Teología antropológica y relectura bíblica

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1 T EOLOGÍA ANTROPOLÓGICA Y RELECTURA BÍBLICA : EL CASO DE R OMANOS 6.1-11 (1998) Introducción Este no es un trabajo bibliográfico sino más bien exploratorio en el cual nos hemos dedicado a analizar el texto griego de Romanos 5-6, especialmente 6.1-11 y vincularlo con otra experiencia exploratoria: el desarrollo de una antropología sistémica y multidisciplinaria. Esta antropología parte de la condición biológica del ser humano y se alimenta de las ciencias naturales y de la física. Nos apartamos así de las visiones antropológicas tradicionales en donde ha regido, férreamente, la filosofía y el materialismo histórico. Esta búsqueda antropológica provino en principio de una necesidad de potenciar el lenguaje académico como lenguaje evocativo y artístico. La razón, creemos, no logra involucrar al ser humano en las luchas de liberación y transformación de la realidad, no es la razón la clave sino la pasión. La pasión por la vida es la que movilizó a los movimientos guerrilleros de América Central y la que continúa movilizando grupos y personas en torno a la búsqueda de la justicia y la paz. No se trata de volver todo un poema romántico que oculte el dolor de la muerte sino de transformar la vida humana en una liturgia en donde se celebre el don de la vida, don que está siendo brutalmente reprimido por el Nuevo Orden Mundial. Dios, pensamos, no puede simplemente resumirse en el concepto como instrumento teológico fundamental sino en la celebración litúrgica, allí donde el ser humano ritualiza sus luchas más profundas y bellas. De este modo, este trabajo es un intento por identificar en el texto los elementos que generan energía más que la verdad. La verdad es que el poder de la muerte habita en nuestras calles y nuestras casas, entonces ¿por qué no conjurarlo con fuerzas frescas que nos vivifiquen y nos permitan luchar un día más, una semana más, un mes más? No basta con tener la razón en una postura clara y sostenible, se trata de comunicarla y más que convencer con ella, se trata de seducir, invitar, y por eso mismo, abrir un espacio para la reunión humana de nuestros sueños que lejos de evadirse en el canto y la poesía se tornen acciones de paz y de construcción de la vida. En consecuencia con lo anterior, pedimos que nuestro trabajo sea leído como el boceto de una investigación en un sentido y el diálogo con uno mismo en otro. Lo que proponemos es abrir espacios para comprendernos de otra manera, renunciando a la prepotencia antropocéntrica que genera divisiones y creando la solidaridad a través de uno de los símbolos o arquetipos más íntimamente arraigados en nosotros: el hecho fantástico de que lo pequeño es capaz de vencer a lo poderoso.

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El texto es un breve ensayo sobre la necesidad de incluir la remitologización dentro de los estudios bíblicos formales.

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TEOLOGÍA ANTROPOLÓGICA Y RELECTURA BÍBLICA:

EL CASO DE ROMANOS 6.1-11 (1998) Introducción

Este no es un trabajo bibliográfico sino más bien exploratorio en el cual nos hemos dedicado a analizar el texto griego de Romanos 5-6, especialmente 6.1-11 y vincularlo con otra experiencia exploratoria: el desarrollo de una antropología sistémica y multidisciplinaria. Esta antropología parte de la condición biológica del ser humano y se alimenta de las ciencias naturales y de la física. Nos apartamos así de las visiones antropológicas tradicionales en donde ha regido, férreamente, la filosofía y el materialismo histórico. Esta búsqueda antropológica provino en principio de una necesidad de potenciar el lenguaje académico como lenguaje evocativo y artístico. La razón, creemos, no logra involucrar al ser humano en las luchas de liberación y transformación de la realidad, no es la razón la clave sino la pasión. La pasión por la vida es la que movilizó a los movimientos guerrilleros de América Central y la que continúa movilizando grupos y personas en torno a la búsqueda de la justicia y la paz. No se trata de volver todo un poema romántico que oculte el dolor de la muerte sino de transformar la vida humana en una liturgia en donde se celebre el don de la vida, don que está siendo brutalmente reprimido por el Nuevo Orden Mundial. Dios, pensamos, no puede simplemente resumirse en el concepto como instrumento teológico fundamental sino en la celebración litúrgica, allí donde el ser humano ritualiza sus luchas más profundas y bellas. De este modo, este trabajo es un intento por identificar en el texto los elementos que generan energía más que la verdad. La verdad es que el poder de la muerte habita en nuestras calles y nuestras casas, entonces ¿por qué no conjurarlo con fuerzas frescas que nos vivifiquen y nos permitan luchar un día más, una semana más, un mes más? No basta con tener la razón en una postura clara y sostenible, se trata de comunicarla y más que convencer con ella, se trata de seducir, invitar, y por eso mismo, abrir un espacio para la reunión humana de nuestros sueños que lejos de evadirse en el canto y la poesía se tornen acciones de paz y de construcción de la vida.

En consecuencia con lo anterior, pedimos que nuestro trabajo sea leído como el boceto de una investigación en un sentido y el diálogo con uno mismo en otro. Lo que proponemos es abrir espacios para comprendernos de otra manera, renunciando a la prepotencia antropocéntrica que genera divisiones y creando la solidaridad a través de uno de los símbolos o arquetipos más íntimamente arraigados en nosotros: el hecho fantástico de que lo pequeño es capaz de vencer a lo poderoso.

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1. EL OR DEN CO MO ES PACIO HABIT ABLE P AR A LOS S ER ES HUMANO S ,

FUNDAMENTO S P AR A UNA LECT URA DE RO 6.1-11

1.1. EL P U N T O D E P A R T I D A A N T R O P O L Ó G I C O

El ser humano no puede vivir en el caos. El orden o cosmos es el espacio que la comunidad humana construye para desarrollar la vida de manera que el mundo sea habitable, inteligible y comunicable. Pero ¿qué sucede cuando un orden empieza a perder su capacidad de promover la vida? Surgen inmediatamente una serie de reacciones de desánimo, frustración, y pérdida de confianza en el futuro. Los que parecían ser referentes sólidos y confiables se transforman en puntos críticos altamente sensibles. La colectividad humana responde con diversas actitudes que van desde el cinismo hasta la organización revolucionaria. Todas ellas directa o indirectamente tienen como matriz una búsqueda fundamental de orientarse en un mundo que les es hostil porque se les volvió ajeno, inhabitable. La quiebra de los referentes básicos de una sociedad o de un grupo dentro de ella supone el nacimiento del caos y una llamada urgente a la reconstrucción, al cambio, en donde los seres humanos individual y colectivamente se ven empujados a crear nuevas condiciones que posibiliten satisfactoriamente la vida. Las implicaciones antropológicas del párrafo anterior tienen un impacto cósmico que afecta todas las áreas de la existencia humana. Sin embargo, si partimos de una sociedad que trabaja con una perspectiva fraccionada de la realidad humana como sucede en la modernidad al calor del auge de las ciencias, nos hace conscientes de que tal sociedad no puede validar salidas simbólicas integrales a las crisis de sentido generadas por el caos. En esta situación, la concepción de un ser humano que pueda sintetizarse en frases como “ser racional” o “ser político” o “ser económico” se ve como una deformación conceptual que polariza un sólo punto del sistema de sistemas que es la especie humana, concepción que anula o supedita los demás sistemas y provoca crisis sicosociales más agudas. Esta situación crítica ha tenido como respuesta, en los últimos años, un crecimiento desmedido de las perspectivas fundamentalistas que tratan de controlar sin éxito la situación caótica de unas sociedades que están muriendo. Así Geiko Müller llega a la conclusión siguiente:

He tratado de describir los sistemas fundamentalistas como una manifestación patológica de profundos desequilibrios. Vivimos una época en la que se está abriendo paso, a velocidades insospechadas, un cambio de civilización que va a arrastrar consigo a todas las culturas y sociedades. Por eso no nos puede extrañar que surjan por todas partes reacciones fundamentalistas. Como acabamos de exponer, la profunda crisis mundial de nuestros días pone a dura prueba nuestras confianzas más fundamentales y toda nuestra capacidad de transformación creativa. Por eso, si nos preguntamos por una posible superación del fundamentalismo, tendremos que responder primero a esta otra pregunta: ¿Se puede mantener hoy en día, en nuestras circunstancias de un inminente fin de la Historia y de un empobrecimiento galopante, nuestro viejo sistema de una confianza radical? ¿No deberíamos inventar un nuevo sistema de seguridades?...Si el fundamentalismo -como hemos dicho- es expresión de un desequilibrio colectivo y de un creciente endurecimiento del corazón humano, todo intento de superarlo deberá partir de una general empatía y de un esfuerzo de comprensión. El fundamentalismo no es campo para una confrontación directa, no se le puede combatir...Es deber, ante todo, de las principales religiones desarrollar nuevas directrices de carácter espiritual que puedan infundir al hombre moderno, sumergido en este torbellino de la historia, nuevas esperanzas y nuevas energías vitales. La memoria de la humanidad rebosa de imágenes y de toda clase de símbolos que expresan la sacralidad y la dignidad de la vida, la responsabilidad por establecer la justicia, la alegría de la vida humana vivida en plenitud, dicho en una palabra la paz (Shalom). Si conseguimos renovar todo el cúmulo de energía de nuestras tradiciones y, sobre todo, reconstruir una sociedad sólida que sea fuente de una nueva esperanza, tal vez logremos una superación, mejor dicho, una curación del fundamentalismo.

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1 Geiko Müller-Fahrenholz «¿Qué es el fundamentalismo contemporáneo?

Perspectivas psicológicas.» en Concilium # 241, junio de 1992. Separata,

pp.414-415.

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Si seguimos la propuesta del prof. Müller, debemos abrir el trabajo intelectual y, en particular el teológico, a la creación de una nueva epistemología que pueda generar, no ya, una explicación o una conceptualización de tales energías profundas sino una potenciación de esas energías por medio de la evocación. Lo simbólico se torna el campo de batalla para la potenciación de las energías más profundas de la especie humana que no se ha rendido en su esfuerzo por sobrevivir. El fundamentalismo, aún con su carácter patológico, debe ser comprendido en su raíz como sed de vida y como búsqueda de hacer habitable un mundo que se percibe como hostil e inhumano. En consecuencia con esta perspectiva, la forma apropiada de entender a esta especie humana debe estar orientada por la impronta de la conectividad de los diferentes sistemas que la conforman y la hacen ser lo que es: una comunidad plural y de relaciones complejas. Esto supone una crítica a la compartimentación y fragmentación que la visión científico-tecnológica ha impuesto como referente absoluto. Un ejemplo del problema de esta polarización y especialización de acercamientos analíticos se puede observar en la cantidad de especialidades médicas que se han desarrollado en los últimos 20 años. Así, si una persona tiene una dolencia en los huesos, otra en el estómago y padece de migrañas debe remitirse a tres médicos diferentes. En un sentido, tal polarización de las mismas especialidades médicas indica que el cuerpo humano como un todo ha sido finamente transformado en una serie de sistemas independientes y autónomos impidiendo una visión más total y sistémica de algo tan básico y concreto como lo es el mismo cuerpo. De igual modo pecan las llamadas propuestas de medicina alternativa o tradicional al no incorporar los aportes de la ciencia moderna y su tecnología en la terapia de un paciente. Estas distorsiones prácticas y conceptuales impiden crear las condiciones para proponer un camino más humano y eficaz en la terapia de diversas enfermedades. Se requiere de una teoría más compleja y flexible que permita incorporar de manera apropiada diferentes ramas del conocimiento humano sea científico-tecnológico o tradicional. Tales distorsiones, con las particularidades propias afectan también el problema de la hermenéutica bíblica en el contexto de finales del siglo XX: hace falta una visión sistémica tanto del ser humano actual como del antiguo, es decir, una antropología sistémica más compleja y por ende más rica, y que al mismo tiempo sea una perspectiva que, aunque acepte la especialización, tienda a la multidisciplinariedad. La fe, desde la perspectiva de la especialización de las ciencias y entre ellas las bíblicas supone un problema epistemológico que afecta la comprensión fundamental de lo humano e impide un acercamiento más profundo a los textos bíblicos mismos. La lectura de un texto bíblico desde un acercamiento científico particular o desde una clave hermenéutica específica refleja la misma fragmentariedad característica de los procesos de especialización producidos por la modernidad. En esta línea, el fundamentalismo, que sigue el mismo camino de la polarización y fragmentación trata de organizar el caos a partir de la misma premisa, que consideramos falsa, de poder aportar referentes absolutos algunos reciclados del pasado a una situación totalmente nueva: remiendos inútiles de paño viejo para arreglar el proceso de producción de una paño nuevo. Al contrario del fundamentalismo y de la misma visión prepotente de las ciencias y la tecnología, lo que proponemos es una reconstrucción de los orígenes de la vida humana mas integral, en donde resalte su multisistematicidad, su fragilidad y su capacidad simbólica como mediación básica organizadora del conocimiento y por ende de la misma vida. Entendemos que la racionalidad es sólo una manifestación de esa capacidad simbólica. La unicidad del ser humano y su vinculación genética con la naturaleza en igualdad de condiciones con las demás especies animales y vegetales y las fuerzas físicas que aportan las condiciones primigenias de la creación, es fundamental para reubicarnos en un mundo de fracturas, rupturas, separación, racismo, sexismo, y clasismo. En la reconstrucción de este origen piscobiológico, el ser humano debe renunciar a la arrogante presunción de poder controlar todas las variables que componen lo que hasta ahora ha sido “Su” entorno. El ser humano es tan

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imagen de Dios como lo es una rata, una violeta o una piedra. Dios plasmó en el acto creador primigenio el sello de la solidaridad entre todos los componentes de eso que llamamos universo. Pero, el ser humano sí tiene un elemento particular que lo define y este no es su racionalidad sino su capacidad simbólica como mediación biológica que posibilitó su sobrevivencia. Esta capacidad es la marca básica de la experiencia de que siendo una criatura verdaderamente frágil con sus sentidos diezmados por el desarrollo de un cuerpo nuevo de posición erguida y con pulgares opuestos, logró sobrevivir frente a especies más desarrolladas biológicamente. Por eso el símbolo arquetípico más arraigado en la conciencia humana es el de la victoria de lo pequeño frente a lo grande, de lo frágil sobre lo poderoso. La especie humana desarrolló los medios para pasar de víctima de las condiciones naturales (otros depredadores, clima, enfermedades) a sobreviviente y luego a dominador y depredador. Los símbolos de este tránsito están esparcidos por toda la Biblia, siendo dos particularmente claros: el éxodo y la entronización de Jesús de Nazareth. En estos dos acontecimientos la especie humana concentra el increíble nuevo lugar psicobiológico que le ha permitido a la especie sobrevivir en un mundo más poderoso y hostil. Afirmar la victoria de los pequeños y frágiles sobre los poderosos es afirmar la experiencia más íntima de la especie y abrir el depósito de energía vital que nos hace seguir luchando cada día por un orden alternativo en donde la vida de los pequeños y frágiles sea posible. Este es el sentido profundo de la frase, lema e inspiración “una sociedad en donde quepan todos”. Esta experiencia íntima es la que conforma el mito. El mito, no los mitos particulares, es un lenguaje fundamental del ser humano que le permitió ir creando una memoria psicobiológica de la historia evolutiva de la humanidad. Desde este punto de vista, el mito, es el protolenguaje humano aún previo a la cultura o el suelo fértil en donde esta emerge como mediación neurobiológica para la sobrevivencia de la especie. El mito nos alcanza a todos porque es la matriz que la evolución nos proveyó para crear los diversos lenguajes. Es aquí en donde una perspectiva antropológica alternativa puede potenciar las energías profundas que G. Müller señala, están presentes en las religiones. Como protolenguaje entendemos que es un sistema matricial generador de otros lenguajes y que por esta capacidad dinámica requiere de constante actualización y adaptación de sus líneas energéticas fundamentales, a estos procesos les hemos dado el nombre de remitologización. En estos momentos de la historia humana, la remitologización debe darse en el contexto de las ciencias y la tecnología que son pilares del desarrollo cultural de finales del siglo XX. Se trata de buscar en las diversas experiencias culturales los elementos que nos ubican en las luchas más fundamentales de la especie y que están “guardadas” en el mito como protolenguaje humano. Así, algunos científicos y el nacimiento de ciencias fronterizas, que vinculan campos hasta ahora excesivamente compartimentados, como la psicobiología o la neurosicología o la misma física cuántica, están orientándose, según nuestro criterio, hacia la construcción de una nueva antropología que nos descubre la aterradora realidad de que la autodefinición humana (teológica?) de ser la especie corona de la creación no sólo es falsa sino totalmente imposible. Esto nos lleva a la creación de remitologízaciones que orienten de manera fresca los graves problemas que la especie atraviesa en este momento: estamos al borde de la extinción, o lo que es más grave, unos sectores de la especie tienen el poder absoluto en sus manos para provocar sistemáticamente la extinción de grupos y razas humanas que, en la dinámica social, han quedado sin posibilidades de sobrevivir, esto sin mencionar otros animales y vegetales. Sin embargo, parece que aún no existe claramente la conciencia de que la crisis ecológica no es la destrucción de la raza humana en un futuro por la falta de recursos o energía o alimentos, sino la extinción de diferentes grupos humanos, grupos tan irremplazables y sagrados como lo son las ballenas o las focas que atraen tanto la atención de la piedad del primer mundo. La catástrofe ecológica real y de la cual penden otras es que algunos sectores de la especie han decidido que para sobrevivir ellos, alrededor de 2 tercios de la humanidad puede o debe ser sacrificada. El costo “humano” del nuevo orden mundial supone la ruptura con el símbolo matricial más relevante contenido en nuestra memoria genética: la sobrevivencia maravillosa de lo pequeño y frágil. Quienes han decidido que esta pérdida es

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“aceptable” han roto el vínculo primigenio de la especie y abren el espacio para el nacimiento de otro tipo de ser, una especie nueva que en su actualización del depósito mítico ha roto el paradigma fundante de de nuestra identidad humana. Por lo que luchamos, entonces, no es sólo (como si esto fuera poco), por la sobrevivencia de los más pequeños, sino por salvaguardar la sabiduría más profunda de la creación y de la creación humana como experiencia particular. En otras palabras, nos resistimos a dejar de ser humanos. Si las fuerzas que tienen el poder sobre la vida y la muerte de los grupos más frágiles de la especie ganan, el ser humano, como lo hemos conocido o intuido, se habrá extinguido completamente. Por esa razón el esfuerzo que hacemos se torna en una lucha cósmica y ecológica. El uso creciente de la palabra ecología/ecológico supone este retorno a una visión integral del ser humano. Se trata de un esfuerzo por reencontrarnos como parte del universo en oposición a la visión más fragmentaria de nuestra cultura que nos define como “señores” de la creación. El fin de milenio nos ha puesto la agenda de determinar si la especie humana seguirá existiendo o si terminará en los museos lado a lado con el Neanderthal.

1.2. EL C O S M O S C O M O S I S T E M A D E S I S T E M A S

La tensión entre caos y orden es una clave básica para captar la angustia de los diversos sectores de una sociedad cuando en su seno brota la discrepancia con y la falta de confianza en el orden que los integra, aún y cuando, esta integración esté fundamentada en la más terrible injusticia. De ahí el dicho popular “más vale lo viejo/malo por conocido que lo nuevo/bueno por conocer”. Este dicho entraña el deseo de mantener la vigencia de referentes que están entrando en crisis (de ahí las nuevas alternativas), al mismo tiempo que debe tomar posición frente a otras opciones nuevas que tales crisis generan. En este sentido los conceptos “nuevo” y “viejo” suponen dos matrices simbólicas que tienen el poder de orientar las prácticas humanas antagónicamente pero al mismo tiempo generando una dinámica individual y colectiva ambigua. El ser humano vive en ambas dimensiones al mismo tiempo, destruyendo cualquier concepto de coherencia. La condición humana por su carácter comunitario no puede polarizarse de forma absoluta en cualquiera de tales categorías sin padecer una crisis psico-social de magnitudes insospechadas. La ambigüedad es una vía natural de resolver las tensiones entre la preservación de un orden dado y la inevitable urgencia del cambio. El cambio es esencial para la sobrevivencia de la especie humana pero al mismo tiempo es la fuerza que empuja a la colectividad humana hacia el caos de lo nuevo y lo desconocido generando un profundo sentimiento individual y colectivo de destrucción. Esta ambigüedad es expuesta de múltiples formas en nuestro presente. Siendo Cuba un espacio histórico en donde la fuerza y persistencia del cambio ha levantado los terrores más profundos de las sociedades capitalistas de América Latina, la ambigüedad de sus prácticas sociales y culturales es mostrada en la película de mediados de los ochentas El retrato de Teresa. Allí se describía el problema entre el desarrollo de una nueva cultura y por ende del nuevo papel social de la mujer en la revolución y el machismo imperante en los hogares cubanos. El cine cubano es una muestra del esfuerzo de una sociedad que necesita clarificar sus ambigüedades con el propósito de formar un nuevo orden más humano. La criticidad manifiesta en El retrato de Teresa y en la aclamada Fresa y Chocolate es el espíritu de lo nuevo que siempre empuja hacia el abismo los temores profundos de una sociedad que procura vivir lo “nuevo” sin renunciar del todo a lo “viejo”. Tanto “lo viejo” como “lo nuevo” son fuerzas profundas del ser mismo del ser humano que luchan por mantener o desarrollar la vida. Se debe tener presente que es propio de un orden particular tender a prevalecer y preservarse aunque sea incapaz ya de sustentar la vida de la comunidad, esto aún a costa de su mayor riqueza: la vida humana (así pueden leerle los discursos y las prácticas del estado de seguridad nacional). Desde ese orden, el caos de lo nuevo, tenderá a ser valorado como destrucción y aniquilación de esa vida que, de por sí, está siendo aniquilada dentro del orden prevaleciente. El orden es creación humana, necesaria, pero al mismo tiempo, una vez consolidado, tiende a proyectarse como inevitablemente absoluto y sagrado, proyectando sus fundamentos más positivos como motivaciones trascendentes válidas a tiempo y destiempo, es decir, valores eternos e inmutables que ocultan o justifican sus dinámicas más aberrantes. Este paso de lo necesario a lo indispensable supone en sí una urgencia de

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validación y por eso genera paralelamente el nacimiento de diversas reacciones críticas que son valoradas por ese orden como caos y reprimidas sin misericordia. Por ello el caos supone la única posibilidad de que la comunidad humana dentro de un orden inhumano, recupere la energía necesaria para transformar tal orden y producir otras alternativas. Existe hoy una visión del mundo, desde la perspectiva del desarrollo de las ciencias y la tecnología, que se presenta y se autovalora, como principio objetivo y comprobable de razón y bondad. El progreso sería el fundamento del orden verdadero del mundo y por ende matriz de una espiritualidad fundamentada en el desarrollo. El imperativo “Creced y multiplicaos” es comprendido desde este contexto matricial como tecnología de punta y mercado total. Al mismo tiempo la construcción de la realidad que esta perspectiva impone y promueve está fundamentada en la autonomía de la especialización y la articulación procesual de los diversos estadios de la producción. Desde este contexto, el orden del mundo depende del aislamiento y la soledad, en donde el ser humano, comunitario de por sí, queda fracturado por las condiciones sociales de su existencia y vinculado a la colectividad, al mismo tiempo, por medio de las redes de TV y la internet. El olor de los seres humanos que habitan una misma casa queda filtrado por el olor del plástico, procesadores y las imágenes de video, perdiéndose así el impacto creativo de la relación cara-a-cara. El ser humano del siglo primero y hasta muy entrada la edad media (para no decir aún hoy en la mayoría de nuestros países “sub-desarrollados”) vivía fundamentado en las relaciones cara-a-cara con otras personas, pero a la vez, era un ser en relación personal o casi personal con las fuerzas que dinamizan el mundo. El mundo de aquellos seres humanos era un ámbito ordenado que estaba constituido por la articulación regulada de diversas fuerzas en donde ese ser humano era una de ellas. Lejos de la visión moderna que puede dividir tal ámbito ordenado en segmentos y estudiarlos de forma autónoma, el ser humano antiguo vivía como si el destino estuviese “escrito” de modos diversos en la cotidianidad y en la naturaleza. De aquí nuestra incapacidad para comprender el culto al emperador como soporte del orden del mundo, como protección contra el caos destructor y por ende como punto convergente de todas las fuerzas que posibilitan la vida, tal y como se observa en la siguiente cita:

Puesto que la eterna e inmortal naturaleza del Universo, a más de los sobresalientes beneficios, concedió graciosamente a los hombres el mayor bien, al traernos en nuestra vida feliz a César Augusto, padre de su propia patria, la diosa Roma, y Zeus Patroos y salvador del común género humano, cuya providencia no sólo ha colmado sino sobrepasado las súplicas de todos -pues están en paz la tierra y el mar, florecen las ciudades en el orden de la ley, la concordia y la prosperidad, y hay sazón y fruto de todo bien, estando llenos los hombres de buenas esperanzas para el futuro, y de tranquilidad de ánimo con respecto al presente...

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Podemos leer esta cita tomada de una inscripción de la época de Augusto como una manipulación del poder político sobre los pueblos sometidos militar y culturalmente. De hecho lo es, a tal punto que, a partir de esta cita, no podemos valorar o se nos impide valorar el costo humano de esta augusta tranquilidad que se alaba en el texto. Sin embargo, el mismo texto nos pone en contacto con una perspectiva de la realidad como un todo:

a. César y Roma fueron el gracioso designio de la naturaleza eterna e inmortal del Universo. b. Felicidad, paz, crecimiento de las ciudades fundamentadas en el orden de la ley, concordia y prosperidad

son el producto, en última instancia, de la naturaleza del Universo que se manifiesta en Augusto. c. Esperanza hacia el futuro, tranquilidad y ánimo en el presente son los movilizadores de la vida humana y

los elementos básicos que la posibilitan.

2 Leipoldt y Grundmann. El mundo del N.T. Vol. II, pag. 116-117.

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El texto nos remite a una concepción integrada de diferentes aspectos de la realidad humana y por ende trasciende el puro análisis político e ideológico con que nos hemos acercado analíticamente a tal fenómeno de la antigüedad. No se trata de acercarnos con ingenuidad a las acciones opresoras o represoras que fueron desarrolladas como parte de este ordenamiento augustiano para desvalorizar su costo humano, sino tratar de percibir la distancia de nuestro análisis político e ideológico que compartimentaliza la realidad en aspectos casi autónomos y, comprender, que esta inscripción participa de una visión central de mundo en donde el ser humano no puede vivir sin orden y el tal, por más arbitrario y represor que fuese o sea, es mucho mejor que el caos. El orden del mundo allí propuesto, que nosotros no podemos casi ni imaginar por nuestra nueva condición vital, implica que todos los componentes de la dinámica humana y natural están interligados en un sólo sistema cuyo pilar, desde el punto de vista antropológico es el rey o el emperador o el Templo, o todos integrados en el “orden natural” del cual depende la vida. Duramente hemos reaccionado cuando, por ejemplo, el televangelista Jimmy Swaggart apoyó, valorando como instrumento de Dios, al presidente costarricense Alberto Monge mientras este se prestaba a la guerra sucia contra Nicaragua. ¿Creía Swaggart en la autenticidad de sus propias palabras o sólo fue una cuestión de estrategia política? Quizá fue sólo lo segundo pero ¿cómo asumieron estas palabras quienes escuchaban su mensaje por televisión? Estamos seguros que para muchos, aun los más pobres, Nicaragua constituyó la amenaza del caos, de la construcción de un sin-lugar que conduce a la muerte del orden del mundo que conocían y que aún oprimiéndoles, les parecía mejor que la nada caótica y aterradora de lo nuevo. La hermenéutica bíblica enriquecida con el lenguaje del mito permite captar estas tensiones como dinámicas pluridimensionales de la realidad de la colectividad humana en donde diversos grupos hacen lecturas y actualizaciones divergentes de estas luchas y orientan sus energías en diferentes prácticas que pueden producir resultados verdaderamente renovadores o claramente destructivos. El mito, no los mitos, es un lenguaje matricial que recoge la dinámica de la especie humana en su esfuerzo por sobrevivir. La recoge de manera no consciente y la mantiene latente y viva por medio de la evocación. Todas las producciones sociales, culturales e intelectuales se alimentan de este lenguaje lo actualizan y redimensionan.