Tecnicidades,identidades,alteridades

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Jesús Martín Barbero Tecnicidades, identidades, alteridades: des-ubicaciones y opacidades de la comunicación en el nuevo siglo diálogos de la comunicación Departamento de Estudios Socioculturales. ITESO, Guadalajara, México 8 9

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des-ubicaciones yopacidades de lacomunicaciónen el nuevo siglo Autor: Jesús Martín Barbero

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No es posible pensar hoy los pro-cesos, los medios y las prácticasde comunicación sin asumir laabierta y extrema tensión entrelo sucedido el martes 11 de sep-tiembre pasado en Nueva York ylo representado por el Foro So-cial Mundial de Porto Alegre a co-mienzos de este año. El curso queha tomado el mundo después delos acontecimientos del martesnegro 11S ha introducido proce-sos que amenazan aún más el yaoscuro horizonte de los pueblos

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latinoamericanos. Empujadas a larecesión económica y la ingober-nabilidad política por la implaca-ble lógica de la globalizaciónneoliberal, nuestras naciones pa-decen además ahora los efectosde la más arcaica peste del mie-do que fundamentaliza la seguri-dad convirtiendo las fronteras ylas vias de comunicación -terres-tres y aéreas, físicas y virtuales-en lugares de legitimación de ladesconfianza como método y laviolación de los derechos a laprivacidad y la libertad comocomportamiento oficial de las«autoridades», con el consiguien-te afianzamiento de los prejuiciosraciales, los apartheid étnicos ylos fanatismos religiosos. Al fluirtan deprisa como las transaccio-nes financieras los virus imagina-rios amenazan ahora al orden glo-bal que reacciona rearmando lasfronteras y tornando cada díamás sospechoso de enemigo deese orden al flujo migratorio de lasmuchedumbres que él mismo em-puja desde nuestras periferiaspauperizadas hacia los países delpróspero pero des-concertado cen-tro. El ejemplo de la Argentina nopuede ser más aleccionador: a lahiperinflación de los ochenta -que derivó de la destrucción sis-temática de sus instituciones po-líticas y del pillaje económico porlas dictaduras militares- siguió elneoliberalismo más puro y duroen los ’90, que desmontó los últi-mos residuos del Estado socialprecipitando al país en la másbrutal depresión económica y enuna implosión de lo social en laque se disuelven «las razones depertenencia a una sociedad na-cional, la idea de responsabilidadque, aun precariamente, tejía latrama de los muchos hilos quesostiene a una comunidad1.

Del otro lado nos llega una exi-gencia radical de reflexión sobrela globalización: el segundo Foro

Social Mundial en Porto Alegrese ha convertido en el extrañoescenario en el que, frente altramposo y excluyente mundo dela economía financiera, hace suaparición en la escena global elmundo de la política, o mejor, lautopía política de un mundo delos ciudadanos y los pueblos. Yen el que justamente este año lacomunicación ha pasado a teneruna presencia no meramente te-mática sino articuladora, estra-tégica. Convergen ahí, en esa otramundialización posible, esfuer-zos que vienen de las grandes re-uniones de los años 90’ -Rio,Beijing- sobre los avances de lainformación y la comunicacióncomunitaria tanto territorialcomo virtual. Búsquedas y pro-puestas que fueron ahí confron-tadas a las tendencias y reco-mendaciones dominantes ema-nadas de los organismos econó-micos mundiales -OMC, FMI, BM-que someten a la lógica globali-zadora del mercado la cultura, lacomunicación y la educación(J.Vidal Beneyto). La comunica-ción es planteada en Porto Ale-gre como lugar de una doble per-versión y de una doble oportu-nidad. La primera perversiónproviene de la conformación deunas megacorporaciones globa-les –ya son sólo siete las quedominan el mercado mundial:AOL-Time Warner, Disney, Sony,News Corporation, Viacom yBertelsmann- cuya concentra-ción económica se traduce enun poder cada día más inatajablede fusión de los dos componen-tes estratégicos, los vehículos ylos contenidos, con la consi-guiente capacidad de control dela opinión pública mundial y laimposición de moldes estéticoscada día más «baratos»; la segun-da es la que han introducido losacontecimientos del «11 S» enra-reciendo de controles y amena-zas las libertades de información

A todos los que desde la dirección deFELAFACS, la coordinación de la

revista, y con sus textos, han hechoposible la espléndidadamente

democrática aventura, intelectual yacadémica, que significan los 15 años

de DIA-LOGOS DE LACOMUNICACIÓN.

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y expresión hasta el punto deponer en serios riesgos los máselementales derechos civiles.Pero la comunicación aparecetambién en Porto Alegre comolugar de dos estratégicas opor-tunidades: primera, la que abrela digitalización posibilitando lapuesta en un lenguaje común dedatos, textos, sonidos, imáge-nes, videos, desmontando la he-gemonía racionalista del dualis-mo que hasta ahora oponía lo in-teligible a lo sensible y lo emo-cional, la razón a la imaginación,la ciencia al arte, y también lacultura a la técnica y el libro alos medios audiovisuales; segun-da: la configuración de un nue-vo espacio público y de ciuda-danía en y desde las redes demovimientos sociales y de me-dios comunitarios, como el es-pacio y la ciudadanía que ha he-cho posible, sostiene y confor-ma el Foro Mundial mismo. Esobvio que se trata de embrionesde una nueva ciudadanía y unnuevo espacio público, configu-rados por una enorme plurali-dad de actores y de lecturas crí-ticas que convergen sobre uncompromiso emancipador y unacultura política en la que la re-sistencia es al mismo tiempoforjadora de alternativas.

En este malhadado comienzo desiglo la comunicación se hallaatrapada entre fuertes des-ubi-caciones y densas opacidadesque provienen de la emergenciade una razón comunicacional cu-yos dispositivos -la fragmenta-ción que disloca y descentra, elflujo que comprime y globaliza,la conexión que desmaterializae hibrida- agencian el devenirmercado de la sociedad. Frenteal consenso dialogal del queHabermas ve emerger la razóncomunicativa -descargada de laopacidad discursiva y la ambi-güedad política que introducen

la mediación tecnológica y mer-cantil- lo que estamos necesitan-do pensar es la hegemoníacomunicacional del mercado enla sociedad, o mejor, la conver-sión de la comunicación en elmás eficaz motor del desengan-che e inserción de las culturas -étnicas, nacionales o locales- enel espacio/tiempo del mercadoy las tecnologías. Pero al mis-mo tiempo estamos necesitadosde pensar el nuevo mapa que di-bujan esas tensiones entre lasmutaciones tecnológicas, las ex-plosiones e implosiones de lasidentidades y las reconfigura-ciones políticas de las heteroge-neidades.

La comunicación ha entrado sinduda a ocupar un lugar estraté-gico en la configuración de losnuevos modelos de sociedadpero ello está siendo malin-terpretado por una tendenciacreciente en los Estudios Lati-noamericanos de Comunicaciónal autismo epistémico que preten-de aislar a esos estudios de lasciencias sociales construyendouna pseudo-especificidad basa-da en saberes técnicos, taxo-nomías psicológicas y estrate-gias organizacionales. No puederesultar extraño que, desconcer-tados por la vastedad y gravedadde los problemas que hoyentrañan los procesos y mediosde comunicación, y confundidospor el pensamiento unidimen-sional y funcional que se hacepasar por el conocimiento pro-pio del campo de la comunica-ción, muchos aspirantes acomunicadores se sientan perdi-dos, se muestren apáticos antela reflexión/investigación y ten-tados de dejarse seducir por loque más brilla: las fascinantesproezas de la tecnología prome-tiendo el reencantamiento denuestras desencantadas ydesazonadas vidas.

Lo que a continuación expone-mos no tiene otra pretensión quela de luchar contra el cinismodel pensamiento fácil dibujandoel complejo esquema de uno delos mapas indispensables en lamultidimensionalidad de susejes temáticos y en la trans-versalidad de sus planos de aná-lisis.

I. LA MEDIACIÓN TECNOLÓ-GICA DEL CONOCIMIENTO ENLA PRODUCCIÓN SOCIALLala mediación tecnológica delcoLAnoi“Lo que está cambiando

no es el tipo de actividades en lasque participa la humanidad, sino

su capacidad de utilizar comofuerza productiva

lo que distingue a nuestra especiecomo rareza biológica, su

capacidad de procesar símbolos”Manuel Castells2

Dos procesos están transfor-mando radicalmente el lugar dela cultura en nuestras socieda-des fin de siglo: la revitalizaciónde las identidades y la revolu-ción de las tecnicidades. Los pro-cesos de globalización económi-ca e informacional están reavi-vando la cuestión de las identi-dades culturales -étnicas, racia-les, locales, regionales- hasta elpunto de convertirlas en dimen-sión protagónica de muchos delos más feroces y complejos con-flictos internacionales de los úl-timos años, al tiempo que esasmismas identidades, más las degénero y las de edad, estánreconfigurando la fuerza y el sen-tido de los lazos sociales, y lasposibilidades de convivencia enlo nacional y aun en lo local. Porsu parte, lo que la revolucion tec-nológica de este fin de siglo in-troduce en nuestras sociedadesno es tanto una cantidad inusi-tada de nuevas máquinas sino unnuevo modo de relación entre

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los procesos simbólicos -queconstituyen lo cultural- y las for-mas de producción y distribu-ción de los bienes y servicios: unnuevo modo de producir, inextri-cablemente asociado a un nue-vo modo de comunicar, convier-te al conocimiento en una fuer-za productiva directa.

El lugar de la cultura en la socie-dad cambia cuando la mediacióntecnológica (J.Echeverría) de lacomunicación deja de ser mera-mente instrumental para espe-sarse, densificarse y convertir-se en estructural: la tecnologíaremite hoy no a unos aparatossino a nuevos modos de percep-ción y de lenguaje, a nuevas sen-sibilidades y escrituras. Radica-lizando la experiencia de des-anclaje producida por la moder-nidad, la tecnología deslocalizalos saberes modificando tanto elestatuto cognitivo como insti-tucional de las condiciones delsaber y las figuras de la razón(Gh.Chartron, A. Reneaud) loque está conduciendo a un fuer-te emborronamiento de las fron-teras entre razón e imaginación,saber e información, naturalezay artificio, arte y ciencia, saberexperto y experiencia profana.

Al mismo tiempo afrontamos unaperversión del sentido de las de-mandas socioculturales que en-cuentran de algún modo expre-sión en los medios, mediante lacual se deslegitima cualquiercuestionamiento de un orden so-cial al que sólo el mercado y lastecnologías permitirían darse for-ma. Esta concepción hegemónicanos sumerge en una crecienteoleada de fatalismo tecnológicofrente al cual resulta más nece-sario que nunca mantener laepistemológica y políticamenteestratégica tensión entre las me-diaciones históricas que dotan desentido y alcance social a los me-

dios y el papel de mediadores queellos están jugando hoy. Sin esemínimo de distancia -onegatividad que dirían los deFrancfurt- nos es imposible elpensamiento crítico.

1. Peculiaridades latinoameri-canas de la sociedad delconocimiento

Nuestras sociedades son, al mis-mo tiempo, «sociedades del des-conocimiento», esto es, del no re-conocimiento de la pluralidad desaberes y competencias cultura-les que, siendo compartidas porlas mayorías populares o las mi-norías indígenas o regionales, noestán siendo incorporadas comotales ni a los mapas de la socie-dad ni siquiera a los de sus siste-mas educativos. Pero la subordi-nación de los saberes orales yvisuales al orden de la letra sufreactualmente una erosión crecien-te e imprevista que se origina enlos nuevos modos de produccióny circulación de saberes y nuevasescrituras que emergen a travésde las nuevas tecni-cidades, y es-pecialmente del computador einternet. Con raras excepciones,sin embargo nuestras universida-des siguen sin darse por entera-das de las estratégicas relacionesentre aquellos saberes y estastecnologías (J.A.Braganca yM.T.Cruz), del mismo modo quedesconocen la complejidad de re-laciones que se trenzan hoy en-tre los cambios del saber en lasociedad del conocimiento y loscambios del trabajo en la socie-dad de mercado. Lo que limita supapel a analizar tendencias –lasque ponen el mercado y el desa-rrollo tecnológico en la globa-lización socioeconómica y en lamundialización de la cultura-para ver cómo se adapta a ellas,sin el menor esfuerzo ni proyec-to de asumir como tarea propia,

estructural y estrátegica hoy másque nunca, la de formular y dise-ñar proyectos sociales, la de pen-sar alternativas al modelo hege-mónico del mercado y de la co-municación.

De otra parte, la noción de socie-dad de la información se hallalastrada en nuestros países deuna fuerte complicidad discur-siva con la modernizaciónneoliberal, racionalizadora delmercado como único principioorganizador de la sociedad en suconjunto, según el cual, agotadoel motor de la lucha de clases, lahistoria habría encontrado surecambio en los avatares de lainformación. La centralidad quelas tecnologías ocupan en esaconcepción de la sociedad resul-ta desproporcionada y paradóji-ca en países en los que el creci-miento de la desigualdad atomi-za las sociedades deteriorandosus dispositivos de comunica-ción, esto es de cohesión cultu-ral y política: «desgastadas lasrepresentaciones simbólicas, nologramos hacernos una imagendel país que queremos, y porende, la política no logra fijar elrumbo de los cambios en mar-cha»3. De ahí el ensanchamientode la brecha y la desmoraliza-ción colectiva: nuestras gentespueden asimilar con cierta faci-lidad las imágenes de la moder-nización que proponen los cam-bios tecnológicos pero es a otroritmo, mucho más lento y dolo-roso, que pueden recomponersus sistemas de valores, de nor-mas éticas y virtudes cívicas.

2. Aparición de un entornoeducacional difuso ydescentrado

Vivimos en un entorno de infor-mación que recubre y entremez-cla saberes múltiples y formas

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muy diversas de aprender, a lavez que se halla fuertemente des-centrado por relación al sistemaeducativo que aun nos rige or-ganizado en torno a la escuela yel libro. Desde los monasteriosmedievales hasta las escuelas dehoy el saber ha conservado esedoble carácter de ser a la vezcentralizado y personificado enfiguras sociales determinadas.De ahí que una transformaciónen los modos de circulación delsaber (J.Rifkin, H.Fischer), comola que estamos viviendo, es unade las más profundas transfor-maciones que puede sufrir unasociedad. Pues es disperso yfragmentado como el saber pue-de circular por fuera de los luga-res sagrados que antes lodetentaban y de las figuras so-ciales que lo administraban. Laescuela está dejando de ser elúnico lugar de legitimación delsaber ya que hay una multiplici-dad de saberes que circulan porotros canales, difusos y descen-tralizados. Esta diversificación ydifusión del saber, por fuera dela escuela, es uno de los retosmás fuertes que el mundo de lacomunicación le plantea al sis-tema educativo. Saberes-mosai-co, como los ha llamado A. Mo-les, por estar hechos de trozos,de fragmentos, que sin embargono impiden a los jóvenes tenercon frecuencia un conocimientomás actualizado en física o engeografía que su propio maestro.Lo que está acarreando en la es-cuela no una apertura a esosnuevos saberes sino una puestaa la defensiva y la construcciónde una idea negativa y moralistade todo lo que desde elecosistema comunicativo de losmedios y las tecnologías de co-municación e información lacuestiona en profundidad.

De otra parte los nuevos saberesremiten nuevas figuras de razón

que nos interpelan desde latecnicidad. Con el computadorestamos no ante una máquinacon la que se producen objetossino ante un nuevo tipo detecnicidad que posibilita el pro-cesamiento de informaciones ycuya materia prima son abstrac-ciones y símbolos. Lo que inau-gura una nueva aleación de cere-bro e información que sustituyea la tradicional relación del cuer-po con la máquina. De otro lado,las redes informáticas al transfor-mar nuestra relación con el es-pacio y el lugar movilizan figu-ras de un saber que escapa a larazon dualista con la que esta-mos habituados a pensar la téc-nica (F.Boncano), pues se tratade movimientos que son a la vezde integración y de exclusión, dedesterritorialización y relocali-zación, nicho en el que interac-túan y se entremezclan lógicas ytemporalidades tan diversascomo las que entrelazan en elhipertexto a las sonoridades delrelato oral con las intertex-tualidades de la escritura y lasintermedialidades del audiovi-sual. Una de las más claras se-ñales de la hondura del cambioen las relaciones entre cultura,tecnología y comunicación, sehalla en la reintegración culturalde la dimensión separada yminusvalorada por la racionali-dad dominante en Occidentedesde la invención de la escritu-ra y el discurso lógico, esto es ladel mundo de los sonidos y lasimágenes relegado al ámbito delas emociones y las expresiones.Al trabajar interactivamente consonidos, imágenes y textos escri-tos, el hipertexto hibrida la den-sidad simbólica con la abstrac-ción numérica haciendo reen-contrarse las dos, hasta ahora«opuestas», partes del cerebro(F.Varela, E. Thompson yE.Rosch). De ahí que de media-dor universal del saber, el núme-

ro esté pasando a ser mediacióntécnica del hacer estético, lo quea su vez revela el paso de laprimacia sensorio-motriz a lasensorio simbólica.

3. Cambios en los mapaslaborales y profesionales

Aunque nuestras universidadesno parecen darse por enteradas,está en marcha una transforma-ción en profundidad del mapa«moderno» de las profesiones yla emergencia de un otro mapaligado cada día más a la confi-guración de los nuevos oficiosque vienen exigidos por nuevasformas del producir, del comu-nicar y del gestionar, ligados tan-to a las nuevas destrezas men-tales que introduce la alfabeti-zación al mundo laboral comoa los nuevos modelos empresa-riales. Estamos, en primer lugar,ante un nuevo estatuto socialdel trabajador (R. Sennet, U.Beck) que si, de un lado impli-ca el paso de un trabajo carac-terizado por la ejecución mecá-nica de tareas repetitivas al deun trabajo con un mayor com-ponente de iniciativa de la par-te del trabajador al desplazar elejercicio de la predominancia dela mano a la del cerebro median-te nuevos modos del hacer queexigen un saber-hacer, un des-pliegue de destrezas con unmayor componente mental,pero ello no significa la libera-ción de la iniciativa del trabaja-dor, de su capacidad de innova-ción y creatividad, sino su con-trol por la lógica de la rentabili-dad empresarial que la supedi-ta en todo momento a la «eva-luación de los resultados», almismo tiempo que esa llamadaflexibilidad oculta su verdaderarealidad: la precarización delempleo en términos de la dura-ción del contrato de trabajo tan-

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to como en las prestaciones sa-lariales en salud, pensión, edu-cación, vacaciones, etc. Someti-do a la férrea lógica de lacompetitividad, el trabajo sufreuna fuerte mengua y hasta ladesaparición del vínculosocietal–espacial y temporal-entre el trabajador y la empre-sa, afectando profundamente laestabilidad psíquica del traba-jador: al dejar de ser un ámbitoclave de comunicación social,del reconocimiento social de símismo, el trabajo pierde tam-bién su capacidad de ser un lu-gar central de significación delvivir personal, del sentido de lavida (C.Dubar). Y al mismotiempo cambia también la figu-ra del profesional, convertida enel lugar propio de la nueva com-plejidad de relaciones entre loscambios del saber en la socie-dad de conocimiento y los cam-bios del trabajo en una sociedadde mercado. La nueva figura re-mite, en primer lugar, a los gru-pos/proyecto, los «círculos decalidad» en los que cada indivi-duo compite con los otros indi-viduos del grupo, y cada grupocompite con otros grupos, nosólo fuera sino aun dentro de lamisma empresa. Las condicio-nes de competitividad entre to-dos se traducen en fragmenta-ción tanto del oficio como de lascomunidades de oficio. Los nue-vos modelos de empresa hacenasí imposible el largo tiempo,tanto en el sentido de la perte-nencia a una colectividad em-presarial, como en el de la ca-rrera profesional. También elnivel salarial tiene cada vez me-nos que ver con los años de tra-bajo en la empresa: hoy profe-sionales que llevan muchosaños en una empresa son susti-tuidos por jóvenes recién llega-dos que además entran a traba-jar ganando el doble del sueldode los antiguos. El nuevo profe-

sional es un individuo abocadoa la permanente reconversiónde sí mismo, y ello en un mo-mento en el cual todo en la so-ciedad hace del individuo unsujeto inseguro, lleno de incer-tidumbre, con muy fuertes ten-dencias a la depresión, al estrésafectivo y mental. Y divorciadodel largo plazo que implicaba lavida profesional, y del largotiempo de la solidaridad laboral,no sólo el valor sino también elsentido del trabajo profesionalpasa a ligarse a una creatividady una flexibilidad uncidas a lalógica mercantil de la compe-titividad que enlaza inextrica-blemente saber y rentabilidad.

II. LA EXPLOSIÓN DE LAS IDEN-TIDADES

La comprensión de la identidad en

la sociedad contemporánea resulta

de la aplicación de una doble

perspectiva de figuras que no se

acumulan, sino que presentan

tensiones: la reflexión sobre las

crisis de las formas de comunica-

ción discursiva como lugar principal

de la identidad presente y la

necesidad imperiosa de construir

discursos de experiencia que

suturen los déficits de legitimación

en los discursos anónimos que nos

son dirigidos.

José Miguel Marinas

Ligada a sus dimensiones tecno-económicas, la globalizaciónpone en marcha un proceso deinterconexiones a nivel mundial,que conecta todo lo que instru-mentalmente vale –empresas,instituciones, individuos- al mis-mo tiempo que desconecta todolo que, para esa razón, no vale(Z.Bauman). Este proceso de in-clusión/exclusión a escala plane-taria está produciendo no sóloreacciones y atrincheramientossino una disyunción profunda y

creciente entre la lógica de loglobal y las dinámicas de lo lo-cal, entre el espacio de la econo-mía política y los mundos devida. La manifestación más visi-ble y honda de esa disyunciónes la presencia en la experienciacotidiana de la gente de un sen-timiento compartido de impo-tencia, es decir de que su traba-jo, su entorno y su propia vida,escapan aceleradamente a sucontrol. Al entrar en crisis lastres grandes instituciones de lamodernidad –el trabajo, la polí-tica y la escuela- que constituíanla fuente del sentido colectivo dela vida su significado se divor-cia de lo que el individuo o la co-munidad hace para ligarse a loque se es: hombre o mujer, ne-gro o blanco, cristiano omusulman, indígena o mestizo.La sociedad-red no es un puro fe-nómeno de conexiones tecnoló-gicas sino la disyunción sisté-mica de lo global y lo local, de lopúblico-formal y lo privado-real(Appaduray), mediante la fractu-ra de sus marcos temporales deexperiencia y de poder: frente ala elite que habita el espacioatemporal de las redes y los flu-jos globales, las mayorías ennuestros países habitan el dislo-cado espacio/tiempo local desus culturas, y frente a la lógicadel poder global se refugian enla lógica del poder que producela identidad. Estamos así anteuna mutación, en los inicios deun verdadero cambio de época,que nos aboca a investigar las si-guientes cuestiones:

1. Cambios de fondo en lapercepción y el sentido de lasidentidades

Si Habermas constata el descen-tramiento que sufren las socie-dades complejas por la ausenciade una instancia central –Estado,

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Iglesia- de regulación y autoex-presión en las que «hasta lasidentidades colectivas están so-metidas a la oscilación en el flu-jo de las interpretaciones ajus-tándose más a la imagen de unared frágil que a la de un centroestable de autorreflexión»4,Stuart Hall hace explícita lafragilización de aquello que su-poníamos fijo y la desestabiliza-ción de lo que creíamos uno: «Untipo nuevo de cambio estructu-ral está fragmentando los paisa-jes culturales de clase, género,etnia, raza y nacionalidad, queen el pasado nos habían propor-cionado sólidas localizacionescomo individuos sociales. Trans-formaciones que están tambiéncambiando nuestras identidadespersonales»5. El cambio apuntaespecialmente a la multiplica-ción de referentes desde los queel sujeto se identifica en cuantotal, pues el descentramiento nolo es sólo de la sociedad sino delos individuos, que ahora vivenuna integración parcial y preca-ria de las múltiples dimensiones/adscripciones que los confor-man. El individuo ya no es lo in-divisible, y cualquier unidad quese postule tiene mucho de «uni-dad imaginada». Pero eso no pue-de ser confundido con la celebra-ción de la diferencia convertidaen fragmentación, proclamadapor buena parte del discursoposmoderno y rentabilizada porel mercado. La celebración de laidentidades débiles (fragmenta-das) tiene una fuerte relacióncon otra celebración, la de lades-regulación del mercado, exi-gida por la ideología neoliberalde la que D.Harvey explicita laparadoja «cuanto menos decisi-vas se tornan las barreras espa-ciales tanto mayor es la sensibi-lidad del capital hacia las dife-rencias del lugar y tanto mayorel incentivo para que los lugaresse esfuercen por diferenciarse

como forma de atraer el capi-tal»6. La identidad local es asíconducida a convertirse en unarepresentación de la diferenciaque la haga comercializable, esdecir sometida a los maquillajesque refuerzan su exotismo y a lashibridaciones que neutralicensus ragos más conflictivos. Quees la otra cara de la globalizaciónacelerando las operaciones dedesarraigo con que intenta ins-cribir las identidades en las ló-gicas de los flujos: dispostivo detraducción de todas las diferen-cias culturales a la lengua fran-ca del mundo tecnofinanciero yvolatilización de las identidadespara que floten libremente en elvacío moral y la indiferencia cul-tural.

Hasta hace muy poco decir iden-tidad era hablar de raíces, estoes, de raigambre y territorio, detiempo largo y de memoria sim-bólicamente densa. De eso y so-lamente de eso estaba hecha laidentidad. Pero decir identidadhoy implica también –si no que-remos condenarla al limbo de unatradición desconectada de lasmutaciones perceptivas y expre-sivas del presente- hablar de mi-graciones y movilidades, de re-des y de flujos, de instantaneidady desanclaje. Antropólogos ingle-ses han expresado esa nueva con-formación de las identidades através de la espléndida imagen delas moving roots, raíces móviles,o mejor de raíces en movimiento.Para mucho del imaginariosubtancialista y dualista que to-davía permea la antropología, lasociología y hasta la historia, esametáfora resultará inaceptable, ysin embargo en ella se vislumbraalguna de las realidades másfecundamente desconcertantesdel mundo que habitamos: que,como afirma el antropólogo cata-lán, Eduard Delgado, «sin raícesno se puede vivir pero muchas

raíces impiden caminar». Así, ladiversidad cultural se haceinterculturalidad en los territoriosy las memorias pero también des-de las redes la diversidad resis-te, enfrenta, e interactúa con laglobalización, y acabará portransformarla (L.K.Sosoe). Y des-de ahí es que hoy se proyectanbúsquedas de alternativas, comu-nitarias y libertarias, capaces in-cluso de revertir el sentido mayo-ritariamente excluyente que lasredes tecnológicas tienen paralas mayorías, transformándolasen potencial de enriquecimientosocial y personal.

2. Globalización: contradiccio-nes entre identidades y flujos

Acelerando las operaciones dedesarraigo la globalización tien-de a inscribir las identidades enlas lógicas de los flujos: disposi-tivo de traducción de todas lasdiferencias culturales a la lenguafranca del mundo tecnofinan-ciero y volatilización de las iden-tidades para que floten libremen-te en el vacío moral y la indife-rencia cultural (N. Klein, P.-Y.Bonin). La complementariedadde movimientos en que se basaesa traidora traducción no pue-de ser más expresiva: mientrasel movimiento de las imágenesy las mercancías va del centro ala periferia, el de los millones deemigrantes objeto de exclusiónva de la periferia al centro. Conla consiguiente reidentificación–frecuentemente fundamentalista-de las culturas de origen que seproduce en los «enclaves étnicos»que parchean las grandes ciuda-des de los países del norte. Laglobalización exaspera y alucinaa las identidades básicas, a lasidentidades que echan sus raí-ces en los tiempos largos. Lo quehemos visto en Sarajevo yKosovo es eso: una alucinación

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esde las identidades que luchanpor ser reconocidas pero cuyoreconocimiento sólo es comple-to cuando expulsan de su terri-torio a todos los otros encerrán-dose sobre sí mismas. Pero laexasperación de las identidadesno ocurre sólo al otro lado delglobo, la reencontramos tambiénen la intolerancia con la que enArgentina o Chile son hoyexcluídos, por los propios sec-tores obreros, los migrantes pro-venientes de Bolivia o Paraguay(A.Grimson). Como si al caerselas fronteras, que durante siglosdemarcaron los diversos mun-dos, las distintas ideologías po-líticas, los diferentes universosculturales -por acción conjuntade la lógica tecnoeconómica y lapresión migratoria- hubieranquedado al descubierto las con-tradicciones del discurso univer-salista, del que tan orgulloso seha sentido Occidente. Y enton-ces cada cual, cada país o comu-nidad de países, cada grupo so-cial y hasta cada individuo, ne-cesitará conjurar la amenaza quesignifica la cercanía del otro, delos otros, en todas sus formas yfiguras, rehaciendo la exclusiónahora ya no bajo la forma defronteras, que serían obstáculoal flujo de las mercancías y lasinformaciones, sino de distan-cias que vuelvan a poner «a cadacual en su sitio».

Pero el revival identitario pre-senta un carácter especialmenteambiguo y hasta contradictorio,pues en él habla no sólo la revan-cha de identidades negadas o noreconocidas sino que ahí seabren también camino las vocesalzadas contra viejas exclusiones.Y si en el inicio de muchos movi-mientos identitarios el autoreco-nocimiento es reacción al aisla-miento, también lo es su funcio-namiento como espacio de me-moria y solidaridad, y como lu-

gar de refugio en el que los indi-viduos encuentran una tradiciónmoral (R. Bellah). Los nacionalis-mos, las xenofobias o los funda-mentalismos religiosos no se ago-tan en lo cultural, pues todosellos remiten, en periodos más omenos largos de su historia, a ex-clusiones sociales y políticas, adesigualdades e injusticias acu-muladas, sedimentadas. Pero loque galvaniza hoy a las identida-des como motor de lucha es in-separable de la demanda de re-conocimiento y de sentido. Y niel uno ni el otro son formulablesen meros términos económicoso políticos, pues ambos se hallanreferidos al núcleo mismo de lacultura, en cuanto mundo del per-tenecer a y del compartir con. Ra-zón por la cual la identidad seconstituye hoy en la negaciónmás destructiva, pero tambiénmás activa y capaz de introducircontradicciones en la hegemoníade la razón instrumental.

3. El carácter constitutivo delas narrativas identitarias

La relación de la narración conla identidad es constitutiva: nohay identidad cultural que nosea contada (J.M.Marinas, H.Bhabbha). Esa relación entrenarratividad y reconocimientode la identidad se hace precio-samente visible en la polisemiacastellana del verbo contar cuan-do nos referimos a los derechosde las culturas tanto de las mi-norías como de los pueblos.Pues para que la pluralidad delas culturas del mundo sea polí-ticamente tenida en cuenta es in-dispensable que la diversidad deidentidades nos pueda ser con-tada. Narrada en cada uno de losidiomas y al mismo tiempo en ellenguaje multimedial en que hoyse juega el movimiento de las tra-ducciones -de lo oral a lo escri-

to, a lo audivisual, a loinformático- y en ese otro aunmás complejo y ambiguo: el delas apropiaciones y los mesti-zajes. En su sentido más densoy desafiante la idea de multi-culturalidad apunta ahí: a unainterculturalidad en la que las di-námicas de la economía y la cul-tura-mundo movilizan no sólo laheterogeneidad de los grupos ysu readecuación a las presionesde lo global sino la coexistenciaal interior de una misma socie-dad de códigos y relatos muy di-versos, conmocionando así la ex-periencia que hasta ahora tenía-mos de identidad. Lo que laglobalización pone en juego noes sólo una mayor circulación deproductos sino una rearticula-ción profunda de las relacionesentre culturas y entre países, me-diante una des-centralizaciónque concentra el poder económi-co y una des-territorializaciónque hibrida las culturas.

Esa hibridación penetra tam-bién el campo de los relatos,pues la mayoría de ellos sobre-viven inscritos en el ecosistemadiscursivo de los medios y co-lonizados por la racionalidadoperativa del dispositivo y el sa-ber tecnológicos. Es en eseecosistema y esos dispositivosdonde se juega -se hace y des-hace- la diferencia entre unos gé-neros cuyo estatuto ha dejadode ser puramente literario paratornarse cultural, esto es cues-tión de memoria y reconoci-miento, frente a unos formatosen los que habla el sistema pro-ductivo, las lógicas de unacomunicabilidad crecientementesubordinada a la de la rentabili-dad. Momentos de una negocia-ción entre las reglas de cons-trucción del texto y las compe-tencias del lector, los génerosremiten a su reconocimiento eny por una comunidad cultural,

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pues aun adelgazados por el lar-go transcurso que los separa delos relatos arquetípicos, los gé-neros conservan aún cierta den-sidad simbólica. Los formatosen cambio funcionan como ope-radores de una combinatoria sincontenido, estrategia puramen-te sintáctica. Pero la subordina-ción de los géneros a la lógicade los formatos remite, más alláde las condiciones en que ope-ran las industrias culturales, aloscurecimiento de una tradicióncuyos relatos -y metarrelatos-posibilitan la inserción del pre-sente en las memorias del pasa-do y en los proyectos de futuro.Roto ese engarce la crisis de laestética de la obra y del autorhalla su más certera expresiónen la proliferación/fragmenta-ción de los relatos. Como si, ex-traviada su fuente, la narraciónhubiera estallado en pedazos,asistimos a la multiplicación in-finita de unos microrrelatos quese gestan en cualquier parte yse desplazan de unos medios aotros (V.Sanchez Biosca).

III. HETEROGENEIDADESSOCIOCULTURALES

Si es a través de la imaginaciónque hoy el capitalismo discipli-na y controla a los ciudadanoscontemporáneos, sobre todo a

través de los medios de comuni-cación, es también la imagina-ción la facultad a través de la

cual emergen nuevos patronescolectivos de disenso, de

desafección y cuestionamientode los patrones impuestos a la

la vida cotidiana a través de lacual vemos emerger formas

sociales nuevas, no predatoriascomo las del capital, formas

constructoras de nuevasconvivencias humanas.

A. Appaduray

Así como las identidades implo-sionan fundamentalizándose,también explosionan reinventán-dose en proyectos de radical re-novación de la política y la so-ciedad toda. Me refiero a la cre-ciente presencia de estrategiastanto de exclusión como, y espe-cialmente, de empoderamientoejercidas en y desde el ámbito dela cultura (A.Appaduray). Estasúltimas no sólo inscriben las«políticas de identidad» dentrode la política de emancipaciónhumana, sino que replantean afondo el sentido mismo de lapolítica, postulando el surgi-miento de un nuevo tipo de su-jeto político. Sujeto entrevistodesde que el feminismo subvir-tiera el machismo metafísico delas izquierdas con «lo personales político», y que en los últimosaños incorporara en el mismomovimiento el sentimiento dedaño/victimación y el de recono-cimiento/empoderamiento. Sen-timiento este último que recupe-ra para el proceso de construc-ción identitaria tanto lo que dedisputa de poder pasa por elámbito de los imaginarios, comolo que se produce en la materia-lidad de las relaciones sociales.La afirmación de una subjetivi-dad fracturada y descentrada,así como la multiplicidad deidentidades en pugna, aparecenpor primera vez en el feminismono como postulado teórico sinocomo resultado de la explora-ción de la propia experiencia dela opresión (Ch.Mouffe).

1. Nuevas figuras de ciudadanía

Las nuevas figuras ciudadanas re-miten, de un lado, a políticas delreconocimiento que, según Char-les Taylor, hallan su base en la dela modernidad política donde sealoja «la idea de que el pueblocuenta con una identidad ante-rior a alguna estructuración polí-

tica»7. La idea de reconocimientose juega en la distinción entre el«honor» tradicional, como con-cepto y principio jerárquico, y la«dignidad» moderna como prin-cipio igualitario. La identidad noes pues lo que se le atribuye a al-guien por el hecho de estar aglu-tinado en un grupo -como en lasociedad de castas- sino la expre-sión de lo que da sentido y valora la vida del individuo. Es al tor-narse expresiva de un sujeto in-dividual o colectivo que la iden-tidad depende de, y por lo tantovive del, reconocimiento de losotros: la identidad se construyeen el diálogo y el intercambio, yaque es ahí que individuos y gru-pos se sienten despreciados o re-conocidos por los demás. Lasidentidades/ciudadanías moder-nas –al contrario de aquellas queeran algo atribuido a partir deuna estructura preexistentecomo la nobleza o a la plebe- seconstruyen en la negociación delreconocimiento por los otros. Deotro lado, lo que el multicultu-ralismo pone en evidencia es quelas instituciones liberal-democrá-ticas se han quedado estrechas(Ch.Mouffe, E.Laclau) para aco-ger las múltiples figuras de la di-versidad cultural que tensionany desgarran a nuestras socieda-des justamente porque no cabenen esa institucionalidad. Desga-rradura que sólo puede sersuturada con una política de ex-tensión de los derechos y valo-res universales a todos los sec-tores de la población que han vi-vido por fuera de la aplicación deesos derechos, sean mujeres ominorías étnicas, evangélicos uhomosexuales. Estamos en todonuestro derecho al negarnos atener que escoger entre el univer-salismo heredado de la ilustra-ción, que dejaba de lado secto-res enteros de la población, y undiferencialismo tribal que se afir-ma en la exclusión racista y xe-

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esnófoba, pues esa disyuntiva esmortal para la democracia (M.Wiewiorka). Frente a la ciudada-nía de «los modernos» que se pen-saba y se ejercía por encima delas identidades de género, de et-nia, de raza o de edad, la demo-cracia está necesitada hoy de unaciudadanía que se haga cargo delas identidades y las diferencias.Pues la democracia se conviertehoy en escenario de la emancipa-ción social y política cuando nosexige sostener la tensión entrenuestra identidad como indivi-duos y como ciudadanos, puessólo a partir de esa tensión sehará posible sostener colectiva-mente la otra, la tensión entre di-ferencia y equivalencia (igual-dad). Y saldremos así de la iluso-ria búsqueda de una reabsorciónde la alteridad en un todo unifi-cado, sea éste la nación, el parti-do o la religión. Emergen enton-ces, o pasan al primer plano, de-rechos de ciudadanía vinculadosa las diversas comunidades cul-turales que conforman una na-ción desde la doble perspectiva,tanto de su construcción jurídi-ca como ética, esto es desde elnuevo valor de la diferencia quearticula la universalidad humanade los derechos a la particulari-dad de los muy diversos modosde su percepción y de expresión.Es la línea de la ética de la comu-nicación (K.-O.Apel, J. Habermas,G. Vattimo) caracterizada por ju-garse mucho menos en certezasy absolutización de valores queen posibilidades de encuentro yde lucha contra la exclusión so-cial, política y cultural, de la queson objeto en nuestros paísestanto las mayorías pobres comolas minorías étnicas o sexuales.En la experiencia de desarraigoque viven tantas de nuestras gen-tes, a medio camino entre el uni-verso campesino y un mundo ur-bano cuya racionalidad económi-ca e informativa disuelve sus

saberes y su moral, devalúa sumemoria y sus rituales, hablar dereconocimiento implica un doblecampo básico de derechos a im-pulsar: el derecho a la participa-ción en cuanto capacidad de lascomunidades y los ciudadanos ala intervención en las decisionesque afectan su vivir, capacidadque se halla hoy estrechamenteligada a una información veraz yen la que predomine el interéscomún sobre el del negocio; y se-gundo, el derecho a la expresiónen los medios masivos y comu-nitarios de todas aquellas cultu-ras y sensibilidades mayoritariaso minoritarias a través de las cua-les pasa la ancha y rica diversi-dad de la que están hechos nues-tros países.

2. Reconfiguraciones de lopúblico

La cada vez más estrecha rela-ción entre lo público y lo co-municable -ya presente en el sen-tido inicial del concepto políti-co de publicidad en la historiatrazada por Habermas- se juegahoy decisivamente en la ambi-gua, y muy cuestionada, media-ción de las imágenes que, de lasvallas y pasando por las mil for-mas de afiches, graffitis, desem-boca en la televisión, es casisiempre asociada, o llanamentereducida, a un mal inevitable, auna incurable enfermedad de lapolítica contemporánea, a un vi-cio proveniente de la decadentedemocracia norteamericana, o auna concesión a la barbarie deestos tiempos que tapan conimágenes su falta de ideas. Y noes que en el uso que de las imá-genes hacen el mercado y la po-lítica haya no poco de todo eso,pero lo que necesitamos com-prender va más allá de la denun-cia, hacia una comprensión de loque la mediación de la imágenesproduce socialmente, único

modo de poder intervenir sobreese proceso. Pues esa hegemo-nía imagética se halla asociadaal hecho de que hoy el «recono-cimiento recíproco» (H. Arendt)se juega especialmente en el de-recho a ser visto y oido, queequivale al de existir/contar so-cialmente, tanto en el terreno in-dividual como en el colectivo, enel de las mayorías como en el delas minorías. Derecho que nadatiene que ver con el exhibicionis-mo vedetista de los políticos ensu perverso afán por sustituir superdida capacidad de represen-tar lo común por la cantidad detiempo en pantalla.

Lo que en las imágenes se produ-ce es, en primer lugar, la salida aflote, la emergencia de la crisisque sufre, desde su interior mis-mo, el discurso de la representa-ción (P.Flores d’Arcais). Pues sies cierto que la creciente presen-cia de las imágenes en el debate,las campañas y aun en la acciónpolítica, espectacu-lariza esemundo hasta confundirlo con elde la farándula, los reinados debelleza o las iglesias electrónicas,también es cierto que por las imá-genes pasa una construcción vi-sual de lo social, en la que esa vi-sibilidad recoge el desplazamien-to de la lucha por la representa-ción a la demanda de reconoci-miento. Lo que los nuevos movi-mientos sociales y las minorías -las etnias y las razas, las muje-res, los jóvenes o los homosexua-les- demandan no es tanto ser re-presentados sino reconocidos:hacerse visibles socialmente ensu diferencia. Lo que da lugar aun modo nuevo de ejercer políti-camente sus derechos. Y, en se-gundo lugar, en las imágenes seproduce un profundo descen-tramiento de la política tanto so-bre el sentido de la militanciacomo del discurso partidista. Delfundamentalismo sectario que

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acompañó, desde el siglo pasadohasta bien entrado el actual, elejercicio de la militancia tanto enlas derechas como en las izquier-das, las imágenes dan cuenta delenfriamiento de la política, con elque N.Lechner denomina ladesactivación de la rigidez en laspertenencias posibilitando fideli-dades más móviles y colectivida-des más abiertas. Y en lo que aldiscurso respecta, la nueva visi-bilidad social de la políticacataliza el desplazamiento deldiscurso doctrinario, de carácterabiertamente autoritario, a unadiscursividad, si no claramentedemocrática hecha al menos deciertos tipos de interacciones eintercambios con otros actoressociales. De ello es evidencia laproliferación creciente de obser-vatorios y veedurías ciudadanas.Resulta bien significativa esta,más que cercanía fonética, arti-culación semántica entre la visi-bilidad de lo social que posibili-ta la constitutiva presencia de lasimágenes en la vida pública y lasveedurías como forma actual defiscalización e intervención delos ciudadanos.

De otra parte, el vacío de utopíasque atraviesa el ámbito de la po-lítica se ve llenado en los ultimosaños por un cúmulo de utopíasprovenientes del campo de latecnología y la comunicación:«aldea global», «mundo virtual»,«ser digital», etc. Y la más enga-ñosa de todas, la «democracia di-recta»8 atribuyendo al poder delas redes informáticas la renova-ción de la política y superandode paso las «viejas» formas de larepresentación por la expresiónviva de los ciudadanos, ya seavotando por internet desde lacasa o emitiendo telemática-mente su opinión. Estamos antela más tramposa de las ideali-zaciones ya que en su celebra-ción de la inmediatez y la trans-

parencia de las redes ciber-néticas lo que se está minandoson los fundamentos mismos de«lo público», esto es, los proce-sos de deliberación y de crítica,al mismo tiempo que se crea lailusión de un proceso sin inter-pretación ni jerarquía, se forta-lece la creencia en que el indivi-duo puede comunicarse prescin-diendo de toda mediación social,y se acrecienta la desconfianzahacia cualquier figura de delega-ción y representación. Hay sinembargo, en no pocas de las pro-clamas y búsquedas de una «de-mocracia directa» via internet,un transfondo libertario queapunta a la desorientación enque vive la ciudadanía como re-sultado de la ausencia de densi-dad simbólica y la incapacidadde convocatoria que padece lapolítica representativa. Trasfon-do libertario que señala tambiénla frustración que produce, es-pecialmente entre las mujeres ylos jóvenes, la incapacidad de re-presentación de la diferencia enel discurso que denuncia la des-igualdad. Devaluando lo que lanación tiene de horizonte cultu-ral común –por su propia inca-pacidad de articular la heteroge-neidad, la pluralidad de diferen-cias de las que está hecha- losmedios y las redes electrónicasse están constituyendo en me-diadores de la trama de imagina-rios que configura la identidadde las ciudades y las regiones,del espacio local y barrial,vehiculando así la multicultu-ralidad que hace estallar los re-ferentes tradicionales de la iden-tidad. Y para los apocalípticos -que tanto abundan hoy- ahí es-tán los usos que de las redeshacen muchas minorías y comu-nidades marginadas introducien-do ruido en las redes, distor-siones en el discurso de lo glo-bal, a través de las cuales emergela palabra de otros, de muchos

otros. Y esa vuelta de tuerca queevidencia en las grandes ciuda-des el uso de las redes electró-nicas para construir grupos que,virtuales en su nacimiento, aca-ban territorializándose, pasandode la conexión al encuentro, y delencuentro a la acción. El uso al-ternativo de las tecnologías yredes informáticas (R. Kroes,S.Finquelevich, J.L.Molina) en lareconstrución de la esfera públi-ca pasa sin duda por profundoscambios en los mapas mentales,en los lenguajes y los diseños depolíticas, exigidos todos ellospor las nuevas formas de com-plejidad que revisten las recon-figuraciones e hibridaciones delo público y lo privado. Empe-zando por la propia complejidadque a ese respecto presentaInternet: un contacto privadoentre interlocutores que es a suvez mediado por el lugar públi-co que constituye la red: proce-so que a su vez introduce unaverdadera explosión del discur-so público al movilizar la másheterogénea cantidad de comu-nidades, asociaciones, tribus,que al mismo tiempo que libe-ran las narrativas de lo políticodesde las múltiples lógicas delos mundos de vida, despo-tencian el centralismo burocrá-tico de la mayoría de las institu-ciones potenciando la creativi-dad social en el diseño de laparcticipación ciudadana.

Las tecnologías no son neutraspues hoy más que nunca ellasconstituyen enclaves de conden-sación e interación de intereseseconómicos y políticos con me-diaciones sociales y conflictossimbólicos. Pero por eso mismoellas son constitutivas de losnuevos modos de construir opi-nión pública y de las nuevas for-mas de ciudadanía, esto es, delas nuevas condiciones en que sedice y hace la política.

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es3. Nuevos regímenes cultura-les de la tecnicidad

La verdad es que la imagen noes lo único que ha cambiado. Lo

que ha cambiado, más exacta-mente son las condiciones de

circulación entre lo imaginarioindividual (por ejemplo, los

sueños) lo imaginario colectivo(por ejemplo, el mito) y la

ficción (literaria o artística). Talvez sean las maneras de viajar,

de mirar, de encontrarse lasque han cambiado, lo cual

confirma la hipótesis según lacual la relación global de losseres humanos con lo real se

modifica por el efecto derepresentaciones asociadas con

las tecnologías, con laglobalización y con la acelera-

ción de la historia”Marc Augé

La convergencia de la globali-zación y la revolución tecnológi-ca configura un nuevo ecosis-tema de lenguajes y escrituras.La experiencia audiovisual tras-tornada por la revolución digitalseñala, de un lado, la constitu-ción de nuevas temporalidades li-gadas a la compresión de la in-formación, el surgimiento denuevas figuras de razón que re-miten al estatuto cognitivo quela digitalización ha procurado ala imagen, y finalmente la emer-gencia de una visibilidad culturalconvertida en escenario de unadecisiva batalla política entre elorden/poder de la letra y lasoralidades y visualidades cultu-rales que enlazan las memoriascon los imaginarios en elpalimsesto que, a la vez que bo-rra, les permite emerger borro-samente en las entrelíneas queescriben el presente, pues losimaginarios de la virtualidad y lavelocidad dan forma, borrosatambién, al futuro que tejen lasredes del hipertexto.

Destiempos y desmemorias

Pocos cambios tan deconcer-tantes como los que afectan anuestra percepción colectiva deltiempo. Mientras unos denuncianexaltadamente la amnesia histó-rica, otros ostentan la actual «ex-plosión de la memoria», y otrosindican la complementariedadentre ambas actitudes y movi-mientos. Lo cierto es tambiénque no pocas de las denunciasmás apocalípticas del mile-narismo escapista lo retroali-mentan emborronando la atmós-fera cultural e intelectual, ya depor sí confusa y oscura, impidién-donos analizar la estructura delos cambios que atravesamos.Frente a escapismos y alarmis-mos necesitamos investigar nues-tra contradictoria percepción delas tranformaciones de la tempo-ralidad en modo que nos permi-ta «pensar juntos la amnesia y elboom de la memoria»9. Pues si,de un lado los medios masivos sehan convertido en «máquinas deproducir presente»10, o sea, se ha-llan dedicados a fabricar olvido -lo que vale como noticia es lo quenos conecta con el presente de loque está pasando, lo que a su vezhace que el tiempo en pantalla decualquier acontecimiento debaser también instantáneo y equi-valente, con lo que el presenteconvertido en actualidad duracada vez menos- que es a lo quese encuentra dedicado el merca-do en su conjunto al planificar laacelerada obsolescencia de losobjetos como condición de fun-cionamiento del propio sistemade producción; de otro lado, la fie-bre de memoria es también cre-ciente: desde el crecimiento y ex-pansión de los museos en las dosútimas décadas, la restauraciónde los viejos centros urbanos, elauge de la novela histórica y losrelatos biográficos, la moda retroen arquitectura y vestidos, el en-

tusiasmo por las conmemoracio-nes y el auge de los anticuarios.

Pero, develando la acción del mer-cado y los medios no hemos to-cado fondo, hay algo aún más aba-jo: la obsolescencia acelerada y eldebilitamiento de nuestros aside-ros identitarios nos están generan-do un incontenible deseo de pasa-do que no se agota en la evasión.Aunque moldeado por el merca-do ese deseo existe y debe ser to-mado en serio como síntoma deuna profunda desazón cultural, enla que se expresa la ansiosa indi-gencia que padecemos de tiemposmás largos y la materialidad denuestros cuerpos reclamando me-nos espacio y más lugar. Todo locual nos plantea el desafío radi-cal que ha formulado Huyssens:no oponer maniqueamente la me-moria y la amnesia sino pensar-las juntas. Pues si la «fiebre de his-toria» que denunciara Nietzscheen el siglo XIX funcionaba inven-tando tradiciones nacionales e im-periales, esto es, dando cohesióncultural a sociedades desgarradaspor las convulsiones de la revolu-ción industrial, nuestra «fiebre dememoria» no tiene un foco políti-co ni territorial claro sino que esexpresión de la necesidad de an-claje temporal que sufren unas so-ciedades cuya temporalidad es sa-cudida brutalmente por la revolu-ción informacional que disuelvelas coordenadas espacio-territo-riales de nuestras vidas. Y en laque se hace manifiesta la transfor-mación profunda que padece la«estructura de temporalidad» quenos legó la modernidad: aquellaque, frente a la conservadora mi-rada romántica, legitimó ya des-de el siglo XVlll la destrucción delpasado como lastre, e hizo de lanovedad la fuente única de legiti-midad cultural.

La experiencia del progreso mo-derno en la que W. Benjamin vie-

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ra un tiempo homogéneo y vacíoes la que G. Vattimo devela en lasociedad actual: la renovaciónpermanente e incesante de las co-sas, de los productos, de las mer-cancías, está «fisiológicamenteexigida para asegurar la pura ysimple supervivencia del siste-ma» (y en la que) «la novedadnada tiene de revolucionario niturbador»11. Y en un mundo en elque el futuro aparece garantiza-do por los automatismos del sis-tema lo único que nos queda detiempo humano es «el cuidado delos residuos, de las huellas de lovivido, (pues) lo que corre el ries-go de desaparecer es el pasadocomo continuidad de la experien-cia»12. Continuidad que no se con-funde ni con la uniformación nicon la nostalgia, pues se trata delmínimo de horizonte históricoque hace posible el diálogo entregeneraciones y la lectura/traduc-ción entre tradiciones.

Des-ordenes de la razón

El cambio más desconcertantepara el racionalismo con que seidentificó la primera moderni-dad quizá sea el que introduceel nuevo estatuto cognitivo de laimagen. Desde el mito platónicode la caverna, y durante siglos,la imagen fue identificada con laapariencia y la proyección sub-jetiva, lo que la convertía en obs-táculo estructural del conoci-miento. Ligada al mundo del en-gaño, la imagen fue, de un lado,asimilada a instrumento de ma-nipulación, de persuasión reli-giosa o política, y de otro, expul-sada del campo del conocimien-to y confinada al campo del arte.Hoy día nuevas formas de arti-cular la observación y la abstrac-ción, basadas en el procesamien-to –digitalización y tramado deinterfaz- de las imágenes no sólolas remueve de su, hasta ahora,irremediable estatus de «obstá-

culo epistemológico», sino quelas convierte en ingrediente cla-ve de un nuevo tipo de relaciónentre la simulación y la experi-mentación científicas (P. Lévy).

La actual revaloración cognitivade la imagen pasa paradójica-mente por la crisis de la represen-tación tematizada por M.Foucault (1966) a partir de la tra-ma significante que tejen las fi-guras y los discursos (las imáge-nes y las palabras) y de la efica-cia operatoria de los modelosque hacen posible ese saber quehoy denominamos ciencias hu-manas. Y es justamente en el cru-ce de los dos dispositivos seña-lados por Foucault -economíadiscur-siva y operatividad lógi-ca- donde se sitúa la nueva dis-cursividad constitutiva de la visi-bilidad y la nueva identidad lógi-co-numérica de la imagen. Esta-mos ante la emergencia de una«nueva figura de razón» (A.Renaud) que exige pensar la ima-gen, de una parte, desde su nue-va configuración sociotécnica -el computador inaugurando untipo de tecnicidad que posibilitael procesamiento de informacio-nes, y cuya materia prima sonabstracciones y símbolos- y deotra, la emergencia de un nuevoparadigma del pensamiento querehace las relaciones entre el or-den de lo discursivo (la lógica)y de lo visible (la forma), de lainteligibilidad y la sensibilidad.El nuevo estatuto cognitivo de laimagen se produce a partir de suinformatización, esto es de suinscripción en el orden de lonumerizable, que es el orden delcálculo y sus mediaciones lógi-cas: número, código, modelo.Inscripción que remite sin em-bargo no sólo a una economíainformacional (G. Chartron) sinoa una ironía de lo figural (M.Levin, T. Lenain) en las que laimagen deja de tener como las-

tre su errancia estética y su com-plicidad con la seducción.

El proceso que ahí llega entrela-za un doble movimiento. El queprosigue y radicaliza el proyec-to de la ciencia moderna -Galileo,Newton- de traducir/sustituir elmundo cualitativo de las percep-ciones sensibles por la cuanti-ficación y la abstracción lógico-numérica, y el que reincorporaal proceso científico el valor in-formativo de lo sensible y lo vi-sible. Un nueva episteme cualita-tiva abre la investigación a la in-tervención constituyente de laimagen en el proceso del saber:arrancándola a la sospecha racio-nalista, la imagen es percibidapor la nueva episteme como po-sibilidad de experimentación/si-mulación que potencia la veloci-dad del cálculo y permite inédi-tos juegos de interfaz, esto es ar-quitecturas de lenguajes. Viriliodenomina «logística visual» (P.Virilio) a la remoción que lasimágenes informáticas hacen delos límites y funciones tradicio-nalmente asignados a la discursi-vidad y la visibilidad, a la dimen-sión operatoria (control, cálcu-lo y previsibilidad), la potenciainteractiva (juegos de interfaz)y la eficacia metafórica (trasla-ción del dato cuantitativo a unaforma perceptible: visual, sono-ra, táctil). La visibilidad de laimagen deviene legibilidad (G.Lascaut), que permite pasar delestatuto de «obstáculo epistemo-lógico» al de mediación discur-siva de la fluidez (flujo) de la in-formación y del poder virtual delo mental.

Des-ubicaciones yreubicaciones de la letra

Así como el computador nos co-loca ante un nuevo tipo de tecni-cidad, nos hallamos también anteun tipo de textualidad que no se

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esagota en el computador, el textoelectrónico se despliega en unamultiplicidad de soportes y escri-turas que, de la televisión alvideoclip y del multimedia a losvideojuegos, encuentran unacompleja y creciente complicidadentre la oralidad y la visualidadde los más jóvenes. Es en las nue-vas generaciones donde esa com-plicidad opera más fuertemente,no porque los jóvenes no sepanleer o lean poco sino porque sulectura ya no tiene al libro comoeje y centro de la cultura. Con loque es la noción misma de lectu-ra la que está en cuestión, la queal quedarse sin su centro estallaobligándonos a pensar el desor-den estético que introducen lasescrituras electrónicas y la expe-riencia audiovisual. Pues lavisualidad electrónica ha entra-do a formar parte constitutiva dela visibilidad cultural, esa que esa la vez entorno tecnológico ynuevo imaginario «capaz de ha-blar culturalmente -y no sólo demanipular tecnológicamente-, deabrir nuevos espacios y tiempospara una nueva era de lo sensi-ble»12.

Una de las más claras señales dela hondura de las mutacionesque atravesamos se halla en lareintegración cultural de la di-mensión separada y minusvalo-rada por la racionalidad domi-nante en Occidente desde la in-vención de la escritura y el dis-curso lógico, esto es la del mun-do de los sonidos y las imáge-nes relegado al ámbito de lasemociones y las expresiones. Altrabajar interactivamente consonidos, imágenes y textos escri-tos, el hipertexto (G. Landow, R.Laufer) hibrida la densidad sim-bólica con la abstracción numé-rica haciendo reencontrarse alas dos, hasta ahora «opuestas»,partes del cerebro. De ahí que demediador universal del saber, el

número esté pasando a ser me-diación técnica del hacer estéti-co, lo que a su vez revela el pasode la primacía sensorio-motriz ala sensorio simbólica. Es de esareintegración y ese tránsito quehabla la des-ubicación que hoyatraviesa el arte. El acercamien-to entre experimentación tecno-lógica y estética hace emerger,en este desencantado fin de si-glo, un nuevo parámetro de eva-luación de la técnica, distinto alde su mera instrumenta-lidadeconómica o su funcio-nalidadpolítica: el de su capacidad decomunicar, esto es de significarlas más hondas transformacio-nes de época que experimentanuestra sociedad, y el de des-viar/subvertir la fatalidad des-tructiva de una revolución tec-nológica prioritariamente dedi-cada, directa o indirectamente,a acrecentar el poderío militar.

La gramática de construcción delos nuevos relatos se alimenta delzapping y desemboca en elhipertexto, lo que implica un do-ble y muy distinto movimientoque la reflexión crítica tiende aconfundir anulando las contra-dicciones que los ligan. La gramá-tica narrativa predominante dic-ta una clara reducción de loscomponentes propiamente na-rrativos (V.Sanchez Biosca) –au-sencia o adelgazamiento de la tra-ma, acortamiento de las secuen-cias, desarticulación y amalgama-, la prevalencia del ritmo sobrecualquier otro elemento con laconsiguiente pérdida de espe-sor de los personajes, el pasti-che de las lógicas internas de ungénero con las de otros –como losde la estética publicitaria o la delvideoclip- y la hegemonía de la ex-perimentación tecnológica, cuan-do no la de la sofisticación de losefectos, sobre el desarrollo mis-mo de la historia. El estallido delrelato, y la preeminencia del flu-

jo de imágenes que ahí se produ-cen, encuentran su expresiónmás certera en el zapping con elque el televidente, al mismo tiem-po que multiplica la fragmenta-ción de la narración, construyecon sus pedazos un relato otro,un doble, puramente subjetivo,intransferible, una experienciaincomuni-cable. Estaríamos acer-cándonos al final del recorridoque W. Benjamin vislumbró alleer en el declive del relato la pro-gresiva incapacidad de los hom-bres para compartir experien-cias. Pero ese movimiento de es-tallido y fragmentación desembo-ca también sobre la poten-ciaciónde otro movimiento, en el que elmismo Benjamin atisbó el surgi-miento de aquella narrativa a laque tendía el nuevo sensorium dela dispersión y la imagen múlti-ple: el del montaje cinematográ-fico precursor, como el montajetextual del Ulises de Joyce, de lanarrativa hipertextual (P. Delany/G. Landow): «La línea de culturase ha quebrado, y también lo hahecho con ella el orden temporalsucesivo. La simultaneidad y lamezcolanza han ganado la parti-da: los canales se intercambian,las manifestaciones cultas, laspopulares y las de masas dialo-gan y no lo hacen en régimen desucesión, sino bajo la forma deun cruce que acaba por tornar-las inextricables»13. El estallidodel orden sucesivo lineal alimen-ta un nuevo tipo de flujo que co-necta la estructura reticular delmundo urbano con la del textoelectrónico y el hipertexto. En laasunción de tecnicidad mediáticacomo dimensión estratégica de lacultura puede nuestra sociedadinterac-tuar con los nuevos cam-pos de experiencia en que hoy seprocesan los cambios: desterrito-rialización/relocalización de lasidentidades, hibridaciones de laciencia y el arte, de las escritu-ras literarias, audiovisuales y

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bero

digitales, la reorganización de lossaberes desde los flujos y redespor los que hoy se moviliza nosólo la información sino el traba-jo y la creatividad, el intercambioy la puesta en común de proyec-tos políticos, de investigacionescientíficas y experimen-tacionesestéticas. Interactuar tanto conlas nuevas figuras y modalidadesde la profesión como con las nue-vas formas de participación ciu-dadana que ahí se le abren espe-cialmente a la vida local.

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