Triunfo socialista en Venezuela

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ENCARTE N° 5 Edelberto Torres-Rivas Edición venezolana Año III. Número 23. Caracas, agosto-octubre de 2010 17,00 Bs.F. F Menos pobreza y una inseguridad galopante ¿ARDE CARACAS? por Maurice Lemoine F P2 I S S N 1 8 5 6 - 9 2 7 7 UE y EE UU La educación secundaria ¿al servicio de quién DOSSIER F P8-12 Reformas económicas, apertura y descontento social Cambio de rumbo en Cuba por Janette Habel F P5 Apertura de una temporada social agitada España va mal por Ignacio Ramonet F P7 Condiciones de semiesclavitud en las explotaciones agrícolas del Líbano Los campos modernos por Lucile Garçon y Rami Zurayk F P17 El espinoso reparto de Palestina Un solo Estado para dos sueños por Alain Gresh F  P19 Fruto de la herencia colonial Somalilandia, una democracia paradójica en África por Gérard Prunier F P21 Interrogar a la historia para salir del callejón sin salida Afganistán-Pakistán, el gran malentendido por Georges Lefeuvre P23 El espejismo de las clases medias africanas por Jean-Christophe Servant F P26 Editorial Tierra de hambre por Martine Bulard F P28 En las elecciones parlamen- tarias del 26 de septiembre se enfrentaron dos visiones contra- puestas: socialismo contra capi- talismo. Estos últimos apuntaron sus armas ideológicas sobre los temas más sensibles: la inseguri- dad y la supuesta desaparición de la propiedad privada y contra- pusieron a esto un plan populis- ta donde prometían, de llegar la oposición a obtener la mayoría en la Asamblea Nacional (AN), “resolver” los problemas del país creados, según su punto de vis- ta, por todas aquellas leyes que hasta ahora han sido aprobadas, revirtiéndolas. Mientras que por el lado de quienes propugnan el socialismo ofrecieron “más poder para el pueblo” y radicalizar la re- volución bolivariana. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ratificó ser la fuerza política más importante de Venezuela, a pesar de los reve- ses en algunas localidades donde suponían tener mayor apoyo, basándose en datos de las últi- mas elecciones —presidencial y de gobernadores—, aunque esta elección no fue nacional, sino lo- cal y, específicamente, circuital. El resultado de estas eleccio- nes tiene su base en la combina- ción de una elección nominal de 110 diputados, 52 de representa- ción proporcional (voto lista) y 3 por la representación indígena. Por tanto, el mayor peso estaba en la escogencia de diputados no- minalmente. A pesar de conocer las reglas del juego y aceptarlas, así como al árbitro, apenas el Consejo Na- cional Electoral (CNE) dio a co- nocer los resultados, la oposición política intentó convencer de que la victoria le fue arrebatada ya que no existía proporcionalidad con los resultados obtenidos en todo el país. Esto hizo recordar que tras los resultados del referendo revocatorio de 2004 —en donde el presidente Hugo Chávez salió victorioso—, presentaron la tesis del “cisne negro” los académicos Ricardo Hausmann1 y Roberto Rigobon, en donde los “hechos [fueron] modelados de forma tal que la hipótesis se la [hizo] apare- cer como tesis, [por tanto,] el mé- todo [utilizado por la oposición para interpretar los resultados del referendo revocatorio pasó] a ser un instrumento perverso, amoral, de dominación ideológica” 2 . Pero si nos detenemos a ana- lizar los resultados de esta opo- sición que dice no mirar para el pasado y logró subsistir gracias a una forzada unidad, revivió a Ac- ción Democrática (AD), símbolo del pasado y partido que todos suponían estaba en extinción, pero que logró 22 escaños de la AN. Le siguen los partidos de derechas Primero Justicia (15) y Un Nuevo Tiempo (una combi- nación de ex militantes de los dos primeros, 12). Hace un lustro, la oposición retiró sus postulaciones a la AN bajo el pretexto de que no existía una confiabilidad en el secreto del voto, a pesar de que el CNE ac- cedió a retirar las máquinas cap- tahuellas, porque decían que ese aparato revelaba la intención del voto del elector. De esa manera la Asamblea entre 2005 y 2010 que- dó conformada con una mayoría absoluta por parte del chavismo. En esta oportunidad hicieron én- fasis de que las captahuellas y la votación son como el agua y el aceite. En estas elecciones, los que realmente perdieron espacio dentro de la nueva AN, fueron aquellos partidos que decidieron retirarle el apoyo a la revolución bolivariana: Podemos y Patria Pa- ra Todos (PPT), que se redujeron a tres y dos diputados, respectiva- mente. Aunque uno de ellos logra salir en el estado Aragua gracias a los votos del partido de derecha Primero Justicia. En 2005 Pode- mos había obtenido 15 diputados con la alianza del Movimiento Quinta República (MVR), mien- tras que el PPT, 11 diputados. Pero después de la aparición del PSUV, Podemos quedó con 6 diputados y el PPT con tan sólo 5, es decir quedaron reducidos a una mínima expresión. Por su parte, el PSUV debe- rá revisar en aquellos circuitos en donde no salieron favorecidos. Hay que advertir que los candida- tos que presentaron en su mayoría eran caras nuevas, escogidas desde las bases en unas primarias inédi- tas en la política venezolana. Caso contrario pasó con algunos candi- dados de la oposición, que se pos- tularon nominalmente y, además, encabezaban el voto lista. Una vez conocida la distribu- ción de las fuerzas políticas dentro de la AN, queda ver cómo será su comportamiento. Por ahora la oposición demuestra tal impacien- cia que pareciera no poder esperar hasta el 5 de enero de 2011 para empezar con su juego “político”. Es deseable que hayan aprendi- do la lección y no busquen ata- jos similares a los de 2000-2005. Mientras tanto, el PSUV, en el gobierno, promete profundizar la revolución bolivariana. 1 Ex ministro de Carlos Andrés Pérez en su segundo periodo presidencial. Fue miembro del directorio del Banco Central de Venezuela y presidente del Comité para el Desarrollo creado por el Fondo Mone- tario Internacional y el Banco Mundial. 2 Oscar Viloria. “Cuando la disyuntiva electoral transgredió los espacios y lími- tes de la ciencia y de la metodología”. En Análisis de Coyuntura. [online]. dic. 2007, vol.13, no.2, p.029-048. Elecciones del 26S Triunfo socialista en Venezuela por ral cazal El 26 de septiembre pasado se celebraron elecciones legislatovas en Venezuela con una masiva e inusual asistencia a las urnas (casi el 70% de las personas habilitadas para votar). El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV por sus siglas) se ratificó como la principal fuerza política, lejos del segundo partido con escaños en la Asamblea (Acción Democrática, participante del bloque opositor), aunque no logró la mayoría calificada necesaria (75% de los escaños) para la aprobación de leyes orgánicas. La profundización de la democracia participativa en Venezuela está plasmada en estas elecciones, así como la confianza en sus instituciones. Sobre este mismo tema, la opinión del comunicador gráfico, colaborador e ilustrador de esta publicación, Samuel Bravo, en la página 27 de esta edición.

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Raúl Cazal sobre las elecciones del 26 de septiembre de 2010 /agosto-octubre 2010

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ENCARTE N° 5Edelberto Torres-Rivas Edición

venezolana

Año III. Número 23. Caracas, agosto-octubre de 2010 17,00 Bs.F.

F  Menos pobreza y una inseguridad galopante ¿ARDE CARACAS? por Maurice Lemoine F  P2

I S S N 1 8 5 6 - 9 2 7 7

UE y EE UULa educación secundaria ¿al servicio de quién DOSSIER F P8-12

Reformas económicas, apertura y descontento socialCambio de rumbo en Cubapor Janette Habel F P5

Apertura de una temporada social agitadaEspaña va malpor Ignacio Ramonet F P7

Condiciones de semiesclavitud en las explotaciones agrícolas del LíbanoLos campos modernospor Lucile Garçon y Rami Zurayk F P17

El espinoso reparto de PalestinaUn solo Estado para dos sueñospor Alain Gresh F P19

Fruto de la herencia colonialSomalilandia, una democracia paradójica en Áfricapor Gérard Prunier F P21

Interrogar a la historia para salir del callejón sin salidaAfganistán-Pakistán, el gran malentendidopor Georges Lefeuvre P23

El espejismo de las clases medias africanaspor Jean-Christophe Servant F P26

EditorialTierra de hambrepor Martine Bulard F P28

En las elecciones parlamen-tarias del 26 de septiembre se enfrentaron dos visiones contra-puestas: socialismo contra capi-talismo. Estos últimos apuntaron sus armas ideológicas sobre los temas más sensibles: la inseguri-dad y la supuesta desaparición de la propiedad privada y contra-pusieron a esto un plan populis-ta donde prometían, de llegar la oposición a obtener la mayoría en la Asamblea Nacional (AN), “resolver” los problemas del país creados, según su punto de vis-ta, por todas aquellas leyes que hasta ahora han sido aprobadas, revirtiéndolas. Mientras que por el lado de quienes propugnan el socialismo ofrecieron “más poder para el pueblo” y radicalizar la re-volución bolivariana.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ratificó ser la fuerza política más importante de Venezuela, a pesar de los reve-ses en algunas localidades donde suponían tener mayor apoyo, basándose en datos de las últi-mas elecciones —presidencial y de gobernadores—, aunque esta elección no fue nacional, sino lo-cal y, específicamente, circuital.

El resultado de estas eleccio-nes tiene su base en la combina-ción de una elección nominal de 110 diputados, 52 de representa-ción proporcional (voto lista) y 3 por la representación indígena. Por tanto, el mayor peso estaba en la escogencia de diputados no-minalmente.

A pesar de conocer las reglas del juego y aceptarlas, así como al árbitro, apenas el Consejo Na-cional Electoral (CNE) dio a co-nocer los resultados, la oposición política intentó convencer de que la victoria le fue arrebatada ya que no existía proporcionalidad con los resultados obtenidos en todo el país. Esto hizo recordar que

tras los resultados del referendo revocatorio de 2004 —en donde el presidente Hugo Chávez salió victorioso—, presentaron la tesis del “cisne negro” los académicos Ricardo Hausmann1 y Roberto Rigobon, en donde los “hechos [fueron] modelados de forma tal que la hipótesis se la [hizo] apare-cer como tesis, [por tanto,] el mé-todo [utilizado por la oposición para interpretar los resultados del referendo revocatorio pasó] a ser un instrumento perverso, amoral, de dominación ideológica”2.

Pero si nos detenemos a ana-lizar los resultados de esta opo-sición que dice no mirar para el pasado y logró subsistir gracias a una forzada unidad, revivió a Ac-ción Democrática (AD), símbolo del pasado y partido que todos suponían estaba en extinción, pero que logró 22 escaños de la AN. Le siguen los partidos de derechas Primero Justicia (15) y Un Nuevo Tiempo (una combi-nación de ex militantes de los dos primeros, 12).

Hace un lustro, la oposición retiró sus postulaciones a la AN bajo el pretexto de que no existía una confiabilidad en el secreto del voto, a pesar de que el CNE ac-cedió a retirar las máquinas cap-tahuellas, porque decían que ese aparato revelaba la intención del voto del elector. De esa manera la Asamblea entre 2005 y 2010 que-dó conformada con una mayoría absoluta por parte del chavismo. En esta oportunidad hicieron én-fasis de que las captahuellas y la votación son como el agua y el aceite.

En estas elecciones, los que realmente perdieron espacio dentro de la nueva AN, fueron aquellos partidos que decidieron retirarle el apoyo a la revolución bolivariana: Podemos y Patria Pa-ra Todos (PPT), que se redujeron

a tres y dos diputados, respectiva-mente. Aunque uno de ellos logra salir en el estado Aragua gracias a los votos del partido de derecha Primero Justicia. En 2005 Pode-mos había obtenido 15 diputados con la alianza del Movimiento Quinta República (MVR), mien-tras que el PPT, 11 diputados. Pero después de la aparición del PSUV, Podemos quedó con 6 diputados y el PPT con tan sólo 5, es decir quedaron reducidos a una mínima expresión.

Por su parte, el PSUV debe-rá revisar en aquellos circuitos en donde no salieron favorecidos. Hay que advertir que los candida-tos que presentaron en su mayoría eran caras nuevas, escogidas desde las bases en unas primarias inédi-tas en la política venezolana. Caso contrario pasó con algunos candi-dados de la oposición, que se pos-tularon nominalmente y, además, encabezaban el voto lista.

Una vez conocida la distribu-ción de las fuerzas políticas dentro de la AN, queda ver cómo será su comportamiento. Por ahora la oposición demuestra tal impacien-cia que pareciera no poder esperar hasta el 5 de enero de 2011 para empezar con su juego “político”. Es deseable que hayan aprendi-do la lección y no busquen ata-jos similares a los de 2000-2005. Mientras tanto, el PSUV, en el gobierno, promete profundizar la revolución bolivariana.

1 Ex ministro de Carlos Andrés Pérez en

su segundo periodo presidencial. Fue

miembro del directorio del Banco Central

de Venezuela y presidente del Comité para

el Desarrollo creado por el Fondo Mone-

tario Internacional y el Banco Mundial.

2 Oscar Viloria. “Cuando la disyuntiva

electoral transgredió los espacios y lími-

tes de la ciencia y de la metodología”. En

Análisis de Coyuntura. [online]. dic. 2007,

vol.13, no.2, p.029-048.

Elecciones del 26S

Triunfo socialistaen Venezuela

por ral cazal

El 26 de septiembre

pasado se celebraron

elecciones legislatovas en

Venezuela con una masiva

e inusual asistencia a las

urnas (casi el 70% de las

personas habilitadas para

votar). El Partido Socialista

Unido de Venezuela (PSUV

por sus siglas) se ratificó

como la principal fuerza

política, lejos del segundo

partido con escaños en

la Asamblea (Acción

Democrática, participante

del bloque opositor),

aunque no logró la mayoría

calificada necesaria

(75% de los escaños)

para la aprobación

de leyes orgánicas. La

profundización de la

democracia participativa en

Venezuela está plasmada

en estas elecciones, así

como la confianza en sus

instituciones.

Sobre este mismo tema, la

opinión del comunicador

gráfico, colaborador

e ilustrador de esta

publicación, Samuel Bravo,

en la página 27 de esta

edición.

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2 Caracas, agosto-octubre de 2010 LE MONDE diplomatique «el Dipló »

Al expresar su hostilidad ha-cia la Venezuela “bolivariana”, el diario español El País raramente establece matices. Pero a veces se supera a sí mismo: “Caracas es una ciudad sangrante. De sus edi-ficios brotan ríos de sangre, de sus montañas brotan ríos de sangre, de sus casas brotan ríos de sangre (…)”1.

Los habitantes de la capital a quienes sometemos esta pro-sa estallan de risa golpeándose la sien con la punta del dedo índi-ce. No obstante, sobre este tema candente, y en grados diversos, todos constatan la mismo: “Te-nemos un problema muy serio” (Tulio Jiménez, presidente de la comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional); “Allá, bajo el puente, mi esposa fue atacada dos veces en dos años” (un brasileño del Movimiento de los Sin Tie-rra [MST] enviado a Venezuela); “Para la gente que vive en los ‘ba-rrios’, la violencia es parte del pan cotidiano” (un habitante de la inmensa urbanización de Petare); “¡Se mata incluso a policías que tienen chaleco antibalas! Entonces nosotros… ¡Dios mío!” (una tra-bajadora de Ocumare del Tuy, un suburbio alejado); “En nuestras familias de las comunidades cris-tianas, casi todos tienen parientes cercanos asesinados. Cuando ce-lebramos una misa comunitaria, es muy raro que no surja el tema: esta semana han matado ¡ya no sé bien a quién…!” (el padre Didier

Menos pobreza y… una inseguridad galopante

¿Arde Caracas? por maurice lemoine, enviado especial

A pesar de llevar adelante una política activa de justicia social, Venezuela sigue exhibiendo una de las tasas de homicidios más altas del mundo. ¿Cómo se explica esta violencia persistente que el gobierno de Hugo Chávez ha desatendido durante mucho tiempo? La oposición, tanto en el interior como en el exterior del país, no se priva de instrumentalizarla en función de sus objetivos políticos.

Heyraud, sacerdote en Petare).Es cierto que con una tasa de

48 homicidios cada 100.000 ha-bitantes en 2008, Venezuela está a la cabeza del ranking del espanto. En Caracas, esa tasa es más eleva-da aún. Se contaron 1.976 homi-cidios entre enero y septiembre de 2009, en una ciudad de 4,8 mi-llones de habitantes2…

Para la oposición, el respon-sable tiene nombre: “Chávez”. Las postas mediáticas machacan: “Bajo la revolución bolivariana del presidente Hugo Chávez, la capital de Venezuela se ha elevado al rango de las ciudades más vio-lentas del mundo”3. Miguel Ángel Pérez, vicepresidente del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), hace manifiesta su irritación: “Nos quieren hacer creer que la inseguridad es una creación del chavismo… Lo que supone olvi-dar que el final de los años 1980 y el comienzo de la década de 1990 fueron terribles: ¡no se podía salir a la calle!”.

De hecho, en diciembre de 1996, dos años antes de la llega-da de Chávez al poder, una revista especializada escribía: “Con un promedio de ochenta muertos por balas cada fin de semana, con ataques cotidianos en los trans-portes públicos, con un desarrollo exponencial de la pobreza y, final-mente, con una crisis económica que carcome al país desde hace más de quince años –la inflación es de más del 1.000% anual–, Ca-

racas se ha convertido desde hace algunos años en una de las ciuda-des más peligrosas del mundo, tal vez incluso en la más peligrosa”4. Muy pocos parecen recordarlo. En la lucha política, el olvido es un arma de una eficacia temible.

“Estamos en un año electoral –señala Pérez–5. En estos años, la curva de lo que se llama inseguri-dad se dispara, amplificada hasta el infinito por los medios, por-que es el caballito de batalla de la oposición”. Hay que ver, cada lunes a la mañana, ante la morgue de Bello Monte, el ejército de re-porteros que se precipita, cámaras y micrófonos en mano, hacia los parientes de las víctimas del fin de semana, de preferencia muje-res mayores desconsoladas: “¿Qué siente señora?”

Provenientes de fuentes “ex-traoficiales”, circulan los alega-tos más fantasiosos: “Hoy la tasa de homicidios [del país] supera ampliamente a 70 cada 100.000 habitantes”, miente el diario El Universal (3-6-10). Los venezo-lanos leen y sienten que su pul-so se acelera; sobre todo, cuando viven en sitios adinerados, como Altamira, Los Palos Grandes, La Castellana. Pero el poder tiene su cuota de responsabilidad: las ofi-cinas de prensa de las comisarías del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalís-ticas (CICPC) fueron suprimidas, y no existe ninguna base de datos, a nivel nacional, que centralice

las cifras con criterios comunes. Cada uno puede inventar el “ba-lance récord” que le conviene, sin correr el riesgo de ser desmentido. Y sin nunca analizar las causas del fenómeno; sólo los efectos.

Comienzos del siglo XX: el oro negro brota del suelo venezo-lano. Los campesinos deshereda-dos de los Andes y de los llanos –sabanas que se extienden hasta el infinito– se precipitan hacia las ciudades: Maracay, Valencia, Maracaibo, Caracas. Allí hay tra-bajo, salarios, pueden recuperarse algunas migajas del “milagro pe-trolero”. “Invadidas”, las colinas y montañas que rodean a la capital se ven rápidamente pobladas. De cualquier manera, a fuerza de la-drillos y trueques, van surgiendo construcciones precarias, sin agua ni electricidad, separadas por pa-sajes, callejones y abruptas esca-leras. Así nacen los cinturones de miseria y, sobre este territorio de exclusión social, lo que se llama inseguridad.

Nada que no sea un clásico, le cuentan a uno aquí y allá, evocan-do el pasado: “Te robo un par de zapatos, un reloj, una cadena de oro, por necesidad, para sobrevi-vir, para tener dinero, para poder comer. Un tipo de violencia muy diferente de la que conocemos hoy en día”.

El 25 de mayo se produjo un drama común y corriente en Petare: un joven fue masacrado a cuchillazos y rematado a bala-zos, cuando trataba de defender a uno de sus amigos que estaba pe-leándose. ¿Por qué? Bueno… los conflictos entre delincuentes se originan a veces por pequeñeces. Una simple bofetada, un insulto, y se declara la guerra. Las balas silban, un cuerpo cae, digamos el de El Sapo. El Pupilo lo mató. Los amigos de El Sapo lo buscan. Encuentran a su hermano. “¡Di-nos donde se encuentra El Pupi-lo!” El hombre balbucea que no sabe nada. Una ráfaga sanciona su ignorancia o su sentido de la solidaridad. Al mismo tiempo, envía al cementerio al pequeño Gabikley, de cuatro años, que ju-gaba por allí cerca.

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as”

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3Caracas, agosto-octubre de 2010LE MONDE diplomatique «el Dipló »

Edición venezolanaagosto-octubre de 2010

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¿Quiénes mueren, principal-mente en los barrios populares? Los que tienen entre 15 y 25 años, pobres, de piel oscura. Sólo que… “Pasas por allí por casualidad, te encuentras en medio del tiroteo y ¡zas! ¡Es para ti!”. La mejor mane-ra de hacerse matar es resistir: una bala en la cabeza por un teléfono celular, nada menos. Sobre el por qué del fenómeno, cada uno ha-ce su análisis; los mismos que se escuchan en todas partes. “El pa-dre no está, la madre tampoco, lo cuida la abuela, pero el muchacho se desvía. ¡Es culpa de los padres!” Violencia de género, violencia fa-miliar, agresividad reproducida, hacinamiento…

De acuerdo, pero no demos más vueltas: “El factor funda-mental es cultural: el venezolano es violento”. ¡De ninguna mane-ra! Lo que ocurre, “es una pérdida de sentido moral: ya no se roba por necesidad, sino por vicio. Se ha creado toda una escala de valo-res en la cual la moto, la mucha-cha que va en el asiento trasero, la cantidad de muertos que tienes en tu cuenta, implican respeto”. Más aún cuando el alcohol corre a raudales y las armas circulan por todas partes. Se puede decir esto de esta manera, pero no ol-videmos que “la televisión influye de manera determinante, con sus películas violentas y las ganas que genera, a través de la publicidad, de poseer cualquier cosa”. Sobre todo porque “la pobreza se ha reducido, hay más dinero que an-tes en manos de la gente y, por lo tanto más oportunidades para los delincuentes”. Y como “las leyes los favorecen, y ellos saben como usarlas, si los detienen, salen en-seguida”.

Curiosa paradoja: en un país donde, en diez años, la tasa de po-breza ha venido cayendo del 60% a cerca del 23% de la población, y la indigencia del 25% al 5%, las cifras de la delincuencia se dispa-ran. ¿No habrá caído el gobierno bolivariano en el análisis reduc-cionista que atribuye la violencia sólo a la miseria? Es posible supo-nerlo. Porque, yendo a lo urgente, volcando todas sus fuerzas, y con éxito, en los programas sociales relativos a la salud, la educación y la alimentación, durante mucho tiempo descuidó la inseguridad, que se suponía iba a desaparecer como por encanto como conse-cuencia de los progresos logrados.

Pero, ¿qué hace la policía?, preguntamos. Como en casi toda América Latina, la policía es parte del problema, y no de la solución. “Nuestro drama –confía Soraya El Aschkar, secretaria ejecutiva del Consejo General de Policía (CGP)–, es que no tenemos una policía, ¡sino ciento treinta y cinco!” En este país federal, des-centralizado –una herencia del pasado–, cada gobernador, cada alcalde dispone de su propio cuer-

po de seguridad. No existe ningu-na norma común, ni siquiera para la formación, a menudo confiada a ex militares que, por definición, “dan luz a instituciones más mili-tarizadas que profesionales”.

En Caracas, cinco policías municipales y la Policía Metro-politana comparten el territorio, sin coordinación, a veces incluso opuestas por divergencias políti-cas. En abril de 2002, elementos de tres de ellas –la Metropolitana, PoliChacao y PoliBaruta–, con-troladas por alcaldes de la oposi-ción, participaron activamente en el golpe de Estado contra el presi-dente Chávez.

Página entera de publici-dad en el diario Últimas Noti-cias (25-5-10): el gobernador (chavista) del estado Anzoátegui hace pública su “tercera lista” de funcionarios expulsados de Po-liAnzoátegui: veinticinco policías por, entre otras, faltas de servicio (quince), acoso sexual (dos), robo (cinco) y homicidio (uno). Repre-siva, desprovista de sensibilidad social, a veces implicada en la de-lincuencia y en los diversos tráfi-cos, la policía es vivida como una plaga por los venezolanos. A pun-to tal que el ministro del Interior Tareck El Aissami declaró recien-temente: “El 20% de los delitos y crímenes cometidos en el país los hacen policías”. Lo que lleva a El Aschkar a afirmar: “Con este modelo, desconectado de la so-ciedad, sin supervisión ni control interno, la violencia no disminui-rá. Sólo la profunda reforma que estamos emprendiendo permitirá garantizar la seguridad”.

El 13 de mayo pasado, ya consciente de la gravedad de la situación y lanzado a una carrera contra reloj, el presidente Chávez inauguró el Centro de Formación Policial (Cefopol) en la Universi-dad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) destinada a la implementación de una Poli-cía Nacional Bolivariana (PNB). Nuevo enfoque, nuevos méto-dos, nueva filosofía: una forma-ción técnica, pero también una sensibilización hacia los derechos humanos y al indispensable vín-culo entre policía y ciudadanos. Mil cincuenta y ocho ex agentes de la Metropolitana, sin ningún chanchullo a cuestas, fueron se-leccionados, formados, y están en actividad en el barrio de Catia; con un balance alentador y una reducción sustancial de la insegu-ridad. Otros mil están terminan-do los cursos. Se hizo un llamado a los bachilleres para integrar el nuevo cuerpo que, al término de los tres próximos años, debería alcanzar los treinta y un mil fun-cionarios. Es mucho y poco al mismo tiempo, ya que se sabe que el resultado no será forzosamente inmediato.

Regreso a Ocumare del Tuy. Sentada en una silla de plástico,

Sonia Manrique, miembro del Consejo Comunal, deja caer sus manos entre las rodillas: “¡Ahora, es a causa de la droga que un jo-ven va a atacarte!”. La boca de su vecino Andrés Betancur se tuerce de rabia: “Menores, con armas de este calibre, más grandes que ellos… ¿De dónde vienen esas ar-mas? Hay organizaciones mafiosas detrás de ellos”.

Un tema delicado… Según un estudio realizado en 2007, 4.200.000 colombianos viven en Venezuela, habiendo huido de su país, presentado hoy en día por muchos observadores –sin reír-se– como un modelo de… “se-guridad”. En su inmensa mayoría son personas honestas, decentes, aceptadas y adaptadas6. Por lo tanto, el corazón del problema puede abordarse sin ninguna xe-nofobia: la violencia, en Cara-cas, ha cambiado de naturaleza y de grado. Con la complicidad de funcionarios de los diferentes cuerpos de policía y de la Guar-dia Nacional, el narcotráfico que viene del país vecino no sólo ha penetrado en Venezuela –utili-zándola como zona de tránsito hacia Estados Unidos y África7–, sino que también ha ampliado su influencia sobre Caracas y sus ba-rrios: tráfico a gran escala maneja-do por los “capos”; incorporación de jóvenes marginales mediante la oferta de cocaína a muy bajo pre-cio, cuando no regalada (en un primer momento). “Hubo un au-mento significativo del consumo –confirma el diputado Jiménez– y tenemos indicadores preocu-pantes en cuanto al número de adolescentes afectados”.

Son ellos los que, habiendo metido el dedo en el engranaje, sustraen, roban, agreden y a veces matan para comprarse la droga a la que se han vuelto adictos. Son ellos los que revenden, trafican y terminan por recibir una bala en la cabeza porque no tienen el di-nero para pagarle a su proveedor a tiempo. Son sus bandas las que se enfrentan para controlar zonas enteras… “La lógica infernal de las redes importadas –nos confía uno de nuestros interlocutores– y la lucha por los ‘territorios’, pro-ducen no pocos de los cadáveres con los que se deleitan los dia-rios”.

¿Se trata de un fenómeno espontáneo, vinculado a la ex-pansión de una criminalidad transnacional que, adaptándose a las circunstancias, aprovechando las aperturas, utilizando las vulne-rabilidades, afecta tanto a Brasil –en las favelas cariocas– como a América Central y sobre todo a México? Tal vez. Salvo que…

La oposición y los medios de comunicación se regocijan cada vez que, sobre la base de revelacio-nes dudosas8 o de testimonios de supuestos ex guerrilleros con sus rasgos disimulados, y encubiertos

Page 4: Triunfo socialista en Venezuela

4 Caracas, agosto-octubre de 2010 LE MONDE diplomatique «el Dipló »

con seudónimos ridículos, Was-hington y Bogotá acusan: “Los jefes de la ‘narcoguerrilla’ colom-biana se encuentran en Venezue-la”. En cambio, hay un silencio púdico sobre –entre otras cosas– las revelaciones realizadas a rostro descubierto por Rafael García, ex jefe del servicio informático de la policía política colombiana, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Encarcelado, García reveló los vínculos entre esta institución y los paramilitares de extrema derecha, actores cen-trales del narcotráfico; también afirmó que el ex jefe del DAS, Jorge Noguera, se encontró en 2004 con líderes paramilitares y opositores venezolanos a fin de concertar un “plan de desestabili-zación” y el asesinato de Chávez.

La presencia de los “paracos” (paramilitares) en los estados fronterizos de Táchira, Apure y Zulia, es conocida desde hace mucho tiempo. En 2008, el ex di-rector general de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Pre-vención (DISIP), Eliécer Otaiza, denunciaba “la presencia de veinte mil [paramilitares] en el conjunto del territorio nacional, [donde] llevan a cabo acciones criminales vinculadas a los secuestros, al si-cariato y al narcotráfico”9. La pe-netración va en aumento. Lo que oculta la prensa venezolana, un diario de Bogotá, El Espectador, lo reveló el 31 de enero de 2009 al titular: “Las Águilas Negras10 vo-laron a Venezuela”. Tras recorrer el estado Táchira, el periodista Enrique Vivas relata cómo esos grupos han montado allí “estruc-turas ilegales y se han transforma-do en un poder que controla casi todo, ofreciendo hasta seguros de vida”. Salvo a los miembros del Partido Socialista Unido de Vene-zuela (PSUV), varios de los cua-

les fueron asesinados en febrero y marzo de 2010.

Con la complicidad de la policía regional de Zulia, bajo el dominio de gobernadores de la oposición, los “paracos” tomaron el control de algunos barrios de Maracaibo y del comercio po-pular de las Playitas utilizando la violencia o prestando dinero. Constatación de un observador: “Las autoridades del Zulia orga-nizan numerosos seudoencuen-tros de campesinos. Hay muchos que vienen de Colombia y que… no vuelven más”.

Más al interior de Venezuela, en el estado Barinas, un habitante afirma (bajo reserva de anonima-to): “Nunca hubo tantos colom-bianos. Compran, alquilan. Si hay un problema, ayudan finan-cieramente a las personas. Actúan como los ‘narcos’ en Brasil. Y la violencia explotó, llegando casi al mismo nivel que en Caracas”. ¿Y entonces? ¡Esa violencia bien puede ser generada por venezo-lanos! ¿Y cuál es el límite entre delincuentes, aunque sean origi-narios del país vecino, y paramili-tares? “Antes, los colombianos no se instalaban en esta zona. Iban a Caracas a buscar un empleo. Y nunca habían existido aquí, en es-ta escala, el sicariato, las masacres, los secuestros…”

El 23 de abril de 2007, inves-tigando el secuestro del industrial Nicolás Alberto Cid Souto, la po-licía del estado Cojedes capturó una banda dirigida por un ex di-rigente de las Autodefensas Uni-das de Colombia (AUC), Gerson Álvarez, teóricamente “desmovi-lizado” pero reconvertido en el financista de las Águilas Negras. En marzo de 2008, en Zulia, fue arrestado por la CICPC el jefe narco-paramilitar Hermágoras Gon zález; se le encontraron enci-

ma documentos de identidad de la DISIP y de la Guardia Nacio-nal. El 19 de noviembre de 2009, en Maracaibo, cayó Magally Mo-reno –alias “La Perla”– ex miem-bro de las AUC, conocida por su vínculos con el DAS, con oficiales del ejército colombiano y con al-tas autoridades de ese país.

Muchos dan la voz de alarma. “A veces hay picos de inseguridad totalmente fuera de lo normal –gesticula Guadalupe Rodríguez, de la Coordinadora Simón Bolí-var, en la ciudadela chavista del 23 de Enero–. Esto se parece a una política de desestabilización”. Para Pérez, que estudia la cues-tión de cerca: “Caracas se parece hoy a la Medellín de los años 80. Se trata del mismo modus ope-randi. Intereses oscuros crean la inseguridad para hacer nacer un ‘para-Estado’”.

“¿Podemos llegar –reflexiona-ba ante nosotros un diplomático venezolano– hasta hablar de infil-tración de una quinta columna? ¿Hasta dónde se puede afirmar que existe un plan orquestado desde el exterior?” Sabe que el ejercicio es peligroso. Conoce la interpretación a la que, infali-blemente, daría lugar semejante denuncia: acorralado por las “re-velaciones” sobre su complicidad con los “terroristas” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Co-lombia (FARC), Chávez inventa una fabulosa cortina de humo –¡el “complot extranjero”!– para, por una parte, pagarle a sus ene-migos con la misma moneda y, por otra, camuflar su fracaso en la explosión de la inseguridad.

Sin embargo, fue muy cerca de Caracas, en la finca Daktari, que 116 paramilitares colombia-nos fueron detenidos en 2004, mientras preparaban una acción desestabilizadora y el asesinato

del jefe de Estado venezolano. En el barrio de La Vega, algunos días antes del referéndum del 2 de di-ciembre de 2007, también fueron detenidos varios más11. Según los testimonios recogidos, algunos colombianos compran casas en las zonas populares de La Vega, Los Teques y Petare, montan res-taurantes y bares en los que ven-den drogas a escondidas; intentan tomar el control de los juegos legales e ilegales, de las apuestas de caballos, de la prostitución, y de las empresas y cooperativas de taxis; le prestan dinero a quien lo necesita al 7% de interés, sin ninguna garantía; ofrecen su pro-tección (que más vale aceptar) a cambio de dinero…

Para tratar de comprender las lógicas subyacentes, la ob-servación de lo que ocurre cerca de la frontera, en Apure y, desde hace poco, en Táchira, resulta esclarecedor. Los paramilitares crearon allí el caos, multiplicando las violencias, los asesinatos y los secuestros. Desde hace poco, dis-tribuyen panfletos en los pueblos: “Con nosotros, no más droga, no más delincuencia, ni prostitu-ción”. Provocar el pánico y luego presentarse como los “salvadores”: hay razones para sospechar de una estrategia cuidadosamente elaborada.

Después de haber obteni-do la seguridad de que no sería mencionado, un alto funcionario nos confió: “En el más alto nivel, pienso que hay una subestimación del peligro. Se sigue hablando de bandas de delincuentes, cuando en realidad nos enfrentamos a una organización, por no decir a un ejército de ocupación”. ¿Exa-gerado? Tal vez… La experiencia de las intrigas “contrasubversivas” estadounidenses en la región no facilita la tarea a los que tratan de desenredar la madeja: ¿se trata de la emergencia de empresarios de la violencia sin una verdadera fidelidad política o de una estrate-gia de desestabilización?

Por el momento, con excep-ción de algunos barrios –como el 23 de Enero, Guarenas, Guatire– que, muy politizados, con dece-nas de años de organización tras ellos, controlan el “territorio”, los actores sociales parecen desarma-dos. “Los consejos comunales to-davía no están lo suficientemente desarrollados y no tienen el ojo clínico para detectar este movi-miento”, analiza un brasileño que trabaja con los campesinos en el estado de Barinas. Evocando los barrios “rojos-rojitos”, Aníbal Es-pejo también constata: “La gente sabe… pero no tiene todavía la madurez política para enfrentar ese tipo de desafío”.

El 13 de abril de 2002, dos días después de que el Presiden-te fuera derrocado, fue la movi-lización popular masiva la que, bajando de los barrios populares,

impuso el retroceso de los gol-pistas y el retorno al poder de Chávez. “En caso de un nuevo intento de golpe de Estado, con paramilitares armados y bien or-ganizados en los barrios, no será posible otro 13 de abril”, se alar-ma el intelectual Luis Britto Gar-cía. Pérez, por su parte, no mira tan lejos. Simplemente constata: “Amplificado, por no decir apoya-do por los medios, el caos creado por estos grupos criminales sirve a los intereses de la derecha. Cuan-to más muertos haya, más votos habrá para la oposición”.

Traducción:

luca vera

1 Gerardo Zavarce, “Caracas, una guerra

sin nombre“, El País semanal, Madrid, 18-

4-10.

2 “Situación de los derechos humanos en

Venezuela. Informe anual octubre 2008-

septiembre 2009”, Programa venezolano

de Educación-Acción en Derechos humanos

(Provea), Caracas, diciembre de 2009.

3 “Caracas, la cité de la peur”, L’Express,

París, 28-5-10.

4 Raids, n° 127, París, diciembre de 1996.

5 Las elecciones legislativas tendrán lugar

en septiembre de 2010.

6 520.000 recibieron la nacionalidad vene-

zolana; 200.000 gozan del estatuto de re-

fugiados; un millón obtuvo el estatuto de

“residente”; los demás son “sin papeles”. Y

llegan todos los días…

7 Esto no hace de Venezuela un “narco-Es-

tado”, como intenta hacer creer Washing-

ton; o entonces Estados Unidos, incapaz

de controlar sus fronteras –su mercado in-

terno de drogas ilícitas supera los 60.000

millones de dólares (al precio de venta al

detalle)– se coloca en la primera fila de

esos Estados-canalla. Según la Oficina

Nacional de Drogas, las autoridades vene-

zolanas incautaron cerca de veintiocho to-

neladas de drogas en el territorio nacional

desde principios de 2010. El pasado 13 de

julio, tres narcotraficantes, entre ellos Car-

los Alberto “Beto” Rentería, jefe del cartel

colombiano del Norte del Valle (captura-

do en Caracas el 4 de julio), sobre el que

pesaba una orden de arresto de Interpol,

fueron extraditados a Estados Unidos.

8 Véase Maurice Lemoine, “Colombia y el

ciberguerillero”, Le Monde diplomatique,

edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de

2007.

9 Últimas Noticias, Caracas, 6-3-08.

10 Las Águilas Negras: grupo reformado

después de la desmovilización de los pa-

ramilitares en el marco de una ley contro-

vertida, denominada “Justicia y paz”, en

2005.

11 Vea, Caracas, 17-4-08.

Agnès Stienne