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XIII ENCUENTRO DE LA RED ULACAV Y V JORNADA INTERNACIONAL DE VIVIENDA SOCIAL “El Derecho a la Ciudad y a la Vivienda: Propuestas y Desafíos en la Realidad Actual” Octubre 10 al 13 de 2007 Universidad de Chile (Valparaíso – Chile) “Tecnología e Innovación: sustento de la calidad en la producción social del hábitat” Teresa Boselli Programa de Mantenimiento Habitacional Materia Electiva Patología, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo Universidad de Buenos Aires Argentina E-mail: [email protected] RESUMEN ¿Porqué nuestra civilización no tiene las habitaciones y viviendas que corresponden a su grado de desarrollo? … nuestra civilización moderna, pese a la extraordinaria capacidad demostrada para utilizar las fuerzas de la naturaleza, fracasa en una de sus tareas fundamentales (Havel 1957). La frase de Havel mantiene en la actualidad absoluta vigencia. Al respecto plantea Berretta (1996), que hoy día “se constata que el progreso técnico y humano no siempre caminan parejo, ya que, en su fundamento, el problema del progreso es esencialmente un problema espiritual y moral”. Esta ponencia se enmarca en el proyecto de investigación “La calidad de la vivienda social: hacia un mantenimiento posible” (Subsidio UBACyT A044 2004-2007) y en su transferencia a la formación en el grado a través de la Materia Electiva “Patologías, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat” (Cátedra Amarilla-Dunowicz, FADU, UBA). A partir de un análisis sobre la producción de vivienda por parte del sector público y del sector privado cooperativo, y de reconocer experiencias donde la tecnología y/o la innovación ejercieron aportes significativos respecto a la tradicional producción de vivienda de interés social tipo “llave en mano”, se explicitan conceptos y se elaboran conclusiones en cuanto a que, las “Tecnologías apropiadas y apropiables” para la subsistencia frente a la creciente globalización de la pobreza (Berretta, 1996); y, la Innovación -con fuerte “significación social”- deben ser el sustento de la producción social del hábitat. La hipótesis general plantea que la Tecnología + la Innovación serán capaces de generar modelos de gestión que potencien la participación de los habitantes y la de las organizaciones de la sociedad civil, promoviendo su capacidad de autogestión en la producción del hábitat.

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XIII ENCUENTRO DE LA RED ULACAV Y V JORNADA INTERNACIONAL DE VIVIENDA SOCIAL “El Derecho a la Ciudad y a la Vivienda: Propuestas y Desafíos en la Realidad Actual” Octubre 10 al 13 de 2007 Universidad de Chile (Valparaíso – Chile) “Tecnología e Innovación: sustento de la calidad en la producción social del hábitat” Teresa Boselli Programa de Mantenimiento Habitacional Materia Electiva Patología, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo Universidad de Buenos Aires Argentina E-mail: [email protected]

RESUMEN ¿Porqué nuestra civilización no tiene las habitaciones y viviendas que corresponden a su grado de desarrollo? … nuestra civilización moderna, pese a la extraordinaria capacidad demostrada para utilizar las fuerzas de la naturaleza, fracasa en una de sus tareas fundamentales (Havel 1957). La frase de Havel mantiene en la actualidad absoluta vigencia. Al respecto plantea Berretta (1996), que hoy día “se constata que el progreso técnico y humano no siempre caminan parejo, ya que, en su fundamento, el problema del progreso es esencialmente un problema espiritual y moral”. Esta ponencia se enmarca en el proyecto de investigación “La calidad de la vivienda social: hacia un mantenimiento posible” (Subsidio UBACyT A044 2004-2007) y en su transferencia a la formación en el grado a través de la Materia Electiva “Patologías, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat” (Cátedra Amarilla-Dunowicz, FADU, UBA). A partir de un análisis sobre la producción de vivienda por parte del sector público y del sector privado cooperativo, y de reconocer experiencias donde la tecnología y/o la innovación ejercieron aportes significativos respecto a la tradicional producción de vivienda de interés social tipo “llave en mano”, se explicitan conceptos y se elaboran conclusiones en cuanto a que, las “Tecnologías apropiadas y apropiables” para la subsistencia frente a la creciente globalización de la pobreza (Berretta, 1996); y, la Innovación -con fuerte “significación social”- deben ser el sustento de la producción social del hábitat. La hipótesis general plantea que la Tecnología + la Innovación serán capaces de generar modelos de gestión que potencien la participación de los habitantes y la de las organizaciones de la sociedad civil, promoviendo su capacidad de autogestión en la producción del hábitat.

“Tecnología e Innovación: sustento de la calidad en la producción social del hábitat” Teresa Boselli

Programa de Mantenimiento Habitacional Materia Electiva Patología, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo Universidad de Buenos Aires Argentina E-mail: [email protected]

I. EL PROBLEMA HABITACIONAL

El déficit habitacional es un problema estructural que afecta en Argentina a más de 3 millones de habitantes, casi un tercio de su población total1. A esta cifra, por otra parte, debería sumársele la de la población que habita en los barrios de vivienda construidos en las últimas décadas, en los que es posible observar una degradación prematura de su estado físico y funcional, aspecto no contemplado entre los indicadores de déficit. El avanzado deterioro de las condiciones de habitabilidad y seguridad de las viviendas y su entorno se debe, en general, a fallas técnico-constructivas originadas en distintas instancias del proceso de producción, situación que muchas veces se ve agravada por una dificultosa administración del bien compartido, la insuficiencia de recursos económicos y problemas de desempleo de sus habitantes, y finalmente por un uso y mantenimiento inadecuados. Encarar la necesaria rehabilitación de los barrios y conjuntos habitacionales es una operación excepcional que compromete al edificio, al entorno, a las redes, los servicios y a la vida social en su conjunto; es decir, reintegrar el edificio a la calle y por ende a la ciudad. Se trata no sólo de la conservación del soporte físico sino también del tejido social que lo habita.

Foto 1: Conjunto Urbano Piedrabuena, foto de 1993 Archivo PMH

Por otra parte, tanto para contribuir a reinsertar los barrios precarizados en la ciudad, como para asegurar y mejorar la calidad en la producción de las nuevas viviendas, se hace necesaria una sólida formación profesional con proyección social, capacitando tecnológicamente a los estudiantes y graduados para actuar, asesorar y dar impulso a organizaciones de usuarios autogestivas para la rehabilitación y mantenimiento de su hábitat.

La formación de profesionales especializados en este campo, capaces de asistir y/o intervenir en conservación, administración y gestión del entorno construido, no se plantea como un saber a incorporar en una etapa posterior, sino como parte de la capacitación en la carrera de grado de los arquitectos. Desde 1997, el Programa de Mantenimiento Habitacional (PMH) de la FADU/ UBA, transfiere los

1 El Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001 relevó, sobre un total de 9.243.858 hogares, 3.039.018 hogares en

situación habitacional deficitaria (en base a los indicadores de precariedad y obsolescencia), es decir un 33% sobre el total de hogares a nivel país, y una cantidad de población con problemas de empleo que llegaba a 6.800.000 personas (un 20% sobre el total de la población).

resultados de sus investigaciones a la materia electiva de grado: ”Patología, Rehabilitación y Mantenimiento del Hábitat”. Tanto para que las nuevas viviendas sean seguras y duraderas, como para rehabilitar y mantener adecuadamente las ya construidas, es fundamental promover en los estudiantes el compromiso permanente con la calidad, teniendo en cuenta además de los aspectos ya señalados, el uso cuidadoso de los recursos ambientales y materiales disponibles en cada caso. Entendemos que, en esta instancia, tanto la TECNOLOGÍA como la INNOVACIÓN son herramientas que contribuyen a fortalecer las capacidades señaladas. II. TECNOLOGIAS APROPIADAS E INNOVACION CON IMPLICANCIA SOCIAL El término tecnología deriva de techné, que significa saber hacer practicado por el ejercicio de un oficio, es decir un arte; y logos, el saber organizado, sistemático y con un fin determinado, es decir el conocimiento científico. En forma muy sucinta se puede definir a la tecnología como la ciencia del arte de hacer las cosas, o el arte de la ciencia práctica. En un sentido amplio, la tecnología, según Schon, abarca todo útil, toda técnica, todo producto o proceso, todo equipamiento físico o método, para hacer o fabricar algo que permita ampliar la capacidad de acción de los seres humanos (Schon 1967, en Neffa 2000). Para Arvanitis, en primer lugar la tecnología es más que los objetos y las técnicas, es simultáneamente información y conocimientos codificables acumulados en los procesos de desarrollo de la ciencia y la técnica, así como información y conocimientos no codificables acumulados en experiencias de aprendizaje individuales y colectivas; segundo, la transferencia de tecnología es más que un contrato entre donante y receptor de tecnología, es un proceso en el que por lo menos dos actores identificables (vendedor-comprador, proveedor-adquiridor, o constructor-usuario), establecen una relación dinámica para satisfacer objetivos particulares; tercero, la tecnología se desarrolla articulando los aspectos técnicos con los aspectos humanos, de organización y, más generalmente, sociales (Arvanitis, 1996). Los proponentes de tecnologías adecuadas a los recursos y condiciones de los países menos industrializados han escogido un número de nombres diferentes que asocian con sus respectivas ideas. Algunos de los más conocidos son: tecnologías "intermedias", "trabajo-intensivas", de "pequeña escala", "progresivas", "adaptadas", "blandas", de "bajo costo", etcétera. Estos nombres cubren aspectos que se repiten o yuxtaponen en varios de ellos y resulta difícil darles mayor precisión que la que sus proponentes quieren atribuirles. Parte del problema puede deberse a la falta de un idioma común entre los economistas, tecnólogos y planificadores del desarrollo que tratan de estos asuntos (Teitel, 1976). La innovación por su parte, implica un cambio o alteración de alguna cosa, con la introducción de elementos o soluciones novedosas u originales. Según J. Schumpeter (Neffa op.cit.), las innovaciones se traducen en: nuevos productos o prototipos, nuevos métodos de producción, apertura de nuevos mercados, nuevas fuentes de suministro de materia prima, o hasta, nuevas formas de organización de cualquier industria. El estudio de la innovación tiene una larga tradición en el universo de las ciencias sociales, y más específicamente en el de la geografía humana. Sin embargo “a finales de los años 80, Peter Hall y Paschal Preston idearon en Inglaterra un supuesto teórico alternativo para el estudio de la geografía de la innovación tecnológica, basado en las famosas olas de desarrollo económico del economista soviético Nikolai Kondratieff” (Sánchez de Juan, 2000). Según éstas definiciones, la innovación está en general ligada a desarrollos en el sector productivo, es decir a la obtención de impactos económicos principalmente. Nuestra posición en cambio adhiere a ampliar el tradicional concepto de innovación hacia una nueva dimensión: la innovación con implicancia social.

Para ello, tanto las tecnologías apropiadas y apropiables planteadas anteriormente por Horacio Berreta2, indispensables “para la subsistencia del hombre frente a la creciente globalización de la pobreza” (Berretta, 1996); como la innovación en los modelos de producción social del hábitat, que privilegien la participación y concertación entre los diferentes actores involucrados, se constituyen en herramientas invalorables para asegurar la calidad del entorno construido y favorecer la reinserción de los barrios -con graves problemas de deterioro físico y del tejido social- a la ciudad que los contiene. Los modos de producción social del hábitat, con los que acordamos, encuentran su correspondencia en las “soluciones alternativas” que postula Pelli, para quien estas soluciones incluyen algunos de los siguientes aspectos:

> metas formuladas como respuesta a necesidades habitacionales a satisfacer; > construcción progresiva de la vivienda; > participación de los habitantes; > concertación/negociación entre actores; > intermediación de lucro reducido; > distribución de cargas o diversificación de fuentes de aporte (Pelli, 2007).

Fundamentalmente se parte de no concebir mas la vivienda como un resultado (la vivienda “llave en mano”) sino como un proceso. III. EL PATRIMONIO HABITACIONAL DE NUESTRA CIUDAD Consideramos que el patrimonio social construido en nuestra ciudad necesita ser reconocido y evaluado, para posibilitar en base a ello definir las prácticas y estrategias apropiadas para su adecuada conservación. En este sentido, el Programa de Mantenimiento Habitacional ha elaborado un Inventario de la vivienda social construida en la ciudad de Buenos Aires, por el sector público y por el privado cooperativo, abarcando el período 1907-2002. Este Inventario tiene registradas cerca de 160 obras, que incluyen más de 46.000 unidades de viviendas y una población alojada de aproximadamente 200.000 personas. El contacto directo de los estudiantes con las obras nos permite promover en ellos una actitud abierta y comprometida, acercándolos a problemas concretos como los que probablemente se enfrentarán en el curso de su vida profesional. A título de ejemplo, merecen rescatarse de este Inventario y aunque sea de forma muy resumida, algunas obras, su contexto histórico y sus responsables, en general, profesionales comprometidos en la búsqueda de tecnologías apropiadas y modalidades de gestión innovadoras para resolver el problema de la vivienda de los sectores de menores recursos. Los “barrios de vivienda individual” y las “casas colectivas” La vivienda era a principios del siglo XX uno de los aspectos más desfavorables de la vida social, en particular en el área urbana. Hacia 1919, habitaban en conventillos de Buenos Aires alrededor de 150 mil familias. En la mayoría de los casos se alojaban mas de 5 personas por pieza, y el alquiler representaba la cuarta parte o más de los recursos conque contaba el grupo familiar (Carracero, 1980).

2 A partir de Ghandi y Schumacher, se avisora un nuevo estilo tecnológico y una complementaria y creciente búsqueda de

desenvolvimiento de tecnologías de función social, o tecnologías alternativas, o tecnologías apropiadas y apropiables por las masas, o también de nexo entre las tecnologías populares y la tecnología moderna (Berretta, 1996)

Para dar respuesta a esta crítica situación, se plantean dos tipologías urbano-arquitectónicas, los “barrios de vivienda individual” y las “casas colectivas”. La cuestión -vivienda individual ó vivienda colectiva- marcó el eje central del debate de aquellos primeros años, tanto en los ámbitos políticos como en los técnicos. Las dos tipologías llevaban implícito las formas de tenencia posibles en cada caso: las “viviendas individuales” insertas en los barrios podían ser adquiridas en propiedad mediante sistemas de ahorro y créditos blandos (en cuotas a largo plazo y bajo interés) ofrecidos tanto por el sector público como por el privado sin fines de lucro. Las “casas colectivas” por su parte, ofrecían la posibilidad de alquilar una unidad incluida en un edificio de vivienda colectiva, compartiendo lote y servicios con otras unidades, a precios accesibles para la clase obrera3. Entre los ejemplos de las primeras décadas del siglo XX mencionamos la Casa Colectiva Juan B. Justo, construida en 1913 por la Cooperativa El Hogar Obrero (EHO). El edificio, en cuya planta baja se desarrollaba el tradicional local de consumo, contaba con unidades de vivienda con baños incluidos en los departamentos (solución que hasta entonces no se había usado en la vivienda obrera). La aspiración de Juan B. Justo, creador junto con Nicolás Repetto de la Cooperativa EHO en el año 1905, era lograr una vivienda higiénica y confortable, que contara con dos habitaciones, cocina y baño, y cuyo alquiler rondara los $45 a $50 mensuales (siendo el salario de los trabajadores en ese entonces de alrededor de $160). Este objetivo se logró en 1932, con la tercera casa colectiva de EHO, ubicada en la Av. Alvarez Thomas, a la altura de Elcano, en cuyas unidades de vivienda aparecen las primeras cocinas integradas al espacio del local comedor. En la opinión de Repetto se destacaban en esta obra los pequeños departamentos por su confort y economía, y por la gran aceptación que tenían entre sus destinatarios.

Foto 2: Casa Colectiva Alvarez Thomas, 1913 (foto de archivo PMH)

El espíritu innovador de la Cooperativa se hace evidente en gran parte de sus obras, particularmente las de la primera mitad del siglo pasado, y en la filosofía que las sustentara: “Las casas han tenido que ser sencillas para resultar baratas”, decía Justo, “dejando que el dueño agregue luego la decoración o terminaciones según su gusto y posibilidades”. En el caso de Fermín Bereterbide, una de las primeras obras que se conocen de él es el conjunto de Gavilán y Yerbal, hoy conocido como “La Mansión de Flores”4. Resultado de un concurso organizado por la Unión Popular Católica Argentina, para la construcción de casas para obreros en el año 1921. Era una operatoria de vivienda social que buscaba nuevas alternativas a la casa de renta. El planteo de la obra, pabellones de planta baja y tres pisos altos que encierran patios y jardines semi- públicos, se repite en otra de sus obras, el “Barrio Los Andes” (Leiva, Rodney, Av. Guzmán y Concepción Arenal) de 1924, resultado de un concurso realizado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. La tríada de Bereterbide se completa con una obra emblemática, la septima y última casa colectiva de EHO, el Edificio Nicolás Repetto. 3 El alquiler era una de las formas posibles de tenencia de una unidad de vivienda incluida en un edificio de vivienda colectiva,

hasta la implementación de la Ley de Propiedad Horizontal de 1949. 4 Su nombre completo es “Mansión Obispo Abel Basán”. Hoy figura en el Código de Planeamiento Urbano como “Mansión

Popular De Flores” y está incluida en dicho código entre las Nuevas Areas de Protección Histórica y en el listado de Otros Bienes de Interés Arquitectónico para la Ciudad.

El compromiso de Bereterbide con el tema de la vivienda social, se manifiesta en las tres obras mencionadas que tuvieron como comitentes a diferentes sectores del ámbito público y del privado sin fines de lucro: la Unión Popular Católica Argentina, el Municipio de la Ciudad de Bs. Aires y finalmente la Cooperativa EHO. Según Molina y Vedia: “hizo como pocos arquitectura moderna argentina de alta calidad al servicio de la gente, guiado por sus concepciones socialistas, por criterios que amalgamaron lo bello con lo funcional y por un perfeccionismo que el desarrollo tecnológico estimuló”. Tanto el “Barrio Los Andes” como “La Mansión de Flores”, son casas colectivas en lo que respecta al menos a la forma de tenencia de las viviendas, y su planteo y disposición en el terreno (pabellones envolviendo patios y jardines), es similar al del Barrio Alvear II del Arq. Pirovano, construido en 1937 a partir de una operatoria de la Comisión Nacional de Casas Baratas. Esta obra, en la que se verifica un diseño cuidadoso e innovador en lo arquitectónico y urbano, plantea la posibilidad de accesos independientes a las distintas unidades de vivienda pese a encontrarse éstos en diferentes niveles yuxtapuestos.

Foto 3: Barrio Alvear II Comisión Nacional de Casas Baratas, 1939

Reinvindicaciones sociales y acceso a la propiedad de la vivienda A partir de la década del ´40 surgió un nuevo fenómeno urbano, las “villas de emergencia”, consecuencia de la migración masiva de pobladores rurales en busca de trabajo. El acceso a la vivienda fue una de las principales reivindicaciones sociales de la época. La acción pública tuvo un corte intervencionista a partir de numerosas leyes que condicionaron la oferta del mercado de alquileres y la tenencia de terrenos ociosos, acompañadas por una extensa producción de viviendas. Entre los instrumentos regulatorios que implementó el Estado se destaca la Ley 13.512, de 1948. Esta ley marcó un punto de inflexión al establecer el Régimen de Propiedad Horizontal. Ello posibilitó el acceso a la propiedad de la vivienda a amplios sectores de la población, introduciendo una nueva categoría jurídica, el “copropietario”. Mientras el sector público construia barrios de vivienda en amplios terrenos alejados del centro de la ciudad y en base a una tipología de pabellones de planta baja y tres pisos altos, dispuestos en general de forma paralela entre sí y rodeados de espacios verdes comunes (los famosos “monoblocks” de los ´50), la Cooperativa EHO inauguraba en 1954 su séptima casa colectiva, el Edificio Nicolás Repetto, ubicado en las calles Rivadavia y Rosario. Sus proyectistas, Wladimiro Acosta y Fermín Bereterbide, desde trayectorias distintas venían reflexionando sobre el fenómeno urbano, y consideraban a la vivienda masiva como uno de los principales problemas de la ciudad moderna (Ballent, 1987). El edificio Repetto se destacó desde el primer momento por sus características innovadoras en cuanto a implantación urbana, resolución tecnológica y respuesta social.

El cuerpo central de esta obra tiene 22 pisos, con una imponente fachada curvada hacia el nordeste, clave de su imagen monumental. La misma fue resuelta a partir de paneles prefabricados modulados montados con plumas. Esta cara asoleada es la destinada a las viviendas, la otra -la suroeste- para las circulaciones y halles iluminados naturalmente. Las unidades de vivienda tienen superficie mínima, y los servicios comunes son socializados (nursery, consultorios, locales de aprovisionamiento, cocina y comedores comunes). En planta baja, en lo que fuera el antiguo local de consumo de la Cooperativa, funciona actualmente el Caballito Shopping.

Foto 4: Edificio Nicolás Repetto (1954) 245 viviendas, oficinas y locales comerciales

El “conjunto habitacional” En la segunda mitad del siglo, frente al explosivo aumento del deficit habitacional, surgió la necesidad de dar respuestas masivas. Ello produjo una modificación radical en la forma de producción, con la incorporación de nuevos materiales, sistemas constructivos industrializados, y nuevas tipologías urbano-arquitectónicas para la vivienda colectiva. Pero, una consecuencia no deseada, fue el deterioro prematuro del parque habitacional construido, resultado de un significativo descenso de los niveles de calidad constructiva y de imprevisiones de proyecto con relación a su posterior uso y mantenimiento. El conjunto habitacional y, en el período de apogeo de esta solución, el gran conjunto habitacional, fueron la alternativa tipológica adoptada como solución a ultranza. En este período se ponen en marcha los planes masivos de vivienda -PEVE y Alborada- a través de los cuales se consolida esta tipología. En 1977, se reglamenta el FONAVI (Fondo Nacional de la Vivienda, Ley 21.581/77), que es desde entonces la principal fuente recursos genuinos del Estado para la construcción de vivienda para los sectores de la población de recursos insuficientes. “La preocupación por reducir costos y tiempos del proceso de producción y por mejorar la calidad material de las viviendas mediante sistemas y procedimientos constructivos innovadores, fue el punto de arranque de una corriente de impulso a los sistemas de prefabricación y de industrialización, fuertemente alimentada desde los países europeos, del oeste y del este. Esta corriente adscribía en sus procesos y en sus productos al paradigma de la modernidad, tendiendo sólo a perfeccionar sus modos de materialización, precisamente como un avance y una mayor definición en esa dirección. Hubo sólo muy contadas excepciones a esta tendencia, que desarrollaron, por ejemplo, la prefabricación y la industrialización como herramientas facilitadoras de la participación social” (Pelli, 2007).

Foto 5 : Barrio Justo Suárez (CMV) 1972-1974, 126 viviendas. Arquitectos Compagnucci, Fortuna y otros

Una experiencia diferente e innovadora en el sector público, fue la construcción en 1972 del Barrio Justo Suárez (foto 5), resultado del Plan Piloto de Realojamiento de la Villa 7. Desarrollado por un equipo de la Comisión Municipal de la Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires, la experiencia planteó -por primera vez desde el sector público- la autogestión para la producción de viviendas. El programa y el proyecto fueron consensuados con los destinatarios. La construcción fue en parte contratada con mano de obra de los mismos habitantes a través de una capacitación previa. Se instalaron talleres al pie de obra donde se produjeron, desde los paneles de fachada, hasta buena parte del mobiliario de madera. Modelos alternativos de producción de vivienda social: los años recientes La experiencia recogida y los cambios propuestos hacia mediados de los ´80, determinaron la revisión de la normativa FONAVI, la que fue evolucionando y dando paso a nuevas formas de producir vivienda,. Se implementan entonces categorías con diferentes niveles de terminación y precios máximos, y soluciones con menor impacto en el medio urbano a partir de limitar a 250, la cantidad de viviendas a construir por cada licitación. A partir de la segunda mitad del siglo XX, organizaciones no-gubernamentales (ONGs) venían proponiendo nuevas formas de dar respuesta a la necesidad de los grupos mas carenciados, a través de la generación de cooperativas de autoconstrucción de viviendas (“esfuerzo propio y ayuda mutua”), las que fueron extendiéndose en el tiempo a través del apoyo, tanto de promotores locales como de organizaciones internacionales. Salvo el caso de la Experiencia Piloto de Villa 7, recién en los años ´90, la producción de vivienda por autoconstrucción fue gradualmente incorporada y financiada por distintos programas del sector público.

En 1992 se crea el Sistema Federal de la Vivienda, y en 1995 se reglamenta la coparticipación de los fondos FONAVI (Ley 24.464). Con la descentralización de los fondos a los institutos provinciales, y la posibilidad de una focalización mas directa hacia los problemas locales, la Comisión Municipal de la Vivienda (actual Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires), diversificó sus operatorias dando respuesta a las diferentes demandas y sectores. La construcción de viviendas tipo “llave en mano”, fue cediendo paso a nuevas “soluciones habitacionales”, como los emprendimientos de autoconstrucción asistida y de vivienda progresiva ó vivienda semilla, destinados a los sectores de población que habitaban en conventillos y villas de emergencia de la zona sur de la ciudad. Foto 6 : Villa 20 (Programa en Villas - CMV) 2000, modalidad autoconstrucción

Entre las modalidades alternativas y novedosas de producción del hábitat que corresponde mencionar, figura la del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que, a partir de 2003, promueve tareas de consolidación, promoción, registro y fiscalización de “cooperativas de trabajo”, mediante subsidios para la constitución de Capital de Trabajo inicial de cada cooperativa. El objetivo ha sido generar un sistema de acceso al trabajo mediante el modelo de cooperativismo (empresa social) que bajo principios solidarios lograra la reinserción social. El Ministerio de Trabajo y Seguridad Social por su parte, tiene a su cargo la tarea de controlar las cooperativas de trabajo, con el objetivo de que los desocupados dejen de depender del subsidio social para integrarse a la economía formal, en un nuevo modelo de producción y trabajo (Fernández Wagner, 2004).

Finalmente, y en este caso fuera del ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y del Inventario, mencionamos una experiencia que, a nuestro entender, reúne todas aquellas características que hemos señalado como deseables en un modelo de gestión donde las tecnologías apropiadas y la innovación con implicancia social están claramente presentes y sustentando la calidad del proceso y de sus resultados. Se trata de un proyecto desarrollado entre el 2000 y 2004 por el Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE) de la ciudad de Córdoba, a través del cual se planteó desarrollar una tecnología apropiada de producción de “casa-partes” que permitiera diseños alternativos para la construcción de unidades de “vivienda-semilla” destinadas a la población de escasos recursos de las zonas inundadas del litoral mesopotámico. El proyecto contó con el financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de nuestro país (ANPCyT), y fue cofinanciado por la Subsecretaría de Vivienda de la Nación. El lugar elegido Villa Paranacito, un municipio emplazado al sur de la provincia de Entre Ríos, en la zona denominada Islas del Ibicuy. El énfasis de esta experiencia estuvo puesto en el empleo sustentable de los recursos forestales madereros de la región y la participación de los propios pobladores y MyPES locales. Para ello se diseñó un prototipo de vivienda palafítica, que permitiera a los usuarios ir ampliando y completando una vivienda mínima inicial a partir de su iniciativa y medios disponibles. El sistema constructivo se resolvió en base a una solución mixta, utilizando para la estructura portante el sistema UMA (patentado por el CEVE en 1992), de columnas de entramado metálico hormigonadas in situ y para los cerramientos y carpinterías el recurso local: la madera.

Foto 7: Una de las 20 viviendas autoconstruidas

en Villa Paranacito, foto 2004 La ejecución in situ de la estructura y cubierta de chapa estuvo a cargo de una MyPE local. La siguiente etapa se implementó con los paneles de cerramientos y carpinterías de madera producidos en la escuela técnica con el asesoramiento del equipo de investigación y montados por los mismos habitantes. La adjudicación de las viviendas se realizó en base a un orden de mérito que tuvo en cuenta las horas de trabajo aportadas por cada una de las familias a la obra y las de participación en las reuniones y tareas comunitarias. En el lugar, hoy es posible apreciar una comunidad que ha comprendido las ventajas del trabajo solidario y descubierto su capacidad de organización. Esto se hace evidente en la adecuada apropiación de las viviendas y de la experiencia realizada, y el alto grado de motivación para dar continuidad a emprendimientos de este tipo. Actualmente, y como continuidad del proyecto “Paranacito”, otro proyecto desarrollado por el mismo equipo del CEVE, también financiado por la ANPCyT y cofinanciado ahora por el propio Municipio de Villa Paranacito, plantea el: “Diseño e implementación de un circuito productivo interactoral de casa partes de madera que contribuya al fortalecimiento del perfil productivo del lugar en el marco del desarrollo local”. La propuesta se orienta a la identificación de insumos para la construcción de un modelo preliminar de producción interactoral, flexible y factible de replicar en otras localidades pequeñas y medianas de la región litoral.

Este circuito está proponiendo la inclusión de sectores de escasos recursos en la economía formal de la región bajo lógicas de producción posibles para esta inclusión social, a partir de la generación de cooperativas productoras de baja inversión de capital inicial y recupero de la inversión a pocos años. A juicio de los responsables del proyecto, esta institucionalización del trabajo informal en cooperativas se presenta como una alternativa posible de acciones sinérgicas en el marco de una producción solidaria, autónoma y complementaria del hábitat.

Foto 8: Reunión en el Municipio de Villa Paranacito con la participación de los distintos actores involucrados en el proyecto,

mayo de 2007 En línea con este tipo de experiencias, nuestra ponencia plantea que las tecnologías apropiadas y la innovación con implicancia social, son herramientas capaces de generar modelos de gestión que potencien la participación de los habitantes y la de las organizaciones de la sociedad civil, promoviendo su capacidad de autogestión en la producción social del hábitat.

IV. DESAFIOS DE LA EDUCACION SUPERIOR "No es necesario ser ricos para reducir la inequidad", afirma un reconocido epidemiólogo británico5, pero necesitamos estar bien preparados para enfrentarla. La inequidad está presente en un ambiente construido que se deteriora prematuramente y sume a sus habitantes en la pobreza y la exclusión social, marginándolos del derecho a habitar su ciudad. En este sentido, la Carta de UNESCO/UIA, de 1996, propone que “existe aún espacio para el desarrollo de nuevas tareas para la profesión, si los arquitectos llegan a ser conscientes de las crecientes necesidades identificadas y las posibilidades ofrecidas en áreas que, hasta ahora, no han sido de gran preocupación para la profesión … Es necesaria una mayor diversidad en el ejercicio profesional y, en consecuencia, en la formación teórica y práctica de los arquitectos. Esto es particularmente cierto para aquellos que trabajan en el contexto de países en desarrollo, donde los arquitectos podrían aceptar el rol de “facilitador”, en lugar del de “proveedor”, y donde la profesión puede encontrar nuevos desafíos. No cabe duda de que la capacidad del arquitecto para solucionar problemas puede contribuir enormemente a tareas como el desarrollo comunitario, programas de autoayuda, facilidades educativas, etc., y de esta manera contribuir significativamente a mejorar la calidad de vida de aquellos que no son aceptados como ciudadanos de pleno derecho y que no se cuentan entre los clientes habituales del arquitecto”.

La propuesta nos enfrenta a una definición: ¿Cuál es el modelo de universidad al que aspiramos?

Michael Gibbons, en un artículo escrito bajo el mote de pertinencia de la educación superior6, menciona la hibridación que él define como acercamiento entre investigación pura e investigación aplicada, entre contexto de descubrimiento y contexto de aplicación, entre pautas pedagógicas epistémicas o cognoscitivas y criterios pedagógicos performativos o de habilidad. Según Naishtat (Naishtat, 2007), no es difícil sin embargo reconocer en el artículo de Gibbons las huellas ideológicas construccionistas en filosofía de la ciencia, con su énfasis en la dupla investigación-acción en detrimento de conocimiento-verdad. Lo que en cambio resulta sugerente es el uso que hace Gibbons de esta suerte de

5 Michael Marmot. 2007: Nota publicada en el diario La Nación, Jueves 16 de agosto de 2007. 6 Michael Gibbons, “Pertinencia de la educación superior en el siglo XXI”, Contribución a la Conferencia Mundial sobre

Educación Superior de la UNESCO, The World Bank, Washington D.C., 1998.

construccionismo para dar un contenido y un perfil cognitivo a una noción -la pertinencia- que apareció originalmente en el léxico de los documentos de la UNESCO para enfatizar la inherencia social de la educación superior. En este ámbito, se reconoce la existencia de tres modelos de universidad moderna: la Bildung (Berlín, 1810), la de las anteojeras de la especialización a ultranza y la de la pertinencia como criterio para la hibridación. Mientras que el primer modelo caló hondo en la universidad europea de los siglos XVIII y XIX, y el segundo en la universidad norteamericana del siglo XX, el tercer modelo, pugna por imponerse sin restos, desde finales del siglo pasado, en las universidades de los países en desarrollo, y en particular en la Latinoamérica de la última década, abriéndose un espacio en una lucha a brazo partido contra el modelo científico de los años sesenta (Naishtat, op. cit). Nuestra práctica en el taller de grado está claramente vinculada con este tercer modelo de universidad enfocada hacia la utilidad social del conocimiento. El marco conceptual y metodológico que adoptamos encara la problemática de la vivienda y su conservación, considerando a la vivienda como un hecho espacial colectivo que supera la demanda individual, y que por lo tanto tampoco pueden ofrecerse respuestas individuales. Una cuestión fundamental a comprender, mas allá de verificar si las viviendas demuestran ser seguras y duraderas, es la respuesta que han dado a la satisfacción de las demandas y expectativas de sus destinatarios, y fundamentalmente, en que medida posibilitaron un "medio ambiente propicio para la supervivencia del hombre y de su natural y equilibrado desarrollo, tanto individual como familiar" (Balista, 1986) Sostenemos que es necesario y posible mejorar progresivamente la calidad del entorno construido, a través del conocimiento y de la implementación de estrategias participativas conducentes a este fin. Con este enfoque apuntamos a la formación de recursos humanos, sólidamente capacitados para actuar en el medio con herramientas tecnológicas apropiadas a cada circunstancia particular, y promoviendo en ellos la búsqueda de la calidad a través de la innovación con la indispensable implicancia social de los destinatarios de su acción. BIBLIOGRAFIA ARVANITIS, Rigas, 1996: “Transferencia de Tecnología y Aprendizaje Tecnológico” En El Trimestre Económico, Vol. 61 num. 2. BALISTA, José S.: “La vivienda y la investigación sociológica”. En Revista del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), Año

XXXV, Nro. 351, abril de 1986. BALLENT, Anahi, 1987: Acosta en la ciudad: del City Block a Figueroa Alcorta. El Edificio para el Hogar Obrero. Anales del Instituto

de Arte Americano / FADU/ UBA,Vol 25 pag 93-96. BERRETTA, Horacio, 1996. “Tecnología apropiada y vivienda para las mayorías”. En Revista AREA Nº 4 – ISSN 0328-1337.

Ediciones Secretaría de Investigaciones, FADU,UBA, Buenos Aires. CARRACERO, Orlando: “El Hogar Obrero – Vanguardia de la economía social Argentina” (En el LXXV Aniversario de su creación)

Editado por El Hogar Obrero, Cooperativa de Consumo, Edificación y Crédito Ltda., Buenos Aires, 1980 DUNOWICZ, R., BOSELLI, T. y VILLAVEIRAN, F., 2000: “La vivienda en el tiempo y en el espacio“ En 90 Años de Vivienda Social

en la Ciudad De Buenos Aires. Editado por el PMH, Buenos Aires, 2000. FERNANDEZ WAGNER, Raúl: “Nuevos desafíos para una revisión crítica de las políticas habitacionales en América Latina. El caso

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