Un Modelo de La Interacción Entre Mesoamérica y El Suroste Norteamericano

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Interacción entre Mesoamérica y El suroeste norteamericano

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  • EL NEXO TEPIMAN:UN MODELO DE LA INTERACC IN ENTRE MESOAMRICA

    Y EL SUROESTE NORTEAMERICANO

    D a v i d R . W i l c o xM U S E U M O F N O R T H E R N A R I Z O N A

    R E L A C I O N E S 8 2 , P R I M A V E R A 2 0 0 0 , V O L . X X I

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    a naturaleza y el significado de los nexos culturales quevinculan el suroeste norteamericano con Mesoamricahan constituido por mucho tiempo un rompecabezasen la arqueologa americana, como muestra muy bienel presente nmero de Relaciones. En un texto famoso

    de hace casi 60 aos, A. V. Kidder lleg a la conclusin de que el sur-oeste debe a las fuentes del exterior poco ms que los grmenes de sucultura y que su desarrollo a partir de esos grmenes ha sido local ycasi totalmente independiente (1962:326). Contra esta visin, HerbertSpinden adujo que la posterior evolucin del suroeste es autctonahasta fines de Pueblo III cuando los conceptos de la serpiente empluma-da, del hombre guila, del simbolismo de los cuatro puntos cardenales,etctera, llegaron desde Mxico junto con el comercio tolteca (1928:25;vase asimismo Brew 1944). Sin embargo, las excavaciones en Snake-town (Gladwin et al., 1937) pronto produjeron evidencia de una seriemucho ms continua de interaccin cultural, aunque el concepto de lasdos principales olas de influencia persisti (Haury 1945). Las campanasde cobre, las placas de pirita de hierro, las trompetas de concha y losguacamayos escarlatas que datan de los periodos Colonial y Sedentarioconstituyen evidencia fsica de esos contactos. Muchas semejanzas esti-lsticas, especialmente en la cermica de los periodos Colonial y Pionerodocumentan an ms el caso. El simbolismo de los cuatro puntos cardi-nales, por ejemplo, es evidente ya en los ms tempranos motivos Hoho-kam (Gladwin et al. 1937:225).

    Sin lugar a dudas, el smbolo ms dramtico de los nexos mesoame-ricanos fue la identificacin por parte de Emil Haury de una cancha dejuego de pelota en Snaketown. Las canchas de juego de pelota prehist-ricas haban sido identificadas en el rea maya slo un poco antes (Blom1932) y su presencia a 3 000 km de distancia en el sur de Arizona dejatnito a prcticamente todo el mundo (Brew 1940; Corbett 1939: ii;pero, vase Brand 1939). Entonces pasaron varias dcadas en que elnuevo trabajo de J. Charles Kelley (1956, 1966, 1971) y de sus colegas(Johnson 1958; Kelley y Abbott 1966; Kelley y Winters 1960; Weigand1968) en Durango y Zacatecas mostraron que la interaccin entre Hoho-kam y Mesoamrica probablemente estuvo mediada por la culturaChalchihuite, una hiptesis asimismo sospechada desde antes por otros

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    difundidas como las ms tempranas aldeas mesoamericanas, medio mi-lenio o ms antes de que los cambios suscitados en el periodo Preclsicotardo condujeran a la construccin de las primeras canchas de juego depelota formales (Grove 1981; Lowe 1977; Scarborough et al. 1982; Wys-hak et al. 1971).

    Lo que Linton Satterthwaite (1944) llam las canchas en s en el con-texto mesoamericano distan mucho de ser idnticas entre s. Es difcilestar de acuerdo con Ferdon (1967) en que ciertos rasgos formales resul-ten ms bsicos que otros. Las diferencias formales con las canchas dejuego de pelota de Hohokam ciertamente existen; pero la pregunta cru-cial en si son, o no, funcionalmente comparables. Existe una continui-dad histrica de pensamiento y praxis que vincule las canchas de juegode pelota de Hohokam con las mesoamericanas?

    Infiero que existi una continuidad esencial en la forma de jugar esedeporte, pero no en la construccin de las canchas (Wilcox y Sternberg1983). El juego de pelota fue difundido, pero no la cancha. Esto pudohaber sucedido cuando aparecieron la cermica, las figuras y las aldeasms tempranas tanto en el sur de Arizona como en el rea de Chalchi-huites durante los primeros siglos de la era cristiana. Las primeras can-chas de Hohokam fueron construidas durante la fase Gila Butte(Gladwin et al. 1937), probablemente alrededor del 700 d.C., en una po-ca de cambio en la organizacin de la sociedad Hohokam (Wilcox ySternberg 1983)

    Se infiere que varias figuras Hohokam representan a jugadores depelota (Haury 1976: 257-259, 262-264; Wilcox y Sternberg 1983: 61). Lamayora pertenece al periodo Pionero. As, es posible que las canchasHohokam fuesen inventadas independientemente de las mesoamerica-nas, lo cual explicara sus diferencias formales. Funcionalmente, sin em-bargo, sus proporciones de largo y ancho, su simetra y la suave regu-laridad de sus superficies son bastante comparables con las canchasmesoamericanas (Wilcox y Sternberg 1983).

    La perspectiva presentada en este argumento aclara aspectos impor-tantes del problema mayor de los nexos entre Mesoamrica y el suroestenorteamericano. La difusin del juego de pelota sugiere un tipo de in-teraccin social y de comunicacin ms compleja que lo que antes seimaginaba. Impugna el presupuesto de que los grupos locales fueran

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    investigadores (Haury 1945; Kelley 1944) y posteriormente substancia-da (Haury 1976). No obstante, ya que se encontraron pocas nuevas can-chas de juego de pelota en el norte de Mxico y conforme las diferenciasmorfolgicas entre las canchas mesoamericanas y las de Hohokam sehacan cada vez ms evidentes, se prepar el escenario para la elegantecomparacin de Edwin Ferdon (1967) quien revel claramente los con-trastes formales existentes entre las canchas de juego de pelota de Ho-hokam y las mesoamericanas. Su sugerencia de que las canchas deHohokam eran plazas para danzas anlogas a las pistas wiikita en Papa-go fue citada poco despus por Martn y Plog (1973) como una substan-ciacin de la extrema posicin aislacionista. Tras una generacin decreencias en los nexos mesoamericanos, las opiniones cambiaron y elpndulo gir en una nueva direccin.

    Oculta bajo el raz de la superficial polmica expuesta por Martn yPlog haba una profunda impaciencia con la lgica de los modelos ante-riores. Para entonces se precisaba de nuevos tipos de modelos cuyaspropuestas fuesen ms fciles de probar y que aprovecharan los datosarqueolgicos (vase la discusin en Pailes 1980; Plog et al. 1982). En elpresente artculo se propone un modelo de este tipo.

    Empecemos con un nuevo vistazo a la crtica de Ferdon (1967) res-pecto de la hiptesis de Haury acerca de la cancha de juego de pelotaHohokam. Ferdon asumi que las canchas de juego de pelota eran deuna clase monottica cuando, en realidad, al igual que el juego de pelotamesoamericano, son politticas (vase Needham 1975). Esto significaque muchos rasgos de los elementos de los subconjuntos de la clase noson universales. Stern (1948), Borhegyi (1980) y otros (Hellmuth 1975;Leyenaar 1978; Taladoire 1981) han mostrado cuan diversas eran las re-glas del juego y la parafernalia a l asociada. Tras la introduccin de losaros de piedra en el periodo Clsico tardo, por ejemplo, es probable queel juego se tornara bastante ms rpido y menos esttico (Borhegyi 1980).De hecho, no se requiere de una cancha para practicar ese juego y anhoy se juegan versiones de ese deporte en Nayarit y Sinaloa slo en unaextensin de tierra demarcada y escampada (Leyenaar 1978). Las figu-ras Preclsicas tempranas del Opeo en el occidente de Mxico, de Tla-tilco en la cuenca de Mxico y de San Lorenzo en el rea olmeca (Grove1981) muestran evidencia de que las versiones del juego fueron casi tan

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    difundidas como las ms tempranas aldeas mesoamericanas, medio mi-lenio o ms antes de que los cambios suscitados en el periodo Preclsicotardo condujeran a la construccin de las primeras canchas de juego depelota formales (Grove 1981; Lowe 1977; Scarborough et al. 1982; Wys-hak et al. 1971).

    Lo que Linton Satterthwaite (1944) llam las canchas en s en el con-texto mesoamericano distan mucho de ser idnticas entre s. Es difcilestar de acuerdo con Ferdon (1967) en que ciertos rasgos formales resul-ten ms bsicos que otros. Las diferencias formales con las canchas dejuego de pelota de Hohokam ciertamente existen; pero la pregunta cru-cial en si son, o no, funcionalmente comparables. Existe una continui-dad histrica de pensamiento y praxis que vincule las canchas de juegode pelota de Hohokam con las mesoamericanas?

    Infiero que existi una continuidad esencial en la forma de jugar esedeporte, pero no en la construccin de las canchas (Wilcox y Sternberg1983). El juego de pelota fue difundido, pero no la cancha. Esto pudohaber sucedido cuando aparecieron la cermica, las figuras y las aldeasms tempranas tanto en el sur de Arizona como en el rea de Chalchi-huites durante los primeros siglos de la era cristiana. Las primeras can-chas de Hohokam fueron construidas durante la fase Gila Butte(Gladwin et al. 1937), probablemente alrededor del 700 d.C., en una po-ca de cambio en la organizacin de la sociedad Hohokam (Wilcox ySternberg 1983)

    Se infiere que varias figuras Hohokam representan a jugadores depelota (Haury 1976: 257-259, 262-264; Wilcox y Sternberg 1983: 61). Lamayora pertenece al periodo Pionero. As, es posible que las canchasHohokam fuesen inventadas independientemente de las mesoamerica-nas, lo cual explicara sus diferencias formales. Funcionalmente, sin em-bargo, sus proporciones de largo y ancho, su simetra y la suave regu-laridad de sus superficies son bastante comparables con las canchasmesoamericanas (Wilcox y Sternberg 1983).

    La perspectiva presentada en este argumento aclara aspectos impor-tantes del problema mayor de los nexos entre Mesoamrica y el suroestenorteamericano. La difusin del juego de pelota sugiere un tipo de in-teraccin social y de comunicacin ms compleja que lo que antes seimaginaba. Impugna el presupuesto de que los grupos locales fueran

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    investigadores (Haury 1945; Kelley 1944) y posteriormente substancia-da (Haury 1976). No obstante, ya que se encontraron pocas nuevas can-chas de juego de pelota en el norte de Mxico y conforme las diferenciasmorfolgicas entre las canchas mesoamericanas y las de Hohokam sehacan cada vez ms evidentes, se prepar el escenario para la elegantecomparacin de Edwin Ferdon (1967) quien revel claramente los con-trastes formales existentes entre las canchas de juego de pelota de Ho-hokam y las mesoamericanas. Su sugerencia de que las canchas deHohokam eran plazas para danzas anlogas a las pistas wiikita en Papa-go fue citada poco despus por Martn y Plog (1973) como una substan-ciacin de la extrema posicin aislacionista. Tras una generacin decreencias en los nexos mesoamericanos, las opiniones cambiaron y elpndulo gir en una nueva direccin.

    Oculta bajo el raz de la superficial polmica expuesta por Martn yPlog haba una profunda impaciencia con la lgica de los modelos ante-riores. Para entonces se precisaba de nuevos tipos de modelos cuyaspropuestas fuesen ms fciles de probar y que aprovecharan los datosarqueolgicos (vase la discusin en Pailes 1980; Plog et al. 1982). En elpresente artculo se propone un modelo de este tipo.

    Empecemos con un nuevo vistazo a la crtica de Ferdon (1967) res-pecto de la hiptesis de Haury acerca de la cancha de juego de pelotaHohokam. Ferdon asumi que las canchas de juego de pelota eran deuna clase monottica cuando, en realidad, al igual que el juego de pelotamesoamericano, son politticas (vase Needham 1975). Esto significaque muchos rasgos de los elementos de los subconjuntos de la clase noson universales. Stern (1948), Borhegyi (1980) y otros (Hellmuth 1975;Leyenaar 1978; Taladoire 1981) han mostrado cuan diversas eran las re-glas del juego y la parafernalia a l asociada. Tras la introduccin de losaros de piedra en el periodo Clsico tardo, por ejemplo, es probable queel juego se tornara bastante ms rpido y menos esttico (Borhegyi 1980).De hecho, no se requiere de una cancha para practicar ese juego y anhoy se juegan versiones de ese deporte en Nayarit y Sinaloa slo en unaextensin de tierra demarcada y escampada (Leyenaar 1978). Las figu-ras Preclsicas tempranas del Opeo en el occidente de Mxico, de Tla-tilco en la cuenca de Mxico y de San Lorenzo en el rea olmeca (Grove1981) muestran evidencia de que las versiones del juego fueron casi tan

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    autnomos, que observaran las prcticas de los dems desde una ciertadistancia y que adoptaran para su propio uso slo aquellos elementosque les parecieron adecuados. Al contrario, la interaccin pudo habersido mucho ms continua y directa al enlazar a los grupos sociales encomplejas redes regionales y panregionales que constrieron y canaliza-ron las innovaciones de sus grupos locales constituyentes. Lo que se ne-cesita, entonces, son modelos de la estructura y evolucin de esos siste-mas regionales y panregionales. Para nuestra fortuna, esta perspectivaconverge con recientes acontecimientos tericos en la arqueologa quefacilitan en cierta medida la formacin de modelos (vanse Dennell1983; Friedel 1979; Moore 1983; Plog 1980; Wobst 1977, 1978).

    ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE BASE

    Al norte del Bajo en el Mxico central, la adaptacin tpica de gruposde cazadores/recolectores persisti todava un milenio o ms despusde que una red de aldeas sedentarias haba surgido en muchas reas deMesoamrica. La distribucin histrica de las lenguas uto-Azteca (Stee-le 1979) y lo semejante de sus caractersticas lingsticas dan evidenciaen apoyo a la inferencia terica de que esos grupos de cazadores/reco-lectores constituyeron sistemas abiertos que se comunicaron librementeentre s e intercambiaron sus miembros fluidamente en una vasta redhumana que vinculaba al actual Oregon con Guanajuato (vase Miller1983; Wobst 1976). Si se reconoce que el grupo de idiomas uto-azteca fueun tipo polittico de dialectos, entonces la unidad que alguna vez sepostulaba respecto de una cultura del desierto quiz todava resultede mayor significacin de lo que en la actualidad se cree (Jennings 1973;vase asimismo Zingg 1939). La difusin de la agricultura del maz yluego la adopcin del sedentarismo transformaron y reestructuraron lacomunicacin al interior de ese enorme depsito humano reduciendo,al ltimo, el rea ocupada por los cazadores/recolectores a la gran cuen-ca y el desierto de Chihuahua (Kirchoff 1954).

    Incluso en estas ltimas reas, los nuevos patrones de interaccinentre los cazadores/recolectores y los grupos sedentarios que vivan alo largo de las periferias de sus dominios implicaron ciertos cambios es-

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    tructurales. Respecto de la orilla occidental del desierto de Chihuahua,por ejemplo, se ha propuesto la existencia de una compleja simbiosis(Armillas 1964, 1969; Kelley 1952, 1953, Palerm y Wolf 1957; Weigand1979) en que las poblaciones alternaron entre una estrategia y otra. Losgrandes centros ceremoniales, como La Quemada, Alta Vista, Schroedery Casas Grandes, que florecieron en la zona agrcola, al igual que Taos,Pecos y Gran Quivira en fecha posterior en Nuevo Mxico (Spielmann1982; Wilcox 1984), fueron acaso centros de comercio cuyo propsito con-sisti en atraer a los cazadores/recolectores que vivan en el desierto.

    Altamente mviles y conectados fluidamente con grupos parecidosdesde Nuevo Mxico hasta San Luis Potos, esos cazadores/recolectorespudieron haber sido los principales agentes de transferencia de turque-sas, guacamayas y otros bienes exticos hacia esos centros ceremoniales(Wilcox y Sternberg 1983). Se han encontrado fragmentos de cermica ensitios del desierto de Chihuahua que derivan de las zonas agrcolas cir-cundantes e indican, entonces, interaccin de algn tipo (Heartfield1975). Histricamente, las turquesas eran intercambiadas entre los agri-cultores y los cazadores/recolectores (Hammond y Rey 1953: 400; Wei-gand 1979:30), y el hecho de que una de las ms tempranas fuentes deturquesas encontrada en contextos de la fase Alta Vista se hallara en elrea de Concepcin del Oro-Mazapil en Zacatecas, muy adentro del de-sierto de Chihuahua, pudiera significar que este patrn histrico seabastante antiguo (sin embargo, vase Weigand 1978:78). El rango natu-ral de la guacamaya escarlata abarca la costa del Golfo desde cerca deTamaulipas hacia el sur (Olsen y Olsen 1974). A fin de llegar hasta los si-tios de Chalchihuites o Malpaso, o a los del suroeste norteamericanodonde la guacamaya escarlata es la especie que se encuentra con msfrecuencia (Nelson 1981), esas aves habrn tenido que atravesar el de-sierto de Chihuahua o bien darle la vuelta. Si cantidades significativasde bienes de subsistencia fueron intercambiadas tambin en un sistemamutualista parecido al que exista entre los nmadas con perros y losPueblos protohistricos (Spielmann 1982) es an ms incierto. Se preci-sa de nuevas investigaciones acerca de estas posibilidades.

    Un cambio estructural en los arreglos regionales de intercambio esel indicado por los criaderos de guacamayas encontrados en los sitiosde Casas Grandes (Di Peso 1974). De manera semejante, el apogeo y la

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    autnomos, que observaran las prcticas de los dems desde una ciertadistancia y que adoptaran para su propio uso slo aquellos elementosque les parecieron adecuados. Al contrario, la interaccin pudo habersido mucho ms continua y directa al enlazar a los grupos sociales encomplejas redes regionales y panregionales que constrieron y canaliza-ron las innovaciones de sus grupos locales constituyentes. Lo que se ne-cesita, entonces, son modelos de la estructura y evolucin de esos siste-mas regionales y panregionales. Para nuestra fortuna, esta perspectivaconverge con recientes acontecimientos tericos en la arqueologa quefacilitan en cierta medida la formacin de modelos (vanse Dennell1983; Friedel 1979; Moore 1983; Plog 1980; Wobst 1977, 1978).

    ELEMENTOS ESTRUCTURALES DE BASE

    Al norte del Bajo en el Mxico central, la adaptacin tpica de gruposde cazadores/recolectores persisti todava un milenio o ms despusde que una red de aldeas sedentarias haba surgido en muchas reas deMesoamrica. La distribucin histrica de las lenguas uto-Azteca (Stee-le 1979) y lo semejante de sus caractersticas lingsticas dan evidenciaen apoyo a la inferencia terica de que esos grupos de cazadores/reco-lectores constituyeron sistemas abiertos que se comunicaron librementeentre s e intercambiaron sus miembros fluidamente en una vasta redhumana que vinculaba al actual Oregon con Guanajuato (vase Miller1983; Wobst 1976). Si se reconoce que el grupo de idiomas uto-azteca fueun tipo polittico de dialectos, entonces la unidad que alguna vez sepostulaba respecto de una cultura del desierto quiz todava resultede mayor significacin de lo que en la actualidad se cree (Jennings 1973;vase asimismo Zingg 1939). La difusin de la agricultura del maz yluego la adopcin del sedentarismo transformaron y reestructuraron lacomunicacin al interior de ese enorme depsito humano reduciendo,al ltimo, el rea ocupada por los cazadores/recolectores a la gran cuen-ca y el desierto de Chihuahua (Kirchoff 1954).

    Incluso en estas ltimas reas, los nuevos patrones de interaccinentre los cazadores/recolectores y los grupos sedentarios que vivan alo largo de las periferias de sus dominios implicaron ciertos cambios es-

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    tructurales. Respecto de la orilla occidental del desierto de Chihuahua,por ejemplo, se ha propuesto la existencia de una compleja simbiosis(Armillas 1964, 1969; Kelley 1952, 1953, Palerm y Wolf 1957; Weigand1979) en que las poblaciones alternaron entre una estrategia y otra. Losgrandes centros ceremoniales, como La Quemada, Alta Vista, Schroedery Casas Grandes, que florecieron en la zona agrcola, al igual que Taos,Pecos y Gran Quivira en fecha posterior en Nuevo Mxico (Spielmann1982; Wilcox 1984), fueron acaso centros de comercio cuyo propsito con-sisti en atraer a los cazadores/recolectores que vivan en el desierto.

    Altamente mviles y conectados fluidamente con grupos parecidosdesde Nuevo Mxico hasta San Luis Potos, esos cazadores/recolectorespudieron haber sido los principales agentes de transferencia de turque-sas, guacamayas y otros bienes exticos hacia esos centros ceremoniales(Wilcox y Sternberg 1983). Se han encontrado fragmentos de cermica ensitios del desierto de Chihuahua que derivan de las zonas agrcolas cir-cundantes e indican, entonces, interaccin de algn tipo (Heartfield1975). Histricamente, las turquesas eran intercambiadas entre los agri-cultores y los cazadores/recolectores (Hammond y Rey 1953: 400; Wei-gand 1979:30), y el hecho de que una de las ms tempranas fuentes deturquesas encontrada en contextos de la fase Alta Vista se hallara en elrea de Concepcin del Oro-Mazapil en Zacatecas, muy adentro del de-sierto de Chihuahua, pudiera significar que este patrn histrico seabastante antiguo (sin embargo, vase Weigand 1978:78). El rango natu-ral de la guacamaya escarlata abarca la costa del Golfo desde cerca deTamaulipas hacia el sur (Olsen y Olsen 1974). A fin de llegar hasta los si-tios de Chalchihuites o Malpaso, o a los del suroeste norteamericanodonde la guacamaya escarlata es la especie que se encuentra con msfrecuencia (Nelson 1981), esas aves habrn tenido que atravesar el de-sierto de Chihuahua o bien darle la vuelta. Si cantidades significativasde bienes de subsistencia fueron intercambiadas tambin en un sistemamutualista parecido al que exista entre los nmadas con perros y losPueblos protohistricos (Spielmann 1982) es an ms incierto. Se preci-sa de nuevas investigaciones acerca de estas posibilidades.

    Un cambio estructural en los arreglos regionales de intercambio esel indicado por los criaderos de guacamayas encontrados en los sitiosde Casas Grandes (Di Peso 1974). De manera semejante, el apogeo y la

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    cada de los centros ceremoniales se dieron en diferentes pocas y tam-bin dieron lugar a relaciones que pesan significativamente en la cam-biante estructura del sistema panregional. El cambio ambiental tambinpudo haber suscitado el cambio estructural en los acomodos sociales; enparticular si la distribucin y abundancia del bisonte, el antlope u otraspresas resultaron afectadas (Hester 1975). Antes de explorar ms a fon-do las implicaciones de esas relaciones para la construccin de modelos,regresemos un milenio, ms o menos, para empezar de nuevo.

    EL NEXO TEPIMAN

    El florecimiento del fenmeno Chupcuaro (McBride 1969) ca. 500 a 100a.C. en el Preclsico tardo facilit la penetracin de la frontera ecolgi-ca marcada por el Bajo, al tiempo que la vida en aldeas empez a exten-derse hacia el norte. Las explicaciones de este cambio son an bastanteincompletas (Armillas 1964, 1969; Braniff 1975; Brown 1980; Palerm yWolf 1957). Notablemente, sin embargo, las ms tempranas aldeas cono-cidas en las reas de Chalchihuites, Hohokam y Mogolln parecen co-rresponder a fechas en los primeros siglos de nuestra era, y se dice quela cermica ms temprana del rea intermedia de Sonora tambin datade ese periodo (Kelley y Kelley 1980; LeBlanc 1982; Pailes 1972; Whalen1981; Wilcox 1979). Estos datos parecen definir un corredor geogrficoque sugiere que la difusin del sedentarismo y de la cermica hacia esasreas sigui un proceso sistemtico y unificado. Para 450 a 650 d.C., lasaldeas sedentarias eran comunes en las zonas adyacentes a ese corre-dor; una transformacin estructural que conllev al surgimiento de nue-vos sistemas culturales (vanse Di Peso 1974; LeBlanc 1982; Wilcox 1979).

    La existencia del corredor que he esbozado an no ha sido probadaarqueolgicamente. En particular, no se ha demostrado todava la pre-sencia de aldeas propiamente tempranas en el centro de Sonora o el nor-te de Durango. Los trabajos recientes en Matty Canyon, cerca de Tucson,Arizona, sugieren que una forma de aldea sedentaria que practicaba elcultivo del maz quiz estuvo bien establecida en ciertos microambien-tes mucho antes de la llegada de la cermica (Bruce Huckell, comunica-cin personal, 1983). Las cronologas de Hohokam y de Chalchihuites

    tambin siguen siendo objeto de controversia. Sin embargo, el hecho deque la misma estructura geogrfica corresponda a la distribucin de lacadena de dialectos Tepiman, ca. 1550 d.C. (Sauer 1934; vase la figura10), es base suficiente para postular un modelo general que explica esosdatos, si bien slo como una gua para futuras investigaciones. Lo queaqu se aduce no es que este presupuesto sea verdico pues slo datosnuevos podran permitir un juicio al respecto. La afirmacin es que elmodelo especifica direcciones valiosas para futuras investigaciones.

    Las lenguas piman superior, piman inferior, tepehuana del norte ydel sur y tepecano son dialectos de un solo idioma llamado tepiman porlos lingistas (Miller 1983). En 1600 d.C. el lmite norte de la regin deTepehuan era el ro Verde, que cort un cauce profundo a travs de lassierras y facilit el movimiento de la poblacin humana entre el nortede Durango y el centro de Sonora (Pennington 1969). El ro Verde se jun-ta con el ro Fuerte, cuyo cauce inferior marca el lmite entre la culturadel suroeste y la de Mesoamrica (Ekholm 1942; Sauer y Brand 1931).Desde el punto de la unin del valle Chinipas con el ro Fuerte y hasta440 km al norte hasta el sureste de Arizona, los espaoles encontraroncomunidades organizadas en agrupaciones de mltiples aldeas quepracticaban la agricultura de riego (Riley 1982; Sauer 1934). Esa es lamisma regin geogrfica que contiene la zona de los oasis de alta cali-dad y gran tamao, sealados por Sauer y Brand (1930:448) al hablarde la entrada de la agricultura maicera en Arizona (vanse asimismoFord 1981; Haury 1945). La posibilidad de que un corredor de transmi-sin haya ocupado esa zona en la poca prehistrica tambin es sugeri-da por el concepto de Richard Pailes de una cultura del ro Sonora (1972,1980), aun cuando pudiera ms bien corresponder a las poblaciones ta-racahitn y no tepiman. Hacia fines del siglo XVI lo que separaba la partebaja de Pima de la parte norte de Tepehuan era una brecha ocupada porhablantes de varohio y tarahumara. Explicar cmo esa brecha lleg a es-tar en ese sitio es tarea para los modelos arqueolgicos y lingsticos.

    En buena medida la lingstica histrica parte del presupuesto teri-co de que un conjunto diverso de lenguas interrelacionadas debi haberevolucionado a partir de un solo protoidioma (Haas 1969). El mtodo derea-edad (Sapir 1918), sin embargo, que se emplea an con cierta fre-cuencia en la construccin de los modelos histricos, se halla sesgado

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    cada de los centros ceremoniales se dieron en diferentes pocas y tam-bin dieron lugar a relaciones que pesan significativamente en la cam-biante estructura del sistema panregional. El cambio ambiental tambinpudo haber suscitado el cambio estructural en los acomodos sociales; enparticular si la distribucin y abundancia del bisonte, el antlope u otraspresas resultaron afectadas (Hester 1975). Antes de explorar ms a fon-do las implicaciones de esas relaciones para la construccin de modelos,regresemos un milenio, ms o menos, para empezar de nuevo.

    EL NEXO TEPIMAN

    El florecimiento del fenmeno Chupcuaro (McBride 1969) ca. 500 a 100a.C. en el Preclsico tardo facilit la penetracin de la frontera ecolgi-ca marcada por el Bajo, al tiempo que la vida en aldeas empez a exten-derse hacia el norte. Las explicaciones de este cambio son an bastanteincompletas (Armillas 1964, 1969; Braniff 1975; Brown 1980; Palerm yWolf 1957). Notablemente, sin embargo, las ms tempranas aldeas cono-cidas en las reas de Chalchihuites, Hohokam y Mogolln parecen co-rresponder a fechas en los primeros siglos de nuestra era, y se dice quela cermica ms temprana del rea intermedia de Sonora tambin datade ese periodo (Kelley y Kelley 1980; LeBlanc 1982; Pailes 1972; Whalen1981; Wilcox 1979). Estos datos parecen definir un corredor geogrficoque sugiere que la difusin del sedentarismo y de la cermica hacia esasreas sigui un proceso sistemtico y unificado. Para 450 a 650 d.C., lasaldeas sedentarias eran comunes en las zonas adyacentes a ese corre-dor; una transformacin estructural que conllev al surgimiento de nue-vos sistemas culturales (vanse Di Peso 1974; LeBlanc 1982; Wilcox 1979).

    La existencia del corredor que he esbozado an no ha sido probadaarqueolgicamente. En particular, no se ha demostrado todava la pre-sencia de aldeas propiamente tempranas en el centro de Sonora o el nor-te de Durango. Los trabajos recientes en Matty Canyon, cerca de Tucson,Arizona, sugieren que una forma de aldea sedentaria que practicaba elcultivo del maz quiz estuvo bien establecida en ciertos microambien-tes mucho antes de la llegada de la cermica (Bruce Huckell, comunica-cin personal, 1983). Las cronologas de Hohokam y de Chalchihuites

    tambin siguen siendo objeto de controversia. Sin embargo, el hecho deque la misma estructura geogrfica corresponda a la distribucin de lacadena de dialectos Tepiman, ca. 1550 d.C. (Sauer 1934; vase la figura10), es base suficiente para postular un modelo general que explica esosdatos, si bien slo como una gua para futuras investigaciones. Lo queaqu se aduce no es que este presupuesto sea verdico pues slo datosnuevos podran permitir un juicio al respecto. La afirmacin es que elmodelo especifica direcciones valiosas para futuras investigaciones.

    Las lenguas piman superior, piman inferior, tepehuana del norte ydel sur y tepecano son dialectos de un solo idioma llamado tepiman porlos lingistas (Miller 1983). En 1600 d.C. el lmite norte de la regin deTepehuan era el ro Verde, que cort un cauce profundo a travs de lassierras y facilit el movimiento de la poblacin humana entre el nortede Durango y el centro de Sonora (Pennington 1969). El ro Verde se jun-ta con el ro Fuerte, cuyo cauce inferior marca el lmite entre la culturadel suroeste y la de Mesoamrica (Ekholm 1942; Sauer y Brand 1931).Desde el punto de la unin del valle Chinipas con el ro Fuerte y hasta440 km al norte hasta el sureste de Arizona, los espaoles encontraroncomunidades organizadas en agrupaciones de mltiples aldeas quepracticaban la agricultura de riego (Riley 1982; Sauer 1934). Esa es lamisma regin geogrfica que contiene la zona de los oasis de alta cali-dad y gran tamao, sealados por Sauer y Brand (1930:448) al hablarde la entrada de la agricultura maicera en Arizona (vanse asimismoFord 1981; Haury 1945). La posibilidad de que un corredor de transmi-sin haya ocupado esa zona en la poca prehistrica tambin es sugeri-da por el concepto de Richard Pailes de una cultura del ro Sonora (1972,1980), aun cuando pudiera ms bien corresponder a las poblaciones ta-racahitn y no tepiman. Hacia fines del siglo XVI lo que separaba la partebaja de Pima de la parte norte de Tepehuan era una brecha ocupada porhablantes de varohio y tarahumara. Explicar cmo esa brecha lleg a es-tar en ese sitio es tarea para los modelos arqueolgicos y lingsticos.

    En buena medida la lingstica histrica parte del presupuesto teri-co de que un conjunto diverso de lenguas interrelacionadas debi haberevolucionado a partir de un solo protoidioma (Haas 1969). El mtodo derea-edad (Sapir 1918), sin embargo, que se emplea an con cierta fre-cuencia en la construccin de los modelos histricos, se halla sesgado

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    por el presupuesto adicional de que los protoidiomas constituyeron ti-pos monotticos. En realidad, la geografa de los dialectos de un protoi-dioma polittico pudo haber sido tan compleja y extensa, o incluso ms,que la distribucin moderna. El hecho de que el cambio lingstico nosea inherente al lenguaje (Barth 1972; Greenberg 1963:64-65) significaque los ndices de la diversidad lingstica son una funcin de otras va-riables y no slo del tiempo. Esas variables constituyen parmetros delo que llamar la estructura de comunicacin caracterstica de las re-des de poblacin humana en cualquier momento determinado. Loscambios en esas estructuras dan forma a la evolucin de las lenguas. Laidentificacin de ambos, los parmetros estructurales de los sistemas decomunicacin y sus cambios, son requisitos de la formacin de mode-los. Slo una ilustracin de esta postura puede presentarse en el si-guiente modelo de Tepiman.

    EL MODELO

    Los grupos locales de cazadores/recolectores consistan en muchas oca-siones de slo unas 25 personas, mientras que las tempranas aldeas apa-rentemente albergaron entre cuatro y seis veces ms ese nmero (Flan-nery 1972; Martn 1973). La vida en las aldeas afectaba asimismo losprogramas anuales de interaccin con otros grupos. Estos cambios sonilustrativos de las modificaciones que transformaron la estructura decomunicaciones tanto al interior de los grupos locales como entre ellosmismos. Al tiempo que un conjunto de grupos se adaptaba al sedenta-rismo, se rompan los vnculos anteriores con sus vecinos cazadores/re-colectores en la red regional. Aquellos cazadores/recolectores que eranincapaces de adaptarse a esos cambios pudieron entonces haber optadotambin por una estrategia ms sedentaria y as establecido un nuevoconjunto de vnculos sociales con sus vecinos sedentarios y cazadores/recolectores (vanse Dennell 1983; Moore 1981; Wobst 1976). De estamanera pudo haberse generado un efecto domin que sera arqueol-gicamente detectable como una rpida difusin de la vida aldeana. A laluz de estas expectativas tericas, propongo lo siguiente: 1) que un co-rredor de aldeas tempranas extendido desde el rea de Chalchihuites, a

    travs de la zona central de Sonora y hasta el sur de Arizona, se desa-rroll como resultado de ese proceso domin, y 2) que para entoncesel Tepiman se diferenci del resto de los idiomas uto-azteca.

    Estas hiptesis son consistentes con los datos lingsticos, aunqueno con ciertos modelos glotocronolgicos. Wick Miller (1983:118), porejemplo, infiere que el prototepiman lleg a constituirse en un idiomapropio hace unos 3 500 aos, mientras que las lenguas prototaracahitanno llegaron a distinguirse sino hasta un milenio ms tarde. [En este ar-gumento] se presupone que los ndices de cambio lingstico son cons-tantes y para comprobar esta premisa quiz se puede aprovechar la evi-dencia de la cambiante estructura de comunicacin inferida de los datosarqueolgicos. Arguyo que se encontrarn ndices diferenciales. Esta di-ferenciacin, como alternativa a la idea de un corredor Tepiman a partirde una red de dialectos polittica y uto-azteca de cazadores/recolecto-res, habra dejado a la poblacin proto-cahitan aislada geogrficamentede las poblaciones proto-opatan-tarahumara. La conservacin de comu-nicaciones a lo largo de ese corredor pudo haberse debido a 1) un ndicems rpido de evolucin de las economas agrcolas en esa zona, com-parado con las zonas adyacentes; y 2) a los paralelos sociolgicos en eldesarrollo de las poblaciones aldeanas desde Alta Vista hasta Zape ydesde el valle Chinipas hasta el sur de Arizona. Por otra parte, los cen-tros de innovacin cultural (tales como Chalchihuites y Hohokam) exis-tieron en los extremos de este corredor Tepiman, situacin que quizacelerara el cambio lingstico de este tipo polittico ms que entre lostaracahitanes. Estos ltimos parecen haber desarrollado economasagrcolas ms despacio, con una estructura sociolgicamente distinta yen entornos montaosos que condujeron a la formacin de identidadessociales y dialectos distintos.

    El nexo Tepiman que aqu esbozo era un sistema en evolucin. Notuvo slo un comienzo y un final, sino que la naturaleza de sus vncu-los sociales cambi de acuerdo con la evolucin de su organizacin so-cial a nivel comunidad, localidad, regin y panregin. La imagen msdetallada de estos procesos ha sido reconstruida a partir de los datosHohokam (Wilcox y Sternberg 1983). Los patrones evidentes en los con-juntos de parafernalia ritual as como en sus asociaciones indican cam-bios fundamentales en los sistemas ceremoniales Hohokam. El periodo

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    por el presupuesto adicional de que los protoidiomas constituyeron ti-pos monotticos. En realidad, la geografa de los dialectos de un protoi-dioma polittico pudo haber sido tan compleja y extensa, o incluso ms,que la distribucin moderna. El hecho de que el cambio lingstico nosea inherente al lenguaje (Barth 1972; Greenberg 1963:64-65) significaque los ndices de la diversidad lingstica son una funcin de otras va-riables y no slo del tiempo. Esas variables constituyen parmetros delo que llamar la estructura de comunicacin caracterstica de las re-des de poblacin humana en cualquier momento determinado. Loscambios en esas estructuras dan forma a la evolucin de las lenguas. Laidentificacin de ambos, los parmetros estructurales de los sistemas decomunicacin y sus cambios, son requisitos de la formacin de mode-los. Slo una ilustracin de esta postura puede presentarse en el si-guiente modelo de Tepiman.

    EL MODELO

    Los grupos locales de cazadores/recolectores consistan en muchas oca-siones de slo unas 25 personas, mientras que las tempranas aldeas apa-rentemente albergaron entre cuatro y seis veces ms ese nmero (Flan-nery 1972; Martn 1973). La vida en las aldeas afectaba asimismo losprogramas anuales de interaccin con otros grupos. Estos cambios sonilustrativos de las modificaciones que transformaron la estructura decomunicaciones tanto al interior de los grupos locales como entre ellosmismos. Al tiempo que un conjunto de grupos se adaptaba al sedenta-rismo, se rompan los vnculos anteriores con sus vecinos cazadores/re-colectores en la red regional. Aquellos cazadores/recolectores que eranincapaces de adaptarse a esos cambios pudieron entonces haber optadotambin por una estrategia ms sedentaria y as establecido un nuevoconjunto de vnculos sociales con sus vecinos sedentarios y cazadores/recolectores (vanse Dennell 1983; Moore 1981; Wobst 1976). De estamanera pudo haberse generado un efecto domin que sera arqueol-gicamente detectable como una rpida difusin de la vida aldeana. A laluz de estas expectativas tericas, propongo lo siguiente: 1) que un co-rredor de aldeas tempranas extendido desde el rea de Chalchihuites, a

    travs de la zona central de Sonora y hasta el sur de Arizona, se desa-rroll como resultado de ese proceso domin, y 2) que para entoncesel Tepiman se diferenci del resto de los idiomas uto-azteca.

    Estas hiptesis son consistentes con los datos lingsticos, aunqueno con ciertos modelos glotocronolgicos. Wick Miller (1983:118), porejemplo, infiere que el prototepiman lleg a constituirse en un idiomapropio hace unos 3 500 aos, mientras que las lenguas prototaracahitanno llegaron a distinguirse sino hasta un milenio ms tarde. [En este ar-gumento] se presupone que los ndices de cambio lingstico son cons-tantes y para comprobar esta premisa quiz se puede aprovechar la evi-dencia de la cambiante estructura de comunicacin inferida de los datosarqueolgicos. Arguyo que se encontrarn ndices diferenciales. Esta di-ferenciacin, como alternativa a la idea de un corredor Tepiman a partirde una red de dialectos polittica y uto-azteca de cazadores/recolecto-res, habra dejado a la poblacin proto-cahitan aislada geogrficamentede las poblaciones proto-opatan-tarahumara. La conservacin de comu-nicaciones a lo largo de ese corredor pudo haberse debido a 1) un ndicems rpido de evolucin de las economas agrcolas en esa zona, com-parado con las zonas adyacentes; y 2) a los paralelos sociolgicos en eldesarrollo de las poblaciones aldeanas desde Alta Vista hasta Zape ydesde el valle Chinipas hasta el sur de Arizona. Por otra parte, los cen-tros de innovacin cultural (tales como Chalchihuites y Hohokam) exis-tieron en los extremos de este corredor Tepiman, situacin que quizacelerara el cambio lingstico de este tipo polittico ms que entre lostaracahitanes. Estos ltimos parecen haber desarrollado economasagrcolas ms despacio, con una estructura sociolgicamente distinta yen entornos montaosos que condujeron a la formacin de identidadessociales y dialectos distintos.

    El nexo Tepiman que aqu esbozo era un sistema en evolucin. Notuvo slo un comienzo y un final, sino que la naturaleza de sus vncu-los sociales cambi de acuerdo con la evolucin de su organizacin so-cial a nivel comunidad, localidad, regin y panregin. La imagen msdetallada de estos procesos ha sido reconstruida a partir de los datosHohokam (Wilcox y Sternberg 1983). Los patrones evidentes en los con-juntos de parafernalia ritual as como en sus asociaciones indican cam-bios fundamentales en los sistemas ceremoniales Hohokam. El periodo

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    Pionero es distinguido por la produccin de cientos de figuras de barroque se supone reflejan la importancia de las unidades domsticas y dela veneracin de los ancestros en una economa agrcola (Haury 1976;vase asimismo Dennell 1983:167). Esta tradicin estilstica de figurasde barro desaparece justamente cuando se hicieron las primeras canchasde juego de pelota y despus de la adopcin de la agricultura de riegoen la cuenca de Phoenix. Un complejo ceremonialismo de cremacinque incluy nuevos intercambios formalizados entre una pequea seriede formaciones sociales intracomunitarias se manifest ya, al parecer,para el periodo Clsico tardo. La adopcin generalizada de esas creen-cias y rituales mortuorios sirvi para incorporar los sistemas localesvecinos en un sistema regional Hohokam. Se cre una estructura de in-tercambios ceremoniales que aparentemente funcion para fortalecer lacontinuidad y la integracin de una red regional de matrimonios. Losrequerimientos de trabajo y la organizacin social a stos asociada al ni-vel de los sistemas locales que componan la red no eran idnticos, peroa lo largo de muchas generaciones se mantuvieron estructuras lo sufi-cientemente parecidas como para preservar la comunicacin y el inter-cambio al nivel regional. Es posible que esto dejara de ser factible cuan-do se trataba de grupos ms distantes y menos desarrollados.

    Para el periodo Sedentario, los datos respecto a la estructura de lossitios y a la distribucin y orientacin de las canchas de juego de pelotaindican la presencia de un sistema ceremonial ms complejo y funcio-nalmente diferenciado. Al igual que el de los Pueblos protohistricosposteriores, este sistema pudo haber sido estructurado de acuerdo conun calendario (vase Titiev 1960).

    Pruebas de la existencia de tales sistemas son evidentes en la cuen-ca de Mxico para el periodo Clsico medio, de 550 a 700 d.C. (Pasztory1978:130-135), y en Alta Vista y otros sitios Chalchihuites para 750 a 950d.C. (Aveni et al. 1982; Kelley y Kelley 1980). La adopcin de alguna ver-sin de esas ideas por la sociedad Hohokam y otras sociedades del sur-oeste norteamericano sirvi, al parecer, para coordinar los flujos de in-tercambio en varias escalas de interaccin social. Fue en ese momentoque muchos de los objetos exticos mexicanos (tales como las placas depirita de hierro y las campanas de cobre) entraron en el suroeste (es de-cir, antes de 1150 d.C.). Infiero que el mecanismo principal de esta trans-

    ferencia fue el intercambio ceremonial a lo largo del corredor Tepiman;aun cuando tambin es posible que los cazadores/recolectores del de-sierto de Chihuahua hayan actuado como agentes de transferencia paraalgunos objetos, especialmente las guacamayas escarlatas y las plumas(Nelson 1981; Olsen y Olsen 1974). El concepto de intercambio de bienesde prestigio postulado por Plog et al. (1982; vanse tambin McGuire1980; Nelson 1981) es una hiptesis compatible. A diferencia de la ma-yora de los modelos pochteca y de otros modelos relacionados con ellos(Kelley y Kelley 1975; Pailes 1980; Weigand 1979), que postulan lastransferencias a travs de grandes distancias entre unos cuantos puntosnodales, el modelo aqu presentado requiere de una cadena o red detransferencias continua, pero de corta distancia, a lo largo de la cual seiban pasando unos cuantos objetos exticos a travs de extensas distan-cias. Si se pudiera mostrar que esas conexiones no existieron, entoncesel tipo de modelo pochteca se volvera ms probable.

    La brecha o el rompimiento en la cadena de dialectos Tepiman pudohaberse dado alrededor del ao 1000 d.C., si es que se pueden aceptarlos clculos de la glotocronologa (Miller 1983). El hecho de que los tepe-huanes y los habitantes de la zona baja Piman pudieran entenderse mu-tuamente en fecha tan tarda como ca. 1550 d.C. (Sauer 1934) sugiere queesa brecha no haba existido por mucho tiempo. Tambin es significati-vo que para el ao 1150 d.C. enormes cambios hubieran tenido lugar enlos sistemas regionales a lo largo y ancho del suroeste norteamericano ydel norte de Mxico. La cultura sinaloense de la costa se expandi haciael norte alrededor del 1000 d.C. hasta alcanzar Guasave, donde domina los habitantes locales huatabampo (Ekholm 1942; Kelley 1980). La fasero Tunal termin alrededor de 1150 d.C. con el decaimiento de los cen-tros ceremoniales Chalchihuites representados los sitios de Schroeder yZape. Al parecer, los campesinos locales los retomaron ms tarde duran-te la fase Calera (Kelley 1971). En el suroeste norteamericano todos lossistemas regionales Hohokam del periodo sedentario, de Mimbres y deChaco se colapsaron y fueron reorganizados para los aos 1100-1150d.C. (LeBlanc 1980; Powers et al. 1983; Wilcox y Sternberg 1983). Simul-tneamente, en el Mxico central los brbaros invadieron los centros ci-vilizados de Tula y otras entidades se derrumbaron tambin (Armillas1964, 1969; Palerm y Wolf 1957).

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    Pionero es distinguido por la produccin de cientos de figuras de barroque se supone reflejan la importancia de las unidades domsticas y dela veneracin de los ancestros en una economa agrcola (Haury 1976;vase asimismo Dennell 1983:167). Esta tradicin estilstica de figurasde barro desaparece justamente cuando se hicieron las primeras canchasde juego de pelota y despus de la adopcin de la agricultura de riegoen la cuenca de Phoenix. Un complejo ceremonialismo de cremacinque incluy nuevos intercambios formalizados entre una pequea seriede formaciones sociales intracomunitarias se manifest ya, al parecer,para el periodo Clsico tardo. La adopcin generalizada de esas creen-cias y rituales mortuorios sirvi para incorporar los sistemas localesvecinos en un sistema regional Hohokam. Se cre una estructura de in-tercambios ceremoniales que aparentemente funcion para fortalecer lacontinuidad y la integracin de una red regional de matrimonios. Losrequerimientos de trabajo y la organizacin social a stos asociada al ni-vel de los sistemas locales que componan la red no eran idnticos, peroa lo largo de muchas generaciones se mantuvieron estructuras lo sufi-cientemente parecidas como para preservar la comunicacin y el inter-cambio al nivel regional. Es posible que esto dejara de ser factible cuan-do se trataba de grupos ms distantes y menos desarrollados.

    Para el periodo Sedentario, los datos respecto a la estructura de lossitios y a la distribucin y orientacin de las canchas de juego de pelotaindican la presencia de un sistema ceremonial ms complejo y funcio-nalmente diferenciado. Al igual que el de los Pueblos protohistricosposteriores, este sistema pudo haber sido estructurado de acuerdo conun calendario (vase Titiev 1960).

    Pruebas de la existencia de tales sistemas son evidentes en la cuen-ca de Mxico para el periodo Clsico medio, de 550 a 700 d.C. (Pasztory1978:130-135), y en Alta Vista y otros sitios Chalchihuites para 750 a 950d.C. (Aveni et al. 1982; Kelley y Kelley 1980). La adopcin de alguna ver-sin de esas ideas por la sociedad Hohokam y otras sociedades del sur-oeste norteamericano sirvi, al parecer, para coordinar los flujos de in-tercambio en varias escalas de interaccin social. Fue en ese momentoque muchos de los objetos exticos mexicanos (tales como las placas depirita de hierro y las campanas de cobre) entraron en el suroeste (es de-cir, antes de 1150 d.C.). Infiero que el mecanismo principal de esta trans-

    ferencia fue el intercambio ceremonial a lo largo del corredor Tepiman;aun cuando tambin es posible que los cazadores/recolectores del de-sierto de Chihuahua hayan actuado como agentes de transferencia paraalgunos objetos, especialmente las guacamayas escarlatas y las plumas(Nelson 1981; Olsen y Olsen 1974). El concepto de intercambio de bienesde prestigio postulado por Plog et al. (1982; vanse tambin McGuire1980; Nelson 1981) es una hiptesis compatible. A diferencia de la ma-yora de los modelos pochteca y de otros modelos relacionados con ellos(Kelley y Kelley 1975; Pailes 1980; Weigand 1979), que postulan lastransferencias a travs de grandes distancias entre unos cuantos puntosnodales, el modelo aqu presentado requiere de una cadena o red detransferencias continua, pero de corta distancia, a lo largo de la cual seiban pasando unos cuantos objetos exticos a travs de extensas distan-cias. Si se pudiera mostrar que esas conexiones no existieron, entoncesel tipo de modelo pochteca se volvera ms probable.

    La brecha o el rompimiento en la cadena de dialectos Tepiman pudohaberse dado alrededor del ao 1000 d.C., si es que se pueden aceptarlos clculos de la glotocronologa (Miller 1983). El hecho de que los tepe-huanes y los habitantes de la zona baja Piman pudieran entenderse mu-tuamente en fecha tan tarda como ca. 1550 d.C. (Sauer 1934) sugiere queesa brecha no haba existido por mucho tiempo. Tambin es significati-vo que para el ao 1150 d.C. enormes cambios hubieran tenido lugar enlos sistemas regionales a lo largo y ancho del suroeste norteamericano ydel norte de Mxico. La cultura sinaloense de la costa se expandi haciael norte alrededor del 1000 d.C. hasta alcanzar Guasave, donde domina los habitantes locales huatabampo (Ekholm 1942; Kelley 1980). La fasero Tunal termin alrededor de 1150 d.C. con el decaimiento de los cen-tros ceremoniales Chalchihuites representados los sitios de Schroeder yZape. Al parecer, los campesinos locales los retomaron ms tarde duran-te la fase Calera (Kelley 1971). En el suroeste norteamericano todos lossistemas regionales Hohokam del periodo sedentario, de Mimbres y deChaco se colapsaron y fueron reorganizados para los aos 1100-1150d.C. (LeBlanc 1980; Powers et al. 1983; Wilcox y Sternberg 1983). Simul-tneamente, en el Mxico central los brbaros invadieron los centros ci-vilizados de Tula y otras entidades se derrumbaron tambin (Armillas1964, 1969; Palerm y Wolf 1957).

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    Una reestructuracin fundamental de los sistemas de intercambio ycomunicacin en una enorme escala es evidenciada por la coyuntura deestos procesos. Infiero que un efecto de esa poca de inquietud fue elrompimiento de la cadena de dialectos tepiman por la gente de hablavarohio y tarahumara de las montaas. La evidencia de guerras es ge-neralizada para esa poca (Weigand 1979; Wilcox y Sternberg 1983).Adems, las guerras fueron endmicas en las sierras durante el periodohistrico temprano (Sauer 1934). As, la violencia pudo haber estado im-plicada en ese desplazamiento ecolgico.

    El rompimiento del nexo Tepiman est quiz relacionado con el ini-cio de un periodo de vigorosa innovacin cultural en las poblacionestarachitanes. El surgimiento de Casas Grandes, que vino a llenar el va-co de poder en la orilla del desierto de Chihuahua creado por el decai-miento de los centros ceremoniales de Durango, condujo, al parecer, a laformacin de una estructura de intercambio que vinculaba la costa deSinaloa y Guasave con la parte noreste de Chihuahua (vanse Kelley1971, 1980; Riley 1982; Wilcox y Sternberg 1983). La expansin de la po-blacin de habla opatn a expensas de los habitantes de Piman (Sauer1934) pudo haber avanzado en esa poca. De ser as, parece posible queel eje Guasave-Casas Grandes le diera la vuelta a Piman que estaba enmedio o que lo brincara. Se precisa de mucha ms indagacin arqueol-gica para poder explorar ms a fondo estas posibilidades (vanse Dirst1979; Pailes 1980).

    Sin embargo un hecho es claro: la concentracin de conchas en CasasGrandes y la produccin especializada ah mismo de campanas decobre, de guacamayas, de plumas y de cermica policromada todosellos artculos de intercambio de gran valor en esas sociedades consti-tuyen evidencia del surgimiento de un sistema panregional cuya estruc-tura era muy distinta a la de sus antecesores. Casas Grandes est ubica-do en el extremo sur de los sistemas regionales Salado y ro Grande ymantuvo un monopolio sobre el acceso de estos sistemas a los produc-tos exticos mexicanos. El papel anterior que he inferido para los habi-tantes del desierto de Chihuahua fue al parecer eliminado y el desarro-llo de aldeas sedentarias en el rea de Big Bend (Kelley 1956) quiz seaindicativo de su respuesta a nuevas circunstancias (vase asimismoHester 1975). Ms importante an, la operacin de redes regionales de

    matrimonio debi haber cambiado de manera fundamental. El patrngeneral del suroeste norteamericano de agrupamiento en comunidadesgrandes y los cambios organizativos relacionados con ese patrn pudie-ron haber constituido a la vez una respuesta a dichos cambios en el en-torno social (en las redes de matrimonio) y a la variabilidad o al riesgodel ambiente natural.

    El acceso a cnyuges potenciales es un requisito fundamental de lareproduccin social (Meillassoux 1981; Root 1983). El control monopli-co de valores ejercido por Casas Grandes pudo haber irrumpido a talgrado en el equilibrio de las redes de matrimonio en el suroeste norte-americano que muchas comunidades y sistemas locales empezaron aencaminarse hacia la extincin, al tiempo que otros crecieron y se vol-vieron ms complejos (vase Salisbury 1962; Wilcox 1984). El surgimien-to de alianzas entre mltiples comunidades dentro de los grupos tni-cos Pueblo que se volvieron endgamos y que de este modo redujeronel flujo neto de cnyuges a las reas adyacentes a la vez que siguieronrecibindolos de dichas reas pudo haber constituido una respuesta aesta situacin (Wilcox 1984). A final de cuentas, el abandono generaliza-do de la regin sobrevino particularmente en aquellas reas que al pare-cer carecieron de esas alianzas de endogamia entre mltiples comunida-des. El sistema de Casas Grandes tampoco logr sobrevivir. La guerrapudo haber sido una causa prxima de su desaparicin (Di Peso 1974),pero las causas ltimas an quedan por determinarse.

    CONCLUSIN

    En conclusin, se deben sealar algunas de las anomalas de mi argu-mento. El concepto de un corredor Tepiman implica la articulacin su-cesiva de los hohokam con los mogollones en el suroeste de Arizona(Sayles 1945), con la cultura del ro Sonora (o de otra cultura anterior)en Sonora (Pailes 1972, 1980), con la cultura Loma San Gabriel de Du-rango (Kelley 1971) y con la cultura chalchihuites de Zacatecas-Duran-go (Kelley 1971). Se supone que la naturaleza de esta articulacin cam-bi a lo largo del tiempo. Sin embargo, la cuestin de cmo identificar ocomprobar esta articulacin es un problema crucial que precisa de

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    Una reestructuracin fundamental de los sistemas de intercambio ycomunicacin en una enorme escala es evidenciada por la coyuntura deestos procesos. Infiero que un efecto de esa poca de inquietud fue elrompimiento de la cadena de dialectos tepiman por la gente de hablavarohio y tarahumara de las montaas. La evidencia de guerras es ge-neralizada para esa poca (Weigand 1979; Wilcox y Sternberg 1983).Adems, las guerras fueron endmicas en las sierras durante el periodohistrico temprano (Sauer 1934). As, la violencia pudo haber estado im-plicada en ese desplazamiento ecolgico.

    El rompimiento del nexo Tepiman est quiz relacionado con el ini-cio de un periodo de vigorosa innovacin cultural en las poblacionestarachitanes. El surgimiento de Casas Grandes, que vino a llenar el va-co de poder en la orilla del desierto de Chihuahua creado por el decai-miento de los centros ceremoniales de Durango, condujo, al parecer, a laformacin de una estructura de intercambio que vinculaba la costa deSinaloa y Guasave con la parte noreste de Chihuahua (vanse Kelley1971, 1980; Riley 1982; Wilcox y Sternberg 1983). La expansin de la po-blacin de habla opatn a expensas de los habitantes de Piman (Sauer1934) pudo haber avanzado en esa poca. De ser as, parece posible queel eje Guasave-Casas Grandes le diera la vuelta a Piman que estaba enmedio o que lo brincara. Se precisa de mucha ms indagacin arqueol-gica para poder explorar ms a fondo estas posibilidades (vanse Dirst1979; Pailes 1980).

    Sin embargo un hecho es claro: la concentracin de conchas en CasasGrandes y la produccin especializada ah mismo de campanas decobre, de guacamayas, de plumas y de cermica policromada todosellos artculos de intercambio de gran valor en esas sociedades consti-tuyen evidencia del surgimiento de un sistema panregional cuya estruc-tura era muy distinta a la de sus antecesores. Casas Grandes est ubica-do en el extremo sur de los sistemas regionales Salado y ro Grande ymantuvo un monopolio sobre el acceso de estos sistemas a los produc-tos exticos mexicanos. El papel anterior que he inferido para los habi-tantes del desierto de Chihuahua fue al parecer eliminado y el desarro-llo de aldeas sedentarias en el rea de Big Bend (Kelley 1956) quiz seaindicativo de su respuesta a nuevas circunstancias (vase asimismoHester 1975). Ms importante an, la operacin de redes regionales de

    matrimonio debi haber cambiado de manera fundamental. El patrngeneral del suroeste norteamericano de agrupamiento en comunidadesgrandes y los cambios organizativos relacionados con ese patrn pudie-ron haber constituido a la vez una respuesta a dichos cambios en el en-torno social (en las redes de matrimonio) y a la variabilidad o al riesgodel ambiente natural.

    El acceso a cnyuges potenciales es un requisito fundamental de lareproduccin social (Meillassoux 1981; Root 1983). El control monopli-co de valores ejercido por Casas Grandes pudo haber irrumpido a talgrado en el equilibrio de las redes de matrimonio en el suroeste norte-americano que muchas comunidades y sistemas locales empezaron aencaminarse hacia la extincin, al tiempo que otros crecieron y se vol-vieron ms complejos (vase Salisbury 1962; Wilcox 1984). El surgimien-to de alianzas entre mltiples comunidades dentro de los grupos tni-cos Pueblo que se volvieron endgamos y que de este modo redujeronel flujo neto de cnyuges a las reas adyacentes a la vez que siguieronrecibindolos de dichas reas pudo haber constituido una respuesta aesta situacin (Wilcox 1984). A final de cuentas, el abandono generaliza-do de la regin sobrevino particularmente en aquellas reas que al pare-cer carecieron de esas alianzas de endogamia entre mltiples comunida-des. El sistema de Casas Grandes tampoco logr sobrevivir. La guerrapudo haber sido una causa prxima de su desaparicin (Di Peso 1974),pero las causas ltimas an quedan por determinarse.

    CONCLUSIN

    En conclusin, se deben sealar algunas de las anomalas de mi argu-mento. El concepto de un corredor Tepiman implica la articulacin su-cesiva de los hohokam con los mogollones en el suroeste de Arizona(Sayles 1945), con la cultura del ro Sonora (o de otra cultura anterior)en Sonora (Pailes 1972, 1980), con la cultura Loma San Gabriel de Du-rango (Kelley 1971) y con la cultura chalchihuites de Zacatecas-Duran-go (Kelley 1971). Se supone que la naturaleza de esta articulacin cam-bi a lo largo del tiempo. Sin embargo, la cuestin de cmo identificar ocomprobar esta articulacin es un problema crucial que precisa de

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    nuevos datos y de nuevos mtodos (vanse Friedel 1979; Root 1983;Wobst 1978). Es posible que no todas esas poblaciones hablaran tepi-man. Los chalchihuites, por ejemplo, quiz hayan hablado un dialectotemprano del cazcn o de alguna otra lengua uto-azteca. Incluso loshohokam pudieron haber hablado un dialecto de taracahitan u otra len-gua no tepiman (Crosswhite 1981; Wick Miller, comunicacin personal1983).

    Las analogas histricas (Pennington 1969) sugieren que es pocoprobable que hayan existido aldeas en el accidentado territorio al surdel ro Verde, entre Zape y Chinipas. Los tepehuanes del norte, que his-tricamente ocuparon esa zona, quiz sean descendientes de las pobla-ciones de Loma San Gabriel que fueron empujadas al oeste hacia las Sie-rras durante el periodo protohistrico (Riley y Winters 1983). Otros aca-dmicos discuten la derivacin de Loma San Gabriel y sugieren que lostepehuanes emigraron hacia el sur ms o menos en la misma poca delcolapso de Casas Grandes (Fowler 1980; Wigberto Jimnez Moreno,comunicacin personal 1983). Sin embargo, la dificultad fundamentalde mi modelo Tepiman y de cualquier otro modelo es la casi total ausen-cia de datos arqueolgicos procedentes de la mayor parte de la zona de775 km de Zape a lo largo del ro Verde y de Chinipas hasta la fronterainternacional. El llamado de hace ms de 40 aos durante la tercera reu-nin de Mesa Redonda a realizar investigaciones en el valle de Chinipas(Beals y Haury 1944: 355) ha quedado sin respuesta. Si este artculo con-tribuyera algo ms, espero que pueda despertar un renovado inters enla arqueologa de esa importante zona.

    Reconocimientos

    El presente artculo se desarroll a partir de un estudio de las canchasde juego de pelota Hohokam y su interpretacin, con fondos del WesternArchaeological Center y del National Park Service, mediante un contratocon el Museo Estatal de Arizona de la Universidad de Arizona. Extien-do mi agradecimiento a todas las partes involucradas por haberme se-alado los lmites del trabajo por contrato. Joah Mathien y RandallMcGuire me invitaron generosamente a preparar este artculo para susimposio. Una gran ayuda en mi lucha por entender los problemas de

    los contactos culturales entre Mesoamrica y el suroeste norteamerica-no me fue proporcionada por numerosas cartas y papeles enviados porJ. Charles Kelley, Richard Pailes, Phil Weigand, Wick Miller y CatherineFowler. Estoy tambin especialmente en deuda con Edwin Ferdon, EmilHaury, David Gregory, Cary Feinman, R. Ben Brown, Barney Burns,Thomas Naylor, Vernon Scarborough y el finado Charles Di Peso por suayuda y apoyo. Se ley una versin de este artculo en la XVIII reuninde Mesa Redonda en Taxco, Guerrero, Mxico, donde tuve el gran gustode recibir los comentarios de Beatriz Braniff y Wigberto JimnezMoreno. Sin embargo, es slo ma la responsabilidad de cualquier erroro interpretacin incorrecta.

    Por la mecanografa inicial y su ayuda editorial agradezco a MariaAbdin y a Ben Smith. Por su apoyo en la preparacin de la versin parapublicacin, doy mi especial reconocimiento a Philip Thompson, Do-nald Weaver y Lillia Scott del Museo del Norte de Arizona. Finalmente,sin la perseverancia y entusiasmo de mi esposa Susan este artculo nohabra sido posible.

    Traduccin de Paul C. Kersey y scar Mazn

    BIBLIOGRAFA

    ARMILLAS, Pedro, Northern Mesoamrica, en Prehistoric Man in the New World,Jesse D. Hennings y Edward Norbeck (eds.), Chicago, University of Chica-go Press, 1964, pp. 291-330.

    , The Arid Frontier of Mexica Civilization, New York Academy of SciencesBulletin, 2(316), 1969, pp. 697-704.

    AVENI, Anthony, F. Horst HARTUNG y J. Charles KELLEY, Alta Vista (Chalchihui-tes): Astronomical Implications of a Mesoamerican Ceremonial Outpost atthe Tropic of Cancer, en American Antiquity, 47, 1982, pp. 316-335.

    BARTH, Fredrik, Ethnic Processes on the Pathan-Baluch Boundary, en John J.Gumperz y Dell Hymes (eds.), Directions in Sociolinguistics, The Ethnographyof Communication, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1972, pp. 454-464.

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    nuevos datos y de nuevos mtodos (vanse Friedel 1979; Root 1983;Wobst 1978). Es posible que no todas esas poblaciones hablaran tepi-man. Los chalchihuites, por ejemplo, quiz hayan hablado un dialectotemprano del cazcn o de alguna otra lengua uto-azteca. Incluso loshohokam pudieron haber hablado un dialecto de taracahitan u otra len-gua no tepiman (Crosswhite 1981; Wick Miller, comunicacin personal1983).

    Las analogas histricas (Pennington 1969) sugieren que es pocoprobable que hayan existido aldeas en el accidentado territorio al surdel ro Verde, entre Zape y Chinipas. Los tepehuanes del norte, que his-tricamente ocuparon esa zona, quiz sean descendientes de las pobla-ciones de Loma San Gabriel que fueron empujadas al oeste hacia las Sie-rras durante el periodo protohistrico (Riley y Winters 1983). Otros aca-dmicos discuten la derivacin de Loma San Gabriel y sugieren que lostepehuanes emigraron hacia el sur ms o menos en la misma poca delcolapso de Casas Grandes (Fowler 1980; Wigberto Jimnez Moreno,comunicacin personal 1983). Sin embargo, la dificultad fundamentalde mi modelo Tepiman y de cualquier otro modelo es la casi total ausen-cia de datos arqueolgicos procedentes de la mayor parte de la zona de775 km de Zape a lo largo del ro Verde y de Chinipas hasta la fronterainternacional. El llamado de hace ms de 40 aos durante la tercera reu-nin de Mesa Redonda a realizar investigaciones en el valle de Chinipas(Beals y Haury 1944: 355) ha quedado sin respuesta. Si este artculo con-tribuyera algo ms, espero que pueda despertar un renovado inters enla arqueologa de esa importante zona.

    Reconocimientos

    El presente artculo se desarroll a partir de un estudio de las canchasde juego de pelota Hohokam y su interpretacin, con fondos del WesternArchaeological Center y del National Park Service, mediante un contratocon el Museo Estatal de Arizona de la Universidad de Arizona. Extien-do mi agradecimiento a todas las partes involucradas por haberme se-alado los lmites del trabajo por contrato. Joah Mathien y RandallMcGuire me invitaron generosamente a preparar este artculo para susimposio. Una gran ayuda en mi lucha por entender los problemas de

    los contactos culturales entre Mesoamrica y el suroeste norteamerica-no me fue proporcionada por numerosas cartas y papeles enviados porJ. Charles Kelley, Richard Pailes, Phil Weigand, Wick Miller y CatherineFowler. Estoy tambin especialmente en deuda con Edwin Ferdon, EmilHaury, David Gregory, Cary Feinman, R. Ben Brown, Barney Burns,Thomas Naylor, Vernon Scarborough y el finado Charles Di Peso por suayuda y apoyo. Se ley una versin de este artculo en la XVIII reuninde Mesa Redonda en Taxco, Guerrero, Mxico, donde tuve el gran gustode recibir los comentarios de Beatriz Braniff y Wigberto JimnezMoreno. Sin embargo, es slo ma la responsabilidad de cualquier erroro interpretacin incorrecta.

    Por la mecanografa inicial y su ayuda editorial agradezco a MariaAbdin y a Ben Smith. Por su apoyo en la preparacin de la versin parapublicacin, doy mi especial reconocimiento a Philip Thompson, Do-nald Weaver y Lillia Scott del Museo del Norte de Arizona. Finalmente,sin la perseverancia y entusiasmo de mi esposa Susan este artculo nohabra sido posible.

    Traduccin de Paul C. Kersey y scar Mazn

    BIBLIOGRAFA

    ARMILLAS, Pedro, Northern Mesoamrica, en Prehistoric Man in the New World,Jesse D. Hennings y Edward Norbeck (eds.), Chicago, University of Chica-go Press, 1964, pp. 291-330.

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    AVENI, Anthony, F. Horst HARTUNG y J. Charles KELLEY, Alta Vista (Chalchihui-tes): Astronomical Implications of a Mesoamerican Ceremonial Outpost atthe Tropic of Cancer, en American Antiquity, 47, 1982, pp. 316-335.

    BARTH, Fredrik, Ethnic Processes on the Pathan-Baluch Boundary, en John J.Gumperz y Dell Hymes (eds.), Directions in Sociolinguistics, The Ethnographyof Communication, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1972, pp. 454-464.

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    BEALS, Ralph y Emil HAURY, Summary of Sections Dealing with Mesoamericaand the Southwest, en El norte de Mxico y el sur de Estados Unidos, TerceraReunin de Mesa Redonda sobre Problemas Antropolgicos de Mxico yCentroamrica, vol. 3, Mxico, Sociedad Mexicana de Antropologa, 1944,pp. 351-355.

    BLOM, Frans, The Maya Ball-Game pok-Ta-Pok (Called Tlachtli by the Aztec),Middle American Research Institute, Tulane University, Publication nm. 4,1932, pp. 485-530.

    BORHEGYI, Stephan F. de, The Pre-Columbian Ballgame: A Pan-Mesoamerican Tradi-tion, Milwaukee Public Museum Contributions in Anthropology and Histo-ry, nm. 1, 1980.

    BRAND, Donald D., Notes on the Geography and Archaeology of Zape, Du-rango, en Donald D. Brand y Fred E. Harvey (eds.), So Live the Works ofMen, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1939, pp. 75-106.

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    BREW, J.O., Introduction, en Papers of the Excavators Club, 1(2), Boston, 1940,pp. 3-5.

    , On the Pueblo IV and on the Katchina-Tlaloc Relations, en El norte de M-xico y el sur de Estados Unidos, Tercera Reunin de Mesa Redonda sobre Pro-blemas Antropolgicos de Mxico y Centroamrica, vol. 3, Mxico, Socie-dad Mexicana de Antropologa, 1944, pp. 241-245.

    BROWN, Roy Bernard, A Preparatory Statement to a Paleoecological Study on theNorthern Frontier of Mesoamerica, manuscrito archivado, Arizona State Mu-seum Library, University of Arizona, Tucson, 1980.

    CORBETT, John M., Ball Courts and Ball Games of the Ancient American Indians, tesisde maestra no publicada, Departamento de Antropologa, University ofSouthern California, Los Angeles, 1939.

    CROSSWHITE, Frank S., Desert Plants, Habitat and Agriculture in Relation to theMajor Pattern of Cultural Differentiation in the Oodham People of the So-noran Desert, en Desert Plants, 3(2), 1981, pp. 47-76.

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    DIRST, Victoria Ann, A Prehistoric Frontier in Sonora, tesis de maestra no publica-da, University of Arizona, Tucson, University Microfilms, Ann Arbor, 1979.

    EKHOLM, Gordon F., Excavations at Guasave, Sinaloa, Mxico, Anthropological Pa-pers of the American Museum of Natural History, nm. 38(4), Nueva York,1942.

    FERDON, Edwin N. Jr., The Hohokam Ball Court: An Alternative View of ItsFunction, en The Kiva, 33(1), 1967, pp. 1-14.

    FLANNERY, Kent V., The Origins of the Village as a Settlement Tupe in Meso-america and the Near East: A Comparative Study, en Man, Settlement andUrbanism, Peter J. Ucko, Ruth Tringham y A.W. Dimbleby (eds.), Londres,Duckworth, 1972, pp. 23-53.

    FORD, Richard I., Gardening and Farming Before A.D. 1000: Patterns of Prehis-toric Cultivation North of Mexico, en Journal of Ethnobiology, 10, 1981, pp.6-27.

    FOWLER, Catherine, Some Lexical Clues to Uto-Aztecan Prehistory, ponenciapresentada en el Uto-Aztecan Historical Symposium, 24 de junio, en el Lin-guistics Institute, University of New Mexico, Albuquerque, 1980.

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    GREENBERG, H., Essays in Linguistics, Chicago, Phoenix Books, 1963.GROVE, David C., The Formative Period and the Evolution of Complex Cultu-

    re, en Jeremy A. Sabloff (ed.), Archaeology, Supplement to the Handbook ofMiddle American Indians, vol. 1, Victoria Reifler Bricker, (ed. gen), Austin,University of Texas Press, 1981, pp. 373-391.

    HAAS, Mary R., The Prehistory of Languages, La Haya, Mouton, 1969.HAMMOND, George P. y Agapito REY, Don Juan de Oate: Colonizer of New Mexico,

    1596-1628, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1953.HAURY, Emil W., The Problem of Contacts Between the Southwestern United

    States and Mexico, en Southwestern Journal of Anthropology, 1(1), 1945, pp.55-74.

    , The Hohokam: Desert Farmers and Craftsmen, Tucson, University of ArizonaPress, 1976.

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    BEALS, Ralph y Emil HAURY, Summary of Sections Dealing with Mesoamericaand the Southwest, en El norte de Mxico y el sur de Estados Unidos, TerceraReunin de Mesa Redonda sobre Problemas Antropolgicos de Mxico yCentroamrica, vol. 3, Mxico, Sociedad Mexicana de Antropologa, 1944,pp. 351-355.

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  • E L NEXO T E P IMAN

    8 1

    DAV ID R . W I LCOX

    8 0

    MARTIN, Paul S. y Fred PLOG, The Archaeology of ARizona, Garden City, NuevaYork, Doubleday/Natural History Press, 1973.

    MEILLASSOUX, Claude, Maidens, Meal and Money: Capitalism and the DomesticCommunity, Cambridge, England, Cambridge University Press, 1981.

    MILLER, Wick R., Uto-Aztecan Languages, en Alfonso Ortiz (ed.), Southwest,Handbook of North American Indians, vol. 10, William G. Sturtevant, (ed.gen.), Washington D.C., Smithsonian Institution, 1983, pp. 113-124.

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    NEEDHAM, Rodney, Polythetic Classification: Convergence and Consequences, enMan, 10(3), 1975, pp. 349-369.

    NEILSON, Richard S., The Role of a Pochteca System in Hohokam Exchange, tesis dedoctorado, Nueva York, New York University, University Microfilms, AnnArbor, 1981.

    OLSEN, Stanley y John W. STANLEY, The Macaws of Grasshopper Ruin, en TheKiva, 40(1-2), 1974, pp. 67-70.

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    PENNINGTON, Campbell W., The Tepehuan of Chih