Tribus Urbanas

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El presente trabajo trata sobre el tema de las tribus urbanas. Para esto tendremos en cuenta el marco teórico estudiado en clase, articulando los temas de: adolescencia, identidad, violencia y ritos. ORIGEN DE LAS TRIBUS URBANAS.De acuerdo a la literatura antropológica la idea de tribu remite a pequeñas comunidades o clanes, esto es, a grupos unidos por fuertes lazos sociales, económicos, religiosos y de parentesco. Sus orígenes se remontan a fenómenos registrados en la década de 1930 a través de un estudio sociológico realizado por la Escuela de Chicago que se hallaba interesada en demostrar aquellos efectos de las transformaciones que sufría la ciudad como resultado de la modernización industrial, donde se empezó a estudiar a las bandas juveniles callejeras. Ya hacia mediados del siglo xx las tribus urbanas adquirieron visibilidad en los distintos países de AméricaLatina, así como también en Estados Unidos y Europa. Se las congrega como aquellos grupos que se reúnen en torno de una visión del mundo, de una cierta ideología, de una estética (peinado, maquillaje, modo de vestir) y del gusto por un determinado género musical. La categoría histórica fue la de los “rockeros” donde se atribuyó la rama de los “punks”, “heavies” y “góticos” desarrollándose una nueva categoría de los actuales “indies”, “ravers”, “floggers” y los “emos”. Se comprende que se conforma un grupo de jóvenes que se identifican a partir de ropas, peinados, accesorios, gustos musicales, manera de hablar, lugares donde encontrarse, ídolos comunes, expectativas comunes e ilusiones compartidas que construyen un conjunto de reglas propias, las cuales les permiten distinguirse de otras agrupaciones, y que además definen y comparten un territorio dentro de la ciudad. En el seno de estas comunidades se halla un soporte afectivo que hace sentir seguros a los jóvenes frente a la incertidumbre de la propia etapa de su desarrollo y a las exigencias del mundo adulto. Así se fue formando una gran cantidad de agrupaciones donde impera un principio común: la de manifestar la insatisfacción que sienten los jóvenes de acuerdo al modo en que el mundo se presenta ante ellos.

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El presente trabajo trata sobre el tema de las tribus urbanas. Para esto tendremos en cuenta el marco teórico estudiado en clase, articulando los temas de: adolescencia, identidad, violencia y ritos.

ORIGEN DE LAS TRIBUS URBANAS.De acuerdo a la literatura antropológica la idea de tribu remite a pequeñas comunidades o clanes, esto es, a grupos unidos por fuertes lazos sociales, económicos, religiosos y de parentesco. Sus orígenes se remontan a fenómenos registrados en la década de 1930 a través de un estudio sociológico realizado por la Escuela de Chicago que se hallaba interesada en demostrar aquellos efectos de las transformaciones que sufría la ciudad como resultado de la modernización industrial, donde se empezó a estudiar a las bandas juveniles callejeras. Ya hacia mediados del siglo xx las tribus urbanas adquirieron visibilidad en los distintos países de AméricaLatina, así como también en Estados Unidos y Europa. Se las congrega como aquellos grupos que se reúnen en torno de una visión del mundo, de una cierta ideología, de una estética (peinado, maquillaje, modo de vestir) y del gusto por un determinado género musical. La categoría histórica fue la de los “rockeros” donde se atribuyó la rama de los “punks”, “heavies” y “góticos” desarrollándose una nueva categoría de los actuales “indies”, “ravers”, “floggers” y los “emos”. Se comprende que se conforma un grupo de jóvenes que se identifican a partir de ropas, peinados, accesorios, gustos musicales, manera de hablar, lugares donde encontrarse, ídolos comunes, expectativas comunes e ilusiones compartidas que construyen un conjunto de reglas propias, las cuales les permiten distinguirse de otras agrupaciones, y que además definen y comparten un territorio dentro de la ciudad. En el seno de estas comunidades se halla un soporte afectivo que hace sentir seguros a los jóvenes frente a la incertidumbre de la propia etapa de su desarrollo y a las exigencias del mundo adulto. Así se fue formando una gran cantidad de agrupaciones donde impera un principio común: la de manifestar la insatisfacción que sienten los jóvenes de acuerdo al modo en que el mundo se presenta ante ellos.

Hay tres ítems fundamentales que se deben saber para el surgimiento y comprensión de este fenómeno.

1. ADOLESCENCIA: LA CONSTRUCCION DE LA IDENTIDAD Y EL ENCUENTRO CON LOS PARES

Si bien este fenómeno está comprendido dentro de los trece y los veinte años, en la adolescencia los jóvenes buscan su propia identidad, la búsqueda del sí mismo. Se trata de momentos de reorganización de lo interno (sentimientos y pensamientos) como de lo externo (esencialmente la fisonomía). Estos cambios tratan sobre el pasaje de la identidad infantil hacia la identidad adulta. De acuerdo a la adolescencia se debe saber que es un punto muy importante a saber porque tiene que ver con el desarrollo del joven durante el cual el sujeto acumula recursos de crecimiento, de recuperación ante la adversidad y de diferenciación respecto de los otros. Atravesarla implica hacer frente a cambios internos que repercuten en el exterior, sobre todo en las relaciones con los demás, los cuales acompañan a la construcción de la identidad. En el transcurso de esta etapa el joven, de acuerdo a su entorno, se va constituyendo y fortaleciendo de acuerdo al “yo” a lo que le es propio y a su identidad personal. De esta manera se va tomando distancia de las opiniones y criterios de los padres, para ir asumiendo los propios

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juicios y valoraciones de la propia mirada sobre el mundo que los rodea. El hecho de que los adolescentes progresen en la construcción de un criterio propio va generándoles interrogantes y cuestionamientos respecto de las figuras parentales (primeros modelos de identificación). Estos interrogantes motivan a los adolescentes a tratar de reconocer qué otros pueden ofrecerse de referentes, reactivándose la pregunta respecto de la propia identidad. Así el joven va tratando de responderse “¿Quién soy?”, y al emprender este camino va abandonando el ámbito de lo conocido para ir al encuentro de los semejantes sintiéndose en “comunidad”. En este proceso los pares- amigos, compañeros de estudios, de salidas o de actividades recreativas – pasan a ser más importantes que los familiares de la infancia donde se produce una distancia tanto física como afectiva. Los adolescentes necesitan convertirse en ellos mismos, desarrollar su propia identidad, y esto implica diferenciarse de lo conocido donde destacan rasgos y construyen una estética que los hace visibles y reconocibles del resto del mundo: se visten de colores muy llamativos o del más riguroso tapados por el color negro, escuchan música festiva, estrenduosa y frecuencial, o bien eligen canciones melancólicas, que hablan de la dificultad de vivir. La propuesta de estos grupos es reconocerse y ser reconocido, es decir, poner de manifiesto una serie de atributos que les posibiliten ir respondiendo a la pregunta respecto del “¿Quién soy?”Y encontrarse con otros que les confirmen esa identidad en el proceso de construcción. Para que esto se produzca es necesario que los jóvenes salgan de los espacios familiares, cómodos y protegidos. Esta salida es la que marca el acercamiento a otros adolescentes, con quienes se tiene una cierta afinidad: se comparten gustos, metas, expectativas, ideales, en fin, una determinada visión del mundo. En los grupos de pares los adolescentes se sienten contenidos y recuperan el sentimiento de sí. Conformar una agrupación, banda o equipo les permite hacerse de atributos, de pensamientos y conductas donde cobra sentido el “ser persona” y que les facilita la composición de la propia identidad. Podremos decir que el grupo se constituye en una familia en transición, donde se recrea el afecto, los intereses y las metas comunes.

2. LAS TRIBUS URBANAS COMO BUSQUEDA Y COMPOSICION

Si bien el adolescente se aparta de los adultos significativos (básicamente el padre y la madre) para buscar una respuesta a su interrogante de identidad “¿Quién soy?” pasando del ámbito familiar y conocido hacia el mundo exterior lleno de desafíos y oportunidades, esta salida no siempre es vivida con entusiasmo y alegría por los jóvenes sino que por el contrario se siente una relativa angustia ante lo que cambia, lo desconocido y lo que está por venir. Durante la adolescencia se modifica el cuerpo, se pierde la identidad infantil y se reconoce la humanidad, la falibilidad de los padres cayendo así la idealización de los adultos. A pesar de que comienza a abrirse un mundo nuevo, es mucho lo que se pierde y es intenso el dolor que eso conlleva. Se vuelve necesario buscar un cierto alivio y es allí cuando aparecen los grupos de pares. Ante la pérdida de idealización de los adultos, la incomprensión que sienten de los padres y la distancia que establecen en relación con ellos, los adolescentes van conformando sus propios grupos donde recrean un lugar propio, un espacio personal y social y un sentido de pertenencia. Los adolescentes se definen a partir de la adopción de una vestimenta, un lenguajeverbal y

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gestual, determinados gustos (musicales, estéticos) y una ideología (percepciones, impresiones, conceptos, creencias, valores, modos de ver el mundo y de moverse en él). Todo esto lo comparten con otros identificándose y coincidiendo en su manera de sentir y pensar escapando de la desorientación y de la soledad. De acuerdo a las tribus urbanas, el estilo así como la presentación en sociedad que son adoptadas por estas comunidades –ropa, maquillaje, peinado y accesorios- hace ver diferentes a unos grupos de otros. La estética y la presentación resultante es efectiva para que los jóvenes sean reconocidos e integrados a un grupo en especial o bien pueden ser rechazados y relacionados con otras bandas o agrupaciones que destacan distinto tipo de atributos en sí mismos. El énfasis que invierten en su apariencia física se vincula con la búsqueda de identidad. Intentan que el modo en que se muestran los diferencie del resto de las personas –tanto de los jóvenes como de los adultos-, y van construyendo sus rasgos identitatarios, aquellos que les permiten empezar a contestarse el gran interrogante del “quien soy”. Las tribus urbanas que hoy conocemos y denominamos de una especial manera son: “emos”, “ravers”, “indies”, “floggers”, “goticos”, “punks”, “heavies”, “rockeros” y “hippies”. En las metrópolis, en las urbes de grandes y medianas proporciones, es posible hallar agrupaciones de adolescentes que ganan paseos y avenidas, se apropian de ciertos espacios y van marcando sus territorios. Una esquina, un barrio, un centro comercial del tipo “mall”o “shopping”, una plaza: de éstos y otros espacios los jóvenes van adueñándose, y van valiéndose de ellos como punto de encuentro. Si bien las particularidades de cada comunidad varían, todas ellas presentan rasgos en común: una caracterización física, ciertos consumos y el establecimiento de una distancia en relación con el grupo social amplio. En el marco de la tribu cada integrante compone una imagen y desarrolla actitudes y comportamientos comunes a los del resto del grupo, así se deja de ser un sujeto anónimo para pasar a ser alguien que pertenece a un colectivo. De este modo reafirma su identidad, su “ser persona” y su sentido de pertenencia a la agrupación que además se refuerza al participar de experiencias conjuntas y de rituales, como por ejemplo, fiestas, recitales, etc. De este modo funciona la tribu urbana, como un ámbito que produce un encuentro con los semejantes y que aparta a los diferentes (los otros que no son como ellos). Esta confluencia de la reunión con los pares ayuda a que dejen de refugiarse en sí mismos, en su individualidad y se funden en la experiencia e identidad que les brinda el hecho de ser partes de una tribu. Los sujetos participan conjuntamente en actividades y toman actitudes que les provocan sensaciones poderosas y le dan un sentido a sus vidas. De esta manera se conforman los lazos amistosos, contactos y comunicaciones en una sociedad que se tiende al aislamiento. Los más jóvenes desarrollan una serie de actividades en la que exponen su modo de sentir y de comprender el mundo, tal es el caso de los recitales, de fiestas electrónicas o los torneos deportivos. Con ello responden a la falta de interés y de compromiso ante la realidad social que ven en los adultos. A través de las tribus, los jóvenes recrean una forma particular de vincularse, de relacionarse, cuya importancia es el grupo y lo que se vive y comparte en el interior del mismo. Es fundamental que haya una empatía entre los sujetos, así, en la marco del grupo, se construyen tiempos y espacios en los cuales compartir lo que se tiene en común. En dichos tiempos y espacios los festejos tienen una duración limitada; la cita de las tardes o las noches comienza y llega a su fin y probablemente no concurran a la escuela o al trabajo vestidos del

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mismo modo o hablando en los códigos del grupo. Cabe señalar que el sentido de pertenencia y la cercanía tanto física como afectiva se mantienen en cada ocasión en la que se genera el encuentro. Las fiestas bailables y los eventos musicales son ejemplos de esta clase se situaciones. Las tribus urbanas representan un instrumento del que se valen los adolescentes para dotar de un significado a su experiencia personal, para desarrollar lazos de afectos en relación con otros sujetos; para encontrarse y compartir con pares, con otros que sienten como ellos; para elaborar su imagen social, su aspecto, sobre aquellas formas en que se muestran para diferenciarse de los demás; de poder recrear formas de socialización, confluencia y reunión y de conocimiento del sí mismo. Esta manera de aprender, mirar, descubrir lo propio y de relacionarse con los semejantes permite aprender a componer solidaridades y a crecer con otros.

3. TRIBUS, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD COMO CATEGORIAS SOCIALES

En el siglo xx adolescentes y jóvenes van convirtiéndose en actores reconocidos donde adquieren un lugar social que los distingue de los niños y adultos. Hasta ese momento, el pasaje al mundo adulto se concretaba tempranamente entre los doce y quince años de edad donde se ingresaba al mundo del trabajo. Quienes habían podido recibir educación formal, en establecimientos educativos, daban por terminada la escolaridad al concluir el nivel primario. Los varones comenzaban a desempeñarse como aprendices de un oficio, mientras que las mujeres permanecían en el hogar, asistiendo en las tareas domésticas y desarrollando labores como bordado, costura, tejido, entre otros. De este modo se preparaban para asumir su propio proyecto familiar. Contraían matrimonio entre los dieciséis y dieciocho años y a partir de entonces sus vidas giraban en torno del hogar conformado.En la segunda mitad del siglo xx aparece el adolescente y el joven como actor social diferenciado de los niños y adultos. Esa diferenciación es producto de la consolidación y el desarrollo de una sociedad urbana e industrial. La transformación del mundo de la producción y el trabajo aparejo la necesidad de gestar un tiempo de preparación donde los sujetos puedan adquirir las capacidades necesarias para desempeñarse adecuadamente en ellos. Esto produjo que en los años ‘50 la mayor parte de la población ingresara en el sistema educativo formal, retardando su ingreso en el ámbito laboral al igual que en la responsabilidad familiar. En este sistema de protección los sujetos adquirían de recursos de crecimiento y ejercitaban diversos roles, al tiempo que trabajaban en la constitución de una identidad. De acuerdo al pasar los años el adolescente fue tomando su figura:

En los años ’50 y ’60 en América Latina se destacó la figura del adolescente en desarrollo y el joven universitario y trabajador.

En los años ’70 en el régimen dictatorial, el adolescente debía ser preservado y adoctrinado en el marco de una legalidad que apelaba a la ley y el orden al tiempo que los vulneraba permanentemente. Los jóvenes de la época eran peligrosos, incontrolables, amenazantes. Solo querían subvertir el orden establecido.

En los años ’80, con la recuperación de la democracia, adolescentes y jóvenes se sintieron convocados a la participación, a la opinión, a la movilización.

En los años ’90 y en el primer decenio del siglo XXI los encontró en la mirada de los adultos, apáticos, abúlicos, desinteresados, anomicos, sin inquietudes. El no hacer nada

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productivo sumado a la dificultosa integración al ámbito laboral, se convierte en un problema.

Suele creerse que los jóvenes son personas inacabadas. Por hallarse atravesando un proceso de preparación psíquica y social, se los considera demasiados implicados con su propia realidad interna y poco interesados por el mundo que los rodea. Se los cataloga de inmaduros; con necesidad de ser asistidos; con escasa capacidad para sostener un compromiso con la sociedad o para comprenderla. Existe una imagen oficial en la que se listan todos aquellos rasgos y conductas que convierten a un joven en “normal”. Este joven legítimotiene aquellas cualidades que se definen como requisitos para la reproducción del sistema. De él se espera que cumpla con lo establecido, que no cuestione las pautas sociales, que se adapte a ellas, que se las apropie y que contribuya a que los demás jóvenes asuman dichas normas. Los medios masivos de comunicación y publicidad son ejemplos en la comunicación de estas expectativas. En ellas se puede ver como se hace presente la figura de un joven “natural”, vigoroso, deseable, sonriente, exitoso, espontaneo, disfrutando del “aquí y ahora”, con l posibilidad de consumir lo que el mercado le ofrece y de vivir experiencias únicas a partir de ello. Pero hay una realidad y es que la mayoría de los jóvenes de Latinoamérica no se identifica con este modelo. En primer lugar porque la etapa de la adolescencia y la juventud no resultan tan idílicas y felices, sino que trae aparejado un prolongado trabajo para con la realidad interna y externa. En segundo lugar, los países latinoamericanos vienen atravesando crisis sociales, económicas y políticas que afectan a un porcentaje mayor de la población. Surge que en condiciones de inestabilidad civil, social, económica o política resulta muy difícil sentirse incluido en un proyecto ya que si se logra conseguir esto puede ser muy costoso o a modo precario. Como ejemplo puede esgrimirse la expresión de las experiencias de exclusión y marginación de los cumbieros y de los “rolingas” o cultores del “rock barrial”. Para estos jóvenes que hoy se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, la inestabilidad y la desesperanza no son tan solo parte de su propia experiencia, sino que han sido vividas por sus propios padres. El mundo laboral en el que deben incluirse se ha visto afectado por la caída de la actividad industrial, con la consecuente pérdida de puestos de trabajo. Las jóvenes generaciones construyen ámbitos simbólicos que ellos mismos diseñan y que reconocen como propios. De esta manera se van recreando formas de expresión y participación social y política. Aparecen las tribus urbanas que permiten establecer vínculos para proveerse de un sostén, es decir, apoyarse mutuamente. Funcionan como ámbito de contención afectiva, los lazos entre sus miembros son intensos. Por ello es que los jóvenes representan una forma de pronunciarse ante el estado de las cosas, quieren hacer saber algo a alguien, a los demás jóvenes y por sobre todo a los adultos. En las tribus urbanas hay un mensaje que se quiere transmitir donde los adultos deben ser los responsables por el bienestar y desarrollo de los más jóvenes escuchándolos e interpretándolos.

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