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TIMELESS- LOVE AMOR SIN TIEMPO Y el cabello de una pelirroja cae al piso al ponerse de cabeza encima del sillón, desde ahí veía todo el desorden de su habitación, ciertamente una gota de sudor sale de su frente al igual que un pronunciado suspiro, uno muy cansado, empero una sonrisa marcaba sus labios, sus delgadas manos se estiran hacia la mesita del centro, con parsimonia bota todos los papeles llenos de diseños y telas al piso, esta logra tomar un cuaderno, uno lleno de corazones y palabras hermosas, uno que parecía al de una adolecente revoltosa. La mujer pelirroja sonríe, rápidamente da vuelta a su cuerpo, toma su celular cuál saca del bolsillo trasero de su jeans negro, empieza a buscar en sus miles de contactos, buscaba la figura de una hermosa castaña, una famosa actriz que siempre salía en las revistas culturales de su ciudad, no, de su país. Vamos, contéstame… —La pelirroja afirma su celular al hombro y el oído, toma de ese cuaderno que resultó ser un álbum de fotos, ella lo afirma sobre sus piernas y le empieza a revisar, ella reconocía que había pasado muchísimo tiempo desde que lo había abierto, un dolor leve pero punzante se clavaba en su pecho como también en su garganta, esa que no le permitía hablar aun cuando la otra mujer ya hubiese contestado. —¿Alo?...¿Alo?... ¡Conteste por favor!. — Repetía la otra al teléfono, la pelirroja tragaba su asombro y su suspiro, llevaba casi inconscientemente su mano hacia la superficie de la foto, esa grande que era la portada interna del álbum, allí donde era el rostro sereno de un hombre, de un chico de negra cabellera y ojos cafés, aquel que estaba sonriendo con su traje de actuación, esta vez, era un príncipe. Mi anhelado Príncipe… —La pelirroja deja caer el celular entre los cojines, acerca sus manos a su rostro, tapando sus ojos y sus rojas mejillas, tan rojas como su cabello. —¿Dónde será que estarás ahora?. La pelirroja ya no oía nada más que los latidos fuertes de su corazón, esos que le desesperaban la respiración y que por ultimo le accedieron a un pequeño desmayo. ¿Alo?... eres tú, ¿La misma chica? Oye… ¡Contéstame Perla!. Gritaba la castaña, esa que era identificada en el móvil y para sus fans, como Layla, la talentosa actriz de buen apellido y de buena fama entre los teatros. —No obstante… Perla ya no estaba allí, aquella había volado junto con sus recuerdos, ansiosa de ver nuevamente a su amor eterno, a aquel que hace siete años no hubiese visto, a ese que tanto su alma extrañaba, sí a aquel muchacho, amor de secundaria. «FLASHBACK – RECUERDOS DE PERLA» --------------------------------------------------------------- Es una tarde primaveral, mi tercer día de clases después de asistir allí durante cuatro años, era la campana la que determina el fin de clases y así, veía como todos salían a escoger lo que como ley era entre los institutos de elite como el nuestro, un deporte —En lo que soy

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TIMELESS- LOVE

AMOR SIN TIEMPO

Y el cabello de una pelirroja cae al piso al ponerse de cabeza encima del sillón, desde ahí veía todo

el desorden de su habitación, ciertamente una gota de sudor sale de su frente al igual que un

pronunciado suspiro, uno muy cansado, empero una sonrisa marcaba sus labios, sus delgadas

manos se estiran hacia la mesita del centro, con parsimonia bota todos los papeles llenos de

diseños y telas al piso, esta logra tomar un cuaderno, uno lleno de corazones y palabras

hermosas, uno que parecía al de una adolecente revoltosa. La mujer pelirroja sonríe, rápidamente

da vuelta a su cuerpo, toma su celular cuál saca del bolsillo trasero de su jeans negro, empieza a

buscar en sus miles de contactos, buscaba la figura de una hermosa castaña, una famosa actriz

que siempre salía en las revistas culturales de su ciudad, no, de su país.

—Vamos, contéstame… —La pelirroja afirma su celular al hombro y el oído, toma de ese

cuaderno que resultó ser un álbum de fotos, ella lo afirma sobre sus piernas y le empieza a revisar,

ella reconocía que había pasado muchísimo tiempo desde que lo había abierto, un dolor leve pero

punzante se clavaba en su pecho como también en su garganta, esa que no le permitía hablar aun

cuando la otra mujer ya hubiese contestado. —¿Alo?...¿Alo?... ¡Conteste por favor!. — Repetía la

otra al teléfono, la pelirroja tragaba su asombro y su suspiro, llevaba casi inconscientemente su

mano hacia la superficie de la foto, esa grande que era la portada interna del álbum, allí donde era

el rostro sereno de un hombre, de un chico de negra cabellera y ojos cafés, aquel que estaba

sonriendo con su traje de actuación, esta vez, era un príncipe.

—Mi anhelado Príncipe… —La pelirroja deja caer el celular entre los cojines, acerca sus

manos a su rostro, tapando sus ojos y sus rojas mejillas, tan rojas como su cabello. —¿Dónde será

que estarás ahora?. La pelirroja ya no oía nada más que los latidos fuertes de su corazón, esos que

le desesperaban la respiración y que por ultimo le accedieron a un pequeño desmayo.

—¿Alo?... eres tú, ¿La misma chica? Oye… ¡Contéstame Perla!. Gritaba la castaña, esa que

era identificada en el móvil y para sus fans, como Layla, la talentosa actriz de buen apellido y de

buena fama entre los teatros.

—No obstante… Perla ya no estaba allí, aquella había volado junto con sus recuerdos, ansiosa de

ver nuevamente a su amor eterno, a aquel que hace siete años no hubiese visto, a ese que tanto

su alma extrañaba, sí a aquel muchacho, amor de secundaria.

«FLASHBACK – RECUERDOS DE PERLA» ---------------------------------------------------------------

Es una tarde primaveral, mi tercer día de clases después de asistir allí durante cuatro años,

era la campana la que determina el fin de clases y así, veía como todos salían a escoger lo

que como ley era entre los institutos de elite como el nuestro, un deporte —En lo que soy

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nada buena— o algún arte, como el que hace mucho opté, sí, mis pies veían como todos

se formaban o corrían a sus diferentes aulas, yo estaba quieta, mi corazón se paralizaba,

debía ingresar nuevamente a mi auditorio de teatro, recordar que debido a falta de

tiempo, no estudié lo que debía y de seguro tomarían algún tipo de examen. Así, di un

gran respiro, empuñando mis manos y avanzando por en medio del patio, justo atrás de

una atolondrada pelirroja a cuál a cada momento se le caían las anotaciones, ella que iba

memorizando cada frase de su inmenso libro de arte, seguro íbamos al mismo auditorio.

Entonces, entré junto a ella, nos sentamos en diferentes asientos, allí estábamos algunos

muchachos, no habían tantas caras nuevas, tal vez unos cuatro a lo mucho, yo unía mis

manos temblorosas al momento que la otra secaba su sudor.

—Estamos muy feliz de verles. —Dijo el instructor, un tipo alto y esbelto, ese que siempre

tenía sus ojos brillantes y que tras sus gafas, se podía ver todo su inmenso conocimiento sobre el

teatro y el arte, era un as para esas cosas y claro, debía verme fijamente como de costumbre, pero

esta vez, vio a la pelirroja despistada, de seguro que notó que no sabría nada de nada. —Perla. —

La llamó, yo me quedé sorprendida, ¿Podría ser que tenga mí mismo nombre? Pues claro, sí era yo

mismo, entonces quedé petrificada, me levanté sin que nadie a pesar de mis movimientos, me

notase, me miré frente a un espejo, claro, ya recuerdo, soy yo después de siete años y ahora me

veo así, que diferencia sinceramente.

—Perla, queremos que nos des una reseña de cómo nació el teatro en nuestras tierras y

que les digas a los nuevos a que nos dedicamos. Sugirió el docente de Castaña cabellera, mismo

que levantó o más bien, me levantó y puso a la Perla joven en frente de todos.

Perla tragaba saliva, tronaba sus dedos y daba una sonrisa nerviosa a medida que todos los nuevos

le observaban callados, ciertamente la presión era basta y la pelirroja volvió a desmayarse como

ya era costumbre en ella. —Que desastre… como podría una mujer así convertirse en una buena

actriz… —Me decía la yo de ese entonces. —Ciertamente había escogido muy mal mi porvenir, no

servía como actriz y ya le había dedicado los cuatro años más influyentes de mi vida, ya no tenía

más que ello y en eso, también era muy mala.—

No sé qué habrá pasado conmigo, solo sé que me podía ver tirada sobre la cama de enfermería, yo

recuerdo que era muy buena amiga de la doctora, será porque era quién más la visitaba… Pero,

bueno, ahí era la yo de siete años frente a la adolescente pelirroja desastrosa, esa de uniforme

grande, esa que tenía más diseños que materia en sus cuadernos, la que coleccionaba estampillas

de gatos, unas ediciones que solo vendían en el centro de la cuidad, que era muy inusual de

comprar, simplemente era el rechazo del correo, pero bueno, en sí, una completa freak, una chica

que nadie entendía pero que gracias a mis amigas, se llevaba al menos bien con los demás, que de

vez en cuando, me saludaban. —Bueno, he hablado mucho de mí— Y la cosa es que estaba

viéndome a mí misma, intentando comprender el porqué de mis reacciones ilógicas, simplemente

podía haber dicho algo, en vez de desmayarme, pero bueno, poco a poco, empezaba a borrárseme

la realidad, poco a poco, comenzaba a unificarme con la yo adolescente, a sentir lo mismo que ella

sentía.

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Empero, antes de ello, una voz llamó mi atención, mis tacos se dirigían hacia esas conocidas voces,

estaba segura que una de ellas era la del instructor, ¿Pero y el otro?, mi cabellera ahora ondulada

se levantaba ante cada paso, lentamente colocaba mis uñas tan arregladas sobre la puerta en

donde me asomaba y —¡Oh Dios mío!— veía a él, a quién era mi superior, el mejor en su clase, ese

cuyo futuro estaba bien marcado, el alumno de sexto, Anan, el mismo joven de la foto que hasta

ahora llevaba, ese que me hacía retroceder nerviosa, él simplemente escuchaba a mi maestro y

yo, por accidente, también le oí. —¿Podía ser cierto que yo vea estas cosas de las que nunca supe?

O es que estaban almacenadas en mi sub-consciente.—

—Ya no sé qué hacer Anan… —Mencionaba mi Maestro. —Ella tiene las capacidades, yo

la acepté inmediatamente cuando la vi… sus ojos me decían, me mostraban su brillante futuro, ella

puede y debe triunfar… es una estrella que le falta brillar. Afirmaba el preocupado hombre, este

que dejaba a Anan, su alumno estrella y mismo que ya trabajaba para algunos teatros, reflexivo.

—¿No es aquella chica la que en la presentación de invierno del año pasado, se desmayó,

al olvidar sus líneas? . Interrogó Anan con rostro incrédulo, el maestro asintió decepcionado.

—¡Pero bueno, Anan! Todos tienen sus altibajos… yo, te quería pedir un favor. —El tipo

adulto ve fijo al joven que quedaba enajenado. —Yo quiero que le ayudes, ayúdala a que salga de

ella, su perfil de actriz. Habló el docente, este que hasta tomó las manos del asombrado y le rogó

un sin número de veces.

Anan estaba congelado, más no hubo reacción más chocante que la de Perla, aquella mujer que

tapando sus labios, no podía creer lo que escuchaba. —Entonces… es por ello, es por eso que él se

me acercó… Murmuraban mis secos labios rojos, esos que empezaban a carecer de respiración, sí,

otra vez me pasaría lo mismo, quizás me desmayaría, sinceramente ya no recuerdo quién soy, me

he olvidado de que ya pasé el instituto, de que ahora soy una mujer que trabaja en el mundo del

teatro, no como actriz, pero sí como organizadora de vestuarios y eventos, más ya no importa, me

he desmayado y solo ha quedado el rostro critico de Anan. —Ahora… ¿Qué haré?. —Decía él.

—Todo ha quedado en negro por un largo tiempo.—

Así era hasta que me levanté y vi su rostro cerca, él estaba viendo una de sus revistas de arte,

sentado en uno de los sillones aledaños a mi camilla, su profundo aroma seguro que me despertó,

levemente movía mis brazos y me disponía a levantarme, y más que nada, a limpiarme bien los

ojos para bajarme rápidamente del cielo donde mis sueños me llevaban. —Empero, al hacerlo, le

volví a ver, esta vez, aquel me estaba viendo, dejó su revista y se acercó a mí.

—Estaba preocupado, deberías chequearte con tu médico personal. Me dijo con una muy

cándida sonrisa, tomando suavemente mis manos y dándoles unas palmadas. Yo veía su rostro tan

perfecto, sus ojos rasgados, sus labios seductoramente serenos, estaba al límite y aunque este no

me gustaba, me sentía tan avergonzada, a punto de volverme a desmayar.

—No te desmayes, por favor. De repente, él me levantó de la cama, yo desviaba mis ojos,

no podía verle. —¿Qué era este sentimiento?— Yo asentí intentando mantener mi cuerpo en pie,

di un respiro y tomé mis cosas, lista para salir corriendo, más algo no me dejaba irme, sí, eran sus

manos apretando mi brazo, sus ojos plasmados en mí. —¿Por qué?—

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—Te he estado viendo desde hace tiempo… tus prácticas y tu arte, pienso que tienes una

habilidad especial para ciertos papeles… ¿cuál fue el último que te asignaron?. —El hombre jala

con educación a la chica al sillón, él se sienta a su lado. —¿El león asustadizo del Mago de Oz?. Dijo

sin medir sus palabras, olvidando lo muy mal que la pasó Perla en ello, esta bajó su cabeza y con

algo de pena asintió. —Creo que exageré con lo de asustadizo y nervioso, tanto que me desmayé.

El joven se sobresalta, sucede sus manos y da sus disculpas.

—No quise decir eso. —Sonríe nervioso. —¡Bueno! quién no ha pasado por incidentes… yo

no, pero muchas personas sí… debe ser espantoso, diré ¡No es algo que maque tu vida!... se puede

superar, y más que nada cuando… —Titubea. —Cuando hay talento, ¿No?. Expresa el chico, este

que observaba la confundida cara de la muchacha que apenas se hablaban. Este trago saliva, claro,

ni siquiera se habían presentado.

—¡Ah! Mi nombre es Anan, soy estudiante de sexto. Se presentó, la joven asintió de

nuevo, mencionaba conocerlo, después de todo, quién no le conocía.

—Yo soy… ¿Conoces mi nombre?. Preguntó esperando una respuesta afirmativa.

—Ehhh… no. Respondió Anan cortantemente, Perla rascó su cabeza y acomodó su falda,

miraba para todas partes a la vez que inconscientemente dejaba su bolso en la mesa para así,

estirarle la mano hacia una presentación formal. —Yo soy de cuarto año, me llamo Perla.

Anan sonreía con una aparente sinceridad, como sí de verdad estaba encantado de conocer a la

nueva joven, esta que de momento a otro, se levantó al ver la hora, ella afirmó que tenía que ir al

trabajo de su familia y así, sin más, dejando al hombre en el sillón, abrió la puerta y se fue. Anan

suspiraba, poco a poco regresaba su vista hacia la mesa en donde la despistada había dejado su

bolso botado. —Vaya que sí es un caso… dejó su mochila. Anan se levantó y lo tomó entre sus

suaves manos, él también salió del lugar. —Y tales escenas lejanas a la Perla adolescente eran

vistas por el sueño de la Perla mayor, esta que aún era tirada en el piso, sin poder oír los golpes en

su puerta, sin poder percatarse de que abrían de esta y se adentraban a su casa, claro, hallándola

inconsciente.

«FIN DEL FLASHBACK – FIN DE LOS RECUERDOS DE PERLA» --------------------------------------

—¡Perla!. —Unas manos femeninas sacudían a la pelirroja adulta hasta el cansancio, más

aquella levemente regresaba en sí, aún muy débil. —¡Perla despierta! ¿! Qué te está pasando!?

¡Porque siempre te vives desmayando!. La mujer que la auxilia, la carga y la pone sobre la cama, la

pelirroja se estira un poco y empieza a oler de su distinguido perfume, este era de marca, suave

pero a la vez intenso, debía ser una sola persona, esa era Layla, la gran actriz, aquella que desde

no muy lejos, se escuchaba que hablaba con unos hombres, de seguro sus acompañantes o sus

guardias personales, en fin, de seguro ellos habrían abierto la puerta.

Y la mujer castaña regresaba hacia Perla, se quitaba sus gafas oscuras y se sentaba a su lado, con

un rostro algo severo pero denotando mucha preocupación, tomó sus manos y le dio una palmada

en ellas. La pelirroja rápidamente recordó a Anan y su sueño, esto fue lo cual le hizo levantar de

una manera abrupta hacia Layla, cuál saltó ante su proceder.

—He soñado con Anan… después de tanto tiempo, Layla. Mencionó energéticamente.

Layla cruza sus brazos, suspira agotada.

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—Que bien, Perla… —La ve con calidez. —En verdad me alegro, pero no es motivo para

que nos des este susto, escuché bien como te derrumbaste por el móvil, seguro que te entregaste a

emociones fuertes… tú conoces tu posición el estrés es muy delicado para ti. Aconsejaba Layla, ella

que más bien, parecía reprender a la pelirroja mujer que hundía su rostro contra la almohada.

—Por qué nadie me dijo que era un desastre… Balbucea la pelirroja al acordarse de su

apariencia juvenil, Layla alza sus cejas —¿Ciertamente estaba preguntando eso?—

—Hubieron muchas cosas que ustedes me ocultaban en el colegio… mi look era una de

ellas, ¿Verdad?. Criticó Perla decidiendo levantarse de una vez de la cama, accediendo a aceptar

su visita imprevista e invitándola a tomar algún refrigerio. Así, Perla salía de la sala, sin siquiera

notar el rostro presionado e impactado de Layla, esta cuál parecía recordar alguna cosa. —Sí… eso

es verdad, Perla. —Susurraba para sí. —Hubieron muchas cosas que nunca supiste… pero es que

siempre has sido así. Layla entrecerraba sus ojos con tristeza, recordaba que al ver a Perla en el

piso, fue por ella y que al momento de cagarla, vio con estremecimiento la foto de Anan, él con su

traje de caballero. —Anan… ¿Dónde estarás ahora?.

Entonces, las mujeres se reunían en la mesa, disfrutaban de unas galletas con té, Layla le veía con

quietud, determinaba que era hace mucho que no se sentaban a comer o tener algún encuentro

que no indique trabajo. Perla sonrió algo nerviosa, lentamente sus manos se resignaban a guardar

su libro de diseños, allí donde dibujaba todos los trajes para las obras. Era cierto, este era un rato

especial donde lo laboral estaba de más, por ello, no debía ser mencionado.

—Tu desde hace tiempo querías hablarme, yo en ese entonces estaba de gira y no pude

atenderte como se debe… —Platica Layla. —¿Qué es eso que has querido decirme?.

Perla quedaba en silencio por unos instantes, Layla le miraba intrigada, no obstante, la pelirroja no

dijo nada, simplemente movió su cabeza en son de negación, expresaba que no valía hablar de

trabajo en este momento. Layla entrecerró sus labios, sonrió un poco y tomó de su té; empero, en

todo el momento sigiloso, la castaña no le quitaba los ojos de encima.

Así, hasta que al terminar de comer, habló.

—Dime, así sea laboral… quiero saber. ¡Estoy libre!. Sugirió la castaña, ella que jugaba con

su cabello, la hermosa femenina que a veces sacaba las recónditas pero serenas envidias de Perla.

—Es algo delicado de hablarte… no sé sí estés dispuesta a la idea. Mencionó como quién

ya no quiera hablar, Layla se levantó y se sentó a su lado, afirmó que era bueno soltarlo. —Se trata

sobre Anan ¿Verdad?. Interrumpió Layla, Perla quedó fría.

—Lo sé en la forma que miras hacia todos lados, eso no más lo hacías ante su presencia,

pero dime —Layla toma las manos de Perla, le da alientos. —¿Qué querías decirme?.

Perla se enajena un poco, su mente se llenaba de algunas tareas pendientes con solo ver el rostro

de su vieja compañera, ahí eran los encargos de las nuevas telas, sacar los sacos de la lavandería,

consultar con la costurera, ir a retirar los cheques del banco, ver los nuevos promos de la nueva

presentación, en fin, quedó por leves minutos colapsada entre los deberes y el presente, sí, ahí en

donde tenía que decir lo que debía decir. —Es de Anan, quiero… quiero hacer la obra… más bien

quiero que la hagas… esa obra en la última que él no actuó, en la que decidió irse. Dijo Perla con

sus ojos perdidos y su voz abstraída.

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Layla se levantó de repente, esta tumbó sus manos sobre la mesa, Perla regresó al momento, ella

tapaba sus labios, sorprendida de haberlo dicho, aun cuando sabía que tal obra causó una grave

decepción en ellas dos.

—¡Como puedes pedirme algo así!... —Layla tapa sus labios, ciertamente no quería ser

dura con su amiga, ella siempre se demostraba protectora ante ella, siempre fue así desde que la

conoció. —Yo… yo no quise decir eso, solo es que me tomaste de sorpresa. —Sonríe Layla, Perla

queda pegada a su silla, baja la mirada. —Yo te prometo que lo pensaré ¿Si?... pe-pero ahora debo

de irme, tengo una reunión importante con los dueños del teatro, espero me comprendas, adiós.

Layla estaba nerviosa, eso era obvio, entonces la castaña recogió su saco y sus cosas y se precipitó

a la puerta, la abrió y terminó dejando sola a Perla, quién se veía nada en tan grande apartamento,

pues no era de olvidar que esta muchacha había perdido a sus padres una vez cuando de joven se

independizó.

Y Perla se levanta de su silla, va hacia su habitación y empieza a arreglarse, ella se ve en el espejo,

sus ojos delineados y sus pestañas levantadas, su cabello rizado, sus labios pintados, ella ahora era

una mujer muy hermosa, más no es que antes no lo haya sido, no obstante, se pone un vestido

floreado, uno que tallaba con su cuerpo, unos tacos cafés y su grande cartera, así, dándose los

últimos retoques, estaba lista para irse, debía ir al banco y por ello, se sentó en su carro y arrancó

en él, viéndose en el camino, algunas veces frente al retrovisor.

—En verdad he cambiado mucho… —Perla desvía su mirar. —¿Debe ser para bien, no?...

aún tengo la imagen de mi yo adolescente, pensar que Layla me ayudó a cambiarme, eso fue hace

unos años atrás, que serán ¿Cinco?. El auto negro avanzaba entre la carretera, Perla abría de las

ventanas y dejaba que el aire ventee su cabello con la brisa, esta daba un suspiro, no faltaba

mucho para llegar al banco, más sus ojos se plasmaban en las muchas personas que caminan por

las calles, esas familias, esas jovencitas sonrientes, esas parejas amorosas. —Anan… sí yo pudiera

regresar al tiempo… —La joven estaciona el auto, se baja y abre las puertas del lugar, ella avanza y

hace fila, muchas personas estaban por delante de ella, ciertamente al transcurrir del tiempo, el

calor se volvía insoportable.

—…Sí yo pudiera regresar el tiempo… yo no dejaría que te vayas nunca, te hubiese

aferrado a mí y al teatro para siempre. Perla ve su reloj, estiraba sus brazos hacia arriba, llamaba

la atención de uno que otro, cuales le notaban impaciente y claro, las gotas de sudor caían de sus

mejillas y su intranquilidad se veía en como sonaba sus palmas lentamente. Algunas horas habían

pasado y en ellas Perla, abstraída y preocupada por la reacción de Layla, se mantenía encerrada en

sus pensamientos. —Recuerdo cuando llegó Layla al instituto, era a mitad de curso, cuando yo y

Anan nos volvimos inseparables, cuando ya nos entendíamos y solo pasábamos en alguna de

nuestras casas practicando… —Piensa Perla. —Faltaba unos días para nuestra nueva obra, ----

dábamos nuestros grandes esfuerzos… de repente, sin que si quiera la sintiéramos, el maestro

presentó a una hermosa y tímida castaña, ella de una pudiente familia de artista, una dama de

reconocido nombre estudiaría en nuestra secundaria, ella que complementaría en el papel de la

coprotagonista, en la pareja de Anan. —Perla se adelantaba antes del llamado de la cajera, ella

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saludaba y llenaba los formularios, sonreía y esperaba de su dinero a la vez que miraba de su

alrededor, parecía que su imaginación era basta que podía sentir a Layla en cualquier lugar.

—Layla era la mujer popular, no había hombre que no la pretenda, era igual que Anan,

pero en su versión femenina, muchas de mis amigas decían que era la pareja perfecta, yo también

lo pensé… —Perla entrecierra sus ojos enajenada. —Pero cuando pasó… yo no sabía qué hacer, no

reconocía si quiera en ese tiempo, que ante sus bastos cuidados, yo me enamoré de él…

Y Perla recibía su dinero, ella agradecía y salía nuevamente hacia su carro, no obstante, antes de

subirse a él, su teléfono sonó, era uno de los dirigentes del teatro donde harían su más reciente

producción, Perla contesta y el hombre queda en que debe hablar con ella, y que debido a la

cercanía de ambos, se verían en un restaurante cercano.

—Tengo buenas noticias, el gran Teatro de Hamlet, el que queda en el norte de la ciudad

ha gustado mucho de tu trabajo y quisieran una entrevista contigo, ahora no claro, pero quiero

coordinar ciertas cosas. Expresó el señor, Perla asentía, ella guardaba sus llaves y caminaba por las

grandes calles de la capital, ahí donde vivían muchísimas personas, ella se pone sus gafas negras y

empieza a moverse, mostrando de su sonrisa añorada. —¡Todo está saliendo muy bien!. Expresó

haciendo puños y sacudiéndolos levemente, no obstante, nuevamente sonó su móvil, no era una

sorpresa para ella, siempre era así, entonces, nuevamente contestó, esta vez se trataba de la

costurera, cuál le expresaba que se había tomado la molestia de ir a ver las telas por ella y que ya

estaba trabajando en los nuevos diseños, Perla estaba más que feliz.

—¡Cuánto le agradezco, Señora! ¡En verdad se lo digo!. Terminó Perla con una sonrisa

aún más grande, esta levantaba su vista a lo alto, daba un fuerte respiro y abría su cartera, ella

estaría a punto de apagar su teléfono, pero un mensaje llegó a su pantalla principal, en él se veía

el rostro de Layla. Así, Perla quedó quieta, detuvo sus pasos y viendo como corrían las personas a

su alrededor, llena de esperanza y sin borrar su sonrisa, dio clic en el mensaje, ese que después de

tantas buenas noticias, una mala marcaba su día. Y en el mensaje decía esto: “Perla, yo no quiero

actuar en esta obra, lo he pensado y aunque sé que me tratarás de convencer… yo ya me lo he

afirmado, simplemente… quisiera que nos olvidemos de Anan, él nos dejó y nosotras debemos de

hacer lo mismo que él… adiós.” Eran las palabras textuales de Layla.

Perla quedaba congelada, ciertamente las personas de su alrededor la iban golpeando, pero ella

no se movía, observaba su celular y llevaba la última frase como eco interminable en su cabeza.

—…Debemos de hacer lo mismo que él…. Él nos dejó… —Perla entrecerraba sus ojos con

suma tristeza. —…Y aunque sé que me tratarás de convencer, yo ya me lo he afirmado. Perla

dejaba caer su móvil al piso, llevaba sus manos hacia las entrañas de su roja cabellera, daba un

fuerte suspiro, al parecer esta noticia la bajó de sus nubes. —No pensé que ella se rechazaría así,

además… ¿olvidarlo? ¿Acaso no fue nuestro único amor?... ¡Jah!. —La cabeza de Perla se volvía a

llenar de miles ideas, a esta mujer sí que le gustaba pensar, lo hacia la mayor parte del tiempo,

esta no conocía lo que era estar callada mentalmente, entonces, Perla abandonaba sus cosas,

como en otros tiempos, ella solo caminaba perdida hacia la fuente de agua que la llamaba a darse

un momento de tranquilidad. —No podemos olvidarlo… él no nos dejó porque quiso… él nos amó

mucho a ambas, tal vez a mí como su mejor amiga, pero a ti, Layla… a ti… —Perla poco a poco,

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llegaba a la fontana, se sentaba en sus filos, observaba el agua correr, lentamente sus lágrimas

resbalaban por todo su rostro, se sentía tan sola, y no era la primera que vez que le pasaba pero sí

la primera vez que lo decía. —¿Nos has dejado Anan? ¿Es en serio?.... —Perla bajaba la cabeza y

tapaba sus ojos, ella había olvidado por completo de su cita. —¿No será que volverás? Yo siempre

te he esperado… La pelirroja traga su suspiro adolorido, pero era muy difícil contener, así un gran

sollozo se saltaron de sus labios. Perla estaba destrozada y el rostro de Anan estaba en su mente,

ahí en esas veces que le estiraba de su mano cuando ella se caía, cuando hacían bromas en medio

de la comida, cuando cansados, se dejaban caer dormidos el uno sobre el otro, cuando lloraban de

la emoción ante cualquier triunfo, cuando eran simplemente la envidia del instituto.

Perla aplastaba su pecho. —¿Dónde dejo todo este sentir? ¡Como lo borró por Dios! ¡No sé puede

así! No cuando haz amado de verdad… Susurraba como quién le hablase a Layla.

Y las personas pasaban por alrededor, empero entre los pasos desinteresados, un joven se detuvo,

agachándose para tomar la cartera y el celular de la joven, miró para todas partes chocándose al

final con la mujer afligida, aquel sonrió leve, una sonrisa cándida y sincera, como sí la conociese, se

presentaba en su rostro. Así, este fue caminando hacia ella, su negro cabello se deslizaba con la

brisa, este le tocó el hombro a la melancólica que lentamente alzaba el mirar hacia él.

—No deberías ser tan descuidada con tus cosas, señorita. Expresó este dejando el móvil

en sus manos y su cartera a su lado. Aquel desconocido volvió a sonreír intentando detener de sus

malas emociones, empero, Perla tenía los ojos llorosos puestos sobre él. —Quizás no pasaría lo

que ambos esperaban— Pero Perla, en un abrir y cerrar de ojos, vio en aquel desconocido, la

imagen tan clara de Anan, ese que utilizaba las mismas frases para cuando ella olvidaba algo.

—¿Anan?. Susurró impactada.

—¿!Eh!? ¿Anan?... Repitió el pelinegro sin entenderle, viendo también con admiración,

como al final, la joven volvió a desplomarse en el aire, casi que, si no fuera por él, cayendo dentro

de la fuente. Y él joven alarmó a la gente, teniendo a la chica sobre sus piernas, esperaba de

alguna ayuda pronto. Empero, por el lado de Perla, ella ya no escucha nada más que sus propios

latidos, esos que le conducían hacia lo único que pensaba, Anan.

«FLASHBACK – RECUERDOS DE PERLA» ---------------------------------------------------------------

—No deberías ser tan descuidada con tus cosas, señorita. Una mano blanca acerca del

bolso de la adolescente pelirroja, esta que despistadamente toma sus cosas y continúa con su

lectura. Anan, quién era el que la acompañaba, se sienta a su lado, no había nadie más dentro del

gran auditorio. —Me alegra que estudies mucho ahora… pero ya he perdido la cuenta de cuantas

veces soy el guardaespaldas de tus cosas… ¡Hey!. —La sacude logrando que ella le vea. —¿Me

estas escuchando?. Dice Anan, Perla asiente y se disculpa.

Anan simplemente sonríe, se levanta y la alza a ella también, él la invitaba a comer, esto ya era

una costumbre desde algunos meses atrás.

—¿Pero es a comer, verdad?. —Layla ve que Anan lleva sus cosas. —No quiero que me

empieces a tomar lecciones de mi voz, de la materia o de lo que sea… quiero mantenerme en pie.

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El joven asiente. —Lo sé, el estrés te hace desmayar a menudo… creo que es una falla en tu

sistema, pero bueno… —Sonríe molestoso. —Hay que entenderte.

Y los dos van a comer, estos sacaban alguna conversación inusual, sea de las peores cosas que les

han pasado en la vida, desde lo más vergonzoso de la semana y era con ello que solían contarse o

imaginarse historias irreales y extrañas con las que disfrutaban cuando no estudiaban.

—Si yo fuese un gato en vez de una persona y me gustase otro gatito… —Mencionaba

Perla, Anan se aguantaba la risa. —Yo… tal vez jugaría con la lana más grande y colorida para

llamar su atención y que venga a ¡jugar conmigo!. Mencionaba la muchacha, Anan entrecerraba

sus ojos, ciertamente quedaba cautivado. —Serías una gata muy molestosa… creo que si yo fuese

el gato, me alejaría con la lana y saldría corriendo. Contestaba Anan creando las muecas molestas

de la otra, esta que se cruzaba de brazos a esperar que Anan termine su almuerzo.

Así era cotidiano, él siempre la llevaba a su casa.

—Es viernes… —Mientras iban entre las calles, Anan comentaba con Perla. —¿No quieres

ir a mi casa?... podemos ver películas hasta la noche. Comentó el chico desviando su mira hacia los

árboles que arreglaban el camino. Perla le observó. —Pero esto no es común en ti. Respondió ella.

Anan asintió, observaba como ella se adelantaba, quizás no estaba interesada y este simplemente

hundió sus labios y dio un suspiro resignado, una expresión que la Perla de ese entonces, no pudo

ver, pero que la Perla, dueña del sueño, lo tenía muy presente. —¿Por qué? ¿Por qué ese rostro?

Qué está pasando… ¡Perla detente!. —Se decía a sí mismo, pero ella ya no escuchaba, pues su

consciencia era una voz muda dentro del recuerdo, nada se podía alterar, ella solo estaba viendo

como una obra tras la cámara que eran sus ojos.—

Y Anan sacudía su cabeza, corría hacia la despistada que ni cuenta se había dado de que él se paró

en medio camino. Anan podía pensar en algunas cosas, sentires que se expandían en el aire de

todo el sueño, pero que eran ignorados por la jovencita Perla, que con una sonrisa perdida le veía

caminar junto a ella. —Llevamos cinco meses hablándonos… pensar que ahora nos entendemos

bien, ¡jah! Creo que ella solo necesitaba de alguien que la aliente y yo de alguien que me escuche,

porque… a pesar de que tienes a muchos que te siguen… tu siempre estás solo… —Hablaba Anan

para sí mismo, todo a momento que veía el acostumbrado balanceo de Perla al caminar, ella

parecía que estuviese marchando levantando un poco sus rodillas y sacudiendo sus dos coletas,

peinado distintivo de ella.

—¿Entonces… vas a ver películas hasta la noche?. Surgió la pregunta de Perla, esta que

sin esperar su respuesta, de inmediato sacó su celular y se arrimó a él, ella gustaba de tomar fotos

de improviso, con rostros singulares, ella sonreía abiertamente y Anan solo veía el flash de su

móvil sobre él. —Anan al final, solo sonrió, empezando una carrera con ella, para obligarle a que

borre sus fotos.

—¡Tú eres la única que posee fotos tan horrendas de mí!. Criticaba Anan estirando sus

manos con el fin de alcanzarla, Perla reía a carcajadas, ella poseía buen equilibrio, así que se subió

a uno de los filos de una fuente, ella caminaba alrededor de esta y Anan, sin quedarse atrás, le

siguió. —¡Oye!. —Expresaba Perla. —No es culpa, mi cámara toma la realidad que pocos conocen,

eso significa que eres horrendo. Opinó la chica notando como Anan empezaba, extrañamente, a

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perder del equilibrio, empero… —¿Qué cosa tan mala podía pasar?— Anan, al final terminó

cayendo a la fuente y empapado, regresó a su casa junto a la joven no que dejaba de molestarle.

—Mamá se enfadará… —Anan abría la puerta, pero adentro, no halló a su madre. —Eh,

bueno… te has salvado, no está mamá. Anan tocé fuertemente, espero estaba listo para darle las

despedida a su incomprendida amiga, ella que arrimándose al portón, con una sonrisa cándida.

—Bueno está bien… fue mi culpa así que te haré un té y una medicina. Y la chica entraba a

la casa de Anan, aquel que solo la veía adelantarse y entrar a la cocina. —¿Quién la entiende?, yo

pensé que no quería estar conmigo… —Anan piensa a la vez que da una sonrisa escondida. —¡Jah!

no la puedo comparar con las chicas que piden pasar conmigo, pero ella está conmigo todo el día y

parece… que no le presta la atención que otras harían… quizás… no le importo, de esa manera. El

chico tragaba saliva, levantaba sus cejas a la vez que movía su mandíbula hacia un lado.

Entonces, Anan prendía la tv, él colocaba alguna película, esperaría de Perla, más de momento a

otro, metía su mano en la mochila mojada, él sacaba de allí, de un collar que tenía un pendiente

en su centro, uno con forma de Ángel. Anan al por la voz de Perla, lo guardó rápidamente. —¿Qué,

qué era eso? ¡Era para mí!... yo lo recuerdo muy bien. —Decía la Perla del sueño, ella que leía el

pensar de Anan, quién mencionaba haberlo comprado desde hace un mes atrás, cuando lo vieron

por primera vez en una de las tiendas por las que paseaban; sin embargo, dar un regalo dentro de

un rato poco importante, era algo apropiado.

Y Anan se levantó, fue hacia una esquina, allí tenía una cómoda pequeña, de donde se agachó para

sacar una funda de regalo. —Ahora sí es el momento de dar todo esto. Susurró el joven para sí.

Y Anan dio un salto y se encontró con Perla, cuál sin escucharlo, le sentó en el sofá y le dio una de

las cucharas de tan amargo remedio, Anan hizo caras horribles y Perla fotografió de ellas, riéndose

nuevamente a carcajadas.

—¡No puedes ser tan poco femenina!. Criticó Anan dándole la espalda.

—¿Eh? ¿Estás enojado?. —Perla se curva para ver su rostro, Anan estaba algo sonrojado,

quizás reacción ante el remedio, no obstante, Perla bajó su rostro y observó la caja de regalos.—

Así, Perla alzó sus cejas con admiración y tomó del obsequio entre sus manos, Anan regresó a

verle, estaba plasmado, con sus ojos bien puestos sobre ella, en un momento de presión donde

este podía recordar de los momentos vividos, de cuando le parecía tan molesta, de esa vez que la

vio en la camilla, la primera vez que se hablaron, cuando sus pensamientos eran semejantes a

esto: “Vamos… no se puede ser tan desastrosa, como esta chica se convertirá en una buena actriz”

o como cuando se desmayaba: “No tengo confianza para esto… no soporto estar a su lado”… en

fin, Anan remembraba rápidamente de sus visiones, esas que aprecian para ojos de la soñadora

como cintas fotográficas por toda la escena. —Y ahí se veía a Anan hablar con el Maestro, este ya

no quería hacerse responsable de ellas, ciertamente él estaba bajando su rendimiento debido a

andarla cuidando; sin embargo, ante todas esas quejas, el maestro abrazó a Anan, dándole algo de

aliento, le pidió que continúe, terminando con esto: “Ser un buen actor de teatro no es solo el

saber actuar o brillar por la belleza o el tono de las palabras, sino por tener el más bondadoso

corazón, tener un alma receptiva al arte y a las emociones de las personas, hacer del sentir de los

demás, como el suyo… y ella es ese tipo de chicas que casi ya no se ven…” Dijo el docente y Anan

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quedó petrificado, tan igual a como estaba en la actualidad del sueño, ahí viendo a Perla abrir con

curiosidad del presente.

—Y esto… para quién será… —Susurraba la joven con mirada picara, viendo cada uno de

los detalles tan bonitos que el chico tenía para dar. —¡De seguro que es para alguien que gustas!

Estos presentes son muy románticos, no tienes elección que decir la verdad. Expresó la pelirroja

tirándose al espaldar y dejando los regalos sobre la mesa. Anan quedaba en un vacío, las palabras

de sus labios y su mente se borraban por segundos, los mismos en que veía quieto del rostro de la

joven, esa que se estiraba y observaba de la película que continuaba andando.

Anan bajó su mirada, tomó la funda del regalo y asintió llamando la atención de la joven.

—Sí, tienes razón… son muy románticos… Repitió avergonzado pero llevando una mueca

algo fresca en su rostro, Perla sonríe chasqueando sus labios, encogiendo sus brazos.

—Qué bonito debe ser… Mencionó ella, Anan habló. —¿Qué cosa?...

—Tener a alguien de quién gustar… Dijo la joven avanzando su mano hacia la de Anan,

dándole un apretón y tirándose sobre su hombro. Anan entrecerraba sus ojos algo curioso.

—Tú… ¿No tienes a nadie que te guste?. Preguntó el muchacho viéndola de reojo.

Perla suspiró, observó para el tejado y cerró sus ojos.

—No, ni tampoco deseo… eso creo que hace perder el tiempo de los demás…. —Dijo ella y

Anan se sorprendió, en ese momento recordó las palabras del profesor. —Es que como decirlo, yo

creo que es complicado y no es para mí, una chica tan… Ella regresa su mirada hacia la película, sus

ojos fríos se clavaban en la escena romántica de la Tv, Anan la estudiaba —¿Tal vez ella fingía?— el

joven tosió llamando su atención.

—El amor no es para despistados ¿Verdad?. Dijo riéndose de ella, esta se sonrojo y le dio

la espalda, molesta por su comentario, más Anan solo recostó su cabeza sobre su espalda. Él sin

querer, empezaba a comprenderla. —Yo sé que son solo temores, ella es muy sentimental y por

ello ha sufrido mucho, es lo que llaman una armadura de hierro, hacerse la dura cuando siempre

se es débil.— Pensó Anan viendo del regalo, dejándolo a un lado del mueble.

Diciendo aquella tarde, pasar viendo de las películas, riendo, comiendo palomitas y arropándose,

cuidando de su resfriado.

«FIN DEL FLASHBACK – FIN DE LOS RECUERDOS DE PERLA» --------------------------------------

Y la mujer pelirroja volvía a abrir sus ojos a la realidad, esta veía al joven sentado en el sillón, él

leía una revista, más al sentir su movimiento, le echó la mirada encima. Perla quedaba confundida,

quién era él y porqué estaba allí.

—Te desmayaste y yo te traje aquí… estaba preocupado, deberías hacer chequear. Dijo el

muchacho yendo hasta ella, tocando levemente sus manos. Perla quedaba quieta, su respiración

se acortaba —¿Esto no era parecido a algo?— Perla sentía volverse loca, más la voz del chico la

tajo nuevamente, él se despedía.

—Debo ir a trabajar, así que nos vemos… ¡Ah! No te quedarás sola, le he pasado un

mensaje a la última persona que te llamó, una mujer… dijo que vendría por ti. Habló el chico, cuál

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sin más, con esa sonrisa cálida y más joven como deslumbrante que ella, sacudió su mano y se fue

con el cerrar de la puerta.

Perla entrecierra sus ojos, entristecida pero a la vez muy confundida. —¿Por qué ese chico le traía

el recuerdo de Anan? De seguro, que era porque estaba pensando mucho en él— Y es Perla sabía

que habían pasado siete años desde su despedida, ella recordaba que Anan le expresaba que

luego de ocho años, ambos pisarían del teatro de Hamlet, el más importante de la ciudad, ese que

solo había sido pisado por la talentosa Layla.

—Y esos ocho años ya vendrán pronto, con el fin de año… yo quería hacer esta función en

tu nombre para donde sea que estés la veas… —Perla da un suspiro, mira hacia la ventana y el

brillo de la noche, le trajo el recuerdo de su sueño, esta saltó de inmediato. —¡He soñado de

nuevo con él! Pero… que era esto… los pensamientos de él, los podía escuchar. Decía la joven muy

intrigada, no obstante, la puerta se abrió y con ella entró la mujer que el chico habría llamado, sí,

ella era esa hermosa castaña distinguida, Layla.

Y así, esta se acercó de inmediato a la pelirroja, la revisó con la mirada y la volvió a recostar sobre

la almohada, tomando aire para volverla a “aconsejar”.

—¡Debes tener más cuidado! ¿¡Desmayarte en la calle!?. —Layla frunce el ceño. —¡No

más Perla! Debes de tenerte amor hacia ti, más que nadie… más que a Anan, tus recuerdos solo te

van a terminar matando… ¿Eso quieres?. Le reprendió como sí se tratase de su madre, Perla dio un

suspiro, alzó su rostro mostrando una recuperada sonrisa, rascaba su cabeza y pedía disculpas.

Layla se sentó a su lado.

—Tú, después del mensaje… ¿Me llamaste?. Interrogó Perla, Layla giró para verla, ella le

asintió con su cabeza. —Creo que lo he pensado… y por tu ¡Salud! Y también…

—¡Vas a aceptar mi pedido!. Interrumpió la pelirroja levantándose de la nada, tomando

las manos de la castaña y agradeciendo. Layla notaba como aun las piernas de su amiga temblaban

como sí vuelva a caer, claro, después de tal descuido de levantarse de repente.

La castaña la sienta en la cama, infla su pecho y adopta un perfil muy profesional.

—Sí lo voy hacer, pero... Compartía la mayor, empero Perla volvió a intervenir, muy feliz,

comentó haber soñado nuevamente con Anan. Layla une sus labios y baja sus brazos, intentando

guardarle paciencia, no obstante, al ver la cara de la joven, una duda se despertó en Layla.

—¿Y no te sientes feliz de soñar con él?... ¿Por qué esa cara?. Preguntó Layla, Perla la vio,

volvió a sonreír, no era eso, solo que el sueño realmente era extraño y esta no dudó en contarlo.

Y Perla se levantaba hacia la ventana.

—Yo sé que él siempre te amo a ti… —Dice la pelirroja. —Pero… hoy viví el recuerdo de

cuando era mi cumpleaños, esa vez, pasamos toda la tarde en su casa, fue hace unas semanas,

antes de que tu vengas… él había caído dentro de la fuente por seguirme, quería borrar las fotos

que tenía de él… —Perla arrima su frente al frío vidrio. —Yo pude ver los pensamientos de Anan en

ese momento, él hablaba cosas extrañas… decía que era diferente a las demás mujeres, que yo no

le mostraba interés. Confesaba Perla, a la vez que Layla abría sus ojos muy impactados, ella, sin ser

notada por la otra, apretó la almohada y tragó saliva muy nerviosa.

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—¿Si? Eso escuchaste. —Intervine Layla, esta que se levantó a tomar agua, sonriendo de

una manera fingida, Perla asintió, pidió disculpas por el irrespeto. Layla pidió que continúe.

—Ese día, él quería que vaya a su casa, yo solo pensé que estaba buscando una manera

de ser amable, él sabía que no me sentía bien… más al fin y al cabo, fuimos a su hogar y en lo que

vi… él me había comprado regalos… pero yo le dije que eran para otra, tal vez a quién le guste…. —

Perla se dirigió hacia Layla. —¡Pero eran para mí! Y no los entregó ese día…. Alzó la voz con mucha

tristeza, la castaña la tomó de sus hombros, la sentó nuevamente y se arrimó a la pared, viendo

como siempre de la hora.

Y Layla vio fijamente hacia Perla.

—¿Y qué quieres decir con esto?. Preguntó la mayor, Perla bajó la mirada.

—Tal vez… le gustaba antes de que tú aparezcas. Soltó la otra desviando su mirar hacia el

piso, oyendo del asombró de Layla, cuál solo se apresuró a quererse retirar.

—¡No puedo escuchar estas cosas!. Respondió Layla tomando su bolso y colocándose sus

gafas, Perla logró tomarla de la mano antes de que se vaya, ambas se miraron.

—Solo quería pensarlo así… —Perla hundió sus labios. —Sé que él no tenía más ojos que

para ti, yo no quería faltarte el respeto. Dijo la pelirroja a la vez que Layla, tomando más calma, le

dio un abrazo, ella mencionaba sentir sus mismos sentimientos; pues, ambas fueron abandonadas.

—Yo sé que una vez que él se quedó conmigo… tu comprendiste tus sentimientos… a veces

hubiese querido que lo hayas hecho a tiempo… Murmuró Layla hacia el oído de Perla, la cual sin

entender muy bien, le dijo. —¿De qué valía? Él no estaba enamorado de mí. Expresó y los ojos de

Layla se cerraron con pesar, esta se despegó de la joven, respiró hondo y le pidió que se cuide.

Más, antes de irse, Perla le volvió a detener.

—¿No debería de prestarle atención a las voces que están de más en mis recuerdos?

—¿Qué más has oído?. Layla abre la puerta y se queda en el umbral, Perla se guarda de

sus respiros, ella empieza a hablar. —En el primer sueño, descubrí que Anan se acercó a mí porque

el maestro le dijo que me instruya… fue algo que yo nunca supe, pero ambos creían que yo tenía el

talento de una gran actriz… porque tenía un corazón y alma…. —Perla ve la pasmada expresión de

Layla, la pelirroja recogió sus palabras y sonrió nerviosa. —Sabes… no le voy a prestar atención a

esas cosas, es causa de mi estrés, nada más.

Layla acomodó sus facciones, sacudió sus manos tras de su espalda, se mencionó para sí mismo,

guardar sus admiraciones y dirigirse con seriedad.

—No prestes atención a esas cosas ilusorias, es mi opinión. Y dicho esto, la mujer se fue,

ella cerró la puerta fuertemente y se resignó con un rostro melancólico a olvidar lo que acababa

de escuchar.

Más, Perla habló con el doctor, al parecer fue solo una fuerte y ya estaba lista para irse de nuevo a

su casa, así que saliendo, se encontró con el dueño del teatro donde trabajaba, este preocupado

de saber porque no asistió a su reunión, fue por ella y accedió a llevarla a su casa, Perla estaba

mucho más feliz, había vuelto a recuperar el semblante, más ese silencio se marcaba en sus labios,

eso era lo preocupante.

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—Vi salir a Layla del hospital, imaginé que te fue a visitar…. —Decía el adulto hombre, la

mujer asintió. —Sí, ha venido a reprenderme nuevamente. Contestó sonriendo.

—¿Qué ha dicho ella sobre la obra de --- que quieres hacer?. Interrogó el tipo, Perla le

miró, dio un respiro aliviado. —Me ha dicho que lo hará… esto es bueno. Opinó creando aún más

intriga en el compañero de trabajo, ese que no se quedaría callado.

—¿Pero por qué estás tan encaprichada en hacer esa obra? Hay algún motivo escondido,

¿Alguna dedicatoria?... ¡Ya dímelo! Te lo voy preguntando desde hace un mes atrás. Exigió aquel

con semblante molesto, la chica arrimó su mejilla al vidrio —Que más le tocaba, decirlo— Así, que

ella asintió y el tipo detuvo el auto.

—¿Sí es por alguien?... ¡No me dirás la audiencia, por favor!. Criticó el cómico señor.

—No, es por un chico que conocí hace mucho, quería que el vea que aún le extrañamos,

que donde sea que esté, se sienta amado… —Perla suspira. —Es para él. Responde ella y el señor

se sonroja, sonríe encantando de la idea. —Esa es nuestra querida Perla, siempre poniendo el

corazón ante todo, ¡Eres una maravilla!. —El hombre va a arrancar el auto, pero queda quieto,

pensando en lo escuchado. —¿Pero… dijiste “el amor que sentíamos”?... esto es de dos mujeres,

¿Ósea que era un triángulo?.

Perla sonríe molestosa, le exige entre bromas al director que ya prenda el auto, que se le hacía

tarde, más a cambio, ella le contaría la historia de camino. Entonces, el director aceleró algo fuerte

y creyéndose que iba en una carrera, esquivaba los autos de su adelante, Perla se aferra de su

cinturón de seguridad, sus ojos asustadizos se clavaban en el hombre, aquel que empezaba a darle

una pícara sonrisa.

—No soy tan tonto… —Expresa el astuto. —¿Por qué le has pedido este favor a Layla?

Vamos, aparte de ser famosa, ustedes en verdad se conocían. Dijo aquel, Perla se lanzó contra el

acolchonado asiento, torcía sus labios a la vez que sobresalían de la normalidad.

—Sí… ya nos conocíamos. —Perla hace cara de disgusto. —Y tu creías que te mentía, pero

no, nosotras pasamos los años de instituto juntas…. Bueno, no tanto así, solo hasta cuando él

estuvo con nosotras, antes de que se marche no sé a dónde. —Perla mira hacia atrás, toma una de

las revistas del director y la abre sin leerla. —La verdad éramos juntas, ella siempre me cuidaba,

pero digamos que yo le puse final a eso…

—¿Y por qué? ¿No te gustaba sentirte pequeña?.

—No fue eso… es que yo era tan ingenua y no me entendía ni a mí misma, aun me suele

pasar… —Perla cambia la hoja y ve un artículo completo de Layla, ahí una foto muy llamativa, se

mostraba en la mitad de todo. —Ella era y es tan hermosa y terminó saliendo con Anan, el joven

que después de todo, me gustaba y me gusta… él fue y creo que será nuestro único amor. Expresó

la pelirroja cerrando la revista, echándola nuevamente hacia atrás. El Director quedaba en silencio,

aquel solo le daba una palmada en el hombro.

Los ojos grises de Perla se asomaban hacia el panorama, pronto llegarían a su hogar.

—…No me sentiría tan mal, si le hubiese dicho en ese entonces lo que sentía, aun cuando

no cambiase nada… —Perla recuerda a Layla, revive sus ultima palabras antes de irse. —“A veces

hubiese querido que lo hayas hecho a tiempo…” él comprender mis sentimientos. Pensó esta, a

medida que suspiraba hondo, el hombre intentaba levantarle los ánimos.

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—Dicen que cuando es amor verdadero, el alma de los enamorados se vuelve a hallar en

este mundo, sea en esta vida o en otra, con los mismos rostros o diferentes, pero con el mismo

sentir. —Opinó el señor sonriéndole amable, Perla entrecerraba sus ojos. —Así que sí él te ama de

verdad, a ti o a Layla, él dejará su escondite y te buscará o quizás sí en esta vida no ocurre, lo hará

en la otra, ¡animo Perla!. La sacudió el hombre, Perla se alejó un poco, esta sonría nerviosa.

—¿Qué hablas?. —Se despeina. —¡Eres un caso!. Perla se estira, esta se acerca al director

y se despide con el roce de sus mejillas, así se baja y camina hacia su casa. El director hacía sonar

los huesillos de su cuello, aquel esperaba que todo le salga bien a tan trabajadora muchacha.

Y Perla dejaba sus cosas en la sala, se quitaba su ropa en el camino y se encaminaba hacia el baño,

donde abría del grifo y adentraba, sus pies y demás cuerpo en la fría agua, no sin antes echar del

jabón líquido y agarrarse un moño en lo alto de su cabeza. Así, Perla esperaba que el agua le llegué

hasta el cuello, para después acariciar sus brazos y piernas con la loción —Cuál ¡Oh sorpresa! No

había tomado y había dejado en el cajón— Entonces, Perla se levantó, las gotas que resbalaban de

ella, hacían de un lago a su alrededor, esta entre zancadas iba al ropero y tomaba de las cremas de

baño, iba regresando, pero recordó de la toalla, así que repitiéndose que dejaría de ser de una

manera tan olvidadiza, llevaría todo lo necesario.

—Ya tengo la loción. —Gira a la derecha. —¡Cogí la toalla!. —Gira a la izquierda. —¡Ya

tengo la esponja!. Perla daba otro paso encima del agua, no obstante, antes de meterse de nuevo

al agua, sus ojos divisaron del shampoo, eso por lo cual apresurándola a tomar, dio un mal paso

sobre el charco y pasó lo inevitable, Perla resbaló, sus minutos en el aire terminaron con un seco

golpe en la cabeza.

—Auch… no me duele… —Perla mira de la loza, aún estaba muy quieta del impacto. —No,

no espera… a-a-¡Auch! Sí duele… el dolor vino, ¡Me duele mucho!. Gritó Perla viendo como su

brazo había caído sobre el shampoo y este se estaba derramando todo. —En realidad, era todo un

desastre— Era en esos instantes que Perla recordaba de sus penas y la melancolía se apoderaba

de ella.

—¿Por qué soy una fracasada? ¿!Por qué siempre me pasa todo a mí!?. —Perla hace

berrinche aun en piso. —¡Estoy harta de mi misma! ¡Nada hago bien!. Se gritaba a sí misma, a la

vez que cerraba sus ojos fuertemente y se jalaba el cabello. —Esto sería un momento de silencio,

empero en medio de su tormentoso rato, en la mente de Perla llegaron unas suaves palabras,

estas tenían el tono y la amabilidad de aquel hombre, de Anan.—

—Tienes un alma y corazón tan especial e inigualable, no eres fracasada. Brotó aquel y

Perla abrió fuertemente sus ojos, miró hacia todos lados conmocionada, más no había nadie a su

lado. —¿Anan?... debo estar volviéndome loca. Susurró la joven levantándose de a poco, viendo de

lado como toda su cabellera se separaba del piso, aquel que aún estaba rojo —Eso no era pelos,

eso era sangre. —Y Perla volvió a gritar, los vecinos ya estaban acostumbrados. Más, guardando la

calma fue un trapo y secó su cabeza, tenía una pequeña abertura, esta que tapó con algo de café,

un viejo truco de abuelas.

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—Esto fue un gran susto— Pero Perla ya estaba bien y sentada aun con la toalla en su cuerpo, se

hundía en el sofá de su sala, desde ahí, tenía una vista hacia casi toda la ciudad, cuál empezaba a

oscurecerse, prendiendo sus luces como sí se tratase de muchas estrellas tocando el piso.

Perla movía sus piernas logando acariciar sus pies entre sí, lentamente la joven observaba aun el

desorden que había sobre su mesa, como el mismo álbum, donde eran las fotos de Anan, la chica

lo tomaba entre sus manos, miraba nuevamente el rostro de él, esa foto donde era un hermoso

Príncipe.

—A veces me pregunto si ya debería olvidarte. —Una lágrima cae de sus ojos. —Pero, una

cosa es decirlo y otra es hacerlo… no puedo, ¡No puedo, Anan! ¿!Por qué!?. La gota recae sobre la

foto, justo sobre la mejilla del sonriente muchacho. Perla lanzaba su cabeza encima del libro, ella

quedaba unos segundos sollozando, intentando no dejarse de sus aturdidos sentimientos, estos

que después de tantos años, volvían a molestarle.

—Es que todo lo que vivo, me recuerda a ti… —Perla muerde sus labios. —“Las luces” tú

me decías que parecían estrellas… siempre veíamos el anochecer en los parques, regresando de las

practicas, a veces éramos tu y yo, otras fuimos los tres… y al último terminaron siendo los dos… La

mujer da vuelta a la página, ahí estaban pequeñas fotos donde se veían todas las muecas de Anan,

ahí eran sus fotos imprevistas, esas que él tanto odiaba. Perla las observaba con los ojos llorosos,

ella se reía de cada una. —Esas expresiones nunca se las enseñabas a Layla… ¡Claro! ¿!Como se las

harías!?.. —Perla daba un aplauso expulsando una carcajada, remembrando esas veces que ella

era perseguida por él, los gritos, reclamos y risas, mismas que terminaban en el vacío de las frases,

en la placidez de un descanso, sobre el césped o las bancas de algún parque.

Así, y con esa visión, Perla se recostaba en el sofá, entrecerrando sus ojos, sintiendo la brisa que se

entraba por una abertura de su ventana. —Anan, esos momentos… eran vida. Susurraba alegre.

No obstante, cruzando las calles, llegando al copulado centro, dentro del prestigioso teatro de

Hamlet, se oía el resonaba de una voz femenina, de sus pasos casi bailados, que correteaban de

norte hacia sur, ella que entre saltos que parecían volar, misma que se dejaba caer elegantemente

al piso, Layla, cuyos ojos cafés se levantaban con deslumbres por encima de la luz del escenario,

aun cuando era un ensayo, esta se lo tomaba muy enserio.

—¿Será ¡Oh! Compasivo amor que me dejarás nuevamente?. Exclamó la castaña, ella que

se inclinaba a tocar las puntas de sus pies. —¡No permitas que la soledad me inunde!. Dijo con su

suave voz, viendo hacia donde estaría su pareja, esa que no estaba; pues, la única dentro de tan

grande lugar, era solo ella. —Y la voz de Layla se bajó— La castaña cerró sus ojos, su postura se

encorvaba, aquella agarraba sus piernas con los brazos, volvía a ver a su frente, todo iba tan igual

a como era la obra, esa que se llamaba -----(igual que la historia) escrita por el maestro de ellos. Y

Layla estiraba sus manos con sufrimiento. —¡Regresa conmigo! Aun cuando la distancia más larga

y ancha que los cielos o tan infinita e interminable como las olas del mar, prométeme que aun así,

regresarás a mi… —Layla mueve sus piernas y termina arrodillada, sus ojos parecían no estarse

quietos. —Solo sí es así, yo os dejaré ir… mi noble poeta que quiere conocer del mundo, yo no haré

de ti un esclavo ¡Anda! Y conoce de lo más bello para que lo compartas conmigo. Layla simula que

la levantan del piso, ella alza sus brazos y se engancha del personaje ficticio, ella posa su rostro

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sobre el pecho de la nada, su suspiro se clava en sus labios y sus ojos quedan flotando dentro del

espacio. —Era ahí cuando los aplausos sonaban, Layla lo escuchaba tan claro, incluso podía ver

cómo la gente se paraba, este era el termino del segundo acto. —

Y Layla cerraba sus ojos, imaginaba que el telón se bajaba y que ella quedaba tras de él junto con

su compañero, con el papel del poeta, con ese que siete años atrás, Anan encarnaba. —Y Layla

guardaba silencio, ella se aferraba a abrazar más fuertemente lo que no había, así logrando solo

atarse a ella misma. Entonces, la castaña abrió sus ojos viéndose con todo el escenario solitario.

—Anan… ¿En verdad está correcto que hagamos esta obra? No es solo el dolor suficiente,

yo no sé… no puedo estar en este lugar y estar junto a un desconocido, no puedo terminar y ver los

aplausos del público y además ver la cara de Perla, ella sonriendo como sí nada. —Layla retrocede

apartando sus brazos hacia atrás de su espalda, clavando sus ojos al frente. —¡Aun cuando en esos

años, ella detesto tanto esta obra! …porque los protagonistas éramos tú y yo, amándonos y

diciéndonos que nunca nos separaríamos…. Layla cayó de rodillas al piso, dejó su frente en el piso,

suspiro hondo y acarició sus manos.

—Ella… Perla me dijo que estabas nervioso esa vez que en su cumpleaños… —Layla alza su

mirar. —¿Y no fue así? Que ese regalo que después le distes con otra excusa… ¡Igual era para ella!

…dime, no serán verdades lo que ella ve en sus sueños… ¡Eso que por despistada nunca supo!. La

castaña dio vuelta a su cuerpo —Todo parecía ser parte de una obra, pero ya no era así — Aquella

se levantaba con parsimonia, ella estiraba sus manos como si él las tomase y la jalase a danzar, así

vuelta tras vuelta daba Layla mientras recordaba de aquel momento, cuando feliz corrió a avisarle

a Perla sobre que Anan le hubiese aceptado su relación.

—Nunca olvidaré tu expresión… —Pensó Layla, remembrando esa congelada cara, esos

penetrantes ojos que al abrirlo, parecía abarcar todo su rostro, esos labios que se secaban de la

nada, su pálida piel y sus cabellos que volaban con la fría brisa que también se oponía. —Y pensar

que al principio te pusiste feliz… ¡Jah! Es que no lo habías pensado… ni siquiera lo asimilabas… Y

Layla saltaba entre el espacio del pasado, ahí lo que eran risas, terminaron siendo llantos y duras

confrontaciones, estos que culminaron con el final de su amistad.

—¡No quiero ser tu amiga! —Gritaba lo que sería la voz de Perla, esa que flotaba en la

cabeza de Layla, la cual seguía danzando. —¡Me duele escucharte! ¡No quiero saber más sobre ti y

Anan! Yo… solo quiero alejarme. Había dicho esta menor dejando caer una lagrima ante esa Layla

de siete años atrás, ella cuál empezaba a entender la realidad.

—A ti, a ti te gusta Anan. Respondió la voz de Layla, unificándose con el presente, viendo

el rostro tan penoso de Perla, aquella que se apartaba de la escena, esa que desaparecía entre las

sombras de su imaginación, la cual le había dejado sola.

Y Layla regresaba a su instante, ella arqueaba su cuerpo para atrás, dejaba sus ojos hacia el tejado.

—¡Como te lo podía decir! Yo sabía que así no podrías hacer la obra… tenía que confesarlo

después de ello… —Layla se incorpora, queda quieta. —Tu rostro de tristeza también fue nefasto al

descubrirlo, ambos tenían esa misma expresión ¿Cómo debía sentirme yo?... sé que era nuestra

amiga, pero… ¡Qué podía hacer!. Layla gira el rostro hacia atrás, ella veía del telón y observaba de

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su reloj, ya pronto cerrarían el teatro y ella debía marcharse. —Anan… yo no tengo la culpa… yo no

tengo culpa en que ella sea así… ¡Por qué ella pudo participar en mi lugar! Y estar contigo en esta

obra, pero… ¡Prefirió estar sentada en el publico!. Gritó secamente en medio del escenario, dando

con su suspiro, el final de su momento, levantando su quijada y avanzando a tomar sus cosas,

dejando al vacío en total silencio.

Layla abre el telón para retirarse, más en aquel momento, una brisa cálida abraza su frío corazón,

ella de inmediato ve hacia atrás, no había nada, pero una sonrisa brotó en ella.

—…Aun cuando ella te dijo que se esforzaría por ser la mejor actriz. —Layla abre bien sus

ojos, se queda impactada de sus palabras. —Todos queríamos que ella sea buena, que saque su

artista interior, el maestro estaba feliz de verla cuando hacia brillar el escenario… —Layla sonríe,

ella se da vuelta, saca su celular y se retira del teatro. —Pero no te preocupes de nada, Anan… ella

va a cumplir esa promesa, así sea a las malas.

—Entonces así serían las cosas— y Perla volvía a abrir sus ojos, esta se movía perezosamente de

sus manos, un fuerte estornudo la despertó de una, era el suyo mismo, su nariz moqueaba un

poco, y claro, sí estaba la ventana abierta. Perla se levantó a cerrarla, rascaba su cabeza ante su

pequeño descuido, ella iría por su pomada mentolada; no obstante, al avanzar hacia el cuarto, sus

pies se mojaron, esto hizo que ella baje sus ojos hacia el piso, encontrándose con que su casa era

todo un río.

—¡Oh Dios mío! —Gritó Perla. —¡He olvidado cerrar la llave del baño!. La pelirroja saltó,

ella cerró del grifo y buscó de un trapeador y una lavacara, así pasó sus siguientes minutos, con su

rostro clavado en el agua con mente reprendiendo de su descuido.

Empero, en aquel momento de desorden, donde Perla corría para recoger sus cosas y salvarlas de

ser empapadas, su teléfono sonó, Perla iba por él encontrándose con que era nada más y nada

menos que su vieja amiga Layla, quién amigablemente, le invita a tomar un café, un buen instante

para organizar las cosas y detalles de la obra a realizarse. Perla no demoró en aceptar, terminar de

arreglar más o menos y apurarse en vestirse.

Y Perla tomaba las llaves de su auto, bajaba las escaleras y arrancó nuevamente hacia el centro de

la ciudad, hacia aquella cafetería que llevaba mucho en el mercado, esa que aun cuando estaban

jóvenes, iban a visitar y a molestar. —El Café Net.— Una hueca para muchachos y adultos.

—Me alegra que Layla haya aceptado. Susurra Perla sin siquiera sospechar lo que pasaría

una vez ponga sus pies y su rostro frente a la sonriente Layla, esa que ya le esperaba con galletas,

tartas de frutilla y capuchino servido. —Lo que siempre pedían hace años. —

Perla la saluda, agradece y se sienta a su frente.

—Hace mucho que no vengo a este local. Comenta observando todo lo nuevo que había.

—¿Desde que desapareció Anan? ¿O desde que te peleaste conmigo?. Pregunta Layla,

Perla se queda callada, esta algo incomoda bajó la mirada observando de los meseros y jóvenes

que se ponían a tomarse fotos, riendo y subiéndose a las mesas.

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—No… fue desde que Anan desapareció, no quería recordar esos momentos… deseaba

solo olvidarlo. Respondió Perla volviendo a Layla sonriéndole amistosa. —No te he pedido perdón y

es algo que… no me lo puedo guardar. Acotó la pelinegra de rizos.

Layla suspiró, le dio un sorbo a su capuchino y se tiró delicadamente hacia el mueble.

—No tienes por qué hacerlo, ya ha pasado después de todo. —Dice Layla seriamente. —

Lo que sí me gustaría saber es por qué quieres hacer esta obra… ¿O es que quieras olvidar todo?.

Dijo la castaña hundiendo sus ojos cafés en Perla, quién infló de su pecho y se posó sobre la mesa.

—Anan una vez me dijo, me prometió… que luego de ocho años esforzándonos en esto,

íbamos a llegar a hacer una obra en el teatro de Hamlet. Confesó Perla.

Más, Layla recogió sus brazos cruzándolos al arquear su espalda hacia adelante.

—¿Quieres cumplir su sueño?. —Interrogó nuevamente, Perla asintió. —Si lo que quieres

es eso… lo mínimo que deberías hacer es participar en esa obra, ¿No es acaso que tú misma le

prometiste que serías una buena actriz, que brillarías en los escenarios?. Expresó Layla, Perla saltó

en su asiento, ella sonreía nerviosa y explicaba lo difícil que era para ella subirse a un escenario

luego de todo lo que paso, en fin, excusas muy emocionales, algo a lo que Layla no podía cuidado.

—¿Es decir que no quieres actuar?. Empero, Layla interrumpió.

—No quisiese hacerlo. Se sinceró Perla.

Y así, Layla se levantó, no le importó que aun su postre no haya sido terminado, esta solo tomó de

sus cosas, sonrió a Perla y pagó la cuenta.

—Ya estoy arreglándomelas para que me den el teatro. —Layla saca las llaves de su auto,

se da la vuelta, aun cuando Perla estaba confundida. —Pero… yo te diré algo, sí tu no decides

actuar en esa obra… yo me opondré a ello y a todo. —Layla la mira de reojo, ella estaba diciéndolo

muy en serio. —Así que esperaré tu respuesta… quiero que actúes en el lugar que te correspondía,

junto a Anan, la coprotagonista de la escena. Advirtió la castaña y luego de ello, sin esperar más

palabras, se retiró dejando a una pelirroja totalmente absorta con su petición.

—Pero… ¿Por qué?... Perla terminaba su capuchino, aquella si quiera pudo comer alegre

de su pastel, la chica de ojos grises se daba un espacio para caminar antes de regresarse a su casa,

la noche estaba en su apogeo, las luces brillaban encima de las avenidas llenas de fiesta y de baile,

Perla caminaba hacia un lugar más tranquilo, el acostumbrado parque vecino, ahí donde había un

raro monumento de arcos y colores, ese que quedaba cerca del hospital de donde había sido

llevada, Perla sonreía abstraída.

—Después de que me considero ser una mala actriz… Layla me dice esto, es notable que

nadie vaya sí es que yo estoy actuando, las personas buscan de Layla, no de mí. Perla tiraba de su

cabeza para atrás, caminaba cruzando de sus pies en línea recta, parecía que en cualquier rato, se

iba a caer, no obstante, eso no fue lo que le pasó, viendo distraídamente de las estrellas, no se dio

cuenta de que a su frente también venia otra persona, quizás igual de atontado que ella y así,

ambos se tropezaron, haciendo que la mujer caiga al piso.

—¡Pero debes ver donde caminas!. —Dijo sin levantar mucho la voz, acariciando de sus

glúteos y aceptando de la pronta ayuda del quién era un joven, ese que no paraba de disculparse,

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expresando que estaba viendo de las estrellas. Perla hizo una mueca avergonzada —¿De qué se

quejaba, si estaban en las mismas condiciones?—

—No te preocupes, ni que me haya herido. Comenta Perla limpiando su ropa, el chico da

un suspiro de alivio, alza la mirada y se centra bien en ella, de seguro que le conocía.

—¡Te conozco!. —Grita el joven, Perla salta. —Eres la chica que se desmayó en la fuente,

¡Me da gusto de verte bien!. Comenta el joven acercándose un poco, Perla entrecierra sus ojos,

ella le agradecía por su ayuda.

—¿Quieres ir a comer algo?. Más, rompiendo del hielo, este sugirió.

—No, ya vine comiendo… Respondió ella.

Y los dos se quedaron observando los rostros por unos momentos, tal vez sería de mal gusto que

Perla se retire, entonces le invitó a sentarse a tomar algo de aire. El joven contento, le siguió.

—Trabajo cerca, esta es la hora a la que salgo. Compartía el joven, Perla asentía oyéndole

serenamente, pero sin cambiar su preocupación ante lo pedido por Layla. El chico le miraba, de un

momento a otro, empezaba a sentir algo de curiosidad.

—Sí te ha pasado algo malo, no te inquietes… —Aconsejó aquel llamando la atención de

Perla. —Tú puedes contra todo, no hay nada imposible cuando uno pone su carácter y alegría en lo

que hace. Expresó el pelinegro joven cuál regresaba su vista a las estrellas. Perla le observaba algo

cautivada, pero asimismo mortificada.

—¿Cómo sabes que lo podré hacer?. Responde cortante.

—Bueno… es que tú luces diferente a los que lanzan la toalla. —Él sonríe. —Es como decir

que tienes el alma y el corazón para hacerlo. Determinó este. Perla quedaba impactada, ella se

levantaba de la nada, observaba del joven, ese al cuál una vez, le llamó Anan por equivocación.

—¿Te parecen las estrellas igual que luces en la tierra?. Preguntó de la nada, él joven se

vio algo confundido, más ante las insistencias de Perla, él habló. —Creo que sí, es coherente, sí.

Y la chica le dio un gran apretón de manos, ella retrocedió con una enorme sonrisa y casi que

balanceándose de pie en pie. Perla decidió marcharse, no sin antes, dar una respuesta sobre esto.

—¡Lo haré! Juro que me ¡esforzaré lo máximo!. Gritó ella y salió corriendo como loca,

avanzando hacia su auto que estaba estacionado a unas cuadras.

El joven sonreía sin entenderla, él rascaba su cabeza y con un respiro, regresaba su vista hacia las

estrellas, recordando de la inusual pregunta de la pelirroja. —Que bien que no se le haya olvidado

nada más que su cartera. Susurra tomando del bolso sobre sus piernas.

—Y así Perla llegó a su casa, ella fue directamente a su estudio, observó el ancho y el largo del

lugar, esta se adentraba, colocaba de su colección de suave música y buscaba entre su librería el

libreto antiguo que le diese su profesor, Perla volvía a ensayarlo a medida que interpretaba de su

papel, una joven mujer que abandonaba de sus sueños por estar con el amor de su vida, un poeta,

que al final, afligido de no ver el mundo, decide salir a buscar si amaba más el arte o su mujer.

Así, Perla caminaba a lo largo del lugar, ella debía coordinar sus delicados pasos con la feminidad

de aquel papel, dramatizar con altos tonos y encorvarse como quién rogase bastamente que no se

vaya el amor de su vida. —Para Perla era muy difícil— Y bastamente se caía, ya eran varios

intentos en la misma escena, tal vez a simple vista se veía muy bien, más esto no convencía a la

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pelirroja y por ende, las horas pasaban y ella continuaba encerrada en su estudio, lanzando de sus

brazos al aire, corriendo entre puntillas, cayendo al piso y levantándose rápidamente, sin titubear

ni balancearse, sacrificándose por buscar la modulación correcta. —Así, Perla se esforzaba, más sin

embargo, a medida que ella abrazaba la nada y se complementaba con ella, la imagen de Anan se

presentaba como ente cirscundante, llevándola a los fijantes recuerdos de esa obra, misma que no

tuvo igual, esta que se llevó los aplausos, las lagrimas y las euforias del publico presente, esa que

le hizo famoso al docente, pero que también se llevó a nuevos horizontes a Anan, cuál luego a

pesar de los suspiros y años, no regresaba.— Perla daba un salto, dramatizando a la mujer que le

bloqueaba el paso a su amante, ella que se agachaba de a poco, clavando sus compasivos ojos en

aquel que lo podía soportar estar en la casa.

—No puedo dejarte ir… tú me dices que así comprobarás sí amas más la poesía que a mí,

¿Pero qué sí es así? Me dejarás aquí ¡saboreando de mi amargura!. —Perla tapa su rostro. —No,

no quiero esto… así que prométeme que regresarás… Perla cae al piso, sus ojos ven a la atmosfera,

esta sentía la voz de Anan respondiéndole, tal igual y con el mismo drama que hace siete años.

—No puedo prometer eso. Sonaba la vociferación fantasmal de Anan.

—Debes regresar… porque te llevas mi corazón y así entenderás que nadie puede vivir sin

él… vendrás y no te demorarás, porque mi vida está en tus manos. Decretó Perla, esta que sin más

palabras, quedándose en el vacío de su espacio, derramó una lagrima, una tan desconsolada, una

de alguna manera, diferente a las demás, una que conlleva toda su tristeza.

—Fue nuestra culpa… nuestra culpa Anan… de que tú te hayas ido de nosotras… Y Perla

continua llorando, sus sollozos tapaban su respiración, esta hundía su cabeza entre sus piernas, la

obra ya había culminado, en el escenario solo quedaban sus penas, su mente llena de sentires que

no podía corregir, de decisiones y de añoradas remembranzas, esas que como espina, lastimaban

de su corazón. —¡Es que no puedo hacerlo!. Perla golpeaba con su puño el piso.

—Ya no estaba ella, solo eran esas palabras que flotaban en el ambiente, esos instantes en que

todo aún se pintaba con la gracia de Anan—

« FLASHBACK – RECUERDOS DE PERLA» ----------------------------------------------------------------

Anan estaba en su casa junto a una adormitada Perla, esta que era frente a la tv. No obstante, era

más que no notable que Anan no estuviese viendo ni de ella como tampoco de la Tv, este solo era

perdido en su mundo, en su sentir cuál fue interrumpido por sus incontenibles tosidos, esos que

parecían no tener fin y que levantaron bruscamente de Perla.

—¿!Estás bien!?. Y esa Perla de siete años atrás, tomaba a Anan entre sus brazos, ambos

con sus ruidos llamaban la atención de Layla, aquella que traía un vaso de agua inmediatamente,

esta que golpeando de su espalda levemente, lograba calmarlo.

—¿Qué ha sido eso, Anan?. Perla mira a Anan, aquel volvía a respirar normalmente, sus

manos se bajaban de su pecho, sus ojos algo adoloridos regresaban a una normalidad.

—No es problema, me he atorado con algo. Excusó Anan. Perla asentía intentando no

darle mucho interés, después de todo, en ese tiempo ya no se hablaba mucho con Layla, más

como era el cumpleaños de Anan, los tres debían estar juntos.

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—Está bien… volveré a descansar… —Perla se estira, se recuesta y cierra sus ojos. —Estoy

muy cansada, prometo que solo serán cinco minutos. Dijo ella.

—No hay problema. Opinó él llevando su mirar hacia una preocupada Layla, esta que con

los brazos cruzados y los ojos llorosos, regresaba a la cocina. Anan suspiraba, él se levantaría a

ayudar a Layla, no obstante al escuchar sus llantos, decidió regresar. (Esto eran visiones tales igual

a los pensamientos que cruzaban por la mente de la triste Perla de veintiún años) Y Anan seguía

hacia el mueble donde estaba la joven pelirroja, este miraba hacia la ventana, el cielo estrellado se

presentaba con deslumbres —Aquello era lo único en que Anan se distraía— Y tal motivo por el

cuál no veía de su frente ni del piso, ahí donde estaban todas las cosas de Perla botadas, esas que

le hicieron tropezar, mismas que le hicieron caer casi que sobre Perla, misma que ni lo sentía.

Y Anan abría bien sus ojos, atestiguándose estar sobre Perla, con sus manos cerca de su cabeza

con sus piernas casi que juntas y sus pechos en medio de una melodía fuerte, en medio de la real

asfixian del corazón, ese que se mantenía en una brutal pelea y dilema sobre que la reacción que

Perla debería tener. —¿Qué era mejor? ¿Qué ella abra sus ojos o no?— Anan tragaba saliva,

buscaba levantarse rápidamente, empero sus ojos no podían alejarse de la imagen tan pacifica de

la adolescente, de sus labios a los cuales lentamente se acercaba.

—¿Por qué?... —Anan entrecerraba sus ojos acercándose más. —¿Debería detenerme?

Debería pedírselo a ella… ya no lo sé… creo que muy tarde ya. Anan cerraba sus ojos y con ello una

escena nueva e inesperada se clavaba en un suave roce de labios. (¿Esto pasó? Nadie lo sabe,

peormente una aturdida Perla).

—Sin embargo, ahí no acabó el instante— Pues los pasos cercanos de Layla llamaron la cordura de

Anan, este que levantándose rápidamente se chocó con el asombro de la mujer, con Layla, misma

con la que, desde la cocina discutían entre el sueño de Perla.

—¡Que es lo que sientes! ¡Dime la verdad de una vez!. Gritaba Layla muy dolida.

El silencio de Anan se clavaba por un buen momento, más él observaba a la castaña, la quería

tanto y no quería lastimarla más.

—Yo te quiero a ti… —Habló Anan. —Pero a ella… a Perla, la amo. Decretó aquel con una

voz muy firme, pidiéndole además de su comprensión. Layla retrocedió impactada, con sus manos

encima del corazón y casi que perdiendo la firmeza.

Anan retrocedía también, aquel regresaría a la sala, él bajaba su mirada.

—Layla… —Susurra. —Yo creo que ya es hora de que se lo cuentes, también.

«FIN DEL FLASHBACK – FIN DE LOS RECUERDOS DE PERLA» ----------------------------------------

Así, los ojos grises de Perla volvían a ser abiertos, ella con el corazón en la mano, levantó de una

manera inmediata, aquella tomaba su teléfono y sin fijar como tampoco, interesarle la hora, llamó

a Layla, misma que luego de algunas timbradas, contestó.

—¿Por qué la llamada a esta hora?. Exclamó la castaña no tan agradable.

Perla caminaba con el móvil bien pegado a su oído, esta se acercaba a su puerta, tomaba las llaves

de su carro y bajaba las escaleras, los vecinos le oían desesperada, más ellos no se levantaban.

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—¡Quiere que me digas eso que nunca me has dicho!. Gritó Perla, Layla quedaba fría.

—¿De qué me hablas? ¿Estás en tus cabales?. Respondió a punto de colgar, no obstante,

Perla ya había subido al carro y en secreto se dirigía a su casa. Perla no se dejaría abandonar.

—Yo te dije hoy… perdóname, porque hay cosas que no se pueden ocultar por muchos

años, tú debes entender eso, Layla. Murmuró la mujer pelirroja, más Layla guardaba un poco de

silencio, apenas si quiera se escuchaba su respiración.

—He aceptado lo que has pedido, me he pasado practicando aun cuando no me convenza

para ser un buen papel… voy a hacer la dramatización de “Katrina” esa que cree en su amor aun

cuando todo parece desboronar, aun cuando su poeta demora en regresar… ella nunca pierde las

esperanzas de que le diga “Sí, te he extrañado más y veo que sin ti, mis poesías no brotan”… —Y

Perla quebraba su voz, Layla estaba ciertamente confundida, más aquella ya imaginaba lo que

seguía.— Así, se veía a una Layla en pijamas, esta que tomaba su bata y bajaba las escaleras para

dirigirse a la cocina, donde tan serenamente —aun con el teléfono en el oído— preparaba de un

café con crema.

—Me alegra escuchar que serás Katrina, aun no decido quién sea Cyrano. Comentaba la

castaña, al momento que la pelirroja callaba. —Sabes… seguro que el papel te asienta muy bien, es

una lástima que no lo hayas interpretado hace siete años atrás. Terminó Layla.

—La lástima es no algo que exista para mi… Anan siempre me lo decía y también es por

ello que haré el papel, porque yo sí cumplo con las cosas que él me pidió. Perla gira hacia con su

auto hacia la derecha, a donde estaba la entrada a una urbanización, presenta sus datos y sigue

por las calles, dirigiéndose y llegando por fin a la casa de Layla, cuál desde su mueble, esperaba el

sonar de su timbre —Y así pasó— Entonces Layla le abrió y ambas quedaron frente a frente.

—Dime que quieres decir… que deseas que te diga. Enfrentó Layla.

Perla respiraba agitada, más sus ojos se fijaban directamente con su compañera, esta vez estaba

decidida a no bajar su cabeza, a levantar más de su voz.

—¿Yo le gustaba a Anan?. Preguntó muy segura de su interrogante.

Layla no se mostró sorprendida, al contrario, su rostro presentaba una rendición. Entonces, Layla

dejaba escapar un suspiro, se arrimaba al portón y desviaba su mirar hacia el cielo.

—Yo te dije que no le prestes atención a tus visiones extrañas… —Comenta Layla. —Creo

ya haberte respondido eso… tu no le gustabas a Anan. Layla hunde sus labios, se da media vuelta,

sus ojos se entrecerraban con cierta melancolía, pero se notaba que ya todo estaba curado,

contrario a Perla, quién se quedaba plasmada en la puerta, viendo como lentamente, Layla le daba

de su espalda. Más, ahí no terminaba, la voz de la castaña continuaba secamente. —A Anan no le

gustabas… ya que lo que él sentía por ti, fue amor. Confesó la adulta, ella que guardando de su

rencor y respiración, le invitó a pasar.

Y Perla quedaba impactada, aquella siquiera se movió por largos segundos de su sitio, esto fue

algo que no parecía no darle importancia a Layla, cuál continuó arreglando la mesita pequeña y

acomodándose en el sofá donde luego, la acompañase la abstraída Perla.

—Sabes… —De momento, interrumpe Layla. —El amor no es algo para distraídos. Opinó

la castaña y Perla alzó su mirar. —Esto es algo que a menudo me decía Anan… él día en que él me

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dijo esto, fue en su último cumpleaños… él me confesó que te amaba pero que tú no le dabas ni

siquiera interés… —Layla ve su estantería de tragos, ella avanza y se sirve un vaso. —Yo ya sabía

en ese entonces de tus sentimientos… pero me sentía tonta, de más. Compartía la amarga Layla.

Perla se quedaba con su café, ella aun lo tenía en sus manos sin darle ni una probada.

—¿Nunca le dijiste?. Murmuró al pelirroja, Layla le observó.

—Se lo dije… pero tal vez no en el mejor momento… y bueno, quizás nunca sería el mejor

instante para tal noticia. —Layla empieza a acariciar su vaso. —Tu sabías, aunque tarde, que Anan

tenía una enfermedad, él sufría del corazón y su accidente luego de la obra no solo fue por el auto,

sino porque… Layla quedaba en silencio, una lágrima se desgarraba de sus ojos, esta miraba de su

trago, aquel vaso que en sus manos, empezaba a temblar. Perla se acercaba a ella, aun cuando

malo podía ser, ella quería ser su valor y entonces, la pelirroja tomó sus manos con calidez. Ambas

se vieron claramente.

—¿Entonces por qué fue?. Expresó Perla.

—Fue porque… —Layla baja la cabeza. —Yo le confesé de tu amor a él. Decreta la castaña

y la sorpresa de Perla fue inmediata, aquella soltó las manos de Layla y se las llevó a sus labios, sus

ojos parecían titubear entre la realidad y el tiempo.

—Perla recordaba de la sonrisa de Anan, de sus ocurrencias, de sus preocupaciones, de sus bastos

cumplidos, de sus sacrificios, de sus encuentros, de sus diversiones, sus secretos, en fin, de todo

por muy pequeño que sea.— Perla agachaba su cabeza, no sabía sí agradecer a Layla o maldecirla

por tal error que le costase la vida al amor de su vida.

—Anan ya estaba enfermo desde que llegué… yo noté su estado rápidamente, pero él me

hizo jurarle que no te diga nada, ¡que tu debías triunfar, pese a lo que sea!. —Exclamó Layla con su

serio tono. —Él de todas maneras iba a dejarnos.

—¡Cállate Layla!. —Interviene Perla, más la castaña la tomó del rostro, la veía fijamente,

ella no se callaría. —¡Él iba a morir! Y qué mejor que sepa que ¡tú lo amabas también!... ese día, él

estaba muy feliz, su sonrisa salía espontanea de su rostro… —Layla suelta más lágrimas. —Anan

me dijo “No puede ser este día mejor” y me pidió que le diese un momento, que iría a comprar algo

para ti, qué pensaría en cómo sacarte esas palabras que quería ¡oír de ti! Esos… “Te amo, Anan”…

—Layla se aleja de la petrificada Perla. —Yo en ese momento, me sentí también feliz… pero no

pensé que… que su corazón este tan débil… Comentó la adolorida Layla, ella que calificaba para sí,

como una asesina. —Y Perla la escuchaba soltar todos sus sentimientos ahogados, sus criticas

duras hacia ella misma, poco a poco, Perla dejaba de remembrar a Anan, ella alzaba su mirar hacia

Layla, volvía a tomar sus manos.

—El amor verdadero se prueba a sí mismo… —Perla sonríe. —No importa sí debió pasar

esto… yo sé que Anan regresará… porqué así es el amor verdadero. Expresó la pelirroja, Layla se

quedaba en blanco, aun cuando se escuchaba muy ingenuo de parte de la otra, la castaña guardó

silencio y respeto.

Así, una sonrisa se dibujó en el rostro de Perla, ella cuál empezaba por disfrutar de su café y de su

panecillos de canela. Layla no le entendía, pero denotaba que ella era diferente a cualquier mujer

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que haya conocido, que su corazón y su alma, tal como lo hubiesen dicho el docente y Anan, eran

únicos y siempre veían más allá de lo presente.

—Entonces, si mis visiones eran correctas… —Habla Perla. —Lo que pensaba y anhelaba

nuestro docente sobre mí, era verdad… él decía que tenía talento, que debía esforzarme. Perla abre

sus ojotes, ellos brillaban muy contentos.

—Creo que sí. Respondió Layla dejando su trago, comiendo lentamente de los panecillos,

siendo interrumpida por la risa corta de Perla, cuál recordaba el basto distanciamiento que ambas

tuvieron después de la muerte de Anan. —Solo el trabajo le pudo poner fin a esto. Dijo Perla a

momento que avanzaba sus manos hacia Layla, que le animaba y que le pedía perdón.

Layla quedaba cautivada.

—Creo que Anan también era despistado y tú no le mataste… porque sí él no hubiese

olvidado del cinturón de seguridad, nada le hubiese pasado… —Perla abraza a la herida Layla. —Él

simplemente fue despistado… y es por ello, que desde hoy, yo me prometo no serlo más.

—¿A qué te refieres?. Layla ve a Perla levantarse con mucha energía, todo ya estaba más

claro para la pelirroja, un nuevo camino se había trazado y aquella con su puño en lo más alto, lo

demostraba.

—¡Vamos hacer esa obra! ¡Vamos a ensayar fuertemente!. —Perla levanta a Layla, quién

se queda impresionada. —¡Vamos a mostrarle nuestros frutos a Anan! Vamos a cumplir su sueño,

para que donde sea que él esté, vea aquello y saque su mejor sonrisa… que noté que la persona

que más quiso, es una excelente actriz y que a la que amó, nunca se olvidó de él. Declaró Perla con

todas sus fuerzas, logrando sacar una sincera sonrisa en Layla, quién continuándole, gritó con

furor, ambas, desde ahora, estarían dispuestas a dar su mayor sacrificio.

Y Perla corría hacia el estudio de prácticas de Layla, ella traía el libreto consigo. No obstante, antes

de que Layla le siga, la quedó observando un momento, parecía que alado de ella, el amor, la dicha

y la felicidad de Anan, siempre la acompañada.

—Al final… yo sabía siempre que Anan te amaba más que a nadie… Y Layla sonrió, ella

continuó con felicidad detrás de Perla.

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Y lo que continuó durante todas esas semanas antes, de fin de año, fue el arduo trabajo de ambas

mujeres, aquellas que repetían los diálogos, revaluaban movimientos, saltos, expresiones y

sentires. —Todo lo continuó ahí, fue el sacrificio bien recibido de Perla y Layla, cayendo y riendo,

levantándose y aprendiendo. Una etapa para perdonar y volverse a amistar.

Así, hasta que el gran día llegó.

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Y los niños corrían por las calles, ahí donde se veía en cada una de las carteleras, el poster que

promocionaba la obra, aquella que se titulada <Amor sin tiempo> la misma que se realizaría en

uno de los teatros más populares de la ciudad, en Hamlet. Entonces, en aquel panfleto relucía la

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fotografía de Perla, ella que reviviendo el papel de “Katrina” una ferviente amante que espera al

amor de su vida, aquel que sin contarle y alejándose de su pareja, se involucra en problemas

legales, por lo cual es encerrado, enfermo y además acosado por otra mujer, cuál le dificulta su

regreso hacia su hogar. —Esta obra era la muestra de la fe y además del esfuerzo de que no hay

limitaciones, cuando se ama de verdad.—

—¿Amor sin tiempo?. Susurraba entre la gente un hombre de adulta edad, aquel que se

veía interesado por la obra y por la cual canceló de sus planes, aquel tomaba su mochila, aun en

su edad, su sonrisa determinaba su juventud eterna. Este se estiraba y llevaba a los niños que

tenía a su cuidado, nuevamente a su escuela. —Este hombre se ganaba la alegría de los infantes.—

—Profesor ¿Va a ir a la obra?. Dijo el mayor de los niñatos, el docente sonrió, expresaba

que debía hacerlo, era muy importante hacerlo. —Después de tantos años, la obra que un día

escribió mi alumno, saldrá en un teatro y uno muy conocido. Habló al ver cómo la tarde caía.

Los niños mencionaban querer ir, el docente se reía gustoso.

—Saben… ellos también fueron un día muy alumnos… —Alza la mirada. —Así como ahora

lo son ustedes, es grato ver crecer a quienes aprecias y llegas a querer. Dijo aquel caminando por

el parque acostumbrado, viendo como las personas salían de sus trabajos, estirándose o riendo

con el fin de compartir lo que quedaba del sábado, así, entre esa gente, el maestro se chocó con el

joven pelinegro, ese que una vez ayudó a Perla; entonces, tras el choque, ambos se vieron.

—Perdóneme… Se excusó el chico agachando de su cabeza a la vez que la rascaba, el

docente sacudió sus manos expresando despreocupación, no obstante, antes de irse, observó que

este tenía una volante de la obra de Perla.

—¿Vas a la pieza de teatro?. Preguntó el señor. El joven bajó su mirar, observó la foto de

Perla y sonrió muy abiertamente a la vez que cálido. —Sí, si iré.

Y el maestro golpeó su espalda, entrecerró sus ojos y continuó su camino, no sin antes decir.

—Esa obra es una de las mejores, es definitivamente dada de otro mundo, es hecha de un

caso real, de un amor que se separa, pero que el mismo destino, se encarga de unir. Habló aquel

dejando al joven algo emocionado y solitario.

Más, por el lado de las mujeres, estas estaban más que ocupadas, una observaba cada detalle de

los trajes y el escenario, arreglando que todo salga perfecto, cordones bien atados, pañuelos de

colores, un ambiente italiano romántico. Y Layla hablaba con los actores, repasaban líneas y bailes,

más ella estaba pendiente del joven que haría del papel de Cyrano, aquel que de momento a otro,

se veía nada bien. —Esto sería un gran problema.—

—¿Qué sucede Bruno?. Mencionó Layla alejándolo del grupo.

—Creo que no voy a poder salir en la obra, me estoy esforzando para continuar de pie,

pero es imposible. —El hombre toca de su caliente frente. —Sé lo importante que era para ti, pero

estas cosas pasan, Layla. Y diciendo así, el defraudado tipo, dio la espalda y salió del escenario

tomando sus cosas. La castaña quedaba impactada, ella regresaba viendo del reloj, de los demás

actores que ya estaban listos, y además, guardando en su mente, la sonrisa tan animada de Perla,

ella cuál se esforzó como nunca para esta obra. —¿Cómo decirle que ya todo se iba a cancelar?—

No se podía hacer eso, algo debía hacer Layla, entonces inflando de su pecho, caminó hacia

adentro, esta también tomó sus cosas y se desapareció el resto de la tarde.

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Perla se probaba de sus vestuarios, ella se miraba en el espejo.

—¡Estás hermosa!. Mencionaba la costurera.

—Esta noche todo saldrá perfecto, haré mi mayor esfuerzo. —Dijo la pelirroja, ella que

dando vueltas dentro de la sala, soltaba de las líneas de su guión. —Es increíble que Layla se haya

ofrecido como directora de esta obra, así los espectadores aumentarán. Opinó Perla a momento

de darse un espacio para liberarse del estrés y salir a caminar un poco, entonces, Perla buscó de

Layla, no obstante, en ningún lugar la halló. —Que iba a sospechar Perla de lo que estaba pasando,

aquella solo se divirtió, observando de los lugares que gustaba. —

Pero la tarde caía y el regreso era inevitable, ahí ya se veía a Perla en los camerinos, terminando

de ser arreglada, el apuro de los actores y demás personal que se alistaban ante la llegada de las

personas que ya se sentaban en sus puestos. —Así, en eso llega Layla, quién es recibida por Perla.

—No he visto a quién será Cyrano. Menciona la pelirroja, más la castaña la abraza de

lado, le dice que no debe preocuparse, que pronto vendrá.

—Yo te dije que esta obra será un éxito. Susurró a su oído, continuando su camino, con

sus ojos puestos sobre todo, apurando a ciertos y entrando a su camerino.

Perla encogía sus brazos, más ya no había tiempo, acomodó sus últimos detalles y con paciencia y

algo de nervios, salió hacia la espera de la obra. Ahí tras telones, Perla observaba de las luces, oía

de los aplausos hacia el presentador. —Es hora, Perla… esto es por Anan.

—Y con ustedes, la obra de un amor sin límites… —Decía el locutor. —Amor sin tiempo,

protagonizada por buenos actores que harán saltar su corazón. Y el hombre dio reverencia y con

ello, todo empezó. —Y Perla salía, su voz y su rostro dramático captó la atención de todos, ella se

fijaba en ser una mujer enamorada, feliz de tener lo que tenía, ella que caminaba por en medio de

su jardín, esperando de la llegada de su pareja, aquel que ese día le había prometido, casarse.

Así, las manos de Perla, al igual que sus ojos danzaban en la atmosfera. Perla entrecerraba sus

ojos, desde sus adentros, intentaba sentir que estaba sola, que en aquellos asientos solo estaba

Anan, cuál como siempre, disfrutaba de sus actuaciones y su voz.

—¿Dónde estarás amor mío?. Soltaron los labios de Perla, era justo en ese momento que

saldría Cyrano, mismo que con rostro confundido, comenzaría con el dilema de dejar la poesía o

quedarse con su amante. —Sin embargo, del telón, por segundos que parecieron eternos, no salía

el supuesto actor.— Perla tenía el corazón en la mano.

Más, tras la curiosidad de las personas, salió el personaje de Cyrano, aquel como gallardo chico,

caminaba a abrazar a su novia desde la espalda, Perla saltó al sentirle y amorosamente, giró hacia

aquel, este que causó gran asombro al solo denotar su presencia, no solo para Perla, sino para

todo el público quién definía que se Cyrano, era Layla.

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—He llegado al encuentro, querida mía. Cyrano se sentaba a su lado, daba un suspiro

cansado y observaba del firmamento. Perla quedaba pasmada, más regresando a su papel, postró

su cabeza en el hombro de la actriz.

—Hoy es un día especial… las nubes curiosas se han asomado, tapando del sol… esto nos

da una sombra, un espacio a oscuras solo para los dos. Dictó Katrina levantando sus manos,

balanceándolas fémina, al igual que su serena figura. —Ahí, Cyrano le observó, esta era la escena

del drama, y el hombre tomó las manos de la mujer, aquel dejaba caer sus lágrimas encima de su

piel, aquel se sentía confundido, consternado y aunque la respuesta solía ser tan sencilla, Cyrano

estaba ahogado en un mar de confusiones.

—No sé, querida Katrina, sí hemos tomado la decisión correcta… —Él la ve y Katrina se

espanta, ambos se separan. —¿A qué te refieres?. Interrumpió ella lanzando sus brazos hacia

atrás, parándose al mismo tiempo que con un delicado giró, le daba la espalda. Cyrano, veía hacia

el piso, empero, con el impulso de su pie, se paró y se echó a su espalda.

—Yo te amo… pero hay tantas cosas en mi corazón… —La mujer gira y se chocan de sus

afligidas miradas. —¡No me dejes Cyrano!. La mujer se aferró de su pecho, aquel, le abrazó fuerte.

—Debo hacerlo… debo ir por otros horizontes, necesito tener respuestas… Confesó aquel

viendo enajenadamente los ojos grises de Perla, aquella que se enganchaba de sus brazos,

lentamente hasta caer al piso.

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La actuación iba bien, el público lleno de adultos, jóvenes y uno que otro niño, estaban clavados

entre las expresiones tan transmitidas de las actrices, esas que combinando el dolor, la confusión y

la esperanza, acogían con su calor a todo el escenario. Aquellas, sin darse cuenta, vivían cada una

para dentro de sí su propio drama, estas sin notarse, se veían frente a Anan, cuál aun en diferentes

papeles, le afirmaba de su amor, de su cariño hacia ellas. —Están actuaban, pero en sus adentros,

estaban felices, aun sí el público reconocía o no su trabajo, ellas daban el corazón en la obra,

ambas imaginaban que Anan estaba sentado entre puestos vacíos, solo, viendo de su actuación

con una grata sonrisa.

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—¿Qué debo hacer? ¡Dios mío! Siento que mis letras son muertas si ella no está. Decía el

hombre que tirado en el piso estaba, aquel que veía de sus hojas rotas y su tinta en el piso, no

había que hacer, este desdichado rogaba regresar a brazos de su amante, más las circunstancias

eran difíciles. —¡Dios me maldice en este momento! Los estragos del mal me consumen… pero yo

veo una luz y es tu amor esperándome… Exclamaba Layla en el papel del hombre, ese que lanzaba

su cabeza hacia atrás, cuál guarda con paciencia de que la mujer malvada que lo encerrase al no

ser correspondida, se retracte y le dé libertad. —Así, se veía a otra actriz, cuál con rabia, notaba la

gran fidelidad del poeta.—

—Amor mío… ahora entre los años que llevo aquí… —Cyrano estiraba su frente. —Me doy

cuenta que sin ti, no puedo vivir… que yo no me llevé tu corazón, al contrarío… lo dejé en tus

manos y he estado seco, sin inspiración ni aliento… he sido un zombi esperando vivir. Recitaba

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aquel, al momento que del otro lado de la escena, asomaba Perla como Katrina, esa que asomada

en una ventana, viendo de su triste jardín, sonreía melancólica.

—Yo tengo fe que regresarás, por ello te he esperado… porque tu amor me abraza en las

noches frías y me da alegría en mis decaídas… tu cuerpo no está conmigo y entiendo aquello, pero

tu alma me inmunda y eso es suficiente para aguardarte. Dijo esta que comenzó a danzar por toda

la pista, cantando una canción de amor, cuál sin siquiera saberlo, daba contento a aquel que de la

nada empezaba a reírse, recordando de las ocurrencias de su pareja.

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Y las personas sonreían, más ninguna sonrisa era tan resplandeciente como la del maestro, ese

que cautivado de ambas muchachas, apretaba su barbilla y se emocionaba ante el esperado final.

—Es realmente increíble ver cuán talentosas son esas dos, cuando ponen el corazón y el

alma antes de la preocupación y los nervios… Susurró llamando la atención del joven de alado, ese

mismo con el que se encontró en la calle.

—Sí… ellas brillas como estrellas, son aún más brillantes que las luces de toda una ciudad,

ellas están llenas de amor. Comentó el joven pelinegro, este que algo avergonzado, bajaba el

sonrojado rostro, así, aquel enlazaba sus manos y observaba a Perla, esta cuya danza acabaría con

la obra, esa que transcurría a medida que también se veía a Cyrano, aquel que rogándole a la

mujer celosa, le hacía entender que siempre para cada persona, había un romance eterno. Cyrano,

expandía su sentimiento por lo ancho su celda, logrando después de tanto, que la mujer de su

perdón y con ello, su libertad.

Y el joven espectador, abría bien sus ojos, aquel empezaba a sentir un leve saltó en su pecho, él

avanzó su mano sobre él, podía sentir que su corazón latía fuertemente y el docente, quién le veía

de lado, lo sabía muy bien.

—Así es el amor verdadero… así son los sentimientos de mi alumno, de Anan. Soltó el

adulto, haciendo que el joven quedase quieto; pues no era la primera vez que oía de ese nombre.

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Entonces, el final salió del acto, Cyrano corría lo indecible, aquel llegaba hacia el vacío donde

Katrina estaba enganchada, dando su última vuelta para así, tirar todo su torso para atrás,

quedando en un silencio donde era interrumpido solo por las pisadas continuas de aquel amante,

ese que también echándose al aire, cruzando de sus piernas y posando sus manos alrededor del

cuello de la mujer, se dejó caer sobre su mejilla, besándole entrañablemente. Esperando que el

telón cayese junto al silencio de todos quienes observaban con congelo tan escena.

—Y Layla abría sus ojos, contemplaba el rostro de Perla, quién se apartaba lentamente de ella.—

—Creo que lo hicimos. Susurró Perla.

—Anan, debe estar feliz… has puesto toda tu energía. Elogió Layla, esa que tomaba la

mano de la pelirroja, lista para dar el agradecimiento. Perla dejó salir su sonrisa triunfante, esta,

segundos antes de que el público les vea, se lanzó a abrazar a su amiga.

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—¡Tu haz hecho posible esto! ¡Nunca imaginé verte en el drama! ¡Gracias!. Perla cerraba

sus ojos, Layla hundía sus labios —Por fin comprendía lo especial que era Perla y tal vez, porque

Anan vivía enamorado de ella.—

Y así, el telón se abrió en todo su esplendor, el momento de nervios se subía a la mente de las

jóvenes, cuales al chocarse con los ciento de vistas, bajaron sus cabezas y dieron reverencia. —Un

leve silencio se marcó por segundos, en ellos en donde Perla levantó su vista topándose con los

ojos de aquel jovencito pelinegro, ese que asombrado le veía también. —

—Gracias por venir. Salió de los labios de Perla, esa que le sonrió amable, haciendo que el

chico, sin más, también sonría avergonzado y muy feliz del momento. —De nada. Respondió en

medio del silencio, aquel que de momento a otro, se vio interrumpido por los miles de aplausos

que recibieron estas actrices, ellas que reincorporándose nuevamente, quedaban plasmadas de

denotar el sentimiento tan fuerte del público. —¿Qué podía ser mejor?.

Los ojos de Perla y Layla viajaban por en medio de la gente, distraídas ante la alegría, iban a

retirarse como era el orden, no obstante la figura del docente llamó su atención, más ninguna fue

más sorprendente como ver una sonrisa tan conocida e inocente, una tan similar a la de Anan, sí

era ese mismo chico, aquel que conversaba con el profesor, ese que por segundos, mostró del

alma de aquel que un día se marchó.

—Anan… Dijeron las dos petrificadas. —Lo hicimos… Anan. —Pero ambas estaban con

una alegrías sobre su pecho, esa que les llamó a observarse y reír con dicha, además que de

despedirse del público.

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Y así terminó la obra del Amor sin tiempo… Perla terminaba de dejar todo arreglado, de agradecer

a los que hicieron posible esto y de salir para saludar al docente, igual que ella, le acompañaba

Layla, cuál tenía preparada una cena de festejo, a la cuál les invitaría. —Así, ambas bajaban las

escaleras, ahí estaban los dos hombres, el docente y el muchacho esperándolas.—

—¿Quién es él?. Layla sonreía algo curiosa. Perla solo callaba, notaba como el chico iba

hacia ella y tomaba de sus manos, dándole unas palmadas en ellas. Layla, el docente y Perla le

veían con algo de quietud.

—Felicitaciones, Perla. Dijo el jovencito.

—¡Muchas gracias!. —Ella se dirige hacia todos. —Esta noche, Anan ha aparecido en el

Hamlet, hoy se ha cumplido su sueño. Expresó la pelirroja, esa que veía la sonrisa del joven, aquel

que aunque no conocía lo que pasaba, estaba cautivado de oír tales sentires.

—Te lo dije, tú tienes el alma y el corazón. Determinó el chico, listo para irse.

No obstante, Layla, como impulso, golpeó el hombro de Perla, con sus expresiones, le insistía en

que invite al joven con ellas al festejo. Perla sonrió nerviosa y así tomó la mano del chico, ese que

le veía algo sorprendido, Perla rascó su cabeza y le invitó a ser parte de la celebración, este fue

algo que el jovencillo no se retractó, ni se demoró en aceptar. Entonces, aquel corrió a lado del

docente, cuál empujándolo un poco, le molestaba con Perla.

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—Son amigos y de seguro no saben tu nombre. Dijo el adulto cruzando sus brazos, el

chico sonrió alzando sus ojos al cielo. —Mi nombre es Ahian, soy extranjero. Respondió, lo basto

como para ser escuchado por las dos jóvenes que atrás venían.

Y Layla ve algo extrañada a Perla, esa que entrecierra sus ojos, enajenada.

—¿Quién es Ahian para ti?. Preguntó nuevamente la castaña, más Perla no se quedaría

callada, ella infló su pecho y corrió hacia el joven, no sin antes responder y determinar.

—Ahian, es mi salvador.

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*HISTORY ENDING* —Timeless – Love—

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