Terapia de pareja

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Terapia de pareja El objetivo de las terapias de pareja es evaluar de forma conveniente las dificultades de la relación, como pueden ser los déficits en la comunicación en la solución de conflictos y buscar nuevas opciones alternativas de relación, según las peculiaridades y necesidades de cada pareja y de cada entre los miembros que la componen. Aunque la terapia de pareja ha pasado por una fase de impasse (Jacobson & Addis 1993; Gottman 1998 ), en el intento de superación de estas limitaciones, se han ido añadiendo factores en las intervenciones, incorporándose últimamente elementos básicos en la relación interpersonal como son la amedrentad y la emoción (Christensen, Jacobson, Babcock, mil novecientos noventa y cinco, Jacobson, Christensen, 1996, Cordova y Scott, dos mil uno). Hasta hace poco la inmensa mayoría de las parejas estaban constituidas por un par de personas de distinto sexo que en función de diferentes razones decidían compartir su cuerpo, apoyarse mutuamente en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza, hasta que la muerte los apartase. Por ejemplo la exclusividad en el momento de compartir el tiempo de ocio ha cambiado notablemente; si bien no ha sido jamás determinante para el hombre, ahora cada vez es menor la demanda y mayor la libertad de cada miembro de la pareja para tener sus instantes de ocio independientes. Las necesidades y objetivos que cada miembro quiere solucionar con el dinero se explicitan en la comunicación y comprensión mutua y debe existir un método para fijar las prioridades a las que se va a aplicar la cantidad disponible. La solución de los inconvenientes que se presentan a la pareja debe partir de que los 2 son capaces de comunicarse y precisan también tener capacidad de generar alternativas y valorarlas para la consecución del fin propuesto.

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Terapia de pareja

El objetivo de las terapias de pareja es evaluar de forma conveniente las dificultades de la

relación, como pueden ser los déficits en la comunicación en la solución de conflictos y buscar

nuevas opciones alternativas de relación, según las peculiaridades y necesidades de cada

pareja y de cada entre los miembros que la componen. Aunque la terapia de pareja ha pasado

por una fase de impasse (Jacobson & Addis 1993; Gottman 1998 ), en el intento de superación

de estas limitaciones, se han ido añadiendo factores en las intervenciones, incorporándose

últimamente elementos básicos en la relación interpersonal como son la amedrentad y la

emoción (Christensen, Jacobson, Babcock, mil novecientos noventa y cinco, Jacobson,

Christensen, 1996, Cordova y Scott, dos mil uno).

Hasta hace poco la inmensa mayoría de las parejas estaban constituidas por un par de

personas de distinto sexo que en función de diferentes razones decidían compartir su cuerpo,

apoyarse mutuamente en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la

alegría y en la tristeza, hasta que la muerte los apartase.

Por ejemplo la exclusividad en el momento de compartir el tiempo de ocio ha cambiado

notablemente; si bien no ha sido jamás determinante para el hombre, ahora cada vez es

menor la demanda y mayor la libertad de cada miembro de la pareja para tener sus instantes

de ocio independientes.

Las necesidades y objetivos que cada miembro quiere solucionar con el dinero se explicitan en

la comunicación y comprensión mutua y debe existir un método para fijar las prioridades a las

que se va a aplicar la cantidad disponible.

La solución de los inconvenientes que se presentan a la pareja debe partir de que los 2 son

capaces de comunicarse y precisan también tener capacidad de generar alternativas y

valorarlas para la consecución del fin propuesto.

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No obstante, desde la psicología clínica poco se ha investigado sobre estos 2 conceptos y hasta

hace pocos años no se habían incorporado de forma esencial a los tratamientos (’ Leary y

Smith, mil novecientos noventa y tres).

Si el enamoramiento nos lleva a actuar se realizan acciones para hacer feliz al otro, nos

abrimos y comunicamos con él y establecemos una serie de nudos que dan como desenlace un

intercambio de conductas reforzantes que hace que la relación se mantenga de manera

armoniosa de forma indefinida.

Si bien el enamoramiento como emoción nos predispone a la aceptación incondicional del

objeto de nuestro amor, cuando el enamoramiento se hace más enclenque, la aceptación se

ve mediada por los usos y normas sociales, por las influencias externas y por los criterios

personales.