Texto Complementario a Lección N1, Unidad 2
-
Upload
esdras-crudo-higienista-frugal -
Category
Documents
-
view
22 -
download
0
Transcript of Texto Complementario a Lección N1, Unidad 2
Texto complementario a Lección N°1 de Unidad 2.
LA NUTRICIÓN, UNA PERSPECTIVA HIGIÉNICA
Doctor Ralph C. Cinque
El tema de la nutrición se ha convertido en la actualidad en un asunto popular, de
hecho se ha convertido en una manía. Nunca en la historia se había preocupado tanto el
hombre por su perfecta nutrición. Sin embargo, debemos matizar que el aluvión de
información que se está promulgando en nuestros días en libros, revistas, periódicos,
conferencias, programas televisivos, etc., vienen motivados por intereses comerciales.
Por este motivo, el conocimiento que la mayoría de las personas tienen de la nutrición no
es más que una mezcla de hechos, medias verdades, exageraciones y falacias que se
encuentran lejos de la verdad.
Nuestro objetivo en este artículo no es discutir los entresijos de la nutrición. Para
ello, el lector ya posee innumerables títulos de libros que profundizan en dicho tema.
Nuestra meta no es otra que la de investigar la nutrición desde el punto de vista del
Higienismo. Queremos considerar la nutrición, no como una secuencia de reacciones
químicas, sino como un proceso de vida. De esta forma, nuestro fin es dejar a un lado el
papel específico de ciertas vitaminas y minerales y centrarnos exclusivamente en el
proceso a través del cual el organismo se nutre.
La nutrición, en el estricto significado de la palabra, se refiere únicamente a los
procesos que permiten a las células orgánicas utilizar los componentes de los alimentos.
Desde este punto de vista, no podemos confundir la nutrición con los procesos de la
ingestión, digestión, absorción, transportación y circulación. Tampoco podemos
confundirla con las transformaciones metabólicas que sufren los componentes de los
alimentos. Por ejemplo, la glucogénesis, proceso mediante el cual el hígado y las células
musculares transforman glucosa en glucógeno y retiran la glucosa de la sangre
convirtiéndola en sustancia inservible para las células. Si tenemos presente este
concepto, no podemos considerarla como un proceso nutricional, sino más bien, como un
proceso de almacenamiento alimenticio. Sólo aquellos procesos que provoquen la
oxidación de los alimentos transformándolos en energía química o utilicen sustancias
para producir constituyentes y secreciones celulares, deben considerarse como
nutricionales. Asimismo, todos los procesos que preceden a la utilización real de los
nutrientes por parte de las células deben considerarse como antecedentes del proceso
nutritivo, ya que posibilitan la nutrición. Su origen en el interior del organismo se debe a
la necesidad de producir nutrientes disponibles para las células. Su importancia es vital,
aunque no forma parte de la nutrición.
El proceso nutritivo tiene lugar en un nivel celular. Resulta de la difusión y el
transporte activo de los nutrientes desde el fluido textil en el que fluyen las células al
protoplasma celular. Es en este punto donde se inicia el proceso nutritivo, la única fase
del proceso en el que el organismo obtiene el valor verdadero del alimento ingerido.
Hasta llegar a este punto, sólo ha existido gasto de energía para procesar y transportar el
alimento preciso para la asimilación celular. Sin embargo, finalmente, aunque sea a nivel
celular, existe una compensación por el esfuerzo fisiológico realizado previamente con el
alimento.
La nutrición no es algo sobre el que podamos influir directamente. No podemos
forzar su inicio, ni su desarrollo. Si los órganos del organismo desempeñan su papel de
forma correcta, en relación con el alimento, entonces, y sólo entonces, podremos decir
que el proceso nutritivo se ha desarrollado sin ningún problema. Todo lo que podemos
hacer es suministrar la cantidad adecuada de alimento de alta calidad bajo las
condiciones más favorables. El resto depende de lo que el organismo realice con él. Por
tanto, debemos dejar claro que el ser humano no nutre al organismo, sino que es el
propio cuerpo quien se nutre a sí mismo. Si aceptamos este punto de vista, debemos
afirmar que el nutricionista no existe, ya que es el propio organismo, y sólo éste, quien
realiza todo el proceso nutritivo.
Si reconocemos que la nutrición se realiza a un nivel celular y que debe ir
acompañada por una secuencia compleja y elaborada de sucesos, no podemos negar que
la calidad del rendimiento fisiológico es tan importante y vital como la propia calidad del
alimento ingerido. Asimismo, si la nutrición es un lazo distante que forma parte de una
larga cadena fisiológica, cualquier fisura en dicha cadena supondría la total o parcial
suspensión del proceso. Los higienistas son conscientes de la utilidad del alimento y
saben que éste no posee ningún valor hasta que no sea absorbido y digerido. Para
comprender todo lo visto con mayor claridad, imaginemos a un diabético que pueda
digerir, absorber, transportar e, incluso, generar azúcar de fuentes internas sin ningún
problema. La ausencia de insulina impide el perfecto transporte del azúcar y, como
consecuencia de ello, las células no reciben la cantidad de azúcar requerida. Algo
parecido sucede con los recién nacidos que padecen fenilcetonuria, una condición que, al
carecer de una de las enzimas metabólicas específicas que cataliza la conversión de
fenilalanina en triosina, provoca una gran acumulación de fenilalanina y derivados en la
sangre. Estos problemas interrumpen los procesos químicos que se desarrollan en el
organismo y puede provocar graves consecuencias, como el retraso mental.
Claro está, la interferencia en cualquier punto de la línea fisiológica puede frustrar
el resultado final y trastocar el objetivo último, que, por supuesto, no es otro que la
nutrición. Por tanto, cuando hablamos de un nutricionista, ¿qué podemos pensar cuando
éste nos habla sobre la existencia de una deficiencia proteínica y receta a sus pacientes la
ingestión diaria de varias proteínas disueltas en agua para mejorar la nutrición? Esta clase
de «enfoque a la fuerza» no puede mejorar en ningún sentido el proceso de nutrición. Al
contrario, su única consecuencia será la interrupción de la nutrición al añadir alguna
influencia contaminante en la vida del individuo, una influencia que sin duda afectará las
funciones orgánicas y los procesos bioquímicos del organismo.
Nuestra obligación no se limita únicamente en proporcionar nutrientes a nuestro
cuerpo, sino suministrárselos de la forma más adecuada posible con el fin de maximizar la
eficiencia del funcionamiento de nuestro organismo. De esta forma, apoyaremos y
facilitaremos la mejor utilización posible del alimento. Nuestros hábitos a la hora de
ingerir la comida, las condiciones existentes a la hora de su ingestión, el estado del
alimento y cómo se ha elaborado, la abundancia de energía nerviosa, la presencia de
apetito, todos estos factores tienen tanta importancia en la nutrición, como los propios
nutrientes. Sin embargo, no podemos enfatizar con mucha vigorosidad que el estado de
nuestra nutrición no lo determina lo que ingerimos, sino lo que apropiamos en un nivel
celular.
En definitiva, como higienistas debemos reconocer que la nutrición abarca mucho
más que el simple alimento, es decir, que todos los aspectos que influyen en nuestra vida
juegan un papel importante en el estado de nuestra nutrición. Entre estos factores
debemos incluir, nuestra forma de comer, dormir, realizar ejercicios, emocionarnos,
descansar, pensar, etc. Aquellos que ingieren grandes cantidades de nutrientes
concentrados tienen una visión muy distorsionada de lo que significa en realidad la
nutrición y muestran una falta total de comprensión sobre los hechos biológicos de la
vida.
Una vez finalizada nuestra definición sobre la nutrición, deberíamos pasar a
analizar su naturaleza y características. Con anterioridad afirmamos que las células del
cuerpo fluyen a lo largo del fluido textil, medio del que obtienen los nutrientes.
Asimismo, las células también excretan sus desechos orgánicos en dicho fluido, creando
un continuo movimiento de materiales a través de las membranas celulares en ambos
sentidos. Este movimiento continuo en el interior del fluido provoca el origen de
constantes procesos, aunque ninguno de ellos se produce en un momento determinado
del día. Éstos se originan continuamente, a la hora de comer o entre comida y comida;
durante el día, cuando el organismo se encuentra activo, o durante la noche, donde el
cuerpo descansa y reposa. Estos procesos aumentan su velocidad bajo ciertas
condiciones, pero también existen condiciones que las relentiza. Sin embargo, nunca
detienen su continuo desarrollo. El organismo es el encargado de controlarlos,
determinarlos y regularlos continuamente.
El cuerpo humano es como una gran tienda de ultramarinos con una cámara
frigorífica en la parte trasera. Cuando los consumidores retiran los productos de las
estanterías, el dueño del establecimiento vuelve a rellenarlas con aquellos productos que
se encuentran almacenados en la cámara. Asimismo, el propietario también recibe
diariamente un pedido de carne fresca, pero éste se utiliza únicamente para aumentar
sus reservas y no para colocarlas directamente en sus estanterías. Los productos que los
clientes compran proceden directamente del almacén, de tal forma que si algún día
fallara el pedido apenas tendría repercusiones directas sobre la compra de los
consumidores. Sus reservas son bastante amplias como para suplir las necesidades de los
clientes durante varios días.
Algo similar sucede en el interior del organismo. Éste almacena continuamente los
elementos fundamentales con el fin de mantener la constancia química de sus fluidos
textiles y no padecer ninguna carencia que pueda mermar el perfecto rendimiento de las
células. De esta forma, el organismo no depende directamente de los materiales puros
para culminar el proceso nutritivo, puesto que se abastece continuamente de sus
reservas. Cuando el ser humano ingiere alimentos, repone estas reservas. En contra de lo
que muchas personas creen, el cuerpo depende menos de los alimentos de lo que podría
pensarse en un principio.
La opinión más generalizada sobre este tema considera que la única cosa que
mantiene los niveles del azúcar en su estado normal es la frecuente ingestión de
alimentos. La gran magnitud que posee el organismo y su habilidad por obtener azúcar
del glucógeno y algunos aminoácidos, así como su gran capacidad por basarse en la
combustión de grasa, si fuera necesario, suele pasarse por alto y no se le da la
importancia que requiere. La mayoría de las personas que sufren de hipoglucemia creen
que el malestar que padecen entre las comidas es el resultado de una necesidad
inherente por comidas infrecuentes. Sin embrago, no reconocen que sus síntomas sólo
son manifestaciones del mal funcionamiento de su órgano, de la enervación y de la
toxemia. Lo que su cuerpo necesita no es más alimento, sino un mayor descanso.
El estado en el que se encuentra el alimento almacenado en el interior del
organismo, en un constante flujo, es un hecho fisiológico bien conocido. La grasa
almacenada en el interior de las células grasas se utiliza y repone de forma constante. Las
personas obesas que poseen en su cuerpo grandes protuberancias creen que siempre
han vivido con la misma cantidad de grasa. No obstante, no se dan cuenta que han
estado utilizando y reponiendo dicha grasa continuamente, y que la grasa de este año no
tiene nada que ver con la grasa del año anterior.
Ahora bien, si el organismo no depende directamente de los alimentos en su
proceso nutritivo, ¿de qué forma afecta, pues, la ingestión de los productos en la
nutrición? Anteriormente ya afirmamos que la utilidad de los nutrientes depende
básicamente de la composición del fluido textil y que éste actúa como un filtro de la
sangre. Por esta razón, la composición de la sangre y del fluido debe permanecer
constante para que la fluidez de los procesos nutricionales no sufran ningún
impedimento. Cuando ingerimos cualquier elemento, los productos de éste son, por
supuesto, completamente diferentes de la composición de la sangre. El organismo busca
constantemente anular cualquier cambio químico que se produzca en su sangre como
resultado de la ingestión de un alimento.
Una de las formas en que el hígado «amortigua» los efectos de la ingestión es
convirtiendo los excedentes de glucosa en glucógenos y emitir, paulatinamente, ciertas
cantidades a los vasos sanguíneos en respuesta a la constante necesidad de azúcar del
organismo. Consumir vitamina C en grandes cantidades podría mejorar temporalmente la
«supersaturación», pero el organismo comenzaría a expulsar de forma inmediata los
excedentes y restablecería los niveles de ácido ascórbico del tejido a su estado normal. El
hígado también elimina los excedentes de carotina (provitamina A) que se encuentran en
la sangre y los almacenas. Sin embargo, como todo el mundo sabe, los individuos poseen
diferentes capacidades para conseguirlo. Algunas personas se tornan de color anaranjado
con la ingestión de un vaso de zumo de zanahorias, mientras que otros pueden beber un
cuarto de litro de una sola vez sin padecer ningún contratiempo. Todos los materiales
alimenticios que se absorben en la sangre son transportado, en primer lugar, al hígado
donde se procesan antes de introducirse en la circulación general del cuerpo. El
organismo intenta minimizar en un nivel celular el impacto que se produciría, si no se
actuara, con el consumo de alimentos.
A continuación citamos a Ian Fowier en su magnífico artículo Fundaments of Feeding
(Fundamentos de la alimentación) aparecido en la Revista higiénica del doctor Shelton, en
junio de 1978:
«El consumo de sustancias concentradas y artificiales provoca un repentino flujo de
nutrientes que requiere una rápida acomodación y ajuste de los niveles de nutrientes en
la sangre, del metabolismo del hígado, de la glándula suprarrenal, de las funciones
pancreáticas, etc. Este consumo produce la debilitación, ineficacia, desgaste y
enervación». Este hecho fisiológico tan profunda y explícitamente citado en este artículo
jamás será confirmado por los fabricantes de vitaminas, los propietarios de
establecimientos de productos medicinales, «los nutricionistas metabólicos» o «los
psiquiatras ortomoleculares».
Lo único que enseñan a la humanidad es lo maravilloso que es el calcio y cuánta vitamina
X necesita el cuerpo. No cabe la menor duda que aceptar el hecho que la ingestión de sus
productos provoca un tremendo desequilibrio orgánico, o lo que es lo mismo, un paro del
sistema producido por la invasión repentina de «megadosis» de vitaminas, o que el
consumo de nutrientes antinaturales concentrados tiende a suspender, en vez de
mejorar, el proceso de la nutrición, no son la clase de noticias que promueven la venta de
vitaminas. Incluso la ingestión de alimentos naturales provoca un ligero desequilibrio que
requiere un ajuste interno para restaurar la homeostasis. ¿Por qué aumentar este
desequilibrio con la ingestión masiva de grandes cantidades de nutrientes concentrados?
La nutrición no puede entenderse como un proceso que se base en recargar de forma
violenta, saturar, inundar de dosis, o amenazar el organismo con nutrientes. Nuestro
objetivo no es la «intensidad nutricional», sino abastecer el cuerpo de sus necesidades
básicas de forma ordenada. Dejemos que sea el propio cuerpo quien establezca sus
propios niveles sanguíneos de vitamina C, calcio, etc. Aliméntese únicamente de
alimentos naturales en el que predominen sustancias naturales suculentas y ricas en
fibras. De esta forma conseguirá disminuir la velocidad con la que se introducen los
nutrientes en la sangre y, con ello, disminuir lo que el doctor Alex Burton, un conocido
higienista australiano, se refiere como «choque nutricional». ¿Por qué no intentamos que
el proceso de apropiación de nutrientes sea lo más fácil posible para el organismo? ¿Por
qué no armonizarnos con los procesos internos del cuerpo humano, en vez de intentar
abaratar su trabajo?
Asimismo, no deberíamos olvidar que mientras consumimos nutrientes de forma
separada, desarrollamos raciones de diferentes nutrientes que constituyen un problema
adicional. Se sabe, por ejemplo, que el cuerpo humano necesita niacina hasta diez veces
más que otros elementos como la tiamina o la riboflavina. De esta forma, cuando
consumimos una gran cantidad de tiamina concentrada, provocamos una deficiencia
relativa de niacina. Deberíamos asegurarnos que la proporción de los nutrientes de los
alimentos naturales coincida con las necesidades corporales. Las comidas naturales
contienen mucha más niacina que tiamina, lo que concuerda con las necesidades del
organismo.
Entre las proporciones de nutrientes más importantes podemos destacar: los
ratios calcio/fósforo, hierro/cobre, Vitamina E/selenio, zinc/molibdeno y vitamina
C/bioflavinoides. La proporción de estos nutrientes en el interior de los alimentos
naturales reflejan de forma precisa las necesidades del organismo, consiguiendo, de esta
forma, la mayor sinergia de utilización de nutrientes posible. El organismo requiere tanta
cantidad de sodio, que de potasio, y esto es lo que encontramos en los productos
naturales. Los alimentos procesados que poseen una elevada proporción de sodio
interrumpen el delicado equilibrio existente entre estos dos elementos minerales que se
encuentran en la membrana neuronal, provocando, con ello, un fallo en el perfecto
funcionamiento de los nervios. Del mismo modo, las dietas que introducen grandes
cantidades de fósforo en el sistema pueden provocar una relativa deficiencia de calcio,
aún consumiéndose una adecuada cantidad de este elemento. Asimismo, una deficiencia
de cobre previene una profunda utilización de hierro.
Lo más importante es saber que los nutrientes se utilizan de forma equilibrada,
pero por separado, y que es el conjunto total de la dieta la que determina el estado de
nuestra nutrición. El consumo de elementos nutritivos aislados probablemente causará
más daños que beneficios. Esto es cierto incluso con las proteínas y aminoácidos. En la
actualidad se sabe que el organismo tolera únicamente una cierta cantidad de
aminoácidos que contengan sulfuro y cualquier exceso puede ser bastante perjudicial
para el hígado. Las proteínas vegetales, que contienen una menor proporción de
metionina y otros aminoácidos que contengan sulfuro, que la existente en los productos
cárnicos, no sólo perjudican al hígado en menor medida, sino que abastecen al organismo
con la proporción exacta de aminoácidos requerida en el proceso.
Una vez que comprendamos la fisiología de la nutrición, se evitarán de forma
inmediata todos los malentendidos que existen sobre el papel de los alimentos. Uno de
los errores más comunes es el que considera que los alimentos (o nutrientes) tienen
efectos específicos en los diferentes órganos y tejidos. Entre los productos más comunes
de las farmacias se encuentran las «vitaminas para el pelo», o los compuestos glandulares
que supuestamente «alimentan» ciertos órganos específicos, ambos productos se hallan
en las listas más comunes de los especialistas de las más variadas «escuelas de curación».
Si consideramos que las células obtienen su sustento del fluido textil, un filtro de
la sangre, sería lógico pensar que todos los órganos y tejidos del cuerpo se basan en una
monodieta de sangre. La sangre que llega al riñón es virtualmente la misma que llega al
dedo gordo del pie, que a su vez es la misma que llega al codo izquierdo. Las células
pueden extraer los nutrientes que requieran del fluido textil (en este caso de la sangre),
pero todas se alimentan de la misma mesa. Las diferencias existentes en la composición
química de los diferentes tejidos se deben a los procesos activos originados por las
propias células al seleccionar los nutrientes que necesitan, pero no por causa de unas
diferencias asumidas en el abastecimiento de sus provisiones. Desde este punto de vista,
ingerir pescado porque es «alimento para el cerebro» o consumir un extracto de glándula
suprarrenal porque «posee la proporción exacta de nutrientes precisa para restablecer la
glándula suprarrenal» demuestra un alto índice de ignorancia en lo que se refiere a las
leyes más fundamentales de la fisiología. Del mismo modo, los conceptos sobre alimentos
sanos que afirman que «el zumo de remolacha es bueno para los riñones» o que «el
zumo de trigo limpia el hígado» son igualmente ridículos. Todo lo que un alimento o un
zumo puede hacer es contribuir a aumentar las reservas nutritivas de la sangre. No puede
poseer efectos específicos sobre ciertos órganos. Recuerde también lo que mencionamos
con anterioridad, el organismo anula constantemente cualquier cambio que se produzca
en la química de su sangre, originada por la ingestión de cualquier producto alimenticio.
Los puntos básicos sobre los que se basa la «terapia nutricional» son tan fantásticos como
los puntos sobre los que se apoya cualquier otra forma de terapia. Los alimentos no
actúan sobre el organismo, es éste último el que actúa sobre ellos. Asimismo, los
nutrientes tampoco actúan sobre el cuerpo o realizan funciones en su interior, ya que son
utilizados por el organismo. Debemos tener siempre presente que es el propio organismo
el único agente activo que participa en el proceso de la nutrición.
La nutrición es una función autonómica, lo que significa que tiene lugar en un
nivel inconsciente. Al igual que sucede con la digestión, la absorción, la circulación, la
secreción glandular u otras funciones autonómicas, los diferentes procesos nutritivos (en
un nivel celular) se realizan sin la existencia de una percepción o conocimiento consciente
y sin nuestra participación o dirección. Todo el mundo es consciente del funcionamiento
de su estómago cuando aparecen los síntomas propios de un problema. Sin embargo,
nadie puede negar que bajo unas condiciones ideales somos incapaces de distinguir por
completo las funciones de nuestros riñones, intestinos, etc. Estas funciones son
autonómicas y no producen ningún síntoma.
Cuando hablamos de nutrición, debemos referirnos a ella como una función
automática. Al igual que la digestión de los alimentos no produce ningún síntoma, la
obtención de los nutrientes en el interior del organismo tampoco origina la aparición de
ningún síntoma. Ahora bien, cuando la digestión, o la nutrición se interrumpen por alguna
causa, comienzan a aparecer los síntomas. Russell Thacker Trall afirmó en 1871 que «la
nutrición pura y perfecta implica la asimilación del material nutritivo a la estructura del
organismo sin la existencia de cualquier excitación, impresión o disturbio que pudiera
recibir el nombre de estimulante». Esta gran afirmación procede de una persona que
vivió hace más de 100 años, antes de que se produjera la gran expansión de
conocimientos relacionados con la nutrición y la bioquímica que tuvo lugar a comienzos
de siglo. sin embargo, ya por aquel entonces descubrió algo que muy pocos han
descubierto en nuestros días, que todo efecto específico que se produzca como
consecuencia de la ingestión de alimentos o nutrientes es el resultado del estrés e
irritación y no de una nutrición mal realizada. Si una persona que padece los síntomas
propios de un resfriado los elimina tomando vitamina C, este efecto tendrá más que ver
con la ingestión de la aspirina que con los efectos nutricionales. La vitamina C está
produciendo en el cuerpo una reacción farmacológica (es decir, un efecto medicinal),
pero nunca un efecto nutricional. Lo mismo sucede con una mujer que sufre agudos
dolores menstruales, ésta suaviza los síntomas tomando dolomita, sin embargo sería una
tontería pensar que se ha resuelto la necesidad de calcio existente. El calcio está
provocando un efecto farmacológico. El calcio puro fue una de las primeras drogas
utilizadas como anestésico en las operaciones. Su composición bloquea la conducción de
los impulsos nerviosos reduciendo con ello la sensibilidad del paciente. Ahora bien,
denominar a este efecto nutricional es una vergüenza, una parodia y una mentira
rotunda. Cualquier alimento o nutriente que «le aporte energía de forma inmediata»,
«haga que todo su cuerpo entre en calor», «le cure el dolor de cabeza» «le ayude a
conciliar el sueño» o tenga cualquier otra reacción específica debería ser perseguido y
eliminado como si de una plaga se tratara. Sin duda, sus efectos no son otros que la
irritación, enervación o interrupción de cualquier proceso.