Trabajo Final, Sem. Autoconocimiento y Primera Persona, Alejandro Solano

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA –  Sede Bogotá –  FCH –  Depto. de Filosofía

Seminario de Posgrado: Autoconocimiento y primera persona (Prof. Ignacio Ávila)

Trabajo Final –  Alejandro Solano Acosta Madiedo (Cód. 4433194)

AUTOCONICIMIENTO, RACIONALIDAD Y AMBIVALENCIA

Exploración de un tipo particular de alienación a partir de Authori ty and Estrangement

En el curso de su exposición en  Authority and Estrangement (2001), Richard Moran busca delimitar unaimagen del autoconocimiento que dé cuenta de los rasgos de autoridad e inmediatez (atribuidostradicionalmente a esta forma de conocimiento) y que preserve el sentido de las asimetrías básicas quesuscita el contraste entre el tipo de relación cognitiva que cabe guardar con uno mismo y el tipo derelación que se puede guardar con los demás. Su investigación, entonces, supone un esfuerzo por capturarla estructura del autoconocimiento en su carácter distintivo como fenómeno propio de la perspectiva en primera persona (cf., e.g., 2001, 136). De este modo, Moran concluye que la especificidad del

autoconocimiento en primera persona radica en la capacidad del sujeto para relacionarse con su propiavida mental a modo de agente racional ; por otra parte, dicha especificidad se desdibuja o se distorsiona siel sujeto del autoconocimiento se comprende meramente como un observador pasivo del reino de objetosy ocurrencias que constituyen su vida mental, con un acceso epistémico que resulta privilegiado respectodel acceso al que aspirarían tener otras personas de sus actitudes y estados mentales1.

En conformidad con lo anterior, el estudio de Moran desemboca en una caracterización delautoconocimiento en la que la noción de avowal ocupa un papel primordial. Considérese lo siguiente:“The case was described so as to highlight  the natural conclusion that it is avowal that makes for thedifference between merely attributional knowledge and genuinely first- personal awareness of one’s belief”

(106); y, más adelante: “The conclusion to be secured by these considerations is that avowal is indeed a

vehicle of self-knowledge, and that it is what makes the difference between genuine first-person awarenessand a purely theoretical or attributional knowledge of one’s states, however idealized” (107). De manera panorámica, la conclusión central de Moran, tal como se recoge en los pasajes citados, sugiere que elautoconocimiento en primera persona no coincide con una mera facultad cognitiva ( faculty of awareness) por medio de la cual un sujeto ‘ilumina’ o ‘trae a la conciencia’ los hechos psicológicos que componen su

vida mental; tampoco coincide con la auto-adscripción o atribución de determinados estados mentales trasinferirlos a partir de evidencia comportamental o psicológica sobre uno mismo. Más bien, elautoconocimiento en primera persona  consiste en la capacidad de un sujeto de ser responsable de susestados psicológicos y actitudes, no sólo al declararlos cándidamente, sino también al constituirlos comosuyos en calidad de agente racional de la propia vida mental. En esta dirección, las avowals  – que cabeentender como ‘declaraciones comprometidas’–   son la manifestación genuina del autoconocimiento en primera persona, toda vez que el compromiso que efectúa un agente racional respecto de sus propiasactitudes instaura un tipo de relación que sólo tiene sentido en el seno de la primera persona y que, a suvez, cualifica el vínculo de la persona con su propia vida mental al garantizar la autoridad – y autoría –  quetiene sobre ella.

1 Así anticipa el autor su postura en el primer capítulo de su obra: “”…this entails (…) an account of the general

distorsions of the purely theoretical or spectator’s stance toward the self (…). Being the person whos e mental life is brought to self-consciousness involves a stance of agency beyond of being a kind of expert witness” (3-4). 

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En términos generales, las razones por las cuales Moran insiste en una perspectiva agencial para darcuenta del fenómeno del autoconocimiento estriban en el hecho de que, al enfocar la discusión en lacapacidad de un agente para declarar comprometidamente (avow) sus propias actitudes, se pueden explicarfilosóficamente tres rasgos básicos que se asumen en el núcleo de la noción de autoconocimiento, a saber:la inmediatez , el hecho de que el autoconocimiento no es observacional ni inferencial, por lo que el agente

no necesita apelar a evidencia alguna sobre su comportamiento o su ‘paisaje’ psicológico interior paraatribuirse determinados estados mentales; la autoridad , que en clave agencial más que epistémica supone,no sólo el hecho de que la persona cuenta con un acceso privilegiado a su vida mental vetado a terceros,sino también la capacidad de constituir a través de avowals sus propias actitudes – y de reportarlas – ; y laimportancia del autoconocimiento para la salud psíquica del agente, esto es, el hecho de que serautoconsciente parece una condición estrechamente ligada a la estabilidad de la racionalidad de la persona(cf. 136). El dar cuenta de estos tres componentes del autoconocimiento garantiza que el examen deMoran preserva las asimetrías básicas entre las relaciones de primera y de tercera persona; pues, precisamente, estos tres rasgos puntuales no parecen tener lugar en el conocimiento que podamos obtenerde la vida mental de otras personas.

Hasta aquí, mi exposición de la tesis central de Moran en  Authority and Estrangement , la forma en la quecircunscribe su enfoque para abordar el fenómeno del autoconocimiento, es del todo esquemática. No profundizaré en una reconstrucción de los pormenores argumentativos que la sustentan. Más bien, ladiscusión que a continuación propongo requiere una evaluación del tercer rasgo que he recogido delautoconocimiento, i.e., su importancia para la racionalidad de la persona. El vínculo que propone Moranentre autoconocimiento y racionalidad es, en buena medida, un criterio a partir del cual se definen lasinstancias de autoconocimiento que denotan, si se quiere, un funcionamiento adecuado de la agencia

racional de la persona sobre su vida mental, de lo cual se sigue una concomitante salud psíquica. Por su parte, esta imagen apropiada  –‘saludable’–   del autoconocimiento le permite a Moran delimitar, porcontraste, aquellos casos de alienación en los que la operación del autoconocimiento, en su faceta agencialen primera persona, sufre disfunciones en mayor o menor medida. El gesto argumentativo es, entonces, elde figurarse los casos de alienación a partir de los casos no alienados, aquellos en los que la persona no sehalla en una posición de extrañamiento con su vida mental porque conserva respecto de ella una funciónde autoridad agencial2.

Dado este panorama, parece que de la exposición de Moran sobre el vínculo entre autoconocimiento yracionalidad se sigue la siguiente correlación: las instancias de autoconocimiento no-alienado en la primera persona implican que las actitudes y los estados mentales que se conocen son apropiadamenteracionales; mientras que las instancias de autoconocimiento alienado son aquellas en las que, precisamente, las actitudes y los estados mentales que la persona desea conocer son irracionales. Laalienación del autoconocimiento en primera persona se dilucida, entonces, como un estado de

irracionalidad cuyo sentido aún debemos explicitar. A primera vista, Moran explica esta irracionalidad delas actitudes y de los estados mentales alienados como sigue: los estados mentales irracionales sonaquellos que se encuentran cognitivamente aislados, esto es, aquellos que no se alteran a partir deactividades propias de la agencia racional tales como la deliberación o la autocrítica, razón por la cualdichos estados aislados no pueden ser ‘declarados comprometidamente’ (avowed ) por el agente, toda vez

2  “…[T]he point is never that various forms of alienation are not possible, or perfectly common, but rather to

describe the unalienated conditions of the first-person perspective so that we may see in what sense these states are

states of alienation, even what they are alienation from” (131).

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que éste ha descubierto que resisten a sus razonamientos en torno a los objetos o situaciones a los que sedirigen: “A belief that cannot be avowed is thus cognitively isolated, unavailable to the normal processes

of review and revision that constitute the rational health of belief and other attitudes” (108).

A partir de lo anterior, mi propósito en la presente discusión puede formularse en los siguientes términos:una vez reconstruido el argumento de Moran en torno a la racionalidad e irracionalidad de nuestrosestados mentales, quisiera explorar hasta qué punto una actitud que es sensible al juicio, que essusceptible de ser modificada por nuestra deliberación en calidad de agentes, y que por lo tanto sería –  porlo menos a primera vista –   una actitud racional, puede ser, sin embargo, un caso de alienación delautoconocimiento en primera persona. Tengo en mente un fenómeno vital que acaso puede suscitar estatensión: la ambivalencia. En una palabra: lo que sigue constituye un esfuerzo, mediante el aparatoconceptual de Moran, por despejar el interrogante de si la ambivalencia constituye una actitud mental propiamente irracional o si, por el contrario, supondría un caso de racionalidad que, sin embargo, no essuficiente para garantizar la salud psíquica o la no-alienación del agente respecto de su propia vida mental.La respuesta que ofrezco a continuación está lejos de ser definitiva o categórica; en su lugar, sopesaré la pregunta por la racionalidad de tres tipos de ambivalencia.

1. 

La noción de racionalidad: la capacidad de declarar comprometidamente (avow ) vs. la

fijación y mera atri bución de una actitud irracional 

Para encausar mi discusión en torno a la eventual (ir)racionalidad de la ambivalencia, es indispensable en primer lugar dilucidar cuál es el sentido de racionalidad con el que opera Moran en conexión con lasinstancias no alienadas de autoconocimiento. En conformidad con el espíritu de su argumentación, estesentido de racionalidad debe capturar la especificidad de la perspectiva en primera persona, esto es, ciertaactividad del sujeto en calidad de agente racional responsable de su propia vida mental. Rastreemos, en primer lugar, en qué sentido una caracterización de la racionalidad de un sujeto no se ajusta a lasexigencias de la especificidad de la perspectiva de primera persona.

Para Moran una caracterización de la racionalidad que la reduzca a la noción de control racional , demonitoreo de la coherencia interna de mis actitudes mentales  – e.g., de la coherencia total de miscreencias – , es insuficiente, cuando menos, por dos razones. En primer lugar, la noción de control racional

no parece entrañar la necesidad de autoconocimiento o autoconciencia de los estados mentales que sesometen a dicho control o monitoreo. Así lo ilustra Moran a propósito del caso de las creencias: “It may

 be true, even trivially true, that  I myself cannot revise my beliefs unless I am aware of them. But my beliefs, like the flow of perceptions, interact and undergo revisions all the time without any interventionon my part. Their general rationality does not need my constant supervision” (111). Si aceptamos, pues,que la coherencia general de un sistema de creencias puede autorregularse sin que para ello sea necesarioque el creyente tome conciencia de dicha operación, entonces no se hace comprensible que esta noción de

racionalidad involucre al agente desde su perspectiva de primera persona. Así pues, la segunda razón porla que esta noción de control racional resulta insuficiente en el marco de la presente discusión se sigue delo anterior. En efecto, si la racionalidad de un sujeto implica su capacidad de monitorear y preservar lacoherencia interna de un sistema de creencias, esta misma actividad de monitoreo y ajuste racional bien podría desplegarse sobre el sistema de creencias de un tercero. De este modo, la sola actividad de controlno implica que las creencias sometidas a ella sean creencias mías, razón por la cual comprendida así laracionalidad se desdibuja la especificidad de la perspectiva de la primera persona.

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Por consiguiente, Moran emplazará la racionalidad propia de la primera persona, no en la noción decontrol, sino en la noción de deliberación y capacidad de declarar comprometidamente (avowal ). Lasospecha de entrada, que ya ha sido esbozada más arriba, consiste en que la irracionalidad de una actitud,e.g., de una creencia, radica en su aislamiento cognitivo. Semejante aislamiento sugiere, por un lado, quela creencia en cuestión persista anclada en la vida mental del agente a pesar de la deliberación que en

torno a ella se despliegue  – deliberación que bien puede ofrecer una justificación de por qué esta creenciano está fundada o no es verdadera –  y, por otro lado, que, dada la ineficacia de la actividad deliberativa entorno a esta creencia, el agente no pueda comprometerse (avow) con ella. La imagen de racionalidad delagente a la que nos acercamos es, por tanto, una en la que una creencia  – una intención, un deseo, unaemoción –   que se revela injustificada en consecuencia desaparece del panorama de la vida mental. Delmismo modo, la imagen de irracionalidad que de lo anterior se sigue nos acarrea hacia la noción de

 fijación: una actitud es propiamente irracional cuando permanece anclada firmemente en la vida mentaldel agente a pesar de su actividad deliberativa. En una palabra: la persistencia de una actitud irracional enla vida mental del agente se explica, entonces, como un producto de cierta  fijación, y no – como en casosnormales de racionalidad –  como producto del hecho de que el agente se ha comprometido genuinamente(avow), por haberla justificado vía deliberación, con una actitud mental determinada. En este sentido, dice

Moran: “…if the persistence of the attitude is impervious in this way to considerations of its justification,the attitude itself cannot be fully rational one and must instead be seen as a kind of fixation” (108).

Es necesario, sin embargo, precisar de qué manera la actividad deliberativa, que desemboca en avowals dedeterminadas actitudes sujetas a examen, acarrea consigo la perspectiva de primera persona e instaura unestrecho vínculo entre racionalidad y autoconocimiento. En el curso de su exposición, Moran desarrolla lanoción de avowal como epicentro del autoconocimiento en primera persona en conexión con la Condiciónde Transparencia. De hecho, Moran define las avowals como la “afirmación de la propia creencia que

obedece a la Condición de Transparencia” (101; traducción mía). Recojamos dicha conexión entre avowal

y transparencia como sigue: cuando el agente se enfrenta a la tarea de definir una creencia, una intencióno un deseo en primera persona, la manera en la que determina estas actitudes supone, no una revisión delresto de su vida mental a modo de inspección de la evidencia psicológica de sí mismo a partir de la cual pueda inferir qué es lo que realmente cree, desea o pretende hacer. Más bien, el agente dirige su mirada almundo, a los objetos o hechos a los que se dirigen tales creencias, intenciones o deseos, para definir élmismo qué es lo verdadero, lo deseable o lo que vale la pena hacer . Así, la condición de transparencia sesatisface respecto de una actitud o estado mental cuando ésta se fija de la misma manera en que se fija una posición del agente frente al mundo, frente al objeto al que se dirige dicha actitud. Considérese elsiguiente pasaje, en el que se condensa la relación entre avowal y la condición de transparencia que aquíhe querido reconstruir:

…[I]n ordinary circumstances a claim concerning one’s attitudes counts as a claim about their objects, aboutthe world one’s attitudes are directed upon. It is part of the ordinary first- person point of view on one’s

 psychological life both that evidence is not consulted, and that, for example, the expression of one’s belief

carries with it a commitment to its truth. What we’ve been calling the Transparency Condition is equally afeature of ordinary first- person discourse. But as we’ve seen, it is no more than ordinary, and when

endorsement fails, then so does transparency, for without endorsement the person cannot declare his beliefthrough avowal of it (92).

Por consiguiente, el acto de comprometerse (avow) con una creencia – o con cualquier otra actitud mental –  es distintivo de la perspectiva de primera persona porque implica que el agente mismo es el que decide a

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 propósito de la verdad o falsedad de la creencia. Es él mismo el que se ve en la posición de declarar sumente ( speak his mind ), de arriesgarse a zanjar la cuestión ( stake himself ), de ser él de quien dependa laresolución de sus creencias o intenciones (it ’  s up to him)3. Esta posición de decidir el compromiso con suscreencias, intenciones o deseos, creándolos e integrándolos así al panorama de  su vida mental, le pertenece al agente y no puede delegarse a un tercero; en ello radica, en conexión con esta noción de

avowal , la autoridad propia de la primera persona: “This suggests that the primary thought gainingexpression in the idea of ‘first- person authority’ may not be that the person himself must always ‘know

 best’ what he thinks about something, but rather that it is his business what he thinks about something,that it is up to him” (123).

De esto se sigue que la primera persona, al declarar sus actitudes por medio de avowals, declara a su vezla autoridad que tiene sobre su propia vida mental, lo cual constituye uno de los rasgos fundamentales delautoconocimiento en primera persona. En este caso, Moran pone de presente que la autoridad del agentesobre su vida mental estriba en esta capacidad de decidir sobre ella y constituirla mediante avowals; no esesta la noción meramente epistémica de autoridad tal como suele atribuírsele a la persona a modo de‘testigo experto’ de las ocur rencias de su propia mente. La avowal es, por tanto, el vehículo del genuino

autoconocimiento (cf. 106), una vez éste se ha desembarazado de su connotación meramente epistémica yno agencial. Por su parte, que las avowals se emitan en conformidad con la condición de transparenciacaptura también el rasgo de inmediatez del autoconocimiento: el hecho de que el agente no tenga queapelar a observar su propia vida mental como evidencia para resolver la cuestión a propósito de cuáles sonsus actitudes, sino que para dicha resolución mira al mundo y a los objetos que interpelan sus creencias,intenciones y deseos, se sigue que el autoconocimiento que gana en la práctica de su rol como agente de lavida mental no se basa en observación o inferencia de la facticidad de sus datos psicológicos.

A partir de lo anterior, tenemos elementos suficientes para identificar un primer vínculo entre racionalidady autoconocimiento. Las actitudes de un agente son racionales en la medida en que éstas sean producto deuna declaración comprometida (avowal ); y la avowal  no es otra cosa que la declaración de autoridad del

agente sobre su propia vida mental, es decir, una declaración de autoconocimiento. En contraste, lasactitudes son irracionales  toda vez que el agente experimente cierto impedimento para comprometersecon ellas y declararlas a modo de avowals. Ahora bien, el resultado de la deliberación de un agente es, propiamente, una avowal , que en el razonamiento ocupa el lugar de la conclusión; si se trata de unadeliberación teórica, la conclusión resultante es la declaración (avowal ) de una creencia; en el caso de unadeliberación práctica, el resultado es la declaración (avowal ) de una intención que compromete al agentecon un curso de acción (cf. 116). De esto se desprende la indicación de irracionalidad que señalábamosmás arriba: si una actitud es irracional, en cuanto no puede ser declarada por el agente por medio deavowals, entonces se encuentra también cognitivamente aislada de todo razonamiento deliberativo por parte del agente. Semejante aislamiento del resto de movimientos en la vida mental implica, por su parte,

que estos estados mentales irracionales adopten el carácter de una fijación.

Respecto, entonces, de dichas actitudes irracionales, un sujeto psicológico sólo podría auto-adscribírselas –i.e., declarar “Yo creo que  P ” aun cuando la creencia de que  P está para él cognitivamente aislada –  no por medio de una avowal , sino por medio de una mera atribución teórica, donde el sujeto no tiene másremedio que inferir – a partir de su comportamiento, de sus otros datos psicológicos y del reporte que le pueda ofrecer un terapeuta –  que, en efecto, posee una determinada creencia que él mismo, en su papel de

3 Cf., por ejemplo, p. 123, 150.

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agente, no puede adscribirse por medio de una deliberación en torno al objeto de dicha creencia. Este es elcaso de la paciente cuyo terapeuta la ayuda a ‘descubrir’ en ella misma  la creencia de que ha sidotraicionada, aun cuando ninguna deliberación que cumpla la condición de transparencia le permite a ellamisma declarar comprometidamente y decidir que, en efecto, ha sido traicionada. Para ella, la cuestión desi cree haber sido traicionada se resuelve al apelar a evidencia comportamental o psicológica y no al apelar

a una deliberación en torno al objeto en el mundo al que se dirige dicha creencia  – en este caso, e.g., la persona que haría las veces de traidor  – . En este panorama, la paciente se encuentra en un estado dealienación respecto de su creencia porque no se puede relacionar con ella en la manera propia delautoconocimiento en primera persona: la encuentra en su vida mental como una actitud ajena que no hahecho suya a través de un compromiso (avowal ) con su verdad. La atribución inferencial que ella emite desu propia creencia no se diferencia, pues, de la atribución inferencial de una creencia que ella podríarealizar sobre alguien más (cf. 149).

En suma, la exposición  del argumento de Moran en la presente sección nos ha ofrecido una primeraaproximación a las nociones de racionalidad e irracionalidad . El criterio hasta aquí explicitado puedeformularse de la siguiente manera: una actitud es racional, en el contexto del autoconocimiento en primera

 persona, si es posible que el agente se comprometa con ella (que haga de ella una avowal ) a través de unadeliberación dirigida al mundo, al objeto de la actitud  – este es el requisito de la ‘condición de

transparencia’–   y no mediante una revisión de evidencia psicológica. He dicho “ si es posible” para

despejar un eventual malentendido que el mismo Moran ataja. No es que un estado mental sea de por síirracional porque un sujeto se lo atribuya a sí mismo por una vía diferente a la avowal ; puede atribuírselo,como hemos visto, al inferirlo de su propio comportamiento, de modo que el sujeto logra descubrir uncomponente de su vida mental que antes ignoraba. Esto es plenamente plausible y, de hecho, ilustrasituaciones comunes en donde ganamos autoconocimiento por medio de caminos diferentes a los propiosde la perspectiva de la primera persona – diferentes a los propios de las avowals – . No hay nada que mine la posibilidad de que ese mismo estado mental, en otro momento, pueda ser el objeto de una avowal  por parte del mismo sujeto. Este sería el caso de un paciente que se atribuye durante la terapia una actitud deresentimiento por cuenta de una inferencia de su comportamiento, y que después es capaz decomprometerse genuinamente con la verdad de que hay razones en el mundo por las que él ha de sentirseasí. Más bien, un estado mental es irracional en cuanto el sujeto encuentra imposible o, cuando menos,sumamente difícil relacionarse con él por medio de un compromiso directo, de una avowal .

2. 

El alcance racional de la ambivalencia deliberativa del investigador

Con este criterio de racionalidad en mente, exploremos a continuación hasta qué punto una actitud mentalque denota ambivalencia puede llegar a ser irracional o no. Para lo que sigue, consideraré actitudes que elsujeto mismo no reconoce de suyo como ‘ambivalencia’; es decir, no me concentraré en casos en los que

el sujeto es consciente de su propia ambivalencia4. Me referiré, por lo tanto, a estados de ambivalencia

como aquellos en los que un agente se siente en condiciones de comprometerse con actitudes dirigidas aun mismo objeto que son, sin embargo, contradictorias; de ahí que el agente no se sienta en condiciones dedeterminar su verdadera actitud frente a dicho objeto, por cuanto se encuentra en condiciones de afirmarsede una manera o de otra, por más que ambas entren en tensión.

4 A este respecto, Moran señala que la ambivalencia es una instancia de estado mental en la que la interpretación que

hace un sujeto de sí mismo como alguien ambivalente es condición suficiente para constituir su estado mental comouno de ambivalencia. Cf. 45-48.

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Consideremos un estado mental que podríamos llamar ambivalencia deliberativa respecto de creencias.Con ello quiero delimitar una situación en la que un agente deliberativo encuentra razones paracomprometerse con una creencia y, a la vez, encuentra razones para no comprometerse con ella  – o paradesear algo y no desearlo, o para hacer algo y no hacerlo – . Ilustremos esta situación con el siguienteejemplo: piénsese en una persona que, al deliberar sobre las condiciones económicas en el mundo,

concluye satisfactoriamente que el mercado chino dominará la economía global en diez años. Así, encalidad de agente de su vida mental, y en conformidad con el principio de transparencia al deliberar entorno al mundo y no apelar a la evidencia de sus propios estados psicológicos, se compromete con laverdad de la proposición “El mercado chino dominará la economía global en diez años”  y, así, declaracomprometidamente (avows) la creencia concordante. No obstante, este agente, al concluir la primeradeliberación, emprende una nueva deliberación, que también satisface la condición de transparencia, y porla cual concluye y se compromete con la verdad de la proposición “El mercado chino no dominará la

economía global en diez años”; en este punto, se encuentra en condiciones de declarar

comprometidamente (avow) la creencia contraria a la que fue producto de su primera avowal .Supongamos, por último, que este agente puede moverse entre la primera y la segunda avowal

 perpetuamente, deliberando apropiadamente en cada caso, encontrando razones a favor y en contra y,

sobre todo, hallándose a sí mismo en condiciones de comprometerse y no comprometerse con la mismacreencia.

Mi pregunta a este respecto es la siguiente. Las condiciones del ejemplo nos retratan a un agente quedelibera y que tiene la plena capacidad de emitir avowals sobre una creencia particular. El problemaconsiste en que la persona es capaz de emitir dos avowals que no se pueden afirmar en conjunto, sino quela una toma el lugar de la otra y viceversa – la primera avowal : “Creo que el mercado chino dominará la

economía global en diez años”; la segunda: “Creo que el mercado chino no dominará el mercado global en

diez años – . ¿Denota esta situación una instancia de irracionalidad?

A primera vista, si retomamos el criterio de racionalidad de la sección anterior, hemos de convenir que las

creencias contrarias del agente no son irracionales consideradas, al menos, por separado. En efecto, cadauna hace las veces de una conclusión deliberativa, en la que el agente dirige su mirada al mundo en buscade razones que justifiquen o minen su creencia, y cada una es declarada comprometidamente a través deuna avowal y no a través de una mera atribución. Así mismo, ninguna de las dos creencias en disputa seinstala en su vida mental a modo de  fijación, en cuyo caso se revelarían como irracionales. Todo locontrario, ambas creencias son permeables cognitivamente, son sensibles al juicio y a la deliberación; dehecho, es su permeabilidad cognitiva lo que ocasiona que, a la luz de razones a favor y en contra, el agentese vea obligado a transitar indefinidamente de una posición a otra. La ambivalencia deliberativa no pareceser, por consiguiente, un estado mental irracional a la luz de lo que pudimos afirmar en la sección anterior.

 No obstante, la ambivalencia que aquí he llamado deliberativa, de prolongarse indefinidamente, sí suscita

en nosotros, cuando menos  prima facie, la imagen de un estado de irracionalidad. Resulta plausible,entonces, indagar razones que permitan disolver su aparente racionalidad. En primer lugar, convengamosen que el agente de nuestro ejemplo, que luce como un investigador de economía, continuará firmementeinstalado en la tarea de deliberación y en la búsqueda de razones para justificar y decidirsecategóricamente por una de las dos creencias; en este caso, la ambivalencia deliberativa es ilusoria, unestado transitorio similar al que experimenta todo investigador antes de zanjar satisfactoriamente unadisyuntiva en su investigación. Incluso, para Moran la constante revisión de las propias creencias, que

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 puede suscitar casos similares al de esta ambivalencia deliberativa, constituye una actitud plenamenteracional:  “My reflection on the problem before me may oblige me to abandon some of the beliefs ordesires that led me into it, the attitudes that made this situation into a problem for me in the first place, and

ordinary rationality involves holding open the possibility of such revision” (164). Del mismo modo, laambivalencia suele considerarse un estado prolongado que produce en el agente profunda desazón,

 profunda angustia al encontrar infructuosos sus intentos por consolidar creencias estables en su vidamental. Concluyamos, entonces, que la ambivalencia deliberativa, vista como etapa transitoria de unainvestigación, no es ambivalencia en sentido propio y, por la misma razón, no constituye un estado deirracionalidad ni mucho menos de alienación.

3.  La ambivalencia cualificada: el alcance de la condición de transparencia y los límites de la

convicción en la deliberación

Supongamos, ahora, un tipo de ambivalencia deliberativa diferente al que acabamos de exponer.Llamémosla ‘ambivalencia cualificada’ y consider émosla una ambivalencia deliberativa que no sugiere laimagen del investigador científico, sino la de un poeta que oscila indefinidamente entre las creencias de

que la vida vale y no vale la pena – o, si su ambivalencia versa sobre intenciones de acción, que oscila enla intención de quitarse o no la vida – . Nos es fácil imaginar que la ambivalencia de este segundo personaje puede extenderse indefinidamente en el curso de su vida mental, por más que el poeta asuma su papel deagente racional y busque resolver la pregunta “¿qué creeré sobre el valor de la vida?”. Parece, entonces,que lo que diferencia la ambivalencia del investigador de la ambivalencia cualificada del poeta radica enla relación que los respectivos objetos a los que se dirigen sus actitudes guardan con la verdad.Aceptemos, aunque sea provisionalmente, que cuestiones fácticas-científicas  – tales como la posición delmercado chino en la economía global –   sí son susceptibles de resolverse al ‘descubrir’  la verdad a propósito de un problema investigativo: el investigador científico es entonces capaz de comprometerse(avow) con la verdad de una creencia en la medida en que la conclusión de su deliberación se sustentasobre hechos en el mundo que zanjan la controversia.

En cambio, las preguntas que se plantea el ambivalente cualificado no corresponden meramente acuestiones fácticas, aquellas que plausiblemente se resolverán al completar un programa de investigación.Sus preguntas se dirigen, claro, al mundo, pero en una búsqueda de sentido que no se revela de suyo en lafisonomía de los hechos. Ha sido sugerido que la pregunta por la verdad en el marco de búsquedas desentido es una cuestión que se renueva perpetuamente, que no se define de una vez por todas como es elcaso de preguntas científicas5. En efecto, es plausible pensar que toda una vida se invierta en tratar deresponder ambivalentemente a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la vida?”, mientras que una pregunta deltipo “¿Cuál es el peso atómico del mercurio?”6 puede resolverse de una vez y para siempre.

En consecuencia, ante la incapacidad de descubrir una verdad definitiva en el mundo  – al cual el agente

deliberativo se debe dirigir en conformidad con la condición de transparencia –   que resuelva su

5  Para esta consideración, apelo a ciertas indicaciones de Arendt sobre la noción de  sentido  – el producto de la

comprensión –  como un asunto que siempre se renueva y que, por lo tanto, en el marco de mi discusión con Moran, parece dar pie a tensiones psíquicas como la de la ambivalencia. Dice Arendt: “ Nuestra búsqueda del sentido está almismo tiempo estimulada y frustrada por nuestra incapacidad para dar origen al sentido” (Comprensión y política;1953, p. 14). Una búsqueda al mismo tiempo estimulada y frustrada: ¿no es esta la situación paradigmática en la quese encuentra un ambivalente?6 Este ejemplo está inspirado en Wittgenstein, en algún pasaje de sus Investigaciones filosóficas.

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deliberación y le permita comprometerse (avow) con una creencia estable, ¿diremos que la ambivalenciacualificada del poeta es irracional? Para retomar el texto de Moran, quisiera señalar una solución posible aesta pregunta. A grandes rasgos, para Moran la racionalidad de una actitud mental no parece constreñida por el mundo mismo, por el hecho de que en él hayan o no ciertas verdades por descubrir; más bien, laracionalidad de una actitud mental parece depender de la capacidad del agente para comprometerse con

ella, para declararla en calidad de avowal .

En efecto, en varios pasajes su argumentación sugiere que la avowal obliga al agente a comprometerse en primera persona con la verdad  de la proposición a la que se dirigen sus creencias, o a comprometerse conla noción de lo que es bueno y deseable en el caso de la formación de deseos e intenciones: “Thus his

stance [el del agente] toward the question, ‘What am I going to do now?’ is transparent to a question about

what he is to do, answered by the ‘outward-looking’ consideration of what is good, desirable, or feasible

to do” (105). Entonces, bien puede ser el caso que el mundo, sobre el cual se posa aquella ‘mirada hacia

afuera’, no revele de suyo la verdad o lo bueno, pero ello no parece implicar de por sí que el agente seaincapaz de comprometerse de alguna u otra forma con ello. Aún en conformidad con la condición detransparencia, el agente puede deliberar y tomar conciencia de que el mundo no le revela definitivamente

el sentido de la vida, No obstante, con la mirada puesta todavía en el mundo el agente puede descubrirrazones, aunque insuficientes por sí mismas, que le permitan justificar su intuición de que, de hecho, esverdad que la vida vale la pena, por más que dicha verdad no pueda verificarse por cuenta de un programade investigación científica. En este punto límite de la condición de transparencia, en el que no hayverdades estables por descubrir en el mundo, el agente debe arriesgarse a comprometerse de algunamanera, a consolidar sus actitudes a través de avowals. A este sentido en el que el agente debe arriesgarseél mismo, hacer de la verdad de una proposición  su asunto y no un asunto que la facticidad del mundo leresuelva cómodamente, creo que es a lo que Moran apunta en pasajes como el siguiente: “At some point, Imust cease attempting to infer from some occurrence to my belief; and instead stake myself , and relate tomy mental life not as something of symptomatic value, but as my current commitment to how things areout there” (150; énfasis mío).

Puesto en otros términos: el compromiso al cual está llamado el agente racional en sus avowals no parececonstreñido por el mundo; más bien, el agente resulta un umbral de espontaneidad, de decisión por un tipode compromiso u otro. A propósito de la formación de intenciones, Moran señala que su resolución en primera persona radica en la toma de una decisión más que en el descubrimiento de algún dato psicológico previamente existente en la vida mental del agente:

According to this distinction, uncertainty about what one intends to do is normally a matter of one’s having

not yet fully formed an intention, and this uncertainty is ended by a decision about what to do rather than bya discovery of an antecedently formed intention. The question expressing this uncertainty will not indicate asituation in which there is something I intend to do but I don’t yet know what it is. Rather, the question

expresses the fact that my intention itself is uncertain. This is practical and not theoretical uncertainty, andthe resolution of it is a decision, rather than a prediction of what I will do (56).

En este punto Moran no sugiere, tampoco, que la incertidumbre frente a lo que se deba hacer puedaresolverse a partir de un descubrimiento, no en la vida mental del agente, sino en el mundo mismo. El punto central de su argumento no deja de ser que, por más que el agente tenga acceso a tal descubrimientomundano, la fuente que funda su intención yace en sí mismo, en la toma de una decisión. Visto de estemodo, lo que he sugerido como la capacidad del agente para fijar un compromiso respecto de su vida

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mental, nuevamente, no se delega a lo que el mundo pueda o no presentarle con claridad. El siguiente pasaje de Moran parece encaminarse en esta dirección: “To take oneslef to be in a position to ask and

answer this sort of question about one’s belief or intention is to take oneself to be in a position to make

something true in one’s answering it” (146). Así las cosas, el problema de la verdad no se le delega sinmás al mundo, en concordancia con la condición de transparencia; más bien, con la cita anterior Moran

 parece sugerir que, en un sentido, el agente mismo puede  producir   la verdad a través de su avowalrespecto de determinada actitud. De modo que, al decidirse por fin – se trataría, quizás, de un salto de fe –  acreer que la vida sí vale la pena, el poeta hasta ahora ambivalente es capaz de  producir , al menos para símismo, la verdad de dicha proposición al comprometerse cándidamente con ella. En últimas, pues, elambivalente cualificado, el poeta que no se decide en torno al sentido de la vida, sí incurriría en ciertairracionalidad al no ejercer su capacidad agencial de comprometerse con la producción de una verdad alarriesgarse a sí mismo a emitir dicho compromiso. Ahora, la  producción de verdad que aquí he sugeridono debe comprenderse como una invitación voluntarista, a producir cualquier verdad que desee el agente.El compromiso con cierta creencia no deja de estar regulado por las razones que la justifican y que hacenlas veces de premisas en el razonamiento deliberativo.

Dos observaciones adicionales a propósito de la ambivalencia cualificada. Primero, Moran señala que lasola producción de una conclusión en la deliberación basta para que esta cuente como creencia o comointención del agente deliberativo, en el sentido de que si el agente siente que debe hacer algo más paraconvencerse de dicha conclusión entonces la deliberación como actividad pierde sentido: “As in the case

of ordinary theoretical reasoning, which issues in a belief, there is no further thing the person does in orderto acquire the relevant belief once his reasoning has led him to it” (119). En otras palabras: el agente nodebe realizar una actividad adicional en torno a la conclusión de su deliberación para convencerse de ella, porque la conclusión de una deliberación acarrea consigo el sentido de ser el producto de una actividadque ha de suponer para el agente un convencimiento inmediato. No obstante, en el caso del ambivalentecualificado, hemos de señalar que su acto de arriesgarse a sí mismo y decidir por una de las dos creenciasen tensión supondría un acto adicional al de la deliberación, actividad de razonamiento que tanto ya haagotado y que le ha demostrado irresoluta la disputa entre ambas posturas.

Segundo, podríamos aducir una manera en la que el ambivalente resuelve su situación: puede desistir desu rol de agente deliberativo y procurar, a través de un examen de la evidencia de los datos psicológicosde su vida mental, el descubrimiento y posterior atribución de su verdadera creencia oculta bajo laconfusión y el ruido de la ambivalencia. No obstante, esta solución a modo de atribución no deja de ser unestado de alienación si la persona no puede comprometerse (avow) con dicha creencia ‘descubierta’; comoseñalamos más arriba, la mera atribución de estados mentales no constituye una relación en primera persona con la propia vida mental porque dichos estados atribuidos, de no ser comprometidos por el sujetoen calidad de agente, permanecen como ajenos e injustificados; no habría respecto de ellos una diferencia

sustancial con la relación de conocimiento que podríamos tener con estados mentales de otras personas.4.  A modo de conclusión: la ambivalencia emocional y la libertad racional

Me dispongo a concluir la presente discusión con un breve comentario sobre un tercer tipo deambivalencia y su ámbito de racionalidad. Me refiero a la ambivalencia emocional, aquella en la que unagente se halla a sí mismo experimentando emociones contrarias respecto del mismo objeto en el mundo.Para este caso, anotemos lo siguiente: ninguna de sus emociones contrarias constituye una fijación, sinoque ambas las experimenta en la medida en que acude a ellas por medio de una deliberación y la avowal

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de una creencia. Así, el hecho de que dichas emociones no sean fijaciones implica que son sensibles al juicio y no están cognitivamente aisladas. Moran ha señalado con suficiencia este carácter cognitivo de lasemociones, que pueden cambiar y constituirse de acuerdo con las creencias que sobre ellas tenga unagente: “The fact that mere beliefs about my emotions can alter what I feel would  be surprising if theemotions themselves were not attitudes directed toward something” (54). En este caso, los movimientos

de la ambivalencia de las creencias, que hemos discutido más arriba, modelarían los movimientos de laambivalencia emocional. Su resolución radica, pues, en lo que hemos señalado en las secciones 2 y 3.

Sin embargo, un agente puede vivir sus emociones, no como las respuestas concordantes a la constituciónde sus creencias, sino como ocurrencias de su vida mental que le acaecen a modo de reacciones

inmediatas frente a determinadas circunstancias. En otras palabras, las emociones pueden vivirse comoimpulsos, de manera que una ambivalencia emocional en este sentido implicaría la experiencia deimpulsos contrarios ante situaciones similares. Por ejemplo, piénsese en el caso de un amante que vuelve aver a su amada después de que ésta partiera sin previo aviso. Al verla nuevamente, el amante experimentados respuestas emocionales contrarias, entre las cuales se debatiría ambivalentemente: por un lado,experimenta júbilo, alegría, ganas de abrazar a su amada; por otro, experimenta rabia, odio, el deseo de

reclamarle por haberle afligido con su ausencia imprevista. ¿Cómo se debe sopesar este estado de cosas ala luz de la pregunta por la racionalidad?

Como parte intrínseca de su consideración en torno al vínculo entre autoconocimiento y racionalidad,Moran establece que el autoconocimiento en primera persona salvaguarda la libertad racional del agente.Para dilucidar el sentido de dicha libertad racional, Moran acude a los trabajos de Sartre y Korsgaard. Laidea fundamental al respecto radica en que, desde la perspectiva de primera persona, el agente tiene la potestad de declarar su libertad frente a sus impulsos emocionales al tomar conciencia de ellos y, así, suspenderlos, ponerlos entre paréntesis. Ahora, el sentido en primera persona de dicha suspensión consisteen que el agente puede decidir si incluye dichos impulsos a modo de razones en su deliberación paradeclarar (avow) cómo ha de sentirse; al revocarles esta potestad, el agente le niega a sus impulsos

cualquier fuerza psicológica que puedan tener para determinar sus acciones, de manera que la suspensióninvolucrada en la toma de conciencia de los propios impulsos permite, en la perspectiva de primera persona, suspender su efectividad causal para la acción: “But when I ‘suspend’ the force of some impulse

in this latter ‘effective’ sense, my stance toward it makes a difference to what happens, and I can actually

refrain from proceeding with it” (144).

Quisiera, entonces, señalar que tal potestad de la libertad racional de la primera persona respecto de susimpulsos emocionales no parece ofrecer una vía para disolver la ambivalencia emocional/impulsiva. Larazón estriba en que el agente ambivalente puede declarar su libertad racional, en primera persona,respecto de ambos impulsos encontrados y suspender así su respectiva fuerza causal psicológica. Pero talafirmación de libertad racional condenaría al agente a una posición de completa inacción e irresolución de

su conflicto emocional. En este sentido, el amante, arrebatado al tiempo por el júbilo y la rabia, puededeclarar con autoridad de primera persona su libertad respecto del influjo de sus dos impulsos contrarios; pero esto desemboca, meramente, en el hecho de que al ver a su amada nuestro personaje es capaz de permanecer inmóvil, de no besarla movido por su júbilo, ni de golpearla movido por su rabia. En medio dela inacción, de esta libre suspensión de los impulsos, el amante permanece con la tarea pendiente de tomaruna decisión, en calidad de agente de su vida mental, sobre cómo ha de sentirse frente al retorno de su

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amada. Y en medio de dicha inacción, el amante no dejará de experimentar el debilitante embate deemociones contrarias e inestables como el júbilo y la ira.

Este panorama suscita una aparente perplejidad que queda pendiente de dilucidación: la suspensión delinflujo causal de emociones contrarias supone, por un lado, una afirmación de libertad racional; noobstante, esa misma declaración de libertad constituiría una suerte de evasión desde la perspectiva de primera persona, pues con la suspensión de las emociones involucradas en la ambivalencia se suspendetambién la ‘tarea’ de resolver la ambivalencia emocional misma de la cual es presa el agente deliberativo – 

la tarea pendiente del amante de tomar una decisión sobre cómo ha de sentirse – . Así, el agente afirma sulibertad obstinadamente y suspende indefinidamente el influjo de las emociones que lo inclinan a actuar endirecciones opuestas – el amante afirma su libertad y se complace en la inacción, sin dejar de experimentaramor y odio frente a la misma persona – , con lo que no parece comprometerse con una solucióndeliberativa de la ambivalencia. Este sería, acaso, un tipo de evasión que se configura desde la perspectivamisma de primera persona, pues tanto la aserción de la libertad como la tarea de resolverdeliberativamente una ambivalencia constituirían acciones propias del agente racional con autoridad sobresu propia vida mental. Esto resultaría novedoso, toda vez que las evasiones que Moran caracteriza

suponen un tránsito estratégico entre las perspectivas de primera y tercera persona7

, tránsito que no pareceoperar en estos casos de inacción prolongada.

En últimas, el vínculo entre racionalidad y autoconocimiento nos ha ofrecido elementos para interrogar eleventual carácter racional de un estado mental como la ambivalencia, que suscita profundos conflictos ydesbalances en la salud psíquica de la persona. Toda vez que los polos de la ambivalencia, trátense deactitudes como creencias, intenciones o emociones, sean sensibles a la actividad deliberativa del agente yno constituyan meras fijaciones aisladas cognitivamente, entonces tenemos elementos para concluir que lano resolución de la ambivalencia se debe a una realización defectuosa de la actividad de deliberación y auna evasión de la responsabilidad que el agente tiene respecto de su propia vida mental. Por su parte, a propósito de la ambivalencia emocional, hemos establecido la eventual dificultad de cómo la aserción de

la libertad racional del agente puede devenir en una suerte de evasión, desde la misma perspectiva de primera persona, de la tarea de resolver vía deliberación la tensión emocional que sacude su vida mental.

Bibliografía:

- Moran, R., 2001,  Authority and Estrangement: An Essay on Self-Knowledge, Princeton, NJ: PrincetonUniversity Press.

- Arendt, Hannah. ‘Comprensión y política’, en  De la historia a la acción. Ed. Paidós, Barcelona. Pág.29-46. 

7 “There is one kind of evasion in the empty denial of one’s facticity (e.g., one’s history of weakness and fallibility),

as if to say “Don’t worry about my actual history of letting you down, for I hereby renounce and transcend all that.”

But there is also evasion in submerging oneself in facticity, as if to say, “Of course, whether I will in fact disappoint

you again is a fully empirical question. You know as much as I do as to what the probabilities are, and so you can plan accordingly.””. (81).