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j 193p ^ SERVICIO DE PUBLICACIONES AGRICOLAS ^ Año XXIV. t = Febrero. Núms.3•4. ulen las plde ratis a • se remlten E t N g . a q olas ^ s es • D111ISTERIO DE ECOiC0611í1 Hojas ^iuulgadoras = DIRECCIÓN GENERAL DE AGRICULTURA ^ ---- I.a FÓRlIi1L.^ UE I,a A(^IiIi'^tiL'1'UHA por AN"1'ONIO GASC tilIlzflMON, Jefe del cio de Publicaciones colas. 'i. Los dineros del labrador. 1.)icen de los dinercls del sacristán, que cantando vienen, c^ln- tan^lo se ^-an. Los dineros del labrador, muy al contrario, lleg^an tra^ larg<I serie de esfuerzos en el culti^-o y en la lucha contra l,i^ ^^la^as, y tras no menos sobresaltos por la seduía o la llu^ria c^cesiva, las heladas ^^ los calores, el pedrisco, etc., etc. Tan difícil, o m^ís, que producir bien, resulta lue^o hacer ^lue lo proclucido ^^alga, alcanzar la recomhensa del dinero y el tr^ihajo puestos. El as;ricultor, en su afanosa tarca, ha creado un ^-al^^r. l'ero no puede hacerlo efectivo sino lle^rando los proauc- tos al mercado. 1^ esto es hoy lo terriblemente dihcultoso. 1 uestros abuelos pro^lurían casi etclusi^-amente hura el con- sumo l^^cal. De tiempo en tiempo, acuaían ^tl mercaclo de lrt ciu- d^la vecina, ^^enciían sus productos sobrantes, hacían sus com- hr^ts, ^•ivían horas de ^^ida más intensa ti- ^ olvían contentos. So- lí^tn ^•anagloriarsc, ipohrecillos!, de que en 1^^ pugna por el ílltimo real discutiao habían sido los más listos y los vence- <lores. Las cosas han cambiado hor comhleto. llependemos to^los ^lel resto del mundo, y el mundo entero, de nosotros. En los abo- I^o^, insecticidas, utensilios y m^íquinas que emplea el agricul- ÓN ^' Servi- A^-rí-

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j 193p ^ SERVICIO DE PUBLICACIONES AGRICOLAS ^ Año XXIV. t= Febrero. Núms.3•4.

ulen las plderatis a• se remltenE t N g . aqolas^ s es •

D111ISTERIO

DE ECOiC0611í1

Hojas ^iuulgadoras= DIRECCIÓN GENERAL DE AGRICULTURA^ ----

I.a FÓRlIi1L.^ UE I,a A(^IiIi'^tiL'1'UHApor AN"1'ONIO GASC

tilIlzflMON, Jefe delcio de Publicacionescolas.

'i. Los dineros del labrador.

1.)icen de los dinercls del sacristán, que cantando vienen, c^ln-tan^lo se ^-an. Los dineros del labrador, muy al contrario, lleg^antra^ larg<I serie de esfuerzos en el culti^-o y en la lucha contral,i^ ^^la^as, y tras no menos sobresaltos por la seduía o la llu^riac^cesiva, las heladas ^^ los calores, el pedrisco, etc., etc.

Tan difícil, o m^ís, que producir bien, resulta lue^o hacer^lue lo proclucido ^^alga, alcanzar la recomhensa del dinero y eltr^ihajo puestos. El as;ricultor, en su afanosa tarca, ha creado un^-al^^r. l'ero no puede hacerlo efectivo sino lle^rando los proauc-tos al mercado. 1^ esto es hoy lo terriblemente dihcultoso.

1 uestros abuelos pro^lurían casi etclusi^-amente hura el con-sumo l^^cal. De tiempo en tiempo, acuaían ^tl mercaclo de lrt ciu-d^la vecina, ^^enciían sus productos sobrantes, hacían sus com-hr^ts, ^•ivían horas de ^^ida más intensa ti- ^ olvían contentos. So-lí^tn ^•anagloriarsc, ipohrecillos!, de que en 1^^ pugna por elílltimo real discutiao habían sido los más listos y los vence-<lores.

Las cosas han cambiado hor comhleto. llependemos to^los^lel resto del mundo, y el mundo entero, de nosotros. En los abo-I^o^, insecticidas, utensilios y m^íquinas que emplea el agricul-

ÓN ^'Servi-A^-rí-

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tor, en su aliment^iciún, su vestido y su ^-ivienda, entran m<<te^riales procedentes de las cinco partes del mundo }^ trahajo henc^^por hombres de toaas las razas. En cambio, los vinos, los acci-tes, las frut<is, el corciio, muchos productos esp^rñoles se repar-ten por todo el planeta.

E1 mercado est^í en todas partes, lo cual equiv^ile a no est^iren nin;;una. Es como un mundo separado, en que no tiene entr<i-da el agricultor. Este ]lega a la puerta y allí se detiene. Recí-benlo unos señores mu^- amables, que se declarun a su servicio.Eapone sus deseos. Le contestan, siempre finísimos, tras rápidaescapada al interior, oculto a las miradas indiscretas: «Lo que^necesitas vale tanto. E1 mercado no lo da por menos. Lo senti-mos mucho,» O bien: «"l^tí producto sólo vale cu^ínto. F_1 merc,idono pa;;a más. A'os apena decírtelo.»

Nuestro agricultor se retira dolido, con la intuici^ín de yue ^iél puclier^l entrar se defendería mejoi; I^'ero sit;uc en la m<ís cles-ventajosa de las situaciones. Como la industri^i est^í mejor nr;.^,i-nizada que la al;ricultura, el labrador compra ^i precios recar^a-^dos clel detall ^- vende a precios mu}^ mermados de al por ma-yor. Y se da el caso curioso de que parecen precios tanto más^de al por ma^^or, es decir, más reducidos, cuanto menor canti^ladvende.

^'a est<í nuestro hombre en posesión de un pu^iaclo cle mone-das. D1il garras poderosas se las van arrebat^indo, y^racias yueno le arañen de camino. AIientras tanto, aquel producto su^-i^,tan baratito en su ori^^^en, se ha ^-uelto carísimo cn el viaje hari^ilos c^nsumidores. 1' el agricultor, aturdido, ovc voces irritacl<isacusándole de avaricioso v encarecedor de la vidn.

En to^lo ha}^ ezcepciones. Al ;una vez se h^in dejado tent.u-los agricultores por el demonio cle la codicia Hay también yuie-nes clel campo ^-i^-en ma^^ní6camente, por su suerte, su habili^l^i^l

o su ^ran haciendsi. Pero el agricultor cle tipo medio piensa, ^•o-lérico o .resignado (es^^ es cuestión ^le temperamento;, que es la^-íctima de todos. O uizás lo sea de su inerci^i _y de su desetti^lo,Pero, de todas suertes, junto al dicho vul^ar debe pooerse otro:

Los dineros del ]ahrador, con san^re se ^anan, se ^^an rondolor.

1L-La tórrnula irlandesa.

^iay yue procl^imarlo asf y hacerlo reconocer. I I^i}- yue re-mediarlo también. E1 procedimicnto es c.onocido. C>tros patlc-

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cieron el mismo m<il, supicron ^encerlo y clieron ejemplo almunclo.

Los daneses fueron los primeros y si;;uen sienclo los :;randes

maestros. 1'ero quien l^rccisG m^ís eoncretamente los términos

ha siclo un irl^ ►nd^s, Sir I loracio 1'lunl:ett, princihal promotor cle

la re^eneraci^^n económicu cle su h^lís. 1^1 lema constante de su^

campañas, universalmcnte conociao ho5- con el nombre c}e «la

f^írmula irl^mdes^i», fu^ éste: Rr^ttc';' ^(71'11ZTN,^, 13ctfc'r Brr^f)re.^^,

l3c'tter I_rz^r-n,. I_o cual puecle traducirse: C^-i.-ri^-.ax ^t^,^or,, -ru.^-

ric_^r. an.^oiz, ^-i^-iiz ^ii^._i^,^z.

Plunhett enseñó a su^ pais^tnos cí^mo habí<in de hacer estastres eosas. Culti^•^ir mejor snpone la ahlicación de ]os conoci-mientos científicos y de las mejoras técnicas a la a^ricultura,con la guía de personcis ^iutorizad<is. \"i^-ir mejor supone la ple-na satisfacción de las nccesidades vitales de tocla la pol^laciúncampesina, el culti^-o ^le} espíritu y]a reconstrucción de 1^1 ti-iclarural, en su aspecto sorial, con la mira de ^ic<ibar con la c]isha-ridad ^le los atracti^-os ^le la ciuda^l y dcl cam}^o.

^1.nte amh^is cosas, tr^n amplias, de orden tan. elevado, harece^lue el «traficar mejor», es Qecir, comprar hien los medios nece-sarios y^-ender con ^-entaja los propios productos, ha de seral^o secunclario y subordina^lo. Yues la gran lección de H. oracio!'lunl.ett consistio precisamente en señalar que el I3ettcl' L'resi-)r.ess es la clave dc todo.

Los hechos le dieron la razón. Cu<u-enta ^iños de expericnciaincesante no dejaban lu;;-<lr a^íuda. ^ti' la Conferencia lmherialde julio de 1^1?-4, en Lonclres, votó por unanimidad, a propuestade C. ^1. Dunnin^-, primer ministro dc Sasl:atche^^-an (Canadál,una resolución clc^-anclo la fúrmula irlandesa a fórmula del im-perio brit<ínico. l" podríamos añadir que del mundo todo; pueslo quc en esta m^lteria c:on^-en^a hor i};ual ,i }a a;-ricultur^ti deIn^laterra, de Escncia, cle frlanda, de} C^tnadá, de .^ttstr^ilia, de],i Tnaia }- clel Africa cle} Sur, países de naturaleaa, clima, pm-elucciones y}^ohlaci^ín t^ui cliferentes, con^-eudr^í, de se^ur^^, sal-^^o excepcidn rarísima, .^ cualquier otro país.

Dos meses antes (mayo cle icl?-l), la Comisibn olicial in^^1esa(_lgricultural lrihunal c^f fm•estiti<ltion) decía en el p^írra[o l^ficle su informe final:

a'L iene razbn Sir IIoracio I'luizl,ett, no súlo en su f^írmula de«cultivar mejor, tralictlr mejor, vi^•ir mejor», sino en poner cierelieve que el «h-aticar mejor» es el punto central del prohlema.^Iejorando e} aspecto comercial es como únicamente huecle

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librarse el agricultor de ser e^plotado por otros intereses mássuperiormente organizados... I" si este elemento de cooperációneconfimica se retrasa, puede asegurarse que padecerán tanto el«cultivar mejor» como el «vivir mejor».

II(. - ^Ay de los aislados!

Qued^íbamos en que la fórmula de la Agricultura es la de«culti^^ar mejor, traficar mejor, vivir mejor». Y en que el «trafi-c<^r mejor» es lo fundamental. Pues mientras el labrador no estéseguro de recoger el premio de sus afanes, no podrá elevar elnivel de vida del campo ni aplicar todos los adelantos al cultivo.

Cuanto más se esfuerce en la producción, sin asegurar alniismo tiempo el comprar y vender mejor, tanto más trabajaráp^ira los otros. Así, las abejas se matan atesorando miel, creyen-do que será para ellas, y no se les deja sino lo justo para soste-nerse. El sic z^os, iro^a vobis, de ti"irgilio, sigue repitiéndose alcabo de dos mil años.

EI agricnltor necesita comunicación directa con el mercado.I'ero ya lo vimos detenido a la puerta. Y de ordinario poco lo-;;raría con entrar. Se encontraría en un mundo nuevo, donde seh^tblan lenguas para él desconocidas. Allí están los comprado-res de su producto, pero no acierta a distinguirlos entre la mul-titud. Si los divisa, no le es fácil llegar a ellos, porque le salenal paso, como otras tantas barreras o como otros tantos ]aberin-tos interpuestos, la diversidad de gustos y de usos comerciales,las tarifas aduaneras, las cuestiones de moneda y las de trans^portes, la necesidad de operar en grande _y de asegurar un abas-tecimiento regular y sostenido, la de tener medios de trabajoabundantes y un gran fondo de movimiento. Esto suponiendoque todos le dejen en paz y nadie se ponga a estorbarle, ni leechen la zancadilla a la primera ocasión.

Las dificultades son enormes. No llegan a uno de cada millos productores capaces de vencerlas. Terrible amenaza. Si elproductnr agrícola raecesita para salvarse operar en el mercadoy no pirc^le operár por sí, parece perdido, como si pesara sobreél una eterna maldición.

No es así, por fortuna. El cerco no está completamente cerra-do. Lo imposible para los agricultores sueltos es facilísimo par<^los a^;ricultores unidos. Esta fué la gran lección que dieron almundo los daneses en los años de mil ochocientos ochenta vtantos, los irlandeses casi al mismo tiempo, y después, tantos y

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tantos países, hasta culminar en la g^igantesc^^ e^periencia delCanadá, lanzada en 19?:^, ^^ que en 192^ ^-a habia logrado untriunfo avasallador.

El irremisiblemente perdido es el productor aislado. Véasecómo se expresa I3ranson, uno de los más distin^uitlos profeso-res de Economía a^rícola ^le los Estados Unidos:

«I_os daneses estaban resueltos a pag^ar el precio del triunfo,sin importarles el coste, porque el fin perseg^uido bien merecí^iel esfuerzo. Tenían bast^inte sa^acidad para ^^er que el meroproductor de riqueza lirn±a, en caalquier tierra o país, es in-evitablemente el hombre quc solamente logra ]a mínima parte ^l^la riqueza que produce. i1o necesitaban que les dijeran que clignorante pescador de perlas lleva poco más de un taparrabos,que el minero de oro arr^inc^l con su pico adornos p^^ra los caba-Ileros y las damas de todo el mundo, que cualquier riqueza pro-ducida por un agricultor i;;norante va a ser consumida en lasmesas del banquete de la inteligencia, qire tn^^o cl »rtrtarlo ^^stcíor^airisarlo coratra el ra^^•irrrltor aislaclo ^^ que el a^ricultor quepermanece sólo es fácil presa de las grandes organizaciones ^lenegocios».

Hay que unirse. Pasaron ^-a los tiempos en que cada tmo sedefendía sueltecito. I Ia}- que unirse. I" la forma n<itural de uniónpara fines económicos, la más ehcar, la más segura, la más U<ír<i-ta, es la unión cooherativ^^. En todas las escuelas rurales, en ro-dos los sitios donde se reunen ^entes del campo, debiera habergrandes carteles con estas palahras del mismo };ranson, antescitado:

«Los agricultores daneses son los más ricos de la tierra, por-que ellos mismos, por medio de sus organizaciones cooperati-vas, laboran y elpiclen sus propios productos, hacen su comer-cio } atienden al aspecto financiero de la empresa». «^' iao hrz^^olra salicz'a parcr Cos a,ric^rrltoves rfe czcal^Jrcier tier^-a o pcaís.^>

V eamos, por último, la resolución unánime cle la Conferenci;ibritánica en 29 de julio de 1^)`?-f:

a(<)ue es necesario un sistema completo de venta cooperz^tiv<^sobre la base del pooliirg ^príli^r^), ^^ con rebulación de la ofert^i,si los agricultores han de obtener ima buena remuneraciGn porsus productos.»

D^Iás de veinte siglos se ha estado -epitiendo la frase «iAy de]os ^-encidos!» Digamos^ahora: «iAy de los aislados!», porque losaislados son los vencidos sin remisión, los devorados hor el tor-bellino de la i-ida moderna.

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^n la cooperación agrícola encontraron la salvación ]os da-neses y los irlandeses, l^s californianos y los canadienses. Elimperio h.ritánico entero ha reconocido que en este punto se hade s:guir la enseñanza de Irlanda. En la cooperación aí;rícolacoinciden los Estados Unidos, el país más capitalista del mun-do, y Rusia, el país más anticapitalista. l^echazarla equivale adeclararse el país más ne^ado o el más suicida del mundo.

IV.--Los eternos argumentos.

^uien esto escribe no comienza ahora, ni mucho menos, sutabor en defensa de las soluciones cooperativas. 1' en todas suscampañas ha tropezado con un. buen ntímero de personas deesas que están siempre «al cabo de l^r calle». Suelen decir queel plan les parece maravilloso; pero ^iñ<tden: «Las cooperativasno pueden prosperar entre nosotros por f^alta cie suficiente cultu-ra en la masa. Aquí somos muy individualistas, y cada uno esde su manera. Yara eso hace ^alta mucho dinero, y no lo tene-mos. Además, nuestro producto es mu.y especial, y no le sirvenlos procedimientos yue acaso valieran p^rra otros.»

^l cada cual se le contestó como mejor se pudo. La cortesíaobli^^i muchas veces a guardarse la mejor contestación. Démos-la ahora, aprovechando el hablar para todos en conjunto y paraninguno en particular. Consiste, sencillr_rmente, en ro ;ar a esosmonopolizadores del buen sentido que, si no quieren. molestarsecn estudiar el problema y prefieren oponer cualquier dificultad,procru^en ser un poco más oribinales y huyan de argumentos yalormulados miles de veces y desmentidos por la e^perienciaotras tantas.

Oue no hay en la masa cultura suliciente, o al menos tantacomo fuera de desear. Certísimo. Pero lo mismo se ha dicho entodas partes. Y ^es que en Espaiia hay ^^hora menos cultura queen la Dinamarca de 1882 ó en la Irlanda y la Calif.ornia de mr^^-poco después' ^

«Aquí somos todos muy individualistas». Puede que sí, aun-que a luerza de co^corrones ya vamos aprendiendo a no serlotanto. De todas suertes, ése es un lindo argumento. Casi con lasmismas palabras se dijo en Dinarnarca al tiempo de iniciarse^rllí el movimiento coope.ratieo. Y en Calitornia, y en muchaspartes. Antes se había dicho en ^1lemania y en la misma Ingla-terra, a pesar de la creencia, tan ettendida, de que inglesesy alemanes son lo menos indi^vidualist^l de la Tierra. El ar^u-

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snento ĥa tenido al:;^una vez tormas de eshresión dehnitivas. En[rlanda le decí<tn ^l Horacio Plunkett «No se canse usted. Aquisomos muy individualistas. A los irlandeses se les puecle reunir^^ara conspirar y para poner bombas, hero no hay qttien hagaentr^r ni a media doeena en una Asoci^icidn ecouómica». Contodo, Irlanda se llenó en hoco tiempo de cooherati^-as queprosperaron a pesar de la g^uerra civil laterzte y de la lttchaabierta qtie lue^o estalló. Como tamhi^n se llenaron de coope-rativas Dinamarca, ^Iemania, Suiza, Holanda, Rusi<l, los Esta-^los Uni^l^^s, el Canad^^, australia y tantos ^- tantos países dondese había dicho lo de «aquí somos mu^- indi^-idualistr^s». _-l^ttísi^nitic^l siempre el país (sea cual fuere) donde se trata de im-hlantar al;;o nuevo e importante en materia de Cooperación.

Cada uno cle nosotros es de su manera. C1aro. No hay doshombre s i^;uales. Pero, ^es que en los demás países acuñ^iu a losllombres c^^mo monedas^ I;i1 todas parte^ hay di^-ersidad detipos, caracteres ^^• opiniones. Veamos en particular el crtso delos tri^ueros del Cauziclá, unidos desde 1^^2:^ en la m^ís formida-ble organización cooherativa. La mayorí^l son canacíienses,^como es naturril, pero hay también mucho ^-any ui, mucho in-^lés, ha^^ bastantes fr^inceses y alemanes, ti no faltan rusos, po-lacos, checos, litu^^nos, finlandeses, ete. Son muchos los que to-^lavía no han aprendido el in^„lés. Entre ellos los h<^y protestan-tes de tod^is las sect<ts, católicos, cismáticos grie:;os y juaíos.ante esto, ^_clué si^nific^ln las diferencias entre u.nos naranjerosvalencianos y otros naranieros valencianQS, entre unos oli^icul-tores ^^nd^tiuces ti otros oli^-icultores and^luces, entre unos yotros parraleros de _llmería, entre unos ^- otros cri^iclores deseda murcianos, entre unos y otros ^anaderos ^alle:;^os, o leone-ses o c^ntabros? ^ ^

r1 pesar de las hondísimas diferencias que había entre lostri^ueros del Canadá, unos pocos meses de propal;anda basta^ron para reco^er ^:^.000 contratos en la hro^-incia c1e Saskatche-^^-an y un número proporcionado en las de ^AIberta }- 1^^lanitoba,rehresentando n^ás de la mitad ^ de la producción total. rPor quéno se h^l de poder reunir en I;spaña la cuarta harte con tm plantodavía mejor estudiad^?

(^ue se necesita dinero 5- no lo hay. Vayamos <t cuentas. Los''^3 j^roucca^s cle 12ochdale, los padres de la Cooher^tcibn moder-na, comcnzaron ahorrando dos perras gordas semant^les hastareunir una libra esterlina por barba. «La Flor ^le llayo», la másim^^ort<inte de las cooperativas de Parcelona, la 1'undaron 14 to-

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neleros con cinco duros cada uno. Falta menos el dinero que ]avoluntad. Cierto que algunas ramas de la producci.ón agrícolapadecen m^il grave, les amenaza peligro inminente, necesitanpronto remedio y no se puede esperar a la acumulación de aho-rros al cabo de los años. Pero la mayor necesidad y la urgenciagrande bien justifican el mayor esfuerzo, no siendo e:ccesivo.Por otra parte, quienes tienen una producción de cientos de mi-llones de pesetas al año ^carecen de crédito^ ^Han de estarechando perritas en la hucha para comprarse la medicina cuan-do ya sea tarde?

Lo más salado es lo de la especialidad del producto. "1'ambiénse ha dicho infinidad de veces y en todas partes. Oigamos c<5mo^lo cuenta i\aron Sapiro, californiano, gran organizador de coope-ratit-as en su país e inspirador de los pools canadienses del trigo:

«Cuantas veces hemos puesto en marcha w1a cooperativa,hubo alguna de esas personas «sensatas» que se acercó a decir:«Señor Sapiro, esto podrá resultar con las ciruelas, pero no conlos huevos; o bien, podrá servir para los huevos, pero no par^ilas fresas; o: eso no conviene para las judías; o: irá bien con talclase de judías, pero no con tal otra; o: marchará tratándose denueces, pero no con el tabaco; o: podrá ser con las avellanas ^^el algodón, pero no con las patatas; o bien: con las patatas nodigo que no, pero ya verá usted cómo no resulta con el azúcar».iY bien sabe Dios que resulta tanto con unas cosas como conotras!»

Lo que hay es que para algunas la necesidad es todavía másapremiante y cada una requiere su tratamiento adecuado.

V.-El caso del Canadá.

La venta cooperativa puede aplicarse a todos los productosagrícolas, si bien cada uno requiere su tratamiento, digámosloasí. llayor influencia tienen todavía las condiciones económicas.Esto lo veremos bien claro otro. día; pero antes, y para facilitarla comprensión de lo que debe hacerse entre nosotros, conven -drá mirar al ejemplo del Canadá.

Como es sabido, se trata de un país casi tan eYtenso como^toda Europa, pero muy poco poblado. A pesar de ]a gran co-rriente inmigratoria, sólo tiene unos 9 millones de habitantes.Está dividido en nueve uprovincias», cada una de las cuales tie-ne su administración propia, su Gobierno y su Parlamento. Haytambién un Gobierno federai y un Parlamento del llominio.

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Es también sabiclo que el Canadá es el niímero :^ entre lospaíses productores de trigo (después de los Estados Unidos yRusia), y el número 1 de los países exportadores. F_xporta el 70por 100 de su producción. I' más del 90 por 100 clel tri^o produ-cido en el Canad^í se ctilti^-a en ]as tres provincias de ^lanitoba,Saskatche^^•an y Alberta.

En los últimos años del siglo pasado, la población de las pro-vincias tri:;^ueras, la superficie cultivada y la producción crecieron rápidamente. ^11 olor de una riqueza tan :;rande y tan fácil,^icudió mucha gente, unos a trabajar en la producción, otros enla distribución y tran^horte, otros a apro^^echarse de las circuns^tancias. lrlientras se estu^-o en la fase de crecimiento acelerado,todo fué bien. TIabía har,l to^los. Los abusos, aunque ya cais-tian, dolían ]^oco. l'ero }^ronto cambiaron las circunstancias. La.sensibilidad de l^^s a^ricultores atunentó al hacerse más ŭ ifícileslos tiemhos. Clamaron airados, señalando como abuso intolera-ble lo que antes habían desdeñado o les había hasado inadverti•^10. Zr tanto clamaron, que en 1901 se inició una larga serie deleyes y medidas de gobierno hara poner orden en el romerci^de granos.

.'11 mismo tiempo, los ag^ricultores formaron buen número de_\sociaciones económicas independientes, unas cooherati^•as deltodo, otras a medias, pero sin plan común. Adem^ís, hor Yalta dc^^erdadera decisión, desnaturalizaron el sistema. Prescindierondel compromiso elclusi^-o y de la práctica del «poolin;;^» (príli^r^)u ^•enta a escote de g^randes ]otes con prorrateo equit<itivo delrendimiento, condiciones ambas fundamentales, se:;lín ^-a habíanenseñado los daneses ^- ]os irlandeses y comprobaclo los califor-nianos. Est^lban, adem^ís, aferrados a la idea cle abonar toclo elvalor del trigo al tiempo de la entrega.

En ]os países jó^^enes, fértiles y donde aun ha^- sobra de tie-rra, se pueclen hacer desatinos que en otras circunstancias se-rían mortales. El culti^-o cereal si};uió progresando, ^- las defec-tuosas cooperati^-as canadienses no dejaron de ]^ro^t=esar ^• dehrestar servicios estimábles, aunque est^iban lejos de resol^^erel problema. Se pro^resaba, pero había mucho roz,imicnto in-terno, muchas peticiones de protección al Gobierno ^- una gra-nizada de medidas le^islati^-as, de bien poca efic^ici^l, a juzgarhor la rapidez con que se suce^lían unas a otras.

Durante los años ^le ]a ^uerr^i, las dificult^ides se cencieronmejor, porque los Gobiernos aliados compraban ,}- pa^aban bienenormes cantidades de trigo para sus ejércitos. Aluehos tri^lte-

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ros canadienses cambiaron su régimen de vida, como si los ma-yores precios de aquellos años representaran una riqueza per-manente. Siguieron aumentando la producción, y no se cuidaronde perfeccionar el órgano comercial propio. Y menos mal qne^tenían uno. ^

PO1L ^I^CF[O TI2IG0...

En la primavera de 1919, los Gobiernos aliados notificaronque no tomarían la cosecha de aquel año. Cada país compraríaseparadamente. E1 Gobierno canadiense creó el YVhec^t Bc^arrl oComité del Trigo, especie de «pool» (pul) obligatorio y con plenospoderes. Los trigueros canadienses volj-ieron a remediarse. Peroacabó la guerra, se suprimió el Comité del Tri:;^o y volvieron losapuros. Se propuso la formación de un gran pztil nacional volun-tario, pero no se hizo nada.

El derrumbamiento de precios que siguió fué terrible. Porcontera, la cosecha de 1923 e^cedió con mucho a la mayor de ]ashasta entonces conocidas. 1' este fué el golpe definitivo. Eso deque «por mucho trigo nunca es mal año», es una tontería. Cuando se ha preparaclo el medio de darle salida, cuanto más trigomejor. Cuando no se sabe qué hacer con él, puede el labraclorverse <dlogado como un mosquito en la misma abundancia cleproducto. Eso pasó en el Canaclá. La baja cle prccios fué catas-trófica Los trigueros no pudieron hacer frente a los compromi-sos contraídos. ^luchas fincas se vendieron en ptíblica subasta .a vil precio. J. T. Hull, escritor del país, cuenta que cientos degranjeros empaquetaron sencillamente sus efectos de uso perso-nal v abandonaron las fincas a los acreedores.

Se pidió la salvación al Gobierno. Esto es lo primero que seles ocurre a las gentes en el Canadá, en España y puecle que enla Luna. 1' visto que el Gobierno no podía hacer el milagro, lostrigueros canadienses se decidieron a salvarse ellos mismos. ^"se salvaron de un modo muy sencillo, porqaae teníc^^i volrantad.

Otro dfa explicaremos cómo. Entretanto, lector amigo, miraa tu alrededor y piensa si no hay en España algún caso, o algu-nos, en que se repita la historia de los trigueros canadienses.S61o falta el detalle del abandono de las lincas, pero a todo sellegará, si no se pone remedio a tiempo.

VI.- La receta canadiense.

Veamos ya cómo se las arreglaron los trigueros del Canadá.La situación era angustiosa. Pero salieron brillantemente.

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l iubo quienes vieron 1a solución y la fueron predicando. I_e^ es-cucharon con la atenciún debida. Y cuando se trata de posiblessoluciones para un problema vital, la atención debida es }a má-xima atención. Después de atender y de enterarse, cabe discu-tir, impugnar lo propuesto, tratar de corregirlo y perfeccionar-lo, o rechazarlo en bloque, si parece malo, para buscar inme-diatamente alno mejor. Lo absurclo, lo suicicla, lo que constituyeun delito de lesa a;ricultura, es la inc}iferencia, el abandono, elno enterarse de n^ida, el no aceptar, pero tampoco discutir, eldejarse llevar por la corriente hacia el abismo. Elctitud que noes del todo pasi^-a; porque al dejarse llerar sin resistencia, secontribuye a aumentar la fuerza de ]a corriente fatal y se laayuda inconscientemente a que }o arrastre todo.

En el Canadá no ocurrió eso. Se discutió mucho y se arl;-u-mentú cle firme por una y otra parte. _\1 pronto repu^naban al-tiunas cosas que allí parecían nue^-as y eran viejas en e} mun^lo.No había que inventar nada. 13astaba con renunciar a la coope-ración mixtificada existente en el Canadá clesde ]os comienzosde} si^,lo y prarticar la.Cooperación ^-erdaclera }- en :;ran esca-la. 1 le aquí, en cuatro ren^lones, la receta salvadora:

Nada de pequeñas cooperativas sueltas, sino pocas y gran-des a^;rupaciones provinciales o re^-ionales que marchen deacuerdo mediante una Comisión central común.

Compromiso exclusivo por cinco años.^segurar mediante conirato una producción total impor-

tante.Si^tema de pa ;-os escalonados, recibienclo un anticipo impor

tante a cuenta al tiempo de entregar el producto, lue;;-o unos pa-^os intermedios y, por último, liquidaciún después de acabaaoel ejercicio.

Lo del compromiso esclusivo fué lo que más trabajo costbhacer aceptar. Es, sin embar:;-o, cosa vieja en el mundo, comoy<i se ha dicho, y cosa de todo punto necesaria en esta clase deorganizaciones. Compromiso exclusivo '^- por diez años) haydesde iSS2 en las }echerías danesas, patrGn funclamental de las -cooperativas rurales de todo el mundo, y en los mataderos coo-perativos daneses, or^anizaciones ambas que han sido la basede la reconstitución y prosperidad de Dinamarca. Compromisoexclusivo hay en las numerosísimas cooperativas de Irlanda vde California, al^unas de estas últimas de ortianización comercial muy perfecta. Lo hay también en las ^randes or^anizacio-nes yanquis para'la venta del algodón y del ^tabaco, y en l05

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«pools» (prrl^) americanos del trigo, más antiguos que los delCanadá, aunque de menos desarrollo.

Aceptada en principio la idea del plan cooperativo en granescala, se dividieron los trigu^^ros canadienses en partidariosde la organización con contrato y partidarios de la organizaciónsin él. Al^unos de estos últimos, batiéndose en retirada y refor-zados por el grupo de los que buscan siempre el término m^-dio, formaron luego el bando de los defensores del contrato porun año.

Los directores de la campaña, deseosos de argumentar conejemplos vivos, llamaron en su ayuda a Aaron Sapiro, de Cal i-fornia, gran organizador de cooperativas en su país y verdade-ra autoridad en la materia. Aaron Sapiro recorrió las más im-portantes localidades de la zona triguera del Canadá, pronun-ciando numerosos discursos de propaganda. He aquí algunospárrafos:

«... llirad, yo vi a California antes de que hubiera en ella gran cosade cooperación, y he visto a California después. No hace mucho quc, enlos distritus rurales, los ministros del culto habían de servir por la ma•nutención, porque no había dinero para pagarles; no hace mucho quesólo había escuela tres veces al año, en vez de nueve; no hace muchoque podíais ver a las mujeres y a ios niños trabajar en los campos, por-que no se podían pagar jornaleros, y había que enviar a las criaturitas ahacer faenas de hombres y trabajar bien duro. 1' digo que dondequieraque, en el Estado de California, han implantado la venta cooperativacon plazo de cinco o más años, han cambiado el aspecto del país.»

«.,. O el contrato por largo plazo con vuestros compañeros, cultiva-dores como vosotros, o la condena perpetua con el especulador. lElegid!»

<El contrato por un año significa que firmáis la guerra perpetua. L'ncontrato pur cinco años os da la oportunidad de entrar en orden. Es cosavista que, si tenéis un contrato por largo plazo, podréis desarrollar vues-tro personal, podréis establecer relaciones comerciales y bancarias y po-dréis hacer realmente que los asuntos marchen, jCon el contrato por unaño estáis perdidos! ^

La sana doctrina se impuso al fin. Y una vez que se llegó alacuerdo, la puesta en práctica se hizo rápidamente. Carare^it^z y

cinco anil cont^^atos, relativos a dos millones de hectáreas, sefirmaron en poco más de un mes en la provincia de Saskatche-wan, precisamente la que más se había resistido (1).

(1) La mejor demostración de la necesidad, en las organizaciones nue-^-as, de] contrato por ]argo plazu está: 1°, en el hecho de ser condicióncomún a tudas las que trninlaruii plenamentc;; 2.°, en que la falta del

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En 29 de octubre de 1933 comenzó sus operaciones el «pool»de la provincia de :^lberta. En el verano de 19?-3 se pusieron enmarcha los de Saskatchewan y Manitoba. En 1926, el «pool» deSaskatchewan compró instalaciones por valor de 11 millones ypico de dólares, a pa:;ar en siete años, y dando dos millcnes acuenta. Z' la central de los «pools» canadienses es, desde el sel;undo año de su funcionamiento, la entidad más poderosa delmundo en el mercado internacional de trigos.

VII.-Lo más esencial: Un órgano comercial propio.

^-olvamos otra vez sobre la idea fundamental. Cuantas másvueltas se da al hroblema, más claro aparece que ]a Ilamadafórrnula irlandesa: cultivar mejor, traficar mejor, vivir mejor,es la ^^erdadera fórmula de la agricultura. Y la clave de todoestá en cl «traficar mejor», es decir, comprar económi.camentelos instrumentos y materiales necesarios y vender con ventajalos productos.

La neeesidnd más esencial es la de tener r^iz Gr^^r^eo coz^zer-<ir^l ^i•oj^io. Los a^ricultores españoles tardarán en resolver suproblema lo que tarclen en convencerse plenamente de esta ne-cesidad y en decidirse a satisfacerla.

Las culpas de la difícil situación actual a muchos alcanzan.1'ero la mayor corresponde, sin disputa, a los agricultores mismos. Su pecado ^ravísimo, el mayor que podían cometer, haconsistido en ocuparse casi exclusivamente en aumentar la producción y desentenderse en absoluto del aspecto comercial. Laexperiencia de todos los países prueba hasta la saciedad que,cuando los productores a^rícolas dejan qtte sus productos sean

cuntrato fué la causa de ]a ma^^or parte de los fracasos conocidos, entrelus cuales, v como ejemplo muy prúximo. tenemos el del 5indicato Oli-^^arc:ro de 1^ujalance (Ccírdoba), de excelente resultado en el primer afio,dentrc, de su pequeñez, ^• que hubo de disolverse en el segundo, por nohaber ase^urado, mediante tirma de un documento, la fidelidad de lossocios; a.°, en que muchas de las organizaciunes quc quisieron prescin-dir dcl contrato hubieron de recurrir a él parn ecitar la ruina que selcs ^-er^ía encima, siendo el ejemplo más señalado el de los ^,pools» deAustj•alia, donde, de 1923 a 1925, estuvieron daudo vueltas al tipo de<pool» sin contrato obligatdrio; en 19'L6 ya aceptaron el compromiso porun determinado tanto por ciento de la prodttccibn, _v en abril de ]927 re-conocieron su error y establecieron el sistema completo; ^.°, en que nose ha dado ni un solo caso de due, habiendo implantado el contrato, seha_^'an ^^istu oblig^ados a renunciar a él.

l:n 1as organizaciones ^•a arraigadas es menos necesario el contrato.Yero en ellas no tienen los socios nin^una dificultad en suscribirlo.

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moeidos por intereses extraños, podrá marcharse aceptable-mente en los años de las vacas gordas, pero, al lle ;ar la crisis,la falta de órgano comercial propio ocasiona quebrantos aunmayores, conduce a la ruina y puede acarrear la muerte.

Lomo los productores aislados no pueden hacer muchas delas cosas necesarias, el órgano comercial propio aconsejado porla lógica y por la experiencia de cincuenta años es ]a coopera-tiva de ventas sólidamente establecida. Lo cual no supone laeliminación airacía de ]os intermediarios, sino la supresión delparasitismo de algunos y la convivencia con los de útiles servi-cios, pero convivencia con las debidas seg^uridades, con mutuaslimitaciones y mutuo estímulo.

Cuando los productores disponen de un órgano comercialpropio capaz de mover, por ejemplo, la cuarta parte de la pro-ilucción del país, están en magníflcas condiciones para utilizarlos úrganos comerciales ajenos en el manejo del resto, sin ex-plotar a nadie ni ser explotados, porque tienen la necesariaexperiencia para no pretender lo indebido, y al mismo tiempotienen la facilidad de desarrollar rápidamente y sobre segurosus medios de acción, si resulta así necesario para reprimircualquier abuso persistente.

Lo esencial es que el producto se mueva en el mundo en in-terc;s del productor y bajo su guía y^•i:;ilancia.

VIII.-El esfuerzo necesario.

Las cooperativas para la venta de productcs agrícolas h^^ntle cumplir como primera condición ]a de ser e(icaces. La efica^cia en la vida comercial moderna, sobre todo si se trata de un^^ran ^^olumen de producto y con vistas al mercado general delmuncío, supone una organización e^tensa, compleja y, por tan-to, costosa, aun cuando se monte con mucho tiento y economía.

Cuando los productores tienen la pre^-isiún de ir montandosu órgano comercial durante ]a época de rendimientos satisfac-torios, es decir, en los años de las vacas ^ordas, sin estar aúnmuy dominado por los negociantes el puente que va de la pro-ducción al consumo, cabe crear con pequeño esfuerzó inici^l al-gunos tipos de organizáción que van creciendo póco a poco, sa-cando medios de sus propias operaciones y alcat,zando el plenodesarrollo al cabo de bastantes años.

Los hombres no suelen ser tan previsores. \i aun los delcampo, que, en todos conceptos, debieran ver mejor a dislancia.Si no se hizo a tiempo lo más cómodo y hay un gran masa de

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producto que mover, un comercio completamentc: dominado porintereses ajeno^ (y a veces contrarios) a los de los productores,al^^una dificultad ^;rave ya pre^ente ^- otras mayores para lle^arhronto (caso del ^^iceite, de la uva de Almería, del corcho y- cletantas otr^t^ cosas), entonces es de absoluta y urgente necesidadrecurrir a las or^anizaciones de ecoluaión rápida, porque el malno admite ya lar};a espera. Poclrán y deUerán dejarse a} ;unoscfesarrollos para lo futuro; }?ero la organización habrá de ser5uficientemente eficaz clesde e] primer a^io, y' habrá de ser l,as-tante fuerte para que no la ahobuen al nacer y para ase ;uraresa misma eficacia. La necesidad de ser eficaces y fuertes desdeun principio obliga, claro está, a un mayor esfuerzo por partede ]os interesados.

La fuerza de estas organizaciones depende de dos factores.

Uno es el factor materia} (dinero, crédi.to y lo que con ellos se

<3^lquiere). Otro, el factor social, o sea la ^ran masa, >-, a más de

^.;rande, con unión decidida y cohesión iirme. Para un mismo

resultado, el cuanto necesario de cada uno de estos factores está

cn relación inversa del otro.

La venta directa y plenamente eíicaz de la producción deunos cuantos cultivadores, pocos y flojamente unidos, requiere]^roporcionalmente mucho dinero, es decir, mucho por caciaarroba de aceite o de vino, por cada quintal de corcho, por cadabarril de u^Ta, por cada huacal de plátanos, etc., etc., que se ^ ayaa manejar. O dicho en otra forma: una organización con muchísi-mos medios material^s operará con ventaja a favor de ellos. Esamisma ventaja servirá para asegurar la ridelida^l de los socios,<iun cuando no estén sujetos por ninguna obli^ación especial.

Veamos ahora el eKtre^no opuesto. Si el 90 por 100 de }oshroauctnres se pusieran sólidamente de acuerdo para no vendern.i un solo l.ilo sino por con^lucto de su agencia cómítn, se poilría^•omenz_ar casi con nada. Los meclios materiales vendrían lue^opor sí solos, tan abundantes c•.omo pueda apetecerse.

(^n la l^ráctica no será posible comenzar en ninguna de estassituaciones e^tremas. L<i habilidad consistirá en promediar bien]os dos factores de la fuerza. Si es ilusorio lo c}e re^.tnir de ante-mano a}a casi totaliclad de los productores, retúlase la mitaci, oel tercio, o la sexta parte, ]o posible, en suma, siempre que seaun conjunto importante, de peso ^^ de si^nificación. I'ero a me-dida que se reduce el tanto por cierto de la producción compro-metida, may^or es prohorcionalmente la cantidad necesaria demedios materiales.

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Despréndese con toda claridad que los prirneramente adhe-ridos a una combinación de esta clase disponen de un procedi-miento sencillísimo e infalible para aumentar la seguridad deltriunfo y disminuir el esfuerzo necesario: conveucer a sus com-pañeros para que se adhieran también.

Ohsérvese, además, que esta labor es cada vez más fácil.Cuesta menos atraer un nuevo adherido cuando ya hay tantosque la entidad resulta por ello sólida y poderosa.

A medida que la obra crece, necesita proporcionalmente me ^nos medios, y, a la vez, todos están mejor dispuestos a facilitar-le cuantos hagan falta.

Cuando la gran masa se pon^a al fin en movimiento guiadapor una idea común, zquién osará oponerse a ella?

Convénzanse todos de esta verdad tan clara y tan elemental.No ha^;an ascos al pequeño esfuerzo inicial imprescindible ypongan manos a la obra.

Tengan todos presente que la salvación de órdenes de rique-za, que se cuentan por docenas, y aun por cientos de millonesde pesetas al año, no puede caer del cielo, como el maná. Hande procurarla los interesados.

Piensen también que, a más del propio bienestar, es el por-venir de los hijos lo que está en juego.

Piensen, por último, que no se trata sdlo de la clase de pro-ducción de cada uno, sino de toda la riqueza agrícola del país.Hasta hoy, es entre los olivareros donde más ha cundido la idea.Si ellos inician con fortuna el movimiento, seguirán los demás,sin que nadie se tenga que comprometer por nadie, sino apli-cando el proverbio de «Cada uno en su casa y Dios en la de to-dos». E1 buen éxito en una rama cualquiera de Cooperación fa-cilita y agranda el de las demás. E1 ejemplo de los aceites (ode quien primero triunfe) servirá para la uva de :^lmería, lasnaranjas, el arroz, la cebolla, el corcho, la almendra, las ave-ilanas de Tarragona, los productos lácteos del \TOrte, el pimen^tón, el azafrán, los plátanos, los vinos y tantas y tantas cosas.^" el éxito de ellas reforzará el de los aceites.

O arrancar de una vez, o hacer profzsión de suicidas en ma-teria económica.

Imprenta de Julio Cosano, Torija, ^.-'.Vladrid.