Un picu y tres foces_ La Llambría, La Escalada, La Saolla y Les Cuerries (13-10-10)
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© by Santos J. Álvarez (Principáu d´ Asturies) Página - 1
UN PICU Y TRES FOCES: LA LLAMBRÍA, LA ESCALADA, LA SAOLLA Y LES CUERRIES
ACERCAMIENTO EN COCHE HASTA EL INICIO DE LA RUTA SSAALLIIDDAA DDEE:: OOvviieeddoo HHOORRAA:: 06:50 LLLLEEGGAADDAA AA:: TTaarraanneess HHOORRAA:: 08:40 TTIIEEMMPPOO EEMMPPLLEEAADDOO:: 1 hora y 50 minutos KKIILLÓÓMMEETTRROOSS:: 102 Se sale de Oviedo por la A-64 (dirección Santander), para enlazar en Lieres con la N-634, por
la que se llega hasta Arriondas; aquí cogemos la N-625 para llegar hasta Cangas de Onís, y
proseguimos por la misma hasta la localidad de Santillán, donde tomamos a la derecha la carretera
AS-261. En el punto kilométrico 10 de esta carretera, está situado el inicio/final de la foz de
Cuerries, y aquí dejamos aparcado un coche para proseguir en el otro hasta Taranes, lugar de inicio
de la ruta a realizar.
TTRRAAMMOO II:: DDEE TTAARRAANNEESS AALL PPIICCUU LLAA LLLLAAMMBBRRÍÍAA ((AATTRRAAVVEESSAANNDDOO LLAA FFOOZZ DDEE LLAA EESSCCAALLAADDAA))
SSAALLIIDDAA DDEE:: TTaarraanneess HHOORRAA:: 09:15 LLLLEEGGAADDAA AA:: CCuummbbrree ddeell ppiiccuu LLaa LLllaammbbrrííaa HHOORRAA:: 12:36 TTIIEEMMPPOO EEMMPPLLEEAADDOO:: ((iinncclluuiiddaass llaass ppaarraaddaass)) 33 hhoorraass yy 2211 mmiinnuuttooss KKIILLÓÓMMEETTRROOSS:: 6,2
* Fecha: 13 de octubre de 2.010 (miércoles)
* Quienes realizaron la ruta: Jonatan, Javi Gudín, Alex, Javi Cienfuegos y Santos * Tipo de ruta: circular [Mapa: hoja 54-IV del I.G.N.]
* Tiempo total empleado (incluidas las paradas): 10 horas y 16 minutos.
* Distancia total: 18,5 km.
* Desniveles: - Desnivel máximo de subida: 1.184 m. (desde los 565 m. de Taranes, hasta los 1.749 m. del
picu La Llambría)
- Desnivel acumulado en subida: 1.469 m.
- Desnivel máximo de bajada: 939 m. (desde los 1.749 m. del picu La Llambría, hasta los 810
m. del cruce del río Samedón, en el fondo del monte Agüera).
- Desnivel acumulado en bajada: 1.720 m.
* Condiciones atmosféricas: Inicialmente y durante prácticamente toda la mañana y hasta bien
entrado el mediodía, estuvo muy nublado y con mucha niebla; de hecho, la subida hasta el picu La
Llambría la hicimos prácticamente envueltos en la niebla. Luego a partir del inicio de la tarde
empezó a despejar un poco, se levantó la niebla, y las nubes que había eran más bien altas, por lo
que hubo bastantes momentos en que llegó a salir el sol.
La temperatura al principio de la mañana era más bien algo fría y con bastante humedad,
luego cuando comenzó a levantar la niebla ya pudimos ir incluso en manga corta.
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A la entrada del pueblo de Taranes, junto al puente que cruza el río, hay un pequeño apartadero
donde dejar aparcado el coche. Aquí justamente enfrente, arranca un empedrado camino que
debemos tomar, y donde un expresivo cartel nos indica la ¡peligrosidad de la ruta!
A los pocos metros pasamos junto a un antiguo molino y el cruce con un camino que por la
derecha proviene del centro del pueblo. Un poco más arriba dejamos de lado otro empedrado
camino que se desvía hacia la izquierda, y que fue por donde en una anterior ocasión realizamos la
ruta de subida hacia el Tiatordos.
Continuamos la subida de frente por este camino de bastante buen trazado, que
progresivamente se va apartando del cauce del río Taranes.
Miramos hacia
cotas más altas y parece
que la niebla lo envuelve
todo, no dejándonos
apenas ver los peñascos y
picos que constriñen la
foz por donde discurre el
río. Hacia atrás
contemplamos
perfectamente el pueblo
de Taranes, que aún
mantiene encendido el
alumbrado de sus calles.
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Poco a poco la empinada caleya se
vuelve más llana y llevadera, y
comenzamos a vislumbrar al frente la
impresionante entalladura de la foz de
La Escalada, mientras que volvemos a
acercarnos al cauce del río.
Verticales e impresionantes paredes de piedra dan
paso a la entrada a la foz, cruzando el río por un robusto
puente de piedra, junto al que ya podemos ver una de las
muchas cascadas que se forman en el mismo.
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Comenzamos a atravesar la
foz por un camino prácticamente
excavado en la roca, en cuyo tramo
más aéreo tiene una pequeña
barandilla metálica de protección,
siendo éste quizás el punto más
bonito de la misma, pues por entre
las grietas de la vertical mole
rocosa de la derecha se filtra el
agua a borbotones, formando
pequeñas cascadas que caen
directamente sobre el camino.
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Según vamos ganando altura por un estrecho y
serpenteante camino, nos vamos alejando y
saliendo de lo más estrecho de la foz, mientras a nuestra
izquierda contemplamos la frondosa foz de la Riega el
Texu.
Las curvas del camino dan paso a un tramo menos
pendiente, por donde retornamos nuevamente
junto al cauce del río, al pie del cual tenemos que
atravesar una portilla, entrando en la antigua majada del
Fresno, hoy en día abandonada, y de la que apenas
quedan restos.
Este lugar es encrucijada de
caminos, pues desde aquí parte un sendero
bastante visible que se desvía hacia la
izquierda con dirección a cruzar el río para
luego afrontar los duros recuestos del
camino del Monte La Bufona. De hecho el
camino que debemos seguir nosotros es apenas visible, pues en este punto discurre por una pequeña
campera de verde pradería, por lo que apenas está marcado sobre el terreno; sin embargo, si
continuamos unos metros hacia arriba por esa campera, y con tendencia hacia la derecha, no
tendremos problemas en volver a encontrar el camino correcto.
El sendero prosigue ladera arriba hacia la cabecera del valle, ocasionalmente diluido y
difuminado por la vegetación de monte bajo y helechos que lo enmascaran. La cortina de
densa niebla entra y sale caprichosamente tanto por las cumbres de la montaña como por el fondo de
los valles, y tan pronto
parece como que se va
abrir un claro, como que
al instante lo vuelve a
invadir todo sumiéndonos
en un impenetrable reino
de penumbras. Sin
embargo, ocasionalmente
esos pequeños claros nos
dan ocasión de
contemplar los fabulosos
Puertos de Taranes, y la
crestería del
Campigüeños, y a
nuestras espaldas va
desapareciendo la
apretada foz de La
Escalada.
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Como fantasmas emergiendo de un reino de tinieblas, se nos van apareciendo las ruinas de las
cabañas de la majada de Daón, distribuidas por la verde pradería de la ladera, y al cobijo de
varios fresnos. Aprovechamos el cobijo que nos ofrecen para hacer una breve parada para
tomarnos un pequeño descanso y comernos unas galletas y unos frutos secos.
Proseguimos la marcha hacia la derecha, tomando un sendero que va faldeando en diagonal y
en cómoda subida el valle del Piegüé, y que tras un corto recorrido nos lleva hasta la otra
majada de Piegüé. Alrededor de una cabaña de piedra en buen estado y bien conservada, que tiene
incluso chimenea, se arremolinan los restos de otras, de las que apenas quedan los muros y las
techumbres de lajas de piedra caídas en su interior. En un extremo de la campera donde se aloja la
majada, localizamos una vetusta y artesanal fuente, sumida también en el olvido.
Desde la fuente tomamos el
sendero ascendente que se adentra
por una zona de monte bajo y piorno,
conduciéndonos directamente al Collaín
Mediovalle, al pie de la pequeña laguna
(más bien charca) de Llagos, en cuya
campera hay clavada una vara-testigo
para medir la cantidad de nieve caída.
Desde el collaín y la charca
proseguimos ladera arriba a través del valle Llampos, por praderías que empiezan a verse
invadidas por los helechos y desprovistas de arbolado, donde localizamos la fuente con abrevadero
de Fonfría, del año 1.950, que no viene registrada en el mapa, y que nos sirvió para echar un buen
trago de sus frías aguas.
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Seguimos ladera arriba por los Foyos de
Piegüé, surcando una especie de
pequeñas barranqueras escavadas en el terreno
a consecuencia de la escorrentía del agua, por
donde comenzamos a alcanzar lo cimero de la
crestería, en las proximidades del Porru Güé.
Persiste la densa niebla, y la ausencia
de caminos y senderos (que no sean otros que
los pateados por el ganado) nos desorientan un
poquito haciendo que nos dirijamos hacia el
mencionado Porru Güé; pero tiramos de G.P.S. y hacemos la rectificación oportuna.
Según vamos ganando altura hay
momentos en que la niebla parece
querer levantar, permitiéndonos
contemplar la ya cercana cumbre de La
Llambría, coronada por su característica
caseta de madera con fines de
comunicación para Protección Civil, a la
que alcanzamos en pocos minutos más.
Al pie de la misma, un pequeño montón
de piedras aloja el bote destinado a dejar
la tarjeta de cumbres, y del que
recogimos la del “G. M. Texu” de
Blimea, depositada por Maribel y Hevia
el 9 de septiembre de 2.010, dejando en
su interior la nuestra.
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Los 1.749 metros de altura de esta cumbre, garantizan con casi toda seguridad unas vistas
panorámicas de impresión, que nos quedamos con la ganas de poder disfrutar, pues la persistente
niebla continúa envolviéndolo todo, y apenas unos tímidos y fugaces claros nos permiten adivinarlas
e intuirlas. Lástima que el esfuerzo llevado a cabo en esta ocasión no haya tenido su merecida y justa
recompensa; máxime para
Cienfuegos, siendo ésta la
segunda ocasión que pisa esta
cumbre, y las dos con una niebla
que no permitía ver casi nada; y
eso, para los que nos recreamos y
extasiamos con la contemplación
del espectáculo que constituyen
esas vistas, guardándolas casi de
forma indeleble en lo más
profundo de nuestro cerebro y
también en nuestra cámara de
fotos, no deja de ser, por decirlo
de alguna manera, un poco
frustrante. Pero como se suele
decir, ¡a la tercera va la vencida!
De todas maneras, mientras nos reponemos del esfuerzo de la subida y hacemos tiempo
esperando a ver si levanta la niebla, recorremos unos metros del reborde del impresionante cortado
que se desploma por la cara Norte.
TTRRAAMMOO IIII:: DDEELL PPIICCUU LLAA LLLLAAMMBBRRÍÍAA AA LLAA CCOOLLLLAADDAA LLLLUUÉÉSS
((AATTRRAAVVEESSAANNDDOO LLAA FFOOZZ DDEE LLAA SSAAOOLLLLAA)) SSAALLIIDDAA DDEE:: CCuummbbrree ddeell ppiiccuu LLaa LLllaammbbrrííaa HHOORRAA:: 13:00 LLLLEEGGAADDAA AA:: CCoollllaaddaa LLlluuééss HHOORRAA:: 17:15 TTIIEEMMPPOO EEMMPPLLEEAADDOO:: ((iinncclluuiiddaass llaass ppaarraaddaass)) 44 hhoorraass yy 1155 mmiinnuuttooss KKIILLÓÓMMEETTRROOSS:: 7,9
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Finalmente, y como parece que no tiene pinta de mejorar, reemprendemos la marcha y nos
dirigimos hacia abajo por la crestería meridional del pico, siguiendo la casi rectilínea
alambrada que la recorre, y dejando inicialmente de lado y a nuestra izquierda unos cuantos “jous” y
depresiones calizas. En la bajada pasamos por el pequeño promontorio rocoso del Fitu Cardosu, por
donde saltamos la alambrada de delimitación de pastos de concejos.
Miramos hacia atrás, y
contemplamos en lo alto la cumbre del
picu La Llambría, que curiosamente y
ahora que nosotros lo hemos dejando,
comienza a verse libre y despejado de
la niebla. Y mira que cuando
estábamos arriba lo comentamos,
¡seguro que cuando nos marchemos
levanta la niebla!; y así fue.
Desde el Fitu Cardosu tiramos
directamente ladera abajo, con
tendencia hacia la izquierda,
adentrándonos en la parte alta del hayedo
del Monte La Vega, cuyos árboles todavía
atrapan y retienen parte de la niebla,
atravesándolo envueltos en un halo con
recuerdos a magia y misterio.
Tras atravesar esta zona boscosa
salimos a las despejadas praderías
de la cabecera del Valle Capiella, donde
aprovechamos para hacer otra parada y
comer el bocadillo. Parece que la niebla y
las nubes bajas comienzan a desaparecer,
lo que nos permite descubrir las
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panorámica que se abren ante nosotros: Cuetón de Les Travieses, picu Los Tornos (Peña Crespa), el
Maoño; más cercano vemos un pequeño collado sobre el que se asienta la majada de Muniellu, y un
poco hacia la derecha intuimos la brecha en la que se esconde la foz de La Saolla.
Con el estomago lleno seguimos
ladera abajo por el Valle Capiella,
en busca del cauce de la Reguera Los
Adiellos. Inicialmente teníamos pensando
seguir por la margen derecha del arroyo,
pero seguimos por la izquierda al ver un
claro sendero que se desviaba hacia ese
lado.
Luego cuando vimos que se
empezaba a alejar del mismo,
optamos por dejarlo y bajar
directamente hacia el cauce
prácticamente seco del arroyo, por
donde continuamos unas decenas de
metros más.
En este tramo, la Reguera Los
Adiellos, que atraviesa la Vega de
Muniellu, lleva muy poca agua, aunque
progresivamente va adquiriendo más
caudal, sin dejar de ser en todo
momento un pequeño arroyo.
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Tras caminar un trecho por el
pedregoso cauce del reguero,
encontramos un claro y visible sendero
que discurre por su margen derecha, y
que sin dificultad alguna nos lleva hasta
unas despejadas praderías ubicadas sobre
una especie de pequeño promontorio;
echando la vista atrás contemplamos la
Vega de Muniellu por donde discurre la
reguera por la que hemos bajado, y
frente a nosotros se levanta la Peña
Toral, al pie de la cual está el Colláu
Incós, y bajo la que se adivina la foz de
Saolla, tapada aún por una zona boscosa.
Bajamos por esa pequeña ladera boscosa para retornar otra vez al cauce del río, que ahora ya
es el Samedón, que vamos recorriendo por un sendero que discurre por la margen derecha. Si
hasta ahora hemos disfrutado de unos parajes y unos paisajes extraordinarios, sin embargo, a partir
de aquí comienza lo que considero un deleite
para los sentidos, una “delicatessen” de la
naturaleza. La foz se va estrechando
progresivamente hasta encajonarse
definitivamente entre sendos enormes
peñascales que la constriñen por ambos
lados, y donde una enorme roca está
encajada en mitad del cauce del río,
formando por delante una pequeña charca,
mientras que al otro lado cae el agua en
cascada formando una poza de mayores
dimensiones y profundidad. Justo por
delante de esta roca es por donde hay
que cruzar el río. Afortunadamente, y a
pesar de las lluvias caídas en los últimos
días, no lleva excesiva agua, pues en
caso contrario habría que descalzarse y
mojarse un poquito los pies.
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Aprovechamos las piedras
sumergidas en el mismo cauce del
río y que sobresalen algo a la
superficie, para ir pisando y
saltando sobre las mismas, al
tiempo que guardamos un inestable
equilibrio con los bastones, pese a
todo lo cual no podemos evitar que
se nos hayan mojado algo la botas,
ganando la orilla opuesta y
saliendo de la foz por un estrecho
pasillo que forma la propia roca de
mitad del río y la ladera rocosa
opuesta.
Inmediatamente salimos y
dejamos atrás la foz para
comenzar una bajada por una
ladera boscosa, a través de un
difuminado y casi inexistente
sendero, que inicialmente nos aleja
del arroyo, para luego retornar
nuevamente a él, en lo más
profundo del Monte Agüera. En
otro de esos parajes de ensueño y
fábula, donde la frondosidad del
bosque de hayas apenas deja pasar
los rayos del sol y donde la
humedad y la falta de abundante luz lo ha tapizado todo,
el suelo, las rocas, los árboles, con una esponjosa
alfombra de musgo, de un color verde intenso.
Si tuviéramos que buscar un lugar donde poder localizar
a cualquiera de esos fantásticos seres de la mitología
asturiana, como por el ejemplo el busgosu, sin lugar a
dudas sería aquí. Pero, a pesar de que nos detuvimos
durante un buen rato para sacar fotografías y empaparnos
de la magia del lugar, sin embargo no nos “topamos” con
ninguno.
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Cruzamos nuevamente el arroyo
y remontamos ladera arriba
adentrándonos hacia el bosque de La
Llambría, siguiendo el track que
teníamos marcado en el G.P.S., pues por
aquí no hay sendero alguno, a pesar de
que durante un breve trecho
encontramos la traza de lo que parecía
un ancestral camino.
Subiendo directamente hacia
arriba, por entre la espesura del
bosque, enlazamos con un camino
bastante abandonado que sale hacia la
izquierda, bordeando las inclinaciones
del terreno, y por él continuamos una más lenta subida.
Ese camino nos lleva a enlazar con otro más ancho y mejor conservado por el que alcanzamos
el Collado Valleyu. Desde aquí es solamente seguirlo, en una prolongada subida que nos lleva
directamente al Collado Llués.
TTRRAAMMOO IIIIII:: DDEE LLAA CCOOLLLLAADDAA LLLLUUÉÉSS AA LLAA CCAARRRREETTEERRAA AASS--226611
((AATTRRAAVVEESSAANNDDOO LLAA FFOOZZ DDEE LLEESS CCUUEERRRRIIEESS)) SSAALLIIDDAA DDEE:: LLaa CCoollllaaddaa LLlluuééss HHOORRAA:: 17:29 LLLLEEGGAADDAA AA:: CCaarrrreetteerraa AASS--226611 HHOORRAA:: 19:31 TTIIEEMMPPOO EEMMPPLLEEAADDOO:: ((iinncclluuiiddaass llaass ppaarraaddaass)) 22 hhoorraass yy 0022 mmiinnuuttooss KKIILLÓÓMMEETTRROOSS:: 4,4
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En la despejada campera del
collado Llués, donde
aprovechamos para tomarnos un
breve descanso junto a la fuente-
abrevadero y echar un buen trago de
agua, teníamos una doble alternativa:
o proseguir hacia la foz de Les
Cuerries, donde al final de la misma
habíamos dejado un coche, como
inicialmente estaba planeado; o bajar
directamente por la pista hacia
Taranes, por la collada del mismo
nombre, y donde habíamos dejado el
otro vehículo.
Finalmente decidimos seguir la primera
de las opciones, y enfilamos por la pista que
conduce a Valle Moru hasta llegar a la collada
Cuadramoñu, donde atravesamos por mitad de
sus praderías y pasamos junto a una de las
cabañas allí situadas, atravesando un cierre de
alambre de espinos.
En la collada tomamos un camino
que arranca desde los mismos prados, y
que luego comienza a meternos en
bajada hacia las laderas del bosque de
Monte Agudo, hasta conducirnos a una
abandonada y medio derruida cabaña de
piedra (la cabaña de Corina), donde
finaliza.
Desde la misma cabaña
contemplamos más abajo todo el valle de
Corina por donde hemos de bajar; una pindia ladera de altos pastos y helechos que prácticamente se
desciende rectilíneamente, pasando junto a los restos y vestigios de otras dos cabañas de piedra.
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Al final del valle desembocamos directamente
al cauce del río Les Cuerries, al que
accedemos tras saltar una portilla de palos, y que
tenemos que cruzar a la orilla opuesta saltando por
entre las piedras.
Aquí comienza el recorrido de otro de esos
parajes de ensueño, que en nada tiene que envidiar o
desmerecer a lo que hasta ahora hemos visto en esta
jornada.
La foz de Les Cuerries es recorrida por
un sendero que casi en todo momento va
pegado al cauce del río, discurriendo
inicialmente por su margen derecho para
afrontar una corta pero empinada bajada. Luego,
el sendero nos lleva a atravesar sucesivamente
el río en varias ocasiones; no hay puentes ni
nada que se le parezca, por lo que hay que
hacerlo saltando y apoyando por encima de las
piedras, sin que ofrezca mayor dificultad, y
corriendo únicamente el riesgo de mojarnos un
poco los pies.
Toda esta foz, desde el mismo lugar en
que tomamos contacto con ella en el
fondo del Valle Corina, hasta su final en la
confluencia con la carretera, aproximadamente
unos dos kilómetros y medio de longitud, es de
una belleza extraordinaria y casi me atrevo a
decir que inigualable, que nos deja con la boca
abierta y con cara de asombro a cada paso o
vuelta del camino que damos. La penumbra
existente en la misma debido a su encajonamiento y a la hora tan tardía del día cuando la recorrimos,
impidió que las muchas fotografías que hicimos tuvieran una calidad medianamente aceptable, pues
la mayoría salían borrosas, movidas, oscuras o con poca definición, ¡una verdadera lástima!; pero
aunque hubieran salido perfectas, en modo alguno darían una mínima idea de su belleza.
© by Santos J. Álvarez (Principáu d´ Asturies) Página - 16
Las sensaciones que se tienen al
recorrer esta indescriptible foz son muy
similares a las ya sentidas cuando
atravesamos tanto la foz de La Saolla
como el Monte Agüera, en el fondo del
valle del río Samedón.
Un total de nueve veces tuvimos
que cruzar el cauce del río, aunque bien es
verdad que un par de ellas nos las
hubiéramos podido ahorrar, debido a que
en la parte media del recorrido la foz se va
abriendo y el sendero se va difuminando y
haciendo menos evidente, lo que conlleva
que no se sepa muy bien por donde hay
que realizar el vadeo del río.
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Casi llegando al tramo final, la foz se abre aún más y los prados invaden las riberas del río,
encontrando alguna que otro cabaña de piedra y vacas pastando, afrontando el último cruce del
río y el sendero se convierte en camino de tierra.
Ya intuimos el final de la
foz y la carretera, pero la
guinda final la pone una empinada
bajada por una “canaluca” con
mucha vegetación y muy húmeda,
y en algún corto tramo con tierra
suelta, corriendo el riesgo de dar
con las “posaderas” en el suelo; a
la mitad, una especie de escalones
de cemento ayudan a que la bajada
sea más cómoda, alcanzando
finalmente la carretera en el lugar
donde tiene el inicio/final la foz y
donde habíamos dejado aparcado
uno de los coches.
Llama la atención la señal
informativa que hay en este lugar “Ríu
Les Cuerries, Ruta turística”, pues
realmente de turística tiene poco, en el
sentido de que no es apta para que se
meta por ella cualquier tipo de personas
sin una mínima equipación, condición
física y conocimiento o experiencia.
Se podría decir que hemos
compendiado tres rutas distintas en una
sola y en un sólo día, pues cualquiera de
los tres tramos que la componen tienen la
entidad, el atractivo, la belleza, el valor
paisajístico e interés suficiente para ser
realizadas de manera independiente y en fechas distintas.
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MAPA GENERAL DEL TRAZADO DEL ITINERARIO DE LA RUTA
GRAFICO DE COTAS DE ALTITUD, DISTANCIAS, HORARIO Y TIEMPOS