Tu Nombre en El Viento

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Tu nombre en el viento Anne Darcy 1 (Crepúsculo fan- fic)

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Crepúsculo fan-fic:¿qué tal si bella después del ataque de james hubiese perdido todos los recuerdos de su vida en forks?

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Tu nombre en el viento

Anne Darcy

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(Crepúsculo fan-fic)

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Prólogo

iHace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,

Tan perdida en el hondo sendero del olvido,

Y ha bastado este aroma en el aire dormido,

Y estas sombras profundas y este vago claror de la luna en creciente,

Para que yo te tienda mi alma A través de todo...

(Manuel Magallanes Moure)

Desperté adolorida, acalambrada y muy, muy triste. La pena sehabía apoderado de mí con solo abrir los ojos. Mi habitaciónestaba vacía. Y como si algo muy pesado se sentara encimamío, sentí la soledad invadiendo mi cuerpo hasta hacer estragoscon mi alma. La soledad, que tanto me gustaba, ahora sólo meaterraba. No podía moverme. Vi mi pierna enyesada, respirabacon dificultad y en mi brazo una aterradora aguja me impedíamoverme con libertad. Miré a mi alrededor, claramente estabaen un hospital aunque no me di cuenta de ello sino hasta quelevanté la mirada. Estaba muy confundida y no recordaba cómohabía llegado allí. Sentía que acababa de despertar de un sueñoprofundo, de esos con sueños de colores, de los que no quieresdespertar y a los que nunca vuelves por más que lo intentes.

Miré la ventana con desagrado. La persiana dejaba entrarmucha luz y esta empezaba a marearme. Cerré los ojos. Unarisa casi diabólica me estremeció apareciendo de repente enmis pensamientos. Sólo veía sombras, escuchaba esa risa ycomo el viento, un susurro que, con una dulce voz, acariciabami nombre.

Abrí los ojos nuevamente y las voces desaparecieron. Hiceademán de sacarme la intravenosa, pues ya tenía la mitad de

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brazo morado, cuando entró una enfermera.

-¿Cómo te sientes cariño?-me preguntó.

-Bien-acarició mi frente y extrañé a mi madre.

Como si la llamara con el pensamiento cuando la enfermera yase iba apareció Renée con un vaso en la mano.

-¡Bella despertaste!

Asentí con la cabeza ante aquella obviedad.

-¿Qué me pasó mamá?

-Te caíste de las escaleras de un hotel camino a Phoenix. Terompiste un pie y una par de costillas.

-Oh-s¡, bueno, siempre me caía. Aún cuando no existieraobstáculo alguno. Mis pies simplemente estaban mal diseñadosy por ende pésimamente

sincronizados. Conmigo no resultaba eso del "paso a pasito".Paso a pasito, paso a pasito, paso al suelo.

Pero no recordaba nada.

-Por los calmantes-respondió mi madre cuando le pregunté alrespecto.

-¿Cuánto tiempo tengo que estar aquí?

-Sólo una semana más. Llamé a Charlie y ya viene a verte. Lepedí que trajera todas tus cosas. No se lo tomó muy bien-comentó en tono confidente. -¿Qué cosa?

-El que vuelvas a vivir conmigo. En casa.

-Pero mamá, tu recién te casaste. Necesitas tiempo para ti y yoestoy perfectamente en Forks.-¿cierto?

-¿Y por qué volvías a Phoenix, entonces?

-No lo se. No lo recuerdo.

Volví a mi casa. Entré en mi habitación. Parecía como si nuncala hubiera dejado y, sin embargo, ¡cuanto tiempo había pasado!Según mamá habían sido cerca de seis meses. Yo no...norecordaba casi nada de aquellos meses en Forks.Según eldoctor, un tipo de lo más lúgubre, debido al trauma tanto delaccidente como del golpe, mi cabeza se había defendido

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borrando casi completamente los últimos meses de mi vida.

Recordaba por qué había ido a Foks, que había bajado delavión y que Charlie me esperaba en la radiopatrulla. Pero, ¿ytodo lo demás?

Suspiré cansada pues el esfuerzo hacía que me doliera lacabeza. El médico también había dicho que no me preocuparamucho al respecto que los recuerdos volverían solos,eventualmente.

-¡¿Eventualmente?!

-Si, con el tiempo. No debes forzar la memoria. Ella poco apoco irá hilando las imágenes perdidas y recuperarás todoaquello que sea vital.

-¿Y el resto?

-Nunca se sabe con la memoria-dijo restándole importancia-pero considéralo una segunda oportunidad. Un comenzar decero.

Bajé las escaleras y me encontré con Phil, quién diciendo:

-Campeona, saliste airosa de esta batalla.-chifló-iCielos chica,eres de hierro!.-desapareció con la sección de deportes bajo elbrazo. Phil acababa de firmar con los Suns y dentro de pocopartirían hacia Jacksonville.

Con mi madre habíamos, por fin, intercambiado los papeles. Secomportaba como toda una madre responsable y en extremopendiente de mi comodidad. Hacía de todo para mantenermecontenta y lograr así que yo me fuera con ella hacia dondefuera que iban a irse. Pero yo, con el paso de los días,comprendí que mis sentimientos hacia aquélla casa ya no eranlos de antes. Ya no podía llamarla hogar.

Me devolví, en medio de las escaleras, camino a mi cuarto conla sensación de que olvidaba algo. Hice lo que tantas otrasveces había hecho desde que llegué del hospital. Revisé todaslas cosas que había mandado Charlie una y otra vez. No meconvencía, sentía que algo faltaba. Y lo extrañaba. Pero comosiempre estaba todo ahí. Todo lo que había empacado para irmea Forks sin pensar que volvería tan luego.

Abrí una ventana, me sentía ahogada y hacía mucho calor. El

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aire tibio y la humedad hicieron que me sintiera atrapada,enjaulada. Presa fácil de la melancolía. Aunque no supiera porqué. Supuse que por mi condición era normal estar confundiday con el recuerdo, siempre, en la punta de la lengua sin poderretenerlo o revivirlo.

Aún así, no llevaba más de diez días con mamá y ya noaguantaba más.

-Todo aquello que sea vital-me había dicho el doctor.Ciertamente sentía que había perdido algo de suma importanciapara seguir viviendo.

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Capítulo 1

En Forks

Diez días después y con el dolor de mi alma por dejar a mimadre, regresé a Forks.

Algo mucho más fuerte que mi amor por ella me alejaban dePhoenix y me atraían irresistiblemente a aquél lugar quesiempre odié.

Charlie me recibió gustoso, feliz de haber sido elegido, y hastame abrazó por un par de segundos. Se lo agradecí, aunque no selo dije. Me hizo un breve recuento de mis días aquí. Iba alinstituto, tenía auto (una chevy perfecta para movilizarme ypasar desapercibida), tenía amigos y todo marchaba de lo másbien.

Al llegar a casa lo primero que vi fue el monovolumen. Medieron ganas de entrar en el y manejar por Forks con la radio almáximo. Pero aún estaba con la bota y hubiera sidoprecipitado.

Subí a mi habitación a acomodar mis cosas y escuché voces quevenían desde abajo. No era la televisión así que bajé y meencontré con un viejo amigo de mi padre y su hijo.

-Billy-me recordó, me recibió una franca sonrisa y algo depreocupación en el rostro.

-¿Entonces, ya estas bien?-me preguntó.

-Si.

-¿Y es cierto que no recuerdas nada de tus últimos meses aquí?

Asentí con la cabeza y agregué:

-¡Me acabo de enterar de que tengo un auto!

Rió divertido y comentó que el auto había sido suyo y queahora, por razones obvias (estaba en silla de ruedas) se lo habíavendido a Charlie.

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-Jacob lo arregló especialmente para ti-comentó orgulloso.

Jacob me miraba mientras Charlie y Billy conversaban comobuscando la oportunidad de pronunciar palabra. Pero, u otraanécdota salía a flote o lo vencía la timidez.

Jacob era una de las pocas personas que recordaba de misvisitas a Forks, y era la única persona ahora con la que podríaconversar. Lo invité a salir conmigo al patio y creo que sesintió algo aliviado de verse libre de recuerdos en los que noparticipaba.

Ya en el patio comenzamos a caminar, poco, debido a mi pie, yél me preguntó si estaba bien. Ya estaba cansada de aquellapregunta cuando era perfectamente visible, excepto por la bota,que estaba bien. En el sentido más literal de la palabra.

-¿Tu eres-quise molestarlo. Su cara cambió de expresión yantes de que pudiera dolerle le dije:-No, es broma. Si mterecuerdo. Solíamos jugar juntos, ¿no te acuerdas?

-La desmemoriada eres tu- se burló.

Sonreí divertida. Qué cómoda me sentía hablando con él.

-Eras la única razón por la que venía a pasar las vacacionesaquí. O el único aliciente.-suspiré.

Sus ojos se abrieron, con un brillo especial. Al parecer, habíametido la pata o tal vez, pensé, nuestra corta amistad si habíasido verdadera.

Detrás de nosotros una gran rama de alguno de los árboles quecubrían el jardín cayó al suelo con gran estruendo.

-iwow!-reí entre dientes algo nerviosa.

Jacob miró hacia arriba, entrecerrando los ojos y aconsejó quelo mejor era entrar a casa.

En la primera noche en Forks desperté sobresaltada a mitad dela noche. Un ruido me había despertado. Encendí la luzprestando atención a cada detalle y vi que uno de los libros sehabía caído de la repisa, frente a los pies de mi cama. Micorazón dejó de agitarse pero ya no podía seguir durmiendo.Había despertado con un nudo en la garganta que empezaba ahacerme llorar. Me levanté para recoger el libro. Era unaantología de Jane Austen que había encontrado en una feria de

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libros usados y que se había convertido en un tesoro para mi.Abrí al azar sus páginas sólo para tocar la suave porosidad desus viejas y amarillentas hojas. Seguí pasando las hojas yencontré una pequeña flor amarilla aplastada entre ellas. Laflor se deslizó hasta caer en mi mano y aquello me hizo sonreír.Esta pobre flor que había arrancado con tanto egoísmo de suhogar quizás se sentía tan perdida como yo.

-Pero ya te acostumbrarás-le dije volviendo a guardarla en ellibro.-Y yo también-pensé.

Llegó el día en que me vi libre de la bota. El pie había sanadobien y ya no tenía ninguna molestia.

El verano en Forks era como era como el otoño en Phoenix.Corría una brisa cálida que hacía bailar mis cabellos y quecorría por mi espalda erizando mi piel.Los días eran todosamarillos, y al juntarse con el verde del paisaje, me recordabalas amarillentas hojas de mis libros favoritos. Por primera vezveía Forks con distintos ojos. La atmosfera era suave yromántica sin ser empalagosa. Comenzaba a agradarme.

El cielo en las noches era un espectáculo maravilloso. Un marde estrellas lo cubría todo y la oscuridad de la noche, debido alo mal iluminada que estaba Forks, construía el escenarioperfecto para una velada estelar. La mayoría de las noches,cuando no volvía el frío, pasaba un rato en el patio. Llevabauna antigua lámpara de aceite para no matar la magia, mesentaba sobre una manta y observaba la noche avanzar.

Y por las tardes paseaba con mi monovolumen por Forks queparecía un pueblo fantasma gracias a la llegada del verano; osalía a caminar sola o con Jacob por los bosques; o íbamos a Lapush, y junto a su grupo, organizábamos siempre unaexpedición nueva. No es que yo tuviera espíritu aventureropero ellos ya estaban acostumbrados a mi. La verdad memimaban en exceso, y aunque me molestara, no habíaafectación en sus modales y comportamiento hacia mi, tan sóloeran buenas personas y buenos amigos de Jacob. Y yo me sentíamuy bien con ellos.

Charlie pasaba casi todos los fines de semana en el lago,pescando, gracias al buen tiempo. A mi me encantaba estar solay él lo sabía. La soledad para mi no era un castigo sino un

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regalo divino.

Había días en que unos terribles dolores de cabeza hervían micerebro agobiando mis tardes, por lo que agradecía no tenerque hablar con nadie.

Una de aquéllas tardes una compañera del instituto se pasó pormi casa. Su nombre era Ángela Webber. Su rostro me inspiróternura. La hice pasar y le pregunté si le podía ofrecer algo.

-Un vaso de agua-pidió.

-Bella, ¿te sientes mal?-preguntó-¿He venido en malmomento?-estaba algo avergonzada.

-No, para nada. Estoy bien, es sólo un pequeño dolor decabeza, pero está todo bien. Es normal.

-Yo vengo llegando de mis vacaciones con mi familia y meenteré de que habías vuelto. Así que decidí venir a verte por sinecesitas algo.

-Oh, gracias Ángela, eres muy amable. Mmm... ¿Hay algo quedeba saber sobre el nuevo año escolar?

-Mmm... iAh si! Tendrás que tomar tres clases más. Sonelectivas.

-¿Qué tomaste tu?

-Química, biología y literatura.

Lo consideré por un momento, mientras no fuera matemática...Y la literatura siempre me había gustado mucho.

-¿Te molestaría que tomara los mismos cursos?

-No-sus ojos se abrieron de contento-me encantaría tenerte decompañera.

-¿Ha venido alguien más del instituto a verte?

-No, solo tu.

Pareció decepcionada. Se quedó en silencio, mirando hacia elpiso. Parecía debatirse con algo.

-¿Sucede algo?

Se disculpó.

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-Me preguntaba si Edward Cullen ha venido a visitarte.

Negué con la cabeza, se extrañó de mi respuesta y lució másdecepcionada que antes.

-¿Quién es el?

Levantó la mirada, abrumada.

-Eran compañeros en biología.

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Capítulo 2

Decisiones

Yo, que jamás había creído en el destino, veía en la distanciaahora, todos sus artificios para seguir con las historias quehabía ido construyendo desde el principio. No dejaba cabosuelto y no se salía del libreto. Yo había interrumpido eldestino de Bella y aunque no podía arrepentirme por entrar ensu vida, o salvarla cuando fue necesario, la indirecta era clara:No debía acercarme a ella.

El tiempo jamás había pasado tan monótonamente como enaquellos días de verano. Normalmente en vacaciones nosíbamos de "excursión" dentro del bosque, muy lejos de lacivilización y las miradas curiosas. Pero esta vez, habíarechazado el plan.

Si esta era la única manera de estar cerca de ella, de tenerlaconmigo, iba a aprovechar cada segundo.

-¿Quién es usted?-había preguntado Bella al abrir los ojos, aúnen el salón de los espejos. Su tono no demostraba miedo, perosus ojos, que yo había aprendido a leer claramente, mostrabandesconcierto y curiosidad. Alzó la mano para tocar mi mejilla yla retiró rápidamente. Sus ojos cambiaron de expresión y surostro se puso más pálido de lo normal. El miedo empezó aconsumirla y a alejarla de mi. Sentí el sabor en mi boca ycomprendí que mi expresión también había cambiado y eso lahabía aterrado. Su barbilla temblaba pero me miraba ensilencio.

Carlisle me alejó de ella, yo estaba luchando por controlarme,pero mi cuerpo me había delatado. Sus suaves ojos marronesme siguieron, y aún ahora, los veo observándome con aquellamirada de dolor, miedo y desesperanza.

-¿Quiénes son ustedes?-preguntó con terror antes de perder elconocimiento.

-No me recuerda-dije una y mil veces, sin comprender.

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Carlisle aún me tenía aferrado del brazo, me miró con tristeza yluego miró a Bella.

El vio todo con mayor claridad.

Pasaron los días, me paseaba expectante cerca de su habitaciónen el hospital para saber, para verla despertar. Gracias a una delas enfermeras me enteré de la amnesia de Bella. Gracias a unaconversación con su madre supe que no recordaba nada de suvida en Forks.

Entraba cuando dormía y permanecía un rato a su lado. Sussueños no fueron nunca tranquilos y los calmantes no parecíanayudarla a calmar su dolor. El de sus heridas físicas pues lasotras ya las estaba borrando el olvido.

Carlisle estaba al tanto de su estado y tenía noticias delhospital diariamente. Bella seguía sin recordar...me.

-Bella sin el estímulo adecuado probablemente no va a recordarlo que pasó esa noche. Su trauma fue más allá del golpe en lacabeza. Fue psicológico, su cabeza bloqueó todos los recuerdosque le estaban haciendo daño y le permitió una segundaoportunidad.

-No me hables como si fuera uno de tus pacientes, dime lo queen verdad piensas.

-Siempre he creído que todo ocurre por alguna razón. CuadoBella llegó a tu vida agradecí a la vida por darte ese regalo, yote conozco hijo, te lo merecías y te lo mereces. El amor es loúnico que nos mantiene cuerdos y que nos hace sentir laeternidad como un regalo y no como una maldición. Bella teamó profundamente y tu sentiste ese amor, lo tuviste contigo yte acompañará para siempre. Pero creo, y perdóname Edward,por favor, que la vida tiene algo más planeado para Bella, algomuy distinto a nuestra vida y al estar escapando de alguno quedecidió molestarla a ella para vengarse de nosotros. Ella es,ante todo, mortal.

Decidí observarla desde lejos, participar de su vida sin tener,en realidad, cabida en ella.

Por fin había conocido aquella sensación avasalladora por laque los humanos luchaban tanto. Mi eternidad tenía sentido,porque en algún momento de mi existencia había tenido la

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oportunidad de conocerla. Porque por un instante fue mío esepedazo de cielo.

Los recuerdos, de los que ella había sido despojada tanabruptamente, serían para mí como la compañía que no habíatenido en décadas. Ellos eran, después de todo, lo único que mequedaba de ella y ningún poder divino o terrenal podríaquitármelos.

-Para siempre-me había dicho ella. Y para siempre estaríaconmigo.

Su primera noche en Forks fui a verla dormir, como tantas otrasveces había ido esperanzado. Ahora cruzaba su umbralsabiendo que cualquier esperanza que la incluyera era inútil. Suolor invadió mi cuerpo y me hizo sentir como si la sangrecorriera por mis venas y mi corazón latiera para asegurarse queno me perdiera de ningún detalle. Su respiración eraacompasada. Me senté frente a ella a observarla. Refrené misimpulsos de acercarme y besarla. No podía cometer ningúnerror.

Una hora había pasado desde que había llegado allí, yo estabapasando las páginas por su antología de Jane Austen, que merecordaba una tarde en que un rayo de esperanza habíagolpeado mi muerto corazón y me había dado la ilusión que mimente se negaba a creer fuera posible. Bella empezó a agitarse.No había despertado pero su ceño estaba fruncido y surespiración se fue alterando rítmicamente. Empezó a balbuceary con una sonrisa recordé todas las veces que me habíadeclarado su amor en sueños. Pero al parecer, estaba teniendouna pesadilla. Desee con todas mis fuerzas poder consolarla,cobijarla en mis brazos y susurrarle al oído que todo estababien.-Edward-dijo en un débil lamento.

Me sobresalté. Al levantarme el libro que tenía en el regazocayó al suelo rompiendo el silencio que lo cubría todo. Todopasó muy rápido pero creo que Bella no me vio. Unos instantesmás tarde la luz de su pieza se encendió.

Me fui directo a casa y llegué a ella en cinco minutos. Loscinco minutos más largos que había experimentado en esta vidaeterna. Busqué a Alice y cuando la encontré la miré suplicante,pero ella negó con la cabeza.

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Seguí visitándola por las noches pero ya no me intranquilizabacuando decía mi nombre. Era una pequeña broma del destino.Parecía ser que su subconsciente, su alma, mientras vagaba ensueños, buscaba la forma de rebelarse de la decisión tanarbitraria que había tomado su mente.

Una tarde en que corría un viento frío, Angela había decididovisitar a Bella. Sentí curiosidad por saber si le iba a hablar demí. Del grupo de amigos con los que se rodeó Bella el añoanterior, Ángela era la única que me agradaba. Era la única queprofesaba verdadera amistad por ella.

Bella la hizo pasar. Ambas se veían muy nerviosas. Bellaporque no recordaba nada y no sabia cómo era Ángela y estaporque no sabía cómo llegar a Bella.

Escuché el principio de la conversación desde el porche de lacasa. Bella se sentía realmente mal, el dolor de cabeza la habíaempezado a perseguir desde el amanecer.

Bella le sirvió un vaso de agua y se sentó junto a Ángela. Yoveía todo desde los ojos de ella.

-Bella, ¿te sientes bien? Tal vez no debí venir. Qué inoportuna. Seve que no se siente nada bien. ¿He venido en mal momento?

Bella le dijo que no se preocupara y le regaló una de sussonrisas para convencerla. Ángela pareció aliviarse.

Me escondí en los bosques, me senté en la copa de uno de losárboles que había frente a la casa de los Swan. Estabanhablando del instituto. Ángela estaba realmente encantada deque Bella escogiera los mismos electivos.

-¿Ha venido alguien más del instituto a verte?

-No, solo tu.

¿Qué? Pero si Jessica y Mike aún están aquí. No han salido devacaciones. Seguramente no saben que Bella ha vuelto a Forks. Deseguro que venían a verla si hubieran sabido. Les contaré. Creo queeso pondrá más contenta a Bella porque asi no va a ser tan difícilpasar por el primer día de clases nuevamente. Edward Cuiten deseguro ha venido para hacerla sentir más cómoda. Se nota que sepreocupa por ella. Esa clase de amor...

¿Qué pensaría de mi Ángela cuando supiera que yo no me había

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aparecido por la vida de Bella?

Esta con un esfuerzo sobrehumano le había preguntado por mi.Y se había llevado una gran decepción al escuchar la respuesta.Estaba dolida conmigo y muy triste por Bella. Decidió que nome iba a volver a nombrar frente a ella nunca más.

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Capítulo 3

Libro abierto

Ángela les pidió a Jessica, Mike y al resto del grupo que nohablaran de mi delante de Bella. Ella me consideraba un infamepor jugar así con su amiga. Yo también sentía que lo era,dejándola sola como si no me ocupara de ella. Estaba seguro,eso sí, que Jessica no me decepcionaría. Aprovecharía estaoportunidad para, con su venenosa lengua, humillar a Bella ysentirse ella mejor consigo misma. El año pasado la envidia ylos celos no la habían dejado tranquila desde que se aparecióBella en Forks.

Mike Newton se alegraba de que yo fuera tan canalla. Pensóque ahora él podría aparecer como su salvador y ganarse porfin su atención.

Ángela estaba realmente arrepentida por lo que había hecho.Ben trataba de de convencerla que sus intenciones habían sidobuenas, con el único objeto de proteger a Bella de miindiferencia. Jamás pensó que al pedirles a sus amigos que nome nombraran había lanzado una bomba que no tardaría muchoen estallar pues todos cuchicheaban al respecto.

Bella aún no aparecía por la cafetería y todos estabanexpectantes por vernos, a ella y a mi, en el mismo lugar. ¿Quéhará Edward Cullen? Se preguntaban.

Todos apostaban a que yo no me acercaría a ella y aprovecharíala grandiosa oportunidad de su pérdida de memoria paradesligarme de ella. Para mi pesar, tendría que dejarlos ganar.

-Ahí viene-me advirtió Alice.

Bella entró con aire despreocupado y no notó que más de lamitad de la cafetería estaba pendiente de sus pasos. Se fuedirecto a la fila de la comida y cuando buscaba con la miradadonde sentarse Jessica la llamó, con tono amigable, y la invitóa sentarse con ellos.

-¿Estás bien?-preguntó Jasper. Asentí con la cabeza, a desgana.

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Me acomodé para darles la espalda al resto de los alumnos quehabía en la cafetería. El cielo estaba brumoso pero hacía calor.Cómo odiaba esos días tan ambiguos.

Alice, frente a mi, observaba todo con tristeza. Junto con mispadres era la que más sufría por el giro tan inesperado quehabía tomado nuestra historia. Nuestra.

Aún cuando mi vista estaba fijada en el cielo, estaba pendientede la conversación que se llevaba a cabo en la mesa de Bella.Jessica había comenzado gentil, preguntándole si se adecuababien a la vida en Forks, si el instituto o el estar con sus amigosno le había evocado algún recuerdo. Bella había dicho que no alo último.

-iPara! Esto es demasiado entretenido. Ella de verdad no recuerdanada de nada. Cómo se sentiría si le dijera que solía salir con uno delos tipos más guapos del instituto y que este ha aprovechado suamnesia para dejarla. Que todo había sido un juego y que él no sepreocupa por ella...

Cerré mis manos en puño y respiré profundo. Dudaba queaquello fuera a calmarme pero debía hacer el intento.

Por primera vez en mi existencia me alegré y agradecí lamanera de ser de Mike. Si Jessica hubiera sido más inteligenteno se hubiera molestado en trazar un plan para humilla a Bellaa costa de nuestra historia. Hubiera visto que el descubrir laverdad la hubiera entristecido y así estaría más vulnerable a losencantos de Mike. ¿Dije encantos? Asco. Pero me refería a susartificios y malos juegos para ganar el corazón de unamuchacha. Semejante a un calavera. El estaba en la mismadisputa que el semestre pasado. Preguntándose de qué podíahablarle a Bella para agradarle.

Jessica, en tanto, preparaba su ataque.

-Bella, ¿has escuchado de la familia Cullen?

Así que tantearía el terreno primero, disfrutaría de su venganzagota a gota. Alice me miraba con inquietud.

-¿Tan malo es?

-No necesito ser vidente para saber que aquella chica lo únicoque quiere es menospreciar a Bella a costa de su amnesia y demi aparente indiferencia.

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-Bella es fuerte, va a salir airosa de esta emboscada.-Sus ojosbrillaron. Me dio algo de esperanza.

-Charlie admira mucho al Dr. Cullen-escuché que respondíaBella.

-¿Conoces a alguno de sus hijos?

-No.

Ángela tomó el brazo de Jessica, suplicante. Jessica no se diopor enterada, se apartó un poco de ella y nos apuntó, con muypoco disimulo. Yo veía todo desde la mirada de Alice y amomentos expresaba su desazón imaginando que iba y le decíatoda la verdad a Bella y que esta, casi por magia recordabatodo. Y todo volvía a ser como antes.

-Alice, por favor.

-Lo siento.

Bella había seguido la dirección del dedo de Jessica. Aliceseguía mirándola y cuando se encontró con la mirada curiosade Bella, escondió la suya. Jessica nos describió, uno por uno,y me dejó para el final.

-Su nombre es Edward. Es uno de los muchachos másatractivos del instituto y el más inalcanzable, aunque la verdadustedes...

-No se por qué piensa que puede interesarme aquello. ¿No éramosamigas el año pasado? ¿No tuvo tiempo de conocerme?

La expresión "quedé helado" hubiera sido útil para describir lasorpresa que sentía en ese momento al oír su voz en mi cabeza.Me volví en mi asiento y la miré. Ella seguía mirándonos y sumirada pronto se encontró con la mía. Sus profundos ojosmarrones invadieron mi cuerpo y llegaron a mi alma. ¿Será quetengo alma? La vi ahí, sentada, curiosa pero calmada, como sinada hubiera cambiado, como si de un momento a otro lapudiera tener a mi lado escuchando una de sus tantas teoríassobre mi persona.

Jessica siguió hablando pero Bella ya no le prestaba atención.Sus ojos seguían en los míos, aunque estaba seguro que era ellala que había atrapado mi mirada.

-Edward Cu//en-dijo en su mente-Se ve muy triste, ¿qué le pasará?

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¿Por qué nadie se acerca a él, por qué nadie lo consuela?

Suspiró.

-Si sigo mirándolo de esta manera pensará que soy mal educada.Aunque querría quedarme contemplándolo.

Desee que aquel momento no terminara jamás, pero ella sevolvió.

Jessica ya se había callado, frustrada de que su juego no lehubiera resultado. Nadie le había seguido la cizaña y se hundíaen el enfado.

Mike Newton despotricaba contra mí por mirar a Bella taninsistentemente. En su mente planeaba golpearme si osabaacercarme si quiera un poco a ella. En cuanto a mi, fue la únicadiversión que tuve en el día. Imaginarme a Mike intentandodarme una paliza.

Luego de eso sólo existió para mí su mirada, acompañándome,cálida y abrasadoramente.

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Capítulo 4

Empezar de cero

La alarma de mi celular sonó cerca de las siete de la mañana.El cielo estaba encapotado y temí que pudiera ponerse a lloverde un momento a otro. Bajé para poner la tetera y subí paraducharme. Charlie ya se había marchado. Solía salir a las seis ymedia cada mañana. Y no es que la estación de policías quedaramuy lejos. Sólo era algo maniaco por la puntualidad.

Salí de mi casa cuando quedaban veinticinco minutos paraentrar a clases. Llegué al instituto cuando faltaban quince, yera perfecto pues debía pasar por secretaría para saber minuevo horario e inscribirme en los electivos. La señora que merecibió me dio la bienvenida con una sonrisa afectuosa y mecontó que ella me había recibido el año anterior. Me entregó unpapel con mi horario y me dijo que las clases electivas nocomenzarían sino hasta la siguiente semana. En consecuencia,esta semana tendría todas las tardes libres.

Miré mi horario y ¡sorpresa, sorpresa! la primera clase de loslunes era educación física. ¿Quién había ideado estemaquiavélico plan? Luego...si, más sufrimiento. Dos horasseguidas de matemáticas. Suspiré con desagrado y me fui algimnasio. Al menos sabía dónde estaba.

El profesor nos hizo correr diez vueltas alrededor de la cancha.El tiempo seguía tan lindo, dijo, que sería un pecado noaprovecharlo. Me escondí tras un montón de compañeras ysimulé como que también corría. Estaba concentradísimaintentando manejar mis pies para que no se trabara uno con elotro cuando escuché que alguien decía mi nombre. Caí al suelo,por supuesto, y una muchacha que iba justo detrás mío seenredó con uno de mis pies y cayó a mi lado. Un muchachorubio y un poco más alto que yo se acercó para ayudarnos. Y,mientras yo pedía perdón por mi torpeza, aquél chico tomabami mano. Ella no quiso escucharme mucho tiempo y se fue conel resto del grupo para completar las vueltas. Liberé mi mano

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de la del chico, algo incómoda.

-Gracias-le dije, esperando que se marchara.

-Soy Mike-dijo-el año pasado nos conocimos. Somos amigos.

-Ya.

-Si, solíamos reír mucho. Ya te acordarás de mi-alzó su mano yacarició mi mejilla.

Me alejé, le dije que debía seguir con esas vueltas y empecé acorrer. Y literalmente corrí. No podía sentirme más orgullosade mi misma. Al parecer, mi instinto de preservación habíaquedado intacto después de todo.

El dolor de cabeza, mi fiel compañero, volvió cuando estaba enmatemáticas y dudaba que fuera por el golpe que me habíadado...

Cuando fui a sentarme a la mesa de la cafetería, junto a Jessicay Angela el dolor continuaba. La primera empezó laconversación y me mostró a unos muchachos sentados, alejadosdel resto de los alumnos, los Cullen. Jessica continuaba superorata con mucho entusiasmo y yo lo único que quería eracerrar los ojos, pero no podía ser tan descortés con ella. Asíque me volví para mirarlos tal y como ella quería.

Eran, los cinco, realmente bonitos y más blancos que la nieve.Como sacados de una pintura antigua. La muchacha de cabellocastaño, llamada Alice, tenía un rostro de facciones finas ysuaves como muñequita de porcelana. Su belleza angelicalcontrastaba en sobremanera con la belleza sensual de la chicallamada Rosalie, ella parecía estatua griega, curvilínea, la clasede chica por la que los hombres babean.

Quien más llamó mi atención fue un muchacho de cabellocobrizo. El miraba en mi dirección, con insistencia. Su miradatriste pegó hondo en mi escudo, ¿qué podría haberle pasadopara encontrarse de esa manera? Mi corazón empezó a latir confuerza cuando nuestras miradas se encontraron, me costabamantener su mirada, quise sonreír para aliviarlo un poco peroen vez de eso me volví en dirección a mi mesa.

No me había dado cuenta, pero Jessica por fin se había callado.Y como por arte de magia el dolor de cabeza habíadesaparecido.

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Cuando volví a casa quedaban aún un par de horas para queCharlie regresara. Prendí el ordenador para escribirle un mail ami madre y contarle acerca de mi primer día. Qué contenta sepondría cuando le dijera que su hija por fin había hechoalgunos amigos.

Leí el último mail que le había mandado a Renée luego determinar el que recién había enviado. Estaba fechado hacecuatro meses y decía lo siguiente:

Mamá:

Los días pasan con total tranquilidad. Espero que esté saliendobien todo por allá y se la estén pasando genial con Phil.Elinstituto es, bueno, el instituto. Como te conté en alguno de losmails anteriores tengo amigos y cuando no tengo nada más quehacer yo sola, me junto con ellos. (Es broma)

Me estoy acostumbrando a vivir en Forks. Estoy muy contenta.Por fin he conocido gente que me acepta tal cual soy. Me tienenmucho cariño. No podría haber escogido un mejor momentopara venir, es probable que de cualquier otra manera quehubieran ocurrido las cosas, yo no les conocería.

Y sería una verdadera lástima. Y si, como te debes estarpreguntando, es por un chico. Un chico muy especial que mehace olvidar que Forks es como es.

Cariños de Charlie y míos (No, no es broma).

Revisé la bandeja de correos recibidos y enviados buscandouna pista que me dijera quién era aquél misterioso muchacho.Jamás hubiera admitido cierto interés en alguien sino lohubiera considerado verdadero.

Jamás me había enamorado y ya había olvidado a mi primeramor. iEsa es mi típica suerte! Cuando las cosas van saliendobien algo debe arruinar mi alegría y hacerme ver que las cosasbuenas no me pasan a mí.

Estaba entusiasmada y aterrada con la idea. Haber conocido aalguien tan importante y no poder recordarlo siquiera... No meimaginaba enamorada de ninguno de los chicos del instituto.¡Oh, está bien! Si. Recién llevaba un día ahí.

Leí detenidamente cada correo, tanto enviado como recibido,pero nada.

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La primera semana pasó sin mucha novedad. El sol parecía yahaberse retirado de Forks, el aire cálido llegaba sólo de noche yel instituto seguía con sus interminables clases de matemáticas.Aunque me había autoimpuesto mejorar mis notas parecíahaber un abismo entre nosotras, pero no podía ser que la vidase me fuera, día a día, aterrada por la clase doble dematemáticas. Mientras antes nos entendiéramos, mejor. Y esteera el último año, debíamos quedar en paz.

El jueves de aquella semana fue negro para mi. Llovía acántaro y el dolor de cabeza era más fuerte que nunca. Estabaen clases de historia cuando tuve que salir para ir a laenfermería. Era superior a mi. Ya había aprendido acontrolarlos. Un pequeño mareo, ver luces y sombrasrevoloteando a donde quiera que posara mis ojos, el zumbidode los oídos y como un rayo cayendo con rabia al suelo, eldolor de cabeza. Esta vez el rayo había caído enfurecido. Luegounos susurros, una risa burlesca y en un instante todo secalmaba con la llegada de una voz suave y arrulladora.Realmente, me estaba volviendo loca. Escuchar voces, cuandono las había por ningún lado debía significar algún tipo detrastorno. Sabía que aquellas voces no provenían de la claseporque el profesor Smith nos había mandado leer los primeroscapítulos de la segunda guerra mundial en el libro de historia.

Había pedido ir al baño pero al verme, el profesor prefiriómandarme a la enfermería. Luego de asegurarle que podía irsola me dejó salir. Cerré la puerta tras de mi y tuve quesentarme en el suelo de lo mareada que estaba. Las luces no medejaban ver más allá de mis pies. Una gentil voz se acercó yponiéndose frente a mí, me ayudó a pararme.

-Gracias-le dije, aunque no podía saber quién era. Tan sólo lasentía a mi lado. Estaba heladísima así que le pregunté si seencontraba bien. -Si-respondió-siempre he tenido malacirculación-su tono de voz se alzó hasta terminar la frase enuna risa estridente.

-Ibas a la enfermería.

Asentí con la cabeza.

-Yo también voy. ¡Vamos!

La enfermera me tendió en una camilla y a la muchacha la

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sentó a mi lado. Supe quién era gracias a la enfermera. Ahoraeran las sombras las que no me dejaban ver bien.

-Srta. Alice-le dijo-primera vez que la veo por estos lados.

-Tenía que haber una primera vez-contestó.

La enfermera cerró la puerta tras ella para dejarnos en elregistro y yo me senté. Abrí los ojos. La habitación estaba enpenumbras. Podía ver. La observé y respondí a su sonrisa.

-¿Qué tienes?-quiso saber.

-Jaqueca. Y todo lo que ello implica. Pero últimamente el dolorha ido en aumento, la vista nublada y las voces en mi cabeza.

-¿Le has dicho a tu médico?

-No. Ni siquiera le he dicho a Charlie.

-Tu padre-no fue una pregunta. Asentí con la cabeza.

-Se suponía que con el tiempo el dolor ¡ría disminuyendo hastadesaparecer.

-Pero no pasa.

-No.

-Deberías ir al médico, ¿dices que escuchas voces?

-Si-enrojecí-me estoy volviendo loca, ¿cierto?-intenté sonardivertida.

-Completamente. Podrías ir con Carlisle-comentó-no es suespecialidad, pero él sabe un montón de cosas-cerró los ojos yse alejó un poco.

-¿Te sientes bien? ¿Te vas a desmayar?-me acerqué a ella.

-Estoy bien-dijo calmada, sin abrir los ojos-Te llevaré estatarde a ver a Carlisle. Dime, ¿qué has escuchado?

La enfermera volvió a entrar y se disculpó por la demora,alguien se había cortado el dedo en el taller de carpintería.

Alice se levantó abruptamente, abrió una ventana y sacó mediocuerpo fuera.

-Srta. Alice, ¿a usted qué le pasa?

-Estoy mareada-dijo. La escuché inspirar profundamente. La

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enfermera me miró extrañada.

-Srta. Swan, ¿quiere irse a su casa?

-¿Puedo yo también irme?-preguntó con voz chillona Alicedesde...el patio.

La enfermera salió nuevamente y me acerqué a la ventana. Nohabía notado cómo ni cuándo había Alice salido, sin hacerningún ruido. Me asomé por la ventana y allí estaba ellamirándome reprobatoriamente.

-¿Por qué te demoras tanto? ¡Vamos!

-¿Estas bien?-estaba algo preocupada por su salud mental.

-Si, vamos.-estaba entusiasmada.

Salí de la habitación y pasé por la oficina de la enfermera. Meentregó un papel con mi nombre y el de Alice que permitía quenos marcháramos. Pasé por mi sala para recoger mis cosas,Alice seguía mis pasos. Llegamos hasta la entrada del edificio,yo me dirigía hacia mi chevy cuando sentí que alguien metiraba hacia el otro lado. Miré y encontré a Alice que tirándomedel brazo de mi chaqueta podía moverme sin mucho esfuerzo.Tan frágil y delicada que parecía y sin embargo, ¡cuánta fuerzatenía!

-Tenemos que ir donde Carlisle-me dijo

-Debe estar ocupado-intenté zafarme-Aparte, no creo que seapara tanto. Con un paracetamol me arreglo.

-Estas mintiendo.

Me sonrojé. Ella se rió de mi y comentó que jamás habíapodido engañarla. No entendí. Me subió en su auto totalmenteequipado, los asientos suaves de cuero negro y el motor...pensécon pena en mi monovolumen todo agotado y con carraspera,en cuanto escuché ese motor ronronear.

Llegamos al hospital en tiempo record. Alice no había dichopalabra durante el camino, parecía concentradísima con algo.

Cuando mi corazón volvió a latir ya estábamos delante deCarlisle. Alice se adelantó para susurrarle algo. No fui capaz deentender lo que hablaban. El Dr. Cullen tenía una mirada fría yestaba fija en mí. Parecía estudiarme con curiosidad. ¡Estaba

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segura de que había más amnésicos en el mundo! Me sonrojé.Respiré profundo y desvié la mirada. El Dr. Cullen, sin ser elpadre de los chicos Cullen, tenía un aire a ellos. Y no era sóloque compartieran el mismo tono pálido de piel, sino que algoen su mirada, sus facciones, y hasta en cómo movía la boca,que me los recordaba. Aunque él, a diferencia de los chicosCullen, se veía muy amable en su forma de tratar a los demás.Según mi padre agradaba a donde quiera que se presentara.

Le agradaba a todos en Forks excepto al papá de Jacob. Lasúnicas peleas que yo conocía entre esos dos grandes amigoseran por causa de Carlisle Cullen y su familia.

El Dr. Cullen se acercó a mi y alargó su mano para que se laestrechara.

-Isabella Swan.

Respondí a su saludo. Su mano estaba fría como el hielo.

-Bella-le corregí.

-Bella-repitió con una pequeña sonrisa-Alice me ha contadoque sufres de jaquecas y que esto se debe a un accidente quetuviste en el verano.

Asentí. Hasta los apartados Cullen sabían de mi patéticoaccidente.

-Cuéntame cómo fue-pidió con gentileza.

-No lo recuerdo-dije luego de un momento-mi madre me contóque caí por unas escaleras.

-¿Cuál es tu último recuerdo? Antes de las brumas.

-En el aeropuerto, viendo a Charlie bajando de laradiopatrulla.-Contesté antes que las brumas se lo llevaran denuevo.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí en Forks?

-Cerca de dos meses.

-¿Sueñas? Me refiero a cuando duermes, ¿tienes sueños?

-No.

Alice seguía la conversación atenta, detrás del Dr. Cullen. Ami, con cada nueva pregunta se me iba el nerviosismo y la

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vergüenza.

-¿Cuándo te dio tu primera jaqueca? ¿La recuerdas?

-Al poco tiempo de haber llegado aquí.

-Y el estar aquí, ¿no te ha evocado ningún recuerdo?

-No.

-Alice me contó que escuchas voces, ¿qué escuchas?

La vergüenza me consumió, sentí como la sangre subía a mirostro.

-Le parecerá ridículo. Yo lo encuentro sumamente absurdo.

Me miró con amabilidad.

-La primera vez que las oí fue al despertar en el hospital.Estaba mareada y cerré los ojos. Las voces llegaron a mi,llenando todos los espacios. Risas y voces. Bueno, una risa.Una risa cruel. La voz suave e intensa, como de hombre. No selo que dice pero su tono me hace pensar que intenta calmarme.Y lo logra. Es cuando llega su voz, susurrando mi nombre,aunque más débil que el suspirar del viento, cuando el dolor yla confusión desaparecen y las brumas se hacen luz.-Jamás lohabía tenido más claro, pero era la verdad.

La próxima vez que miré Alice me observaba con los ojosabiertos como platos y Carlisle le susurraba algo que noalcanzaba a escuchar.

-¿Usted no piensa que pueda ser un recuerdo?-dije pasadosunos momentos, con algo de esperanza.

El Dr. Cullen me miró directo a los ojos, pero no pude leer ensu cara lo que estos querían decirme. Respiró profundo.

-Tal vez.

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Capítulo 5

Sueños y Malos entendidos

Después de haber salido del hospital no había tenido sueños aldormir. Si lo tenía, no los recordaba. Y se estaba convirtiendoen una costumbre molesta.

Pero, al despertar la mañana del lunes de la segunda semana declases me llevé una sorpresa. Y no sólo por haber tenido miprimer sueño en meses. Fue uno de los sueños más nítidos quehe tenido jamás. Estaba en la cafetería del instituto, sentada enla mesa que solía compartir con Ángela y Jessica, pero en esemomento estaba sola. Y parecía que no había nadie más en lacafetería. Me volví buscando alguna otra alma y encontraba almenor de los Cullen, que al percatarse de que lo estaba mirandohabía respondido a mi mirada. Su rostro estaba pálido y lucíatriste. Las ojeras que siempre tenía estaban aún más marcadasporque ahora él parecía desolado. Su mirada había hecho quemi corazón se sintiera vivo y me dio el valor para pararme demi asiento y acercarme a él. Al notarlo él había sonreído. Unadébil sonrisa que empezaba a iluminar, poco a poco, susemblante.

Caminaba hacia su mesa pero esta parecía alejarse. O era quemis pies no se estaban moviendo como creía que lo hacían.

-Lo lamento, Bella-dijo con una áspera y exquisita voz.

Desperté. Encontré mi ventana abierta, el viento estaba frío ehizo que comenzara a tiritar.

En clase de matemáticas aún escuchaba su voz, que en larealidad jamás había escuchado, dejándome vulnerable.

A la salida de clases me encontré con Ángela. Nos saludamos.Ella como mi amiga tenía que saber algo del muchacho que aúnno se aparecía para librarme de la impaciencia y del sopor. Yono solía contar mis cosas a los demás. Mi mejor amiga era mimadre y a ella le contaba todo lo que me ocurría. Era ella conquien me desahogaba y a quién le contaba hasta el más ínfimo

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detalle de mi vida. Pero tal vez, el año pasado, al no tenerla tancerca mío, yo había buscado esa intimidad en alguien más, yÁngela me inspiraba confianza. Caminábamos por el pasillo,estaba lleno.

-Ángela-empecé casi en un susurro-tu...yo-nos detuvimos.Cerré los ojos, avergonzada y solté con poca coherencia lo quequería saber:

-Sabes si salía yo con alguien el semestre pasado-Tal vezcarecía ya de importancia, pero saberlo era como abrir unaventana para observar esa parte de mi que jamás habíadescubierto. Me mordí el labio, expectante. Abrí los ojos al noescuchar respuesta.

Ángela me miraba confundida y luego su mirada se perdió enlos pasillos del colegio.

Estaba abstraída. Seguí su mirada. La tenía pegada a la espaldadel chico Cullen. Mi corazón dio un salto al verle y recordé misueño. El hizo ademán, unos metros alejado de nosotras, demirar hacia atrás.

-No-dijo Ángela dando un salto, decidida.

-Oh, vaya.-Bajé la mirada, avergonzada. Su rotunda negativame había dolido y dejado sin aliento, como un inesperado golpeen el estómago.

En el almuerzo nos encontramos con Mike, Taylor, Jessica y unchico a quien no conocía. El, tomó una de mis manos y meacercó a él, rodeándome con sus brazos. Los demás, paracuando me fui a dar cuenta habían desaparecido.

-Perdón por no haberte visitado antes. Lamento que norecuerdes nada-dijo con tono protector. Intenté soltarme,busqué apoyo con la mirada...no había nadie a quien pedirleayuda.

-Como bien dices-me solté-no recuerdo nada del año pasado,¿Quién eres?

El chico dio un paso atrás y abrió los ojos, ofendido.

-Me llamó Eric-me informó, su rostro se puso rojo y sentí queel mío empezaría en cualquier momento a adoptar el mismocolor. Puso una mano cerca de su pecho y comprendí. Era él.

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Mi corazón dio un débil salto, algo decepcionado, para sersincera. El saberlo, mató toda la magia. No sentí nada de lo quepensé que sentiría al tenerlo cerca. ¿Y los fuegos artificiales?¿Y la electricidad? Respiré profundo y le obsequié una sonrisa.El la respondió y volvió a abrazarme. No era ningúnFitzwilliam Darcy pero tendría que acostumbrarme. Mi corazóntenía que recordarlo. Cerca de mi oído puso su boca y estallóen una sonora carcajada. Me sobresalté y di un paso atrás.

-¿Estás bien?

-Lo siento, Bella-dijo, aún riéndose.

-Ya, deja la broma-la voz de Mike se acercó a nosotros, empujóa Eric y avergonzado me dijo: No creas nada de lo que te dijo.

-Estuve en un campamento de teatro durante el verano. Teníaque saber si había valido la pena-comentó el muchacho entrerisas.

Sentí que algo caía al suelo y reconocí la vergüenza. Sin poderdecir nada, porque nada se me ocurrió, me alejé de ellos atropezones. Escuché que Eric gritaba a mis espaldas:

-¡Por favor, Bella!-pero no me volví.Respiré profundo y alrespirar sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas derabia.

Salí de la cafetería y me senté en una banca, frente a ella.Estaba chispeando, pero no me importó. Cerré los ojos unmomento, mirando hacia arriba, dejando que las pocas gotas delluvia cayeran en mi rostro. Cuando volví a darme cuenta meestaba riendo a carcajadas. Suspiré, iqué alivio!

Regresé a mi casa alegre por como había terminado el día. Depaso por la cafetería de Sue me enteré que necesitaban aalguien más para trabajar. Y yo, necesitaba llenar mis aburridastardes libres. Entré a mi casa tarareando, dejé la comida quehabía comprado en el mesón de cocina y subía para dejar miscosas cuando Charlie me detuvo.

Levantó una ceja.

-¿Pasó algo?

Negué con la cabeza, confundida.

-Bajo enseguida.

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Entré a mi habitación, tiré mi mochila sobre la cama y bajépara preparar la cena. Charlie seguía parado donde lo dejé y loinvité a sentarse. -Empezaré a trabajar desde mañana en lacafetería de Sue-le informé.

Abrió una botella de cerveza y dejándola nuevamente sobre lamesa, asintió con la cabeza.

-Serán las tardes de los martes, viernes y sábados.

-¿Necesitas dinero?-pareció ofendido por no haber recurrido aél antes.

-No, para nada. Necesitaba hacer algo con esas tardes. Eldinero es un bono extra.

-No dejes de lado los estudios.

-No lo haré, papá.

-Y dile a Sue que no te deje hasta muy tarde.

-Está bien-sonreí.

Charlie sonrió de vuelta y me miró como si nunca en su vida sehubiera detenido a observarme. Al parecer le gustó lo que vioporque empezó a contarme, muy animadamente, como habíatranscurrido su día.

Subí a mi habitación para hacer mis deberes y luego de hacercuentas de cómo había marchado el día, descubrí cuánto megustaba la química.

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Capítulo 6

Haciendo trampa

Bien sabía yo que era lo que mejor se me daba. Explotaba mimejor habilidad hasta por diversión. Nada se me escapaba. Oporque podía conocer los pensamientos de los demás o porquehabían pocos que corrían tan rápido como yo. Pero mi presa dehoy no era precisamente un desafío. Estaba, de hecho, de lomás aburrido. Había pasado demasiado tiempo desde la últimavez que me había alimentado. No quería alejarme de Forks, porBella, mas era necesario y no tomaría más que un día. Habíapedido a Jasper que me acompañara. Emmet ya había ido conRosalie antes de entrar a clases.

Jasper estaba perdido en la espesura del bosque pero lo escuchéy no lo iba a interrumpir mientras comía.

Estábamos a jueves. Durante la semana había sido atraído poresta nueva oportunidad que me daba la existencia. Alescucharla, la sentía a mi lado. Ella, su forma de ser, las cosasque decía y sus pensamientos eran una sola persona. Jamáshabía encontrado tanta naturalidad y falta de afectación en unapersonita. Oírla era como revivir los momentos que pasé conella. La satisfacción de poder acompañarla de esta manera eramás grande que el dolor que me causaba su ausencia. Lasoledad no me abrumaba tanto ahora que podía sentirla de estamanera. Y eso que me sentía en un pozo profundo yacaramelado, pero desolado y doloroso.

Me había quedado quieto, despertando aún más, mis despiertossentidos. El venado que se convertiría en mi cena estabanutriéndose sólo para mi. Dejaría que terminara. Busqué aBella en los pensamientos de los alumnos de Forks, todavía mecostaba trabajo escuchar su voz sin estar cerca de ella. Me saltéa Rosalie y a Emmet porque ninguno de los dos podíaofrecerme lo que yo quería. Angela leía un libro y Alice...

-¡Alicel-bramé enfadado.

-¿Qué ha pasado?-preguntó Jasper aterrado, llegando al punto a

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mi lado.

-No le ha pasado nada por el momento, relájate.-Mi tono sonóiracundo. Intenté controlarme mientras veía a Bella, con losojos cerrados, al frente mío.

-Bella-susurré.

Jasper comenzó a reírse. Abrí los ojos, levanté una cejainterrogante. No hizo falta que lo dijera en voz alta. Alice lehabía pedido a Jasper que fuéramos de caza específicamenteeste día. El día de en que Bella tendría que ir a enfermería.Sería un encuentro casual. No se precisaban las presentacionesni los silencios incómodos.

-¡Muy divertidol-exclamé.

-Desquítate con él-me dijo aludiendo al venado.- ¡Nos vemos!

La vi nuevamente. Alice la estaba acompañando. Bella estabarecostada. Alice intentaba desviar a Bella de sus pensamientos,por si, como había en efecto hecho, espiaba sus pensamientos.No era muy hábil, pero si muy creativa. Dejé de buscarlasporque ya era hora. El venado corría por el bosque sin unrumbo fijo. Le daría ventaja porque sino qué perdida de tiempo.

Un suave susurro llamó mi atención. Intenté hallar suprocedencia pero no la ubiqué. Volví a escucharla, ahora máscomo una melodía formada en una voz aguda y femenina. Elcanto eran sólo sonidos entonados. El viento empezó a correrdébil, primero, hasta desordenar mi desordenado cabello ymover con ímpetu las hojas de los árboles en derredor. Laescuché en mi cabeza con total claridad, sentía que a mi ladoalguien cantaba. Era una dulce melodía, que relajó todo micuerpo, de por si duro y alteró mis sentidos. Si no fuera porquelo añoraba cada cierto tiempo no hubiera reconocido, por elpaso de los años, la sensación de letargo.

En un instante, se hizo el silencio. Levanté la mirada. Jasperestaba a mi lado.

-¿Has terminado ya?

-No, le estoy dando ventaja.

-¿Has estado cuatro horas dándole ventaja? Mira, yo se que esaburrido, pero termina luego. Quiero volver a casa.

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-¿Cuatro horas? No, sólo han pasado un par de minutos-Jaspernegó con la cabeza. ¿En qué me había perdido?

-¿No escuchaste una melodía?- se la describí, tal y como lahabía escuchado. Jasper volvió a negar con la cabeza.

-Era una voz femenina-insistí.

-No. ¿No habrá sido Alice intentando distraerte?

Negué con la cabeza.

-Ya no seguía el hilo de sus pensamientos.

Me miró extrañado.

-Deberías averiguarlo, pero ahora, por favor, acabemos conesto.-Me vi en sus pensamientos. Tenía por ojos dos pozosprofundos.

Volvimos a casa al crepúsculo. Busqué a Alice, ella ya sabíaque la había visto.

-No te voy a pedir perdón-empezó airosa-Fue sólo tu decisión yyo la extraño.

Sabía que lo hacía. Levanté una mano, indicándole que no meimportaba, que no estaba enfadado. Me miró extrañada.

-No fue así como lo vi-agregó.

-¿Cómo esta?

-Hoy tuvo de nuevo una de sus jaquecas.

-Ya.

-Dice que escucha voces.

-¿Ah?

-¿No escuchaste toda nuestra conversación? Te perdiste lamejor parte.-Me lo enseñó. Paseé por todas las imágenes queme presentaba.

-¿La llevaste donde Carlisle?-volvía a estar molesto.

-Bella escucha voces, yo no puedo leer sus pensamientos-sedefendió-y quería saber si había una pizca de recuerdos enaquellas voces. Si así era, yo le diría la verdad.

-Alice, por favor.

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-No es fácil verla tan perdida cada día, ajena de todo, de todos.La he visto se siente como pez fuera del agua. Sabe que algo noestá bien.

-¿Cómo crees que me siento yo? Tu la quieres, pero yo la amo.Tengo que estar cerca de ella cada día, sabiendo que no puedoacercarme. La veo buscando a sus amigos. Tengo presente acada instante que cuando mira en mi dirección no me busca ami, y no siente nada. Si sus ojos caen en los míos me obligo aretirar la mirada para no despertar en ella algún recuerdo y parano abrir más la herida que arde más y más, a cada segundo,como un maldito recordatorio de que el tiempo sigue pasando,indiferente de mi existencia pero no de la de ella. Me repitouna y otra vez que es por su bien. Han pasado casi cinco mesesy no le ha pasado nada malo. Conmigo a su lado es cuestión desegundos para que esté en peligro, conmigo a su lado la pierdoy la hiero a cada momento.

-La estás perdiendo de todas maneras. El tiempo pasa y pasará.No deberías ser tan egoísta.

-¿Egoísta?-pregunté escéptico.- ¿crees que soy egoísta por nodesear nada más que su bien? Qué alegrías puede tenerconmigo a sabiendas que no sólo ella está en peligro estando ami lado, sino también toda su familia.

-¿Es que no entiendes? Eres egoísta contigo mismo. Ella va aseguir su camino y será feliz. Pero con otro. No feliz comocuando estaba a tu lado porque siempre va a sentir que le faltaalgo, pero lo suficiente como para ver pasar su vida satisfecha.¿Por qué no te permites ser feliz? ¡Ella ha nacido para amarte!Con nosotros sólo hay uno. Una oportunidad.

-Lo sé.

Como cada noche estaba viendo a Bella dormir. Sus ropassubían y bajaban al ritmo de su respiración. Me senté a su lado.Acaricié, con cuidado, cada línea de su rostro. El tiempo vuelacuando uno se divierte... Ya había amanecido, despertaría encualquier instante. Tomé su mano derecha, que colgaba fuera dela cama y besé su palma.

-Lo siento-por mí.

Cuando volví a casa para recoger el auto Jasper me detuvo con

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cara de querer iniciar una conversación. Al parecer, Alice leestaba enseñando a eludir sus pensamientos frente a mi, porqueahora su mayor preocupación era en qué silla sentarse.

Bufé, incrédulo.

-Alice es lo más importante que me ha pasado en la vida-comenzó.

-¿Te arrepientes de algo?

Se detuvo un instante y luego con una sonrisa añadió:

-De no haberla encontrado antes.

-Tienes cuan larga sea la eternidad para estar con ella.

-Lo se, lo se. Es que a veces siento que no es suficiente.

Asentí con la cabeza. Lo entendía bien. Se quedó en silencio unpar de segundos pero parecía que no había terminado con loque quería decir. La próxima vez que habló dijo lo siguiente:

-El esfuerzo, o cualquier sufrimiento que haya tenido que pasary que a veces, aún debo enfrentar, para estar con ella y verlasonreír, vale la pena. El tiempo para nosotros es distinto quepara el resto del mundo. Los años los sentimos como semanas,a veces días, pero a nuestro alrededor toda ha cambiado. Y aveces darse cuenta de cuánto ha pasado es como una heridamortal-ahora ya no hablaba de Alice.

Me levanté.

-Entiendo perfectamente lo que dices. Gracias.

Se levantó también. No le iba a dar la razón, dolía demasiado.

-¡Cabezota!-se alejó bufando entre dientes.

Cuando iba al instituto supongo que me iluminé. Siempre- medije- se puede hacer trampa. Alice lo había hecho. Y si era losuficientemente cauteloso,no habría peligro. Leía su rostro yahora también sus pensamientos, sabría cuando detenerme.Prolongaría el engaño un poco más. Estaba claro ahora, muyirresponsablemente alegre, decidí hacer trampa.

Las clases se hicieron interminables mientras pensaba en lamejor manera para acercarme a Bella. El momento perfecto.Podía pedirle a Alice que me avisara cuando ella debiera ir a la

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enfermería. Pero deseché la idea en cuanto me la propuse. Eratortura que me hiciera ver, aún sin intención, la razón quetenía. El timbre sonó, despertándome de mi ensueño. Salí alpasillo para verla pasar. Y la escuché debatiéndose conpreguntarle a Ángela por un chico. El chico no tenía nombre nirostro en sus pensamientos, pero, iera un chico! Mordí misdientes, con enfado.

-¿Sabes si salía yo con alguien el año pasado?El corazón medio un vuelco. Mierda. Pude escuchar a Ángela en su fuerointerno preguntarse qué debía responder. Pensaba en decirle laverdad, de una vez y luego se le aparecían las consecuencias deello. Me acerqué un poco más a ellas y vi que Bella estaba conlos ojos cerrados. Estaba avergonzada. Me paré frente a Ángelay negué con la cabeza con elocuencia, ordenándole que dijeraque no. Ángela me miró con odio y dijo, en su cabeza, palabrasque no tenía idea pudiera conocer. Me alejé nuevamente.Escuché cómo le respondía con una negativa a Bella y dentrode esta vi cómo la imagen de mi sonrisa llamándola, sedesvanecía en su interior. Quise dar media vuelta y mirarla,pero me contuve.

A la hora de química busqué la oportunidad que se negaba aaparecer. Tuve la secreta esperanza de que ella pudiera sentarseen mi grupo. Yo ya estaba allí cuando apareció. Venía riendo acarcajadas, sola. Entró y me miró, ruborizándose ligeramente.Se sentó en la mesa de al lado. Formaría grupo con otraspersonas. Se puso a garabatear en su cuaderno y en su mentetarareaba una canción. Era el momento, pero ¿qué podíadecirle? ¿Te gusta la química? ¿Has leído a Chang? Bien sabíayo las respuestas a todas esas preguntas. Comencé a tararear lamisma canción, pero en voz alta, esperando que con esto ella seacercara a mi y iniciara la conversación. Cuando miré en sudirección Bella estaba con los ojos cerrados y una pequeñasonrisa se dibujaba en su rostro. Y no pude saber qué era lo queestaba pensando. Tarareé más fuerte por si no me habíaescuchado, pero siguió en la misma posición. Su olor colmómis sentidos, apaciguándome. Yo también cerré los ojos.

Poco a poco fueron llegando los demás alumnos. Finalmentellegó el profesor y empezó la clase. Ácido-Base. Un temainteresantísimo.

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-Los indicadores, como el tornasol, cambian a los ácidos y lasbases en distintos colores. Por esto, son una buena herramientapara identificar líquidos de los que nada sabemos. Siprobáramos el tornasol en un ácido, ¿de qué color se pondría?

Nadie levantó la mano y parecía que muy pocos prestabanatención.

-Sr. Cullen-era conmigo.

-No tengo idea-respondí, aunque rojo era la respuesta. Elprofesor se extrañó de mi aparente ignorancia. Le preguntóentonces a Emmet, que era mi compañero, el único, de grupo.Negó con la cabeza, con la mente en blanco.

- A ver, aquí en el grupo del Sr. Newton-se dirigió a la mesavecina. Newton desvió la mirada para que no le preguntaran aél. El, al igual que yo, había cambiado sus electivos cuandohabía conocido las elecciones de Bella, pero al parecer, notenía idea en lo que se había metido.

-¿Srta. Swan?-Bella levantó la mirada, tímidamente. Pero conseguridad respondió:

-Rojo.-El profesor suspiró aliviado.

-¿Y con una base?

-Azul

-¿Y con el agua?-preguntó divertido.

-Supongo que nada.

-Me ha alegrado el día, Srta. Swan, se lo agradezco.

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Capítulo 7

Frustración

Nos sentamos sin decir palabra. El día comenzaba a despedirse.El crepúsculo diría mi compañero. El fin de otro día, otramuerte. Dentro de unas horas, un nuevo día volvería a nacer.Luego de las sombras viene la luz. Si se cierra una puerta, seabre una ventana. Pero yo, pese a todas estas célebres frases deesperanza, sabía que al despuntar el sol nuevamente, estaríamuerta. Sabía que si empezaba a hiperventilar, las lágrimas nome dejarían hablar. Intenté contener la respiración pero deigual forma los ojos se me inundaron de lágrimas. No lomiraba, tenía la vista nublada, pero lo sentía a mi lado. Estabasiendo lo bastante condescendiente como para esperar a que mecompusiera. Desvié la mirada, hacia el tranquilo lago frente anosotros. La única luz que teníamos provenía de la luna llena,cuya imagen se quebraba en el agua cada vez que un pájarosobrevolaba por ella y superficialmente, la tocaba. Como en unsaludo cortés. Dentro de toda la confusión en que vivía micabeza, noté como una lágrima bañaba mi rostro, bajaba por mimejilla y terminaba cerca de mi boca. La sequé con disimulo yrespiré profundo, influyéndome valor. Sentí que el alma meabandonaba antes de que pudiera comenzar a hablar. No meimportó. Respiré profundo nuevamente y el aire quemó mispulmones. Mis frías manos comenzaron a sudar. Alcé la vista.Las despedidas jamás se me habían dado bien, pero las preferíaa escapar.

-Tu no vas a estar-comencé.-Y yo ya no te estaré buscando.Sabré cada día, al despertar, que ese día no va a ser el día. Enque, caminando distraídamente por la calle, mi mirada va a caeren la tuya y nos reconoceremos. El día en que tu corazón latirácomo nunca lo ha hecho y yo en respuesta te sonreiré. Sólo unacalle nos separará y será cosa de esperar. Pero el sol será labarrera que te impida cruzar la calle. La luz del sol hará elesfuerzo que yo no puedo hacer. -Boté el aire, con cansancio,sintiéndome vacía.

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-¿No puedo hacer nada para hacer que te quedes?

-No. Fue tu elección primero-le recordé dolida.-Uno de los dosdebe irse, y tu familia no tiene la culpa de que esto no hayafuncionado-torció la lengua en un taco-Debes estar tranquilo,yo ya no te molestaré más. Ya no tendrás que salvarme nialejarte.

Me miró, entró en mí con sus ojos color ámbar.

-Y no te sientas culpable-retiré la mirada-no hay culpa sinsangre.

Puso sus manos sobre las mías, apretando mis muñecas. Subiópor mis hombros, sus frías manos erizaron mi piel.

-ilsabella Marie Swan!-me extrañé, él no solía llamarme así.Me sacudió con fuerza. Cerré los ojos para no ver su rostro tancerca del mío.

-Papá, ¿qué haces aquí?

-Gritas como si te estuvieran matando. Vine a ver qué sucedía.

Observé a mi alrededor con detenimiento. Me encontraba en mihabitación. Estaba a salvo, ya no caía en espiral.

-¿Qué me pasó?-pasé mis manos por mis ojos, intentando alejarla niebla.

-Tuviste una pesadilla-se encogió de hombros. Miró miventana, con suspicacia y se levantó de un salto. La encontróabierta. Me miró confuso. Sacó

medio cuerpo fuera mientras yo lo miraba desconcertada pormis propias visiones. Desapareció de mi habitación luego decerrar mi ventana con brusquedad. Me encogí dentro de micama, aferrándome a mis piernas, me cubrí entera con la colchay las lágrimas acudieron a mi desesperado llamado pordesenredar el nudo que tenía en la garganta.

Aquél, fue el primer día en que Edward Cullen fue alrestaurant. No había mucha gente cuando llegó. Ayudaba conlos platos en la cocina por lo que no pude prepararme. Traguécon dificultad cuando vi que estaba sentado en mi sección. Mesaqué los guantes, cogí mi lápiz y el taco de papel y no pudemoverme.

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Había escogido el sector más oscuro del local, sin embargo,donde quiera que se pusiese una luz parecía seguirlo. El estabade espaldas a mí, por lo que no vio que había quedadopetrificada al observarlo. Era frustrante la sensación que élprovocaba en mí. Jamás había hablado con él, no le conocía denada, pero parecía revivir cuando él estaba presente. Todo erapausas y tonos grises hasta que él aparecía. Sue me dio unaspalmaditas en la espalda y al mismo tiempo parecía llevarmehacia su mesa. Me vi frente a él.

-Buenas tardes-pude decir. Le entregué la carta que Sue mehabía pasado con disimulo antes de llegar a su lado. Cuandovolví para tomar su pedido, lo encontré leyendo pero no era elmenú.

-¿No deseas sentarte en otra mesa, en un lugar más iluminado?-La frase había salido entera y es que todo el tiempo que habíaestado esperando para volver a su lado lo había usado paracomerme las uñas, con nerviosismo, y luego para reprendermepor lo ridicula que me estaba comportando.

-No, estoy bien.-No levantó la mirada de su libro.

-¿Qué vas a querer?-me devolvió la carta y en una frase seca,respondió:

-Una coca-cola.

Cuando volví a casa, vi la camioneta de los Black estacionadajunto a la radiopatrulla de Charlie. Me alegré. Hacía un tiempoya que no veía a Jacob. Ambos habíamos empezado las clases.Y, al menos yo, recién ahora comenzaba a acostumbrarme a larutina. Entré a la casa entusiasmada y pronto me llevé unchasco al buscar a Jacob y no encontrarlo.

-No vino-comentó Billy leyendo la decepción en mi rostro-nohe podido convencerlo para que me acompañara, se quedóestudiando-hizo una mueca.

Asentí con la cabeza y subí a mi habitación. Me senté en lamecedora que había frente a mi cama y cerré los ojos concansancio. Un aroma exquisito e inexplicable, tanto comoindescriptible llenó mi habitación. Con los ojos aún cerrados,disfruté de la sensación que ese aroma había evocado en mí.-No me recuerda-su voz estaba destrozada.

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-No me recuerda-volvió a repetir con más sentimiento.

Llegó el silencio, abrí los ojos con un leve suspiro, me levantéde mi asiento y tomé un pequeño cuaderno, escondido entre lospalos del catre de mi cama. Oh, si. Muy creativo. En las hojasde aquel cuaderno estaban plasmadas las pistas que de vez encuando me daba mi cabeza para desentrañar el rompecabezas enel que se había convertido mi año anterior en Forks. Habíaanotado cada sueño, cada lágrima, cada voz y cada sensaciónque desencajaran con mi febril imaginación.

Desperté la mañana del sábado con el sonido de la bocina de unauto. Abrí los ojos casi por instinto, salté de mi cama mientrasel corazón me daba un vuelco y una sonrisa, sin yo quererlo, sedibujaba en mi rostro. Me apresuré a ir a la ventana y casicaigo al abrirla. Una risa me recibió. Mi corazón rezongó,decepcionado. Callé su voz, moviendo la cabeza.

-iJacobl-exclamé sorprendida.

-Vamos a dar una vuelta-señaló el auto en el que estabaapoyado, con sonrisa cómplice.

-¡Lo terminaste!-era obvio.-Dame un momento, bajo enseguida.

Cerré la ventana, miré el reloj apoyado sobre mi mesita denoche. Eran cerca de las diez. Corrí a la ducha y cuando, con lamano limpiaba el vapor del espejo vi mi reflejo levantar unaceja. Con sorna me preguntó ¿a quién esperabas?

Tragué saliva, entrecerrando los ojos. Mi reflejo hizo lo mismo.

Al bajar, encontré a Charlie y a Jacob sentados, conversando.Ambos se levantaron al verme.

-¿Vamos?-apuré a Jacob. Asintió y se puso al punto a mi lado.

-Papá-le dije al salir-volveré después del trabajo.

-¿Cómo vas a volver?-me increpó. Mientras pensaba, Jacob seme adelantó y prometió traerme de vuelta.

-Si es así, está bien-nos miró casi con una sonrisa y unaexpresión que no pude descifrar y nos dejó partir.

Observé a Jacob, perpleja. El sol había salido sólo para que éllo tapara.

-¡Qué alto estás, Jake! Me dejaste pequeña.

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-Siempre has sido una enana-me recordó abriéndome la puertadel copiloto. Era sorprendente lo que había crecido en tan sóloun para de meses. Encendió el auto. Lo miré. ¡Por Dios, quémala observadora era!

-Te cortaste el pelo-se pasó una mano por su corta cabelleramientras iba marcha atrás- es más cómodo de esta manera.

Me refugié en mi larga y voluminosa melena.

-¡Qué frío debes sentir!

Rió por lo bajo, como de una broma privada que no llegué acomprender.

-¿Cómo has estado?-inquirí curiosa.

-Bien. ¿Cómo te ha tratado el instituto?

Me encogí de hombros.

-Bien-respondí.

-¿Nadie ha usado tu amnesia en tu contra?-Ibamos en sentidocontrario al camino para ir a la reserva.

-¿A dónde vamos?-pregunté mientras recordaba el episodio conEric.

-Ya verás-esperó mi respuesta.

-No-mentí.

-¿Qué ha sido de ti? ¿Algo nuevo aparte de la escuela?

Se volvió a mi con brusquedad, escrutó mi rostro y lo encontróexpectante e inocente. Soltó un suspiro y volvió a mirarme,mientras doblaba a la derecha, en medio de la carretera, enmedio de la nada. El auto soportó muy bien los desniveles delcamino. Aún así yo me aferré a la manilla de la puerta. Jacobsoltó una risita mientras me observaba de soslayo. Pese a esto,no se me había escapado el hecho de que no había respondido ami pregunta.

-¿Qué hay?-le pregunté, queriendo sonsacarle la verdad.-¿Esuna muchacha?

El auto se detuvo en una gran planicie. No me había detenido amirar el paisaje, estábamos justo en medio de un páramo, detierra arcillosa, rodeada, en un radio de seis metros o más, por

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árboles. Por las ramas de estos, los rayos de un alegre solcomenzaban a iluminar el lugar.

-Tendremos que esperar un par de horas-abrió mi puerta.

-¿Para qué?

-Para que tu amiguito se pose sobre nosotros con totalmajestuosidad-aludía al sol. Sonreí al notar que recordaba unade las pocas cosas que amaba en la vida. Nos apoyamos sobreunas piedras. La sombra nos cubría, pero el aire era cálido.

-¿Te molestaría que fuera una chica?-preguntó de pronto.

Me lo pensé.

-Si, por supuesto. Pero, si eres feliz...

-¿Por qué por supuesto?-su sonrisa era maliciosa y su miradaatenta.

-Porque te extrañaría-torcí el gesto-ya sabes lo egoísta que soy.

-¿Es que no tienes amigos?-quiso seguirme el juego.

Negué con la cabeza.

-Esto de la amnesia me tiene de inadaptada social.

-Ya lo eras de antes- me informó revolviendo con su mano micabello. Rozó mi mejilla antes de retirarla. Su mano y todo sucuerpo irradiaban calor.

Como si fuera mi estufa personal, me acerqué un poco más a él.

-Bueno, ¿y entonces?

-No es una chica...o tal vez si-movió la cabeza, confundido.

-Lo lamento, pero no me gustaría estar en tus zapatos-meenvolvió con la mirada y su rostro se volvió triste.

-Hay unas cuantas cosas que me gustaría que supieras. Y otrascuantas que pudieras recordar-ladeó la cabeza, con una sonrisaagotada.-Pero jamás has estado más segura como ahora,perdida y sin recuerdos. El mejor bálsamo para curar lasheridas es el olvido y tu no tuviste que batallar mucho paraconseguirlo. Eso me alegra.-Perdió su mirada en un lugar alque yo no podía llegar. Su voz se había vuelto un susurro amedida que iba hablando. No tenía idea de qué me estaba

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diciendo, pero aún así me estremecí con la imagen qué el teníade mi falta de recuerdos. Y la verdad es que si, me sentíaperdida en un mar de gente. Todos caminando en una dirección.Yo intentaba seguirlos hasta que me daba cuenta de que ese noera mi camino, y cambiaba de rumbo. O al menos intentabahacerlo. Me vi como un pequeño salmón nadando contra lacorriente. Luego, recordando lo patosa que era, se agregó a esaimagen un gran oso pardo esperando el momento en que saltarapara cogerme y destrozarme con sus afilados dientes. Volví aestremecerme.

-Sabes que tarde o temprano recordaré absolutamente todo-retomé la conversación luego de varios minutos e intenté sonarsegura. -Hay varias cosas que he recordado-agregué, pero fuimuy poco convincente.

-¿Qué has recordado?-su voz fue curiosa y el tono imperioso.

-A una persona. Un hombre-se le crispó el rostro.-Aún noconsigo dilucidar quién es-lo observé un momento, no parecióaliviarse.-Es un sueño recurrente.

-¿Sueños?-parecía escéptico-crees que son recuerdos, crees quees tu memoria la que vuelve sólo por ser un sueño frecuente.

-He escuchado esa voz antes-me defendí-desde que estaba en elhospital.

-Probablemente es una película que se te quedó pegada.

- i No!-i nsístí con un poco de desesperación en la voz. Esasvoces y mis sueños eran a lo único que me aferraba para salir aflote y sentir que mi vida iba a alguna parte.-He averiguado alrespecto. La memoria una vez evocada, vuelve en flash-backsparecidos a los deja vü, o en sueños...

-O en voces-terminó mi frase.

-El Dr. Cullen aprobó mi teoría.

-¿El Dr. Cullen?-apretó los dientes con enfado.

-Si-susurré asustada.

-¿Cómo fue que fuiste a parar donde los Cullen?

-Alice, una compañera del instituto me llevó con él. Y nofueron todos los Cullen, sólo vi al Dr. Carlisle.-Observé a

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Jacob y di un paso hacia atrás. Su cuerpo emanaba aún máscalor del que parecía normal y tenía sus manos cerradas confuria.-No me dijo nada nuevo-seguí hablando para darle tiempode calmarse-pero aceptó como posible mi teoría sobre lasvoces.

Jacob cerró los ojos y agachó la cabeza, mientras respiraba condificultad.

-¿Qué escuchas?-la voz le salió agarrotada.

-El tipo repite constantemente "no me recuerda" hasta que se lequiebra la voz.

Jacob asintió con la cabeza, lentamente. Alzó la vista al cielo ytomando mi mano caminamos hacia el centro del círculo. Eramediodía y el sol estaba sobre nosotros, brillando con todas susfuerzas. Una sonrisa de satisfacción llegó para borrar el tensomomento en el que estábamos hasta hace unos segundos. Lasonrisa de él, también fue alegre, pero con un deje demelancolía y un extraño brillo en los ojos.

Estiré los brazos hacia el cielo para absorber todo el sol quepudiera llevarme conmigo y con esto poder fijar la máximacantidad de vitamina D que aceptara mi cuerpo.

-Extrañaba estos días-le conté-pero escapé de ellos. Me hacíandaño allá en Phoenix. Sentía que debía volver.

Jacob me contemplaba con la cabeza ladeada hacia un lado. Meencogí de hombros. Estiró un brazo hacia mi. Le concedí mimano y me acercó a él.

Me rodeó con sus brazos y nos quedamos así, no se por cuántotiempo, pero nada externo rompió nuestra mágica burbuja.

-Debo ir a dejarte-susurro, intentando mantener la atmosferasoporífera un poco más.

-El deber me llama-contesté sin alzar la voz.

Eran las dos. El restaurant comenzaría a llenarse hasta lascuatro y luego, no entraría ningún alma hasta las seis. Jacobhabía prometido pasar por mi a las nueve. Durante el camino devuelta no había dicho palabra. Me tenía algo preocupada. Fueel primer día en que se me cayó la bandeja con un pedido. Almenos, dije para mi misma mientras limpiaba, no había

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ensuciado a la pareja que estaba atendiendo. Con enfado muypoco disimulado empecé a recoger las cosas, pero de hecho, eraextraño que no hubiera ocurrido ya antes. Sue me tranquilizóasegurándome que todo estaba bien. Un simple accidente. Lepodía pasar a cualquiera. Temí contarle que sólo yo meenredaba con mis propios pies al caminar.

Jacob llegó por mi cerca de las ocho y treinta. Su rostromostraba enfado y sus ojos desorbitados, miraban ausentes. Meacerqué a él, en cuanto pude, se había sentado en la barra y lepregunté qué era lo que le pasaba. En respuesta pidió agua yhielo. Volví con su pedido, un vaso de agua que esperaba lesaliera por las orejas y un pote rebosado con cubitos de hielo.

-¿Deseas algo más?-enarqué una ceja. No me prestó atención.Tomó un cubo de hielo, lo posó en la palma de la mano ycerrándola, el cubo se hizo agua, escurriéndose por su mano ymojando la mesa.

A las nueve en punto lo tomé del brazo y lo saqué delrestaurant, con mucho esfuerzo.

-¿La cuenta?

-La casa invita-me puse frente a él. Abrió los ojos.-¿Qué?

-¿Qué es lo que pasa?-contesté con el mismo tono de voz.Caminó hasta su auto y abrió la puerta del copiloto. Esperó aque entrara. Lo hice a regañadientes. Por primera vez conJacob, me sentía sumamente incómoda.

-¿Qué ha pasado?

-Esta es, tal vez, la última vez que nos veamos.

-¡Qué! ¿Por qué?-estaba aterrada.

-Debo alejarme de ti. No es-bajó la mirada que antes posaba enmis ojos-saludable para mi esto.

-¿Esto?-su mirada que estaba ahora en mi boca, volvió a subir.

Durante la tarde había estado pensando en las enigmáticasfrases de Jacob por la mañana. Les había estado dando vueltasuna y otra vez.

-¿Hay algo que debería saber?-No desvió la mirada del camino,pero vi cómo fruncía el rostro.

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-Si-dijo finalmente. Me quedé esperando.

-Dime-pedí.

-Estaré cuidándote-sonó a promesa-pero me será difícil verte.Se me hace difícil alejarme pero con el tiempo comprenderáspor qué. Te extrañaré.-Me concedió una sonrisa.

-¿Me prometes que lo entenderé? ¿Me prometes que nosvolveremos a ver?

-Si. A ambas.-Habíamos llegado ya a casa. No había nada másque decir. Hubiera sido egoísta pedirle que no se alejara. Yo nopedía darle lo que sus

ojos me pedían, casi suplicantes. El lo sabía y me pedía que porfavor, lo ayudara. Abrí la puerta del auto. Lo miré, intentandograbarme su rostro. La próxima vez que lo viera, no sería lomismo.

-Te voy a extrañar-susurré. Cerré la puerta, despacio. Vi comosu auto se alejaba por la carretera. Entré a casa, con desgana.Charlie estaba en el salón, frente al televisor.

-¿Cómo estuvo tu día?-me preguntó.

Disfracé con una sonrisa la pesadumbre que sentía sobre laespalda.

-Bien-respondí.

-¿A dónde te llevó Jacob?-sin duda Charlie escogía los peoresdías para ser un padre curioso.

-A un valle, por la carretera. Estuvimos tomando el sol.

-¿Se portó b¡en?-Lo miré extrañada y asentí.

-Ese muchacho está enamorado de ti-su tono me sonó apregunta.

-No-negué con la cabeza-no, no.

-Con un solo no me bastaba-soltó una risa sospechosa mientrassubía a mi habitación.

Me senté en mi cama y no tuve nada que hacer, exceptocalentarme la cabeza preguntándome por qué. Jacob habíainsinuado que yo había sabido el por qué. Tenía que recordarlo,¡maldita memoria!

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La noche no sirvió para consolarme y al despertar la certeza deque tendría una prueba al día siguiente me obligaron alevantarme. No salí de casa y apenas dieron las nueve subí a mihabitación. Me acerqué a la ventana para mirar la noche y paraque el aire húmedo tocara mi rostro pero me fue imposibleabrirla. Abatida me tiré en mi cama deseando con todas misfuerzas que el día siguiente fuera feriado.

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Capítulo 8

Cuentos de hadas

Esme me había pedido que tocara su canción y estaba frente amí, escuchando, mientras yo la ejecutaba. Esperaba con ansiasla llegada del nuevo día. A ningún humano le gustaban loslunes; nosotros no los sentíamos, pero ahora había aprendido aapreciarlos. Llevaba un par de días sin ver a Bella y laabstinencia me estaba descontrolando.

Luego de la última pesadilla de Bella y tras varios días desospechas, Charlie había decidido cerrar con llave la ventanade la pieza de su hija. Dado

que esta hablaba por las noches y últimamente lloraba, gemía ygritaba, su imaginación había volado y situó como culpables avarios muchachos a

quienes vigilaba cuidadosamente aunque su hija jamás losnombrara. El último sospechoso era el voluble de Jacob. Frentea las dudas prefirió asegurarse sacando, también, la llave dedebajo del alero. Y, como últimamente dormía, literalmente,con un ojo abierto, no había manera de entrar en la casa paraacercarme a Bella. Ella, por su parte, no tenía idea de nada.

A mi me parecía que esto ya se estaba convirtiendo en uncuento de hadas. La dulce princesa Isabella permanecíaencerrada en una torre, alejada de todo. Tanto por ignorar partede su pasado como por desconocer lo que ocurría frente a susnarices, en el presente. Charlie podría ser el dragón furiosovigilando la torre, mientras Bella veía pasar sus días presa deun profundo sueño. Por lo tanto debía encontrar la manera dellegar a ella y, con un beso, despertarla y traerla devuelta,conmigo...para llegar al felices por siempre.

Los días en que Bella trabajaba, eran los días en que me pasabapor el restaurant. Llegaba cuando oscurecía y me sentaba enuna mesa, alejada de la

barra y la entrada. Era aquella, la sección que le tocaba atender.

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Escuchaba los latidos de su corazón al reconocerme y elgolpeteo en su pecho era dulce melodía para mis oídos. Sucorazón me reconocía pero su mente seguía sin hilar lasinconexas imágenes que se atestaban en su cabeza.

El último sábado no pude acercarme, pues pasó todo su día conJacob. Tampoco pude entrar al restaurant. Llegué cerca de lasocho. Iba a pie, observaba desde la entrada del bosque elmomento preciso para entrar. Sin mucha gente pero quetampoco estuviera vacío para pasar desapercibido y obligarmea seguir las reglas, sin cometer ningún error. Porque, aunqueestaba haciendo trampa, ya había creado mis normas.

Sentí que alguien se ponía frente a mi y al alzar la vista vi aJacob Black. Rígido como una piedra, obstruyéndome laentrada del restaurant. Era más alto de lo que recordaba y alinstante reconocí el por qué: Jacob era un licántropo.Probablemente estaba en el proceso de conversión o tal vez, yahabía terminado. Me miró con desprecio y le devolví la miradacon indiferencia. No pude leerle el pensamiento por lo que tuveque esperar a que se decidiera a hablar. Enarqué una ceja,impaciente.

-¿Qué estás haciendo acá?-pero no esperó mi respuesta yprosiguió:

-¿Qué quieres? Recalcarle a Bella, con tu presencia, que la hasabandonado.-pude observar el descontrol en el que estaban susemociones, cerraba las manos en puño y los dientes lechirriaban.

Decidí que pasara lo que pasara, no le haría daño, pero ya meestaba hartando. Me enderecé pero no le ofrecí ningunaexplicación.

-Yo se lo que hago. ¿Crees que tu así-aludía su actitud-comoestás, le harás bien a ella? Al momento en que ella diga o hagaalgo que te disguste, te abalanzarás sobre ella einconscientemente, la matarás.-Yo también me habíadescontrolado un poco al decir aquellas palabras y alimaginarme ese lamentable suceso. Me vi a escasos centímetrosde su rostro, con los ojos inyectados de furia.-Se mucho sobresus tropezones-terminé.

-Y nosotros sabemos que han vuelto a las andadas.-Podía sentir

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la ira brotar de su cuerpo.

-No se de qué me hablas. Ninguno de nosotros se ha pasado porterritorio quileute desde el pacto. Puedes guardarte tusinfantiles acusaciones.

-No me refería al pacto-dio un paso hacia mi-han pasado dossemanas y ya han muerto tres personas en los bosques deForks. ¿Cómo crees que murieron, chupasangre?

Durante nuestro pequeño tete á tete había aguantado larespiración. El olor a lobo es especialmente nauseabundo.

-Ha de ser un grupo de paso. Gracias por la información,estaremos alerta.

-Nosotros ya nos estamos haciendo cargo.

-Claro, pueden seguir ustedes vigilando territorio quileute-levanté la mano en gesto despectivo-el resto es nuestro.

Soltó un taco enrabiado y empezó a respirar con rapidez,dilatando con fuerza las aletas de la nariz. Me hice a un lado,zanjando así la conversación, pero tomó con cautela mi brazo ymirándome, me comunicó:-No vas a entrar. Aléjate ya de Bella.Todavía tiene posibilidades de ser feliz-su tono era resignado-déjala seguir con su vida-comprendí que él tampoco seconsideraba adecuado para pertenecer a la vida de Bella, por loque, dando media vuelta, desaparecí.

-¿Están listos?-apuré a mis hermanos para salir cuánto anteshacia el instituto. Rosalie no necesitaba arreglarse demasiado,Emmet no necesitaba hacer pesas, Alice y Jasper nonecesitaban ver la televisión sin, en realidad, verla.

-Bella llegará tarde-me informó Alice sin despegar la vista deltelevisor, que estaba apagado.

Y yo, no necesitaba ser tan impaciente. Había visto y leídomucho sobre esa actitud por lo que me fue fácil reconocer yverme como un niño al que le han dicho que no. Me faltaba,solamente, cruzar los brazos y acercarlos con fuerza a mipecho. Y refunfuñar.

-¿Por qué?

-Se le va a parar el auto, la batería.-Ahora me miró, con la carareluciente y una sonrisa cómplice. -Creo que deberías pasar por

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ella.

-Si-solté con una sonrisa-creo lo mismo.

-No te preocupes-decía Alice mientras me alejaba rápidamentehacia el estacionamiento-yo me hago cargo de ellos.

Pasé dos veces cerca de su casa y a la tercera, cuando meencontraba a escasos metros, la escuché:

- ¡No! Esto no puede estar pasando. Sabía que debía quedarme encasa.

Su auto había quedado parado a unos diez metros de su casa.

-iNo se nada de autos! ¿Qué te pasa, amigo mío? ¿Qué tienes? ¿Tehas resfriado?

Paré frente a ella y observé como le hablaba, casi con dulzura,a su coche. Cerré la puerta al bajarme, para hacerle saber queme estaba aproximando. Abrió los ojos al reconocerme.

-¿Todo está bien?

Su voz se fue haciendo más débil mientras balbuceaba.

-No. Mi auto ha quedado varado una traición mortal, desconozcoel procedimiento en este tipo de situaciones. Además debollegar al instituto-miró el reloj.- iAy no! Qué tarde es.

-No te preocupes, yo si se. Y por la hora, ya no se puede hacernada, pero descuida yo te llevaré.

Cogí mi celular y llamé a un servicio de grúas. Bella me mirabacon los ojos como platos yo me reía a carcajadas por dentro.Di las señas del auto y la dirección. Si Bella me recordara nosería difícil empujareI auto y estacionarlo frente a su casa. Peroahora, debía mantener las apariencias. ¡Qué aburrido serhumano! Tanta espera y nada de acción. Pero al menos, ahora,podía pasar tiempo junto a ella. Guardé el celular y me acerquéa su auto. Bella se acercó a mi, asustada de que pudiera hacerlealgo al monovolumen y arruinarlo más.

-¿Puedo?-hice ademán de levantar el capó.-Se algo de autos.

Asintió con la cabeza, algo turbada. Hice una mueca alobservar y juguetear un poco con las piezas, tenía que haceralgo de teatro para sonar convincente.

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-¿Qué le pasa?-se acercó un poco más a mi. El viento hizo quesu olor llegara a mí como una ola y me envolviera,transformando mi alrededor en brumas. Sólo la veía a ella, lasentía cerca, sentía su calidez, veía sus ojos buscándome y yoluchaba por no acercarme más y besar sus labios. Ella tambiénsintió esa mágica corriente porque pestañeó rápidamentetratando de despabilarse al momento que pensaba:

-iWow! Mis rodillas ya no pueden conmigo-se aferró a la carroceríadel auto y retiró la mirada, respirando profundo.

Hice como que no me había dado cuenta y respondí:

-Es la batería.

-¿Es muy malo?-hizo una mueca.

-Bueno-respiré profundo, extasiado-la batería es el alma delauto. -La verdad sólo hacía falta echar un poco más de aguadestilada, pero Bella no se libraría de mi tan fácilmente.-Debesllevarlo con un mecánico.-Seguía riéndome.

-Ahora-añadí momentos después-¿deseas esperar la grúa oprefieres que nos vayamos?

Lo pensó un momento y la Bella responsable se impuso a suverdadero deseo.

Le abrí la puerta del copiloto y recordé que no le agradaba enlo absoluto. Encendí y observé como Bella miraba confascinación el interior del volvo.

-Tu auto es hermoso-me dijo-¿Cómo le va con la velocidad?

-Le agrada la velocidad, sobre 120 se siente sumamentecómodo. Pero-me adelanté a su reacción-las leyes de Forksexigen conducir con una velocidad máxima de 60 kilómetrospor hora.

Bella observó con curiosidad el tablero. Iba a sesenta. Ni unomás ni uno menos.

-No voy a arriesgarme a transgredir las normas en frente de lahija del capitán. Sonrió divertida y me miró descubriéndomepor primera vez.

-Te agradezco que te hayas detenido a ayudarme. Lamento queestés llegando atrasado por mi culpa.

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-Pierde cuidado.-Jamás me había divertido tanto manejando tanlento.

- Vamos a llegar mañana, perfecto.Bostecé para reprimir una risa.

-De todas maneras creo que hoy no entraré a clases.

-¿Por qué?

Hice una mueca.

-No estudie nada para química. ¿Qué es lo que entra?

-Acido-base, las teorías, los indicadores y baterías ...reaccionesreversibles ¿Qué le pasaba a mi auto?-me miró, con escrutinio.

-A los vasos les faltaba un poco de agua destilada-confesé.

-¿Un poco?

-Un poquito.-la miré inocente y me devolvió la mirada ceñuda,pero no estaba enojada. Tan solo estaba suspicaz. Apreté elacelerador a fondo para que no llevara sus conclusiones a unnivel poco conveniente y en cosa de dos minutos estuvimos enlas puertas del instituto. Se detuvo al bajar para darme lasgracias. Asentí con la cabeza, cerré la puerta del auto y me fui,devuelta a su casa. No había llegado ninguna grúa, porque yono había llamado a ninguna. Me aseguré de que nadie meobservaba y puse el auto frente a la casa, sin esfuerzo. Abrí elcapó, observé la batería y un papel pareció volar de ella y seacercó a mi. Dos palabras en letra cursiva y femenina. De nada

Tendría que darle las gracias y no bastaría. Y pedirle perdón, aella y a Jasper.

Al día siguiente Bella se acercó a mí con paso decidido perocon el corazón en la garganta y me ofreció ser mi tutora enquímica. La rechacé cortante y le caí terriblemente mal. Sealejó casi con taquicardia y con mi nombre en los labios.

Después de muchas noches sin dormir bien y recalcó muchasporque no sólo él tuvo que sufrirlas, Charlie decidió levantar lavigilancia y estaba ahora, profundamente dormido. Losronquidos y lo regular de su respiración me dieron laoportunidad y el valor para entrar por su ventana. Me deslicésilenciosamente hasta el cuarto de su hija y al verla, no pudecontener un impulso casi desesperado. Me acerqué a su cama,con paso decidido, me incliné y besé sus cálidos labios. Su

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respiración se detuvo, yo abrí los ojos y vi como ella entreabríatambién los suyos. Me recibió con una mirada somnolienta yuna débil sonrisa comenzó a dibujarse, iluminando su rostro.

-Edward-susurró-te has demorado mucho, ¿dónde estabas?-ensus ojos leí el pánico.

Me sobresalté e hice ademán de alejarme pero Bella tomó mimano con ternura. ¿Lo había recordado todo? Me senténuevamente en su cama y la contemplé, maravillado.

-Te comieron la lengua-su mano subió a mi rostro y me observócon tristeza.

-Tu padre ha trancado la ventada-respondí.

-No debería suponer ningún obstáculo para ti.

-No ha dormido bien en semanas, pensaba que alguien veníacada noche para estar contigo.

Rió por lo bajo.

-No estaba muy desencaminado en sus suposiciones.-Suspiró yvolvió a mirarme.-Vas a desaparecer cuando despierte-unalágrima cayó, rodando hasta mojar su almohada.

Me incliné hacia ella y bese sus párpados, bajé a sus mejillasque se sonrojaron al posar mis labios sobre ellas y terminé ensu boca.

-¿Qué me pasó? Por qué no recuerdo nada-lucía confundida.Comprendí que su memoria estaba en una especie de limbo,debatiéndose por qué camino tomar. Suspiré derrotado.

-Quisiera poder estar en todos tus recuerdos, pero tu cabeza meborró antes de volver a verte.

Se estremeció con miedo.

-No-susurró con la cara constreñida del dolor.

-Cálmate Bella, mi dulce Bella.-sostuve su mano.-Debes volvera dormirte, te sentirás mejor al despertar.

-No estarás ahí.

-Estoy. Siempre estoy.

-No me dejes.

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-Shh-intenté arrullarla-duerme Bella. Todo estará bien.

Me vi ahí, con el corazón destrozado, frente a una Bella que merecordaba y me amaba tanto como yo a ella, pero debía, notenmi suerte, alejarla, sabiendo que no me recordaría al despertar.

-Te amo-la observé nuevamente. Se había quedado dormida ytenía mi mano aferrada a su mejilla, como si se tratara de unoso de peluche.

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Capítulo 9

Aniversario-¡Bella!-me di vuelta para ver quien me llamaba. Aunque teníauna ligera idea. Su voz era totalmente distinta a cualquier chicaque conociera. Tomando en cuenta además, que aún estaba demoda el sonsonete.

Alice me observó con detenimiento y luego miró más allá de lapuerta.

-¿Llegas recién?

Asentí.

-Mi auto se descompuso a unas cuadras de mi casa.-¿Era miidea o Alice reía divertida?

-Perdóname, Bella. No me mires así. Es que sólo a ti te pasanestas cosas.

-Si, es cierto-admití. Miré mi reloj, debería estar terminandoeducación física.

-¿Llegaste sola? ¿Te viniste caminando?

-No-musité.-Tu hermano me trajo-las manos empezaron atiritarme, las escondí en los bolsillo de mi chaqueta. Lástimaque no pudiera esconder también mi rostro ruborizado o acallarlos latidos de mi corazón, saltando con violencia, amenazandocon salirse de mi pecho.

- ¡Oh! ¿Edward? Y, ¿dónde está?

-Volvió a su casa, supongo.

Alice lucía algo decepcionada.

-¿Fue agradable?

-No

Alzó la vista, sumamente extrañada.

-¿Te trató mal?-quiso saber.

-¡Por supuestoi-suspiré enfadada-¿Cómo es eso de quedarse

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parado allí y negarse a encender? Y además tan cerca de micasa que parecía que se estaba burlando de mí...

Alice suspiró, paciente.

-Me refería a Edward.

-iAh!-qué vergüenza-Si-empezaría a balbucear en unossegundos-fue agradable-tosí, intentando alejar su imagenllegando en el momento oportuno, intentando alejar de mipensamiento lo segura que me sentí a su lado y lo poco quequería llegar al instituto, lo poco que quería alejarme de él.-¿Es algo raro en él?

Alice soltó una risotada, puso los ojos en blanco y dijo:

- !No! Pero creo que hay mucha gente que, sin conocerlo, loconsidera poco grato-ahora hablaba seriamente.

-Jamás he escuchado algo malo sobre él.

-¿Por qué no se quedó Edward?

Sonreí, preguntándome si debía delatar a su hermano o no.Hacer novillos no está muy bien considerado en algunas casas.Creo que en ninguna. Pero sentí que Alice terminaríaenterándose de todas formas.

-¿No podrías ayudarlo?-pregunté

-¿Ciencias exactas?-hizo una mueca-iyo no se nada de eso!Pero tu si.

-i¿Yo?!-me atoré.

-iSü-su cara brillaba como ante una brillante idea-Edwardsiempre me habla de lo mucho que sabes y de lo bien que te vaen química. Podrías ser algo así como su tutora.

-¿Ah, si?-me sentía azorada.-Si-mal interpretó mi rostro-Edward es inteligente, no va a ser una carga.

Asentí con la cabeza, considerándolo. Alice cerró los ojos yfrunció el ceño murmurando:

-Tonto y retonto-movía la cabeza de un lado para el otro.

-¿Alice?

Abrió los ojos y me miró con el rostro ausente, cayó en mi

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mirada y recordó que conversaba conmigo.

-¿Me prometes que lo intentarás? ¿Preguntarle e intentarayudarlo?

-Si, está bien-prometí.

A la hora de almuerzo Jessica, Tyler y Eric conversabananimadamente sobre una celebración que se llevaría a cabo elviernes.

-El aniversario del instituto-me comentó Ángela.

Cada año se festejaban los nosecuantos años de la fundacióndel colegio con competencias, música y una gala final. Todo elaño se coordinaba a partir de esa fecha.

-¡Genial, un día librel-exclamé encantada, pensando en quépodría hacer con todo mi viernes.

-No puedes faltar-me dijo Mike.-Debes venir y luchar connosotros por el mejor electivo. Este podría ser nuestro año.

Ya no se competía por alianzas, se competía por electivos.

-¿Cuáles son los premios?

Ninguno supo responderme.

En el restaurant, volví a tirar la bandeja con un pedido y luegollegó Edward. Al pasarle la carta, toqué su mano por accidente.

-Yo también soy como tu-le dije. Me miró, sin comprender.Empecé a ruborizarme. Agradecí la poca luz que tenía el lugaren el que solía sentarse. No notaría lo roja que me estabaponiendo. Recordé la promesa que le había hecho a Alice. Mesonrojé aún más.

-Tengo también mala circulación en las manos. Toda lasangre...

-Se te va al rostro-terminó mi frase, alzando la vista.

Me mordí el labio, avergonzada. Me retiré, sin tomarle laorden.

A la mañana siguiente desperté con un sueño de lo más extraño.Manejaba hacia algún lugar del bosque y luego caminaba entreraíces y flores bajas, rodeada de gigantes árboles que nopermitían el paso de mucha luz. Tropecé en varias ocasiones,

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pero seguí caminando, segura del lugar al que tanto queríallegar. Estaba cansada porque iba en subida pero sabía que loque me esperaba era mucho mejor que cualquier contrariedadque tuviera por el largo y difícil camino recorrido. Mi corazónlatía esperanzado porque pronto llegaría. Tomé aliento paracaminar los últimos metros que me separaban de mi destinoy...desperté.

El agua de la ducha salió totalmente fría por lo que me apresuréen vestirme para bajar y tomar algo caliente. Estábamos enotoño pero el clima era invernal. Tomé mi abrigo negro de laperchera y salí al gélido frío procurando controlar mis nerviosal tiempo que intentaba no castañear los dientes. En el camino,ensayé lo que iba a decir, no podía ser tan difícil. No era unadeclaración. Eran solo cuatro palabras. Esperaría su respuesta yme iría luego de acordar qué día usaríamos para las clases. Y ellugar. Una biblioteca podía ser. Aunque tanto silencio sevolvería incómodo y como nadie frecuentaba la bibliotecapública de Forks temía decir algo que no debía decir. Podía seren el restaurant en el que trabajaba, pero solía estar llena en lashoras que yo tendría libre y no podría concentrarme con todaslas miradas en nuestra mesa. Dudaba que me miraran a mi. Lomirarían a él y luego a mi, intentando descifrar por qué alguiencomo Edward compartía su tiempo con alguien como yo.Deseché la idea con desagrado. Podía ser en mi casa, Charlienunca estaba y estaría en mi terreno, me sentiría cómoda.Conocía todas las vías de escape por si se me ocurría hablardemás o la situación se tornaba insostenible.

Me armé de valor y bajé del auto. Vi, unos metros másadelante, a Edward apoyado en su auto, con las manos en losbolsillos y la cabeza baja. Me acerqué a él, pensando quepodría estar escuchando música, pero alzó la vista antes de quellegara a su lado. Me miró con curiosidad y el resto de su rostrofue indescifrable. Pese al nerviosismo que tenía, el mío no sehabía ruborizado.

-Hola-no esperé que contestara-me preguntaba si me dejaríasayudarte con química.

Bueno, esas no habían sido cuatro palabras y no era lo quehabía ensayado, pero habían cumplido con su objetivo. Empecéa jugar con los tirantes de mi mochila, mientras esperaba la

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respuesta.

-No.

Alcé la vista, confundida. No era así como me lo habíaimaginado.

-No necesito tu ayuda.

Se quedó mirándome, como preguntándose por qué seguíafrente a él. La razón era que me costaba mover las piernas. Deun momento a otro mis ojos se llenarían de lágrimas. Traguécon dificultad y me volví para entrar al instituto y perderme enalgún corredor.

-Edward-susurré, cuando ya estaba lo bastante lejos de él.Apreté una de mis manos en puño y caminé rápidamente paradesaparecer de su campo visual. Aunque dudaba que meestuviera observando.

En el camarín Ángela me preguntó qué me pasaba.

-Nada-respondí en un hilo de voz.

-Para nada, no hay como el ejercicio. Ayuda a botar cualquierfrustración, pena o disgusto. Y calma los nervios.

El viernes llegó para alivio y consuelo de todos los estudiantesde aquel instituto. No sabía lo que me esperaba, y comosiempre me habían desagradado las sorpresas no podíacompartir las ansias ni el nerviosismo por aquel esperado día.

Me encontré con Jessica y junto a ella, entré. Cada sala estabadecorada ya según el electivo que representaba. El más lindoera la sala de literatura.

Estaba disfrazada de teatro antiguo. Una cortina de terciopelogranate cubría la entrada y dentro las sillas se habían dispuestoen un semicírculo.

Sobre el escenario unos muñecos representaban el final deTristán e Isolda. Ella observaba el cuerpo casi sin vida de suamado. Un poco más atrás la observaba su esposo, el rey. Elveía como las lágrimas bañaban el rostro de Isolda, pocodespués le contaría que aceptaba la realización de aquelamorcallado. Tristán miraba a Isolda, con gesto débil y agotado perole dedicaba una pequeña sonrisa, una esperanzadora sonrisa.Quizás sí había una oportunidad para ellos. No sería donde se

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encontraban ahora, pero algún día volverían a encontrarse susalmas y podrían disfrutar el uno del otro como nunca pudieronhacerlo en vida...

Salí de la habitación inmediatamente, la melancolía se habíaapoderado de mi y no podía seguir conteniéndome. Sentí comomía su batalla y la pena me consumió completamente.

Mike me encontró saliendo del baño, ya calmada. Me llevó a lasala de química porque la competencia iba a comenzar. Eldesafío era el siguiente: se debía escoger a una pareja delelectivo para una prueba sorpresa. Teníamos que demostrar queéramos los mejores y que los alumnos que conformábamos elelectivo disfrutábamos hasta más allá de la médula con Changy Mcmurry.

Me escogieron a mí y me dieron la libertad de escoger a mipareja. Recorrí la sala con la mirada y mis pies se detuvieronfrente a Edward. El se acercó a mí y se ofreció para ser mipareja.

-No, gracias. Ya había quedado con Mike-mentí mientrasmiraba ceñuda a Edward y Mike se ponía a mi lado con gestoprotector.

Frente a nosotros el profesor y juez de la prueba dejó dos vasosprecipitados. Ambos con la misma cantidad de líquidotransparente. Debíamos averiguar cual era agua y cual HCI.Mike dio un paso hacia atrás y se rascó la cabeza mientrasperdía la mirada en el líquido. Edward se había puesto al ladodel juez, frente a nosotros y miraba divertido elcomportamiento de mi pareja. Empecé a ponerme nerviosa.Tenía cinco minutos para deducir cual era cual.

-¿Puede darme papel pH?

El profesor negó con la cabeza.

-Debes averiguarlo con tus sentidos. El olfato, la visión, eltacto, el gusto...el que quieras.

Mike se abalanzó sobre un vaso con intención de hacer unaprueba. Lo tomé del brazo, con fuerza y le dije:

-¡Estas loco! Si es ácido te quemarás todas las víasrespiratorias. Si lo tocas-le advertí-te quemarás.

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Pensé y volví a pensar en una manera de descubrir cual eracual. Al final del tiempo, me rendí:

-Lo siento, profesor, pero si estas son las condiciones no se meocurre nada para reconocerlos. Sin implementos solo puedo verpasar el tiempo y esperar a que el ácido se evapore, pero encinco minutos no sacaré nada.

Edward me miraba con una sonrisa torcida, el profesor memiraba serio y el resto estaba tan o más nervioso que yoesperando que el segundo hablara. No respiré. Había echadotodo a perder. El electivo perdería por mi culpa. Mantuve lamirada insistente de Edward, no dejaría que ganara esta vez.No le iba a dar el placer de verme derrotada y vulnerable anteél.

-Srta. Swan, ha hecho muy bien en alejar a su compañero delvaso. Sr. Newton, es muy ingenuo si piensa que dejaríamos quenuestros alumnos tocaran u olieran un ácido. Srta. Swan-volvióa dirigirse a mi, pero yo no le miraba, mis ojos deambulabansobre los de Edward-¿quiere volver a dar su respuesta?

Ambos vasos contienen agua, pensé. Lo que le había dicho aMike bastaba como pista.

-Ninguno de los vasos contiene HCI, profesor.

-Muy bien Srta. Swan, ha hecho ganar a su electivo.

Edward me sonrió, y me pareció que no había en el mundo unasonrisa más cálida que aquella, asintió con la cabeza levementey yo hubiera preferido quedarme con su mirada en silencio alos abrazos y felicitaciones de mis compañeros de electivo.

Pese a esto el electivo ganador fue literatura. Gracias a Alice,que respondió a todas y cada una de las preguntas que le hizoel profesor encargado.

Desde los antiguos clásicos a la actual ciencia ficción, Aliceparecía haberse leídos todos los libros.

Supongo que si hubiera ganado carpintería los habrían llevadoal aserradero, más nosotros, los literatos, iríamos al teatro.

Por la tarde serían las competencias deportivas. Como no meinteresaban en lo más mínimo decidí irme. Camino alestacionamiento me encontré con Mike, que se acercaba a mí.

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Me detuve y lo esperé.

-¿Te vas?

Asentí con la cabeza.

-Mañana es la gala-me informó.

Ladeé la cabeza hacia un lado, sin comprender a donde queríallegar.

-Se acostumbra a ir en pareja. La vestimenta es semi formal...escomo un baile.

-¡Ah! Ya veo.

-Deberíamos ser pareja. Lo hicimos muy bien en química,deberíamos repetirlo...

-No-lo detuve, confusa.

-¿Ya tienes pareja?-su tono era algo dominante.

-No-contesté, ahora molesta-no asistiré a la gala.-Me di mediavuelta y me dirigí al auto.

- i Bel la!-se puso frente a mí.

Esperé.

-Salvaste mi vida. Allá en química, pude haberme calcinado,pero tu me salvaste.

-Mike, era agua. Ambos vasos tenían agua.

-Pero tu no lo sabías en ese entonces.

-Mike, déjalo ya. O desearé de verdad que alguno de esos vasoshubiera tenido ácido y que tu hubieras metido algo más que lasnarices.

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Capítulo10

El encuentro

Desperté pero mi habitación seguía en penumbras. Alcé la vistapara ver el reloj: marcaba las siete de la mañana. Como noquería seguir durmiendo, me levanté.

No tenía nada que hacer hasta el mediodía. Saqué mi cuadernode debajo de mi cama y anoté algunas cosas en las que habíaestado pensando en sueños. Fue al mirar la página anteriorcuando me vino la idea. Buscaría aquel lugar, tenía todas lasanotaciones para llegar, el camino, el sendero y tenía el sueñofresco en mi memoria. Podía comparar el lugar con lasimágenes de mi cabeza y averiguar si aquello era un recuerdo.Me entusiasmé y me dirigí al cuarto de baño en puntillas.Charlie aún dormía y por su salud que fuera así. Había estadollegando los últimos tres días sumamente tarde, y la falta desueño agregado a la preocupación, hacían de su rostro unespectáculo triste de observar.

La ducha fue breve pues estaba ansiosa por salir. Desayuné losuficiente para no sentirme fatigada a mitad de camino, mepuse las zapatillas más gruesas que tenía, me abrigué conesmero y sal! de casa después de dejarle una nota a Charlie enel refrigerador.

El monovolumen había quedado como nuevo luego de queCharlie arreglara la batería. Sin mucho esfuerzo, cabemencionar.

Seguí el camino que había seguido en el sueño, pero adiferencia de aquella Bella yo no me sentía nada segura. Prendíla radio para darme valor. El camino estaba desierto, eranrecién las ocho.

Conduje hacia los límites del pueblo, hacia el norte, y encontréuna señal, la señal que buscaba.

Me dio un salto el corazón al comprobar que el camino separecía mucho a lo visto en mi sueño. Giré a la derecha para

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tomar la vía 101 y comencé a sentirme segura.

A medida que avanzaba por el camino veía como en un par demetros el pavimento desaparecería completamente. Meadentraba a inicios de un gran y frondoso bosque.

Detuve el auto, miré por el espejo retrovisor, no había nadie.Me bajé con una ligera sensación de miedo. Sabía que este erael camino, sabía que llegaría a algún lugar pero temía perdermeen el camino de vuelta. Cerré la puerta del auto con llave y meadelanté por las señas de madera. Llevaba cerca de quinceminutos caminando por el sendero cuando me di cuenta de queestaba equivocada. Me detuve en seco, miré el suelo quepisaban mis pies, levanté la cabeza para mirar a mí alrededor.Esto había resultado demasiado fácil. Me devolví sobre mispasos y llegué al inicio del camino. Mi camioneta estaba a unoscuantos metros. Una fría brisa comenzó a recorrer el lugar,crucé mis brazos sobre mi estómago para que el frío no mequitara el valor y comencé nuevamente por un camino ideadosólo por mis pies. Dejé que me guiaran y me adentré en laespesura del bosque. Al alzar la vista al cielo, las rendijasformadas por las ramas de los árboles dejaron entrever loapagado que estaba el día.

Observé maravillada la creación de la naturaleza. Tododiseñado con un desorden tal, que el bosque, en su totalidad y,así como estaba, parecía perfecto. Respiré profundo para llenarmis pulmones de aquél ligero aroma que rozaba mis mejillas yreconocí, entre tantos otros, la lavanda. Caminé unos metrosmás adelante y la encontré. Corté unas ramitas, pensé enponerlas en un posillo con agua para inundar mi habitación deaquel delicado olor.

Aún no encontraba nada que llamara mi atención tanurgentemente como para haber ideado y realizado este viaje.Anduve sobre raíces y esquivé

ramas pero no podía hallar aquello por lo que mi corazónpalpitaba emocionado.

El bosque, de pronto, se me hizo escalofriante. Un tenue sonidodespertó mi lado más racional y me hizo darme vueltainstintivamente para, luego, salir corriendo en busca de mi autoy desaparecer de allí. Pero no pude escapar. Al darme vuelta,

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uno de mis pies se enredó en una maraña de raíces delgadas ycaí lentamente, preparando todo mi cuerpo para recibir elmenor daño posible. Pero de un instante a otro, y sin sabercómo, dejé de caer. Frente a mis ojos estaba mi pie encadenado,mi cabello caía sobre mis hombros, pero algo me aferraba de lacintura. Mi rostro estaba a escasos centímetros del suelo, sentíuna incómoda sensación de vértigo y sentí que volaba. Pero aúnestaba allí, mirándome el pie y más confundida a cada segundoque pasaba. No había pasado más de diez segundos en aquellaposición, pero los sentido en cámara lenta. Mi cuerpo recuperóla verticalidad sin hacer yo ningún esfuerzo. De pronto, elmundo volvió a estar alineado frente a mis ojos.

-No deberías estar aquí-me informó una voz aterciopelada.

Observé a mí alrededor con curiosidad y encontré una espaldaalejándose a paso cansino entre dos pinos hermanos. Mis piescomenzaron a caminar y a recorrer sus pasos. Mis pisadasresonaban estruendosamente en contraste con el silencio de suspasos y del bosque en general. El no volvió a un lugar seguro.Fue adentrándose en el bosque hasta llegar a un punto en que elcamino solo permitía hacer dos cosas: devolverse o subir porun estrecho camino hecho al azar por los troncos de los árboles.

El, en ningún momento, había mirado hacia atrás, pero estabasegura de que sabía que lo seguía.

La verdad, no podría, de ninguna manera, justificar la decisiónde seguirlo por lo que agradecía su silencio y su aparenteindiferencia hacia mi. Se detuvo en seco, a unos pasos de mí yse volvió para mirarme. Su cara estaba tensada, apretaba lamandíbula con aparente incomodidad pero se volvió a mirarmey alzó la mano para ayudarme a continuar.

El camino a seguir era solo uno por lo que no me perdería y sicaía él podía volver a recogerme, por lo tanto, iría adelante.¡Genial!, pensé. Será partícipe de cada uno de mis tropezones yde más de alguna de mis caídas. ¡¿En qué momento se me habíaocurrido salir de casa y emprender este chiflado viaje?!

Tomé su mano e inicié nuevamente el recorrido con pasodecidido, aunque por dentro tiritaba como jalea.Luego de variascaídas y tropezones, como había previsto, aunque él no habíaintentado ayudarme como también había previsto en mis

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atolondrados pensamientos, llegamos a una pequeña planicieubicada a una abrupta distancia del suelo. Podía ver las copasde algunos árboles pequeños y si alzaba la cabeza, sólo unpoco, podía atisbar la copa de los más altos. Todos, apostadosfrente a mí quitándome todo el coraje de mirar hacia abajo.Edward caminó unos pasos adelante y se sentó. Levantó lamirada para que hiciera lo mismo y me senté a su lado. Forcémis ojos para sólo mirar el suelo. Alzar la vista, sabiendo queél me observaba, hubiera sido peligroso. Aunque sólo observarasus largas piernas estiradas con descuido adornando el suelo.

Sentí su abrasadora mirada sobre mi cuerpo y comencé arespirar con dificultad. Gracias al cielo, el gorjeo de unoslejanos pájaros disimulaba el sonido de mi acelerado corazón.Luego de unos minutos, me obligué a mirarlo. El tenía los ojoscerrados. Una sonrisa se escapó y se dibujó en mi boca. Eracompletamente libre para admirarlo a gusto. ¿Sentiría mimirada sobre él, como yo había sentido la suya unos segundosantes?

Seguramente no.

Suspiré, algo frustrada, mientras seguía observándolo. Edwardera, endemoniadamente atractivo. Sus ojos se abrieron sinpoder retirar los míos a tiempo y me encontraroncontemplándolo sin miramientos. Su maliciosa sonrisa dejó mimente en blanco. Hasta mi conciencia balbuceaba. Entrecerrélos ojos, algo molesta de que me hubiera descubierto.

Me preguntaba si él solía ir a aquel lugar con frecuencia.Parecía conocer perfectamente el camino y esperaba que fueraasí porque sino, no imaginaba cómo iba a salir de allí.

Quise preguntarle si así era, pero temía que si respondíaafirmativamente me cortara las alas para volver algún día aaquél lugar.

-¿Sueles pasear por el bosque?-preguntó.

Negué con la cabeza.

-¿No conocías este lugar?-parecía sumamente interesado.

-No-miré a mí alrededor y hasta con la presencia de Edward misueño se hacía realidad ante mis asombrados ojos.-Pero habíavisto este lugar en mis sueños.

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Pegó sus ojos a los míos adentrándose en lo profundo de mialma. Me estremecí y retiré la mirada.

-No debes caminar por los bosques y menos sola, ¿estáscompletamente loca?-Negó con la cabeza como si no pudieracomprender tanta estupidez en una sola persona. Me sobresaltéal escuchar sus palabras y mi corazón aún intentaba huirdespavorido cuando él dijo:

-Prométeme que no lo volverás hacer. Por favor.-su vozpreocupada acarició mis oídos y apaciguó el efecto de susanteriores palabras.

-Está bien-prometí, sin preguntarme por qué para él era tanimportante que le hiciera esa promesa.

Para mi pesar, la ilusión no alcanzó a durar un día completo.

Llegué a mi casa, luego del trabajo, y encontré la casa oscura.Charlie aún no llegaba del trabajo y ya eran casi las diez. Entréa la casa, prendí las luces del porche, del salón y subí a mihabitación. Me tiré sobre la mecedora con cansancio y mesaqué con dificultad las zapatillas, embetunadas con barro.Tomé una larga y relajante ducha y al terminar de vestirme ybajar a la cocina, Charlie aún no regresaba. Decidí esperarlo.Dos emociones completamente distintas se agolpaban en mipecho y amenazaban con quitarme el sueño. La más recienteera la preocupación y el temor que sentía por mi padre. Elsiempre había sido trabajólico pero solía llamar paraanunciarme que llegaría tarde. Esta semana no lo había hechoni una sola vez. Y no imaginaba qué cosa pudiera ocuparlotanto.

La segunda emoción mantenía mis mejillas ruborizadas. Nohabía podido calmar mi pulso en toda la tarde y por eso quebrécinco platos mientras intentaba lavarlos. Sue ya no secompadecía de mí, ni me miraba con gesto maternal. Estabacomenzando a fastidiarse y con toda razón.

Los ojos caramelo de Edward penetrando en mi alma como siallí pertenecieran no habían dejado de perseguirme. El tono desu voz y la inflexión que le había dado a cada palabra nohabían dejado de arrullarme. Aunque sólo habló parareprenderme.

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Escuché la llave entrar por la cerradura y me di cuenta de queme había quedado dormida. Me levanté del sillón y vi mi reloj:eran las dos de la madrugada. La puerta se abrió y aparecióCharlie con el rostro cansado y abatido. Se sorprendió al vermey me sonrió, bueno fue casi una sonrisa, en señal de saludo.

-¿Dónde estabas, papá?

-Trabajando-se tiró en el sillón del que yo me había levantado ycerró los ojos.

-¿Deseas comer algo?

-No-su voz era débil, llena de fatiga.-Me dormiré y olvidaréque no he almorzado.

-¿Por qué no has almorzado, papá? ¿Por qué no has llamadopara decirme que llegarías tarde? No sabes lo preocupada queestaba. Y no ha sido sólo hoy, has estado actuando así toda lasemana, ¿qué sucede?

Abrió los ojos y enarcó una ceja, mirándome casi divertido.Suspiró agotado y dijo:

-¡Vaya! No pensé jamás que serías la reencarnación de mimadre.

Esperé, sin celebrarle la broma.

-¡Ufa! Bella. No quería contarte porque eres muy asustadiza.Mira como te has puesto y ni siquiera he empezado a relatar loque ha ocurrido.

Me senté frente a él y me contó:

-Un animal, aparentemente, ha estado matando gente en elbosque este último tiempo. Parece que baja por temporadaspero esta vez no se nos escapará.

-¿Esta vez?

-El año pasado ocurrió lo mismo. Seguimos su pista por un parde semanas y un día dejó de atacar. Pensé que nos habíamoslibrado de ese monstruo. Se me erizó la piel.

-Bells, yo se que no eres temeraria, pero prométeme que porningún motivo entrarás a esos bosques.

Escuché cómo en mi interior algo reventaba semejante a la

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explosión de una pompa de jabón y entonces la ilusión seesfumó, desapareciendo en el aire.

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Capítulo 11

Complicaciones

Carlisle y Esme se sentaron en las respectivas cabeceras de lagran mesa del salón que sólo ocupábamos para casos especialeso, como ahora, para reuniones urgentes.

La incertidumbre flotaba en el aire. Y no estábamosacostumbrados a sentirla. No, con alguien como Alice denuestro lado. Pero esta vez, no sabíamos qué esperar.

-Si Alice no ha tenido ninguna pista y no los ha visto a lo largodel tiempo en el que se supone que han actuado, es posible quetodo sea una gran mentira de los odiosos lobos paraexpulsarnos de Forks.-dijo Rosalie.

Negué con la cabeza. Apartando la posibilidad.

-¿Es que siempre tienes la razón?-inquirió picada.

No le hice caso. Miré a mi alrededor. Rosalie respirabaagitadamente, furiosa; Emmet, a su lado, miraba hacia Carlisle;Jasper sostenía la mano de Alice mientras esta, con los ojoscerrados intentaba tener una visión. Pero solo se veían brumas.

La preocupación se evidenciaba en el rostro de Jasper y en elde Esme.

-¿El licántropo no te dijo cuántos eran?

-No, Emmet.-respondí-sólo que la forma en que habíanmuerto...bueno, estaban totalmente desangrados.

Esme frunció el ceño. Para nosotros, que dedicábamos nuestraexistencia al autocontrol para no hacer ni el más ínfimo daño aalgún humano, estas muestras de lo que era nuestra verdaderanaturaleza nos resultaban grotescas y hasta chocantes.

Alice empezó a negar con la cabeza, algo frustrada.

-Debemos vigilar el bosque-propuso Carlisle.

Alice se levantó.

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-Yo voy primero.

Sin perder la calma, Carlisle la detuvo:

-Quiero que te quedes aquí.-Alice comenzó a protestar, odiabasentirse inútil, pero Carlisle continuó-Edward irá con Jasper yEmmet irá conmigo.

Alice, necesito que te quedes aquí, por si esto es una trampa.Tu serás la primera en enterarte. Apenas ocurra algo, van ennuestra ayuda.

Esme torció el gesto, preocupada de que la situación fuera tangrave como para necesitar de la ayuda de todos.

-Después de lo del año pasado-agregó Carlisle sin mirarme-nopodemos tomar estas cosas a la ligera.

Nos levantamos. No quedaba nada más por decir. Caminamoscon nuestras parejas hasta el umbral de la puerta de calle.

-Edward.

Era Alice. La miré, para hacerle saber que estaba escuchándolay luego posé los ojos en una ventana.

-Edward, por favor, cuídalo.

Asentí levemente con la cabeza.

Carlisle corroboró que cada uno tuviera un celular y partimos.Escuché que Alice decía:

-Tengo un mal presentimiento-y nos internamos en el bosque.

Era de madrugada cuando salimos. Y era una ventaja pararastrear al posible aquelarre. A esas horas ningún humano solíaentrar en el bosque, a excepción de los turistas, que solíanvenir a acampar en las cercanías del pueblo. Pero la granmayoría ya había sido asesinado.

Amanecía y ya habíamos recorrido casi por completo elbosque. Ralentizamos el paso porque aunque no habíamosescuchado ni visto nada, nos acercábamos indudablemente a lazona en la que se habían asentado los vampiros.

-Por acá.

Seguí a Jasper. El olor se hacía más fuerte a medida que nosaproximábamos.Frente a nosotros los restos de una fogata fue

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lo único que llamó nuestra atención. Allí el olor se perdía.Caminamos en círculo para ver si podíamos hilarlo nuevamentey el sonido de ramas moviéndose y rompiéndose como a causade una gran ventisca nos hizo alzar la mirada. Frente a nuestrosojos el cuerpo sin vida de un hombre impactó estrepitosamentecontra el suelo. Olí la sangre antes de poder verla. Las hojas yraíces que había en la tierra húmeda del suelo no habíanamortiguado en nada el golpe y, ahora, veía cómo la sangreescurría entre el verdor del musgo y el cuero cabelludo deldesafortunado humano. Me acerqué a Jasper, que en esemomento, miraba casi con lujuria la sangre correr libre, comode una vertiente. Estaba quieto, luchando internamente por lased que podía ser saciada tan fácil y exquisitamente. El olor yla visión de la sangre habían despertando en mi el apetito. Lohice a un lado mientras intentaba controlar a Jasper, sostuvesus brazos, aprisionándolos detrás de su espalda. El rostro ya lehabía cambiado completamente, jadeaba incesante y el aromaácido de la ponzoña salió de su boca aturdiéndolo yatrayéndolo hacia su bocado.

Yo mismo sentí la boca seca.

-¡Jasper no!-le ordené, pero no me prestó atención. Todo suinterés estaba en la sangre de la víctima. Luego, con un gritogutural y desenfrenado alzó los brazos y se soltó como si noestuviera haciendo ningún esfuerzo. La energía y la fuerza queda el olor de la sangre cuando se esta sediento son capaces dedarle vigor hasta al más ocioso de los vampiros.

-No respires-me abalancé sobre él y chocamos contra un árbol,derribándolo a nuestro paso. En lo alto se escuchó el batir dealas y el gorjeo de pájaros escapando. Jasper arremetió contrami en un esfuerzo desesperado por quedarse solo. Hacerloentender con palabras, aludir a su lado racional, eran intentosinútiles, por lo que seguí enfrentándome con él por lo quefueron largos y penosos minutos... hasta que el sonidoestridente de un celular nos detuvo a ambos y nos hizodespertar.

Jasper, que se había alejado unos metros de mi, me mirabasuplicante. Sabía quién llamaba y yo también.

Contesté. Solo fui capaz de decir una palabra:

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-Ven.

Jasper me dio la espalda, respirando entrecortadamente. Ya lasangre y la sed que lo habían hecho enloquecer hasta hace unmomento no era lo que llenaba sus pensamientos. El rostrodecepcionado de Alice se dibuja en su cabeza y lo torturaba sindarle un respiro.

-Ya déjalo, Jasper.

No se volvió a mirarme.

Cuando Alice nos encontró, ya estábamos lejos del lugar en elque había caído el cuerpo del humano. Nos habíamos quedadoen silencio y le concedí toda la privacidad a Jasper que a mi mehubiera gustado tener si alguien pudiera leer mis pensamientosen un momento como este. La debilidad era algo con lo que nosteníamos que enfrentar cada día, pero el fallarle a alguien, queconfía ciegamente en nosotros, para eso no estábamospreparados.

Alice se paró frente a Jasper, que rehusaba mirarla, y esperó.Esperó hasta que sus ojos se encontraron y al cruzarse sedijeron cosas que jamás hubieran podido expresar con palabras.

Caminé en sentido contrario. Necesitaba pensar por lo queluego de perderme de su vista, corrí sin rumbo fijo. La luzmortecina de la mañana se filtraba por el enmarañado de copasy ramas.

El peligro volvía a amenazar Forks. Lo vivido hace un par dehoras era claramente un llamado de atención. Alguien queríaser encontrado y nosotros, ahora, estaríamos dispuestos aacorralarlo y a acabar con él. O con los que fueran.

Me paré en seco cuando escuché pisadas y el respirar agitadode una persona. Hubiera reconocido aquellos tropezones aúncuando no tuviera que leer sus pensamientos para confirmar suprocedencia. Me adelanté unos metros y detrás de un árbolobservé a Bella caminar decidida, pero con dificultad por elbosque. Una pequeña risita se me escapó y llegó para liberarmede la tensión que dominaba mis pasos y mi actual estado deánimo. Bella la escuchó y se volvió, instintivamente, haciadonde yo estaba. No alcanzó a verme porque cuando sedisponía a buscar el origen de aquel sonido uno de sus pies se

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enredó con unas malezas, que crecían con total rebeldía por elsuelo, y se hubiera golpeado la cabeza con una roca cubierta demusgo si no la hubiera tomado por la cintura y devuelto elequilibrio.

Me alejé unos metros, pero sin intención de apartarme de ella.Sólo a Bella se le podía ocurrir iniciar una caminata por losamenazantes bosques de Forks. Su inconsciente buscaba ydeseaba el peligro como no había visto en ningún otro humano.Lo peor de todo es que ella no se daba cuenta de nada. Para ellaeran sólo coincidencias.

-No deberías estar aquí.-Reparó en mi y me reconoció. Le di laespalda y comencé a caminar, lo más lento que podían mis pies.No era nada fácil.

Bella comenzó a seguirme sin saber, en verdad, por qué. Mivanidad se vio satisfecha al saber lo contenta que se habíapuesto con mi presencia.

No le hablé porque aunque una parte de mí se regodeaba en sucompañía, la otra y la que me dominaba, estaba sumamentefuriosa. Tanto por lo ocurrido con Jasper como por encontrarmecon Bella en medio de la nada. ¿Qué se supone que estabahaciendo acá?

Me hundí en sus pensamientos. Se sentía cómoda y segura a milado. Aunque pedía a gritos que no me acercara a ella.

-No, Bella-se reprochaba-ya tienes las piernas entumecidas y elcosquilleo subió a tu estómago, ¿para qué vas a querer caerte frente aél por esta razón? Suficiente tienes con todas las trampas a las que seenfrentan tus pies normalmente como para darles una razón más paratropezar.

Llegamos a la entrada natural del prado donde, unos mesesatrás, habíamos estado los dos descubriéndonos por primeravez, dejando el miedo atrás y aceptando que no podíamosseguir escapando del destino. Al menos eso era lo que habíapensado en ese momento. Luego de semanas de evitarla, defaltar a clases para no verla, e intentar con todas mis fuerzasalejarme de ella, comprendí que me resultaría imposible. Quepor más que me negara, estaba ya enamorado. Y ya nada podíahacer.

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Me volví y alcé mi mano mientras retiraba todos esos recuerdosde mi cabeza. Aceptó mi ayuda a regañadientes y continuócaminando, conmigo siguiendo sus pasos.

-No te caigas, no te caigas, no te caigas.

Le pedía lo imposible a su lenta coordinación.

Finalmente el camino se abrió en una planicie, en lo alto delmonte. Los árboles nos rodeaban y daban la sensación de estarflotando entre ellos. Las nubes, bajas debido a lo cargadas queestaban, formaban un pequeño techo sobre nuestras cabezas.

Me senté y miré a Bella para que me acompañara. Se sentó a milado y escondió la vista en el suelo. Me preguntaba si ellarecordaba algo de la última vez que había estado con ella, en suhabitación. Algo tendría que haber quedado de esa revelación,aunque fuera inconscientemente, tenía que recordarme un poco,hablé con ella, me reconoció...

La observé, aún mas frustrado que momentos atrás. Tenerla tancerca y no poder acercarme más. Conversaciones, miradas,gestos y bromas habían quedado en el olvido. En lo profundode su alma, guardados bajo siete llaves. Su corazón latía confuerza, podía escucharlo. Cerré los ojos para invocar losmomentos en que aquellos latidos, que ahora trotaban confusossin razón aparente, se habían acelerado por mi.¿Cuánto tiempomás podía dilatar esta situación? Cada día que pasaba alejaba aBella más de mi. Llegaría el día en que ni un solo atisbo derecuerdo quedaría en su interior y su corazón terminaría porcansarse de evocar memorias que su mente no compartía yprescindiría del mío para siempre. Y era exacto lo que yobuscaba. Que su vida por fin despegara, llena de oportunidadesy de alegrías y lejos, muy lejos de mí.

-Edward.- Abrí los ojos y la miré, pensando que me llamaba.Pero sólo había pensado en mi nombre, la había sorprendidomirándome. Devolvió mi divertida sonrisa con desagrado yperdió la mirada en el bosque.

-Desperté antes de poder llegar. Sabía que valía la pena pero jamásimaginé que aquel camino que inventó mi subconsciente me traeríaaquí, iEntonces sí era un recuerdo!

Pero,¿qué había venido a hacer aquí? Si Edward lo conoce también

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puede que sea un paseo solicitado. Alomejor la gente suele venir aquí.Es un lugar muy bonito. ¿Vendrá seguido? Me encantaría volver perosi me vuelvo a topar con él pensará que lo estoy siguiendo.

¿Pensaba en volver? ¡Pensaba volver a internarse en el bosquesola! ¡Bella!

-¿Sueles pasear por el bosque?- Bella negó con la cabeza.

-¿No conocías este lugar?-Mas bien quería saber si no habíaevocado en ella alguna sensación desconocida como uninesperado y gran amor por mi. Sabía que no, ¡podía leer suspensamientos! ¡Qué tortura! El año pasado me había frustradopor no saber qué pensaba y ahora estaba frustrado porque sabíacon detalle todo lo que pasaba por su cabeza pero nada de elloresultaba una ilusión para mí.

-No-hizo una pausa mientras miraba con detalle cada lugar delbosque y luego posó nuevamente en mi su mirada. Una pequeñasonrisa adornó su rostro, llenándolo de esperanza, y agregó:

-Pero había visto este lugar en mis sueños. Mañana a no ser queHueva vendré de nuevo. Tengo el camino en la memoria, ahora tengoque saber por qué lo conozco y en qué circunstancias lo conocí. ¡Ah!No estaba tan loca después de todo. No todos mis sueños podían serpelículas como dijo Jacob. Podría sacarle fotos al lugar y empezar aarmar el puzzle...

-No debes caminar por los bosques y menos sola, ¿Estáscompletamente loca?-las palabras salieron llenas de disgusto yme costó terminar la frase, ahogado en un exasperado bufido.Intenté calmarme.

-Prométeme que no lo volverás a hacer.-Hice una pausa paravolver a respirar, había logrado asustarla-Por favor.

-Está bien.-dijo, simple.

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Capítulo 12

Claro de luna

-Bells, yo se que no eres temeraria, pero prométeme que porningún motivo entrarás a esos bosques.

-Está bien, papá, te lo prometo.-Era la segunda vez que hacíaesa promesa. Debía ser algo muy serio para que todo el mundoestuviera tan asustado. Me dirigí a las escaleras y cuando ibaen el quinto escalón me devolví.

-¿Qué tipo de animal crees que pudo haber sido? Un oso, uncoyote, un puma, tal vez un lobo.

-No, los lobos sólo atacan cuando ponen en peligro susmanadas.

Asentí con la cabeza.

-Papá.

-¿Si, Bella?

-Prométeme que te cuidarás, intenta no hacer nada heroico.-Lasola idea de que un animal pudiera hacerle daño me hizoestremecerme por completo. ¿En qué lugar había querido vivir?

Charlie soltó una risita y asintió con la cabeza.

-¿Mañana tienes que trabajar?

-Si, estaré todo el día afuera, así que pórtate bien-me advirtiócon una ligera sonrisa en el rostro.

-Siempre.

Cerré la puerta de mi habitación luego de lavarme los dientes yescuché los cansados pasos de Charlie subir por la escalera yluego entrar a su cuarto.

Me tiré en mi cama pero no intenté cerrar los ojos. Ya no teníasueño. Alejé las preocupaciones pensando en algo bueno. Elgran descubrimiento.

Había encontrado el camino de mi sueño y eso me llevó al

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prado sobre los árboles. La cercanía y seguridad que sentí enese lugar, como la sensación de pertenencia que me hacíanpensar del prado el lugar ideal para ver pasar las horas,abrieron un pequeño hueco en aquel lugar cercado por brumasy espinas en el que se encontraba la Bella que quizás cuántascosas había vivido y a la que yo no conocía. Aún no era posiblemirar con claridad, el pequeño orificio se asemejaba a un ojode buey, pero estaba segura de que pronto llegaría el día en quederribaría la puerta y me vería libre de esta sensación de andarflotando en la nada, con una necesidad que no podía sersatisfecha y con una angustia cuyo origen desconocía.

Desee poder dormir para alcanzas más pedazos de mi frágilmemoria. Pero en vez de eso, obtuve un fuerte dolor de cabeza,que aunque me obligó igualmente a cerrar los ojos, no me trajoningún beneficio.

El miércoles Charlie partió más temprano que de costumbrehacia el trabajo. Me levanté luego de que se fue. Eran lascuatro y media. No había

soñado absolutamente nada y eso no había ayudado mucho conmi estado de ánimo. Estaba esperanzada, pero era impaciente.Una peligrosa combinación para alguien que no tenía dondefundarlas. Me fui a la ducha y salí cuando el reloj marcaba lascinco. Suspiré aburrida. Al menos hoy no tendría clases. No enla mañana.

En los últimos días no había tenido ni un solo sueño, ningunaimagen extraña llegó a mi cabeza para aturdiría y la inerciacomenzaba a consumirme.

La inercia mental. No tenía ni una pizca de creatividadúltimamente y debía entregar un trabajo para literatura mañana.Y ni siquiera lo había empezado. Ojee las hojas de mi cuadernoy escribí un par de líneas que estaba segura borraría al volver aleerlas. Pero eso me ayudó a pasar el tiempo.

Llegué, aún así, muy temprano al instituto.

El bus que nos llevaría hacia el teatro ya estaba estacionadofrente a la puerta principal. Aún no sabíamos qué obra íbamos aver. Cruzaba los dedos porque fuera un clásico. Sinceramenteno entendía la actual forma de hacer teatro, supongo queprefería lo tradicional, lo encontraba mucho más apasionante y

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provocador.

Mike pasó a mi lado y me saludó asintiendo con la cabeza.Estaba dolido todavía por la última vez que habíamoshablado...

La próxima vez que me quise dar cuenta ya se había formadouna fila frente a la puerta del bus. La profesora recogía lasautorizaciones y el conductor

con un trapo sucio limpiaba los espejos y el parabrisas.

-¡Hola, Bella!-me saludó entusiasta Ángela.

-Hola, Ang, ¿qué tal estás?

-Ansiosa. ¿Qué obra crees que podremos ver?-Hace poco seestaba presentado "casa de muñecas". Es probable que sea esa.

-A mi me gustaría ver "sueño de una noche de verano".

-Y que todo haya sido sólo un sueño- pensé.- Una triste bromade tiranos aburridos y todo lo que se pensó era eterno einvencible no haya sido sino tan débil y frágil como la vida,como tu vida.-Negué con la cabeza, confusa. Las palabrasparecían brotar y formarse en mi cabeza sin siquiera pensarlasni imponerlas. La voz de aquel susurro sonaba dolida yquebrada.

-¿Pasa algo, Bella?-inquirió Ángela a mi lado.

-No-logré decir, cuando me vi libre de aquel dolor ajeno.

Subimos casi de últimas al bus y no encontramos asientosvacíos. Al menos no para irnos juntas. Ángela se fue a sentar alado de un chico con lentes, en la primera fila y yo, luego debuscar y rebuscar, no tuve más remedio que sentarme con MikeNewton, en el último puesto. No levantó la vista al llegar a sulado ni dijo palabra durante la mitad del camino. Y por mí queasí fuera, no tenía que mantener una conversación que nideseaba empezar. Pero aún así, no pude soportar el vacío queplaneó hacerme.

-¿Eh, Mike?

-¿Ah?-sonó más como un gruñido. No se volvió.

-Lamento lo que dije la última vez que hablamos. Me pillastedesprevenida, tengo muchas cosas en la cabeza últimamente. Si

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te herí, lo siento.

Mike se volvió, finalmente y con una sonrisa me concedió elansiado perdón. Empecé a arrepentirme a los pocos segundos,al ver sus ojos posarse en los míos. No mantuve su mirada puesme incomodó. En vez de eso observé por la ventana,sumamente interesada del paisaje que pasaba frente a mis ojos.

-Bella.

-¿Si, Mike?-no desvié la mirada.

-Me agradas.

-Eso está muy bien, Mike. Tu también me agradas.

-El año pasado-empezó a balbucear-bueno, desde el añopasado, con Jessica y tu con-me volví, de forma brusca, con lapregunta en la cara.

-¿Si?

-Bueno-abrió los ojos-ambos sufrimos mucho.

En mi cabeza, entornaba los ojos, hacia más allá del cielo.Lentamente, abrí mi mochila mientras él seguía casiincoherentemente con su disertación, y saqué mi reproductor demúsica. Le ofrecí un audífono para que se quedara callado y lologré, al menos por el resto del camino.

-Es una lástima que los jóvenes Cullen no hayan asistido.-comentó la profesora mientras entrábamos al teatro de PortAngels. Un teatro con sólo una sala.-Si no hubiera sido porAlice no habríamos ganado.

No me había dado cuenta de que faltaban. Una verdaderalástima que Alice, la más entusiasta del curso, no hubierapodido disfrutar de su logro.

Como no había mucho c|ue ver en el salón principal del teatro,decidí entrar y esperar sentada el comienzo de la obra.Veríamos "Sueño de una noche de verano" por lo que Ángela,sentada a mi lado, esperaba ansiosa el comienzo de la obra.

-¿Qué quieres estudiar?-le pregunté.

Me miró con los ojos brillantes y algo ruborizada, contestó:

-Teatro.

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Sonreí. Era la gente más tímida la que estudiaba teatro. Allípodían ser lo que no se atrevían en la vida real. Una máscara tepermite hacer cosas que ni te imaginas, ya no eres tu por lo queno haces el ridículo.

-Eso es algo...liberador. ¿Participas de algún taller?

-Si, los fines de semana. Hemos hecho un par de obras-dijoalgo humilde.

-Me gustaría mucho verte.

-¿Si?

Dos notas al unísono. Se me erizó la piel. El doble sonido serepetía en acordes dispersos, listos para desarmar a cualquiera.La mezcla entre agudos y graves detuvo mi respiración. Micorazón latió con rapidez. El sonido era tan lejano como elrecuerdo que intentaba alcanzar. Y el laberinto en el que meencontraba tan impetuoso que por no marearme preferí cerrarlos ojos. La voz de Ángela se había convertido en un distantesusurro. Mi barbilla comenzó a temblar, al igual que mispiernas. Por lo que agradecí estar sentada. Mi respiracióncomenzó a acompasarse al ritmo de la melodía. Pensé que iba adesmayarme cuando los acordes se hicieron cada vez másrápidos y yo, en consecuencia, empecé a hiperventilar.Estábamos en lo alto de la cima. El vértigo lo sentí como siestuviera en una montaña rusa. Esperando la caída. Esta por finllegó pero no fue más fácil el descenso. Aún tenía los ojoscerrados apretadamente, pensé que si los abría, todo me daríavueltas.

-¿Bella?-volvía a la realidad.-¿Estás bien?

Asentí con la cabeza y lentamente abrí los ojos.

-¿Conocías esa canción?

¿La conocía?

-¿Sabes cómo se llama? Me ha parecido una melodíamaravillosa.

-Claro de luna-respondí sin pensarlo y con la voz acartonada.

-iAh!-me dijo, con una sonrisa-perdón por haberteinterrumpido, entonces.

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Asentí con la cabeza, aturdida.La obra comenzó al pocotiempo, pero no pude prestarle atención. Aquélla melodía aúnocupaba toda mi mente. Era una sensación avasalladora y micorazón latía lleno de goce. No reconocí aquella emoción hastaque noté que, en realidad, era un sentimiento.

Llegamos a la hora de almuerzo y en el estacionamiento meencontré con Edward. Caminaba hacia su volvo con una gruesacarpeta en la mano. Me acerqué para preguntarle por Alice. Almenos fue eso lo que quise creer.

Me saludó mientras abría la puerta de su coche.

-¿Cómo está Alice?-supuse que estaría enferma.

-Está muy bien. Tú, ¿cómo estás? ¿Todo te ha marchado bien?-su tono era despreocupado.

Asentí. Sonrió y dijo:

-Me alegro.

-Pensé que se habían ido de viaje o algo así. Como ninguno deustedes fue al teatro...Extrañamos mucho a Alice, gracias a ellapudimos ir.

-Si, Alice está de viaje. No va a volver.

- i Oh! ¿Por qué?

Sentí su mirada fija en mí, pero pude controlarme. La idea deno volver a ver a Alice sirvió como escudo para otro tipo deemociones, un poco más demandantes.

-Se ganó una beca para estudiar en el extranjero y terminaráallá el último curso.

-Y tu, ¿por qué no fuiste a ver la obra?

Me mostró la carpeta y respondió:

-Estaba haciendo unos trámites.

Un extraño dolor cayó sobre mí como un rayo y la angustia deun presentimiento amenazó con ahogarme.

-¿Tu también te vas?-No se de dónde había salido, peroenrojecí al escuchar el tono de aflicción que había tomado mivoz. Mantuve su mirada lo más que pude mientras él tensaba elrostro y entrecerraba los ojos. Mi barbilla comenzó a temblar,

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traicionándome, su rostro se volvió preocupado y sus ojos seabrieron con un brillo lleno de, lo que a mi me pareció, culpa.

-Si.

¿Lo había escuchado realmente? No le había visto mover laboca, pero eso fue lo que escuché.

Se iba. Ni la curiosidad por saber a dónde se iría me hizoquedarme más tiempo a su lado. Me di vuelta y comencé acaminar, lentamente, parecía que no llegaría nunca. Las puertasdel instituto se veían tan lejanas como las nubes, al mirar elcielo, la sensación de cercanía no era más que un engaño.

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Capítulo 13

Nuevos aires

Cuando volví a casa sabía qué debía hacer. No dejaría que eldesconcierto me consumiera, preferí distraer mi mente. Mesenté en la cocina para hacer mis deberes. La luz de allí eramucho mejor que la de mi pieza. Me sorprendió el sonido de lacerradura. Era aún temprano, considerando lo tarde que Charlieestaba llegando últimamente.

-Hola, princesa.

-Hola, papá, ¿Cómo te ha ido?

-No quieres saberlo-torció el gesto hasta llegar a una muecallena de desagrado.

-¿Siguen los ataques?

-Si-desvió el tema-¿hay algo para comer?

Alcé la mirada, ise me había olvidado por completo!

-No, papá, lo siento.

Se sentó frente a mí luego de sacar una cerveza delrefrigerador. Y me quedó mirando.

-¿Pasó algo?-pregunté, poniéndome nerviosa.

-¿Has estado llorando?

La pregunta me pilló de sorpresa, como un balde de agua fría.Empecé a tiritar sin darme cuenta.

-No.

Me levanté y me di vuelta para prepararle algo de cenar aCharlie y para esconder la cara. Disimuladamente pasé mimano sobre mi rostro, y ahí las encontré, casi secas, dibujadasal desorden sobre la piel de mis mejillas. Respiré hondo y sentíel escalofrío típico que llega con el consuelo.

Luego de servirle la cena, me senté frente a él para

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acompañarlo mientras comía. Estaba aún muy confusa, pero lobastante calmada para que no se preocupara.

Charlie comió en silencio. Podía notar que estaba enfadado poralgo.

-Dime-pedí, intentando que se desahogara conmigo.

Soltó un taco y no levantó la mirada de su plato.

-Hoy encontramos a un guardia forestal entre las ramas de unárbol un tanto alto para que el ataque lo hubiera hecho unsimple animal.

Se me sobrecogió el estómago.

-Murió de la misma forma que las otras víctimas.

Me llevé una mano a la boca.

-Esto es obra de un lunático y eso es mucho más peligroso quecualquier clase de animal.

Agradecí al cielo que Charlie hubiera regresado sano y salvo acasa. Pero al parecer, él no estaba del todo deacuerdo porquecomo si hubiera sabido lo que pensaba, añadió:

-Nos obligaron a salir del bosque. Tenemos que esperar elapoyo de los otros grupos regionales. Antes, no podemos hacernada-soltó otro taco, iracundo.- ¿Qué se supone que estánhaciendo? Están matando gente a la espera de gruposespecializados. ¡Ni que estuvieran esperando a loscazafantasmas! Yo no debería estar acá...-se levantó.

-i Papá!

Empezó a dar vueltas por la habitación como león enjaulado.

-iPapá!-notó que lo llamaba y se detuvo-aprovecha dedescansar-intenté convencerlo-y así mañana podrás salirtemprano y estar alerta. Debes cuidarte si quieres hacer bien tutrabajo-sabía que había ganado cuando su rostro se asimiló alde un niño siendo reprendido, viéndose acorralado y sin poderprotestar.

Luego de lavar los platos, subí a mi habitación con miscuadernos a cuestas. Charlie había prendido la televisión y nohabía nada en ella que pudiera interesarme. Por fin habíaterminado los deberes y el cansancio hizo que los parpados me

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pesaran más de la cuenta. Aún así no quería dormir. Me dirigíhacia la ventana e intenté abrirla haciendo un esfuerzo inútil.El sueño me siguió dominando. Pero no había nada, aparte delplacer del descanso, que me tentara a cerrar los ojos. No podíaver en mis sueños lo que tanto anhelaba contemplar. Y temíaque se me fuera la vida durmiendo, alejándomeirremediablemente de este día. El último de Edward Cullen enForks.

Jamás lo había tenido más claro como en ese momento,mientras aún intentaba abrir la ventana, y ya no servía denada.Tuve que resignarme con soñar con el frío viento de lanoche rozándome el rostro pues no pude seguir escapandocuando vi el reloj y este marcó la una de la madrugada.

El amanecer llegó, como una pesada pila de libros sobre elpecho. Había escapado todo lo que me había permitido micuerpo de la sensación de modorra que me obligaba a cerrar losojos. Y ahora, despertando en esta insoportable realidad,hubiera preferido quedarme para siempre en el sueño... Suslabios pétreos presionaron los míos en un casto y dulce beso.Busqué su aliento, embriagador, abriendo mis labios, pero merechazó con suma fuerza, apartándose de mí. En su rostro veíala lucha que estaba librando y me mordí el labio, culpable...Almenos había despertado con un dulce sabor en los labios y unmareo digno de un borracho. Era una sensación desconocida dela cual no quería escapar.

La sonrisita no se me despegó de los labios sino hasta quellegué al instituto. Y supe que no le vería más.

Mientras miraba por la ventana, en clase de matemáticas, tratéde ver todo con mayor objetividad. Las nubes, indudablementecargadas, me hicieron hacer una mueca.

- ¿Está en desacuerdo, Srta. Swan?-escuché que el profesorllamaba mi atención.

Observé la pizarra un segundo pues no tenía idea de quéestaban hablando. Áreas y volúmenes. Suficientes fórmulascomo para de verdad hacer una mueca. Intentésalvarme...haciéndome la inocente.

-Trataba de imaginar una forma de aprender cada una deaquellas fórmulas-contesté.

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-Está claro ahora que no prestaba atención a la clase.

Me ruboricé.

-Acabo de decirle a sus compañeros que no quiero queaprendan ninguna fórmula. Deseo que comprendan el por quéde cada parte de las mismas.

Pero si usted desea trabajar sin ayuda, no tengo problema.

iUps!

El profesor volvió a hablar, esta vez sin tomarme en cuenta, yyo volví a mirar por la ventana.

Bueno, como decía, objetivamente. Todo había sucedido condemasiada rapidez. La gente no solía enamorarse de un día parael otro, de un completo

extraño al que no iba a volver a ver en su vida. Menos aún si elcompleto extraño era sumamente atractivo y te dejaba con ceroposibilidades de tener esperanza alguna.

O tal vez, si. La gente solía enamorarse de imposibles. Eranestos tipos de amor los que hacían suspirar y ver pasar los díascon una sonrisa, prolongando así la caída.

Pero yo ya tenía suficiente tan sólo con querer recuperar mimemoria. Debía enfrentar la realidad tal cual era y luchar porsalir adelante. Tampoco es

que estuviera sufriendo mucho, pero sentía un ligero vacío enmi interior. Y se fue acrecentando a medida que pasaron losdías y su imagen se fue

borrando de los pasillos del instituto. Peor aún, ya no podíaformar su rostro en mi cabeza.

-¿Bella?

Desperté y me encontré en el restaurant. Acababa de entregarlela carta a un nuevo cliente. Y no había reparado en quién erahasta que no llamó mi atención.

-iQuil! ¿Qué tal estás?-intenté sonar entusiasta.

-Bien-no parecía muy convencido. Miró la carta con desánimoy volvió a mirarme, debatiéndose con algo.

-¿Cómo ha estado Jacob?-le pregunté.

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- i Ah! Entonces estamos muy bien, yo te iba a preguntar lomismo.

-¿En serio? ¿No sabes nada de él? ¿Por qué? ¿Se han peleado?-eran muchas preguntas, pero estaba muy extrañada de que nosupiera contarme sobre su mejor amigo.

Negó con la cabeza.

-Está...algo distante-sonaba dolido.-No hemos hablado casi endos meses.

-Yo tampoco he hablado con él hace...creo que en la mismacantidad de tiempo.

Sue pasó a mi lado y miró a Quil y luego la carta que élsostenía sin mirar en sus manos.

-Quil-susurré luego que pasó-pídeme algo o sino Sue se va aenfadar. Pero tenemos que conversar.

Asintió con la cabeza y leyó la carta.

-Si quieres te voy a dejar a tu casa-agregué- y en el caminopodemos seguir hablando.

Pareció más aliviado. Volví a la barra ofuscada y llena decuriosidad. ¿Qué podía haberle pasado a Jacob para alejarse asíde sus amigos?

Vinieron a mi mente las suposiciones, ahora idiotas, que habíahecho de la última vez que hablamos. Pensé...había pensado,¡Oh! Había pensado que Jacob estaba enamorado de mí y quese alejaba por su bien. ¡Qué tonta había sido! ¡Quizás qué lehabía pasado! Y yo me alejé, sin preguntarme nada más. Ledejé ir. ¿Hasta dónde había llegado mi vanidad?

Retiré el plato de la mesa de Quil y me preguntó a qué horasalía.

-En media hora-contesté mirando mi reloj-¿Puedes esperarme?

-Si, vine sólo con la idea de verte a ti.-sabía a qué se refería.

-Me alegro que lo hayas hecho-le aseguré.

La conversación, aunque llena de intención, no nos llevó anada. Quil me contó que antes de alejarse, Jacob se habíacomportado durante mucho

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tiempo de una manera extraña. Parecía querer escapar de algo,estaba irritable y pensaba que todo el mundo hablaba paraatacarlo. Luego de eso

había encontrado nuevos amigos y ni el tiempo de corresponderel saludo tenía cuando estaba con ellos.

-iY eso de cortarse el pelo!-había dicho Quil irritado-ise ventodos iguales! Y andan todo el día, juntos por los bosques,como si estuvieran tramando algo.

-¿Algo como qué?

-No lo se y eso es lo frustrante. Si Jacob anda metido en algoturbio, quiero poder ayudarlo y sacarlo de allí, donde se metió.

-¿Crees que si voy a verlo me recibirá?

-Tenía la esperanza de que pudieras hacerlo entrar en razón.

Y yo tenía la esperanza de que me abrieran la puerta. Golpeéuna vez más, con impaciencia.

- !Entra!-la voz de Billy me aturdió, el nerviosismo me estabaganando.

-Hola, Bella-dijo cortés-¿Todo bien? ¿Cómo anda Charlie?

-Preocupado por los asesinatos en el bosque.

-Si, ya lo creo. Ha sido un mes complicado.

-Y que lo digas. ¿Está Jacob?

-No, salió con sus amigos.

Enarqué una ceja, escéptica, cuando escuché la palabra"amigos" salir por la boca de Billy.

-¿Sabes dónde pueden estar?-intenté refrenar mi tonodisgustado.

-No.

Asentí.

-¿Puedes decirle que he venido a verlo? Que me llamé porteléfono o algo.

-Claro, Bella.

Abrí la puerta con desaliento y me encontré frente a Jacob

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Black.

- i Bel la!-se le abrieron los ojos.

-Jacob-suspiré aliviada. Me acerqué para abrazarlo pero dio unpaso atrás.

Cortada, le pregunté:

-¿Cómo has estado?

-Bien-miró hacia atrás pero no pude seguir su mirada. Ademásde ser más alto que yo, tapaba con su cuerpo toda la puerta.

-Vine a verte, necesito hablar contigo-siempre era mejor decir"necesito" y no "tengo" pues este último anticipaba problemasy posiblemente lo haría correr espantado y no quería eso.

Se puso serio y lo sentí distante.

-Por favor.

Se quitó de la puerta y pude ver a cuatro hombres,adolescentes, por la forma en que vestían, con las cabezasrapadas. A mis ojos los cuatro eran iguales. Lo único que lospodía diferenciar era el porte y la masa muscular. Pero derostro todos podían ser Jacob.

El los miró por un momento, con la duda en los ojos. ¿Lesestaba pidiendo permiso?

Uno de los tipos, que se encontraba en el centro del pequeñogrupo, se dio vuelta y el resto, al instante, se volvió paraseguirlo.

-¿Ellos son tus amigos?-lo miré directo a los ojos.

El aún no despegaba la vista de la espalda de sus compañeros,que caminaron como si fueran marchando hasta desaparecer porel bosque.

-¿Cómo has estado, Bella?-preguntó con un tono más cálido.Cerró la puerta de su casa y caminó unos metros, alejándose deesta.

-Bien, pero te extrañaba.

Asintió con la cabeza, algo distraído.

-Jacob, ¿qué se supone que hacen tu y tus amigos?

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-¿A qué te refieres?-Había logrado captar su atención.

-¿En qué andan?

-En nada muy interesante.

-Y si no es "nada muy interesante", ¿por qué has dejado de ladoa tus demás amistades? Quil me ha dicho que ya ni siquiera losaludas. Está muy preocupado por ti.

-Créeme, Quil está mucho mejor de su lado del camino. Nodebe desear juntarse con nosotros.

-El no quiere entrar en tu grupo, él te quiere de vuelta. Y yotambién.

-Bella, pensé que lo habíamos hablado.

-iY creí que lo entendía! Pero estaba muy, muy equivocada.Saqué conclusiones erróneas. Sino, no te hubiera dejado ir tanfácilmente.-comencé a ruborizarme y volví el rostro para queno lo notara.

-¿Qué pensabas?-preguntó preocupado.

-Te vas a reír.-susurré mientras buscaba una manera de desviarel tema.

-Dímelo.

-Bueno, como me dijiste que debías alejarte porque no erasaludable para ti estar conmigo y agregaste que se te hacíadifícil alejarte yo pensé que... sentías algo más que amistad pormi.-era la manera más suave de decirlo.

Jacob se acercó unos pasos y luego volvió a alejarse. Loobservé con curiosidad, estaba sonrojado, si eso era posible ensu piel tostada. Los ojos le brillaban. ¿Tendría fiebre?

- i Ah! No-dijo de pronto, acercándose nuevamente.-No-juntólas cejas, mas no hablaba conmigo. Soltó una risita.

-¿Entonces por qué te alejas?

-Necesitaba...nuevos aires.-dijo en un susurro.

-iOh!-sus palabras me dolieron profundamente. Yo pertenecía ala brisa equivocada.

-Está bien-dije rendida-pero, ¿no están haciendo nada malo,

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no?

-¿Por qué íbamos a hacer algo malo?

Me encogí de hombros, la verdad era improbable que Jacobhiciera algo malo. Aún juntándose con gente nueva ycambiando su forma de ser, Jacob

siempre sería una buena persona. Esa era la esencia de su ser.

-Es feo que no te hayas despedido de Quil, deberías hablar conél.

-Si, creo que me he portado muy mal con él.

Me di media vuelta y comencé a caminar.

-iBella!-me llamó Jacob.

-¿Si?

-¿Has recordado algo últimamente?-parecía interesado.

-¿Entiendes de qué te hablo si nombro a Debussy?

-¿Y quién es ese?

Negué con la cabeza, restándole importancia.

-Mm...Cuídate.-Nuevos aires, repetí en mi cabeza con un tonoligeramente amargo. Esperaba que el ventarrón lo echara avolar. Seguí caminando con Jacob siguiendo mis pasos, concara de no entender nada.

Entré a mi auto y desde la ventanilla me despedí.

-¿Eso es todo?-parecía decepcionado.

-¡Que lo pases de maravilla con tus nuevos amigosl-grité,acelerando.

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Capítulo 14

Noticias del pasado

-¡Bella!-me llamó Jessica desde su asiento en la cafetería. Yoestaba al lado de ella, pero por algún motivo consideró que eramejor gritarme en el oído para llamar mi atención. Salté en miasiento y la miré enfadada.

-¿A dónde estás?-me preguntó, sin notar las chispas de odioque salían por mis ojos. Estaba reviviendo uno de los mejoressueños que había tenido jamás. Sólo en ellos podía reconstruirsu rostro en mi cabeza. Al abrir los ojos lo perdía nuevamente.

-Debemos hacer algo contigo-dijo, luego que tuvo mi atención.

-¿Algo como qué?-pregunté atónita.

-Salir a alguna parte, debes divertirte.

-Si, Bella-me animó Ángela mientras yo negaba con la cabezacasi imperceptiblemente para que cerrara la boca-has estadomuy preocupada por tu padre últimamente.-Suspiré aliviada enmi fuero interno. Nadie se había dado cuenta.

-¿Qué propones?-se sumó Mike a la conversación.

Jessica se regodeó unos minutos, disfrutando ser el centro de laconversación.

-Tengo unos primos universitarios que tienen

-¿Amigos universitarios?-agregó Mike, alzando una ceja.Jessica continuó como si no la hubieran interrumpido:

-Tienen una gran casa en las montañas. Con piscina y paseospara andar a caballo. Al final del camino, incluso, hay unapequeña cascada que es hermosa.

-iUyl-empezó Mike con tono ácido-parece el paraíso.

-No es necesario que vayas-terció Jessica.

El resto de la mesa nos sentíamos totalmente incómodos. Hacíacasi dos semanas Mike y Jessica habían intentado volver.

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Duraron dos días. -Veinticuatro horas en total-contestabaJessica con cara de repugnancia. Ninguno de los dos habíaquerido decir el por qué.

-A mi me parece una idea brillante-comentó Ángela esperandoque alguien se le uniera para alivianar un poco el ambiente.

-Si-la apoyé. Ya qué importaba, no tenía nada que hacer.-¿Cuándo podríamos ir, Jessica?

Esta desvió la mirada de Mike y respondió:

-Podríamos ir este mismo fin de semana. Según el tiempo va ahaber sol.

El plan se había armado con sorprendente facilidad. Y Charlieno había tenido ningún reparo en dejarme ir.

-¿Estás seguro de que no me necesitas este fin de semana?-lepregunté por tercera vez. Esperaba que me dijera que no.

Me miró como comprendiendo lo que me proponía yentrecerrando los ojos me dijo:

-No, me parece muy buena idea que salgas con tus amigos.Necesitas divertirte.-Cualquiera diría que soy una amargada.

-Yo me divierto-respondí a la defensiva.

-Si, lo sé. Sola.

-Lo dices como si fuera algo malo.

-No es nada malo. Yo soy igual. Pero tú eres una adolescente ylos adolescentes salen, se divierten y se comportan de maneraestúpida por años. Para eso estamos los padres, para reírnos desus aires de grandeza.

Se me vino a la cabeza Jacob y solté una risotada. Charlie serió conmigo pensando que su comentario había sido el causantede la mía.

Abrí la boca para protestar, mas él me detuvo con un dedo,agregando:

-Es mi deseo que vayas.

-¿Y que haga algo estúpido?-seguí su juego ya rendida.

-Por supuesto, en todo este tiempo no he podido castigarte ni

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una sola vez. Y ya tengo un discurso preparado para cuandollegue la ocasión.

-Entonces cruza los dedos para que sea pronto.

Nos iríamos el viernes luego de clases. Sue ya me habíadespedido. Colmé su vasta paciencia acabando con toda lavajilla que tenía el restaurant. Últimamente iba de ensoñaciónen ensoñación y no podía concentrarme nada.-Creo que sabeslo que voy a decirte-comenzó Sue con una mirada dulce.

Asentí con la cabeza.

-Lo siento-dije avergonzada mientras limpiaba el últimodesastre que había hecho.

-No te preocupes. Yo lo sentiré más, me agradaba tu compañía.

-Gracias-le había respondido, volviendo a ser una desempleada.

Bajé mi bolso y lo dejé al lado de la puerta. Fui a la cocinapara llamar por teléfono a mi padre.

-Capitán Swan.

-¡Hola, papá!

-¿Ya te vas?

-Si.

-Pásalo muy bien, maneja con cuidado.

-Si, papá, cuídate mucho.

-Claro.

Colgó.

Se me hizo un nudo en la garganta. Los ataques habíandisminuido sin encontrar al o a los responsables y la alarmahabía cesado. Aún así Charlie y su equipo seguían patrullandojunto con los guardias forestales pero las pistas eran confusas yno podían hacer mucho con tal desinterés.

Manejé hasta la casa de Jessica que es desde donde partiría lacaravana. Ya estaba allí el auto de Ben y con él estaba Ángela.Esta bajó de su auto para acercarse a mí. Ben permaneció en elauto con cara de pocos amigos. Con un gesto le pregunté aÁngela qué era lo que le pasaba.

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-Ben se disgustó un poco cuando Jessica describió a susprimos. Cree que acepté el plan con demasiado entusiasmo-puso los ojos en blanco y yo la animé riéndome de lo ridículode la situación.

Jessica salió a nuestro encuentro cargando una caja. Nosacercamos para ayudarla. Llevaríamos todos los víveres en miauto. No eran más de tres horas de camino y como habíapredicho el hombre del tiempo, hasta el momento, había sol. Yoiría de última en la caravana debido al límite de velocidad quetenía el monovolumen.

Me hubiera encantado compartir con Jacob un viaje como éste.Estuve a punto de llamarlo, en varias ocasiones, pero suspalabras "necesitaba nuevos aires" resonaban en mi cabezaimpidiéndome marcar.

El camino fue casi todo en subida y lleno de curvas por lo quenos demoramos un poco más de lo pensado. Llegamos cerca delas seis cuando el sol empezaba a ponerse.

Jessica no había mentido cuando había descrito a la casa como"grande" y "hermosa".

Era el tipo de casa en el que me gustaría vivir al envejecer.

Frente a una abrupta quebrada la casa blanca se imponía contotal majestuosidad. Un gran balcón en el segundo pisoquedaba perfecto para ver los atardeceres. El primer piso estabarodeado de amapolas rojas que crecían silvestres y se deteníanen el camino de cemento que comenzaba en la puerta principal.

-¿Te ayudo con eso?

Le pasé una caja a Mike y lo seguí con otra para entrar a lacasa. Unos chicos habían salido de esta al escucharnos llegar yestaban ayudando a Jessica a descargar los bolsos. A simplevista los muchachos eran bastante comunes. Ben podría respirartranquilo. Una muchacha de aspecto frágil nos recibió en lapuerta y nos condujo hacia la cocina.

Salí nuevamente para seguir descargando la camioneta y mecrucé con Jessica que caminaba junto a un chico que era, por lomenos, dos cabezas más alto que ella. Se pararon frente a mi,ambos con una sonrisa.

-Bella-comenzó Jessica-él es mi primo David.

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-Bella-repitió él acercando su mano para que se la estrechara.

-Mucho gusto, David-respondí, estrechando su mano.

-¿Te ayudo a descargar?-preguntó, cortés.

-No, yo ya estoy en eso-respondió Mike pasando a nuestro ladovisiblemente molesto.

Jessica entornó los ojos con una mueca exagerada.

-¿Aquél es Mike?-preguntó su primo, incrédulo.

Jessica soltó un bufido.

-Ajá.

-¡Ay! Primita-ambos entraron a la casa y yo continuécaminando hasta llegar a mi auto.

Como éramos tantos no nos costó arreglar todo y luego demedia hora de haber llegado decidimos preparar una fogatapara ver pasar la noche. El cielo, dijeron, estaría descubierto.Fui a mi habitación, la cual compartía, gracias al cielo, conÁngela. Me puse mis zapatillas pues iríamos más allá de lacascada para recoger leña. El tiempo seguía fresco por lo queme arreglé con un polerón. El grupo estaba formándose en elsalón. Este, separado del pasillo por unas puertas de vidrio,estaba adornado de una manera bastante práctica y antigua.Una chimenea al fondo y arriba de ella un espejo de marcodorado le daba al salón el deje cálido que la falta de muebles lequitaba.

El primo de Jessica, David, se puso al centro del salón una vezque consideró que estábamos todos.

-Para los que aún no me conocen, mi nombre es David y soy elprimo de Jessica. Esta es mi casa y van a respetarla por lo quees, una ancianita.-no sonrió, el sarcasmo sólo apareció en susojos.

-Esta noche se ha decidido que haremos una fogata en el patio,hay un buen lugar por allá-anunció apuntando con el dedo poruna ventana-y, bueno, necesitamos leña. Lo mejor es, comosomos tantos, ir en grupos o sino no acabaremos nunca.-Nosenvolvió con la mirada y llamó a dos muchachos en los cualesno había reparado antes. Estos eran, sin ninguna duda, susamigos.-El es Claude-indicó a un chico pelirrojo que estaba a

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su derecha-y este de aquí es Dean-el chico que estaba a su ladoizquierdo era muy parecido a Ben, tal vez este debería dormircon un ojo abierto. El doble de Ben era universitario.- Danielle,ven-la instó con la mano.-La muchacha que nos había recibidoen la puerta se acercó a él tímidamente.-Les presento a mihermana, tiene sólo quince años así que no quiero ver a nadierondándola lascivamente.-enarcó una ceja, haciéndose elenfadado. La chica, a su lado, rió por lo bajo.-Se cómo son loschicos de su edad, por lo tanto, quedan advertidos.

-¿Cuántos años tiene tu primo, Jess?-le susurré.

-23. El es el mayor, son cuatro. Paul y Robert están en launiversidad, había quedado con ellos este fin de semana. Nopudieron venir.

Formamos grupos e iniciamos la caminata. Al principio fuimostodos juntos y luego cada grupo se fue separando a medida queencontraban un lugar

adecuado para recoger ramas. Ángela, Ben, David y yoseguimos caminando hasta llegar a la cascada.

Nos sentamos en unas lisas rocas que rodeaban la caída deagua.

David había dicho que no era necesario esforzarnos por buscarnada. Todo había sido una excusa para que el grupo empezara aconocerse. Si íbamos

a pasar allí todo el fin de semana teníamos que hacer quevaliera la pena.

-Además-añadió-detrás de las caballerizas tengo almacenado yatodo lo necesario para formar una fogata como Dios manda.

-Lo tenías todo muy bien planeado-observé.

Asintió.

-La casa pasa muy sola. Tenía que aprovechar la oportunidad.

-¿Vives aquí?-preguntó Ben, admirado.

-Así es. Terminé mis estudios el año pasado y me tomé un añosabático para ver qué camino tomar.

-Este lugar es perfecto para escribir un libro-dije, llena deenvidia. El lugar era tan solitario como maravilloso.

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David contestó con una ligera sonrisa y luego tomó unapequeña piedra y la tiró al pequeño estanque. La piedra dio tresbotes antes de hundirse, meciéndose tranquilamente de un ladopara el otro, hasta tocar el fondo.

Me alcé en mi puesto hacia el lago, observé mi reflejo en el yluego mi mente fue más allá trayéndome el único rostro quequería observar al lado

mío. Con mi palma derecha acaricié la superficie del agua,temiendo que la ilusión desapareciera si osaba introducir mimano en lo profundo para fundirme con él.

La caída de una nueva piedra rompió la tranquilidad del lago yla imagen, siguiendo las ondas de su roce, se fue.

Me quedé observando en el vacío por si decidía volver, mas nollegó su rostro. Donde antes refulgían dos ojos color ámbar,aparecieron dos grandes y apacibles ojos celestes. Levanté lavista y lo encontré a mi lado. No me había dado cuenta de sucercanía sino hasta que observé el reflejo de sus ojosobservándome curiosos y animados. Se levantó para volver a supuesto, en una roca a pocos pasos de la mía.

-Pensé que habías encontrado algo sumamente interesante en loprofundo del estanque-me explicó.

-¿Por qué?

-Tu rostro pasó de la sorpresa a la fascinación en tan sólo unossegundos. Todo tu semblante cambió y aún ahora-dijo,desviando su mirada-te brillan los ojos.

Escondí yo también la mía y me encontré con la afable sonrisade Ángela.

Me autoproclamé cocinera. Mientras los demás armaban todo yconseguían un buen fuego yo me puse a hacer emparedados.Danielle me observaba desde el umbral de la puertadecidiéndose entre cooperar o alejarse.

-¿Dónde guardan las cosas?-pregunté para iniciar laconversación.

Entró rápidamente a la cocina y me facilitó cada cosa que lepedí, pero no dijo palabra.

-¿Tu también vives aquí?

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Asintió con la cabeza

-¿No vas al colegio?

Estaba terminando el primer semestre.

-Mi hermano me está enseñando este año-dijo luego de unmomento.

-Así puedes disfrutar de esta casa-puse todo en una largabandeja que me había facilitado Danielle.-Es preciosa.¿Cuántos años tiene?

-Cerca de ciento y tantos años.

-¿Siempre ha pertenecido a tu familia?

Asintió con la cabeza. En ese momento David entró a la cocina.Una amplia sonrisa se extendió por su rostro al ver a suhermanita.

-Con permiso-dije pasando a su lado por el umbral para salir alpatio. No alcancé a llegar a el, la comida se acabó antes depoder pasearla

demasiado.

-Es como contigo-escuché la vocecita de Danielle desde elpasillo, mientras iba devuelta a la cocina. Era un largo pasillo.-No me resulta insoportable su compañía.

-Respiro aliviado, a mi también me dio una buena impresión.Al verla, al principio, pensé que...

-Yo también lo pensé al verla. Pero no, es tan cálida como tu.

Entré a la cocina nuevamente para proveerme de más comida.

-Isabella, no te preocupes por la comida.-dijo David- Si estánhambrientos van a ser capaces de llegar a la comida. Aún si lapusiéramos arriba de la alacena-me mostró con un dedo un granmueble de aspecto rústico escondido tras una puerta.-Sal ydiviértete.

Unos gruesos troncos rodeaban la fogata y estaban dispuestoscomo asientos. Si me paraba frente a ella, las llamas aún eranmás altas.

-¿Alguien sabe cantar?-preguntaba Tyler cuando me senté.

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-¿Alguien trajo una guitarra?

Observé la hoguera y seguí el camino de las llamas hasta llegarcasi al lado del cielo. Las estrellas empezaban a adornarlo y elsonido de los insectos mezclado con el murmullo de la noche,formaban una liviana atmosfera. Tanto que no eran ni las diez ymis parpados empezaron a cerrarse, pesados. Observé a mialrededor, mientras intentaba pelear con ellos. Nadie se daríacuenta si me iba, sigilosamente, hasta la casa. Mis piernasconvirtieron mis pensamientos en convicción y me llevaron alinterior de la gran casa blanca. Estaba oscura, de una manerasiniestra. Las risas y las voces de mis compañeros se oíanlejanas y transfiguradas gracias al viento. Como no sabía dóndeestaba el interruptor, me apegué a la pared para seguir elcamino hacia mi habitación.

-¿Quién...

- i Ah!-salté.

-¿Isabella?

No reconocí la voz. Mi nombre había resonado débil por lacasa pero parecía un eco sobrecogedor.

-Soy yo, Danielle.

Respiré tranquila.

-¿Cómo es que no estas en la fogata?

-Tenía frío-respondió, aún lejana.

-¿Dónde estas, Danielle? No te veo.

-iOh!-escuché una risita, avergonzada y luego se hizo la luz.

Me encontré a mitad del pasillo, frente a la puerta de mihabitación.

-¿Puedes acompañarme un momento, Isabella?

Ahora escuchaba con total claridad su voz, es realmenteimpresionante lo que puede confundirnos el miedo. Venía delsalón. La encontré sentada en un sillón de cuero café. Parecieraque este se estaba comiendo a la niña, era gigantesco. Danielleme recibió con una sonrisa. Me indicó que me sentara junto aella.

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-¿Por qué has vuelto? ¿No te estás divirtiendo?

-Si, lo estaba pasando de maravilla...hasta que se meempezaron a cerrar solos los ojos.

-Si, eso es lo que más amo de la vida-dijo con tono nostálgico-dormir.

-Y soñar-agregué.

-También.

Me quedó mirando, explorando mi rostro.

-Deberías irte a dormir, Isabella.

-Buenas noches, Danielle. Que duermas bien.

Apenas salí del salón se cortaron las luces.

Habían preparado una excursión a caballo para llegar a lo altode las montañas. Rechacé el plan pretextando el númeroinsuficiente de caballos. Luego de una primera ronda deinsistencia, mis amigos partieron felices al verse librados detener que cederme su puesto.

Me senté en el balcón del segundo piso, con la idea de escribiralgunas cosas en mi cuaderno de recuerdos, pero luego de verel espectacular paisaje que se formaba frente a mí, me perdí enel y junto con eso perdí la noción del tiempo. El mar,extrañamente lejano, se veía apacible.

-¡Te has quedado!

Me di vuelta y David se acercó a mi lado. Mi mirada se fijó enlas gruesas y largas botas que tenía puestas.

-¿Por qué te has quedado?

-No se montar a caballo. Esta vista es espectacular-cambié eltema.

Sus ojos se entrecerraron.

-Ven, acompáñame.

Me guió hasta las caballerizas y comprendí lo que quería.

-Tu tampoco fuiste-le acusé.

Rió divertido al ver mi expresión.

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-Alguien debía preparar el almuerzo. Van a llegar hambrientos.

Tomó mi mano y me puso frente a un caballo, color negro. Elcaballo nos miró por un segundo y luego escondió la cabezapara pastar. Alcé mi mano para acariciarlo, David soltó mimano, y yo jugueteé con el cabello color fuego del potro hastaque levantó la cabeza.

-¡Ah! Muy bien.-dijo David a mi lado.

-¿Ah?

-Pensé que te asustaban los caballos.

-No.

-¿No quisieras que te enseñara a montar?

Lo miré un momento, intentando decidirme. Asentí con lacabeza, temía perder la seguridad de mi decisión si usaba laspalabras.

Lo más difícil fue subirme. El caballo no parecía querercooperar y cada vez que ponía un pie en el estribo el se alejaba.Cuando estuve sentada y cómoda David me entregó las riendasy caminó junto a mí indicándome lo que debía hacer. Pareciófácil, al principio, recorrer unos pocos metros.

-¿Puedo ir más rápido?

-De poder, se puede. Prefiero que no lo hagas. No todavía.

-Está bien-había pensado recorrer una senda de casi mediokilómetro, era tentador probar mis nuevos conocimientos conun poco de velocidad. Qué extraño en mí.

Anduvimos ese tramo en silencio y con moderación, por miparte. David siempre estuvo a mi lado, pendiente supongo, deque me pudiera caer. -Dentro de esos caminos que nombrasteayer-alzó la mirada, sin comprender-sobre cómo continuar tuvida.

-¡Ah, si!

-¿Qué has considerado?

Su respuesta podía ser inspiradora para mi, que tampoco tenía¡dea de cómo continuaría mi vida luego de salir del instituto.Quedaba sólo un semestre

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de clases y debía empezar a considerar mis posibilidades, si esque las tenía.

-Este último tiempo, enseñándole a Danielle, me he dadocuenta de lo mucho que me gustaría ser profesor.

-Y de qué ramo te gustaría enseñar.

-Matemáticas.

Hice una mueca, él en respuesta se rió con ganas.

-Entonces, ¿no hay otro camino?

-Lo hubo, pero al parecer ya me iluminé.

El día transcurrió con total tranquilidad y jovialidad pero yoparecía ajena a todo. La mayoría se pasó la tarde en la piscina.El día estaba exquisito, con esos calores que sólo aparecíanmilagrosamente en el norte.

Yo pasé mi tarde en la cascada, sentada en la misma roca que eldía anterior y esperé, con el corazón en vilo esperé. Pero nuncaapareció.

La luz del nuevo día inundó la habitación y me pegó de llenoen la cara. Me tapé los ojos con una mano mientras protestabapor lo rápido que pasa el tiempo cuando uno duerme. En lamejor parte, tus ojos se abren. Y se vuelve a perder. Frustrante.

-Bueno días, Bella-me recibió Ángela.

-Buenas, ¿cómo dormiste?

-Bien, estaba cansadísima, ¿tu?

-Bien.

-¿No tuviste pesadillas?

-No, para nada-contesté reprimiendo una sonrisa.

Juntó las cejas y se levantó de la cama.

-¿Tuviste pesadillas?-le pregunté intrigada.

-No.-Llegó a la puerta y se volvió.

-¿Sabías que hablas mientras duermes?

Sabía que comenzaría a ruborizarme en cualquier momento, ycrucé los dedos bajo la sábana para que Ang sólo hubiera

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escuchado incomprensibles murmullos.

-Creo haberlo escuchado antes. ¿Qué dije esta vez?

Ángela se sentó cerca de mis piernas y lo pensó un momento.

-Repetiste un nombre, anoche también. ¿Has tenido algúnrecuerdo del año pasado?

Negué con la cabeza.

-¡Oh!-sus ojos se abrieron y comenzaron a brillar.-Ya veo.

-¿Qué dije? ¿Sonaba a recuerdo?-me entusiasmé.

El nerviosismo se evidenciaba en su rostro y estaba segura queen el mío también. Mantuvo la mirada en mis frazadas lo queme pareció un minuto eterno.

-Bueno, nombraste al chico Cullen.

Mi sangre dejó de nutrir el resto de mi cuerpo y se concentrótoda en mi rostro, sentí las manos dormidas.

-Edward-dije, bajando la mirada.

Ángela asintió con la cabeza.-No le conozco de nada-admitíavergonzada.-Es poco probable que sea un recuerdo.

Ángela inclinó la cabeza a un lado y respiró profundo.

-Ustedes se conocían del año pasado.

-¿En serio? ¿Éramos amigos?

-Creo que algo más-suspiró.-Lamento no habértelo dicho antes.

-¡Oh, Angela! Debes decirme la verdad.-La sangre había vueltoa su curso y mi corazón latía con rapidez.

-Ustedes salieron un tiempo. Tu te veías tan feliz-dijo casimelancólicamente-y luego del accidente...

-El no se apareció por mi vida-Recordaba ahora, con totalclaridad la vez que Ángela lo había nombrado. La primera vezque había escuchado ese nombre.

Ángela asintió lentamente con la cabeza.

-Pensé que lo mejor era, si no lo recordabas, que no supieras deél. No debí tomar esa clase de decisión...-la pobre Ángela seculpaba de todo.

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-No, Ángela, gracias. Tu intención fue buena. No recuerdo nadade mi vida con él, por lo que puede que me hayas hecho unfavor-intenté sonar convincente y tomármelo a la broma, almenos para calmar a Ángela y saber así un poco más. Fueinútil, se me quebró la voz y la vista se me empañó. Teníaescasos segundos para salir de esa habitación y buscar un lugardonde esconderme.

-Si te sirve de consuelo-agregó-lo he observado durante todo elsemestre y él ha sufrido tanto o más que tu.-Levanté la vista,extrañada, pero ella

había salido de la habitación, comprendiendo, quizás, quequería estar sola. Una sola lágrima rodó por mi mejilla antes detapar mi rostro con las sábanas y desear con todas mis fuerzasestar soñando.

Alguien tocó a la puerta y me sobresalté. No, no había sido unsueño. La verdad volvió a caer sobre mí impidiéndome respirary por ende, responder. Volvieron a tocar. Me levanté, conmiedo a que me vieran mal. Me pasé las manos por la cara parasecar las lágrimas que habían mojado mi rostro casi porcompleto.

-¿Quién?-logré decir.

-Soy Danielle, Isabella. ¿Estás bien?

La pieza no tenía espejo por lo que no podía saber cómo estabami rostro. Aún así abrí la puerta intentando sonar lo más serenaposible.

-Buenas...-miré la hora en mi reloj-¡tardes! Lo siento tanto, seme fueron las horas.

-Es mejor que descanses.

-¿Uh?

-Ángela nos contó que habías despertado con jaqueca. Es unalástima que no puedas aprovechar tu último día.

-No, ya-Ángela había mentido por mi, entonces esto era seriode veras.-ya me siento mucho mejor. ¿Qué planean hacer?

-Los chicos ya salieron-me dijo-estamos solas en casa. Yovenía a preguntarte si querías algo para comer.

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-No, la verdad es que no. Muchas gracias. ¿Tu quieres haceralgo?

-Me apetece andar a caballo, ¿te gustaría acompañarme?

-iClaro!-soné lo bastante entusiasta como para sacarle unasonrisa-Ayer tu hermano me estuvo enseñando algunas cosas.

-Si, lo se.

-¿Me esperas un momento? Me tomo una ducha y vuelvo.

-Iré a preparar los caballos.

La vi alejarse por el iluminado pasillo y luego salir de casa conpaso grácil. Suspiré agotada y con eso se reavivó el dolor y eldesconcierto. No entendía nada. Claro, entendía lo esencial.Edward me había dejado a la menor oportunidad. ¡Y quéoportunidad! No le podía haber salido mejor. Los pedazos demi corazón caían uno a uno y se iban por el desagüe de labañera, junto con el agua. Me estaba dando una ducha heladapara despertar y poder pensar con claridad. Jamás volvería aser objetiva respecto a este tema. ¡Hombre atormentador!¡Sonrisa estúpida! ¡Corazón de pacotilla! Si ya le habíaolvidado, ¿para qué caer nuevamente? Pero no, el sentimientosiempre había estado allí. Primero como una necesidadinsatisfecha y luego como una certeza inevitable. Mi corazónjamás había dejado de llamarlo. Y aún así no podía recordarabsolutamente nada.

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Capítulo15

Cautiva

El sol, que me había cegado al despertar, había desaparecidocompletamente cuando salí para juntarme con Danielle. Elviento, que rodeaba el lugar, era calido y ahogante, pero aún asíel cielo estaba cubierto. Seguramente, por la noche llovería.Cuando llegué, Danielle ya estaba arriba de su caballo, el cualse movía de un lado para el otro, moviendo la cabeza connerviosismo. Ella se veía bastante segura allí arriba delpardusco caballo, pero temí que en un momento de descuido elcaballo pudiera botarla, la muchacha parecía tan frágil como unvaso de vidrio tambaleándose en la orilla de una mesa. Leyó lapreocupación en mi rostro:

-No te preocupes, el estará bien-lo hizo caminar unos pasos yse devolvió para que la siguiera.

Danielle me había preparado el mismo caballo que había usadoel día anterior en mis clases con David. Fue más fácil esta vezsubirme pues el corcel pareció reconocerme.

-¿Por dónde te gustaría pasear?-le pregunté, al salir de lascaballerizas.

-Quisiera sentir el aire tibio por mi rostro, hace mucho tiempoque no montaba y quisiera algo de velocidad.

-En cuanto a la velocidad, me tienes de aliada.

-Entonces, sígueme.-El caballo pardo trotó rápidamente comosi en eso se le fuera la vida, levantando una gran nube de polvoa su paso. La seguí, lo más rápido que me permitía la prudenciay mi corazón volvió a latir vivo y lleno de energías.

Llegamos al final del camino que lindaba con la carretera.Danielle bajó para abrir una cerca y luego de pasar seguimospor el oeste. El camino, completamente de tierra, estababordeado por ambos costados por largos eucaliptos que dejabanun fresco aroma rondando en el aire.

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-¿Siempre has vivido en Forks?-preguntó en una pausamientras dejábamos que una gran camioneta nos orillara parapasar.

-Nací allí y luego me fui. Hace un año y algo volví.

-¿Cómo es?

-Verde, húmedo y frío.

-¿Y eso te gusta?

-La verdad, no. Pero ya no me quedaré mucho tiempo, elpróximo año, con algo de suerte, entraré a la universidad y meencargaré de que sea en un lugar soleado.

-¿No extrañarás nada de Forks?

-A mi padre.

-¿Tu no eres de Forks? Pensé que eran de allí.-pregunté luegode un momento.

-Si, éramos-remarcó con tristeza el pasado de la palabra-Cuando mis padres murieron-se le torció la cara en un gestolleno de dolor-nos fuimos de

Forks. Mis hermanos ya estaban en la universidad, no fue uncambio brusco para ellos.

-Pero si para ti, lo siento muchísimo.

-Si, yo también. No era su culpa-se le ahogaron las palabras.Levantó la vista para mirarme. No lloraba y sus ojoscentelleantes me recordaron, por lo profundos, los ambarinoscaramelos que adornaban el rostro pálido del odioso Cullen.No, no le odiaba, no podía hacerlo, pero el pensar en él eracomo sentir mil cuchillas cruzándome el cuerpo con descuido ytirria. Suspiré.

-¡No, Isabella! No debes ponerte triste, ellos están muchomejor ahora. Son los que nos quedamos los que sufrimos con suausencia. No hay mejor regalo que la muerte.-La mirédesorientada, no pude responderle.

Seguimos en silencio y llegamos a un extenso pastizal. A micaballo le gustó la idea y relinchó, lleno de felicidad.

-Para ellos este es el paraíso.

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-Me gustaría contentarme con tan poco-respondí.

Danielle sonrió y con un ligero golpe su caballo comenzó atrotar.

La imité y mi caballo, con menos gracia, comenzó a corrergustoso. El viento hacía volar mis cabellos y tuve quedetenerme en varias ocasiones porque me nublaba lavisión.Daba una vuelta a lo ancho del pastizal cuando un truenoasustó a mi caballo y este, levantándose en sus dos patasdelanteras me dejó caer. Me agarré con fuerza a la crin,alarmada. Siempre había pensado que no les dolía que le tiraranel pelo, pero cuando mis manos cogieron, en un desesperadointento, su cabello y lo tiraron, el caballo saltó con más energíabotándome completamente al suelo. Caí a su lado, con los ojoscerrados y excepto por un insignificante golpe en la espaldaparecía estar completamente bien. Sentía la adrenalina fluyendoal cien en mi interior, pero abrí los ojos y el miedo volvió. Susdos patas delanteras, se alzaban amenazadoras sobre mi cuerpo,que parecía patéticamente más pequeño.

Instintivamente, en los escasos segundos que me quedaban, mellevé los brazos a la cara y apreté los ojos con fuerza. Unextraño y estrepitoso sonido llamó mi atención, distrayéndomecompletamente. Una mezcla entre vidrios rotos y un autofrenando en seco sobre la acera, la cual no existía en esteescenario.

Nada de lo que pasó por mi cabeza me pareció factible. ¿Todohabía pasado ya? ¿Era este mi último recuerdo? Ojala EdwardCullen llorara mucho frente a mi tumba, que al menosobtuviera eso. Era lo justo...

Retiré los brazos de mi rostro y abrí los ojos. La lluvia, en lacual no había reparado antes, caía finamente sobre el pastizal.Frente a mi, no había más que lluvia. Me senté, con un poco deesfuerzo, y busqué por todos lados mi caballo y a Danielle.¿Me habría visto caer? Tras varias y dolorosas quejas logréponerme en pie.

-¡Daniellel-grité sintiendo una patada en mis pulmones. Peguélos brazos a mi pecho y la busqué, lentamente, pues el doloraumentaba con el movimiento. No pude hallarla. Ni mi caballoni el suyo, no había ni un alma en ese horrible pastizal. La

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lluvia había adelantado el atardecer, estaba oscureciendo y notenía idea de qué debía hacer.

Logré atisbar el inicio del camino, el lugar por donde habíamosvenido. Caminé más rápido, las rodillas me temblaban a causadel miedo. -¡Daniellel-esperé.

Sólo se escuchaba el caer de la lluvia. Suspiré aliviada alrecordar a mis compañeros. Miré mi reloj, eran las cinco. Enuna hora más tendríamos que irnos, ese era el plan. Y tendríanque salir a buscarme cuando vieran que no llegaba y queDanielle también faltaba. Esa idea logró calmarme. Llegué alangosto camino de tierra bordeado por eucaliptos, cruzaba losdedos porque alguien viniera a mi encuentro. El insignificantegolpe me dolía más de lo que había llegado a aceptar en uncomienzo.

Me senté en un pequeño tronco cuando llegué al cerco. Limpié,sin mucho resultado, mis pantalones llenos de barro y al alzarla vista un cegador foco parecía acercarse más y más. Era unacamioneta, qué alivio. ¡Era mi camioneta! Me paré en mediodel camino y moví los brazos con furia. No paraba de caer.Sino hubiera tenido la barbilla temblándome de pena y miedo,me hubiera largado a reír. Primero me enteraba de lo de Edwardy yo. Pensar en aquello hacía revolotear las mariposas quefrecuentaban mi estómago, y no sabían hacer otra cosa desde elaniversario del instituto... Segundo,

me caía del caballo y perdía a Danielle. Y debía volver a sucasa, sin ella. Tercero, me habían robado el monovolumen ytenía al ladrón frente a mis narices. ¿Es que este día podía irpeor?

Conseguí que el auto se detuviera frente a mí. Las luces seatenuaron y reconocí al conductor. Respiré aliviada.

David se bajó del auto y corrió a mi encuentro.

-Danielle-dije, una y otra vez, no podía formar oracionesaunque en mi cabeza estas salían a borbotones.

David puso sus brazos sobre mis hombros y me miró, con ojoclínico.

-No se donde está-logré decir al fin.

-Danielle está bien-dijo, restándole importancia.

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Siguió observándome.

-¿Cómo te sientes?

-Bien.

-¿Dónde te has golpeado?

-En la espalda.

Sin darme mucha cuenta, había dejado de llover.

-¿Dónde está Danielle? ¿Llegó a la casa?

-Ella me mandó a buscarte. Me contó lo que había sucedido.

Asentí con la cabeza.

-iAuch!

La próxima vez que supe de mí, estaba recostada en una ampliacama. Pero me había quedado dormida sobre mi estómago. Mevolví y una bolsita con hielo cayó al lado de mis pies. Me llevéla mano a la cabeza inconscientemente. El dolor apareció juntoal roce de mi palma, palpitante. No reconocí el lugar. La lluviacaía sin tregua en el exterior, podía sentirla chocar en miventana. Todo estaba muy oscuro y estaba sola. A lo lejos, elmurmullo de una conversación, en mi habitación el aire gélidoentrando por la ventana mal cerrada. Me acurruqué como pudeentre las sábanas. Sentí miedo, no sabía donde estaba.

-Tienes que vivir tu vida y dejar de preocuparte por mí. Ya hehecho suficiente daño como para terminar extinguiendo tuexistencia también.

-¿Cómo sabes que estarás bien?

-No puedo estar peor-la vocecita se mofaba con tono cínico-Conoce a los Cullen. Los ha nombrado toda la noche. Es miúnica oportunidad.

Cerré los ojos mientras el viento, con un siseo espectraldesfiguraba los sonidos y formaba extensas oraciones. Micuerpo se relajó por completo. Ni siquiera me sobresalté alescuchar aquel apellido. Parecía todo tan lejano e irreal, tandistante y creado únicamente para sentirme aún másdesorientada. No le presté atención.

Me sumí en un extraño sopor y mi mente vagó sin rumbo,

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adentrándose en mi inconsciente sin siquiera rozarlo. El vientoseguía dialogando indiferente de mi presencia. Las frasespasaron y las dejé partir pues no comprendía sus significados.

-Siempre pensé que eran una leyenda.

Volví a caer, alejándome del frío, del dolor y de aquellaahuecada voz.

Me pareció que habían transcurrido días cuando la volví aescuchar.-La lluvia la salvó, no sería más que un recuerdo aestas horas sino se larga a llover.

-¡Qué tristel-pensé- ¡qué sólo se quedan los muertos!

-ilsabellal-alguien me llamaba, sentí su frío roce y protestando,desperté.

Me incorporé en la cama, observando todo a mí alrededor. Medetuve en una pequeña niña, que no tendría más de doce años.Ella me sonreía y a mi me ardía la espalda.

-Danielle-suspiré, con la voz llena de sueño.

-Espero que te sientas mejor.

-Me caí del caballo, pero no fue para tanto-intentaba recordar,pero todo era negro.

-Te cortaste la cabeza, una herida externa, nada de muchaimportancia, pero te desmayaste al ver la sangre.

Hice una mueca de asco.

-No deberías avergonzarte de tu sangre.

-¿Dónde están todos?-sentía que llevaba allí un mes entero.

-Partieron ayer, por el colegio. Los convencimos de queestarías mejor si reposabas unas cuántas horas. Ángela hallamado hace unos momentos para saber cómo estabas y paraavisarte que tu padre está enterado de la situación.

-Charlie-susurré.-Danielle, debo irme.

Asintió.

-Después del almuerzo, David te llevará. No puedes manejar.

-¿Puedo ducharme?-le pregunté. De pronto me sentíaaprisionada, la muchacha de rostro angelical ya no me caía

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nada bien.

-Si, claro.

Salió de la habitación y volvió con una toalla. La dejó sobre micama y desapareció.

Me costó ponerme en pie, no sabía si por haber estado acostadatanto tiempo o por el golpe en la espalda. Cuando estuve enpie, todo me daba vueltas. Pensé en sentarme y esperar, perodeseaba volver a mi casa, deseaba fervientemente salir de allí.

Como le pasa a todo aquel que espera, las horas se alargaron,indiferentes de mi deseo o de mi dolor. Gracias al ocio, volví acaer en las conjeturas infantiles que incluían a Edward. Invité acada uno de los recuerdos que tenía de él y los senté frente amí, en la oscura habitación que me servía de celda. No seescuchaba nada en esa gran casa. Ni voces ni pasos, sólo el ir yvenir de mi respiración y el tic-tac de mi reloj. Ambos sonidospronto se fundieron con el silencio y no los oí más.

En lo poco que había compartido con él, siempre se mostró fríoe inasequible. La primera vez que lo vi me llamó la atención sumirada insistente, me sorprendió lo mucho que me gustaba quesus ojos entraran en mí y reposaran junto a mi corazón.

Poco pude fantasear pues cuando menos la esperaba, Danielleentró en la habitación y se sentó a mi lado.

-¿No te parece genial haber faltado a clases?-preguntó, llena deentusiasmo.

-Si, pero me gustaría estar en casa. Mi padre me necesita.

Quedamos en silencio. A ella parecíale sentar muy bienmantenerse callada y quieta, muy quieta. En cambio yo, era unmanojo de nervios. Tamborilee mis dedos sobre mi pierna hastaque David tocó la puerta.

-Isabella, está todo listo.

-Pero, ¿mis cosas?

-Danielle ya las ha arreglado por ti. ¿Puedes caminar?-sus ojosazules se acercaron a mi rostro y me ofrecieron una sonrisa.Consideré la opción oculta en aquella pregunta. Preferícaminar, aún si me demoraba tres horas en cada escalón. Pese aesto, cuando llegamos a la camioneta me tomó en sus brazos y

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me sentó con cuidado en el asiento del copiloto. Abrí laventanilla para despedirme de Danielle.

-Me agradó mucho conocerte-dijo.

-Muchas gracias y perdón por las molestias.

David que ya había entrado al auto me aseguró que no habíasido así en lo absoluto.

-¿No le asusta a Danielle quedarse sola?-pregunté cuando ya lacasa era sólo un punto blanco entre las montañas.

-No, este sector es muy seguro. Danielle disfruta estando sola.

-Isabella-me llamó luego de un rato-¿conoces a los Cullen?

-Si.

De vuelta el camino se hacía mucho más rápido, aunque tantacurva me traía mareada. David esperó que especificara. Respiréprofundo.

-Conozco al Dr. Carlisle y a sus hijos. Van, al igual que tuprima y yo, al instituto de Forks.

Abrió los ojos, el azul brilló de escepticismo.

-¿Doctor? ¿Estás segura?

Asentí con la cabeza, ofendida.

Pareció desilusionado y triste. No volvió a hablar durante todoel camino.

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Capítulo 16

Rastro

Crucé el umbral de su puerta en silencio. Dormía. Hace casidos semanas que no la veía. Dos razones eran las principalesculpables de mi distanciamiento. Los ataques habían cesado,pero el clan de vampiros seguía irrumpiendo en los bosques deForks por lo que pasábamos casi todo el día vigilando para queno siguieran los asesinatos. Nuestra raza no debía serdescubierta sino tendríamos que dejar Foks para siempre.

La segunda razón era, que por mucho que me considerarafuerte, me dolía demasiado no poder estar junto a ella.

Había dejado de asistir al instituto el día en que el corazón deBella me descubrió y ella se vio enamorada.

-¿Tu también te vas?-preguntó con su voz llena de miedo.

Fue allí, en ese momento. El tono de angustia en su voz, susojos suplicantes y su tambaleante barbilla fueron los que medecidieron. No podía seguir

haciéndole daño. Era aberrante y egoísta. Debía, de una vez portodas, cortar el lazo y desaparecer de su vida para siempre.

Habían pasado dos meses desde que hablé con Bella por últimavez. Ella se había enamorado de mí, nuevamente y sin razónaparente.

Con una palabra, podría tenerla a mi lado. Pero no, ahora Bellaestaba llevando la vida que yo tanto había deseado para ella.Nuestro amor había sido tan fuerte como para resistir suamnesia y esperaba que ese amor la siguiera cubriendo hasta elfinal de sus días y aún hasta después de su muerte, pero nocomo un deseo palpitante sino como un escudo invisible, que laacompañara siempre sin que ella lo notara.

Bella era feliz, la mayoría de los días. Pronto me olvidaría porcompleto y yo no sería más que un pobre recuerdo de algúnamor adolescente frustrado.

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Me senté frente a ella y noté que dormía sobre su estómago. Enese momento mi celular vibró un momento y luego volvió elsilencio.

-Te fuiste, eres idiota. Ella te ama. Es inevitable.-Me hubieraencantado cerrar el celular de golpe, pero no debía hacer ruido.No si quería seguir a su

lado. Apagué el celular y

me senté en su cama. Alice y Jasper habían abandonado Forksluego de nuestra última excursión al bosque. Jasper odiabasentirse débil, más aún frente a Alice, pero era evidente que lecostaba disciplinarse. Jamás había fallado, pero siempre estabaa punto. No debería torturarse entre los humanos, pero sólo asípodría acostumbrarse. No quedaba otra salida.

Solté el aire. Bella dormía intranquila. Su respiración eraagitada y su ceño permanecía fruncido. Gracias a la luz de laluna que entró por su ventana pude notar las lágrimas secas querecorrían su rostro, recreando historias en las que seguramenteyo no participaba. Si lo intentaba, ¿podría saber lo que estabasoñando?

No me enteré de nada.

Sus frazadas le llegaban a la cintura. Al tomarlas paraabrigarla, mi mano levantó su polera y mis ojos se quedaronpegados a su espalda.

Un gigantesco cardenal la cubría casi en su totalidad. ¿Dóndese había hecho esto? Y, ¿cómo? Fuera como fuese el respiraragitadamente le dolía. Levanté su polera con sumo cuidado ydejé caer mis frías manos a lo largo de su cálida espalda. Elroce con su piel fue la bienvenida a emociones que sólo sentíaal tocarla. Y no la había sentido hace más de seis meses. Cerrélos ojos, mientras ella se acomodaba a mis manos, ligeramentealiviada, para disfrutar de la sensación.

Estaban contadas las noches que me quedaban a su lado. Alicelo había visto, Bella se marcharía al sur. La decisión de quécosa estudiaría aún no estaba tomada, pero era en unauniversidad cerca de su antiguo hogar, junto a su madre.

No había un obstáculo más grande que aquél que en el sur esomnipresente. Ella se iría y yo me quedaría aquí, esperando.

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Atesorando todos los momentos que viví con ella hasta el díaen que la volvería a ver. Aunque yo no pudiera ver el futurosabía que ella volvería a mí, de alguna forma, ella regresaría. Yno importaba cuántos años pasaran yo me quedaría aquí, en elescenario de nuestros antiguos amores, esperándola.

Amaneció demasiado pronto. Retiré mis manos de su espalda yella empezó a refunfuñar entre dientes. Mezclando su voz conensueño.

-Eres estúpido, Edward.

Me escondí y la observé con aprensión. Suspiré aliviado, aúndormía. Se volvió y una de sus manos fue a parar sobre susojos. Una sonrisa se dibujó en mis labios y una risita se escapóentre mis dientes. Me acerqué para besarla, presionéligeramente su boca y sus labios se alargaron instintivamenterespondiendo a mi beso.

-Despierta, Bella. Ya ha llegado el sol-susurré, aunque eramentira, afuera llovía.

-La próxima vez que te vea, odioso Cullen...-¿Qué harás?-leinsté, divertido.

-No, Ángela-suspiró-ique no es tu culpa!

Se quedó en silencio, pero cerraba su mano en puño.

-Vale, eso no es cierto. Pero, ¿dónde podría encontrarlo?-dijode pronto.

-Mamá, no le conozco, ¿no te parece eso patético?

-Patético es estar tan cerca de ti y no poder decirte la verdad.Patético será el día en que dejarás completamente de pensar enmí. Patético es observarte dormir cada noche sabiendo lo pocoque me queda a tu lado. Patético es no haberte encontrado antespara que no hubiera ni la menor oportunidad de que tu vidacorriera peligro. Patético es desearte tanto y que tu no losepas.-le rebatí entre susurros.

Se cayó el tiempo suficiente y su rostro se dulcificó. Prontodespertaría. Salí de su habitación y luego de su casa.

Me encontré con Emmet en la puerta del porche. Hacíamalabares con unas pesas de colores.

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-Pensé en partir solo.

-Ya, ya.

Cogió las pesas, que dibujaban círculos en el aire y las dejó enel suelo.

-¿Todavía visitas a Bella?-preguntó más serio.

Asentí con la cabeza.

-¿Y todavía no te recuerda ?-preguntó ahora con algo de tristeza.

Entrecerré los ojos hasta que mis cejas se juntaron.

-¿Alguna novedad en los bosques?

-No, ni un indicio. Todo parece haber vuelto a la normalidad.El grupo debió haber estado de paso.

Negué con la cabeza.

-Demasiado tranquilo. Iré yo si tú no quieres.

Su sonrisa se ensanchó hasta mostrarme sus dientes, prestos acualquier tipo de batalla. Sabía que no perdería la oportunidadde una buena lucha. Aún si el aquelarre era pacifico élintentaría fastidiarlos, para armar disputa. Y también sabía queera lo suficientemente maduro como para formar batalla sólo ensus pensamientos.

-Siempre listo.

Recorrimos el bosque, llegamos hasta los límites quileutes yvolvimos para llegar hasta la frontera. Nada, pero no podíamosestar tan seguros. Llovía y era más difícil captar cualquier tipode olor con la lluvia encima.

-¿No preferirías ir a cazar? Estoy aburrido.

La lluvia aumentó, oscureciendo el bosque.

-No.

-¿Escuchas algo?

Un gran tronco cayó frente a nosotros. Recordé la vez que eneste mismo bosque, aunque no en este mismo lugar, un cuerpohabía caído desde una grotesca distancia frente a Jasper y a mi.

-Nos están llamando-dije.

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-No debemos hacerlos esperar-levantó una ceja, poniéndose enpose de ataque.

Lo detuve con una mano para que guardara silencio. Caminéentre los árboles. Un débil susurro había llamado mi atención.Era una voz ronca, que iba y venía, confundiéndose con elviento.

-¿Escuchas?

Emmet negó con la cabeza.

Nos acercamos más, el susurro se hizo más audible. Aún así nose veía nada.

-iM/erda/-Emmet me miró para que comprendiera. Yo tambiénlo sentí. El olor se hacía cada vez más fuerte. Era sangrehumana.

Aceleramos el paso, pero de pronto se hizo el silencio. Y elolor, como apareció, se fue.

Estábamos batallando a ciegas, el rastro era confuso y siempredistinto. En menor medida y con lapsos más extensos detiempo, pero continuaron, a medida que pasaban las horas.

Un trueno retumbó en lo alto del cielo y luego un relámpagoiluminó el bosque completamente. Un grito lleno de dolor seunió al concierto de

estruendos y se esparció por todos los recovecos del bosque.Emmet, terció el gesto, frustrado.

-¡Qué va a ser de ella!-dijo una voz varonil, llena deresignación.Emmet volvió a negar con la cabeza.

Nos fuimos acercando al origen de aquella voz, que luegocomprendí eran los pensamientos de alguien, y elreconocimiento me dio un escalofrío. Estaba sólo y con los ojoscerrados. Se retorcía de dolor y se mantenía aferrado a sumuñeca. Llegamos a su lado y nuestras pisadas le advirtieronde nuestras presencia. Abrió los ojos. La mueca de espantopasó a parecerse a algo más cercano al alivio. Respiraba condificultad y gritaba, la mayor parte del tiempo. Emmet sesacudió a mi lado y luego soltó un taco. Nos volvimos, paraenfrentarnos esta vez definitivamente, con dos vampiros deojos negros.

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Ambos rehuían sus pensamientos, pero su lenguaje corporal nopodía ocultar la verdadera razón por la cual estaban aquí. Losdos caminaron para ponerse frente a su víctima, el tiempo seacababa para él, debíamos actuar rápido. Sería una lucha par.

-iVáyansel-gritó entre alaridos.- ¡Corran!

Ambos vampiros comenzaron a reír, y nuestros rostroscambiaron de expresión atentos cada uno a los movimientos desu rival.

-Déjamelos a mí, encárgate de él, no le queda mucho.

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Capítulo 17

Cicatriz

Un trueno retumbó en lo alto del cielo y luego un relámpagoiluminó Forks completamente. Me sobresalté en mi asiento dela sala D204 y Jessica rió entre dientes. No compartí sudivertida mirada, volví a mirar por la ventana. La lluvia seguíacayendo, pero ya no estaba tan oscuro, las nubes se veíanrosadas en lo alto y luego, con los relámpagos, parecíanllamear cubriendo con fuego todo el firmamento. Aún pensabaen la conversación que había tenido con mi madre hace unascuantas horas. Me debatía entre la vergüenza y la resignación.

La noche anterior había llegado a mi casa y la había encontradovacía, por supuesto, y como no deseaba estar sola y no teníacon quién estar, llamé a Renée.

-¡Hola cariño! ¿Cómo has estado?-su voz me reconfortó comosi estuviera a mi lado, rodeándome con sus brazos.

-Bien. ¿Cómo has estado?

-Bien, aquí acompañando a Phil. ¡Le ha ¡do bastante bien!

-Me alegro, dale mis cariños a Phil.

-¿Qué ha pasado, Bella?-reconoc¡ó m¡ tono de voz.

-¿Me creerías si te dijera que no tengo idea?

-Por supuesto, eso suele ocurrir. ¿Cómo va la cabeza? ¿Hasrecuperado algún recuerdo?

-No sabría decirte. Alguno que otro pero no me dicen nada.

-¿Estás así por alguno de tus compañeros? ¿Te han tratado mal?¿No quisieras volver?-su voz se iluminó, llena de entusiasmo.-Aquí el invierno es tan cálido como el verano de Forks.

¿Y si volviera?

No, aparté la ¡dea apenas se cruzó por m¡ cabeza. No podíadejar sólo a Charlie, no ahora.

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-No, no quiero volver. Charlie está muy preocupado, no puedodejarlo. Mamá-comencé-¿es posible sentir algo por alguien aquién uno no conoce?- omitiría la parte de que alguna vez loconocí.

-¿Te refieres a estar enamorada de un desconocido?

-Aha.

-¿Es el chico más popular de la escuela?

-No-n¡ remotamente, aunque es tan atractivo como el cliché.

-¿Cómo lo conociste?-Om¡tiría también el hecho de que yosolía salir con él. Renée podía aconsejarme venganza y yoquería encontrar otra posibilidad. -Es del instituto, bueno, era.Hace dos meses que se fue. Era hermano de una amiga, perojamás hablé mucho con él.

-¿Tu amiga también se ha ido?

-Si.

-Y, ¿volverán?

-No lo creo.-susurré.

-¡Bella! ¡No podías haberte dado cuenta antes!-Su reprimendame hizo reír.

-Al menos te lo tomas con humor-me dijo al escucharme.

Suspiré.-Es que ya no hay mucho que pueda hacer.

-Bella, estás equivocada. Siempre hay algo que se puede hacer.¿Aún está en el país, no?

-No lo se.

-Anótalo en tu lista. Tendrás que averiguarlo y luego llegar aél, de alguna forma.

-...-no pude decir absolutamente nada. La idea, estaba seguraque, si la hubiera escuchado antes, me hubiera parecidodescabellada, más ahora con

esta sensación en el pecho y esta necesidad casi obsesiva devolver a verlo, la tomé como el único camino posible.

-¿Es tan importante para ti, mi vida?

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-Aha-asentí con la cabeza mientras le susurraba la respuesta,convencida de que de alguna manera la entendería.

Otro relámpago cruzó el cielo, despertándome y erizando mipiel. Sin duda ya no me había acostumbrado al clima de Forks.Cerré los ojos.

No importaba que no prestara atención, al menos por hoy.Estábamos en una clase especial con la psicopedagoga parahablar sobre la vocación. No tenía idea de a dónde iría a pararpero, por hoy, me tenía sin cuidado.

Charlie había llegado la noche anterior tarde, pero de buenhumor. Los ataques parecían haber cesado por completo. Loúnico que lo tenía frustrado era que no habían podido atrapar alos culpables.

-Es muy importante que reconozcan sus habilidades y si estaspueden servirles para llevar a cabo sus gustos e intereses.-explicaba la psicopedagoga. -Isabella Marie Swan, 18 años.

Habilidades: Caerse en todos lados y una completa incapacidadpara recordar su vida pasada, junto con ser totalmente inútilpara hacer cualquier tipo de trabajo que requiera precisión.

Gustos: ¿Edward Cullen?

Intereses: Hallar la forma de encontrarlo "por casualidad".

Comencé a reír casi con la primera frase de mi curriculuminventado. Si no me reía yo de mis defectos, dudaba quealguien más los encontrara chistosos. Jessica me miróintentando pegarse a la broma pero no estaba dispuesta acontársela. Abrí los ojos mientras seguía riendo y ella desvió lamirada. Solté un largo suspiro cuando sentí que estirabademasiado la piel de mi espalda. Me acomodé para que no memolestara y me hundí nuevamente en mis divertidascavilaciones.

Hay algo con la risa, con quien ríe y lo que ocurre después. Elcosquilleo parecido al que aparece cuando uno deja de llorar,llega para llenar nuevamente de aire los pulmones y para estiraral máximo la última lágrima o la última carcajada. Perotambién hay veces, en que la extinción de una risa que aparecede la nada, anuncia graves complicaciones. Como la muerte dela última lágrima anuncia un futuro lleno de alegrías. O al

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menos la llegada de días más tranquilos.

Llegué a mi casa como a las cuatro. Ya no trabajaba y habíapreferido darme unas vueltas por el pueblo antes de llegar a misolitaria casa.

Lavaba los platos del almuerzo cuando sonó el teléfono. Y elsonido, sorprendiéndome desprevenida, me hizo quebrar unplato.

-Srta. Swan-dijo una profunda voz masculina.

-Si, ¿quién habla?

-Isabella-dijo en un tono más afable-habla Carlisle Cullen.

-¡Doctor! ¿Cómo está?

-Bien.-hizo una pausa- Isabella, tu padre fue ingresado estemediodía, pero tranquilízate, está bien.

¿Tranquilizarme?

-¿Qué le pasó?-pregunté con la voz quebrada.- ¿Fue en elbosque?-di un bufido molesto al imaginarme a Charlierastreando él solo el bosque.

-Nada grave-respondió, pero no le creí nada.

-Voy para allá ¡nmediatamente-solté con la voz llena de histeriay luego colgué sin escuchar lo que el Dr. Cullen habíaempezado a decir.

Bella, por favor, cálmate un poco. Ya tendrás suficiente tiempo paraderrumbarte cuando llegues al hospital.

Respiré profundo, tomé las llaves del monovolumen y cerré lapuerta sin saber si había cerrado con pestillo. Apreté el pedaldel acelerador, lo más

profundo que pude, y me fui dando tumbos hacia el hospitalgeneral de Forks.

En recepción me mandaron al tercer piso. Al menos ya habíasalido de urgencias y no había tenido que estar en la ÜCI(unidad de cuidados intensivos), que se encontraban, ambos, enel primer piso del hospital.

Aún así cuando salí del ascensor y vi al Dr. Carlisle en uno delos pasillos, corrí a su encuentro y si no hubiera sido por él,

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que también se acercó a mi, habría caído de bruces cerca delmesón de recepción.

-Isabella, tranquila-tomó uno de mis brazos y me miró condulzura.

Entrecerré los ojos con desconfianza.

-¿Qué le hicieron?-Nadie lo atacó, se adentró mucho en elbosque y cayó por una quebrada. Los guardias forestales loencontraron y lo trajeron aquí.-Su voz me pareció casihipnótica por lo que no noté cómo había llegado, cuando yaestaba dentro de la habitación y frente a mi padre.

Este estaba ligeramente pálido, pero además de eso, no parecíatan magullado como había imaginado luego de recrear en micabeza lo que me había dicho el Dr. Cullen.

-Papá-comencé.

-Ya, ya, Bella, estoy bien.

-Por pura suerte-lo reprendí.

Asintió con la cabeza, dándome la razón.

-¿Qué ocurrió, papá?

Empezó a negar con la cabeza, refunfuñando.

-El tonto de tu padre se metió donde no debía.

-¿Estabas solo?

Asintió.

-Te voy a tener que castigar-dije bromeando, al momento queme sentaba a su lado en la cama.

-¿Te duele mucho?-pregunté luego de un rato.

-No-tenía su mirada fija en mi mano derecha. En mi reloj.Empezó a balbucear cosas incomprensibles y repentinamentetomó mi mano y me sacó el reloj, con furia.

Encontró la cicatriz en forma de medialuna que yo solíaesconder porque era, sin saber por qué, la parte más fría de micuerpo, y porque no tenía idea de cómo me la había hecho.Pero allí estaba, como el recordatorio de algo que no se atrevíaa aparecer en mi vida. La única prueba tangible de algo que

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desconocía.

Mi padre empezó a respirar con dificultad mientrascontemplaba la cicatriz. Lo observé preocupada. Su rostrohabía cambiado por completo, ya no se escudaba con laaparente despreocupación de su accidente, no. Esta vez unamueca de dolor revestía por completo su rostro, sorprendido,agotado y lleno de desconsuelo.

-Papá-lo llamé.

No alzó la vista, siguió con la mirada clavada en mi cicatriz.

-Oh, no-su voz se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Papá, ¿qué te pasa?

Escondió el rostro con una mano y yo me alcé en la cama paraabrazarlo. Se aferró a mí con fuerza, buscando consuelo, comoun niño asustado. Me rompió el corazón verlo así y no saberqué decir. ¿Qué podría haberlo asustado tanto?

Empezó a farfullar cosas incomprensibles, sus lágrimas seapegaron a mi rostro y me dio por llorar también, con lentos einaudibles sollozos.

-¡Bella! Qué cerca estuve-susurró-qué cerca estuve de perderte.

-¿Qué estás diciendo, papá?

Apretó mi muñeca con cariño, pero no me respondió.

-Isabella, tu padre tiene que descansar-la voz estaba a mi ladoantes de que pudiera darme cuenta de su llegada.

Asentí con la cabeza y a regañadientes.

-Papá, volveré...

-¡No!-me detuvo-quédate en casa-miró al Dr. Cullen queasentía l¡geramente-yo estaré bien.

-Vendré a verte mañana-le informé y salí de su habitación.

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Capítulo 18

La verdad

-Déjamelos a mi, encárgate de él no le queda mucho.

Ellos nos miraban con una mezcla de expectación y placer.Sabían que intentaríamos distraerlos para salvarlo. Leían eso ennuestros rostros como yo podía leer en cada uno de suspensamientos.

-Tendrás que hacerlo Edward, es la única opción para salvarlo. Nohay tiempo de llamar a Carlisle.-Emmet no estaba observándome,su mirada penetrante iba de Laurent a Victoria, leyendo cadamovimiento y cada gesto pero había notado la indecisión en micomportamiento. No lo iba a dejar morir, pero no sabía sipodría detenerme, después de todo no era cualquier sangrehumana, una parte de ella corría por las venas de la dueña de lasangre más apetitosa que había probado en mi larga existencia,la razón de todo este enredo.

Fue Victoria quién primero se abalanzó sobre nosotros. Emmetlogró embestirla y llevarse, junto con ella, a Laurent. Los trescayeron, rodando por un desnivel hasta perderse entre unosarbustos. Debía actuar con rapidez. Lo primero era sacar aCharlie de allí, ya vería cómo lo salvaría. La última vez habíasido realmente difícil detenerme y aquella vez mi padre estabaobservándome. Ahora, en el momento en que empezara, sinningún tipo de trabas y sin nadie recordándome en esosmomentos de euforia quién realmente era, no sabía si podríaparar.

Charlie había contemplado todo con los ojos abiertos, comoplatos. Cuando me acerqué a él, temió. Mas era poco probableque algo peor pudiera pasarle, pensó resignado.

Lo tomé en mis brazos y corrí a perderme. Anduve en zig-zagpor si alguno de ellos iba tras de mi. Nuevamente llovía, seríamás fácil, pero el triunfo no estaba garantizado.

Charlie se estremecía del dolor, tenía los ojos desorbitados y

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sus alaridos eran cada vez más ahogados.

Dejé al padre de Bella en el suelo. A mi alrededor no seescuchaba más que la lluvia. Invoqué el recuerdo de aquellafrágil criatura que había iluminado mis días y que apareciócuando menos la esperaba para despertar mi aletargado corazónpara que me ayudara a hacer lo correcto, una vez más.

Tomé su muñeca con determinación. El me miró con los ojosllenos de pánico. Comencé a succionar el veneno, poniendosuma atención a las imágenes de mi mente y a los gritos deCharlie para recordarme que lo estaba salvando, que era esa miúnica tarea, y el único objetivo que estaba buscando. Fuiconsciente del cambio de sabor en su sangre, comenzaba a estarlimpia.

Era extraño que esta no fuera ni remotamente parecida a la desu hija. Esperaba encontrar un ligero alcance entre los saboresmas no lo hallé. Solté su mano. Había perdido el conocimiento.

Cogí el celular, en la pantalla aún se leía el mensaje de Alice.Lo guardé, para recordar mi estupidez. Bella jamás volvería aestar a salvo. Yo ya me había cruzado en su vida y la habíatruncado para siempre. Tendría que nacer de nuevo y noconocerme para que sus días fueran más tranquilos.

Había sido absurdo de mi parte pensar que alejándome de ellapodría salvarla.

Ya la había condenado, no había marcha atrás.

Marqué el número y tras dos tonos la voz de Carlisle meatendió.

-Atacaron al padre de Bella, lo han mordido. Saqué el venenopero ha perdido mucha sangre.

-¿Charlie sabe?

-Lo vio todo.

-Tráelo inmediatamente, el hospital es el lugar más seguro paraél ahora.-hizo una pausa-¿hijo?

-¿Si?

-Estoy muy orgulloso de ti.

Solté el aire, abrumado.

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-Estaremos allí en unos minutos. Prepara todo lo necesario paraque piensen que se ha caído en alguna quebrada.

Cuando tomé nuevamente a Charlie para llevarlo al hospitalllegó Emmet, claramente fastidiado.

-No van a volver a descansar en sus Wdas-refunfuñaba.

-¿Escaparon?Gruñó en respuesta.

-Emmet, necesito que vayas a cuidar a Bella. Debe estar en elinstituto a estas horas, por favor. Tengo la ligera sospecha...

-De que vienen por ella.

Asentí con la cabeza.

-Dejo a Charlie en el hospital y me encontraré contigo.

Luego de asentir, desapareció.

Al llegar, entré por la puerta trasera. Donde ya me esperaba unacamilla y el equipo necesario para que pareciera que había sidorecién bajado de una ambulancia. El camillero y la enfermeraque estaban junto a mi prepararon al herido sin preguntarmenada y sin levantar la vista. En cinco minutos lo tenían listopara llevarlo a urgencias. No nos libramos de la burocracia estavez. Pero era cuestión de constatar heridas y el médicoencargado de hacer el chequeo sería Carlisle.

Luego de trasladar a Charlie a una habitación privada le conté ami padre lo ocurrido en el bosque. El llegó a la mismaconclusión que yo.

-¿Cómo es que Alice no lo previno?-pregunté intrigado eirritado.

Negó con la cabeza.

-No puedo responderte, solo serían suposiciones.

Resoplé, disgustado.

-Ahora que ya sabemos su plan, estaremos alerta. Somosmayoría, no se van acercar a ella.-intentó tranquilizarme.

-Pero pueden acercarse a sus seres queridos. Hay muchasformas de herir a un humano. El dolor físico para ellos no esnada, es la pérdida lo que los destruye por completo.

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El padre de Bella había despertado y estaba al tanto de nuestraconversación.

Me volví, para enfrentarme a la acusadora mirada de CharlieSwan.

-Déjame hablar a mí. Todo saldrá bien, hijo, no sigas torturándote.No es tu culpa. Por favor, Edward, déjanos solos.

Salí de la habitación y me apoyé en la puerta, atento a laconversación que transcurría al otro lado de esta.

-¿/'Qué cosa rara son ustedes!? Les exijo que se vayan de aquí o losdestruiré yo mismo.-su voz sonó escéptica, se estaba haciendo elvaliente. -Capitán Swan, dígame qué fue lo que pasó.

-¿Cómo se puede hacer el desentendido? iSon unos monstruos!-Sesentía traicionado, tras años de estar defendiéndonos de lashabladurías del pueblo. -Por favor, Charlie. Mi hijo, Edward, lo hasalvado.

Charlie respiró con dificultad, infundiéndose valor. Se levantóde la cama y luego, tambaleándose, volvió para sentarse. Cerrólos ojos, apretadamente.

-Estaba patrullando cuando ella apareció.-La recordó y todo sucuerpo respondió, estremeciéndose.

-Simuló estar herida, me acerqué para ayudarle y otro de esos mesaltó encima. Saqué mi arma como pude, el estaba sobre mí y era muypesado, apenas podía respirar. No logré intimidarlo, en respuesta élsolo sonrió. Sus ojos resplandecían de lo negros que eran. Dejó queme parara y algo me dijo que no saldría vivo de este lance. Lapeliroja reía y su risa resonó por todo el bosque, ahuecada y maligna.No podía dispararles, no me estaban atacando y no había nadie enpeligro. Solo yo, mas su actitud era de provocación, no podía hacernada. Luego, él, pareció reconocerme de alguna manera y le susurróalgo a la mujer que no pude escuchar con claridad, pero escuché, yestoy seguro que era eso lo que dijeron, que nombraron a Bella. Esopareció llamar la atención de ella, que se acercó a mi y dijo:-Nohuele tan bien como ella, pero sería un desperdicio no aprovechar laoportunidad.

-¿De qué hablan?-me atreví a preguntarles.

La mujer se acercó más a mi, y yo, topando un árbol, no pudealejarme más.

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-Le darás un mensaje por mi, ¿si?

Sabía que no tenía otra opción, alcé el arma y ella en un rápidomovimiento lo tomó y con sola una mano la hizo polvo.

La curiosidad le ganó al miedo y Charlie alzó la vista parapreguntarle a Carlisle:

-¿usted también puede?

Carlisle le pidió que continuara.

-El resto debe imaginárselo-d\]o suspicaz-¿Usted también lo hace?-su rostro cambió de expresión, se llenó de odio, un odioprotector, porque el debía velar por la gente de Forks.

-No, yo no hago eso-dijo Carlisle calmado.

-Y creo que sus hijos tampoco-admitió luego de una pausa.-/!/menos no su hijo.

Sentí que iba a morir, pensé, estaba completamente seguro de quemoriría. Todo me quemaba, apenas podía respirar. Lo único que memantenía cuerdo era el saber que Bella quedaría sola. Que laabandonaría tan pronto.

-¿Me cree si le digo que usted estará a salvo y que nada malo lepasará a usted ni a su hija?

Charlie tragó saliva.

-¿Por qué tendría que pasarle algo malo a mi hija? ¿Qué tiene ellaque ver con esto? ¿Por qué ellos la nombraron?-se llevó la manobuena a la cara y el rostro se le tornó lívido.

Carlisle se acercó a él y puso una de sus manos sobre suhombro.

Escuché una voz familiar viniendo por el pasillo, estabaaterrada y se acercaba rápidamente. Entré en la habitación.

-Es Bella-les informé.

Charlie levantó la cabeza y Carlisle salió de la habitación.

-Inventa una historia para ella, yo la retendré lo suficiente.

-¿Qué le voy a decir?-me preguntó Charlie, mirándome como sijamás en su vida me hubiera visto.

-Bella desconoce esta parte de nosotros y no debe enterarse.

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Dígale que patrullando ha caído por un barranco y que por esole han enyesado la mano. -Ella desconoce esto porque perdió lamemoria-su tono era interrogante.

Bella ya estaba en la puerta, por lo que me escondí dentro deun armario antes de que entrara.

-Papá-escuché que decía.

- Ya, ya Bella, estoy bien.

-Por pura suerte-intentó sonar enfadada, pero su voz se quebrabaen intervalos agudos.

-¿Qué ocurrió, papá?

-El tonto de tu padre se metió donde no debía-Charlie sonódesenfadado y fue convincente.

Siguieron conversando hasta que los pensamientos de Charliecambiaron de forma brusca al ver parte de la cicatriz que teníaBella en su muñeca derecha. Entonces, comprendió todo. Bellatambién había estado en peligro y también había estado a puntode morir. Ella también había estado frente a esos monstruos tanespeluznantes. Ella también lo había vivido y sólo Dios sabíacomo había logrado sobrellevarlo por tanto tiempo. El peso detodo lo ocurrido lo abatió, destruyéndolo poco a poco.

-Papá-susurró Bella, con miedo.

!Bella!-dijo luego de un rato en que el miedo le había impedidohablar Quécerca estuve de perderte.

-¿Qué estás diciendo, papá?

En ese momento Carlisle entró y fue un alivio porque Charliepensaba preguntarle directamente a Bella si sabía que nosotroséramos vampiros.

-¡Sal de ahí!-me exigió Charlie cuando Carlisle cerraba lapuerta tras de él.

-¿Tu tienes la culpa de que ella haya tenido que pasar poresto?-me mostró su mano enyesada.

Asentí con la cabeza al momento que respondía:

-Si, señor.

¿Le hiciste daño alguna vez a mi hija?

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-No directamente.

-Explícate.

-Verá, no pudimos evitar enamorarnos.

-Eso no suena ni parecido a una excusa.

-Y no lo es-repuse.-EI amor para nosotros es distinto que paraustedes, los humanos. Con nosotros solo llega una vez pues seespera que sea nuestra compañía para siempre.

Abrió los ojos sorprendido.

-Podrías haberte alejado, podrías haber evitado conocerla.

-Y lo hice, créame que lo hice.

-¿Y, entonces?

-Y entonces un auto casi la atropella.

Sus ojos se abrieron aún más. Su pálido rostro tomó un colorverdoso.

-Tu la salvaste.

-Expuse mi secreto y ella pronto se enteró de la verdad. Nosupe por qué eso en vez de perturbarme por lo inconvenienteque resultaba, me liberó. Sentí mucho alivio cuando ella por finse enteró. Sentía por ella-tragué saliva-siento una unión que vamás allá de cualquier clase de amor que usted pueda conocer.

Soltó un bufido agudo, incrédulo.

-Ella también lo sentía y en vez de alejarse muerta de miedo sedio la oportunidad de conocerme. Estábamos enamorados antesde darnos cuenta de cómo había pasado.

-¿Volvemos a lo mismo?-preguntó irritado.

-Hay más como nosotros allí afuera.-continué sin prestarleatención-Nosotros no nos alimentamos como ellos, como todos.Pero nos toca cruzarnos con ellos de vez en cuando. Y esoocurrió el año pasado. Bella se convirtió en un provocativojuego, en un tentador premio ya que nosotros la cuidábamos.

-¡Maldito seasl-intentó levantarse, alcé la mano para que medejara continuar.

-Lo soy, lo sé. Bella ha sido la única luz que he tenido en mi

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vida. Como podrá darse cuenta, actué muy egoístamente.Gracias a un desafortunado suceso ella no recuerda nada de loque le pasó. No tiene ni la más mínima memoria de lo queocurrió ni de lo expuesta que estuvo o del peligro que al quetuvo que enfrentarse.

Charlie entrecerró los ojos.

-¿Ypor qué lo llama cada noche? Es su nombre el que repiteconstantemente. Es un consuelo que no pueda recordar nada. Belladebe irse de Forks antes de que los recuerdos la agobien, porque dellegar, llegarán. Eso dijo el médico.-movió la cabeza de un lado aotro, intentando dilucidar la verdadera razón. Ya no me miraba,y ya no pensaba en mí con odio sino con pena. Seguí frente a élhasta que levantando la vista recordó que estaba en lahabitación.

- Creo que te has saltado una parte fundamental de la historia,muchacho.

Asentí con la cabeza.

-No se si recuerda-seguí-la noche que Bella dejó Forks.

Asintió, con un nudo en la garganta.

-Era la única manera de que ellos no llegaran a usted.

-Todo lo que me dijo...-en la comisura de sus labios nacía laesperanza.

-Nunca lo sintió.-el nudo se desarmó, dando paso al cálidoconsuelo de sentirse amado.- Debió decírselo para que la dejarairse. Era la única manera, dijo, en que usted la dejaría libre.

Asintió nuevamente, encontrándole razón.

-Alice y Jasper la llevaron al sur y nosotros desviamos el rastropara que nos siguieran a nosotros. Pero él era más astuto de loque pensamos, no pudimos engañarlo mucho tiempo. Y fue trasBella. La engaño diciéndole que tenía a su madre. Debía elegir,su vida por la de su madre. Y ella fue, se escapó. Y el resto selo debe ¡mag¡nar-lo cité.

-El murió f¡nalmente-seguí-y los otros dos escaparon. No nosdimos cuenta del lazo que lo unía a él con ella, con Victoria.

-¿Victoria? ¿Es ese el nombre de aquella cosa?

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-Si.

-Y ahora se está vengando.

-Creo que sí.

Respiró profundo y se sumió en sus pensamientos nuevamente.Esta vez, le di un poco de intimidad.

Cuando Charlie volvió a hablar estaba pensando en Renée.

-La dejaste ir.-dijo sin comprender-ella, estoy seguro, hasta eldía de hoy te sigue queriendo. Puede no recordarte pero se queno está bien, es desdichada la mayor parte del tiempo. Sus ojosno brillan como lo hacían el año pasado. Ella intenta saliradelante, ha cambiado de muchas maneras, pero se que en elfondo no es más que una máscara, pues se debe sentir muyconfundida. ¿Por qué te alejaste de ella?

-Charlie, ¿no me comprende? Luego de todo lo que le hecontado, de que le he expuesto a todo el peligro en el queestuvo y en el que aún está, no comprende que alejarme de ellafue la única solución que vi para no hacerle más daño. Haberladejado ir fue lo mejor que he podido hacer por ella- sabía queme entendería, después de todo él lo había hecho, se habíasacrificado para que Renée, la madre de Bella, estuviera feliz.No intentó retenerla porque por sobre todo deseaba sufelicidad. Dejó su necesidad de lado para permitirle otraopción, en la que él no figuraba. Así también lo estabahaciendo yo, y esperaba que, cuando Bella estuviera lejos, muylejos de Forks, fuera feliz.

-No, Edward-negó con la cabeza-lo estás haciendo mal-ya nome veía como un monstruo, ahora estábamos a la par. Ambosnos habíamos sacrificado, y aún él tendría que hacer un nuevosacrificio para alejar a Bella de Forks lo antes posible.

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Capítulo19

Recuerdos v cavilaciones mentales que y nopodría haber inventado

Luego de dejar a Rosalie encargada de cuidar a Charlie medirigí sin pensarlo a la casa de Bella. Necesitaba estar cerca deella y de alguna manera, consolarla. Había tenido un pésimodía y yo, de alguna manera, la acompañaría.

La encontré recostada en un sillón. Dormía aferrada a unpequeño cuaderno de tapas oscuras, más parecido a una agenda.Sólo había una luz encendida en el salón, y estaba junto a ella,iluminando su rostro. Se había quedado dormida leyendo.

Ella solía leer y releer los clásicos, pero al parecer esta vezhabía optado por un autor independiente. Ni nombre en la tapahabía y eso llamó mi atención. Además, Bella se aferraba a elcomo a un salvavidas.

Tomé el libro de sus brazos y me senté frente a ella para leerlo.Bella parecía dormir tranquila y cómodamente.

La primera hoja versaba en manuscrito: Recuerdos y cavilacionesmentales que yo no podría haber inventado.

Reconocí la letra y alcé la vista. La observé dormir mientrasdecidía si seguir leyendo o no. En mis manos tenía todo lo queno podía saber, porque de alguna extraña manera no podíallegar a sus sueños.

Pasé la página y me encontré con un pequeño párrafo conalgunas palabras subrayadas a modo de justificación, fechadoel primer mes de clases:

Bien, se que esto no puede ser cierto pero si sirve para recordarmás...

Tal vez sean simples simbolismos y me ayuden a construir imágenesreales, para llegar a formar mi memoria y para saber, necesito saber,

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si él fue real.

Así lo siento desde la primera vez que lo vi, Una conexión extraña queme ayuda a ver pasar el día, A sentirme menos sola Y para darme unpoco de felicidad.

Pues no me siento tan perdida si él esta aquí.

¿Sería posible que mi sola presencia hubiera alegrado susdías?, que a pesar de todo siempre lo supo, queinconscientemente jamás la había perdido. Me concentré enrespirar, era imposible pero mi corazón parecía latirviolentamente.

Las siguientes páginas estaban llenas de sueños.

-Las dos voces son sumamente distintas. Una consigue asustarmemientras la otra intenta calmarme. Y lo logra, la mayoría de lasveces. Pero jamás la he escuchado en la realidad, no la reconozco, noes de ninguno de mis conocidos. Era un sonido tan fantástico, irreal,imposible, pero ¿Seré tan creativa como para inventarme tonos devoz?

-Desperté al escuchar el estruendo de vidrios pero no me encontrabaen mi habitación, sin embargo el lugar lo conocía. Se me hizo un nudoen el estómago, estaba todo oscuro y me pareció aún más tétrico quecuando solía venir de niña.

La única luz procedía del reflejo entre los espejos...el miedo meembargó.

-Dudo que esto sea un recuerdo, pero desde este sueño que siento queconozco de alguna parte a este muchacho. Se me hace muy familiar v.si no fuera tan cobarde, va me habría acercado a él como hice aquí.

Estaba en la cafetería del instituto, sentada en la mesa que solíacompartir con Ángela y Jessica, pero en ese momento estaba sola. Yparecía que no había nadie más en la cafetería. Me volví buscandoalguna otra alma y encontraba al menor de los Cullen, que alpercatarse de que lo estaba mirando había respondido a mi mirada.Su rostro estaba pálido y lucía triste. Las ojeras que siempre tenía,estaban aún más marcadas porque ahora él parecía desolado. Sumirada había hecho que mi corazón se sintiera vivo y me dio el valorpara pararme de mi asiento y acercarme a él. Al notarlo él habíasonreído. Una débil sonrisa que empezaba a iluminar, poco a poco, su

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semblante.

Caminaba hacia su mesa pero esta parecía alejarse. O era que mispies no se estaban moviendo como creía que lo hacían.

-Lo lamento, Bella-dijo con una ásoera v exquisita voz.

-Nos sentamos sin decir palabra. El día comenzaba a despedirse. Elcrepúsculo (cada vez que escucho esta palabra me da un escalofrío yme invade la pena), diría mi compañero. Ei fin de otro día, otramuerte. Dentro de unas horas, un nuevo día volvería a nacer. Luegode las sombras viene la luz. Si se cierra una puerta, se abre unaventana. Pero yo, pese a todas estas célebres frases de esperanza,sabía que al despuntar el sol nuevamente,estaría muerta. Sabía que siempezaba a hiperventilar, las lágrimas no me dejarían hablar. Intentécontener la respiración pero de igual forma los ojos se me inundaronde lágrimas. No lo miraba, tenía la vista nublada, pero lo sentía a milado. Estaba siendo lo bastante condescendiente como para esperar aque me compusiera. Desvié la mirada, hacia el tranquilo lago frente anosotros. La única luz que teníamos provenía de la ¡una llena, cuyaimagen se quebraba en el agua cada vez que un pájaro sobrevolabapor ella y superficialmente, la tocaba. Como en un saludo cortés.

Dentro de toda la confusión en que vivía mi cabeza, noté como unalágrima bañaba mi rostro, bajaba por mi mejilla y terminaba cerca demi boca. La sequé con disimulo y respiré profundo, influyéndomevalor. Sentí que el alma me abandonaba antes de que pudieracomenzar a hablar. No me importó.

Respiré profundo nuevamente y el aire quemó mis pulmones. Mis fríasmanos comenzaron a sudar. Alcé la vista. Las despedidas jamás se mehabían dado bien, pero las prefería a escapar.

-Tu no vas a estar-comencé.-Y yo ya no te estaré buscando. Sabrécada día, al despertar, que ese día no va a ser el día. En que,caminando distraídamente por la calle, mi mirada va a caer en latuya y nos reconoceremos. El día en que tu corazón latirá como nuncalo ha hecho y yo en respuesta te sonreiré. Sólo una calle nos separaráy será cosa de esperar. Pero el sol será la barrera que te impidacruzar la calle. La luz de! sol hará el esfuerzo que vo no puedo hacer,(no entiendo esta frase, ¿qué tiene que ver el sol?, pero sentí una fríapuñalada al decirla) -Boté el aire, con cansancio, sintiéndome vacía.

-¿No puedo hacer nada para hacer que te quedes?

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-No. Fue tu elección primero-le recordé dolida.-Uno de los dos debeirse, y tu familia no tiene la culpa de que esto no haya funcionado-torció la lengua en un taco-Debes estar tranquilo, yo ya no temolestaré más. Ya no tendrás que salvarme ni alejarte.

Me miró, entró en mí con sus oios color ámbar.

-Y no te sientas culpable-retiré la mirada-no hay culpa sin sangre.

Puso sus manos sobre las mías, apretando mis muñecas. Subió pormis hombros, sus frías manos erizaron mi piel.

-!Isabella Marie Swan!-me extrañé, él no solía llamarme así. Mesacudió con fuerza. Cerré ios ojos para no ver su rostro tan cerca delmío.

Vi sus oios mirándome, sentí su frío tacto que se acomodaba tan biena mi cuerpo, sentía su dolor como mío, sabía que no podría existir sinél. pero nunca supe quién era. Jamás le vi el rostro.

-He vuelto a escuchar su voz, pero todavía no tiene dueño. Esta vezme partió el corazón ai escucharlo decir "no me recuerda". Lo repiteuna y otra vez con la voz quebrada, angustiada y llena dedesesperanza. ¿Me estaré volviendo loca o es realmente un recuerdo?

Bella no se estaba volviendo loca, eso era, en efecto unrecuerdo. Era mi voz la que escuchaba constantemente,repitiendo incrédulo una y otra vez "no me recuerda". Luegosiguió sin recordarme y la verdad cayó sobre mí,convenciéndome.

Pero su memoria había logrado conservar ese vestigio, loúltimo que escuchó de mí antes de cerrar los ojos y quedar enblanco completamente.

Bella se acurrucó en el sillón, buscando abrigo. Una manta lecubría las piernas pero no era suficiente, ella sí podía sentir lofría que estaba la noche. Dejé el libro sobre el asiento en el quehabía estado leyendo y la tomé en mis brazos para llevarla a supieza. Su cabeza cayó, acercándose a mi pecho, y comenzó arespirar más profundamente. La recosté sobre la cama y lacubrí con las mantas. Se quejó y se dio vuelta para no apoyarsesobre su espalda. Su respiración volvió a relajarse y yo volví,luego de un momento, con el cuaderno para seguir leyendo. Meestaba acercando, y deseaba saber, qué pensó de mí, qué pensócuando se supo enamorada tan inesperadamente.

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-Me aferré fuerte a la fría roca. Podía estar todo derrumbándose peroaquella roca, imponente, me protegería contra las tempestades. En unimpulso

extraño la acaricié. Y en eso estaba concentrada cuando la oscuridadcubrió por entero el bosque y me sentí perdida.

-¿Y ahora?-susurré para mi misma, con miedo.

Un débil destello salió de mi compañera iluminando, poco a poco, ellugar.

Vale, vale si, me estoy volviendo loca.

-Creo que fue por leer libros de época, porque este sueño jamáspodría ser un recuerdo a no ser que lo sea de alguna vida pasada,algún tipo de regresión. Lo cual dudo.

Me vi vestida con esos atuendos hermosos y femeninos pero inútiles siuno quería ser práctica que se usaban en los tiempos de ElizabethBennet.

Escapaba de alguien. Sabía que no podía correr ni por el vestido nipor mí. Era una damisela en apuros en un oscuro callejón, sóloiluminado por la luz de i a luna.

¡¿Quién me había mandado a escapar de las atenciones de SirNewton?! Lo prefería a él y a su aburrida charla al paso sigiloso y elsilbido centelleante de aquellos pasos al acorralarme.

El hombre, ser repulsivo y horripilante, acarició mi mejilla y bajó sumano por mi cuello dejando en mi una estela cálida con olor a licor.Sentí asco pero no podía alejarme. Con sus piernas habíaimposibilitado cualquier intento de escape. Cerré los ojos deseandoque primero me matara, pero, de pronto, no lo sentí más.

Abrí los ojos con cautela y, en efecto, no estaba. Respiré aliviada peroel miedo me había dejado petrificada.

Un grito desaforado llamó mi atención. No duró más de tres segundospero fueron suficientes como para dejarme la piel de gallina.

Vi a alguien acercarse entre el oscuro callejón. Temí que todo volvieraa comenzar, pero aún no podía moverme. El que se acercaba era unhombre alto v muv apuesto, de facciones marcadas v piel pálida. Baiolos oios tenía gruesas v marcadas ojeras pero su aspecto distaba

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mucho de ser demacrado. Me observó con reticencia y caminó en midirección moviendo la cabeza de un lado para el otro con reprobacióny enfado.

Luego de respirar profundo, en lo que pensé era un recurso paracalmarse, me dijo:

-Si te pidiera que bailarás conmigo, ¿aceptarías?

-Manejaba hacia algún lugar del bosque y luego caminaba entreraíces y flores bajas, rodeada de gigantes árboles que no permitían elpaso de mucha luz. Tropecé en varias ocasiones, pero seguícaminando, segura del lugar al que tanto quería llegar. Estabacansada porque iba en subida pero sabía que lo que me esperaba eramucho mejor que cualquier contrariedad que tuviera por el largo ydifícil camino recorrido. Mi corazón latía esperanzado porque prontollegaría. Tomé aliento para caminar los últimos metros que meseparaban de mi destino y...desperté. ¡Qué frustrante es despertar!

O He ido a aquel lugar, es real. Seguí el camino de mi sueño y lleguéa un precioso claro, rodeado estaba el suelo por pequeñas florecí lias.Me encontré con Edward Cullen en el camino y éi me guió. Nossentamos y hablamos muy poco.

Sentí que conocía ese lugar de toda la vida, como si aquel fuera elescenario de mis más preciados recuerdos y de los mejores momentosde mi existencia.

Recordatorio: Es el ser más exasperante que conozco.

La risa me invadió y no pude reprimirla por lo que tuve salir desu habitación y de su casa para poder reírme a gusto. Unasensación extraña recorrió mi cuerpo y reconocí el relajo. Pesea lo que tendríamos que enfrentar y al peligro inminente en elque se encontraba Bella, su amor llegaba nuevamente, paracobijarme y darme ánimos.

-Dos notas al unísono. Se me erizó la piel. El doble sonido se repetíaen acordes dispersos, listos para desarmar a cualquiera. La mezclaentre agudos y graves detuvo mi respiración. Mi corazón latió conrapidez. El sonido era tan lejano como el recuerdo que intentabaalcanzar. Y el laberinto en el que me encontraba tan impetuoso quepor no marearme preferí cerrar los ojos. La voz de Ángela se habíaconvertido en un distante susurro. Mi barbilla comenzó a temblar, al

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igual que mis piernas. Por lo que agradecí estar sentada. Mirespiración comenzó a acompasarse al ritmo de la melodía. Penséque iba a desmayarme cuando los acordes se hicieron cada vez másrápidos y yo, en consecuencia, empecé a hiperventilar. Estábamos enlo alto de la cima. El vértigo lo sentí como si estuviera en unamontaña rusa. Esperando la caída.

Esta por fin llegó pero no fue más fácil el descenso. Aún tenía los ojoscerrados apretadamente, pensé que si los abría, todo me daríavueltas.

Esto no fue un sueño, fue casi como un deia vu. Un extraño deia vu.

Reconocí la canción oero no recuerdo haberla escuchado antes.Debussv. Parte de mi se sintió atraída oor aioo que no oudecomprender, a! cerrar los oios me veía en un lugar totalmente distintodel teatro en el que me encontraba, v aunque estaba desconcertada vaturdida me sentí esperanzada. Esperanza que duró una media hora,un poco más, hasta oue llegué devuelta a! colegio v todo optimismo seesfumó.

-Sus labios pétreos presionaron los míos en un casto y dulce beso.Busqué su aliento, embriagador, abriendo mis labios, pero me rechazócon suma

fuerza, apartándose de mí. En su rostro veía la lucha que estabalibrando y me mordí el labio, culpable.

Nuevamente, no oude verle el rostro, pero la sensación de tacto eramuy real v conocida. Me sentía cómoda, me sentía en casa. Mis labiosconocían

los suvos muv bien, describí sus líneas con la punta de mi lengua, eracomo besar un sabroso hielo, guise más v desperté.

-Se me hace un nudo en la garganta cada vez que despierto. Lo pierdoa cada instante y el tiempo sigue pasando, indiferente de mi dolor ymi confusión. No he vuelto a soñar con él y su partida coincide con lade Edward Cullen, el hermano de Alice. Si, ya se que no hace falta laaclaración, que tengo su nombre grabado a fuego en mi cabeza, peroha sido muy repentino este amor por él, esta sensación de angustiacada día que no aparece por el instituto. Siento que he perdido algode vital importancia para seguir viviendo y esta vez no es sólo porhaber perdido gran parte de ios recuerdos del año pasado, es él. Escomo si tuviera algo que me pertenece, algún hueco en mi cuerpo

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redama su presencia para volver a sentirme completa.

Jamás le conocí muy bien, la mayoría de las veces fue insoportablepor una y varias razones, pero lo exijo de vuelta, lo quiero a mi lado...

Esto estaba inmediatamente después, con la letra marcada yllena de manchones.

-¡Ay, Bella! Cómo estuviste tan ciega. Si, está bien. No recordabanada de nada, bien que creí, alguna vez, que Eric era el tipo queaparecía en mis sueños y que hacía revolotear mariposas en miestómago. Podían decirme que había sido novia de Mike y lo hubieracreído porque no tenía idea de si era verdad o no. iMaldición! ¿Porqué nadie me dijo? ¿Cómo callaron algo tan importante?¿ Noconsideraron que yo deseaba saber cómo había sido mi vida para asíjustificar todas mis angustias y vacíos que manaban de mi cabeza?

Y ahora el idiota de Cullen no va a volver y yo quedé como la pobreniña que no recuerda absolutamente nada, que nunca se enteró que lahabían abandonado de una manera tan brutal, que jamás se imaginóque el tipo sin rostro con el que soñaba cada noche era el mismo alque tenía que ver, y al que deseaba ver, cada mañana.

-David sostenía mi mano con urgencia. Corríamos por una largasenda pero yo tropezaba constantemente y ralentizaba su paso, puesél me recogía cada vez que yo caía. Su rostro mostraba desconcierto yconcentración, como si supiera el camino que debíamos recorrer. Elme guiaba y yo me dejé guiar, confiada.

Sólo un trueno sirvió de introducción a la fría lluvia que comenzó acaer, como dardos congelados sobre la piel desnuda de mis brazos,sobre mi cabeza y mi rostro.

-Ella no lo va a hacer-dijo, todavía corríamos.

-Entonces, ¿por qué escapamos?

Detuvo el paso y acercó su rostro al mío, la lluvia amortiguaba lossonidos y casi no podía escucharle.

-No debemos arriesgarnos. No te puedo perder a ti también.

David respiraba con dificultad, pero mantenía sus penetrantes ojosazules en mi mirada.

Negué con ¡a cabeza.

-No me perderás. Todo estará bien, ella volverá.

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-Llueve-le recordé luego de un momento-estaremos a salvo mientrasllueva. Ella no puede seguir nuestros pasos, no nos encontrará.

Asintió con la cabeza, dándome la razón.

-Ven-dijo, tomando nuevamente mi mano. Se la estreché, conconfianza.-Conozco un tugar.

-iNoi-me detuve en seco apenas llegamos. Negué con la cabeza una yotra vez y solté su mano con brusquedad.

-¿Qué ocurre, Isabella?

-Aquí no-susurré-aquí no.-Empezaba a respirar con dificultad,agaché la cabeza porque el roce de la lluvia hacía más difícil tomarcualquier bocanada de aire.

-Estás llorando.

-No, es la lluvia-pero él no podía ver mi rostro, estaba escuchandomis sollozos.

Ahí terminaba el sueño. Se me había hecho difícil continuarlo yno sólo porque en el ella estaba con otro y se sentía segura a sulado... ¿Quién era ese tal David? ¿Existía realmente?

Pero lo que más había llamado mi atención fue la razón por lacual escapaban, luego de leerlo y releerlo unas cuantas vecesquedó todo muy claro. Escapaban de uno de nosotros, de unvampiro. Y, ipara peor! los dos parecían conocer perfectamentea su atacante, hablaban de el como de un ser inofensivo,confiaban en que podrían perderlo, ¡lo estaban salvando de símismo!

¿Era este un sueño basado en una vivencia? ¿Bella habíaconvivido nuevamente con vampiros? ¿Estos, tenían algo quever con los ataques, con Victoria y Laurent?

Luego de comparar la veracidad de los anteriores sueños erafácil pensar que este también se fundaba en algo que ella habíatenido que presenciar. Tiré el cuaderno al suelo, con enfado.Resonó en el espectral silencio de la noche como si algo sehubiera quebrado.

Apreté los dientes para no decir lo que estaba pensando, apretémis puños para no acercarme a ella, despertarla y pedirleexplicaciones. Había estado alejado de ella demasiado tiempo,el suficiente para que lo extraño llegara nuevamente a invadir

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su tranquila vida.

Pese a todo el ruido que hice, Bella no se despertó.

La luz del nuevo día entró por los resquicios de la ventana,dibujando una extensa línea que terminaba en mi rostro. La luzno fue capaz de arrebatármela esta vez.

Mi celular comenzó a vibrar y luego de un tono lacomunicación se cortó. Era parte de Emmet.

-Todo acabará pronto, amor. Todo estará bien-le susurré antesde partir.

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Capítulo 20

Se desvelan las sombrasBella's POV

-Todo acabará pronto, amor. Todo estará bien.

El susurro fue apenas perceptible, pero se que fue real.

Había despertado momentos antes, invadida por una sensaciónsegura. Había tenido pesadillas toda la noche, por lo queagradecí el cambio.

Abrí los ojos apenas un segundo después de haber escuchadoesas palabras, me encontré en mi pieza, en mi cama, pero norecordé haber subido las escaleras ni haber recogido la ropa decama para taparme, lo último que hice antes de cerrar los ojosfue cerrar el cuaderno en el que anotaba mis sueños. Lamemoria me estaba fallando, nuevamente. Me aterré.

Abrí los ojos y no había nadie, por supuesto. Las voces sólohabían estado en mi cabeza. Suspiré algo agotada. La nocheanterior había sido fácil recostarme y caer rendida pero ahora,al despertar luego que se fue por completo el eco de aquellavoz, la preocupación volvió a sumergirme invadiéndome contoda clase de pensamientos. Mi padre estaba bien, todo habíapasado. Un simple accidente, me repetía. Yo solía accidentarmea cada instante, pero cuando fue Charlie, mi padre, elaccidentado, fue como si el mundo se me viniera encima.Sentía que algo malo iba a suceder, y sentí como mi cuerpo sepreparaba para el dolor de una posible pérdida.

Luego de ducharme salí en dirección al hospital para visitarlo.Había empacado su postre favorito, y esperaba pasardesapercibida frente a las enfermeras del hospital.

-Bella, ¿qué haces aquí?-preguntó con no disimulado enfado,en cuanto entré.

Dejé sobre la mesita de noche la fuente que había llevado y mesenté, con los brazos cruzados, en el sillón que había frente a

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su cama.

-¿Cómo te has sentido?

-Bien, vuelve a casa.-ordenó.

-Había pensado en pasar el día contigo-no le presté atención.

-Me dan de alta mañana, no tendrás tiempo de extrañarme. Sebuena y anda a casa, pronosticaron una nevada y sé lo poco quete gustan, aparte es muy peligroso que andes manejando con elpiso resbaladizo.

Me levanté para mirar por la ventana, la neblina era baja ydensa y probablemente garuaba. El día estaba muy frío yaunque era temprano el cielo estaba oscuro, pero no habíaescuchado nada de una posible nevada. Hice una mueca,disgustada.

-Te traje tu postre favorito, ¿te gustaría comerlo para eldesayuno?-dije, luego de un momento.

-Claro-susurró resignado.

Mientras se lo comía me miró con aprehensión.

-¿No te gustó?

Clavó la mirada en el plato, frente a él, como si lo hubierasorprendido haciendo algo malo.

-¿Qué tienes planeado para el próximo año, Bella?

-No lo se-admití-Había pensado en volver con Renée, entrar auna universidad allí-susurré- pero ahora, sabiendo lo osado queeres, no puedo dejarte.-

entrecerré los ojos en un gesto acusador.-Si me voy, no dejaréel estado. No te librarás de mí.

-No necesito que me cuiden, soy grandecito y no volveré porlos bosques, créeme. Tu tampoco debes acercarte, son unatrampa mortal-intentó sonar divertido. Suspiró como siestuviera agotado-Por favor, Bella, anda a casa. Yo dormiré unrato y estaré bien. Ya nos veremos mañana.

En el camino devuelta prendí la calefacción y la radio de micamioneta y, saltándome las emisoras de noticias regionales,las de música folclórica y hip-hop, encontré su canción.

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Aunque la voz del cantante era chicharra al lado de la deEdward...

Una tarde en química, su novelesca voz había llegado parallenar mis vacíos. Como si leyera mis pensamientos se puso acantar la misma canción que

yo tarareaba en mi cabeza, logrando distraerme, con sumareante tono.Partió como un suave y ronco susurro, casitímido, que se fue prolongando e incrementando a medida quepasaba las mejores partes de Creep. Creo que dejé de respirarcuando escuché salir de su boca "/ want you to notice when i’mnot around".

Me detuve en seco en medio de la carretea, la espesa niebla nome había dejado ver más allá de los reflectores. Charlie mehubiera multado si me hubiera visto pero no había ningún otroauto por lo que no provoqué ningún accidente.

Me detuve porque en medio de la calle, una muchacha, con losbrazos extendidos hacia arriba, parecía requerir ayuda. Abrí laventana mientras ella se acercaba a mí.

-¿Qué sucedió?-le pregunté cuando ya estaba losuficientemente cerca para escucharme.

-Mi auto quedó varado en la entrada del bosque-sonriódisculpándose. Cuando estuvo frente a mí la observé condetalle, tenía unas facciones hermosas y su piel se veía suave ylisa como la seda. Con aquella sonrisa me sentí culpable por noquerer ayudarla.

-Por favor-me dijo como si supiera lo que estaba pensando.

Me condujo hacia su auto y me contó que no era de Forks, queno tenía idea a donde pedir ayuda.

Una vez que estuvimos frente al auto, tiró de mí y sin muchoesfuerzo me tomó en sus brazos. Miré a mí alrededor en buscade ayuda porque zafarme no podía, de pronto me sentí sinfuerzas. Comenzó a caminar conmigo en sus brazos conlentitud, como si esperara que me asustara y comenzará agritar. Gritar no era una opción en un sitio tan desierto y lejanocomo lo era el bosque en invierno.

En medio de los árboles lo vi. Un muchacho a quién yo habíavisto crecer hasta convertirse en un hombre, seguía nuestros

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pasos. Con una pequeña sonrisa me infundió valor y luego,quedándose unos metros alejado, comenzó a temblar.

-iSuéltamel-intenté hacer tiempo para ver qué le había pasado aJacob. Ella no dijo nada pero sonrió y sus facciones tan suavesantes parecían felinas, insinuantes ahora.

Seguí buscando entre los árboles a Jacob, pero en lugar deencontrarlo a él, mi mirada se topó con dos grandes y oscurosojos que brillaban, acercándose cada vez más. El alivio quehabía llegado junto con Jacob rápidamente había desaparecidoal ver a aquel animal gigante tan cerca de nosotras. ¡Jacob!,pensé aterrada. Comencé a patalear, quise advertirle a micaptora del inminente peligro al que nos enfrentábamos pero nologré llamar su atención, por más que me sacudí y grité.

Jacob podría estar lastimado...

-¡Suéltame pequeño demonio!-grité.- ¿Quieres mi dinero? Lodejamos en mi auto, cerebrito.

Aceleró el paso más allá de lo posible y en consecuencia,comencé a marearme. Cerré los ojos mientras seguíamospasando entre árboles, siempre

árboles, todos ¡guales, todo verde. Ninguna posibilidad derecordar el camino si lograba escapar.

Edward's POV

Durante la noche había ignorado el hecho de que no era elúnico preocupado por el bienestar de Bella y que estaba altanto del peligro que corría, una vez más. Pese a su insistencialos aullidos fuera de la ventana de su cuarto no habían logradodesconcentrarme y no habían informado sobre ningún peligro.Desconocía si era sólo él el que estaba al tanto de la llegada deVictoria y Laurent pues todos sus pensamientos seconcentraban en la mejor manera de exasperarme.

Al salir, para su alivio, de la habitación de Isabella, meesperaba en el pequeño bosque que bordeaba el terreno de lacasa de Charlie. Seguía gruñendo, con los ojos desorbitados.Aguanté la respiración mientras me acercaba.

-Cuídale-le dije y dándome la vuelta me fui, ignorando la sarta

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de palabras que profirió en su melenuda cabeza.

Marqué el número de Emmet mientras me dirigía al bosque.Llamó y los tonos se fueron sucediendo uno tras otro, pero élno contestó. Quizás el enfrentamiento estaba es su apogeo,esperaba llegar a tiempo. Éramos mayoría, no tenía miedo poreso. De hecho sólo temía por Bella y su familia, pero ahora quesabíamos los planes de Victoria y Laurent habíamos sidoprecavidos. No volverían a acercarse a ellos.

No me fue difícil encontrar el camino que conducía al lugarexacto en el que se encontraba ella. Al parecer, me esperaba.Pero me extrañó no ver a

Laurent junto a ella. Quizás ya habían acabado con él yVictoria había logrado escapar.

Se volvió para mirarme y me ofreció una sonrisa. La cual norespondí.

-Dudo que haya sido una coincidencia-le dije deteniéndomefrente a ella.

Me miró con curiosidad.

-De entre todos tenían que atacar a su padre.

Abrió los ojos comprendiendo. Levantó los hombros,restándole importancia.

-Esperaba hablar contigo antes de empezar con la acción. Yapodrás vengarte luego-chasqueó la lengua.

Entrecerré los ojos mientras intentaba dilucidar de qué iba esto.

-Como podrás suponer, parte de tu familia ya acabó conLaurent.-lo dijo sin una pizca de pena o arrepentimiento. Elsólo había sido un instrumento más en su camino para llegar anosotros.

Cuadré los hombros esperando.

Victoria cruzó los brazos tras su espalda en un gesto infantil.

-¿Cómo ha resultado este año para ti?

-Eso no es de tu incumbencia.

-De hecho, si-susurró-Verás, me llevé un verdadero chascocuando me enteré que la humana no recordaba nada y más

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importante no te recordaba a f/.-mclinó la cabeza hacia unlado.-Todo fue por nada. Ustedes mataron lo que yo más queríapor salvarla y ella ni siquiera puede recordarlo. Ni siquiera sequedó contigo y tu no volviste a ella. No lo entiendo.

Suspiré, no necesitaba un recordatorio.

-Es lo mejor para ella, esta vida no la merece. Por lo tanto, teagradecería que la próxima vez que quieras dejarnos un recadolo hagas directamente con uno de nosotros y no utilices ahumanos para tus encargos personales.

-No lo volveré a hacer-dijo confiada.-Pero, no me dirás que nofue entretenido escucharla, ¿cierto?

-¿De qué hablas?

-Ya sabes, tu don-marcó la última palabra abriendo los ojos consarcasmo y estirando los labios con burla-no llegaba a ella. Hehecho mi tarea.

-¿Qué tienes que ver tu con eso?

Soltó una risa, como si no pudiera ser más obvio. No podíasaber lo que cruzaba por su cabeza, evitaba pensar en lo que yotanto quería saber.

No respondió directamente a mi pregunta.

-La primera vez fue fácil. Ella pensó exactamente lo que queríaque escucharas. Sabiendo que no podrías tenerla fue divertidoque ella pensara en ti desde la primera vez que te vio. Fue muypredecible el resto. De verdad los humanos no aprenden, sontan aburridos. Cometen una y otra vez los mismos errores.¡Tropiezan una y otra vez con la misma p¡edra!-esta vez la risaretumbó por todo el sombrío bosque.-Luego fue cosa demantener las apariencias. Primero alejé a la vidente para que nose interpusiera en mis planes-tarareó una canción conocida. Lamisma que había escuchado una mañana en el bosque, cazandojunto con Jasper. Volví a sentir un extraño y ligero sopor. Sedetuvo y esbozó una sonrisa, llena de orgullo Sentía cómo se teabría una nueva herida cada vez que oías su vocecita en tucabeza. Necesitándote primero y luego enamorándosenuevamente de ti. Y tu no podías hacer nada. ¡Cómo medivertí! Tu no podías decirle, porque qué tozudo eres, lo quecon tanto esfuerzo callabas.

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Sus palabras, el tono de su voz, fueron cambiandogradualmente a medida que me hablaba. No era una venenosavampira buscando vengarse; era una mujer, una que habíaperdido todo lo bueno que podía tener la existencia, me hablabacon envidia.

Por unos instantes no hubo más que silencio.

Hasta que su risa casi histérica rompió con el. Sus ojosbrillaron negros y sedientos cuando se acercó a mí. Me mostrósu sonrisa completa y fue en

ese instante que noté que apenas podía moverme. Sentí surespiración respondiendo a la mía. El olor ácido de su alientome puso en alerta.

Dio unos pasos lejos de mi sin quitarme su resentida mirada.Desapareció entre los árboles y no pude mover ni un solo pelopara seguirla. Tenía las extremidades totalmente inmóviles.

Volvió luego de unos instantes con una sonrisa triunfal y conBella, pareciendo una muñeca de trapo, en sus brazos. Ellamiraba desorientada hacia todos lados, pero no se percató de mipresencia. Podía evidenciar el miedo en su rostro y en loacelerado de su corazón. Victoria por fin la soltó y se puso acaminar de un lado a otro frente a ella. Se acercó para tocarleel cabello y la encontró apetitosa. Quise gritar, susurrar, haceralgo para llamar su atención mas fue imposible. Tan sólo podíamirar y esperar que todo terminara misteriosamente bien. ¿Esque Alice no había previsto esto? ¿Dónde estaban todos? Misdientes rechinaron en el arduo intento que hice por realizarcualquier tipo de movimiento.

Bella's POV

Me soltó bruscamente cuando se detuvo. Abrí los ojos,mareada, y me encontré en un valle rodeado de macizos ygruesos árboles, formando compactos muros alrededor mío.

-No quiero robarte-me informó.

Tragué saliva, podía ver un destino aún peor para mí. Logrépararme para hacerle frente.

Ella caminaba frente a mí de un lado para el otro, lentamente,

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elegantemente. Me recordó el paso de Alice, pero este era másdesenfadado, más

animal.

-Hace mucho tiempo que esperaba este momento. Insignificantehumana, todo fue por tu culpa-negó con la cabeza conincredulidad, al tiempo que sus ojos se volvieron de un negrointenso, de una profundidad que no podía ser posible.

-¿Mi culpa? No entiendo de qué hablas.-Sentía el miedoestancado en mis pies, no podría correr, aún teniendo unaoportunidad, la cual era escasa. Se acercó a mí y se puso detrásmío. Me volví para mirarla, y con los ojos abiertos por lasorpresa y un nudo en la garganta, vi a Edward Cullen quietosobre el tronco de un árbol.

-No, a él no. No le hagas daño-susurré sin pensarlo, mis ojos sehabían llenado de lágrimas-la culpa es mía-le recordé.

Rió infantilmente, con burla y desdén. Sus ojos se achicaronpor efecto de la risa, se vio más diabólica que antes. Se meerizó la piel, mis ojos

seguían clavados en los de Edward cuando ella dijo:

- Si, la cosa es contigo, pero por él.

¿Era posible tener los ojos tan profundos y oscuros y seguirteniendo una mirada atrayente?

Negué con la cabeza, confundida.

-Ya, ya no recuerdas nada. ¿Quisieras recordar? ¿Quieres saberpor qué por más que te alejes todo te lo nombra?

Di un paso adelante. El rostro de Edward se torcía de dolor. Memiraba como sólo vi en mis sueños y el dolor que parecía sentirno alcanzaba a

enturbiar la hermosura de su cara.

Ella se acercó más a mí, su rostro ocupaba todo mi campovisual. Respiró profundamente con los ojos cerrados y unasonrisa se escapó de sus labios. Pude ver dos largos colmillosadornándola. El terror terminó por dominarme pero por algunarazón, y aún con mis rodillas tambaleando, no caía.

El sopor me invadió e hizo que mis parpados cayeran pesados,

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cerrando mis ojos. Ya no despertaría. Había hecho tan poco conmi vida...

Mis sueños cobraron vida en mi cabeza, viví cada una de esasimágenes en lo que me pareció una vida entera. Ahora su rostroera claro, su tacto frío

y sus ojos de un miel intenso. Y me sonreía.

Sentía ahora su tacto real, como si de verdad estuviera a milado rodeándome con sus brazos y sentía que la vida no podíaser más bella, que el cielo

gris no podía brillar tanto y que mi corazón no podía latir másrápido, de un momento a otro dejaría de latir pues estafelicidad no parecía real.

Risas, murmullos, ironías; mi corazón revoloteabadescontrolado. Mi respiración era agitada Roces, besos,caricias, su frío aliento recorriendo mi cuerpo, sus suavesmanos dibujando sobre mi piel, quemándome, aunque biensabía que eso no era posible.

Todo volvió. Un faro aún me esperaba con esperanza en labahía, cada noche estuvo llamándome con sus luces,anhelándome, hasta que regresé deslumbrada por la intensidadde aquél resplandor, y esta vez con mis recuerdos.

Una gélida brisa recorrió mis memorias, quitándoles el color,desvaneciéndolos a su paso.

Luego recordé que me estaba despidiendo, pero no estaba listapara dejar este calido lugar. No ahora, no tan pronto. ¿Nopodían dejarme para siempre aquí? Todo encajaba en este lugar,todo tenía su sitio y aunque pareciera imposible las cosasresultaban, la vida era buena. Pero no tuve fuerzas para luchary me dejé llevar por esa oleada fría que me arrebata el únicoregalo que me había dado la existencia, los días pasados habíanvalido la pena, todo lo ocurrido había valido la pena, comencéa tiritar y me rodeé con mis brazos para cubrirme del viento.Todo lo que veía ahora eran sombras. Abrí los ojos. Meencontré en un oscuro bosque, el viento acariciaba mi cuerposin tregua alguna y me puso en alerta. De alguna manera habíapodido despertar, había vuelto, pero recordé que estaba a puntode morir.

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La realidad logró abrumarme y mis rodillas cedieron,dejándome caer.

Ignoré una perezosa voz en mi cabeza que me decía que novalía la pena hacer el intento de pararme, que en unos minutosmás dejaría de existir y que pronto me convertiría en polvo. Noiba a resignarme, tenía que verlo por última vez, debía ser laimagen con la que mis ojos se cegarían, el último latido debíanombrarlo. Me levanté, sosteniéndome en una rama cercana,pasé de ella como si no existiera y me acerqué a Edward. Ellevantó la mirada, con asombro. Mi barbilla comenzó atemblar, respiré profundo.

Edward's POV

-Suéltalo-ordenó Bella, aún mirándome a mí. Con los ojosllenos de cólera. -El-se le cortó la voz-él lo va a saber igual. Yya ves, no le importa.- Una imperceptible sonrisa apareció ensu rostro y un leve asentimiento de cabeza me bastaron parasaber que todo estaba bien. Se dio vuelta y encaró a Victoria.

-¿Qué estás esperando?-le preguntó desafiante.

Victoria no se esperaba este giro, en su cabeza Bella pedíapiedad.

Los segundos antes de la destrucción total parecieron eternoscomo los momentos antes de la detonación de una bomba,como el último latido de una buena vida. Parecía que el tiempose sobrecogía, como el abrupto cese de la respiración cuando seencuentra algo perdido por años, como cuando ves aquello queamas sonriéndote en correspondencia y al siguiente segundotodo es confusión. No hay más al segundo siguiente.

Victoria tomó la mano derecha de Bella con furia, con los ojosencendidos, y la besó. Besó la cicatriz en forma de medialuna,una promesa de venganza.

-Mi amor por el tuyo-dijo Victoria.

Apretó la mano de Bella fuertemente y esta comenzó a sollozary a retorcerse por el dolor. Escuché cómo uno de los huesos desu muñeca se desencajaba del resto.

-Edward-susurró entre dientes, aguantando el dolor con los ojos

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cerrados-Edward, te amo. ¡Qué improbablel-susurró más para símisma, alzando las cejas y luego se desmayó.

Algo hizo clic en mi interior y sus palabras, aún rondando enmi cabeza, me liberaron. Victoria mantenía aferrada a Bella yechaba su cabeza hacia atrás, preparando sus colmillos paraentrar en su yugular. Demasiado cegada con el buen resultadode su venganza como para percatarse de mi ataque. Pero antesde que pudiera acercarme a ella un gran animal de piel roja seabalanzó sobre ellas, tirándolas al suelo. Observó a Bella porun instante y volvió a arremeter contra la vampira.

Tomé a Bella en mis brazos y esta, pegada a mi pecho, abriólos ojos.

-Ayúdalo-pidió-está solo. No permitas que le pase nada malo.

La tendí con cuidado detrás de unas madreselvas y me aseguréde que no viera nada que pudiera choquearla aún más.

Al volver, dos rocas pesadas parecían chocar y caer con ruidoseco al suelo. El hombre lobo me miró con odio, pero no habíatiempo para las rencillas.

Con él, fue fácil retenerla y quitarle toda posibilidad de usarsus trucos mentales nuevamente. Sostuve sus brazos, su cabezacaía pesadamente en un

ángulo imposible, mientras Jacob arrancaba uno a unos lospedazos de su cuerpo.

-Aquí-dije frente a los restos de Victoria, y al momentosiguiente tenía a Carlisle y a Emmet junto a mí.

Jacob se alejó, perdiéndose en el bosque.

-¿Está Bella herida?-preguntó Carlisle.

-La mano derecha rota.

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Capítulo 21

Luego de las sombras, apareces tú.

El sonido estridente y agudo del teléfono llenó mi cabeza,aturdiéndome nuevamente.

Sentada en el suelo, dándole la espalda a mi cama, esperé quecallara. Observé, sobre mi hombro, cómo la luz del nuevo díacomenzaba a entrar por mi ventana.

Hace treinta y seis horas que estaba sentada en la mismaestática posición. Al principio, cada ruido a mi alrededor,incluso mi propio respirar, me había irritado. Luego, con elpaso de las horas me había sumergido en un estado deindolencia total, eludiendo cada imagen, pensamiento orecuerdo que quisiera cruzar por mi cabeza. Había dejado delado hasta mis necesidades básicas de humana. Con el paso deltiempo hasta éstas habían dejado de ser apremiantes.

El teléfono siguió sonando y con cada agudo tono sentí como sidos pesadas manos me empujaran hacia un helado mar,intentando llevarme hasta el fondo. A pesar de esto, esas frías eincómodas manos me trajeron devuelta a la realidad.

Intenté pararme, aterrándome a mi cama y luego a miescritorio. Mis piernas estaban entumecidas y no respondían amis débiles esfuerzos por ponerlos en marcha y hacerloscaminar. Llegué a la puerta de mi habitación y con algo detrabajo me vi en la orilla de la escalera.

Me aferré al barandal con mi mano buena y, lentamente,comencé a bajar.

Debí saber que no todo me saldría tan fácil. Era aquella mirealidad, después de todo. En el tercer escalón bajado, mi piederecho se dobló, retrayéndose involuntariamente y mi cuerpovoló frente a mis aterrados y cansados ojos.

Unos fríos brazos detuvieron mi caída y me pusieron a salvo,junto a su pecho.

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-Estoy bien-le dije, viéndome en sus brazos. Un tumulto deemociones amenazaba con derribar las trabas que les habíaimpuesto y salir a flote, dejándome vulnerable.

Me puso en el suelo con sumo cuidado, pero pasó a llevar mimano derecha sin querer. El dolor llegó para abrirle camino atodo lo demás y no pude seguir reprimiéndolo. Mis ojosempezaron a humedecerse.

-iDéjame!-me aparté de su lado intentando empujarlo con mimano buena, ¡pésima ¡dea!

Llegué al teléfono con sus ojos siguiendo mis pasos. Le di laespalda.

-Aló-susurré.

-¿Bella? !Bella !-chilló Charlie en reconocimiento, con ciertoalivio.

-¡Papá!-se me había olvidado por completo-¿Cómo estás?

-Bien-respondió rápidamente-tu, ¿cómo estás?

Parpadee dos veces, dando la vuelta. Edward seguía parado,con los ojos pegados en mi, a tan solo unos cuantos metros.Miré el cable replegado del teléfono. Si, alcanzaba.

-¡Bella!, ¿cómo estás?-volvió a preguntar m¡ padre.

-Bien-respondí, totalmente distraída. Caminé unos pasos con elauricular pegado a mi oreja. Me acerqué a él y estirando mimano mala rocé su cuerpo. No se desvaneció. Aunque en missueños también podía tocarlo.

Levanté la mirada, buscando en su expresión. Había una calidasonrisa adornando su rostro. Volví a tocarlo, con máscuriosidad esta vez. Pude sentir su pecho bajar y subir.

-Papá-dije sin quitarle los ojos al pecho de Edward.-¿Cuándo tedan de alta?

-Me dieron de alta ayer a las cinco de la tarde.

-¿Qué?-volví a mi lugar seguro, junto a la pared y observé elaburrido caer del agua por la llave mal cerrada del lavaplatos.-¿Por qué no me enteré? ¿Dónde estás?

-Estoy con los Black. Jacob fue a recogerme. Llamé a la casa

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pero nadie contestó.

-¿Por qué Jacob no te trajo aquí?

-Insistí en que era mejor que estuvieras sola.-Asentí con lacabeza, dándole la razón.-Bella, volveré en cuanto menecesites.-Esperó, pero no dije nada.-Cariño, resuelve lo quepuedas, intenta descansar. Pero no tomes ninguna decisiónapresurada-Volvió a callarse, seguí sin contestar. -Hay veces-susurró-en que es mejor ser egoísta.

Asentí con la cabeza nuevamente con un nudo en la garganta,convencida de que le llegaría el mensaje.

-Cuídate, papá.

-Cuídate, Bella. No te dejes llevar por el orgullo.

Adiós, papá-colgué, ofendida.

Me dirigí hacia la escalera y en el primer peldaño, me volví.

-Edward-murmuré-no es necesario que estés aquí. Puedes irte,yo estoy bien.

Se acercó al pie de la escalera, levantó su mano y tomó la mía.

-Bella-susurró y su voz recorrió mi cuerpo como un escalofrío.

Bajé la mirada y observé nuestras manos, detenidas,sobreactuadas en el aire, queriendo entrelazarse. Retiré mimano con esfuerzo sobrehumano y dándome la vuelta me fui ami habitación.

Cuando estuve segura de que Edward no estaba en mi casa,comencé a llorar, totalmente confundida y sin poder evitarlo.

A rastras logré trasladarme de mi pieza al baño. El agua fría dela ducha no ayudó a consolarme, al contrario, me enfadó más.El enfado era la emoción que prevalecía a las demás. Dolor,angustia, miedo, confusión y enfado. Por sobre todo el enfado.

Cuando por fin había llegado el silencio en el bosque, aquellatarde infernal, y, junto con el la oscuridad, un gran animal depiel rojiza con ojos grandes y negros se acercó a mi con rostropreocupado. Si es que se puede diferenciar entre el enojo y lapreocupación en la cara de un lobo. La diferencia, supuse, eraque no gruñía.

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Yo aún yacía en el pasto donde me había dejado Edward luegode desmayarme. Aunque la verdad, nunca llegué a perder elconocimiento completamente.

Sabía que no debía hacer ningún movimiento brusco, no debíallamar su atención. El lobo estaba tan cerca de mí que lasposibilidades de levantarme y arrancar eran nulas.

Además, no podía dejar de retorcerme del dolor. Mi manocolgaba literalmente, al final de mi brazo. Prefería no mirar,pero sabía lo que pasaba, me lo podía imaginar y eso bastabapara revolver mi estómago.

Logré mantenerme en silencio, después de todo, el lobo ya nome miraba a mí. La dirección de su mirada cambiabacontinuamente en cada apunto que nos rodeaba.

-¡GeniaM-pensé, está buscando amigos para compartir elbanquete.

Sus ojos, finalmente, cayeron en los míos acercándosedemasiado. Intenté alejarme pero lo único que pude hacer fueestirar el cuello hacia atrás. Cerré los ojos al tiempo que lerogaba que me dejara.

Una fría ventisca me hizo tiritar y para cuando abrí los ojos,momentos después, el lobo había desaparecido.

Me dejé caer sobre el pasto sintiendo como mi cuerpo sepreparaba para colapsar.

Fue Jacob quien me rescató. Venía descalzo. Me estremecí solode verlo. Con la llegada del atardecer, el frío era cada vez másimplacable. Suspiré aliviada al verlo acercarse. Estaba sano ysalvo.

Me tomó en sus brazos, sin mucho esfuerzo, y me acercó a sucuerpo para protegerme del frío.

-Pensé que te había pasado algo. Me asusté.

-¿Algo como qué?-preguntó alzando una ceja.

-Pensé que el lobote aquel había acabado contigo.

Lanzó una sonora carcajada que prolongó hasta que llegamos ami camioneta, aún varada en medio de la carretera.

Me sentó con cautela en el puesto del copiloto y luego de subir

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nos dirigimos hacia el hospital de Forks.

-¿Cómo estás?-preguntó seco, con la mandíbula tensa.

-Estoy-le sonreí con sorna-Aún respiro.

Negó con la cabeza, con las manos apretadas al volante y conel aire entrando y saliendo sonoramente por su nariz.

-Déjalo ya, Jacob. Estaré bien.

Miró mi mano de soslayo, con incredulidad.

-Supongo que todos lo sabían-susurré luego de un rato-¿Porqué no me lo dijiste?-se volvió para observarme y por uninstante el auto disminuyó su velocidad, pero ni mi mirada nimi tono de voz eran acusadores.

Jacob se encogió de hombros sin encontrar respuesta.

-Supongo que pensé que sería lo mejor-volvió a mirarme,comprobando mi expresión.

Todos parecían suponer que vivir en la ignorancia era mejor.

-¿Tan malo fue?-qu¡se saber.

-¿No recuerdas?-parecía confundido.-Pensé que ella, allá en lebosque...cuando esa...

-Si, si-le ¡nterrumpí-vi-busqué la mejor manera de expresar loque había presenciado-fue como estar en mis sueños. Solo queeran más vividos. Aún así-boté el aire-no siento que fui yoquien vivió todo aquello. Fue como observar todo desde arribao siendo otra persona. No siento que esos recuerdos sean míos.¿Cómo saber si todo fue real o no? ¿Todo lo que vi fueronvivencias reales? O, ¿se mezclaron con mi desbordadaimaginación?

El auto se detuvo frente al hospital y Jacob pareció descansaral verse librado de responder a todas mis interrogantes.

Luego de ducharme bajé las escaleras y llegué a la cocina, asabiendas que no tenía hambre, pero recostarme y descansar noestaba dentro de mis opciones.

Tenía la cabeza pesada y los ojos me ardían debido alcansancio.

Sentada en la mesita de la cocina, ya totalmente iluminada por

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el nuevo día, escondí mi rostro entre mis brazos buscando algode oscuridad y casi inmediatamente me dormí.

Al despertar, horas después, las imágenes que ahora salían aborbotones de mi cabeza, siguieron inconexas y absurdas perono por esto menos nítidas o sobrecogedoras. Parecía imposibleque la muchacha que se sonrojaba al ser observada por dosabrasadores ojos miel fuera yo.

Subí a mi habitación, con el impulso de un recordatorio, paracomprobar una de las tantas imágenes que revoloteaban en mimente. Me acerqué a mi ventana, afuera nevaba y no me habíadado ni cuenta, e intenté abrirla. Esta estaba trancada y yo solotenía una mano apta encargada de hacer todo el esfuerzo.

Como si fuera u acuerdo tácito, él apareció poco después con lapregunta en el rostro. Abrir la ventana no significó ningúnesfuerzo para él. Supongo que eso no debió sorprenderme, perolo hizo.

Permaneció quieto al lado de la ventana, alejado de mi y esperóa que comenzara a hablar. No había pensado en nada paradecirle, tan solo quería verlo.

Me senté en mi cama y lo invité a que hiciera lo mismo. Susojos estaban varios tonos más oscuros de lo que recordaba. Memiraba con dulzura.

-¿Qué fue exactamente lo que pasó?-alcé la voz rompiendo conla mágica atmosfera que se había asentado sobre nosotros,rodeándonos.- ¿Qué fue lo que sucedió que terminé en uncuarto de hospital totalmente sola y sin recordar absolutamentenada?-iPor Dios, qué melodramático había sonado eso!

Me sumergí en su mirada, escondiendo la vergüenza. Eltambién entró en mi, hurgando en mi interior con curiosidad yfrustración.

-¿Qué haces?-pregunté al tiempo que retiraba la mirada. Cerrólos ojos y los apretó como si escapara de una jaqueca.

-Tenía razón-negó con la cabeza-siempre fue ella. Todo eltiempo. Debí suponer que había algo malo en todo esto. Algosospechoso.

-¿A quién le estás hablando?

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Abrió los ojos y una pequeña sonrisa de disculpa se deslizó ensu rostro.

-Intentaba descifrar lo que estabas pensando.

-Pues no lo hagas-intenté bromear-son privados.

-Nunca he podido-aceptó, aún frustrado.

Me miró, deslumbrándome con sus ojos por lo que meparecieron horas. Pero muy pronto me rendí y retiré la mirada.Suspiró.

-El año pasado-comenzó-estuviste a punto de morir.-Levanté lamirada, alentándolo a que siguiera.

-Te mordió-dijo, evitándome escuchar la palabra a la que letemía tanto. El también lo era, pero a ratos se me olvidaba yprefería no evocar esa imagen en particular.

Tomó mi mano derecha con suavidad y la dio vueltaindicándome un punto específico de mi vendaje. La cicatriz,eso era. La mordida de la pareja de la vamp...de Victoria.¡Parecía todo tan lejano! La realidad, aún así, me abrumaba.Más por sentir que todo aquello había pasado de verdad y yo nopodía conectarme con mis recuerdos y aceptarlos como mío,como mi vida. ¡Todo eso había ocurrido!

La curiosidad me permitió seguir hablando.

-¿Me mordió y tomó mi sangre?

-No alcanzó a desangrarte, pero su veneno entró en ti.

Asentí, tratando de comprender e hilar esta información con loque guardaba en mi cabeza.

-¿No es como en las películas?-quise saber-¿Desangrarse ounirse? Por lo que se, sigo siendo una simple mortal.

-Aún eres mortal-concedió con seriedad.-El veneno fueremovido de tu cuerpo a tiempo.

-¿Fue el veneno lo que hizo que perdiera la memoria?

-No, te golpeaste en la cabeza.

-Edward-murmuré con inseguridad pasado unos minutos-segúnlo que me han contado, tu y yo fuimos pareja el año pasado-surostro se contrajo. ¿Culpa o dolor?

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Bajé la vista, pues no tenía el suficiente valor para hacerle lapregunta que más me carcomía la cabeza mirándolo a los ojos.Tomé aire.

-¿Por qué me dejaste?-clavé los ojos en mis manos, élpermaneció en silencio. Y durante largos y penosos minutossiguió sin decir palabra. Me atreví a mirarle, sus ojos brillabanpero ya no me miraban.

El valor me abandonó, quebrándome. Intenté salvar lasituación.

-Yo se-quise quitarle importancia-que una relación de pareja nosiempre va a resultar. Y entiendo el hecho de que no te hayasquedado a mi lado o que hayas encontrado que era más simplealejarme de tu mundo ya que no podía recordarlo. Entiendo quehayas aprovechado esa oportunidad para evitartecomplicaciones innecesarias pero quiero saber por qué, pues, silo supe, no puedo recordarlo.-Mi corazón amenazaba consalirse de mi pecho y la verdad no creía en ninguna de mispalabras.

-Bella-mi nombre se atragantó en su garganta-jamás quisealejarme de ti.

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Capítulo 22

TreguaEdward's POV

-Bella-sentí como un grueso nudo se formaba en mi garganta,impidiéndome hablar con claridad-nunca quise alejarme de ti.

Parpadeó un par de veces, asimilando la información. Me miróexpectante, con un brillo alegre en los ojos. Sonreí enrespuesta, hacía mucho tiempo que no la veía así, como si fuerauna niña con un vestido nuevo.

Su barbilla comenzó a temblar, al encuentro con mis palabras,y se obligó a retirar la mirada.

-No-susurré, puse mis manos en su rostro, no se alejó ante mifrío tacto. Busqué sus ojos hasta que los centró en los míos.

-Entonces, ¿por qué?-murmuró.

-Fue necesario, fue lo correcto-tomé aire.-Bella, pensé quealejándote de mi tu tendrías una vida mejor, feliz-me miróincrédula-o normal.

Enarcó una ceja y se soltó de mis brazos.

-¿Feliz?-botó el aire con gesto cansado-si he de ser una buenaactriz. ¿A cuántos más habré engañado? Está claro que a mipadre no-dijo para sí misma-¿normal? Si eso es posible nosabiendo absolutamente nada de tu pasado...

-Sólo olvidaste un año.

-Si, pero fue el más importante de todos-repuso cortante y noretiró la mirada aun cuando sus mejillas hervían sonrosadas ylos ojos le brillaban de emoción.

Reprimí una sonrisa, recordando viejos tiempos, recuerdosfrescos, mi vida con ella.

Por la ventana se podía observar la llegada del anochecer. Bellasiguió mi mirada hasta la ventana y soltó un largo suspiro algoabatido. Los latidos de su corazón se fueron calmando hasta serun débil murmullo, confundiéndose con los ruidos de la noche,

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con los ruidos del bosque. Quise enfocarme en cada pulso,sentirlos uno a uno como si fueran míos, su voz interrumpió minana preferida.

-Es probable-dijo bajito-que de cualquier otra manera quehubieran ocurrido las cosas, yo no les conocería y sería unaverdadera lástima.

La observé con la mirada perdida aún en la ventana, en el cielosin estrellas. Ya nada se vería tan amenazador, todo habíaacabado ya.

¿Qué estará pensando?-me pregunté mientras la escuchabadecir por segunda vez "qué improbable".

Durante meses había creído que podía escucharla y me habíaapegado a esa oportunidad para darme esperanza. Pero nuncahabía existido ningún tipo de conexión: Bella y yo seguíamosseparados.

Todo lo que aseguré no volvería a pasar ocurrió nuevamente,frente a mis impotentes ojos y estuve a punto de perder a Bella,esta vez para siempre. Ni el paso del tiempo se había visto taninquietante...

Volví a sus palabras, buscando distraerme.

-¿De qué estás hablando?-quise saber.

Sonrió con vergüenza.

-Estaba recordando un mail que le mandé a mi madre el añopasado. Al parecer, hablaba de ustedes.-se encogió de hombros-el contenido de ese correo me mantuvo intrigada un tiempohasta que mis conclusiones se volvieron improbables y decidíolvidarlo.

-¿A qué conclusiones habías llegado?

Negó con la cabeza.

-No tiene importancia-respondió.

Reí escéptico mientras ella simulaba que bostezaba.

-¿Estás cansada?-alcé una ceja.

Asintió, con los ojos brillosos.Me acerqué un poco a ella ydurante un lapso infinito pareció detener por completo su ciclo

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respiratorio.

Negué con la cabeza al tiempo que le decía:

-No te olvides de respirar.-sonreí, pero solo obtuve un ceñofruncido en respuesta. Mi risa se volvió carcajada mientrasacunaba a Bella en mis brazos.

Refunfuñó unos instantes y luego se acomodó cerca de mipecho. Volvió a bostezar, esta vez en serio.

La envolví con un par de frazadas y sus ojos siguieron mismovimientos con curiosidad pero no dijo nada.

-Descansa, Bella-susurré.

Sus ojos chocolate entraron en los míos con tristeza.

Fruncí el ceño, frustrado, ¿qué estaría pensando?

-Gracias por hoy.-esperó un momento-Entenderé si no te veopor la mañana. Si tienes que irte y nunca regresar-susurro másbajito.

La atraje más a mi cuerpo y ella cerró los ojos, respirandoprofundo.

-Bella, yo no voy a dejarte. Tendrás que vivir conmigo a tualrededor, hasta cuando me pidas que me aleje de ti. Ya nopuedo mantenerme alejado de

tu lado. ¿Cómo? Con todo esto que siento se me haceimposible. Mi vida cambió completamente cuando te conocí, tume ofreciste experiencias que

jamás pensé que podría vivir. Tu me diste lo más valioso quetiene este mundo, eres la luz de mis días y ya nada me separaráde ti.

¿Es que no lo sientes?-bajé la mirada, Bella seguía con los ojoscerrados, pero nunca había sido buena mintiendo. Si tan solobastara con cerrar los ojos...

Podía escuchar su agitada y entrecortada respiración. Bellahabía escuchado cada palabra.

Busqué sus labios con los míos mas reprimí mis deseos debesarla, en cambio besé su frente con delicadeza.

-Te amo y no es improbable que lo sienta-por fin había

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entendido sus palabras.-Me enamoré de ti la primera vez quepeleaste conmigo.-Solté una

risita que desequilibró su relajado rostro, apretó la mandíbulapara no reírse-iPor Dios, Bella! No te ves con claridad.

La tenía a mi lado, podía sentir su respiración desbaratando missentidos, sentía su aroma embriagándome, una de mis manosacariciaba su mejilla; estaba con ella, sin embargo, cuándistante la sentía,icuán etérea mis ojos la veían!

Era como una corta tregua, esta noche se sentía como la últimay el tiempo transcurría inevitable, el nuevo día caería sobrenosotros alejándonos para siempre.

Mi celular comenzó a sonar mas Bella no se despertó.

-Es Laurent-me dijo Alice desde el otro lado-Viene hacia aquí.

-El no supone ningún peligro para nosotros-observé a Belladormir tranquilamente en mis brazos-ya no mas.

-Y no lo es. Tiene algo que decirnos.

-¿Una nueva trampa?

-No, la verdad. Es importante que lo escuches, Edward. Venenseguida.

Colgué, Alice ya sabía que llegaría puntual.

En el bosque Victoria me había hecho creer que Laurent habíasido asesinado por mi familia pero esta no había tenidooportunidad de enfrentarse con

él pues Victoria nos tomó de sorpresa, me tomó de sorpresa, ypor poco le cuesta la vida a Bella.

Bella's POV

-Bella-susurró en mi oído. Un escalofrío, electrizante recorriótodo mi cuerpo, despertándolo y haciéndome desear más. Besócon cariño mi mejilla y fue en esos momentos que abrí misojos. Vi los suyos observando mi boca con deseo, yo tambiénlos deseaba, con todas mis fuerzas, con todo este inevitable einexplicable amor que sentía por él pero volvió sus ojos a losmíos, y con una media sonrisa me dio los buenos días.

Le sonreí devuelta, con sueño.

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-Buenos días-lo saludé tras un bostezo.-Me gustaría preguntartecómo dormiste pero creo que no lo haces-no lo dije con muchaseguridad por lo que el respondió, aclarándome.

-No, no duermo.

Asentí.

-Ahí se fue el único tópico que se me había ocurrido. ¿Algunaayuda?

Apretó mi mano con urgencia y detuvo su penetrante mirada enla mía. Su rostro fue cambiando de expresión a medida que lacorriente que nos

envolvía se ponía más y más intensa. La tristeza lo cambió porcompleto y lo asimiló más al joven que yo había visto en miprimer día de colegio aquí, en Forks, y que había llamado tantomi atención. Como aquella vez quise consolarlo y asegurarleque todo estaba bien.

Se había quedado, había dormido aferrada a su pecho, me habíadormido escuchando sus palabras. Palabras, que salidas de suslabios finos hacían que mi piel ardiera aún junto a su frío tacto.Palabras difíciles de digerir, pues ni siquiera en mis sueños mepermitía escucharlas.

Edward había sido el primero en mostrarme esta porciónagridulce de la vida. Algo tan común como enamorarse sevuelve una cosa fantástica cuando

te pasa a ti y eres correspondida. De él probé cuán amargopuede ser un deseo que no solo depende de ti para surealización.

Dependería de su recuerdo para siempre y aún si decidía, al fin,dejarme, le estaría eternamente agradecida.

-Necesito que me perdones-lo miré sin comprender-hecometido muchas estupideces desde que nos conocimos, erroresdescomunales. Yo pensé que hacía las cosas por tu bien, quesolo yo me sacrificaba, que solo a mi me dolía. -Negó con lacabeza, con dolor. Mi mano se soltó de la suya y sus ojos semostraron confundidos, asustados. Llevé mi mano a su rostro yla posé allí, acunando su afligida faz, acariciando suavementesu mejilla, intentando consolarlo.

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-Tu también te viste afectada-continuo.-Amor, no fue miintención. Se suponía que tu debías ser feliz, comenzar con unanueva vida lejos de las excentricidades de un pueblo pequeño.Bella-botó el aire-si hay alguien en el mundo que debe ser felizy tener una buena vida, esa eres tu.

Recibí cada palabra con un escalofrío. Comencé a tiritar y noera de frío. Mi mano cayó abruptamente, lejos de él. Sus ojosestaban aún más congelados que mi cuerpo.

Mal interpretó mi reacción y me arropó con su chaqueta. Suaroma me invadió por completo y aturdió mis sentidos, pero micorazón ya estaba trizado, mis pulmones difícilmente sellenaban con el aire circundante.

Tomé sus palabras con una pequeña dosis de miedo acumulado.De una forma u otra, pese a una ligera ilusión que había nacidoen los escasos minutos de esta tregua, estaba preparada.

Había perdido mi atención en estos lúgubres pensamientos.Edward continuó hablando y buscando la correspondencia demi mirada, pero no fui capaz de volver a mirarlo, ya no podíaentender lo que decía.

Edward's POV

Dejé a Bella cuando desayunaba, asegurándole que volveríacuánto antes. Su sonrisa de despedida m había parecido quecarecía de esperanza. Ella seguía sin entender lo que habíavivido. Tuvo que aceptarlo a ojos cerrados porque era lo que ledijeron que había pasado. Victoria le había mostrado lo que consu accidente había perdido.

Me había sonreído y, a pesar de su expresión vacía, sabía queme amaba. Lo podía leer en sus ojos, lo podía escuchar en loslatidos de su corazón; me lo había dicho en el bosque y nuncados palabras habían sonado mejor.

Estábamos en peligro mortal, pero morir escuchando aquellaspalabras hubiera valido la pena.

Cerca de casa me encontré con Alice que sonrió al ver minuevo semblante, por fin optimista, luego de meses de andarsobre brumas. Su sonrisa fue calida y con ella me hizo saberque todo estaría bien.

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Laurent llegó momentos después de haber cruzado el umbral demi casa. Su rostro había cambiado desde la última vez que lohabía visto. De la fanfarronería que había adoptado en nuestroencuentro en el bosque había pasado a una enfermiza expresiónllena de pánico.

Nos reunimos frente a él, mientras que con sus ojosdesesperados buscaba a Carlisle.

-Te agradecería que fueras directamente al grano-dijo este sinlevantar la voz.

Entonces su mirada me encontró a mí. Resoplé con furia altiempo que le mostraba mis dientes y mi cuerpo adoptaba unaposición de ataque. -Edward-llamó Aliee-Déjaio, es un pobre ypatético vampiro.

Asentí, intentando calmarme. Tragué en grueso, el veneno sehabía adelantado.

-Habla, por favor-le dijo.

-¿Sabes qué va a pasarme?-le preguntó a Alice.

Asintió una vez.

-Lo se.-No vi nada.

-Cuéntanos qué era lo que buscaban.

-A la humana-contestó, eligiendo las palabras y estirándolas enlapsos de tiempos imposiblemente largos.-Victoria queríaacabar con su vida. Su intención no era beber su sangre, eradesperdiciarla frente a ti-me dijo.

-Pensábamos que te habías ido a Denali-comentó someramenteCarlisle.

-No había nada que me atara a ese estilo de vida.

Rosalie soltó un taco, mientras fugazmente pensaba en Irina,una de las integrantes del aquelarre de Tanya.

-Entonces tu volviste con Victoria por propia voluntad-pregunté escéptico.

-No-dijo con la voz seca.-Siempre fue más persuasiva que losdemás. Sabía cómo obtener lo que quería.

-¿Ah si? ¿Cómo?-quise saber.

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-Te hacía creer lo que ella quería que creyeras. Al principio,cuando la conocí, no necesitaba usar este recurso pues nadie sele resistía a James. Pero cuando volvió a encontrar estahabilidad, esta vez sumida en su sed de venganza, la desarrollópara ser imbatible. Engañó humanos y a muchos de nosotros.Por mucho tiempo estuvo practicando en el anonimato, hastaque un día un humano se le resistió y nuestra raza se vioexpuesta.

Escuché a Alice contener la respiración.

-Unos vampiros italianos la encontraron y quisieronasesinarnos, yo en ese entonces ya estaba con ella. PeroVictoria fue astuta y negoció su vida, nuestras vidas, paracastigar a ciertos humanos que también sabían nuestro secreto-recorrió el salón con la mirada y se volvió a detener en mí.

Sus recuerdos me llevaron a una iluminada noche en unaciudad de edificios antiguos. Dos grandes y altos hombres seacercaban, vistiendo negras capuchas. El pelo rojizo deVictoria ondeaba con la brisa invernal. Una imperceptiblesonrisa de triunfo se dibujaba en su rostro. El humano que sehabía resistido a sus artes persuasivas era solo un niño. Laurentlo tenía aferrado de un brazo, este se rebatía a su abrazo, inútil.

-iNo!-fue todo lo que alcancé a decir antes de caer sobre él. Nose defendió y no hizo nada para alejarme. Estaba buscando mireacción, deseaba que le matara.

En su mente aún estaba el niño, pálido esta vez, con los ojosabiertos y sin vida.

-Victoria les contó sobre tu humana. Prometió acabar con ella.Y ahora que Victoria ha muerto ellos vendrán por Isabella.

-iY por til-gruñí. Tomé su cabeza entre mis manos y la azotéuna y otra vez contra el mármol frío. El odio me consumía y nopodía huir de él.

Jasper y Emmet fueron quienes evitaron que lo matara.Respiraba con dificultad y es que difícilmente podía pensarracionalmente.

De soslayo miré a mí alrededor, Carlisle ayudaba a levantar aLaurent, Rosalie volvía junto a Emmet, me salté a Esme puespodía escuchar sus sollozos en mi cabeza. Jasper se apresuró a

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ir con Alice que estaba petrificada y con los ojos encendidos.Me vi en su cabeza, abrazándola con afecto. Mas no comprendísu reacción ante aquella imagen.

Carlisle fue a mi encuentro, a mi habitación.

-Los guardias Vulturis vienen por Bella-apreté los dientes.

-Lo se, Laurent lo ha contado todo.

-¿Qué vamos a hacer?

-Alice no ha visto mucho. Aún no se han enterado de la muertede Victoria.

-Charlie-recordé con un dolor aún más grande en el pecho-éltambién lo sabe, i Le hemos condenado a él también!

Carlisle negó con la cabeza.

-En ambas ocasiones se enteraron por otras personas.

-No nos van a escuchar.

-Lo harán-dijo calmo-porque he llamado a Aro. Es el único quepuede saber la verdad.

-Los dos ya han tenido suficiente-aludí a Bella y a su padre-¿No podemos alejarlos por su bien?

-No vamos a escapar Edward, no hemos hecho nada malo.

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Capítulo 23

DanielleBella's POV

El día transcurrió lentamente. Luego de ducharme, ordené micuarto, me puse mis mejores prendas y logré aprobarme frenteal espejo.

Llamé a Charlie para saber cómo estaba y me comentó que aúnno quería volver.

-Esto de vivir entre hombres-lanzó con una carcajada-no teofendas, Bella, pero esto es muy entretenido.

Me alegraba, él necesitaba un descanso, necesitaba darse unrelajo.

Estábamos en vacaciones de invierno y yo no tenía nada quehacer. Además, estaba demasiado ansiosa como paraconcentrarme aunque fuera por la televisión.

Por la tarde, ordené esto y aquello hasta que la casa volvió averse habitable.

Observé por la ventana del salón cómo caían los copos de nievee iban, poco a poco, cubriendo mi camioneta.

Me paseé por mi casa hasta que logré aprendérmela y pudecaminar por ella con los ojos cerrados y sin caerme. Peropronto el juego perdió su gracia y volví al impaciente yanhelante proceso de ver pasar los minutos con los dedoscruzados, atenta a cualquier ruido.

La nieve, engañosa, iluminaba todo allá fuera y no me percatéde que había anochecido sino hasta que me senté frente altelevisor y vi el reloj de la videocasetera. El alma se me cayó alsuelo. Dieron las nueve antes de que pudiera darme cuenta.

Subí a mi habitación pensando que me esperaba allí, que tal vezesta siempre había sido el lugar de nuestros encuentros.

La ventana estaba entreabierta por lo que mi habitación estabacongelada. Me acerqué a ella con intención de cerrarla mas me

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detuve al considerar que tal vez había tenido que ir aalimentarse o quizás sentía el tiempo distinto a los humanos, yque él, las catorce largas horas que habían pasado desde que lovi salir por mi puerta, las había sentido como escasos minutos.

Dejé la ventana tal y como estaba y me senté en la mecedoraque estaba frente a mi cama. Me arropé con una frazada y, conlas luces apagadas y el frío recorriendo mi cuerpo, esperé.

Al principio, pasaron lentamente los minutos hasta formar unamuy extensa hora. Mis párpados comenzaron a caerpesadamente, insistentes, mi cabeza tambaleaba hacia arriba yhacia abajo, no hubo manera de escapar.

La siguiente vez que supe de mi el reloj marcaba las cinco de lamadrugada. Sentí un vació en el pecho al descubrir que nohabía aparecido.

Luego, con un estornudo, pude reaccionar y moverme, y supeque estaba enferma.

Tiritaba y no dejé de hacerlo aún después de abrigarme yprender la calefacción.

Sonó el teléfono y, pensando que podría ser Charlie, meapresuré en contestar.

-Aló-mi voz sonó gangosa.

-¿Isabella?-preguntaba una jovial voz masculina que no pudereconocer.

Estornudé.

-Si, con ella.

-¡Isabella! Soy David, el primo de Jessica. Nos conocimos haceunas semanas, ¿me recuerdas?

Asentí con la cabeza, era una mala costumbre. Los gestos noservían para este tipo de comunicación.

-Si, claro que te recuerdo. ¿Cómo has estado?

-Bien-contestó, y me lo imaginé sonriendo. David era una deesas personas tan...optimistas. Y yo no estaba precisamente enel mejor de mis días ni con el mejor de los ánimos.

-Tu, ¿cómo estas? Suenas algo enferma.

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-Ha de ser alergia. ¿Cómo está Danielle?

Soltó una carcajada que me hizo despegarme del auricular.Cuando estuve segura de que había terminado de reír volví a suconversación.-Estoy de paso en Forks-estaba diciendo.-Queríasaber si podría visitarte.

-¿Cuándo llegaron Danielle y tu?

-Danielle se ha quedado en casa. Llegué ayer. Regreso mañanay me gustaría verte antes de partir.-Volteé a mirar el salón. Almenos, pensé, lo había dejado limpio y ordenado. Lo suficientecomo para recibir visitas.

-Claro, David. Ven cuando quieras. ¿Sabes dónde vivo?

-Si, Jessica me ha dado tu dirección.

-Te espero entonces-me despedí.

Tocaron a la puerta cuando eran cerca de las tres. El resfríohabía caído sobre mí sin darme un descanso pero no habíaquerido tomarme un antigripal porque me hubiera quedadodormida antes de que llegara David.

Al abrir la puerta un girasol ocultaba parte de su rostro. Logrósacarme una sonrisa. Lo hice pasar rápidamente pues el díaseguía muy, muy frío y yo intentaba caldear un poco elambiente del salón.

David se sacó su abrigo y quedó solo con una camisa. Lo miréasombrada, pues yo estaba con tres chalecos, estaba lacalefacción prendida y aún tenía frío.

Recordé a Edward, él nunca tenía frío. El no sentía el frío.

Instintivamente alcé mi mano buena y toqué la piel de Daviddejando caer un suspiro, lleno de alivio. El sonrió pero nopreguntó nada.

-Hace mucho calor en esta casa. Sí debes estar enferma-posó sumano en mi frente. Empezó a negar con la cabeza.

-¡Estás enferma, Isabella!

Tomó mi mano y me guió hacia un sillón.

-¿Qué estas haciendo?-inquirí

-Deberías estar en reposo, descansando. Tienes fiebre.

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-Te dije que era alergia. No podría haberte recibido estandoenferma-me levanté, él se había perdido en mi cocina. Tomé elgirasol que había quedado olvidado en una mesita y fui en subúsqueda.

David revisaba mis estantes con recelo.

-¿Se te ofrece algo?-No me prestó atención-tal vez un té o uncafé, una invitación a la puerta.-Me encogí de hombros y él,por fin, pareció percatarse de mi presencia soltando una risita.

-David, ¿por qué vin¡ste?-no escondí el fastidio de mi voz.

-Porque necesito hablar contigo.

-Habla conmigo-le propuse.

-No así. Te necesito en buen estado-dijo muy seriamente y memiró a los ojos, los suyos aún reían. Los míos se entrecerraroncon enfado.

Me rendí, mientras él llenaba una olla con agua, y me fui aesperarlo al salón llevando mi girasol en la mano.

Varios minutos después, yo pasaba los canales conaburrimiento, él apareció con una bandeja que no sabía queexistía, y se acercó a mi con una mueca de suficiencia en elrostro. Me recordó a Renée cuando inventaba un nuevo plato.Sus sonrisas nunca me habían llevado a nada comestible.

David me hizo acomodarme en el sillón y puso la bandeja enmis piernas. Una traicionera sonrisa se dibujó en mi rostrocuando el olor de la comida llegó a abrirme el apetito. Alparecer, la pálida sopa que tenía frente a mis ojos era deliciosa.

Me alentó a comer y le hice caso pues mi estómago comenzó agruñir pidiendo alimento.

-Eres irritante, ¿lo sabías?

David se sentó frente a mi y asintió con la cabeza.

-Esto estaba delicioso-dije al fin.-Te lo agradezco.

-¿Te sientes un poquito mejor?

-Perfectamente.

-Isabella-alcé la vista-¿hace cuánto conoces a los Cullen?

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Page 182: Tu Nombre en El Viento

-Desde el año pasado-intenté sonar serena.

-¿Hace cuánto que viven en Forks?-preguntó, más interesado.

-No lo se. ¿Jessica no te contó?

-Si, me dijo que habían llegado hace algunos años desdeAlaska.

-Esa debe ser la verdad-acepté.

-Me dijo que sus compañeros se fueron.

-Han vuelto. Al menos Edward. Volvió hace una par de días.¿Por qué te interesan tanto los Cullen?

-Necesito preguntarte una última cosa antes de responderte.

Asentí con la cabeza.

-¿Sabes qué son realmente los Cullen?

Su pregunta me descolocó mas allá de lo imaginable, supregunta le daba un enfoque aterrador a lo que yo ya sabía. Nosupe como responder pero mi rostro, de seguro, ya me habíadelatado.

-No es necesario que me respondas-dijo al leer mi expresión-Necesito tu ayuda por lo que ahora voy a contarte una historia.

Me quedé ahí, congelada, deseando que alguien entrara por mipuerta o que sonara el teléfono. Cualquier excusa con tal de noescuchar lo que David quería decirme. Tenía una ligerasospecha, ahora que tenía nuevamente mi bagage deconocimientos conmigo.

-Hace tres años mi familia y yo fuimos de vacaciones a losAndes. Una tarde, cuando ya habíamos agotado todos lospaseos turísticos, decidimos hacer una caminata por una de lasmontañas cercanas al hotel. Paul y Robert se nos adelantaron yel resto, Danielle y mis padres, iríamos a su encuentro. En esohabíamos quedado, pero Danielle encontró un caminorealmente precioso que terminaba en una cascada que en eseentonces, debido al frío de la estación, estaba congelada.

Era un paseo de fácil acceso por lo que ninguno se opuso.

Pronto llegamos a la cascada que majestuosamente se nosimponía y nos hacía lucir insignificantes a su lado.

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Page 183: Tu Nombre en El Viento

Mi madre descubrió que se abría una cueva detrás de la caídade agua y esto bastó para que Danielle se viera tentada aconocerla. Tratamos de disuadirla pues el frío invernalcomenzaba a ser implacable, pero cuando algo se le ocurre aDanielle, no hay nadie que pueda hacerle cambiar de parecer.-suspiró-Danielle caminó lentamente y con sumo cuidado por elhielo. El suelo, a simple vista, estaba formado de una gruesacapa de agua congelada. Lo suficientemente gruesa como parasoportar nuestros pesos con seguridad.

Pero en un instante y con un crujido seco desapareció y dondeestaba ella ahora sólo había agua saliendo a borbotones. Corríjunto a mi padre para intentar rescatarla pero no había nada.Solo agua, pura y cristalina.

Se le crispó el rostro, aún cuando su hermana estaba bien, asalvo.

-La buscamos por más de dos meses-continuó-Aquella cascadaterminaba en un lago, igualmente congelado. La policía hizotodo lo posible por encontrar su cuerpo pero cuando se llegó altercer mes cerraron el caso, era poco probable que aparecieraalguna vez, dijeron.

Cuando empezábamos, aunque sin mucho sentido, a empacarlas cosas de Danielle, ella apareció sin más por nuestra puerta.Mi madre se sobresaltó

al verla, pensó que era una especie de fantasma y ciertamentelo parecía. Toda pálida y con ojeras, y con sus ojos de un colorque parecía irreal...

Asentí con la cabeza, comprobando mis suposiciones.

-Voy a ahorrarte los detalles, Isabella. Meses después mispadres murieron y Paul y Robert jamás entendieron lo quepasó, creo que jamás han querido aceptarlo.

-¿Cómo fue que murieron tus padres?-pregunté con un hilo devoz, intentando esconder mi verdadera pregunta.

David negó con la cabeza, pero no estaba ofendido. Mipregunta no era más que una conclusión posible, una duda quecualquiera pudo haber tenido

luego de escuchar la historia.

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Page 184: Tu Nombre en El Viento

-Murieron en un accidente de auto, en la ciudad.

-Danielle se alimenta...

-Como los Cullen-me interrumpió antes de poder terminar- Ellano quería ser como su atacante. Después de permanecer cercade un mes con él, descubriendo su nueva vida, logró dejarlo yvolvió a nosotros para llevar una vida lo más normal posible.

Tocaron a la puerta cuando eran pasado las ocho. Aún estabacon David pero nuestra conversación había cambiadocompletamente de tema. Fue él

quién se levantó para abrir la puerta. Escuché que le respondíaal visitante:

-Me llamo David. Tu debes ser-esperó un momento-uno de loshijos del .

Abrí los ojos cuando caí en la cuenta. Luego los entrecerré condisgusto al momento que me levantaba para encontrarme con suenfadado rostro.

David lo había seguido de la puerta al salón con una curiosidadmuy mal disimulada.

No hacían falta más presentaciones, en lugar de eso pasamosdirectamente al incómodo silencio de no saber qué decir. Estese prolongó insoportablemente.

Me preguntaba por qué Edward estaba y lucía tan enojado.Después de todo era yo la que me había quedado esperando.

Estornudé- era yo la que me había enfermado esperándolo.

-¿Qué te pasa?-preguntó con un tono más dulce desentonandosu tensado rostro.

-Tengo alergia.

David se puso a mi lado con una sonrisa y un gesto amistoso.

-Está resfriada, Edward. Insistí en que reposara pero no mehizo caso.

Edward lo observó como si no pudiera creer que Davidestuviera dirigiéndole la palabra, como si no hubiera notadoantes su presencia en la

habitación.

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Resoplé fastidiada, intentando defender a David.

-Estoy bien-terminé con el tema-¿Qué se te ofrece Edward?

Me dolió decirle aquello con tan frío tono pues lo quería a milado más de lo que quería reconocer, le necesitaba más de loque podía aguantar pero

debía acostumbrarme a su inminente ausencia.

Sabía que no estaba jugando bien mis cartas, esto no meayudaría a crear un bonito recuerdo. Con esto solo lo perdíamás inmediatamente.

Su rostro había cambiado al escuchar mi pregunta y mirandonuevamente a David volvió a mi mirada con los ojos casibrillosos. Mi corazón protestó

dentro de mi pecho.

-Creo que mejor me iré-dijo David intentando salvar lasituación.-Espero que te mejores pronto, Isabella. Y gracias.

Edward y yo permanecimos en silencio, aún después de que seescuchó el sonido de la puerta al cerrarse.

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Capítulo 24

Aclaraciones

Edward's POV

Aro aún no tenía decidido hacernos una visita. Si bien lallamada de Carlisle había despertado su curiosidad, por tenerademás, la información que le había entregado Victoria; alparecer, no pareció encontrarlo tan urgente.

A pesar de esto y, para desgracia de Laurent, parte de laguardia Vulturi ya estaba en camino. Las deudas de honor eranseriamente tomadas y rigurosamente fiscalizadas. Nada quepudiera enturbiar, de alguna manera, la imagen demagnificencia de los vampiros que habitaban Volterra.

La tregua se extendía entonces, dándome un pequeño respiro.No me separaría de Bella, pero por ahora me dedicaría aacompañarla como su amigo e intentaría resarcir todo el dañoque le había hecho, hasta que un día, esperaba, me aceptara denuevo a su lado. Regresé a su casa cuando no hubo másnoticias sobre los Vulturis. Frente a ella estaba estacionada unacamioneta que no reconocí como de ninguno de sus conocidos.

De la casa dos carcajadas salían interrumpiendo el silencio dela noche. Una de las risas era de Bella; la otra, una vozmasculina, no pude reconocerla.

-Si no, no te hubiera conocido. ¡Gracias Jessica!-\e decía la vozmasculina a Bella.

- ¡Oh! No puedo creer que te alegres de sus sufrimientos.

Pude imaginármela con los ojos entrecerrados y una divertidasonrisa adornando sus labios.

-Isabella, Isabella. Isabella.-dijo con coz más seria.-Eres misalvación. Gracias Cullen por abandonarla.

-No te preocupes más-le aseguró Bella con tono dulce-Todo

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saldrá bien.

-Eso espero. No se de qué otra forma ayudar a mi hermana. Jamás hepodido resistirme a sus caprichos. Espero que sea lo correcto. ¿Podrévisitarte nuevamente?

-Por supuesto. Eso queda fuera de discusión. Recuerda que tenecesito-soltó con una risita y no pude soportarlo más.

Toqué a la puerta mientras cerraba la otra mano en puño. Sabíaque debía comportarme.

Un hombre alto abrió la puerta. Su expresión cambió alreconocerme.

-Es un Cullen, sin duda, iFantástico/ Casi pasa por uno de nosotros.

Alcé una ceja. ¿Qué? ¿Quién era él y que sabía de nosotros?¿Bella le había contado algo? ¿Por qué?

-¿Quién eres?-pregunté, tragándome el mal rato.

Me ofreció la mano al momento que decía:

-Me llamo David. Tu debes ser uno de los hijos del Dr. Cullen.

David. David, el de los sueños de Bella.

¿Tanto había cambiado? ¿Ya no había nada por hacer?

Me dirigí al salón, dejándolo en la puerta, cuando abría la bocapara volver a hablar.

Me detuve al ver a Bella. Su semblante me asustó y su miradame dolió. Estaba parada frente a mí con las mejillas sonrosadasy los ojos vidriosos.

Me miraba sin expresión alguna como si quisiera eludir miestudio. Respiraba con dificultad y no dijo nada al verme. Sentími rostro tensado en respuesta.

Bella cerró los ojos un momento y estornudó.

-¿Qué te pasa Bella?-quise saber.

-Tengo alergia-cuadró los hombros y volvió a mirarme.Davidse puso a su lado y como si nos conociéramos de toda la vidame comentó:

-Está resfriada, Edward. Insistí en que reposara pero no mehizo caso.

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Page 188: Tu Nombre en El Viento

Me obligué a mirarlo, la línea de sus pensamientos eran unpozo poco profundo. Sus intenciones eran claras pero no pudeenterarme cómo Bella respondía a estas.

La respiración de Bella se volvió más pesada.

-Estoy bien. ¿Qué se te ofrece, Edward?

Pude sentir sus palabras, que sin ser sentidas ni en un tonohiriente, abrieron un hueco en mi interior. La frialdad y falta deemoción en su voz fue más doloroso que un orgulloso reproche.

-¿Bella no le quiere? Entonces me iré para que se lo diga.

-Espero que te mejores, Isabella.-Escuché que le decía-Ygracias.

Bella le ofreció una sonrisa y luego él se fue.

Nos miramos por un doloroso instante. Entonces, tenía quedespedirme, pero no sabía qué decir.

Oculté mis manos en los bolsillos de mi chaqueta y las cerré enpuño. Una con más cuidado que la otra, pues una se cerró en lapromesa que venía a hacerle a Bella. Una promesa representadapor el anillo de compromiso de mi madre, de la mujer que mehabía traído al mundo.

Bella's POV

Me dejé caer en un sillón, abrumada por el cúmulo deemociones que empezó a embargarme. Lo único en lo que podíapensar y que se agolpaba dolorosamente en mi pecho era"Viene a despedirse, no hay más después de esto".

Edward siguió congelado en su sitio lo que vino a confirmarmis tristes sospechas.

-Ya dilo, Edward. Por favor, se rápido.

Esperó un momento y me observó, no se que vio en mi peroparecía debatirse con algo. Su mirada cayó en la mesita frente anosotros, el gran abismo entre él y yo.

-Quisiera ser tan fuerte como tu-me dijo con un tono que nollegué a comprender-cambiar de página y empezar de nuevo,poder hacerlo...

¿Qué? ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué siempre tenía que

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Page 189: Tu Nombre en El Viento

ser tan enigmático en sus frases? ¿Me estaba halagando paraluego terminar conmigo y no sentir tanta culpa? ¡Vampirocobarde!

Había planeado un largo discurso para decirle en caso de quevolviera a aparecer, mas en ese momento lo único que pudedecir, aceptando la ¡dea de lo doloroso que sería luego, fue:

-No lo quieras, sabes que me miento a mi misma-y me hubieragustado agregar: No sabes cuánto me cuesta comportarme deesta manera, ahora debería estar a tu lado y disfrutar de cadamomento, conservar tu tacto y, en lo posible, hacerte reír cadavez que pudiera pues nunca tus ojos se ven más adorables quecuando sonríes.

Me tapé la vista con una mano, se me estaba haciendo difícilsoportar la luz. Sentí su mano sobre la mía al instante, la alejóde mi rostro y me obligó a mirarle.

Un dolor de cabeza totalmente distinto al que había sentido pormeses, taladraba mi cerebro. No quería esto ahora.

-Entonces, ¿aún no es demasiado tarde?-preguntó con unatímida sonrisa.

-De verdad que no puedo seguirte, Edward-protesté,escondiendo mi cara en su hombro, lo más cercano que tenía ami alcance. Supongo que fue ahí que sintió mi frente caliente yse percató de que no estaba en condiciones de sentirme peor.

Me tomó en sus brazos y subió conmigo hacia mi habitación.

-¡Por Dios, Bella!-dijo al entrar a mi cuarto-¿Cómo es posibleque esté tu ventana abierta? Con razón te enfermaste.

Volvió a bajarme una vez que se aseguró que había dejado biencerrada la ventana. Una proeza que, aún conmigo en sus brazos,no le costó en lo más mínimo.

En el salón nuevamente, me recostó en uno de los sillones, mearropó con suma delicadeza y luego apagó todas las luces de lacasa.

-¿Dormiste en tu habitación con la ventana abierta de par enpar?-quiso saber.

-No estaba abierta de par en par. ¡Qué exagerado!

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-Entonces si dormiste con la ventana abierta.-alzó una ceja-Bella...

-Fue tu culpa-lo interrumpí y quise morderme la lenguasegundos después.

Se detuvo, comprendiendo.

-Lo siento, Bella. Debí haberte avisado. No pude venir antes.

Me encogí de hombros y rehusé mirarlo, tapándomecompletamente con la frazada.

-Ese muchacho-escuché que decía-David, ¿lo conoces hacemucho?

-No-respondí.

Silencio.

-¿Podrías decirme dónde lo conociste?

-Si.

Silencio nuevamente.

Luego de un momento me saqué la frazada de la cara pues yano podía respirar. Edward me recibió con una divertida sonrisaa la cual no tuve más opción que responder.

-David es el primo de Jessica Stanley-le conté-Lo conocíporque fuimos a quedarnos a su casa un fin de semana.

-¿Lo conoces bien?

-Lo suficiente.

Edward negó con la cabeza y el enfado volvió a tensar surostro.

Edward's POV

-¿Por qué reaccionas así?-quiso saber.

-Se que no debería molestarme pero me enfurece que te llameIsabella. Es tan lejano a lo que tu eres. ¿No te molesta?

-No

-¿Por qué?

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Page 191: Tu Nombre en El Viento

Esperó un momento y junto las manos.

-Me incomodaría que me dijera Bella. Dejaría de sonarespecial. Verás-agregó luego de un momento-en todos estosmeses de incertidumbre los únicos momentos en que me sentíasegura y a salvo era cuando escuchaba tu voz diciendo minombre.-Levantó la mirada, llena de emoción.-Supongo que eselazo, que sentía hacia ti aún cuando no sabía que eras tu, serompería.

Minutos después y con la voz embargada de una sobrecogedoraemoción dijo:

-No me dejes.

-No, Bella-negué con la cabeza-Nunca.

Me acerqué a su lado y me recibieron sus calidos brazos.Acunó mi cabeza en su pecho y nos quedamos así, en silencio.Sintiéndonos nuevamente, sin dolor ni angustias.

Lo único que rompía aquel mágico silencio eran nuestrasrespiraciones sincronizadas, los latidos de su corazónrespondiendo a mis caricias y sus callados sollozos.

Meses después

Bella's POV

-¡Bella!-d¡jo mi padre desde el primer piso.

-¡Ya voy!-Tomé mis zapatillas y mi mochila y bajéapresuradamente al primer piso. Edward me recibió con unasonrisa algo presuntuosa y mi padre me reprendió por hacerloesperar.

Fulminé a Edward con la mirada para esconder una sonrisadivertida. ¡Vampiro tramposo! Si yo pudiera ser tan rápidacomo él...

-¿Por qué te demorabas tanto?-preguntó mi padre-Llegarántarde a clases. El pobre Edward llega siempre tan temprano porti.

¿Pobre Edward?

Me mordí el labio y me guardé todo lo que hubiera querido

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Page 192: Tu Nombre en El Viento

decir.

-Son recién las siete y media y él no duerme-protesté y bostecé.

Edward besó mi frente y Charlie, como cada mañana, se fueluego de dejarnos frente al desayuno.

Edward me miraba atento mientras me comía mi desayuno.Sabía que quería preguntarle algo. Pero no sabía cómoempezar.

-Anoche tuve un sueño muy extraño.

Edward asintió con la cabeza.

-¿Qué tan extraño?

Hice una mueca, recordándolo.

-Extrañísimo y aterrador.

-No sabes lo aliviado que me siento de que consideres soñarcon Jacob como algo extrañísimo y aterrador-me citó.

-¿Soñar con Jacob? No soñé con él. Soñé con el lobo queestaba en el bosque aquél día en que Victoria...-mi voz se hizoun susurro hasta que me callé por completo. Aún me estremecíaal pensar en eso.

Edward juntó las cejas.

-Era inmenso, como un caballo. Su pelaje era cobrizo y eraespeluznante-intenté describírselo.

Edward me miró extrañado.

-Bella, ¿no recuerdas cuando te llevé lejos de ese lugar?Cuando te dejé en aquél claro para que no vieras nada...Medijiste "ayúdalo, está sólo. No permitas que le pase nada malo."

Asentí, recordaba muy bien lo que le había dicho.

-Me pediste que protegiera a Jacob.

-Si. El nos siguió a Victoria y a mí a través del bosque. Si él nola hubiera distraído...-volví a hacer una mueca.

-El lobo que acabas de describirme, con el que soñaste, esJacob. ¿Por qué te asusta?

-¿Qué?-me llevé una mano a la boca, petrificada.

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Page 193: Tu Nombre en El Viento

-¿Bella?

No respondí. Estaba tratando de hilar toda la historia de miamigo Jacob. No podía ser posible. Jacob y lobo no parecíancalzar. Nada parecía calzar este mundo.

Y yo, una simple humana. ¡Tan injusto!

-Debemos ¡rnos-me avisó Edward.

Asentí con la cabeza mientras me levantaba.

-Las zapatillas-me recordó Edward.

Me las puse mientras recordaba todas las conversaciones quehabía tenido con Jacob y que no había podido descifrar. Ahoratodo estaba claro. -Jacob Black un lobo, iqué extraño!

-Y tu novio es un vampiro-negó con la cabeza-Te tocó vivir enun mundo extraño.

Antes de bajarnos, ya en el instituto, Edward me detuvo y medijo:

-Se que quieres ver a Jacob y hablar con él.

Sonreí, me conocía muy bien.

-¿Podría ir contigo?

-Preferiría ir sola.

-Si, lo se. Lo que pasa es que acabo de romper el tratado ypreferiría que se enterara por mí.

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Page 194: Tu Nombre en El Viento

Capítulo 25

El buen olvido

Hace ya tanto tiempo! Te creí tan distante,

tan perdida en el hondo sendero del olvido,

y ha bastado esta noche tranquila e inquietante,

y han bastado este aroma en el aire dormido,

y estas sombras profundas y este vago claror

de la luna en creciente, para que yo te tienda

mi alma a través de todo, como una buena senda

lunada de esperanza y olorosa de amor.

Porque olvidé tus besos, tengo sed de tu boca,

porque olvidé tu acento, tengo ansias de tu voz,

porque olvidé tu alma, mi alma ahora te evoca

al pie de la montaña, bajo el cielo de dios.

Amada, ¿ves la luna? Dame, dame tu mano.

Dame también tus labios, seremos como hermano

y hermana. Nos iremos por el vago sendero

que se interna en la noche. Nos seguirá un austero

silencio, y poco a poco será el buen recordar,

roces, palabras, besos. ¡Te creí tan distante!

Y en la pálida noche, el placer fulgurante

de sentirnos de nuevo, de volvernos a hallar.

(El buen olvido, Manuel Magallanes Moure)

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Page 195: Tu Nombre en El Viento

Bella's POV1

En el almuerzo le pregunté a Alice si no veía nada malo quepudiera sucederle a su hermano. Escuché a Edward soltar unescéptico silbido.

-¿Algo como qué?-me preguntó ella cambiando su habitualexpresión jovial.

-Algo como el inicio de una batalla legendaria.-si no hubieraestado tan tensa por lo que pensé que ocurriría, me hubierareído de mis palabras.

-¿Qué hiciste Edward?-quiso saber Emmet con una sonrisamaliciosa en su infantil rostro.

-Le revelé a Bella...

-Por casualidad-agregué.

-la existencia de los licántropos.

Emmet comenzó a reírse y Jasper se le unió luego. Alice sonriócon cierto alivio y Rosalie lanzó una mirada furtiva haciadonde yo estaba.

-No, Bella. Nada le pasará a Edward, no te preocupes.-metranquilizó Alice.

Suspiré aliviada y la incertidumbre que cargaba en mishombros desde aquella mañana desapareció de pronto.

Hasta que recordé que de todas maneras debía enfrentarme a miamigo ahora que sabía la verdad. Era lo que él quería, recordé.El quería que yo

recordara eso en específico para volver a tenerme a sulado.Apenas llegué a casa llamé a Jacob. Concertamos elencuentro para el día siguiente, en el claro donde habíamosestado la última vez que habíamos conversado sobre el tema.Aunque en ese entonces no había entendido ni una palabra delo que me había dicho.

1 - Hola!

El poema que está al inicio del capítulo fue el que me inspiró aescribir este fic.

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Page 196: Tu Nombre en El Viento

Lo escuché rechinar los dientes cuando le conté que Edwardtambién iría.

Tres meses habían pasado desde el incidente con Victoria, peromás importante, habían pasado como un suspiro los mejoresmeses de mi vida. De esta nueva vida con Edward y con misrecuerdos. La sensación de angustiante necesidad con la quehabía tenido que convivir por tantos meses desapareció con supresencia.

Charlie volvió a casa días después pues debía volver a trabajar.

Sus heridas habían sanado bien, aunque viendo su muñeca caíen la cuenta, con mucho dolor, de lo que había tenido que pasarpor mi culpa.

-Edward me salvó-me comentó cuando, inevitablemente,tuvimos que conversar al respecto.-Tal como te salvó a ti, miBella.

Luego hizo un gesto queriendo demostrar indiferencia ante tanterroríficos recuerdos y agregó:

-Los Cullen deben ser la clase de vampiros más asombrososque hay en este mundo.

Si era extraño que los vampiros vivieran en el mundo real, eraaún más extraño que Charlie, mi padre del siglo pasado, loaceptara como si tal cosa y además lo encontrara fascinante.

El me miraba día a día con alivio y aún así parecía dibujarsecierta frustración en su rostro cuando al llegar del trabajo meencontraba en casa sola.

Pronto comprendí que Charlie veía su amor ¡rrealizadocumplirse a través de mis ojos. Por eso, cada vez que laexasperación lo consumía me aconsejaba arriesgarme, luchar yser egoísta. Perseguir mi felicidad aunque esta quisieraevadirme. Ya tendría mucho tiempo luego, dijo, paralamentarme de los resultados. Pues, por lo menos, tendríarecuerdos de momentos felices con los que vivir y al finalsabría que todo había valido la pena.

Edward fue muy paciente conmigo, más de lo que me hubieragustado pues alguno debía tomar la iniciativa. Estuvo a milado, como mi amigo, por semanas sin exigirme nada más quemi compañía.

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Page 197: Tu Nombre en El Viento

No quería hacer nada más cuando estaba a su lado. Lo quesignificó una baja abrupta en mis notas pues aprovechaba lasclases que no compartía con

él para dormir y, en consecuencia, no me enteraba de nada.

Cada mañana al despertar, de aquellas noches en que el sueñolograba vencerme y no tenía más remedio que rendirme ydormir, ya no me lamentaba por perderlo pues la realidadsuperaba cualquiera de mis fantasías. El me recibía con unadulce sonrisa y no existía otro lugar en el que prefiriera estar.

El primer día de instituto, de vuelta de vacaciones de invierno,pasé toda la jornada eludiendo las preguntas que, por separado,me hicieron Jessica y Mike. Ambos, con un disgusto evidenteen la voz, me preguntaron si acaso era estúpida por estar conEdward de nuevo.

No me molesté en contestarles pero tuve que autoexiliarme desu mesa a la hora de almuerzo y en los electivos que compartíacon ellos. Lo

lamentaba porque significaba también, alejarme de Ángela. Laúnica que se mostraba contenta con mi renovada alegría.

-No te aflijas por lo que te dijo Jessica-intentó calmarme-Siente que las cosas nunca le salen bien. A ella también lehubiera gustado una segunda oportunidad-me explicó.

Nos escapamos con Edward, al día siguiente, después delalmuerzo para encontrarnos con Jacob.

Ya estaba allí cuando llegamos y nos miraba con cierto recelo.Me acerqué a él en un gesto automático y lo rodeé con misbrazos. Pronto, todo

volvería a ser como antes.

Extrañado, Jacob, le preguntó a Edward:

-¿Perdió la memoria nuevamente?-EI no respondió y yo soltéuna risita.

-¿Qué le hiciste Cullen?-dijo exasperado.

-No me ha pasado nada. He venido a verte porque por fin hallegado el momento de hablar.-Quise darle a mis palabras untono trivial, como si estuviera hablando del clima.

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Me miró, sin comprender.

-¿Recuerdas que me dijiste que algún día iba a entender porquete alejabas de mi?

-Si-dijo, aún sin comprender y le bastó alzar la vista y ver aEdward para hilar sus suposiciones y cambiar su expresión.

-¿Qué le dijiste?-exigió.

-No fue su culpa-protesté.

Ambos se miraron detenidamente y ninguno hizo caso a mispalabras.

Edward asintió.

-Estamos a mano, Jacob-le dijo calmadamente-AI menos enesto.

-No te debo nada.-juntó los dientes.

Edward negó con la cabeza.

-Soy yo quien te debe.-le explicó- Jamás podré agradecerte losuficiente por salvar mi vida-tomó mi mano para hacerle saberque cuando se refería a su vida hablaba de mi.

Jacob alzó la mirada y nos envolvió a ambos en ella,permaneció en silencio y poco a poco el enfado se fuedesdibujando de su rostro.

-Lo entiendo-dijo Edward, asintiendo con la cabeza-igualmente, gracias.

-¿Qué estás diciendo?-le pregunté volviéndome a mirarlo.

-Ahora te toca a ti-me dijo, volteando a verme.-Te dejo paraque hables con Jacob-besó mi frente y se fue.

Observé a Jacob un momento y cuando pude captar su atenciónlo hice seguirme hacia el tronco de un árbol caído. Me sentéahí y él me imitó.

-Conozco el motivo por el cual cambiaste, pero aún no entiendoporque te alejaste de mí. ¿Por qué no me querías a tu lado?

Perdió la mirada y lo observé juntar las cejas. Esperé.

-Yo no sabía-empezó con una triste sonrisa-que las leyendascon las que conviví desde pequeño a y las que daba tan poco

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crédito eran ciertas. Jamás les presté atención y cuando mellegó el turno estaba aterrado. No todos los quileute seconvierten. Solo pasa en ocasiones, cuando es estrictamentenecesario. Hace años que no había existido razón por la cualformar una manada.

Ya sabes-prosiguió-somos los enemigos naturales de losvampiros. Los únicos que podemos aplacarlos...

-Me preguntas por qué no te quería a mi lado.-suspiró y agachóla cabeza-te quería-confesó con un nudo en la garganta-quizáscomo algo más que

simples amigos, pero cuando comencé a notar las reacciones, aver el comportamiento de los demás, los que se convirtieronprimero y luego supe la razón de sus miradas sombrías yenfrentamientos, el resentimiento se apoderó de mi y tuve quealejarme.-negó con la cabeza y cerró los ojos como si quisieraescapar de un mal recuerdo-Ninguno de nosotros era feliz conlo que le había tocado vivir, no es como que hubiéramos tenidoopción. Ni siquiera por la nobleza de nuestra existencia.

Esta vez tu eras la víctima pero también la razón de todo estedesastre-estaba siendo sincero, no pretendía ofenderme.

-Estuve un tiempo desafiando mi naturaleza y eludiendo misresponsabilidades hasta que volví a sentirme nuevamente comoJacob, hasta que

encontré un equilibrio y vi lo injusto que había sido contigo.Debía protegerte y me había comportado como un idiota. Desdeentonces me dediqué a eso sin importarme nada más.

-Pero no me has perdonado del todo.

-¿Por qué lo dices?

-No volviste. Han pasado meses y no hemos vuelto a ser comoantes.

Rió, pero su risa no sonó nada alegre.

-Es que soy consciente de que no puedo hacerte feliz del modoen que quisiera, Bella. Sabía que Edward no resistiría muchotiempo alejado de ti, que

tarde o temprano volvería a tu lado y no quería que me dolieratanto.

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Edward's POV

Por la tarde, cuando llegué a casa de Bella, esta me recibió conla tristeza marcada en el rostro. Se aferró a mis brazos y no fuenecesario que me dijera qué le sucedía. Jacob me lo habíaexplicado todo antes de irme.

-No puedo ser su amigo así que no lo estropees esta vez.

No había pasado mucho tiempo desde que había llegado cuandosonó el teléfono.

-¿Si?-preguntó Bella, con desanimo.

-No, no es alergia esta vez-respondió.

-Oh, está bien-aceptó y luego de un momento colgó.

-Era David-me contó-Viene con Danielle. Desean hablarcontigo.

-Puedo hacerte una pregunta-recordé que había interrumpidonuestro silencioso reencuentro cuando la curiosidad y los celosme habían ganado la partida, aquél día en que David habíavisitado a Bella.

-Claro-había respondido ella.

-David sabe de nosotros, sobre la naturaleza de nuestrafamilia.-No había sido una pregunta, tan solo estabaconstatando un hecho.

Pude sentir como Bella asentía con la cabeza.

-¿Le contaste algo sobre nosotros?

-No. El me habló de ustedes, él sabia. Ellos están muyinteresados en su forma de vida.

-¿Ellos?

-El y su hermana.

-¿Interesados en una manera que podría exponernos?

-No-susurró-David sabe de ustedes porque Danielle, suhermana, fue convertida hace unos años. Ella se alimenta comoustedes y por eso los quiere conocer. Se siente muy sola y ellaes buena.

-Bella, nosotros no estamos en este mundo para ser buenos,

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precisamente. No en la manera en que tu entiendes eseconcepto.

Negó con la cabeza.

-Es inofensiva, como tu. He estado con ella.

Alcé la vista y me volví.

-¿Cuándo?

-Hace un par de semanas. Cuando Jessica nos invitó a la casade sus primos.

-¿Cómo fue que te hiciste ese gran cardenal en la espalda?-solté de pronto.

-¿Cómo sabes?

-Bella, limítate a contestar.

Sonrió divertida y entrecerró los ojos.

-Me caí de un caballo-respondió al fin-me golpeé la espaldacon un desnivel o una roca.

-¿Desde cuándo practicas deportes tan extremos?

Se encogió de hombros.

-David me enseñó, no fue tan difícil como pensé. Es relajantesentir el aire rozándome tomando solo un poco de velocidad.

Respiré profundo.

-La próxima vez que quieras sentir el aire rozando tus mejillas,te subo a mi coche y abro todas las ventanas.

- i Oh!-rió-está bien. ¿Estoy aquí no?

El ruido de un auto aproximarse me hizo volver a la realidad.

-Están por llegar-le anuncié y un momento después tocaban lapuerta.

Bella abrió la puerta y tras esta apareció una niña muy baja aúnpara su edad. Su pelo oscuro y su paso grácil me hicieronrecordar a Alice. Observé sus ojos apenas la vi para comprobarlo que me había dicho Bella, y, en efecto el color de sus ojos ladelataba como una más de nosotros, como toda unavegetariana.

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-Bueno-la escuché decir mientras devolvía mi mirada-/o lamentopor mi hermano.

Escondí una sonrisa, la pequeña ya me caía mejor que antes.

David entró luego de Danielle y su rostro se crispó cuandoentró a la casa y me vio, aún sabiendo que yo estaría aquí.Saludó con un beso a Bella y estrechó mi mano.

Bella los invitó a sentarse y le preguntó a David si no queríaalgo para tomar.

-¿Tendrás por casualidad una cerveza?

-Si, le sacaré una a Charlie.

Danielle se sentó frente a mí y David esperó por Bella en lapuerta de la cocina.

Era una crueldad que existieran vampiros tan trastornados porsu sed de sangre que terminaran de raíz con la vida de personasque aún no habían podido disfrutarla, pero era aún másdesquiciado que convirtieran pequeños y los condenaran a estavida eterna, cuando no tenían edad para comprender la realidadde este mundo.

-¿Te encuentras bien, Isabella?-preguntó Danielle en cuantoesta volvió y se sentó a mi lado.

-Si, Danielle. Tú, ¿cómo has estado?

-Bien-contestó con una voz infantil.

-Perdona-interrumpí-¿Cuántos años tienes?

-Me quedé en los doce. Pero debería tener quince.

Asentí.

-Edward le he pedido a mi hermano que me trajera para hablarcon usted.

-Danielle, somos un par de jóvenes, háblame como le hablaríasa un amigo.

Sonrió.

-Quisiera que me dejaran vivir con ustedes un tiempo.-miróhacia David con preocupación-Hasta que mi hermano muera y yano quiera desperdiciar su vida para cuidarme-David la miró con

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cariño y ella intentó sonreírle.

-Tengo que hablarlo antes con mi familia-Estaba seguro de queninguno pondría ningún inconveniente. Excepto por Rosalie.

Si aceptaban adoptarla como una Cullen tendríamos queempezar de nuevo en otro lugar donde nadie nos conociera ni laconocieran a ella. En forks a ella era Danielle Stanley.

No iba a ser fácil pero ella tenía razón. No podía estarsacrificando la vida de su hermano solo porque estaba tanunido a ella que no veía como se le escapaba esta de las manos.

Miré a Bella instintivamente. Me sonrió en respuesta y susmejillas se sonrojaron. Yo no quería esto para ella. Privarla desu vida ahora que recién comenzaba a vivirla, pero tampocoquería separarme de ella. Había envidiado por décadas la clasede relación que tenían mis padres, esa camaradería que los uníay que hacía que todo a su alrededor desapareciera...pensé quejamás lo iba a encontrar, hasta que Bella llegó a mi vida. Y lacambió para siempre.

Bella continuó observándome con aquellos ojos marrones queveía derretirse al encuentro con los míos y supe en esemomento que había tomado una decisión.

Bella's POV

Observamos el auto partir con nuestras manos entrelazadas. Eracurioso percibir como con solo su roce mi corazón parecíahacer una clara distinción entre estar viva y sentir pasar lashoras esperando para poder estarlo.

Mi mente parecía olvidar cualquier tarea para únicamenteconcentrarse en el instante presente.

Y esto iba a valer la pena pues me aseguraría de seguirpensando así aún cuando tuviera noventa años y viviera sólo demis recuerdos.

Me acerqué un poco más a Edward e intenté recordarme, alobservarlo, que debía seguir respirando. Mi mirada no semantuvo mucho tiempo en sus refulgentes ojos miel puesquedar totalmente vulnerable ante él no estaba dentro de miplan, todavía.

Su frío hálito cayó sobre mi cara, embriagándome, y me hizo

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tambalear. El puso sus manos sobre mi espalda, en el límite conmi cintura, para

sostenerme. Y ese fue todo el estímulo que necesité.

Subí mis brazos hasta su cuello y, sin dejar que la impacienciaarruinara el momento, incliné mi cabeza lentamente paraalcanzar con mis labios su

boca.

Sus labios se curvaron en una sonrisa casi infantil y quise alzarla vista mas me contuve porque, una mirada más, y olvidaríatodo lo que quería hacer.

-¡Vamos, Bella!-me animé.-Hazlo y crea tu mejor recuerdo.

Me sorprendió escuchar la entrecortada respiración de Edward.Yo también respiraba con dificultad pero ya no eranerviosismo, concluí, al sentir su aliento caer ahora sobre micuello. No, el nerviosismo ya había pasado, esto era purodeseo.

El aire cálido de principios de primavera, cosa extraña enForks, nos envolvió e hizo revolotear mis cabellos. Lo sentíacariciándonos con suavidad, sin

querer importunar.

Mi corazón saltaba a trompicones dentro de mi pecho por tantadilación.

-Bella-pronunció Edward con la boca seca, pues de ella nosalió sonido alguno.

Mis labios rozaron, finalmente, su objetivo. Sus manos meestrecharon, acercándome más a él. Acomodó mi cara,inclinándola hacia un costado y se

adueñó del beso. Abrió mi boca con dulzura y me fundí con élen un exquisito e irrepetible beso.

El primer beso resultó más un reencuentro, un desesperadoanhelo por hacer las cosas bien, por expresarnos cuánto nosamábamos y para recordarnos lo mucho que nos habíamosextrañado.

Comencé a reír cuando tuve alejarme para tomar aire. El rióconmigo y tomando una de mis manos, comenzó a besarla sin

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apartar los ojos de mí. -Valdrá la pena-susurré mirándolo a losojos.-Lo prometo.

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Capítulo 26

Condenado Vulturi:Bella's POV

-Bella-comenzó con la voz algo extraña-¿qué planes hastrazado para tu vida?

Se me encogió el estómago y, aunque estaba sentada, el suelopareció querer quitarme su soporte.

Pensé que me iba a permitir estar más tiempo junto a él.

Lo observé mientras decidía qué contestar.

El único plan que veía y quería, tanto para mi futuro cercanocomo para el después, lo incluía a él. No de la misma manera,confirmé con tristeza, pero él era el catalizador que necesitaríapara querer despertar cada mañana.

Nuestras miradas se encontraron unos segundos. Fue él quién ladesvió primero, con rapidez y con cierto aire resignado.

Estaba sentada frente a él, en el claro con el que había soñadoalguna vez hace tantos meses atrás; el lugar al que había venidouna fría mañana en busca de respuestas, sin saber que era éltodo lo que yo estaba buscando.

-¿Ya me vas a dejar?-pregunté con desenfado o intenté hacerlopara esconder el miedo que comenzaba a dominar mis actos.

El no alzó la mirada pero pude ver como su boca se curvaba enuna media sonrisa.

Una cálida brisa llegó a desordenar mis cabellos y a romper,con un ligero estremecimiento, la muralla de serenidad quehabía querido adoptar para

no romperme frente a él. Apreté los dientes en un esfuerzoinútil por lucir calmada.

-No seas absurda-me retó aún con la sonrisa dibujada en loslabios.

-Si-acepté, tomándomelo a mal-soy una absurda y también

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patética. Tan mortal...-la voz se me quebró.

Por fin, alzó la vista y su semblante cambió.

-¿Por qué lloras?-quiso saber.

-No lo se-mentí.

-No me voy a ir a ninguna parte, ya te lo dije.

Se acercó a mi mientras pronunciaba estas palabras y me rodeócon los brazos cuando notó que las lágrimas se desbordaban demis ojos.

-Entonces deberías saber la respuesta a tu pregunta.

Sonrió, con algo de pesar, asintiendo con la cabeza.

-Solo quería saber si estabas segura.

-¿Segura de amarte más que a nada?

-Segura de que soy yo al que querrás a tu lado para siempre.

Me alejé de sus brazos para mirarlo con atención.

-Pensé que la insegura aquí era yo.

-¿Sabes que te amo?-preguntó aferrándose a una de mis manos.

Asentí con la cabeza.

-Y, ¿sabes que quiero lo mejor para ti?-sus ojos me estudiaroncon tristeza. Mi barbilla comenzó a temblar, nuevamente.

Lamentablemente, lo sabía.

-Si-logré susurrar luego de un instante.

Sus caricias se volvieron insistentes, ávidas de una respuestaque no supe pronunciar.

-¿De qué va todo esto, Edward?-Quiero que me des unaoportunidad para ser lo mejor para ti.

Su voz fue profunda pero pude atisbar un ligero tono suplicanteen sus palabras.

-Lo eres-respondí con rapidez-sus ojos volvieron a sonreír-Ereslo mejor que me ha pasado en la vida. Es algo que nuncaolvidaré.

Acaricié su rostro con la yema de mis dedos. Lo escuché

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respirar profundamente.

-Sigues pensando que voy a dejarte, ¿cierto?

-Eventualmente, si.

-Desearía que hubiera una manera más fácil de hacer esto,Bella. Pero no voy a esconderte mis verdaderos deseos.

Hizo una pausa. No pude descifrar su rostro pero me mirabafijamente.

-Quiero ser el único en tu vida.

Se acercó aún más y ahora era él todo lo que podía ver, meaferré de sus brazos cuando mi respiración cesó por completo yel mundo comenzó a darme vueltas.

-Edward, ¿me estás pidiendo matrimonio?

-Si-respondió con un brillo de alegría-Deseo que seas miesposa.

-¿Sabes lo que me estás pidiendo, cierto?

Me observó, sin comprender.

-Me tendrás a tu lado como una sombra. No te librarás de mi siacepto casarme contigo.

-¿Si aceptas?-su rostro se desencajó mientras asentía conlentitud.-Yo se que te pido demasiado, pero al menos queríaque supieras que así de importante eres para mi.

¡Vampiro tramposo y manipulador! Reprimí una sonrisa.

-Edward, entiéndeme. No hace falta que me pidas matrimonio-reprimí una mueca ante la palabra-mi vida es tuya, todo lo quesoy. Me encantaría vivir la eternidad junto a ti.

-Pero

-No es que tenga una buena imagen del matrimonio. Viví en laincertidumbre mucho tiempo con mis padres y ninguno erafeliz. Y ahora, con el paso de los años, mi padre aún ama a mimamá y esta no piensa en él sino como en una buena broma,una anécdota más en su vida.

-¿Tienes miedo de que eso nos pase a nosotros?

-Si-admití-esto es demasiado bueno. Temo que algún día acabe.

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Juntó las cejas y sonrió.

-Debí suponerlo.

-¿Qué cosa?

-Tu no tienes miedo a sacrificar tu vida por mi deseo egoístasino que temes convertirte en tus padres.

Asentí.

- El terror de todo adolescente, -hizo una pausa-Y, en esehorroroso escenario-dijo con una sonrisa-¿quién se supone quesoy? ¿Charlie?

-No, Charlie soy yo.-negué con la cabeza, con cierto orgullo- Sime dejas, estarás en mis recuerdos siempre. Es lo único que mequedará de ti.

-Me vas a hacer enfadar, ¿tan poca fe me tienes?-Puso una desus manos en mi espalda y me atrajo a su rostro, a su bocaligeramente abierta.-Pero bueno, ¿aceptarás?

-Eventualmente, si-sonreí.

-Eventualmente-repitió con una mueca.

Se acercó lentamente a mis labios y con dulzura me besó,mientras, con sus manos, dibujaba círculos en mi espalda.

-¿Me crees ahora?-preguntó mostrándome un anillo quesostenía en la palma de su mano.

-Y yo que pensé que tenía los días contados.-suspiré y alescuchar sus palabras el aire quedó en mi garganta.

-De hecho, los tienes.-dijo muy seriamente. No pude evitarsentir un ligero estremecimiento. Jamás había considerado laposibilidad de ser uno de ellos pues Edward solía cortarme lasalas cuando una ínfima esperanza comenzaba a cobrar vida.

Tomé el anillo con curiosidad, para que no pudiera ver mirostro. Una fina argolla de plata antigua en la cual dos bandasdelgadas se cruzaban y se fundían en sólo una, un poco másancha. La emoción me embargó hasta lo más hondo y larealidad me hizo darme cuenta que esto me estaba pasando ami, que por fin era real.

Edward me quitó la argolla con un gesto divertido y tomando

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mi mano, con expresión solemne, comenzó a decir:

-Isabella Marie Swan, ¿Me harías el más feliz de los hombresaceptando ser mi esposa?

Retiré mi mano, nerviosa.

-Y yo que pensé que ibas a terminar conmigo.

Esperó, arqueando una ceja.

Finalmente y con un largo suspiro, me rendí. Cuando él memiraba era ese el lugar en que yo quería estar, siempre.

-Si.

Era poco probable que no se diera cuenta. Pero decidí que,llegados a este punto, era una conversación que me podíaevitar.

Deslicé el anillo con suavidad por mi dedo, aún embargada porla emoción, y lo coloqué con la misma delicadeza, temerosa deque cualquier movimiento brusco rompiera con la paz en la quese encontraba mi vida ahora, en el dedo del corazón. Escuché aEdward soltar una risita pero no

desvió la vista del camino. Cerré los ojos y apoyé mi cabeza enel respaldo de mi asiento, la cabeza aún me daba vueltas.

-¿Te sientes bien? ¿Tanto te desagrada la idea?

Sonreí y luego me largué a reír.

-No. Estoy tratando de poner mis pensamientos en orden,Edward. Busco las palabras para anunciárselo a Charlie.

-¿No pensarás que hice esto sin su aprobación? Después detodo, es la costumbre.

-¡¿Qué le dijiste?! ¿Qué dijo él?-Abrí los ojos.

Una cosa era que Charlie aceptara la ¡dea de un mundo en elque coexistían toda clase de criaturas mitológicas y quequisiera adoptar a una de ellas

como hijo y la otra, muy distinta, era que aceptara que su hija,su única hija, se casara con aquella criatura a tan corta edad.

-Le pedí tu mano, por supuesto.

Me quedé mirándolo, atónita.

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-Y aprobó la ¡dea. Cambió un poco su opinión de mi cuandodescubrió el trasfondo de que fueras mi esposa, ya sabes, sin el"hasta que la muerte los

separe", pero creo que volveré a ser su favorito cuando lecuentes que has aceptado.

-Es demasiada información, ¿estás seguro de que lo aceptará?

-Bella, él lo único que desea para tu vida es que seas feliz.Siempre ha sido así. Aún si tu felicidad está al lado de un sertan extraño y terrorífico como yo.

Llegamos a su casa al crepúsculo, los rayos de un reluciente ymorado atardecer llegaban entre las ramas de los árboles eiluminaban los ventanales de la gran e imponente casa blanca.

Era poco probable que Alice no hubiera actualizado a sufamilia con las buenas noticias, pero Edward estaba tananimado que quería y deseaba ser el primero en hablar.

Luego de bajarme del auto me tomó en sus brazos, me levantóunos centímetros del suelo y besándome tiernamente me hizosaber lo feliz que lo había hecho mi respuesta. El miedo por finhabía desaparecido y todo volvía a sentirse como debía, por lotanto, yo también le demostré cuánto alegraba él mi vida con supresencia.

Entramos en la iluminada casa con nuestras manosentrelazadas. Nos encontramos con Esme sentada en un sillóntotalmente abstraída con un libro.

Alzó la vista cuando entramos en el salón y por su rostro queestaba más sorprendida que nosotros de vernos.

-Buenas tardes, Bella.-me saludó con cariño, pero no sonrió.-Espero que te encuentres bien.

-Si, gracias.-sonreí no queriendo disimular la alegría que sentíaen aquellos momentos.

-¿Dónde están todos?-preguntó Edward.

-Carlisle está de turno, Rosalie y Emmet fueron a ver elatardecer y Alice y Jasper salieron hace un par de minutos.

-No los vi pasar.-dijo extrañado.

En deferencia a mi, Esme agregó:

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-No fueron en auto.

-¿Alice no les ha contado nada?-preguntó decepcionado.

-¿Qué cosa nos tenía que contar? ¿Ha pasado algo?

-Hubiera preferido que estuvieran todos... Bella ha aceptado sermi esposa.

La reacción de Esme no fue nada parecido a lo que pudeimaginarme en los escasos momentos que me permití crear lasituación en mi cabeza.

-¡Oh, cariño!-intentó sonar alegre.

-¿Qué?-gruñó Edward.

-Se va a solucionar Edward, todo estará bien-en una milésimade segundo su rostro había vuelto a tornarse grave.

-¿Qué pasa?-pregunté, mirándolos a ambos.

Edward me miró un momento y luego soltó mi mano.

-¿Qué?-quise saber.

-Trámites burocráticos-soltó con gravedad.

Miré a Esme en busca de una explicación.

-Será mejor que Edward te lo explique-me comentó con elrostro grave, con dolor, y al momento siguiente, ya no estabaen la habitación.

-¿Por qué te pusiste así? ¿Pasó algo malo?

Su mirada sombría se posó en mis ojos. Lo observé respirarprofundo por largos minutos. Parecía debatirse entre lo quedebía y no debía decir.

-Cuando te viste envuelta en aquel incidente en el bosque, ellaquería acabar con tu vida.-pronunció cada palabra como siquisiera evitarme el susto.

Asentí, recordando. Edward tomó mis manos entre las suyas, amodo de consuelo.

-Ella, movida por el odio, se metió con quienes no debía.Molestó a cierta gente que no debería haber molestado y enconsecuencia prendó su vida para librarse del castigo.

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Esperó un momento, pero era claro que no tenía nada que decir.No entendía a dónde iba a parar todo este asunto.

-Al prendar su vida prometió también la tuya.-un brillosiniestro apareció en sus ojos.

-¿A quienes?

-A los Vulturis. Una especie de realeza vampírica, encargadosde mantener nuestro compacto mundo alejado del tuyo, del delos humanos. Se aseguran de que nuestra existencia pasedesapercibida.

-¿Estamos infringiendo alguna regla?

-Técnicamente, no. Pues se espera de nosotros que nosalimentemos normalmente. La única manera en que un humanopudiera encontrarse con un vampiro es siendo la víctima dealguno.

-Y, ¿entonces?

-Victoria les contó que existía una humana que se rodeaba devampiros. Uno de ellos ha venido a conocerte.

Su tono me hizo pensar que intentaba calmarme, ocultándomela razón por la que estaba tan preocupado. El suelo comenzó atemblar bajo mis pies.

-Pronto seré una de ustedes-intenté decir- No veo cuál es elproblema.

Sonrió.

-No lo hay.-negó con la cabeza, más calmado.-

-iHey, Edwardl-apareció Emmet de alguna parte-iNos hemosenterado!

Miré a mí alrededor y ahí estaban Jasper y Alice, además deEmmet. Alice miraba el suelo y Jasper nos miraba a nosotros.

Emmet se acercó a mí con una picara sonrisa y añadió:

-No creas que lo hizo por amor, fueron celos.-me guiñó el ojo ylargó a reír. Sus bromas distendieron un poco la tensaatmósfera que persistía en sobresalir.

Intenté celebrarle la broma pero al observar las fugacesmiradas que iban y venían entre Alice y Edward volvió la

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inquietud y no pude seguir callando,

ni esperando. Parecía que Emmet se había ofrecido comodistractor para que no me diera cuenta de que algo, y algo nomuy bueno, estaba

sucediendo.

-¿Qué has visto Alice?

Alice alzó la mirada al instante, sorprendida y con una pequeñasonrisa comenzó a hablar:

-Como Edward te debe haber contado, Aro, uno de los líderesdel Clan de los Vulturis, ha sido llamado para cerciorarse deque las normas no se han

violado. El caso por el que Aro ha decidido venir es fácil deresolver pero necesitamos tu presencia cuando él llegue aquí.

Asentí con la cabeza y me volví para buscar la mirada deEdward.

-¿Qué es lo que temen?

-Ahora, la verdad nada. Edward ha decidido convertirte y esofavorece nuestra defensa.

-Aro tiene un poder similar al mío-me contó Edward.

-Pero tú no puedes leerme la mente.

-Pensamos que, como la diferencia entre su poder y el mío esque él necesita el contacto físico y, además puede conocercualquier pensamiento que

tu hayas tenido a lo largo de tu vida, con él puede ser distinto.

-Y, ¿por qué tiene que conocer mis pensamientos?

-Para demostrarle que tu no le has dicho a nadie sobre nuestrosecreto.-me miró con recelo y entró en mi con sus ojos de oro,como si en verdad

pensara que yo había revelado su secreto a alguien. Comprendíal instante de qué se trataba.

-Ya te conté alguna vez que no le dije nada a David sobre tufamilia-repliqué a su acusadora mirada con voz amarga y en unsusurro, aunque era

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obvio que todos habían podido escucharme. Incluso Rosalie,escondida en algún lugar de la casa.

La espera se me hizo eterna. Edward se había sentado conmigo,en un cortés intento por demostrarme que no pasaba nada malo,pero estaba intranquilo y lo observé mirando a Alice, con afán,en varias oportunidades. Esta, sentada frente a Jasper, no sedaba por enterada y los minutos seguían pasando.

No me di cuenta y ya era de noche, el frío entraba por algúnlugar de la casa y me hizo comenzar a tiritar. El nerviosismome afligió cuando miré a mi lado y descubrí que Edward ya noestaba. Busqué a Alice y en su lugar apareció Jasper. Se sentó auna distancia prudente pero buscó llamar mi atención con unaconversación trivial.

-La verdad-le pedí.

-Edward le está contando a Alice sobre Danielle.

Entrecerré los ojos, intentando desviar su sincera mirada.

-Buscan la manera de convencer a Rosalie de aceptarla comoun miembro más.

Decidí seguir su juego un momento, mientras buscaba lamanera de escabullirme y encontrar a Edward. Una tarea difícilsi caía en la cuenta de que me enfrentaba a una vidente y a los,tan naturales y súper dotados, sentidos de tres vampirospendientes de que no me enterara de nada.

-Aparte de lo del cambio de domicilio creo que será paramejor-comenté.

Asintió.

-Esperamos que sea para Esme como el hijo que nunca viocrecer.

-Pero ustedes son sus hijos, ella los ama como si fueran sushijos.

-Pero nosotros ya tenemos nuestras existencias formadas,estamos todos en pareja y no siempre estamos todos juntos.Con Danielle sería distinto, podrían tener esa clase de amistadque solo se forma entre una madre y su hija.

Recordé la clase de amistad que yo solía tener con mi madre,

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un lazo que pensé que jamás se desvanecería. Con un nudo enla garganta comprendí

que tendría que alejarme de ella si mi vida terminaba en manosde Edward.

Sabía que no debía preguntarle, que estaba tocando un puntosensible, pero la curiosidad me había ganado y la intranquilidadme llevó a preguntarle lo primero que cruzó por mi mente, tansolo para mantenerme distraída.

-Una persona recién convertida, cuánto tiempo puede tardar enpoder estar entre humanos sin querer...- -¿Sin querer tomarlos?-preguntó suave.

Asentí.

Se encogió levemente de hombros y me pareció más humano yvulnerable de lo que jamás había visto en él.

-Depende de la persona y de quienes lo acompañen. Para unvampiro recién convertido y solo, se le va a ser imposibleresistirse pues se guiará de sus instintos, los cuales son casiimplacables, pues no conoce otra salida. Si, por el contrario,ese vampiro recién nacido es apoyado y cuidado y no pruebasangre humana no le costará mucho resistirse a ella. Tendríaque esperar, no lo se, un par de años para adecuarse a susnuevas necesidades.

-Un par de años-susurré. Un par de años para tener todo lo queanhelaba. ¿Mi madre estaría de acuerdo si supiera que asípodría ser feliz? ¿Seríamos

dos extrañas luego de un par de años?

Me hundí en estos pensamientos por un instante pero sabía quea la única conclusión que llegaría sería que podría afrontar lapérdida junto a Edward, pero no podría, ni aunque de verdad lointentara, sobrevivir separada de él.

Levanté la vista y descubrí que había perdido, Jasper ya noestaba y Edward caminaba de vuelta, hacia mi lado.

Aro por fin hizo acto de presencia, y llegó junto a Carlislecuando el reloj marcaba las diez.

El primero vestía un sweater gris y unos jeans negros queestilizaban su figura. Solo en la ropa pasaba como humano, lo

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cual venía a justificar el hecho de que Carlisle lo hubiera hechoesperar hasta que anocheciera. Sus sombríos ojos me estudiaroncon atención. No pude evitar querer sostenerle la mirada conalgo de rebeldía, sus ojos rojos y deslucidos carecían del brilloque caracterizaba a mis vampiros favoritos, pero un escalofríorecorría mi cuerpo cada vez que él sonreía y dejaba entreversus blancos y pulcros dientes.

La situación en sí, no podía ser más aterradora. Todos loscomponentes para una película de miedo se habían reunido enaquel salón para desencajar mis facciones y ganarle a mi pobreequilibrio. Hasta las luces carecían de la intensidad suficientepara darme algo de valor.

Edward me sostenía, con sus manos en mis hombros y surespiración, al caer sobre mi nuca, era lo único que memantenía cuerda.

La inspección se alargó más de lo que había pensado, Aro noquitó sus ojos de mí en ningún momento y yo ya no podíamantenerme sosegada.

Ni Edward ni ninguno de los Cullen me había dicho qué pasaríasi Aro no me aprobaba, pero comprobé al observar con cuantorespeto lo trataban que él tenía el poder de arrebatarme todo loque quería y para siempre.

-Deben saber-dijo aún mirándome-que Laurent, aquél vampirolatoso, ha sido destruido.

Un temblor frío bajó por mi espalda, erizándome la piel. Por elrabillo del ojo vi a Carlisle asintiendo levemente con la cabezay luego dirigirle una rápida mirada a Edward.

Aro alzó una mano y me instó a tocarlo. Comencé a respirarcon dificultad y sentí como las comisuras de mis labioscomenzaban a tensarse, paralizándose en una sonrisa helada.Edward me susurró que lo hiciera y me acercó sin dificultadhacia el vampiro aterrador que esperaba con una placentera ydivertida mirada.

-Deseo conocerte un poco más-me dijo Aro con ciertagalantería.

Respiré profundo y mi mano se alzó lentamente hasta llegar ala suya. Su sonrisa se ensanchó y no pudo disimular su

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fascinación. Me preguntaba qué parte de mi patética y aburridavida le habría llamado tanto la atención.

-Ya veo-movió la cabeza ligeramente, nuestras miradas seencontraron un momento y luego la desvié para observar ladiferencia entre nuestras manos. Yo era morena al lado de lapálida mano que acunaba la mía con gesto posesivo.

-Has sido muy valiente, Bella.-me felicitó pero con un tono quequiso decir mas bien "has sido valiente o muy estúpida".-Y tu,Edward muy fuerte, qué voluntad.

Paseó a gusto por mis pensamientos y su rostro no mostrabagran diferencia hasta que pareció despertar y sus brumosos ojosme empezaron a mirar con desconcierto.

-¿Licántropos?-lo oí susurrar.

Intenté quitar mi mano para que no pudiera seguir fisgoneando,pero con un imperceptible movimiento de su muñeca logrócapturarla al punto, quitándome cualquier posibilidad deescape.

Edward se acercó hasta ponerse a mi lado y susurró algo a Aroque no fui capaz de escuchar. El no pareció prestarle atención.

-¿Cómo has hecho eso?-me preguntó, con tono imperioso.

Busqué la mirada de Edward con temor, pero él se había vueltoy miraba hacia una de los ventanales con las facciones rígidas ytirantes.

-¿Qué cosa?-pregunté entonces a Aro que comenzó a apretar mimano con enfado.

Sonrió y lanzó una mirada de cínica complacencia haciaCarlisle.

-Así que era verdad, mi hermano, mi amigo.

Dejó caer mi mano con desprecio. Apenas pude moverme meacerqué a Edward, que ahora estaba de pie frente a uno de losventanales. No me había dado cuenta cuando habíadesaparecido de mi lado. Tomé su mano y apretó la mía concariño pero no volvió su rostro hacia el mío.

-Puedes dominar tu mente.

-¿A qué te refieres?

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-Cuando Aro vio a Jacob convertirse, tu mente bloqueó supoder. Es como si hubieras escogido lo que querías queobservara.

Hice una mueca.

-Si-dijo sin verme-es muy malo.

-¿Pudiste leer mis pensamientos?-inquirí con vergüenza.

-Por breves momentos. No se con seguridad si leí tu mente osólo vi lo mismo que Aro vio en la suya.

-¿Nos metí en un lío?

-No-susurró y me regaló una pequeña sonrisa.-Victoria lopersuadió de que nosotros te teníamos guardada como unaespecie de arma secreta y eso bastó para que él desconfiara denosotros. La venganza está completa-agregó con ojosinfantiles-Victoria no tenía cómo saber que esto era cierto perosu plan se concretó magníficamente.

-Edward...-acarició mi mejilla con sus fríos dedos y caminóhacia el centro de la habitación, donde se encontraban reunidosCarlisle, Esme, Alice, Jasper y también Aro.

-¡Bellai-exclamó mi padre cuando entré en casa. Se acercóexultante y su rostro cambió al leer el mío.

-¿Qué pasó?

Negué con la cabeza

-¿Le dijiste que no?-juntó las cejas, incrédulo.

Boté el aire.

-Le dije que si-comenté en un hilo de voz.

-Y entonces, ¿por qué traes esa cara?

-Mañana-prometí con voz trémula y con una ligera esperanzade que al despertar todo sería distinto y volverían los días enque solo me preocupaba por sonreír.

Subí las escaleras con paso cansado y sentí la mirada fija de mipadre en mi espalda. Deseé llegar a mi cuarto paraderrumbarme y cuando por fin estuve allí me pegué al soporteque me ofrecía la puerta y lentamente me dejé caer, sintiendomi rostro desencajarse, sintiendo mis rodillas doblarse,

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sintiendo el frío del suelo en mi mejilla.

No intenté cerrar los ojos, de igual manera estaba muy distantede donde se encontraba yerto mi cuerpo. El silencio se apoderóde mi e incluso mis recuerdos se llenaron de el.

Lo único que pude traer a mi mente fue la espalda de Edwardalejándose de mi, cada vez más, al lado de Aro.

-No, no, no, no ,no, no-¿Cuántas veces podía negarlo teniendola realidad frente a mis ojos?

La luz de la luna había iluminado su rostro, había iluminadosus ojos y aunque lo llamé hasta que desapareció de mi vista élno se volteó para

mirarme, no se despidió ni me dio la oportunidad degrabármelo en la memoria.

Lo observé alejarse, con mis pies pegados y fríos en el piso sinpoder moverme, sin poder acercarme.

Recuerdo haber intentado zafarme de los duros y fríos brazosde Rosalie para correr hacia Edward pero cuando la mirésuplicante para que me dejara

ir, vi en sus ojos que también sufría y que lo sentía por mí.

-Condenado Vulturi-la escuché decir, entre dientes.

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Capítulo 27

Quiero verte sonreírEdward's POV

Escogí un momento adecuado para solicitarle a Charlie suconsentimiento para pedirle matrimonio a su hija. Aquella tardeacababa de llegar de un excelente día de trabajo. El no era deltipo fanfarrón por lo que se guardó su renovado orgullo y lasatisfacción del éxito sólo para él. Intentaría convencerlo decelebrar, no todos los días el capitán de policía de un pueblotan pequeño como Forks lograba desbaratar a una banda denarcotraficantes internacionales, solo por intuición.

Golpeé suavemente la puerta y me recibió Charlie con unasonrisa agradable y más que contenta.

-¡Edward, hijo! Pasa, pasa.-me apuró y cerró tras de mi.-Bellano está-comentó-Creo que se iba a juntar con una compañera.

-Lo se, lo se. He venido a hablar con usted.

-¿Una cerveza?-me ofreció acercándose a la cocina.

Rechacé la oferta y preguntó por mis padres.

-Ellos están muy bien.

-Me alegro-se sentó frente a mi y con un gesto me invitó ahacer lo mismo.-¿De qué quieres hablarme?-preguntó sin lamenor sospecha de los que se avecinaba.

No supe si mirarlo directamente a los ojos o usar mis dotespersuasivas que Bella decía que tenía para suavizarlo y ponerlode mi parte.

Pensé en mezclar ambas cosas y al fin le dije:

-Vine a pedirle la mano de su hija.

Luego de uno, dos y tres tragos levantó la mirada y se pusoblanco.

-Pero mi hija es muy joven-musitó.

Asentí.

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Tragó en grueso y poco a poco vio las implicaciones, eltrasfondo de la vida que le estaba ofreciendo a su hija.

-No-dijo, luego de pensárselo.-No, no, no, no y no.

No hablaba conmigo, estaba aún metido en sus cavilaciones.Alzó la vista, con suspicacia.

-¿Por qué?-quiso saber como si fuera el peor de los castigos...ycon toda razón.

Ese era el momento que tanto había esperado. Una señal queme detuviera y me hiciera ver cuán egoístas eran mis deseos.Observé la pequeña habitación a mi alrededor hasta que misojos quedaron detenidos en las fotos de pequeña de Bella, queestaban dispuestas en orden cronológico encima de lachimenea. Una media sonrisa se me escapó y recordé por quéestaba ahí y el dolor que sentiría si Bella seguía creciendo sinmi, si el

tiempo se la llevaba donde yo ya no podía compartir suexistencia.

-Porque no quiero perderla-susurré.

Permaneció en silencio extensos minutos hasta que levantó lavista y por fin preguntó, no sin miedo:

-¿Cómo es?

-Doloroso-contesté sincero, sabiendo que me preguntaba por laconversión.

-Sin embargo-agregó-ella pasaría por cualquier tipo desufrimientos...-pensó, casi con los ojos cerrados.

Esperó en silencio y por vez primera tuve curiosidad por lospensamientos de alguien que no fuera Bella. Pensaba en ella. Aligual que yo, la vio en distintas etapas de su vida, desde laBella bebé a la Bella adolescente llevada de sus ¡deas. Ya todauna adolescente a Charlie le pareció que su hija se parecíamucho a Renée.

-No quiero ser la causa de su separación. Aún me pareceincreíble su existencia pero creo que dejo a mi hija en buenasmanos.-Botó el aire.-Y, en todo caso, depende de la respuestade ella.-Comenzó a reír, algo nervioso-Te costará que aceptecasarse contigo.Sonreí, siguiéndole la broma, sintiéndome

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como sólo me sentía por ella, más humano que nunca.

-Espero que me diga que si.

-¡Oh muchacho! Te dirá que si pero después de insistirle unrato. Se parece en eso a Renée, es algo cabezota.

Toqué a la puerta de Ángela con nerviosismo. Fue ella quiénme abrió la puerta.

-Hola, Edward-dijo con timidez-¿V¡enes por Bella?

-Si, ¿he llegado muy temprano?

-No, no. Pasa

Me condujo por un largo pasillo hasta que entramos a suhabitación.

-¡Edwardl-exclamó Bella, sorprendida al verme entrar.

Con agrado observé como sus mejillas adoptaban un suavecolor rosado ante mi presencia. Se detuvo frente a mi, indecisa.

Le sonreí con nerviosismo y con una mano acaricié su mejilla.Sus ojos comenzaron a brillar y su corazón palpitó rápido ycontento.

Nos perdimos el uno en el otro hasta que Angela nos recordó supresencia aún con algo de timidez.

-Bella, ¿estás lista?-quise saber.

-Mmm...-buscó a Ángela en busca de su aprobación y con unasonrisa dijo que si.

-Ang, nos vemos...

-El lunes-la ayudó esta.

-El lunes, si.-Movió la cabeza confusa y con una sonrisa sedespidió.

-¿A dónde vamos?-preguntó ya en el auto.

-A nuestro prado.

-¿Por qué?-preguntó nerviosa.

-Porque te extraño y quiero pasar un rato contigo-sonrió condulzura y luego retiró la mirada.

Al menos, pensé con algo más de relajo, no era el único que

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estaba nervioso.

Me detuve intranquilo al lado de Bella, pero sabía que nopodría contenerlo por más tiempo. Había, a través de los años,cultivado la paciencia y la

había hecho mi amiga...hasta que conocí a Bella y yo cambiéen una y mil maneras.

La casa nos había recibido con un extraño y sobrenaturalsilencio. No era el silencio que siempre cubría nuestro hogar,pero no le hice caso pues

estaba demasiado entusiasmado, era demasiado feliz como paraquerer, por alguna razón, despertar.

Poco a poco fueron llegando mis hermanos, todos sabían lo queestaba ocurriendo, yo era el único que no estaba formalmenteenterado, obtenía retazos de la preocupación de cada uno deellos pues todos intentaban ocultar el por qué de suintranquilidad.

Poco a poco mi tarde con Bella no pasó sino a ser un lejanorecuerdo, de algún tiempo más alegre.

Hice una señal a Jasper que pasó imperceptible a la atención deBella. Ella seguía sosteniendo mi mano como si fuera ella laque debía protegerme a mí y no al revés. Jasper le susurró aAlice lo que yo quería y tiempo después desapareció en lasescaleras con dirección a mi habitación. Bella no pareció darsecuenta de esto. Me fui soltando poco a poco de su calida manoy en un rápido gesto desaparecí por las mismas escaleras porlas que minutos antes había transitado Alice. La encontrécambiando de posición entre un pie y otro, y no me mirócuando entré.

-No busques en mi mente-me pidió al instante y en voz alta.-Confía en mi, no busques dentro de mis pensamientos.

-¿Qué está pasando?

-Tu lo sabes, Aro vendrá. Tiene la ligera sospecha de quequeremos convertir a Bella para aunar fuerzas. Todo dependede cómo Bella actué ante él, por eso debe estar lo menosasustada posible, y debe saber lo menos posible, también.

-Victoria le hizo creer que queremos tomar el poder.

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-Y Laurent avivó un poco el fuego antes de su muerte-agregóAlice-Por no querer ayudarlo nos hundió más.

Nos hundió más-repetí en mi mente. ¿Cuán alejado de la realidadhabía estado? ¿En qué momento mi determinación se habíasubyugado? Prometí que no volvería a ocurrir, prometí quepasara lo que pasara haría lo mejor, lo correcto por cuidar aBella de mi mundo, ¿es que caíamos nuevamente en lo mismo?

-Edward, cálmate. Bella te necesita sereno. Prepara tu mejorsonrisa, sólo serán un par de horas.

-Primero, dime..

-No, Edward, no ahora. Luego-me interrumpió.

-Vuelve con Bella-me aconsejó momentos después.-A Jasperaún le cuesta un poco-quiso bromear.

El trayecto hacia las escaleras no me dio tiempo paraprepararme, pero cuando estuve en dirección al sillón dondeaún estaba Bella y esta alzó la mirada, con mayor tranquilidaddebido a mi presencia, la sonrisa más serena que se podíadibujar en mi rostro apareció de la nada salvándome el pellejo.

Al sentarme a su lado se estrechó a mi cuerpo y yo le respondíacunándola en mis brazos. Besé su pelo que olíaexquisitamente a frutas silvestres y poco a poco sentí como surespiración se relajaba.

Esme volvió a aparecer cuando escuchamos a Carlisle y a Aroacercarse. Así como también mis hermanos, todos escondieronlo que en verdad pensaban.

Los dos por fin aparecieron. Aro observó cada rincón de la casay a cada uno de nosotros con un semblante afable que distabamucho de cómo en verdad se sentía. Por supuesto aún sepreguntaba cómo era que podíamos vivir entre humanos sinvolvernos locos, y cuál era la verdadera razón de nuestraalimentación. Era curioso que consideraran un desafió haciaellos nuestro estilo de vida, una muestra de su propia debilidad.

-Tu familia, Carlisle, tan hermosa como siempre.

Mi padre sonrió, confiado.

Nos levantamos del sillón y nos dirigimos al centro del salón,donde Aro nos esperaba. Sus ojos notaron al instante a Bella.

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Ella era, después de todo, humana. Una humana muyapetecible.

Bella se tensó a mi lado al ponernos frente a él. No podía leersus intenciones pues su rostro no lo revelaba, pero su cuerpo,sus instintos, la alertaron de que se encontraba en peligro.Tomé su mano y la apreté con cariño.

-Tengo entendido de que piensan agrandar la familia.-comentócomo si hablara del clima.

-Así es-contestó Carlisle

Entonces sus ojos se posaron en Bella, nuevamente. Y esta vezcon una intensidad no disimulada. Una media sonrisa se dibujóen su rostro cuando dijo:

-Deben saber que Laurent, aquél vampiro latoso, ha sidodestruido.

Alice escondió el rostro, no quería llamar demasiado laatención. Esme contrajo el rostro, con miedo.

-Debimos haberlo ayudado-pensó Carlisle.

Negué imperceptiblemente con la cabeza, en su dirección. Si lohubiéramos hecho habríamos aceptado que lo que decíaVictoria era cierto, y que

buscábamos enfrentarnos a los Volturis. Haber defendido aLaurent hubiera sido aceptar nuestra ambición, nuestra sed depoder, como los persuadió

Victoria.

-'¡Qué desperdicio!-comentó Aro, mirando aún a Bella, asabiendas de que yo podía escucharlo.

Levantó su mano con elegancia e invitó a Bella con unaseductora sonrisa a que la suya fuera a su encuentro. Bellarenuente, se puso tensa.

-Todo va a acabar pronto amor mío-la insté en un susurró.

Tras un ligero suspiro Bella levantó su mano y la apoyó en lamano que le ofrecía Aro. Este observó nuestro encuentro en elprado, encuentro que había ocurrido hace un par de horas peroque parecía tan distante ahora.

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-Quiero ser ei único en tu vida-me observé decir con los ojosbrillantes y el rostro esperanzado.

-El es el único hombre que he amado y ai único que quiero amar,siempre. Si debemos separarnos será el recuerdo que llevaré conmigoen cualquier camino que decida tomar mi vida. Pues me seránindiferentes si no los comparto con él.

-iCómo siquiera negarme!-decía su vocecilla emocionada.

-iPor qué Horas?-le pregunté esta tarde en el prado.

-Volverá a desaparecer y no podré aguantarlo. Sabía que esto podríapasar pero ¿tenía que ser tan luego?

Hasta el momento todo marchaba a la perfección. Aro paseabapor los pensamientos de Bella y pronto se enteraría de que ellano había dicho una palabra a nadie sobre nuestra existencia.

-¿Entenderá mi madre que sólo así podré ser feliz? Pero, ¿cómodejarla, aún cuando es por su bien?

Unos ojos de un negro intenso ocuparon todos los pensamientosde Bella.

-Hace mucho tiempo que esperaba este momento-dijo la voz deVictoria.-Insignificante humana, todo fue por tu cu/pa.-Victoriacomenzó a rodearla y Bella la siguió con la mirada en unintento por parecer valiente. Hasta que sus ojos se posaron enmi, apoyado en el tronco de un árbol, sin ninguna posibilidadde moverme.

El miedo comenzó a consumirla cuando me vio vulnerable, noquería perderme, aún cuando no me conocía de nada, aúncuando en sus recuerdos más

recientes yo no había hecho otra cosa que tratarla condistancia. Pero ella siempre lo sintió, el lazo jamás se habíaroto, era absurdo pensar que con

mi silencio aquel amor que había sido tan real iba adesaparecer porque sí.

Tanto tiempo desperdiciado...

-No a él no-susurró con un nudo en la garganta.-No le hagasdaño.

-¿Entiendes de qué te habló si nombro a Debussy?-preguntó Bella a

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Jacob con un tono ligeramente enojado.

-¿Y quién es ese?-preguntó Jacob, extrañado.

-¿Sabes qué son los Cullen?-preguntó David, sentado frente aBella.

Aro se detuvo en este pensamiento, por supuesto.

Bella se quedó observándolo en silencio, quizás preguntándosequé responder.

-No es necesario que me respondas-se apuró en decir David.

-Ya veo-comentó Aro, Bella bajó la mirada, avergonzada.

Siguió ahondando en la mente de Bella, incluso cuandoaquellos pensamientos que tan interesado leía no teníanrelación alguna con el asunto por el cual mi padre lo habíallamado.

Un leve movimiento de la cabeza de Bella fue el comienzo delfinal.

-Tiene miedo de perderte-me informó Jasper mientras Alicetomaba su mano y la estrechaba en busca de consuelo.

Bella instintivamente había girado su cabeza, buscando ver mirostro, buscando una sonrisa que la amparara. Al no hallarla,pues no reaccioné a tiempo, su mente había volado lejos dedonde se encontraba junto con Aro y había vuelto al día en queestuvimos a punto de perdernos para siempre, aquella infernaltarde en el bosque con Victoria. Entonces recordó, como depasada, a Jacob. A su amigo, el licántropo. Y en su mente pudoimaginar una transformación.

Y todo encajó. Al menos para Aro.

-¿Licántropos?-Aro no daba crédito a su buena suerte, ¡cuántodeseaba amonestarnos!

Bella intentó zafarse de su mano, pero él apretó con más fuerzala delicada y pequeña mano de Bella, y la asió con fuerza, hastaquedar nuevamente uno frente al otro.

Sus ojos volvieron a abrirse, esta vez con desconcierto y unaligera admiración.

La mente de Bella bloqueó ahora el poder de Aro y se cerró por

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completo, la imagen de Jacob se difuminó hasta que sólo huboun gran fondo negro y un silencio espectral.

Aro siguió presionando la mano de Bella, impetuoso.

-Es suficiente, suéltala-le dije en un susurro que pasóimperceptible para Bella, pero él no me prestó atención ysiguió alegando una respuesta que Bella no sabía cómoentregar.

-¿Cómo has hecho eso?-le demandó.

-La única manera en que consentiré su conversión es si es paratrabajar junto a mi. Puedes venirte, serás bien recibido. -AnuncióAro.

-Edward-alcanzó a susurrar Alice. No le presté atención, mevolví y escondí el rostro, mirando a través de una ventana.

Observé en el reflejo como Bella buscó mi presencia entre losdemás pero no pude volverme. No podía seguir fingiendo quetodo estaba bien, sin embargo no quería hacerle daño a Bella.

-¿Qué cosa?-preguntó ella, que no se había enterado de nada delo ocurrido.

Seguí observando a través de la ventana. No observaba nada enrealidad, pero quise distraer mi mente de lo ocurrido hace unosmomentos. Mi débil imaginación me llevó a la tarde en elprado en el que Bella había aceptado ser mi esposa. Su rostrohabía pasado del desconcierto al alivio y de este a la alegría entan solo unos momentos. Ella pensaba que iba a dejarla. Yoestaba a punto de decirle que no podía vivir sin ella, que unavez conocido el sentido de nuestra existencia intentar vivirluego solo conociéndolo sin tenerlo era una tortura. Que mehabía rendido a mis deseos egoístas y a sus ojos chocolate, yque le pedía que considerara la ¡dea de atarse a mi parasiempre. Que me permitiera hacerla feliz cada segundo de suexistencia.

Sentí un movimiento involuntario en mi rostro y me descubríconteniendo un llanto imposible.

Su tibia y suave mano vino a consolar mis tristes cavilaciones.Intenté estrechársela con una intensidad parecida, estaba ahí,estaría ahí siempre. Aún si sólo fuera para el hasta que lamuerte los separe.

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-Puedes dominar tu mente-le anuncié a una insatisfecha Bellaque siempre había pensado que era tan corriente como el quemás y que nunca se había visto con claridad.

-¿A qué te refieres?

No, yo no iba a dejar que Bella tuviera que vivir la clase devida, si es que así se le podía llamar, que llevaban los Volturi.Lleno de ambición, envidia y decadencia.

-Cuando Aro vio a Jacob convertirse, tu mente bloqueó supoder. Es como si hubieras escogido lo que querías queobservara.

No, él no iba a estar nada feliz con la rotunda negativa que ibaa recibir. Pero estaba dispuesto a pagar el precio. Mirecompensa valía mucho más. Bella comprendió lo que ocurríay con un ligero estremecimiento volvió a mirarme.

-Si-le confirmé-es muy malo.

Aún en el reflejo de la ventana, la observé perder su mirada enla oscuridad de la noche. El atardecer había estado precioso,pero solo porque vaticinaba noches sin estrellas.

-¿Pudiste leer mis pensamientos?-susurró.

-Por breves momentos. No se con seguridad si leí tu mente osólo vi lo mismo que Aro vio en la suya.

-¿Nos metí en un lío?

-No-busqué su rostro y acaricié su mano.-Victoria lo persuadióde que nosotros te teníamos guardada como una especie dearma secreta y eso bastó para que él desconfiara de nosotros.

Carlisle aún intentaba persuadir a Aro a nuestro favor,intentaba dialogar pero era inútil. Aro estaba resuelto, habíatomado aquella resolución incluso antes de escuchar a Bella.

-La venganza está completa-musité.-Victoria no tenía cómosaber que esto era cierto pero su plan se concretómagníficamente.-Su objetivo siempre había sido separarnos yeste se había cumplido.

-Edward...-susurró con miedo, pero no pude decirle nada. Mevolví hacia Bella y acaricié su mejilla intentando darme valorpara hacer lo que debía hacer. Me separé de ella y me dirigí al

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salón.

-Yo pensé que el asunto por el cual Carlisle me había llamadoera la simple rectificación de un error, no una declaración deguerra-comentaba Aro

como si dijera un discurso.

Desee que Esme no estuviera allí para escuchar la sarta detonterías que pasaban por la cabeza de Aro, pero ella se quedópara apoyar a su familia.

-Le han pedido a nuestros enemigos más mortíferos ayuda paraacabar con nosotros. Ella es la conexión con ellos, ¿cierto?-Apuntó a Bella sin disimulo, no alcé la mirada ni busqué elrostro de Alice, Aro continuó monologando hasta que buscó uninterlocutor.

-Solo queda una solución. Así es como lo veo.

-No-me apresuré-Bella no se irá contigo, no consentiré nuncaque la hagas pasar por eso.

-¿Tanto la deseas?

-Si fuera sólo deseo este juego hubiera terminado hace mucho.Si hubiera sido sólo deseo ella sería mía y tu no podríassepararnos- Toqué su mano y él la dejó caer, con frialdad.Empezó a negar con la cabeza.

-No sabría decir hasta qué punto...-susurré, pero era claro loque Aro estaba pensando luego de mi negativa. Quería separara como fuera lugar nuestra familia.

-¿Ves que no tengo alternativa, muchacho?- me preguntó puessabía que yo sabía la decisión que había tomado.

-No es necesario hacer eso-argumentó Alice en un hilo de voz.

-Todas las pruebas están en contra de ustedes, Edward.-agregó.-No puedo dejarlo pasar por alto.

-Y no es lo que voy a pedirte. Pero sí te propondré una cosa.

-No estás en posición de proponer nada.

-Lo se, pero con un poder como el mío, a distancia, podríasobtener lo que quisieras de tus verdaderos enemigos -Es unaalternativa mucho mejor que matarte.-concluyó con una

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sonrisa.-Uno menos para los Cullen.

Asentí con la cabeza. El pareció pensarlo, pero la decisiónestaba tomada al yo declarar mi propuesta.

Bella's POV

No se cómo llegué allí pero cuando desperté, me encontrabatendida en mi cama.

No gasté siquiera un segundo pensando en que podría habersido Edward. No había manera de que pudiera estar aquí.

Una voz muy fuerte me había despertado. Ya era de día, elcorrer del tiempo era inevitable.

Una mortecina luz entraba por mi ventana y alumbraba granparte de mi pieza.

La voz de mi padre, proveniente del primer piso, aumentaba suvolumen con cada palabra espirada. Estaba segura de quedeseaba que los vecinos de la otra esquina también seenteraran.

Me quedé quieta y me dediqué a estudiar el techo con atención.Sus formas no despertaron mi interés, sin embargo me sirvieronpara acallar en mi

cabeza el parloteo que se negaba a terminar en algún lugar delsalón.

-¿Cómo pudieron hacerle esto?-preguntaba decepcionado-Yoconfié en ustedes.

Volví a cerrar los ojos y lo vi frente a mi. Aro estrechaba sumano y adornaba su rostro una sonrisa agradable. Temíacercarme aunque estaba

deseosa de saber lo que ocurría, por entender lo que pasaba.Pero ellos parecían estar en una sintonía muy distinta a la mía.Decidí quedarme donde

estaba. Me sentía tan lejana en este escenario que me dejé caeren una silla para observarlos.

-Es un honor-comentó Aro sin disimular el placer que le dabaobtener algo más de lo que pensó que obtendría al venir hastaaquí.

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Noté cómo Edward tensó la mandíbula y mantuvo su postura,casi con esfuerzo. Sabía que en su garganta habían quedado sindecir una que otra

blasfemia, aunque estaba segura, también, que Aro estaba yaenterado de esto y que por eso su sonrisa cruzaba de unextremo a otro su rostro

dándole un aspecto aterrador, como de muñeco de ventrílocuo.

Yo seguía de espectadora, y la obra que se desarrollaba frente amis petrificados ojos parecía estar llegando a su final.

Ninguno se percató de mi presencia ni de mis muy maldisimulados lamentos mientras, con una mano cerrada en puño,intentaba contener las

lágrimas. Porque aunque no entendía lo que pasaba ni meimaginaba lo que iba a ocurrir, el miedo me había consumido yen esos momentos estaba

aterrada.

Por fin la mano de Aro decidió soltar la de Edward y tras avisarque iría a buscar a parte de su guardia se marchó.

Mi mirada se perdió entonces en la espalda de Edward que sehabía alejado subiendo las escaleras por lo que no noté lapresencia de Rosalie a mi lado sino hasta que llamó miatención con un:

-Necesito hablar contigo.-Sabía que estaba y se sentía tanincómoda como yo, pero en ella era más evidente, pues eraclaro en su voz, casi pastosa.

Esperé a que hablara. El salón había quedado desierto, mascomo escenario, aún parecía escalofriante. La soledadcomenzaba a avecinarse sobre los restos de esta parodia y eleco de los sonidos provenientes del exterior formaban densasbrumas, palpitantes, que, recorriéndolo todo, transformaron lahabitación drásticamente en un frío y desolador cuadro.

-Se cuán injusta parece esta situación, Isabella. Pero si pudierascomprender que es lo mejor que le ha pasado...

-¿Lo mejor que le ha pasado?-la interrumpí incrédula.-¡Leestán arrebatando su libertad!-me levanté de pronto, acalorada.

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El enojo, después de todo, es la mejor emoción para la acción.

-No es algo que él o ninguno de ustedes elegiría si fuesen libresde hacerlo, lo he visto en sus rostros. Y, ¿a cambio de qué?-continué.

-De tu vida-respondió, apretando los dientes.-Y no me refería aeso.

Me detuve en seco y volví a sentarme. La verdad me habíagolpeado como una cachetada.

-Entonces, ¿de qué?-logré articular finalmente.

-Muchacha inconsciente, ni todo el bien que le has traído a laexistencia de mi hermano puede compensar el daño permanenteque esto trajo consigo. -No comprendo.

-¡Ha pensado en matarle!

-¿A Edward? ¿Por qué?-m¡ voz era apenas audible pero Rosaliese enteró de cada una de mis palabras.

-Victoria persuadió a los Volturi de que éramos una amenaza yde que aumentábamos en número para poder, algún día,enfrentarlos.

-¡Eso es absurdo! Carlisle nunca haría eso.

-Es absurdo, pero ellos tienen buenas razones para estarparanoicos. Muchos clanes desearían tener ese poder.

Negué con la cabeza, ¿qué me importaban a m¡ los Volturi?

-¿Qué va a pasarle a él?

-Será obligado a servir dentro de la guardia, su poder es muyútil.

-¿Por cuánto tiempo?

Escondió la mirada y supe allí que la condena sería eterna, quehabía causado un gran dolor y que no lo vería más.

Di media vuelta y decidida a buscar a Aro para ofrecerme comointercambio, me dirigí hacia la puerta. Mi don reciéndescubierto serviría y se potenciaría mucho si me convertía envampiro. Podría servirles de espía, nadie nunca sacaría nada demi.

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Page 235: Tu Nombre en El Viento

Rosalie leyó mis intenciones y mientras me dirigía a la puertala escuché decir:

-No empeores más las cosas. Tus lamentos no servirán parasalvarlo.

Tomé el pomo de la puerta con m¡ mano temblorosa, lo giré,estaba frío y para mi suerte sin llave. Crucé el umbral ycomencé a correr.

Una voz muy lejana comenzó a llenar mi conciencia y le quitóel color a mis recuerdos. Lentamente, la oscuridad, el frío y losárboles desaparecieron. Todo lo que pude ver fue, nuevamente,la mancha de humedad en el techo. Tal como las nubes,dibujaba extrañas y a la vez conocidas figuras cada vez que misojos volvían a abrirse.

Antes de cerrar los ojos me había parecido distinguir unbosque, consecuencia sin duda, de mis más frescos recuerdos.Sin embargo, ahora, al abrir los ojos, la mancha en el techohabía perdido su forma y solo fue para m¡ pobre imaginación,una mancha de humedad.

Bajé al primer piso con intención de callar a mi padre, que leseguía gritando al auricular del teléfono.

-¡Háganse humo! Estoy seguro de que pueden hacerlo.-decíacuando corté la comunicación.

Se dio vuelta pensando que el teléfono se había averiado y seencontró conmigo. Abrió los ojos al reconocerme pero no medio curiosidad por saber cuál era mi aspecto.

No supo qué decir y sabía cuánto odiaba sentirse impotentefrente a mis sufrimientos por lo que le ahorré el esfuerzo ycomencé a hablar.

Edward's POV

Tras prometer que volvería en un par de minutos junto con laguardia, Aro se marchó. Por unos momentos no fui capaz dedesviar la mirada de la puerta, ni de ver el rostro afligido de mimadre que preguntaba una y otra vez a mi padre si no habíanada que pudiera hacerse para remediar lo acontecido.

-Edward-llamó mi atención Alice-necesito hablar contigo. Ven,por favor.

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Page 236: Tu Nombre en El Viento

Busqué a Bella con la mirada antes de seguir a Alice y la visentada, aforrándose con fuerza al respaldo de la silla. Rosaliese acercaba con precaución a ella.

Esta vez Alice escogió su habitación para hablar, que seencontraba en el lado sur de la casa, una de las habitacionesmás decoradas y más apartadas. -Volverán a estar juntos-medijo antes de poder formular la pregunta.

No resistí la curiosidad, aún cuando sabía que podía serpeligroso, de ver el reencuentro. Alice parecía muy segura de loque había visto. Solo pude observar unas nubes negras y lalluvia azotando sin tregua una playa antes de que Alice movierala cabeza y exclamara más para sí misma:

-¡Esto del calentamiento global!

Unos pasos cuidadosamente marcados me obligaron a mirarhacia atrás.

-Bella ha ¡do a buscar a Aro.-comentó con enfado Rosalie.

-¿Qué?-Antes de poder ir en su búsqueda Alice me detuvo.

-Necesito decirte algo de vital importancia.

-Alice, puede ser peligroso.

-Te lo tendrías bien merecido, Edward.-dijo Rosalie con sucomún tono ácido.

-Rosalie, por favor márchate. Esto es una conversación privada.

-Como quieras, no puede importarme menos.

Salió de la habitación y pude escuchar sus pasos entrando a suhabitación, luego comenzó a tararear una canción conocida. Alparecer, no era indiferente a lo que ocurría.

-¿Alice? Alice, necesito encontrar a Bella antes de que ellos laencuentren a ella.

-¿Qué?-pareció despertar.

-¿Qué viste?

-Nada-contestó con una sonrisa. ¿Estaba sonriendo?

Bella's POV

La oscuridad se había cernido sobre el bosque que colindaba

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Page 237: Tu Nombre en El Viento

con la casa de los Cullen y veía con dificultad. No habíamanera de encontrar a Aro en aquella oscuridad pero me dejéguiar por mis instintos. Las ramas de los árboles cercanoscreaban peligrosos obstáculos para mi escaso equilibrio. Mishabilidades no parecían querer mejorar. Pero si me convertíapodía convencer a Aro de ser la indicada para formar parte desu guardia. Por lo poco que sabía y entendía de sus vidas ellosrequerían constante vigilancia y cuidado.

Mientras me aferraba a una rama para no caer se me ocurrióuna idea. Edward debía haberse enterado de mi escape, y paraél la noche solo agudizaba sus ya muy desarrollados sentidos.Me saqué la chaqueta con rapidez y la colgué con cuidado enuna de las ramas, eso demoraría a Edward y yo tendría másposibilidades de encontrar a Aro.

Desvié mi trote y tomé un camino que se formaba entre unospequeños arbustos. Nada se veía, sólo la noche, una nochecerrada, y los altos árboles circundantes, pero escuché pasossigilosos alrededor mío.

Estaba desesperada y poco me importaba lo que pudieraocurrirme. Si lo que me había dicho Rosalie era cierto yopodría retornar la tranquilidad a aquella familia que con tantoamor me había recibido.

Todos nacemos con un objetivo que cumplir. Había amado,había aprendido. Hubo momentos en mi vida en que tuve todolo que podría soñar con

querer. Y tan sólo tenía diez y ocho años. ¿Es qué podía pediralgo más?

Si, encontrar a Aro antes de que Edward me encontrara a mí yme quitara todas mis posibilidades.

Los pasos se hicieron aún más audibles, pero parecían venir detodos lados.

-¡¿Aro?!

Los pasos se alejaron y el silencio volvió a cubrir el bosque.

-¡Aro!-grité con más fuerzas.

Una prominente raíz entorpeció el trayecto que había tomado yme hizo trastabillar. Intenté aferrarme y me rasmillé las manos.

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Page 238: Tu Nombre en El Viento

Caí de rodillas al suelo y una chocó dolorosamente con unapiedra. Escondí el rostro aún cuando nadie había que pudieraverme.

Dos frías manos me alzaron del suelo con caballerosidad.

-Edward, déjame-le pedí con la vista en el suelo. Intentécontener los sollozos pero en vez de eso me aferré con fuerza alpecho de Edward.

-Por favor, puedo hacerlo Edward. ¿Qué valor tendrá mi vida sino te tengo? Si permites que vaya con Aro tendremos siemprela promesa de un futuro

juntos.

No me atreví a mirar su rostro. Edward estaba rígido frente ami, yo seguía con el rostro oculto en mis manos y apoyaba micabeza en su pecho. Una

extraña incomodidad lo movía a acariciarme el cabello concautela. Casi no podía sentirlo a mi lado.

-Lo lamento mucho-dijo con una voz profunda y gastada. Mesolté de inmediato y dando unos pasos hacia atrás volví atropezar con aquella raíz. El

volvió a auxiliarme con sus ojos bermejo fijos en mi. Erabastante obvio lo que era. Mi barbilla comenzó a temblar estavez con miedo.

-No pretendía asustarte-me dijo con tono amable.-No deberíasandar por los bosques esta noche-añadió con una pequeñasonrisa.

Mi lado racional lo único que consiguió hacer fue asentir,embobada.

-¿Usted pertenece a la guardia Volturi?-pregunté y él nopareció sorprendido por mi conocimiento.

Consideró su respuesta pero no respondió. En cambio dijo:

-Aquél Edward con el que me confundiste, ¿es un Cullen?

-Si

-¿Buscabas a Aro?

-¿Lo conoce? ¿Pasó por aquí?

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El vampiro comenzó a reír y su voz ahora estridente retumbópor el bosque produciendo un eco aterrador.

-¿De verdad no pensabas alcanzarlo, cierto?

-Le debe sonar bastante ridículo, pero necesito hablar con él.

-¿Cómo te llamas?

-Isabella, ¿sabe usted qué camino tomó?-No parecía tener másedad que Carlisle, sin embargo había algo en su postura, en supose que inspiraba respeto. A diferencia de Aro que inspirabasolo miedo.

-Si.

Me quedé esperando que añadiera algo más.

-¿Podría decirme dónde fue?

-No, devuélvete a la casa de los Cullen.

Pasé de él y comencé nuevamente a correr.

-¿Por qué lo haces?-preguntó poniéndose en frente de mi,imposibilitándome volver a correr.

El vampiro, como todos los de su especie, corría con rapidezsin embargo parecía bastante lento en todo lo demás.

-Busco a Aro, ya se lo dije. Si no va a ayudarme preferiría queme dejara en paz.

-Eso intento, ayudar. ¿No me tienes miedo?

Genial.

-Hay cosas peores-la voz se me volvió a quebrar.

-No, Isabella, no temas.

El vampiro me observó con atención y luego levantó la vista.Inclinó la cabeza en señal de saludo y dos manos me cogieronpor la cintura. No pude ver a mi captor pero este dejó caer consuavidad mi chaqueta sobre mis hombros.

-No vuelvas a hacerme esto nunca más-susurró a mi oído.

-¿Edward, supongo?-dijo el vampiro.

Con una de sus manos aprisionándome suavemente, Edward sepuso delante de mí, interponiéndose entre el vampiro y yo con

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ademán protector. Asintió con la cabeza.

-¿Marcus?

-Así es.

-Con tu permiso-Edward inclinó la cabeza en señal de respetose volvió hacia mi y tomándome en sus brazos comenzó acorrer.

Alcancé a escuchar que Marcus decía:

-Adiós, Isabella.-mi nombre se alargó y esta vez el eco fueamigable.

-Parece que le agradaste a alguien-comentó Edward.

-¿Quién era él?

-Marcus, uno de los líderes Volturi.

Si no hubiera estado en brazos de Edward, hubiera tambaleado.Tuve frente a mí a una de las personas que podían intercederpor mi y lo desperdicié.

No había sentido el frío durante mi búsqueda, tal vez por elcúmulo de emociones que batallaban por aflorar, mas ahora,viéndome sin salida, sentí el

frío invernal calándome los huesos.

Me vi nuevamente en la puerta de los Cullen, no habían pasadomás de veinte minutos.

-¿No aprendiste nada el año pasado, Bella?-me preguntó con unbrillo divertido en los ojos. Besó mi frente y añadió:

-Volveremos a vernos.-Voy a ser una anciana la próxima vezque te permitan verme.

Sus ojos rieron infantiles.

-Siempre he pensado que serás una anciana hermosa.

Al ver que no respondía porque poco podía comprender surepentino humor, agregó: -No estés triste, prométeme queintentarás ser feliz. Quiero verte sonreír.

-No puedo hacer tal promesa, Edward. Lo siento, no.

Acarició mi mejilla.

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-El tiempo nos separará en el corto plazo pero nos mantendráunidos para siempre.

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Capítulo 28

Decisiones v despedidasNo había podido evitar terminar mi disertación con lágrimas,aún cuando sólo le había contado a mi padre una parte, unaínfima parte, de toda la historia.

Del pálido día con el que me había despertado no quedaban nisus luces. Una extraña y atípica luz de sol entraba por elventanal e iluminaba todo el salón. La luz pegaba con calidezen mi espalda produciéndome escalofríos.

-Te ha vuelto a salvar.

Asentí, limpiándome la cara.

-Por favor, no lo odies.

-¿Cómo podría?

No respondí, me dirigí a la escalera pero me detuvo con unanueva pregunta:

-Y ¿Qué va a pasar ahora?

Me volví, en el primer escalón.

-Si ellos resultan benévolos lo tendrán retenido hasta que yomuera.

Un nudo se formó en mi garganta y junto con eso, un vacío enel estómago me obligaron a aterrarme del barandal de laescalera con fuerza.

-Voy a volver con mamá-le anuncié, tras una pausa.

-Tienes que terminar el año-me recordó con rapidez.

-Sólo queda un mes y algo. Me iré tan pronto como pueda.-Memiró con tristeza pero aún así de mi boca no salió ninguna frasede consuelo. Debía entender que no me podía quedar aquí y queno huía de él.

Me había acostumbrado a la presencia de Edwardacompañándome, siempre a mi lado. Notaba siempre suausencia pues el dolor de la pérdida era físico también. En

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clases solía sentarse a mi lado, y muy seriamente me contabacomo había sido su vida antes de mi llegada, pronto medescubría cayendo en sus juegos y me delataba sin podercontener la risa cuando cambiaba drásticamente el hilo de lahistoria y comenzaba a inventar boberías solo con el propósitode iluminarme el rostro.

Ya no prestaba atención a las clases y la mayoría de misprofesores me encontraba una mala influencia para el chicoCullen, aquel que tenía las mejores notas entre todos losalumnos del instituto de Forks...

Su partida no llamó mucho la atención del alumnado engeneral, la mayoría los ignoraba pues algo les decía que debíanmantenerse alejados de aquellos chicos tan llamativos pero tanextraños a la vez. Ninguno de los profesores lo mencionó puesel que Edward supiera más que ellos los sacaba de sus casillas.

Del grupo de amigos con el cual desde inicio de año me habíajuntado solo me quedaba Ángela y en consecuencia, tambiénBen.

No podía ser completamente sincera con ella por lo que sólo ledije que Edward se había marchado para no volver, que era lomejor y que yo estaba bien. Estas dos últimas cosas no eranciertas, pero creí que así lo nombrarían menos o no lonombrarían más y no harían más preguntas.

Era difícil mantenerme serena en los lugares que lo habíanconocido pero siempre tenía el consuelo de llegar a mi casa, ami habitación, poder estar sola y sentir. Porque era cuandollegaba a mi cuarto cuando las emociones afloraban y meembargaban; frente a la gente actuaba como si jamás hubieraconocido a Edward Cullen, como si jamás él se hubiera cruzadoen mi vida, como si jamás la hubiera cambiado.

Era una careta difícil de llevar, pero infinitamente preferible alas miradas curiosas y a los falsos consuelos.

Alice se había quedado, y terminaba conmigo la secundaria. Yano hablábamos del tema...

Al día siguiente de la partida de su hermano, y luego deasegurarme de que Charlie no iba a volver por el resto de latarde, me había apresurado a ir a la casa de los Cullen. Por

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supuesto sabían que iría, me esperaban en el salón, en el mismoescenario en el cual lo había arruinado todo.

Todos estaban ahí, todos los que podían estar.

Alice me recibió con una calida sonrisa y me invitó a sentar.

-¿Qué sucederá ahora?-fue lo primero que pregunté.Todosesperamos a su respuesta.

-Pasará un poco de tiempo antes de que podamos hacer algo.

-¿Cuánto t¡empo?-¡nquirí con miedo aun cuando sabía larespuesta.

Asintió con la cabeza como si acabara de leer mispensamientos.

-Bastante tiempo.

-Pero..-comencé nada segura y busqué con la mirada a Carlisle-si me convierten el tiempo será el último de los problemas.Convertida puedo recuperar a Edward.

Alice negó con la cabeza, demasiado pronto para mis renacidasesperanzas.

-Ellos estarán vigilando que no te convirtamos. No podemoshacerlo.

-No entiendo por qué-se me quebró la voz.- ¿por qué seempeñan tanto...?

-No les gusta perder ni que les lleven la contraria.-dijo Rosalieacercándose hasta detenerse junto a mi.

-Ayer me encontré con Marcus-aludí mi frustrado escape,Rosalie esbozó una pequeña sonrisa recordando, quizás, nuestraanterior conversación. -¿Cómo se comportó?-preguntó Alicecon curiosidad.

-Fue...-me lo pensé-bastante agradable-le concedí. -No me dejóseguir con mi búsqueda pero tampoco intentó asustarme.

-Entonces-me levanté, luego de un momento-no hay nada quepueda decirles que los haga cambiar de opinión en cuanto a miconversión-sabía que estaba actuando injustamente, exponerlosa un peligro innecesario solo para realizar mis caprichos era loúltimo que les pediría que hicieran, pero actuaba en nombre de

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la desesperación que me produciría y me producía lapermanente ausencia de Edward en mi vida. Ellos le volveríana ver...

-Lo siento, cariño-se acercó ahora Esme y me estrechó en susbrazos con suma familiaridad.

-Le dirán de mi parte-la voz volvió a quebrárseme-le dirán quesiempre...

-Esto no es una despedida, Bella-me dijo Alice con los ojosbrillantes.

No le respondí, me liberé de los pétreos brazos de Esme y mefui.

Nadie me detuvo.

Luego de este suceso nuestra conversación se basaba enDanielle, nuestro otro tema en común, o simplemente entrivialidades. Cuando dos personas

están determinadas a ignorar aquello que más les duele, hastalas cosas sin sentido resultan interesantes y son capaces dellenar una conversación

(aproximadamente un mes y medio de conversación).

La graduación se extendió más de lo necesario. Fui solo porquemis padres me lo pidieron. Renée no pudo asistir porque Philcomenzaba la gira en su nuevo equipo. Todo predecía, incluidaslas visiones de Alice, que esta sería una excelente temporada.

Por lo tanto, Charlie quedaba encargado de sacar fotos ycontarle todo, con pelos y detalles, de cómo había sido laceremonia. Mi madre no había

podido acompañarme pero me mandó un vestido paraasegurarse de que no me perdiera mi fiesta.

Prometí mantenerme en contacto hasta con personas a las quenunca había visto. Escribí "no cambies nunca" en tantosanuarios que me dio tendinitis.

Apenas pude, escapé de la fiesta junto con Alice. Ella intentóconvencerme de que era un recuerdo único en la vida...Soloeste comentario logró

decidirme de que no quería estar ahí.

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David se había ofrecido para llevarme a mi y a un montón decosas de vuelta a Phoenix. Emmet también se había ofrecido,lleno de buenas intenciones, pero rechacé la oferta porque conel primero era más fácil suprimir cualquier recuerdo doloroso.O eso creí.

El, ya que Danielle iría a vivir con los Cullen, había aceptadoun trabajo como profesor de matemáticas y estaría encalifornia, igual que yo.

Danielle se había juntado con los Cullen justo después denuestra graduación. Irían a Alaska para que esta conociera amás vegetarianos y pudiera sentirse cómoda con su nuevafamilia y con su condición. Su partida coincidió con la mía yno hubo tiempo de ponerse triste. Me alegraba el hecho de queallí, a donde iba, nada evocaría el recuerdo de Edward.

David había insistido en llevarme en su camioneta, y yo, no seporque, me dejé convencer de pasar un día y medio encerradacon calor y junto a él.

Me aseguré de que las despedidas fueran lo más cortasposibles. Era demasiado tener que vivir con un nudo en lagarganta diariamente como para que quisiera exponerme alllanto porque si. Ya el día anterior me había despedido deÁngela y de los Cullen.

En ambas despedidas sentí que una parte de mi se quedaba conellos. Prometí a Ángela de todo corazón mantenerme encontacto. Había sido aceptada en una prestigiosa escuela dearte en San Francisco, donde estudiaría teatro.

La promesa que le hice a Alice, al aceptar su regalo, decontestar todas sus llamadas y responder a todos sus mensajesno fue nada convincente pero el vacío que sentí cuando losautos de los Cullen, en caravana, se iban alejando de la grancasa blanca llevándose todos mis días de felicidad a cuestas,me hicieron comprender que yo sería la que llenaría el buzónde mi amiga y no al revés.

El último auto en desaparecer tras una estrecha curva, fue elflamante volvo de Edward, esta vez conducido por Jasper.

Habían querido regalármelo pero aceptarlo hubiera sido aceptarque aquél trasto (jaja) era el único recuerdo táctil que tendría

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de Edward, para siempre.

Jacob y mi padre prometieron cuidar del monovolumen en miausencia. Llevarlo vía flete costaba una fortuna y manejarlohasta Phoenix un sueño imposible.

Ambos escondieron el rostro al subirme a la camioneta deDavid. Ambos dibujaron una teatral mueca cuando me volvíhacia ellos y bajándome, me acerqué para abrazarlos.

-Estudia mucho para que puedas alcanzarme en la universidad-le dije medio en serio medio en broma a Jacob. Con una risanerviosa me acercó nuevamente a él y me estrechó en un cálidoabrazo.

El viaje se me hizo eterno y no precisamente por lointerminable del camino. David intentó una y otra vezestablecer la conversación de la cual rehuia constantemente.Agotada de salirme por la tangente le pregunté por su prima,Jessica. Le había visto en la graduación con un lindo vestidorojo y, al igual que el resto del alumnado, se había detenido unmomento para desearme felicidad y una vida muy larga. Nohabía cruzado verdaderamente palabra con ella desde lo deEdward.

Jessica había sido aceptada en la universidad estatal deWashington para estudiar psicología. Las cosas con Mike nohabían vuelto a funcionar pero, al parecer, este ya no era unode sus problemas.

-En la universidad va a conocer a tanta gente, se va a enamorartantas veces, que el recuerdo de Mike no va a ser sino una malabroma.-comentó David.

Me puse a observar por la ventana. Ya era mediodía y el solpegaba con fuerza en lo alto del cielo. No podía comparar missentimientos con los de Jessica pero, lo que para ella parecía lamejor de las bendiciones para mi sería una muestra más de miremarcada mala suerte. Temía que el tiempo se llevara miporción de felicidad, temía que la ausencia terminara de borrara Edward en mi cabeza convirtiéndolo es una anécdota más demi vida.

Temía el día en que el dolor le diera paso a la indiferencia yque nuestro amor no fuera más que un lejano recuerdo de

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juventud.

-¿Isabella? ¿Isa?

-¿Ah?-desperté luego de un rato.

-¿Estás bien?

-Si-respondí sin mirarlo.

-No respondiste a mi pregunta.

-Perdón, ¿qué preguntaste?

Me volví, ya repuesta y me encontré con sus ojos celestes.Comenzaron a brillar como cada vez que era irónico osospechaba algo. Por más molesto que fuera saber que no mehabía creído, sus ojos eran, así de brillosos, su mejor atributo.

-¿Volverás a enamorarte?

i Y a ti qué te importa!

-No lo se, el amor, por lo general no trae sino muchosufrimiento.

-No tiene porque ser así, lo sabes. ¿Acaso sufriste por Edward?

Entrecerré los ojos, se estaba metiendo con algo muy dolorosopara mi.

-Igual que todo aquél que se enamora-me encogí de hombros yresolví picada:

-Además, los estándares quedaron un poco altos.

David alzó una ceja, incrédulo.

-Fui muy feliz y se-remarqué esta palabra, totalmenteconvencida-que no volverá a ser así con cualquier otra persona.

-¿Sólo te van los vampiros?-preguntó picado.

-Sólo me va Edward.

-Pero él no va a volver. iAuch!

Me quedé en silencio y bajé la vista intentando buscar algo quedecir pero en cambio solo se me humedecieron los ojos.

-Lo lamento-lo escuché decir. Abrí los ojos, me había quedadodormida. Asentí con la cabeza, aún molesta pero poco dispuestaa retomar la conversación y miré por la ventana. Estaba

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atardeciendo.

-No quise despertarte para almorzar pero la próxima vez quepasemos frente a un restaurant nos bajamos.

-Está bien. ¿Vamos a quedarnos en algún lugar o seguiremostoda la noche?

-Como quieras, puedo arreglármelas bien durmiendo en losasientos de atrás.

-¿Me dejarías conducir el resto del camino?

-Si, claro-contestó con una sonrisa.

-Acepto.

Jamás había manejado de noche ni menos observado comoamanecía dentro de un auto, pero fue muy relajante sentirmesola esta vez. David durmió toda la noche y no despertó sinocuando lo invité a bajarse, ya en Phoenix.

Durante el transcurso de la noche las palabras de Davidresonaron en mi cabeza, y junto con ellas, los últimosmomentos de mi vida con Edward.Todos esperaban querecomenzara mi vida y tenía frente a mi la oportunidad dehacerlo. Pensándolo en frío él no volvería y las oportunidadesde que pudiera convertirme eran de una en muchos millones.Luego de respirar profundo y asegurarme de que estabahaciendo lo correcto decidí que no quería vivir con Renée yPhil y que no quería estudiar en Phoenix.

Fin

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EpílogoJamás está muy lejos

-¡¿San Francisco?!-exclamó Alice apenas contesté a sullamada. Me encontraba en mi habitación, en Phoenix. Mimadre, en la planta superior, caminaba de un lado para otrobuscando excusas para hacer que me quedara. Phil intentabacontenerla. -¿Por qué San Francisco, Bella? Pensé que queríasvolver a vivir con tu madre.

-Pues no, quiero vivir sola, en un lugar donde nadie crea saberlo que quiero o lo que me conviene.

-¿Qué hay en San Francisco, Bella?

-Que no hay...-suspiré-En ninguna esquina está plasmado elrecuerdo de lo perdido, no hay nada que desear en SanFrancisco.

Hice una pausa, ella no agregó nada.

Respiré profundo y continué:

-Alice, entiéndeme. Mi intención no es olvidar a tu hermano, estan solo que aquí no estaré buscándolo. Se, con certeza, que élno aparecerá entre la gente. Y créeme Alice, en un lugarconocido estaré espiando hasta el los escondrijos, buscando supresencia.

-¡Phoenix! Tienes que estar en Phoenix, ese lugar no conoce aEdward.

Sentí un vacío en el estómago, había tomado la decisiónequivocada. Lo había echado a perder nuevamente.

-Alice, ¿viste algo?

-No-se apresuró a decir.-Pero en Phoenix hay gente que tequiere.

Bufé con sorna.

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-Justamente, y querrá que comience una nueva vida, que seafeliz, con el paso del tiempo comenzarán a desear cosas que yono podré cumplir, cosas que yo ya no quiero y no quiero estarfrente a ellos, observando sus rostros porque no pueden hacernada por mi.

-¡Bella, no seas cabezota!

Nada respondí, estaba clara en mi resolución. Ya había llamadoa algunas universidades para ver si podían aceptar mi solicitudaún fuera de plazo. Había pasado una semana desde lapublicación de los resultados.

-Alice-murmuré con cierta vergüenza, al cabo de un minuto,cuando encontré la solución a mi problema.

-¡No!-exclamó con cierto orgullo.-No voy a ayudarte.

-Por favor, significaría mucho para mí.

-No entiendo, realmente no entiendo nada.

-Créeme, desde hace un rato yo tampoco.

-Ansiaba conocer a tu madre-argumentó con resignación.

-La conocerás-le prometí.

-Me dejarás escoger el lugar donde vivas.-ordenó.

-Siempre y cuando esté dentro de mis posibilidades.

-Me pides que soborne a alguno de los decanos de launiversidad a la que quieres entrar y no me dejas arrendarte unlindo apartamento.

-Entonces, si lo harás.

-Si, claro que si.

-Alice,¿Nos mantendremos en contacto?Alice sí respondió peropoco y nada cumplió su promesa. Con el tiempo las llamadas sevolvieron escasas si no inexistentes y las conversaciones eransiempre breves. El dolor que provocó en mi su desinterés noalcanzaba a opacar el dolor, ya conocido, que siempre sentíapor la ausencia de Edward.

Al principio había intentado de todo para mantener el lazo quesiempre me había gustado tanto tener con aquella familia, perosu silencio, generalizado, había acabado por contagiarme a mi

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también, y ahora, algunos años después, el desinterés eramutuo.

Danielle solía visitarme cuando venía a ver a su hermano, peropor tacto o algo peor, jamás nombró a los Cullen.

De Edward poco me quedaba, recurría constantemente a lasanotaciones que alguna vez pensé eran sólo sueños sin sentidopara revivirlo en mi memoria. El dolor era apremiante eimperecedero, pero me había acostumbrado a su presencia enmi vida, como me había acostumbrado a acostarme tarde todoslos días. Era algo con lo que tenía que vivir.

Temía, eso si, que el tiempo terminara por borrar el dolor y meimpidiera seguir luchando.

Jamás, después de todo, quedaba demasiado lejos.

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