Una Llamada de Dios y Respuesta Del Hombre

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  • Una visin de conjunto de la espiritualidad monfortiana

    Llamado de Dios y

    respuesta del hombre a la felicidad

    Una lectura incluso rpida de las obras de san Luis Mara de Montfort manifiesta los elementos principales de su espiritualidad: es fuertemente trinitaria, insiste en Jess como Sabidura eterna y encarnada, se apoya en la cruz victoriosa y en la funcin de Mara en la historia de salvacin. Las enseanzas de Montfort se entretejen conjuntamente en un acto de consagracin total que equivale a una renovacin de las promesas bautismales. Su finalidad principal es formar una legin de hombres y mujeres apostlicos, que ardiendo con el fuego del Espritu Santo, renueven la faz de la tierra y reformen la Iglesia. Este estudio tratar de clarificar algunos de los elementos claves de la espiritualidad de Montfort, mostrando cmo constituyen un medio poderoso para responder al llamado amoroso del Salvador. Segn su estructura fundamental, el camino de san Luis Mara Grignion de Montfort hacia la santidad comporta dos aspectos principales: el llamado de Dios, no merecido y amoroso, y la respuesta total a todos los niveles a esta voz que delega su poder y que clama: Es a ti a quien busco (ASE 66). Esta vista de conjunto de la espiritualidad de Grignion de Montfort ser pues dividida en dos secciones principales: I. El llamado de Dios. II. La respuesta del hombre.

    I EL LLAMADO DE DIOS. El llamado del Padre es exteriorizado personalmente en el Seor Jess por el poder del Espritu Santo. El llamado nos viene por Mara y alcanza su punto culminante en la victoria triunfante de la cruz. En otras palabras, por medio de la Santsima Virgen, viene Jess a procurarnos la Redencin, que realiza por la cruz triunfante. Estos medios por los cuales la Redencin llega a nosotros para rescatarnos de la cruel esclavitud del demonio (ASE 223), son igualmente las principales vas que Montfort nos propone para llegar a la unin con Jess. Trataremos pues, en primer trmino, del llamado mismo, Jess el Seor, luego de los medios por los cuales la Segunda Persona de la Trinidad viene a nosotros con su redencin y nos sana: la cruz y la Santsima Virgen. En una breve introduccin, veremos cmo Montfort se refiere a este camino como un llamado y una va hacia la felicidad. Introduccin: un llamado y un camino hacia la felicidad El nico deseo que da unidad y significacin, fuerza y decisin a todos los deseos humanos es la felicidad. Es la finalidad de todas las actividades humanas, el bien perfecto que satisface todos los deseos humanos. La bsqueda de felicidad es el terreno comn en el que se encuentran todas las aspiraciones humanas, todas las ambiciones humanas. El nio que construye castillos de arena en la playa del mar, el gran banquero que calcula su fortuna, no buscan otra cosa que la felicidad. El objetivo especfico de la espiritualidad de Montfort es la felicidad. San Luis Mara se dirige as a la aspiracin fundamental de todos los hombres y de todas las mujeres. No solo clarifica el fin sino que nos ensea los medios para lograr la felicidad. 1. La felicidad se encuentra solamente en Jess, la Sabidura eterna y encarnada La primera verdad que liga toda la espiritualidad de Montfort es que la felicidad se encuentra solamente en Jess, la Sabidura eterna y encarnada del Padre: En busca del hombre recorre largos caminos o sube a la cima de las ms altas montaas, ora llega a la puerta de las ciudades, ora penetra en las plazas pblicas o en medio de las multitudes, y grita a voz en cuello: A ustedes, hombres, los llamo. Oh hijos de los hombres! Los estoy llamando desde hace tanto tiempo! A ustedes me dirijo! A ustedes llamo y busco! Por su posesin suspiro! Escchenme! Vengan a m: quiero darles la felicidad! (ASE 66). A lo largo de todos sus escritos, san Luis Mara de Montfort insiste en el hecho que solamente Jess nos puede hacer felices, porque solamente Jess es el puente que une lo finito con el Infinito, la criatura con el Creador: El fin ltimo de toda devocin debe ser Jesucristo, Salvador del mundo, verdadero Dios y verdadero hombre. De lo contrario, tendramos una devocin falsa y engaosa. Jesucristo es el alfa y la omega, el principio y el fin [Ap 1,8;21,6] de todas las cosas. La meta de nuestro ministerio - escribe San Pablo - es construir el cuerpo de Cristo; que todos, sin excepcin, alcancemos la edad adulta. [Ef 4,13]El es el nico Todo que en todo debe bastarnos (VD, 61). El aforismo fundamental escrito por Montfort acenta esta verdad: Conocer a Jesucristo, la Sabidura encarnada, es saber lo suficiente. Saberlo todo, pero no conocerlo a El, es no saber nada (ASE 11). Y an: Dichoso una y mil veces aquel en quien la Sabidura divina ha podido entrar para morar en l! Saldr victorioso de todos sus combates, se ver libre de todos los peligros que le asalten, ser reanimado y consolado en todas las tristezas que le aflijan, y en cualquier humillacin en que se encuentre ser exaltado y glorificado en el tiempo y en la eternidad! (ASE 51).

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  • Conoceremos la felicidad sobre la tierra y la plenitud de la felicidad en la otra vida solamente cuando Jess, nuestro Hermano y nuestro Dios, sea nuestro fin. El mundo, no obstante todos sus atractivos, no obstante todos sus intentos por brindarnos la felicidad por el dinero, el poder, el placer, el prestigio, etc., es una mentira (ver CT 120, 12; CT 30-33). En el Cntico 123, Montfort hace proclamar a Jess: Date cuenta de que aprecio / lo que este mundo rehuye. / Pobre de aquel que lo sigue, / pues va derecho al abismo. / Maldigo a los que l bendice / y bendigo a los que estima / y declara desgraciados (est. 6). En otra de sus obras maestras, nos dice claramente y con energa: No, no! Esta tierra maldita donde vivimos no cra hombres felices (AC, 33). Los medios para lograr la felicidad la unin con el Seor Jess son sealados por el misionero. Ellos tambin procuran la felicidad en cuanto nos conducen directamente, perfectamente, seguramente, a Jess. Como est descrito enseguida, los medios fundamentales que Montfort destaca, desde el punto de vista espiritual, son dos que se suponen mutuamente: en primer lugar, vivir con Jess crucificado en la cruz victoriosa y el segundo, el mejor medio y el secreto ms maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabidura: una tierna y verdadera devocin a la Santsima Virgen (ASE 203). Como lo veremos, todos los medios para lograr la felicidad infinita se resumen en la perfecta consagracin a Jess por Mara. 2. La cruz triunfante, medio fundamental para adquirir la felicidad Al mundo contemporneo le parece ridculo o si no masoquista declarar que la unin a Cristo crucificado es esencial para llegar a la plena felicidad. Sin embargo, adhirindose estrictamente a la Palabra de Dios (ver Lc 16, 24-26; Gal 6, 14), Montfort lo proclama con osada ante una civilizacin contempornea hastiada de satisfaccin instantnea, de disfrutes y de una moralidad basada en sentimientos subjetivos. La conmovedora Carta a los Amigos de la Cruz habla de un amigo de la cruz como de un rey todopoderoso, un hroe que triunfa de la avaricia, mortifica la sensualidad de la carne. Un amigo de la Cruz es un hombre santo, cuyo corazn se eleva por encima de todo lo caduco y perecedero y cuya conversacin est en el cielo. Pasa por esta tierra como extranjero y peregrino Por fin, un Amigo de la Cruz es un verdadero porta-Cristo, o mejor, es otro Cristo, que puede decir con toda verdad: Ya no vivo yo, vive en mi Cristo (Gal 2,20) (AC 4). Llevar la cruz nos conduce a la felicidad eterna del cielo (AC 58). La Sabidura eterna quiere que su cruz sea la insignia, el distintivo y arma de todos sus elegidos. En efecto, no reconoce como hijo a quien no posea esta insignia Ha concentrado en la cruz tantos tesoros, gracias, vida y alegra (AC 173-174). Y por otra parte, El nmero de necios e infelices es infinito, dice la Sabidura, porque es infinito el de aquellos que no conocen el precio de la cruz y la llevan a regaadientes. Pero vosotros, los verdaderos discpulos de la Sabidura eterna, que habis experimentado tantas tentaciones y aflicciones, que padecis persecuciones por la justicia, que sois considerados como la basura del mundo, consolaos, regocijaos, saltad de alegra! (ASE 179, referencia bblica a Cohelet 1,15 segn la Vulgata). 3. Mara, el medio ms seguro para adquirir la felicidad Una verdadera devocin a la Santsima Virgen es, segn Montfort, el mejor medio para llegar a la felicidad, Jess, su Hijo. Cuntas veces habla de la increble felicidad de los que estn unidos a ella, porque en ella y por ella, estn perfectamente unidos al nico centro, al nico fin, Jess la Sabidura eterna y encarnada, amndole as tiernamente y sirvindole fielmente (Ver VD 62). Oh! Qu dichoso es quien se ha granjeado la benevolencia de Mara! Puede estar seguro de poseer muy pronto la Sabidura ASE 206. En una de las bienaventuranzas tpicas enmarcadas por feliz, ms feliz, el ms feliz, Montfort escribe al final de su Secreto de Mara: Feliz el alma en que ha sido plantado el rbol de la vida que es Mara! Ms feliz aquella en quien puede crecer y florecer! Ms feliz an aquella en quien puede dar fruto! Pero mucho ms feliz aquella que goza de su fruto y lo conserva hasta la muerte y por los siglos de los siglos! Amn (SM 78). La espiritualidad de Luis Mara Grignion de Montfort es pues un camino de felicidad. Nos llama a una conversin radical, a apartarnos del mundo pecador y egosta con todas sus seducciones y a volvernos hacia el nico fin, la nica fuente de verdadera felicidad, el Seor Jess. Sobre todo abrazando la cruz y por una verdadera devocin a Mara es como respondemos a un llamado, como llegamos al fin infinito, el nico que puede colmar las aspiraciones del corazn humano. As, examinaremos en primer lugar el llamado del Padre: Jess-Sabidura; despus, los dos medios fundamentales que la Sabidura toma para venir hasta nosotros, la cruz y Mara. Por Mara es que Jess viene al mundo como Redentor y por su cruz victoriosa realiza nuestra salvacin. A. El llamado de Dios: Jess, Sabidura eterna y encarnada Aunque san Luis Mara de Montfort emplea muchos ttulos para Jess, hay uno que prefiere al igual que el beato Henri Suso: La Sabidura eterna y encarnada. Las enseanzas de este misionero sern ms claras en la medida en que examinemos este ttulo. 1. Jess la Sabidura eterna y encarnada Volviendo a tomar la frase de San Juan (El Verbo se encarn: Jn 1,14), la Iglesia llama Encarnacin al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvacin. La fe en la verdadera encarnacin del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana (Catecismo 461, 463). La encarnacin de la segunda Persona de la Santsima Trinidad es la clave hermenutica de la espiritualidad de Montfort. Profesarn una singular devocin al gran misterio de la encarnacin del Verbo, el 25 de marzo. Este es, en efecto, el misterio propio de esta devocin (VD 243). La encarnacin es la raz y fuente de sus enseanzas. Es el misterio que da unidad y cohesin a los diversos elementos que componen su espiritualidad. Como el tema de la fidelidad amorosa de Dios a su alianza une conjuntamente todos los libros de la Biblia, as tambin la encarnacin del Verbo es el hilo de oro que da unidad a todas las enseanzas de san Luis Mara de Montfort, haciendo de ellas un mismo camino hacia el esplendor del Padre. Este misterio es tan importante para Montfort que lo toma como criterio para organizar los contenidos de su primer libro, El Amor de la Sabidura Eterna: voy a tratar de explicar lo que es la Sabidura antes de la encarnacin, durante la encarnacin y despus de ella, y los medios para alcanzarla y conservarla (ASE 7). El sinnimo que prefiere para la encarnacin es Jess que vive y reina en Mara (VD 248), o el misterio de la encarnacin. En l Jesucristo se halla presente y encarnado en el seno de Mara (VD 246). Montfort est sumergido de tal manera en este primer misterio que se convierte en parte de su

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  • identidad, firmando muchas de sus cartas: Grignion, sacerdote y esclavo indigno de Jess en Mara (C 5, 6, 8, 9, 10, 11, 12). La insistencia de Montfort en este misterio indica los elementos esenciales de su espiritualidad. a. Un misterio poco conocido La encarnacin es el primer misterio de Jesucristo, el ms oculto, el ms elevado y menos conocido (VD 248). La finalidad de su predicacin es proclamar la verdad fundamental, como lo manifiesta en su comentario del Ave Mara: Alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo que le dio su Unignito para salvarlo. Bendecimos a Dios Hijo por haber descendido del cielo a la tierra, por haberse hecho hombre y habernos salvado. Glorificamos al Espritu Santo por haber formado en el seno de la Virgen Mara su cuerpo pursimo, que fue vctima de nuestros pecados (SAR 46). Con toda la escuela francesa de espiritualidad, Luis Mara es el heraldo infatigable de la Encarnacin. b. El misterio de Mara La encarnacin est evidentemente centrada en el Verbo hecho carne. Si embargo, la encarnacin tuvo lugar porque, en el designio de Dios, una mujer pronunci el fiat. La insistencia de Montfort sobre Mara en la encarnacin es evidente a todo lo largo de sus escritos: en Mara Jesucristo repar perfectamente la gloria que el pecado le haba a arrebatado a su Padre. En Ella le dio una gloria infinita que jams haba recibido del hombre (VD 48). La funcin de Mara en la encarnacin ser examinada con ms detalles cuando estudiemos a Mara como medio que la Sabidura ha escogido para venir hasta nosotros. c. El compendio de todos los misterios En este misterio Jess realiz ya todos los dems misterios de su vida, por la aceptacin que hizo de ellos. Por consiguiente este misterio es el compendio de todos los misterios de Cristo y encierra la voluntad y gracia de todos ellos (VD 248). En consecuencia, los milagros, la proclamacin del reino de Dios, la cruz expiatoria y la gloriosa resurreccin, la Iglesia, los sacramentos, toda la gracia, todos los misterios estn arraigados y contenidos en la encarnacin. La razn filosfica subyacente es clara: el comienzo no es nicamente el primer punto de una serie de momentos que vendrn en el tiempo. El comienzo encierra ms bien lo que sigue y es la ley que jams es abrogada y que gobierna todo lo que de l se desprende. El comienzo transciende y hace inmanentes los momentos que se suceden; su estructura es diferente no slo desde el punto de vista cuantitativo sino tambin cualitativo. Como la novia y el novio que entran en el estado sacramental del matrimonio, aceptan todo lo que seguir en la salud y en la enfermedad en las buenas y en las malas as tambin la Encarnacin, matrimonio del Novio Eterno, el Seor, y la Novia, la creacin, es el compendio de todo lo que seguir. La encarnacin es pues el designio de Dios que no cambia jams (ver VD 15). Es el diseo de la historia de salvacin, el diseo nico y definitivo del Creador. Todas las verdades, todos los misterios de salvacin se desprenden de l, segn la voluntad de Dios. A todo lo largo de sus escritos, especialmente sobre la Santsima Virgen, Montfort insiste en este principio de la encarnacin. d. El misterio salvfico de la cruz Ya que todos los misterios estn contenidos en la encarnacin, entonces, el misterio salvfico de la cruz tambin lo est. Montfort es explcito al respecto: refirindose a Heb 10, 5-7, pone estas palabras en los labios de Jess en la encarnacin: Mi corazn dispuesto est, Dios mo/ para hacer tu divina voluntad;/ escondido en el seno de Mara,/ yo quiero someterme en todo a ti./ Te adoro y te amo, Padre mo;/ yo coloco en el centro de mi alma/ tu cruz, tu ley y tu divino amor/ T me das a entender, oh Padre mo!,/ que es preciso abrazar tu cruz/ y que morir en ella es necesario/ Lo quiero, opto por ella, mi Seor!/. (CT 41, 3-5). Yo vine al mundo solamente para abrazar la cruz: Aqu estoy (Heb 10, 7-9); para enarbolarla en medio de mi corazn, en las entraas (Sal 40(39),9); para amarla desde mi juventud: la quise desde muchacho (Sab 8,2); para suspirar por ella toda mi vida: Qu ms quiero! (Lc 12,50) (AC 16). La encarnacin se realiz para la salvacin de todos los hombres: EL-QUE-ES quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es llegue a ser Dios o El-que-es. Esto lo realiz perfectamente entregndose y sometindose incondicionalmente a la joven Virgen Mara, sin dejar de ser en el tiempo El que es en la eternidad El inaccesible se acerc y uni estrecha, perfecta y aun personalmente a nuestra humanidad por Mara (VD 157). Por nosotros es que asumi la condicin de un esclavo y se hizo obediente incluso hasta la muerte y muerte de cruz (Ver Phil 2, 7; VD 72); ASE 223). Este anonadamiento (knosis) del Verbo que viene a servirnos ( ver Mc 10,45) puede entonces llamarse esclavitud de amor. El amor infinito nos sirve de redencin al ofrecerse en la cruz. El misterio de la cruz en la vida terrenal de Jess-Sabidura, ser examinado luego cuando estudiemos la cruz como el medio que la Sabidura escogi para venir hasta nosotros. 2. Sabidura eterna y encarnada Jess es la Sabidura eterna. Es el Hijo de Dios. Es pues divino, como insiste Montfort. La persona de Jess es la segunda Persona de la Santsima Trinidad, el gran misterio del Amor infinito. La magnificencia, la grandeza de Jess es siempre de suma importancia en el pensamiento de Montfort; El es el Seor. Y sin embargo, precisamente a causa de esta majestad de santidad infinita, Montfort insiste en el hecho que nadie es tan atrayente, tan deseoso de estar con nosotros, tan amoroso, que Jess (Ver ASE 117-132). Es el Seor, siempre tan dulce (CT 119,4). Para su cristologa, Montfort bebe sobre todo de la escuela de Alejandra, apoyndose en la divinidad eminente y majestuosa de Jess. Sin embargo, su primer escrito, El amor de la Sabidura eterna, y los Cnticos de Navidad (CT 57-66) tambin tienen un enfoque que se remonta a la escuela de Antioqua. a. El misterio del amor trinitario El misterio de la Trinidad invade toda la espiritualidad de Montfort. Como todo parte del Dios Trino, igualmente todo retorna a la Trinidad. El grito de batalla de Montfort es tambin la sencilla mas sin embargo profunda divisa heredada de la escuela francesa: Dios Solo! Todo est planeado, medido y juzgado a la luz de Dios. Ninguna otra cosa importa en la espiritualidad de Montfort como el absoluto. Todo es real en la medida en que viene del centro y converge al centro, Dios solo.

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  • Como san Bernardo y san Buenaventura, Montfort considera a Dios Tres en Uno ante todo como el misterio infinito de Amor. Encontramos pues en Dios tres relaciones esenciales del amor: El Amante, el Amado y el Amor que une al Amante y al Amado: el Padre, el Hijo y el Espritu Santo. Dios es Amor: Dios solo es mi ternura (CT 52,11). Es el misterio del Amor que impregna la espiritualidad de san Luis Mara. Uno de los obstculos ms grandes en nuestro camino hacia la Trinidad es no reconocer que somos amados, buscados por el Amor que suspira por nosotros (ver ASE 72). b. La Sabidura eterna del Padre El camino del alma es conducido por el Hijo en el Espritu Santo del Padre, la fuente esencial de todo don perfecto (Sant 1,17) y de todas las gracias (SM, 9), el Padre de las luces, de quien viene todo don perfecto, nuestro Abba (CT 7,31), cuyos cuidados amorosos por cada uno de sus hijos no faltan nunca (ver C 2), pues El es la bondad (CT 27,1) y pleno de ternura (CT 13,20; ver CT 28, 24; CT 52,11). Incluso sus castigos son pruebas de su amor infinito por nosotros (ver CT 98,1). El Padre es pues la fuente de toda la Trinidad, la luz resplandeciente del amor infinito, que nos ama hasta el extremo, como Montfort lo repite con frecuencia no solamente del Padre sino tambin del Hijo, Sabidura eterna (ver ASE 45,64, 108; SAR 67; CT 128,6; 158,5) que reposa en el seno del Padre por toda la eternidad (ver CT 81,2). c. La Sabidura eterna y encarnada revelada por el Espritu El Espritu Santo que, por va de amor, procede del Padre y del Hijo (MR 16). La insistencia de Montfort sobre el Espritu Santo es notable. Referencias al Espritu el amor substancial del Padre y del Hijo (VD 36), abundan en sus escritos. Pide a sus hijos cantar: Ven, oh Padre de las luces!;/ ven, oh Dios fuente de amor!;/ haz descender a mi alma/ una chispa de tu fuego/ que la inflame y la penetre/ con la presencia de Dios (CT 141,1). El Espritu es quien revela a Jess, el Espritu es quien une la Sabidura eterna y la humanidad entera en el seno de Mara, el Espritu es quien colma a la Sabidura encarnada. El Espritu es quien toma posesin de Mara de manera especial en su inmaculada concepcin y en la encarnacin de la Sabidura. ASE 99 nos dice que mientras que la Sabidura eterna est presente en un alma, le comunica todos los dones del Espritu Santo. El Espritu es quien produce por Mara a la vez la Cabeza y los miembros del Cuerpo Mstico. La espiritualidad de san Luis Mara de Montfort es un himno glorioso al Espritu Santo, que por su Amor une al Padre eterno y al Verbo adorable con un vnculo inefable (CT 85,6). El Padre y el Espritu Santo no se han separado jams de Jess el Hijo de Dios encarnado. En los escritos de Montfort, la Sabidura eterna y encarnada est pues siempre ubicada en un contexto trinitario. 3. La Sabidura eterna y encarnada Sobre todo en sus primeros aos de sacerdocio cuando padeci un rechazo y una soledad intensos (ver C 15), Montfort se sinti atrado por Jess como Sabidura eterna y encarnada. No slo ley las obras del beato Henri Suso, sino que de manera ms importante, medit la literatura sapiencial del Antiguo Testamento particularmente el Libro de la Sabidura. El Amor de la Sabidura eterna expresa las razones de su atractivo por el ttulo cristolgico de Sabidura. Entre las razones ms importantes, stas son las que le cautivan en la Sabidura: a. Llena de bondad y de dulzura Al meditar especialmente el Libro de la Sabidura y el captulo 24 de Sirach, san Luis Mara de Montfort concluye: (La Sabidura) es la idea substancial y eterna de la divina belleza, manifestada a San Juan Evangelista cuando l exclama: Al principio ya exista la Palabra El Hijo de Dios o Sabidura eterna la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios (ASE 17). Si no hallo palabras con las cuales expresar la infinita idea que me he formado de esta belleza y dulzura soberanas - aun cuando esta idea est muy por debajo de la realidad -, quin podr hacerse de ella una idea exacta y explicarla como conviene? Solamente t, Dios soberano! Porque sabes qu es ella! Y puedes revelarla a quien t quieres (ASE 19). Cuando trata de Jess Sabidura, Montfort insiste en la encantadora belleza e inefable dulzura de la Sabidura encarnada. Los captulos 10 y 11 del Amor de la Sabidura eterna estn dedicados a este tema. La Sabidura es dulce en su origen. Es el don del amor del Padre eterno y fruto del amor del Espritu Santo. El amor nos la da y el amor la forma: Tanto am Dios al mundo, que dio a su Hijo nico. De suerte que es toda amor, o mejor, el amor mismo del Padre y del Espritu Santo (ASE 118). Los profetas la declaran dulce. Ella es dulce en su nombre: qu nos indica el nombre de Jess - que es el nombre propio de la Sabidura encarnada - sino una caridad ardiente, un amor infinito y una dulzura encantadora? Jess, Salvador, es decir, el que salva al hombre, aquel cuya caracterstica es amar y salvar al hombre! (ASE 120). Jess es dulce en su mirada, en sus palabras y en sus acciones (ver ASE 121-126). Oh! Cun bella, dulce y cariosa es la Sabidura encarnada, Jesucristo! Bella en la eternidad, por ser el esplendor del Padre, el espejo sin mancha y la imagen de su bondad, Bella en el tiempo, por haber sido formada pura, libre de pecado y fulgurante de belleza por el Espritu Santo Tierna y dulce con los hombres y especialmente con los pobres pecadores, a los cuales vino a buscar visiblemente sobre la tierra y a quienes sigue buscando todos los das de manera invisible! (ASE 126). La Sabidura contina siendo dulce en el cielo: Nadie imagine que, por hallarse ahora Jess triunfante y glorioso, sea menos dulce y condescendiente. Al contrario, su gloria perfecciona, en cierto modo, su dulzura. Desea ms perdonar que brillar. Desea ms mostrar la abundancia de su misericordia que ostentar las riquezas de su gloria (ASE 127). b. Su deseo del hombre Lo que parece maravillar ms al Padre de Montfort es el ardiente deseo de la Divina Sabidura de donarse a los hombres. Al meditar los libros sapienciales, escribe: Existe un vnculo de amistad tan estrecho entre la Sabidura eterna y el hombre, que resulta incomprensible: la Sabidura es para el hombre, y el hombre para la Sabidura ella lo ama como a un hermano, un amigo, un discpulo, un alumno, el precio de su sangre y el coheredero de su reinoEsta eterna y soberanamente amable belleza tiene deseo tan vivo de la amistad del hombre, que para conquistarlo ha escrito expresamente un libro, manifestando en l sus excelencias y los deseos que tiene de los hombres. Libro que es como una carta de la amante a su amado para

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  • ganar su afecto En busca del hombre recorre largos caminos o sube a la cima de las ms altas montaas, ora llega a la puerta de las ciudades, ora penetra en las plazas pblicas o en medio de las multitudes, y grita a voz en cuello: A ustedes, hombres, los llamo (Prov 8,4) A ustedes me dirijo! A ustedes llamo y busco! (ASE 64-66). Grignion de Montfort proclama que la Eucarista es la prueba del deseo que la eterna Sabidura tiene del hombre hasta convertirse en su alimento, a fin de que al ser comida por ste, pueda llegar hasta el corazn humano y encontrar all sus delicias (ASE 71). Hay que responder a este deseo que tiene la Sabidura de nosotros: Y si en lugar de escucharla, cerramos el odo; si, en lugar de buscarla, huimos de ella; si, en lugar de honrarla y amarla, la despreciamos y ofendemos, cul no ser nuestra crueldad y cul el castigo que recibiremos ya desde este mundo? (ASE 72). c. Artfice de la creacin Solamente en el Amor de la Sabidura eterna san Luis Mara de Montfort insiste as en la belleza y las maravillosas cualidades de la creacin. Y sin embargo, an aqu, la magnificencia indescriptible manifestada por la Sabidura en la creacin del cosmos y en la creacin del hombre parece ser para destacar el contraste con la abominacin del pecado que ha castigado tanto al hombre y a todo el universo. La creacin es una manifestacin de la Sabidura divina: La Sabidura eterna comenz a brillar fuera del seno de Dios cuando - despus de toda la eternidad - cre la luz, el cielo y la tierra. Dice san Juan que todo fue creado por la Palabra, es decir, por la Sabidura eterna (ASE 31). Esta belleza soberanamente recta, despus de crear el mundo, estableci el orden maravilloso que reina en l. Escogi, organiz, sopes, aadi y cont cuanto hay en l (ASE 32). Si el poder y dulzura de la Sabidura eterna han brillado tanto en la creacin, belleza y orden del universo, han fulgurado mucho ms en la creacin del hombre. Este, en efecto, constituye su obra maestra, la imagen viviente de su belleza y perfecciones, el vaso maravilloso de sus gracias, el tesoro admirable de sus riquezas y su nico lugarteniente sobre la tierra (ASE 35). Montfort habla tambin del inefable juego de la Sabidura manifestado en la creacin: en las diferentes criaturas con que pobl el universo qu admirables cambios no vemos en las estaciones y los tiempos! Qu variedad de instintos en los animales! Qu diversidad de especies en las plantas, de hermosura en las flores y de sabor en los frutos! (ASE 33). Refirindose a Proverbios 9, Montfort ve a la Sabidura que hace como un juego con el cual me diverta y complaca a mi Padre (ASE 32). La Sabidura que, encarnada, es el Seor Jess, se ha manifestado en la belleza de la creacin, en las impetuosas olas del mar, en la inocencia de un nio, en una noche de estrellas, en el murmullo de un riachuelo en el bosque, en la gruta escondida de los bosques de Mervent. Toda la creacin canta la gloria de Dios quien ha creado todo por la Sabidura. d. La sabidura crucificada: locura a los ojos del mundo Parece que el primer uso que Montfort hace del ttulo de Sabidura es para demostrar que la Sabidura no se puede encontrar sino en la cruz de Nuestro Seor Jesucristo. La Sabidura se encuentra en la locura de la cruz. El toma esto abundantemente de la magnfica alabanza que hace Pablo de Jess, Sabidura crucificada, en 1 Cor 1, 21-25: Como por la sabia disposicin de Dios, el mundo con su sabidura no reconoci a Dios, dispuso Dios salvar a los creyentes por la locura de la cruz. Porque los judos piden seales, los griegos buscan sabidura, mientras nosotros anunciamos un Mesas crucificado, para los judos escndalo, para los paganos locura; para los llamados, judos y griegos, un Mesas que es fuerza de Dios y sabidura de Dios. Pues la locura de Dios es ms sabia que los hombres, la debilidad de Dios ms fuerte que los hombres San Luis Mara de Montfort escribe: Ciertamente, la verdadera Sabidura no se halla en la tierra ni en el corazn de quienes viven a sus anchas. Reside en la cruz, en forma tal que fuera de ella es imposible hallarla en este mundo. Se ha incorporado y unido a la cruz de tal manera, que podemos decir con toda verdad: la Sabidura es la cruz, y la cruz es la Sabidura! (ASE 180). La Sabidura es Jess crucificado. Es locura buscar la realizacin personal fuera de la cruz de nuestro Seor Jesucristo. e. Mara y la Sabidura La devocin a Mara es, segn Montfort, el mejor medio y el secreto ms maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabidura (ASE 203). El da enseguida el porqu de esta afirmacin: Nadie, fuera de Mara, encontr gracia delante de Dios para s misma y para toda la humanidad; nadie sino Ella tuvo el poder de encarnar y dar a luz a la Sabidura eterna; y nadie, fuera de Ella, puede, aun hoy - por decirlo as - , encarnarlo en los predestinados gracias a la operacin del Espritu Santo Vino a ser Madre, Seora y Trono de la divina Sabidura. (Ibid.). Mara es como un amante sagrado que ha atrado hacia ella a la Sabidura eterna con tal fuerza que no la puede resistir. Este amante la hace descender del cielo para salvar a la humanidad y contina atrayndola todos los das en aquel que la posee. Cuando poseamos a Mara, podremos muy pronto, gracias a su intercesin, poseer fcil y rpidamente la divina Sabidura. La unin entre Mara y la Sabidura eterna y encarnada es inseparable (ver VD 74). No tienen sino un solo corazn (CT 40, 36). No es pues sorprendente que los textos de la literatura sapiencial que son referidos a Jess, sean tambin con frecuencia aplicados a la Santsima Virgen (ver Sir 24,8.12 y VD 29.31.34). Montfort escucha en primer lugar la voz de la Sabidura eterna en la literatura sapiencial, pero puede tambin escuchar, de alguna manera (como lo hace la Liturgia en ciertas misas votivas de la Santsima Virgen) sobre todo en los Proverbios y en Sirac, la voz de Mara, la compaera inseparable de Jess, de su vida, muerte, gloria y poder en el cielo y en la tierra (VD 74). Conclusin Jess, el nico. La naturaleza cristocntrica explcita y enftica de la espiritualidad de Montfort es su ms grande gloria. El misionero apostlico se esfuerza mucho para mostrar que slo Jess es la meta, pues Mara es infinitamente inferior a su Hijo (VD 27). La primera verdad slida de la devocin a Mara debe ser que slo Cristo es el fin ltimo de todas las devociones (ver VD 60-62). Montfort se vuelve lrico, exuberante, cuando se trata de exaltar a Jess como el nico: Slo en Cristo habita realmente la plenitud total de la divinidad [Col 2,9] y todas las dems plenitudes de gracia, virtud y perfeccin. Slo en Cristo hemos sido bendecidos con toda bendicin del Espritu [Ef 1,3].

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  • Porque El es el nico Maestro que debe ensearnos, el nico Seor de quien debemos depender, la nica Cabeza a la que debemos estar unidos, el nico Modelo a quien debemos asemejarnos, el nico Mdico que debe curarnos, el nico Pastor que debe apacentarnos, el nico Camino que debe conducirnos, la nica Verdad que debemos creer, la nica Vida que debe vivificarnos y el nico Todo que en todo debe bastarnos. Bajo el cielo, no tenemos los hombres otro nombre diferente del de Jess al que debamos invocar para salvarnos [He 4,12]. Dios no nos ha dado otro fundamento de salvacin, perfeccin y gloria que Jesucristo. Todo edificio que no est construido sobre esta roca firme, se apoya en arena movediza, y se derrumbar infaliblemente tarde o temprano. Quien no est unido a Cristo como el sarmiento a la vid, caer, se secar y lo echarn al fuego [ver Jn 15,6]. En cambio, si permanecemos en Jesucristo, y Jesucristo en nosotros, no pesa ya sobre nosotros condenacin alguna. Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo lo podemos todo: tributar al Padre en la unidad del Espritu Santo todo honor y gloria; hacernos perfectos y ser olor de vida eterna para nuestro prjimo. Si la devocin a la Santsima Virgen apartase de Jesucristo, habra que rechazarla como ilusin diablica (VD 61-62). A todo lo largo de sus escritos, Dios solo, slo Jess se convierte en su divisa: deseemos y busquemos, pues, solamente a la Sabidura (ASE 30, 73). Jess es nuestro Jefe (VD 168), nuestro nico refugio, nuestro nico amor (Ver C 12,13; CT 54,13). para llegar hasta el Padre hay que ir al Hijo, que es nuestro mediador de redencinPara llegar a Jesucristo hay que ir a Mara, nuestra Mediadora de intercesin (VD 86). La Sabidura no quiere que los honores de adoracin aunque relativa se tributen a las dems criaturas, por sublimes que sean, como su misma Madre. Semejante distincin est reservada, y slo se tributa a su amada cruz. (ASE 172). B. Los medios que emplea la Sabidura para venir hasta nosotros Al considerar el llamado de la Sabidura, san Luis Mara de Montfort insiste en dos medios que no se pueden separar: Mara y la cruz. Por Mara viene la redencin al mundo y en la cruz victoriosa se realiza. En esta seccin consideraremos pues en primer lugar la cruz, luego la Santsima Virgen como el camino por el cual la Sabidura eterna ha venido y viene an a nosotros. 1. La cruz Montfort canta triunfalmente la pasin y la muerte de Jess en la cruz por la cual triunfa del pecado y nos abre el camino hacia el Padre. Hay tres principales aspectos de la cruz de Jess en los cuales se apoya en su consideracin de la redencin objetiva: el amor increble de Jess por la cruz, y de manera ms importante an, la redencin victoriosa de la cruz y, en fin, la pobreza, compaera de la cruz. a. El amor de Jess por la cruz Dios quiere rescatar al mundo, ahuyentar y encadenar a los demonios, cerrar el infierno a los hombres y abrir para stos el cielo y tributar al Padre eterno una gloria infinita. Qu medio emplear la Sabidura? Pero desde luego que esta Sabidura encarnada se presentar gloriosa y triunfante, acompaada de millones y millones de ngeles, o al menos de millones de hombres escogidos, y con estos ejrcitos, esplendor y majestad, lejos de la pobreza, los oprobios, las humillaciones y las debilidades, arrollar a todos sus enemigos y conquistar los corazones de los hombres con sus encantos, delicias, nobleza y tesoros. Pero no! Nada de eso! Cosa sorprendente! Ve algo que para los judos es motivo de escndalo y horror, y para los paganos, objeto de locura: un vil e infame madero al que llaman patbulo, horca o cruz. Y en la cruz detiene su mirada para hacer de ella el arma de sus conquistas y el atavo de su majestad, la riqueza y complacencia de su imperio, la amiga y esposa de su corazn (ASE 167-168). Tan intenso es el amor de la Sabidura encarnada por la cruz por la cual garantiza la vida eterna a las criaturas, que Montfort insiste en la cruz como la esposa de Jess: (La cruz) es la esposa fiel, el trono real del Rey de reyes, la Sabidura eterna (CT 164, 13). El matrimonio indisoluble con la cruz, si bien es deseado desde el primer momento de su concepcin en el seno de Mara (ver ASE 169), es consumado cuando al derramar su sangre ya no son ms que uno en el Calvario. La Sabidura Se despos con ella con amor inefable en la encarnacin. La busc y llev con indecible gozo durante toda su vida, que fue cruz continua al fin, lo que tanto anhelaba: se vio cubierta de oprobios, cosida y fuertemente adherida a la cruz, y muri con alegra en los brazos de su idolatrada amiga, como si fuera un lecho de honor y de triunfo (ASE 170-171). Montfort concluye entonces con la famosa exclamacin: Su enlace es indisoluble, y eterna su alianza. Jams la cruz sin Jess ni Jess sin la cruz! (ASE 172). b. La cruz victoriosa San Luis Mara de Montfort tiene pocas referencias a la Resurreccin del Seor, y cuando menciona este punto culminante de la historia de salvacin, lo hace en el contexto de los misterios del Rosario (ver SAR 64, VD 116). Tal era la teologa de su poca que hablaba de la Resurreccin principalmente como una prueba apologtica de la divinidad del Seor. Sin embargo, este misionero contemplativo insiste en un elemento muy importante de la resurreccin: su dimensin csmica. Y Montfort atribuye este triunfo csmico a la cruz gloriosa. De hecho, l descubre la conquista de Cristo en la cruz y en ninguna otra parte que en la cruz y por la cruz. Para Montfort el triunfo de la Pascua no viene despus de la cruz, sino que se encuentra en la unin indisoluble de Cristo con su esposa, la cruz. La Victoria brota de la cruz. Ella es el verdadero Arbol de Vida (SM 22, DBM 8; CT 123,13).

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  • En la margen de uno de sus Cnticos, escribe: 2do punto: las Victorias de la cruz: sobre el demonio, el mundo, la carne, sobre los enemigos visibles e invisibles, en la tierra y los cielos (CT 19). La cruz triunfante ser transportada al Cielo, de suerte que con la cruz, el juez resucitado juzgar a vivos y muertosLa cruz clamar venganza/ contra sus enemigos,/ dicha y perdn para sus amigos (CT 19,13-14). La cruz en la cual el Seor de todas las cosas ha sufrido tanto (ver los cnticos sobre los misterios dolorosos, CT 67-73) dar gloria A todos los Bienaventurados/ y cantar victoria/ en la tierra como en el cielo (CT 19,14). Por la cruz es que Jess encaden los infiernos,/ aplast la rebelda/ y conquist el universo;/ (CT 19,6). Por la cruz Jess mismo ha alcanzado la gloria del Seor resucitado. Una vez hecho hombre, poda comunicar a su cuerpo el gozo, la inmortalidad y la alegra de que ahora goza. Pero no quiso obrar as para poder padecer (ASE 163). El Triunfo de la cruz es el ttulo de dos de sus Cnticos (19 y 102). La victoria de la Pascua es el fruto de la cruz redentora: jams la Cruz sin Jess, ni Jess sin la Cruz. c. La pobreza, compaera de la cruz La pobreza es la compaera de la cruz (CT 108,7). El abandono total de los bienes materiales por Jess durante su vida alcanza la cima en su anonadamiento en la cruz. Es el punto culminante de una vida de pobreza radical y voluntaria manifestada en la encarnacin, en su nacimiento, en su vida y en su amor preferencial por los pobres (ver CT 20,4; 58,7; 108,3; 123,3). Padeci en sus bienes. Sin recordar la pobreza de su nacimiento, la huida a Egipto y su permanencia all, la pobreza de toda su vida, pensemos que en su pasin fue despojado de sus vestiduras por los soldados, que las sortearon entre s, y luego clavado en la cruz, sin que le dejasen un pobre harapo para cubrirse (ASE 158) Por una pobreza voluntaria Jess ha querido redimir el mundo. Citando a Ruperto de Deutz, Montfort escribe: que el Padre ofreci a su Hijo, en el momento de la encarnacin, la alternativa de salvar el mundo por el placer o por el dolor, por los honores o por los desprecios, por la riqueza o por la pobreza, por la vida o por la muerte. De modo que, si hubiera querido, hubiera podido redimir a los hombres y llevarlos al paraso por medio de goces, delicias, placeres, honores y riquezas, gloria y triunfos. El escogi los dolores y la cruz para dar mayor gloria al Padre, y a los hombres el testimonio de un amor ms grande (ASE 164). San Luis Mara Grignion de Montfort qued de tal manera impactado por la pobreza radical de Jess desde su encarnacin hasta la cruz, que escogi vivir tambin una pobreza radical, voluntaria, y pidi hacer lo mismo a sus misioneros de la Compaa de Mara. (ver ACM). 2. Mara Montfort no se limita a declarar que el mejor medio y el secreto ms maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabidura es una tierna y verdadera devocin a la Santsima Virgen (ASE 203). El insiste primero que todo en los fundamentos bblicos slidos sobre los cuales florecer necesariamente una verdadera y autntica devocin. Esta base mariana slida de su espiritualidad no hay que maravillarse de ello se encuentra en la funcin de Mara en la encarnacin, tal como ha sido revelado por la Escritura y la Tradicin. Primeramente, es porque Dios decide libremente hacer que Mara sea necesaria en su inmutable designio de salvacin, que Ella es un medio tan eficaz para llegar a la unin con la divina Sabidura. a. La funcin de Mara en la encarnacin La funcin intrnseca de Mara en la Encarnacin modelo que jams se repiti en la historia de salvacin como se menciona precedentemente es puesto de relieve por Montfort, especialmente cuando destaca el sentido del consentimiento amoroso de Mara al designio de Dios. Para decirlo sencillamente, por su s, por su fiat, la encarnacin redentora se convierte en realidad. El Verbo Encarnado que, en su Persona es una ofrenda perfecta al Padre, comparte con su Madre su anonadamiento, de manera que ella se glora tambin del ttulo de sierva (ver Filp 2,7; Lc 1,38.48) que determina su ofrenda total y amorosa al Padre en unin con su Hijo. Segn la escuela francesa y especialmente san Juan Eudes, Mara, a causa de su funcin en la encarnacin es la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa del Espritu Santo, no slo cuando el Verbo eterno se hace carne, sino en toda la economa de la salvacin. Dios Padre quiere formarse hijos por Mara hasta la consumacin del mundo Dios Hijo quiere formarse por medio de Mara y, por decirlo as, encarnarse todos los das en sus miembros Dios Espritu Santo quiere formarse elegidos en Ella y por Ella Mara ha colaborado con el Espritu Santo en la obra de los siglos, es decir, la encarnacin del Verbo de Dios. En consecuencia, Ella realizar tambin los mayores portentos de los ltimos tiempos: la formacin y educacin de los grandes santos, que vivirn hacia el final de los tiempos, estn reservados a Ella, porque slo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar, en unin del Espritu Santo, las cosas excelentes y extraordinarias. Cuando el Espritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto ms abundantemente cuanto ms sitio hace el alma a su Esposa (VD 29-36, passim). b. Consentimiento hipotticamente necesario y representativo El consentimiento de Mara es, segn lo que nos dice san Luis Mara de Montfort, no slo una necesidad hipottica (ver VD 14,39) puesto que en s no es necesario, y sin embargo, libremente querido por Dios, sino tambin un consentimiento representativo. El misionero pone de relieve con santo Toms de Aquino, que su S a la Anunciacin es dado en nombre de toda la humanidad: (Mara) consciente a la Encarnacin en nombre de toda la humanidad de modo que hay cierto matrimonio espiritual entre el Hijo de Dios y la humanidad (S. Th. Q. 8, a.1). Segn las palabras de san Luis Mara : El Espritu Santo form a Jesucristo en Mara pero despus de haberle pedido su consentimiento (VD 16). (Mara) encontr gracia delante de Dios para s misma y para toda la humanidad (ASE 203). Por Mara, toda la humanidad, todo el cosmos dijo S al deseo de la Sabidura de entrar en nuestra familia humana deformada, deseando vehementemente redimirla. Montfort alaba de manera lrica este consentimiento de Mara cuando canta: Lograste sin batallas, por tu consentimiento,/ lo que toda la tierra buscaba con afn./ (CT 63,4)

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  • c. Consentimiento salvfico Este consentimiento es claramente salvfico, porque la Sabidura eterna se hace hombre siempre que Ella diera su consentimiento (ASE 107; ver Vat. II, LG 56). (Jess) glorific su propia independencia y majestad, sometindose a esta Virgen amable en la concepcin, nacimiento, presentacin en el templo, vida oculta de treinta aos, hasta la muerte, a la que Ella deba asistir, para ofrecer con Ella un solo sacrificio y ser inmolado por su consentimiento al Padre eterno, como en otro tiempo Isaac, por la obediencia de Abraham, a la voluntad de Dios (VD 18). Claramente, la salvacin del mundo comenz por medio de Mara (VD 49). Montfort no emplea en ninguno de sus escritos la palabra corredentora y posiblemente a propsito por el temor de ser mal interpretado por los calvinistas y tambin por los catlicos de su tiempo. Sin embargo, la funcin nica de Mara en la redencin es claramente sostenida por el misionero. d. Consentimiento eterno El consentimiento de Mara entra en el tejido de la historia de salvacin. Es para siempre. Jess permanece para siempre como el fruto de sus entraas, el fruto de su fe (ver ASE 205). Mara permanece para siempre la Novia rescatada por Cristo, la humanidad que acepta de manera activa y responsable al Redentor. Ella es para siempre el fiat de toda la creacin que aspira a la curacin por un solo Redentor. Puesto que Dios ha querido el consentimiento de Mara en la Encarnacin, el comienzo de todos los misterios en el cual estn contenidos todos los dems misterios, Montfort proclama pues en voz alta que Mara es la Madre del Cuerpo Mstico, la Medianera de todas las gracias, la Reina maternal de todos. Por ella Jesucristo, que es la Gracia encarnada, viene a este mundo. Por su S es como nosotros participamos de esta gracia, el fruto de su seno, y de manera ms importante, el fruto de su fe. Montfort puede pues afirmar que todos los predestinados, para asemejarse realmente al Hijo de Dios [ver Rm 8,29], estn ocultos, mientras viven en este mundo, en el seno de la Santsima Virgen, donde esta bondadosa Madre los protege, alimenta, mantiene y hace crecer hasta que les da a luz para la gloria despus de la muerte, que es, a decir verdad, el da de su nacimiento, como llama la Iglesia a la muerte de los justos (VD 33). Esta funcin materna de Mara respecto al cuerpo de Cristo fue promulgada por la Sabidura crucificada cuando Jess exclam: Mujer, ah tienes a tu hijo Ah tienes a tu Madre (Jn 19, 25-27, VD 144; SM 66; ver SA 1). Conclusin La Sierva Todopoderosa. La espiritualidad de san Luis Mara de Montfort insiste a la vez en la nada de Mara en s misma y en su inimaginable santidad. Precisamente este anonadamiento de ella atrae al Espritu para colmarla de su vida divina para ella misma y para los dems miembros del Cuerpo Mstico: Ella que es: una sierva una nada infinitamente inferior a Jess menos que un tomo la pequea hija la ms obediente de los servidores de Dios - por la voluntad misteriosa de Dios ser tambin una maravillosa Virgen un prodigio asombroso una imagen preclara de la Trinidad el ocano inmenso de todas sus grandezas el paraso de la Trinidad el abismo de la gracia la obra maestra de todas sus grandezas el lugar de reposo de la Trinidad el tabernculo de Dios la medianera de todas las gracias Pero el ttulo ms fundamental de Mara segn el pensamiento de Montfort es: la fiel Madre de Dios. Si se saca el hilo mariano del tejido de la historia de salvacin se deshara totalmente el tapiz, porque as lo ha querido Dios, como lo afirman la Escritura y la Tradicin. I. LA RESPUESTA DEL HOMBRE AL LLAMADO DE LA SABIDURIA Jess no solamente es el llamado sino tambin la respuesta: En Mara, ha dado a su Padre una gloria infinita, que jams haba recibido del hombre (VD 248; ver S. Th. III, q. 48, a. 6). Formado por el Espritu Santo en el seno de la Virgen Mara, nos rescata por su obediencia: He venido para cumplir tu voluntad (Heb 10,7; VD 248; CT 41,3; AC 16). La cruz gloriosa y triunfante es el cumplimiento de su victoria sobre el pecado y la muerte, compartido con nosotros en el Espritu. Nuestra respuesta al llamado sigue el mismo camino por el cual el llamado ha llegado hasta nosotros. Despus de una breve introduccin sobre la enseanza de san Luis Mara de Montfort acerca de la necesidad que tiene el hombre de responder a Jess, sern examinados el acto de Consagracin y los dos medios: Mara y la cruz. Esta seccin se concluir con una sntesis de las etapas que Montfort describe para su camino mariano hacia la gloria de Dios. Introduccin: el estado del hombre La belleza y el poder del llamado de la Trinidad al hombre en Cristo Jess, exigen una respuesta: Se hace infinita violencia infinita a la Sabidura rehusndole o robndole el corazn de un hombre (ASE 64). Y para Montfort no se trata slo de violencia sino tambin de rehusar entrar en la verdadera felicidad, la unin al Padre por el Verbo Encarnado y en el Espritu Santo. Montfort, predicador de misiones parroquiales, insiste en el hecho que el hombre ha sido destrozado por el pecado original: El pecado de nuestro primer padre nos perjudic a todos casi totalmente; nos dej agriados, engredos e infectados (VD 79). Siguiendo un poco el pesimismo agustiniano de la escuela francesa, tres veces en el Tratado de la verdadera devocin a la Santsima Virgen, describe al hombre cado con trminos muy severos (Ver VD 79, 213, 228). Las expresiones que utiliza no nos dan un sentimiento de estima de nosotros mismo. No cabe la menor duda que San Luis Mara tena la intencin de entregarnos este mensaje. Para este predicador que aspira a reformar la Iglesia y a renovar la faz de la tierra (SA 17), la Sabidura eterna no ha venido al mundo para decirnos qu grande ramos sin Jess. Jess proclama

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  • abiertamente que ha venido a llamar a los pecadores (ver Mc 2,17), que sin m nada podis hacer (Jn 15,5). Los trminos con que Montfort describe al hombre cado, tomados del medio agrcola del siglo XVII en Bretaa, pueden ser inadecuados para la cultura de hoy. Sin embargo, no se puede negar que su espiritualidad es del todo evanglica: como el sarmiento no puede dar fruto por s solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros si no permanecis en m (Jn 15,4). Montfort dice explcitamente que no nos apoyemos en nuestros propios esfuerzos, habilidad y preparacin, para llegar a Dios y agradarle (ver VD 83). consciente de tu incapacidad para todo bien sobrenatural y para toda accin til a la salvacin (SM 46), Como san Agustn, Montfort reacciona contra lo que l percibe como el neopelagianismo de su tiempo. Este misionero itinerante est tambin, como san Agustn, convencido de los estragos que el pecado original ha causado en el hombre, estragos y concupiscencias que permanecen an despus del bautismo: El pecado de nuestro primer padre nos perjudic a todos casi totalmente; nos dej agriados, engredos e infectados Nuestros cuerpos se hallan tan corrompidos que el Espritu Santo los llama cuerpos de pecado [Rm 6,6], concebidos en pecado, alimentados en el pecado y capaces de todo pecado. Cuerpos sujetos a mil enfermedades, que de da en da se corrompen y no engendran sino corrupcin (VD 79). Insiste en nuestra debilidad en todo, nuestra continua inconstancia, nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar (ibid.). Adn es creado en la justicia original. El misionero describe ampliamente la belleza del hombre en este estado (ver ASE 35-38). La cada del hombre es entonces una calamidad csmica y tiene consecuencias que los humanos tendemos a negar ms que a admitir. La unin intensa de Montfort con el Seor le hace muy sensible al pecado, plenamente consciente de su propia debilidad y de su total dependencia de la gracia de Dios. Es el ejemplo clsico de un dicho teolgico que afirma que cuanto ms cerca estamos de Dios ms sentimos la distancia; cuanto ms estamos en armona con Dios, nos hacemos ms sensibles a la carencia destructora de armona del pecado. Todo lo que podra alejar al hombre del Seor, todo lo que no est orientado hacia su fuente y su fin, es llamado el mundo o ms bien las trampas del mundo. Los Cnticos 30-38 son como el clamor de la trompeta del misionero que advierte a sus oyentes sobre las trampas que el mundo nos ha tendido de manera muy astuta. Montfort insiste fuertemente en la depravacin del hombre abandonado a s mismo, tan orgulloso, e insiste an ms fuertemente en la belleza de los que se entregan a Cristo: son brazas ardientes, iluminan el mundo como soles, mansos corderos, castas palomas, enjambre de abejas, manada de giles ciervos, batalln de valientes leones, dotados de la velocidad del guila (SA 12.18). Si respondemos al tierno llamado de Dios, Montfort no encuentra trminos para describir la majestad de nuestro estado, nuestra deificacin. Unido a la Sabidura encarnada, el hombre malvado llega a ser Hombre-Dios (VD 157; SM 3). La audacia del misionero no conoce lmites: Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo lo podemos todo: tributar al Padre en la unidad del Espritu Santo todo honor y gloria; hacernos perfectos y ser olor de vida eterna para nuestro prjimo (VD 61). Tambin cuando como peregrinos nos unimos al Seor por el bautismo, la concupiscencia permanece, el mundo incita an al alma a encontrar la felicidad eterna en los dioses finitos. La espiritualidad de san Luis Mara de Montfort es siempre vigilante ante el poder misterioso de las cosas creadas que pueden llevar a la persona ms piadosa al pecado: He visto caer las estrellas del cielo (VD 88; ver SAR 51, SM 40). A EL ACTO DE CONSAGRACIN (ASE 223-227) La respuesta de la espiritualidad de Montfort a la Sabidura Encarnada se coordina perfectamente con el llamado de la Sabidura. El retorno a Jess Sabidura, la segunda persona de la Trinidad, debe ser total. Y el medio para lograrlo es sobre todo la cruz gloriosa y por Mara, madre espiritual de todos. Este camino hacia la Luz resplandeciente de la ternura, el Padre, debe tener un punto de partida solemne y bien preparado, un comienzo que incluya la determinacin de seguir fielmente este camino todos los das de su vida. 1. Un acto solemne Montfort exige un comienzo verdaderamente solemne en el camino que describe. As como la Encarnacin es el comienzo de nuestra salvacin e incluye todo lo que de ella se desprende, as tambin debe haber un punto de partida solemne en el camino de Jess Sabidura, que incluya todo lo que implica para lograr el objetivo. No es un momento pasajero o de distraccin. Semejante a una celebracin de la profesin del novicio que dedica meses para prepararse a esta entrada gozosa y sublime en la vida religiosa, as tambin quienquiera que entra totalmente en el camino de Montfort dedica cierto tiempo para orar y estudiar el objetivo y los medios, pero tambin pasa por una preparacin o un retiro al menos de un mes antes de pronunciar el acto solemne de la consagracin. El comienzo solemne de una vida renovada en Cristo Jess no debe precipitarse. La reafirmacin personal y perfecta de nuestras promesas bautismales pues es esencialmente lo que Montfort nos propone no se debe hacer a prisa. Con toda seguridad, segn su pensamiento, esta reafirmacin es considerada como una conversin en la vida del bautizado, que conlleva una renovacin no solo en la vida de la persona en Cristo, sino tambin por las personas, una renovacin de la familia, de la parroquia y tambin de la Iglesia. 2. La Preparacin a la consagracin El acto de consagracin debe ser un acontecimiento memorable, tan bien preparado y realizado con tal solemnidad que se grabe en el entramado de nuestra vida. Los ejercicios espirituales preparatorios a la consagracin consisten primero que todo en al menos doce das para vaciarnos del espritu del mundo (VD 227). El misionero considera el tema de estos doce das de suma importancia, pues la sptima prctica exterior de devocin mariana no es sino una repeticin del mismo asunto (ver VD 256). Emplearn tres semanas para llenarse de Jesucristo por medio de la Santsima Virgen. Durante la primera semana dedicarn todas sus oraciones y acciones para pedir el conocimiento de s mismo y la contricin de sus pecados (VD 227-228). Durante la segunda semana se dedicarn en todas sus oraciones y obras del da a conocer a la Santsima Virgen, pidiendo este conocimiento al Espritu Santo (VD 229). Dedicarn la tercera semana a conocer a Jesucristo (VD 230).

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  • Estos ejercicios dados solamente en forma abreviada por el misionero, son eco de los motivos (ver VD 135-212) y de los efectos (ver VD 213-225) de la Consagracin. Cada ao, renovarn dicha consagracin, observando las mismas prcticas durante tres semanas. Todos los meses y cada da pueden renovar su entrega con estas pocas palabras: Soy todo tuyo y cuanto tengo es tuyo, oh mi amable Jess!, por Mara, tu Madre santsima (VD 233). 3. Jess, el fin ltimo de la consagracin Como es de esperarse, la oracin de la consagracin se dirige a Jess como fin ltimo: Sabidura eterna y encarnada, amabilsimo Jess, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo nico del Padre eterno y de Mara, siempre virgen (ASE 223). El adorable Jess a quien se dirige en primer lugar como Sabidura eterna y encarnada, segunda persona de la Trinidad, es tambin, segn su naturaleza humana, el Hijo de la Virgen Mara. Al expresar el teocentrismo de la escuela francesa, Montfort expresa en primer lugar y fundamentalmente su tierna adoracin trmino que Montfort reserva de manera unvoca a Dios solo a Jess a la vez en el seno y esplendores del Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de Mara en el tiempo de la encarnacin (ASE 223). La oracin majestuosa se torna entonces en una accin de gracias a Jess por haberte anonadado, tomando forma de esclavo para liberarme de la cruel esclavitud del demonio 4. La consagracin por medio de Mara Al admitir nuestra condicin de pecadores, Montfort nos hace admitir que ni merezco llamarme hijo ni esclavo tuyo. Por ello se recurre a Mara Inmaculada, tabernculo viviente de Dios refugio seguro de pecadores. (ASE 224). Al dirigirse a Mara, Montfort describe lo medular de la consagracin: Yo, pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satans, a sus vanas promesas y malas intenciones, y me consagro totalmente a Jesucristo, la Sabidura encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los das de mi vida a fin de serle ms fiel de lo que he sido hasta ahora. Te escojo hoy, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Seora. Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores y hasta el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras. Dispn de m y de cuanto me pertenece, sin excepcin, segn tu voluntad, para mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad (ASE 223-225). 5. Un acto de adoracin La consagracin, tal como san Luis Mara la considera, es un acto de adoracin, una expresin de latra. No slo se dirige a la Sabidura eterna y encarnada, muy amable y adorable Jess, sino que implica la profunda verdad que yo debo vaciarme totalmente en el T, de suerte que el yo sea lo que es realmente. El acto de consagracin no es la recitacin de una frmula sino la afirmacin de s mismo: es el tierno vaciamiento total y definitivo de s mismo en el tres veces Santo. En el acto de consagracin, el hombre encuentra su identidad no en el orgullo de ser para s mismo sino en el humilde realismo de una tierna relacin vivida con el Otro sublime y al mismo tiempo tan cercano, el Amor mismo. San Luis Mara de Montfort dice claramente que Jess, Sabidura eterna y encarnada, es en s mismo, la consagracin al Padre. Pero, con la Palabra de Dios tal como es predicada, enseada y orada por la Iglesia, hace notar tambin que esta consagracin de la encarnacin tuvo lugar en Mara por la gracia de Dios y por el consentimiento de Mara divinamente querido. Por ello es absolutamente imposible separar la consagracin de este universo de la mujer cuya fe-consentimiento es intrnseca a la encarnacin de la Sabidura eterna. Su fiat salvfico asegura la consagracin de este mundo en tanto que su fe asegura la encarnacin de la Sabidura eterna que es en su persona la consagracin del universo a Dios. 6. La consagracin es una La consagracin a Jesucristo debe, pues, ser tambin mariana. En el pensamiento de Montfort no se trata de dos consagraciones: una a Jess y la otra a Mara. El insiste en el hecho que no hay sino una consagracin: entramos libremente en el Santo de Dios, la Sabidura encarnada, en toda su realidad el fruto del seno colmado de fe de Mara. Montfort declara con fuerza que nos consagramos al mismo tiempo a la Santsima Virgen y a Jesucristo, nuestro Seor, como a nuestra meta final, a quien debemos todo lo que somos, ya que es nuestro Dios y Redentor (VD 125). Consagrarnos a Cristo excluyendo a Mara sera consagrarnos a una invencin de nuestra imaginacin, pues tal persona no existe. En ella, por su consentimiento representativo, se efecta nuestra consagracin en Cristo. Estamos llamados a entrar libremente y con amor en este misterio: tal es la consagracin propuesta por san Luis Mara Grignion de Montfort. 7. El bautismo y la consagracin Para este gran santo estas dos ideas: una perfecta renovacin de las promesas bautismales y la perfecta consagracin, son sinnimas (ver ASE 223, 225, VD 120; 126-130). Puesto que el bautismo es una inmersin, es nuestra consagracin fundamental en Cristo, es evidente que el acto voluntario y por amor de la perfecta consagracin a Jesucristo no puede ser otro que una renovacin de la vida bautismal. El Concilio Vaticano II recuerda que ya por el bautismo [el cristiano] ha muerto al pecado y est consagrado a Dios (LG 44). Por el bautismo el cristiano entra en la esfera del Santo, porque es bautizado en la muerte y resurreccin del Consagrado, Jesucristo. Por el Bautismo, el cristiano es consagrado, ungido por el poder del Espritu Santo, participa en la consagracin esencial de Cristo. Con Cristo y por Cristo, est consagrado a la gloria de Dios, la salvacin del mundo. Ya no se pertenece ms. Pertenece al Seor, quien comparte con l su propia vida divina. Montfort, siguiendo sus fuentes, emplea la palabra esclavo para ilustrar el sentido de este acto fundamental y radical del bautismo (ver VD 68-73; 126). Para l, esclavo de Jess en Mara es un lenguaje de amor. La palabra est despojada de todas las connotaciones peyorativas de opresin y servilismo. Con ella expresa la totalidad de la posesin por otro. Es evidente que en ciertas culturas contemporneas este trmino est tan inseparablemente vinculado a una horrible injusticia

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  • que puede ser necesario emplear otros trminos para reemplazarlo o para clarificar lo que Montfort quiere expresar con esclavitud. La fe es una pertenencia a Dios solo por Jesucristo en el poder del Espritu. Entramos en este estado de pertenencia a Dios por el sacramento del bautismo, por el cual nos convertimos en esclavos de Jesucristo. Como el misionero lo predica a sus feligreses, sin embargo, an antes del bautismo, pertenecemos a Dios por una esclavitud natural. Somos su creacin, no existimos por nosotros mismos. Somos por Otro. Cada respiracin que hacemos, cada palpitacin del corazn es don gratuito de Dios, puesto que la creacin no es algo del pasado, sino un acontecimiento actual. Montfort describe nuestra condicin radical de criaturas como esclavos por naturaleza. Ahora, segn el misionero, podemos escoger: podemos ratificar con amor esta dependencia total de Dios y ser esclavos de amor, o bien, podemos negar esta verdad de nuestra pertenencia a Dios y ser esclavos por la fuerza, o esclavos del demonio (Ver VD 126). Por el bautismo nos convertimos en esclavos de amor, aceptando con palabras y obras que somos amados por Dios en Cristo Jess. La cruz es entonces intrnseca a nuestra vida bautismal. Prometemos entonces llevar la cruz fielmente y morir con el Seor en el Calvario, ofrecindonos en holocausto de amor en el sacrificio de Jess. La perfecta consagracin es precisamente la renovacin de la Alianza bautismal. En el bautismo, el (cristiano) eligi a Jesucristo como a su Maestro y soberano Seor, para depender de l en calidad de esclavo de amor. Es precisamente lo que hacemos por la presente devocin (VD 126). Ya sea que el bautismo tenga lugar cuando somos nios o adultos, la perfecta consagracin es la ocasin para un compromiso an ms profundo con Jesucristo, una renovacin del fundamento mismo de nuestra fe. Montfort nos recuerda as que en el santo bautismo no nos consagramos explcitamente por manos de Mara ni entregamos a Jesucristo el valor de nuestras buenas acciones (VD 126). El misionero llama, pues, la consagracin la perfecta devocin a la Madre de Dios. 8. La consagracin y el apostolado Ya que la consagracin es el compromiso de vivir a fondo nuestra vida bautismal, exige un profundo compromiso en el apostolado. El fin ltimo de la consagracin es el reinado de Jesucristo (ver VD 227). Montfort escribe y predica con el fin de formar un autntico discpulo de Cristo (VD 111). De hecho, Montfort cree que est llamado por Dios para formar un gran escuadrn de aguerridos y valientes soldados de Jesucristo, un escuadrn de hombres y de mujeres para combatir el mundo (VD 114), pero tambin de verdaderos apstoles de los ltimos tiempos (VD 58; ver 23-27). Aunque este llamado urgente se dirige en primer lugar a los sacerdotes, no se debe olvidar que su oracin es universal: hombres y mujeres de todas las edades, de todos los lugares debern convertirse en apstoles dinmicos de Jesucristo. Con el poder del Espritu, reformarn la Iglesia y renovarn la faz de la tierra (Ver VD 43; SA 17). La perfecta consagracin, la renovacin de la alianza bautismal vivida, es el principal medio que propone a la vez para la formacin de estos apstoles de Jesucristo y para asegurar una renovacin en la Iglesia. La finalidad de su promocin de la perfecta consagracin es de transformar a los miembros del Cuerpo de Cristo en un batalln de hombres y mujeres apostlicos que viven verdaderamente la total pobreza existencial de una consagracin total y as, llenos del Espritu Santo y del espritu de Mara, llevan a feliz trmino empresas maravillosas para destruir el pecado y establecer el reino de Jesucristo (SM 59). Montfort nos llama en el plano espiritual a regresar a Dios por el mismo medio que El ha empleado para venir a nosotros: por Mara y por la cruz. Para este predicador de misiones populares, esto pide una vida en Mara y en la cruz, de suerte que podamos vivir mejor en Cristo Jess. A. VIVIR LA CRUZ La espiritualidad de la cruz de san Luis Mara de Montfort parece absurda a la cultura hedonista de hoy. Sin embargo, su comprensin del sentido de llevar la cruz est en armona con el mensaje evanglico que l tanto estima: Quien quiera seguirme, niguese a s mismo, cargue con su cruz cada da y venga conmigo (Lc 9,23 //Mt 16,24; AC 13) 1. El deseo de vivir la cruz A todo lo largo de sus escritos, Montfort insiste en la necesidad de un autntico deseo de ser un discpulo del Seor crucificado: existe una multitud de insensatos y perezosos que tienen millares de deseos, o mejor, de veleidades por el bien, que no les impelen apartarse del pecado ni hacerse violencia, y por lo mismo, son ineficaces y engaosos, matan y conducen a la condenacin (ASE 182). La distincin entre el deseo y la veleidad es clara. Si deseamos ardientemente estar unidos a Cristo, deseamos tambin ardientemente tomar todos los medios necesarios para lograr este objetivo. En consecuencia, los que son del Mesas, la Sabidura encarnada, han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos (Gal 5,24), llevan ahora y siempre en su persona la muerte de Jess, se hacen violencia continuamente, llevan su cruz todos los das, estn, finalmente, muertos y hasta consepultados con Jesucristo (ASE 194). An ms: ya que Dios nos ha dado todo su ser dndonos a Jess, nuestra correspondencia debe ser tambin un abandono total y amoroso: La Sabidura exige para comunicarse una mortificacin universal y continua, valerosa y discreta. No se contenta con una mortificacin a medias y de pocos das (ASE 196). 2. La cruz del estado de vida Sin embargo, cuando san Luis Mara habla de mortificaciones, no habla en primer lugar de las que se escogen libremente, sino de la cruz que nos impone el estado de vida. Nuestra inmersin bautismal en Cristo exige que desprendamos nuestro corazn de los bienes materiales, que no nos conformemos a los modales exteriores de los mundanos y que no sigamos sus falsas mximas (Ver ASE 197-199). De las 14 reglas que Montfort da para llevar nuestra cruz, slo la ltima trata explcitamente de buscar algunas cruces voluntarias Ejemplos: Tienen en casa algn mueble intil al que estn encariados? Reglenlo a los pobres, diciendo: Si Jesucristo es tan pobre, queremos nosotros quedarnos con lo superfluo? Les repugna algn manjar? Sienten horror ante algn acto de virtud o algn olor desagradable? Saboreen ese manjar, practiquen esa virtud, huelan lo que les desagrada! Vnzanse! (AC 61). La finalidad de las mortificaciones voluntarias es presentada claramente: Para alcanzar la Sabidura te es necesario mortificar tu propio cuerpo, no solo sufriendo con

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  • paciencia las enfermedades corporales, las inclemencias del tiempo y las molestias de las criaturas durante la vida, sino tambin imponindote algunas penalidades y mortificaciones, como ayunos, vigilias y otras austeridades propias de los santos penitentes (ASE 201). La cruz ms importante es pues la fidelidad a su estado de vida, la gratitud por no importa qu cruz el Seor escoge para nosotros. Para que seamos fuertes para llevar las cruces que nos son dadas por la divina Providencia, Montfort recomienda otras mortificaciones aprobadas por un prudente director espiritual. La cruz de la Sabidura de Poitiers menciona algunas de las cruces que un grupo de pobres con limitaciones deban llevar como consecuencia de su estado de vida. Compete a cada uno el aceptar las cruces especiales inherentes a la propia vocacin. Estas son las mejores mortificaciones, la manera ideal de tomar nuestra cruz y seguir al Seor hasta el Calvario. 3. La felicidad de llevar su cruz Nada de ilusiones! escribe san Luis Mara de Montfort- Desde que la Sabidura encarnada tuvo que entrar al cielo por medio de la cruz, por ella tendrn que entrar los que la sigan! (ASE 180). Ya que la cruz es preciosa porque nos hace asemejar a Jess, se comprende que san Pablo se glora ms de hallarse encadenado por su Salvador que de ser elevado al tercer cielo. Dios favoreca ms a los apstoles y a los mrtires hacindolos partcipes de su cruz en las humillaciones, la pobreza y los ms crueles tormentos que otorgndoles el don de hacer milagros y convertir el mundo entero (ASE 175). Citando a san Juan Crisstomo, Montfort afirma que san Pedro es ms feliz al verse encarcelado por Jesucristo que en la gloria del Tabor; se siente ms glorioso por llevar en los pies las cadenas, que en las manos las llaves del paraso (Ibidem). Esta alegra que se experimenta al estar crucificado con Jess en la cruz no es segn la voluntad de la carne. No es un amor emotivo. Es cierto que podemos a veces experimentar alegra, incluso sensible, cuando padecemos. As lo experimentaron muchos santos. Pero esta alegra no proviene de la carne, aunque en ella se experimente, sino de la parte superior, la cual se encuentra tan rebosante de la alegra divina del Espritu Santo que llega a redundar hasta en el cuerpo (AC 51). Existe tambin otro amor a la cruz que yo llamara racional. Nace del conocimiento de la dicha que hay en sufrir por Dios. Pero este amor racional y percibido, aunque es bueno y excelente, no es siempre necesario para sufrir con alegra por Dios (AC 52). Ms bien aunque no experimentemos ningn gozo en los sentidos ni se perciba ninguna satisfaccin racional en el alma, amamos y saboreamos la propia cruz a la luz de la fe, aunque con frecuencia todo sea guerra y sobresalto en la parte inferior, que gime, se queja, llora y busca alivio (AC 53). 4. La cruz de la pobreza voluntaria Para san Luis Mara de Montfort, la cruz voluntaria ms preciosa y dichosa de todas, es la pobreza voluntaria (ver M 1 y ACM). No slo porque nos libera de pagar cualquier arriendo y de gastos intiles sino sobre todo porque imita muy fuertemente a Jess y nos hace libres (liberos: hijos y libres) para ser llevados por el Espritu por todas partes donde l quiera, al servicio del reino (ver CT 91: El buen misionero). Para los hijos de la luz la pobreza de espritu es de necesidad absoluta (ver CT 108,7: Los tesoros de la pobreza), un desprendimiento de los bienes de este mundo, el desprecio de la riqueza y el amor a la pobreza (MR 8, en el tercer misterio gozoso). Esta pobreza de espritu, un anonadamiento total, es la finalidad de la consagracin. Ella est a la base tambin de la insistencia de Montfort sobre la virtud de la obediencia (ver CT 10). El orgullo, el amor de s mismo, la soberbia son ejemplos de riqueza diablica que impide la obediencia, especialmente al Santo Padre: Creed a Jess en su vicario,/ En todo lo que toca a la fe,/ Y tomad lo que dice en la ctedra/ Como orculo y segura ley (CT 6,50). Creo lo que dice el Santo Padre,/ No obstante los secuaces del infierno,/ Ya que es mi jefe y mi luz,/ pues ve claro y yo ni jota veo (CT 6,57). En una poca de galicanismo y jansenismo, estas palabras del misionero le granjearon el desprecio de un buen nmero de los miembros del clero. 5 Llevar la cruz de los pobres El espritu de pobreza exige tambin una preocupacin personal por los pobres que son imgenes vivientes, los lugarteniente de Jesucristo o, mejor dicho, son Jesucristo mismo (ver CT 17,14). El amor de los pobres, la identificacin con los sin techo caracterizarn la vida de san Luis Mara de Montfort y una gran insistencia en su espiritualidad, que resulta de su amor por la Sabidura, Jess crucificado. Como san Ambrosio declara con valenta: Si tienen algn bien superfluo, pertenece a los pobres. Son sus bienes, como dice el Evangelio. Ustedes le deben sus muebles dorados, sus perlas preciosas, sus vestidos magnficos El pobre tiene derecho a pedirlos, puesto que todo bien que no es necesario, el rico no lo puede guardar, aunque crea lo contrario (CT 17, 18, 19). Consolar a los pobres, vendar sus heridas, curar sus llagas abiertas, no es para Montfort trabajo social, pues los pobres son las imgenes de Jesucristo, son Cristo mismo (CT 17,14) y lo que se hace a los proscritos, se hace a Jess. B. MARA: EL MAYOR MEDIO PARA ADQUIRIR LA SABIDURA La explicacin evanglica que da san Luis Mara de Montfort sobre la funcin de Mara en la historia de salvacin pide una respuesta de parte del hombre. La devocin a Mara es la respuesta de parte del hombre. La devocin a Mara responde a esta gozosa obligacin. Despus de haber dado los fundamentos teolgicos de una verdadera y autntica devocin a Mara (ver VD 1-37), Montfort trata de la necesidad de la devocin a la Santsima Virgen y de la devocin general a Mara (ver VD 38-118), despus de una perfecta prctica de la verdadera devocin a la Madre de Dios, la perfecta consagracin a Jesucristo (ver VD 118-227; ttulo que precede al nmero 120). Toda la obra maestra es llamada por Montfort: preparacin al reinado de Jesucristo Sea que hable de la devocin mariana en general o de la consagracin total, el santo misionero est bien decidido a proclamar la verdadera devocin a la Madre de Dios, puesto que su implicacin en las misiones y retiros parroquiales ha revelado maneras falsas e inadecuadas de alabar a la Virgen Mara. Encontramos en sus escritos criterios para discernir la verdadera devocin a la Santsima Virgen.

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  • 1. La devocin a Mara conduce infaliblemente a Jess La ms importante de las reglas rudimentarias y evidentes que caracteriza la verdadera devocin a la Madre de Dios es la siguiente: la devocin a Mara conduce infaliblemente a Jesucristo, al Cristo total, Cabeza y miembros. Cualquier forma que pueda tomar la devocin a Mara, est sometida a la norma cristocntrica absoluta por la cual la escuela francesa es bien conocida. Con una osada evanglica, Montfort declara pues que si la devocin a Mara no nos forma ms ntimamente en Jesucristo, es claramente diablica (ver VD 61-67). 2. La devocin a Mara llena al alma del Espritu La plenitud del Espritu que cubre a la Santsima Virgen, es una consecuencia natural de la devocin cristocntrica a Mara. Cuando el Espritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto ms abundantemente cuanto ms sitio hace el alma a su Esposa. Una de las grandes razones de que el Espritu Santo no realice ahora maravillas portentosas en las almas es que no encuentra en ellas una unin suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble Esposa (VD 36). Los devotos de la Santsima Virgen harn la experiencia del Espritu en su gran trabajo, no solamente conducindoles a la ms alta santidad, sino tambin transformndoles en nubes tronantes y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espritu Santo. Sin apegarse, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarn la lluvia de la Palabra de Dios y de la vida eterna, tronarn contra el pecado, lanzarn rayos contra el mundo, descargarn golpes contra el diablo y sus secuaces y con la Espada de dos filos de la Palabra de Dios traspasarn a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altsimo (VD 57). Aunque, en estas palabras, Montfort habla especialmente de los sacerdotes de la Iglesia, a otro nivel, extiende sus efectos a un gran escuadrn de aguerridos y valientes soldados de Jess y de Mara, hombres y mujeres (VD 114; ver VD 214). 3. La devocin a Mara, una experiencia de la ternura del Padre Los que realmente son devotos de Mara gustan, en el Espritu, de la ternura de Dios. De hecho, se puede decir que la profundidad de esta fe-conocimiento de Dios Solo es mi ternura puede muy bien servir de termmetro de la autenticidad de la devocin a Mara. Un temor servil de Dios es rechazado, dice el santo, por la apertura a la influencia de Mara. 4. La devocin a Mara conduce a las Santas Escrituras An ms, ya que san Luis Mara de Montfort insiste en las Santas Escrituras por las incontables referencias cuando habla a la vez del fundamento y de la prctica de una verdadera espiritualidad mariana, la devocin a Mara lleva a una ms profunda veneracin y a un ms grande aprecio de la Palabra de Dios. Montfort ha sido un gran promotor de este amor a la Palabra, por ejemplo, por sus procesiones dramatizadas de la Biblia y haciendo arrodillar a cada participante, en sus misiones parroquiales, ante la Biblia para besarla respetuosamente. En su cntico sobre las resoluciones tomadas por un hombre convertido durante la misin, Montfort habla de la Biblia como de la lectura principal del nuevo fiel cristiano (ver CT 139,56) 5. La devocin a Mara y la nueva evangelizacin Ya que el misionero considera como equivalentes la consagracin total a Jess por Mara y la renovacin de la vida bautismal, la devocin a Mara promueve la Nueva Evangelizacin. Pues Mara es quien rene y acoge con amor a los pobres pecadores y a los descarriados que se convertirn y retornarn a la Iglesia. El hambre de la Eucarista, la obediencia al Magisterio, una vida apostlica que tiende la mano a los otros hermanos y hermanas del Seor, muy especialmente a los pobres, son algunos de los efectos de la devocin a Mara que miden su autenticidad. 6. Caractersticas fundamentales de una verdadera devocin a Mara La devocin a la Madre de la Cabeza y de los miembros de la Iglesia, o an mejor, la manera de vivir en Mara debe estar basada sobre slidos pilares. Debe ser interior, tierna, santa, constante y desinteresada (Ver VD 105-110). Estas son las caractersticas, declara Montfort, de toda verdadera devocin a Mara. La falsa devocin a la Santsima Virgen reviste siete formas que deben ser evitadas si se quiere que el respeto a Mara sea verdadero: la devocin crtica, escrupulosa, superficial, presuntuosa, inconstante, hipcrita e interesada (ver VD 92-104). Montfort se burla de estos sabios orgullosos, engredos y pagados de s mismos, que en el fondo tienen alguna devocin a la Santsima Virgen, pero critican casi todas las formas de piedad con que las gentes sencillas honran ingenua y santamente a esta buena Madre slo porque no se acomodan a su fantasa (VD 93). Los devotos presuntuosos que bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santsima Virgen esconden su orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o la injusticia, etc. su devocin no es sino una ilusin diablica (VD 97). Montfort resume estas falsas devociones a Mara en VD 104: Pongamos, pues, suma atencin, a fin de no pertenecer al nmero de los devotos crticos, que no creen en nada, pero que todo lo critican; de los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado devotos de la Santsima Virgen por respeto a Jesucristo; de los devotos exteriores, que hacen consistir toda su devocin en prcticas exteriores; de los devotos presuntuosos, que, bajo el oropel de una falsa devocin a la Santsima Virgen, viven encenagados en el pecado; de los devotos inconstantes, que por ligereza- cambian sus prcticas de devocin o las abandonan a la menor tentacin; de los devotos hipcritas, que entran en las cofradas y visten la librea de la Santsima Virgen para hacerse pasar por santos, y, finalmente, de los devotos interesados, que slo recurren a la Santsima Virgen para librarse de males corporales o alcanzar bienes de este mundo. Conclusin: Mara nuestra Madre, luego nuestra Medianera y Reina La Santsima Virgen como Madre espiritual es la manera fundamental segn la cual la espiritualidad de san Luis Mara de Montfort considera la relacin entre Mara y nosotros. Su cooperacin a la redencin por su fe-consentimiento constante es la

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  • base para llamarla nuestra Madre. Los otros ttulos que Montfort da a la Madre de la Iglesia se leen como una letana especial compuesta en honor de su maternidad espiritual. Mi buena Madre Madre de la ternura Mi verdadera Madre Madre de los predestinados La mejor de las Madres Madre de la Bondad Madre bien amada Madre de la Gracia Madre de los vivientes Madre del amor hermoso Madre de los cristianos Madre de sus miembros Nos acercamos, pues, a Ella como a nuestra tierna Madre. Como un nio a sus pechos quiero / Toda mi vida poder pasar, / Pues la Virgen fiel, sin mancilla, / Leche santa me da a gustar (CT 77,14). Estamos escondidos en el seno de Mara, en donde el Espritu forma por ella otros Cristos. Somos fruto de sus entraas (VD 201) y ella nos dice con ternura: Hijos mos, otra vez me causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en ustedes (ASE 214; ref. a Gal 4,19). Sin embargo, los ttulos no bastan. El espritu de Mara debe crecer en nosotros: Mara habita en todos los elegidos y predestinados. Est presente en sus corazones (SM 15). Con ella llegamos a ser una persona moral a tal punto que su fe, su abandono total, activo y responsable al Espritu que la cubre, transforman nuestra dbil fe en copia de la suya. Entonces, la intensidad del poder del Espritu produce en nosotros maravillas de su santidad y de su celo que renovarn la faz de la tierra. Mara es el modelo, la forma de todos los que creen en Jesucristo. Ella es el molde en que el Espritu Santo ha formado la Cabeza y en el que forma ahora los miembros. Ella es el paraso de Dios. Viviendo en Ella, compartimos ms intensamente la vida divina. Para cumplir su funcin de Madre de la Iglesia, Ella debe tener el medio para formarnos como hermanos y hermanas de Jesucristo. Como Madre de Jess la Gracia encarnada- toda gracia pasa por ella. Si todos los beneficios nos vienen en Cristo y si Cristo viene a nosotros del seno lleno de fe de Mara, gracias a su consentimiento, ella es la Medianera de toda gracia. En el Espritu, Ella nos alimenta pues, Ella leche santa nos da a gustar. Ya que es Madre, tiene una autoridad materna sobre nosotros, es nuestra Reina. De lo que acabo de decir se sigue evidentemente que Mara ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos. Efectivamente, no podra fijar en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, no podra formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos, echar en sus corazones las races de sus virtudes y ser la compaera indisoluble del Espritu Santo para todas las obras de la gracia No puede, repito, realizar todo esto si no tiene derecho y dominio sobre sus almas por gracia singular del Altsimo Mara es la Reina del cielo y de la tierra por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, como el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazn o interior del hombre del mismo modo el reino de la Virgen Mara est en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada, sobre todo, en las almas, juntamente con su Hijo, ms que en todas las criaturas visibles, de modo que la podemos llamar, con los santos, Reina de los corazones (VD 37-38). Vivir en la fe de Mara, descansar en su seno, es ser transformados en imgenes vivientes de nuestro Seor Jesucristo. C. ETAPAS DEL CAMINO MARIANO HACIA LA TRINIDAD Los efectos de la consagracin total (ver VD 213-225) son presentados en un orden progresivo de la vida espiritual. Es evidente que Montfort describe las etapas de crecimiento de alguien que ya vive la consagracin, y, se puede suponer, est ya ms all de la va purgativa. Sin embargo, empleando los siete efectos maravillosos de la devocin como simples esquemas, este camino se puede aplicar tambin a los que comienzan a hacer este camino de la espiritualidad de la consagracin monfortiana. Los diversos grados muestran una progresin ascendente hacia la unin con el Seor. Hay que considerarlos como entremezclados, ninguno existe independiente de los otros. 1. El conocimiento de s mismo Gracias a la luz que te comunicar el Espritu Santo por medio de Mara, su querida Esposa, conocers tu mal fondo, tu corrupcin e incapacidad para todo lo bueno, si Dios no es su principio como autor de la naturaleza o de la gracia (VD 213). San Luis Mara, que sostiene siempre la importancia de conocerse a s mismo, cree que la primera etapa hacia la unin con la Trinidad consiste en una valoracin sincera, honesta de quines somos y en dnde estamos respecto a nuestra finalidad: Dios Solo. En cierto sentido, esta etapa es la ms importante ya que determina el inicio, el comienzo del viaje. Lo esencial de esta primera etapa es profundizar el conocimiento de nosotros mismos a la luz de un nuevo y profundo conocimiento de Dios. Ante la luz esplndida de la santidad de Dios, vemos nuestra insignificancia. Compenetrarnos de nuestra nada fuera del marco de la participacin redentora de Dios, de su santidad, no puede sino conducir al desaliento o a la desesperacin. Montfort, conocedor de las operaciones del alma, jams pide una mirada interior de nuestra nada de pecadores sin apoyarnos en una mirada superior al Infinito, el amor que sana, nuestro Dios. Su peticin a una persona que toma en serio su vida espiritual, que pide regularmente consejos a un director espiritual prudente que conoce el camino (ver ASE 202; CT 139,68), hace parte tambin del contexto de esta primera etapa. Montfort pide tambin, de esta primera etapa, un reconocimiento de todos los otros peregrinos en camino hacia la vida interior de Dios. En su lenguaje barroco, declara: Mara te har partcipe de su profunda humildad, y mediante Ella te despreciars a ti mismo, no despreciars a nadie y gustars de ser menos apreciado (VD 213). La idea fundamental con frecuencia presente en las enseanzas de Montfort, que todas las personas estn entremezcladas, estrechamente enlazadas entre ellas, se encuentra igualmente aqu en la primera etapa. Esta etapa inicial presupone este deseo de la santidad en el cual Montfort insiste de tal manera que lo coloca como el primer medio para adquirir la divina Sabidura (ver ASE 181-183). Como nos dice en el ASE, este deseo se manifiesta por la mortificacin el ardiente deseo de despojarse de todos los dolos- y por una oracin continua (ver ASE 184-193) en Mara, caracterizada por la adoracin de Dios y por una splica sincera, que brota de una fe sencilla, por el don de la divina Sabidura (ver CT 103, 124, 126). 2. Un alegre entusiasmo

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  • La segunda etapa hacia Dios Solo est primero que todo caracterizada por un alegre entusiasmo. Con el celo de un Montfort que en su juventud trataba de enrolar a todos sus compaeros de clase en la Cofrada de la santa esclavitud, el viajero est convencido que nada le impedir la unin con Dios, nada demasiado difcil, ninguna exigencia demasiado grande. La razn de esta explosin de energa es la experiencia que la Santsima Virgen comparte con nosotros su don de la fe. El S de la Anunciacin que la personifica, es en diverso grado, el camino del viajero hacia Dios. Es una fe viva y animada por la caridad es una fe firme una fe valiente que inflama a los tibios y necesitados del oro encendido de la caridad (VD 214). La fe es sincera, la experiencia del apoyo de Mara es real. Sin embargo, a la luz de todo el viaje, un entusiasmo juvenil debe ser an duramente verificado. 3. Vence los obstculos Esta etapa supone una disminucin de la velocidad despus de la explosin inicial de entusiasmo. Los obstculos aparecen a lo largo del camino, especialmente los escrpulos, temores y preocupaciones (ver VD 215, ver tambin 168 y 263). Montfort dice con insistencia a todo lo largo de sus escritos que no puede haber un verdadero progreso hacia Dios al menos que el viajero est impregnado de esperanza y de amor puro, no en el sentido quietista sino como un abandono activo y responsable al Seor, como el fiat de Mara. Lo cual supone para Montfort la conviccin que Dios es amor, de suerte que lo mirars como a tu Padre bondadoso dialogars con El confidencialmente como un hijo con su carioso padre. Si, por desgracia, llegaras a ofenderlo, te humillars al punto