animáse-mos a hacernos otras preguntas y salir de la re-tórica vacía, para alentar a los suyos y paradesafiar a los adversarios. Junto a los amores ylas veneraciones generó, también e inevitable-mente, enconos y odios. Así fue Néstor Kirch-ner. Por cierto, a nadie dejó indiferente.

“Rescató algo esencial de

aquel espíritu ‘setentista’ que

algunos intentan presentar

hoy como una mancha o

como un pecado.”

“Con Néstor Kirchner la

política dejó de lado el

aburrimiento. Acaso porque

no daba lugar a las medias

tintas.”Carolina Camps

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Por Eduardo Jozami *

Esa mañana de julio

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La mañana invernal del mes de julio no pare-cía propicia para reunirse al aire libre. Sinembargo, no éramos pocos los integrantes deCarta Abierta cobijados bajo un menguado

sol en el Parque Lezama. Seis días después de las elec-ciones, aún no se había asimilado el resultado, injustopara algunos, inexplicable para otros, atribuido tantoal poder de los medios y a la multimillonaria campa-ña de De Narváez como a ciertas limitaciones denuestra propia política. En los corrillos se escuchabanreflexiones pesimistas: “Sin mayoría en el Congreso,olvidate de la ley de medios”, “ahora el gobierno ten-drá que negociar”.

Ese día se deben haber escuchado algunos discursosimportantes aunque, seguramente por la depresiónreinante, no recuerdo ninguno, ni siquiera el que pro-

bablemente haya pronunciado yo. Hasta que llegóNéstor Kirchner. Nos conmovió su presencia en laasamblea: visitar Carta Abierta no era precisamenteun paso para acercarse a los grandes intereses con loscuales –según algunos– no tendría más remedio quepactar. Fue un discurso corto, reconociendo el malmomento, pero afirmó que la única respuesta era se-guir avanzando, profundizar el camino. No importacuántos lo creyeron entonces, sí importa que efecti-vamente eso es lo que ocurrió. En menos de un año,respondiendo al aguijón de la derrota, el gobiernosancionó muchas de las medidas más significativas detodo el proceso kirchnerista.

Cómo no recordarlo en la gozosa noche del triunfo,cuando quedaron en el pasado –no en la historia– tan-tos de sus principales cuestionadores: la pitonisa cadavez más incomprendida, el caudillo de Lomas de Za-mora que ha fracasado definitivamente en su propósitode ser considerado un estadista. El, por el contrario, es-tá más presente que nunca. No porque se extrañe supresencia en un gobierno cubierto por una Presidentanotable en tantos sentidos sino porque –como señaló

la misma Cristina en su discurso después de la victo-ria– fue él quien se puso al frente de la recuperación,negando la posibilidad de una derrota.

En ese momento, Néstor Kirchner siguió refutandolos apotegmas que sustentaban el sentido común ele-mental que signaba la política argentina. “De las crisisse sale por la derecha”, decían con resignación los mis-mos que habían aceptado como natural que un presi-dente dejara sus convicciones en la puerta de la Casa deGobierno. Néstor Kirchner no creyó ninguna de las doscosas y por eso su muy significativa contribución. A diezaños del estallido que en 2001 denunció la crisis de to-das las representaciones, el kirchnerismo sigue avanzan-do en la construcción de un sistema político democráti-co y participativo. El primer paso necesario era el quedio Néstor: mostrar para qué podía servir la política.

El entusiasmo por la victoria, el cariño con que re-cordamos al presidente de los derechos humanos, qui-zá lleve, en estos días, a que todos nuestros escritos ydeclaraciones adopten un tono apologético. Defensorde la perspectiva crítica para el análisis como de laactitud militante en la política, quien esto escribe noestá dispuesto a avergonzarse por una exaltación tansincera. Seguramente aún hay muchas cosas que co-rregir para seguir ampliando y organizando el torrentekirchnerista, pero ya no caben dudas de que la histo-ria de los argentinos dirá que un hombre y una mujer,a comienzos del siglo XXI, nos mostraron un caminoque la mayoría de los argentinos no queremos dejarde recorrer.

* Director del Centro Cultural Haroldo Conti.

“Afirmó que la única respuesta era

seguir avanzando. No importa

cuántos lo creyeron entonces, sí

importa que eso es lo que ocurrió.”

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Por Sandra Russo

Los de 17

Cuando Néstor era un adolescente ycursaba el último año del secunda-rio en el colegio República de Gua-temala, en Río Gallegos, gobernaba

el dictador Juan Carlos Onganía. Llegó enton-ces una circular del Ministerio de Educaciónque imponía nuevos requisitos a los directoresde colegios. Las exigencias –estudios secunda-

rios con orientación pedagógica– dejaban fuerade juego a la querida rectora del colegio, AnitaFlores de López.

Fue así que, a los 17 años, Néstor obtuvo suprimera presidencia. Fue la del centro de estu-diantes del colegio República de Guatemala.Fue creado a instancias de un grupo de estudian-

tes, entre ellos Néstor Kirchner y Pepe Salvini,que querían “hacer algo” para mantener en supuesto a Anita Flores de López.

Fue así desde el principio. Antes de irse a es-tudiar a La Plata, antes de que la efervescenciade los ’70 lo sumergiera en la militancia de laFURN (Federación Universitaria de la Revolu-

ción Nacional). Lo que aquel grupo deestudiantes santacruceños hizo final-mente para salvar a su rectora fue políti-ca. El centro de estudiantes se organizórápidamente, y la estrategia fue sacar elconflicto del colegio, involucrar a losvecinos, que eran sus padres, y peticio-nar. Era 1968. Onganía se dio una vuel-ta por allí para inaugurar la nueva pistadel aeropuerto. Los estudiantes aprove-charon esa oportunidad.

Redactaron dos cartas, de las que toda-vía están las copias, una dirigida a Onga-nía y otra a su mujer. Esa fue otra buenaidea: darle entidad a la esposa de un dic-tador. Apelar a su sensibilidad de mujerpara hacerle saber lo mucho que se habíahecho querer por sus alumnos otra mujer,Anita Flores de López.

Fueron cientos al aeropuerto a recibir aOnganía y entregaron las cartas al ede-cán, que no los dejó llegar más cerca.Después se retiraron tal como habían lle-gado: en fila india y en silencio absoluto.Pocos días después llegó la confirmaciónde que no habría cambio de autoridadesen el colegio República de Guatemala.

Desde los 17, entonces, fue que Nés-tor arrancó su militancia, igual que tan-tos de 17 de hoy. El domingo, en la Pla-za, muy tarde, sólo quedaban los más jó-venes, que entrada la madrugada se-guían siendo varios centenares. Bailaban

alrededor de la Pirámide. Era algo extraño y fa-buloso aquello. Festejaban una victoria que losincluye. Este es otro tipo de inclusión sobre elque se habla poco. La inclusión en la lucha,pero también en la victoria, la inclusión en lainiciativa y en la movilización, la inclusión enagrupaciones que están su vez incluidas en unproyecto de un país que se propone incluir ca-da vez más.

Con algunos amigos mirábamos ese espectácu-lo de adolescentes ardorosos, casi todos ellos delconurbano o de barrios periféricos de la Capital.Andaban enredados en sus banderas, gritandosus cantos, bailando sus canciones, abrazándose y

reconociéndose. Los que tenemos edad de ser pa-dres de esos chicos, o los miramos con la mismaternura con la que miramos a nuestros propioshijos, sentimos por Néstor una enorme gratitud.Esa es una extraordinaria yapa que nos dejó, unhilo de oro que se tensa entre generaciones y nospermite a padres y a hijos hablar un mismo idio-ma y compartir emociones e ideas. Eso es políti-ca, pero la traspasa, porque se cuela en la intimi-dad de los hogares, se filtra en los sentimientosamorosos y forma parte de las capas más íntimasde nuestras vidas. Esa es otra de las razones porlas que Néstor nos sigue haciendo felices.

“A los 17 años, Néstor obtuvo

su primera presidencia. Fue la

del centro de estudiantes del

colegio República de

Guatemala.”

“Fue así desde el principio.

Antes de irse a estudiar a La

Plata, antes de que la

efervescencia de los ’70 lo

sumergiera en la militancia

de la FURN.”

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Por Damián Loreti *

En la historia de los pueblos

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Menos de un mes después de la asunciónde Néstor Kirchner, el 18 de junio de2003, el Senado sancionó la ley25.750, de Preservación de Bienes y

Patrimonios Culturales, que había sido promovidadesde el Ejecutivo y obtuvo aprobación en Diputa-dos durante el interinato de Eduardo Duhalde. JulioRamos, dueño y director de Ambito Financiero, fuequien rebautizó la nueva regulación como “Ley Cla-rín”. La norma fija, entre otras cosas, un tope del 30por ciento para la participación del capital extranje-ro en las empresas de medios locales. Con su entradaen vigencia, tanto Clarín como el resto de los multi-medios locales que se habían endeudado durante laconvertibilidad para financiar su expansión a múlti-ples mercados, quedaron a salvo de ser absorbidospor sus acreedores extranjeros. El nuevo presidente,que había llegado al poder con el 22 por ciento delos votos, encontraba en el ámbito de las políticas decomunicación –como en muchos otros– un primercondicionamiento impuesto por los poderes fácticos.

En rigor de verdad, las corporaciones pretendieronmarcar la agenda desde que Kirchner dio su primerdiscurso como presidente electo, el 14 de mayo de2003. Al día siguiente, José Claudio Escribano publi-có en La Nación su ya célebre columna en la que sos-tenía que la Argentina había decidido “darse gobier-no por un año” y apostrofaba al mandatario electoporque “se permitió la temeridad de sembrar dudassobre cuál será el tono de su relación con el empresa-riado y con las Fuerzas Armadas”. Tener esto encuenta permite entender las características del actuarde Kirchner con –algunos– medios de comunicación.El “¿Qué te pasa, Clarín?” y su denuncia pública delas presiones de los multimedios para seguir recibien-do lo que antes recibían y también para quedarsecon más, son sólo dos ejemplos. Si quisiéramos otroscasos, tendríamos las desgravaciones millonariasotorgadas por el Comfer desde la recuperación de lademocracia y suspendidas en 2003.

También hubo frases durísimas para titulares demedios y para periodistas. Aun así, Kirchner siempretuvo clara la diferencia entre ambos actores de laprofesión. Sus permanentes referencias a la falta deautonomía de los periodistas respecto de sus emplea-dores instalaron en la agenda pública la necesidad deintroducir un mecanismo de cláusula de conciencia,cuya instrumentación se debate hoy en el Congreso.Algo similar ocurrió –desde su llegada a la presiden-cia– con la decisión de no accionar penalmente con-tra periodistas, que hizo extensiva a todos los miem-bros de su gobierno. Pocos años más tarde, a raíz delfallo de la Corte Interamericana en el caso del perio-dista Eduardo Kimel, CFK impulsaría la ley que des-penalizó las calumnias e injurias para expresiones re-feridas a temas de interés público.

A lo largo de su mandato, Kirchner puso de mani-fiesto e hizo pública la presión de los poderes fácticosy la resistencia que esos mismos actores ofrecíanfrente a cualquier tipo de medida destinada a fortale-cer el rol del Estado como garante de los derechos detodos los ciudadanos. Sólo en el contexto de ese girocopernicano que implicó la recuperación de la políti-

ca como herramienta central para alcanzar una so-ciedad más justa e igualitaria es posible entender elproceso que condujo a la sanción de la Ley de Servi-cios de Comunicación Audiovisual. En diversos fo-ros locales y extranjeros se describe el surgimiento dela nueva ley en el contexto de la polarización emer-gente del conflicto con las patronales agropecuariasen 2008. El dato es innegable, pero harto insuficien-te. Existen evidencias que demuestran que este tipode iniciativas formaba parte del ADN político deNéstor y Cristina.

Esto es público y notorio, no solo para quienes to-mamos parte del proceso de elaboración de la nuevaley sino también –y sobre todo– para sus más enérgi-cos detractores. El 5 de octubre de 2007, en una notareferida a la plataforma electoral de CFK, el diario La

Nación la acusaba de “copiar y pegar” el programa degobierno presentado por su marido en 2003. El artícu-lo sostenía que “a pesar de los borradores que duermenen algún cajón, otra deuda de 2003 es la sanción deuna nueva ley de radiodifusión, que suplante la22.285, promulgada durante la última dictadura mili-tar y que sólo ha sufrido modificaciones parciales”. Se-guía el texto en tono de periodismo crítico: “Tal vezCristina Kirchner lo pueda hacer, ya que también fi-gura en su plataforma”. El cronista no podía siquieraimaginar que dos años después se sancionaría la nuevaLey de Servicios de Comunicación Audiovisual conuna movilización de tal magnitud. Pero había quienessí lo imaginaban. Fundamentalmente los candidatosdel Frente para la Victoria a la presidencia, quienes–como queda visto– antes de la realización de las elec-ciones de 2003 y 2007 habían incorporado en las pro-puestas de gobierno presentadas ante la Justicia elec-toral el siguiente objetivo: “Estímulo al desarrollo dela cultura. Intangibilidad de los fondos para el desarro-llo de las artes. Nueva ley de radiodifusión”.

Como en aquel video que lo muestra exigiendojuicio y castigo a los responsables del terrorismo deEstado en una unidad básica perdida en la estepasantacruceña en 1983, Kirchner confiaba en la de-mocracia y en el poder transformador de la prácticapolítica para revertir el legado de inequidad de lasúltimas tres décadas.

En Historia del Peronismo, Eva Perón diferencia lahistoria de los pueblos de la de los hombres. En elcaso de Néstor Kirchner alcanza con recordar, porejemplo, el “Procedan” previo a la bajada del cuadrode Videla, la reapertura de los juicios por crímenesde lesa humanidad, la renovación de la Corte Supre-ma, o la intervención como secretario general de laUnasur en el conflicto Venezuela-Colombia, para te-ner claro que su nombre ya forma parte de la historiade los pueblos.

* Doctor en Ciencias de la Información.

“CFK impulsaría la ley que

despenalizó las calumnias e

injurias para expresiones referidas

a temas de interés público.”

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Por Juan Sasturain

Lúpin, The Penguin, Salvo & Co.

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No es infrecuente que un hombre público tenga un apodo permanenteo apenas circunstancial, generado por la comparación –en la aparien-cia, e incluso en algún dato más sutil– con algún personaje de los me-dios masivos tan público como él, o más. No suele ser una referencia

elogiosa. Sin bajarnos de la Primera magistratura, a algún usurpador hijo de puta locompararon sigilosamente con la Pantera Rosa, a cierto penoso desgraciado y des-graciante le decían Pan Triste, y a otros les han dicho (literalmente) de todo sinpoder agotar el repertorio de apodos o personajes más o menos infamantes. No esel caso de Néstor Kirchner. O mejor: lo es en exceso.

Quiero decir: Kirchner no sólo ha tenido apodo/sobrenombre de personajehabitual sino que ha tenido más de uno y pareciera que –por alguna rara cuali-dad o circunstancia– su figura tiende a generar, en todos los sentidos, cierto ti-po de asociaciones gráficas que seguramente no son casuales. Así, en primer lu-gar, Kirchner ha sido largamente Lúpin (o Lupín, como solían decir los pibes),el maravilloso personaje de historieta creado por Guillermo Guerrero en los se-senta a la medida de sus sueños, y a su propia imagen y semejanza. El minúsculopiloto del biplano más bonito y que más horas de vuelo tiene en toda la historiade la historieta argentina proveyó el perfil y los ojos saltones para la compara-ción. La deformación Lupo –no demasiado amistosa– reconoce el mismo origenpero desvía la etimología hacia el campo semántico de la visión y los / las len-tes. Y, recordemos, el Lúpin del glorioso Guerrero es la versión castellanizada ysimple de looping, ese arriesgado rulo acrobático. Le cerraba por todos lados alosado narigón.

El segundo apodo estable fue y es el Pingüino, un sobrenombre que –seamos se-rios: no mistifiquemos– designa más a una clase que a un individuo. Impuesto oautoimpuesto por la latitud de origen y pertenencia –la pingüinera de SantaCruz–, el Pingüino no deja de ser, inevitablemente, por añadidura y sin contradic-ción, un nuevo personaje de historieta: el pertinaz enemigo de Batman que algunode los múltiples guionistas contiguos a Bob Kane –más precisamente Bill Finger–inventó hacia 1941. Pero es claro que ni Burgess Meredith en la tele ni el patéticoy memorable De Vito en la de Tim Burton tienen nada que ver con Néstor, otroPingüino, sin frac, con impresentable saco cruzado.

Y el personaje final, la imagen última con que se fue investido Kirchner al darlas hurras hace un año, no pudieron ser más emblemáticos. Que los jóvenes mi-litantes y jóvenes lectores lo hayan enfundado en la pilcha precaria y desafiantecon que el osado y aterrado Juan Salvo sale a la intemperie y a la Historia, sindejar por eso de mirar atrás y a la ventana de casa es, por lo menos, sintomático.El cruce de su figura con todo lo que connota hoy el personaje de Oesterheld ySolano López –paradigma del hombre solidario con sus iguales en una lucha queles da sentido a sus vidas– revela que algo que no es poco ha cambiado en lacultura de este país.

El de El Eternauta es un traje que a pocos les queda justo. Para ponerse o –me-jor– para que te pongan esa pilcha, ese apodo, tenés que estar preparado o estardispuesto a seguirla hasta el final, que será nunca.

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Por Horacio Verbitsky Desde Río Gallegos

La resurrección

No era necesario ser creyente para sentiremoción durante la sobria y cálida cere-monia con que tres sacerdotes amigos dela familia Kirchner despidieron a Nés-

tor, el viernes en el cementerio municipal de estaciudad que él condujo, como intendente y goberna-dor. Todo transcurrió con una intensidad, un decoroy una ternura que ninguno de los privilegiados quepudimos asistir olvidará. Cristina quiso que la acom-pañara un centenar de personas, entre representantesde organismos defensores de los derechos humanosque llegaron desde Buenos Aires, familiares de Kirch-ner, unos pocos legisladores a los que siente próxi-mos, como Agustín Rossi o Eduardo Fellner; amigosde toda la vida y compañeros de militancia, de ella,de Néstor y de Máximo Kirchner. En cambio, dispusoque los ministros y funcionarios no abandonaran eltrabajo en Buenos Aires, con escasas excepciones co-mo el jefe de gabinete Aníbal Fernández y su viceJuan Manuelito Abal Medina, y aquellos que acom-pañaron a los Kirchner desde Santa Cruz, como JulioDe Vido, Carlos Zannini, Héctor Icazuriaga o NicolásFernández, o en la militancia setentista, como CarlosKunkel y El Pampa Alvaro. Algunos que ignorabanla consigna, o que decidieron ignorarla porque nece-sitaban una foto, debieron volverse del Aeroparquesin asiento en los aviones, como el Procurador delTesoro, Joaquín Da Rocha, el resistente.

Murió sereno

Mientras aguardaba dentro de la capilla la llega-da de la comitiva, el padre de Plaza de Mayo Julio

Morresi se acercó a María Ostoic y le dijo que consu hijo se había ido el mejor. “Ya va a venir otro”,respondió la madre del ex presidente, que al filo desus 90 años mostró una serenidad asombrosa. Con-tó que en el rostro de su hijo muerto vio una expre-sión relajada. “Murió sereno.” Como quien refle-xiona en voz alta dijo que el acto en el BoxingClub con los gobernadores le sonó como una des-pedida y que no entendió qué intentaba transmitirKirchner cuando dijo que volvía a Río Gallegos.“Tal vez así impidió una tragedia mayor”, reflexio-nó, enigmática. No parecía que estuviera hablandode política. Suspiró y dijo: “Vuelve a la ciudad enla que nació. Los hijos deberían enterrar a los pa-dres y no al revés”. Amigos de Río Gallegos conta-ron que Kirchner acababa de comprar una parcelaen el cementerio local y que la noche anterior a sumuerte había hablado de ello con Cristina. Los dosdijeron que no les gustaban los velorios en el Con-greso, a cajón abierto, en los que los restos de loque fue una persona quedan expuestos a las miradasmorbosas de cualquiera. En la segunda fila de la na-ve escuchaba estos comentarios la hija menor deMaría Ostoic, María Cristina Kirchner, Macris o laverdadera Cristina Kirchner, como bromean los ín-timos, a quien acompañaban sus hijos, un morochofornido de 12 años y una señoritunga pizpireta de11. Farmacéutica del hospital local, Macris rara vezviaja a Buenos Aires. Todos los Kirchner han here-dado la nariz de María Ostoic, pero Macris compar-te el rostro romboidal de su sobrino Máximo, aquien se parece más que a sus hermanos Néstor yAlicia. Máximo, que durante más de veinte horas

no se separó de su madre en la capilla ardiente, seestremeció con un recuerdo al abrazar a un compa-ñero en Río Gallegos. “Al matar a ese pibe enConstitución también mataron a mi viejo. Estabaindignado. Todos esos tipos tienen que ir en cana”,musitó. Junto con Cristina y sus hijos llegó su her-mana, la médica Giselle Fernández. En la capillatambién se abrazaron Alessandra Minnicelli, la es-posa del encanecido Julio De Vido, quien haceapenas un mes perdió a su hijo Facundo, de 21años, en un estúpido accidente cuando su automordió un cordón y embistió un poste, y la actrizAndrea del Boca. Hace cuarenta años ambas actua-ron en Andrea, una película infantil filmada en esamisma ciudad. No habían vuelto a verse desde en-tonces. Se tenían de la mano, con los ojos empaña-dos por el llanto.

La muy austera ceremonia ocurrió en la capilla delúnico cementerio de Río Gallegos, que no es privadopor si hace falta decirlo, y estuvo a cargo de tres sacer-dotes de estrecha relación con la familia Kirchner.Junto al espacio reservado para el féretro instalaronuna corona muy sencilla, de pocas pero frescas flores,con una cinta argentina de plástico que sólo decíaCristina, Máximo y Florencia. No fue una misa, sinola lectura de un breve texto bíblico y una conversa-ción entre amigos. Por eso el obispo Juan Carlos Ro-manín, quien desde el conflicto docente encabezó laoposición provincial, aceptó un consejo de conocidoscautos y se abstuvo de comparecer. Todos tenían pre-sente el sonoro improperio, “Hipócrita”, con que unfeligrés católico respondió a las melifluas palabras delcardenal Jorge Bergoglio, y el fastidio que causó la fu-

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gaz aparición para las cámaras en la Casa Rosada deAlcides Jorge Pedro Casaretto, luego de siete años enque ambos políticos episcopales trataron de hacerlelas cosas difíciles a Kirchner y a su esposa en todo loque estuviera a su alcance. Esa jerarquía tiene escasarelación con el gobierno pero preferiría que se notaramenos. Lo siente como una capitis diminutio porquesólo se concibe como parte de una Iglesia del poder,aunque declame lo contrario. En cambio se comenta-ba con tolerancia, por su edad y porque nunca hostili-zó a Kirchner, el rezo del jubilado obispo de San Isidroy Morón, Oscar J. Laguna, y con respeto la discretísi-ma visita del arzobispo de Luján, Agustín Radrizzani,a quien CFK debió consolar cuando le tomó las ma-nos en un pasillo lateral, lejos de la vista del público, yla de su predecesor, el jubilado Rubén Di Monte.

La última zambullida

Imposible imaginar mayor contraste entre el boa-to y la artificiosidad del rito celebrado en la Cate-dral porteña y el encuentro afectuoso entre viejosconocidos en la capilla patagónica. Sus paredes es-tán pintadas de un vivo color salmón, y vidriosamarillos y ocre, sin iconos, filtraban la luz de undía nublado. Con su techo de madera clara y ape-nas una cruz como símbolo religioso, es tan despo-jada como un templo protestante. Allí se celebró lavida y no la muerte. La comitiva logró vadear conmucha dificultad y lentitud el río humano que sedesbordó a los lados de la ruta desde el aeropuerto.Algunos presuntos buenos cuberos estimaron quese había volcado a la calle la mitad de los 117.000habitantes de la capital provincial. Como hacía envida, Kirchner se zambulló por última vez en lamultitud. Al pasar por algunos barrios se veían máslágrimas que dientes. Unas pocas vallas cayeron porla presión humana y no faltaron empellones, entrepetroleros y albañiles, a ver quién cuidaba mejor aCristina. Los invitados por la presidente vieron portelevisión en Río Gallegos cuando Cristina hizodetener el auto, bajó y les recriminó a los policíaspor empujar a quienes sólo querían despedirse deKirchner. Fue un gesto como para que nadie tuvie-ra dudas sobre el carácter de la persona al mando, ala que tantos se proponen ayudar, con las mejores olas peores intenciones. Los amigos de Santa Cruzacotaron que no era un gesto para los medios, quelo mismo hizo durante la campaña electoral con uncustodio que empujó a un militante que intentóacercarse al helicóptero. “Las elecciones se ganancon votos y no con seguridad. Y los votos se ganande a uno”, le dijo.

Resucitar en el pueblo

Dentro de la capilla, que terminó de construirsedurante la intendencia de Kirchner, el cura Lito Al-varez recibió a la presidente y su familia. Cristina sesentó en la primera fila a la izquierda del féretro, jun-to con sus hijos, el gobernador Daniel Peralta y elpresidente de Venezuela. A la misma altura, sobre laderecha, seguían su suegra, sus cuñadas y sus sobrinos.

–Este es mi cura preferido –le explicó Cristina aHugo Chávez Frías, señalando a Lito Alvarez.

–¿Y yo, qué soy? –protestó el sacerdote Juan Car-los Molina, el rubio alto de barba rala que durantelas interminables horas del velatorio porteño perma-neció de pie consolando a su amiga Alicia Kirchner.

–Bueno, los dos son mis preferidos. Pero no sehagan los locos –concedió Cristina.

De pantalón y campera los dos, azul tejida Alva-rez y de paño gris Molina, el único ornamento quecada uno lucía era una estola blanca, con cruces decolor. Alvarez dijo que estaban allí para despedir alamigo y acompañar a su familia y que serían brevesy cuidadosos, no fuera cosa que Néstor se levantaray les apoyara una de sus manazas en la cara y los hi-ciera callar con un “ya estásh diciendo macanas”.Leyó el bello párrafo del Evangelio según Mateo so-bre el juicio final (25: 35/40) en el que Jesús dice asus discípulos que el Reino de los Cielos se abrirápara ellos porque “tuve hambre, y ustedes me die-ron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; esta-ba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron;enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron aver”. Los justos le preguntarán sorprendidos cuándole dieron de comer y beber, lo alojaron y vistieron ylo fueron a visitar, y “el Rey les responderá: cadavez que lo hicieron con el más pequeño de mis her-manos, lo hicieron conmigo”. Luego, el cura Litodijo que hablaría de la resurrección. Explicó quetodos nos morimos, pero pocos dan la vida, comoKirchner la dio. Y que quienes dan la vida resuci-tan en el pueblo. “El pueblo argentino resucitó,porque estaba humillado y sin esperanzas y Néstorcon sus actos se las devolvió.”

Alvarez, quien ese día cumplió sus 49 años, es el sa-cerdote de El Calafate a quien dos horas después de lamuerte de Kirchner la presidente le contó cómo fue-ron sus últimos momentos de vida, desde que se des-plomó en sus brazos luego de intentar incorporarse alsentir un dolor en el pecho y dificultad para respirar.La vio entonces, tal como horas después la vería todoel país, destrozada de dolor pero entera, afectuosa ypreocupada por sus hijos. Lito le dijo que recién enten-día por qué Kirchner la llamaba “Presidente Coraje”.

Caprichoso, caprichoso

Lo siguió en la predicación Juan Carlos Molina,quien atiende hogares para jóvenes con problemasde adicción en Caleta Olivia, en la provincia delChaco y en Haití. Contó que durante el velatorioen Buenos Aires, Cristina pasaba la mano por ellustroso ataúd y como si acariciara a Kirchner ledecía en voz muy baja “caprichoso, caprichoso”,que quería decir empecinado, cabeza dura. “Capri-choso, sí. Néstor era caprichoso y por eso el puebloargentino está hoy como está y le responde como leresponde”, dijo el cura. Dijo que Kirchner entró alsalón de los patriotas latinoamericanos preparadocon los atributos de presidente, pero que Cristina yAlicia fueron colocando sobre el féretro y a sus pieslos regalos que la gente le fue alcanzando, “hastaque salió de allí como el hombre del pueblo, comoun líder”. Cinco cajas grandes llenaron esos tribu-tos populares. Como Sergio Soto es el primer nati-vo de Gallegos que llegó a cura, dijo unas palabrassobre su emoción al despedir al primer presidentenacido en Santa Cruz, así como Fernando de laRúa opinó por televisión que la gran lección de es-tos días es que hay que respetar a los ex presidentes.Un parroquiano que lo escuchó después de asistir alvelatorio, increpó al televisor en una parrilla deBuenos Aires: “Kirchner murió, vos mataste”.

Cuando terminó Sergio Soto, Juan Carlos Molinarecordó que al asumir la presidencia Kirchner dijoque no dejaría sus convicciones en la puerta de laCasa Rosada. “Tampoco quedarán enterradas ahoraen el cementerio de Río Gallegos”. Luego convocó amadre, hermanas, esposa, hijos y sobrinos de Kirch-ner a rodear el féretro y despedirse con alegría por lavida. Después de ese último abrazo, la presidenteacompañó hasta el aeropuerto a Chávez, quien ape-nas pidió un viva por el ex presidente y otro por laArgentina. También ordenó que los miles de perso-nas que esperaban en la calle pudieran entrar paradespedirse de Lupo, como todos siguen llamándoloaquí, aunque para eso hubiera que postergar el trasla-do a la cripta familiar. Antes de irse, Cristina avanzóhacia las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo y seabrazó con ellas. “Viste, somos peronistas. Siempreandamos en medio del pueblo y el tumulto. No va-mos a cambiar justo ahora”, me dijo con una tenuesonrisa y con una entonación endulzada por el dolory el cansancio. ¿Quién que la conozca y no la subes-time puede esperar otra cosa?

(Nota publicada el domingo 31 de octubre de 2010 en PáginaI12)