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CUENTOS DE HANS CRISTIAN ANDERSEN

ndice de contenidoEl Patito Feo3TEXTO4El Intrpido Soldadito de Plomo14TEXTO15Informacin sobre la lectura infantil19

El Patito Feo

TEXTOQu lindos eran los das de verano! Qu agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigea junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. S, era realmente encantador estar en el campo. Baada de sol se alzaba all una vieja mansin solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecan unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un nio pequeo pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmaraado y agreste como el ms denso de los bosques, y era all donde cierta pata haba hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mam comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie vena a visitarla.Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. Pip, pip!, decan los patitos conforme iban asomando sus cabezas a travs del cascarn.-Cuac, cuac! -dijo la mam pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rpido como pudieron, dedicndose enseguida a escudriar entre las verdes hojas. La mam los dej hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.-Oh, qu grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponan de un espacio mayor que el que tenan dentro del huevo.-Creen acaso que esto es el mundo entero? -pregunt la pata-. Pues sepan que se extiende mucho ms all del jardn, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estn todos -agreg, levantndose del nido-. Ah, pero si todava falta el ms grande! Cunto tardar an? No puedo entretenerme con l mucho tiempo.Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.-Vaya, vaya! Cmo anda eso? -pregunt una pata vieja que vena de visita.-Ya no queda ms que este huevo, pero tarda tanto -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fjate en los otros, y dime si no son los patitos ms lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. Por qu no vendr a verme?-Djame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. As fue como me engatusaron cierta vez a m. El trabajo que me dieron aquellos pavitos! Imagnate! Le tenan miedo al agua y no haba forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me serva Pero, vamos a ver ese huevo-Creo que me quedar sobre l un ratito an -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aqu sentada, que un poco ms no me har dao.-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alej contonendose.Por fin se rompi el huevo. Pip, pip!, dijo el pequeo, volcndose del cascarn. La pata vio lo grande y feo que era, y exclam:-Dios mo, qu patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningn cro de pavos.Al otro da hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandeca en las verdes hojas gigantescas. La mam pata se acerc al foso con toda su familia y, plaf!, salt al agua.-Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgan flotando magnficamente. Movanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y djenme ensearles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de m, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.Y con esto se encaminaron al corral. Haba all un escndalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estmago del gato.-Vean! As anda el mundo! -dijo la mam relamindose el pico, pues tambin a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. A ver! Qu pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que est all. Es la ms fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre espaola; por eso es tan regordeta. Fjense, adems, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la ms alta distincin que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. Anmense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mam y pap Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan cuac!Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban all los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:-Vaya! Como si ya no fusemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos tambin con esa gentuza. Uf! Qu patito tan feo! No podemos soportarlo.Y uno de los patos sali enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.-Djenlo tranquilo! -dijo la mam-. No le est haciendo dao a nadie.-S, pero es tan desgarbado y extrao -dijo el que lo haba picoteado-, que no quedar ms remedio que despachurrarlo.-Qu lindos nios tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustara que pudieras hacerlo de nuevo.-Eso ni pensarlo, seora -dijo la mam de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carcter y nada tan bien como los otros, y me atrevera a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarn ms de lo necesario, por eso no sali tan bello como los otros. Y con el pico le acarici el cuello y le alis las plumas.-De todos modos, es macho y no importa tanto -aadi-, Estoy segura de que ser muy fuerte y se abrir camino en la vida.-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo as como una cabeza de anguila, pueden trarmela sin pena.Con esta invitacin todos se sintieron all a sus anchas. Pero el pobre patito que haba salido el ltimo del cascarn, y que tan feo les pareca a todos, no recibi ms que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.-Qu feo es! -decan.Y el pavo, que haba nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infl sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no saba dnde meterse. Sentase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de l en el corral. As pas el primer da. En los das siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decan:-Ojal te agarre el gato, granduln!Hasta su misma mam deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un da, la muchacha que traa la comida a las aves le asest un puntapi.Entonces el patito huy del corral. De un revuelo salt por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.Es porque soy tan feo! pens el patito, cerrando los ojos. Pero as y todo sigui corriendo hasta que, por fin, lleg a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y all se pas toda la noche abrumado de cansancio y tristeza. A la maana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compaero.-Y t qu cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les haca reverencias en todas direcciones, lo mejor que saba.-Eres ms feo que un espantapjaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.Pobre patito! Ni soaba l con el matrimonio. Slo quera que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano. Unos das ms tarde aparecieron por all dos gansos salvajes. No haca mucho que haban dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.-Mira, muchacho -comenzaron dicindole-, eres tan feo que nos caes simptico. Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar esplndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.-Bang, bang! -se escuch en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se haba organizado una importante cacera y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se haban sentado en las ramas de los rboles que se extendan sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua. Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblndose aqu y all las caas y los juncos. Aquello aterroriz al pobre patito feo, que ya se dispona a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareci junto a l un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acerc el hocico, le ense sus agudos dientes, y de pronto plaf! all se fue otra vez sin tocarlo!El patito dio un suspiro de alivio.-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendi all muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires. Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y an entonces el pobre no se atreva a levantarse. Esper todava varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escap de los pantanos tan rpido como pudo. Ech a correr por campos y praderas; pero haca tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies. Hacia el crepsculo lleg a una pobre cabaa campesina. Se senta en tan mal estado que no saba de qu parte caerse, y, en la duda, permaneca de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que ste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso not que una de las bisagras de la puerta se haba cado, y que la hoja colgaba con una inclinacin tal que le sera fcil filtrarse por la estrecha abertura. Y as lo hizo. En la cabaa viva una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba Hijito, saba arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tena unas patas tan cortas que le haban puesto por nombre Chiquitita Piernascortas. Era una gran ponedora y la anciana la quera como a su propia hija. Cuando lleg la maana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extrao patito. El gato lo salud ronroneando y la gallina con su cacareo.-Pero, qu pasa? -pregunt la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, as que se crey que el patito feo era una pata regordeta que se haba perdido-. Qu suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. Con tal que no sea macho! Le daremos unos das de prueba. As que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al trmino de las cuales, por supuesto, no haba ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueo y la gallina la duea, y siempre que hablaban de s mismos solan decir: nosotros y el mundo, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es ms, la mitad ms importante. Al patito le pareca que sobre esto poda haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso orlo.-Puedes poner huevos? -le pregunt.-No.-Pues entonces, cllate!Y el gato le pregunt:-Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?-No.-Pues entonces, gurdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas. Con lo que el patito fue a sentarse en un rincn, muy desanimado. Pero de pronto record el aire fresco y el sol, y sinti una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -no pudo evitarlo!- fue y se lo cont a la gallina.-Vamos! Qu te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonteras. Te las sacudiras muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.-Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo! -S, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregntale al gato, no hay nadie tan listo como l! Pregntale a nuestra vieja ama, la mujer ms sabia del mundo! Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?-No me comprendes -dijo el patito.-Pues si yo no te comprendo, me gustara saber quin podr comprenderte. De seguro que no pretenders ser ms sabio que el gato y la seora, para no mencionarme a m misma. No seas tonto, muchacho! No te has encontrado un cuarto clido y confortable, donde te hacen compaa quienes pueden ensearte? Pero no eres ms que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aqu. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: slo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito. -S, vete -dijo la gallina. Y as fue como el patito se march. Nad y se zambull; pero ningn ser viviente quera tratarse con l por lo feo que era. Pronto lleg el otoo. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arranc y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y fro. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que sola posarse en la tapia, graznaba cau, cau!, de fro que tena. Slo de pensarlo le daban a uno escalofros. S, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.Cierta tarde, mientras el sol se pona en un maravilloso crepsculo, emergi de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no haba visto nunca unos animales tan esplndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenan largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantstico grito, extendieron sus largas, sus magnficas alas, y remontaron el vuelo, alejndose de aquel fro hacia los lagos abiertos y las tierras clidas. Se elevaron muy alto, muy alto, all entre los aires, y el patito feo se sinti lleno de una rara inquietud. Comenz a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la direccin que seguan, que l mismo se asust al orlo. Ah, jams podra olvidar aquellos hermosos y afortunados pjaros! En cuanto los perdi de vista, se sumergi derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de s cuando regres a la superficie. No tena idea de cul podra ser el nombre de aquellas aves, ni de adnde se dirigan, y, sin embargo, eran ms importantes para l que todas las que haba conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: cmo se atrevera siquiera a soar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se dara por satisfecho con que los patos lo tolerasen, pobre criatura estrafalaria que era! Cun fro se presentaba aquel invierno! El patito se vea forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se haca ms y ms pequeo. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tena que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenz a congelarse rpidamente sobre el hielo. A la maana siguiente, muy temprano, lo encontr un campesino. Rompi el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogi y lo llev a casa, donde su mujer se encarg de revivirlo. Los nios queran jugar con l, pero el patito feo tena terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derram por todo el piso. Grit la mujer y dio unas palmadas en el aire, y l, ms asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde all lanzose de cabeza al cajn de la harina, de donde sali hecho una lstima. Haba que verlo! Chillaba la mujer y quera darle con la escoba, y los nios tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. Cmo gritaban y se rean! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipit afuera, entre los arbustos, y se hundi, atolondrado, entre la nieve recin cada. Pero sera demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Haba buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera. Entonces, de repente, prob sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho ms fuerte que otras veces, y lo arrastraron rpidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se hall en un vasto jardn con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. Oh, qu agradable era estar all, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a l de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejndose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoci a aquellas esplndidas criaturas que una vez haba visto levantar el vuelo, y se sinti sobrecogido por un extrao sentimiento de melancola. -Volar hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darn de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, qu importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.Y as, vol hasta el agua y nad hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.-S, mtenme, mtenme! -grit la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, qu es lo que vio all en la lmpida corriente? Era un reflejo de s mismo, pero no ya el reflejo de un pjaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne! Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se senta realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegra y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos. En el jardn haban entrado unos nios que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El ms pequeo exclam:-Ah va un nuevo cisne!Y los otros nios corearon con gritos de alegra: -S, hay un cisne nuevo! Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Haba pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo deca:-El nuevo es el ms hermoso! Qu joven y esbelto es!Y los cisnes viejos se inclinaron ante l. Esto lo llen de timidez, y escondi la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razn. Era muy, pero muy feliz, aunque no haba en l ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oa cmo todos decan ahora que era el ms hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante l, bajndolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran clidos y amables. Riz entonces sus alas, alz el esbelto cuello y se alegr desde lo hondo de su corazn:-Jams so que podra haber tanta felicidad, all en los tiempos en que era slo un patito feo.FIN

El Intrpido Soldadito de Plomo

TEXTOrase una vez veinticinco soldados de plomo, todos hermanos, pues los haban fundido de una misma cuchara vieja. Llevaban el fusil al hombro y miraban de frente; el uniforme era precioso, rojo y azul. La primera palabra que escucharon en cuanto se levant la tapa de la caja que los contena fue: Soldados de plomo!. La pronunci un chiquillo, dando una gran palmada. Eran el regalo de su cumpleaos, y los aline sobre la mesa. Todos eran exactamente iguales, excepto uno, que se distingua un poquito de los dems: le faltaba una pierna, pues haba sido fundido el ltimo, y el plomo no bastaba. Pero con una pierna, se sostena tan firme como los otros con dos, y de l precisamente vamos a hablar aqu. En la mesa donde los colocaron haba otros muchos juguetes, y entre ellos destacaba un bonito castillo de papel, por cuyas ventanas se vean las salas interiores. Enfrente, unos arbolitos rodeaban un espejo que semejaba un lago, en el cual flotaban y se reflejaban unos cisnes de cera. Todo era en extremo primoroso, pero lo ms lindo era una muchachita que estaba en la puerta del castillo. De papel tambin ella, llevaba un hermoso vestido y una estrecha banda azul en los hombros, a modo de fajn, con una reluciente estrella de oropel en el centro, tan grande como su cara. La chiquilla tena los brazos extendidos, pues era una bailarina, y una pierna levantada, tanto, qu el soldado de plomo, no alcanzando a descubrirla, acab por creer que slo tena una, como l. He aqu la mujer que necesito -pens-. Pero est muy alta para m: vive en un palacio, y yo por toda vivienda slo tengo una caja, y adems somos veinticinco los que vivimos en ella; no es lugar para una princesa. Sin embargo, intentar establecer relaciones. Y se situ detrs de una tabaquera que haba sobre la mesa, desde la cual pudo contemplar a sus anchas a la distinguida damita, que continuaba sostenindose sobre un pie sin caerse. Al anochecer, los soldados de plomo fueron guardados en su caja, y los habitantes de la casa se retiraron a dormir. ste era el momento que los juguetes aprovechaban para jugar por su cuenta, a "visitas", a "guerra", a "baile"; los soldados de plomo alborotaban en su caja, pues queran participar en las diversiones; mas no podan levantar la tapa. El cascanueces todo era dar volteretas, y el pizarrn venga divertirse en la pizarra. Con el ruido se despert el canario, el cual intervino tambin en el jolgorio, recitando versos. Los nicos que no se movieron de su sitio fueron el soldado de plomo y la bailarina; sta segua sostenindose sobre la punta del pie, y l sobre su nica pierna; pero sin desviar ni por un momento los ojos de ella. El reloj dio las doce y, pum!, salt la tapa de la tabaquera; pero lo que haba dentro no era rap, sino un duendecillo negro. Era un juguete sorpresa. -Soldado de plomo -dijo el duende-, no mires as! Pero el soldado se hizo el sordo. -Espera a que llegue la maana, ya vers! -aadi el duende. Cuando los nios se levantaron, pusieron el soldado en la ventana, y, sea por obra del duende o del viento, se abri sta de repente, y el soldadito se precipit de cabeza, cayendo desde una altura de tres pisos. Fue una cada terrible. Qued clavado de cabeza entre los adoquines, con la pierna estirada y la bayoneta hacia abajo. La criada y el chiquillo bajaron corriendo a buscarlo; mas, a pesar de que casi lo pisaron, no pudieron encontrarlo. Si el soldado hubiese gritado: Estoy aqu!, indudablemente habran dado con l, pero le pareci indecoroso gritar, yendo de uniforme. He aqu que comenz a llover; las gotas caan cada vez ms espesas, hasta convertirse en un verdadero aguacero. Cuando aclar, pasaron por all dos mozalbetes callejeros. -Mira! -exclam uno-. Un soldado de plomo! Vamos a hacerle navegar! Con un papel de peridico hicieron un barquito, y, embarcando en l. al soldado, lo pusieron en el arroyo; el barquichuelo fue arrastrado por la corriente, y los chiquillos seguan detrs de l dando palmadas de contento. Dios nos proteja! y qu olas, y qu corriente! No poda ser de otro modo, con el diluvio que haba cado. El bote de papel no cesaba de tropezar y tambalearse, girando a veces tan bruscamente, que el soldado por poco se marea; sin embargo, continuaba impertrrito, sin pestaear, mirando siempre de frente y siempre arma al hombro. De pronto, el bote entr bajo un puente del arroyo; aquello estaba oscuro como en su caja. -Dnde ir a parar? -pensaba-. De todo esto tiene la culpa el duende. Ay, si al menos aquella muchachita estuviese conmigo en el bote! Poco me importara esta oscuridad!. De repente sali una gran rata de agua que viva debajo el puente. -Alto! -grit-. A ver, tu pasaporte! Pero el soldado de plomo no respondi; nicamente oprimi con ms fuerza el fusil. La barquilla sigui su camino, y la rata tras ella. Uf! Cmo rechinaba los dientes y gritaba a las virutas y las pajas: -Detenedlo, detenedlo! No ha pagado peaje! No ha mostrado el pasaporte! La corriente se volva cada vez ms impetuosa. El soldado vea ya la luz del sol al extremo del tnel. Pero entonces percibi un estruendo capaz de infundir terror al ms valiente. Imaginad que, en el punto donde terminaba el puente, el arroyo se precipitaba en un gran canal. Para l, aquello resultaba tan peligroso como lo sera para nosotros el caer por una alta catarata. Estaba ya tan cerca de ella, que era imposible evitarla. El barquito sali disparado, pero nuestro pobre soldadito segua tan firme como le era posible. Nadie poda decir que haba pestaeado siquiera! La barquita describi dos o tres vueltas sobre s misma con un ruido sordo, inundndose hasta el borde; iba a zozobrar. Al soldado le llegaba el agua al cuello. La barca se hunda por momentos, y el papel se deshaca; el agua cubra ya la cabeza del soldado, que, en aquel momento supremo, se acord de la linda bailarina, cuyo rostro nunca volvera a contemplar. Le pareci que le decan al odo: Adis, adis, guerrero! Tienes que sufrir la muerte!. Se desgarr entonces el papel, y el soldado se fue al fondo, pero en el mismo momento se lo trag un gran pez. All s se estaba oscuro! Peor an que bajo el puente del arroyo; y, adems, tan estrecho! Pero el soldado segua firme, tendido cun largo era, sin soltar el fusil. El pez continu sus evoluciones y horribles movimientos, hasta que, por fin, se qued quieto, y en su interior penetr un rayo de luz. Se hizo una gran claridad, y alguien exclam: -El soldado de plomo! El pez haba sido pescado, llevado al mercado y vendido; y, ahora estaba en la cocina, donde la cocinera lo abra con un gran cuchillo. Cogiendo por el cuerpo con dos dedos el soldadito, lo llev a la sala, pues todos queran ver aquel personaje extrao salido del estmago del pez; pero el soldado de plomo no se senta nada orgulloso. Lo pusieron de pie sobre la mesa y -qu cosas ms raras ocurren a veces en el mundo!- se encontr en el mismo cuarto de antes, con los mismos nios y los mismos juguetes sobre la mesa, sin que faltase el soberbio palacio y la linda bailarina, siempre sostenindose sobre la punta del pie y con la otra pierna al aire. Aquello conmovi a nuestro soldado, y estuvo a punto de llorar lgrimas de plomo. Pero habra sido poco digno de l. La mir sin decir palabra. En stas, uno de los chiquillos, cogiendo al soldado, lo tir a la chimenea, sin motivo alguno; seguramente la culpa la tuvo el duende de la tabaquera. El soldado de plomo qued todo iluminado y sinti un calor espantoso, aunque no saba si era debido al fuego o al amor. Sus colores se haban borrado tambin, a consecuencia del viaje o por la pena que senta; nadie habra podido decirlo. Mir de nuevo a la muchacha, se encontraron las miradas de los dos, y l sinti que se derreta, pero sigui firme, arma al hombro. Se abri la puerta, y una rfaga de viento se llev a la bailarina, que, cual una slfide, se levant volando para posarse tambin en la chimenea, junto al soldado; se inflam y desapareci en un instante. A su vez, el soldadito se fundi, quedando reducido a una pequea masa informe. Cuando, al da siguiente, la criada sac las cenizas de la estufa, no quedaba de l ms que un trocito de plomo en forma de corazn; de la bailarina, en cambio, haba quedado la estrella de oropel, carbonizada y negra.FIN

Informacin sobre la lectura infantil

M Victoria Lozano Amezcua

Columna 1Columna 2Columna 3

Nios que leen a diario9.13.24.54

Nios que leen al menos dos veces en semana2.48.89.65

Nios que leen con poca frecuencia3.11.53.7

Nios que no leen nada4.39.026.2