Testimonio, responsabilidad y herencia

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    MERIDIONAL Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos

    Nmero 2, Abril 2014, 63-88

    Testimonio, responsabilidad

    y herencia. Militancia polticay afectividad en la Argentina de los

    aos setenta

    Alejandra Oberti

    Universidad de Buenos Aires/Memoria [email protected]

    RESUMEN: En este artculo se analiza la extensa presencia de narracionestestimoniales sobre el pasado reciente argentino. En contra de lasinterpretaciones que critican el uso de relatos personales para el estudio de lahistoria reciente (especialmente de la experiencia militante de los aos setenta),

    el texto sostiene que el aporte del testimonio resulta clave para la elaboracininterpretativa de aquella experiencia. Para fundamentar esa interpretacin seutilizan herramientas tericas diversas (Foucault, Agamben, Ricur). A la vez,el texto concluye con un anlisis de un segmento de una narracin testimonialreferido al modo en que la militancia de los aos setenta actu para producirtransformaciones en las relaciones personales como parte indisociable de lalucha revolucionaria, pero lo hizo con una lgica que termin por subordinarla esfera de la afectividad a la lgica de la militancia armada.

    PALABRASCLAVE:trabajos de la memoria, relato, escucha, subjetividad, testigo.

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    TESTIMONY, RESPONSIBILITYANDINHERITANCE. POLITICALMILITANCYANDAFFECTIVITYINARGENTINADURINGTHE70S

    ABSTRACT: to the recent past in Argentina. Contrary to the interpretations that criticisethe use of personal narratives for the study of recent history (especially themilitant experience of the seventies), the text argues that the contributionof the testimony is key to the interpretative elaboration of that experience.In support of this interpretation several theoretical tools are used (Foucault,

    Agamben, Ricur). At the same time, the text concludes with an analysis

    of a segment of a testimonial narrative about how militancy acted toproduce transformations in personal relationships as an integral part of therevolutionary struggle but did so with a logic that ended up subordinating thesphere of affectivity to the logic of armed militancy.

    KEYWORDS:Works of memory, narrative, hearing, subjectivity, witness.

    que se establece en los testimonios sobre la militancia poltica argentina delos aos setenta, tomando una serie de formulaciones de Michel Foucault,Giorgio Agamben y Paul Ricur como punto de partida. Recurro tambina un ejemplo de anlisis de un relato testimonial que permite mostrarcmo los testimonios habilitan un pensamiento crtico sobre el pasado enla medida en que se los escuche con atencin.

    una serie de objeciones a Vigilar y castigarde Michel Foucault, quien lecontest en un texto que lleva por ttulo El polvo y la nube (1982)1. Deesa extensa respuesta quiero subrayar una cuestin que considero esencialpara el estudio del pasado reciente, la diferencia entre el anlisis de un

    problemay el estudio de unperodo:

    1 Este debate ha sido analizado y puesto en relacin con las discusiones acercadel problema del anacronismo en los estudios sobre el pasado reciente en un trabajocolectivo del Grupo de Estudios Feministas formado por Paula Aguilar, Claudia Bacci,

    Joaqun Insausti, Laura Fernndez Cordero, Florencia Gasparn, Mara Laura Guembe, parcialmente en Aguilar et al.

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    Quien, en efecto, quiera estudiar un perodo o al menos unainstitucin durante un perodo determinado, se impone dos

    reglas por encima de las dems: tratamiento exhaustivo de todo elmaterial y equitativa distribucin del examen. Quien al contrario,quiere tratar un problema surgido en un momento determinado,debe seguir otras reglas: eleccin del material en funcin de losdatos del problema; focalizacin del anlisis sobre los elementossusceptibles de resolverlo; establecimiento de las relaciones quepermiten esta solucin. Y, por tanto, indiferencia a la obligacinde decirlo todo, incluso de satisfacer al jurado de especialistascongregados. () Slo se pueden denunciar las ausencias en

    un anlisis si se ha entendido el principio de las presencias que

    Para Foucault, la diferencia fundamental estriba en la posibilidad deproducir interrogantes concretos, no ya la bsqueda hermenutica de unsentido subyacente sino la posibilidad de formular problemas y preguntasque siempre son hechas en el presente. La pertinencia del corpusseleccionado y construido no se basa en la confrontacin de la exactitud

    y la inexactitud de los hechos sino en la presentacin de la pregunta.Por otra parte, en la perspectiva de Foucault, tampoco sera importante

    la veracidad de los documentos ni la imputacin de coherencia entre su efectos que pueden hacerse visibles a partir de la formulacin del problema.La inclusin de un reglamento, un tratado, un boletn escolar, un registro,como parte de una estrategia discursiva, parte siempre de una preguntapresente y no cierra su atravesamiento y potencial funcionamiento en otrasmltiples estrategias. Como seala Miguel Morey a propsito del mtodofoucaultiano, no se trata de buscar la verdad del pasado sino el pasadode nuestras verdades (21). Ante los efectos actuales de las tecnologasde poder, Foucault procede aislando los componentes de la tecnologa 148). Estos componentes no tienen necesariamente la misma importanciaen el pasado, justamente porque se han retratado desde una mirada

    presente, imbricados en otras relaciones sociales, en otras condiciones deemergencia. En esta especial forma de anacronismo no se trata, entonces,de proyectar sentidos actuales hacia atrs en la historia, sino de renunciaral proyecto de escribir la verdadera historia del pasado, y pensar desdeel presente.

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    se establece en los testimonios sobre la militancia poltica argentina de losaos setenta.

    LAPRIMERAPERSONAENCUESTIN

    Como ya ha sido sealado, en el corpus de producciones, voces y

    discursos sobre el pasado reciente argentino abundan los materiales en losque predomina la marca de lo testimonial. Sin embargo, esto no ocurresolamente en este campo. Por el contrario, la discusin acerca de la validez delos relatos personales para la comprensin de los fenmenos de naturalezasocial e histrica ha atravesado a las ciencias sociales, y se relaciona conla discusin acerca de su propio estatuto como ciencia 2, pero se haincrementado en la medida en que el recurso a las metodologas cualitativas

    y, entre ellas, al uso del testimonio se ha extendido en todas las ramas de

    las ciencias sociales. A la antropologa y en particular la etnometodologa,que ha manifestado un inters pionero por la incorporacin de la voz de

    2 En su texto clsico, Las nuevas reglas del mtodo sociolgico, publicado originalmente en

    1967, Anthony Giddens resea las fuentes tericas y el recorrido histrico del concepto

    de comprensin en las ciencias sociales. Partiendo del Verstehende Dilthey y pasando por

    la apropiacin crtica de Weber, la comprensin se va transformando en mtodo. En este

    sentido, un paso fundamental est dado por la reformulacin que realiz Alfred Schutz la pregunta acerca de cmo se puede acceder a la perspectiva del otro. La respuestatiene, en realidad, dos partes. Se puede porque los sujetos forman su conciencia node modo individual ni aislado, sino que sta se forma socialmente, intersubjetivamente.En relacin a cmo acceder: sern los seguidores de Schutz quienes desarrollentcnicas cualitativas que son las ms aptas para reconstruir efectivamente la perpectiva

    Hans-Georg Gadamer y por Paul Ricur (cuyas conceptualizaciones se retoman msabajo) constituyen desarrollos posteriores en el marco de las teoras comprensivistas.Para un anlisis pormenorizado de la nocin de comprensin en las ciencias sociales,adems del libro mencionado de Giddens, cf. Schuster.

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    los protagonistas como fuente de material observable, se le ha sumado unadisposicin similar en la sociologa y en la historia a travs de la historia

    oral. En ese sentido, Leonor Arfuch desarroll el concepto de espacio gneros literarios tradicionales, aquellos que marcaron el nacimiento delsujeto moderno (confesiones, auto/biografas, memorias, diarios ntimos, entrevista meditica, el talk show de las ciencias sociales, la historia de las mujeres o la historia oral). Laidea de espacio no remite a un sistema armnico, estructurado en torno

    de una forma ilustre como la autobiografa (Lejeune)3, sino a una zona dotndolo de inteligibilidad al incorporar de manera explcita la voz delotro4.

    El registro de la palabra del testigo implic de cierta manera unapretensin de literalidad en la cual esa palabra estara en s misma dotada

    para dar lugar a la generalizacin5

    .

    3 Se trata de un gnero que se habra conformado como tal junto con el nacimiento delsujeto moderno, y que est compuesto por relatos de diversa ndole tal como memorias,

    diarios ntimos y confesiones, y otros derivados. El surgimiento de la autobiografacomo una expresin del yo promovi, en los orgenes de la modernidad, un discursonovedoso, expresin del individuo que se vea a s mismo cada vez ms como el centro

    del mundo. La autobiografa propiamente dicha, escrita (mayoritariamente) por hombres,no demor en convertirse en una autobiografa formal que no es ms que uno de los mujeres como el otro de esas narraciones. Philippe Lejeune seala que la biografa (yla autobiografa) se constituyeron como sistemas armnicos, estructurados en torno auna forma ilustre. Por otro lado, en sus mrgenes surgieron otras formas de narraciones

    del yo en las cuales las mujeres incursionaron con mayor libertad: epistolarios, diarios,memorias familiares.

    4 Esta expansin de lo testimonial alcanz incluso a Pierre Bourdieu quien, en

    La miseria del mundo, incluy de manera completa una serie de entrevistas con las que

    5 La ilusin),que si bien no debera esperarse que el investigador descarte, debe s tornarse explcitapara evitar que la ilusin de transparencia con que la biografa se presenta se impongapor s misma.

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    No obstante esta discusin extendida, ante la multiplicacin de estetipo de narrativa para el caso del pasado reciente argentino, algunos crticos

    han sealado una suerte de exceso, al tiempo que han cuestionado su Tiempo pasado. Preocupada por el giro subjetivo que detecta en las cienciassociales, y en particular a la hora de referirse al pasado reciente argentino,Sarlo contrapone a lo que llama explosin testimonialista, otras manerasde presentar y trabajar sobre las experiencias personales:

    Algunos textos comparten con la literatura y las ciencias

    sociales las precauciones frente a una empiria que no haya sidoconstruida como problema; y desconfan de la primera personacomo producto directo de un relato. Recurren a una modalidadargumentativa porque no creen del todo en que lo vivido se haga acumula detalles en el modo realista-romntico (95).

    Poder y desaparicinde Pilar Calveiro yLa bembade Emilio de pola. Ambos autores han sufrido la represin demanera directa y podran constituirse en narradores en primera persona delas experiencias vividas; sin embargo optan por un modo de presentacinque excede la narracin a travs de la bsqueda de principios explicativos.

    Apelan entonces al bagaje de recursos tericos que les ofrece la sociologa,se distancian de los hechos vividos, no privilegian la primera persona delrelato y someten sus experiencias a los controles epistemolgicos que metodolgicos, insiste todava Sarlo, [p]resuponen lectores que buscanexplicaciones que no estn slo sostenidas en la peticin de verdad deltestimonio, ni en el impacto moral de las condiciones que colocaron a

    Sin embargo, a la constatacin del valor de los textos de Pilar Calveiro directo no funda necesariamente el derecho a la verdad sobre un fenmenosocial, Sarlo suma otros elementos. Dice que su libro reacciona no frente

    a los usos jurdicos y morales del testimonio, sino frente a sus otros usospblicos (23). Le preocupa la transformacin del testimonio en emblemade una verdad con mayscula y en recurso principal a la hora de hablar del otorga un estatuto diferenciado a ciertos procesos sociales:

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    [E]l discurso sobre los crmenes, porque denuncia el horror, tieneprerrogativas precisamente por el vnculo entre horror y humanidad

    vctimas o sus representantes, que se inscriben en un tiempoanterior (los tardos aos sesenta y los primeros setenta del sigloXX para el caso argentino), que suelen aparecer entrelazadas, yaporque provengan del mismo narrador, ya porque se sucedanunas a otras, no tienen las mismas prerrogativas y, en la tarea dereconstruir la poca clausurada por las dictaduras, pueden sersometidas a crtica (63).

    Por otro lado, las narraciones testimoniales de los militantes polticos yde los intelectuales que activaron en las dcadas anteriores, al contrariode lo que sucede con los testimonios acerca de la dictadura, no son lanica fuente de conocimiento: hay muchos otros tipos de documentos no someter esas narraciones, insiste Sarlo, al examen del saber histrico ya las reglas epistemolgicas de las ciencias sociales6.

    La reivindicacin de la teora y la inteleccin que realiza Beatriz Sarlodeja, sin embargo, por fuera de la crtica y de la interrogacin metodolgicaa esos otros modos de escribir sobre el pasado que abarcan a todas aquellasproducciones que respetan el conjunto de reglas relativas a la investigacin que tienen a su vez condiciones de produccin y de posibilidad. En esesentido, es necesario sealar que los discursos acadmicos han abordado

    6 Entiendo que la distincin que plantea Sarlo entre los relatos de los sobrevivientes

    (enunciadas en algunos casos por los mismos sujetos, aunque no siempre) que hablan sobre

    el perodo previo (los aos sesenta y los primeros setenta) no es de tipo epistemolgicosino moral: si no sometemos todas las narraciones sobre los crmenes de las dictaduras

    al escrutinio ideolgico, no hay razn moralpara pasar por alto este examen cuandose trata de las narraciones sobre los aos que las precedieron o sobre hechos ajenos alos de la represin, que les fueron contemporneos (64) (el destacado me pertenece).

    Los argumentos para tomar en cuenta positivamente el valor del testimonio que sedesarrollan aqu son del orden del pensamiento (de lo pensable) y no de la moral y,en un sentido anlogo, los cuidados epistemolgicos se deben extender a todos lostestimonios. La distincin entre un valor social (y de justicia) para el testimonio y un

    valor epistemolgico como documento para la disciplinas acadmicas deja de lado elestatuto social del conocimiento.

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    tardamente el pasado reciente, despus de otros tipos de producciones,periodsticas, artsticas y testimoniales que ya en los primeros aos de la

    transicin elaboraron un volumen considerable de materiales7.Desde esta perspectiva, y aun atendiendo a las reservas sobre lo

    testimonial que expone Sarlo, se puede sealar que la multiplicacin deeste tipo de narraciones sobre los aos setenta, antes que obstaculizar lacomprensin del pasado reciente, constituye un elemento indispensableen la reconstruccin crtica de la experiencia de ese pasado. Son unbasamento desde el cual partir, en tanto esas voces, si se despliegan otras

    que las tengan como interlocutoras, harn ms rico todo el campo de testimonial) se convierta en el hegemnico no depende solo de l, sino dela presencia o ausencia de otros modos de acercarse al pasado. En primerlugar, porque el testimonio, como dice Roberto Pittaluga, es ms que elrelato de la vivencia que realiza un sujeto que ha sido protagonista y quepor el simple hecho de haber estado all transmite sus recuerdos ntimosy personales, adheridos a la percepcin sensible. En lo que se transmite

    al narrar lo vivido hay siempre una interpretacin, en donde el pasadoque se recuerda aparece de otros modos: lo que se llama transmisinde la experiencia y se adjudica solo a quienes estuvieron presentes, esuna elaboracin retrospectiva de la misma presencialidad (Pittaluga,Apuntes). Segundo, y estrechamente vinculado con lo anterior, porqueen el testimonio nunca hay un solo sujeto (un sujeto en soledad). Se narrapara alguien, se narra con alguien. En otros trminos, toda narracin, porms personal que sea, contiene diferentes destinaciones, interlocuciones

    y fuentes: el recuerdo no es propio sino construido entre muchos,como el discurso8. Y, por ltimo, porque la distancia temporal entre los

    7 Roberto Pittaluga analiza el campo acadmico de estudios sobre la militancia

    8 En la senda de la por entonces ascendente sociologa durkheimniana, MauriceHalbwachs acu la idea de memoria colectiva. Sin embargo, no la concibi como aquella

    memoria que surgira de algn tipo de entrelazamiento o sntesis de las diversas memoriasindividuales, sino que propuso pensar el proceso exactamente a la inversa. Para el autorde Les cadres sociaux de la mmoire, la rememoracin siempre requiere de otros, siemprees colectiva, y es a partir de los recuerdos colectivos, compartidos, que los individuosconstruyen lo que creen son memorias individuales. Son justamente los marcos sociales

    los que determinan y a la vez posibilitan los recuerdos, y lo hacen bajo el modo de

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    hechos relatados y el momento en el que se los relata suma experiencias einterpretaciones propias de otras temporalidades.

    ser la adoptada aqu. Su material de trabajo es el testimonio referido alexterminio de los campos de concentracin del nazismo; sin embargo, eltratamiento del problema que realiza excede ese marco y constituye unpiso desde el cual abordar distintos tipos de relatos personales.

    DEQUHABLAUNTESTIGO?

    Giorgio Agamben dice que en latn9hay dos palabras para decir testigo. Porun lado testis otro, supertes contarla. Ms adelante, agrega todava un tercer sentido: el testimonio essiempre un acto de auctor, que presupone algo que lo preexiste y que debe

    recuerdos son personales y exclusivamente propios. Aun cuando se ha sealado que elenfoque de Halbwachs tiene el problema de desconocer o minimizar al individuo como

    sujeto genuino de la rememoracin pues sus recuerdos no seran ms que un eco deinstancias sociales, de memorias colectivas, el sealamiento del carcter compartido delos trabajos de memoria, su referencia a un nosotros, sita una de las dimensiones msrelevantes de la rememoracin: su implicancia directa en la constitucin de los lazossociales (Ver Halbawachs, Les cadres sociaux y La mmoire).

    9 El tercer libro de la serie Homo Sacer de Giorgio Agamben, titulado Lo que quedade Auschwitz. El archivo y el testigo, se ubica en un terreno incmodo: el del esfuerzo, que las investigaciones histricas, se sabe mucho acerca de las circunstancias en las que tuvo

    lugar Auschwitz, pero esto no implica que se puedan advertir plenamente sus dimensiones

    ticas y polticas. Si hay una posicin sacralizadora que se niega a comprender, existeotra que quiere presurosamente explicar todo. Agamben rechaza ambas y elige transitar

    un camino que no es ms que una suerte de comentario perpetuo sobre el testimonio

    (10), sobre lo que han dicho los sobrevivientes, pero adems sobre la presencia sin rostro

    que todo testimonio contiene necesariamente, un intento de interrogar aquello que nopuede ser testimoniado.

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    Los militantes, en la medida en han sido protagonistas de la experiencianarrada, se constituyen en testigos por derecho propio atravesaron

    testimonian en nombre de aquellos que no han sobrevivido o de aquellosque no hablan y son, entonces, terceros; pero, en un caso u otro, su

    El planteo de Agamben se sostiene en la experiencia lmite que es elcampo de concentracin y que encarna la ambicin suprema del biopoder

    moderno: producir en el cuerpo humano la separacin absoluta del vivientey el hablante, de Zoy Bios en contraposicin, del valor de la palabra. La necesidad de dar testimonio,encarnada en los relatos de muchos sobrevivientes de los cuales PrimoLevi es considerado un caso paradigmtico, es la que le permite ir msall de la dimensin jurdica de categoras como responsabilidad, parasituarse en aquella zona grisdonde las condiciones de juicio se suspendendebido a la indistincin entre lo humano y lo no-humano:

    () una zona de irresponsabilidad y de impotenticia judicandi queno est situada ms all, sino ms ac del bien y del mal () Estainfame regin de irresponsabilidad es nuestro primer crculo, delque ninguna confesin de responsabilidad conseguir arrancarnos malestar del superviviente... (Agamben 20).

    testigo, el musulmn10 y el superviviente. Es as como el testimonio sepresenta como un proceso en el que participan al menos dos sujetos: porun lado aquel que ha sobrevivido, cuyo testimonio es menos sustancial;por otro, aquel que ha tocado fondo, que es quien tiene mucho paradecir, pero no puede hablar. Quin es, entonces el que habla? Si elpseudo testigo habla, como dice Levi, es solo con el objeto de prestar su

    voz a aquellos que ya no la tienen. Se dira, entonces que, mediante unmecanismo de delegacin, el que habla es el musulmn:

    10 abandonaron toda voluntad de vivir y se encuentran en una situacin lmite entre lohumano y lo no-humano. Cf. Agamben.

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    que algo se va a pique, se desubjetiva por completo y calla, y algose subjetiva y habla sin tener en propio nada que decir (cuentocosas... que no he experimentado en mi propia persona). Unmovimiento, pues, en el que quien no dispone de palabras hacehablar al hablante y el que habla lleva en su misma palabra laimposibilidad de hablar, de manera que el mudo y el hablante,el no hombre y el hombre entran, en el testimonio, en una zonade indeterminacin en la que es imposible asignar la posicin

    verdadero testigo (Agamben 126).

    En este punto son de utilidad las tesis de Benveniste. A partir de la yose designacomo sujeto, es decir, que el fundamento de la subjetividad est en elejercicio de la lengua, Benveniste analiza los efectos de la subjetividad en ellenguaje y, siguiendo las huellas de la presencia de s mismocomoyo, es decircomo locutor en la instancia del discurso, encuentra que se produce en el

    ser humano un punto unitario de imputacin de las vivencias y los actos enel cual el sujeto puede referirse ntegramente como su titular. Es as, dir ellingista, que la temporalidad humana se genera por medio de la presenciade s mismoque el acto de enunciacin hace posible. Y no solamente. Lasubjetividad reposa, ella tambin, distante de los acontecimientos que ledieron origen, en la palabra.

    que el testigo integral es el musulmn, o sea aquel que no puede hablar?Agamben recurre en este punto a la diferencia establecida por la semnticade la enunciacin (Benveniste), entre el sujeto emprico (autor efectivo,productor del enunciado) y el sujeto de la enunciacin (el yo tal comoaparece en el enunciado a travs, por ejemplo, de la deixis), la que permitirestablecer que en todo enunciado aparece marcada una posicin del sujeto.En otros trminos, describir una formulacin, en tanto enunciado, noconsiste en analizar las relaciones entre el autor y lo que ha dicho entre el

    testigo y su testimonio sino en determinar cul es la posicin en la cualun individuo es sujeto de la enunciacin.

    de que el sujeto es tal solo en la medida en que est dotado de lengua,con la que dice que el testigo integral es aquel que no puede hablar. Esta

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    paradoja expresa la ntima estructura dual del testimonio como acto deautor, como diferencia de una imposibilidad y una posibilidad de decir, de

    un viviente y de un hablante.En este sentido, la autoridad del testimonio no consiste en que

    garantiza la verdad factual del enunciado, sino en la imposibilidad de queeste sea archivado, en su exterioridad con relacin al archivo. Su capacidadde reformulacin su vitalidad es lo que hace del testimonio, y conl de los testigos, una fuente irrenunciable de relatos en el proceso decomprender los sucesos del pasado.

    El testimonio es el efectivo tener lugar de algo que pudo no tener lugar(en el sentido de que pudo no haber sido), es la existencia efectiva de algoque era solo una potencia; en ese sentido es contingente (por oposicina necesario), ya que es la posibilidad que se pone a prueba en un sujeto.

    La actualidad del pasado en el presente es una clave para pensar enel terreno tico en el cual se quiere situar Agamben. En este sentido,el testimonio le aporta el gesto fundamental, porque deja ese resto, esasupervivencia en la posibilidad que es la vez la imposibilidad de hablar.Porque, de qu habla el testigo?:

    De algo hecho o acontecimiento, memoria o esperanza, jbiloo agona que podra ser registrado en el corpusde lo ya dicho? del decir a lo dicho? Ni de una cosa, ni de la otra. No enunciable,inarchivable es la lengua en que el autor consigue dar testimoniode su incapacidad de hablar (Agamben 169).

    Por qu? Porque solo hay historia en la medida en que hay experienciay solo hay experiencia cuando hay testimonio; solo hay testimonio sihay sujeto de la palabra, en tanto se produce resto, en el narrar(se). Eltestimonio es la narracin desfasada temporalmente de aquella vivencia, esdecir, se inscribe en un rgimen distinto al de la percepcin, se inscribe enel rgimen de la memoria, y en el de la palabra. Entonces, la autoridad deltestimonio como seala Giorgio Agamben no consiste en que garantiza

    la verdad factual del enunciado, sino la imposibilidad de que ste seaarchivado. Su permanente posibilidad de reformulacin su vitalidad es loque hace del testimonio, y con l de los testigos, una fuente irrenunciablede relatos en el proceso de comprender los sucesos del pasado (Agamben;

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    Los lmites que presentan los relatos testimoniales no estn en laaparicin de un yo subjetivo, de una primera persona que se pondra al

    desnudo mientras se desliza por los detalles existenciales a la hora decontar la historia, sino en la lectura (la interpretacin que se hace deellos, el uso del propio relator, el que hacen otros). Es un problemaepistemolgico y no ontolgico. La tarea fundamental consiste, por lotanto, en la escucha.

    Este punto ha quedado expuesto en la controversia que se gener

    de los subalternos, y el debate en torno al rgimen de verdad o deverosimilitud que presenta un testimonio, que tuvo lugar a partir de lapublicacin de la historia de vida de Rigoberta Mench y del papel quetuvo Elizabeth Burgos Debray en su hechura. Una serie de preguntasanimaron el debate: es posible que sus palabras fueran gravementedistorsionadas? Quin es la autora? Quin es testigo? De qu habla esetestimonio, de lo que le sucedi a Rigoberta Mench y a su familia o delo que le podra suceder a cualquier integrante de esa comunidad? Estas

    preguntas, formuladas de manera preliminar, orientaron la interpretacin entrevista han llevado algunos analistas a sospechar de la validez de esetestimonio, que, por otro lado, ha sido considerado fundante de un modoprogresista y solidario de entender la relacin entre intelectualescomprometidos y sujetos sociales marginales. El punto de partida dela publicacin de este texto es la concepcin de que el sujeto informante

    del discurso testimonial es una persona con una biografa original yrepresentativa, cuya posicin social es marginal y que toma a su cargola responsabilidad del sentido, del contenido y de su veracidad. En Mellamo Rigoberta Mench, la joven mujer maya quich narra las penurias desu aldea. Ella asume su condicin de testigo para narrar el dolor de sucomunidad en nombre de una etnicidad que ha sido privada de la palabra.Entre los numerosos debates que se generaron en torno a este texto, estel de si la narracin de Rigoberta Mench es efectivamente una expresin

    de un posicionamiento tnico o de un proceso de pensamiento mestizo.Este punto, expuesto por Burgos, es de gran importancia ya que se hacereferencia a una caracterstica de hibridez esencial del testimonio que seexpresara en este caso en la adopcin de elementos culturales de otros,

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    por parte del sujeto que enuncia, y que se muestran de manera implcitao explcita en su relato11.

    Este testimonio ejemplar gener una discusin que atraviesa ya dcadas posicionamiento del testigo en tanto tal12?

    En el caso argentino, la pregunta acerca del alcance de los relatos enprimera persona referidos a nuestro pasado cercano tiene una connotacinmuy actual y muy poltica. De qu hablan esos relatos, en qu trminos lo

    hacen y, sobre todo, quines se pronuncian dnde basan su legitimidadson cuestiones que preocupan a la hora de considerar los testimoniospersonales como materiales para el trabajo de elaboracin del pasado,especialmente desde que se habilitaron los canales sociales para exponer lacrnica de la militancia. Es cierto que el haber estado all constituye unmecanismo legitimador presente en las narraciones en primera persona.La presencia, la participacin directa en hechos y acontecimientos es, parael sentido comn, una fuente segura de verosimilitud. Aunque, en verdad,

    se puede decir que no se trata de una caracterstica que poseen nicamentelos relatos personales, ya que toda forma discursiva retiene en su mismaenunciacin modos de construir autoridad y legitimidad para lo que seenuncia (Mozejko de Costa)13.

    Pero, adems, como los acontecimientos vividos solo son ordenables construcciones discursivas, no implican la presencia plena del sujeto que

    des como otro. Construccin que, adems, no se puede realizar sin el auxilio

    11 Luego de la aparicin del testimonio de Rigoberta Mench se publicaronnumerosos textos que lo analizan. Cf., entre otros, los publicados en el nmero 36 de laRevista de Crtica Literaria Latinoamericanay el de David Stoll, quien cuestiona la veracidad

    del relato de Rigoberta.

    12 Sobre el testimonio y su relacin con la verdad, ver tambin el texto clsico deShoshana Felman y Dori Laub.

    13 Si poder hacer historia es, de algn modo, hacer prevalecer una versin de loshechos como legtima, poder hacerse historia que es el caso del testimonio de losprotagonistas implica construir para sun mecanismo que legitime el lugar y la funcin

    tanto actuales como futuros, del enunciador.

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    de otros, tanto aquellos trados al relato en el proceso de invocacin, como

    Los otros que forman parte de la historia de cada quien de modoindisociable indican que la biografa de una persona es, de algn modo, es producido para y por otro, y por lo tanto ese otro estar presente enel enunciado, que se conforma como respuesta14. En la produccin deun relato, ocurre que el locutor, en tanto sujeto emprico que lo produce,se distancia de su enunciado, el cual expresa, entonces, un sentido que vams all de la pura vivencia. Ese plus de sentido es uno de los elementos

    que permiten pensar el testimonio relativo a los aos sesenta y setenta enuna direccin opuesta a la que seala Beatriz Sarlo cuando insiste en que,del lado de la memoria, no encuentra discusin y confrontacin crtica.Precisamente, porque al narrar lo vivido, en el mismo acto de hacerlo, yahay elaboracin, actualizacin. Nada indica que los modos de escriturapropios de las ciencias sociales y las reglas de los saberes disciplinariossean, en s mismos, garanta de mayor criticidad, mientras el testimonioquedara esencialmente atado a la repeticin mecnica de un relato ingenuoque no hace ms que acumular detalles.

    Por otro lado, un debate fundamental acerca de la experiencia armadade los aos sesenta y setenta en la Argentina, como ha sido el que segener a partir de la publicacin del reportaje a Hctor Jouv en larevista cordobesa La Intemperie, tiene su gnesis en las revelaciones de este 15.

    14 Cf. Bajtin, especialmente el captulo El problema de los gneros.15

    propsito de la guerrilla del Ejrcito Guerrillero del Pueblo en Salta y el fusilamiento de

    dos militantes llevado adelante por integrantes de esa organizacin, tiene la forma de una

    contextual; sin embargo, el tono casi intimista y la escritura en primera persona de los criticidad. En ese sentido, la carta de del Barco, como tambin algunos de los textosque le siguieron, invitan a hablar en primera persona y desde all revisar los propiosactos comenzando por una interrogacin radical acerca de los deseos y motivacionesque guiaron las prcticas polticas. Del Barco se sita, precisamente, en un lugar que

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    RELATOPERSONALEIDENTIDAD

    En su texto, La memoria, la historia, el olvido, Paul Ricur explicita el nudofundamental desde el cual elabor su nocin de memoria: la relacinaportica entre presencia y ausencia. La memoria es, para Ricur, lapresencia de lo ausente. Sin embargo, el hacer memoria puede asumir la repeticin, la pretensin de eliminar cualquier distancia entre el pasadoy el presente y que implica un desconocimiento justamente de aquellaapora sobre la cual se funda la relacin pasado-presente inmanente alhacer memoria. Por otro, la rememoracin, que incluye aquellos modosde hacer memoria que se apoyan en las ideas de trabajo y de bsqueda delrecuerdo, que tienen implcitas a su vez la idea de recorrido16.

    En este punto, quisiera destacar que para Ricur, tanto las situacionesde exceso como de escasez de memoria representan una elisin del trabajoy la bsqueda que caracterizan la modalidad de la rememoracin. Ya seaque nos encontremos ante unas prcticas ritualizadas, tan caractersticas

    de los dispositivos de conmemoracin, como ante mecanismos de olvido,propios de la resistencia a mirar el pasado, se trata de la misma memoriarepeticin. Lo que tienen en comn para Ricur estas dos situacioneses que eluden el momento de la bsqueda y del trabajo, presentando

    le permite tomar distancia del pasado y a la vez asumir las responsabilidades que ese

    Barco se adentra en una indispensable discusin acerca de los sentidos de militanciaarmada setentista e interpela al pensamiento de izquierda en la cuestin clave de la public en la seccin del correo de lectores del nmero 17 de la revista La Intemperiedediciembre de 2004. Varias intervenciones, bajo el ttulo No matars?, se publicaronen los nmeros siguientes, hasta el nmero 23, de agosto de 2005, y adems el debatese extendi a otras publicaciones poltico-culturales, como , Conjetural, Elinterpretador,El ojo mochoy el nmero 6/7 de Polticas de la memoria

    parte de los textos del debate se publicaron en forma de libro con el ttulo No matar.Sobre la responsabilidad(editado en Crdoba por La Intemperie, Ediciones del Cclope y laUniversidad Nacional de Crdoba) y en 2010 se edit un segundo volumen.

    16 Ricur desarrolla estos conceptos de manera compleja a lo largo de diferentestextos. La formulacin que sigo aqu est tomada fundamentalmente deLa historia, lamemoria, el olvido.

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    memoria justa. Justa, porque guarda la necesaria distancia para escapar ala mera repeticin por medio de la crtica, eludiendo el exceso tanto como

    la escasez; sin crtica no hay distancia, sin distancia hay repeticin17.Que la memoria acte de este modo tiene efecto, entre otras cuestiones,

    sobre el problema de la identidad, tanto personal como colectiva. Ricurseala que la identidad tiene una doble dimensin, idem e ipse. Mientrasque la identidad idem de permanecer invariantes a lo largo del tiempo, es estable y permite

    ipsecontiene aquellos aspectos del s que no permanecen idnticos en eltiempo pero que constituyen todava una modalidad de permanencia denivel diferente. Porque, ms all de los cambios que pueda sufrir el carctero la personalidad de un individuo, lo que Ricur denomina identidad ipseconstituye un polo de la identidad personal que desafa cualquier variacinen creencias y pensamientos, y se hace cargo, aun as, de la palabraempeada. Si adems se considera que la promesa es generalmente frente

    De este modo, la consistencia del self, lejos de estar dada por la invariancia,supera el desafo del cambio. El mantenimiento de s en el tiempo dependede una compleja interrelacin de estos dos tipos de identidad (Ricur).

    Pero la identidad, como la memoria, no es frgil nicamente por estarsometida a los avatares del tiempo. Ricur insiste en que ambas necesitan que son condicin necesaria para la narracin (entonces para la identidady la memoria) y a la vez fuente de inestabilidad y de cambio.

    Esa presencia de los otros hace que en los relatos personales, para elcaso los testimonios, en el mismo acto de decir(para s, con otros y paraotros) tambin tengan una dimensin del hacer. Los testimonios contienen traiciones y acusaciones. A travs de los relatos testimoniales se puedeinterrogar el pasado y revisitarlo desde afuera y a la vez desde adentro de laexperiencia, porque quienes narran sus vivencias de aquella poca son y, a la

    vez, no son los mismos.

    17 Un desarrollo extenso de esta cuestin se encuentra en el captulo Ricur ola memoria como trabajo deMemorias en montaje

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    HERENCIAS

    A modo de ejemplo, me interesa mostrar el modo en que aparecen estascuestiones en un relato testimonial referido a la militancia revolucionaria delos aos setenta. Prestar atencin a una zona del testimonio que consideroespecialmente relevante aunque es necesario subrayar volviendo a lo queplanteo al inicio de este texto siguiendo a Foucault que se trata de aspectosque no tuvieron necesariamente la misma importancia en el pasado. Me cotidiana, la afectividad en las relaciones personales, las relaciones con los

    hijos y las polticas destinadas a dirigir y educar cuerpos y afectos para laemergencia de nuevos sujetos revolucionarios que, si bien ocupaban unlugar en las discusiones de los aos setenta, lo hacan siempre de maneralateral o subordinada a cuestiones consideradas principales. El escenarioque compone el vnculo tensionante entre militancia y vida cotidiana secompletaba con la determinacin de que los hijos seran los hombresnuevos del maana y los verdaderos destinatarios de todo este proceso.Las referencias en la prensa y en los documentos de las organizaciones

    de izquierda de aquellos aos son muchas y todas convergen en valorarpositivamente el trabajo de traer al mundo, criar y cuidar a las nuevasgeneraciones, siempre que esto se produjera estrictamente en el marco de todo una promesa para el maana, tener hijos y pensar en cmo viviranellos en la sociedad imaginada era una condicin de la certeza de que larevolucin triunfara. Mientras tanto, los hijos e hijas reales acompaaronla militancia de los modos ms diversos.

    Antes de citar el testimonio, necesito mencionar un texto que trabajaesta cuestin desde la literatura. Se trata de El libro de Manuel, la noveladonde Julio Cortzar narra la historia de un grupo de latinoamericanos referidas fundamentalmente a la realidad poltica y social sudamericana,informes de tortura18. Cortzar quiso mostrar en este texto algo de la

    18 Segn explica Cortzar, son las noticias que iba leyendo a medida que escriba.La incorporacin de la situacin contempornea al momento de la produccin de laescritura produce un efecto de realidad mostrada y tiene un resultado pedaggico.

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    omnipresente del nio para el cual, a la vez, se hace la historia y se la narra.

    El nio Manuel cuyos padres son protagonistas de los sucesos narradosy lo hacen participar de las reuniones militantes pasando de regazo enregazo es el destinatario del libro/collage que su madre inventa y todosnutren, construyndole una herencia, y lo es tambin del texto de Cortzar.El libro es de Manuel y para Manuel, ese nio que todos aceptan y con el secuestro que llevan adelante. Manuel constituye un lugar de articulacinentre vida cotidiana y poltica no solo por su presencia en la novela, sino

    por el modo en que los miembros del grupo militante se hacen cargo desu cuidado y su educacin revolucionaria. La pedagoga destinada a queManuel se forme como el hombre nuevodel futuro imaginado es a la vez unpuente tendido entre literatura y poltica de modo tal que los lectores setransforman tambin en receptores de ese discurso.

    la operacin, dos personajes discuten acerca de qu hacer con los recortes

    que quedaron desordenados, cmo continuar:No se ve por qu de golpe tanto fervor compilatorio.Yo dira que por Manuel, hermano.Y qu carajo tiene que hacer Manuel a estas alturas? papelito, pero algo me dice que hay que guardrselos a Manuel(394).

    La revolucin en la cual estn comprometidos estos militantes es unlegado para esa generacin futura que est representada por el nio. Poreso mismo, todos son responsables, y de hecho continan construyendo el ofrece al lector, de entrecruzamiento de lo cotidiano y la revolucin queinvolucra directamente a la descendencia. El Libro de Manuel constituye

    Mientras los integrantes del grupo oscilan entre actitudes ldicas y visiones de lamilitancia ms rgidas, el texto se compromete con una perspectiva de la revolucin que

    incluye el humor, el erotismo y el juego como elementos centrales y, en ese sentido, sepuede interpretar como una crtica a las izquierdas latinoamericanas de entonces. Verlos trabajos de Nicols Rosa y de Hctor Schmucler.

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    en cierta medida un documento de poca en tanto muestra y a la vez

    Desde esa voz literaria que adelanta promesas de herencias y legadosse puede leer, ahora s, el fragmento prometido:

    Cuando nace Ana va a estar una semana sin nombre porque enrealidad yo crea que era un varn y le iba a poner Federico que erael nombre que quera Hugo. Estoy una semana internada porque poner para tenerte internada y me voy con mi bebe, que es una

    bebe hermossima, a la que le pongo Ana que era mi nombre deguerra cuando yo viva con el Flaco. Es decir que yo me despidode mi nombre porque yo ya ah pido un traslado para La Plata, yoya no iba a usar ese nombre, Ana se haba ido con el Flaco, as queyo le pongo a ella Ana. Bueno, ah va a empezar otra etapa de mi

    vida (Memoria Abierta)19.

    A la hora de elegir el nombre para un hijo o una hija se ponen en juegodistintas cuestiones que van desde deseos y gustos hasta negociacionesde todo tipo. La tradicin de la familia moderna, burguesa, que indicaque el hijo, especialmente el primognito, lleve el nombre del padre; loshomenajes a familiares y amigos, muertos o vivos segn la pertenenciareligiosa o comunitaria de la familia; la adaptacin amorosa de la tradicincuando se nombra a la hija con el nombre de la madre o el del padre; las

    versiones politizadas que indican poner nombres alegricos a los nioso nombres que homenajean a los personajes de la historia y la poltica.Qu de todo esto o qu nuevo aspecto se jugaba en esta decisin? Dednde viene ese nombre? Hace serie con la gran cantidad de nias que se

    19 El testimonio corresponde a una militante de Montoneros nacida en La Plata en

    1975. Sandra estaba entonces embarazada y regres a la casa paterna, donde dos meses

    ms tarde nacera su hija. A partir de ese momento se incorpor a la estructura de la decidieron su pase a la clandestinidad. Al producirse el golpe de Estado de 1976, militaba

    en Buenos Aires junto a su segundo compaero que est desaparecido desde diciembre

    de ese ao. Sandra atraves un exilio interno en Jujuy hasta que en 1979 se fue del pas

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    llaman Eva, Libertad o Victoria?, de nios llamados Ernesto o Camilo?Ms adelante, cuando esta tradicin se continu en el uso recurrente de

    los nombres de los compaeros cados, muchos nios fueron llamados, hijo el nombre del padre constituye una manera de establecer un lazo, dereforzar la incorporacin a la familia ya dada por el apellido y de proponerla continuidad del padre en el hijo, qu tipo de lazo se propone cuando sele pone a una hija el nombre de guerra de la madre?

    Un nombre asociado a la militancia clandestina, un nombre que se

    usa exclusivamente con los compaeros polticos, en las acciones, en elfrente al cual se pertenece y que es smbolo cabal de la doble vida de losmilitantes es utilizado por esta Sandra U. para nombrar a la hija.

    Las circunstancias que llevaron a que esta militante elija ese nombreestn atravesadas por la muerte, la prdida y los desplazamientos donde viva, el barrio donde militaba. Pero la forma de hacerlo es por

    20. Al darle a la nia ese nombre condensa demanera ejemplar el modo en que se articulan para las militantes lo personaly lo poltico, la vida privada y la vida pblica. Sandra no es una militanteque adems es madre o una mujer que tiene hijos y comienza a militar.En Sandra, madre/mujer/militante componen un sintagma complejo,fragmentario y dividido que, sin embargo, constituye una identidad quese vuelve coherente por la propia prctica militante21. Esa tensin entre

    poltica es recurrente en los relatos de mujeres militantes.

    20 Sigmund Freud seala que la ms temprana exteriorizacin de la relacinafectiva con otra persona se produce por medio de un mecanismo al que denomina

    21 Ciertamente, esta caracterstica no es exclusiva de la militancia. Por el contrario,

    se puede sealar que las identidades personales estn invariablemente constituidas porelementos que se articulan de distintas maneras dependiendo de los lugares socialesque ocupan los sujetos. Lo que quiero subrayar es el particular tipo de articulacin quese presenta en el caso de las militantes.

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    El testimonio de Sandra U. es un ejemplo de cmo lo personal y lopoltico se superponen. El tiempo transcurrido entre aquellos aos y la

    narracin permite que esas tensiones se muestren plenamente porque lossujetos que narran, como plantea Paul Ricur, son y no son los mismosSudisposicin al relato muestra la pasin por aquel tiempo, la disposicin acambiar el mundo y junto con su voz trae los discursos de otros, los otrosdiscursos que vienen en su auxilio (Bajtin).

    En ese marco, el gesto de ponerle el nombre de guerra a la hija actoque circunstancialmente puede ser explicado como un homenaje y una

    despedida al compaero asesinado que era el padre de esa nia tomaun sentido ms pleno, porque se religa con la necesidad de construir elhombre nuevo. Habla de una potencia multiplicada porque es a la vez lapotencia de dar a luz a la nia y en el mismo acto al hombre nuevo. Una destino sino como una eleccin que pertenece al orden de lo pblico enun sentido que incluye al tradicional y a la vez lo desborda. Ese excedentepareciera estar garantizado por la adjudicacin a la hija constituida en ese

    acto en garanta de futuro de un nombre de pila que condensa el pasadode guerra.

    una cadena de relaciones y en la serie formada por los hijos de la militancia.Es as como la nia, nombrada plenamente hija de la militancia, al recibircomo herencia el nombre de guerra de la madre produce un campo defuerza que hace existente una forma de maternidad en la cual madre/mujer/militanteencuentran una articulacin fundamental. La maternidad

    tiene leyes propias, una materialidad propia, un rgimen, un poder y unaeconoma propios, seala Nora Domnguez (39) y estas leyes implicanun trabajo de transformacin de los cuerpos de ambos, madres e hijos,que excede la capacidad fecundante y tiene lugar en la capacidad los cuerpos y las vidas de los hijos en las diferentes etapas (40).

    Los vnculos y tambin los deseos que se actualizan en cada relacin

    maternal imponen una serie de prcticas y acciones y son a la vezfuncionales a la reproduccin de una sociedad como tal. En el caso de lassociedades modernas, la maternidad, el trabajo domstico y las funcionesde cuidado representan elementos fundamentales en el sostenimiento dela reproduccin social (Nicholson). En ese sentido, se puede sealar que la

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    maternidad militante tambin moviliza una red de relaciones, instituciones,prcticas sociales y rituales y tiene una economa poltica propia. Porque,

    aun sin hacerlo de modo totalmente explcito, los relatos maternales delas militantes sealan el entrelazamiento de esa prctica con el objetivomaysculo, la revolucin. La experiencia guerrillera estaba hecha tambinde ese material y la entrega a la revolucin fusion historia y biografas.Comprometi en el mismo acto el futuro en los dos sentidos y la idea derevolucin tan asociada a lo nuevo, a lo por venir, se vio realizada en lailusin de un doble nacimiento, el del hijo y el de la sociedad futura de lacual los hijos se transformaran en reaseguro.

    El anlisis del segmento seleccionado invita a realizar nuevas preguntasque permiten establecer una aproximacin (tica, poltica) al modo en quelas organizaciones concibieron lo personal, lo poltico y la relacin entreambos trminos. En ese sentido, como seal al comienzo de este texto,las narraciones testimoniales establecen una relacin con el pasado queno siempre es de pura repeticin. Por el contrario, los testimonios en incorporan elementos de la experiencia posterior y tambin se apoyan enlos relatos de otros. Implican dar cuenta de s y de la relacin con otros,donde tambin emergen las dimensiones colectivas de la experiencia ydonde lo privado y lo pblico no siempre se pueden discernir. Componena la vez una trama discursiva que incluye la escucha como dimensininseparable, ya que sin ese aspecto los testimonios pierden efectivamente Skura).

    encontrado en diferentes producciones. Solo en ocasiones se trata deescuchar con atencin a los actores22. Cuando el tiempo es ms lejano ostos no estn disponibles, se puede apelar a otras formas del testimonio,que sostienen de modo diferente la potencia de la primera persona.Despus de todo, la constatacin del hecho de que hablar en nombre

    22 La imagen predominante del testimonio como esa produccin en la que losactores relatan sus experiencias no nos debe hacer olvidar, como dice Ricur, el comienzo

    testimonial de todo documento y la reserva de testimonialidad que en ste se conserva.

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    que saben los investigadores que hacen del pasado su teatro de operaciones.

    trata simplemente de una cierta conviccin de que en la repeticin estla diferencia y, en consecuencia, de que al narrar, al relatar, al argumentarsobre los hechos vividos elyoque narra, en tanto sujeto de la enunciacin,no repite mecnicamente una y otra vez lo mismo, sino que se desplaza,est cada vez en otro lugar.

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