Tiempos+modernos+(Cuento+breve)

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Tiempos modernos. (Cuento breve) Por jose de la Cuesta Avila Como gozaría Julio Verne escribiendo la segunda parte de sus famosas novelas y como nos deleitaría Carlitos Chaplin filmando el mundo de nuestros días cuyos momentos reflejan un día de Patín. Patín es el sobrenombre de la juventud del Ingeniero, claro esta que jubilado con el haber mínimo, Pablo Agustín González que hace varias décadas fuera un profesor destacado en la Universidad y que paso a su actual situación para “hacer vacantes” a sus jóvenes “adjuntos”. “Patín”, su muy viejo sobrenombre, ya no lo recuerda nadie, pues los que así lo llamaban se “fueron” y los pocos que quedan están desmemoriados. El día de Patín comienza con el sonido del teléfono puntualmente a las ocho de la mañana, pero no es un “despertados automático”, sino una voz, alguna veces suave y tentadora y otras enérgica y convincente, que siempre le tienen un mensaje importante. Algunas veces fue “favorecido” con un automóvil “cero kilómetros”, otras con un pasaje a un paraíso o, simplemente, para preguntarle que opina de las decisiones de cualquiera de los altos lideres del mundo. Las reacciones de Patín son tan variadas como los mensajes, por las dudas ellos se repitan, desde el simple colgar el teléfono o el también simple decir alguna palabra que “debería” ofender o, a lo menos, preocupar sobre la moral de la madre del interlocutor. Como a Patín lo dejo su “santa esposa” hace décadas y sus “queridos” hijos hace lustros. Pues ella reposa tranquila en la bóveda familiar y ellos ya se “cansaron” de las “extrañezas” del progenitor, Patín asumió las “tareas domesticas” y, la primera de ellas, es “hacerse el desayuno”. Ya reemplazo hace tiempo los “manjares” matutinos por “razones de salud” y un paquete de galletitas “sin sal” y una tacita de café descafeinado “instantáneo” lo satisfacen ampliamente. El baño de “ducha” es siempre un placer, excepto cuando repiquetea el teléfono y se siente en el “contestador” la repetición de la frase “grabada” del

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Tiempos modernos. (Cuento breve)Por jose de la Cuesta Avila

Como gozaría Julio Verne escribiendo la segunda parte de sus famosas novelas y como nos deleitaría Carlitos Chaplin filmando el mundo de nuestros días cuyos momentos reflejan un día de Patín.

Patín es el sobrenombre de la juventud del Ingeniero, claro esta que jubilado con el haber mínimo, Pablo Agustín González que hace varias décadas fuera un profesor destacado en la Universidad y que paso a su actual situación para “hacer vacantes” a sus jóvenes “adjuntos”. “Patín”, su muy viejo sobrenombre, ya no lo recuerda nadie, pues los que así lo llamaban se “fueron” y los pocos que quedan están desmemoriados.

El día de Patín comienza con el sonido del teléfono puntualmente a las ocho de la mañana, pero no es un “despertados automático”, sino una voz, alguna veces suave y tentadora y otras enérgica y convincente, que siempre le tienen un mensaje importante. Algunas veces fue “favorecido” con un automóvil “cero kilómetros”, otras con un pasaje a un paraíso o, simplemente, para preguntarle que opina de las decisiones de cualquiera de los altos lideres del mundo. Las reacciones de Patín son tan variadas como los mensajes, por las dudas ellos se repitan, desde el simple colgar el teléfono o el también simple decir alguna palabra que “debería” ofender o, a lo menos, preocupar sobre la moral de la madre del interlocutor.

Como a Patín lo dejo su “santa esposa” hace décadas y sus “queridos” hijos hace lustros. Pues ella reposa tranquila en la bóveda familiar y ellos ya se “cansaron” de las “extrañezas” del progenitor, Patín asumió las “tareas domesticas” y, la primera de ellas, es “hacerse el desayuno”. Ya reemplazo hace tiempo los “manjares” matutinos por “razones de salud” y un paquete de galletitas “sin sal” y una tacita de café descafeinado “instantáneo” lo satisfacen ampliamente. El baño de “ducha” es siempre un placer, excepto cuando repiquetea el teléfono y se siente en el “contestador” la repetición de la frase “grabada” del mensaje que ya había rechazado, la voz de una nieta repitiendo mil veces “abuelo” o el mensaje de la empresa de gas avisándole que se “cortara el servicio por facturas impagas”- Siempre las mañanas de Patín estas llenas de “encantos”, hasta el día que “patino” en la bañadera, quedo en su piso bajo la ducha y, al despertar, comprendió que ya estaba “viejo”.

En una conferencia había aprendido que “viejo” no es una mala palabra, sino un estado de decaimiento ·”social, físico o intelectual” y que el arte para ser un “viejo feliz” era tratar de no ser viejo. Nunca comprendió bien al catedrático disertante porque el día que miro las piernas desnudas de una adolescentes, ella le señalo en alta voz y ante la mirada conminatoria del resto del pasaje, que no “fuera viejo verde” y, estaba seguro que detrás de su mirada no había un fin social, físico o intelectual pero si, lógicamente, admirativo. Claro que cuando el mostraba no ser viejo, por ejemplo, si en el colectivo una buena señora le cedía el asiento y, con

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pena, lo rechazaba, era en verdad “entupido” al ver que un muchacho con “pinta de Tarzán” lo ocupaba. Una de las actividades mas cuestinobles era la elección de la corbata. Siempre había tenido problema pues no sabía si la colorada correspondía a la camisa azul o si la verde quedaba bien con el traje marrón. En un momento de “verdadero amor prohibido” una “amiga del alma” le había “armado” “conjuntos” de trajes, camisas y corbatas, pero como las camisas debían lavarse, algunas veces no volvían a la percha original. Además, le regalaban más corbatas que camisas, nunca trajes, y el que hacia el regalo siempre requería que quería ver como quedaba puesta.

Un secreto que le había enseñado el abuelo de Patín era la ceremonia antes de salir de la casa. Era el “autocontrol”. Recorrer con la lengua la boca para saber si no se había olvidado de ponerse los “postizos”. Tocarse los pechos para sentir la billetera y los anteojos. Acariciarse la cola para comprobar el pañuelo y el monedero y, mirarse las medias, para ver si eran iguales y evitar el “papelón” de que en el “subte” la gente lo mire con una azul y otra colorada. Las veces que Patín olvido la “ceremonia” le significo volver a la casa desde cuatro o cinco cuadras perdiendo un “tiempo precioso” de no hacer nada.

El día de Patín , realmente, comenzaba al “cerrar la puerta” y “lanzarse” al mundo, por eso en la parte interior de la puerta tenia su “plan de actividades” que indicaban desde donde almorzaría, que “citas” había concertado y si tenia que comprar algo para que la heladera no quedara sorprendentemente vacía para el regreso a la noche. Cuando el “almuerzo” estaba en blanco, Patín volvía a sacarse el saco y, en invierno el sobretodo y la bufanda, pues tenia que reiniciar sus tareas domesticas.Ya no se habla de churrascos o asados, sino de sobres de diferentes colores con cambiantes contenidos ya que el color no significa que siempre tienen lo mismo, mas agua y fuego se tiene un rico guiso que revivió desde su posición de “deshidratado”. Nunca Patín comprendió porque el Gobierno que normatiza todo, no normatiza los colores y, pensando que era una buena idea, decidió mandar una carta a alguna “autoridad de aplicación”.

Las citas eran muy variadas. La mitad surgían de los avisos en los diarios de conferencias, mítines o marcha reivindicatorias, la otra mitad de la llamada telefónica que quedaban como mensaje en el contestador en la que se lo invitaba “especialmente” a la exposición del mas erudito conjunto de personas sobre un tema tan erudito que Patín tenia que buscar en el diccionario su significado. Patín ya tenia el “método” de selección. A las “marchas”, que eran bastante divertidas, ya no iba debido a que siempre terminaban con corridas y palos y, el, ya no estaba en edad para enfrentarse con una mujer policía con un garrote. Los “mítines” eran siempre igual ya que pedían o “solicitaban” algo que los dirigentes habían prometido pero que los mismos dirigentes ahora funcionarios negaban. Las conferencias eran lo mas “saludable”. Pero Patín tenía su método de selección. Primero que quedara el lugar cerca o con un fácil acceso para no caminar demasiado. Segundo que no hubiera

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escaleras para evitarse el esfuerzo,. Tercero que el horario le permitiera estar regresando a la noche a una hora no demasiado tarde. Quinta y ultima, pero generalmente primera, ver que al termino se “serviría un vino de honor”. El “vino de honor” significaba para Patín no tan solo comer algo, sino y lo mas importante, no cocinar a la noche. Es así como Patín mejoro su “cultura” conociendo como “vuelan los mosquitos”, “los variados colores del arco iris” y hasta los “temas del sexo en los abuelos”. En realidad temas que el nunca practicaría.

Toda la vida de Patín se desarrollaba bien, diríamos muy bien, hasta el día que se cayo en la bañadera, no por el golpe, sino porque tuvo la imprudencia de contarlo. Criticas de los parientes por “vivir solo en esa casa tan grande”, consejos de los amigos para que rebusque una “pareja” y la “lista de posibles o probables parejas” que indagaban previamente el monto de la jubilación que, en algún momento, se transformaría legalmente en “pensión”. La sensación que sintió Patín fue que en verdad era un “criminal inconciente”, un “bandido temerario”, un “descuidado permanente” o una “pepita de oro” para el mañana. Pero ni criminal ni “pepita de oro”, una de las mañanas dejo que la voz simpática le explicara las ventajas que la “tour” que se plagaría en “cómodas cuotas mensuales sin intereses” incluiría a tres cantores de tango, dos políticos jubilados y una veintena de damas “serias” mayores de edad. La “tour” incluía desde una “remis” que lo buscaría hasta tres comidas y cuarenta noches, claro esta que también paseos con guía y, lo más importares, las “propinas”. Y, lo mejor de todo, la “tour” que saldría en tres semanas incluía como un “servicio especial” la posibilidad de redactar los testamentos en un escribano de “toda confianza”. Después de cortar ya convencido, la “vocecita” llamo nuevamente para informarle que como era el decimoquinto en incorporarse en la “tour” recibía un cinco por ciento de descuento en los servicios del escribano que, lógicamente, habría que pagar aparte y un bono para un servicio de vigilancia “gratis” al que si le dejaba las llaves de la casa, se encargaría de controlar su seguridad. Toda una “ganga” y Patín acepto.

El día señalado y a la hora exacta, por algo la empresa se llamaba “London Tours” estaba el “remis”. Dentro del tres “robustas” damas ya ocupaban el asiento posterior y la baulera del coche apenas se pudo cerrar. Patín tenia asignado el asiento delantero que ocupo y, ante el ofrecimiento del conductor, dejo que sobre sus rodillas se ubicara su maleta. El detalle negativo fue que la maleta al rodar había “pisado” unos depósitos en la vereda de algún perro y los incorporo al rodado que, a su vez, lo hizo en los nuevos pantalones de franela, agregándoles un nuevo color marroncito y una olor que no era precisamente perfume.

Tramites rápidos y el vuelo IB 2332 partió rumbo a Madrid, el primer punto de la “tour”. En Barajas todo funciono a la perfección, Patín se reencontró con su valija en la Kombi y conoció a la “guía madrileña”, una “espectacular morocha de ojos verdes” llamada Pilar, pero que los pasajeros podrían llamar “Tete”, como lo hacia su familia. Un hotel en la

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“Gran Via” y la distribución de cuartos que, por razones de economía, tenderían que ser ocupados por tres personas. Patín con los dos políticos fueron al mismo cuarto. El tema fue que los “políticos”, uno había sido de “derecha” y el otro de “izquierda” y se centraban en largas “discisuoines sobre que era la “democracia” con lo que Patín aprendió que era de “acuerdo a como se la miraba”. Buena comida, abundante y algo picante, con la posibilidad de repetir y un vaso de vino o una botella de gaseosa. Los “políticos” que pedían una “botella de tinto” que era una “extra” pagadera en “euros”, en los paseos se “adormilaban” y a la noche, hacían mas breve la discusión de sus diferencias y, para mal de Patín, roncaban.

O Madrid fue muy buena o Patín estaba ante los efectos de “Tete”, lo que hizo que la semana madrileña pareciera corta, pues ya estaban de nuevo en el aeropuerto rumbo a Paris. “Tete, con esa gracia de “conquistadora” que tenia, dio un beso “en la frente” a cada pasajero mientras en sus ojos”despuntaba” un “lagrimón.

Llegar al aeropuerto de Paris es entrar a un mundo de fantasía. Tenía tantos pasajes, túneles, elevados o escaleras automáticas que la “guía francesa” levanto una bandera azul celeste y les dijo en un muy mal castellano: “síganme” y aclaro que su nombre era “Margot” como la del tango. El nombre del hotel “Madeleine Tronchet” a los fondos de la iglesia de la Madeleine era un buen presagio que fue mejor para Patín cuando “Margot” se disculpo por que tenia que darle una “single”. Patín pensaba en la famosa película “Cuatro argentinos en Paris” con sus aventuras, pero el progreso y la evolución hizo que Paris fuera lo mismo que Madrid. Pero hubo una ventaja, en el desayuno se arrimo a su mesa una “pasajera”, no muy gordita, con anteojos y una voz suave que preguntaba si lo molestaba que se siente en ella. Patín pensó en su corazón comenzaba un “romance parisino” hasta que el vozarrón alguien que tenia pinta de ser el marido, también pasajero, pregunto si había terminado para ir a las Galerías Lafayette. El “Arco de Triunfo” , la “Torre Eiffel”, la “Opera”, el “Sena” y a la noche el “can-can” dejaban rendido a Patín. Hasta que “Margot” con su bandera azul celeste los llevo y embarco rumbo a Londres.

“Heatrow” es tan transitado cono el “Charles De Gaulle” pero tiene la ventaja que el “tube” llega casi a la pasarelas del avión. Un fornido y rubio “guía ingles” les arrimo un carrito a cada pasajero, levantó el brazo derecho y comenzó a caminar. Los pasajeros, ya entrenado por Margot, como los chicos de los jardines de infante, en perfecta línea, lo siguieron.El “tube” los llevo al centro de Londres y salieron con los carritos frente al “Post House Hotel” donde un diligente encargado, sin preguntar nada, les daba una llave y un papel escrito en ingles, francés y castellano con las instrucciones que se “debían cumplir”. Patín leyó “Room 2312”, miro un ascensor y ya estaba frente a la pieza, llegando junto con los dos políticos que, sonrientes, le dijeron que otra vez estaban juntos. Los des ayunos ingleses son mas completos que los españoles y los franceses por lo que Patín se maravillo con todo lo que le ponían en la mesa. Pero ma maravillado quedo cuando la “gordita casada” le volvió a preguntar si

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podia acompañarlo en la mesa pues su hermana y cuñado se habían ido temprano a “hacer compras”. Allí supo que se llamaba Inés, que era viuda sin hijos y había sido invitada por su hermana y cuñado y que vivía a tres cuadras de su casa. Solo tres cuadras y no tenia hijos. “Ni lerdo ni perezoso” Patín la invito a ir al “Park corner” donde la gente hablaba sola y la gente hacia lo que quería. En las equinas, suavemente, tomaba el brazo de Inés, para evitarle problemas con el trafico que circulaban con velocidad “americana”.. Londres, la dura y fría capital británica, se convirtió en una ciudad de ensueños, calida, quizás romántica, llena de colores y simpáticos “bobies” y puertas que se abrían automáticamente como la de “Harrods” que tenia parecido al porteño de la calle Florida. Si Madrid paso rápido y Paris también, Londres no le dio tiempo a Patín a sentirla cuando ya estaban nuevamente en el “tube” empujando el carrito, ahora con el equipaje de Inés y el suyo. En el avión, vuelo IB 2333, logro que alguien le cambiara el asiento y la dieciséis horas de vuelo parecieron un segundo.

En la puerta del Ezeiza todos se saludaron con afecto, las tres semanas juntos los hacia sentir que habían vivido una vida reunidos, hasta le dio un beso a Inés con la promesa de llamarla, cosa que no pudo cumplir pues se “olvido” de pedirle el número del teléfono. Cansado, se durmió enseguida, hasta que la mañana siguiente sonó el teléfono y una vocecita lo despertó diciéndole que “había ganado un automóvil pero, que si quería, lo podia cambiar por una “tour”.