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Con honor y dolor 95 Testimonio de Jorge Omar Bello Foto del Atentado Fecha de nacimiento: 3/5/52 Estado civil: Casado Hijos: 1 Lugar de nacimiento: La Boca Jerarquía: Oficial Inspector Síntesis del hecho: En el año 1975, cuando se acercaba a un automóvil sospechado de poseer un explosivo, la bomba fue detonada por control remoto. Lesiones: Quemaduras en todo el cuerpo y ceguera. “No tuve que accidentarme para entender que había cosas que estaban mal” “Seguiré ingresando a la Legislatura todo tipo de proyectos” “Jamás voy a olvidar ese momento” “Todos me enseñaban el oficio de ser policía”

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Testimonio deJorge Omar Bello

Foto del Atentado

Fecha de nacimiento: 3/5/52Estado civil: CasadoHijos: 1Lugar de nacimiento: La BocaJerarquía: Oficial InspectorSíntesis del hecho: En el año 1975, cuando se acercaba a un automóvil sospechado de poseer unexplosivo, la bomba fue detonada por control remoto.Lesiones: Quemaduras en todo el cuerpo y ceguera.

“No tuve que accidentarme para entender que había cosas que estaban mal”

“Seguiré ingresando a la Legislatura todo tipo de proyectos”

“Jamás voy a olvidar ese momento”

“Todos me enseñaban el oficio de ser policía”

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La Boca regala paisajes llenos de misterio, con calles empedradas y barcazas de coloresoxidados descansando en la ribera de su río. Barrios con patios pintados de azul, rojo y ama-rillo, y un penetrante olor a malvón adornando conventillos de chapas relucientes... Un ver-dadero refugio de inspiración para grandes artistas, como Benito Quinquela Martín y Juan deDios Filiberto, quienes supieron captar mejor que nadie colores y sonidos propios de un lugarrico en historias de vida. Todas esas imágenes se mantienen inalterables en la mente de JorgeOmar Bello, desde siempre El Gallego, nacido el 3 de mayo de 1952 en una de esas casas decolores fuertes, con madera y zinc. Protagonista también de una historia que merece ser con-tada.

Tengo el recuerdo de un lindo conventillo, viviendo con mi padre y mis hermanos. Con lasuerte de tener a los abuelos (María y Manuel) cerquita, a tan solo una cuadra. Toda mi infancia lapasé allí, hasta que a los doce años nos mudamos a Villa Domínico, en Avellaneda... En ese lugarestuve hasta el mismo día del accidente...

Siempre fuimos una familia muy unida... Papá, para todos Pepe, un hombre con todas las ca-racterísticas del típico inmigrante español. Mamá Elsa, la mujer que se ocupó de criarnos para queseamos muy autosuficientes. Y mis hermanos, José Manuel, dos años más chico que yo, y Juan Jo-sé, que ahora tiene 36.

De chico aprendí el oficio de carpintero, y haciendo muebles me gané los primeros pesos...En una época en la que no había chicos en la calle perdiendo el tiempo, el diario Clarín repartíagratis una hoja llamada de “aprendices” y todos, de una manera u otra, tenían su oficio. Y hacíanalgo útil... Recuerdo con mucho orgullo aquellos muebles que hice. Mesas, sillas... un poco de todo.

Hasta que un buen día, ya de adolescente, de pronto tuve muy claro que quería ser policía.No sé muy bien por qué, en realidad no tengo ningún antecedente policial en mi familia, pero creoque era una buena manera de dar una mano a alguien. Y así, a los 17 años, entré a la Escuela dePolicía Juan Vucetich... Ese mismo año entraron El Ronco y El Pelado, D’Angelo y Rueda. Sí, ellosson de mi promoción.

Egresé luego de dos años, en diciembre de 1971, siendo mi primer y único destino la Comisa-ría Primera de Quilmes. Recuerdo como si fuera hoy mi primer día en la seccional, el 25 de enerode 1972. Eran tiempos más tranquilos que ahora, y algo excepcional que un policía muriera. Esta-ba claro que había un riesgo potencial, aunque resultaba casi imposible que sucediera... Eso fuehasta 1974, cuando todo cambió.

En la comisaría me recibió el Subcomisario Alejandro Torres Curth, ya fallecido, y las viven-cias posteriores fueron intensas... Todos me cuidaban, me enseñaban el oficio de ser policía. Habíamucha gente mayor, y yo que tenía apenas 19 años sentía que me trataban como a un hijo.

Me acuerdo del Subcomisario Horacio Raúl Reyna, jefe del servicio de calle del turno noche.Yo generalmente terminaba mi horario a las 20, y en ocasiones le preguntaba si me podía quedar...La mayoría de las veces no me dejaba, pero cuando lo hacía, al salir a la calle me ordenaba queme mantuviera cerca de él, a no más de un metro de distancia. Y yo, con él ahí nomás, aprendíacomo en el campo, que ponen a los caballos nuevos al lado del que ya sabe.

En esa época, si había un procedimiento con un secuestro de diez sobrecitos de droga salíaen todos lados. Después la situación se complicó: el primero de julio murió Perón, y un poquitoantes, un poquito después, se pudrió todo. Granadas en los patrulleros, ataques con tipos que te-nían no menos de cuatro FAL... Uno ahora lo analiza distinto, pero en ese momento no lo pensaba,no había tiempo para darse cuenta lo que estaba pasando.

Quilmes, julio de 1975. En Guido y Sarmiento, fútbol: con el calor de la gente en las tri-bunas calentando una jornada fría como pocas. Y de pronto, en Pringles y 9 de Julio, lo im-pensado: un coche bomba... Una explosión que se llevó por los aires las últimas imágenes quealcanzaron a capturar los ojos de Jorge Omar Bello, El Gallego.

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Era un viernes, de pleno invierno. En la comisaría recibimos una llamada por un rodadosospechoso, algo que en esa época se había convertido en algo común, habitual y diario. A talpunto que en las comisarías había guardias de personal destinada exclusivamente a cubrir sepe-lios... Hacía mucho frío, y por más que generalmente, en estos casos, se daba aviso a la Brigada deExplosivos, la realidad era que ellos no daban abasto.

Tomamos nuestras cosas y subimos a un auto particular, con mi compañero el Sargento Ayu-dante Adolfo Francisco Horn. Cuando llegamos a la calle vimos el auto, era una Chevy... Estába-mos en una zona residencial, y esa arteria tenía la característica especial de estar al inicio de unabarranca. Lo primero que vimos fue a dos nenitas, de aproximadamente 9 y 11 años. Iban a lapunta de la loma y se tiraban de ahí con sus patines.

Les dijimos que se fueran de ahí. Claro, como estabamos de civil, no nos hicieron caso. En-tonces no me acuerdo si mi compañero o yo, les gritamos en un tono menos amistoso, “váyansecarajo”. Por suerte se asustaron y se fueron. Y yo creo que no habían hecho detonar los explosivosdel auto porque estaban las nenas, ya que en cuanto se apartaron unos cuarenta metros lo hicieronestallar por control remoto. Nosotros estábamos llegando al rodado.

Jamás voy a olvidar ese momento. El estallido hizo que fuera despedido a 30 metros de dis-tancia y volé por el aire entre 5 a 6 metros de alto. No terminaba nunca de caer. Habrán sido se-gundos pero a mi me parecieron horas. Me sentía como los dos protagonistas de la serie de televi-sión El túnel del tiempo, esos que iban volando de una época a la otra y están ahí suspendidos en elaire y no terminan de caer nunca. Esa era la sensación.

Cuando por fin caí estaba desnudo y prendido fuego. Tengo patente todavía el olor a quema-do, el dolor... Traté de dar mi cabeza contra el asfalto para atontarme, es que me estaba quemandovivo.

En un momento sentí algo sobre mí y dije “zas, acá me terminaron”. No, era un vecino:Gualberto Freyría Aguirre, quien se estaba bañando y casi desnudo salió con una frazada empa-pada en agua y me la tiró encima para apagarme... En todo momento trataba de ver que le habíapasado a mi compañero. No perdí el conocimiento ni por un solo segundo, y entre dos personas melevantaron mientras yo trataba de explicarles que era policía, porque no estaba uniformado.

Me hicieron caminar hasta la vereda, yo sentía el pavimento. No tenía zapatos y ya habíaperdido el dedo chiquito del pie izquierdo. Noté el cordón, luego el pasto. Escuchaba ambulanciasy preguntaba todo el tiempo por mi compañero. No quería que me llevaran si no lo atendían prime-ro a él. Alguien me explicó que ya estaba siendo atendido. Después me enteré que gracias a Diostodo había salido bien para él. Sufrió heridas importantes es cierto, fracturas, quemaduras, etcéte-ra, pero con el tiempo se recuperó. Desde la explosión y hasta que me llevaron al sanatorio, todo eltiempo estuve consciente.

Bello es un hombre de hablar pausado, a quien los anteojos negros no alcanzan a cu-brirle las heridas. Es su presencia, la voz firme, los ademanes seguros, los que se imponen porsobre los demás. Esa fuerza y coraje resultaron determinantes para ponerle el pecho a los díasde recuperación.

Primero me llevaron a un sanatorio de la zona, el Alvear, donde ahora funcionan los Tribu-nales de Quilmes. Yo ese lugar lo conocía, había estado muchas veces. Por eso iba calculando me-tro por metro, haciendo memoria de cada pasillo. Oí el ascensor, sentí los sacudones de las cami-llas. Me empezó a faltar el aire y de pronto me tomaron el brazo, como limpiándomelo, queriendoinyectarme algo. Yo les sacaba el brazo y les decía “mido tanto y peso tanto”. Fue cuando escuchéuna voz conocida, la del Comisario Juan José Gómez. El se hizo presente en el acto, diciéndomeque me tranquilizara, que le hiciera caso a los doctores, que todo iba a estar bien. Y yo, que nece-sitaba creer en algo, le hice caso. Ahí me quedé tranquilo y confiado de que me iban a atender...Cuando nuevamente recuperé la conciencia estaba en el hospital Churruca.

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En esa época nos llevaban por tierra, no en helicóptero como hoy día, y del traslado no re-cuerdo nada. Seguramente me habrán sedado lo suficiente para que pudiera soportar... En el Chu-rruca estuve 100 días internado y los primeros diez en terapia intensiva. Cuando me desperté, eldoctor Espósito me comenzó a hablar y daba vueltas y vueltas para decirme que mi ojo derechoestaba muy mal, y que quizás mas adelante me lo iban a tener que sacar. Sobre todo porque estabainfectado y podía causarle problemas al otro, al que todavía había esperanzas de salvar.

Yo lo paré y le dije que no lo hiciera mañana o más adelante, que me lo sacara ya mismo. Elno estaba seguro, me decía que por qué no esperábamos a mis padres. Entonces yo le dije “no pue-do ver pero del coco estoy bien, quiero que me lo saque ya”. Y así fue como me vaciaron el globoocular derecho. Yo en realidad pensaba “no sirve más, bueno a la basura, que va a ser”.

Mi ojo izquierdo estaba atrofiado, con visión luz, igual que en la actualidad. Estando ahí nopensaba que me iba a morir. Razonaba mi estado, sabía que por un lado no veía y que por otrolado lo más jodido era el tema de las quemaduras, y de controlar las infecciones. Yo tengo entre 20y 30 anestesias completas, porque al quemado hay que lavarlo con cepillo y detergente quirúrgico.Entonces a uno lo planchan, lo ponen en una pileta de acero inoxidable y te dan con el cepillo paraque la piel se vaya recuperando desde abajo. Luego me hicieron muchos autoinjertos, pero cuandosalí de ahí ya estaba totalmente recuperado del tema cutáneo. Y en eso tuvo muchísimo que ver eldoctor Eduardo Rizzo.

Estando en terapia, un día entró un médico junto a otro que estaba de guardia, y que iba ca-ma por cama contándole las novedades de cada enfermo, cuando llegó a la mía me llamó. No lecontesté, me hice el dormido. Quería escuchar qué decían... Hacía dos o tres días que estaba inter-nado, y el doctor le dice al otro: le dimos esto, le dimos lo otro, pero está muy mal. A lo mejor dosdías más, está muy mal... Y yo pensé “no me puedo morir, tengo que seguir viviendo”. De terconomás

Cien días fueron, y ahí conocí gente maravillosa. Los cirujanos de ahí, del Churruca, son ci-rujanos de guerra. Llegan tipos llenos de tiros o rotos en pedazos y ellos los arman, le salvan lavida. Arman a personas totalmente despedazadas.

Muchos me vinieron a visitar. Compañeros, familiares, amigos y gente que no conocía. Hastame acompañó el subjefe de la Policía Federal. Y yo que estaba entredormido oía cómo llorisquea-ba, cómo se le caían las lágrimas al borde de mi cama. Ese hombre murió hace poco tiempo.

Soy un convencido de que en esa época murieron muchos policías, es cierto, pero nunca co-mo ahora, por distintos hechos....

En el año 2000, el 25 de julio, cumplí mis “bodas de plata” como ciego, y ese día fui hasta elChurruca y a la sede de los Bomberos Voluntarios de Quilmes, con dos bandejas de plata con unagradecimiento. Uno de los bomberos que me ayudó el día del accidente fue Hugo Schbib, en esaépoca era un chico y después llegó a ser comandante mayor de esa repartición.

En mayo de 1976, y hasta mediados de 1977, el Gobierno me mandó a Bogotá. A una clínicaespecializada en oftalmología dirigida por el doctor José Ignacio Barraquer. No era muy comúnque mandaran a los policías afuera a operarse, por una simple razón: en esa época éramos pocoslos que nos salvábamos, porque a la mayoría le juntaban los pedacitos con una pala. Y todo lo quefuera lesiones en piernas o brazos se atendían acá, en el país.

Conmigo viajó de acompañante Hugo Néstor Bañez, que ahora es comisario mayor retirado.Nos hospedamos en la Embajada argentina, en Bogotá, en la propia residencia del embajador. Notuve que pagar nada, pero cuando surgió esa posibilidad, entre todos mis compañeros ya habíanhablado de hacer una “vaquita” si hacía falta.

En Colombia primero me hicieron una cirugía plástica, porque alrededor del ojo izquierdono tenía mucha piel. Entonces, la sacaron de atrás de la oreja y recompusieron toda la zona...Cuando se intentó hacer una cirugía en el ojo, primero tuvieron que asegurarse que el globo ocularcerrara bien, que mantuviera su nivel de humedad, porque si no se iba a ulcerar. Por eso luego mehicieron un par de operaciones más y me implantaron una prótesis, una córnea plástica con una

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lente intraocular, lo que ahora se hace comúnmente, pero en esa época era algo novedoso... Así fueque recuperé la visión por un tiempo breve. Mis últimas imágenes fueron de ahí, de Colombia.

Por una ventana, observé el paso de un circo en una avenida muy grande de Bogotá. Tam-bién me acuerdo de haber visto las letras grandes de la primera plana del diario La Nación. Mástarde, todavía estando allá, tuve un desprendimiento de retina y ahí sí, no volví a ver más.

Se está frente a un hombre que a la distancia, y a pesar de su dolor, de ningún modo secerró a la generosidad para con los demás, para quienes lo ayudaron y para quienes lo necesi-tan... El convencimiento de que la razón está de su lado actuó como un verdadero motor paramovilizarlo en su afán de resolver sus limitaciones físicas derribando los muros de la burocra-cia, para lo cual debió mantener una larga serie de entrevistas con autoridades de diferentesniveles... Nunca estuvo en su mente conseguir logros puramente personales. “Si es para mísolo, no sirve”, es su lema.

Hay algo que tengo bien en claro, y es que no lamento el hecho por el cual perdí la vista. Pe-ro si lamento la lesión, y el hecho de que nadie pudo en aquel momento, como tampoco puede aho-ra, representarme laboralmente, y no haber sido una excepción, no haber sido el único que sufrióuna tragedia, porque otros muchos han sufrido heridas trabajando, y han perdido la vida.

Entiendo que la responsabilidad del Estado para con el policía fallecido no termina en unanecrópolis, al borde de una fosa, con ceremonia, bandera, banda, medalla, abrazo, beso a la viuday vigilante al pozo. Ahí comienza otra responsabilidad para con la viuda o viudo, porque tambiénmueren policías mujeres, y con los huérfanos. También esa responsabilidad la tienen que tener conel policía que no murió pero que quedó mal. No lo pueden arreglar sólo con un ascenso.

Vengo luchando en esto desde siempre y desde que era chico me cuestionaba cosas que meparecían injustas... Antes, por ejemplo, no existía la Caja de Retiros. El policía se retiraba comocualquier empleado provincial. Vi en La Plata a un comisario general trabajando en 1 y 44 dechofer de taxi en el año 1972, o cómo otros vendían nafta en las estaciones de servicio. Y yo, queera chico, pensaba, ¿por qué la Federal tiene Caja propia y nosotros no?¿Por qué ellos cobran 10y nosotros 4?

No tuve que accidentarme para entender que había cosas que estaban mal. Pero después, araíz de lo que me pasó, comencé desde 1984 a luchar por mejores condiciones para el herido y lafamilia de los fallecidos. Convocado por el propio Ministro de Seguridad en el año 2000,, ahora lohago desde una oficina en la Dirección de Servicios Sociales. Mi ayuda es desde dos frentes. Desdela charla con ellos, el asesoramiento, y tratando de impulsar leyes para que mejoren las situacio-nes actuales.

No fueron pocos los logros desde este lugar. Antes, por ejemplo si un policía tenía un présta-mo y moría en servicio, la viuda tenía que seguir pagándolo, en el año 2000 logramos que eso serevierta y que el préstamo tuviera una especie de “seguro de vida”, como cualquier crédito banca-rio que a uno le dan. Además, logramos que el policía que es herido en servicio y también estabapagando un préstamo, durante el tiempo que dure su recuperación, él pueda requerir que le sus-pendan momentáneamente la cuota, hasta que pueda volver a su vida normal.

Otro logro fue una habitación para discapacitados en el hotel que nuestra Policía cuenta enBariloche, totalmente acondicionado para el personal con limitaciones físicas que desee hospedar-se allí..

En 1992 cuando (Eduardo) Duhalde recién se hizo cargo de la Provincia logré que firmara,después de muchos años de lucha, el Decreto 1856, que se conoce como Ley Bello.

Con esta norma se logró que los policías fallecidos en servicio ascendieran tres grados y nouno como era hasta el momento. Claro que como siempre digo, para ser favorecido, uno tiene quetener la precaución de “recibirse de cadáver”. Porque si te hieren y quedaste mal, pero no te mo-

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riste, en realidad perdiste porque te ascienden solo un grado. Yo creo que al policía muerto se lotiene que ascender al grado máximo de su escalafón. En cuanto al herido, durante 19 años luchépor que siga prestando servicios acorde a su grado de discapacidad y si es que él así lo quisiera.Por eso estoy eternamente agradecido al gobernador Felipe Solá y al ministro de Seguridad JuanPablo Cafiero. Ellos con firme voluntad política hicieron posible sólo en 41 días de gestión lapromulgación de esta Ley. Ahora siento que dejamos de ser inútiles para ser simplemente discapa-citados. Esto no sólo es importante para los que quieren reincorporarse por decirlo de alguna ma-nera, sino también para los heridos de aquí en adelante. Además nos coloca también en un sitio deprivilegio con respecto a otras policías como la Federal, por ejemplo, que no contempla este tipode situaciones.

Al Gobernador y a Cafiero le debemos también la promulgación de la Ley que permite al po-licía no portar el arma reglamentaria si se encuentra de franco. Ahora es el efectivo el que tiene laposibilidad de optar si la lleva consigo o no.

La lucha de todas manera continúa, cada vez que me acerqué a juristas y políticos para im-pulsar leyes les advertí que “la sangre del policía seca rápido”. Creo que eso es algo que tenemosque revertir entre todos, y el Estado tiene un rol fundamental en eso, valorando al policía a travésde su legislación.

Yo voy al Churruca, al Ciarec, al Hospital Italiano de San Justo. Si me necesitan voy, no esque sea idóneo en nada pero si nos juntamos cuatro, cinco, seis, ponemos una pava y ahí nos que-damos... Por horas.

Sucede que hay temas muy específicos con las lesiones. Yo por ejemplo no se nada de silla deruedas. Me hablan de contención urinaria y no entiendo nada. Aunque hay otros temas que soncomunes y de los que hablamos siempre con los heridos. Nos hace bien...

Otro tema muy importante es el del retiro. Por Ley nosotros, si estamos retirados no podemostrabajar en otro lugar para el Estado y en el caso que lo hagamos la Caja descuenta el 70 porciento.

Con respecto a eso ingresé un Proyecto a la Legislatura para que se le agregue al Artículo50 de la Ley de Retiro el siguiente párrafo: “Queda exceptuados de lo establecido en el presenteartículo el personal que haya pasado a retiro obligatorio por lesiones gravísimas en y por acto deservicio”. Porque no es lo mismo el que se retira de comisario general de viejo, que el sargento quenació, vive y prestó servicio en Trenque Lauquen y se retiró porque le volaron un brazo de dos tirosy luego de eso tiene la suerte que le consiguen un trabajo de telefonista en la Municipalidad, porejemplo, y que por lo que estipula este artículo se ve desfavorecido. Hay que contemplar que exis-ten situaciones totalmente diferentes.

Creo que realmente hay mucho por hacer, pero todo el tema de la legislación va avanzando amedida que se dan casos específicos... Antes no se veían lesiones graves en los policías, a lo sumola de un arma blanca. Con el tiempo la cosa cambió, y por eso se hizo necesario otro tipo de legis-lación. También se debería avanzar en la representación laboral. El policía es el único trabajadorde la Provincia que carece de ella, siendo a su vez el único que está obligado por Ley a poner enriesgo su vida. Cuando sale a trabajar sabe que quizás puede regresar duro, frío y envasado enpinotea y si tiene mucha suerte, en silla de ruedas.

Por todo esto seguiré ingresando a la Legislatura todo tipo de Proyectos.No debemos olvidarnos que detrás de ese policía que muere, o que queda gravemente herido

existe toda una familia. Un paso muy importante fue la Ley 12890 por la cual se otorga becas a loshijos huérfanos del personal fallecido en servicio. Este monto equivale a un 30 por ciento del suel-do básico del comisario mayor, que equivale aproximadamente a 160 pesos que cada hijo cobramensualmente. También estamos tratando de ampliar la cobertura a hijos de personal retirado porlesiones graves de servicio.

Jorge Bello está convencido de que ayudando a otros que sufren situaciones similares ala suya de alguna forma responde a la contención que en su momento le posibilitó salir ade-

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lante. Valora su pasado y apuesta a un futuro que construye cada día en familia, junto a sumujer y la hija de ambos. Sin rencores, siendo amigo de la vida.

Mi familia me apoyó en todo, siempre. Mis viejos, mis hermanos José Manuel y Juan José...Tantos amigos también, como toda mi promoción, toda. La número XXXV. Sin dejar a nadie afue-ra. Y en representación de ella me gustaría nombrar al comisario inspector Félix Rodolfo Chelía.Hoy él vive en Bahía Blanca, trabajó mucho tiempo en Inteligencia. No dejamos de vernos, nosfrecuentamos y estamos pendientes de lo que hace el otro.

Amigos de ayer y amigos de hoy como Casas y Omar Acosta, con quienes hoy tenemos la sa-tisfacción de tantos logros obtenidos y nos unen las ganas de seguir trabajando para conseguirotros tantos. Acosta, por ejemplo es un oficial que fue herido en el año ’75, por la explosión de unabomba perdió la vista de un ojo. Cuando caminábamos despachos de legisladores y funcionarioscon nuestros proyectos, éramos dos hombres con un solo ojo y yo le decía “Cuidate ese ojo, no tepuede entrar ni una basurita...”

Hace 13 años conocí a mi mujer, Miriam. Ella me hizo una nota para un diario y así naciónuestra historia. A ella le llamó la atención mi tenacidad, pero yo creo que mi fuerza está ampara-da por la razón. No soy un loco que anda pateando paredes o puteando gente. Yo trato a todos conmucho respeto, no ando molestando a los jefes o a quienes tienen puestos de poder. Eso sí, si tengoque hablar con ellos por algo importante, no me cuestiono si molesto o no. Voy de frente, me pre-sento y hablo con quien tengo que hablar.

Tengo una vida normal. En mi casa cocino, lavo, plancho, limpio. Siempre lo hice. Disfrutomucho de mi hija Rocío que tiene seis años. A veces me gustaría poder verlas, a ella y a mi mujer,porque yo en realidad no las he visto nunca. Ese sería mi gran sueño. Mucho no quiero pensar eneso, para no entrar en “cortocircuito”. Pero por otro lado también es raro pensar en poder ver devuelta. El último recuerdo de mi papá era de cuando tenía 50 y ahora tiene 75, lo mismo mi mamá.Mi hermano tenía 9 años cuando lo vi por última vez, no sé si me gustaría verlo ahora con 36, yasin pelos en la cabeza.

No me siento un héroe, creo que cualquiera de los chicos que fueron a Malvinas se mereceese título. Sé que hay mucha gente que se acerca a mí y me admira, pero creo que es por mi luchaluego del accidente. Es algo que siento que tengo que hacer... Cuando era chico, leí un libro ínte-gramente escrito en gallego, que me dejó muy marcado. Era sobre la vida de Antonio Soto Cana-lejo, un líder de la Patagonia Rebelde. Luchó por los derechos de los trabajadores en el sur denuestro país. Vivió una época de extrema tensión, huelgas, represión... Pero nada lo amedrentó ensu lucha por reivindicaciones para los trabajadores.

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