Tribuna

1
Mi pequeña boda griega Emilio Martínez Abro el buzón de mi casa y re- cibo la invitación de boda de una familiar que, divorciada ella, ha tenido la gran valentía de contraer matrimonio con otro hombre que, por cierto, tampoco es nuevo en esto de las nupcias. Hasta aquí nada nuevo en el panorama español pues ella, mi familiar, tiene todo el derecho del mundo a probar suerte con Cupido las veces que quiera en esto del amor. Depositar regalos en la si- guiente cuenta bancaria”. Si amigos, han leído bien. Todo aquel que quiera ver a la feliz parejita cortar esa pomposa tarta, a la abuela llorar de emo- ción mientras reza en voz baja “seguro que esta vez es la úl- tima” o a los amigos reclamar hasta la saciedad que los no- vios se levanten y bailen el baile de la medusa, debe saber que tienen que pagar por ver este espectáculo. Lo más alarmante del asunto es que parece que esto de pagar hasta en las bodas se está convirtiendo en tendencia. Pasarán los años, mucho tiempo y se sucederán comi- cios inolvidables y todos los in- vitados recordaremos con nostalgia aquellos años en los que un jarrón chino o un corta fiambres eran las llaves que nos abrían las puertas del pa- raíso de los langostinos fríos, los solomillos calientes y las copas con excesivo hielo y es- caso alcohol. Pero tranquilí- cense, no se perturben, amigos míos, puede que haya esperanza. Ha llegado a mis oídos que familiares y algunos amigos de mi familiar se han mostrado tan indignados con los 45€ que amenazan seria- mente con no acudir a la boda como señal de protesta. In- cluso unos cuantos han recla- mado directamente a los novios que o reducen el precio por comensal o piensan hacer- les un escrache en toda regla la noche de bodas. Que ¿qué voy a hacer yo? Pues segura- mente acabe llevando mi corta fiambres al Cash Converter y con el dinero pagaré la invita- ción. Pero como señal de pro- testa no pediré el baile de la medusa, eso sí que no. 27 marzo 2013 DUE Sobre el matrimonio gay Lola Peiró Hablar de la homosexualidad, como del aborto u otras situa- ciones controvertidas que son hoy mal aceptadas dentro de las mayorías conservadoras, suponen temas espinosos, y quizás el que nos ocupa es en la actualidad uno de los más crispantes, especialmente para los que pretenden mantener a ultranza una ortodoxia que nos entronca con los mismísimos mandatos de la Santa Biblia. Pero la verdad es que a través de la historia ha habido socie- dades más comprensivas al respecto, como la griega, la ro- mana, o Sociedades Nortea- mericanas Nativas que consideraban a las parejas del mismo sexo “personas de dos espíritus” que llegaban a ele- varse incluso al nivel social de chamanes místicos. Pero el camino de estas perso- nas que se separan de unas normas a las que se aferra una mayoría con frecuencia inculta o dominada por dogmas reli- giosos, han caminado por sen- das llenas de graves impedimentos. Las sociedades conservadoras que probable- mente aún defienden que el hombre no desciende del mono siguen sosteniendo que estas uniones cuyo fin no está dirigido a perpetuar la especie son, como poco, “pecamino- sas”, lo que las sitúa junto a las hordas de Satán. Opinión que, ya hoy por hoy, a los “afecta- dos” se las trae al pairo porque ya han conseguido -aunque muy duramente- una serie de derechos que les integra en una sociedad de la que nunca debieron salir. Por cierto, ¿sabe alguien si la señora Ángela Merkel ha mos- trado alguna opinión sobre este tema? Porque si es a favor y nuestro dócil presidente se entera, las parejas homose- xuales pueden dormir tranqui- las y se habrán librado de la activa tijera que viene impul- sada desde la mismísima Selva Negra. Dicen que los tiempos están cambiando. TRIBUNA

description

Opinión sobre el matrimonio gay y la crisis en las bodas de 2 colaboradores de DUE

Transcript of Tribuna

Page 1: Tribuna

Mi pequeña boda griegaEmilio Martínez

Abro el buzón de mi casa y re-cibo la invitación de boda deuna familiar que, divorciadaella, ha tenido la gran valentíade contraer matrimonio conotro hombre que, por cierto,tampoco es nuevo en esto delas nupcias. Hasta aquí nadanuevo en el panorama españolpues ella, mi familiar, tiene todoel derecho del mundo a probarsuerte con Cupido las vecesque quiera en esto del amor.

Depositar regalos en la si-guiente cuenta bancaria”. Siamigos, han leído bien. Todoaquel que quiera ver a la felizparejita cortar esa pomposatarta, a la abuela llorar de emo-ción mientras reza en voz baja“seguro que esta vez es la úl-tima” o a los amigos reclamarhasta la saciedad que los no-vios se levanten y bailen elbaile de la medusa, debe saberque tienen que pagar por vereste espectáculo. Lo más alarmante del asunto

es que parece que esto depagar hasta en las bodas seestá convirtiendo en tendencia.Pasarán los años, muchotiempo y se sucederán comi-cios inolvidables y todos los in-vitados recordaremos connostalgia aquellos años en losque un jarrón chino o un cortafiambres eran las llaves quenos abrían las puertas del pa-

raíso de los langostinos fríos,los solomillos calientes y lascopas con excesivo hielo y es-caso alcohol. Pero tranquilí-cense, no se perturben,amigos míos, puede que hayaesperanza. Ha llegado a misoídos que familiares y algunosamigos de mi familiar se hanmostrado tan indignados conlos 45€ que amenazan seria-mente con no acudir a la bodacomo señal de protesta. In-cluso unos cuantos han recla-mado directamente a losnovios que o reducen el preciopor comensal o piensan hacer-les un escrache en toda reglala noche de bodas. Que ¿quévoy a hacer yo? Pues segura-mente acabe llevando mi cortafiambres al Cash Converter ycon el dinero pagaré la invita-ción. Pero como señal de pro-testa no pediré el baile de lamedusa, eso sí que no.

27

marzo 2013 DUE

Sobre el matrimonio gayLola Peiró

Hablar de la homosexualidad,como del aborto u otras situa-ciones controvertidas que sonhoy mal aceptadas dentro delas mayorías conservadoras,suponen temas espinosos, yquizás el que nos ocupa es enla actualidad uno de los máscrispantes, especialmente paralos que pretenden mantener aultranza una ortodoxia que nosentronca con los mismísimos

mandatos de la Santa Biblia.Pero la verdad es que a travésde la historia ha habido socie-dades más comprensivas alrespecto, como la griega, la ro-mana, o Sociedades Nortea-mericanas Nativas queconsideraban a las parejas delmismo sexo “personas de dosespíritus” que llegaban a ele-varse incluso al nivel social dechamanes místicos. Pero el camino de estas perso-nas que se separan de unasnormas a las que se aferra unamayoría con frecuencia incultao dominada por dogmas reli-giosos, han caminado por sen-das llenas de gravesimpedimentos. Las sociedadesconservadoras que probable-mente aún defienden que elhombre no desciende delmono siguen sosteniendo que

estas uniones cuyo fin no estádirigido a perpetuar la especieson, como poco, “pecamino-sas”, lo que las sitúa junto a lashordas de Satán. Opinión que,ya hoy por hoy, a los “afecta-dos” se las trae al pairo porqueya han conseguido -aunquemuy duramente- una serie dederechos que les integra enuna sociedad de la que nuncadebieron salir. Por cierto, ¿sabe alguien si laseñora Ángela Merkel ha mos-trado alguna opinión sobreeste tema? Porque si es afavor y nuestro dócil presidentese entera, las parejas homose-xuales pueden dormir tranqui-las y se habrán librado de laactiva tijera que viene impul-sada desde la mismísimaSelva Negra. Dicen que lostiempos están cambiando.

TRIBUNA