Tema 9.Segunda República
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TEMA 9.- LA EVOLUCIÓN POLÍTICA Y SOCIAL DE LA II REPÚBLICA. LA
CONSTITUCIÓN DE 1931. POLÍTICA DE REFORMAS Y REALIZACIONES
CULTURALES. REACCIONES ANTIDEMOCRÁTICAS.-
Entre 1931 y 1936 emergieron a la superficie todos los problemas profundos del
país, irrumpiendo súbitamente en el peor momento, cuando la crisis económica de 1929
se dejaba sentir en España, provocando una gran tensión social que agravó la lucha de
clases; este en sí mismo era grave, pero aún más, cuando en el entorno internacional
existían dos totalitarismo en auge, el fascismo y el comunismo, que se aprestaban a dar
la batalla definitiva. Y es que la historia del siglo XX ha consistido, en buena medida,
en un enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución.
La Segunda República fue un intento de solución democrática a la crisis del
Estado liberal español, y a la vez era una etapa final del proceso de disolución del
sistema de la Restauración, dentro de un contexto internacional de crisis de las
democracias y auge del totalitarismo.
I.- LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA (14 ABRIL 1931).-
El último Jefe del Gobierno de la Restauración, el almirante Juan Bautista
Aznar, tras conocer los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931,
afirmó que “España se había acostado monárquica y se levantó republicana”. Esto fue
porque todos eran conscientes que el voto urbano era más libre y alejado del
caciquismo, y porque los partidos republicanos en sus programas electorales hicieron
ver que se trataba de una consulta sobre el régimen de gobierno.
Todos los ministros del gobierno Aznar (excepto La Cierva) hicieron
comprender al propio Rey que la caída de la Monarquía era inevitable. Durante los días
13 y 14 Alfonso XIII estuvo evaluando el respaldo con que contaba, sin encontrar apoyo
si quiera en las fuerzas armadas. Consciente de sus pocos apoyos en el país, suspendió
voluntariamente el ejercicio del poder real, y se encaminó discretamente hacia
Cartagena, embarcando rumbo a Marsella e irse al exilio.
“ Las elecciones celebradas el domingo, me revelan claramente que no
tengo el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será
definitivo, porque procuré siempre servir a España, puesto el único afán en
el interés público hasta en las más críticas coyunturas.
Un Rey puede equivocarse y sin duda erré yo alguna vez, pero sé bien que
nuestra patria se mostró siempre generosa ante las culpas sin malicia.
Soy el Rey de todos los españoles y también un español. Hallaría medios
sobrados para mantener mis regias prerrogativas en eficaz forcejeo contra
los que las combaten; pero resueltamente quiero apartarme de cuanto sea
lanzar a un compatriota contra otro, en fratricida guerra civil.
No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósitos
acumulados por la Historia de cuya custodia me han de pedir un día cuenta
rigurosa. Espero conocer la auténtica expresión de la conciencia colectiva.
Mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder
Real reconociéndola como única señora de sus destinos.
También quiero cumplir ahora el deber que me dicta el amor de la Patria.
Pido a Dios que también como yo lo sientan y lo cumplan todos los
españoles”
Alfonso, Rey.”
Manifiesto de abdicación de D. Alfonso de Borbón (publicado en el diario ABC el 17
de abril de 1931)
Madrid, 14 de abril de 1931
II.- GOBIERNO PROVISIONAL.-
Ante la carencia de Jefe del Estado y con una República que había nacido el día
14, hacía falta un gobierno que mantuviera el equilibrio entre las diferentes fuerzas
políticas, pero además buscando el equilibrio regional de vascos, gallegos y catalanes.
Para ello se formó un Gobierno Provisional de la República, que estaba formado por
hombres de tendencias moderadas (muchos de ellos miembros del Pacto de San
Sebastián), de extracción medio-burguesa la mayoría de ellos, y partidarios de realizar
las reformas por vía democrática y legal (no violenta ni revolucionaria); muchos de
ellos eran pertenecientes a la masonería.
Este Gobierno Provisional fue consciente de dos aspectos fundamentales: que al
asumir el poder sin haber mediado elecciones legislativas previas, desconocían el
respaldo real del pueblo al nuevo régimen, ni a cada una de las fuerzas que lo
componían; por lo que tenían que convocar elecciones constituyentes. El otro aspecto
era la necesidad de consolidar de forma urgente la naciente República y solucionar los
problemas generados durante siglos (el religioso, el de la propiedad agraria y el
regional) ante la presión social. Un gran reto que, siendo en sí mismo revolucionario, se
quiso abordar por medio de reformas realizadas a través de leyes.
Tras la breve etapa del gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá
Zamora, a su frente apareció, tras las elecciones del 28 de junio de 1931 que vieron un
gran triunfo de la izquierda, una coalición republicana-socialista encabezada por
Manuel Azaña, un intelectual poco conocido, de talante agrio pero de hondo sentido de
lo español.
Niceto Alcalá Zamora Manuel Azaña
Reparto de escaños tras las elecciones de 1931
La comisión encargada de elaborar la Ley fundamental realizó un texto, que se
aprobó el 9 de diciembre, en el que se designa a España como una “República
democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y
justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo. La República constituye
un Estado integral, compatible con la autonomía de las regiones y de los municipios”.
Se reconocía la soberanía popular, y el sufragio universal masculino y
femenino (tras un largo y complejo debate en las Cortes, Clara Campoamor obtuvo el
derecho de voto para las mujeres recogido en el artículo 36). Contenía una extensa
declaración de derechos y libertades, como el divorcio, la equiparación de hijos
legítimos e ilegítimos, y el derecho a la educación. En cuanto a los poderes del Estado
podemos observar la división de ellos:
o Poder legislativo quedó en manos de unas Cortes unicamerales
(controla al Gobierno; la legislatura tiene una duración de cuatro años).
o Poder ejecutivo Presidente de la República (Jefe del Estado) con escasos
poderes (elegido por los diputados -y no directamente por los
electores- por un periodo de seis años; nombra y separa
libremente al presidente del gobierno; puede disolver las Cortes
hasta un máximo de dos veces).
Jefe de Gobierno, nombrado por el Presidente pero que debía
contar con la aprobación de las Cortes (refrenda las decisiones
del presidente de la República).
o Poder judicial en manos de los tribunales de justicia. Por primera vez
se creó el Tribunal de Garantías Constitucionales, para velar por la
posible inconstitucionalidad de las leyes.
Se reconocían las autonomías de las regiones y se establece como un estado
laico: separación de la Iglesia y el Estado, desaparición del presupuesto dedicado al
culto y clero católico, y prohibición del derecho de ejercer la educación.
“Art. 1º.- España es una República democrática de trabajadores de toda
clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia. Los poderes de
todos sus órganos emanan del pueblo. La República constituye un Estado
integral, compatible con la autonomía de las regiones y de los municipios.
La bandera de la República es roja, amarilla y morada
Art. 2º.- Todos los españoles son iguales ante la ley
Art. 3º.- El estado español no tiene religión oficial…
Art. 4º.- El estado español... estará integrado por Municipios
mancomunados en provincias y por las regiones que se constituyan en
régimen de autonomía.
Art. 6º.- España renuncia a la guerra como instrumento de política
nacional.
Art. 7º.- El Estado español acatará las normas universales del Derecho
internacional, incorporándolas a su derecho positivo.
Art. 11º.- Si una o varias provincias limítrofes, con características
históricas, culturales y económicas comunes, acordaran organizarse en
región autónoma para formar un núcleo político-administrativo dentro del
Estado español, presentarán su Estatuto con arreglo a lo que establece el
artículo 12...
Art. 25.- No podrán ser fundamento de privilegios jurídicos la naturaleza,
la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, las
creencias religiosas...
Art. 26º.- Todas las confesiones religiosas serán consideradas como
Asociaciones sometidas a una ley especial. El estado, las regiones, las
provincias y los municipios no mantendrán, favorecerán ni auxiliarán
económicamente a las Iglesias, Asociaciones e Instituciones religiosas. Una
ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del
presupuesto del Clero...
Art. 34º.- Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas y
opiniones, valiéndose de cualquier medio de difusión; sin sujetarse a la
previa censura …
Art. 36.- Los ciudadanos de uno y otro sexo mayores de veintitrés años,
tendrán los mismo derechos electorales conformen determinen las leyes…
Art. 40.- Todos los españoles, sin distinción de sexo, son admisibles a los
empleos y cargos públicos, salvo las incompatibilidades que las leyes
señalen.
Art. 48.- La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria. La enseñanza
será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se
inspirará en ideales de solidaridad humana.
Art. 51.- La potestad legislativa reside en el pueblo, que la ejerce mediante
las Cortes y/o el Congreso de los Diputados
Art. 90.- Corresponde al Consejo de ministros, principalmente, elaborar los
proyectos de ley que haya de someter al Parlamento, dictar decretos,
ejercer la potestad reglamentaria...
Art. 94.- La Justicia se administra en nombre del Estado... Los jueces son
independientes en su función. Solo están sometidos a la ley.”
Constitución de la Segunda República española (9 de diciembre de 1931)
III.- BIENIO REFORMISTA O AZAÑISTA (DICIEMBRE 1931 –
SEPTIEMBRE 1933).-
La coalición gubernamental, que Azaña encabezó en dos ocasiones, abordó en
esta legislatura los que creía que eran los grandes problemas del país; para ello elaboró
un cuádruple proyecto para reconstruir a España a través de las reformas del campo, del
ejército, de la religión y la autonomía. Azaña y sus gobiernos querían expropiar los
latifundios y repartir las tierras entre los campesinos, crear un ejército profesional,
democrático y obediente al poder civil, limitar la influencia de la Iglesia, secularizar la
vida y promover una educación laica, y por último rectificar el centralismo central
concediendo las autonomías.
“El nuevo régimen se instauró sin causar víctimas ni daños… La República
venía realmente a dar forma a las aspiraciones que desde los comienzos del
siglo trabajaban el espíritu público, a satisfacer las exigencias más
urgentes del pueblo. La sociedad española ofrecía los contrastes más
violentos… La República, como era su deber, acentuó la acción del Estado
… Con socialistas ni sin socialistas, ningún régimen que atienda al deber de
procurar a sus súbditos unas condiciones de vida medianamente humanas,
podía dejar las cosas en la situación en que las halló la República.”
Manuel Azaña: Causas de la guerra de España
Las medidas reformadoras del gobierno polarizaron (llevaron al extremo o
radicalizaron) la vida política, en parte por la resistencia que a las reformas hicieron los
sectores afectados por ellas, pero también por el escaso acierto político con que se
plantearon (en tanto que no buscó un consenso), y por la agresividad y doctrinarismo
que inspiraron algunas medidas y en particular la política religiosa.
1.- Reforma militar.-
Hemos dicho anteriormente que el deseo de Azaña, que durante el gobierno
provisional fue ministro de la guerra, fue crear un ejército profesional que fuera
democrático y fiel al poder civil (por ello se les exigió fidelidad a la República y
a la Constitución).
Se quiso acabar con la macrocefalia de altos cargos, con la reducción del número
de jefes y oficiales, para lo que se cerró la Academia General Militar de
Zaragoza (que en ese momento estaba dirigida por Franco); y se suprimieron
cargos militares tradicionales (como capitán general y gobernador militar en las
provincias) y se racionalizó el sistema de ascensos y escalas (por lo que se creó
el cuerpo de suboficiales y se suprimió el sistema africano de ascensos), junto
con la eliminación de algunos regimientos para hacerlo más operativo.
La reforma militar fue técnicamente excelente y respondía a las necesidades
básicas del ejército, pero no logró sus objetivos: sólo se retiraron 6.500 oficiales
de los 12.000 previstos, provocó además divisiones en el seno del ejército y fue
recibida con reserva y hostilidad. El problema radicó, en gran parte, en que
Azaña la planteó con poca habilidad política o no buscó al menos el consenso
dentro del propio ejército, no mejoró su eficacia y los recortes presupuestarios
impidieron la modernización de material, armamento y equipamiento, que era
una necesidad y que hubiera contrapesado el efecto de las reformas.
La medida reformista fue entendida como un atentado a los derechos de los
militares y una maniobra para dejar indefensa a España. La “sanjurjada” o
levantamiento armado del general Sanjurjo el 10 de agosto de 1932 en Sevilla es
un ejemplo de la opinión militar ante la reforma. El enfrentamiento existente
entre Azaña y la parte más poderosa del ejército (que era la más preparada
técnicamente) tendrá sus consecuencias el 18 de julio de 1936.
Sanjurjo (segundo por la izquierda) en Sevilla el 10 de agosto de 1932
2.- Reforma agraria.-
La reforma agraria, aprobada por ley de 9 de septiembre de 1932 (aunque debido a
la presión de la calle tuvieron que realizar algunas reformas por decreto-ley antes
de que se aprobara la Constitución), consistió, en síntesis, en la expropiación de
latifundios y el asentamiento de campesinos en estas tierras; intentando acabar
con la miseria y atraso técnico que sufría el campo.
"Serán susceptibles de expropiación las tierras incluidas en los
siguientes apartados...Las que por las circunstancias de su adquisición,
por no ser explotadas directamente por los adquirientes y por las
condiciones personales de los mismos deba presumirse que fueron
compradas con fines especulativos o con el único objeto de percibir su
renta...Las que constituyeron señoríos jurisdiccionales y que se hayan
transmitido, hasta llegar a sus actuales dueños, por herencia, legado o
donación... las incultas o manifiestamente mal cultivadas".
Ley de Reforma Agraria, 1932
Técnicamente fue muy difícil por la estructura de la propiedad de la tierra y
complejidad de los sistemas de arrendamientos. De hecho hubo disensiones
dentro del gobierno, que la detuvo hasta verano del 32. Su aplicación tropezó
con la complejidad burocrática y limitaciones presupuestarias del gobierno.
Tuvo un espejismo latifundista, debido al castigo ideológico que hizo a la
nobleza (pues les expropió sin indemnizaciones), pero ignoró los problemas de
los pequeños y medianos propietarios y de los arrendatarios. Hasta finales de
1933 sólo se había expropiado 24.000 hectáreas y asentado a 4.300 campesinos
de los 60.000 previstos.
Esta reforma se unía al Decreto de Términos Municipales (20 abril 1931) por la
que obligaba a los patronos a contratar a jornaleros del propio término
municipal, para evitar la contratación de esquiroles, por parte de los patronos,
que rompieran las huelgas reivindicativas de los obreros; esta medida pretendía
proteger a los trabajadores, pero se olvidaba de los asalariados.
Las reacciones de la patronal agraria con la Ley de Reforma Agraria fueron de
diversa índole: desde la ignorancia de la ley hasta el bloqueo, también se
asociaron legalmente para defender sus derechos (como por ejemplo la Unión
Nacional Económica y el Bloque Agrario). Su estrategia era dificultar el proceso
de implantación a través de una doble acción conjugada (táctica de la tenaza):
retrasando el proceso con recursos legales y enfrentando a los campesinos
descontentos contra la República.
“La única ocasión en que se dan las condiciones políticas adecuadas
para emprender una reforma agraria que afectase a Andalucía en el
seno de u estado liberal democrático es, como se sabe, durante la
Segunda República. No obstante, el propietario rural la había estado
reivindicando desde mucho antes obteniendo como respuesta, en los más
de los casos, la mera represión. … La agricultura tenía gran peso en la
economía del país durante aquella época, lo que confería a los
terratenientes un poder nada despreciable que además supieron
agrandar mediante alianzas con otros sectores sociales de la derecha.
Estas alianzas se vieron facilitadas porque otros problemas tales como
las demandas autonómicas, la crisis económica, los conflictos laborales,
la fuerza del sindicalismo extraparlamentario y el laicismo republicano,
entre otros, se superpusieron a la cuestión agraria aglutinando con ello
a la derecha tradicional que difícilmente iba a transigir a tantas y
profundas reformas simultáneas.”
Pérez Yruela, M. y Sevilla, E.: La dimensión política en la reforma agraria.
Revista de Sociología, nº 16
3.- Reforma territorial.-
Ya la I República quiso abordarlo intentando configurar España como un estado
federal (1873). El problema autonómico se contemplaba en la Constitución, en
los artículos 11 al 22, donde se reconocía el derecho, particular y no general, de
algunas regiones al Estatuto de Autonomía, aunque que para ello debían
cumplirse algunos requisitos como la petición por la mayoría de los municipios
de la región y posterior aprobación en plebiscito por los dos tercios de los
votantes del territorio; finalmente debía ser aprobada por las Cortes. La cuestión
era articular los diferentes territorios peninsulares en una unidad superior, el
Estado español.
Creían en la necesidad de un Estado central fuerte como instrumento de la reforma
democrática del país, y partían de una concepción en la que España era una
entidad unitaria (tanto histórica como cultural) en la que coexistían tres enclaves
particulares: Cataluña, País Vasco y Galicia.
“Es probable que el primer Borbón de España (Felipe V) creyese
resuelto para siempre la divergencia peninsular ... La Dictadura quiso
tratar, y trató el sentimiento nacionalista catalán por la violencia, por la
opresión, por la persecución ... Quien ha confiscado y humillado los
derechos o las libertades … ha sido la monarquía … en provecho propio,
no en provecho de Castilla, que la primera confiscada y esclavizada fue
precisamente la región castellana.
También hay que combatir el prejuicio de la dispersión... no se puede
entender la autonomía... si no nos libramos de una preocupación: que
las regiones autónomas...no son el extranjero; son España, tan España
como lo son hoy;… no es un organismo rival, ni defensivo, ni agresivo,
sino una parte integrante de la organización del Estado de la República
española. Y mientras esto no se entienda así, señores diputados, no
entenderá nadie lo que es la autonomía.”
Discurso de Azaña en las Cortes. 12 de Mayo de 1932. Reelaborado.
El proyecto de Estatuto de Autonomía de Cataluña, conocido como el Estatuto
de Nuria, fue aprobado en Cortes el 9 de septiembre de 1932 (de forma
precipitada tras la sanjurjada); así se reconocía su antiguo órgano de gobierno, la
Generalitat, un parlamento propio, la lengua catalana como cooficial junto con el
castellano, y unas amplias competencias o atribuciones en orden público,
sanidad, cultura, hacienda, etc.
En el País Vasco el fenómeno era más popular que burgués y más rural que
urbano (a diferencia del catalán), además estaba muy vinculado con lo religioso
por lo que carlistas y nacionalistas del PNV se reunieron en Estella (Navarra)
para redactar un anteproyecto de autonomía. La aprobación en las Cortes de la
reforma religiosa hizo que los diputados vascos se retirasen, por lo que el
estatuto vasco quedó aplazado (su fuerte vinculación con la religión hizo que, a
partir de ese momento, el viejo Reino de Navarra se decantara por el foralismo,
separándose cada vez más de las tesis nacionalistas del País Vasco, de hecho
llegaron a la Guerra Civil en campos enemigos). A pesar de todo se redactó un
nuevo anteproyecto que fue aprobado en las tres provincias vascongadas, aunque
se aprobó en el año 1936.
La Segunda República también vio el renacer del andalucismo, pues en 1933 se
aprobó el anteproyecto de bases para el Estatuto y, en 1936, estaba prevista su
aprobación pero estalló la Guerra Civil.
Esta reforma causó el recelo, si no la oposición, de la derecha, pero sobre todo
en el ejército, que veía peligrar la unidad de la patria, de la que ellos se
consideraban garantes; uno de los motivos de la sanjurjada fue la efervescencia
nacionalista.
4.- Reforma religiosa y educativa.-
España dejaba de ser monolíticamente católica a ser mayoritariamente católica.
La reforma religiosa y educativa fue con mucho la más controvertida y polémica
de las que se realizaron en este primer bienio.
La constitución de 1931 reconocía a España como un país laico, donde existía
separación entre Estado e Iglesia, pero luego hubo una serie de leyes posteriores
que desarrollaron medidas laicistas y secularizadoras, que en algunos casos eran
gratuitamente arbitrarias e innecesariamente agresivas, como la disolución de la
Compañía de Jesús (jesuitas) e incautación de sus bienes en 1932 o la
prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas (Ley de Congregaciones
religiosas, 1933). De hecho provocó un enfrentamiento entre el nuevo régimen y
la opinión católica. La política laicista, más incidentes como la quema de
conventos entre el 10 y 11 de mayo de 1931, y la expulsión del país del
cardenal-primado de España Pedro Segura, provocó la movilización política
general de los católicos contra la República, sobre todo tras la creación a finales
de 1932 de la CEDA (un partido de la derecha católica).
A de las medidas reformadoras fueron la reglamentación laica del divorcio, de
los matrimonios civiles y la secularización de los cementerios; se generalizó un
sistema educativo público y laico; se decretó la libertad religiosa; se suprimió el
presupuesto dedicado al clero y culto católico; y se obligó a las órdenes
religiosas a pagar impuestos.
La Iglesia se mostró reacia a admitir esta legislación, sobre todo, en el tema de
los matrimonios, divorcios y cementerios porque lesionaban sus derechos
históricos, pero sobre todo reaccionó cuando se obligó a suprimir la asignatura
de la religión y a quitar los crucifijos de las escuelas. La Iglesia denotaba cada
vez más su hostilidad y alababa a la fenecida monarquía. Ante esto grupos de
republicanos asaltaron la sede del diario ABC (de carácter monárquico) y se
iniciaron la quema de conventos e iglesias en casi toda España ante la pasividad
del Gobierno y la indiferencia de las fuerzas del orden.
“La premisa de este problema, hoy político, la formulo yo de esta
manera: España ha dejado de ser católica … Yo no puedo admitir,
señores diputados, que a esto se le llame problema religioso. El
auténtico problema religioso no puede exceder de los límites de la
conciencia personal, porque es en la conciencia personal donde se
formula y se responde la pregunta sobre el misterio de nuestros destino.
Este es un problema político, de constitución del Estado … porque
nuestro Estado, a diferencia del Estado antiguo, que tomaba sobre sí la
tutela de las conciencias y daba medios de impulsar a las almas, incluso
contra su voluntad, por el camino de su salvación, excluye toda
preocupación ultraterrena…”
Discurso de Manuel Azaña en el Congreso de los
Diputados en 1931
“Nosotros admitimos la absoluta separación de la Iglesia y del Estado
como dos sociedades completas y perfectas. Ahora bien, esa separación
ha de ser con una condición que nosotros tenemos que definir en nombre
de una doctrina de la cual no podemos abdicar, y es el reconocimiento
pleno de la personalidad jurídica de la Iglesia … Después de esto,
señores, aprobad la más contradictoria de las Constituciones, la que en
un artículo define la libertad, la que en otro define y garantiza el
derecho de asociación, la que asegura el principio de igualdad; pero a
renglón seguido dice que esa libertad, esa igualdad, y ese derecho de
asociación no existen para aquellos que, en nombre de un ideal que yo
reputo sagrado, se agrupan para cumplir fines de cultura, de
beneficencia ... Nosotros endentemos que el proyecto constitucional es
un proyecto de persecución religiosa; por consiguiente, en esas
condiciones no podemos aceptarlo ... Si se aprueban estas medidas,
insisto que nosotros las acataremos, porque las imponéis vosotros; pero
contra ellas desencadenaremos nuestra ofensiva en el puro terreno legal,
y no nos importará el tiempo, porque tenemos la seguridad del
triunfo…”
Discurso de Gil Robles en el Congreso de los
Diputados en 1931
“Los principios y preceptos constitucionales en materia confesional no
sólo no responden al mínimum de respeto a la libertad religiosa y de
reconocimiento de los derechos esenciales de la Iglesia que hacían
esperar el propio interés y dignidad del Estado, sino que, inspirados por
un criterio sectario, representan una verdadera oposición aun a aquellas
mínimas exigencias …Más radicalmente todavía se ha cometido el grave
y funesto error de excluir a la Iglesia de la vida pública y activa de la
nación, de las leyes, de la educación de la juventud, de la misma
sociedad doméstica, con grave menosprecio de los derechos sagrados y
de la conciencia cristiana del país. … De semejante separación violenta
e injusta, de tan absurdo laicismo del Estado, la Iglesia no puede dejar
de lamentarse y protestar, convencida como está de que las sociedades
humanas no pueden conducirse, sin lesión de los deberes fundamentales,
como si Dios no existiese, o desatender a la Religión, como si ésta fuera
un cuerpo extraño a ellas o cosa inútil y nociva …”
Declaración colectiva del episcopado ante la nueva
Constitución (diciembre de 1931)
En cuanto al esfuerzo educativo y cultural se intentó colocar la educación a
disposición de todos los españoles, por lo que se aumentó en un 50% el
presupuesto, se crearon 10.000 escuelas entre 1931 y 1933 con unos 7.000
maestros, y creó un instrumento para extender la cultura, como fueron las
“misiones pedagógicas”. Pero al suprimir la enseñanza confesional, que
realizaba buena parte de esta labor en los escolares, el gobierno tan sólo
consiguió eliminar buena parte del entramado educativo antes de poder haberlo
sustituido por otro.
Fin del bienio reformista: la polarización de la izquierda y la derecha.-
La política reformista de Azaña, que intentaba arreglarlo casi todo, terminó al
final por traer el descontento de muchos sectores de la población; por eso la oposición a
las medidas reformadoras se generó tanto en la izquierda como en la derecha política,
incluido los socialistas en determinadas cuestiones y anarquistas. Estas reacciones
condujeron a la definitiva polarización política y social de España.
La polarización o posicionamiento extremista de izquierda se hicieron ver en los
anarquistas de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la UGT (Unión General
de Trabajadores) y la PCE (Partido Comunista de España) -tras su paso desapercibido
por la dictadura- empieza a arraigar en el campo, industrias y minería. Esto llevó al
enfrentamiento armado entre las masas obreras y las fuerzas del orden público (Guardia
Civil y Guardia de Asalto); estos hechos vinieron acompañados de ocupaciones de
tierras, robos de cosechas y destrucciones de todo tipo, y la posterior represión-masacre
de Castilblanco, Arnedo y, sobre todo, Casas Viejas (este último dejó herido de muerte
al bienio).
El posicionamiento extremista de la derecha encuentra sus motivos en el
malestar por las reformas de Azaña, pero también por la torpeza y excesos del Gobierno
en la represión de los motines campesinos, lo que añadía el descontento popular. La
derecha, casi inexistente tras Primo de Rivera, se empieza a organizar y en ella aparecen
grupúsculos de ideología nacionalsocialista y fascista, las JONS (Juntas de Ofensiva
Nacional-Sindicalista) y Falange Española respectivamente.
En ese momento algunos intelectuales mostraron su desilusión con la República,
como hizo Unamuno u Ortega y Gasset que redactó el famoso “no es esto, no es esto”.
“Desde que sobrevino el nuevo régimen no he escrito una sola palabra que
no fuese para decir directa o indirectamente esto: ¡No falsifiquéis la
República! … No: la República en España, o es la que triunfó, la auténtica,
o no será. Así, sin duda ni remisión … Una cantidad inmensa de españoles
que colaboraron con el advenimiento de la República con su acción, con su
voto o con lo que es más eficaz que todo esto, con su esperanza, se dicen
ahora entre desasosegados y descontentos: «¡No es esto, no es esto!». La
República es una cosa. El «radicalismo» es otra. Si no, al tiempo”
Ortega y Gasset, diario El Sol
IV.- BIENIO RADICAL CEDISTA (NOVIEMBRE 1933 – FEBRERO 1936).-
El descontento con las medidas del bienio reformista (debido a la tibieza e
ineficacia, radicalismos o sectarismos, errores o duras represiones) debilitó al gobierno
de Manuel Azaña, tanto desde la derecha como de la izquierda política; cosa que fue
aprovechada por José María Gil Robles para reorganizar a las derechas y poder
presentarse a la batalla electoral del 19 de noviembre de 1933 en una coalición política,
y poder aprovechar la coyuntura de un cambio de la ley electoral por parte de Azaña,
por la que se beneficiaba más a las agrupaciones políticas que a los votos dispersos,
aunque no se correspondiera con la proporción de los votos obtenidos en las urnas.
Las bases sociales que apoyaba a la derecha fueron la oligarquía latifundista y
financiera, la patronal, las fuerzas conservadoras (tanto republicanas como
monárquicas) en torno al partido de Acción Popular, liderado por Gil Robles, junto con
la mayoría de los católicos. Todos estos se reorganizaron en la coalición católica CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), que aspiraba a revisar y rectificar
las reformas azañistas del bienio anterior, desde la propia legalidad republicana, y
conseguir llegar a una república conservadora; existía un problema debido a la
diversidad ideología e intereses de cada uno de los grupos que formaban esta coalición.
Fuera de ella quedaron las JONS de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma, y la Falange
Española de José Antonio Primo de Rivera.
La reacción de las derechas, a lo que entendían como embate de la izquierda
obrerista para implantar su utopía de revolución, fue de un esfuerzo pacífico
encaminado a la creación de una alternativa electoral, que aceptaba y se integraba en el
sistema republicano que hasta ese momento les había sido hostil.
Las elecciones del 19 de noviembre de 1933 supusieron el voto del 67´46% del
censo electoral y la primera vez que votaron las mujeres. Los resultados obtenidos
fueron 3.365.700 votos a la CEDA (39,4%), 3.118.000 a los partidos de izquierdas
(36,5%) y 2.051.500 al partido de centro (Partido Radical, liderado por Alejandro
Lerroux, 24%); la diferencia entre derecha e izquierda era de apenas 250.000 votos,
pero debido al cambio de la Ley Electoral por Azaña, que favorecía más a las
agrupaciones políticas, dieron a la CEDA más del doble de escaños en las Cortes. La
división de la izquierda, debido en gran parte por la radicalización de algunos de sus
grupos, fue motivo para no ganar las elecciones.
Escaños en las elecciones de 1931
El gobierno Radical (desde diciembre de 1933 hasta octubre de 1934).
Los resultados implicaron que no se podía gobernar sin la CEDA ni contra ella,
pero con el apoyo del Partido Radical de Lerroux (de centro); a pesar de estos resultados
el Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, no estaba dispuesto a que la
CEDA gobernara y encomendó la misión de formar gobierno al centrista Alejandro
Lerroux (histórico republicano que se había desplazado a la derecha por las actuaciones
de Azaña). Así este elaboró un ejecutivo formados por ministros de su partido, ninguno
cedistas, pero contando con el apoyo parlamentario de estos en las Cortes, lo que se
suponía 372 de los escaños (80%).
En este gobierno se aprobaron medidas como la derogación de la Ley de
Términos municipales (elaborada por Largo Caballero), la devolución de tierras
expropiadas o el aumento de las indemnizaciones a causa de estas expropiaciones (la
contrarreforma agraria), amnistía a los implicados en el intento de pronunciamiento de
Sanjurjo, dotación presupuestaria al clero e intento de un nuevo concordato con la Santa
Sede, se planteó el problema de competencias constitucionales a las autonomías de
Cataluña y País Vasco, etc.
Gobierno Radical-Cedista (desde octubre de 1934 hasta diciembre de 1936)
El día 1 de octubre de 1934 Gil Robles exigió, como muestra de moderación
política pues le correspondía la presidencia o la mayoría de ministerios, la entrada en el
gobierno de Lerroux de algunos ministros procedentes de la CEDA. Sólo entraron tres
ministros de intachable trayectoria en un primer momento, para después ampliarse a un
total de cinco (entre estos últimos Gil Robles tomó la cartera del Ejército). Es lo que
llamamos el gobierno radical-cedista. La CEDA no violó la legalidad republicana, pues
no revisó la constitución de 1931, ni siquiera hubo marcha atrás en las reformas militar
y de educación, y la reforma agraria duró gran parte del bienio; de hecho encontramos
tres actuaciones muy positivas, a propuesta de ministros cedistas como la Ley de
Arrendamientos Rústicos (que facilitaba el acceso de arrendatarios a la propiedad de
tierras), política de promoción de viviendas en alquiler y política de pequeñas obras
públicas.
Alejandro Lerroux José María Gil Robles
Pero esta entrada en el gobierno supuso la excusa para una insurrección armada
el día 6 de ese mismo mes, por parte de la izquierda obrera, al ver en ella la versión
española del ascenso del fascismo dentro del auge internacional de las derechas.
Además Gil Robles había puesto en práctica una política de posesión de la calle en
grandes manifestaciones (como la de El Escorial donde se concentraron unas 50.000
personas, a pesar del intento de hacerla fracasar, por parte socialista, al forzar los raíles
del ferrocarril que llevaba a esa localidad) muy similares a las de los líderes fascistas.
Revolución de octubre (1934)
Esta insurrección armada, que se desarrolla entre el 5 y el 12 de octubre, es lo
que se denomina la revolución de octubre, en un claro paralelismo con la rusa,
desencadenada por el PSOE con el apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya, PCE,
la izquierda comunista y la CNT (esta última sólo en Asturias), y es que entendieron
que era el momento para dar fin a la república burguesa y dar paso a la revolución social
que llevara a la dictadura del proletariado (entre líderes partidarios de esta idea
encontramos a Largo Caballero de UGT e Indalecio Prieto del PSOE, este último era un
demócrata radical que no quiso verse desplazado del control de la organización
socialista por los caballeristas).
En Barcelona, el líder de Esquerra Republicana, Lluis Companys proclamó el
“Estat Catalá dentro de la República federal española” e invitó a establecer en
Cataluña el “gobierno provisional” de la República, no reconociendo al gobierno legal;
la Generalitat se rindió al siguiente día, durando su insurrección apenas 10 horas y se
suspendió, pero no derogó, el estatuto de autonomía catalán.
En el resto de España esta insurrección no triunfó al no contar con el apoyo de la
calle, ni se sumó la Guardia Civil o la Guardia de Asalto. Excepcional fue la
sublevación de Asturias, donde el movimiento insurreccional estuvo formado por unos
4.000 mineros que pretendían llegar hasta León y de ahí llegar a la capital. El gobierno
encomendó la tarea de detenerla al general Franco, que trasladó hasta allí al ejército de
África (el mejor preparado) y bloqueó los puertos asturianos. El balance final del
conflicto asturiano se puede resumir en datos, ya que hubo 1.500 fallecidos, 2.000
heridos, 730 edificios destruidos, 58 iglesias incendiadas, e incautadas unos 90.000
fusiles, 30.000 pistolas, 10.000 cajas de dinamita y 30.000 granadas, lo que muestra la
envergadura de la insurrección. Tras esto Gil Robles, ministro del Ejército nombró a
Franco Jefe del Estado Mayor, y a tres generales en altos puestos del ejército y del
ministerio (Fanjul, Goded y Mola).
La revolución de octubre consiguió dañar gravemente a la II República, pues no
había consenso político en torno al régimen republicano (ni por la izquierda ni por la
derecha), además aparecía la cada vez más agresiva derecha monárquica en torno a José
Calvo Sotelo, la política económica del gobierno Radical-Cedita fue deflacionista, pero
sobre todo tres casos de corrupción en el Partido Radical de Lerroux hicieron que se
derrumbara. En los casos de corruptela política debemos nombrar el caso Nombela, los
pagos irregulares a una naviera (noviembre de 1935) y el estraperlo (octubre de 1935).
Este nombre, a parte de la acepción vinculada al mercado negro, proviene de la fusión
de los de Strauss y Perl, que eran dos centroeuropeos que introdujeron un juego de
ruleta fácil de trucar, denominado Straperlo, gracias a un trato previo con miembros del
gobierno por el que a tras la aprobación de su licencia participarían de los beneficios; la
posterior paralización de este fraudulento juego, movió a Strauss a chantajear a Lerroux,
que no accedió, por lo que le comunicó al Jefe del Estado, Alcalá Zamora, todos los
términos de este espinoso asunto, incluida la identidad de los implicados: el propio
Lerroux, su hijo, varios miembros radicales del gobierno y otros altos cargos del Estado.
Por este asunto de tráfico de influencias y corrupción, Alejandro Lerroux tuvo
que dimitir. Parecía lógico que la presidencia del gobierno la tomara Gil Robles (al ser
su partido el más votado en las elecciones), pero el Presidente de la República, Alcalá
Zamora, que desconfiaba de él, por el temor a una nueva reacción de la izquierda, antes
de dar el gobierno a la CEDA, decidió crear un gobierno improvisado de centro
(encabezado por Portela Valladares), que sirviera de puente hasta las nuevas elecciones.
El líder cedista entendió como una provocación la acción del Jefe del Estado, cuando
además ese nuevo gobierno tenía seis ministros que no eran siquiera diputados (no
votados en las elecciones), por lo que contempló la posibilidad de un golpe de Estado al
entender que el Presidente violaba la constitución; el propio Franco lo desaconsejó, por
lo que optó por no apoyar al nuevo gobierno en las Cortes.
Alcalá Zamora fue convencido por Azaña para que disolviera las Cortes (era la
segunda vez durante su mandato, lo que implicaba la violación de la Constitución) y
convocara nuevas elecciones.
IV.- GOBIERNO DEL FRENTE POPULAR (febrero 1936 – abril 1939)
Las izquierdas comprendieron que debían presentarse unidas a las elecciones,
para contener a la derecha, y recuperar el poder. Formaron así el Frente Popular, que era
una amplia alianza de fuerzas obreristas y burguesas, cuyas metas no eran las mismas,
algunas incompatibles. Algunos como Azaña o Prieto con un programa reformita
basado en relanzar las reformas del primer bienio, otros buscaban la revolución social al
estilo soviético como el PCE o parte del PSOE.
El 15 de enero de 1936 se firma el pacto del Frente Popular entre Unión
Republicana, Izquierda Republicana (formada a su vez por la Acción Republicana de
Azaña, el ORGA de Casares Quiroga y los radical-socialistas), PSOE, UGT, PCE, FJS,
Partido Sindicalista y el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).
“Los partidos republicanos Izquierda Republicana, Unión Republicana y el
Partido Socialista, en representación del mismo y de la Unión General de
Trabajadores; Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Partido
Comunista, Partido Sindicalista (Ángel Pestaña), POUM, sin perjuicio de
dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado a comprometer
un plan político común que sirva de fundamento y cartel a la coalición de
sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral y de norma de
gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda,
con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria...
Como suplemento indispensable de la paz pública, los partidos coaligados
se comprometen:
1º A conceder por ley una amplia amnistía de los delitos político-sociales
cometidos posteriormente a noviembre de 1933...
2º Se restablecerá el Imperio de la Constitución...
Los republicanos no aceptan el principio de nacionalización de la tierra y
su entrega gratuita a los campesinos, solicitada por los delegados del
partido socialista. Consideran convenientes las siguientes medidas...
No aceptan los partidos republicanos las medidas de nacionalización de la
Banca propuesta por los partidos obreros ...
No aceptan los partidos republicanos el control obrero solicitado por la
representación del partido socialista. Convienen en: restablecer la
legislación social en la pureza de sus principios... rectificar el proceso de
derrumbamiento de los salarios del campo, fijar salarios mínimos...”
Programa del Frente Popular. 15 de enero de 1936
Las fuerzas de derechas se repartieron entre el Bloque Nacional, de predominio
monárquico, y la CEDA. En las elecciones de febrero de 1936 participaron, inficionados
por la violencia (no sólo verbal), un total de 9.716.705 de personas, que repartieron sus
votos entre el Frente Popular (278 diputados, 34,4% del voto), las derechas (124
escaños, 33,2% de los votos), el centro (Lliga Catalana, PNV y el centro improvisado
por Alcalá Zamora, 5,5% del voto) y otros votos a partidos sin significación política o
en blanco (91.641). Aunque la derrota de la derecha era muy espectacular según los
escaños, pero no lo fue en votos, debido al cambio hecho en la ley electoral, que ahora
beneficiaba al Frente Popular, que no tenía la mayoría absoluta del voto, sólo simple.
Elecciones de 1936
COMPOSICIÓN DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS TRAS LAS ELECCIONES DE FEBRERO
DE 1936
PARTIDOS ESCAÑOS Socialistas 99
Izquierda Republicana 87
Unión Republicana 38
PCE 17
Izquierda Catalana 37
Nacionalistas Vascos 10
Lliga Catalana 12
Republicanos Progresistas 6
CEDA 88
Radicales 5
Centristas 16
Renovación Española
(Monárquicos)
12
Agrarios 11
Tradicionalistas 10
Republicanos Conservadores 3
Independientes de Derecha 3
Otros 19
TOTAL 473
El triunfo electoral del Frente Popular fue el principio de un movimiento
revolucionario espontáneo, que llevó a la puesta en libertad en tan sólo 48 horas de los
detenidos en la insurrección de Asturias y la obligación de sus empresas a readmitirlos;
los sindicatos exigían la subida salarial del campo de un 100% (lo que disparaba el
paro); ocupaciones de tierras, como las 3.000 fincas extremeñas ocupadas por 60.000
campesinos (acto que luego legalizó el gobierno); y restablecimiento de la autonomía
catalana (vuelta a presidir por Companys).
La política del momento se centró en llevar a Azaña a la presidencia de la
República, previa destitución de Alcalá Zamora el 7 de abril de 1936, so pretexto de que
había disuelto las Cortes dos veces, contra lo previsto en la Constitución (artº 81);
Azaña, que había chocado con Alcalá Zamora, consiguió derribarlo con el apoyo del
Frente Popular, y fue elegido presidente el 10 de mayo, con la total abstención de la
derecha. La posibilidad de un gobierno Prieto se frustró por el veto del sector
caballerista del partido socialista (de Largo Caballero), por lo que formó gobierno
Santiago Casares Quiroga, líder de la ORGA gallega, hombre próximo a Azaña.
La destitución de Alcalá Zamora
fue un grave golpe a la legitimidad del
régimen, que con el asesinato por
agentes del gobierno del líder
monárquico José Calvo Sotelo (tras la
muerte del guardia de asalto
republicano José del Castillo), provocó
que a los pocos días estallara la Guerra
Civil; aunque el verdadero detonante de
la guerra fue la polarización del país,
que rompió los mecanismos
estabilizadores de la democracia.
Ante la sublevación del 18 de julio de 1936, el gobierno republicano intentó
negociar infructuosamente con Mola, para evitar que se convirtiese en una guerra; a la
vez intentó que su fracaso degenerara en una revolución en las calles, retrasando la
entrega de armas a las organizaciones obreras. Así no legaron a evitar ni uno ni otro, ni
la guerra ni la revolución (pues la movilización popular para parar el golpe llevó a que
el poder del Estado dejara de existir). Las calles estaban en manos de socialistas y
comunistas que buscaban un nuevo poder proletario (un poder paralelo al del Estado y
rebelde a este) y anarquistas y trotskistas del POUM se dedicaban a realizar la
revolución, sin obedecer a ninguna jerarquía superior.
a.- El gobierno de Largo Caballero (septiembre 1936-mayo 1937). Segundo
gobierno del Frente Popular.-
En septiembre del 36, cuando los sublevados suponían un peligro inmediato, se
decidió formar un gobierno de “Frente Popular”, en el que Azaña seguía de presidente
del Estado pero se cambió de Presidente del Gobierno, se puso al socialista Largo
Caballero y se llegó a una alianza gubernamental pues formaron el gobierno socialistas,
comunistas del PCE, nacionalistas vascos y catalanes y, lo nunca visto, anarquistas.
Quedaron fuera de esta “democracia de guerra” las fuerzas de derechas, muchos de
centro y aquellos que habían dado su apoyo a Franco.
Largo Caballero quería reorganizar el Estado y crear un poder proletario. Llegó
al poder por el dominio que tenía sobre el sindicato UGT (que poseía un millón de
afiliados y miles de activistas con lo que controlaba gran parte del pueblo), pero se
había ganado la enemistad del sector socialdemócrata de su partido y se mostró hostil al
gobierno republicano burgués. Detuvo a los sublevados en Madrid, pero la pérdida de
Málaga y la desobediencia en Barcelona de anarquistas y comunistas (una guerra civil
dentro de otra) le desprestigió.
b.- El gobierno Negrín (mayo 1937-abril 1938). Tercer gobierno del Frente
Popular.-
El doctor Juan Negrín, también del PSOE, pero más moderado sustituyó a Largo
Caballero, supeditó toda su política a acabar con la guerra, por lo que estaba dispuesto a
eliminar el poder revolucionario. Para controlar la rebelde Barcelona trasladó allí su
gobierno; y todas las fábricas y tierras expropiadas fueron devueltas al Estado para
garantizar la producción de guerra. Tuvo como aliados a los comunistas del PCE, por
directrices de Moscú. Estos últimos usaron las “checas”, escuadrones paramilitares para
acabar con sus oponentes políticos (anarquistas y trotskistas).
Un año después el gobierno Negrín entró en crisis, tras el desastre de Teruel y la
llegada del bando nacional al Mediterráneo. Unos eran partidarios de buscar una paz
honrosa (socialistas moderados y Azaña), por lo que Negrín hizo públicos sus “Trece
Puntos” para negociar la paz, pero Franco, sabiéndose ya ganador, lo rechazó.
Negrín era sabedor de que la única opción de ganar la guerra era que hubiese un cambio
a nivel internacional y que se produjese una guerra en democracias y fascismos; por lo
que no Franco recibiría más apoyo y algunas naciones ayudarían a la República. Así
pensaba que “resistir es vencer”. Azaña quería la paz por tres razones: evitar más
muertes, la dependencia cada vez mayor de comunistas y de las ayudas de la Unión
Soviética harían a la República rehén de una potencia extranjera, y por que España no
podía entrar en otra guerra más internacional; por eso formuló su famosa petición de
“paz, piedad y perdón”.
Esta crisis interna, entre partidarios de resistir y los de rendirse, se retrasó hasta
la caída de Cataluña, donde residía el gobierno, que tuvo que trasladarse a Francia. En
ese momento muchos políticos se quedaron en el exilio (como el mismo Presidente de
la República, Manuel Azaña), pero Negrín decidió volar hasta Alicante para intentar una
resistencia hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial (para él salvar la república era
resistir). Pero el reconocimiento del gobierno de Franco por Francia y Gran Bretaña
dejó sin argumento a Negrín. El 5 de marzo de 1939 los partidarios de rendirse iniciaron
un revolución militar contra el presidente (entre ellos socialistas moderados, militares y
anarquistas, todos ellos anticomunistas), para que se pidiese la paz y perdón para los
vencidos (los republicanos). Era otra guerra civil dentro de la guerra civil, que acabó
con la victoria de los partidarios de la rendición, que prepararon una Junta de
negociación (dirigida por el coronel Casado que dijo “entre militares nos
entenderemos”, una clara alusión al Abrazo de Vergara); se intentó negociar una
rendición sin represión pero Franco sólo les garantizó la vida a los miembros de la Junta
(cosa que efectivamente respeto, pues los embarcó en un barco inglés que los llevó
fuera de España).
Negrín huyó en avión junto con su gobierno hacia el exilio el 6 de marzo de
1939; el día 14 de ese mes la Alemania Nazi invadió Checoslovaquia y cinco meses
después empezó la Guerra Mundial.