UN TRISTE ASESINATO - Valentín García Yebra

1
UN TRISTE ASESINATO (Fragmento de crónica) Valenn García Yebra ¡Qué ejemplo para el Ayuntamiento madrileño! La plaza de los Reyes Magos estaba orlada de hermosos plátanos. Los tres mejor desarrollados orillaban mi calle, la del Conde de Cartagena. Yo inauguraba cada mañana contemplando y admirando, sobre todo, al más próximo a la imagen de los santos reyes. ¡Era un ejemplar espléndido! Pero un mal día de verano, el año pasado, llegaron unos verdugos forestales. Rodearon la plaza con vallas metálicas, alzaron dentro dos feas chabolas, amontonaron junto a ellas hierros y chatarra, y clavaron en erra un alto panel ostentoso con el anuncio de un futuro aparcamiento subterráneo. Amputaron la verde fronda de los plátanos y dejaron al aire, más de seis meses, los tristes muñones. Con la primavera, revedecieron todos con doblado brío. De los tres más pujantes surgió nueva y densa enra- mada, que en un par de meses alcanzó varios metros de altura. Entre el verdor espeso anidaron mirlos. Vibraba el aire con su melodía silbada y un punto arrogante. Pero otra vez este año, el 4 de junio por la mañana, volvieron los verdugos, armados de sierras mecánicas. Para evitar que los plátanos rebrotaran, serraron sus troncos a ras de acera. La plaza fue ya un desierto todo el verano. Hasta el 5 de julio, bajo la triple efigie de los reyes, adosada al muro del número 4 de la calle del Conde de Cartagena, aparecieron en el suelo, muy de mañana, tres círculos húmedos, que luego, con el calor, desa- parecían. Los pocos que nos dimos cuenta de aquel fenómeno no sabíamos a qué atribuirlo. Una joven de la vecindad, poesa y vidente, aseguró que tal humedad era milagrosa: procedía del llanto de los tres reyes, que lloraban de noche por los plátanos de su plaza, recientemente asesinados. Ella quería perpetuar el recuerdo de los desgraciados árboles y el milagro de aquellas lágrimas reiteradamente verdas por las tres vanguardistas estatuas de aluminio, con una elegía, que pensaba iniciar así: Ya no hay ramas verdes para mirlos negros. Los tres Reyes Magos –oro, mirra, incienso- su humillada plaza lloran en silencio. De: El buen uso de las palabras Editorial Gredos, Madrid 2005

description

¡Qué ejemplo para el Ayuntamiento madrileño! La plaza de los Reyes Magos estaba orlada de hermosos plátanos. Los tres mejor desarrollados orillaban mi calle, la del Conde de Cartagena. Yo inauguraba cada mañana contemplando y admirando, sobre todo, al más próximo a la imagen de los santos reyes. ¡Era un ejemplar espléndido!

Transcript of UN TRISTE ASESINATO - Valentín García Yebra

Page 1: UN TRISTE ASESINATO - Valentín García Yebra

UN TRISTE ASESINATO(Fragmento de crónica)

Valentín García Yebra

¡Qué ejemplo para el Ayuntamiento madrileño! La plaza de los Reyes Magos estaba orlada de hermosos plátanos. Los tres mejor desarrollados orillaban mi calle, la del Conde de Cartagena. Yo inauguraba cada mañana contemplando y admirando, sobre todo, al más próximo a la imagen de los santos reyes. ¡Era un ejemplar espléndido!

Pero un mal día de verano, el año pasado, llegaron unos verdugos forestales. Rodearon la plaza con vallas metálicas, alzaron dentro dos feas chabolas, amontonaron junto a ellas hierros y chatarra, y clavaron en tierra un alto panel ostentoso con el anuncio de un futuro aparcamiento subterráneo. Amputaron la verde fronda de los plátanos y dejaron al aire, más de seis meses, los tristes muñones.

Con la primavera, revedecieron todos con doblado brío. De los tres más pujantes surgió nueva y densa enra-mada, que en un par de meses alcanzó varios metros de altura. Entre el verdor espeso anidaron mirlos. Vibraba el aire con su melodía silbada y un punto arrogante.Pero otra vez este año, el 4 de junio por la mañana, volvieron los verdugos, armados de sierras mecánicas. Para evitar que los plátanos rebrotaran, serraron sus troncos a ras de acera. La plaza fue ya un desierto todo el verano.

Hasta el 5 de julio, bajo la triple efigie de los reyes, adosada al muro del número 4 de la calle del Conde de Cartagena, aparecieron en el suelo, muy de mañana, tres círculos húmedos, que luego, con el calor, desa-parecían. Los pocos que nos dimos cuenta de aquel fenómeno no sabíamos a qué atribuirlo. Una joven de la vecindad, poetisa y vidente, aseguró que tal humedad era milagrosa: procedía del llanto de los tres reyes, que lloraban de noche por los plátanos de su plaza, recientemente asesinados. Ella quería perpetuar el recuerdo de los desgraciados árboles y el milagro de aquellas lágrimas reiteradamente vertidas por las tres vanguardistas estatuas de aluminio, con una elegía, que pensaba iniciar así:

Ya no hay ramas verdes para mirlos negros.Los tres Reyes Magos –oro, mirra, incienso-su humillada plaza lloran en silencio. De: El buen uso de las palabrasEditorial Gredos, Madrid 2005