Temperancia

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“Las moscas muertas hacen heder y corrompen el perfume del perfumista; así es una pequeña locura al que es estimado como sabio y honorable”

(Eclesiastés, 10: 1)

Toda una vida se puede echar a

perder por un solo hábito malo. El

mejor modo de no caer en él es no

tomar NUNCA lo que es perjudicial.

Un borracho, un drogadicto o un

fumador, no hubieran llegado nunca a

serlo si no hubiesen tomado su

primera copa, su primera dosis o su

primer pitillo.

Ha de enseñarse y practicarse la

temperancia en todas las cosas de esta vida.

La temperancia en comer, beber, dormir y

vestir es uno de los grandes principios de la

vida religiosa. La verdad, colocada en el

santuario del alma, guiará en el trato del

cuerpo. Nada que ataña a la salud del ser

humano ha de considerarse con

indiferencia. Nuestro bienestar eterno

depende del uso que hagamos en esta vida

de nuestro tiempo, vigor e influencia.

Estudio

Trabajo

Vestido

Alimentación

Diversiones

Hábitos de sueño

Sexualidad

La temperancia implica un

equilibrio en todas las

áreas de nuestra vida.

Debemos ser temperantes en

todos los ámbitos de nuestra vida

“Pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”

1ª de Corintios, 6: 20

Se ha pagado un alto precio por nosotros:

La sangre preciosa de Jesús.

¿No honraremos a aquel a quien

pertenecemos cuidando juiciosamente de

nuestro cuerpo y nuestra mente?

El uso equivocado del cuerpo acorta el período de

vida que Dios ha asignado para que lo utilicemos en

su servicio. Cuando nos permitimos el cultivo de

hábitos equivocados, nos acostamos a altas horas

de la noche, y satisfacemos las demandas del

apetito a expensas de la salud, colocamos los

fundamentos de nuestra debilidad. Desequilibramos

el sistema nervioso cuando descuidamos el

ejercicio físico o recargamos de trabajo la mente o

el cuerpo. Los que acortan sus vidas de este modo y

no hacen caso de las leyes naturales, son culpables

de robarle a Dios. No tenemos derecho de descuidar

el cuerpo, la mente, o las fuerzas, ni de abusar de

estos dones que deberían utilizarse para ofrecer a

Dios un servicio consagrado.

• La temperancia es

abstenerse de lo que es

perjudicial

• Es ser moderados al

mantener un equilibro

en todos los hábitos

referentes a nuestra

salud.