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P. ALBERTO IGNACIO EZCURRA Vida de un caudillo argentino Rodrigo Antonio Álvarez 20 de Octubre de 2011 Festividad de San Artemio de Antioquía, soldado y mártir de Cristo Rey 1

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P. Alberto Ignacio Ezcurra

P. Alberto Ignacio Ezcurra

Vida de un caudillo argentino

Rodrigo Antonio lvarez

20 de Octubre de 2011Festividad de San Artemio de Antioqua,

soldado y mrtir de Cristo Rey

Y has de saber que un pueblo se realiza tan slo

cuando traza la Cruz en su esfera durable.La Cruz tiene dos lneas: Cmo las traza un pueblo?

Con la marcha fogosa de sus hroes abajo

(tal es la horizontal)

y la levitacin de sus santos arriba

(tal es la vertical de una cruz bien lograda).

Josef, si como pueblo no trazamos la Cruz,

porque la Patria es joven y su edad no madura

la debemos trazar como individuos,

fieles a una celosa geometra.

La vertical del santo, la horizontal del hroe!Leopoldo MarechalMilicia es la vida del hombre sobre la tierra

Job 7, 11

Introduccin

Sin lugar a dudas, la figura del Padre Alberto Ezcurra sign de manera fundamental los caminos de la Iglesia en nuestro terruo sureo. Es la impronta singular que dejan en su andar las almas distintas. Es la marca indisoluble que fijan en la manera de ser de las gentes los personajes con capacidad para el mando.

Es por esto que el presente trabajo intentar descubrir la profunda huella que dej el Padre Ezcurra tanto en San Rafael como en la Argentina toda. Huella que se vio determinada en su calado y extensin por la particular cualidad de caudillaje y carisma de la que era portador. En este sentido, el estudio se dividir en dos partes fundamentales: la primera tratar de esbozar una definicin certera del concepto de caudillo; y la segunda aplicar este marco terico a la persona del Padre Ezcurra.

Recurriendo a los escritos y testimonios que dejaron sobre l sus allegados ms ntimos se intentar evocar la personalidad atrayente y perdurable de quien sera el iniciador y rector del Seminario Diocesano Santa Mara Madre de Dios.* * *Dos cualidades caracterizaron al Padre Ezcurra en cuanto modelo de jefe: el carisma y el estilo. Como todo jefe, lo era por atractivo espontneo y natural. Bastaba que se sentara meditabundo y reservado en el patio del Seminario para que de inmediato se fueran acomodando junto a l las almas inquietas de sus seminaristas. Bastaba que se cuadrara ante el ambn para pronunciar la homila que ms que homila era arenga para que la gente prorrumpiera vtores y aplausos. Bastaba su figura para levantar el nimo.

Pero su carisma brotaba de su estilo. Espaola era su sangre, catlica e hidalga era su estirpe. El Ezcurra se le notaba y no slo en las cejas. Llevaba en las entraas ese estilo propio y distinto de la hispanidad en Amrica. El ser espaol trocado en ser argentino, y conservados ambos en el orgullo de una misma raza, de una misma historia, de una misma fe. Era a un tiempo Quijote y Martn Fierro. Por ello creemos oportuno aplicarle aquellas virtudes con que caracteriz Garca Morente al caballero espaol: guerrero, arrojado, intuitivo, fogoso, religioso.As, entendiendo su carisma y penetrando en su estilo, apreciaremos mejor la virtud que ms nos interesa sealar en su vida: la de su natural caudillismo, anclada fuertemente en su autoridad intachable. Virtud que, por cierto, quizs no sea la ms importante para rescatar del Padre Ezcurra. Virtud que seguramente no fue la que lo caracterizara de manera particular pero que sin duda existi y en la que fue figura ejemplar. Virtud que mueve adems y por qu no decirlo la admiracin y el respeto de quien escribe hacia el alma heroicamente cristiana de aqul a quien no conoci pero del cual recibi el legado inconfundible y perenne que nos dejara.

Dicho esto, entregumonos de lleno en el estudio que nos entretiene.

R. A.El caballero cristianoDesde tierras de Castilla nos llega el trabajo penetrante y magnfico del profesor Manuel Garca Morente. Como buen filsofo y poeta que era, lo vemos esta vez lanzarse a la caza de la esencia misma del ser espaol. Nos dice que una nacin est por encima del tiempo y de las costumbres, por encima de los hombres y sus actos. Nos dice que

La nacin es el estilo comn de una infinidad de momentos en el tiempo, de una infinidad de cosas materiales, de una infinidad de hechos y de actos, cuyo conjunto constituye la historia, la cultura, la produccin de todo un pueblo.

Traducindolo al criollo, la nacin argentina es, pues, el estilo de vida que ostentan todos los argentinos y todo lo argentino, en los actos, en los hechos, en las cosas, en el pensamiento, en las creaciones, en las resoluciones histricas.

Ahora bien, ese estilo propio del que habla ha de verse resumido, representado y simbolizado en una figura especfica que lo caracterice por completo y de manera universal. Despus de mucho meditar concluye en que el estilo espaol es mejor sintetizado en el modelo atemporal pero real y concreto del caballero cristiano. Siguiendo la descripcin detallada y sabrossima que hace de l, y aplicando algunas caractersticas particulares que creemos indispensables, intentaremos definir el estilo propiamente hispanoamericano. * * *

En primer lugar, el caballero cristiano del que hablamos est hecho de pura reciedumbre guerrera. Heredero de aquel soldado de la Reconquista y forjado aqu en Amrica a fuerza de sacrificios y dolores, se hace consciente de que la vida es un combate. De alguna manera es aquello que Eduardo Mallea llam exaltacin severa de la vida. El caballero es, pues, esencialmente paladn defensor de una causa, desfacedor de entuertos, defensor de cautivas, que va por el mundo sometiendo toda realidad cosas y personas al imperativo de unos valores supremos, absolutos, incondicionales.Su ideal es tan alto y su empuje tan violento que se resiste al mtodo evolutivo y paciente de influir sobre la realidad. Desea y procura la transformacin inmediata de la realidad que lo circunda, transformacin completa y perfecta.

El caballero hispanoamericano prefiere de suyo la grandeza a la mezquindad. Sabe perfectamente que la grandeza es el acto por el cual damos un valor superior a lo que somos por sobre lo que tenemos. Cultiva la grandeza porque desprecia las cosas, incluso las suyas. Pone siempre su ser por encima de su haber. Prefiere ser soberano y seor de su pobreza, antes que vil esclavo de sus bienes.

El caballero es arrojado y corajudo antes que nadie, al punto de volar un pucar rozando las olas o enfrentar una patrulla de poleca con la sola ayuda de un facn y la propia voluntad resuelta. El caballero no conoce la indecisin.

Su vida avanza con rumbo fijo, neto y claro, sostenida por una tranquila certidumbre y seguridad, por un nimo impvido y sereno, que ni el evidente e inminente fracaso es capaz de quebrantar.Su seguridad se funda inquebrantable en la fe limpia y clara. Fe que se mantiene enhiesta aunque las tempestades de la vida la sacudan. Como dijera el poeta refirindose a aquellos conquistadores que surcando los mares ganaron un continente para Cristo:Navegar al acaso de espaola aventura,

con la brjula loca, pero fija la Fe.Es intuitivo. Decide ms por obediencia a los dictados misteriosos de esa voz interna que por estudio prudente de las probabilidades. El caballero es hombre de plpito ms que de clculo. Se mueve por su propio empuje persiguiendo instintivamente su propio deber ser. Como dijera el Libertador: Sers lo que debas ser y si no, no sers nada. Es esta intuicin la que le permite decidir con soltura e incluso mandar y dirigir. Se mueve; no es movido.En dos grupos podran generalmente dividirse los hombres en lo que al rgimen y direccin de la vida se refiere: los que hacen ellos mismos su propia vida y los que la reciben pasivamente ya hecha. Los primeros buscan sus directivas en el fondo de sus propios corazones; actan de dentro a fuera; influyen sobre el medio y el contorno; imponen a las cosas la huella de su voluntad soberana. Los segundos acatan normas ajenas, a que el medio social u otros individuos les constrien; viven al dictado; son materia plstica y sumisa. Al primer grupo, sin vacilacin alguna, pertenece el caballero cristiano.Es estoico, incluso en su indumentaria. Conserva el garbo por medio de o a pesar de sus ropas. Y es que el vestido cae sobre el caballero como si perteneciera a su propia esencia, sin importar la calidad de su hechura.

Por ltimo, el caballero es profundamente religioso. Su fe lo tie todo y de tal manera que no da un paso sin pensar en Dios. Consciente o inconscientemente. Su fe es tan entera que engendra espontneamente todas las virtudes que antes hemos mencionado. De ella surge ese desprecio a la muerte que lo caracteriza, puesto que considera que la vida no es sino la preparacin para la muerte. La vida es fatiga y labor y pelear duro y sufrimiento paciente y esperanza anhelosa. Confa ilimitadamente en Dios y en su providencia.

Por eso es paladn de las grandes causas; por eso menosprecia la mezquindad y cultiva la grandeza; por eso es arrojado y corajudo, por eso en todo momento quiere hacer l la vida y la historia.Por eso vive, gime, llora, reza, sufre, calla, grita, aguanta, combate y sale un da en busca de la muerte. Su fe lo atraviesa de parte a parte y en ella encuentra sentido.

He ah la encarnacin inconfundible de dos mil aos de historia, sintetizadas en un estilo propio y distinto, en una manera particular de enfrentar y entender la vida.P. Alberto Ignacio Ezcurra

Estilo y Carisma

En el P. Alberto se desposaron la lucidez y el coraje, haciendo de l un autntico militante de la Iglesia y de la Patria.R. P. Alfredo Senz, S. J.

Como decamos en la introduccin, el Padre Ezcurra se distingua por un estilo inconfundible. Dijimos que provena de la tradicin heredada de la casta espaola y vasca de su familia; dijimos que provena de su criollismo arraigado, fundiendo de esta manera dos formas de ser distintas pero hermanadas. As pues, dijimos que en l se vea reflejado el estilo propiamente hispanoamericano.

Expusimos luego las caractersticas y cualidades propias del modelo vivo pero abstracto que encarna este estilo, el caballero cristiano. Pues bien, teniendo ya una concepcin acabada de dicho arquetipo, pasemos ahora a demostrar cmo el Padre Ezcurra personific cabalmente cada una de aquellas virtudes que antes nombrramos.* * *En primer lugar, entonces, diremos que el Padre fue ante todo un luchador incansable. As lo defina el Padre Coll en logrado romance, su vida fue este entramado: guerrero, nio y maestro. Desde joven fue su vida una lucha clara y contundente. Desde su militancia poltica en Tacuara mostr esa capacidad asombrosa para sobreponerse a los avatares y a puetazos abrirse paso entre la zurdada. Era la suya una concepcin acabada de lucha, dolorosa por cierto:Cuando un pueblo es arrastrado por sus gobernantes a la corrupcin y no queda para la reconquista otro camino que el de la Cruz y el del martirio el mal no se agota en las formas externas de un sistema poltico falso o injusto: tiene races en el orden sobrehumano del espritu. Por ello slo tienen sentido una lucha que abarque toda la complejidad de estos distintos aspectos.Fue ese sentido combativo y recio el que lo movi a incrustarse la consigna de Job en el alma: Milicia es la vida del hombre sobre la tierra. Represent el smbolo exacto del caballero armado al servicio de la verdad desarmada, la espada al servicio de la Cruz. Al respecto nos dice el Prof. Antonio Caponnetto,

Y bien podra ser entre tantas cosas el que comprendamos definitivamente que son posibles la Fe y la Milicia, la Adoracin y la Accin, la Espada y la Cruz, el amor a Dios y el amor a la Patria. Que es posible () la regeneracin de las naciones cristianas sometidas, si se advierte que la lucha no puede ser meramente poltica.No podemos dejar de mencionar aqu aquel episodio emotivo y ejemplar que nos llega desde el Buenos Aires de 1992. Dice el Prof. Caponnetto que en aquella ocasin,volvi a ratificar su doble condicin de catlico y nacionalista. Era en una fecha a su medida: el 20 de noviembre; y slo su enorme fortaleza y su abundante generosidad le permitieron sobreponerse a las limitaciones fsicas y darle con su prestigio un espaldarazo de maestro y amigo a mi libro El Deber Cristiano de la Lucha, que le haba pedido me presentara junto al Coronel Guevara.El hilo de su vida estaba por romperse. Se encontraba en aquella fecha a tan slo seis meses del cielo. Estaba dbil y desgastado, la voz se le quebraba con la vida. Y supo sin embargo sobreponerse a ello para dejarnos un ltimo ejemplo de reciedumbre, fortaleza y combatividad. En un momento que habra de quedar en la memoria de los presentes, el Padre Alberto tom la palabra y dijo:

Ya no soy joven y estoy enfermo, pero si hay algn motivo por el cual podra pedirle a Dios que me prolongue la vida sera solamente por esto; para seguir luchando. Porque vale la pena luchar y tenemos esa obligacin.Ociosas quedan las palabras ante tamao testimonio.

El Padre Alberto prefiri siempre la grandeza a la mezquindad. Comprenda de manera acabada aquello de que el hombre vale ms por lo que es que por lo que tiene. Su misionar lo confirma, su actividad apostlica entre la gente sencilla lo ratifica. Dice Caponnetto que

Cuando el Padre Alberto misionaba, elega los parajes ms desatendidos e inhspitos, all donde los criollos haban sido abandonados a su suerte por la perversidad del sistema dominante. Y volva de la misin, rico en experiencias apostlicas y en decires campestres que sola aplicar en sus clases y cursos.Su propia grandeza se manifestaba en la prdica de la verdad pues era consciente de que anunciaba una palabra que no le perteneca, y que por eso mismo deba mantener intacta y pura. Y sin embargo, supo considerar a quienes se obstinaban en el error con la misma caridad y benevolencia que a quienes se inclinaban humildes ante la verdad desarmada. Mantuvo enhiesta la integridad de la doctrina, al tiempo que supo ser altamente generoso con sus contrincantes. Vala ms para l y no est de ms repetirlo el ser de los hombres que su haber. Ilustra bien lo que venimos diciendo, aquella ancdota conocida pero que con tenacidad sigue conmovindonos:

A raz de su enfermedad postrera haba recibido una buena cantidad de transfusiones de sangre. Durante su ltima recada, en un breve momento de alivio, tomando coraje se levant de la cama y se dirigi al aula para dar clase de Moral, como sola, a sus seminaristas. A la sugerencia de un hermano suyo que dejara la clase respondi: Lo fsico en m est mal, pero todava tengo bien la cabeza. Y quiero dar lo que me queda. Al llegar al aula los estudiantes se pusieron de pie y lo aplaudieron con emocin.

En entrevista con su hermano, el Padre lvaro Ezcurra, recordando dicho episodio me dijo en verso espontneo: fue genio y figura hasta la sepultura.

Por ltimo y para demostrar su grandeza, no es exagerado compararle con el cura gaucho de nuestra Patria, el Cura Brochero, ejemplo vivo de soberano seor de su pobreza. Recordando las misiones populares, su andar a pie o caballo buscando a la gente sencilla de Entre Ros o de Santa Fe, su predicacin austeramente docta; no podemos menos que aplicarle los versos que el poeta refiriera al Cura Brochero:Bordeando las sierras, el poncho por capa,

va el cura sereno leyendo el Breviario,

debajo del brazo sostiene una estaca

sobre cuyos nudos se enrosca un rosario.

Su grandeza se vea reflejada tambin y es imposible negarlo en su coraje y arrojo. El responso a Rosas fue un alegato de ello. El testimonio de quienes presenciaron aquel episodio nos lo confirma:Los que seguamos sus palabras tras los muros de la Recoleta podemos dejar constancia del arrebato patritico que suscitaron. Un frenes de banderas coron la ovacin de aquel gento que, al fin, en medio de tanta hibridez oficial, recibi los nicos conceptos que se deban escuchar en semejante da. Alberto Ezcurra era otra vez el dueo de la calle.Su arrojo quedaba claro en defensa de la verdad, ante la cual no admita componendas.

El coraje era una de sus cualidades ms relevantes. Nunca crey conveniente minimizar la doctrina, nunca estuvo dispuesto a bolichear con la Verdad, en orden a caer parado y resultar a la postre bien considerado por los dems.

Era estoico hasta en el uso de la sotana. Gustaba ir de uniforme, como la llamaba. Saba que el Orden Sagrado no admite la duda ni soporta a los tibios. La sotana era una prolongacin natural de su alma. Era consciente de su puesto en el campo del combate espiritual: Dios me quiere aqu l conoce el plan general de la batalla y yo soy un soldado y cumplo rdenes. Cun merecido llevaba el nombre de Ignacio! La casta y el estilo lo unan inseparablemente con el santo de Loyola. La misma Verdad siempre nueva por antigua encarnada de la misma forma y con el mismo talante. Dira sobre esto el Padre Coll en romance ya citado y resumiendo a fuerza de poesa lo que es imposible definir en prosa:Es fuego ya por Ignacio

en llamas enamorado

y por Alberto es luz noble.

Es ms noble que afuegado,

es ms Alberto que Ignacio?

Dos adjetivos que enlazan

su corazn de soldado.

P. Alberto Ignacio Ezcurra

Autoridad y Mando

Un hombre de autoridad manda sin gestos externos, por la sola irradiacin de su carcter. Obedecerlo es ennoblecerse.Antonio CaponnettoY al llegar a este punto, detengmonos un segundo para considerar que todas sus virtudes ya mencionadas se entroncan, definen y fundamentan en una religiosidad arraigada y coherente. Y es aqu donde encontramos la explicacin de su innata capacidad de mando. En las dos entrevistas que hice para este trabajo, una a su hermano lvaro Ezcurra y la otra a su amigo Antonio Caponnetto, encontr la misma afirmacin sobre Alberto Ezcurra: su caudillismo se fundamentaba en una coherencia entera y sin fisuras, en una autoridad moral heroica e inmensa. Me deca su hermano que Alberto era una persona de tipo reservado y tmido y que sin embargo posea una atraccin distinta fundada en el ejemplo. No le gustaba aparecer pero terminaba apareciendo. Constantemente. En el sermn, en la ronda del mate, en el discurso poltico, en la intimidad del confesionario. Esto nos hace recordar aquello de Santo Toms de que el hombre ms apto para gobernar es aquel que no quisiera hacerlo. El Padre Ezcurra no buscaba el poder, le fue esquivo y senta en el fondo de su alma un cierto desdn por los poderosos. Pero su peso y vala lo convertan en jefe de forma natural y espontnea.

Su autoridad, cimentada en sus muchas virtudes intelectuales y morales, era enorme. Un hombre de autoridad manda sin gestos externos, por la sola irradiacin de su carcter. Obedecerlo es ennoblecerse. Voluntariamente las almas nobles se le someten, sin que l lo pida. El hombre poderoso en cambio, vive fabricando seales externas de poder: el grito, la amenaza, la sancin, las reglas rgidas, etc.

En l se cumpli cabalmente aquel epitafio que coronara la tumba del beato y mrtir Anacleto Gonzlez Flores: predic con la palabra, con la vida y con la sangre. Su palabra fogosa y ardiente capaz de mover multitudes y evidenciaba que algo quemaba dentro de l, y por ello no tema quemarse frente a los dems. Su vida recta y heroica, esforzada y dolorosa, patriota y cristiana; daba el sostn frreo que dan los ejemplos a la palabra, porque las palabras mueven pero los ejemplos arrastran. Y su muerte, ejemplo ltimo y supremo de su vida, dejan para la posteridad el legado inmenso de un hombre que fue soldado y general en las tropas de Cristo Rey, el Seor de los Ejrcitos. Y como siempre hemos credo que un solo verso de la poesa que promete aclara, define y perpeta mejor que mil palabras, terminaremos este trabajo con aquel poema que le dedicara Antonio Caponnetto:Todo est bien, me he puesto la sotana.

El rosario se anuda entre mis dedos

y el vitico me alcanza para el viaje.

La clase ya fue dada, quedan libros

entre estampas, recuerdos y cigarros.Todo est bien, incluso esta madera

que bordea mi cuerpo y lo amortaja.

Los rezos que sin llanto me despiden.

Hago memoria: hay pan y un misal viejo.Dej lista la misa de maana,

Una vez ms dir que yo no escribo.

La homila y la arenga se improvisan

como el Ave Mara y el Magnificat.Todo est bien, llegaron camaradas.

Conservan la bandera y el saludo,

esa costumbre de tomar cerveza,

discutir en voz alta, acalorarse,

caminar marcialmente aunque los aos

crujan como un navo a la intemperie.Aqu en San Rafael el sol flamea-parece un estandarte al medioda-

la Ascensin del Seor tuvo su fiesta,

Pentecosts me espera, ya en la Casa.Todo est bien, amigos, la liturgia,

la uncin de los enfermos, el recaudo

de colocar a modo de epitafio

la consigna de Job, marechaliana.Am la tierra en su raz antigua.

Serv a los pobres cuando no era moda.

Cant Caudillos en la eneida patria.

No me perdonan el responso a Rosas.Todo est bien. Sirvieron el pescado

picante con el vino en damajuanas.Ayer de Paran o de Buenos Aires

dos vocaciones nuevas me llamaron.Todo est bien. Ya vienen, ya me cargan

(no parezco pesado esta maana).El cementerio tiene vista al cielo.

He dejado un licor para la vuelta.P. Alberto Ignacio EzcurraRuega por nosotros.Bibliografa Caponnetto, Antonio. P. Alberto Ignacio Ezcurra, Semblanza. Buenos Aires, Santiago Apstol, 2005. Coll, Ricardo. Guerrero, nio y maestro. En: Al Presbtero Alberto Ignacio Ezcurra, 1973-1993. Homenaje del Seminario Santa Mara Madre de Dios a su Rector, San Rafael, 1993.

Garca Morente, Manuel. Idea de la Hispanidad. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1938. Gonzlez Cspedes, Daniel Omar. In Memoriam R. P. Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, patriota de la tierra y el cielo. En: Revista Dilogo N 56.

Hernndez, Jos. Martn Fierro. Bilbao, Aguilar, 1971. Mallea, Eduardo. Historia de una Pasin Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1995. Senz, Alfredo. In Memoriam, P. Alberto Ezcurra Uriburu. En: Revista Gladius N 27.

ndice3Introduccin

5El caballero cristiano

8P. Alberto Ignacio Ezcurra, estilo y carisma

13P. Alberto Ignacio Ezcurra, autoridad y mando

Bibliografa...16

ndice.17

Garca Morente, Manuel. Idea de la Hispanidad. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1938.

Mallea, Eduardo. Historia de una Pasin Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1995.

Garca Morente, Manuel. op. cit.

dem.

dem.

Hernndez, Jos. Martn Fierro. Bilbao, Aguilar, 1971. p. 58.

Garca Morente, Manuel. op. cit.

Poesa eternas.

Garca Morente, Manuel. op. cit.

dem.

dem.

dem.

Senz, Alfredo. In Memoriam, P. Alberto Ezcurra Uriburu. En: Revista Gladius N 27, p. 160.

Coll, Ricardo. Guerrero, nio y maestro. En: Al Presbtero Alberto Ignacio Ezcurra, 1973-1993. Homenaje del Seminario Santa Mara Madre de Dios a su Rector, San Rafael, 1993, p. 16.

Cit. en: Caponnetto, Antonio. P. Alberto Ignacio Ezcurra, Semblanza. Buenos Aires, Santiago Apstol, 2005.

Caponnetto, Antonio. P. Alberto Ignacio Ezcurra, Semblanza. Buenos Aires, Santiago Apstol, 2005. p. 28

dem, p. 29.

dem, p. 30.

dem, p. 23.

Gonzlez Cspedes, Daniel O. In Memoriam R. P. Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, patriota de la tierra y el cielo. En: Revista Dilogo N 56, p. 155.

Senz, Alfredo. In Memoriam, P. Alberto Ezcurra Uriburu. En: Revista Gladius N 27.

dem.

Entrevista al R. P. lvaro Ezcurra Uriburu, 15/10/2011.

Roldn, Belisario. Visin Serrana. Cit. en: Caponnetto, Antonio. op. cit. p. 11.

Caponnetto, Antonio. op. cit. p. 28.

Senz, Alfredo. op. cit.

Cit. en: Caponnetto, Antonio. op. cit. p. 22.

Coll, Ricardo. op. cit. p. 16.

Entrevista al Dr. Antonio Caponnetto, 15/10/2011.

Entrevista al R. P. lvaro Ezcurra Uriburu, 15/10/2011.

Entrevista al Dr. Antonio Caponnetto, 15/10/2011.

Senz, Alfredo. op. cit.

Caponnetto, Antonio. op. cit. pp. 32-33.

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