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1 Unidad III: La dimensión axiológica de la educación La educación tiene, para nosotros, una orientación valorativa y finalista. Los educadores y educadoras no debemos perder de vista esta dimensión axiológica, ya que es la que sostiene y da sentido a todas nuestras prácticas. El propósito último que debe movernos como educadores y educadoras es el de contribuir, desde el compromiso social, político y educativo, a la promoción y formación de una conciencia crítica en la ciudadanía, apuntando, sobre todo, a los sectores más vulnerables de la sociedad. Es un objetivo esencial de esta educación promover en las personas la sensibilidad respecto de la necesidad de transformar el mundo, de vivir y luchar por un mundo mejor, menos injusto y malvado que el que tenemos.

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Unidad III: La dimensión axiológica de la educación La educación tiene, para nosotros, una orientación valorativa y finalista. Los educadores y educadoras no debemos perder de vista esta dimensión axiológica, ya que es la que sostiene y da sentido a todas nuestras prácticas.

El propósito último que debe movernos como educadores y educadoras es el de contribuir, desde el compromiso social, político y educativo, a la promoción y formación de una conciencia crítica en la ciudadanía, apuntando, sobre todo, a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Es un objetivo esencial de esta educación promover en las personas la sensibilidad respecto de la necesidad de transformar el mundo, de vivir y luchar por un mundo mejor, menos injusto y malvado que el que tenemos.

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PRESENTACIÓN

Es imposible hablar de educación sin referirnos a los valores. Por eso, los educadores y educadoras no debemos perder de vista la dimensión axiológica de la educación, ya que es la que sostiene y da significado a todas nuestras prácticas. En este sentido ningún educador o educadora puede eludir una pregunta que es esencial: ¿Para qué educamos? En esta Unidad reflexionaremos sobre esta sustancial pregunta y sus respuestas, así como sobre los objetivos de la educación, cuyo significado depende esencialmente de los valores que pongamos en juego.

OBJETIVOS

Que los participantes:

• Comprendan y se interroguen respecto de la pregunta: ¿para qué educamos?

• Tomen consciencia de la importancia de los objetivos de la educación y de su dependencia significativa respecto de un marco de valores humanista y democrático.

• Comprendan la importancia de realizar un replanteo crítico de los objetivos de la educación tradicional del sistema.

TEMARIO

1. ¿Por qué educamos? 2. Planteamiento y formulación de los objetivos educativos 3. El replanteo crítico de los objetivos

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¿Por qué educamos?

Se trata de la discusión en torno del marco axiológico de la educación (para qué y por qué se educa). Esta es una discusión fundamental, ya que aquí se definen los objetivos de la educación. Pero en la educación del sistema esta discusión ha sido sepultada por la retórica oficial. Generalmente se propone el objetivo de formar ciudadanos socialmente activos, participativamente democráticos y críticos, lo que luego es desmentido por el tipo de contenidos y el carácter bancario de las prácticas que se desarrollan en las instituciones y las aulas. En realidad el objetivo real, un poco menos retórico, es el de formar ciudadanía formal. Esto lo máximo a lo que aspira el sistema educativo oficial. Que los alumnos conozcan sus derechos y deberes como ciudadanos, conozcan la Constitución Nacional, sus artículos, sepan cómo son las normas y procedimientos de la democracia formal y paremos de contar. Después vendrán las historias tergiversadas y acartonadas, los próceres de mármol sin sustancia humana, las descontextualizaciones que impiden lograr el verdadero significado de los contenidos, etc. Pero no vale la pena que nos extendamos muchos más en esto.

Si aspiramos a convertirnos en profesores dialógicos, deberemos replantearnos los objetivos de la educación. Entonces, las preguntas: ¿para qué educamos? ¿por qué educamos?, serán fundamentales, por lo que deberemos darles una respuesta.

En una educación dialógica el peso del marco axiológico es muy distinto al que posee en la educación tradicional. Tiene verdadera gravitación. Un valor decisivo. Porque se parte de comprender al hombre como un fin en sí mismo, lo cual inhibe desde el vamos cualquier tentación cosificadora. En este marco se priorizan los “valores trascendentes” (educación) por sobre la “lógica instrumentalista“(instrucción). Estos principios axiológicos podrían resumirse en un objetivo primordial de la educación:

“PROMOVER LA AUTONOMÍA DEL SER DE LOS EDUCANDOS, PERO EN EL MARCO DE UNA EDUCACIÓN QUE BUSCA TRANSFORMAR UN MUNDO EXISTENTE EN OTRO MÁS HUMANO, SOLIDARIO Y SUSTENTABLE”.

• Se preguntó Ud. ¿por qué educa?

• ¿Por qué es un educador o una educadora?

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Y si somos realmente fieles a este objetivo deberemos asumir el desafío de la coherencia que se expresa en la pregunta:

• ¿Cómo intentar practicar y mantener la necesaria coherencia que se requiere para que lo que practicamos no contradiga lo que pensamos y decimos?

Pero es importante fijarnos cómo la ocultación que realiza el sistema, en este punto clave de la educación, genera una seria confusión con los objetivos que deben guiar los procesos de enseñanza-aprendizaje en las instituciones y las aulas.

1. Planteamiento y formulación de los objetivos educativos

El planteamiento y formulación de los objetivos educativos es un momento que está difuso en la educación del sistema que, por un lado, promueve y mantienen un discurso retórico sobre la democracia y formación de sujetos críticos de los proyectos, programas, planes de estudio y currículas y, por el otro, se sustenta en un modelo históricamente tradicional y autoritario, basado en un enfoque gnoseológico enciclopedista y bancario.

Y aquí aparece el problema. Los objetivos de enseñanza-aprendizaje son los que le convienen al enfoque gnoseológico enciclopedista-bancario. Por lo tanto se desprenden de los temas y contenidos a desarrollar y, como veremos enseguida, los contenidos programáticos de la educación del sistema no son el resultado de algún tipo de investigación temática que involucre los intereses de los destinatarios de la educación, sino de una selección hecha principalmente por expertos, en el marco de un lobby de intereses que deciden qué es lo que deben aprender los alumnos.

Los objetivos se definen a partir de los temas y los contenidos programáticos de la educación seleccionados, cuando debería ser a la inversa, es decir, definir los temas y contenidos a partir de los objetivos de aprendizaje.

Desde una perspectiva crítica los objetivos se deben definir a partir de:

• El marco axiológico, atendiendo a promover la autonomía del ser de los educandos.

• Los problemas y desafíos más importantes para los educandos en el marco de la realidad en la que viven.

Es bastante evidente que existe una contradicción básica entre lo que se enuncia en los proyectos, programas, planes de estudio y currículas del sistema y lo que luego se

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realiza en sus instituciones y aulas. Se dice, por ejemplo, que uno de los principales objetivos de la educación es formar ciudadanía, esto es, individuos críticos y participativos. Pero lo que después vemos en las instituciones y las aulas es que los contenidos y las metodologías para lograrlo son totalmente inconducentes para conseguir ese resultado.

Finalmente, ya hemos hablado respecto del carácter reproductivo de la educación, es decir, del papel político de la educación como instrumento de los poderes constituidos. A partir de aquí es natural y comprensible la contradicción señalada arriba, ya que la formación de ciudadanos críticos, activos y participativos, casi nunca es congruente con los poderes constituidos, independientemente de cuáles sean éstos o de qué tipo de regímenes políticos se trate1.

Si tenemos claro que el éxito de los procesos de enseñanza-aprendizaje dependen en gran medida de la claridad de los objetivos y la eficacia de los métodos para lograrlos, entonces no nos será difícil comprobar que la educación del sistema formal requiere de una profunda transformación.

Pero sabemos que esta transformación no es moco de pavo. Por el lado del sistema sabemos que las políticas de reforma (las que ya han demostrado fehacientemente que, por lo general, no cambian nada sustancial), por más pomposa e innovadoramente que se enuncien no cambiarán el signo, hoy más anacrónico que reproductor, del modelo educativo. Y por el lado de las fuerzas progresistas también estamos mal, porque para plantear una reforma integral progresista del sistema educativo es necesario contar con un marco político del mismo signo. Y actualmente no lo tenemos y estamos lejos, por ahora, de tenerlo. He aquí por qué es necesario comenzar a trabajar en distintos campos con el objetivo de crear las condiciones socio-políticas y educativas para un cambio.

Frente a este serio problema propio de la educación del sistema, ¿qué es lo que podemos hacer los educadores y educadoras? Si los objetivos a los que deberíamos responder están difusos, si son ambiguos, si están escamoteados detrás de los contenidos enciclopedistas y bancarios, nos toca a nosotros imaginarlos, elaborarlos y guiarnos por ellos. No tenemos otra posibilidad. Y las preguntas que debemos hacernos no son complejas:

• ¿Qué es lo esencial es decir, aquello que no deberían dejar de aprender nuestros alumnos?

1 Esta incongruencia, en mayor o menor grado, entre la educación y los poderes políticos constituidos es típica en prácticamente todos los sistemas políticos, ya se trate de sistemas políticos liberales o socialistas, democráticos o autoritarios. Por su naturaleza, la educación oficial tiende a representar y reproducir los poderes dominantes, del signo que sean. Es por eso, que la educación, los educadores y educadoras, debemos pelear por la autonomía socio-político-cultural de la educación.

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• ¿Qué es lo que deben aprender nuestros alumnos en la asignatura que estamos dictando?2

Las respuestas a estas preguntas nos proporcionarán una buena guía para elaborar los principales objetivos de aprendizaje de nuestra materia. Pero antes de continuar es preciso decir algunas cosas que son importantes:

• Lo que alimenta nuestra voluntad de cambio, y esto lo digo por experiencia, en tanto educadores y educadoras, es la necesidad de educar en un marco de sentido humano, fundamentalmente apuntando a que los alumnos encuentren un significado en lo que aprenden, más allá de la necesidad de obtener un buena nota en la acreditación de la asignatura que cursan.

• El otro aspecto a tener en cuenta se vincula con la toma de conciencia de que estamos trabajando, como educadores y educadoras, en un marco contradictorio, ya que pretendemos buscar, encontrar y otorgar sentido en un ámbito en el que los objetivos son otros.

Pero como decía acertadamente Paulo Freire, lo primero que debemos hacer es “asumir la contradicción”.

Es a partir de los objetivos que:

• Se seleccionan los temas y contenidos de la educación.

• Se eligen las técnicas y metodologías para desarrollar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Contrariamente, en la educación del sistema, como hemos visto, se seleccionan primero los temas y contenidos y, en función de éstos, luego se plantean los objetivos del proceso educativo. Y con contenidos universalistas, objetivistas y desproblematizados como los que se administran en las escuelas, ¿qué objetivos importantes pueden surgir?, evidentemente que muy pocos.

2 Aquí nos jugamos decisiones en el marco de una contradicción: “pretender promover la criticidad de nuestros alumnos con contenidos inadecuados para ello”. Por eso, deberemos revisar nuestra asignatura y ponerla en situación de promover la criticidad de nuestros alumnos. Más adelante veremos cómo podemos lograrlo.

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2. El replanteo crítico de los objetivos

La educación del sistema, así como todo proyecto o programa educativo, tiene objetivos que están basados en sus valores. Pero lo importante aquí es distinguir los objetivos retóricos de los reales. En los proyectos, programas y currículas, los objetivos de la educación del sistema se centran en la formación de ciudadanía crítica y participativa y en la preparación de los alumnos para integrarse a la sociedad y al mundo laboral. En verdad, esta es la enunciación retórica de los objetivos, porque el trasfondo real es otro. La escuela tiene como objetivo, aunque actualmente tenga muchas más dificultades que antaño para lograrlo, promover individuos adaptables en lo ciudadano, social y laboral al sistema constituido. En el mejor de los casos se trata de promover una ciudadanía meramente formal, socializar dentro de las normas establecidas y disciplinar para el ingreso en el mundo laboral3.

Pero es una realidad que lo que se enseña en la escuela es cada vez menos útil para la solución de los problemas de los sectores populares y más desfavorecidos de la sociedad. Los líderes de los movimientos sociales lo manifiestan frecuentemente respecto de este tema cuando son consultados.

Los educadores y educadoras debemos comprende los objetivos del sistema educativo y de sus escuelas atendiendo a las siguientes consideraciones:

• No confundir la explicitación retórica de los objetivos presentes en los proyectos, programas, planes y currículas oficiales, con los reales que, en términos generales, se orientan a la promoción -cada vez con más problemas para tener éxito- de la adaptación de los alumnos al modelo socio-económico-político establecido.

• Ser conscientes de que ni las instituciones, ni sus directivos, ni sus docentes tienen perfectamente claros los objetivos de la educación que promueven, ya que se encuentran con muchas dificultades para responder a las preguntas ¿por qué educamos? ¿para qué educamos?

• La incongruencia notable entre los objetivos reales de la escuela -por cierto muy desdibujados- con los contenidos programáticos, los métodos, técnicas y didácticas puestos en juego para lograrlos.

3 Decimos en el mejor de los casos, porque la formación que proporciona la escuela para ingresar al mundo del trabajo es cada vez más deficitaria, debido a su lentitud para ponerse al día frente a los acelerados cambios de nuestra sociedad actual en el campo de las nuevas tecnologías y las innovaciones y nuevos conocimientos en los contextos laborales. Asimismo, lo que es todavía un mayor obstáculo para la escuela, pretender que en sus aulas los alumnos aprendan habilidades y competencias, algo así como pedirle peras al olmo. Las habilidades y competencias laborales no se pueden aprender en las aulas, sino en la acción y en los contextos concretos de desempeño.

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En síntesis, los educadores y educadoras progresistas encontramos que:

• Percibimos una incongruencia entre los objetivos declarados retóricamente en los proyectos, programas y planes de estudio y los que realmente se ponen en juego a través del tratamiento de los contenidos programáticos, métodos, técnicas y didácticas tradicionales.

• Los objetivos de la escuela están cada vez menos claros. En la medida en que se agudiza la crisis de la educación, se desdibujan cada vez más. Esto hace que las instancias educativas escolares tradicionales sufran de una severa pérdida de significación. ¿Cuántas veces sienten ustedes, en su desempeño habitual como educadores o educadoras, esta sensación de pérdida de sentido de su tarea docente? ¿Cuántas veces les surgen las inquietantes preguntas: qué enseño, para qué enseño, qué estoy haciendo aquí? Precisamente, está pérdida de sentido de la labor docente es un claro indicador de la ausencia de rumbos, de la falta de dirección.

Por eso, lo que nos debe importar a los educadores y educadoras críticos es dotar a nuestras tareas de objetivos claros, con lo cual comenzaremos a recuperar el significado del trabajo docente. Pero lo más importante de todo es buscar, de diferentes formas, la instalación, como marco de significación de nuestra labor docente, de los objetivos que nos animan como educadores y educadoras sociales: promover la formación de personas capaces de intervenir críticamente en la transformación de la sociedad y el mundo. Dicho de una manera sencilla:

“Lo que nos debe interesar es ayudar a formar sujetos críticos, participativos y comprometidos política y democráticamente con un cambio social progresista”

Y si asumimos en forma crítica y con claridad política este objetivo, no nos será difícil advertir la incongruencia respecto del mismo, de los contenidos programáticos, métodos, técnicas y didácticas de la cultura escolar tradicional.

En una palabra, la asunción de este objetivo es para nosotros una poderosa guía para la resignificación y transformación de nuestras prácticas pedagógicas. Por eso, en lo que sigue no deberemos perderlo de vista como elemento orientador. Pero antes de pasar al capítulo siguientes debemos aclarar una cuestión.

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Es cierto que este planteo puede tener objeciones. Por ejemplo, aquella que señala que la educación no puede pensarse solamente a partir de objetivos encuadrados exclusivamente en una socialización transformativa, como la que proponemos. Es decir, preparar exclusivamente a los alumnos para

intervenir transformativamente en el mundo. Y, entonces, ¿qué pasa con las necesidades de adaptación al mundo, con la socialización adaptativa? No hay duda de que la escuela también debe “instruir”, esto es, preparar a los alumnos para adaptarse al mundo dado, por ejemplo, para insertarse en el mundo del trabajo. No obstante, vale recordar aquí las diferencias entre la “instrucción” y la “educación”. Hablamos de “instrucción” y “educación”, pero no para contraponer estos conceptos, sino para entender sus diferencias y su orden de importancia. La “instrucción” es fundamental para adaptarnos al mundo, es decir, para “aprender a hacer”, pero la “educación” es todavía más importante, porque apunta a “aprender a ser”. Si la educación fuera sólo instruir, su misión se agotaría en posibilitar que las personas se adaptaran a un mundo ya dado. Entonces, la posibilidad de intervenir en su transformación quedaría anulada. Pero educar es más que instruir, es formar personas capaces de intervenir en la transformación del mundo. Por lo tanto, la instrucción se debe encuadrar significativamente en la educación. En síntesis, la instrucción es un objetivo válido de la educación escolar, pero deberá encuadrase significativamente en el objetivo primordial, eminentemente educativo, de formar alumnos críticos y transformativos; el objetivo fundamental de la educación.

Desde nuestra conciencia y presencia de educadores y educadoras sociales, críticos y creativos, las preguntas: ¿Para qué educamos? ¿Por qué educamos?, ya están respondidas:

• Para intervenir en la transformación de la sociedad y del mundo con un sentido humanista, democrático y progresista.

• Para ayudar a nuestros alumnos a capacitarse en la misma tarea.

A partir de aquí ya sabemos varias cosas y nos quedan claras varias cuestiones. Primero, que estamos metidos en una contradicción, ya que nos moveremos a partir de objetivos que no están en nuestros programas ni en nuestras currículas. Objetivos plenos de significado, pero que deberemos conciliar con los demás aspectos de la instancia educativa. ¿Qué hacer con la contradicción, entonces? Lo que hay que hacer con todas las contradicciones: “asumirla”.

En segundo lugar, tenemos que hacernos la siguiente pregunta: ¿cómo llevar adelante nuestros objetivos con los contenidos de nuestro programa, ya que no son los

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adecuados, por su universalismo, su generalidad, su falta de vinculación con los problemas de la realidad actual y la de nuestros alumnos?

En síntesis, tenemos claros los objetivos. Sabemos lo que queremos. Pero saber lo que queremos es evidente que no alcanza para lograrlo. Pasemos, entonces, al problema de los contenidos programáticos de la educación, ya que es evidente que por más claros que tengamos nuestros objetivos será difícil que podamos alcanzarlos con los contenidos de los programas oficiales del sistema y que las normas institucionales nos obligan a dictar. Por lo visto también estamos obligados a batallar en este tema. Estos serán los temas de la próxima Unidad.

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ACTIVIDADES (UNIDAD III)

1. Seguramente que sus colegas se asombrarán cuando Ud. lance esta pregunta: ¿Para qué y por qué educamos? Algunos le dirán: ¡che, hoy te levantaste con ganas de filosofar! Pero Ud. reafirme la pregunta y sugiera a sus compañeros que comienzan a brindar sus respuestas. Recuerde que esta pregunta es realmente esencial!!!

2. 3. Tome nota de la contradicción que se plantea entre los objetivos de los discursos

de los proyectos, planes y currículas de reforma y lo que luego se realiza en las instituciones y las aulas, analizando:

o Los objetivos que se proponen en los proyectos de reforma, planes de estudio y currículas (qué es lo que plantean, cuáles son los verdaderos objetivos de aprendizaje).

o Las metodologías de enseñanza-aprendizaje propuestas

o Los contenidos programáticos de la educación propuestos.

o Luego pregúntese: ¿A partir de aquí es posible promover la autonomía del ser de los educandos?

o Elabore un breve informe con sus conclusiones y debátalo con sus colegas y pares.

4. Siguiendo los criterios vertidos en el capítulo intente reformular los objetivos de su

asignatura o área de desempeño. Recuerde que no es necesario suprimir los objetivos de la asignatura o área enmarcados en las necesidades instruccionales, lo que sería un despropósito. Estas son las recomendaciones:

o Establezca los objetivos y direccione luego la asignatura o el área a partir de ellos.

o Es posible hacerlo, pero la tarea no está exenta de problemas. Intente detectarlos y explicitarlos con claridad.

o Elabore un breve informe que dé cuenta de su tarea.

o Expóngalo a la opinión de sus colegas y pares.

o Extraiga conclusiones de dichas opiniones.

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TRABAJO PRÁCTICO INTEGRADOR (UNIDAD III)

Investigar en Youtube.com con el objetivo de seleccionar videos referidos a una temática clave y específica, para su análisis y comentarios críticos.

La temática se centra en la siguiente pregunta:

¿Para qué y por qué educamos?

La evaluación puede realizarse en grupo (no más de tres personas).

La tarea consiste en:

1. Seleccionar videos de educadores y educadoras reconocidos que traten este tema fundamental.

2. Ver y analizar estos videos, intentando llegar a la esencia de los problemas y conceptos que desarrollan.

3. Debatir en el grupo respecto de los mismos, estableciendo cada participante una posición propia y original.

4. Elaborar un informe breve con las conclusiones del debate.

Los participantes presentarán los videos y el informe de conclusiones. Los profesores evaluarán la calidad de los videos seleccionados y, especialmente, del informe de conclusiones.

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BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

• APPLE, M., (1986): Ideología y currículo. Madrid: Akal/Universitaria.

• CURLE, Adam, (1977) Educación liberadora. Barcelona: Herder.

• ENRIQUEZ, Eugene, (2002) La institución y las organizaciones en la educación y la formación. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras. UBA. Ediciones Novedades Educativas.

• FILMUS (Comp.) (1998): Para qué sirve la escuela. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma.

• FREIRE, P., (1985): “Reflexión crítica sobre las virtudes del educador”. Buenos Aires: Editorial Búsqueda.

• FREIRE, P., (1998): Pedagogía de la autonomía. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

• TONUCCI, F. (1994) ¿Enseñar o aprender? Buenos Aires: Editorial rei.