UN ESCÁNDALO DE ESPIONAJE ARGENTINO EN 1938

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“Sólo saben lo que es Chile, quiénes lo han perdido” - Padre Jesuita Fray Manuel Lacunza en el desierto – www.soberaniachile.cl UN ESCÁNDALO DE ESPIONAJE ARGENTINO EN 1938: PERÓN, LONARDI Y UNOS OSCUROS PROPÓSITOS PLATENSES EN CONTRA DE CHILE QUEDAN AL DESCUBIERTO -Ampliado y actualizado el 23 de junio de 2007-

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Un escándalo de espionaje Argentino en 1938: Perón, Lonardi y unos oscuros propósitos platenses en contra de Chile quedan al descubierto

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“Sólo saben lo que es Chile, quiénes lo han perdido” - Padre Jesuita Fray Manuel Lacunza en el desierto –

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UN ESCÁNDALO DE ESPIONAJE ARGENTINO EN 1938: PERÓN, LONARDI Y UNOS OSCUROS

PROPÓSITOS PLATENSES EN CONTRA DE CHILE QUEDAN AL DESCUBIERTO

-Ampliado y actualizado el 23 de junio de 2007-

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CADA VEZ QUE CHILE EXPERIMENTÓ UNA ACERCAMIENTO "INTEGRADOR" CON LA ARGENTINA DURANTE EL SIGLO XX, ALGUNOS ELEMENTOS DE ESE PAÍS PUSIERON EN MARCHA UNA ESTRUCTURA LOGÍSTICA PROPIA CON MIRAS A FORTALECER SU PRETENDIDO LIDERAZGO DEL CONO SUR, VALIÉNDOSE DE LAS POSIBILIDADES QUE ESTAS RELACIONES DIRECTAS Y PACIFICAS PERMITEN. EN 1938, ESTANDO AMBOS PAÍSES EN PAZ, CON SUS LITIGIOS LIMÍTROFES APARENTEMENTE RESUELTOS Y CON GRANDES POSIBILIDADES PARA CONSOLIDAR LA VERDADERA INTEGRACIÓN BINACIONAL, UN INCREÍBLE ESCÁNDALO DE ESPIONAJE Y DE PROYECCIONES BELICISTAS NUNCA ACLARADAS FUE DESCUBIERTO ENTRE LAS GESTIONES EN CHILE DE JUAN DOMINGO PERÓN Y SU COLEGA EDUARDO LONARDI, AMBOS FUTUROS MANDATARIOS DE LA ARGENTINA, QUE PROTAGONIZARON EN SANTIAGO NO SÓLO EL POLÉMICO CASO, SINO TAMBIÉN UNA RUPTURA DE SU AMISTAD QUE LOS VOLVERÍA ENEMIGOS POR TODO EL RESTO DE LA HISTORIA DEL PLATA.

La misión de Juan Domingo Perón en Chile (1936-1938)

La vida de Juan Domingo Perón siempre estuvo ligada a Chile. Tanto en las circunstancias de su obra histórica como en sus propósitos políticos más íntimos, este país era un referente importante en la biografía de este controvertido militar argentino, quizás el más influyente político platense de todo el siglo XX.

Hombre de vocación militar y profundamente ambicioso, Perón había ingresado a las academias militares argentinas con el destino de un gran caudillo en su equipaje, para lo cual debió esconder la sangre indígena que corría en sus venas desde el lado materno, y que habría frustrado su postulación. Desde mediados de los años treintas, su patria gozaría de una abismante superioridad bélica en relación a Chile, reforzada por una serie de compras de material militar para la aviación, hacia 1938, rama castrense argentina que históricamente se ha constituido como la más profesional y efectiva. Esto motivó los personalismos de muchos jóvenes oficiales argentinos como él, que soñaban con tomar el timón del liderazgo militar que le preveían al Plata en el continente.

En contraste, la falta de inyección de recursos para mantenimiento y renovación de material militar, tenía a Chile en dificultades progresivamente empeoradas. Algunas de las últimas adquisiciones navales databan de gestiones realizadas entre 1910 y 1920, de las que llegaron los acorazados "Almirante Latorre" y "Almirante Cochrane". Esto fue, entre otras razones, lo que inspiró a Buenos Aires a descartar la propuesta de 1914 para un acercamiento estratégico y defensivo con Chile y Brasil (el ABC), al advertir que su situación de liderazgo podía consolidarse con el correr del tiempo y armándose mientras los demás postergaban el gasto militar por problemas presupuestarios.

Coincidentemente, en 1936 y como premio a las excelentes evaluaciones que recibió en las academias militares argentinas, el entonces oficial mayor Perón fue instruido para viajar a Chile como Agregado Militar de la Legación de Argentina, primer paso de su vertiginosa carrera hacia el poder en la Casa Rosada. Como es usual en estas gestiones, el verdadero propósito de este envío no fue públicamente reconocido. Sin embargo, el conocido Secretario del Juzgado Militar de Santiago entre 1937 y 1938, don Leónidas Bravo, famoso -entre otras cosas- por haber testimoniado los procesos relacionados con la brutal masacre de nacionalsocialistas chilenos en el edificio del Seguro Obrero (5 de septiembre de 1938), escribió en su sorprendente libro "Lo que Supo un Auditor de Guerra" (Editorial Pacífico, 1955), lo siguiente sobre el militar argentino que llegaba a Chile:

"Hasta hacía poco tiempo desempeñaba las funciones de agregado Militar en la Embajada de la República Argentina en Santiago, el entonces Mayor Juan Domingo Perón. Este oficial, desde su llegada, inició activas gestiones para obtener, por medio de individuos de dudosa moralidad, copia de los documentos más importantes y secretos de nuestro Estado Mayor de Ejército".

No obstante las afirmaciones de Bravo, parece ser que en la inteligencia de las Fuerzas Armadas chilenas no había una clara conciencia sobre los propósitos que acompañaban la llegada de Perón a Santiago, actitud que perduró por casi todo el primer año de actividades del oficial argentino. Muchos uniformados

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chilenos entablaron una gran amistad con él, llegando a ser recibido como uno más de los suyos en los selectos círculos militares nacionales.

Las simpatías uniformadas con el "camarada" argentino también fueron alimentadas por la afinidad de Perón con las ideas del Nacional Socialismo Alemán, corriente ideológica que ya antes de la Segunda Guerra había tentado a amplios sectores militares de Chile, además de motivar hacia 1930 (y si no, antes) la creación de un movimiento político nacionalsocialista propio para Chile, liderado por Jorge González von Marées, el escritor Carlos Keller, Ruperto Álamos y Oscar Jiménez Pinochet, entre otros activistas que habían logrado incluso algunos puestos en el Congreso. Muchos autores consideran este movimiento chileno como pionero del nazismo en Sudamérica y lo relacionan directamente con el fenómeno nacionalista de aquellos años, del que Alemania e Italia eran centros de atención.

Esta misma filiación a tales ideas permitió a Perón un acceso directo con personajes como August Siebrecht, aquel año de 1936, un respetado empresario, presidente del Club Alemán y de la Cámara de Comercio Chileno-Alemana, que confesó al oficial argentino tener muchas conexiones con el nazismo germano e incluso con algunos jerarcas del Tercer Reich, para los que actuaba como enlace en Chile, filiación que años más tarde le valdrían una deportación a los Estados Unidos, en 1945. La revelación de Siebrecht dejó eufórico a futuro presidente trasandino, que llevaba tiempo buscando un nexo con la Alemania Nazi, sin lograr encontrarlo en su patria a pesar de la admiración que también se profesaba ya entonces en el Plata por el fenómeno político europeo.

Con este estrecho acercamiento a los sectores castrenses y nacionalistas de Chile, Perón encontró las condiciones ideales para iniciar la oscura misión que los altos mandos argentinos le habían encomendado, como quedaría en evidencia poco después.

Un plan de traición y espionaje de guerra

Con acceso pleno y pasaporte abierto a los señalados círculos chilenos, Perón comenzó a establecer una red de contactos con personajes directa o indirectamente relacionados a este ambiente de cuarteles y altisonancias nacionalistas, cumpliendo con la siniestra intención que justificaba secretamente su envío: obtener material clasificado sobre información militar chilena.

No obstante su declarado fervor por el fascismo ítalo-germánico, aparentemente las convicciones pro-nazistas de Perón eran bastante flexibles y moldeables: muy seguro de la excesiva confianza que ya se había ganado en Chile, en 1937 se puso en contacto con Carlos Leopoldo Haniez Haniez, un ex-oficial chileno de origen judío que se mostró dispuesto a colaborar con el futuro Presidente de la Argentina. Se podrá alegar que Haniez era ignorante del discurso antisemita que acompañaba a los hilos de ideología imitados por Perón y que se harían conocidos por este lado del mundo sólo hasta estallada la Segunda Guerra Mundial, pero lo cierto es que se trataba de un hombre de escasa moral y de vida oscura, que había sido llamado a retiro forzado del Ejército luego de un brevísimo desempeño, "casi en el acto mismo de egresar de la Escuela Militar" en 1927, según escribe el Auditor Bravo.

En tanto, el Gobierno argentino del Presidente Agustín P. Justo había destinado a Perón una gran cantidad de dinero para ser utilizado en sobornos y salvoconductos ligados a su misión secreta. El "agregado" ofreció una buena parte de este particular maletín diplomático a Haniez, a cambio de entregar datos e información logística clasificada. La única condición era que todo ese material se relacionara directamente con asuntos de defensa nacional chilena (ojo: DEFENSA, es decir, espiaba con la perspectiva del que pretende atacar).

También dueño de una ética sumamente maleable como hemos dicho, Haniez aceptó de inmediato, pero advirtiendo a su empleador argentino que requeriría de tiempo para armarse de buenos contactos con la intención de concretar eficazmente el propósito para el que se le había ofrecido el dinero. Con este objetivo, intentó ponerse en relación directa con dos altos Capitanes de la Escuela Militar: Gerardo Ilabaca

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Figueroa y Oscar Soriano Besoaín. Ambos ocupaban puestos de estratégico valor en las oficinas del Estado Mayor del Ejército, donde el manejo de información clasificada y archivos secretos, verdaderos tesoros para los intereses de Perón y la Casa Rosada, era casi la rutina del día.

Quiso el destino que Haniez se encontrara por esos días en el Casino de Viña del Mar con el Capitán Ilabaca, una noche en que este último había perdido grandes sumas de dinero ante un azar desfavorable. Ilabaca y Haniez había sido compañeros en la Escuela Militar. El mercenario se mostró muy amistoso con el Capitán y procuró seguir en contacto con él por varios días, acompañándolo a cada sitio en forma obsesiva e insistente.

Ilabaca, aparentemente, tenía el vicio del juego muy encarnado en su persona. Haniez comprendió que esto le daría, tarde o temprano, la ocasión propicia para ejecutar el negocio que se le había encargado. Así, cuando logró advertir que el Capitán estaba en apuros económicos producto de su suerte esquiva en el azar, decidió poner manos a la obra. Fue éste el momento que aguardaba para ofrecerle a Ilabaca un anzuelo jugoso: negociar la entrega de información logística a cambio de dinero.

Puede que el Capitán Ilabaca fuera apostador empedernido, pero su rectitud moral no estaba en juego ni era tan dúctil como la de los conspiradores. Sorprendido con el ofrecimiento, se dirigió rápidamente hasta donde el General Carlos Fuentes Rabbé, Jefe de Estado Mayor del Ejército, y le comunicó en detalle la oferta que Haniez le había hecho en nombre de Perón. Indignado, el General logró contenerse y mantener la serenidad preparando un golpe genial contra los intrigantes. Por lo pronto, instruyó al Capitán de continuar con los contactos y seguirle el juego a Haniez para iniciar secretamente una operación de contrainteligencia, aceptando las condiciones que el adicto argentino le propusiera.

Los militares argentinos son descubiertos

Reunido nuevamente con Haniez, el Capitán Ilabaca llegó en persona hasta las oficinas de Perón, autor intelectual de la conspiración que se estaba tramando. El mayor argentino le consultó por el "socio" secreto que supuestamente sacaría el material clasificado. Ilabaca inventó que era el Capitán Soriano, que entonces trabajaba en la sección de Publicaciones del Estado Mayor, y Perón lo creyó. A continuación, se mostró particularmente interesado en obtener información sobre el Plan de Movilización en la Zona Norte. El destacado académico Manuel Urrutia Salas, conocedor de algunos detalles sabrosos sobre este escándalo, agregó años después que también hubo interés de Perón en planos de los puertos de Talcahuano y que habría llegado a apropiarse de algunos de ellos durante la primera etapa de sus actividades de espionaje.

Enterado de los hechos, el General Fuentes encomendó a Soriano participar del engaño. Los chilenos habían urdido un astuto plan para atrapar a los espías. A los pocos días, la red pendía sobre la cabeza de los incautos espías, esperando sólo el instante del tropiezo. Todo estaba listo.

Sin embargo, en 1938 la buena suerte de Perón le salvó de pasar por el bochorno de ver fracasados sus planes. Al poco tiempo de su reunión con Haniez y el Capitán Ilabaca, y quién sabe si hasta por su propia solicitud, fue relevado y enviado a Italia para nuevos estudios militares. Aunque se piensa que decidió por cuenta propia partir una vez que logró este enlace, puede ser que la Casa Rosada haya decidido enviar a Santiago un agente más experimentado para continuar con la misión de espionaje, y se encomendó para tal relevo al Mayor Eduardo Lonardi, un conocido militar de aquellos años y, curiosamente, también futuro Presidente de la Argentina.

Perón -que a la sazón era un gran amigo de Lonardi- continuó manteniendo correspondencia con Haniez para poder dejar establecida la entrega de información al nuevo agregado militar. No hay duda de que los argentinos desconocían por completo que todos sus pasos ya estaban siendo cuidadosamente vigilados por los chilenos, ansiosos de ponerles las manos encima.

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Tensos días de espera se había generado tras un último encuentro entre la nueva representación militar platense y los militares chilenos supuestamente traidores, dado que el dinero ofrecido para los sobornos no llegaba desde Buenos Aires, amenazando con frustrar la operación. Aunque técnicamente no era necesario, pues todo se trabaja de un montaje para engañar a los espías, los militares de Santiago debieron seguir esperando la llegada de su supuesto "pago" para seguir haciendo creíble el engaño.

Finalmente, el día 2 de abril de 1938, a las 13:30 horas y tras arduas conversaciones con Haniez y Lonardi, el Capitán Soriano hizo entrega de información falsa, producida por la contrainteligencia especialmente para esta farsa. Los espías se tragaron entero el anzuelo y Soriano llevó los supuestos documentos secretos hasta la dirección de Pasaje Matte, departamento 311, en pleno centro capitalino, a un costado de la Plaza de Armas de Santiago. Allí se encontraba esperándolos el ciudadano argentino Alejandro Guido Arzeno Tabacchi, Gerente de la compañía cinematográfica "Artistas Unidos", quien comenzó de inmediato a fotografiarlos.

Una vez terminada la obtención de copias, se le pidió el dinero a Arzeno. Éste envió a su mujer Ana María Cormack a buscarlo fuera del departamento, pero al salir, fue interceptada por agentes policiales advertidos de la situación y detenida. Un instante después, más miembros de la Policía de Investigaciones llegaron al lugar, allanaron el departamento y tomaron detenidos a los otros tres espías.

Literalmente, Haniez cantó "como canario", confesando de inmediato todo el plan y su lugar entre los engranajes del mismo, involucrando de inmediato a Perón en la gestación del plan de espionaje. Acorralados, Lonardi y Arzeno le seguirían en la confesión.

Haniez, tras un largo proceso, fue condenado a prisión y luego a la expulsión del país. Los argentinos, en cambio, fueron a parar a la Penitenciaría de Santiago, aunque el historiador Oscar Espinosa Moraga, que conoció en persona a Ilabaca y Soriano, asegura en su obra "El Precio de la Paz con Argentina. 1810-1869", que cuando el Jefe del Servicio de Inteligencia reconoció a Lonardi entre los detenidos llevados al cuartel policial, lo liberó de inmediato, por razones que nadie ha podido explicar y que rondan en los reinos de más intrigas y misterios.

Todo esto ocurría mientras el piso se movía en la Casa Rosada ante el escándalo que provocó la noticia de que sus espías acababan de ser descubiertos.

Final insólito del escándalo: la intervención del entreguismo

Increíblemente, la testaruda fraternidad americanista se impuso en los días siguientes, conducida por la mano irresponsable de La Moneda.

Lonardi fue puesto en la frontera poco después por orden directa del Presidente Arturo Alessandri Palma, mismo que aquel año se vería implicado en los sangrientos hechos de la masacre del Seguro Obrero contra los nacional socialistas chilenos. Alessandri había sugerido "amistosamente" a los argentinos enviar de vuelta al espía Lonardi, al día siguiente de su detención según escribe el Auditor Bravo. La verdad es que el mandatario tenía grandes y egoístas intereses coludidos con las clases políticas argentinas, a los que dio prioridad sobre el interés nacional. Se ha especulado mucho, también, si la filiación masónica de Alessandri y de otras alta autoridades nacionales habrá influido en su decisión de liberar a sus "hermanos" argentinos.

La Cancillería de Buenos Aires, en tanto, se deshizo en explicaciones y prometió un severo castigo a los culpables... Escarmiento que nunca llegó, por supuesto.

Perón, en tanto, creía poder pasar libre en Italia de las sospechas a pesar de las declaraciones de sus compatriotas, que lo implicaban directamente. Sin embargo, toda su fortuna cambió cuando la esposa del Mayor Lonardi le solicitó públicamente que reconociera su participación como organizador de la

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conspiración de espionaje, con la esperanza de rebajar el castigo para su esposo. El gran amigo íntimo y leal de Lonardi se resistió a reconocer tal responsabilidad, culpándole deshonestamente de haber organizado todo. Perón recibiría, como premio, la Embajada de Argentina en la Italia del fascismo, libre de polvo y paja. El tiempo le llevaría después a ser Primer Mandatario de su país, al igual que a Lonardi, que lo derrocó en 1955 tomándose sus quince minutos de venganza. Nunca dejarían de ser enemigos políticos, desde allí en adelante.

"El único que se escapó de la acción de la justicia -escribe Bravo- fue el principal autor de la trama, el Mayor Perón; pero el recuerdo de su conducta totalmente reñida con la convivencia internacional no se ha borrado nunca de la memoria de los miembros del Ejército de Chile".

Otra lira ilusoria del entreguismo chileno en la historia: un huaso y un gaucho se abrazan fraternalmente a los pies del Cristo de la Paz, en la portada de la revista "Nuevo Zig Zag" del 28 de febrero de 1953, celebrando la reciente visita del General J. D. Perón a Chile, donde fue recibido con honores. Se creía entonces que el amor y la hermandad iban a ser suficientes para resolver delicados asuntos como la invasión argentina a Palena y los hostigamientos a los colonos chilenos en la frontera. El General Ibáñez del Campo llegó a hablar de "borrar la cordillera de un plumazo" para consagrar la hermandad... Sin embargo, poco después de publicada esta revista, Perón reinició agresivamente su política hostil e invasora.

Las intenciones de Perón, como agregado militar y como Presidente de Argentina, siguieron siendo las mismas, por cuanto se habían hecho el propósito de consolidar la vieja aspiración de Argentina, de

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constituirse como nación monitora del Cono Sur, de acceder al Océano Pacífico y de establecer un "equilibrio continental" con respecto a la función de los Estados Unidos en América.

Lo grave de este caso es enfrentar la necesidad de aceptar que la paz y las buenas relaciones no fueron entonces (ni han sido después) razones suficientes para motivar a Argentina al abandono de una situación permanente de guerra en baja frecuencia con Chile, una actitud de hostilidad constante, en donde los discursos y los abrazos no bastan para terminar con actitudes enemigas y confrontacionales.

El tipo de espionaje organizado por Perón, además, tiene todas las características del espionaje ofensivo, de aquel que realiza la fuerza con miras a invadir a la otra, que resulta espiada. Una profunda reflexión debiese tener lugar en torno a este hecho, recordando que ello habla de un trazado que Argentina se ha propuesto para sí misma con relación al dominio de la región, y que está por sobre cualquier oferta amistosa o fraterna... Incluso sobre la triste realidad que golpearía al Plata con todo su peso en años posteriores, y que no ha servido para apagar la hoguera de estos delirios hegemónicos más que con un pequeño y transitorio calmante, alojando en importantes e influyentes sectores de la vida militar, política y civil de esa nación.

Los planes de Perón, sin embargo, tendrían su punto más alto y evidente tras la formación de llamado Grupo de Oficiales Unidos, cofradía que, estando Edelmiro Farrell Balcarce en la Presidencia de Argentina, avanzó con el General argentino tras uno de los proyectos bélicos más peligrosos e infames que alguna vez haya pendido sobre la cabeza de Chile, cuando en 1944 Argentina estuvo a sólo días de invadir todo el territorio chileno en medio de un intento de asonada golpista que fue desmantelado en el último instante.