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EDITORIAL E

Hace ya veinte años, la Cumbre de Río nos transformó. Las políticas ambientales se estrenaron en la agenda política y han ido ganando, a trancas y barrancas, un espacio de conciencia y acción, tanto global como localmente. Cataluña es un ejemplo de ello: pocos meses antes de la Cumbre de la Tierra de 1992 se creó el Departamento de Medio Ambiente, encabezado en ese momento por Albert Vilalta (precisa-mente, el pasado 7 de marzo, en el Palacio de la Generalitat, se con-memoraron veinte años de políticas ambientales y se rindió homenaje a Albert Vilalta). El pensamiento y las ideas que se generaron en Río de Janeiro, junto con la influencia de la ciencia, se han extendido por todos lados y han cambiado la percepción del mundo.

Este mes de junio, dos décadas después, Río+20 volverá a ocupar un lugar preeminente en las portadas de los periódicos y en los informa-tivos de los medios de comunicación y llenará las redes sociales. Dos temas se adivinan como protagonistas en la cita de Brasil: el reto de la gobernanza mundial y la economía verde.

El término economía verde es atractivo, pero aún poco claro. De hecho, muchos expertos se preguntan si realmente se trata de una idea inno-vadora o de una simple continuación de un statu quo maquillado. Un nuevo paradigma o únicamente una oportunidad para el mundo de los negocios. Este número de la revista Medi Ambient. Tecnologia i Cultura se propone profundizar en esta nueva mirada sobre la economía.

Marianne Schaper, una persona implicada muy directamente en la organización de Río+20, adopta la perspectiva de los países en vías

de desarrollo y trata de manera argumentada los cuellos de botella y también las oportunidades para transitar hacia una economía verde.

El biólogo Pere Torres reflexiona sobre la contribución que puede suponer una estrategia sostenibilista con respecto al futuro económico de Cataluña.

En un texto provocador, el filósofo Ramon Alcoberro desmonta algu-nos tópicos y defiende que el reto de crear empresas éticas y sosteni-bles es inseparable de una ciudadanía global.

Josep Maria Galí aporta una visión crítica de los estilos de vida actuales y del carácter consumista y propone una estrategia radical para impul-sar el consumerismo político.

Por su parte, Juan Ramón Silva, responsable del Área de Sostenibilidad de la empresa Acciona, reflexiona sobre la contribución que pueden hacer las infraestructuras al desarrollo sostenible y a la transición hacia una economía verde.

En la sección «Cara a cara», el físico y periodista Michele Catanzaro dialoga con Josep Xercavins y Lourdes Benería, dos grandes conoce-dores de la escena internacional.

Finalmente, Josep Enric Llebot y Mireia Cañellas repasan las políticas públicas hacia una economía verde que ha puesto en marcha el Go-bierno de la Generalitat de Catalunya en los últimos tiempos.

LUCES Y SOMBRAS DE LA ECONOMÍA VERDE

Lluís RealesDirector de Medi Ambient. Tecnologia i Cultura

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embargo, todavía se mantiene la preocupación de cómo se repartirán entre la comunidad internacio-nal los beneficios y los costes de la transición hacia una economía más verde. La cuestión principal es si este nuevo enfoque promete un paradigma de desarrollo que ofrezca respuestas a las principales preocupaciones ambientales y sobre la igualdad de los países en vías de desarrollo, o si establecerá nuevas barreras para alcanzar la reducción de las diferencias actuales en cuanto a ingresos y tecnolo-gía con respecto a los países desarrollados.

Los factores estructurales subyacentes al panorama de crecimiento mundial

Algunos factores estructurales (tanto nuevos como viejos) subyacentes al panorama de crecimiento mundial actual son parte de la respuesta a la cues-tión que se ha planteado más arriba, y a la vez son uno de los mayores obstáculos que hay que superar a la hora de concebir nuevas estrategias de creci-miento que ayuden a las economías a alejarse del modelo poco sostenible actualmente existente.

Se puede argumentar que estos factores estructu-rales se han traducido en una persistencia de asi-metrías sociales, económicas y ambientales entre los países desarrollados y los países en vías de desa-rrollo, pero también explican por qué algunos paí-ses en vías de desarrollo han podido reducir las di-ferencias en cuanto a ingresos y productividad con respecto a los países desarrollados, y por qué las prácticas de desarrollo actuales siguen orientadas básicamente hacia la maximización del crecimiento del PIB basándose en el uso intensivo de energía y recursos, a pesar del aumento de la sensibilidad pública y privada en cuanto a la magnitud de los problemas ambientales actuales.

Entre los factores estructurales subyacentes de los patrones de crecimiento actuales1 que deben tener en cuenta los países que se acojan a la tran-sición hacia una economía verde se encuentran los siguientes:

1. Los patrones de crecimiento de los paí-ses desarrollados se han desmaterializado en cuanto a la producción, pero no en cuan-to al consumo

• En los países desarrollados, un aspecto clave del crecimiento económico ha sido la reducción continua de la cuota de productos básicos y de la industria manufacturera en el PIB y un aumen-to de la cuota de servicios y capital humano y de actividades que hacen un uso intensivo de la tecnología. Esto ha tenido lugar especialmente en las últimas tres décadas, y ha implicado una reducción persistente en el uso de entradas de materiales en la producción.

• El consumo en los países desarrollados no se ha desmaterializado, y representa un gran porcen-taje del consumo mundial, con los Estados Uni-dos por sí solos como responsables del 32 % del

Limitaciones estructurales y oportunidades para la transición hacia una economía verde: la perspectiva de los países en vías de desarrollo Marianne Schaper Responsable de asuntos económicos. Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20)

La autora describe los factores estructurales que dificultan la transición hacia una economía verde y argumenta que es necesario afrontar y resolver el cuello de botella que representa la diferencia tecnológica y de productividad entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. Para realizar la transición hacia una economía verde, es necesario que la comunidad internacional asuma sus costes.

Seguir con el modelo de crecimiento actual basado en el consumo intensivo de energía y recursos que define a nuestra economía global ya no es posi-ble, puesto que está fuertemente relacionado con impactos ambientales adversos, el aumento de las emisiones de carbono, un aumento de las desigual-dades en cuanto a los ingresos y una concentración cada vez mayor de la riqueza. La necesidad de re-solver estas graves deficiencias se hizo patente en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 24 de diciembre del 2009, mediante la Resolución 64/236, por la que se convoca la Confe-rencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en el 2012 (Río+20), y la decisión de centrarse en «una economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la po-breza» y el «marco institucional para el desarrollo sostenible».

Emprender la transición hacia una economía verde como uno de los pilares para el progreso hacia el desarrollo sostenible es un reto enorme, y conlleva una forma totalmente nueva de concebir el cre-cimiento económico, dando más importancia a su impacto sobre la calidad y la igualdad, y alejándose del consumo de combustibles fósiles y materiales. Desde el punto de vista del desarrollo sostenible, un nuevo enfoque implica necesariamente cambios profundos en la composición de la demanda mun-dial, una gran transformación de la producción y de los patrones de consumo y la identificación de nuevos motores para las actividades económicas centradas en el hombre, la reducción de la pobreza y la convergencia económica entre los países desa-rrollados y los países en vías de desarrollo.

La decisión de centrarse en la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y la erra-dicación de la pobreza parece indicar que todos los países han aceptado la necesidad de explorar las sinergias entre los objetivos de crecimiento y la igualdad y los de la sostenibilidad ambiental; sin

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consumo mundial total del 2009, y el conjunto de países que forman la Organización para la Coope-ración y el Desarrollo Económicos (OCDE) como responsables del 78 % de este consumo.2 La com-binación de desmaterialización de la producción y aumento del consumo implica que los países desa-rrollados han ido trasladando el impacto ambiental asociado a los bienes consumidos a otros países, mediante el comercio internacional.3

• Varios países en vías de desarrollo con mano de obra abundante se han beneficiado de los mercados crecientes como importantes provee-dores, y han aumentado el comercio de bienes industriales gracias a la desmaterialización de la producción en los países desarrollados. Gracias a su importancia como proveedores de bajo coste de bienes industriales y grandes consumidores de productos básicos, los países en vías de desa-rrollo con mano de obra abundante estaban en buena posición para obtener beneficios de este aumento de la demanda.

• Hasta hace poco, los países en vías de desarro-llo exportadores de recursos naturales propor-cionaban materias primas a precios bajos, y en la mayoría de casos, la expansión basada en el enclave de la extracción de sus materias primas, con vínculos débiles hacia delante y hacia atrás con el resto de la economía, era insuficiente para promover el crecimiento económico sostenible basado en los principios de igualdad y justicia.4 En este contexto, los países en vías de desarro-llo con mano de obra abundante estaban mejor posicionados que los países en vías de desarro-llo con recursos abundantes para beneficiarse directamente de este aumento de la demanda.

2. La incorporación de los países en vías de desarrollo emergentes al proceso de creci-miento mundial es un fenómeno positivo, pero constituye un reto más para la transi-ción hacia una economía verde

• Dado que los países en vías de desarrollo emer-gentes están densamente poblados y se encuen-tran en una fase inicial de desarrollo, su consumo y sus procesos de producción aún se basan en un uso muy intensivo de materiales.5 Además, la elasticidad de las emisiones de gases de efec-to de invernadero con respecto al crecimiento de estos exportadores industriales es elevada, lo que significa que su crecimiento económico rápido y continuo implicará un aumento de las emisiones. Y, lo que es aún más importante, esto significa que el crecimiento económico mundial aún estará más vinculado a las emisiones de carbono que a finales del siglo xx, salvo que la producción mundial implique una transferencia y una incorporación masivas de tecnologías lim-pias en todos los procesos de producción.

• Como puede verse en la figura 1, el crecimien-to económico global ha pasado a basarse en un

G MIRADA GLOBAL

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uso más intensivo de productos básicos (en par-ticular, metales) que en las décadas anteriores. Después de haber descendido durante años, el consumo de productos básicos por unidad de PIB empezó a incrementarse gradualmente hacia principios de la década de los años noventa y, más tarde, alrededor del año 1998, se aceleró considerablemente. La causa principal de esta situación ha sido el aumento de la fabricación in-tensiva de productos básicos que ha tenido lugar desde el año 1993 en China.6 Por otra parte, hoy en día el mundo está sufriendo una escasez am-biental creciente, que provoca que el suministro de productos básicos sea menos elástico, lo que encarece los precios.

• El aumento de los precios de los productos bá-sicos ha beneficiado al crecimiento de los países exportadores ricos en recursos, pero también ha aumentado el riesgo de sufrir «el síndrome ho-landés»7 y el riesgo de que no se pueda competir con los exportadores industriales emergentes, lo que complica las perspectivas de transición hacia una economía verde para un cierto núme-ro de exportadores de productos básicos.

Identificar qué tipo de estrategias de crecimiento son necesarias para llevar a cabo la transición hacia

un sistema económico mundial más verde y más in-clusivo requiere resolver los factores estructurales subyacentes citados anteriormente. Estos se sitúan en el centro del problema del crecimiento mun-dial actual y deberían tenerse en cuenta en todas las propuestas relacionadas con la transición hacia una economía verde. Si son parte del concepto de crecimiento, y los países se toman en serio la pro-moción del nuevo modelo de crecimiento, habría dos prioridades:

- La necesidad de realizar cambios tecnológicos y estructurales masivos para el ahorro de recursos en los países en vías de desarrollo.

- Un cambio drástico en los patrones de consumo y los estilos de vida de los países desarrollados.

Los nuevos motores de crecimiento económico para una economía verde

Como se ha comentado más arriba, en los próxi-mos años la naturaleza del crecimiento económico deberá ser fundamentalmente diferente del creci-miento basado en el consumo intensivo de recur-sos del pasado, y será necesario evaluar si satisface la demanda de un estándar de vida más alto para una población mundial más numerosa, al mismo tiempo que se ajusta a las limitaciones ambientales

crecientes. En efecto, será necesario repensar se-riamente la promesa de que la globalización llevará el paquete de desarrollo económico actual a los países en vías de desarrollo. Este paquete de de-sarrollo incluye: 1) un mayor poder adquisitivo per cápita, resultado de 2) el aumento de la produc-ción por trabajador, alcanzado gracias a 3) la acu-mulación de bienes de capital y 4) las innovaciones tecnológicas e institucionales, y 5) el aumento del uso de la energía y la entrada de materiales, favo-recidos por 6) una cultura consumista que garan-tiza que los productos fabricados se venderán. La necesidad de llevar a cabo los cambios necesarios en el uso de la energía y la entrada de materiales, y también en la cultura consumista, es crucial.8

Además de establecer límites en los estilos de vida y en los patrones de consumo actuales, y de promover un cambio tecnológico masivo en la producción, la transición hacia una economía verde deberá tener en cuenta la necesidad de reducir dos diferencias principales entre los países desarrolla-dos y los países en vías de desarrollo:

- las diferencias tecnológicas - las diferencias de productividad

Las diferencias tecnológicas son una cuestión de-licada, ya que los países que invierten constante-mente en tecnología y son líderes en tecnología podrán hacer crecer sus economías. Por otra parte, los países que no invierten en nuevas tecnologías o que no tienen los medios o la capacidad para hacerlo, seguirán quedando atrás y tendrán menos capacidad para competir en los mercados interna-cionales. Las diferencias tecnológicas se pueden ilustrar mediante los datos siguientes:

- Japón genera más de 800 patentes por millón de habitantes. Esta cifra es casi de cero en la mayo-ría de países en vías de desarrollo, excepto en los grandes países emergentes.

- Cerca del 84 % de los artículos científicos pro-vienen de países desarrollados.

- En el año 2010, Estados Unidos recaudó 30.000 millones de dólares americanos en concepto de derechos de autor y licencias de los países en vías de desarrollo.9

- Los pagos de los países en vías de desarrollo en concepto de derechos de autor y licencias han au-mentado continuamente. En el año 2009, Estados Unidos recaudó el 49,7 % del total de derechos de autor y licencias del mundo. Los países con in-gresos elevados recaudaron el 97,8 % del total de derechos de autor y licencias mundiales.10

La tecnología por la que apuesten los agentes económicos es crucial para alcanzar estructuras de producción que requieran pocos materiales y energía, que deberán ir unidas a un aumento de la productividad laboral.11 La productividad laboral no sólo se refleja en la eficiencia y la competitivi-dad en la producción, sino también en la capacidad de los trabajadores para obtener salarios mejores y alcanzar estándares de vida más altos. Mejorar la Fuente: Banco Mundial

Figura 1: Intensidad de la demanda de productos básicos

Índice (1971 = 1,00)

1971 1974 1977 1980 1983 1986 1989 1992 1995 1998 2001 2004

0,70

0,75

0,80

0,85

0,90

0,95

1,00

1,05

1,10

Energía Metales

AlimentosMetales (excluyendo China)

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GLimitaciones estructurales y oportunidades para la transición hacia una economía verde: la perspectiva de los países en vías de desarrolloMarianne Schaper

productividad laboral, pues, es uno de los factores decisivos para aumentar el crecimiento económi-co, y es necesario reducir los niveles de pobreza y los niveles bajos de educación, que son unos de los obstáculos principales para aumentar la productivi-dad en los países en vías de desarrollo.

Es interesante destacar que la evolución de la productividad laboral en los distintos grupos de los países en vías de desarrollo ha cambiado. Tal y como se puede ver en la figura 2, el PIB por trabaja-dor en Latinoamérica, en comparación de Estados Unidos, aumentó hasta 1978 y desde entonces no ha dejado de bajar. Por otra parte, las economías de Asia oriental han mejorado continuamente su productividad laboral con respecto a la de Estados Unidos.

La productividad laboral puede haber tenido un papel importante en diferentes modelos de creci-miento, lo que explica, en parte, por qué un cierto número de países altamente poblados e histórica-mente pobres han tenido éxito en su proceso de crecimiento y a la hora de ponerse a la altura de los países desarrollados.

La necesidad de reducir tanto las diferencias tec-nológicas como de productividad respecto de los países desarrollados para poder llevar a cabo la transición hacia una economía verde puede resu-mirse, en términos muy generales, con una matriz (véase la figura 3). En esta matriz se puede ver que

el cuadro verde, intensidad baja de materiales y energía y productividad laboral elevada, en la eco-nomía, es la combinación ideal para la que debería apostar la economía verde.

Además, un modelo de crecimiento basado en una intensidad elevada de materiales y energía y carac-terizado por una productividad laboral baja (cua-dro inferior izquierdo) no es conveniente, y refleja la situación de muchos países en vías de desarrollo. Ahora bien, también hay casos de países que se caracterizan por tener una productividad laboral elevada, en los que la economía no es sostenible (cuadro inferior derecho).

Las políticas públicas deberán emplearse estraté-gicamente para orientar el proceso de crecimiento económico hacia un modelo basado en la econo-mía verde, y cuestiones sobre una distribución y una inversión social (educación y salud) más justas, además de la planificación del uso de la energía y los recursos a largo plazo, deberán incluirse en el conjunto redefinido de objetivos en materia de po-lítica económica.

Este enfoque requiere un cambio sistémico, más que mejoras incrementales. Implica no sólo dirigir el mercado hacia el uso de medidas microeconó-micas razonables —como internalizar los factores externos y ajustar los precios, o centrarse en la ecologización de ciertos sectores—, sino también que haya cambios importantes en la elaboración

de las políticas económicas. De hecho, los ejemplos de éxito —cada vez más frecuentes— de mejores prácticas para la ecologización de la economía son importantes, pero insuficientes para hacer frente a la magnitud de los problemas ambientales y de igualdad existentes hoy en día a escala mundial. Para alcanzar una economía verde e inclusiva es imprescindible reorientar las políticas macroeco-nómicas para impulsar los principales cambios ne-cesarios en cuanto a los modelos de crecimiento actuales, y realizar ajustes drásticos en los patrones de consumo.

Una división de los principales sectores de deman-da agregada12 en varios países es útil para concebir un nuevo modelo de crecimiento económico. La idea es que se debería distinguir entre los agrega-dos macroeconómicos que deberían estar estric-tamente limitados —como el consumo intensivo de recursos, las inversiones en infraestructuras o transportes que consuman mucha energía, o las subvenciones gubernamentales destinadas a los combustibles fósiles—,13 y los que podrían am-pliarse gradualmente, porque no generan impactos ambientales negativos importantes.

De hecho, las inversiones destinadas al ahorro de energía y al capital natural, y también los servicios que hacen un uso intensivo del capital humano, son muy convenientes desde el punto de vista del bienestar social y la sostenibilidad ambiental. Este último aspecto incluiría inversiones en amplios sectores de la asistencia sanitaria y la enseñanza, y también el consumo de actividades culturales o servicios de información.

Figura 2: Productividad laboral

PIB por trabajador (con respecto a EE. UU.)

Fuente: Indicadores del desarrollo mundial, Banco MundialAmérica Latina Asia oriental y el Pacífico

25% 3%

3%

2%

2%

1%

1%

0%

20%

15%

10%

5%

0%

1960 1964 1968 1972 1976 1980 1984 1988 1992 1996 2000

Figura 3: Matriz de la economía verde

EC

OLO

GIZ

AC

IÓN

DE

LA

EC

ON

OM

ÍA

Intensidad baja

de materiales y energía

Productividad laboral baja

AUMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD LABORAL

Intensidad baja

de materiales y energía

Productividad laboral elevada

Intensidad elevada

de materiales y energía

Productividad laboral baja

Intensidad elevada

de materiales y energía

Productividad laboral elevada

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Sin embargo, como se ha comentado más arriba, cada vez es más evidente que los cambios en la composición sectorial de la producción y el comer-cio nacionales están provocando reducciones en la producción basada en un consumo intensivo de recursos en los países desarrollados, pero sin que simultáneamente haya cambios hacia un patrón de consumo que haga un uso menos intensivo de los recursos.

Esto se puede explicar mediante dos aspectos de lo que se conoce como subcontratación industrial: cada vez se importa un mayor porcentaje de en-tradas intermedias, en lugar de producirlas en el propio país, lo que reduce la demanda energética y de materiales de la producción nacional, y desvía la producción de bienes de consumo que hacen un uso intensivo de los recursos a otros países. Así pues, esto comporta un aumento de la carga am-biental en los países en vías de desarrollo a causa de los bienes fabricados para satisfacer la demanda de los países desarrollados.

Oportunidades en el sector manufacturero

En este sector hay oportunidades de crecimiento y de trabajo en el ámbito de las energías renova-bles, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Una mayor contribu-ción de este sector en el PIB no sólo tiene efectos económicos y sociales positivos, sino que también puede ser muy beneficiosa para el medio ambiente a largo plazo, además de crear mejoras importan-tes en el ámbito local en cuanto a las condiciones de vida y las oportunidades de trabajo. Un buen ejemplo de ello es el desarrollo de la in-dustria solar fotovoltaica que ha tenido lugar en China desde el año 2002. China se ha convertido en uno de los líderes mundiales en fabricación de células fotovoltaicas, y ha exportado más del 95 % de la producción nacional de células y paneles fo-tovoltaicos. La demanda de productos chinos se ha producido principalmente debido a las políticas so-bre energías renovables de los países de la OCDE, especialmente el modelo europeo de incentivación de tarifas reguladas (feed-in tariff, o FiT). Por otra parte, la fabricación de aerogeneradores está cre-ciendo rápidamente, y el mercado eólico chino, prácticamente inexistente hace 20 años, ha creci-do hasta convertirse en el cuarto mercado eólico mundial, por detrás de Estados Unidos, Alemania y España.

La industria de bienes y servicios ambientales es otro motor de crecimiento económico para la eco-nomía verde. A medida que el mercado de servi-cios, equipos y tecnologías ambientales ha ido cre-ciendo, impulsado principalmente por los requisitos normativos de los países desarrollados, la industria ambiental se ha convertido en un polo de creci-miento muy dinámico en los países de la OCDE. Actualmente, este mercado mueve 770.000 mi-llones de dólares americanos (cifras del 2009), un volumen equivalente al de la industria farmacéutica.

Llevar a cabo una transferencia de tecnologías ade-cuada y centrarse en la educación, la formación técnica y la mejora de las capacidades locales per-mitiría a los países en vías de desarrollo crear una capacidad endógena y desarrollar un nuevo sector económico competitivo para el suministro de bie-nes, servicios, tecnologías y equipos ambientales. Sin duda, ese aspecto debe ir unido a la protección del medio ambiente, al crecimiento económico y a la creación de empleo, a la vez que deben reducir-se las diferencias de conocimiento y tecnológicas con respecto a los países desarrollados.14

Otro sector que también ha experimentado un crecimiento rápido es el de los biocombustibles líquidos, en concreto el del etanol y el biodiésel, aunque su producción y comercio mundial son re-lativamente bajos. Sin embargo, según la materia prima subyacente, la producción y el uso de bio-combustibles puede generar reducciones de gases de efecto de invernadero muy diferentes.

Por ejemplo, se estima que el etanol obtenido de la caña de azúcar, la materia prima principal de Brasil, reduce las emisiones de gases de efecto de inver-nadero en un 80 % tanto durante su producción como durante su ciclo de vida. Otras materias pri-mas, como la remolacha, el trigo y los aceites vege-tales, ofrecen una reducción de emisiones menor, de entre el 30 % y el 60 %. El maíz, la materia prima principal para la fabricación de etanol en Estados Unidos, proporciona la reducción de emisiones más baja, con menos del 30 %.15

Los posibles impactos de los biocombustibles en el uso del suelo, la deforestación, los precios de los alimentos y el cambio climático también varían según la materia prima, el método de producción y su ubicación, y la gestión del sector. Por tanto, la creación de una política bioenergética sólida debe surgir como resultado de un análisis específico según el contexto. Además, el desarrollo de bio-combustibles de segunda generación (elaborados a partir de materias primas celulósicas) y de bio-combustibles de tercera generación (elaborados a partir de algas), ofrecen perspectivas de impactos menos negativos en los alimentos y en el medio ambiente.

Oportunidades en el sector terciario

El sector terciario incluye una amplia gama de actividades, como el turismo, los servicios sociales y las tecnologías de la información, el transporte o los servicios públicos. Abarca servicios con un uso energético muy intensivo, como el transpor-te, y servicios basados principalmente en el capital humano, como la educación. Algunos ámbitos del sector terciario, como el de la asistencia sanitaria, la enseñanza, el agua y el saneamiento, son típica-mente verdes, y también tienen una importancia directa en el logro de objetivos de desarrollo social.

Los servicios del ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son respetuo-

sos con el medio ambiente, pero tienen un impacto importante en continua evolución sobre el creci-miento económico. También permiten establecer nuevas formas de organizar la producción, el con-sumo y los mercados, lo que ofrece aumentos im-portantes de la productividad en varios sectores.

Existe toda una serie de servicios modernos que se han convertido en transportables, comercializables y escalables, y que están disponibles más allá de las fronteras gracias a Internet. La India es un buen ejemplo: el país ha experimentado un rápido cre-cimiento de los servicios exportables con bajo im-pacto ambiental en las dos últimas décadas, y esto ha generado ingresos y ha facilitado el crecimiento. En cuanto al sector terciario, este país muestra potencial en servicios que requieren personal cuali-ficado, como el desarrollo de software, las tecnolo-gías de la información (TI), servicios basados en las TI, ingeniería y diseño de productos y proyectos, medios, entretenimiento y asistencia sanitaria.16

La globalización de los servicios que tienen un im-pacto ambiental muy bajo o que no tienen, pues, ofrece a los países en vías de desarrollo oportu-nidades alternativas para encontrar mercados más allá de la manufactura y los productos básicos, en los que se puedan especializar, extenderse y alcan-zar un crecimiento económico elevado.

Oportunidades en infraestructuras sociales

Buena parte de la transición hacia una economía verde requerirá habilidades y un refuerzo del capi-tal humano, entre otros, mediante la inversión en enseñanza y formación. Además, si las infraestruc-turas físicas son eficientes energéticamente, y si las inversiones sociales se dirigen a la enseñanza, los servicios sanitarios y el desarrollo del capital huma-no, no habrá conflicto entre la actividad económica generada y la protección del medio ambiente.

Tanto las infraestructuras con emisiones neutras en carbono como el cambio hacia las actividades que hagan un uso intensivo del capital humano son con-venientes desde el punto de vista del crecimiento, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental. La educación tiene un papel importante como medio para aumentar las habilidades de la mano de obra y generar conocimiento para la innovación, y debería ser un elemento constantemente presente en las agendas de crecimiento.

De hecho, estudios realizados en países de la OCDE muestran que la calidad de la mano de obra, basada en la educación y las habilidades, tiene efectos medibles sobre el crecimiento. Actualmente, la población en edad laboral de la mayoría de países de la OCDE tiene entre 10 y 14 años de educación per cápita, en com-paración de los 7-11 años que tenía en el año 1970. Esta mejora en educación se estima que ha hecho aumentar el PIB per cápita en un 10-20 % , y ha aportado beneficios tanto a los individuos como al conjunto de la sociedad.17

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Además, puesto que a mediados del siglo se pre-vé que haya un descenso de las tasas de fertili-dad y una transición hacia la estabilización de la población mundial —que también implicará un envejecimiento de la población—, esto introdu-cirá un cambio fundamental en la naturaleza del PIB. Probablemente hará aumentar las actividades económicas y las oportunidades laborales en las industrias de servicios con impactos ambientales relativamente bajos, como la asistencia sanitaria, el turismo sanitario y otras profesiones asistenciales. En este ámbito también existen enormes oportu-nidades de crecimiento económico y de creación de empleo.

El turismo sanitario es un buen ejemplo de ello, es-pecialmente en el contexto de envejecimiento de la población. Tiene mucho potencial para conver-tirse en una oportunidad de negocio importante en los países en vías de desarrollo, con un impacto ambiental relativamente bajo y beneficios elevados para el empleo. Cuba fue el primer país en ofrecer un amplio abanico de servicios sanitarios asequi-bles a pacientes internacionales, al mismo tiempo que demostraba que la industria del turismo sa-nitario podía comportar beneficios importantes. Otros países suramericanos, como Argentina, Bo-livia, Brasil, Colombia y Costa Rica siguieron rápi-damente el ejemplo de Cuba, y se especializaron en satisfacer la demanda creciente de cirugía cos-mética asequible. En el año 2005, la India, Malasia, Singapur y Tailandia también atrajeron a más de 2,5 millones de turistas sanitarios. La Comisión de Co-mercio Internacional de Ginebra ha estimado que, en el año 2013, el turismo sanitario podría conver-tirse en un negocio mundial de 188.000 millones de dólares americanos.18

El papel de las políticas públicas

Las políticas gubernamentales tienen un papel decisivo a la hora de determinar qué modelo de crecimiento hay que seguir. La transición hacia una economía verde en el contexto del desarrollo sos-tenible no puede tener lugar sin una intervención activa de los gobiernos. Como se ha comentado más arriba, dada la magnitud de los problemas ambientales a los que se enfrenta el planeta, debe hacerse un uso estratégico de las políticas públicas para orientar el crecimiento económico hacia un modelo sostenible.

Pese a que la sostenibilidad ambiental, en parte, se puede alcanzar mediante incentivos de mercado (impuestos y subvenciones) dirigidos a la internali-zación de los costes ambientales y a la promoción de los sectores respetuosos con el medio ambien-te, también es necesario invertir en capital humano y en infraestructuras bajas en carbono y adoptar estrategias de desarrollo a largo plazo. Las políti-cas fiscales tienen un papel clave, ya que pueden incentivar las actividades menos perjudiciales para el medio ambiente y dirigir las intervenciones hacia inversiones concretas beneficiosas para la sociedad y el medio ambiente. Las políticas públicas también

son esenciales para centrarse en objetivos específi-cos de ocupación e igualdad.

China es un buen ejemplo de ello: las políticas gubernamentales tienen como objetivo crear ca-pacidad de producción nacional, centrándose en industrias concretas mediante la propiedad na-cionalizada o las ayudas gubernamentales. Este es también el caso del desarrollo de la industria de fabricación de aerogeneradores y de la industria solar térmica y fotovoltaica en China, donde la combinación de inversiones dirigidas y políticas de incentivos ha sido la columna vertebral de los ma-yores avances y el crecimiento. El apoyo de China a la industria nacional siempre ha estado pendien-te de los mercados no chinos, y el país se ha ido integrando gradualmente y de forma estratégica en los mercados mundiales para poder acceder a la tecnología y a la financiación. En general, el país ha intentado alcanzar la integración estratégi-ca en la economía mundial siguiendo una política «de doble vía». Esta política consiste en la libera-lización de las inversiones extranjeras directas y de las entradas importadas en ciertas industrias seleccionadas, a la vez que se presta apoyo a la adquisición de tecnología y a la asimilación de esta por parte de las empresas nacionales en estos sec-tores hasta que están preparadas para competir con las importaciones e, incluso, para hacerlo a escala internacional.19

El caso de los países en vías de desarrollo ricos en recursos constituye un reto especial, ya que la motivación para realizar la transición hacia una economía verde no es evidente. No obstante, los ingresos adicionales generados por las exportacio-nes de productos básicos se podrían invertir en capital humano, de infraestructuras y social, para facilitar la competitividad industrial y la diversifi-cación en nuevos sectores que contribuyan a un crecimiento verde, inclusivo y que cree empleo. También podrían destinarse a financiar inversiones que eliminen las limitaciones que dificultan el creci-miento, como las ineficiencias en infraestructuras. En estos contextos, una estrategia fiscal eficaz no consistiría en mantener los ingresos de los recur-sos naturales en fondos soberanos e invertir en mercados de valores extranjeros, sino en utilizar los ingresos para financiar proyectos nacionales o regionales que faciliten el desarrollo económico y el cambio estructural necesario para realizar la transición hacia una economía verde.20

Las medidas para garantizar que las instituciones financieras y los mecanismos de financiación pres-ten apoyo a las nuevas oportunidades de negocio y al desarrollo y la difusión de las nuevas tecnologías serán decisivas. Los instrumentos de apoyo finan-ciero, como las ayudas a la I+D, los incentivos fis-cales y los fondos de capital son importantes para apoyar el desarrollo de las tecnologías ambientales y garantizar una adopción generalizada de estas. Las pequeñas y medianas empresas (PYME) ge-neralmente tienen dificultades para acceder a los préstamos convencionales, ya que no disponen de

las garantías necesarias. Los préstamos favorables para mejorar la eficiencia de los recursos, como los préstamos blandos o los préstamos renovables, han demostrado animar a los fabricantes, en espe-cial a las PYME, a emprender mejoras en la eficien-cia de la producción.

La provisión de infraestructuras para prestar apo-yo a las industrias verdes, como el tratamiento de aguas residuales, las instalaciones de reciclaje y las fuentes de energía renovables, deberían incluirse en el conjunto redefinido de objetivos de las po-líticas económicas. Dado que la movilización de recursos para el desarrollo de infraestructuras aún representa un reto importante para los gobiernos, los esfuerzos deberían dirigirse a obtener finan-ciación de las asociaciones con el sector privado, la inversión directa extranjera y la cooperación al desarrollo.

Mientras que el crecimiento económico es decisi-vo para el desarrollo y la reducción de la pobreza, los gobiernos también tienen un papel importante a la hora de crear políticas redistributivas que re-duzcan las desigualdades. Incluso si se establecen políticas de promoción del crecimiento verde, y estas tienen éxito, las condiciones iniciales de des-igualdad en el acceso a las entradas productivas, la educación y la tierra harán que los sectores más vulnerables no puedan beneficiarse de los benefi-cios del crecimiento.

¿Cuáles son los retos de Río+20?

Hay que tener presentes los principios de la Declaración de Río de 1992

Principio 1. Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarro-llo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza. (Sitúa a los seres humanos en el centro de las preocupacio-nes relacionadas con el desarrollo sostenible).

Principio 3. El derecho al desarrollo debe ejercer-se de manera que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las ge-neraciones presentes y futuras.

Principio 4. A fin de alcanzar el desarrollo soste-nible, la protección del medio ambiente debe ser una parte integrante del proceso de desarrollo y no se puede considerar de forma aislada. (Pide te-ner en cuenta conjuntamente los tres pilares del desarrollo sostenible: el económico, el social y el ambiental).

Principio 5. Todos los estados y todas las personas deben cooperar en la tarea esencial de erradicar la pobreza como requisito indispensable para el desarrollo sostenible, a fin de reducir las disparida-des en los niveles de vida y responder mejor a las necesidades de la mayoría de pueblos del mundo. (Cita la erradicación de la pobreza como condición indispensable para el desarrollo sostenible).

GLimitaciones estructurales y oportunidades para la transición hacia una economía verde: la perspectiva de los países en vías de desarrolloMarianne Schaper

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Principio 8. Para alcanzar el desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida para todas las personas, los esta-dos deberían reducir y eliminar las modalidades de pro-ducción y consumo no sostenibles y fomentar políticas demográficas adecuadas. (Identifica dos frentes para la acción política: la demografía y la producción insosteni-ble y los patrones de consumo, el primero una cuestión de escala y el segundo una cuestión de conducta).

Ser conscientes de los cambios drásticos en el contexto mundial desde la Cumbre de la Tierra del año 1992

• Existe una nueva serie de agentes que se están convirtiendo rápidamente en factores de cambio en la economía mundial, en particular los países en vías de desarrollo densamente poblados. Como parte de este cambio, hay nuevas configuraciones institucionales que se han convertido en más im-portantes, como las empresas estatales y los fon-dos soberanos, que son un ejemplo de los nuevos acuerdos entre el sector público y privado en los mercados de capital y la comunidad empresarial.

• Una combinación única de retos globales inter-conectados, como la dinámica de la población, el cambio climático y la pérdida de servicios ecosisté-micos en un contexto de desigualdades crecientes, reclama una gran reforma de la forma de gestionar los sistemas naturales y sociales de nuestro plane-ta, en particular cuando haya 2.000 millones más de personas aumentando la presión sobre la ener-gía, los alimentos y el agua, lo que aumentaría la posibilidad de que surgieran más conflictos en las próximas décadas.

• Río+20 debe tratar los motores principales del modelo actual de crecimiento insostenible; la falta de atención a las causas originarias de la pobreza amenaza la viabilidad de una transición hacia una economía verde. Los países en vías de desarro-llo deben crecer; esto requiere una transferencia tecnológica masiva y el desarrollo de la capaci-dad nacional de promover cambios tecnológicos y estructurales en la producción rápidos y que ahorren recursos, y satisfacer la demanda de es-tándares de vida más elevados para una población mundial más numerosa, y la adaptación a las limi-taciones ambientales crecientes. Además, hay que dar prioridad a las políticas públicas y los estados deben tener un papel más importante, ya que los grandes cambios no pueden tener lugar sin una reorientación decisiva y estratégica de los objeti-vos de las políticas económicas para sacar adelante la magnitud de los cambios necesarios.

Para alcanzar una economía verde inclusiva, en Río+20 hay que tratar dos prioridades:

• La necesidad de realizar cambios tecnológicos y estructurales masivos para el ahorro de recursos en los países en vías de desarrollo.

• Un cambio drástico en los patrones de consumo y los estilos de vida de los países desarrollados.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Referencias

1 Lóp e z, R. World Economic Crises in Times of Environmental Scarcity and Wealth Concentration, Department of Agricul-tural and Resource Economics, University of Maryland, College Park, 2009.

2 World Bank. World Development Indicators, 2010.3 Ghe rtne r, D. A. y Fripp, M. «Trading away damage: quantifying

environmental leakage through consumption-based, life-cycle analysis», Ecological Economics, 63 (2-3), p. 563-577, 2007.

4 BarBier, e. Natural Resources and Economic Development, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, 2005.

5 Por ejemplo, del 2000 al 2007, la demanda china repre-sentó el 20 % del crecimiento de las exportaciones mun-diales en metales, el 11 % en cuanto al cobre, el 55 % en cuanto al hierro, y el 58 % en cuanto a la soja. Desde la crisis, mientras que la demanda mundial de estos produc-tos básicos bajó, en China se duplicó (GDAE).

6 World Bank. Global Economic Prospects: Commodities at the Crossroads, 2009.

7 El «síndrome holandés» hace que los bienes manufactu-rados y los servicios sean menos competitivos haciendo subir el valor de la divisa.

8 Para más información, véase Harris, J. M. y Goodwin, N. R. Reconciling Growth and the Environment, Global Develop-ment and Environment Institute, Working Paper no. 03-03.

9 US Bureau of Economic Analysis. Datos preliminares cor-respondientes al 2010.

10 Véase World Bank. World Development Indicators.

11 La productividad laboral se define como el PIB por hora trabajada.

12 Esto se puede expresar mediante la ecuación de la de-manda agregada Y = C + I + G + X - M. Para más información, véase Harris, J. Ecological Macroeconomics: Consumption, Investment, and Climate Change, Global Development and Environment Institute, Working pa-per no. 08-02, 2008.

13 Según el informe conjunto elaborado por la OCDE, la Agen-cia Internacional de la Energía (AIE), el Banco Mundial y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para la Cumbre del G20, Analysis of the scope of energy sub-sidies and suggestions for the G-20 initiative, de junio del 2010, en el año 2008 las subvenciones a los combustibles fósiles superaron los 650.000 millones de dólares americanos, además de los 400.000 millones de dólares americanos en subvenciones agrícolas a los países de la OCDE.

14 Este dato se conoció a partir de los resultados de la eva-

luación del potencial del mercado de bienes y servicios ambientales realizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Sociedad Alemana de Cooperación Técnica (GTZ, por su sigla en alemán) en Argentina, México, Chile y Colombia. Para más información, véase http://www.eclac.cl/dmaah/proyectos/pymes/index.htm#.

15 OECD. Biofuels: An Economic Assessment, OECD, París, 2008.

16 Alte nb urg, schmitz y Stamm. «Breakthrough? China’s and India’s Transition from Production to Innovation», World Development, vol. 36, núm. 2, p. 325–344, 2008.

17 OECD. The Policy Agenda for Growth: An Overview of the Sources of Economic Growth in OECD Countries, 2003. [Dis-ponible en:

http://www.oecd.org/dataoecd/47/4/2505752.pdf]

18 ESCAP, Medical travel in Asia and the Pacific: Challenges and opportunities, 2007.

19 Gallaghe r, K. P. y Porzecanski, R. The Dragon in the Room: China and the Future of Latin American industrialization. Palo Alto, CA: Stanford University Press, 2010.

20 Yifu lin, J. New Structural Economics: a Framework for Re-thinking Development, 2009.

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Desarrollo sostenible, una estrategia económica para Cataluña Pere Torres Biólogo. Instituto Cerdà

Desde una perspectiva ambiental, el autor repasa las crisis ecológicas causadas por un modelo produc-tivo que ha traspasado los límites de la sostenibilidad global. A continuación, argumenta que el concepto economía verde es, de hecho, un nuevo modelo de producción, y reflexiona sobre las posibilidades de que se aplique a los distintos sectores productivos de la economía catalana.

La crisis financiera, en sus distintas facetas, enmas-cara todas las demás crisis. Y hay algunas impor-tantes que la antecedieron y que la sobrevivirán. Podríamos destacar cinco, como mínimo:

- La crisis energética. - La crisis alimentaria. - La crisis climática. - La crisis hídrica. - La crisis ecosistémica.

Las cinco tienen un factor común, aplicable igual-mente a la crisis financiera y económica que se deriva de ellas: todas son crisis de insostenibilidad. Son el resultado de un modelo productivo que se colapsa porque supera sus propios límites. Y, de un tiempo a esta parte, lo hace, además, sin que se pueda alegar ignorancia sobre el fenómeno y sus causas.

Repasamos, brevemente, estas crisis para desta-car algunos de sus elementos comunes —que son los rasgos característicos de un fenómeno insos-tenible:

1. En julio del 2008, apenas iniciada la crisis eco-nómica, el barril de petróleo llegaba casi a los 150 dólares. Desde entonces ha fluctuado mu-cho, siempre muy por debajo de este máximo, porque la demanda de los países desarrollados se ha frenado considerablemente. De todas formas, en invierno del 2011-2012 se situó en 120 dólares, y según previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), subirá hasta los 180 dólares cuando la recuperación económica sea firme. Hay dos factores que influyen en esta tendencia alcista. En primer lugar, el aumento de la demanda. La propia AIE estima que en el año 2030 podría ser un 45 % superior a la actual. El segundo factor es que los yacimientos del petró-leo más fácil de extraer y más barato de refinar se agotan rápidamente y deben ser sustituidos por otras opciones más caras (petróleos pesa-dos, arenas bituminosas, etc.). Por otra parte, si algún día se establece una tasa de carbono —re-lacionada con las emisiones de gases de efecto invernadero—, tendrá una gran repercusión en el precio de esta fuente de energía. En definitiva,

L MIRADA LOCAL

puede haber un debate más o menos apasiona-do sobre si el pico petrolero ya se ha alcanzado o aún no, pero de lo que ya no hay duda es de que la era del petróleo barato ha llegado a su fin.

2. También el año 2008 veía cómo los precios del

grano subían y, con ellos, los de toda la cade-na alimentaria. Las causas eran múltiples. Una, el incremento de los precios del petróleo que tenían repercusión tanto en los de los fertilizan-tes que se derivan de ellos como en todas las operaciones consumidoras de energía. También aquí el incremento de la demanda tuvo un papel capital. Este incremento era fruto del aumento de la población —más bocas para alimentar— y de la mejora de la calidad alimentaria de las nue-vas clases medias de los países emergentes —el aumento de su consumo de carne comportaba una mayor demanda de grano para alimentar al ganado. De cara al futuro, hay que añadir, claro, los riesgos asociados al calentamiento global del planeta, que puede limitar la disponibilidad de agua, aumentar el riesgo de plagas y provocar un crecimiento acelerado pero desmedrado de los vegetales. Por otra parte, hay que tener en cuen-ta una cierta incapacidad de obtener una mayor productividad de los campos —sobre todo si se mantienen las prevenciones con respecto a los organismos modificados genéticamente— y la imposibilidad de movilizar más tierras para el cultivo. En su informe The State of Food Insecurity in the World 2011, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen-tación) prevé que la volatilidad de los precios persistirá en los próximos años y que tendrá efectos negativos en el desarrollo de los países subdesarrollados y facilitará la extensión de la pobreza a nuevos grupos humanos. La seguridad alimentaria queda, pues, en entredicho.

3. Aparte de esta incidencia negativa sobre la agri-cultura, el cambio climático tiene efectos negativos en muchos otros frentes de interés económico: en la salud de las personas, pero también en la de las especies vegetales cultivadas y las espe-cies animales criadas; en la ganancia de aridez de muchas regiones; en la vulnerabilidad de la costa ante el incremento del nivel del mar y de sus embates; en la frecuencia creciente de episodios meteorológicos extremos; en la funcionalidad de las infraestructuras, etc. Hay efectos ya detecta-dos y expectativas, un tanto inciertas, de efectos futuros en función de la temperatura alcanzada. De acuerdo con los expertos, seríamos capaces de absorber un incremento de la temperatura media del planeta de 2 °C. Ahora bien, para que no sobrepasemos este límite, la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero debe ser más drástica y más rápida de lo que se puede esperar con los compromisos actuales.

4. El cambio climático no es el único factor que pone en crisis la disponibilidad de agua pota-ble para capas extensas de población. También ayudan el incremento de la demanda —nueva-

mente por el crecimiento demográfico y la sub-siguiente demanda agrícola— y el hecho de que cada vez haya más caudales inutilizados por la contaminación— sea de nitratos o fosfatos, por la intensificación de la fertilización de los cam-pos, o por los vertidos industriales o urbanos. Cuando la población de una comunidad no tiene acceso a 1.000 metros cúbicos por persona y año, entonces sufre de escasez. Las estimacio-nes oficiales indican que en el año 2025 puede haber casi 2.000 millones de personas en estas condiciones. La escasez puede ser física —no se dispone de esta cantidad de agua— o puede ser económica —no se dispone de las infraestruc-turas necesarias para que esta cantidad de agua sea accesible a sus consumidores potenciales.

5. Una crisis igualmente importante, pero más desapercibida, es la ecosistémica. Hoy existe evidencia suficiente de que el funcionamiento adecuado de los ecosistemas proporciona ven-tajas significativas en la actividad humana, inclui-da la económica. La degradación progresiva de muchos hábitats por su sustitución por otros usos o por su fragmentación o por la pérdida de especies clave debe tener, sin duda, efectos negativos en nuestra calidad de vida. Un ejemplo actual es la disminución de las poblaciones de abejas debido, probablemente, a la intoxicación con ciertos pesticidas. Las abejas son esenciales para la polinización de muchos cultivos alimen-tarios. Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, las abejas son responsables de 15.000 millones de dólares de valor añadido en la agricultura del país. Su actividad polinizado-ra es imprescindible en la producción de frutas, de frutos secos y de muchas verduras. Este caso es extensible a otras muchas funciones que rea-liza la naturaleza y de las que nos beneficiamos sin tener conciencia.

El panorama no es alentador. De hecho, cuando lo describes de este modo, pones en bandeja la acusación de alarmista —o de malthusiano, si el acusador es más sofisticado— y, automáticamente, parece como si todo lo que has dicho perdiera va-lor. Es otro vicio de la insostenibilidad. De hecho, el hándicap principal se encuentra justamente en este punto. A pesar de la complicación extrema, estas crisis son superables porque, cuando escarbas un poco, te das cuenta de que no son consecuencia de una fatalidad inexpugnable sino de unas actitudes colectivas inapropiadas. De todas formas, cambiar las actitudes colectivas suele ser una tarea más ím-proba que hacer frente a una fatalidad externa.

En cualquier caso, si la insostenibilidad nos lleva, con más o menos rodeos, hacia el desastre hu-mano, se puede inferir que la alternativa a este debe llegar a través de la sostenibilidad. Por eso, el desarrollo sostenible no es una opción estraté-gica para dejar de dañar la naturaleza y el medio ambiente, sino, sobre todo, para dejar de dañar la posibilidad de una prosperidad humana efectiva y perdurable.

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Economía verde

Desde que, hace ahora 25 años, la expresión de-sarrollo sostenible ganara carta de naturaleza en el Informe Brundtland, se ha pasado de verla como un pronunciamiento utópico a anhelarla como una solución al atolladero en el que se encuentra la hu-manidad con las crisis anteriormente mencionadas. De todas formas, al haber sido tan profusamente utilizada a lo largo de este cuarto de siglo, puede que haya la sensación de un cierto desgaste y, pro-bablemente por este motivo, han irrumpido otras expresiones con fuerza. Hay tres que son especial-mente interesantes:

• Economía de bajo carbono. Esta idea surge de la preocupación por el cambio climático. Sabe-dores de que la principal responsabilidad recae en las emisiones de dióxido de carbono debido al elevado consumo de combustibles fósiles, se propone una transición hacia un modelo eco-nómico en el que estas emisiones se mitiguen de forma extraordinaria. Este propósito debe alcanzarse a través de la combinación de tres líneas de acción principales: la eficiencia energé-tica (de forma que por cada unidad de energía consumida se obtengan mayores prestaciones), los cambios de estilo de vida (de forma que no se reclame tanta energía para actividades one-rosas) y la sustitución de las fuentes de energía (de forma que la mayor parte de las necesidades sean cubiertas por energías que no emitan tanto dióxido de carbono).

• Green New Deal. Esta propuesta surge de un grupo de intelectuales británicos que, ante la magnitud de la crisis económica actual y vistas sus causas, plantean la necesidad de elaborar un nuevo pacto social, como el New Deal de Roo-sevelt pero sustentado en un modelo producti-vo menos malbaratador de recursos materiales, energéticos y humanos. Aunque también apunta reformas en aspectos energéticos e industriales, el documento original profundiza especialmente en los cambios que sería necesario abordar en la política económica y, sobre todo, en la política fiscal para que este nuevo pacto fuera posible y eficaz.

• Economía verde. En este caso, se quiere enfa-tizar la compatibilidad de la actividad económi-ca con la preservación de la calidad ambiental. Partiendo de los sectores clásicos de la gestión ambiental (las energías renovables, la valoriza-ción de residuos, el ciclo del agua...), se pretende dotarlos de mayor peso en la economía de un país y, al mismo tiempo, como ejemplo a seguir, en cuanto a los criterios de producción, a todos los demás sectores, con la difusión de aspectos como el ecodiseño o la ecoeficiencia.

Puesto que, en Cataluña, ha hecho más fortuna esta última, la adoptaremos de ahora en adelante. Así pues, hay que convenir que un país como el nuestro —con su realidad geográfica y con su tra-

dición industrial— debe jugarse el futuro mediante la economía verde. Puede parecer un deseo exage-rado, pero hay que entender bien el concepto de economía verde, al menos el que utilizamos aquí. Para facilitarlo, me parece oportuno presentar, a continuación, tres tesis sobre la economía verde:

1. No es un nuevo sector productivo, sino un nue-vo modelo de producción.

2. No sustituye a la industria, sino que la rediseña para reforzarla.

3. Se sustenta en tres fuerzas motoras: la tecnolo-gía, el consumo y la fiscalidad.

Un nuevo modelo productivo

La economía verde propugna un modelo produc-tivo basado en:

• La maximización de la eficiencia en el uso de los recursos. La ecoeficiencia tiene un sentido económico muy claro: se trata de que, de cada unidad de materia prima empleada, la parte destinada a aprovechamiento se maximice y la parte que se convierte en residuo se minimice. En definitiva, hacer más con menos, un lema que comulga con el concepto de productividad. Añadamos a la ecuación que aquello que ya se ha aprovechado una vez se reaproveche —de forma directa o a través de los mecanismos de valorización oportunos— tantas veces como sea posible. Así pues, el recurso se hace recircu-lar por el sistema productivo hasta obtener el máximo rendimiento imaginable de él. Por este motivo, este enfoque también se llama economía circular, en contraste con la economía lineal a la que estamos acostumbrados, con una elevada extracción de materiales vírgenes y una también elevada acumulación de desechos sin valorizar. Esta filosofía de la eficiencia es aplicable tanto a los recursos materiales (materias primas, agua) como a los recursos energéticos.

Otra medida en este terreno es la priorización de los recursos renovables —que deben con-sumirse a un ritmo adecuado para que su re-novación sea factible. En este sentido, pues, la economía verde estimula la sustitución de los recursos no renovables por los que sí lo son y modera el consumo de estos a la tasa de reno-vabilidad que presentan.

• La minimización de las externalidades negativas sobre las personas y sobre el medio ambiente. La economía verde busca alternativas productivas que tengan un impacto muy bajo sobre el medio. Este propósito se concreta en la apuesta por so-luciones energéticas que mitiguen la emisión de gases de efecto invernadero y la sustitución de sustancias que contaminan el medio y pueden per-judicar la salud de las personas. Un campo fecundo, en esta línea, es el desarrollo de las biorrefinerías como procesos que pueden proporcionar, a partir de cultivos vegetales o algales, sustancias análogas a las obtenidas en el refinado del petróleo.

• La incorporación del conocimiento y la pros-pectiva en las decisiones económicas. La in-sostenibilidad se manifiesta mediante efectos secundarios o colaterales de decisiones tomadas. Obviamente, se trata de efectos no pretendidos e inesperados que echan a perder unas decisio-nes que habían sido adoptadas para bien. La falta de conocimiento —por su inexistencia o por su inaccesibilidad al decisor— tiene buena parte de la culpa. Hoy en día, en cambio, se dispone de varias metodologías que permiten divisar qué consecuencias indeseadas pueden tener deter-minadas iniciativas. Además, los procedimientos de aprobación de muchos proyectos permiten que dichas consecuencias puedan ser conocidas y contrastadas, por lo que evitar los efectos co-laterales es cada vez más posible. En la medida en la que la economía verde es una reacción a la insostenibilidad y a sus externalidades negativas, es lógico que nazca con la voluntad de emplear el conocimiento para no caer en la misma trampa.

El lector habrá notado que estas premisas son aplicables a prácticamente todos los sectores de la economía productiva, que no son propias de unos e impropias de otros. Por ello, se ha afirmado que no se trata tanto de un nuevo sector que se añade al modo productivo existente, sino de un nuevo modo que se aplica a todos los sectores conocidos.

Las opciones en Cataluña

El Gobierno de la Generalitat ha incluido la eco-nomía verde entre las prioridades de su programa de reactivación económica. En este sentido, se aña-de a la lista de países que hacen decididas apues-tas por esta línea de dinamización de la economía: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, los países nórdicos, Corea del Sur... De todas formas, lo que importa no es la declaración de intenciones sino la valoración de las oportunidades reales. Aunque, sin duda, es necesario un análisis profundo, es evidente que Cataluña dispone de un grupo de sectores su-ficientemente sólidos que son aptos para realizar la transición hacia la economía ecoeficiente y de bajo carbono que representa la economía verde.

Podemos empezar por el sector primario. Aunque la agricultura tiene un peso escaso en el PIB y en la ocupación del país, hay que reconocer que es la base de un sector industrial, el agroalimentario, que tiene una incidencia elevada y con una gran capa-cidad de exportación. Ambos pueden adaptarse a las posibilidades que ofrece la economía verde. La ecoeficiencia en el consumo de agua, de fertilizan-tes o de energía puede penetrar en los campos y en las granjas con una intensidad superior a la actual. Por otra parte, la agricultura puede ser la fuente de materias primas para generar materiales renovables que hoy se originan a partir de recursos agotables o como fuente de energía —sin entrar en compe-tencia con la prioridad alimentaria de los cultivos.

En este mismo sector, se abre camino el cultivo de algas, que, a través de biorrefinerías, puede pro-

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LDesarrollo sostenible, una estrategia económica para Cataluña Pere Torres

porcionar tanto materias primas de alto valor aña-dido para determinadas industrias (farmacéutica, cosmética, alimentaria...) como material para la fabricación de biocombustibles. Ciertamente, es una vía aún embrionaria, pero con perspectivas muy buenas y que valdría la pena explorar dadas las condiciones ambientales del país y los secto-res industriales que se podrían beneficiar de ella. Igualmente, hay que pensar en las nuevas opor-tunidades que la demanda de la economía verde ofrece a la silvicultura y a la explotación forestal, tanto desde el punto de vista de productos de in-terés creciente como el papel que puede ejercer como sumidero de carbono.

En el ámbito de la energía, las posibilidades relacio-nadas con la economía verde son extraordinaria-mente amplias. De hecho, toda la transformación de la generación, la distribución y el consumo, en términos modernos, de la energía se podría incluir dentro de la economía verde. En cualquier caso, pongamos el acento en algunos aspectos principa-les: las energías renovables, los biocombustibles de segunda y tercera generación, el almacenamiento de energía, las redes inteligentes, la eficiencia ener-gética, la rehabilitación energética de edificios... Sin duda, la revolución de la economía verde es princi-palmente una revolución energética.

Ligado a la energía, está el transporte. También la economía verde tiene una incidencia notable en él. Así, debemos considerar la mejora de los vehículos tradicionales para que su consumo y sus emisiones sean más bajos, los vehículos alternativos (eléctri-cos, de hidrógeno, de gas/biogás) con todos los sis-temas de aprovisionamiento necesarios, el reciclaje de los componentes en general y de las tierras ra-ras en particular, la aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación al funcionamiento de los vehículos y a la gestión de flotas...

Lógicamente, la economía verde abarca también los sectores de gestión ambiental que eran conocidos hasta ahora. En concreto, el ciclo del agua, los resi-duos y la calidad del aire. En el primer caso, además de todas las tecnologías de potabilización y de de-puración de las aguas, se puede hablar del aprove-chamiento de los lodos, de la eficiencia en el uso, del control de calidad... Igualmente, se pueden con-siderar la construcción de infraestructuras y equi-pamientos y la fabricación de piezas y de fungibles.

En el campo de los residuos, se puede mencionar la construcción y la gestión de las instalaciones, pero también todas las tecnologías de aprovechamien-to de los residuos, sea para valorización material o para valorización energética. Tiene especial inte-rés el desarrollo de tratamientos para flujos de re-siduos nuevos, que ganan terreno con el progreso tecnológico. También es importante la disposición y la aplicación de tecnologías para la descontami-nación y la biorrestauración de suelos con acumu-lación de sustancias contaminantes. Finalmente, conviene dejar constancia de las tecnologías para la depuración de efluentes atmosféricos.

En la construcción, la economía verde hace aporta-ciones tanto para la obra nueva como para la reha-bilitación. En los nuevos modelos de construcción, se puede divisar la integración de las energías reno-vables como elementos constructivos o el diseño de edificios pasivos. También se puede pensar en nuevos materiales, en el aprovechamiento de los derribos y otros residuos, en la introducción de mecanismos inteligentes en los sistemas de control de los consumos energéticos de los hogares...

La economía verde da entrada a las nuevas tecno-logías. Así, las tecnologías de la información y la co-municación tienen aplicaciones muy considerables en la domótica, en el transporte y en la gestión de redes. También en todos los sistemas de moni-toreo y de control que permiten una gestión más eficiente del consumo de recursos. En cuanto a las biotecnologías, podemos hablar de producción de biomateriales, de la biorrestauración de suelos o acuíferos contaminados... o de las ya mencionadas biorrefinerías. Finalmente, tanto las microtecno-logías como las nanotecnologías son esenciales en el desarrollo de equipos para la producción de energías renovables con mucha más eficiencia de conversión, pero también por disponer de bate-rías con gran autonomía y para la utilización de los superconductores en la red de transporte y distri-bución de electricidad.

Hemos dejado para el final la interrelación de la economía verde con la industria manufacturera. Recordemos la segunda tesis, apuntada más arriba, sobre la economía verde: no sustituye a la industria sino que la rediseña para reforzarla. Hay algunas opciones que tienen naturaleza transversal, que pueden incidir positivamente en cualquier sector industrial:

• El ecodiseño y la desmaterialización de produc-tos y servicios.

• La gestión eficiente del consumo de energía y de materias primas.

• La aplicación de los principios de la ecología industrial.

Ahora bien, hay algunos sectores de la industria manufacturera que, en Cataluña, pueden tener un recorrido más largo dentro de la economía verde: • En el sector químico, existen enormes posibili-

dades en los nuevos materiales (biomateriales, materiales inteligentes, sustitutos de productos nocivos...).

• En el sector textil, se puede pensar en los tejidos inteligentes o funcionales y en el aprovechamien-to de fibras orgánicas.

• En la industria agroalimentaria, existen produc-tos destinados a los nuevos estilos de vida, pero también hay que tener en cuenta las necesidades de trazabilidad y de la seguridad alimentaria.

Estas empresas generarán una demanda tanto de servicios financieros como de otros servicios pro-fesionales (consultorías, ingenierías, I+D, certifica-

ciones...). En la medida en la que estos servicios se presten con una mentalidad propia de la economía verde —es decir, buscando la máxima eficiencia y las mínimas externalidades—, podremos conside-rarlos también componentes suyos.

No se agotan aquí todas las posibilidades de la economía verde. Sin embargo, esta visión pano-rámica del potencial que tiene en sectores muy vinculados a la economía catalana es indicativa de que la apuesta de Cataluña por la economía verde es acertada y, si las cosas se hacen como de-berían hacerse, puede tener unos resultados muy satisfactorios. Ahora bien, no basta con tener un buen punto de partida y unas magníficas perspecti-vas, sino que es preciso un cierto impulso mediante la colaboración entre las administraciones públicas y las empresas privadas para rebajar las barreras de todo tipo que pueden existir para el progreso ade-cuado de esta transición. Dadas las bases económi-cas y empresariales del país y vista la predisposición del Gobierno de la Generalitat para implicarse en el desarrollo de la economía verde, estaríamos en condiciones de augurarle un buen futuro. En cualquier caso, parece claro que este no llegará pasivamente, sino que será necesario ir a buscar-lo. Como decía Peter Drucker, la mejor mane-ra de predecir el futuro es construirlo. Así pues, podemos predecir un gran futuro para la econo-mía verde en Cataluña si estamos dispuestos a construirla.

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Empresa ética y sostenibilidad

Ramon AlcoberroFilósofo

El autor desmonta los modelos de liderazgo tradicionales para afrontar los retos globales, afirma que sostenibilidad es sinónimo de transparencia empresarial y deshace el tópico de la preocupación por las generaciones futuras. Finalmente afirma que sin ciudadanía global no podremos hacer frente al reto de crear empresas éticas y sostenibles.

No es precisamente original afirmar que a partir de la crisis del 2008 se ha convertido en urgente re-visar la retórica que con demasiada frecuencia jus-tifica la ética empresarial, la responsabilidad social y las diversas justificaciones del supuesto liderazgo carismático de las organizaciones. Constatar que el modelo empresarial dominante no es funcional ni siquiera dentro de las propias estructuras del capi-talismo, y que la crisis tiene un componente ético, se ha convertido en un tópico, no por repetido me-nos cierto. Por eso mismo, en el tema de la empre-sa ética es importante separar lo que es publicidad y sentimentalismo, en el peor sentido del término, de lo que deberían ser unas líneas de actuación compartidas y sólidas. Líneas, sin embargo, que a estas alturas no tenemos y sobre las que tampoco existe consenso. Sin valores compartidos no hay relaciones económicas, pero hoy en día los valores de empresa no se pueden dar por supuestos. El de-bate sobre las causas de la crisis actual es en buena parte inseparable del debate sobre la ética —o más bien la falta de ética— de las organizaciones y sobre las condiciones en las que una empresa ética puede resultar viable (y tener éxito) en el mundo de la globalización.

Globalización y ética mantienen unas relaciones complejas que, con aproximaciones estratégicas y con carencias innegables, conviene revisar para evitar un fracaso del sistema económico. A estas alturas, nadie puede defender con argumentos consistentes la revocación del sistema de libre co-mercio, pero por el bien del sistema, tampoco se puede confundir con barra libre y con guerra de todos contra todos. Por ahora, parece más fácil describir la globalización en términos de las metá-foras de Hobbes (el lobo humano y el monstruo estatal), que en el vocabulario más moderado y pactista que proviene de Locke y Hume. Pero precisamente por eso, la cuestión de la empre-sa ética y la sostenibilidad debe considerarse sin ingenuidades y con un punto de urgencia. No son razones circunstanciales, ni de pura imagen corporativa, las que hacen que las empresas sien-tan la necesidad de incorporar a sus estrategias criterios de sostenibilidad y de balance social. Hay en juego su continuidad en el mercado y, a medio plazo, la reflexión ética la exigen incluso fácticamente las consecuencias sociales y políticas potencialmente catastróficas del cambio climáti-

co y del pico petrolero sobre el consenso social, la inmigración y la salud. Todo ello es demasiado importante para lleva a cabo una política de aves-truz o para obviar que una determinada forma de gestionar las organizaciones, centrada en el cor-to plazo, ha llegado a su fin. Revisar el concepto de sostenibilidad y profundizar en algunos de sus aspectos es importante tanto para abordar las necesidades derivadas de la economía del cono-cimiento (o postindustrial) que ahora llega, como para evitar que algunas prácticas especulativas y monopolísticas de la economía financiera hagan inviable la continuidad del sistema.

Como arrastrada por un potente viento —y, por qué no decirlo, en este caso también saludable—, con la crisis ha caído mucha justificación banal de la acción empresarial y mucha exaltación del liderazgo carismático que disimulaba con dificul-tad un trasfondo de despotismo administrativo. La empresa quizá no es moral y bondadosa, en el sentido ingenuo y sentimental de la palabra, pero sin algún tipo de consenso moral de acuerdo en cuanto a las normas y los valores, es obvio que no se puede posicionar en los mercados ni, mu-cho menos, subsistir en ellos, especialmente en tiempos de adversidad. Sin consideraciones éticas compartidas no hay capital social ni confianza, que son condiciones imprescindibles para el buen funcionamiento de los mercados. Y el consenso social nunca puede ser impuesto, sino que debe ser construido si pretende subsistir más allá del corto plazo.

Hay un acuerdo sospechosamente unánime en señalar la falta de criterio moral de las organiza-ciones como una de las causas de la crisis; y en todas partes se multiplican las referencias críticas e incluso irónicas a la «codicia» como una de las características centrales de la formación que se im-parte en las escuelas de negocios. En este sentido a menudo se pide que la empresa haga un ejercicio de sostenibilidad en ámbitos muy diversos (desde la relación con proveedores y clientes hasta la ges-tión de la innovación). Y efectivamente es impor-tante que una empresa sea sostenible en el sentido de que debe evitar prácticas abusivas o especula-tivas. Poca gente se ha planteado en profundidad, sin embargo, si la retórica de la sostenibilidad en la gestión y el mecenazgo social han actuado tam-bién como maquillaje de prácticas profundamente insostenibles. La demagogia moralizante basada en supuestos valores de empresa, que fue muy habi-tual en una ética empresarial previa a la crisis, y que demasiadas veces se construyó ad hoc desde las escuelas de negocios para justificar conductas claramente faltas de perspectiva, pasa factura hoy de forma innegable al prestigio y a la relevancia so-cial de muchas instituciones. Y aunque un enjambre de líderes políticos, sindicales y patronales ahora denuncian la falta de ética como una de las causas de la crisis, se echa en falta, aún, una reflexión en positivo que indique no sólo qué ha fallado en la gestión previa a la crisis, sino qué prácticas deben proponerse para salir de ella.

Lo que ya no es sostenible en la empresa: la obsolescencia de los modelos de liderazgo tradicionales

La crisis ha tenido también, sin embargo, una con-secuencia positiva: ha cerrado el paso a la retórica del liderazgo empresarial y es bueno saludar el final de esta entelequia que nace de una mirada exce-sivamente centrada en consideraciones históricas. Una generación de líderes carismáticos se impuso en la política el día siguiente a la Segunda Guerra Mundial y perduró hasta la década de los años se-senta (Mao, De Gaulle, Kennedy). Esto llevó a mu-chas escuelas de negocios a cultivar la fascinación por el liderazgo, en el que los individuos parecían más importantes que el proyecto. Las retribucio-nes estratosféricas de algunos banqueros se justi-ficaban con apelaciones al liderazgo y con criterios de gestión tan etéreos como los de «creación de valor para el accionista» que escondían mal las prácticas especulativas.

La burbuja que estalló en el año 2008 se hubiera podido evitar si las organizaciones hubieran enten-dido y aplicado los nuevos criterios que surgían del Club de Roma y de la Conferencia de Río, en lugar de quedarse ensimismadas en referencias etéreas a valores de empresa. Sin embargo, se decidió mirar para otro lado y si retóricamente se hacían apologías de la sostenibilidad, es obvio —hoy es dolorosamente obvio— que con un uso irrespon-sable de la desregulación de los mercados se optó por premiar de la forma más grosera a las gestiones menos sostenibles. Los casos de éxito empresarial que se explicaban hace años deberían complemen-tarse hoy narrando también cómo los líderes caris-máticos han destruido las organizaciones que les hicieron llegar a la cima de la consideración social y han hundido en la miseria a quienes adquirían a precio de oro acciones sobrevaloradas, detrás de las cuales a menudo sólo había humo y marketing. El viejo concepto griego de hubris, la desmesura de quienes se ciegan en su propia retórica, explica to-davía muchas cosas en la mala gestión empresarial. Y es que el poder impresionante de las grandes corporaciones necesariamente debe ir acompaña-do de una responsabilidad moral a la altura de su influencia social. Si la globalización da poder a la empresa, necesariamente le debe exigir una res-ponsabilidad en paralelo.

A medida que la economía invadía el espacio de la política y el beneficio privado se obtenía malbara-tando recursos públicos y no renovables, era obvio que la falta de sostenibilidad condenaba a muchos proyectos al atolladero. Bastaba con aplicar la lógi-ca para darse cuenta de que el crecimiento infinito es imposible en un sistema finito. Pero durante los veinte años posteriores a Río no se ha querido ver esta obviedad y se ha tendido a considerar a los que la anunciaban profetas de la catástrofe. Las medidas para generar empleos «verdes», que a menudo acompañan a la empresa auténticamen-te sostenible, no han llegado a impulsarse con la energía suficiente, ni a generalizarse lo suficiente

F MIRADA FILOSÓFICA

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FEmpresa ética y sostenibilidad Ramon Alcoberro

para llegar a ser creíbles, y es necesario aplicar es-tas medidas sin dilación también en los países del Sur. Del mismo modo, también convendría repasar las tesis del viejo Aristóteles cuando diferenciaba la economía de la crematística, si queremos salir de la crisis sin una fractura social que haga ingoberna-ble el propio sistema. Contra la retórica del gestor visionario, más o menos aderezada con referencias a la tesis del carisma según Weber, hoy es impres-cindible entrar en una concepción sostenibilista y los costes de no hacerlo serían inasumibles, ya no para las generaciones futuras, sino para nosotros mismos.

¿Qué ha pasado a ser «insostenible» en la empresa?

El fracaso de las tesis sostenibilistas en el ámbito de la empresa no se explica sólo por la tendencia más o menos hobbesiana de hacer prevalecer los resultados a corto plazo y las tendencias antiecoló-gicas. Hay algunas buenas razones que explican la grave dificultad que las corporaciones experimen-tan cuando se trata de dar el paso de un modelo gerencial a un modelo sostenible en las organiza-ciones. No sólo el peso de la educación recibida —un modelo tradicionalmente más próximo al utilitarismo de Bentham que al de Mill, por decirlo en términos de filosofía clásica—, juega en contra del cambio y hay que averiguar qué ha pasado a ser insostenible en el capitalismo contemporáneo si queremos proponer buenas prácticas para ende-rezar un rumbo que nos puede llevar a la catástro-fe. No tiene sentido hablar de sostenibilidad si no se reforman de forma radical algunas prácticas que convierten la sostenibilidad en pura retórica. Del mismo modo que no se puede, sin cinismo, calificar de empresa ética la que se dedica a las armas, tam-poco puede ser sostenible, sin caer en la retórica o en el puro cinismo, un modelo que hace prevalecer la especulación y que funciona sobre la base de la información reservada.

Una buena parte de la retórica de la sostenibilidad resulta difícilmente compatible con la búsqueda de beneficios a corto plazo, derivada del paso de una economía industrial clásica a una economía básica-mente financiera. Economicismo, mirada centrada en el corto plazo y falta de sensibilidad ambiental constituyen la base de la crisis global. Es casi impo-sible evitar la sospecha de que la especulación y el uso de herramientas financieras complejas se en-cuentran en el origen de la crisis del 2008. Los da-tos macroeconómicos hablan por sí solos: en el año 2010, la suma global de todos los salarios pagados en el planeta Tierra tuvo un valor de 38 billones de euros, mientras que por el mercado de divisas han circulado 800 billones de euros.1 La desproporción entre capital financiero y capital industrial es tan brutal que sin una regulación política de los merca-dos es difícil ver cómo se puede evitar el colapso de la economía productiva. Incluso si aceptamos que la especulación es una consecuencia de la fal-ta de eficacia del sistema y no una causa, algo se está haciendo mal cuando se pueden incumplir las

reglas del sistema sin que pase nada y primando la banca por encima de la economía productiva.

Cuando especular en mercados de futuros resulta mucho más rentable que producir, inevitablemente se rompe el cemento social que permite construir valor, que no es otro que la confianza mutua. De-masiado a menudo se ha simplificado la explicación de la actividad económica al presentarla a partir de un modelo antropológico, el del supuesto Homo economicus maximizador de expectativas, que ade-más de acabar convertido en un auténtico idiota moral, resulta incapaz de explicar la riqueza y la cantidad de motivaciones que hay detrás de la ac-tividad emprendedora. En economía no todo lo puede explicar el interés inmediato o, si se quiere decir de otra manera, en la compleja psique huma-na hay intereses que van mucho más allá de la satis-facción primaria. La creación de vínculos sociales y las expectativas de tipo no directamente utilitario son también elementos significativos en el propio origen de la actividad empresarial y, al romperse este lazo, que no se basa sólo en el interés, sino que incluye un elemento emocional y casi físico de vinculación y de servicio al entorno —una relación con la propia comunidad en sentido inmediato—, la consecuencia inevitable es que resulta casi im-posible mantener proyectos comunes y empresas vivas. Reducir la actividad de los stakeholders a cál-culo racional, y educar a los jóvenes economistas en la complejidad de la teoría de juegos, no debería hacernos olvidar que cuando alguno de los jugado-res siempre pierde, inevitablemente abandona la partida, a veces con graves costes para todos.

Las consecuencias económicas de la insostenibilidad emocional

Para explicar las graves dificultades a las que se enfrenta la aparición y la consolidación de un modelo de empresa atento a las necesidades de la sostenibilidad, no sólo es necesario contar con la extensión de la economía financiera, consecuen-cia inevitable de la liberalización del comercio a escala mundial. La teoría económica convencional daba por supuesta la racionalidad del consumidor y la convertía en la piedra de toque del edificio em-presarial. Sin embargo, hoy en día, esa racionalidad calculadora no es tan obvia: más bien la empresa se encuentra ante un nuevo tipo de demandas y el consumidor es cada vez más «emocional». La propia lógica de la tecnología y especialmente de Internet tiende a destruir vínculos tradicionales y a convertir a los individuos en átomos sociales. Esto ha llevado a una gran inseguridad psicológica y a demandas emocionales que se manifiestan de forma insospechada a través de las nuevas formas de marketing.

Hoy por hoy, la sostenibilidad de la empresa no se fundamenta sólo en la aplicación de normas claras en la gestión, en la innovación y con el trato con trabajadores, proveedores y clientes. No sólo la «burbuja especulativa» puede destruir la confian-za en los mercados. En la medida en que hoy la

producción pierde cada día más importancia ante las dificultades de la distribución y del marketing, la sostenibilidad empresarial depende también —y lo hará cada vez más— de un hecho que ha pa-sado desapercibido hasta hace pocos años, pero que, con el cambio de siglo, adquiere cada vez más importancia. La empresa, que cada vez cre-ce más y exige más, produce también una fractura psicológica casi imposible de evaluar en un balance, pero que tiene graves consecuencias en términos de reputación, de imagen pública y de posiciona-miento social. El malestar emocional, hasta llegar a lo que se ha llamado karoshi o burnout (agotamiento profesional), es una de las consecuencias más insos-tenibles de los modelos de gestión despóticos. Una plaga de malestar emocional se está gestando en todo el mundo y crecerá inevitablemente si las em-presas no adoptan modelos de gestión sostenibles.

Hay que contar también con un hecho que muy a menudo se pasa por alto en los análisis del capitalis-mo contemporáneo: la «burbuja emocional», que han destapado las redes sociales y que, en sí misma, es radicalmente insostenible. Una consecuencia asociada al aumento de la productividad, y con la que habrá que contar cada vez más, es el aumento de la inestabilidad emocional de los individuos. Si hoy necesitamos empresas que tengan en cuenta las necesidades de la sostenibilidad ambiental no es sólo por razones de eficacia y de reducción de costes. Una empresa que no sea sostenible y que no potencie un modelo de producción y de con-sumo diferente difícilmente podrá sobrevivir en el mundo que sociólogos como Rosa Harmuth o Eva Illouz han descrito como «capitalismo emocional». Las empresas no sostenibles producen empleados desmotivados y clientes insatisfechos y serán cada vez más víctimas del estrés que ellas mismas han provocado.

La creciente debilidad emocional y la necesidad de recompensa a corto plazo se están convirtiendo en una fuente de malestar que conviene tener presen-te en una evaluación de la economía postindustrial. Es difícil proponer elementos de sostenibilidad a sociedades en las que la riqueza material convive con la debilidad emocional. No es casual que hoy gran parte de los negocios nacidos en la red ha-gan referencia a temas de lo que se llama economía emocional, ni que tengan más que ver con la ne-cesidad de reencontrar los elementos simbólicos o de identidad —especialmente con la necesidad de reconocimiento—, que con necesidades ma-teriales. En las sociedades en las que, por decirlo tópicamente, «todo el mundo tiene de todo», está más claro que nunca que nos faltan cada vez más herramientas emocionales para gestionar la sole-dad y la competitividad extrema a la que nos abo-ca una economía que sólo tiene presente el corto plazo. La sostenibilidad no es sólo un criterio de racionalidad económica, sino que incluye aspectos que conviene tener siempre muy en cuenta, y que se pueden describir en términos de ecología emo-cional. En tiempos en los que la energía será cada vez más cara, la empresa necesita incorporar a su

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estrategia no sólo unos criterios de sostenibilidad en su gestión interna, sino que, al mismo tiempo, debe transmitir una imagen de equilibrio y de sos-tenibilidad emocional.

Si algo ha cambiado en la gestión empresarial veinte años después de Río es la aparición de un ámbito de negocios que corresponden a la economía inmaterial. Buena parte de la industria informática no vende una tecnología realmente innovadora, sino una gestión de las emociones. La nueva pobreza postindustrial en los países del Norte (por escandaloso que pueda parecer cuando se ve desde el Sur) es también una plaga de pobreza emocional. Tan insostenible como la polución atmosférica es la polución emocional en las economías postindustriales. Lo que está bus-cando el usuario de Facebook cuando se esfuerza en aumentar el número de sus contactos es, bá-sicamente, ser amado o reconocido, y su grupo de amigos (reales o a menudo ficticios) determina estratégicamente su conducta con un rigor que no conocían ni las antiguas iglesias. No vamos a entrar ahora en el análisis de la pobreza emocional que implica la búsqueda de amigos virtuales por la red, ni en lo que esto significa en términos de creación de una nueva sociabilidad, más cercana al panóp-tico de Bentham que al falansterio utópico. Basta con constatar que Internet ha producido al mismo tiempo un aumento de los flujos de información y un aislamiento social considerable.

La sostenibilidad que debe buscar la empresa se ha centrado en la gestión de procesos productivos y de recursos. Pero en una economía postindustrial, que tiene que hacer grandes esfuerzos de marke-ting para convencer a sus potenciales clientes para que compren productos que a menudo no necesi-tan, es necesaria una concepción más amplia de la sostenibilidad, en la línea, por ejemplo, que postula Edgar Morin, y que deberá incluir criterios de sos-tenibilidad emocional. La sustitución de criterios de obsolescencia programada por criterios de sos-tenibilidad emocional es un reto empresarial muy importante en la gestión de la crisis económica que empezó en el año 2008. Una humanidad «fuerte» como la que pide el informe de la ONU, Resilient People, Resilient Planet: A future worth choosing (30 de enero del 2012),2 es una humanidad que ges-tiona de forma sostenible también las necesidades emocionales. «Humanizar la empresa» haciéndola sostenible constituye una condición imprescindible a corto plazo para evitar un caos ecológico que arrastraría con él el estado del bienestar, pero tam-bién la seguridad del planeta.

Empresa sostenible y generación de información: sostenibilidad significa transparencia empresarial

En la sociedad postindustrial y en la economía del conocimiento que crece en todo el mundo se está produciendo una diferencia cada vez más conside-rable entre dos clases sociales (los inforricos y los infopobres, como se les suele llamar) y, además, esta

diferencia tenderá a crecer cada vez más. Una em-presa y una sociedad sostenible se enfrentan con problemas graves cuando la lógica que promocio-nan las redes sociales es la del aislamiento y la de la recompensa a corto plazo y cuando los negocios se generan cada vez más en la más estricta opacidad informativa, cuando no se basan ellos mismos en la desinformación pura y dura. Las revelaciones de Wikileaks han causado un daño seguramente dura-dero a la imagen internacional de muchas empre-sas y de algunos estados en todo el mundo, pero previsiblemente sólo son un primer atisbo de las nuevas necesidades de comunicación a las que la empresa deberá acostumbrarse. Sostenibilidad y transparencia en la gestión empresarial son inse-parables, y la empresa ética deberá abordar ambas problemáticas de forma conjunta.

La capacidad de generar información en la eco-nomía tradicional daba centralidad a la empresa tradicional, pero la tecnología actual ha roto este esquema. Si Internet hace posible un aumento exponencial de la información y ayuda a romper dinámicas de centro/periferia, no es porque nos haga a todos centrales, sino más bien al contrario, porque nos vuelve periféricos. Basta observar lo fácil que está resultando hacer crecer la demagogia y el apoliticismo o la sospecha general hacia la po-lítica gracias al poder multiplicador de la red, para intuir que una actitud de sostenibilidad —que por sí misma pide un largo periodo de adaptación— resulta difícil de vincular a la sensación creciente de «presentismo» que potencia la red.

Es muy difícil que triunfe una estrategia empresarial sostenible si no va acompañada de una gestión ética realmente creíble de las necesidades emocionales y de la información que la propia actividad empresa-rial genera. Un desarrollo sin precedentes y un es-trés ecológico (por sobreexplotación de recursos) y emocional también sin precedentes obligan a re-pensar qué hemos hecho mal en los últimos años. Del mismo modo que la ética empresarial anterior a Enron cayó en el error de loar absurdamente la capacidad de «liderazgo a cualquier precio», tam-bién la sostenibilidad en su lectura más limitadora ha caído en el error de vincularse excesivamente a la producción de bienes y servicios, mientras que al mismo tiempo se promocionaban unas técnicas de marketing que resultaban emocionalmente in-sostenibles, con unos costes difícilmente asumibles en términos de equilibrio. Si, además, la empresa se vuelve cada vez más oscura en su gestión, o direc-tamente se convierte en un instrumento de desin-formación, no sólo podemos prever un caos en el sistema, sino que la promoción de la desconfianza y de la desvinculación social a la que nos conducen las prácticas insostenibles será imposible de gestio-nar a corto plazo. Una sociedad enloquecida por un consumo insostenible, frustrada en sus expec-tativas y una empresa o unos procesos de gestión insostenibles producirán una tormenta perfecta.

Veinte años después de Río ya no basta con propo-ner a la empresa la «regla de las 3 R» —reducir, re-

ciclar y reutilizar— que se encuentra en el mismo centro de la actitud vital y moral de cualquier per-sona con conciencia ecológica. La empresa debe concebirse a sí misma no sólo como creadora de productos, sino como creadora de modelos socia-les, y debe preguntarse seriamente si los modelos sociales que promociona son sostenibles y sirven a su propia continuidad. El problema del malestar emocional, de la desvinculación social y de la ro-tura de vínculos comunitarios afecta a la empresa porque es un proyecto social compartido. Sos-tenibilidad en la empresa no significa únicamente gestión de recursos escasos: es también conciencia de las consecuencias que tiene en una economía postindustrial la gestión de las emociones y de un marketing que, a corto plazo, no termine por pro-ducir una insatisfacción generalizada, que atenta contra el propio futuro del proyecto empresarial.

¡Las generaciones futuras somos nosotros!

No parece que haya resultado una buena estrate-gia vincular la sostenibilidad con las necesidades de las «generaciones futuras», y ya sería hora de decir claramente que nosotros, los contemporáneos, somos de hecho y de derecho las generaciones futuras que anunciaban Hans Jonas o Jacques Ellul. Si damos por buenos los datos del informe Resilient People, Resilient Planet: A future worth choosing, en el año 2030, es decir, ahora mismo, el mundo ne-cesitará un 50 % más de alimentos, un 45 % más de energía y un 30 % más de agua. Y simplemen-te, no está nada claro que sea posible logar dicha cantidad de alimentos, de agua y de energía con las formas de gestión insostenibles que estamos manteniendo contra toda lógica.

Lo que debemos gestionar con criterios sosteni-bles es el presente cada vez más inmediato y lo que está en juego cada vez más es la necesidad de responder a las exigencias de un presente hecho de materias primas escasas y de presiones demo-gráficas graves. La dimensión económica de la sos-tenibilidad que se expresa por una combinación óptima de recursos naturales con el fin de asegu-rar el bienestar de las generaciones futuras ya no es para pasado mañana, sino para hoy mismo. Es obvio que una concepción minimalista de las nece-sidades y de la solidaridad intergeneracional tal y como muy a menudo se encuentra en los estudios sobre sostenibilidad se enfrenta a las inercias so-ciales y a una concepción óptima (de hecho, maxi-mizadora) de las relaciones sociales y políticas. Y el recurso, a menudo retórico, para las necesidades de las generaciones futuras, sin que casi nunca se explique exactamente el contenido del bien que se les debe transmitir, ha jugado contra la propia idea de la empresa sostenible. Un exceso de refe-rencia a las generaciones futuras en el caso de la sostenibilidad ha acabado convirtiendo lo que era un problema de gestión en una especie de utopía ingenua.

El paradigma sostenibilista en el ámbito de la em-presa deberá responder, pues, a dudas que se sus-

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FEmpresa ética y sostenibilidad Ramon Alcoberro

citan desde ámbitos muy diversos entre ellos, pero que, combinados, pueden tener consecuencias gra-ves para la viabilidad del modelo. Pesa en su contra la falta de voluntad política, pero también —y so-bre todo— la difícil compatibilidad del modelo con las tendencias del capitalismo contemporáneo que acentúa el peso de la economía financiera sobre la economía productiva. La teoría de la sostenibilidad y la no regulación de los mercados están intrínse-camente en una pura situación de contradicción. Además, desde una concepción sostenible de la empresa conviene no perder de vista el cambio que experimentan los mercados en los que una economía postindustrial ha visto aparecer un nue-vo tipo de consumidor mucho más presentista, mucho más débil emocionalmente y sin demasia-dos lazos sociales, más allá de los que le propone la red. No se puede pasar por alto que por influencia del marketing y de la aplicación de técnicas de psi-cología social —pero también debido a la sobresa-turación del consumo— los elementos psicológicos y emocionales a menudo obnubilan las decisiones estrictamente racionales. No sería extraño que en una situación de crisis prolongada, si la oleada que comenzó en el año 2008 dura muchos años más, se viera cómo progresivamente la opinión pública acepta cada vez más las prácticas empresariales y ecológicas insostenibles, simplemente por miedo a perder nivel de vida o a perder puestos de trabajo. Los mecanismos de la «servidumbre voluntaria» son, al fin y al cabo, tan antiguos como la propia humanidad. Ahora bien, esta situación se pagaría a un precio tan alto como el del resurgir de los fundamentalismos varios y la progresiva extinción de los lazos sociales.

¿Puede ser ética la empresa?

A las dificultades que afronta la sostenibilidad como concepto en el ámbito empresarial hay que añadir también la persistencia de un viejo tópico: el de la supuesta imposibilidad estructural del capita-lismo para ser ético. Esta es una cuestión que vein-te años después de Río ya no deja lugar a dudas: no es que la empresa «pueda» ser ética, sino que en la ética radica su posibilidad de supervivencia a medio plazo, sobre todo en un mundo de mate-rias primas cada vez más caras. O la empresa es ética, o el futuro del mundo —y el presente de los consensos sociales— se hará imposible. El logro de la sostenibilidad, como dice el informe Resilient People, Resilient Planet, nos obliga a transformar la economía mundial y a implantar la sostenibilidad en la empresa de forma decidida. La propia crisis debe verse como una oportunidad para cambiar mode-los de gestión obsoletos.

El informe pone el acento en cuatro medidas que la economía mundial debe abordar en la perspectiva sostenibilista, que en resumen son: 1) incorporar los costes sociales y ambientales a la regulación de precios, 2) incentivar la sostenibilidad de las inver-siones y el largo plazo, 3) aumentar la financiación del desarrollo sostenible y de las empresas que lo integran en sus prácticas, y 4) crear índices de de-

sarrollo sostenible eficaces para medir los progre-sos en la gestión.

¿Cómo hacer ética y sostenible una empresa hoy en día? Parece evidente lo que la empresa ya no puede ser (o no debe ser): especulativa, causante de polución, o provocadora de malestar emocio-nal. Ahora bien, parece evidente que en los próxi-mos años deberemos avanzar en la creación de indicadores fiables y en la promoción de buenas prácticas en sostenibilidad empresarial. Confundir austeridad y sostenibilidad es un grave error, pero los tiempos de austeridad nos pueden ayudar a ser más sostenibles. Una empresa ética debe poner el acento en la transparencia y en su vocación ciudadana, que no se mide sólo por una política de precios, sino por su implicación en el bienestar de la comunidad y por su cuidado del medio na-tural. Una empresa ética y sostenible debe pro-mover mecanismos de participación interna para construir su gobernanza y debe comportarse de forma leal con sus trabajadores, con sus proveedo-res y clientes y con las instituciones democráticas. También debe ser capaz de conjugar su competi-tividad con su «convivialidad», empleando un tér-mino de Edgar Morin, es decir: la empresa debe ser capaz de generar relaciones positivas entre las personas y con el entorno.

No hay empresa ética sin viabilidad —es decir, sin capacidad de la organización para asegurar su continuidad—, y esto cada vez es más difícil en un mundo de capitalismo financiero desregulado. Ahora bien, la viabilidad no es posible al precio de aumentar los riesgos para la salud, de reducir las exigencias de la seguridad alimentaria, o de dismi-nuir la formación de los trabajadores. En el cambio cultural y tecnológico que estamos viviendo, la em-presa ética y sostenible es más eficaz que la plani-ficación autoritaria, pero esto no será posible sin una ciudadanía consciente que pida a la empresa un ejercicio continuado de responsabilidad. El reto de hacer empresas éticas y sostenibles es inseparable de la ciudadanía global.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Referencias

1 Los datos se han extraído de Philosophie Magazine, núm. 56, de febrero del 2012, que dedicó un dosier muy signi-ficativo a la ética del capitalismo contemporáneo.

2 http://www.un.org/gsp/sites/default/files/attachments/GS-PReport_unformatted_30Jan.pdf

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Nuevas perspectivas en el consumo: de la superación del carácter consumista al consumerismo político Josep Maria Galí Izard Consultor. Profesor en ESADE

El autor reflexiona sobre la génesis y los sistemas de legitimación del carácter consumista y cómo este dificulta las políticas a favor de la sostenibilidad y la economía verde. Ante esta realidad, se proponen políticas que condicionen de forma rápida y directa los actos de los consumidores y los reformulen hacia hábitos sostenibles.

Seguimos inmersos en una gran incertidumbre. La burbuja económica que parecía una profecía agorera estalló hace cinco años con virulencia y el aterrizaje suave que nos prometían políticos y economistas se ha convertido en un aterrizaje de emergencia y a fecha de hoy seguimos dando tumbos por la pista. Nadie sabe con certeza si con las viejas herramientas de política económica sal-dremos adelante sin un rasguño. La perplejidad de la sociedad se traduce en malestar, el malestar en conflicto social, en sus múltiples expresiones. Los economistas —que nos habían hecho creer que habían tomado la medida a la máquina del creci-miento— también están perplejos. Se contradicen. Nuestros políticos tienen miedo a emprender re-formas estructurales, copian fórmulas de otros paí-ses, parece que tenemos que enfrentarnos a viejas instituciones y a intereses corporativistas que las-tran la recuperación y nos empobrecen a todos. No es extraño que uno de los resultados de todo ello sea una caída drástica de la propensión a con-sumir: la renta baja, la riqueza cae y las expectativas son negativas...

En este artículo intentaremos focalizar el análisis en un hecho bastante evidente y objetivo: no estaría-mos donde estamos si los individuos de este país —y de muchos otros países— no hubieran toma-do malas decisiones de consumo (de las que luego se han arrepentido). Decisiones de consumo que han conllevado niveles de endeudamiento nunca vistos y sin duda irracionales, tal y como se ha com-probado más tarde. Algunos ejemplos lo ilustran en todo el mundo occidental: en la década de los años ochenta la tasa de ahorro de los hogares es-tadounidenses era de dos dígitos. Esta tasa cayó al 5 % en el año 1994, y al -1 % en el 2006. En España decenas de miles de familias han perdido su vivien-da principal por ejecuciones hipotecarias, más de cien mil al año, en los últimos años… ¿Cómo es po-sible que una sociedad permita a tantos millones de individuos tomar decisiones tan irracionales —y les anime a hacerlo— que luego tienen consecuencias muy negativas para su bienestar, para la estabilidad del sistema financiero, para el crédito a las empre-sas y, finalmente, para el conjunto de la economía y la sociedad?

Lo que parece evidente es que el origen del em-brollo, las «deudas malas», corresponden a «com-pras malas», y nos preguntamos el porqué de estas decisiones de compra. Nos preguntamos por qué los individuos y las familias de este país y otros se han embarcado en decisiones de consumo avan-zado que entrañaban riesgos muy evidentes. Nos preguntamos sobre el efecto agregado de las prác-ticas de marketing sobre la estimulación del consu-mo, en su vertiente más profunda y estructuradora de valores y actitudes, e incluso de lo que creemos que constituye un auténtico carácter social, el ca-rácter consumista, que nos está haciendo entrar aceleradamente en una crisis sistémica.

En este artículo vamos a intentar resumir la génesis y el sistema de legitimación y apoyo institucional del carácter consumista; cómo evoluciona en las sociedades en desarrollo y en las sociedades más desarrolladas, y cómo la prevalencia de este carác-ter es un elemento que puede frenar la toma de conciencia global ante los riesgos asociados al cre-cimiento insostenible y al pleno desarrollo de los individuos de este planeta. Analizaremos también cómo emergen en las sociedades más avanzadas valores y conductas que permiten intuir la emergencia de lo que podríamos denominar un carácter postconsu-mista, una forma distinta de entender el consumo con algunas características que relegan al consumo a un rol menos estructurador de la dinámica social.

El carácter social consumista

Nuestro convencimiento es que el conocimiento de la evolución de este carácter es esencial para activar políticas públicas que hagan a los individuos más conscientes de que se encuentran en un pro-ceso de «inmersión consumista inconsciente», de consecuencias indeseables para todos los habitan-tes del planeta. Este convencimiento, quizá no lo suficientemente compartido entre la ciudadanía, se encuentra entre las preocupaciones de todas las instituciones políticas supranacionales —entre ellas la Comunidad Europea— y de las institucio-nes internacionales. En un documento del 2006, el Consejo de la Unión Europea revisa la política de desarrollo sostenible y, entre los objetivos, destaca lo siguiente:1

«Promover hábitos de producción y consumo sostenibles [...] La educación es un prerrequisito para promo-ver los cambios comportamentales y para dar a todos los ciudadanos las competencias clave que se necesitan para llegar a un desarrollo sos-tenible […], incluida la educación en el consumo y los sistemas de producción sostenible, salud, responsabilidad de los medios de comunicación y ciudadanía responsable.»

La crítica a la sociedad de consumo históricamente se ha enfocado desde una óptica que expone a la luz pública una nueva alienación de la persona por parte del sistema económico. Marx describía la alienación del trabajo como una consecuencia estructural del

sistema capitalista; para que el hombre se pueda autorrealizar, hay que romper la alienación, que es básicamente una alienación del trabajo:

«En algunas sociedades, las condiciones en las que vive el hombre son de una naturaleza tal que lo separan de sí mismo, por lo que es inca-paz de reconocerse en su actividad y en su obra […]. En el marxismo el proceso de alienación es la expresión de un proceso sociológico por el que los hombres o las sociedades edifican orga-nizaciones colectivas en las que se pierden [...] .»

Esta idea-fuerza ha continuado constituyendo la base de la crítica a la sociedad de consumo, re-cogida con diferentes matices, desde pensadores influenciados por el marxismo y el psicoanálisis, como Fromm y Marcuse en la mejor tradición de la crítica social de la escuela de Fráncfort, hasta filó-sofos nada sospechosos de estas influencias, como Hannah Arendt, que en su magistral ensayo sobre la condición humana nos describe con precisión lo siguiente:2

«[…] en nuestra necesidad de reemplazar cada vez más rápidamente las cosas que nos rodean, ya no podemos permitirnos usarlas, respetar y preservar su inherente carácter durable; debe-mos consumir, devorar, por así decirlo, nuestras casas, muebles y coches, como si fueran las “cosas buenas” de la naturaleza que se estropean inútil-mente si no se llevan con la máxima rapidez al interminable ciclo del metabolismo del hombre con la naturaleza. Es como si hubiéramos derri-bado las fronteras diferenciadas que protegían el mundo, el artificio humano, de la naturaleza, tanto el proceso biológico que prosigue su curso en su propio centro como los procesos naturales cíclicos que la rodean, entregándoles la siempre amenazada estabilidad de un mundo humano…»

Afirmar que nos encontramos ante un carácter so-cial basado en la propensión al consumo tiene fuer-tes implicaciones conceptuales. No es un asunto trivial. Se puede hablar —y de hecho se habla— de «estilo de vida consumista», como puede obser-varse por ejemplo en los documentos sobre el con-sumo sostenible de los expertos de las Naciones Unidas.3 El concepto de carácter creemos que es más adecuado, tiene dimensiones y consecuencias sobre la conducta que van mucho más allá de un simple estilo de vida.

¿Cuál es la génesis de este carácter? ¿Contra qué protege el carácter consumista?, cabe preguntar-se. Contra el miedo a la escasez, contra la propia condición humana, que se basa en la lucha contra la escasez, o sea, el miedo a morir de inanición, diríamos inspirándonos en Arendt. Los análisis de valores en sociedades con grados de desarrollo di-ferentes confirman esta intuición: en las sociedades más ricas, los valores individuales de tipo autoex-presivo y la consideración de los valores colectivos ganan peso con respecto a los valores individuales derivados de la sensación de inseguridad.4 Las im-

E MIRADA ECONÓMICA

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ENuevas perspectivas en el consumo: de la superación del carácter consumista al consumerismo político Josep Maria Galí Izard

plicaciones del nacimiento de estos valores emer-gentes en el ámbito del consumo son un tema de investigación actual de máximo interés.

La emergencia del carácter postconsumista: el consumerismo político

El consumerismo político se ha considerado uno de los símbolos de esta nueva implicación del con-sumidor-ciudadano en el área social. El fenómeno ha tomado una dimensión importante en algunos países, y se ha dedicado un esfuerzo considerable a investigar las conductas que pueden ser calificadas de «políticas», o sea, conductas en las que median-te la actuación en el mercado se persiguen objeti-vos políticos y sociales. Debemos recordar que el consumerismo político no es un fenómeno nuevo ni un fenómeno de evolución social democrática y humanista. Stolle y Micheletti, dos de las autoras de referencia en este campo, recuerdan que a finales del siglo xix los boicots a los productos de los judíos eran el pan de cada día.5 La incitación a no comprar productos de la madre patria inglesa fue también uno de los preludios de la revolución de las colonias de Norteamérica…

Ahora bien, que existe un incremento de este tipo de acciones ciudadanas es una realidad que mues-tran todos los estudios que año tras año se realizan en la Unión Europea.

¿Quién se apunta al consumerismo político? Los resultados de las investigaciones muestran que no son precisamente los jóvenes quienes lo practican. Sólo encontramos alguna prevalencia superior en cuanto a los jóvenes en actos simbólicos, como lle-var una placa demostrativa o llevar a cabo actos de violencia en acontecimientos relacionados con reuniones internacionales de dirigentes políticos o económicos. Los jóvenes del sistema consumista tienden a interiorizar las protestas como formas culturales de consumo. Este tipo de consumerismo político propio de los jóvenes, entonces, no sería una protesta o una forma de participación con-testataria y antisistema, sino una muestra más de cómo el sistema de consumo se apropia de los sig-nificados culturales para convertirlos en mercancía.

Además, todos los trabajos que tratan de encontrar tipologías de consumidores más racionales y que tie-nen más en consideración los factores ecológicos y de sostenibilidad llegan a la conclusión de que son las mujeres, más que los hombres, las impulsoras de las conductas más socialmente responsables y sostenibles. No entraremos en discusiones sobre el porqué de este hecho empírico, pero que las mujeres tienen un comportamiento menos asocial y más ecológico es una conclusión a la que llegan todas las investigacio-nes. La aceleración de la evolución de la sociedad ha-cia la igualdad de género puede ser también un factor que ayude a impulsar los cambios que necesitamos.

Los datos correspondientes a países nórdicos confir-man que entre el 40 % y el 60 % de los consumidores adultos realizan de manera corriente actuaciones de

consumerismo político. Eso podría hacer sospechar, como apuntan Stolle y Micheletti,6 que «los consumi-dores políticos están menos comprometidos con la política tradicional y los ciudadanos que tienen menos confianza en la política y en las instituciones políticas tienden a refugiarse en el consumerismo político».

Los resultados empíricos de la Encuesta social eu-ropea, que se lleva a cabo de manera continuada, muestran que no es cierto que los consumidores políticos sean los consumidores que creen menos en la política. Los consumidores políticos, los que boi-cotean y respaldan iniciativas comerciales-sociales, muestran una tendencia clara a realizar más acciones de participación política tradicional que los que no son consumidores políticos. Algunas de estas accio-nes son votar, contactar con políticos, manifestarse, firmar manifiestos, o militar en un partido político. El perfil de estos consumidores políticos está sesgado hacia las mujeres, hacia la clase alta y hacia los niveles de educación alta o muy alta.

¿Por qué los ciudadanos se implican en el consumeris-mo político? Stolle y Micheletti proponen dos hipóte-sis7 que son objeto de análisis:

- La hipótesis de percepción del riesgo social de la sociedad de consumo y la desconfianza en la capa-cidad de las instituciones de gobierno nacionales e internacionales.

- La hipótesis del cambio de valores, con la emergen-cia de los valores postmaterialistas, y el cambio de visión en lo que representa ser un buen ciudadano.

En los resultados de sus trabajos aparece claramente que los consumidores políticos comparten un ideal de ciudadanía mucho más social y comunitarista que los que no lo son. De alguna forma podríamos decir que son consumidores políticos aquellos para los que la preocupación social y por la sostenibilidad se trans-forma en acción política y en acción en el mercado a la vez. Conocer los determinantes de este salto de la actitud a la acción es una tarea aún por realizar. Las investigaciones han ido de lo que es conductual a lo que es actitudinal. Deberíamos recorrer el sentido in-verso, y la buena y clásica teoría de la psicología social apuntaría a factores explicativos potenciales como la opinión de los demás (la presión social), y los factores situacionales relacionados con el contexto temporal, social y de rol de los consumidores, además de su percepción subjetiva.8 Esto daría pie a abordar el cambio de comportamiento desde una óptica poco optimista y muy práctica, como la que proponemos a continuación: de la ética al hábito sin pasar por las actitudes. O de los valores a la conducta pasando por el condicionamiento.

De los valores a la conducta

Las recetas clásicas de la política pública nos dirían que hay que trabajar en la educación, la sensibiliza-ción, el cambio actitudinal y la creación de una cultu-ra ambiental que a medio o corto plazo introduzca conductas sostenibles. Nuestra opinión es que esa estrategia por sí sola no es viable y no aporta nada a

la resolución del problema al que nos enfrentamos. En primer lugar creo que la mayoría de científicos que han estudiado la sostenibilidad del sistema eco-nómico estarán de acuerdo en que no hay tiempo para las actitudes, ni para esperar que las nuevas generaciones, mejor formadas (¿o no?) cambien sus conductas, ni para emprender campañas de sensi-bilización que permitan controlar el consumo y fi-nanciar con el ahorro las enormes inversiones que representa reconvertir la economía industrial en una economía de sostenibilidad. Si tenemos que esperar cincuenta años para que los ciudadanos empiecen a adoptar conductas responsables, como en el caso de los accidentes de tráfico, ya no valdrá la pena ha-cer nada: el sistema se habrá ajustado solo de forma traumática y violenta.

Los estudios sobre las actitudes hacia la sostenibi-lidad llegan siempre a las mismas conclusiones, y refuerzan nuestra opción de descartar las medidas actitudinales como motores fundamentales en este proceso de cambio. Un trabajo realizado por MPG y ESOMAR por encargo de las Naciones Unidas9 concluye de forma taxativa exactamente lo mismo que Deloitte en un informe realizado para el Foro de Davos (a continuación se mencionan algunas de las trece conclusiones a las que llega el informe):

1. La preocupación por la sostenibilidad es alta, pero la fuerza y la profundidad de las actitudes y las creencias es baja. El progreso hacia una cultura de la sostenibilidad es inferior a lo que sería deseable.

2. Aunque los niveles de preocupación son altos, el problema de la sostenibilidad no es necesa-riamente la prioridad principal del público en general, lo que significa que las actividades poten-cialmente sostenibles serán relegadas por otras preocupaciones.

3. El nivel del debate sobre la sostenibilidad es poco informativo: argumentos parciales, intereses po-líticos mezclados y exageración en la expresión devalúan la fuerza del caso e impulsan a la gente a alejarse del problema.

4. Si bien la información está disponible y es exten-siva, no se dispone de los ingredientes necesarios para el cambio. El nivel de creencia es bajo, no hay retroalimentación sobre los progresos, hay con-tradicción entre los consejos de expertos, y no hay modelos para seguir —todo esto hace difícil que la gente tenga la conexión emocional necesa-ria para el cambio de conductas.

5. Las características y los beneficios de los produc-tos relacionados con la sostenibilidad son normal-mente secundarios en el proceso de compra, y los consumidores no los tienen en cuenta.

6. Las empresas deben adoptar una visión más ho-lística del negocio y comprometerse a emprender una estrategia sostenible y vincularla a la imagen de marca.

Ante estas realidades, que contrastan con el am-biente actitudinal tan favorable que se ha creado alrededor de este problema, creemos que no es realista esperar a que los valores formen actitu-des; las actitudes, intenciones; y que, finalmente,

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las intenciones se transformen en acciones. Hay otras formas de provocar el cambio que pasan por la adopción de lo que Bourdieu10 llama el habitus, es decir, la creación de costumbres o hábitos, res-puestas conductuales automáticas, que aunque estén basadas en supuestos de racionalidad limi-tada (decisiones sobre información imperfecta), y que parezcan «manipulaciones» en el peor sentido que se da a los enfoques conductistas, tienen la virtud de ser mucho más eficaces, como bien saben los gestores de marketing:

«El agente social, en tanto que está dotado de un habitus, es un individuo colectivo o un colec-tivo individuado por obra de la introducción de las estructuras objetivas [...] . El habitus es subje-tividad socializada… La razón (o la racionalidad) está limitada, no sólo como cree Herbert Simon, porque el espíritu humano está genéricamente limitado (lo que no constituye ningún descubri-miento), sino porque está socialmente estructu-rado, determinado y, por tanto, limitado.»

Se trata de la formación rápida de hábitos de consumo sostenibles. Se trata de condicionar los actos de los consumidores. Esta afirmación chocará de lleno con los defensores radicales de los derechos individua-les, los liberales a ultranza, que pondrán el grito en el cielo y considerarán estas políticas un ataque a su visión cosmológica que se basa en el «yo y los otros» en lugar de la visión social «yo, uno entre todos». Les responderemos por anticipado que el marketing no hace otra cosa que estimular las con-ductas de esta manera. Es fácil de imaginar, además, el grado de apoyo que estas posiciones recibirán por parte del conglomerado industrial y mediático, que vive de provocar el consumo más insostenible a través del dominio económico de los medios.

La formación del hábito

¿Desde qué enfoque de la psicología de la conducta se puede analizar la formación del hábito? Aunque es posible que todas las escuelas de la psicología puedan aportar algún elemento explicativo sobre la formación del hábito, es desde el ninguneado conductismo que podemos analizar con mayor cla-ridad y fuerza la creación de este fenómeno. Con-ductismo mirado de reojo por parte del mundo académico, pero repetimos, ampliamente utilizado por los responsables de marketing y publicidad de las empresas de consumo. Mi posición es que del mismo modo que el marketing ha utilizado hasta la saciedad y de manera sofisticada la psicología conductista —entre otras psicologías— para con-dicionar la compra de sus productos, los poderes públicos deben utilizar las mismas armas para crear hábitos que conduzcan al consumo sostenible.

Actualmente, en el campo científico, en consonan-cia con la reclamación de Bourdieu de encontrar caminos comunes entre sociólogos y economistas, existe un campo de encuentro entre los economis-tas y los psicólogos (la economía conductual). La economía conductual es un enfoque que parte de

la premisa de que las personas actuamos, más que con una racionalidad limitada11, con una irraciona-lidad previsible. Que la conducta sea irracional no significa que no pueda ser estudiada y prevista, re-plicada.12 El trabajo conjunto de los investigadores de la conducta, la economía y la neurología nos lleva a conclusiones muy específicas sobre los sistemas de respuesta de los individuos y sobre las dinámi-cas que les llevan a tomar determinadas decisiones. Dan Ariely, en nuestra opinión uno de los buenos analistas de la conducta del consumidor desde la economía conductual, nos recuerda que lo que los economistas bautizan como «limitación» en los procesos de decisión no son limitaciones. Hablar de limitaciones conlleva fijar como modelo la decisión racional óptima, analizar cómo funcionan las cosas en la realidad, bautizar lo que se queda por el ca-mino como «limitaciones». Ariely nos dice que lo relevante es precisamente aprovechar estas «inefi-ciencias» o «limitaciones» de la decisión:

«Los economistas conductuales creen que la gente es susceptible a un conjunto de influen-cias irrelevantes del entorno inmediato (lo que llamamos efectos contextuales), emociones que parecen irrelevantes, limitaciones en la visión y otras formas de irracionalidad… ¿Qué puede comportar de positivo el hecho de percatarse de dicha realidad? Pues que de estos errores, también se derivan oportunidades de mejora.»

Estas mejoras se derivan en gran parte —y espe-cíficamente en cuanto al problema de la construc-ción de hábitos de consumo sostenible— de la capacidad de condicionamiento de las conductas de forma que sea precisamente mediante la repe-tición de conductas condicionadas —ya veremos cómo y de qué forma— que los consumidores se transformen en ciudadanos y el carácter consumis-ta se debilite. En palabras quizá más entendibles, es mediante el condicionamiento de los consumi-dores a reciclar que seremos capaces de acelerar la transformación de consumidores en ciudadanos que entiendan que reciclar es bueno para todos. ¿Cómo podemos aplicar lo que hemos aprendido sobre el conductismo y su aplicación en el mar-keting persuasivo para desactivar las conductas perjudiciales para el medio natural y social? El con-ductismo,13 como probablemente sabrá el lector, es una escuela de la psicología que basa la creación de conocimiento en la observación de la conducta. Intenta encontrar la explicación conductual en su relación con los estímulos que el individuo recibe de su entorno y que lo llevan a la acción.

Los conductistas han acuñado conceptos como condicionamiento y refuerzo. El condicionamiento es un proceso por el que el individuo produce una respuesta conductual por asociación repetida de esta a un estímulo externo. El célebre experimen-to de Pavlov14 constituye un ejemplo magnífico de este proceso. El condicionamiento requiere, pues, una exposición repetida, y se consolida por acumu-lación de exposiciones. En el campo del marketing, hay un número ingente de estudios que demues-

tran que las intenciones de compra de los consu-midores dependen de manera muy central de la notoriedad de la marca en su mente, lo que se consigue con repetición publicitaria y presencia de la marca en el entorno del consumidor (las calles, aeropuertos, radio, etc.).

El refuerzo es otro concepto esencial en la psico-logía conductista. Skinner nos recuerda que el ser humano no es ninguna entidad autónoma: es resul-tado y función de condiciones ambientales o gené-ticas. La conducta es la reacción del organismo ante el mundo externo. Por tanto, el refuerzo de de-terminados aspectos situacionales y ambientales es un determinante fundamental de la conducta. Ob-viamente, las políticas públicas basadas en el «re-fuerzo» reciben una contestación social inmediata por parte de los abanderados del individualismo dominante, que no admite recortes de la libertad.

En el campo de la economía conductual, obvia-mente muy influido por la psicología conductista, encontramos multitud de experimentos en los que se demuestra hasta qué punto es importante la influencia del entorno sobre las decisiones. Volva-mos a los experimentos que reseña Ariely en su trabajo.15 Con su tono habitual, serio y divertido a la vez, Ariely y su equipo de investigadores nos enseñan cómo, por ejemplo, la palabra gratis con-diciona las conductas y provoca decisiones irracio-nales, aunque muy predecibles. Decisiones de las que los consumidores se arrepienten a posteriori, como por ejemplo, comprar unos calcetines malos porque el tercer par es gratis cuando su intención era comprar sólo unos buenos. Ariely intenta ex-plicar con sus experimentos tres aspectos funda-mentales en la conducta:

- Que las decisiones que se observan no son ex-plicables por la teoría económica convencional.

- Que las conductas de compra se desvían de forma extremadamente importante de lo que es previsible ante la aparición de determinados estímulos, que condicionan enormemente los resultados.

- Que a partir de las observaciones se pueden in-tentar inducir cuáles son los procesos mentales que les dan apoyo a partir de los conocimientos que tenemos de otras ramas de la psicología, por ejemplo, el psicoanálisis.

Veamos un ejemplo de su enfoque analítico:

«¿Qué tiene el “gratis” que lo hace tan tentador? ¿Por qué tenemos este impulso irracional de sal-tar a buscar un artículo gratuito, aunque no sea lo que realmente queremos? Creo que la respuesta es la siguiente. La mayoría de las transacciones tienen una parte buena y una menos buena, pero cuando una cosa es “gratis” nos olvidamos de la parte más mala. El “gratis” nos da una carga emo-cional tal, que creemos que lo que se nos ofrece vale más de lo que realmente es. ¿Por qué? Creo que porque los seres humanos intrínsecamente tenemos miedo a la pérdida. El encanto real del

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ENuevas perspectivas en el consumo: de la superación del carácter consumista al consumerismo político Josep Maria Galí Izard

“gratis” está ligado a ese miedo. No hay ninguna posibilidad visible de pérdida cuando elegimos un producto “gratis” (¡es gratis!). Pero suponga-mos que elegimos un producto que no es gratis. ¡Ayayay! Ahora entra en juego el riesgo de haber tomado una decisión equivocada, la posibilidad de una pérdida. Y por tanto, puesto que podemos elegir, vamos a buscar lo que es gratis.»

Nada es gratis

Con una buena lógica deberíamos convencer al con-sumidor de que en el planeta Tierra nada es gratis. Todo se paga. Nada es gratuito. Gratis es la palabra más insostenible que existe. Y la más utilizada por el marketing. Una palabra que hay que desterrar. Es necesario acostumbrar al ciudadano a pagar por lo que valen las cosas, no por lo que nos dicen que va-len. Este es otro aspecto sobre el que es fundamen-tal un debate social serio. Los precios deben reflejar los costes. El conocimiento de los costes parece ol-vidado en nuestra sociedad. No existe la cultura de saber qué valen las cosas en función de lo que cuestan. Parece que, a la hora de hacer ver a los ciudadanos cuánto cuestan las cosas, los poderes públicos y la sociedad en general actúan como un padre sobre-protector que nunca dice a los hijos cuánto cuesta hacer las cosas. No es de extrañar, pues, que des-pués la gente malgaste energía o que los niños no tengan ningún respeto por los objetos privados y públicos, que la ciudad esté llena de graffitis y que los fumadores tiren las colillas encendidas por la ventana. Las distorsiones en el sistema de precios derivadas de la no consideración —muchas veces por motivos legales— de la integridad de los costes tienen un efecto social y educativo muy perjudicial y conducen al consumidor a no saber nada de lo que realmente cuesta la posesión y el uso de los produc-tos. La transparencia es, en este sentido, un factor fundamental de la educación ambiental.

El trabajo de condicionamiento, en nuestra opinión, debe ser el complemento necesario, imprescindible diríamos, de las acciones de facilitación en la creación de hábitos sostenibles. Las actitudes pueden actuar de catalizadores, es decir, aceleradoras de conducta una vez que el individuo se ve en la imperiosa nece-sidad de modificarlas y, además, alguien le ha puesto fácil poder hacerlo.

Si bien creemos que las acciones más eficaces en la promoción de la sostenibilidad provendrán del condi-cionamiento conductual, adicionalmente hay algunos frentes importantes en los que se debe atacar el fac-tor actitudinal. A continuación nos haremos eco de algunos de estos frentes que nos parecen más inte-resantes y que pueden tener un impacto acelerador.

El primero hace referencia a la valoración del pro-ducto-objeto matérico «en sí», más allá de sus ele-mentos simbólicos. Quizá un ejemplo puede ayudar a visualizar lo que queremos decir. Si necesitamos una mesa para nuestro despacho, podemos com-prar una mesa barata que tendrá probablemente una duración limitada, quizá con un diseño «de

moda», o recuperar la vieja mesa que teníamos en el sótano o que hemos encontrado en el rastro. Asimis-mo, podemos sentir la mesa como un objeto que nos acompaña durante años en nuestro trabajo, o sim-plemente «comprar una mesa». Podemos comprar una pieza de ropa de calidad, duradera, y sacrificar el impulso por la renovación de piezas baratas, algunas de las cuales no vamos a utilizar nunca. Valorar el pro-ducto «en sí», en su función, en su materialidad, como transformación sofisticada de elementos naturales, modificaría muchas conductas de consumo en el sentido más sostenible, prolongaría los ciclos de vida y disminuiría las tasas de reposición. Estas conductas agregadas, además, obligarían a los fabricantes a com-petir por la calidad. Eso estimularía el reciclaje de ob-jetos perfectamente funcionales y contribuiría a diluir la percepción de que «más nuevo es más bueno».

El segundo concepto hace referencia al conocimiento de los costes reales de los bienes y servicios. Cono-cer los costes reales de la energía, conocer lo que nos cuestan las subvenciones del Estado, el coste del agua, el de las depuradoras, del tratamiento de residuos, de la visita al médico, etcétera, es funda-mental para crear una base actitudinal que reduzca el despilfarro. Sólo se ahorra en lo que se considera que lo vale. Las enormes resistencias que se encuen-tran a la hora de hacer recortes en nuestra sociedad muestran que los ciudadanos tienden a creer que los servicios públicos no tienen coste alguno. Y las cosas valen por lo menos lo que cuestan, de forma directa e indirecta. La comunicación en términos de «coste per cápita del elemento x» suele ser un elemento pedagógico que funciona.

¿Se imaginan a alguna empresa haciendo comunica-ción sobre estos temas? Yo no, francamente. El men-saje que recibe la ciudadanía es que es gratis tener la ciudad limpia, las calles iluminadas durante la noche y vivir más de 80 años. La educación de la ciudadanía en el coste de las cosas es una labor pedagógica de primer orden, y siempre nos preguntamos por qué no se hace nada en este sentido. Creemos que no se hace porque no interesa a los que mandan: a las empresas y a los políticos, que a veces parecen todos miembros de la misma clase. Que una empresa no diga que un reloj cuesta 100 euros y lo intente ven-der por 10.000 entra dentro de la lógica de la econo-mía y del mercado. Que un gobierno esconda lo que cuesta la sanidad pública y lo que el AVE ha costado y costará a los ciudadanos, que es un escándalo na-cional mayúsculo, tiene una explicación menos obvia.

El mimetismo como forma de expansión de las conductas

Sicard16 recoge en sus trabajos sobre la legitimidad del marketing la idea-fuerza de que el mimetismo es la base de la creación del deseo y, por tanto, de muchas conductas de compra y consumo que pueden pare-cer poco comprensibles, al menos desde el punto de vista de la racionalidad, por muy limitada que sea.

La clave del análisis es bien sencilla: el mimetismo es la base del aprendizaje y sigue siendo un factor

fundamental de aprendizaje y de la conducta du-rante toda la vida del individuo, por más adulto que sea. ¡ Incluso los abuelos imitan a otros abuelos! El fenómeno de la mímesis requiere una relación en-tre dos personas intervenida por un tercero, que es el que desencadena el mimetismo de las otras dos personas y la lucha y la rivalidad que se genera entre ellas por ser como el tercero o poseer lo que el tercero posee. Por tanto, el mediador (lo que en marketing llamamos el aspiracional) es el que pro-voca el deseo y el causante de que un consumidor le diga al otro o le muestre al otro que posee tal o cual producto y desencadene su envidia y su riva-lidad. Nos hemos referido con suficiente amplitud a este tema en las páginas anteriores cuando anali-zábamos la institución publicitaria. Sicard concluye que el mimetismo genera rivalidad y la rivalidad violencia, con lo que la presión del marketing acaba generando violencia en la sociedad. Cualquier pa-dre de familia no necesita que le expliquen mucho más sobre el tema porque sin ninguna duda lo ha experimentado en su propia piel. La presión del marketing genera violencia. Seguramente puede parecer una frase polémica, o fuera de lugar, pero cuidado con la hipocresía: todos los profesionales del marketing saben que algunos de los más céle-bres modelos de gestión del marketing se basan en la guerra. Estrategias de ataque, de flanqueo, minar el campo, etc. son conceptos corrientes en el mundo del marketing y en la enseñanza de esta disciplina.

El mimetismo también puede convertirse en un ins-trumento esencial en la creación de conductas de consumo responsables, tanto en cuanto a los con-sumidores como a las prácticas empresariales. En cuanto a los consumidores, no hay que mostrar que las conductas de personas de referencia, celebrida-des, famosos o simplemente personas muy notorias, tienen un impacto enorme sobre las conductas de los demás. Si los que deben dar ejemplo realmente lo dan, se facilita el aprendizaje del mimetismo de lo que es socialmente conveniente, del mismo modo que se facilita el aprendizaje de lo que es socialmente nocivo. Si los políticos aprovechan sus cargos para enriquecerse y gastar lo que roban en un consumo ostentoso, hacen doble daño a la sociedad. Si el Es-tado da ejemplo, los otros le imitarán. Si los ricos y los famosos dan ejemplo, los otros seguirán: no hay nada que fascine más a la masa que las conductas de los ricos y los famosos. Los ricos y los famosos tienen en nuestro mundo una responsabilidad añadida de la que deben responder. La sociedad debe repudiar, del mismo modo que lo hace con los ladrones y los corruptos, a los ricos y los famosos que no dan ejem-plo y practican un consumismo indecente que es un atentado contra los derechos de todos, y a los políti-cos que se fotografían con ellos.

La regulación estricta del endeudamiento

Finalmente existe un mecanismo de condicionamien-to básico que hace referencia a los instrumentos que hacen posible que los consumidores sigan compor-tándose como consumidores y no como ciudadanos.

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¿Verdad que usted no le daría una pistola de verdad a un niño para que jugara con sus amigos? Pues no dé a los consumidores acceso fácil al crédito: su capaci-dad para juzgar la conveniencia de endeudarse no es simétrica al poder de persuasión de quienes le ven-den el crédito. Me parece que no es un tema que se pueda poner en duda tras los acontecimientos que han provocado el colapso de la economía mundial en los últimos años.

El rol central del endeudamiento en el funcionamien-to del sistema ya fue analizado en la década de los años cincuenta por Vance Packard:17

«Durante los años cincuenta, el endeudamiento de los consumidores creció tres veces más rápido que la renta disponible. El presidente de General Foods citaba este nuevo entusiasmo de los con-sumidores de comprar a crédito cuando hablaba de las posibilidades del merchandising “creativo”. Explicaba: “El consumidor hoy en día se empeña en tener todo lo que quiere al instante, ya sea una casa, un automóvil, una nevera, una cavadora, un traje, un sombrero o unas vacaciones, y pagarlo con una renta que aún no ha ganado.»

De hecho, el crédito y la deuda que este genera es uno de los sistemas de control y dominación polí-tica más eficaces. La deuda es el arma que tiene el capitalismo para controlar y dominar al individuo, al Estado y a la sociedad. La liberación del consumidor postmoderno o hipermoderno pasa por la auto-conciencia de la función de crédito como sistema de dominación. Si queremos construir una econo-mía sostenible, es fundamental ser conscientes de las implicaciones que comporta el crédito, no sólo como obligación de devolución, sino como condi-cionamiento de la forma de vida, de los valores, de las actitudes, de las conductas. Mediante el crédito se domina la forma de vida, se coarta la libertad, se imponen políticas económicas y se compran volunta-des. Desde el punto de vista más filosófico, el crédito es lo opuesto al hecho de dejar de aferrarse, lo con-trario a la liberación de las ataduras materiales. Los libros de autoayuda, basándose en las recomenda-ciones del orientalismo en boga, dan recomendacio-nes bienintencionadas sobre el desprendimiento, de forma que probablemente, y teniendo en cuenta las ventas de esta categoría de libros, han servido más para compensar la mala conciencia de los ciudadanos consumistas sobreendeudados que para otra cosa.

Marx decía que la historia de la lucha de clases es la historia de la lucha entre acreedores y deudores. Y la cultura es una consecuencia del sistema de produc-ción… y de consumo en nuestros tiempos convulsos. Baudrillard remata:

«El crédito es, en realidad, un adiestramiento so-cioeconómico sistemático para conducir al ahorro forzado y para captar el rendimiento económico y la demanda de generaciones de consumidores que de otra manera hubieran escapado. El cré-dito es un proceso disciplinario de extorsión del ahorro, y de regulación de la demanda, del mismo

modo que el trabajo asalariado fue un proceso racional de extorsión de la fuerza de trabajo y de multiplicación de la producción [...].»18

Como decía un economista reconocido, el único pro-blema de los créditos es que hay que devolverlos…

La empresa privada y el consumo privado como fenómenos públicos: la superación de la dicotomía público-privado por la síntesis social

La mayor de las amenazas es la que se deriva de las consecuencias de los efectos agregados de las deci-siones del conjunto de las empresas y consumido-res en el sistema. Y la única posibilidad de limitación es establecer las reglas del juego y no confiar de for-ma cómplice en la autolimitación de quienes las ges-tionan. Y de la consideración de que sus actos no tienen sólo un impacto en el ámbito de la empresa, sino en toda la sociedad. Una campaña de publici-dad no tiene un efecto social importante, pero el agregado de millones de campañas acaba siendo un factor de creación de carácter consumista.

La fuerza del cambio que tiene la consideración del consumo (y también la producción) como fenóme-no «no particular» es enorme, y es un territorio completamente inexplorado. Si la buena política es capaz de multiplicar el condicionamiento de las con-ductas por los procesos de mimetismo social que se dan en el ámbito del consumo, todo ello puede ser un factor de gran impulso en el consumo responsa-ble. En este sentido, la creación de un ecosistema político que permita avanzar hacia la sostenibilidad mediante el consumo responsable es una tarea que sólo se puede llevar cabo a través de unas institucio-nes con tradición y los mejores hábitos de gobierno, como ser transparente en la manera en la que las administraciones gastan nuestro dinero, entre otros. Esta condición sólo se ve parcialmente cumplida en países de muy larga tradición democrática, social y secular. Si tenemos que esperar a que todas las na-ciones lleguen al nivel de madurez política y social de los países nórdicos o Alemania, probablemente ya habremos llegado tarde, muy tarde o ya no habrá nadie. Todo apunta a que no existe ningún indicador razonable de que la dinámica de incitación constan-te del consumo cambie y pueda ser un factor desen-cadenante de una economía más social y sostenible: se requeriría que todos los agentes del consumo y de producción se comportasen a corto plazo como lo hacen algunas empresas y algunos de los «consu-midores políticos» suecos, noruegos, holandeses o alemanes más comprometidos. Que además, dicho sea de paso, no muestran ninguna intención de con-sumir menos, aunque sí mejor.

De ahí que si no somos capaces de lograr que el sistema se ajuste de forma suave mediante la inter-vención de la política en los mercados, el sistema se ajustará de una forma traumática mediante la economía. Este último escenario es el más probable, vista la experiencia histórica y visto cómo funciona el mecanismo de cambio en la civilización humana.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Referencias

1 UE. Review of the EU Sustainable Development Strategy (EU SDS). Bruselas, 9 de junio del 2006, p. 22.

2 Are ndt, H. La condición humana. Paidós, Surcos, 15, Barce-lona, 2005.

3 En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desar-rollo Sostenible de Río de Janeiro «se manifestó la preo-cupación sobre el dominio global y la diseminación del estilo de vida occidental consumista en todo el planeta y las graves consecuencias ambientales derivadas de dicha diseminación». unite d nations. Com ission on sustainab le de ve lop m e nt. Measuring Changes in Consumption and Pro-duction Patterns. Division for Sustainable Development, De-partment of Economic and Social Affairs. United Nations. Abril de 1998.

4 Inge lhart, R. y Welzel, C. Modernization, Cultural Change and Democracy. The Human Development Sequence. Cam-bridge University Press, 2005.

5 stolle , d. y micheletti, m. Young People and Political Consu-merism. Swedish National Board for Young Affairs, 2010.

6 y 7 Ibid.

8 Véanse, en este sentido, los trabajos de Sankar sen; zeynep Gürhan-canli y Viki morwitz. «Witholding Consumption: A Social Dilemma Perspective on Consumer Boycotts». Journal of Consumer Research, vol. 28, diciembre, 2001.

9 UNEP-ESOMAR. Sustainable motivation. Attitudinal and behavioral drivers for action. Report on a UNEP project spon-sored by ESOMAR.

10 Bourdie u, P. Las estructuras sociales de la economía. Ed. Anagrama, Barcelona, 2003.

11 La racionalidad limitada es una teoría del comportamien-to de la organización derivada de los trabajos de Richard Cyert y James March en la que se recogen, a partir de la observación empírica, los condicionantes en la decisión derivados de la fijación de objetivos, la búsqueda de infor-mación, la manera de trampear la incertidumbre y las for-mas de aprendizaje derivadas de los procesos de decisión.

12 arie lY, d. Les trampes del desig. Columna Edicions. Barce-lona, 2008.

13 fe rrate r mora, J. M. Diccionario de filosofía. Ariel Referen-cia, Barcelona, 1998.

14 pavlov (1849-1936), premio Nobel de medicina por sus estudios sobre las glándulas gástricas, es célebre entre los psicólogos por los experimentos en los que demostró cómo el elemento estimulante de la secreción gástrica (la comida) se puede sustituir por otro elemento distinto mediante la exposición repetida, «condicionando» la se-creción a un estímulo distinto mediante la asociación y el hábito.

15 arie lY, d. Op. cit.

16 siCard, m. c. Les resorts cachées du désir. Trois issues á la crise des marques. Pearson Educational France. Col. Village Mondial, 2005.

17 PaCkard, V. The Waste Makers. Longam , Nueva York, 1959.

18 baudrillard, J. La sociedad de consumo. Ed. Siglo xxi Madrid, 1970.

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E MIRADA EMPRESARIAL

Infraestructuras y desarrollo sostenible Juan Ramón SilvaDirector ejecutivo del Área de Sostenibilidad de Acciona

El artículo analiza los retos y las oportunidades que afronta el sector de las infraestructuras para impulsar la sostenibilidad. El autor destaca la necesidad de nuevos instrumentos financieros para las infraestructuras y la gestión del impacto demográfico. Asimismo, alerta sobre las tensiones entre el consumo y la escasez de recursos naturales.

En 1992 los acuerdos alcanzados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo pusieron el foco en aspectos que hoy nos parecen cruciales para el desarrollo y el bien-estar, como son la protección de los ecosistemas, la calidad de vida de las personas o la salud del sis-tema financiero global. No es posible un desarrollo sostenido sin un equilibrio mínimo entre estas va-riables, y de aquí surgió la conveniencia de adoptar un programa de acción para el siglo xxi, para el cual tanto empresas como gobiernos y sociedad civil estamos llamados a actuar.

Los veinte años transcurridos desde la Cumbre de Río invitan al análisis desde un sector tan es-tratégico para el desarrollo como lo es el de las infraestructuras. Hay que ser realistas respecto a las dificultades de este proceso, ya que desde esa primera cumbre se ha registrado un incremento del 36 % de las emisiones de CO

2, y la concentra-

ción de este gas en la atmósfera se ha incrementa-do en un 9 %. Hemos vivido, además, dieciocho de los veinte años más calurosos de los que se tiene registro, y se ha producido una pérdida global del 12 % de la biodiversidad conocida. (3)

Sin embargo, también existen cifras que muestran mejoras en algunas cuestiones globales, como son la mejora continuada de los índices de desarrollo humano P. 10 (3) o la reducción de la cantidad de po-blación en países en vías de desarrollo que vive en chabolas o slums (ha decrecido desde un 46 % en 1992 a un 33 % en el 2010. P. 7 (3) Además, la cuota de las energías renovables ha aumentado a un 13 % y los modelos de producción han experimentado mejoras notorias en términos de eficiencia.P. 16 y 77 (3)

A estas mejoras han contribuido diversas iniciativas que tomaron la esencia de la Cumbre de Río, en cuanto a la colaboración entre el sector empre-sarial, el sector público y la sociedad civil. Como ejemplo, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (World Business Council for Sustainable Development, o WBCSD) trata de fa-cilitar el diálogo y la interacción entre empresas, sociedad y gobiernos para conseguir la meta co-mún de un futuro sostenible a través de su estudio Vision 2050. Son ejercicios como este los que reco-gen el testigo y amplían las fronteras del concepto de desarrollo sostenible como tal, que se acuñó en

El desarrollo de las ciudades presenta oportunidades importantes

Font: Vision 2050: The new agenda for business. WBCSD, 2010.

Fuente: Booz Allen Hamilton, Strategy & Business, núm. 46, 2007 (de Booz Allen Hamilton, Global Infrastructure Partners, World Energy Outlook, OCDE, Boeing, Drewry Shipping Consultants, Departamento de Transporte de los Estados Unidos).

NECESIDADES DE INVERSIÓN EN INFRAESTRUCTURAS URBANAS HASTA EL AÑO 2030

Agua

Energía

Carreteras y ferrocarriles

Puertos y aeropuertos

0 10 20 30

Billones de dólares americanos

1987 en el informe Our Common Future, también conocido como Informe Brundtland.

De manera más focalizada en el sector, estudios como Citystates: How Cities are Vital to the Future of Sustai-nability (SustainAbility y GreenBiz), Strategic Transport Infrastructure Needs to 2030 (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE), nos aportan un mayor grado de detalle sobre el im-portante papel que desempeñan las infraestructuras en la consecución de un presente y un futuro más prósperos y sostenibles.

Por encima de todo, hoy puede afirmarse que vivi-mos en un mundo globalizado. Estudios como Keeping Track of Our Changing Environment: From Rio to Rio+20, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestran cómo el planeta ha cambiado desde la Cumbre de Río de 1992 y recoge las tendencias económicas, ambientales, sociales y tec-nológicas a una escala global. En este mismo escenario, y con una vocación clara de análisis, un estudio recien-temente publicado por KPMG, Expect the Unexpected: Building business value in a changing world, determina diez megafuerzas en materia de sostenibilidad que afectarán al crecimiento durante las próximas décadas.

Estas megafuerzas presentan múltiples retos y opor-tunidades para el sector de las infraestructuras du-rante los próximos años. Entre ellos, proponemos las siguientes cuestiones para analizar, por ser de especial relevancia tanto para el sector como para el bienestar a escala global:

I. Nuevos instrumentos financieros para el sector de las infraestructuras

II. Impacto del aumento demográfico y urbanizaciónIII. Nuevos vectores de crecimiento globalIV. Tensiones en el consumo y conservación de los re-

cursos naturales

I. Nuevos instrumentos financieros para el sector de las infraestructuras

La necesaria transformación de la infraestructura existente, y las infraestructuras por desarrollar, pasa, en gran medida, por sustanciales inversiones para las cuales los vehículos de inversión tradicio-nales no presentan una solución en el medio plazo. Por ello, es necesario crear instrumentos operati-vos para las actuales condiciones de complejidad e incertidumbre P. 38 (1) , que sean escalables, prácticos y fácilmente aplicables y replicables. P. 58 (2) P. 13 (5)

Las estimaciones realizadas cifran la inversión nece-saria en infraestructuras urbanas, para el año 2030, en 40 billones de dólares americanos. P. 43 (2)

Sin embargo, la ola de austeridad que afecta a las políticas públicas, debido a nuestra coyuntura eco-nómica, hace necesario crear un marco que fomente la inversión privada en infraestructuras. En una en-cuesta a escala global llevada a cabo por KPMG en el 2012, sólo un 47 % de los entrevistados consideraban que las políticas públicas actuales estaban causando impactos positivos en las inversiones en infraestruc-turas. (P.7 KPMG: The great global infrastructure op-portunity, 2012). En esta coyuntura, la OCDE añade que en muchos países es necesario mejorar los sis-temas de financiación para asegurar la inversión ne-cesaria para el desarrollo de las infraestructuras que plantean los escenarios futuros de crecimiento. P. 6 (5)

El diseño de estas regulaciones es un factor impor-tante y, según la OCDE, debería:• Estar estrechamente vinculado a los objetivos

fijados.• Ser suficientemente riguroso para que el benefi-

cio supere los costes.• Ser estable, de forma que envíe una clara señal

de confianza a los inversores.

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C

87

• Ser suficientemente flexible para impulsar nue-vas soluciones.

• Disponer de una actualización periódica, para proporcionar un incentivo continuado a la inno-vación.

Por otra parte, de entre las principales barreras a la inversión en infraestructuras identificadas en este estudio, habría que destacar la falta de liderazgo y de inversión por parte de los gobiernos. Independientemente de la lentitud de reacción de los gobiernos en relación con las infraestructuras, las necesidades de financiación de este amplio sec-tor obligarán a buscar un complejo equilibrio entre regulación e instrumentos de mercado, entre las aportaciones de organismos internacionales y la iniciativa privada.

En lo que respecta al desarrollo sostenible y las opciones para el diseño de los nuevos mode-los de financiación, el escenario de esta década y las siguientes incluirá nuevos roles para institucio-nes regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y para instrumentos oficiales como las ayudas al desarrollo. Estos roles surgirán de la necesidad de acudir a nuevas fuentes de fi-nanciación, como, entre otros, el creciente sector de inversores que actúan con criterios socialmen-

te responsables (vinculados a los Principios para la inversión responsable de las Naciones Unidas —UNPRI—, o bajo criterios ESG —ambientales, sociales y de gobernanza empresarial). Asimismo, nuevos inversores provenientes de economías emergentes, como Brasil o China, han irrumpido en estos escenarios y, por último, pero no menos importante, las consideraciones del impacto social de las infraestructuras comienzan a influir, aunque todavía débilmente, en los criterios de los concur-sos y las licitaciones por un lado, y en la aceptación de estas obras por parte de la comunidad donde se construyen por el otro. Por todo ello, los gobiernos, la industria y la so-ciedad están promoviendo formas de colaboración innovadoras. Un claro ejemplo de estas herra-mientas son las alianzas público-privadas para la fi-nanciación. Estos instrumentos han financiado con éxito numerosas infraestructuras.P. 58 (2) Sin em-bargo, aún es necesaria una escala de innovación y colaboración mucho mayor entre los diferentes agentes, para diseñar modelos financieros que su-peren con eficacia la tensión entre la urgencia de las demandas a las que nos enfrentaremos, la au-sencia de recursos públicos y la actual desconfianza de los inversores privados hacia la inversión a largo plazo en infraestructuras.

II. Impacto del aumento demográfico y urbanización

El aumento de población global durante estos úl-timos veinte años está cifrado en un 26 %, para el cual Asia y África muestran aumentos superiores al 50 %. Además, las previsiones a medio y largo plazo señalan un crecimiento de la población que rebasará los 9.000 millones de habitantes en el pla-neta en el 2050. P. 2 (2) P. 25 (1)

Sin embargo, lo realmente importante en lo que a infraestructuras y desarrollo sostenible se refiere, es el progresivo aumento de la población urbana, que ya en el 2009 alcanzó la cifra de 3.500 millo-nes de personas (un 45 % de incremento). Este hecho plantea una serie de importantes desafíos, como el abastecimiento energético —las zonas ur-banas son responsables de un 75 % del consumo energético (ONU-HABITAT, 2009)— P. 4-5 (3) y P. 15

(4) o el abastecimiento de agua, como en el caso de la India, que en el 2030 será el país más po-blado del mundo, pero donde la inmensa mayoría de ciudades poseen unas infraestructuras de agua obsoletas, ineficaces o, en algunos barrios, inexis-tentes por falta de inversión, de tal forma que no permiten más de dos horas de abastecimiento de agua corriente al día.

(P. 9) Fuente: The great global infrastructure opportunity. KPMG, 2012.

* Base baja (resultados de carácter direccional). Los encuestados calificaron las dos principales barreras para la inversión.

Fuente: KPMG International, 2011.

Principales barreras para la inversión en infraestructuras

GLOBAL Base AMÉRICA Base ASIA Y EL PACÍFICO Base EUROPA, ORIENTE MEDIO Base Y ÁFRICA

Falta de liderazgo del gobierno

Falta de iniciativa del sector privado

Falta de inversióndel gobierno

Sistema de planificación

Carga normativa/burocracia

Limitaciones de liquidez del

mercado de deuda

Coste de la deuda

Falta de inversión del sector privado

Otros

80 % 71 % 83 % 82 %

67 % 100 % 50 % 67 %

51 % 60 % 56 % 46 %

48 % 33 % 38 % 57 %

38 % 40 % 52 %

30 % 67 % 13 % 31 %

23 % 33 %

33 % 33 %

11 %

80

9*

70

25*

42

27

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13*

19*

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15*

3*

9*

3*

0*

3*

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8*

10*

8*

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14*

23*

16*

9*

7*

9*

15 %

11 % 11 %

RIESGO MÁS IMPORTANTE

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88

EInfraestructuras y desarrollo sostenible Juan Ramón Silva

Adicionalmente, las previsiones de aumento de la urbanización pronostican que alrededor del 75 % de la población vivirá en núcleos urbanos en el 2050; la implicación más compleja de este pronóstico es que el desarrollo sostenible, la sostenibilidad, se conse-guirá, o no, en las ciudades.

Podemos, mediante un sencillo ejemplo, identificar uno de estos escenarios de crecimiento. Entre el 2010 y el 2030 la clase media (según la OCDE, las personas con un poder adquisitivo de entre 10 y 100 dólares americanos per cápita diarios) aumen-tará desde los aproximadamente 1.800 millones actuales a 4.900 millones de personas. Si lo dividi-mos en núcleos familiares tendríamos un escenario de aproximadamente 1.000 millones de familias, la mayoría de ellas viviendo o emigrando a núcleos urbanos en los que se necesitarán 1.000 millones de pisos. Una oportunidad de negocio para construir 1.000 millones de pisos baratos, infraestructuras de transporte, agua y comunicaciones adecuadas, infraestructuras de energía y suministro de electri-cidad. Estas expectativas están impulsando grandes cambios en las empresas que están dispuestas a aceptar el desafío.

Las dimensiones, la adaptación a las capacidades y los recursos locales de los mercados, la rapidez del proceso y una estructura de costes y financiación diferentes son las claves en este nuevo escenario.

En este contexto, el Foro Económico Mundial esti-ma que será necesario construir la misma capacidad urbana en los próximos 40 años (instalaciones, resi-dencias e infraestructuras) que la construida duran-te los últimos 4.000 añosP. 15 (4) y una inversión de cerca de 40 billones de dólares americanos, además de la infraestructura social, en infraestructuras urba-nas como carreteras, aeropuertos y estaciones, así como para facilitar el acceso al agua y la energíaP. 39 (2)

Una complejidad añadida vinculada a este proce-so: en los últimos años la extracción de minerales

para la construcción se ha incrementado en un 80 % , seguida por el hierro y los minerales des-tinados a usos industriales, cuya extracción ha crecido un 60 % . Se calcula que la demanda aumentará un 55 % más de aquí al año 2030, con la consiguiente presión sobre los precios y el suministro de dichos materiales.

Alejándonos de datos puramente cuantitativos, otro concepto que plantea un grado de urbani-zación a la escala mencionada es el de calidad de vida en términos como el acceso a la educación, la sanidad, los alimentos, la energía y otras nece-sidades básicas de acuerdo con la cantidad de re-cursos disponibles. El gran desafío es cómo conse-guirlo sin causar un mayor declive en los servicios de los ecosistemas y teniendo en cuenta las limita-ciones del cambio climático. Las infraestructuras están estrechamente implicadas en la eficiencia de las posibles soluciones a estos desafíos.Prólogo (2)

En este contexto, las megaciudades son un ejem-plo paradigmático que aglutina estas tendencias de demografía y urbanización. En los últimos vein-te años, su número se ha duplicadoP. 5 (3) y cada vez acaparan una mayor influencia en la escala glo-bal, y se erigen como grandes focos que definen la economía, la política y la geografía de sus áreas de influencia.P. 12 (4)

Por otro lado, los arrabales, las poblaciones de chabolas o slumsP. 7 (3) P. 15 (4) podrían considerar-se una consecuencia negativa de los procesos de urbanización y una reconocida fuente de futuras tensiones sociales. Aunque se espera que su nú-mero y superficie se reduzcan, se espera también un aumento en la población de dichos slums, una densidad de población que facilitará la aparición de tensiones.

En conclusión, podemos afirmar que la sosteni-bilidad debería ser una meta dentro del proceso actual de urbanización. Las ciudades y sus infraes-

tructuras aúnan numerosas oportunidades de transformación hacia un futuro sostenible.P. 15 (4)

III. Nuevos vectores de crecimiento global

Es especialmente notable el cambio y el relevo en el liderazgo de las potencias económicas tradi-cionales, tal y como muestra el siguiente gráfico:

Si bien el PIB a escala mundial ha crecido un 75 % durante los últimos veinte años,P. 13 (3) se pre-vé que durante las próximas décadas muestre un crecimiento igualmente constante hasta doblarse en el 2030.P. 7-8 (5)

Así, a pesar de la crisis financiera actual, las ten-dencias de crecimiento continuarán siendo mayo-res en la región de Asia y el Pacífico, donde China y la India serán las puntas de lanza, y donde otras economías adyacentes también experimentarán un gran crecimiento. En las regiones desarrolla-das, el PIB de Norteamérica crecerá un 50 % , y el de Europa, un 40 % . Frente a esto, el ingreso per cápita de Vietnam crecerá un 192 % , y el de China un 175 % . El estudio de la OCDE señala una pro-yección en la que el PIB de la India sobrepasará el de los Estados Unidos antes del año 2040.P. 54 (5)

En esta coyuntura, la OCDE destaca las grandes infraestructuras para el transporte (aeropuertos, autopistas, puertos) como elementos vitales para las economías modernas, y prevé unos escena-rios de crecimiento que requerirán esfuerzos por parte de los gobiernos para apoyar el necesario desarrollo de estos elementos. P. 4 y 9 (5)

Por ello, es importante tener en cuenta futuras políticas que pueden tener grandes impactos en este desarrollo, tales como una regulación en las emisiones de CO

2 y otra serie de posibles riesgos

e incertidumbres, particularmente en los sectores marítimo y aéreo.P. 9 (5)

Fuente: Keeping Track of Our Changing Environment. PNUMA. P. 4-5

+ 110 % desde 1990

Portal de Datos GEO del PNUMA (según datos de la Organización de Naciones y Pueblos No Representados)

Miles de millones de personas

4

3

2

1

0

24

18

22

6

0

POBLACIÓN URBANA - TOTAL

1992 1997 2002 2007 2009 1990 1995 2000 2005 2010

Global

Países en vías de desarrollo

Países desarrollados

Fuente: PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

Número de megaciudadesMEGACIUDADES

> 10 millones de habitantes

10

13

13

19

21

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89

IV. Tensiones en el consumo y la conservación de los recursos naturales

La verdad incomodaA escala mundial, las emisiones de CO

2 aumenta-

ron un 36 % entre 1992 y 2008, P. 28 (3) y según las últimas estimaciones sumaron 30.600 millones de toneladas en el 2010 (Agencia Internacional de la Energía, 2011).

Existen grandes diferencias entre regiones y países, con un 80 % de las emisiones mundiales de CO

2

generadas en únicamente 19 países, principalmente aquellos con altos niveles de desarrollo económico y/o poblaciones grandes.

Las consecuencias del calentamiento global, si bien de origen difuso, presentan una serie de conse-cuencias concretas que se han registrado histórica-mente y podrían resumirse en las siguientes: Figura 4 sobre cambio climático en P. 9 (1).

• Los diez años más calurosos que se han regis-trado históricamente han ocurrido todos desde 1998.

• Desde 1992 se ha visto un aumento de 0,4-0,6 grados centígrados en la temperatura de la su-perficie media relativa a la media histórica (1951-1990).

• A medida que la temperatura de la atmósfera ha aumentado en las últimas décadas, también ha aumentado la temperatura media del océano. Mediante la comparación de las temperaturas medias oceánicas en los últimos veinte años con la media del siglo pasado, se puede observar un calentamiento constante de las aguas oceánicas.

• El nivel del mar ha aumentado en una tasa media de alrededor de 2,5 mm por año entre 1992 y 2011.

• El pH del océano se redujo de 8,11 en 1992 a 8,06 en el 2007. Existe una creciente preocupa-ción por la acidificación de los océanos, ya que puede tener consecuencias significativas sobre los organismos marinos, alterar la composición

Fuente: Vision 2050: the new agenda for business. WBCSD, 2010.

El cambio del poder económico mundial

Las 10 principales economías por PIB en el 2050

80.000

70.000

60.000

50.000

40.000

30.000

20.000

10.000

0

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PIB

del 2

006

(mile

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millo

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mer

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os)

Fuente: Strategic Transport Infrastructure Needs to 2030. OCDE, 2012.

PIB mundial y aumento de la demanda de transporte

400

350

300

250

200

150

100

50

0

2010

2012

2014

2016

2018

2020

2022

2024

2026

2028

2030

Índi

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2010

= 1

00 Contenedores portuarios (TEU)

Carga aérea (FTK)

Pasajeros aéreos (RPK)

PIB mundial

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90

EInfraestructuras y desarrollo sostenible Juan Ramón Silva

de especies, e interrumpir las cadenas alimenta-rias marinas y los ecosistemas.

• Se ha observado una disminución constante en la extensión mínima anual del hielo marino del Ártico.P. 32 (3)

Cambios en la dieta energética mundialLa cantidad de consumo de energía per cápita mostró una tendencia creciente hasta el año 2008 (5 % desde 1992). En el 2009, la tendencia se redu-jo por primera vez en treinta años (-2,2 % a escala mundial) como consecuencia de la crisis financiera y económica, con una disminución más notable en los países desarrollados.P. 74 (3)

El petróleo, el carbón y el gas dominan la pro-ducción de energía para electricidad y calefac-ción, transporte, usos industriales y combustión de otros combustibles. Su participación en el mix ha aumentado ligeramente en los últimos años, sumando un 80 %. La participación global de las energías renovables sigue siendo modesta en com-paración con la de los combustibles fósiles. Aunque la producción de energía renovable está ganando mucha atención, la cantidad de energía producida con fuentes renovables, incluyendo la solar, la eó-lica, y la obtenida a partir de biomasa, ascendió al 13 % en el 2008. Se estima que esta cifra se elevó hasta el 16 % en el 2010. La mayor contribución de las energías renovables, sin embargo, es la biomasa (10 %), la mayoría de la cual (60 %) sigue siendo la biomasa tradicional utilizada para cocinar y ca-lentar las casas en los países en vías de desarrollo. Si excluimos la biomasa de este cálculo, las otras energías renovables proporcionan menos del 3 % de la energía total.P. 77 (3)

Es probable que el mix energético cambie poco a poco en los próximos años, pero los combusti-bles fósiles seguirán dominando la oferta mundial de energía en el año 2035, representarán el 75 %

del mix energético y, en términos absolutos, se consumirán más combustible fósiles de los que se consumen hoy en día.P. 114 (1)

La escasez de recursos materialesEn el año 2030 se estima que se extraerán unos 83 millones de toneladas de recursos naturales, inclu-yendo minerales, metales y biomasa, un 55 % más que en el 2010.P. 21 (1)

El mensaje es claro: en los próximos veinte años, la demanda de recursos materiales se disparará y añadirá volatilidad y escasez al suministro de este recurso, vital para las infraestructuras. Por ejem-plo, desde 1992 la demanda de cemento y acero ha crecido un 170 % y un 100 % respectivamen-te, la mayor parte de los cuales se ha utilizado en Asia, según el reciente estudio Keeping track of our changing environment del PNUMA.

Aunque en términos generales, la energía y el uso de materiales ha crecido, se ha registrado de manera simultánea una disminución en las emisio-nes, la energía y el material empleado por unidad producida (PNUMA 2011, Krausmann y otros, 2009), lo que indica que estamos experimentando una transición hacia modelos de producción más eficientes.P. 16 y 17 (3)

La escasez de aguaLa escasez de agua amenaza con afectar a los siste-mas alimentarios y energéticos en todo el mundo debido a la naturaleza interconectada de la eco-nomía mundial. Se estima que la demanda mundial de agua dulce será un 40 % superior a la oferta en el 2030, lo que supondrá un crecimiento eco-nómico medio y pocas ganancias en eficiencia. La demanda creciente de agua se debe principalmen-te al crecimiento demográfico, al aumento de la industrialización en las economías emergentes, y a la urbanización. P23 (1)

Además, el cambio climático aumenta la presión sobre la disponibilidad y la calidad del agua. Se prevé que los eventos climáticos extremos más frecuentes causados por el cambio climático, como sequías e inundaciones, acelerarán el deterioro de los suministros de agua dulce.

Por otro lado, cabe destacar que durante las dos últimas décadas la disponibilidad de agua se ha in-crementado un 13 %, y ha alcanzando el 87 % de las necesidades, con lo que queda cerca del cum-plimiento del objetivo de desarrollo del milenio, fijado en un 89 %. Sin embargo, en el apartado de saneamiento, el 13 % de mejora registrado en este mismo periodo de tiempo sólo alcanza a suplir el 61 % de la población, lo que queda lejos del 75 % de población establecido como objetivo de desa-rrollo del milenio para el año 2015.P. 42 (3)

El aumento en frecuencia e intensidad de los desastres naturales Durante los últimos años el número de desastres naturales reportados ha aumentado de manera significativa. De hecho, en las últimas dos décadas, el número de desastres naturales reportados se ha duplicado, pasando de unos 200 a más de 400 por año. Más concretamente, en el 2010, más del 90 % de los desplazamientos debidos a desastres naturales se atribuyeron a eventos derivados del clima.P. 52 (3)

La exposición a los riesgos climáticos ha aumen-tado, debido principalmente al aumento de la po-blación, el cambio climático y la degradación de los ecosistemas.P. 53 (3)

Inestabilidad en la producción de alimentosLa producción mundial de alimentos ha aumentado considerablemente en las últimas dos décadas. Las ganancias en la producción se deben principalmen-te a un aumento en el rendimiento y, en menor medida, al cultivo de nuevas tierras agrícolas. Sin embargo, a pesar de las ganancias realizadas en materia de seguridad alimentaria, millones de per-sonas en los países en desarrollo todavía no tienen un acceso asegurado a los alimentos.

Para alimentar a una población mundial en cons-tante crecimiento será necesario aumentar la productividad de los campos de cultivo. En esta coyuntura, será preciso aumentar la superficie agrícola y el uso de técnicas de producción más in-tensivas. Estas prácticas tienen impactos negativos sobre el medio ambiente (que mencionamos más adelante), como la pérdida de la biodiversidad y la contaminación por el uso de fertilizantes nitroge-nados y otros productos químicos agrícolas.P. 62 (3)

En las próximas dos décadas el sistema alimen-tario mundial se encontrará sujeto a presiones derivadas de otras megatendencias, incluyendo el crecimiento demográfico, la escasez de agua y la deforestación. Como resultado, los precios mun-diales de los alimentos podrían subir un 70-90 % en el 2030. P. 30 (1)

Fuente: Keeping Track of Our Changing Environment. PNUMA. P. 61

160

140

120

1001992 1997 2002 2007 2009

Índice de producción de alimentos

Índice 1992 = 100

+45 % desde 1992

+26 % desde 1992

Alimentos Ganado PoblaciónCultivos

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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Referencias

(1) KPMG. Expect the Unexpected: Building business value in a changing world, disponible en: www.kpmg.com.

(2) WBCSD: Vision 2050: The new agenda for business, dis-ponible en: www.wbcsd.org.

(3) UNEP. Keeping Track of Our Changing Environment: From Rio to Rio+20, disponible en:

http://www.unep.org/GEO/GEO5_Products.asp.

(4) GreenBiz y SustainAbility. Citystates: How Cities are Vital to the Future of Sustainability, disponible en:

http://bit.ly/wfSE6B.

(5) OECD. Strategic Transport Infrastructure Needs to 2030, disponible en: http://www.oecd-ilibrary.org/books.

(6) OECD. OECD Environmental Outlook to 2050: The Conse-quences of Inaction, disponible en: http://bit.ly/sGmVuZ.

Se acerca el fin de la cultura de un solo usoLa cantidad de plásticos producidos ha aumentado de manera global desde 116 millones de toneladas en 1992 hasta 265 millones de toneladas en el 2010, tras haber experimentado un ligero descenso en el 2007 debido a la crisis financiera. En conjunto, este aumento del 130 % de producción en tan sólo dos décadas presenta notorias consecuencias negativas para el medio ambiente, puesto que más de la mi-tad de esta producción está destinada a productos de un solo uso.P. 50 (3)

El declive de los ecosistemasEl Índice Planeta Vivo refleja los cambios en la sa-lud de los ecosistemas de la tierra. Se basa en el seguimiento de casi 8.000 poblaciones de más de 2.500 especies de vertebrados. El índice ha dismi-nuido a escala mundial en un 12 % desde 1992, con fuertes pérdidas en los trópicos, donde ha dismi-nuido un 30 %. Esto indica una grave degradación de los ecosistemas y se atribuye en gran medida a la alta tasa de deforestación de bosques primarios y su transformación en tierras agrícolas y pastizales (WWF, 2010).P. 45 (3)

DeforestaciónActualmente, los bosques cubren alrededor del 30 % de la superficie de la Tierra. Si bien la tasa de deforestación se está frenando, grandes áreas de bosques siguen disminuyendo en la actualidad, especialmente en América del Sur y África. En la última década, alrededor de 13 millones de hectá-reas de bosques fueron convertidos a otros usos o se han perdido por causas naturales cada año, en comparación con los 16 millones de hectáreas anuales durante la década anterior (FAO, 2010). Esto se traduce no sólo en la pérdida de biodiversi-dad, sino que también contribuye al calentamiento global por la liberación de CO

2 a la atmósfera y por

dificultar el almacenamiento de CO2.P. 37 (3)

Conclusiones

Es inevitable recelar sobre la conversión de la so-ciedad actual hacia el desarrollo sostenible porque los progresos en esta dirección están siendo lentos y a veces ineficaces según las tendencias registra-das en las últimas dos décadas. Hay pocos «casos de éxito» que arrojen luz sobre un futuro incierto y complejo en el que todos los componentes del medio natural se degradan diariamente.

Sin embargo, habiendo identificado las tendencias que dictaminan la situación actual, también es po-sible determinar una serie de claves que pueden incrementar la sensibilización y la promoción de la sostenibilidad.

Por un lado, es necesario un mayor compromiso de las administraciones hacia las infraestructuras a fin de compartir el reto que supone dar respuesta y calidad de vida a una población en continuo cre-cimiento y cada vez más concentrada en núcleos urbanos. En este sentido, la eficiencia no es nece-saria, es obligatoria.

Asimismo, el sector de las infraestructuras deberá estar preparado para aprovechar las oportunida-des de transformación inherentes a estos nuevos mercados, en un entorno cada vez más competi-tivo y cambiante. En este contexto, la innovación, la promoción de colaboración de instituciones y ciudadanos, así como el aprovechamiento de las sinergias existentes en las ciudades y la necesaria revitalización del concepto de comunidad, tendrán un papel protagonista.

Adicionalmente, es imperativo monitorizar los im-pactos ambientales y socioeconómicos con un foco local, y siendo conscientes del marco global subya-cente. La resiliencia de los sistemas socioeconómi-cos actuales se pone a prueba con la presión que ejerce el estilo de vida actual y queda registrada a través de los indicadores ambientales destacados en este artículo.

Es importante realizar un esfuerzo conjunto a fin de disponer de métricas exactas y homogéneas que permitan una cuantificación precisa de los im-pactos y una determinación realista de objetivos de mitigación y corrección.

El sector de las infraestructuras es consciente de su papel en la consecución de objetivos globales de sostenibilidad y acepta este desafío como ciuda-dano activo de una sociedad que cada día es más consciente de que el respeto que mostremos hoy hacia el medio en el que vivimos, reportará benefi-cios en «nuestro futuro común».

Vivimos el período de cambios más extraordina-rio de la historia de la humanidad y también nos enfrentamos a desafíos representados por grandes fuerzas o tendencias cuya dimensión excede nues-tro control. Sin embargo, las soluciones a muchos de estos desafíos deben comenzar a implementar-se con urgencia para evitar una mayor degradación del medio ambiente. De la respuesta conjunta que seamos capaces de dar dependerá en gran parte la calidad de vida de las futuras generaciones.

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CC CARA A CARA

El crecimiento y el desarrollo sostenible son contradictorios

Lourdes Benería Economista, profesora emérita de la Universidad Cornell, experta en desarrollo, género, mercado del trabajo y América Latina.

Josep XercavinsDoctor en ciencias, activista, a escala de sociedad civil internacional, en desarrollo sostenible, globalización y gobernanza mundial, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC).

Por Michele Catanzaro Doctor en Física y periodista científico freelance

Lourdes Benería y Josep Xercavins dialogan sobre cómo replantear las bases de la ciencia económica y sobre los cambios necesarios en el sistema de comercio y la gobernanza mundial para centrarse en una economía realmente verde.

Crecimiento sostenible es una expresión antagónica. Un desarrollo compatible con la conservación del medio ambiente, y en última instancia con la super-vivencia de la especie humana en la Tierra, no puede pasar por el crecimiento indefinido de la economía, medido en términos de PIB. En esto coinciden la economista Lourdes Benería y el experto en gober-nanza mundial Josep Xercavins. Es indispensable re-plantear las bases de la ciencia económica para que tenga en cuenta los límites de la Tierra. A la vez, es necesario mejorar la participación democrática de todos los países en las organizaciones internaciona-les, pero también es imprescindible que estos países cedan soberanía real a estas organizaciones, para que puedan tomar decisiones e implementar políti-cas eficaces a escala global. Todo esto se decidirá en la cumbre de Río 2012, aunque el borrador de posi-ble documento final del encuentro es, de momento, extremadamente flojo. Países y comunidades deben salir del atolladero de sus intereses locales y de los equilibrios geopolíticos, y definir un modelo de mun-do para un futuro sostenible de la humanidad en el planeta.

MC: ¿Cómo ha cambiado el concepto de desarrollo sostenible desde la primera cumbre de Río?

JX: En Río, el concepto de desarrollo sostenible aún estaba bastante incompleto. Los resultados principa-les de aquella cumbre son las grandes convenciones ambientales —la climática, la de la desertificación y la de la biodiversidad—, todos temas esencialmente ambientales. No se entró a fondo en los problemas sociales y económicos del desarrollo sostenible; salvo en la definición del Programa 21, pese a que, después, allí donde se intentó aplicar, se quedó en la coordenada ambiental. En la cumbre de Johannes-burgo se enfatizaron los tres pilares del desarrollo sostenible: la sociedad que deseamos, compatible con el medio ambiente, y viable económicamente. Pero no se ha avanzado mucho en este sentido. Si

no fuera por el problema del cambio climático, tal vez el concepto de desarrollo sostenible incluso se ha-bría perdido. De hecho, el sistema ha deformado su significado: ahora se habla de crecimiento sostenible, que son conceptos antitéticos; esta es una perver-sión total del concepto. Al contrario, la cuestión más importante, en la base del desarrollo sostenible, es precisamente la dialéctica entre desarrollo y creci-miento económico.

MC: ¿Qué consecuencias económicas y sociales de-bería tener el desarrollo sostenible, más allá de las consecuencias ambientales?

LB : Tenemos una teoría económica que no se adap-ta a la idea del desarrollo sostenible. Aún está ba-sada en los conceptos del siglo xix: el supuesto de que hay recursos naturales ilimitados. No tenemos una teoría económica que tenga en cuenta las limi-taciones del planeta Tierra, la escasez de recursos. Por otra parte, la sostenibilidad tiene que ver con la reproducción social: ¿hasta qué punto podemos reproducir la sociedad que tenemos? Un asunto que me preocupa mucho, por ejemplo, tiene que ver con el trabajo y, sobre todo, el problema del jobless growth: la posibilidad de que una economía crezca sin crear ocupación suficiente para dar trabajo a toda la población dispuesta a trabajar. El progreso tecnológico está eliminando trabajo cada vez más deprisa. La cantidad de gente dispuesta a trabajar crece con una tasa mayor que los trabajos que se están generando. ¿Qué haremos con la gente que no tiene trabajo? Si no queremos que la gran mayo-ría de la gente se muera de hambre, tenemos que pensar en una distribución de recursos diferente. Un desarrollo sostenible desde un punto de vista social debe incluir este problema que se nos presenta.

MC: Un elemento común en vuestras reflexiones es la contradicción entre desarrollo y crecimiento: es-tamos acostumbrados a considerarlos equivalentes.

LB: Debemos empezar a pensar que disponemos de recursos limitados y hasta qué punto podemos continuar con un nivel de consumo que la Tierra no puede aguantar. Debemos pensar en un nuevo contrato social sobre el consumo y la maximización del crecimiento. Quizá no nos interesa maximizar-lo todo. Desarrollo no es sólo crecimiento del PIB: el concepto de desarrollo humano de Amartya Sen ahora es bien conocido y ha tenido mucha influencia, sobre todo a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Lo importante es el crecimiento de las capacidades de las perso-nas, de manera que «cada persona pueda ser lo que quiere ser y hacer lo que quiera hacer». Es necesario poner énfasis en muchos otros aspectos del creci-miento, y no sólo en los aspectos económicos.

JX: El cambio climático ha puesto de manifiesto, más que ninguna otra realidad, la dialéctica contra-dictoria desarrollo-crecimiento. En estos momentos no sabemos distribuir recursos para satisfacer ne-cesidades sin crecer económicamente. El gran reto es encontrar un modo radicalmente distinto de dis-

tribuir los escasos recursos con los que cuenta el planeta para satisfacer las necesidades humanas de una forma más equitativa y perdurable en el tiem-po. Hay contextos en los que un cierto crecimiento económico es imprescindible (por ejemplo, en Asia o en África, donde en ciertos lugares faltan inclu-so las infraestructuras básicas de saneamiento). Al contrario, nosotros llevamos 150 años creciendo: o encontramos la forma de que estos países salgan de la pobreza de una manera distinta a como, en teoría, lo hemos hecho nosotros, o querrán hacerlo como lo hemos hecho nosotros (y ya lo están ha-ciendo China, la India, Brasil, etc.), y tienen y tendrán todo el derecho a hacerlo, al igual que nosotros.

MC: Así pues, ¿los países del norte deberían prescin-dir del crecimiento inmediatamente?

LB: Prescindir del todo, no, pero sí cuestionar el tipo de desarrollo: por ejemplo, se puede estimular un crecimiento verde, gracias a cambios tecnológicos, como la arquitectura verde o los coches y otros productos ecológicos, o las industrias de productos reciclables. El Informe Stern ya puso de manifiesto que existen límites en el crecimiento indefinido en este planeta. Al crecimiento del PIB se le deberían restar todas las consecuencias negativas que genera, por ejemplo, la destrucción del medio ambiente en todos los aspectos, lo que afecta a la sostenibilidad, y que no se tiene en cuenta en las estadísticas que se emplean en la contabilidad nacional. De momento, este ejercicio de restar las consecuencias negativas no se lleva a cabo de manera sistemática, sólo ex-perimental.

JX: Para mí, este es el mayor desafío: hacer que la vida humana sobre el planeta no esté basada en el crecimiento económico. En los países desarrollados, en la coyuntura actual, por ejemplo, todo el mun-do quiere salir de la recesión volviendo a crecer, aumentando el consumo y la producción, creando trabajo, etc. No sabemos vivir sin este bucle que se retroalimenta. Al contrario, es imprescindible en-contrar la manera de vivir sin crecer, y en algunos casos, decreciendo: las infraestructuras ya están ahí, y la cuestión principal, entonces, es la distribución de la riqueza. En otras partes del mundo sí que son necesarias dinámicas de crecimiento, como mínimo, básico, lo que hace que en los países desarrollados aún sea necesario un mayor decrecimiento. Por ejemplo, es muy preocupante que, en vista del pico petrolero (peak oil) y el correspondiente encareci-miento del petróleo, se estén reabriendo las minas de carbón, que contamina todavía más que el pe-tróleo. Eso es encaminarnos, aún más rápido, a una situación límite.

MC: ¿Las herramientas de gobernanza política mun-dial están a la altura de esos retos?

JX: Hay que decir que las Naciones Unidas han sido el entorno donde ha habido una mayor preocupa-ción sobre estos temas. El problema principal es que, mientras se ha desarrollado todo un aparato normativo para regular estos temas, los órganos

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capaces de implementar estas normativas son muy débiles. En el ámbito internacional, los problemas se pueden afrontar mediante tratados de derecho internacional, o creando nuevas organizaciones o nuevos órganos dentro de organizaciones existen-tes. A partir de la cumbre de Estocolmo, en 1972, y luego en Río, en 1992, los temas ambientales se han abordado sobre todo con tratados internacio-nales. Sin embargo, en Estocolmo se creó el PNU-MA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente): un programa, no una agencia, del mismo tipo que el PNUD (Programa de las Naciones Uni-das para el Desarrollo). En Río se llevaron a cabo las grandes convenciones ambientales como tratados de derecho internacional. Pero, por otra parte, también se creó la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible, en el contexto del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC). Pese a que fue un acierto vincular los problemas ambientales con los económicos y sociales, el ECOSOC es el consejo más débil de las Naciones Unidas. En la Carta de las Naciones Unidas, todo son tiempos condicionales cuando se habla del ECOSOC: «podría hacer esto, podría hacer aquello», y, al final, no ha podido hacer ni ha hecho gran cosa. De hecho, la reforma más urgente para las Naciones Unidas es la de sus dos consejos principales: el ECOSOC y el Consejo de Seguridad. En su conjunto y en todos estos años, se ha generado una proliferación de derecho ambiental internacional: 500 tratados multilaterales ambienta-les (según el secretario general de Naciones Uni-das), que no se sabe cómo gestionar. Uno de los retos de Río+20 era ordenar todo esto, pero, en el último borrador de propuesta de documento final, este reto ha desaparecido. Hay muchas leyes, pero el problema es su implementación, la fortaleza de los órganos que garanticen que se aplican.

MC: En cuanto a las herramientas de gobernanza económica —los órganos surgidos de los acuerdos de Bretton Woods—, ¿son capaces de gestionar el cambio de paradigma?

LB: Hay una gran diferencia entre las Naciones Unidas y las organizaciones de Bretton Woods, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en cuanto a su funcionamiento. Aunque el Consejo de Seguridad sigue siendo una estructura profundamente antidemocrática debido al poder de veto de los países dominantes al final de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas se ha abier-to en otros aspectos, a medida que avanzaron los procesos de descolonización y los nuevos países se hicieron miembros. Esto explica que EE. UU. haya ido retirando su apoyo a las Naciones Unidas pa-sando muchas decisiones de carácter internacional a otros ámbitos, como el G20. Por el contrario, las organizaciones de Bretton Woods siempre han es-tado dominadas por las potencias occidentales: por ejemplo, EE. UU. siempre ha nombrado al director del Banco Mundial y, Europa, al del Fondo Moneta-rio Internacional. De hecho, ahora existen tensiones con países como China, la India y Brasil, que quieren aumentar su influencia sobre estas organizaciones. Hace muchos años que se habla de reformar la es-

tructura financiera internacional, pero se ha llegado a esta crisis sin llevar a cabo ninguno de los cambios propuestos. Ahora, muchas decisiones se toman en el seno del G20, o en Davos, unos lugares más eli-tistas, donde la democracia internacional no existe. Tenemos un problema grave de gobernanza global y la crisis no ha sido un impulso que, al menos de momento, haya abierto un camino para resolverlo. Al contrario, el poder de los grandes bancos, por ejemplo, está aumentando; están acumulando una cantidad enorme de recursos, y el Fondo Monetario sigue recomendando las mismas políticas que en la década de 1980...

JX: Este es el problema central de las organizaciones internacionales. Mientras que las Naciones Unidas discuten, aprueban, intentan hacer frente (pese a todas las deficiencias) a los desafíos del mundo, entonces, cuando hay que implementar algo, en la medida en que los recursos económicos globales están gestionados por las instituciones de Bretton Woods, donde mandan el G7 (o el G5 o el G1), estos recursos económicos se utilizan en función de sus intereses y no para implementar las decisiones tomadas en las Naciones Unidas.

MC: O sea, que la crisis no ha sido una excusa para mejorar la situación...

JX: Al contrario, hay muchos elementos de in-volución. Uno de los resultados de la crisis es el hundimiento del estado del bienestar, y eso se ha traducido en una preocupación radical por recu-perar el crecimiento. En este contexto, ¿cómo nos explicamos la población del sur de Europa que no debemos crecer? Nos diremos: ¡si no crecemos no tendremos trabajo!

Por otra parte, con motivo del gran fracaso político del G20, donde la vieja coalición económicamente dominante, el G7 (o el G5 o el G1), ha tenido que sentarse con la coalición de los países emergentes, el BRIC, vemos un retorno al soberanismo y al pro-teccionismo de los poderosos. Por ejemplo, China y la India se oponen a cualquier control internacio-nal del seguimiento de los tratados internacionales del cambio climático o a cualquier tasa global sobre transacciones financieras. En un momento en el que el mundo tiene problemas globales, todo el mundo se encierra en su casa.

LB: Estoy de acuerdo. La crisis está agravando algunos de los problemas crónicos de los organis-mos internacionales. Por ejemplo, las convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) deben ratificarse e implementarse a escala nacional. Históricamente se ha observado que, a esta escala, no existe la voluntad política necesaria para hacerlo y los acuerdos sobre cuestiones del trabajo, la pro-tección social, etc., a menudo se han quedado sobre el papel. Con la globalización, y ahora con la crisis, muchos de estos acuerdos se han hecho irrelevantes y hay más excusas para que estas convenciones no sirvan para gran cosa. Esto nos lleva al gran proble-

ma de tener una globalización con procesos econó-micos, políticos y sociales transnacionales, pero sin una gobernanza mundial que los pueda controlar.

MC: ¿Río+20 es una oportunidad para realizar un cambio de paradigma o ya está todo perdido?

JX: Yo soy un pesimista activo. Si comparamos el informe del secretario general en el segundo comité preparatorio y el borrador actual, veremos que hay un abismo: el informe era esperanzador, el borrador es desesperante. Es significativo que el panel visio-nario preparatorio creado por el secretario general haya publicado un informe que repite hasta la sacie-dad la palabra resiliencia: el planteamiento es «no sa-bemos qué hacer, no podemos hacer gran cosa, sólo podemos adaptarnos». Río+20 ha generado una gran expectativa: jamás había visto tantas reuniones internacionales preparatorias, pero al final se vislum-bran resultados mucho más que modestos. En Brasil tendrá lugar la preparación de la conferencia, des-pués habrá cuatro días de pausa, y luego la cumbre. Probablemente la atención mundial —y podríamos decir que el «sentimiento» mundial— se centrará más en los cuatro días de pausa, cuando tendrán lugar las cumbres paralelas, que en la propia reunión oficial. Sin embargo, tampoco soy muy optimista sobre estas otras cumbres: en estos momentos no hay una sociedad civil mundial capaz de organizar una cumbre con resultados concretos coherentes. Veremos algo parecido en los foros sociales mun-diales, una iniciativa donde cuenta más la dinámica que los resultados prácticos y donde la construcción de alternativas se realiza muy lentamente. Además, por otra parte, la agenda de negociaciones entre es-tados es lamentable. Nos hallamos en uno de los momentos de máxima debilidad de las Naciones Unidas: vamos hacia escenarios de mínimos, don-de se impondrán las posiciones que mantienen el statu quo, para no romper las alianzas históricas: el G77, la UE, la OCDE, etc., y lo de ¡«mañana será otro día»! Sin embargo, en estos momentos de la historia, es muy grave aplicarlo como estrategia de cara al futuro.

MC: ¿Qué modelo de gobernanza mundial necesi-tamos?

LB: En un mundo globalizado necesitamos unas ins-tituciones con capacidad de implementar las deci-siones que se toman a escala global. Por ejemplo, la crisis nos ha demostrado que se necesita una mayor regulación de los mercados financieros. Pero, ¿quién impulsa esta regulación y por qué se dejó que los mercados se desregularan con las políticas neolibe-rales? Hace décadas que se habla de la tasa Tobin o de las tasas sobre la contaminación a escala global, pero aún no se han implementado ni hay ningún acuerdo. En el borrador inicial de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarro-llo de las Naciones Unidas en Monterrey (México), en el año 2002 había una propuesta para crear una organización de tasas internacionales (Internatio-nal Tax Organization) que no llegó ni a la mesa de discusión. Muchas de estas ideas nunca llegan a una

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CCEl crecimiento y el desarrollo sostenible son contradictorios Lourdes Benería y Josep Xercavins

propuesta seria debido a la oposición que encuen-tran desde el principio. Este mundo está gobernado por naciones teóricamente independientes, que, de hecho, ya no lo son, y el poder real lo tienen las grandes compañías y los bancos internacionales. La tasa Tobin sería una solución de cara a los flujos es-peculativos, que tanta inestabilidad financiera crean. ¿Quién puede oponerse a tasas contra la contami-nación que, además, podrían generar fondos para el desarrollo y otros objetivos muy importantes? En realidad es una idea muy popular, pero a la que se oponen muchos intereses creados.

JX: Las últimas negociaciones sobre cambio climáti-co son muy significativas. En Copenhague no había ningún líder que no reconociera los objetivos mar-cados por el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático). Pero Obama, Lula, Zapatero y Merkel tenían que volver a su casa y ganar unas elecciones: por eso, después de montar la mayor reunión de jefes de Estado de la historia, fueron incapaces de tomar una decisión, porque al regresar a sus casas tenían que enfrentarse con realidades locales bien distintas. La historia nos ha llevado a un estadio en el que la política debería al-canzar una escala global, del mismo modo que en el pasado se pasó de la escala de las ciudades a la escala estatal. Ahora que los problemas ambientales son globales —el dióxido de carbono no entiende de fronteras— necesitamos elementos de gober-nación supranacionales. Con todos los controles y las referencias democráticas que sean necesarios, se precisan entidades que digan a China o a EE. UU. cuántas emisiones deben reducir, por ejemplo. Lo mismo debería ocurrir en el ámbito financiero. La crisis financiera, climática y ambiental pone de mani-fiesto, al final, una gran crisis política.

MC: ¿Hablamos de una cesión de soberanía a enti-dades supranacionales?

LB: Sí. Lo digo con un cierto miedo, porque debe hacerse de manera que no haya déficits democrá-ticos. Hablamos de organismos transnacionales que sean auténticamente democráticos y que tengan suficientes checks and balances para garantizar que todas las regiones y naciones estén bien representa-das y se las escuche. Por otra parte, es importante que se puedan tomar decisiones globales para los problemas que no se pueden resolver a escala na-cional, como los del medio ambiente.

JX: La idea de un gobierno mundial nos produce desasosiego: hoy en día la gente tiende a rehuir todo lo que suena a gobernación. Pero esta gobernación global es indispensable para tomar las decisiones so-bre los bienes comunes globales, como la atmósfera, los océanos... Existen unas cesiones de soberanía que son imprescindibles. Naturalmente, es preciso que detrás de estos procesos haya una legislación que garantice la democracia como legitimación de las decisiones, el derecho internacional, los tribuna-les correspondientes. Es natural que tengamos mie-do, pero debemos perderlo y ponernos a trabajar con él: si no, quien se hará cargo de estos asuntos

será la nueva oligarquía financiera que hará de las toneladas de CO

2 otro producto de inversión es-

peculativa.

LB: La alternativa es que las élites económicas y financieras, que son claramente transnacionales y multinacionales, sean las que tomen las decisiones y tengan el poder: esto sería peligroso para la de-mocracia.

MC: ¿Cuáles son los actores que pueden promover estos cambios?

JX: Yo creo que las cosas deben empeorar mucho para que los actores, que al fin y al cabo somos to-dos y todas, nos movamos de una vez. Los estados, los procesos de regionalización y los grandes pode-res económicos ya están desempeñando sus pape-les, de momento muy deficientes. Hay atisbos de una conciencia política global, pero aún no tienen capacidad de acción efectiva, sino que acostumbran a ser movimientos en negativo: «anti», indignados... Hasta que no se produzca un empeoramiento grave de la situación será difícil que se den las condiciones para producir cambios, cuyo actor principal no po-drá ser otro que la sociedad civil organizada global-mente como expresión de una ciudadanía mundial que adquiere la conciencia de serlo.

LB: O bien hasta que las élites mundiales no se sien-tan amenazadas. Por ejemplo, la OIT se creó tras la revolución soviética como respuesta de los paí-ses occidentales a las cuestiones del trabajo. En la reunión de Davos del Foro Económico Mundial, ya hace dos años que se está hablando de los proble-mas asociados al malestar social. Hay miedo de que se pierda cohesión social y aumenten el malestar y las tensiones. Esto podría llevar a la aceptación de cambios, pero la presión debe ser mucho más fuerte y no debemos esperar a que las soluciones vengan de arriba, sino al contrario.

MC: ¿Qué papel deberían desempañar en Río+20 nuestros representantes catalanes y españoles?

LB: Lo mejor que podrían hacer es prepararse para los problemas reales. Por ejemplo, aquí no se habla suficientemente del jobless growth, de qué hacer con el aumento de la pobreza, del aumento del pre-cio de los alimentos debido a la especulación o de iniciativas como el Decent Work Program de la OIT. Nuestros representantes también deberían hacer caso de los programas y acuerdos que ya existen, por ejemplo en lo relativo al medio ambiente, ya que proyectos no faltan: falta voluntad política.

JX: En estos momentos el presupuesto global de todo el sistema de las Naciones Unidas es de 25 millones de dólares: esto es ridículo. No es ni com-parable con el PIB de ninguno de los países ricos. Del famoso 0,7 % del PIB mundial para el desarrollo, ac-tualmente no se llega al 0,34 % y está en torno a los 100 millones de dólares. De entrada, las institucio-nes internacionales deberían recibir más presupues-to; pero probablemente esta será una de las cosas

que también se recortarán rápidamente. No sé ver ningún papel destacado, tras los cambios políticos a escala de Estado, más allá de lo que marque la UE, para el Estado español. En el caso catalán, no basta con plantearse que en los documentos internaciona-les aparezca el término gobiernos subnacionales. Ca-taluña, como todo pueblo y país del mundo, debería tener un programa propio, con propuestas avanza-das, y que las Naciones Unidas las pudieran utilizar para presionar a los estados para que se tomen las decisiones necesarias. En este sentido, nuestra si-tuación como nación sin Estado hace que tengamos más experiencia en presionar a los estados; ¡utilicé-mosla! En estos momentos históricos cualquier país o grupo humano debe definir el modelo de mundo en el que quiere vivir y contribuir a hacerlo posible: Cataluña también.

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Hacia una economía verde Josep Enric Llebot y Mireia Cañellas Secretaría de Medio Ambiente y Sostenibilidad

Los autores repasan las evidencias de la crisis ecológica global y las políticas internacionales impulsadas en los últimos años, y tratan en detalle el Plan de Economía Verde en Cataluña, previsto para el periodo 2011-2014

El inicio del siglo xxi implicó una repetición de lo vi-vido durante los últimos años del siglo xx: en nues-tro país, altas tasas de crecimiento económico con fuertes desequilibrios estructurales, y a escala in-ternacional, el crecimiento de algunos países como China, Brasil y la India, entre otros, con la presión que conlleva este crecimiento sobre los recursos mundiales, y un contexto del mercado energético altamente inestable que es una fuente de inesta-bilidad y vulnerabilidad. Desde el 2007 vivimos, especialmente en Europa y América del Norte, una crisis financiera que se añade a la crisis am-biental y energética subyacente desde hace años. El desarrollo asociado a décadas de crecimiento y a precios de la energía bajos ha generado grandes cantidades de beneficios en nuestro país, como la calidad de vida, es decir, el acceso generalizado a la sanidad y a la educación, gozar de un ambiente saludable y tener acceso a más bienes materiales. Como ha ocurrido a menudo, el progreso acelera-do que hemos vivido durante las últimas décadas no está exento de desequilibrios, tanto a escala local como global: el impacto sobre las capacida-des ambientales del entorno más inmediato y el hecho de extrapolar nuestro consumo de recursos al resto del mundo nos llevan a sobrepasar tanto la capacidad de regeneración de los sistemas natu-rales como la capacidad razonable del planeta de aportar recursos naturales no renovables. En algu-nos casos, incluso, queda amenazada la capacidad de los sistemas naturales de abastecer a los bienes y servicios que son la base de nuestro sistema eco-nómico y social. En nuestro país, la disponibilidad de los recursos hídricos y de la energía pueden ser dos ejemplos de esta situación.

Por otra parte, el impacto de nuestras acciones sobre el medio en muchos casos sobrepasa la capacidad de este de adaptarse. Hace cincuenta años Rachel Carson publicó Silent Spring (Primave-ra silenciosa), la constatación de que el uso indis-criminado de pesticidas de aplicaciones agrícolas producía efectos colaterales que tenían conse-cuencias totalmente indeseables sobre la biosfera. Implícitamente, esta publicación dio impulso al na-cimiento de movimientos sociales cuyo objetivo era fomentar la protección de la naturaleza, de los que aún disfrutamos hoy. Pero los impactos que se producían sobre el territorio eran consecuen-cia de actividades concretas que se desarrollaban en lugares concretos. Poco más de veinte años después se constataba la reducción del ozono es-tratosférico en la Antártida y también el hecho

de que las emisiones de gases con compuestos halogenados emitidos a decenas de miles de kiló-metros de distancia eran la causa de la eliminación del ozono, y, por tanto, se ponía de relieve otra dimensión de los problemas ambientales: la afec-tación de la Tierra globalmente. El aumento de la temperatura como consecuencia de la concentra-ción creciente de gases de efecto invernadero en la atmósfera es otro ejemplo bien actual.

La situación actual, en la segunda década del siglo xxi, es que estamos sobrepasando la capacidad de los sistemas naturales —la atmósfera, los océanos, los suelos— de absorber las perturbaciones a las que los estamos sometiendo y de reaccionar con-tra estas. Dicho de otro modo, consumimos re-cursos y emitimos contaminantes a una velocidad superior a la que los sistemas pueden adaptarse. Este contexto es bien distinto de aquel al que Rachel Carson hacía referencia en su celebrado libro. Ahora estamos reduciendo la capacidad de los sistemas naturales de proveernos de los bie-nes y servicios que constituyen la base de nuestra sociedad y, por tanto, esto nos hace más frágiles y vulnerables.

Muy relacionado con el uso descontrolado de los recursos, el futuro que se vislumbra incluye unos escenarios problemáticos en cuanto al mundo de la energía. Efectivamente, el consumo creciente de recursos energéticos fósiles y la capacidad limitada de encontrar y utilizar nuevas fuentes de energía configuran un futuro muy vulnerable, tanto en cuanto a la disponibilidad suficiente para cubrir las necesidades de las sociedades modernas como en cuanto a los precios.

Por otra parte, desde hace cinco años estamos viviendo una importante crisis económica que empezó como una crisis financiera y que ahora es económica y social, que muestra cómo se deben volver a inventar algunos de los fundamentos eco-nómicos y ambientales sobre los que se sustenta nuestra sociedad.

Sería simplista atribuir la gran crisis de julio del 2008 exclusivamente al aumento coyuntural y es-peculativo (alimentado por Goldman Sachs) de las cotizaciones de petróleo, pero es evidente que la combinación del pinchazo financiero inmobiliario con un precio del barril del petróleo por encima de los 140 dólares tuvo un impacto innegable. Y, de hecho, las últimas recesiones económicas han coincidido repetidamente con incrementos signifi-cativos del precio del crudo. ¿Quizá esta vez saldre-mos adelante? ¿Sabremos aprender de la historia? En este sentido, las Naciones Unidas han sido acti-vas y el mismo año publican su Green New Deal con afirmaciones contundentes como: «La economía mundial se enfrenta a una triple crisis: una crisis fi-nanciera, la crisis relacionada con la aceleración del cambio climático y una crisis energética global. Hay que sentar las bases para la aparición de economías bajas en carbono, ricas en puestos de trabajo y con fuentes independientes de suministro energético».

P POLÍTICAS PÚBLICAS

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PHacia una economía verdeJosep Enric Llebot y Mireia Cañellas

Para ponerlo en cifras, se puede afirmar que, mien-tras disfrutábamos del último periodo de bonanza económica en los llamados países ricos:

• En los últimos 50 años, aproximadamente el 60 % de los servicios de los ecosistemas se han degradado o han sido utilizados de forma insostenible (Millennium Ecosystem Assessment, 2005).

• Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero relacionadas con las ac-tividades humanas han aumentado significativa-mente desde el periodo preindustrial, con un incremento del 70 % entre 1970 y 2004 (IPCC, 2007).

• El consumo de agua global ha crecido más rápido que la población total en los últimos 50 años (Wild et al., 2010).

• El uso global de los recursos naturales ha aumentado más de un 40 % entre los años 1992 y 2005 (PNUMA, 2012).

Así pues, es evidente que durante las últimas déca-das el consumo de recursos naturales o la emisión de contaminantes en el medio se han realizado en una tasa difícil de mantener durante las próximas generaciones. Y más aún cuando, en un escenario de «todo sigue igual» —técnicamente llamado bu-siness as usual— las previsiones son más exagera-das año tras año:

EL FUTURO EN CIFRAS:• Se prevé que la población mundial pase de los

7.000 M de personas en el 2011 a 9.100 M en el 2050 (NU, 2009).

• La demanda energética global podría aumentar un 36 % hasta el año 2035 (AIE, 2008) y la de agua un 40 % hasta el año 2030 (2030 Water Resources Group, 2009).

• Se calcula que será necesario aumentar la pro-ducción de alimentos un 70 % hasta el año 2050 y prácticamente doblarla en los países en desa-rrollo (FAO, 2009).

1. Respuesta de la comunidad internacional ante la necesidad de actuar

La respuesta de la comunidad internacional a una de las crisis más graves que jamás se han experi-mentado ha propiciado precisamente la formu-lación del concepto de economía verde con el argumento de fondo de buscar soluciones a la economía mundial que hagan frente a las elevadas tasas de paro, la inflación o el déficit fiscal sin, a pesar de ello, volver al modelo antiguo; un retorno que sería imprudente e insostenible, y que genera-ría riesgos que a la larga podrían conllevar un freno importante para el desarrollo económico, como el cambio climático.

En este sentido, varios gobiernos han impulsado planes de estímulo del empleo y de la actividad económica, que promueven una transición de la economía hacia un modelo más eficiente en el uso de los recursos. En este mismo contexto, es espe-

cialmente relevante —por su influencia en las po-líticas de sus estados miembros— que la OCDE haya aprobado su Green Growth Strategy, entre cu-yos objetivos está el impulso de la innovación y la creación de nuevos mercados a través del estímu-lo de la demanda de bienes, servicios y tecnologías verdes. Además, los líderes del G8 en la Cumbre del Clima de Durban, del año 2011, manifestaron su compromiso con respecto al crecimiento ver-de y la economía del conocimiento. Incluso para la cumbre del G20 que se celebrará en México el próximo verano se plantea como una de las 5 prioridades clave «el impulso del desarrollo sos-tenible, el crecimiento verde y la lucha contra el cambio climático». En este sentido, actualmente los ministros de finanzas del G20 ya han reconoci-do la importancia de integrar el crecimiento verde y el desarrollo sostenible en los programas de re-forma estructural de cada país.

Es relevante tener en cuenta que, pese a que las Naciones Unidas definen con claridad y ambición este nuevo concepto de economía verde, no todo el mundo lo interpreta del mismo modo, lo que está llevando a cierta confusión o a declaraciones de principios. Lo cierto es que no es un buen sus-tituto de la palabra sostenibilidad, pero la diversi-dad de interpretaciones puede hacer temer que la promoción de la economía verde en alguna de sus interpretaciones más ligeras suponga una renuncia a la consecución de un escenario de sostenibili-dad comprometida. Sin embargo, puesto que esta denominación, economía verde, ha sido el nombre de sobra consensuado por la comunidad interna-cional, tendremos que aprovecharla como alianza con el mundo económico y maximizar las opor-tunidades que hoy, más que nunca, nos ofrece la sostenibilidad como respuesta a la crisis.

Green Economy Report, PNUMA - Naciones Unidas (2011):

«La economía verde se puede definir como el conjunto de medidas económicas destina-das a:

• mejorar el bienestar humano y la equidad so-cial

• preservar el medio e impulsar un uso más sos-tenible de los recursos

• evitar riesgos ambientales»

11. Políticas internacionales: Río+20

A pesar de que los esfuerzos realizados por la comunidad internacional y por algunos países en los últimos dos años han sido intensos, son aún insuficientes para la concreción de las políticas clave que deben garantizar la formulación plena y el despliegue del concepto de economía verde. Un elemento clave es la Conferencia de las Na-ciones Unidas para el Desarrollo Sosteni-ble (llamada Río+20), que tendrá lugar en verano del 2012 en Río de Janeiro, ya que se espera que sea el acontecimiento internacional de referencia para la renovación del compromiso de todos los países del mundo con la sostenibilidad, en el que:

1) uno de los dos grandes temas de debate será el de la economía verde;

2) se está trabajando para definir la articulación de las llamadas hojas de ruta en economía verde que se quieren implantar en diferentes niveles gubernamentales y que tendrán horizontes tem-porales fijados para objetivos específicos cuanti-ficados.

De ahí que, desde el Gobierno de la Generalitat de Catalunya, se esté impulsando una participa-ción activa tanto en el proceso preparatorio de la Conferencia como, muy especialmente, en la de-finición de la estrategia más adecuada para trasla-dar a Cataluña los acuerdos que se deriven de ella.

Políticas de la UE

Hay que citar, también, la Estrategia Europa 2020 de la Unión Europea (COM(2010) 2020, de 3.3.2010), que se estructura en la potenciación de los tres motores de crecimiento futuro que son el conocimiento, la sostenibilidad y la inclu-sión social para facilitar la creación de empleo y la competitividad de la economía en Europa. En este sentido, las iniciativas emblemáticas de des-pliegue de la Estrategia Europa 2020 relativas a la innovación y al uso eficiente de los recursos, así como la hoja de ruta para una economía com-petitiva baja en carbono en el año 2050 ligada a las estrategias de lograr una menor vulnerabilidad en cuanto a la dependencia energética de los paí-ses de la Unión Europea y, a la vez, ser líderes en acciones de prevención y mitigación del cambio climático, concretan las políticas y el camino que hay que recorrer para alcanzar unos objetivos de sostenibilidad ambiciosos que garanticen la com-petitividad de Europa.

2. Hacer de los retos oportunidades en competitividad y empleo

Pese a los interrogantes sobre el acierto de la for-mulación de los hojas de ruta en economía verde, es importante poner de manifiesto que durante los últimos años hemos asistido —con mayor o menor expectación y credulidad— a la prolife-ración de numerosos estudios que apuntan a las oportunidades en términos de generación de actividad económica y de ocupación vinculadas a la inversión en el sector ambiental y energético. Así lo destacan numerosos informes elaborados por instituciones como la OCDE, el PNUMA, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Consejo de Empresas para el Desarrollo Soste-nible (WBCSD, por sus siglas en inglés), la Comi-sión Europea, el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), la Escuela de Organización In-dustrial (EOI), ESADE, organizaciones sindicales como Comisiones Obreras u organizaciones eco-logistas como WWF, entre otros.

Todos estos elementos son esperanzadores para los profesionales y las empresas del sector del me-dio ambiente, pero también para los de los secto-

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res económicos considerados «tradicionales», que ven en la sostenibilidad una nueva oportunidad de innovación y competitividad. Precisamente con el objetivo de aglutinar todas estas iniciativas y de impulsar la integración de la sostenibilidad en las actividades económicas como un sector estratégi-co de la economía europea y catalana, el Gobierno de la Generalitat de Catalunya impulsa el Plan de Economía Verde, con el objetivo de estimular sec-tores económicos estratégicos de Cataluña.

3. El camino en Cataluña: Plan de Economía Verde en Cataluña

El Consejo de Gobierno de la Generalitat de Ca-talunya aprobó en el 2011 el Plan de Gobierno 2011-2014, que ya incluía entre sus medidas estra-tégicas la realización de un plan de acción para es-timular la economía verde en Cataluña, impulsado conjuntamente por el Departamento de Territorio y Sostenibilidad, el Departamento de Economía y Conocimiento y el Departamento de Empresa y Ocupación de la Generalitat de Catalunya. Se-gún se desprende del documento aprobado por el Gobierno catalán, el plan de acción incluiría, por una parte, sectores considerados emergentes, como la movilidad sostenible, los servicios ener-géticos y ambientales, la construcción sostenible, la gestión de los residuos y del agua, el ecodise-ño, la agricultura ecológica, el ecoturismo, la con-servación de espacios naturales y del paisaje y la gestión forestal. Sin embargo, por otra parte, este plan también prevé identificar las oportunidades vinculadas a la integración de la sostenibilidad en el tejido productivo existente.

Con esta misma visión se está trabajando el nue-vo Acuerdo estratégico para la competitividad de la economía catalana y la mejora del empleo (Estrategia Cataluña 2020), en proceso de elaboración y de discusión con los agentes econó-micos y sociales, en el que la economía verde se convierte en uno de los ámbitos prioritarios don-de uno de los objetivos estratégicos consiste en promover el uso eficiente de recursos, que incluye políticas de desarrollo de programas de mejora de la eficiencia energética y de la promoción de instalaciones de energías renovables articuladas mediante el Plan de Energía y Cambio Climático que el Gobierno de la Generalitat aprobará antes del verano del 2012. El Acuerdo estratégico para la competitividad de la economía catalana y la me-jora del empleo debe convertirse en uno de los instrumentos principales para garantizar la implan-tación del Plan de Economía Verde del Gobierno de la Generalitat.

Misión del Plan de Economía Verde de Ca-taluña: hoja de ruta del Gobierno de la Gene-ralitat para el periodo 2012-2015 con las medidas prioritarias que den respuesta a la necesidad y la oportunidad de acercarse a un modelo económi-co que considere la sostenibilidad como eje estra-tégico para la recuperación económica, la mejora de la competitividad y el incremento del empleo.

Fases del Plan de Economía Verde de Cataluña

1. Como fase previa a la elaboración del Plan de Eco-nomía Verde de Cataluña, desde finales del año 2011 se ha estado realizando un diagnóstico inicial que ha consistido en la elaboración de un mapa de retos y oportunidades de los sectores económicos rele-vantes de Cataluña para orientar la identificación de los sectores en los que se quiere priorizar la actua-ción. Se trata de identificar los sectores económicos que, por sus características y el tipo de productos/procesos/servicios que generan, pueden realizar una aportación más sustancial e inmediata a la reactiva-ción económica de Cataluña y, muy especialmente, pueden contribuir a la creación de empleo.

Aunque actualmente el diagnóstico aún no se ha finalizado, se puede apuntar, a título de ejemplo, que sectores como el químico, el textil, el de la construcción, el agroalimentario o los de la eficien-cia en el uso final de la energía tienen en Cataluña potencialidades de crecimiento, diversificación y mejora de su competitividad mediante un aumento de la integración de la sostenibilidad. En coheren-cia con las tendencias internacionales, también hay que citar como posibles oportunidades futuras el ecodiseño, los nuevos modelos de negocio ligados a la eficiencia energética, la domótica, los servi-cios de consultoría y asesoramiento para facilitar la adaptación a condiciones nuevas, la elaboración de fibras orgánicas o la eliminación de tóxicos en la fabricación textil, la elaboración de nuevos mate-riales (biomateriales, materiales inteligentes, etc.), la fabricación de alternativas a componentes tóxicos en productos de gran consumo, la fabricación de materiales y materias que permitan reducir la huella de carbono en otros sectores (textil, envoltorios, vehículos, agricultura...), los sistemas de producción de la industria más eficientes en el consumo de recursos y en la generación de residuos, etc.

Por otra parte, como resultado del estudio preli-minar se apunta a que los sectores de las nanotec-nologías, las biotecnologías y las tecnologías de la información y la comunicación pueden contribuir de forma muy efectiva a multiplicar las oportuni-dades, tanto en cuanto a competitividad como a sostenibilidad y eficiencia en el uso de los recur-sos de los sectores mencionados. Como ejemplo, esta contribución puede incidir sustancialmente en el desarrollo tecnológico y las necesidades de transformaciones urbanas y regionales vinculadas a la implantación progresiva de las ciudades o las re-giones inteligentes. Por tanto, integrando adecua-damente estas tecnologías y estos conocimientos en sectores clave como los de la domótica, el trans-porte, la gestión de redes, la síntesis de nuevos materiales y de las energías renovables, Cataluña puede dar apoyo a un conjunto de empresas al-tamente competitivas e innovadoras y convertirse en un referente en el campo de la economía verde.

Se ha mencionado principalmente el sector indus-trial, pero también es evidente que existen opor-

tunidades importantes en otros sectores como el primario (agricultura ecológica y de proximidad; regadíos eficientes; aprovechamiento energético de residuos agrícolas, ganaderos y forestales), el terciario (comercio, movilidad, construcción y re-habilitación sostenible; ecoturismo y turismo de naturaleza) y el de la producción de energía (im-pulso de las energías renovables).

2. Partiendo del diagnóstico de los sectores eco-nómicos que se están trabajando se elaborará un plan de acción de economía verde que recoja y concrete los programas y las acciones orientadas a explorar y, en lo posible, desplegar el conjunto de oportunidades de los sectores económicos iden-tificados como sectores clave en la fase anterior.

Acciones existentes

Para llevar a cabo este plan de acción se parte de las políticas que actualmente ya está impulsan-do el Gobierno catalán y que pueden facilitar la adaptación tanto de la Administración como de las empresas (especialmente las pequeñas y medianas empresas) al nuevo contexto de la economía ver-de. Algunas de las acciones que se consideran más destacables son las siguientes:

Acciones de impulso de la investigación, el de-sarrollo y la innovación (I+D+i)

La investigación y la innovación deben ser uno de los cimientos de cualquier estrategia de economía verde, ya que inciden directamente en el bienes-tar social de un país y tienen un rendimiento indis-cutible en el campo económico y político, puesto que generan oportunidades de negocio y son un aspecto clave ligado a la identidad de país y a su proyección internacional.

En esta línea destacan, por una parte, toda una se-rie de programas dirigidos al sector empresarial ca-talán e impulsados por ACC1Ó, del Departamento de Empresa y Empleo, como los siguientes:

• Programa de asesoramiento en I+D+i inter-nacional, que ofrece actuaciones de tipo gene-ral, como información sobre los programas de I+D+i existentes, especialmente del ámbito europeo, o sensibilización y formación, y actua-ciones más personalizadas, como pueden ser la búsqueda de socios o el impulso del trabajo en red.

• Programa de asesoramiento tecnológico para la innovación empresarial, focalizado en el asesora-miento a las empresas sobre innovación tecno-lógica y especialmente dirigido a pymes. Ofrece, entre otras cosas, información sobre fondos de financiación (nacionales e internacionales), bús-queda de socios colaboradores o creación de sinergias entre varias empresas. Se centra en los ámbitos de trabajo de las tecnologías químicas y el medio ambiente, la producción, las ciencias de la vida y la biotecnología, la alimentación, la

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PHacia una economía verdeJosep Enric Llebot y Mireia Cañellas

energía y los materiales y las tecnologías de la información y la comunicación.

• Programa de impulso de los partenariados Connect-EU, entendidos como alianzas entre varias empresas con el objetivo de aumentar la participación del sector empresarial catalán en los programas europeos y para incrementar su capacidad de influencia y presión en las institu-ciones europeas. En este sentido, se han creado los siguientes grupos Connect-EU: Aeroespacial, Catálisis sostenible, Factorías del futuro, Tec-nologías médicas, Materiales, Ciencias sociales y humanidades, Agroalimentario, Automoción sostenible, Nanobio + Nanomed, TIC, Salud, Agua, Energía, Fotónica y sistemas electrónicos, y Media, movilidad e interacción.

Por otra parte, cabe destacar que el Departamen-to de Territorio y Sostenibilidad (DTES) dispone de un plan de investigación e innovación en sos-tenibilidad propio, alineado con el plan de I+D+i del Gobierno de la Generalitat, que marca las prio-ridades temáticas departamentales en cuanto a la I+D+i en sostenibilidad. Estas prioridades no sólo estructuran la investigación y la innovación del De-partamento, sino que actúan como marco tractor de la I+D+i de los agentes del entorno, lo que, por consiguiente, permite contribuir de forma efectiva a dar respuesta a los retos de futuro del país en el campo de la economía verde.

Acciones de impulso de la ocupación verde

Estas acciones se orientan a facilitar el cambio del mercado de trabajo derivado de la implantación de nuevos nichos de negocio y de la integración de la sostenibilidad como eje estratégico en los sectores tradicionales. Algunas de las iniciativas más intere-santes que está llevando a cabo el Gobierno de la Generalitat en este sentido son:

• El trabajo que está llevando a cabo el DTES en colaboración con el Servicio de Ocupación de Cataluña (SOC) destinado a identificar y estimar los puestos de trabajo que se pueden generar en el campo de la economía verde; también con-tribuye, así, a definir los perfiles profesionales correspondientes.

• Programa INICIA de espíritu empresarial social del SOC, destinado a apoyar estos modelos em-presariales innovadores, a la vez que se crea una red que facilita el acceso a herramientas y recur-sos a varios actores interesados.

• Iniciativa de Ecoemprenedors.cat, una organiza-ción que impulsa interesantes ideas de negocio basadas en soluciones innovadoras para mejorar la eficiencia energética, la sostenibilidad o la mo-vilidad. Actualmente el programa, patrocinado por varias entidades, ofrece apoyo para la crea-ción y el crecimiento de empresas a través de acciones formativas, de incubación y de interna-cionalización.

• La Red de Escuelas para la Sostenibilidad de Ca-taluña y el programa Escuelas Verdes, liderado

por el DTES con la colaboración del Departa-mento de Enseñanza y orientado a facilitar la formación y la capacitación en sostenibilidad del alumnado de todos los centros educativos, mediante recursos y herramientas educativas consensuadas con el cuerpo docente. Este pro-grama se considera básico para garantizar una formación en sostenibilidad fundamental para la vida laboral de las personas.

Acciones financieras

Un instrumento clave en la economía verde son los incentivos fiscales que favorecen la inversión de las empresas en sostenibilidad. Estas medidas representan una ventaja para la empresa, ya que repercuten en un ahorro de recursos energéticos y materiales, reducen la huella de carbono y per-miten minimizar la generación de residuos. En este sentido, algunas de las acciones que impulsa actual-mente el Gobierno de la Generalitat son:

• Deducción en el impuesto de sociedades para las inversiones destinadas a la protección del medio ambiente consistentes en instalaciones que eviten la contaminación, promuevan la re-ducción, la recuperación o el tratamiento de residuos industriales, etc.

• Ayudas y subvenciones por parte del Instituto Catalán de Energía (ICAEN) para promover el uso de energías renovables y la sustitución de ventanas, iluminación, electrodomésticos, calderas y aires acondicionados por otros más eficientes.

• Plan de ahorro y eficiencia energética en los equipamientos de la Generalitat de Catalunya, impulsado por el ICAEN en colaboración con el resto de departamentos, que tiene como obje-tivo reducir el consumo de energía y aumentar la eficiencia energética de la Administración ca-talana.

Políticas de gestión y de planificación

Las políticas ambientales articulan la respuesta de la Administración pública ante los retos ambienta-les y se convierten en un marco compartido para la mejora ambiental. La elaboración de políticas ambientales y el despliegue de instrumentos le-gislativos, económicos, técnicos y sociales actúan, pues, como elementos tractores de la mejora tecnológica y como base facilitadora del cambio de comportamiento del consumidor. De esta for-ma, se convierten en aliados imprescindibles de las estrategias de economía verde. En esta línea, algunas de las acciones que se están llevando a cabo son:

• Políticas de mejora de la calidad del aire: mantener una buena calidad del aire es una de las prioridades del DTES. Con este objetivo se están llevando a cabo muchas iniciativas que abarcan la totalidad del territorio de Cataluña, como el Plan de Actuación para la Mejora de la Calidad del Aire 2012-2015, dirigido concreta-

mente a las zonas de Cataluña especialmente sensibles a la contaminación asociada al tráfico. También se ejercen actuaciones relacionadas con el control de las emisiones industriales, que está sometido a un régimen de autorizaciones para la emisión de gases, o con la Red de Vigi-lancia y Previsión de la Contaminación Atmos-férica. También se están orientando esfuerzos hacia un control más exhaustivo de la creciente contaminación luminosa, acústica y odorífera, factores clave para avanzar hacia un aumento de la calidad de vida en nuestro país.

• Políticas de refuerzo de los espacios naturales protegidos: el gasto público en los espacios naturales protegidos, y concretamente en los parques naturales, repercute directa e in-directamente en la creación de puestos de tra-bajo, refuerza las empresas de los territorios vecinos y a la vez genera economías de escala que aprovechan los recursos patrimoniales del territorio, algo que multiplica las inversiones iniciales. Es, por tanto, un factor de dinamiza-ción social y económica clave en el ámbito rural.

• Programa Catalán de Ecodiseño 2011-2015 (ECODIScat): tiene el objetivo de ayudar a las empresas a internalizar los aspectos am-bientales en sus procesos productivos, sobre todo, en la fase de diseño de productos y ser-vicios, aprovechando la oportunidad que ofre-cen estos aspectos en términos de reducción de costes y de atribución de valores añadidos a sus productos y, por tanto, de ventajas com-petitivas. Asimismo, quiere establecer los me-canismos para concienciar a la ciudadanía para realizar un consumo más sostenible.

• Programa de Acuerdos Voluntarios en el Ámbito del Cambio Climático: progra-ma de apoyo a organizaciones, empresas, enti-dades o colectivos que voluntariamente desean contribuir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, más allá de las obligaciones que establece la normativa vigen-te. La organización se compromete a realizar un inventario de sus emisiones y a implementar medidas para reducirlas, y la Administración, como contrapartida, la asesora y la acompaña en el proceso.

Acciones nuevas

El objetivo del Plan de Acción de Economía Verde es ampliar el conjunto de acciones que se están llevando a cabo con actuaciones innovadoras clave que puedan maximizar el despliegue de las opor-tunidades identificadas, y asegurar el efecto cata-lizador necesario que permita superar barreras y transformar eficazmente el modelo. Para alcanzar este objetivo, la visión del Gobierno de la Gene-ralitat es conseguir que el Plan se convierta en un marco político de amplio alcance que sirva de re-ferencia a escala intersectorial; sólo así se puede asegurar una estrategia coordinada y eficaz de los agentes, las empresas y los departamentos del Go-bierno de la Generalitat que pueda dar los resul-tados deseados tanto a corto como a largo plazo.

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Como en el caso de las acciones existentes, los ám-bitos que se consideran más relevantes a la hora de incorporar nuevas acciones son los campos de la I+D+i, el empleo, la financiación «verde» y las políticas de gestión y planificación.

Impulso de la I+D+i

Desde un punto de vista de ramas profesionales, impulsar la I+D+i en el ámbito de la sostenibilidad del futuro implicará apoyar el desarrollo de tec-nologías emergentes y el establecimiento de nue-vos procesos en ámbitos como la mitigación y la adaptación al cambio climático, la disponibilidad y la sostenibilidad de los recursos energéticos, hídri-cos y de los materiales, la conservación y la gestión sostenible de la biodiversidad, la salud y los riesgos naturales. Este impulso debe significar un impulso cuantitativo de la I+D+i generada, pero también debe suponer cambios cualitativos, es decir, debe servir para lograr un aumento de la rentabilidad social en términos de incremento de los resulta-dos de la transferencia (creación de empresas) y de aumento de la ocupación generada. Es, por tan-to, fundamental que durante los próximos años se mantenga el apoyo gubernamental a la transferen-cia de la investigación y la innovación generadas por las universidades y los centros de investigación ca-talanes en el ámbito de la sostenibilidad ambiental, con tal de 1) multiplicar la creación de empresas de base tecnológica que contribuyan a fortalecer la presencia de estos segmentos empresariales emergentes en Cataluña y 2) para promover la ge-neración de innovación no tecnológica vinculada a nuevas oportunidades de negocio en sostenibilidad que, a la vez, puedan facilitar cambios estratégicos o estructurales de las empresas.

Hay que apuntar igualmente las potencialidades tractoras de las políticas de compra pública en cuanto a la innovación tanto dentro de la propia Administración como de los agentes del entorno. Orientar las compras que realizan las administra-ciones públicas hacia el fomento del desarrollo tec-nológico de las empresas incentivando a las que realicen propuestas más innovadoras en su oferta, será, por tanto, una de las líneas de trabajo que hay que desplegar en el futuro.

Fomento de la ocupación verde

Para dar respuesta a las necesidades detectadas, durante los próximos años es estratégico desa-rrollar programas orientados, principalmente, a las pequeñas y medianas empresas para facilitar la adaptación de los perfiles profesionales existentes en este nuevo contexto de sostenibilidad. Por este motivo es clave prever la formación de personas en todos los niveles y situaciones en estos sectores, tanto para ampliar conocimientos y capacidades como para reorientar las capacidades profesiona-les ya adquiridas. Esta formación podría realizarse a través de varias estrategias, como el estableci-miento de un módulo transversal de las actividades formativas del SOC, el aprendizaje electrónico, la

formación en centros colaboradores y en centros de innovación y formación para el empleo, convo-catorias prioritarias de formación en áreas emer-gentes de economía verde...

Además, de cara al futuro sería interesante estu-diar estrategias de apoyo de la ocupación verde a escala local a través de programas específicamente orientados a las entidades locales, lo que permitiría mejorar la dinamización económica e incrementar las capacidades de todo el territorio.

Acciones financieras

En este punto, hay que poner de manifiesto que hoy existen oportunidades importantes para trabajar en el campo de la financiación de las in-versiones en sostenibilidad, ya sea a favor de la conservación y la restauración del patrimonio natural, promoviendo la gestión sostenible de las fincas en áreas de alto valor natural, estableciendo tributos cuando se degrada el patrimonio natural, favoreciendo un uso más eficiente de los recursos naturales, la reducción de las emisiones de efecto de invernadero, etc.

La articulación de medidas de fiscalidad ambiental y la aplicación del principio de corresponsabilización implica a la vez la minimización de externalidades, lo que no sólo tiene justificación ambiental, sino que revierte en un funcionamiento más eficiente del sistema económico e incentiva la innovación.

En este sentido, desde el Gobierno de la Generali-tat se estudiará la viabilidad de implantar nuevos in-centivos fiscales y la introducción de medidas para asegurar la actuación coordinada del Gobierno catalán para no facilitar políticas ambientalmente problemáticas, así como la posibilidad de ampliar el abanico de medidas de financiación (microcréditos, ángeles inversores —business angels—, préstamos o avales públicos, subvenciones, etc.) orientadas a ampliar las oportunidades de negocio vinculadas a la sostenibilidad, y destinadas especialmente a emprendedores y pymes. Sería interesante tam-bién desarrollar acciones formativas en este senti-do, tanto orientadas al ámbito financiero para dar a conocer las oportunidades de invertir en sosteni-bilidad como también orientadas a mejorar la for-mación financiera en las pymes (Puig et al., 2010).

Políticas de gestión y de planificación

Las líneas de futuro en políticas ambientales se orientarán hacia la mejora de su rendimiento so-cial, lo que implicará una diversificación de las he-rramientas para dar respuesta a los nuevos retos socioambientales, una intensificación de las medi-das para aplicar y una transversalidad creciente, de forma que se densifiquen las interrelaciones con otras políticas públicas (economía, salud, empleo, educación, etc.).

Las líneas de trabajo de futuro del DTES se dirigi-rán hacia la mejora continua de la calidad, el alcan-

ce y la periodicidad (si procede) de la información sobre contaminación ambiental, con la máxima co-bertura espacial, más allá de lo que establecen las directivas europeas, con el fin de poder efectuar con la máxima fidelidad posible el cálculo de las externalidades derivadas de la contaminación. Este objetivo lleva implícita la necesidad de la gestión de riesgos y de facilitar la información generada a los usuarios y, en consecuencia, la búsqueda de nue-vas tecnologías y nuevos mecanismos para hacerlo posible. En paralelo, las iniciativas de acción irán di-rigidas a establecer procedimientos que permitan evaluar contaminantes emergentes y también con-taminantes para los que no se dispone de métodos estándares de evaluación pero que pueden tener una presencia significativa en Cataluña.

Los retos de la gestión de la demanda y de los recursos hídricos, con la necesidad de poner en marcha actividades para contribuir a garantizar la disponibilidad necesaria de recurso para satisfacer las demandas derivadas tanto de los usos actuales como de los futuros, también constituirán una pie-za clave de las políticas ambientales futuras, como también lo serán la adaptación al cambio climático en Cataluña y su mitigación. La descarbonización de la economía, como ya se ha dicho, es esencial en este sentido, por lo que temas como la huella de carbono o las ecoetiquetas expresadas en tone-ladas de CO2 equivalente se deberán generalizar. Paralelamente, y subyacente al objetivo normativo de mitigación, emerge la necesidad de inventariar de forma sistemática y periódica (y a partir de da-tos oficiales), lo que implica una búsqueda de me-jora continua de metodologías y procedimientos de inventario que hagan comparable la situación catalana a la española y la europea. Por otra parte, la máxima anticipación referente a la identificación de los impactos y el establecimiento de una estrategia de adaptación al cambio climático antes de finales del 2012 (y que posteriormente se desarrollará con planes de acción específicos con el objetivo de aplicar las medidas de adaptación al cambio climático más adecuadas) constituirá otro del ejes de trabajo futuro, e incluirá tanto la adap-tación de sistemas (biodiversidad, agua, etc.) como de sectores socioeconómicos (agricultura, turismo, salud, etc.), que contribuirán a la potenciación y al desarrollo de sectores englobados en la llamada economía verde.

4. Conclusiones

La respuesta de la comunidad internacional a la crisis actual ha propiciado la formulación del con-cepto de economía verde ante la necesidad de en-contrar soluciones para la renovación explícita del compromiso en el logro de la sostenibilidad y de hacer frente a los riesgos que se puedan derivar de la consolidación de un modelo económico an-tiguo donde la dimensión ambiental esté ausente. El Gobierno de la Generalitat de Catalunya se pro-pone, pues, desarrollar un Plan de Economía Verde durante los próximos años. Este plan tiene el ob-

Page 36: Texto castellano...65 Texto castellano C C 67 67 E EDITORIAL Hace ya veinte años, la Cumbre de Río nos transformó. Las políticas ambientales se estrenaron en la agenda política

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PHacia una economía verde: políticas públicas Josep Enric Llebot y Mireia Cañellas

jetivo de elaborar una hoja de ruta que articule las acciones prioritarias que permitan dar respuesta a la necesidad y la oportunidad de Cataluña de acer-carse hacia un modelo económico que considere la sostenibilidad un eje estratégico para contribuir a la recuperación económica, mejorar la competi-tividad e incrementar el empleo. Este plan abarca les sectores considerados emergentes, así como las oportunidades vinculadas a la integración de la sostenibilidad en el tejido productivo existente, im-pulsando mercados con potencialidades importan-tes, como la química o el textil «verde», el sector agroalimentario o el de las nuevas tecnologías, con la apuesta reciente de Cataluña por las llamadas visiones inteligentes del territorio y de las ciudades.

Para encauzar este plan se parte de las políticas y las acciones que actualmente ya está impulsando el Gobierno catalán, que debe incorporar actua-ciones innovadoras clave en campos como el de la I+D+i, el empleo, la financiación y la planifica-ción. El conjunto de acciones se orientan a facilitar la adaptación al nuevo contexto de la economía verde, tanto por parte de la Administración como de las empresas, especialmente para las medianas y pequeñas empresas, que son las que configu-ran mayoritariamente el escenario productivo de nuestro país.

Pese a las oportunidades detectadas, resulta igual-mente evidente que para impulsar una reforma profunda del modelo habrá que superar grandes barreras sociales y culturales. Por este motivo hay que velar para que la economía verde sea consi-derada un marco de referencia político de amplio alcance, que garantice una acción decidida, concer-tada y coordinada entre los distintos departamen-tos del Gobierno de la Generalitat y los distintos sectores y actores de la sociedad. Este modelo, sin embargo, no es diferente del modelo que se pretende desarrollar dentro de la Unión Europea, que es nuestro referente inmediato y que marca la única vía posible para mantener y consolidar la cali-dad de vida y las oportunidades de los ciudadanos de nuestro país y avanzar hacia una futura sociedad más justa y llena de oportunidades para todos.

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