Totalitarismo, triste historia de un no concepto
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i d e o l o g í a
68 / El Viejo Topo
Giorgi Rublëv. Retrato de Stalin, 1935.
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De “c o m p o rtamiento totalitari o” ha sido re c i e n t e m e n t eacusado el ministro brasileño de cultura Gi l b e rto Gil, en elcurso de una polémica sobre la distribución de los fondosp ú b l i c o s. “Típica de un estado totalitari o” es según Vi t t o ri oFe l t ri la (sacrosanta) decisión de Rifondazione Co m u n i s t ade expulsar a un concejal que pri m e ro ha defendido eld e recho de Di Canio (futbolista del Lazio) a hacer el salu-do fascista, y después lo ha imitado a beneficio del fotó-g rafo de un periódico local. Y “t o t a l i t a ri o” es, obv i a m e n t e,también, todo opositor de Berlusconi que sea sorpre n d i d op ronunciando con tono de re p roche las tres palabra s“conflicto de intere s e s”. Se trata de usos grotescos del tér-m i n o, pero, a su modo, significativo s.
Aún más significativo es el uso del término por partedel ex director de la CIA, James Woolsey, el cual ha recien-temente afirmado que “una misma guerra” contraponehoy a los Estados Unidos a “tres movimientos totalitarios,un poco como ocurría en el segundo conflicto mundial”.Los tres “movimientos totalitarios” estarían representa-dos por el baasismo (sunnitas iraquíes y Siria), por los“chiitas islamistas yihadistas” (apoyados por Irán y liga-dos al Hezbollah libanés) y por los “islamistas yihadistasde matriz sunnita” (o sea “los grupos terroristas como AlQaeda”). Una duda surge espontáneamente: ¿qué diablostienen en común hoy un nacionalista árabe laico, un fun-damentalista islámico chiita y uno sunnita?
Prácticamente nada. Excepto una cosa: el hecho de
o p onerse a los Estados Un i d o s.“To t a l i t a ri o”, en definitiva, es quién se opone a Oc c i d e n-
t e, y más precisamente a los Estados Unidos de Améri c a .Nada nuevo, realmente las cosas están así desde hace másde 50 años. La fortuna del concepto de “t o t a l i t a ri s m o” na-ce de hecho en la inmediata posguerra mundial, y se expli-ca con la necesidad política de unir a los regímenes comu-n i s t a s, que re p resentaban entonces el nuevo Enemigo deOc c i d e n t e, al régimen nazi recién derro t a d o. A posteri o ri ,no podemos más que constatar el pleno éxito de esta ope-ración. Au n q u e, sin embarg o, ha conocido diversas fases.
Fase 1: “n a z i s m o = e s t a l i n i s m o” ( H . A re n d t )La fortuna de esta identificación se debe en buena part e
al libro Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Are n d t .En este libro, aparecido en pri m e ra edición en 1951, laA rendt identifica los “sistemas nazi y estaliniano” comodos “va riantes del mismo modelo” político: un modeloque tiende al “dominio total” sobre las personas, y al “d o-minio global” a nivel planetari o. Los elementos esencialesdel totalitarismo son la “ i d e o l o g í a”, entendida como unac l a ve absoluta de comprensión de la historia (racista en elp rimer caso, “c l a s i s t a” en el segundo), el “t e r ro r” (ve rd a d e-ra “esencia del poder totalitari o”, que golpea no solo a loso p o s i t o re s, sino también a los “ i n o c e n t e s”), y el “p a rt i d oú n i c o” (curi o s a m e n t e, la Arendt no cita en cambio el po-der absoluto de un jefe).
TotalitarismoLa triste historia de un no-conceptotexto de Vladimiro Giacché
l igual que la guerra de Bush, también el léxico ideológico contemporáneo esta anima-do por la lucha entre el Bien y el Mal. Una lucha sangrienta que ve contrapuestos anuestros aliados, el “Mercado”, la “Democracia” y la “Seguridad”, a dos enemigos mor-
tales: el “Terrorismo”, y el “Totalitarismo”, cada vez menos distinguibles el uno del otro. El ape-lativo “Totalitario”, en particular, está decididamente entre los insultos más en boga.
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El texto de la Arendt tiene muchos aspectos débiles. Esp ro l i j o, pero también desequilibrado en su estru c t u ra. Ladocumentación es muy rica en lo que se re f i e re a la Ale-mania nazi y, por el contra ri o, extremadamente débil encuanto respecta a la URSS. Este hecho ya demuestra que ela rquetipo del concepto arendtiano de “t o t a l i t a ri s m o” es laAlemania nazi, a la que se intenta asimilar a la URSS, esta-bleciendo paralelismos digamos un poco forz a d o s, comola atribución a la Rusia de Stalin de la misma tendencia al“dominio global” de la Alemania hitleriana; pasando porencima del hecho de que durante todo el período estali-niano la Unión Soviética fue agredida y amenazada (enúltimo término por el re a rme de los países Occidentales ypor el monopolio de las armas atómicas por parte de losUSA). Conectada a esta curiosa tesis está el ve rd a d e roa b s u rdo según el cual el “ b o l c h e v i s m o” debería “más alp a n e s l a v i s m o” que a cualquier otra ideología y mov i m i e n-t o”.
De un modo más general, los críticos de la Arendt lo hantenido fácil para demostrar cómo la “ i d e o l o g í a” nazi( s i e m p re que se quiera ennoblecer con el término de“ i d e o l o g í a” el delirante patchwork antisemita del Me i nKa m p f h i t l e riano) está distante años luz de la comunista:re a c c i o n a rio y tradicionalista el nazismo, re vo l u c i o n a rio y“ h e re d e ro del iluminismo y de la Re volución Fra n c e s a” elcomunismo; irracionalista el pri m e ro, racionalista el se-gundo; racista el pri m e ro, internacionalista y unive r s a l i s t ael segundo; defensor de la existencia de una jera rq u í an a t u ral (entre razas e individuos) el pri m e ro, igualitario y“n i ve l a d o r” el segundo; explícitamente antidemocrático elp ri m e ro, defensor de una “d e m o c racia re a l” que fuese másallá de la “solamente form a l” el segundo.
Se dirá que una cosason los principios yo tra su tra d u c c i ó npráctica. Pe ro el puntoc l a ve es pro p i a m e n t eeste: ¿se puede re d u c i ra un único conceptouna ideología y prácti-ca de gobierno explíci-tamente basadas en elt e r ror y la violencia, yuna teoría (y praxis) deemancipación que sec o n v i e rte en una pra-xis contra ria a sus pro-pios principios? Po r-
que una cosa es cierta: en el nazismo la corre s p o n d e n c i ae n t re teoría y praxis es perfecta, también y sobre todo bajoel perfil del terror y del “dominio total”. La apesadumbra-da constatación de la “d e s ve rgonzada fra n q u eza del Me i nKa m p f” es obligatoria para cualquiera que examine el fe-nómeno nazi. El nazismo exalta explícitamente los con-ceptos de “o rg a n i c i d a d”, de “o rganización total”, el “p ri n c i-pio totalitari o”. Y lo pone científicamente en práctica. Lap rueba más elocuente de ello esta re p resentada en la len-gua alemana, que fue –a diferencia de la rusa– completa-mente re e s t ru c t u rada y modificada a fin de legitimar y ex-p resar la realización “t o t a l” el dominio nazi.
También a la luz de esto último, es cuanto menos singu-lar que la Arendt se muestre poco segura para determ i n a ren qué años había en Alemania un “ve rd a d e ro” régiment o t a l i t a rio: a veces sostiene que la Alemania de Hitler sec o n v i e rte en un régimen “a b i e rtamente totalitari o” sola-mente desde el estallido de la Segunda Gu e r ra Mu n d i a l(después de 1939); otras veces afirma que fue pre c i s a m e n-te “después de las conquistas en el este euro p e o” (desde1941 y después), cuando “Alemania estuvo en condicionesde instaurar un régimen ve rd a d e ramente totalitari o”; perollega también a sostener que “solo si Alemania hubieseganado la guerra habría conocido un dominio totalitari oc o m p l e t o” (H. Arendt, La banalidad del mal, y Los oríge -n e s . . .). Si se llevan a sus últimas consecuencias estas pala-b ra s, se puede concluir que ¡no existió nunca un ve rd a d e-ro régimen totalitario en la Alemania nazi! Bonito re s u l t a-do: la Arendt crea la categoría de una forma de gobiern oespecífica e irreducible a cualquier otra, la aplica a dos re-g í m e n e s, para después descubrir que en el que re p re s e n t ael arquetipo de ella, tal categoría ¡no será nunca re a l m e n-te aplicable de modo pleno!.
La desaparición de la economía en el “t o t a l i t a ri s m o” de laA re n d t
“Tanto ruido para nada”, podríamos decir. Pe ro lo de laA rendt no fue trabajo perd i d o. Al menos en un sentido:con todos sus fallos e incongruencias Los orígenes del tota -l i t a r i s m o fue un potente instrumento de propaganda anti-comunista en los pri m e ros años cincuenta (no por casua-lidad la CIA subvencionó generosamente la traducción enva rias lenguas). La categoría del “t o t a l i t a ri s m o”, de hecho,p e rmitía –y permite– conseguir va rios importantes objeti-vos ideológicos.
Uniendo nazismo y estalinismo se pierde la especifi-cidad de la barbarie nazi, relativizándola y “c o n t ra b a l a n-c e á n d o l a” con una barbari e, por así decirlo, igual y contra-
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Se “olvida” que el nazismo comparte con las“democracias liberales” el hechode ser una economía capitalista.
ria a la vez (en los casos más extre m o s, como el re v i s i o n i s-mo histórico de Ernst No l t e, hasta nada menos que ve r s etentados de hacer al “t o t a l i t a rismo comunista” el culpabledel surgimiento del nazi, justificando este último en cuan-to reacción fisiológica al pri m e ro). No es este, sin embarg o,el más importante servicio prestado por el concepto del“t o t a l i t a ri s m o”. Lo es por el contra rio considerar y clasifi-car al régimen nazi en base a su forma política en vez depor su contenido económico. De tal modo se “o l v i d a” queel nazismo comparte con las “d e m o c racias libera l e s” (pre ypost-nazis) el hecho de ser una economía capitalista. Este“o l v i d o” vuelve casi inexplicable un fenómeno embara zo-so como es la absoluta continuidad de las clases diri g e n t e seconómicas (y en casos no marginales también políticas)e n t re la Alemania “t o t a l i t a ri a” y la “d e m o c r á t i c a” Alemaniaoccidental. Cosa que sería fácil de explicar si se admitieseque la dictadura nazi era funcional al mantenimiento delo rden económico vigente (entonces y hoy) contra el peli-g ro re vo l u c i o n a ri o. Incluso si la Arendt busca exo rc i z a r l o,la relación orgánica entre el gran capital alemán y el nazis-mo re p resenta el ve rd a d e ro hilo de la parábola histórica de
la Alemania hitleriana, desde sus albores hasta los camposde exterm i n i o, como demuestran, entre otras cosas, las de-cenas de miles de pri s i o n e ros que trabajaban hasta lam u e rte para la I.G. Farben, para la Kru p p, la Si e m e n s, etc.El tema ha vuelto a las crónicas recientemente en re l a c i ó nal proceso instado contra la BMW por algunos de los su-p e rvivientes de los campos de concentración. No se tra t ade casos aislados. Cu a n d o, hace algunos años, se impide ala empresa Degussa participar en los trabajos de constru c-ción del monumento erigido en Berlín en memoria del ex-t e rminio de los hebreos por su compromiso con el nazis-m o, hubo quien sugirió que, si este cri t e rio se aplicase def o rma inflexible, habrían debido ser excluidas todas lase m p resas alemanas. Incluso insistir sobre la novedad ra d i-cal del “t o t a l i t a ri s m o” como forma de gobierno permite ol-vidar –o de cualquier modo poner decididamente en se-gundo plano– la continuidad económica entre el régimennazi y las precedentes “d e m o c racias libera l e s”. Pe ro estaslíneas de continuidad no son solamente económicas. Lamisma Arendt sitúa en la “edad del imperi a l i s m o” un im-p o rtante factor de incubación del totalitari s m o. Y docu-
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Prisioneros rusos a su llegada al campo de Mauthausen
menta como ya los gobiernos “d e m o c r á t i c o s” de los paísesi m p e rialistas justificaron con el racismo sus propias con-quistas coloniales y lleva ron a cabo, también, masacre sm a s i vas de las poblaciones indígenas. Re c u e rda que unf u n c i o n a rio británico propuso usar “m a s a c res administra-t i va s” para la solución del problema en la India, y que enÁ f rica otros diligentes funcionarios (diligentes comoEichmann) declaraban que “no se permitirá que conside-raciones éticas como los derechos humanos obstaculicen”el dominio blanco. Y concluye: “delante de las narices detodos estaban ya muchos de los elementos, que, mezc l a-d o s, habrían podido crear un gobierno totalitario sobrebases ra c i s t a s”.
Estaban incluso allí sus instrumentos más feroces: “t a m-poco los campos de concentración son una inve n c i ó nt o t a l i t a ria. Ap a re c i e ron por pri m e ra vez durante la guerrade los Böers, a principios del siglo XX, y continuaron sien-do usados tanto en Su d á f rica como en la India para los ele-
mentos indeseables”; aquí encontramos por pri m e ra vezel término “custodia pro t e c t o ra”, que es enseguida adopta-do por el Te rcer Reich. Si esto es ciert o, ¿cuál es la nove d a ddel totalitarismo? En opinión de la Arendt, estaría en elmodo de utilización de los campos de concentración, unan ovedad que consistiría en el abandono de los “m o t i vo su t i l i t a ri o s” y de los “ i n t e reses de los gobern a n t e s” para en-t rar en el campo del “todo es posible”. Ausencia de medida,absolutismo: según esta impostación el totalitarismo es unn ovum propio en cuanto al mal radical, el “mal absoluto,impune e imperd o n a b l e”. De este modo, obv i a m e n t e,cualquier investigación de las causas, cualquier elementode continuidad histórica con las “d e m o c racias libera l e s”pasa a un segundo plano: el totalitarismo nazi es compa-rable solo con sí mismo –o con su presunto “d o b l e” re p re-sentado por la Rusia estaliniana. De este modo se pierd esimplemente la posibilidad de meter la nariz en la que hasido definida como la fábrica europea del Ho l o c a u s t o.
“Ab s o l u t o”, “m i s t e ri o”, “ l o c u ra”: en el mismo momentoen el que hacemos uso de estas categorías, renunciamos ac o m p re n d e r. Cu a n d o, en agosto pasado, Ratzinger definióel exterminio nazi de los hebreos como “m y s t e rium iniqui-t a t i s”, excluyó la posibilidad de comprender cuanto ocu-r rió y de nombrar tanto a los cómplices como los motivo sdel exterminio. Al mismo resultado se llega cuando –co-mo hace la Arendt– se emplea la categoría de “ l o c u ra”c o m o clave de lectura de cuanto sucedió.
Fase 2: “n a z i s m o = c o m u n i s m o” ( Fri e d ri c h / Brzezinsky yo t ro s )
A pesar de sus “m é ri t o s” ideológicos, el “t o t a l i t a ri s m o”a rendtiano se convierte rápidamente en inserv i b l e. De s-pués de la muerte de Stalin, de hecho, en la Unión Sov i é-tica se atenuó y rápidamente vino a menos aquel “t e r ro r”que para la Arendt era “la esencia del poder totalitari o”. Y,en efecto, la misma Arendt afirmó sin medias tintas quedespués de la muerte de Stalin “no se puede definir a laURSS como totalitari a”. Este análisis estaba basado tam-bién en la “ i d e o l o g í a”, p e ro la idea de un “dominio total”fundado solamente sobre ella era más bien poco plausible.Ad e m á s, en el texto de la Arendt había otros elementosque se conciliaban mal con un anticomunismo absoluto:comenzando por la contraposición entre Lenin y Stalin ypor la afirmación según la cual una posible altern a t i va aStalin hubiera sido la prosecución de la Nu e va Po l í t i c aEconómica (NEP) lanzada por Lenin. Se rviría cualquiercosa más fuert e. Y llegó: en 1956, Carl J. Fri e d rich y Zbig-niew Brzezinski (sí, el mismo) enviaron a la imprenta un
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n u e vo libro sobre el tema, titulado Di c t a d u ra totalitaria ya u t o c ra c i a. En este volumen se agregaba, junto a los tra zo sc a racterísticos del totalitari s m o, también el control y lad i rección centralizada de la economía. Se conseguía así elo b j e t i vo de incluir en el ámbito de los regímenes totalita-rios a la Rusia post-estaliniana, a la China comunista y atodos los países del este euro p e o. (Esto, por otra part e,complicaba las cosas por cuanto respecta a la identifica-ción del régimen nazi como totalitari o, pero, obv i a m e n t e,no era esta la principal preocupación de los autore s ) .
Aún así, el problema de la objetiva desaparición del “t e-r ror totalitari o” de la misma Unión Soviética no era un pro-blema de poco calado. A esto se puso remedio de un modomuy simple: atenuando la importancia del “t e r ro r” para elconcepto de totalitari s m o. Así, en la segunda edición delvolumen citado, a cargo en 1965 de Fri e d rich únicamente,se puede leer que en el “t o t a l i t a rismo maduro” el terro r–que pri m e ro había sido definido como el “n e rvio vital delt o t a l i t a ri s m o”– está presente únicamente en la forma deun “t e r ror psíquico” y de un “consenso genera l” (¡sic!). yBrzezinski, que al principio consideraba el terror “la cara c-terística más universal del totalitari s m o”, en un nuevo librode 1962 llega a hablar de un “t o t a l i t a rismo vo l u n t a ri o”(¡sic!) (Ideología y poder en la Unión Sov i é t i c a) .
Co n t e m p o r á n e a m e n t e, otros autores se encarg a ron dea p retar el acelerador sobre el concepto de “ideología tota-l i t a ri a”, ampliando su alcance. Así, Talmon, en su Los oríge -nes de la democracia totalitaria, denuncia como “t o t a l i t a-ri a” la “misma idea de un sistema autónomo del cual hayasido eliminado cualquier mal y cualquier infelicidad”; di-cho en términos sencillos: la idea misma de una sociedadsin clases es una aspiración totalitaria. Ya la Arendt habíac o n f i rmado que “el mal radical nace cuando se espera unbien ra d i c a l”. Ot ro politólogo ameri c a n o, W.H. Mo r ris Jo-n e s, en 1954 escribe un ensayo. En defensa de la apatía, enel que sostiene que la apatía ejerce un “efecto benéficos o b re el tono de la vida política”; por el contra ri o, “m u c h a sde las ideas conectadas con el tema general del deber delvoto pertenecen propiamente al campo totalitario (¡) yestán fuera de lugar en el vo c a b u l a rio de una democra c i al i b e ra l”.
Si estas posiciones aparecen explícitamente desde posi-ciones políticas de derecha, lo mismo no se puede decir deun va riado y sucesivo filón de “c a z a d o res de totalitari s-m o s”: se trata de teóricos del post-modern i s m o, los cuales,a partir de Je a n - Francois Lyo t a rd, han puesto a tiro los“g randes re l a t o s”, o sea, las teorías de la historia, y en part i-cular de la historia como emancipación pro g re s i va de la
humanidad. En este caso el “sueño totalitario” estaría re-presentado por la idea misma de poder dar una lecturaracional y global de los eventos históricos: cosa que de-sembocaría en un “modelo totalizante” y en sus “efectostotalitarios, bajo el nombre mismo del marxismo, en lospaíses comunistas”.
Fase 3: “t o t a l i t a ri s m o = c o m u n i s m o”Con el colapso de la URSS y la caída del Mu ro de Be r l í n
sucede lo increíble: el “To t a l i t a ri s m o” sov i é t i c o, este horri-ble Leviatán del siglo XX, implosiona sin el más mínimod e r ramamiento de sangre (bastante más cruentos fuero npoco después los conflictos étnicos que estallaron en todoel este europeo en disgregación). La presunta terri b i l i d a ddemoníaca del “t o t a l i t a rismo comunista” muta en unapatética farsa, bien simbolizada en el “golpe de estado-farsa del ve rano de 1991 en Rusia (el “d e m o c r á t i c o” Ye l t s i n ,por el contra ri o, muy pro n t o, no dudará en tomar a caño-n a zos el Parlamento). Si esperábamos reflexiones equili-b radas sobre estos arg u m e n t o s, sucede lo contra ri o. Ahorano sólo la historia entera de los países comunistas estác o m p rendida en la categoría de “t o t a l i t a ri s m o”, sino que elcampo semántico de este concepto se amplía sin ningúnre s p e t o, no digamos del sentido históri c o, sino incluso delsentido del ri d í c u l o. Esto se concreta incluyendo litera l-mente a todo el movimiento comunista al completo; a lamisma Re volución Francesa (el Te r ro r, ¡caramba!); a los es-tados sobrevivientes del difunto “bloque socialista”, a losm ovimientos de liberación del Te rcer Mundo que luchanc o n t ra la pri vatización de los recursos básicos de sus re s-p e c t i vos países, y a muchos más.
Según esta concepción “a m p l i a d a” del concepto, ten-dencias “t o t a l i t a ri a s” nu-t ren –incluso inconscien-temente– a cualquiera queluche por formas de re g u-lación de la economía dis-tintas del modelo libera lde “la zo r ra libre en el ga-l l i n e ro libre”; el mismomodelo europeo de estadode bienestar (a partir de lallamada “economía socialde merc a d o” inve n t a d apor la CDU alemana) seconvierte en sospechoso;nada que hacer, la pestedel azufre bolchevique
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“Absoluto”,“misterio”, “locura”:
en el mismomomento en el
que hacemos uso de estas
categorías,renunciamos a
comprender.
también le afecta. Y “sueños totalitari o s” cultiva tambiénc u a l q u i e ra que crea posible comprender las dinámicash i s t ó ricas con el auxilio de la razón, quien estudia la filo-sofía sistemática sin aburri r s e, quien defiende los pro g re-sos de la ciencia y de la razón (ya el hecho de adoptar esteúltimo término en singular denuncia sin equívoco la men-talidad intolerante y policial de quién no la usa). Con unsingular vuelco de perspectiva, aquel irracionalismo quehabía re p resentado el fértil humus del nazismo es el queh oy se quiere repintar como “denuncia de los límites de lara z ó n”, y es, además, considerado expresión de una men-talidad post-moderna, abierta y tolera n t e. Con ello vuel-ven a encontra r s e, malamente embellecidos, todos los ele-mentos de la ideología nazi: racismo (“conciencia de lap ropia identidad étnica”), xenofobia (“o rg u l l o” y “a u t o d e-fensa de Oc c i d e n t e”), mitos de sangre y terri t o rio (“a p e g oa las raíces pro p i a s”); y, sobre todo, el anticomunismo vis-c e ral: que hoy asume precisamente el ro s t ro “d e m o c r á t i-c o” de la “f i rme denuncia de la ideología totalitari a”.
Estamos en la terc e ra fase de la poco edificante histori adel concepto de totalitarismo: ahora éste designa en pri-mer lugar, si no exc l u s i va m e n t e, al comunismo. Se intentahacer tomar al “c o m u n i s m o” el puesto ocupado en el ima-g i n a rio colectivo por el nazismo como arquetipo del podert o t a l i t a ri o. La misma denuncia, aparentemente salomóni-ca, de los “t o t a l i t a ri s m o s” del siglo XX sirve en re a l i d a dp a ra golpear al comunismo, mientras que la execra c i ó nque circunda el nazismo se hace cada vez más genérica yritual. Y para distinguir netamente entre ambos, el fascis-mo italiano (además del húngaro, ru m a n o, estonio, letón,l i t u a n o, port u g u é s, español, gri e g o...) es benévo l a m e n t ec o n s i d e rado como un “ b a n a l” autori t a ri s m o, no se sabe simás bondadoso o chapucero. Singular ironía de la histori a ,
si se piensa que Mu s s o l i n iveía la novedad históri c adel fascismo en la capaci-dad de “guiar totalitari a-mente la nación” y adop-taba con mucho gusto lae x p resión de “estado tota-l i t a ri o”.
El documento más sig-n i f i c a t i vo de esta fase es elp royecto de resolución so-b re la “Necesidad de unacondena internacional delos crímenes del comu-n i s m o” presentado en el
2005 al Consejo de Eu ropa. En este singular documento elt e rmino “c o m u n i s t a” es acompañado re g u l a rmente dela p e l a t i vo de “t o t a l i t a ri o” (la formulación pre f e rida es “re g í-menes comunistas totalitari o s”, que en la citada mocióna p a rece 24 veces); el nazismo es pre s e n t a d o, de pasada,como “o t ro régimen totalitario del siglo XX”. En este texto–digamos que un poco confuso– se afirma, a propósito delmismo Consejo de Eu ropa, que “la tutela de los dere c h o sdel hombre y el Estado de derecho son los va l o res funda-mentales que defiende este org a n i s m o”; y como confirm a-ción de esto, se deplora que los partidos comunistas sean“legales y aún activos en algunos países”. Se espera que lap ropia posición anime “a los histori a d o res del mundoe n t e ro” a “establecer y ve rificar objetivamente el desarro-llo de los hechos”; luego, para animar la libertad de inve s-tigación y de enseñanza, se pide “la revisión de los manua-les escolare s”. ¿Pe ro qué motiva la necesidad de este pro-nunciamiento? Junto a los motivos declarados (decidida-mente paradójico aquel de “f a vo recer la re c o n c i l i a c i ó n”) sere velan alguno de los ve rd a d e ros: “p a recería que un ciert otipo de nostalgia del comunismo esté todavía presente enalgunos países, por lo que existe el peligro de que los co-munistas retomen el poder en uno u otro de estos países” ;y, sobre todo: “elementos de la ideología comunista, comola igualdad o la justicia social, continúan seduciendo an u m e rosos miembros de la clase política”. Henos aquíante la respuesta: insatisfacción por el presente estado decosas y aspiración a la igualdad y a la justicia social. Losve rd a d e ros enemigos de los “c a z a d o res de comunistast o t a l i t a ri o s” son estos. Hoy igual que aye r. Ayer con la exc u-sa de los regímenes comunistas existentes, hoy con la ex-cusa de que los regímenes comunistas ya no existen.
Un concepto sin objeto y el “enemigo entre nosotro s”Pe ro obv i a m e n t e, el hecho de que el sistema de los re g í-
menes comunistas no exista no es irre l e vante tampocop a ra la suerte del concepto “t o t a l i t a ri s m o”. El hecho dehaber perdido el propio objeto no es cosa baladí: ahora alconcepto de “t o t a l i t a ri s m o” le falta un re f e re n t e. Pa ra unconcepto sin objeto la vida no es fácil. Pa ra no quedar des-ocupado está obligado a buscárselo. Es también cierto quela ampliación semántica del térm i n o, en su tiempo efec-tuada en función de la necesidad anticomunista, facilita labúsqueda de objetos sustitutivo s. Ahora “t o t a l i t a ri o” estodo y lo contra rio de todo: vivimos bajo el yugo del “t o t a-l i t a rismo publicitari o”, pero es totalitaria, también, la pro-hibición de la publicidad del tabaco. Es totalitaria la re p re-sión sexual de los islámicos wahabbitas, pero no es menos
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El “Totalitarismo”soviético, este horrible Leviatándel siglo XX, implosiona sin elmás mínimo derramamiento de sangre.
insidioso el “t o t a l i t a rismo del gozo” impuesto por las so-ciedades capitalistas occidentales a los individuos atomi-z a d o s. Aquí, sin embarg o, surge un problema: cuando unconcepto significa todo, no significa en realidad nada. Lap é rdida de cualquier anclaje semántico significa la muert ede un concepto. Y esta es probablemente la suerte quet a rde o temprano esperará al “t o t a l i t a ri s m o”.
De momento, sin embarg o, un residuo de significado lequeda adherido: es el incubo del “dominio total”. El incu-bo del poder sin obstáculos, de la violencia salvaje peroo rganizada, del lenguaje al servicio del poder que altera yv u e l ve del revés la realidad, cancelando cualquier distin-ción entre ve rd a d e ro y falso. Aquí reside la perd u ra b l eeficacia propagandística del concepto. Pe ro aquí, iróni-c a m e n t e, el “t o t a l i t a ri s m o” puede rendir un import a n t es e rvicio: el de ayudar a nombrar a los síntomas del “d o-minio total” de nuestro mundo. Ve a m o s.
La violencia salvaje pero organizada típica del podert o t a l i t a rio deja sus huellas inconfundibles en el actual len-guaje de los Se ñ o res de la Gu e r ra estadounidenses. Qu e
e n c u e n t ran una expresión emblemática en las palabras deaquel neoconservador nort e a m e ricano que –en la vísperadel ataque lanzado por las tropas estadounidenses contraFallujah– colocaba el objetivo de “De s t rozar Fa l l u j a h” en elp rimer puesto de un pro g rama político; el hecho de que lohiciese en un artículo titulado: “Va l o res para todo el mun-d o” no es solo un tributo al humor negro, sino un indica-d o r: que señala la adopción de un lenguaje que, como yah i zo el de los nazis, invierte sistemáticamente el significa-do de los términos (cfr. F. Ga f f n e y, artículo de la Na t i o n a lRe v i ew, nov i e m b re 2004). Cuando más tarde –a toro pasa-do– el general de los marines John Sattler afirmó que lao f e n s i va contra Fallujah “ha partido los riñones a los insu-r re c t o s”, no de modo casual utilizó exactamente las mis-mas palabras pronunciadas por Mussolini a propósito deGrecia: he aquí un buen ejemplo de inva riante totalitari a(que no auspicia nada nuevo ) .
Vayamos pues, al lenguaje sometido al poder. El textoclásico a este propósito es el violento panfleto anticomu-nista 1 9 8 4, escrito por el periodista inglés Ge o rge Orwell y
i d e o l o g í a
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Isaak Brodsky, Lenin en Smolny, 1930.
publicado en 1949 (también en este caso con conspicuafinanciación de la CIA; por lo demás, el mismo Orwell eraun espía inglés). Como ha puesto de re l i e ve Ma r í aTu rc h e t t o, si releemos 1 9 8 4 h oy, la encontra remos de sor-p rendente actualidad. Ciert o, hoy no existe un “Mi n i s-t e rio de la Ve rd a d” como el de la Oceanía de Orwell. Po-d e m o s, sin embarg o, consolarnos con el “Su b s e c re t a ri a d op a ra la democracia y los asuntos globales” del De-p a rtamento de Estado de los Estados Un i d o s. En Oc e a n í a“el enemigo contingente encarnaba siempre el mal abso-luto: conseguía que cualquier acuerdo con él fuera impo-s i b l e, tanto en el pasado como en el futuro”. Y eso es loque ha acontecido con Bin Laden y después con Sa d d a m :ambos al principio óptimos aliados y después En e m i g o sAbsolutos de Oc c i d e n t e. Fue esta circunstancia la queh i zo que las pasadas alianzas con ellos fueran ocultadas,negadas y desmentidas. Desde este punto de vista, tam-bién la “mutabilidad del pasado” de Orwell está ya entren o s o t ro s. No menos presente está el “doble pensar”: elslogan orweliano según el cual “la guerra es la paz” es unode los eslóganes fundamentales de Bush a propósito de laa g resión a Iraq; en su pequeño papel, también Fini, cuan-do ha afirmado que los soldados italianos en Iraq han“m u e rto por la paz, ha dado muestras de haberlo asimila-do bien. Además: en Orwell el slogan del partido re c i t atextualmente: “quién controla el pasado, controla el futu-ro”. Quién controla el presente controla el pasado”. Qu i é na l b e rgase dudas sobre la aplicabilidad de este slogan an u e s t ro presente puede ser calurosamente reenviado alas polémicas revisionistas sobre la Re s i s t e n c i a .
C i e rt a m e n t e, se ha di-cho también, que las ma-sas en el libro de Orwe l le ran controladas con ins-t rumentos muy distintosde los que se usan enn u e s t ros días. Baste pen-sar que en el Mi n i s t e ri ode la Ve rdad “una cadenacompleta de depart a-mentos autónomos seocupaba de la litera t u ra ,música, teatro, y dive r-siones de todo génerop a ra el pro l e t a ri a d o. Allíse producían peri ó d i c o s -b a s u ra que contenían só-lo deport e, sucesos de
crónica negra, horóscopos, novelitas rosa, películas lle-nas de sexo y cancioncillas sentimentales” –todas igua-les– “compuestas por una especie de caleidoscopio lla-mado “ve r s i f i c a d o r”. No faltaba una subsección enteradedicada a la producción de material pornográfico “de laespecie más ínfima”. En líneas genera l e s, los pro l e t a ri o sd e s c ritos por Orwell no lo pasaban mucho peor que losn u e s t ros: de hecho “el trabajo pesado, el cuidado de lacasa y de los niños, las fútiles disputas con los ve c i n o s, elc i n e, el fútbol, la cerveza y sobre todo las apuestas, limi-taban su hori zo n t e”. Además “los pro l e t a rios a los cualesla política no interesaba gran cosa, caían peri ó d i c a m e n t ea merced de ataques de patri o t i s m o”, genera d o s por lasbombas que caían sobre la ciudad; tampoco faltabaquien consideraba –aunque se trataba de un absurdo ob-vio– que era el mismo gobierno el que lanzaba esta bom-bas para “mantener a la gente en el miedo”.
El tema de la mentira del enemigo externo es una clási-co de la litera t u ra antitotalitaria, de Orwell en adelante. Elb i ó g rafo de Hi t l e r, Joachim Fest, ha afirmado re c i e n t e-mente (acerca de la Rusia de Stalin) que “un régimen to-t a l i t a rio necesita siempre de un enemigo”. So b re el uso de“ i m a g i n a rias conjuras mundiales” como instrumento dem ovilización y de consenso para los regímenes totalita-rios había insistido también Hannah Arendt. De un modomás general, el tema de la mentira en política le continuói n t e resando después de su obra sobre el totalitari s m o. Y laimpulsó hacia un ulterior paso, del cual quizás no enten-dió lo que implicaba. En Los orígenes del totalitarismohabía examinado cómo los regímenes totalitarios sea r riesgan a sustituir, a través de la mentira sistemática, unve rd a d e ro y propio mundo ficticio por el real. En obra ss u c e s i vas examinó el papel de la “política de imágenes”,con re f e rencia en particular a la de los Estados Unidos enrelación a la guerra de Vietnam: la “ i m a g e n”, constru i d aa rt e ramente por los mass media, es devuelta a la opiniónpública de un país y opera como un sustituto de la re a l i-dad; gracias a la potencia de los medios de comunicaciónde masas, esa imagen puede recibir más legitimidad, porresultar mucho más visible, (o sea más “real) que la re a l i-dad a la que pretende sustituir.
A h o ra, es evidente que entre esta sustitución de la re a-lidad y la que tiene lugar en los “regímenes totalitari o s”no subsiste ninguna diferencia estru c t u ral (se trata, comom á x i m o, de una diferencia de grado: si el control de losmedios de comunicación no es completo la operación desustitución puede fra c a s a r, o no ser conseguida comple-tamente). También por esta vía, por tanto, salta el esque-
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La violencia salva j ep e ro organizada, típica del poder t o t a l i t a ri o, deja sus huellas inconfundibles en el actual lenguaje de los Se ñ o res dela Gu e r ra e s t a d o u n i d e n s e s.
ma de la irreductibilidad de los fenómenos totalitari o s.En este punto, cualquiera que piense en la cortina de
humo de mentiras y despistes levantados –con la activacomplicidad de los medias– por los Estados Unidos y sus“vo l u n t a ri o s o s” aliados antes y durante la agresión a Ira q,difícilmente se podrá rechazar con desdeño la mord a zdefinición que el sociólogo americano Sheldon Wolin hadado de los Estados Unidos: “To t a l i t a rismo inve rt i d o” –unt o t a l i t a rismo de hecho, cubierto con un lenguaje demo-c r á t i c o. A esta definición se podría si acaso objetar que,e s t ri c t a m e n t e, el lenguaje de cobert u ra “d e m o c r á t i c a”re p resenta una ulterior característica totalitaria. Co nt o d o, estaría fuera de juego quién indentificase en un es-tado –aunque sea un súper-estado en plena deri va auto-ri t a ria como los Estados Unidos– el nuevo sujeto del “d o-minio total”. El poder sin obstáculos hoy reside en otrol u g a r. So b re esto es tiempo de romper decididamente conlas elaboraciones del siglo XX sobre el poder (incluida lade Foucault), todas ellas hipnotizadas por el Estado. Elpoder sin obstáculos, al menos tendencialmente, y el másdenso ahora de hecho, es hoy el de las grandes empre s a smonopolistas transnacionales: las corpora c i o n e s. So nellas las que re p resentan hoy la “institución totalitari a”por excelencia. Tanto hacia el interior como hacia el exte-ri o r. En el interior la tendencia al “dominio total” see x p resa en el autori t a ri s m o, en el control cada vez mástotal sobre los tiempos y los procesos del tra b a j o. En loe x t e rno se traduce ahora no tanto en la persuasión publi-c i t a ria, sino directamente en la construcción del indivi-duo-consumidor (en las tiendas de una cadena de super-m e rcados nort e a m e ricana que vende juguetes los niñosempujan minúsculos carritos con el siguiente cart e l :“Cliente de Toy s’R Us” en adiestra m i e n t o”); y también enla más completa subordinación de cualquier instanciasocial, cultural y ambiental al beneficio de la empre s a .Son especialmente las empresas transnacionales las queevidencian con claridad todas juntas estas cara c t e r í s t i c a s“t o t a l i t a ri a s”.
Tomemos Wa l - Ma rt, la cadena mundial de superm e r-cados radicada en los Estados Un i d o s. Solamente en losúltimos meses, se ha producido lo sigue: prohibición dela actividad sindical en los superm e rcados del gru p o,miles de infracciones a la norm a t i va del tra b a j o, discri m i-naciones en los conflictos con las mujeres tra b a j a d o ra s,explotación de los inmigrantes clandestinos, explotaciónde las minorías (y borrón y cuenta nueva sobre el asuntog racias a un acuerdo secreto con el ministerio de tra b a j ode Estados Unidos), horas extra o rd i n a rias no pagadas,
p ropuesta de intro d u-cir pruebas físicas tam-bién para los cajero s( p a ra seleccionar em-pleados con buena sa-lud), prohibición delf l i rteo en el lugar det ra b a j o. En el frente ex-t e rn o, el poder del mo-nopolio de Wa l - Ma rt ,que puede fijar los pre-cios pagados a los pro-ve e d o re s, y que es lacausa del hundimientode numerosas empre-sas prove e d o ra s, y tam-bién la causa de los ba-jos salarios en China (el10% de las import a c i o-nes Chinas en USA, igual a 12 millardos de dólare s, estánd i rigidas a sus superm e rcados); por cuanto se re f i e re alrespeto de las tradiciones cultura l e s, ha desatado escán-dalo la construcción de un superm e rcado en el mismoc e n t ro de la zona arqueológica de Teotihuacán en México(donde Wa l - Ma rt tiene ya 657 superm e rc a d o s ) .
Las grandes corporaciones son hoy el ve rd a d e ro lugarde origen, y el ve rd a d e ro sujeto, del “dominio total”. Ene s p e ra de que los “c a z a d o res de totalitari s m o s” se dencuenta de ello, muchos escri t o res ya lo han hecho. En losúltimos años han aparecido diversas obras sobre estetema: entre otras 99 fra n c o s de F. Be i g b e d e r, Pro f i t de R.Mo rgan, Gl o b a l i a de J.C. Rufin, L o g o l a n d de M. Ba r ry, o ElCa p i t a l de S. Osmont. En una recensión colectiva de algu-nos de estos libro s, aparecida en el por encima de todasospecha Ha n d e l s b l a t t, se lee entre otras cosas: “E s t o sl i b ros están unidos por una visión horripilante de la re a-lidad. La política ha abdicado. El puesto del Estado hasido sustituido por el de las grandes multinacionales, tani n e xo rable como totalitari o”.
Y en las grandes corporaciones es donde hoy se encar-na ese “poder total del capital” del cual Ho rkheimer yAd o rno hablaban en una famosa página de la Di a l é c t i c adel Il u m i n i s m o. La criminalización, con la acusación de“t o t a l i t a ri s m o”, de las posiciones de crítica social y de lasrelaciones de propiedad sirve justamente para re f o rzar yperpetuar este poder ■
Traducción de Ca rlos Gu t i é r re z
i d e o l o g í a
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Vu e l ven a e n c o n t ra r s e,
malamente e m b e l l e c i d o s, todoslos elementos de la
ideología nazi: ra c i s m o, xenofobia,
mitos de sangre yt e r ri t o rio; y, sobre
t o d o, el anticomunismo
v i s c e ra l ..