TLALOCQUE 1.1

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Boletín del Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica Instituto de Investigaciones Estéticas UNAM Año 1 N°1 Enero-Marzo 2011 TLÁLOC ¿QUÉ?

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Boletin del Seminario Tlaloc

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Boletín del Seminario

El Emblema de Tláloc en Mesoamérica

Instituto de Investigaciones Estéticas UNAM

Año 1 N°1 Enero-Marzo 2011

TLÁLOC ¿QUÉ?

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Portada: Detalle, Lámina 30, Códice Borbónico.

José Narro Robles

Rector

Estela Morales campos

Coordinadora de Humanidades

Renato González Mello

Director del Instituto de Investigaciones Estéticas

María Elena Ruiz Gallut

Titular del proyecto

Editores

María Elena Ruiz Gallut

América Malbrán Porto

Enrique Méndez Torres

Diseño editorial

América Malbrán Porto

Consejo Editorial:

Jorge Angulo Villaseñor

Marie-Areti Hers

Alejandro Villalobos

Patrick Johansson K.

Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del

Seminario El Emblema de Tlaloc en Mesoamérica son

responsabilidad exclusiva de sus autores.

Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-

loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del

Proyecto “ El Emblema de Tláloc en Mesoamérica ” Del

Instituto de Investigaciones Estéticas de La Universidad

Nacional Autónoma de México Circuito Mario de la Cue-

va, s/n . Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México D.F.

Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo

del título, Dirección General de Derechos de Autor,

Secretaría de Educación Pública, número ( en trámi-

te ) . Certificados de licitud de título y de contenido,

Comisión Certificadora de Publicaciones y Revistas

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CONTENIDO

Presentación P. 5 Armaduras, Cotas y Corazas teotihuacanas P.7 Alfonso A. Garduño Arzave Desdoblamientos de Tláloc, reflexiones sobre el repertorio iconográfico de Seler P.20 Ofelia Márquez Huitzil

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PRESENTACIÓN

Tláloc ¿qué? abre con este número un espacio para la reflexión y discusión inmediata de los

resultados del proyecto Tras las huellas de Teotihuacán: el emblema de Tláloc en Meso-

américa, iniciado en 2008 en el Instituto de Investigaciones Estéticas, con el apoyo de la Di-

rección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de

México (proyecto PAPIIT IN405208). El título de nuestro boletín da pie, de manera franca, a la

pregunta sobre la cual giran, fundamentalmente, los trabajos del seminario de investigación,

que aporta un debate sistemático al controversial y profundo al tema de una de las deidades

de mayor relevancia en el México antiguo. Ahí, en el seno de las reuniones periódicas, como

en la búsqueda de datos en distintos acervos y la recopilación de materiales representativos

del dios, en los días de tareas de campo, ponemos voluntades y afanes. Como los tlaloque,

nos esforzamos todos por participar del camino hacia la comprensión de los cuasi infinitos ros-

tros que muestra el llamado dios de la lluvia.

Valga pues la eufonía en la titularidad de este boletín, que será vía y vínculo para compartir,

desde el quehacer de múltiples disciplinas, el compromiso de quienes integramos el “equipo

Tláloc” y de aquellos interesados en el tema.

Este primer documento conjunta dos textos. El primero, de la pluma de Alfonso Garduño Arza-

ve, observa las particularidades de una serie deprendas presentes en el arte teotihuacano que

identifica como parte de un atuendo de carácter guerrero y elitista. El segundo, escrito por

Ofelia Márquez Huitzil, analiza desde la óptica de Eduard Seler, aspectos de Tláloc en códices

para proponer variadas relaciones entre las imágenes.

Finalmente agradezco aquí a los miembros del proyecto, en particular y referente a esta publi-

cación, vaya mi reconocimiento a los arqueólogos América Malbrán Porto y Enrique Méndez

que han puesto en ella un trabajo e interés profesional.

María Elena Ruiz Gallut

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ARMADURAS, COTAS y CORAZAS TEOTIHUACANAS

Alfonso A. Garduño Arzave

D entro de las múltiples clases de indumentaria representada en cientos de figuras huma-

nas en el arte mueble e inmueble de Teotihuacán se han podido identificar diferentes

tipos de modelos que nos permiten establecer una idea mas o menos clara de la conformación so-

cial, económica y política de una sociedad altamente estratificada y jerarquizada. Esto lo podemos

corroborar y evidenciar cuando observamos la rica vestimenta que presentan ciertos individuos tan-

to de carácter masculino como femenino, los cuales fueron representados usando atavíos elabora-

dos que en su mayoría de las veces son acompañados intrincados de tocados para el pelo, orejeras

y collares e incluso de un calzado consistente en sandalias que gracias al detalle en piezas cerámi-

cas y en pintura mural podemos constatar su con un alto nivel de lujo y detalle. En contra posición

también se han podido identificar claramente aquellos que por su modesta vestimenta consistente

en braguero y en ocasiones un discreto ajuar de orejeras, collares y sandalias son tenidos como

gente del pueblo (Sejourné 1966: 68). No obstante entre todos estos tipos se encuentran algunos

que por sus características nos recuerdan a aquellos atuendos usados con fines militares durante el

Posclásico tardío (1300- 1521 d. C.) y cuyo fin fueron fabricados para la protección del cuerpo. Nos

referimos a los llamados ichcahuipilli, los cuales eran cotas de algodón previamente preparadas

para soportar el embate de proyectiles y armas cortantes, como lo comenta Fray Diego de Landa

que era usado por los grupos indígenas de la Península de Yucatán:

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Hacían sacos de algodón acolcha-

do y de sal por moler, acolchada en

dos tandas o colchaduras, y estos

sacos eran fortísimos. Algunos se-

ñores y capitanes tenían como mo-

rriones de palo, pero eran pocos, y

con estas armas y plumajes y pelle-

jos de tigres y leones puestos, iban

a la guerra los que los tenían

(Landa 1982: 52).

Diego Muñoz Camargo comenta a lo mismo para el Altiplano Central:

Los Mexicanos y Acolhuaque y Tlax-

caltecas usaban de unos sacos es-

tofados de algodón y pasados de

nudillos (Muñoz 1948: 71).

Según tenemos entendido estos “sacos” confec-

cionados principalmente de algodón eran endu-

recidos a base de sal, no obstante el tratamiento

que se les debió de haber hecho previamente

desde su hilado y preparación en el telar proba-

blemente tuvo que haber implicado posiblemente

un diseño especial que no tenían otras prendas

desatinadas a una función civil o suntuaria. Lla-

ma la atención que en Teotihuacán durante el

período Clásico (100- 600 d.C.), prácticamente

700 años antes de la llegada de los mexicas,

tlaxcaltecas y otros grupos al Valle de México y

propiamente antes de que se tuvieran documen-

tos escritos al respecto, el uso de estos imple-

mentos defensivos ya se implementaba.

Siendo a través las ya mencionadas figurillas

confeccionadas en barro provenientes de la eta-

pa Metepec (450- 600 d.C.) donde el ichcahuipilli

es muy recurrente. No obstante llama la atención

que por las diferentes formas en las que se re-

presentó al parecer éste era de alguna manera

más complejo que el que podemos observar en

su predecesor posclásico:

El Ichcahuipilli que se empleo en el Altiplano

Central durante el período Posclásico tardío

(1300- 1521d.C) se basaba únicamente en

una cota de algodón endurecido para la pro-

tección del torso y el abdomen dejando al

descubierto las piernas y los brazos siendo

sin duda vulnerables ante el embate de ar-

mas de corte como el macuahuitl, jabalinas

proyectadas y flechas. Imagen tomada del

Lienzo Tlaxcala lámina 18 y reproducción.

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La razón no la sabemos aunque es probable que

la táctica en el combate, esto es la manera en

que se debió de haber desarrollado las reglas de

enfrentamiento hallan sufrido algún cambio en el

paso del Clásico al Posclásico. Otra probable

razón con respecto a esté fenómeno se pudo

haber debido al tipo de armamento ofensivo que

sin duda posibilito la forma de uso de su contra-

parte defensiva.

Tipos y formas de ichcahuipilli en Teotihua-

can

Por las múltiples representaciones que posee-

mos del ichcahuipilli llegamos a la conclusión

que recurrentemente había dos tipos específicos

de figurillas que repetitivamente presentaban un

patrón con respecto a las diferentes partes del

cuerpo que se protegían y aquellas que se man-

tenían al descubierto. Para ello formamos la si-

guiente clasificación que explica de forma gene-

ral la manera en que contemplamos las maneras

de uso de la protección corporal confeccionada

en algodón.

A) Parciales- Las podemos catalogar como

aquellas que están dispuestas de forma que sólo

parecen proteger ciertas partes del cuerpo de

forma individual como piernas, brazos y en oca-

siones sólo el torso. Dichas figurillas presentan

un atavío discreto consistente en un collar que

finaliza en un anillo y un tocado a base de un

mechón de cabello aun lado de la cabeza y un

pequeño segmento o tira del mismo material del

ichcahuipilli que va de la nuca a la frente e inclu-

so yelmo.

B) Completas: Combinación cota-coraza.

Las cotas parc ia les son

aquellas que sólo protegen

partes esenciales del cuerpo

como piernas y brazos, lo

que permite inferir que este

tipo de atuendos estaban

exclusivamente destinados

para el enfrentamiento cuer-

po a cuerpo, usando tal vez

escudos y rodelas para com-

plementar su protección.

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Otro tipo de guerreros que llama la atención por

los implementos defensivos que portan lo repre-

senta un tipo de figurillas en particular que por lo

regular se encuentran de pie portando cotas de

algodón distribuidas en distintas partes del cuer-

po. (Müller 1966: 237) que van desde aquellas

utilizadas para proteger los brazos y las piernas

hasta aquellas usadas para cubrir el cuerpo. Es

digno de mencionar que en los miembros inferio-

res al parecer estas protecciones están constitui-

tuidas por pantalones anudados con un moño

hacia el frente del personaje, mientras que en las

extremidades superiores esta cota va desde los

hombros hasta las muñecas. Algunas figurillas

de este género describen también el uso de una

coraza rígida entorno a la cintura y el pecho a

manera de gruesas cintas de cuero posiblemente

para hacer juego con las cotas flexibles de al-

godón. Por otro lado la protección del cuello lo

constituye una serie de placas rectangulares dis-

tribuidas de forma concéntrica que por su natura-

leza y posición en el cuerpo está debió de haber

sido altamente flexible pero lo suficientemente

capaz de evitar armas perforantes y aun de cor-

te. Sin embargo todo parece indicar según el re-

gistro arqueológico que estos individuos no colo-

caban algún tipo de protección para la cabeza a

manera de yelmo o casco lo que realmente intri-

ga pues no hace juego con el equiparamiento de

las protecciones corporales mencionadas.

Es de mencionar que también podemos encon-

trar estas cotas- corazas de manera que están

Figurilla teotihuacana del período Metepec hacia 600 d.C.

este tipo de personajes presentan una serie de protecciones

para el cuerpo confeccionados con lo que parece algodón

semejante con el que se fabricaban los ichcahuipillis, en el

caso teotihuacano pueden proteger partes especificas del

cuerpo como piernas o brazos, sin embargo también hay

casos donde la protección con este tipo de elementos cubre

totalmente el cuerpo (Foto del autor)

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complementadas con ciertos tipos de corazas

confeccionadas con el mismo material que cu-

bren la el abdomen. Dichas cotas presentan una

protección que tiene forma circular a manera de

petos de algún material duro semejante a una

pequeña concha que esta atada al cuello y a la

cintura, además presentan un atavío más elabo-

rado consistente en un atado de plumas, orejeras

y un segmento de algodón semejante al del ich-

cahuipilli que va de la nuca a la frente.

Es de manera interesante hacer notar que aun-

que estos elementos textiles fungen cómo pro-

tecciones para el cuerpo y los personajes que lo

portan han sido identificados como guerreros al

parecer ninguno de estos personajes en Teo-

tihuacan fueron representados armados con la

más mínima señal de implementos ofensivos a

diferencia de aquellos que encontramos en otras

regiones de Mesoamérica.

La jerarquización y utilidad del traje de Gue-rrero Hemos de mencionar que la diferencia de atuen-

dos en este caso de las protecciones corporales

nos puede describir hipotéticamente dos rangos

dentro de la escala militar aunado al tipo y fun-

ción del armamento ofensivo que cumplía con la

mencionada protección en cuestión de requeri-

mientos técnicos. Esto quiere decir que probable-

mente nos encontramos con dos grupos de gue-

rreros que formaban parte de diferentes agrupa-

ciones dentro del organismo militar teotihuacano.

Así la infantería que implementarán armas para

el combate cuerpo a cuerpo con útiles contun-

dentes como mazas y macanas la prioridad es la

de proteger brazos y piernas por estar más ex-

puestas a un embate de este armamento. Mien-

tras aquella parte de la milicia que se enfrenta a

armamento punzantes y perforantes como lan-

zas, cuchillos y jabalinas requiere de proteccio-

nes que protejan las cavidades blandas como

La combinación de cota- coraza consiste en la utili-

zación de una serie de protecciones de algodón que

están dispuestas en las piernas y los brazos, más

una coraza o peto que cubre la cavidad abdominal en

forma de concha que esta atada de la cintura y la es-

palda a través de correas. Imagen tomada de un es-

g r a f i a d o e n u n v a s o . D i b u j o d e l a u t o r .

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estomago y tórax. Por su lado aquellos que son

pertrechados con propulsores y que no entran en

un combate cercano necesitan sólo de una pro-

tección básica y que sin duda no inmiscuya su

movilidad por lo que es muy probable que requi-

rieran de yelmos como podemos observar en los

personajes representados en la estela 31 de Ti-

kal.

Sin embargo cuando denotamos individuos im-

plementando lo que hemos llamado cota- coraza

conjuntamente podríamos colocarlos en una po-

sición de guerreros que tienen que combatir con

un tipo armamento más pesado como lanzas de

corta envergadura que no se pudieran proyectar

y que actuarán de de manera perforante y corte

por percusión, además de hachas de batalla y

que usaban esta combinación defensiva como

primer sistema de defensa y ataque lo que men-

ciona como infantería pesada y que encontramos

representada en otros sitios de Mesoamérica

(Brokmann 2000: 271). A partir de esta división

del tipo de implemento protector podemos consi-

derar que dentro de la milicia teotihuacana exist-

ía una especialización técnica.

Las corazas y yelmos en el arte teotihuacano

Durante el período Clásico en el Altiplano Central

la metrópoli que sin duda alguna ejerció gran po-

der político, económico, religioso y porque no de-

cirlo militar en Mesoamérica fue Teotihuacan,

ciudad de la cuál se ha logrado evidenciar a

través del arte y la exploración arqueológica,

cómo es el caso de la investigación llevada a ca-

bo en la Pirámide de la Serpiente Emplumada

1988-1989 y el Proyecto Pirámide la Luna, reali-

zado entre 1998 y 2004 por los arqueólogos Sa-

buro Sugiyama de la Universidad de Aichi en

Figurilla procedente de la región del Quiche III

que representa a un guerrero ataviado con pro-

tecciones que cubren la cabeza y el cuerpo,

además de estar armado con escudo y un arma

corto-contundente semejante a un gran cuchillo

curvo. (Imagen tomada de Robicsek 1980).

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Japón y Rubén Cabrera del INAH. Sin embargo

años atrás ya se tenía conocimiento de una cier-

ta actividad bélica por parte de Teotihuacan, di-

cha manifestación la podemos percibir desde

dos diferentes aspectos; la primera desde un as-

pecto local y la segunda desde un aspecto forá-

neo. La primera de estas tendencias las pode-

mos observar a través del arte pictórico y cerámi-

co entre los que destacan ejemplos como los de

la pintura mural de Atetelco y Tetitla, además de

ciertas figurillas y diversos elementos pintados,

esgrafiados o en otras técnicas aplicadas a cerá-

mica de carácter suntuario. Por otro lado los di-

versos motivos guerreros dirigidos hacia confi-

nes tan lejanos del suroeste de la actual Repúbli-

ca Mexicana y el Petén guatemalteco con los

que contamos con estelas, motivos cerámicos y

cuencos con las imágenes de personajes em-

bestidos con atuendos guerreros directamente

conectados a deidades de filiación militar. Inclu-

so nos acercaríamos a pensar que es en el

Clásico donde surgen ciudades que florecen con

un desarrollo lo suficientemente profesional y

preparado que posibilita la capacidad de poseer

un exclusivo armamento ofensivo sino que

además vislumbramos en el arte el uso de cora-

zas, cotas y armaduras desarrolladas en base a

un tipo de enfrentamiento especializado donde la

infantería cobra una clara importancia táctica y

estratégica. Esto a efecto porque uno de los ele-

mentos que observamos de primera mano cuan-

do analizamos la parafernalia militar de Teotihua-

can es una fuerte presencia de señores guerre-

ros o militares de alta jerarquía representados

los restos materiales, siendo por lo regular la

identificación de señores envestidos de ricos

atuendos guerreros portando a su ves cierto tipo

de armas que para consecuencia de un ejército

Estela 31 de Tikal Guate-

mala, detalle de uno de los

personaje ataviado con un

atuendo estilo teotihuacano y

armado con propulsor, yelmo

y un escudo rectangular con

la efigie del Tláloc B o señor

de la tormenta. Imagen toma-

da de (Pau l in yi : 2001) .

La combinación de arma-

mento defensivo de protec-

ciones para el cuerpo y

lanzas cortas con pesadas

puntas tienen por función

el enfrentamiento a corta

distancia, siendo utilizado

e s t e s i s t e m a c o m o

“infantería pesada” como lo

muestra el dintel 6 de Yax-

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serían incompletas, pues cierto es que todavía

no se encuentra aún la representación de un ar-

mamento variado como sucede en otras socieda-

des de la época. Es por ello que esta descripción

se referirá a los únicos datos que poseemos con

respecto al armamento defensivo de cuya varie-

dad sin duda son llamativos he interesantes y de

los cuáles identificamos el siguiente tipo

Armadura con yelmo

Dichos personajes representados en la cerámica

principalmente correspondiente a la etapa Mete-

pec (400- 600d.C) se encuentran ricamente ata-

viados con yelmos compuestos de casco y bar-

biquejo que cubre la cabeza, mandíbula inferior y

parte del cuello, dejando ver sólo el rostro del

personaje, además de estar adosados con un

par de orejas que parecen de felino acom-

pañadas de un tocado de plumas en la parte

posterior de los mismos. Es de manera intere-

sante que estas protecciones para la cabeza

están compuestos de una serie de pequeñas pla-

cas compuestas en forma de media luna

enlazadas una junto a la otra a manera de esla-

bones pegados o cosidos lo que permite resolver

que estas defensas posiblemente estaban fabri-

cados de algún tipo de material ligero probable-

mente un entramado vegetal compuesto de una

estructura de varazón o finas vigas de caña en-

tramada y reforzada de laminillas confecciona-

das de concha cortadas simétricamente. En lo

que respecta al traje por lo regular estos per-

sonajes se encuentran sedentes en una especie

de silla o trono por lo que sólo se puede apreciar

de forma parcial su atuendo, no obstante puede

distinguirse que esta fabricado de placas rectan-

gulares pegadas de forma vertical a una capa o

chaleco lo que nos permite inferir el uso de una

“armadura” compuesta y flexible al movimiento

del individuo cubriendo los brazos, el torso y

partes inferiores del cuerpo, lo que nos recuerda

en su confeccionamiento a las armaduras ja-

ponesas del período medieval (1185- 1867 d.C.)

cuyo uso de placas metálicas rectangulares se

encontraban armadas y sostenidas con listones

de seda. También distinguimos que el cuello es

reforzado con una serie de elementos circulares

semejantes a collares, sin embargo estos están

segmentados al igual que la armadura siendo

parte integrante de la misma posiblemente para

evitar la decapitación.

Un elemento que hay que tomar en considera-

ción es la carga simbólica que implica este atavió

pues aunque estas figurillas no permiten obser-

var en detalle la composición artística de los yel-

mos es a través de monumentos como la estela

31 de Tikal de cuya influencia teotihuacana se

aprecia en claramente en los atuendos que por-

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tan los personajes acompañantes del señor

“Siyaj Chan K´awiill II” y que portan uno de estos

implementos defensivos (Martín y Grube 2000:

34). Se pueden apreciar con lujo de minuciosi-

dad de la composición de estos yelmos donde se

aprecia un reticulado en forma de elipse que es

parte del adorno del yelmo lo que al parecer

comparativamente se asemeja a los diseños cor-

porales que portan los llamados jaguares reticu-

lados del Patio de los jaguares y Atetelco.

Para complementar debemos de considerar otro

elemento relacionado a este tipo de guerrero y

que sin duda es de manera interesante pues

además de lo ya mencionado en las figurillas an-

tes mencionadas estos personajes presentan

dos círculos en los ojos o anteojeras lo que algu-

nos autores como (Pasztory 1974: 13) y

(Sejourné 1966: 121) relacionan con el llamado

Tláloc B deidad relacionada con la guerra y el

sacrificio en Teotihuacan. A lo cual podríamos

inferir que dichos personajes se encuentran co-

nectados con esta deidad desde un carácter

simbólico que implicaría la personificación misma

del dios envestido en el guerrero mismo y con

una fuerte liga señorial.

El traje Guerrero

No obstante uno de los ejemplos más importan-

tes del traje guerrero en Teotihuacan lo encon-

tramos en la pintura mural del patio blanco de

Atetelco donde la presencia de dos personajes

envestidos con elementos ligados a animales

totémicos se hace presente y de cuya semejanza

nos recuerda a los representados en Tula y Te-

nochtitlán. Dichos guerreros portan significativa-

mente atuendos de cuyos animales relacionados

simbólicamente a la guerra como es el caso del

coyote, aves rapaces y el jaguar podrían signifi-

La armadura teotihuacana consis-

te en una serie de aplicaciones

rectangulares alineadas en serie y

probablemente cosidas a la cota

de algodón que se asemeja a las

aplicaciones metálicas en las ar-

maduras japonesas, lo que permi-

te no sólo un sistema defensivo

efectivo sino además presenta una

gran movilidad corporal (Imagen

se Sejourné 1966 y foto del autor)

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car por ves primera el uso de este tipo de vesti-

mentas que al parecer más que estar relaciona-

dos a “disfraces” para algún tipo de ceremonia o

rito es probable su uso en campañas bélicas o

enfrentamientos armados directamente ligados a

un tipo de agrupaciones organizadas y nutridas

de soldados profesionales (Cabrera 2002: 149-

150), (Sejourné 1994: 121) y (Winning 1987: 98-

99). Hemos de suponer que aunque el detalle

mural no nos permite observar claramente los

aditamentos constitutivos de tales trajes, pode-

mos considerar los siguientes elementos defensi-

vos: a) Yelmo, b) Protector para el cuello, c)

vestimenta completa fabricada de piel que cubre

torso, piernas y brazos, d) guantes y e) sanda-

lias. Es muy probable que como sucedió en los

trajes usados en el Posclásico Tardío, los usa-

dos en Teotihuacan también pudieron haber

aprovechado los beneficios del algodón tratado a

base de cotas por debajo de corazas, armaduras

y estos aditamentos con forma de animales. Las

corazas, cotas y armaduras desarrolladas en

Teotihuacan sólo pueden ser apreciadas a través

del arte militar de forma pasiva pues hasta el mo-

mento no se han hallado escenas de batalla o

acción bélica activa en la pintura mural o en la

cerámica lo que nos permitiría tener una mejor

perspectiva del uso y manejo de estos aditamen-

tos usados por lo guerreros, de lo cual sólo po-

demos inferir las posibles maneras en que se uti-

lizaba este tipo de armamento, sin embargo de-

bemos de considerar que utilizando el análisis

del arte guerrero existente podemos considerar

la gran complejidad con que se manejaban en el

campo de batalla.

Otro factor importante que debemos de mencio-

Los elementos simbólicos integrados en los utensilios defensivos como en el caso del yel-

mo que porta uno de los guerreros representados en la estela 31 de Tikal con forma de retí-

cula arriba y su contraparte en los murales teotihuacanos abajo nos permite comprender la

advocación, el culto y su relación con fundamentos totémicos, en este caso podríamos in-

terpretarlo como que el guerrero que porta este yelmo esta relacionado al llamado jaguar

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nar son las diferentes formas y tipos de útiles de-

fensivos presentes en Teotihuacan, lo cual nos

remite a establecer la hipótesis de que las agru-

paciones militares de la ciudad debieron de man-

tener un cierto profesionalismo tanto en prepara-

ción o entrenamiento así como en el manejo de

los diferentes instrumentos ofensivos de la época

así como su permanencia en la milicia, lo que

identifica claramente al soldado de tiempo com-

pleto y al ocasional, este último armado y utiliza-

do sólo cuando fuese necesario para el estado.

Por otro lado una de las inquietudes que nos sur-

gen esta relacionado precisamente a estos sol-

dados profesionales, los cuales por el carácter

que debieron de representar tanto en la defensa

de la ciudad así como en la actitud del desplaza-

miento fuera del territorio de la ciudad por con-

vicción en la protección de las caravanas de co-

merciantes o por conquista nos acerca a pensar

que estas agrupaciones estuviesen distribuidas

en varios tipos de quehaceres o aptitudes gue-

rreras. Con ello podemos suponer de que así co-

mo en los ejércitos actuales los guerreros teo-

tihuacanos bien pudieron haberse catalogado

por lanceros, jabalineros y hombres armados con

implementos contundentes, además de estrate-

gas y expertos en tácticas de ataque y defensa.

Aunque esto es una hipótesis podríamos acér-

canos a la posibilidad de que una ciudad como

Teotihuacan con su dimensión e influencia ejerci-

da en toda Mesoamérica por más de 300 años

sólo se haya podido sostener y desarrollar como

una gran urbe gracias a la política y las ligas di-

plomáticas a través del comercio. Finalmente

Guerreros representados en los

pórticos de Atetelco ataviados

como águilas, jaguares y coyo-

tes, nótese la gran complejidad

de los trajes que portan y que no

sólo están confeccionados con la

piel o las plumas de estos anima-

les totémicos sino que se puede

observan diferentes aditamentos

para la protección del cuerpo

(Dibujos tomados de Winning

1987)

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mencionaremos que como sucede en el caso de

otros estados de la antigüedad semejantes en

tamaño y poder de Teotihuacan el hecho de

mantener una fuerza basada en la acción militar

lo suficientemente poderosa permitiría no sólo el

sostenimiento de un estado como el teotihuaca-

no por un tiempo prolongado. En resumen po-

demos de comentar que este tipo de implemen-

tos defensivos son sin duda uno de los elemen-

tos más sobre salientes en cuanto a desarrollo

técnico se refiere con respecto al ámbito bélico

en Mesoamérica. Esto porque es común asociar

y atribuir a los ejércitos llámese griegos, roma-

nos, egipcios o incluso de sociedades europeas

y asiáticas el uso de armaduras segmentadas

para la protección del cuerpo. No obstante tanto

en Teotihuacan, así como en el área maya del

Petén guatemalteco éste tipo de utensilios ya era

utilizado y fueron desarrollados para proteger los

cuerpos de los guerreros de elite. Esto debió de

haberse manifestado por la simple razón de que

estas armaduras debieron de haber sido costo-

sas y un elemento evidente de poder y jerarquía

militar, aunque también debemos de mencionar

que el grueso de los contingentes militares, lo

que llamamos ejército regular cómo lo vemos en

las diferentes muestras artísticas de la época no

usaban más que elementos muy simples de pro-

tección.

Bibliografía

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Page 20: TLALOCQUE 1.1

20

DESDOBLAMIENTOS DE TLÁLOC,

REFLEXIONES SOBRE EL REPERTORIO ICONOGRÁFICO DE

SELER

Ofelia Márquez Huitzil

D e entre todas las deidades del panteón

mesoamericano, destaca Tláloc por el

grado de abstracción de sus características, que al

mismo tiempo lo hacen inconfundible y aparente-

mente, indescifrable, alcanzando el sentido de lo in-

asible ( figura 1 ) . No obstante, algunos elementos

de la naturaleza pueden discernirse de sus compo-

nentes, así como el desdoblamiento de sus funcio-

nes, de acuerdo a las variantes iconográficas de su

atavío.

En primer lugar, destacan esos anillos que forman

sus anteojeras, orejeras y bigotera, que han sido

identificados como serpientes enroscadas y hocicos

de serpientes, por Eduard Seler a finales del siglo

XIX (Seler, 1980, I: 86) en varios Tláloc de la Colección Uhde del Museo Real de Etnología de

Berlín, Konigliches Museum für Völkerkunde (figura 2).

A pesar de que las serpientes tienen que ver en general con las corrientes de agua, siendo repre-

sentadas con los colores del jade, chalchíhuitl, material que constituye la falda de la diosa del agua

terrestre, Chalchiuhtlicue, como su nombre lo indica, los rectángulos que forman las serpientes en

las orejeras y nariguera de Tláloc en el Códice Borgia, y en el Códice Ríos entre otros códices, y en

las vasijas encontradas en el Templo Mayor (figuras 3, 4 y 5), son color azul turquesa, color del

Fig. 1 Tláloc. Ciudad de México. Basalto. MAP, Tomado de www.arqueomex.com

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xíhuitl, la piedra turquesa, que se vincula con el

fuego, xíhuitl, que incluso, define el nombre del

dios del fuego, Xiuhtecuhtli, Señor del fuego. A

este respecto, hacemos referencia nuevamente

al trabajo de Seler (Seler, Op.. cit.: 152), quien

observó en el relato de los Soles que precedie-

ron a la época actual, de los Anales de Cuauh-

titlán, que hubo un sol de lluvia, Quiahuitonatiuh,

cuando llovió el fuego que acabó con la humani-

dad. Es imposible entonces, negar que ese azul

turquesa remita al fuego, y que el ave de fuego,

xiuhtótotl, lo contenga entre sus colores: amarillo,

rojo y azul, pero por otra parte, pensamos que

tampoco es posible negar que el color azul de

por sí, remita a las tonalidades del agua.

Ambigüedad sí, pero la lógica del pensamiento

mesoamericano transcurre en la metamorfosis y

el desdoblamiento.

Tláloc, el dueño del agua contenida en los ce-

rros, es también el dueño de los rayos de fuego

que acompañan a las tormentas, él y sus tlalo-

ques, se representan también portando estos

elementos de fuego como cuchillos curvos de

obsidiana con bordes de hileras de puntas de pe-

dernal, que hacen metáfora de su capacidad cor-

tante, como en la lámina 19 del Códice Borgia

(figura 6), o bien, portan el hacha roja con nava-

jas de pedernal en la punta, como en la lámina 4

del Códice Laud (figura 7).

Fig. 2. Tláloc de la Colección Uhde, detalle, Códice Borgia. Tomado de Seler, Comentarios al Códice Borgia, Fondo de Cultura Económica, 1980: 86,

México.

Fig. 3. Tláloc como signo de los días, lámina 8 Códi-ce Borgia, facsímil de procedencia no identificada

Fig. 4. Tlaloque en la trecena 1 Quiáhuitl, detalle, lámina 14 del Códice Ríos

www.fieldmuseum.org/aztecs/photos/EXH1.jpg

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Seler refiere que la corona de papel de Tláloc

simboliza las nubes míxxotl, con sus “dientes es-

calonados a manera de almenas” (Seler, op. cit.:

87). Nosotros pensamos que es significativo el

hecho de que Tláloc porte atavíos de papel, en

cofias, moños, coronas, bandas de papel o en

pliegos o capas de papel blanco. Material ligero,

voluminoso, maleable, “vaporoso”, “poroso”, cua-

lidades que también tienen las nubes. Ese papel

aparece goteado, con hule o con chapopote de-

rretido, absorbido en forma permanente. Fenó-

meno que se busca causar en la naturaleza, por

medio de este material ritual, para que el agua

de la lluvia penetre en la tierra haciéndola fértil.

Siendo con estos elementos mayormente, como

se representa a Tláloc como regente del signo

Mázatl (figura 8).

Fig. 5. Vasija de Tláloc del Templo Mayor www.esacademic.com

Fig. 6. Tláloc como signo de los días, detalle, lámina 19 Códice Borgia, facsímil de origen no identificado

Por otra parte, su relación con el agua que corre

y que surge en los montes extendiéndose a los 4

rumbos es incontestable. En la lámina 67 del

Códice Borgia, aparece como regente de la tre-

cena 1 Quiáhuitl, haciendo patente su vincula-

ción con la tierra y los 4 rumbos por medio del

emblema cuadrado que porta en la espalda a la

Fig. 7. Tláloc con hacha roja, detalle, lámina 4 Códice Laud, facsímil de origen no identificado

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altura del cuello y la nuca, y que se divide en

cuadro rumbos formando 4 triángulos que conflu-

yen en un centro, dos triángulos verde oscuro a

los lados y dos triángulos verde claro casi borra-

do y convertido en un ocre sucio, que, como lo

refiere Seler (Seler, op. cit.: 88) remiten a la su-

perficie terrestre. Además de que recibe el agua

que brota de un cerro frente a él gracias al traba-

jo ritual del sacerdote (identificado como tal por

la mancha roja de sangre sobre su sien) también

ubicado frente a él (figura 9), y que en la lámina

correspondiente del Códice Ríos es representa-

do como un tlaloque, ayudante de Tláloc. En la

lámina 23 del Códice Vaticano B también porta el

mismo cuadrado en la espalda y se encuentra de

pie sobre una corriente de agua (figura 10).

Partiendo de la descripción iconográfica de Seler

(Seler, op. cit: 151-156), pensamos que Tláloc

puede tener una función sacerdotal al aparecer

con el huiztli, la espina, y el ómitl, el punzón de

hueso del sacrificio, así como con el ojo rodeado

de oscuridad en la coronilla, el cabello largo ne-

gro del sacerdote, cuando tiene que interactuar

con su regente, Tonatiuh, el Sol, regulándolo o

siendo regulado al funcionar como signo de los

días (figura 11).

Como agricultor, Tláloc porta la coa y su cuerpo

aparece recubierto de placas chalchíhuitl, jade

que hacen contraste con el color turquesa de sus

Fig. 8. Tláloc como signo de los días, lámina 12 Códi-ce Borgia, facsímil de procedencia no identificada

Fig. 9. Tláloc como regente de la 7ª trecena 1 Quiá-huitl, detalle lámina 67, Códice Borgia, facsímil de

procedencia no identificada.

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Fig. 10. Tláloc en la lámina 23, Códice Vaticano B, facsímil de procedencia no identificada.

Fig. 11. Tláloc como signo de los días, detalle, lámina 9 Códice Borgia, facsímil

de origen no identificado

Fig. 12. Tláloc como signo de los días, detalle, lámina 9 Códice Borgia, facsímil de origen no

identificado

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Figuras 13 y14. Tláloc con los yelmos de los signos de los días Cipactli y Miquiztli, lámina 27 Códice Borgia, facsímil de origen no identificado

Fig. 15. Tláloc como signo de los días, detalle, lámina 9 Códice Borgia, facsímil de origen no

identificado

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anteojeras, orejeras y bigotera, así como con el

cuadrado de los 4 triángulos o rumbos, que porta

en la espalda (figura 12).

Y finalmente, Tláloc se vincula con el tiempo que

se desarrolla simultáneamente en el espacio, al

portar los signos de los días Cipactli, Miquiztli,

como yelmos, en la lámina 27 del Códice Borgia

(figuras 13, 14), y el miotli, signo del año en la

coronilla, formado por un trapecio y un rayo en la

lámina 28 del mismo códice (figura 15).

Bibliografía

Seler, Eduard. Comentarios al Códice Borgia,

1980, Fondo de Cultura Económica, México.

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Invitación

Se invita a todos los investigadores interesados

en temas relacionados con Tlaloc y demás dei-

dades de la lluvia y la fertilidad a enviar sus artí-

culos de no más de 8 cuartillas.

Las imágenes se enviaran por separado en reso-

lución de 300dpi. Se aceptará un máximo de 8

imágenes.

Para entrega de originales se siguen las normas

de la revista Anales IIEs

Toda correspondencia deberá dirigirse a la Dra.

María Elena Ruiz Gallut al Instituto de Investiga-

ciones Estéticas, Circuito Mario de la Cueva,

s/n. Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México

D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.

De igual manera los artículos podrán mandarse a

las siguientes direcciones electrónicas:

[email protected];

[email protected].