Un verano de arenas salvajes - Cádiz · 2012-07-20 · Un verano de arenas salvajes Quince playas...

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Un verano de arenas salvajes Quince playas sin urbanizar. Un recorrido que pone en valor los tramos de costa sin edificios para que sigan así. De la amenazada Valdevaqueros, en Tarifa (Cádiz), a La Salvaje, muy cerca de Bilbao

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Un verano de arenas salvajes Quince playas sin urbanizar. Un recorrido que pone en valor los t ramos de costa sin edificios para que sigan así. De la amenazada Valdevaqueros, en Tarifa (Cádiz), a La Salvaje, muy cerca de Bilbao

Playas como recién creadas El ladrillo no ha llegado a ellas. Accesibles o que requieren una agradable caminata o un barco. Patrimonio para disfrutar de una belleza elemental

Guillermo Esaín

E n los 8.000 kilómetros de costa es­pañola aún quedan arenales prodi­giosamente salvajes, ignotos para el gran público. Nos tientan con e\

cebo infalible de la arena y la "sonrisa innumerable de las olas marinas" {Esqui­lo). Parejas, familias, naturistas o vestidis-tas, todos en general, lo que más agrade­cen es la paz, la embriaguez ante el estado de esta naturaleza preservada.

LA SALVAJE Sopelana y Getxo (Bizkaia) Su nombre responde fielmente a la reali­dad. Un trozo de naturaleza arenosa que los acantilados han preservado en pleno Gran Bilbao y que demanda un paseo hasta el rompiente. La Salvaje, como lla­man a la hondartza (playa) de Barinatxe, se significa por su ventosidad y fuerte oleaje, lo que permite planear a gusto a los parapentistas (www.parapentesopela-na.com), y a los surfistas (www.lasalbaje-surfeskola.com) ejecutar sus particulares pinitos sobre las tablas. Su raíz naturista pervive en el sector occidental, corres-

pondiente a Getxo; lástima que este año deje de celebrarse su carrera nudista. Pa­ra evitar problemas de aparcamiento (es, además, zona azul), muchos acuden en metro hasta Sopelana para tomar des­pués la lanzadera a la playa. El Peñón es siempre referencia chill out en la playa de Atxabiribil.

SAN JULIÁN Liendo (Cantabria) Esta playa recóndita de un puebio poco conocido—Liendo—es preciso recorrer­la durante lá marea baja, por aquello de sacar el máximo partido visual a este festival de acantilados bravios de natura­leza cárstica.

Ya solo la panorámica desde el aparca­miento merece el desplazamiento. A sus espaldas, el valle de Liendo, antiguo lago rodeado de montañas; a naciente, el Sol-pico, cima del macizo de Candína, punto de anidamiento de una de las dos buitre­ras costeras catalogadas en Europa. La bajada en pendiente ha sido acondiciona­da, pero aun así hay que ir ojo avizor en condiciones de humedad. Pisando la are­na de grano grueso, a los pies del monte

Erillo, la sensación de inmersión natural es plena. Dejando la gasolinera de Lien-do a mano izquierda, embocar el segun­do desvío a mano derecha por espacio de 1,5 kilómetros.

COBIJERU Llanes (Asturias) ¿Un arquetipo de playa interior en Espa­ña, asturiana por más señas? ¿Y, afinan­do, situada en el concejo de Llanes? ¡Gul-piyuri!, aseverará resuelto más de uno. Solo algún experto acertará con el Monu­mento Natural de Cobijeru. Que sea salva­je su geomorfología tipo bonsái no impli­ca que no reúna los atributos de una pla­ya verde.

Dejar el coche en Buelna (Llanes). Tras ei puente ferroviario giramos a la derecha y en 10 minutos la campiña nos deja en un acantilado cárstico con encinas a la vista; profundamente erosionado y por cuyas fi­suras entra el mar cerca de donde un arco pétreo —Salto del Caballo— hace las deli­cias del paseante. La cueva que comunica con el acantilado no está habilitada para el turismo: requiere linterna y bajamar.Cerca está La Vega de Penduelcs (http://vegade-

pendueles.com), hotel-casona de indianos especializado en recibir mascotas.

SOESTO Laxe (A Coruña) En la publicidad institucional de este vera­no, la Xunta de Galicia hace especial hinca­pié en sus bravos arenales, muy indicados para estas fechas por la acción refrescante del viento. El que lleva por nombre Soesto es poco conocido en la Costa da Morte; salvo para los surfistas, que han hecho de ella el salón de su casa gracias a su orienta­ción noroeste que garantiza oleaje todo el año; en sus tres picos se originan tanto olas de izquierda como de derecha. El Cir­cuito Galego de Surf tiene previsto prue­bas los días 24, 25 y 26 de agosto.

Soesto es perfecta para quienes rara vez se zambullen en el mar; para los que solo lo contemplan y se extasían mirando la naturaleza primigenia de sus dunas encaja­das entre los montes Catasol y O Piñón. Ir andando después hasta la playa de Traba.

MELIDE Isla de Ons (Bueu, Pontevedra) La de Ons es una isla con vida rural pro­pia que conserva paisajes fascinantes in­tegrados en el Parque Nacional de las Is­las Atlánticas de Galicia. Su orografía es alongada; su costa, más bien arisca; su playa de Melide, apacible y segura para el baño. En barco se accede a Ons desde Bueu (www.piratasdenabia.com e www. islasdeons.com) y Portonovo (www.pira-tasdenabia.com). Tras pasar al menos por el mirador de Fedorentos, se puede

Arriba, la playa de Soesto. en Laxe (A Coruña). Abajo, la cala Pedrosa. en L'Estartit (Torroella de Montgrf. Girona). / Getly / Jordi Sans

:T desde el puerto hasta Melide (20 minutos): excelsa franja de blanquísima arena como de talco besada por aguas transparentes. Su escenario, en ia zona más tranquila y mejor preservada de Ons, conserva el verde de tojos y heléchos. Dos cordones dunares acentúan su capa­cidad de seducción. Obligado es, final­mente, dar cuenta del pulpo insular.

CANO DE LA CULATA Caí-taya (Huelva) Si la flecha del Rompido conquista con sus 12 kilómetros de arena en paralelo a la costa, el Caño de la Culata lo hace con la vista puesta en la bocana que forma dicha flecha, en un escenario de ría donde convi­ve el camaleón con arenas blancas que la Costa de la Luz hace refulgir hasta cegar la vista. En las últimas casas de Nuevo Portil en dirección a lil Rompido surge la roton­da y el aparcamiento del que nos separan 50 metros del caño, piscina natural de agua marina ideal para niños. En su chirin-guito, Manuel Gómez atiende a los visitan­tes desde hace 12 años. Es una terraza que envicia, de la que cuesta moverse, degus­tando rodajas de corvina y caviar y vodka ruso (su mujer, Tania, es ucraniana). Des­de esta zona de baño sin socavones no hay lugar para el aburrimiento debido al trasie­go constante de embarcaciones, cuando no por sus atardeceres.

07 VALDEVAQUEROS Tarifa (Cádiz) Los proyectos urbanizadores en las proxi­midades de Es Trenc (Mallorca) y Valdeva-

queros (Tarifa) evidencian que ni la crisis logra poner coto a la presión constructora. El viajero hará bien en acercarse a Valdeva-queros para intentar imaginar cómo le po­dría afectar a esta playa virgen 1.400 plazas hoteleras y 350 viviendas. Admirar a la vez su blancura incandescente, la manera en que el Atlántico dibuja su ensenada; cómo evolucionan windsurflstas y kitesurfistas en zonas acotadas para ello. Extendiéndo­se la vista se elevan las sierras de Ojén y Betis, quizá algunas vacas cerca de la lagu­na. ¿Y qué hay de lo intangible? Ese aire alternativo-deportivo-internacional en mo­do relax. Nada más agradable que sentarse

bajo la duna de Punta Paloma, cerca del chorrito del Cañuelo, para ver despuntar el sol en el parque natural. ¡La fascinación del Estrecho!

0 8 LOS MUERTOS Carboneras (Almería) Si á un lado de Carboneras se ultima la demolición del hotel El Algarrobico, al otro se desarrollan, esta vez con todos los pla­céis medioambientales, las obras del nuevo aparcamiento de la playa de Los Muertos, situada en el extremo septentrional del Par­que Natural del cabo de Gata-Nfjar.

Para bajar a esta idílica playa los hay que se dejan caer por atajos. Y no. Lo reco­mendable es caminar cinco minutos hacia el puerto, sin perder altura, hasta el espec­tacular mirador playero. Después, sí, bajar hasta la orilla de chinorros (piedrecillas). Las aguas claras, por la falta de arena, ofre­cen una ingente paleta de azules. Se rema­ta el escenario con un roquedo desgajado de la meseta volcánica de Mesa Roldan. Cuando sopla el Levante, la playa se revela peligrosísima. Como peligrosa es la tarifa del aparcamiento: cuatro euros.

PLAYA DE LA TORRE DERRIBADA San Pedro del Pinatar (Murcia) Ajenas al trajín del mar Menor, existen alternativas a mar abierto que despiertan encendidas adhesiones entre los aman­tes de la naturaleza. De tres kilómetros de largo es la playa de la Torre Derribada, que guarda el Parque Regional de las Sali­nas y Arenales de San Pedro del Pinatar. A un kilómetro del centro

pendió de diversidad paisajística: salada­res, pinos y dunas, de las mejores en su género de Murcia, que avanzan literal­mente como olas lentísimas empujadas por el viento. En los estanques salineros marisquean unos 2.000 flamencos, de gran plasticidad cuando alzan el vuelo. Poco antes del puerto existe otro acceso,

, más sencillo, a la playa, pertrechado con i techado para coches, aseos, observato-

En la íoto grande, cala Bóquer, en Pollenca, Mallor­ca. Arriba, la pla­ya de Melide en

(Bueu, Ponteve­dra) y. abajo, la playa de Los Muertos en e! ca­bo de Gata (Alme­ría). / Maarten Rabenberg / Luis

Un verano de arenas salvajes

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Arriba, la ¡£la de Cabrera, en Mallorca. Abajo, Cala Pilar, en Menorca, y a la derecha, la playa La Salvaje (Baiinatxe). en Sopelana (Vizcaya). / Getty / Tolo Balaguer / Jon Ander Rabadán

ríos ornitológicos y pasarela. De la torre no quedan vestigios.

lOs 'ESPALMADOR Cabrera (Mallorca) El verano desaconseja el senderismo en las islas Baleares, razón de más para disfru­tar de una travesía marina al parque nacio­nal de Cabrera. Muy divertidas son las que se cubren en lancha rápida (www.marca-brera.com y www.excursionsacabrera.es), tomando como punto de partida Colonia de Sant Jordi (Ses Salines). La excursión a Cabrera se combina con un chapuzón en la cueva Azul y, a veces, un recorrido en torno a la isla principal, Cabrera Gran.

En casi todas las excursiones quedan unas pocas horas para disfrutar del maravi­lloso Port de Cabrera, salpicado con veleros atracados. Unas horas que se barruntan sufi­cientes para caminar en 5 minutos a la cala arenosa de Cas Pagés y en 15 minutos-más a S'Espalmador, alfombrada con piedrecillas. llevar gafas de buceo: el agua es tan transpa­rente que se aprecian con toda claridad sar­gos y obladas, con suerte algún mero.

±1 CALA BÓQUER Pollenca (Mallorca) Esta cala pedregosa de apenas 40 metros de largo es la excusa ferfecta para una jor­nada senderista tan fácil (6 kilómetros en total), como abundante en panorámicas. Por la avenida ÍJochoris de Port de PoÜenca se cruza la vía de circunvalación y se bor­dea respetuosamente la casona de la

possessió (finca) de Bóquer, que atravesa­mos más adelante. Son unos 40 minutos de caminata por un fondo ancho de barranco que forma la sierra del Cavall Bemat y que los avistadores de avifauna, ingleses en su mayoría, disfrutan durante las migracio­nes. Rara vez faltan cabras triscando por las breñas. Escoltada por enormes acantila­dos, en cala Bóquer lo mejor es sentarse en alguno de los maderos que arroja la marea y fijar la vista en el cabo Formentor. Todo tiene una fuerza elemental, desnuda.

CALA PILAR Ciudadela (Menorca) He aquí un ejemplo muy representativo y bien conservado de lo que fue el litoral ba­lear antes del desarrollo turístico. Para cono­cer a la norteña cala Pilar hay que salir de Ferreries y 5,3 kilómetros después del des­vío a cala Galdana, desviarse a mano dere­cha. Tras dejar el coche, proseguir a pie unos 45 minutos. A este desmayo de car­mín, por efecto de una falla geológica, lo señala un monumental sistema dunar re­montante hasta casi la zona de cuevas. Pilar conserva una fuente y un bosquete medite­rráneo, en tanto que sobrevuelan la monta­ña Mala cormoranes y halcones. Quien más quien menos se embadurna con tierra arci­llosa,, al parecer de propiedades terapéuti­cas. Del mar, no fiarse ni un ápice.

1 3 CALA PEDROSA L'Estartit (Torroella de Montgrí, Gire-tía) Otra caleta aliada de! senderista. Y que se ajusta palmariamente al adjetivo cos-

tabravense. La Pedrosa ocupa el extremo de un barranco gratísimo que serpea en­tre lianas y ni ad reselvas. Y, como su pro­pio nombre indica, la tapizan guijarros. Raro es el día en que no fondean barcas tradicionales (llauds) sobre fondos mari­nos parangonables a los de las cercanas islas Medas.

Al encontrarse a los pies del macizo de Montgrí, se oscurece apenas cae la tarde. Llevar prismáticos para contemplar las co­lonias de gaviotas de la isla Pedrosa y, al otro lado, la roca Foradada, atravesada por kayaks y pequeñas lanchas. Calcular una hora y 15 minutos de caminata desde la Pujada Primavera de l'Estartit.

GÜI-GÜI La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria) Los adjetivos paradisiaco y siempre se usan con el rigor debido. En el caso que nos ocupa, sí. Güi-Güi (lugar de acantilados en lengua aborigen) respon­de perfectamente a la fisonomía de pla­yón salvaje, pero que exige cierto arrojo

Su acceso más corto, salvando un risco de 500 metros de desnivel, parte de la al­dea de Tasartico. Dos horas y 15 minutos de caminata por un sendero rehabilitado (la señalización llegará a final del verano) para la que se recomienda madrugar, go­rro, botas de montaña, bolsa de basura y dos litros de agua por persona. Tomar refe­rencias visuales en la bajada para orientar­se a la vuelta.

Mirando al Teide nos recibe Güi-Güi Grande, con !a nada desdeñable particu­

laridad de contar con mangueríta de agua potable. En marea baja se pasa al barranco arenoso de Güi-Güi Chico (ob­servar la tabla de mareas para no quedar­se atrapados varias horas), encerrado majestuosamente por riscos afilados. El paraíso canario. La hora límite de regre­so en julio: 18.00. Evitar los días tórridos de agosto.

El acceso en barco también reviste peli­gro: no existe embarcadero y la fuerza de las mareas reduce al mínimo el horario de aproximación a la playa.

1 5 BENIJO Taganana (Tenerife) Acudir a Benijo és hacerlo a uno de los espacios mejor salvaguardados de las is­las Canarias: la península de Anaga. Lo mismo que la bajada en coche a Tagana­na, el descenso a pie a Benijo se beneficia de una Tadical singularidad paisajística. Habremos dejado atrás- el embarcadero del Roque de ¡as Bodegas y la playa de Almáciga, surfera.

Para no abrasarse más de lo debido —la arena negra volcánica no perdo­na—, lo mejor es madrugar, aparcar cer­ca del restaurante El Frontón (luego dare­mos cuenta de su pulpo frito; 922 59 02 38), y aprovechar las sombras imperan­tes. Si coincide la bajamar, mucho me­jor. Sus oscuros farallones de relieve acci­dentado hacen causa común con la frago-rosidad imperante, y la vista a lo lejos del Roque de Afuera apunta la excelencia vi­sual. Incluso si dominan las brumas por efecto de los alisios, el bronceado está garanrizado.