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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA UNIDAD IZTAPALAPA
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES COORDINACIÓN DE SOCIOLOGÍA
ORÍGEN, DESARROLLO Y OBSTÁCULOS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: UNA COMPARACIÓN
ENTRE MÉXICO Y BRASIL
T E S I N A que para obtener el grado de
Licenciatura en:
SOCIOLOGÍA
PRESENTA Janett Vallejo Román
Matrícula 99329143 Asesor: Otto Fernández Reyes
México, D.F. Julio de 2003
AGRADECIMIENTOS
“Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
pues oíste las palabras de mi boca.
Canto para ti en presencia de los ángeles,
y me postro ante tu Templo santo.
Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad,
pues tu palabra ha superado tu renombre”
Sal 138, 1-2
Expreso mi agradecimiento a mis padres, por su comprensión,
estímulo y apoyo incondicional; a mis hermanas y hermano por que
siempre estuvieron atentos en mis estudios y siempre dispuestos a
prestarme su ayuda; a mi asesor, el profesor Otto Fernández Reyes
quien con su apoyo y críticas guió y enriqueció este trabajo, mi
reconocimiento y sincera gratitud; a mis compañeros y amigos por su
interés, consejos, estímulos y observaciones durante y al termino de
mi investigación; y a todas aquellas personas que colaboraron de una
u otra manera a la realización de este trabajo. Gracias.
J.V.R.
Julio de 2003
INDICE
Introducción I
I. Teología de la Liberación: presupuestos teóricos 1
1.Teología: política, revolución y liberación. 5
2. Criticas a la teología política y a la teología de la
revolución
9
3. El aporte político-social de la teología de la liberación 11
4. Los sacerdotes y la opción por el socialismo 14
BIBLIOGRAFÍA
18
II. Teología de la Liberación en México y Brasil 22
1. La Iglesia católica en México 22
1.1 Época preconciliar al Concilio Vaticano II 24
1.2 Etapa cociliar y postconciliar: transformación al
interior de la Iglesia
25
1.3 Grupos de tendencia renovadora al interior de
la Iglesia Católica Mexicana
27
A) La Unión Mutua de Ayuda Episcopal (UMAE) 27
B) Los jesuitas 28
C) Creación del Centro Nacional de Ayuda a las
Misiones (CENAMI)
29
D) Centro Nacional de Comunicación (CENCOS) 29
E) Reflexión Episcopal Pastoral (REP) 29
F) Secretariado Social Mexicano (SSM) 30
G) Sacerdotes para el Pueblo y Cristianos por el
Socialismo.
31
H) Diócesis de Cuernavaca 31
I) Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB`s) 32
1.4 Líneas al interior de la Iglesia Católica
Mexicana.
33
1.5 Teología de la Liberación en las diócesis de
Cuernavaca y San Cristóbal de las Casas
35
2. La Iglesia católica en Brasil 36
2.1 Etapa preconciliar al Vaticano II 37
2.2 Etapa postconcliar: la radicalización del sector
progresista
39
2.3 Grupos y organizaciones de la Iglesia del
Pueblo en Brasil
42
A) La Pastoral Social 42
B) Organizaciones Juveniles 42
C) Plan Pastoral en Conjunto (1966-1970) 43
D) Movilizaciones en el sector campesino y
obrero
43
E) La Comunidades Eclesiales de Base (CEB's) 45
F) Los Obispos del Tercer Mundo 45
BIBLIOGRAFÍA
47
III. MÉXICO Y BRASIL, EL INESTABLE ESPACIO
ENTRE LOS SECTORES PROGRESISTAS, LA
IGLESIA Y EL ESTADO
51
1. La Doctrina de la Seguridad Nacional 52
2. Instrucción Vaticana a la Teología de la Liberación y
las posiciones al interior de la Iglesia
Latinoamericana
57
3. Sector progresista, La Iglesia y el Estado en México 63
3.1 Reformismo autoritario y la Iglesia Católica
Mexicana.
66
3.2 Desautorización del sector progresista. 70
4. Sector progresista, La Iglesia y el Estado en Brasil 71
4.1 Una interpretación autoritario-modernizante 74
4.2 Radicalización de autoritarismo: Acta
Institucional No. 5.
75
4.3 El regreso del “orden”: del autoritarismo a la
arbitrariedad.
76
4.4 La iglesia en el Sistema de Seguridad Nacional. 77
BIBLIOGRAFÍA
80
Conclusiones 84
4.1 Una interpretación autoritario-modernizante 74
4.2 Radicalización de autoritarismo: Acta
Institucional No. 5.
75
4.3 El regreso del “orden”: del autoritarismo a la
arbitrariedad.
76
4.4 La iglesia en el Sistema de Seguridad Nacional. 77
BIBLIOGRAFÍA
80
Conclusiones 84
INTRODUCCIÓN
Para situar la Teología de la Liberación como factor activo de la
dinámica de la iglesia y de los sectores populares, este trabajo se
centra en el estudio de la Iglesia latinoamericana, particularmente en
la comparación de las experiencias de México y Brasil, por razones que
se expresaran más adelante.
Cuando en América Latina se inicia el proceso de
industrialización en la década de los años cuarenta y ante la
importancia del continente por su contenido demográfico, la Iglesia
toma una posición y discurso que legitima el orden establecido,
evitando la emancipación de las masas. Sin embargo, a pesar de los
resultados económicos relativamente satisfactorios de la posguerra, la
industrialización y la expansión económica, no lograron reducir la
miseria en la que se encontraba la mayoría de la población, por el
contrario la brecha entre ricos y pobres se acrecentó. El aumento de
las desigualdades, del desempleo y de las tensiones sociales se
mostraron como fracaso de la modernización y como consecuencia de
la dependencia del continente respecto a los centros de decisión del
sistema económico. Este balance no solo confirma el fracaso de la
política de desarrollo, sino también de las reformas pretendidas por
regímenes populistas como por partidos demócratas cristianos.
A finales de los años sesenta, el descontento se exacerba en
numerosos países de la región. Fuerzas de izquierda, movimientos
populares y grupos revolucionarios denuncian la situación de injusticia.
Por su parte dentro de la Iglesia, parte de la jerarquía, consiente de la
gravedad de la situación, reclamaron profundas transformaciones
sociales que sirvieran para poner remedio a las violencias
I
institucionales que amenazaban la paz del continente. De estas
posiciones surgen claras orientaciones radicales en la Conferencia de
Medellín, bien acogida por el ala más activa de las Iglesias
latinoamericanas.
Por lo anterior considero que la Teología de la Liberación fue
producto de una fractura al interior de la Iglesia latinoamericana,
fractura originada por las diferentes posiciones sobre el papel que
debía tomar la Iglesia como institución frente al contexto político,
social y económico vigente.
Su desarrollo y crisis dependieron de las condiciones
sociopolíticas de cada país y del predominio o no de un sector
conservador o de uno progresista, es decir, dependió en gran medida
de factores endógenos a la institución, aunque no se descartan en
algunos casos los factores exógenos como la respuesta del Estado en
cada caso particular. En aquellos lugares de América Latina en donde
la lucha de clases ha tenido expresiones de contienda revolucionaria y
sus jerarcas se han considerado dentro de la vanguardia progresista,
la Teología de la Liberación ha sido más aceptada y sus posiciones han
sido más radicales, por ejemplo en Brasil, que a pesar de desarrollase
bajo un contexto autoritario ha sido el sector más radical y
participativo dentro de la Teología de la liberación.
En lugares como México, en donde el Estado ha sido capaz de
controlar y subordinar al movimiento campesino y obrero, a través de
canales institucionales, y su jerarquía se ha caracterizado por su
conservadurismo (salvo excepciones) y su poco involucramiento
directo en las luchas sociales, la Teología de la liberación ha sido
asumida por un reducto eclesial.
II
El análisis de este trabajo se organiza en torno a tres capítulos
que sintetizan e intentan dar sentido al objetivo que se pretende, el
cual es realizar un análisis comparativo entre México y Brasil, en el
contexto de la Teología de la Liberación, destacando su origen y
desarrollo, su alcance y obstáculos
El primer capítulo, trata de manera general los supuestos
teóricos de la Teología de la Liberación, su origen e influencias
teológicas y el aporte político social en el caso concreto de América
Latina. En el último de los apartados se comienza a señalar la
radicalización del sector progresista cuya pluralidad se discutirá
ampliamente.
El segundo capítulo se divide en dos grandes apartados: La
Iglesia Católica en México y la Iglesia Católica en Brasil, con la
finalidad de tener una visión general de lo acontecido en ambas
realidades y para tener elementos suficientes que pudieran integrar el
análisis comparativo. Se toma en cuenta el periodo preconciliar (antes
de la primera sesión del Concilio Vaticano II en 1962) y postconciliar
(después de la última sesión en 1965) lo que permite mostrar las
diferencias en cuanto al involucramiento social a través de los
organismos creados en su mayoría por obispos comprometidos.
Por último, el tercer capítulo trata de señalar la respuesta del
Estado y de la jerarquía católica, a los sectores progresistas, respuesta
que será analizada como un factor clave para el control de la teología
de la Liberación. Se divide en cuatro apartados, en los primeros dos se
analiza la Doctrina de Seguridad Nacional y la Instrucción Vaticana,
con la finalidad de exponer cual fue la actitud dominante frente a las
posturas progresistas. En los dos apartados restantes se caracteriza de
manera general la dinámica de los sectores progresistas y los
III
obstáculos a los que se enfrentaron, enfatizando el tipo de régimen,
autoritario corporativo en México y autoritario excluyente en Brasil. Lo
que aclara la importancia o no de la Iglesia Latinoamérica como una
alternativa político-social para las mayorías tanto en México como en
Brasil.
IV
I. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Antes de identificar preliminarmente cual fue la respuesta
política del Estado y de la Jerarquía eclesiástica en general, frente a la
Teología de la Liberación (TL) tanto en México como en Brasil, es
necesario conocer los antecedentes que la originaron, para
posteriormente poder contextualizar puntualmente lo acontecido.
Dentro de sus antecedentes históricos existen dos marcos, el
primero interno dentro de la esfera institucional, el segundo externo,
la realidad concreta de América Latina. En el primero se encuentra la
participación de Obispos en el concilio Vaticano II (1963-1965), la
revisión de las diferentes encíclicas papales, la participación de obispos
en el “Mensaje de Obispos del Tercer Mundo” (1967). La fundación y
desarrollo del Consejo del Episcopado Latinoamericano (CELAM) como
el suceso coyuntural más importante dentro de la fuente doctrinal que
nutrió a la TL Los documentos más importantes que la hicieron
explícita se concentraron en la Conferencia Episcopal Latinoamericana
de Medellín (1968).
A partir del Concilio Vaticano II, el punto de vista crítico y de
confrontación frente a toda situación individual y colectiva del hombre
se fundamento como eje central, la reflexión y práctica se concentró
en la necesidad de rehacer permanentemente la imagen del hombre,
un hombre cada vez <<más humano>> (Houtart, 1968: 478) y libre
de las <<estructuras de pecado individual y social>>.
El aporte principal del Concilio Vaticano II según Houtart y
Hambye “es el prototipo en el comportamiento profético” caracterizado
por una conciencia crítica frente a la realidad social; acepta el poder de
interpelación frente a su pueblo actuando en su transformación.
1
En Medellín se expresa de manera más concreta la necesidad de
una promoción humana integral. Ya no tanto profética en el sentido
espiritual, sino recobrando la capacidad político social de denuncia de
injusticias y del anuncio de la <<Buena Nueva>> que se concretizaría
en su realidad inmediata de desarrollo social y humano.
Después de Medellín una ola de documentos denunciando la
condición injusta de las masas pobres de América Latina son
innumerables, además de la publicación de distintos documentos
dirigidos a Obispos y a grupos especiales como estudiantes, obreros,
grupos campesinos, etc., que revelaban un nuevo compromiso eclesial.
Ahora bien, en este contexto, las limitaciones de los documentos
conciliares (Houtart, 1968: 482) tienen que ver con su naturaleza
propia y con la antropología latente en el catolicismo de la época. Las
primeras, se refieren a las divergencias entre las opiniones, tanto en el
terreno teológico como en el sociopolítico; la limitación de
universalidad y supratemporalidad de los documentos frente a la
realidad socio-política especifica y la falta de contenido real de sus
afirmaciones. En las segundas, su debilidad se concentra en la
dimensión conflictual de la existencia humana que es abordada de
manera marginal; la cosmología de naturaleza religiosa y la
insuficiencia en la determinación de las relaciones entre la ética y la fe.
La limitante que predomina en los documentos conciliares es la
confusión que revisten “las relaciones entre lo religioso y lo político,
entre la iglesia y el poder, por la carencia, en el ámbito de sociedad,
de un análisis referido al asunto de la ideología; la permanencia de los
conflictos como dimensión constitutiva de la vida política, y de un
papel que eventual podría corresponder a la fe” (Houtart, 1968: 490)
2
El acierto a considerar es que a pesar de las confusiones al
abordar lo político, lo rescata como un factor primordial para la
creación de una conciencia activa cada vez más humana, participativa
e interviniente en el proceso socio histórico.
Esta nueva visión (no generalizada) que se originaba en el seno
de la jerarquía Latinoamericana surge paralelamente en un contexto
social “caótico” de América Latina. En los diferentes países,
principalmente en los de América del Sur, la crisis económica, política
e ideológica del sistema capitalista dependiente y subdesarrollado era
patente, el fracaso del modelo desarrollista, sumado a la inestabilidad
política llevó al establecimiento de dictaduras militares y al origen de
los Gobiernos Burocráticos Autoritarios.
Pablo Richard señala: “de los años cincuenta a los setenta existía
una economía de desarrollo con una cultura de la esperanza (común a
todas las ideologías: democristianas, socialdemócratas y socialistas)
después de este periodo se impone un capitalismo de libre mercado
con una cultura de la desesperanza y sin alternativa” (Richard,
1995:133)
En ese contexto de crisis económica, política y cultural del
sistema capitalista, junto al surgimiento de diferentes movimientos
populares dentro de un sistema nuevo de dominación, un sector de la
Iglesia Católica responde asumiendo un compromiso social de aportar
una alternativa de vida, que se incline por la justicia y solidaridad de
aquellos que son excluidos de la participación política, económica y
social: los pobres.
La “Teología del pueblo pobre”, como algunos la llaman, se creó
entre algunos sectores “rebeldes” de la jerarquía católica y con ayuda
3
de teólogos y laicos de América Latina. Surge a su vez, de un
antagonismo dentro de la Iglesia que por un lado, enfrentó a la Iglesia
tradicional conservadora, que se caracteriza por la inmovilidad y por
legitimar la mayoría de veces al Estado. Es decir, aquella que cumple
la función de un aparato ideológico de Estado en defensa del statu
quo. Por el otro lado, se encuentran los “curas rebeldes”, como los
categoriza Germán Guzmán (Guzmán, 1979: 357-379) que toman el
papel de vectores de la subversión del orden tradicional propugnando
un cambio cualitativo de las estructuras socioeconómicas a favor de
los pobres, cuestionándose la estructura funcional y burocrática de la
propia iglesia.
En ese clima de antagonismos comienza a forjarse la TL, dentro
de sus fundadores se encuentran Gustavo Gutiérrez, los hermanos Boff
de Brasil, Enrique Dussel, Miguel Concha, Joseph Comblin, Segundo
Galilea, Merino, etc., en la práctica se adhieren diferentes obispos,
sacerdotes y religiosos, como Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz,
(México), Mons. Romero (El Salvador), actitudes propuestas como la
de Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, Antonio Fragoso (Brasil) entre
otros.
Como “teoría” la Teología de la Liberación, parte de la dialéctica
opresión- liberación (Richard, 1981: pp.16). Ahí se encuentra la
confrontación teológica, en la búsqueda de liberación en un contexto
de opresión. Liberación de “estructuras de pecado” que se manifiestan
en la marginación, exclusión e injusticia social de un sistema político,
económico, social y cultural capitalista que domina en América Latina.
El método teológico inductivo en el cual se fundamenta la
Teología de la Liberación, parte del análisis de la realidad en la
búsqueda de una interpretación del dato revelado, que será la base
4
para la transformación de esa realidad. Ver, juzgar y actuar se
consolida como el método a llevar acabo en la Teología de la
Liberación.
En el análisis de la realidad, es en donde se auxilia de las
Ciencias Sociales “un examen de la realidad social para comprender
mejor, a partir de la fe (...) se trata de un recurso de análisis social
en función del conocimiento de una situación y no para el estudio de
asuntos considerados más estrictamente teológicos” ( Gutiérrez, 1985:
52) Así, toma como punto de partida una análisis no teológico de
corte socioeconómico de la realidad. A partir de aquí se determinan las
mediaciones históricas de la fe. Es fundamental, además de la
reflexión teológica-social, la praxis, que es la participación real y
efectiva en la lucha de liberación de América Latina. La Teología tiene
su origen y desarrollo al anterior de la praxis, como parte específica de
un proceso global, sin embargo la TL no se reduce a la praxis, ni la
praxis se reduce a la teología, por tanto en necesario una mediación
entre “teoría” y “práctica”.
En esta relación interdisciplinar de la TL, también existió un
“dialogo” con otras posturas teológicas, que enriquecieron el aporte
teórico- práctico de la TL. Entre estas se encuentra la Teología Política
y la Teología de la Revolución.
1.Teología: política, revolución y liberación.
La Teología de la Liberación tenía entre uno de sus objetivos
formar una “conciencia política” que se hizo incisiva cuando se agudizó
5
la contradicción entre una creciente aspiración por la libertad y la
justicia y un orden social que niega estos valores.
A pesar de que se insistía en que la liberación no se acotaba al
campo de lo político y ponía énfasis en ver hacia todas las dimensiones
del hombre que estaban comprometidas en el proceso de liberación,
existió un fuerte predominio a “ideologizar” y “politizar” a los sectores
comprometidos. “Los cristianos se han enrolado y comprometido
decididamente, a través de la vida política preferentemente” (Galilea,
1973: 426)
Para una mayor comprensión entre fe cristiana y acción política,
considero importante hacer una revisión de la Teología Política (TP)
Los seguidores de la TP y de la TL justifican su posición política,
recurriendo a la historia de la Iglesia en donde se afirma que “El
cristianismo fue desde sus orígenes una religión política
revolucionaria”(Dewart, 1968; 491)
Su análisis cristológico giraba en torno a los aspectos políticos
de Jesús, la vida y praxis evangélica. La vida pública de Jesús, se vio
envuelta en controversias políticas, desafiando el statu quo de su
época, su condena y ejecución estuvieron en relación directa con
problemas políticos.
El argumento se hizo en que: la vida política “ tiene una
dimensión ético-religiosa (...) pues aquello que los hombres hacen en
relación con sus semejantes, es también lo que define sus relaciones
con Dios” (Dewart, 1968:495). La política implica la autodeterminación
comunitaria de la humanidad que deberá movilizarse hacia la
consecución de objetivos históricos en función del bien común.
6
La crítica que ellos hacen a los jerarcas conservadores es, que si
bien el cristianismo como iglesia representa una religión
revolucionaria-política, se ha convertido en una Iglesia reaccionaria y a
favor del conservadurismo político. Esta paradoja se atribuye a la
adopción del helenismo en donde ya no se profesa la fe cristiana de
origen, ya que en un principio el hombre podía participar como gestor
de su historia, con la visión helénica la historia es un plan de Dios el
cual el hombre no puede modificar. Además, por que ese carácter
antirrevolucionario permitió “pactar” con los monarcas y
posteriormente con el Estado con la finalidad de “asegurar” la
estabilidad y orden.
Los teólogos políticos alemanes principalmente, recuperan la
vocación política de la cristiandad: “El hombre es responsable,
individual y colectivamente de la marcha de la historia” (Dewart,
1968:503). Asimismo, a pesar de que los teólogos latinoamericanos
pretendieron no asociarse ideológicamente con los teólogos alemanes,
el punto sobre la recuperación de un sujeto creador de su propia
historia, fue recuperado para la enunciación teórica de la TL.
La tarea positiva de la TP, y aspecto de recuperación para la TL
fue la “determinación de las relaciones existentes entre la iglesia y la
dimensión pública, entre la fe escatológica y la actividad social” (Metz,
1968:390) La visión política dentro de la teología no es privativa de la
TP, sin embargo, es en ella en la que se fundamenta más
concretamente la acción política. La TL posee algunas características
de la TP a pesar de las críticas que se le han hecho. El factor político o
de acción política es de suma importancia en la praxis liberadora, pues
se requiere de la participación en el poder a través de proyectos
políticos sociales que se concreten en la realidad.
7
El mensaje de <<salvación escatológica>> distingue dimensiones
de la misma realidad concreta en la tensión escatológicas <<ya pero
todavía no>> dentro de la única historia. Las liberaciones históricas,
políticas, sociales, etc. son ya realizaciones salvíficas pero son también
preanuncio, signos y anticipos de la liberación total y definitiva que
todavía no se ha consumado (Scannone, 1974;459)
El mensaje de salvación escatológica, es asumido íntegramente
por la TL en su “liberación histórica”. Las promesas escatológicas (la
libertad, paz, justicia, reconciliación) están íntimamente relacionadas
con la realidad política-social, que no es de un ámbito privado sino que
se conduce a una responsabilidad colectiva (desprivatización). El
mensaje escatológico es fundamental tanto en la TP como en la TL.
En cuanto a la Teología de la Revolución (TR), también se
encuentran ciertas similitudes. La revolución ante todo es vista como
un hecho social donde se afectan las relaciones hombre / hombre
grupos o clases sociales, “la verdadera revolución busca que el hombre
sea el actor y participe como sujeto en la obtención de sus propias
mejoras” (Pérez, 1968: 524) La “liberación” y la “revolución” dentro de
la TL, buscan ser integrales en la vida del ser humano que permitan la
satisfacción plena de sus necesidades materiales y espirituales de una
manera comunitaria. La TR implica una radicalidad, mientras que para
la TL la radicalidad no es vista como un sinónimo de violencia o
guerrilla, sin embargo en la línea más radical de sesgo marxista, la
guerrilla revolucionaria fue una alternativa para lograr la liberación.
Fundamentándose en la popularum progressio señalaron que:
“persuadido el cristianismo de que tras el fermento revolucionario se
ocultan exigencias genuinamente humanas y cristianas, es decidido,
formar parte en los movimientos populares”(Pérez, 1968: 525) La
8
opción por la revolución político-social era evidente, cuando los
jerarcas apoyaban directa o indirectamente legitimando y justificando
los movimientos populares, tal es el caso del Movimiento de los Sin
Tierra en Brasil y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en
México, por mencionar estos ejemplos.
En la línea menos radical, la TL no justificó, desde ninguna
perspectiva, la utilización de la violencia; por lo tanto no pudo
justificar ni apoyar el uso de las armas para lograr la liberación. La
liberación debería ser lograda por una vía pacífica y pacifista.
Por el contexto propio ésta visión fue de más difícil aceptación,
aunque en la práctica era la predominante.
2.-Criticas a la teología política y a la teología de la
revolución.
La teología de la liberación tiene rasgos que la han querido
asimilar con la <<teología política progresista>> Alemana y con la
<<teología secular revolucionaria>>, no obstante, los teólogos
latinoamericanos lanzaron críticas severas a estas dos, de alguna
manera para deslindarse de toda semejanza, a pesar de que estas
constituyen parte de su cuerpo teórico-práctico.
A la TP la considera “una teología abstracta y reformista que se
niega a pronunciarse por la alternativa del socialismo o capitalismo,
bajo el pretexto de que el absoluto escatológico relativiza toda opción
política concreta” (Géffre, 1974: 304)
9
La teología Latinoamericana ha aceptado determinadamente una
posición teológica y política comprometida, y por su propio contexto
político-social le fue difícil permanecer neutral frente a una posición de
<<derecha o izquierda>>. La TP Europea no interpretó sus
compromisos en la liberación, sabía que era necesaria una praxis pero
no se pronunció a favor de alguna vía.
A diferencia de la Teología Política, la TL vivió un proceso de
<<despertar espiritual>> (Galilea, 1973: 425-431) que se reflejó en un
compromiso social, político y espiritual; en una renovación en los
sacramentos como señales de vida comunitaria; en una historia de
salvación posible para América Latina; en la construcción de una
sociedad en donde prevalezcan los valores del Reino (justicia,
igualdad, fraternidad, etc); y especialmente en <<la praxis
liberadora>> como una actividad que buscó transformar la sociedad en
beneficio de los desposeídos por mediación de la acción política. En
cuanto a la TR se le critica por ver a la revolución como un fin último,
alcanzada la revolución político-social se puede lograr la liberación sólo
y exclusivamente por medio de la revolución que impacten las
estructuras, olvidándose de la percepción y cambios en la persona.
La TL no se propone como fin último una revolución, no
argumenta qué revolución, cómo hacerla o cuál es la revolución, si
bien para ciertos militantes de la TL la vía para la liberación era por
medio de la revolución, la TL en sus orígenes no la consideró como
prioritaria. La liberación sería alcanzada por un proceso de
concientización y praxis espiritual y política(una revolución personal y
a lo sumo comunitaria) “La teología hecha reflexión crítica de la praxis
eclesial a la luz de la palabra de Dios, interpreta y asume ese hecho
10
(el cambio) y el proceso de liberación que está en camino” (Scannone,
1974: 457)
Necesariamente en su desarrollo se ha encontrado con
ideologías, debido a su encarnación teórico-práctica y por la necesidad
de las mediaciones e interpretaciones socio analíticas, utópicas o
políticas. <<Teologizar>> ya desde la situación social y política de
América Latina y condicionada por intereses particulares, implicaba
una posición parcial. Las mediaciones históricas suponen opciones
ético-políticas, una opción por un proyecto histórico y niveles
estratégicos tácticos para la implementación de dicho proyecto
(Scannone, 1974: 460)
Desde la fe se critica a las ideologías en su pretensión reductiva
y totalizante, ya sea de ideologías conservadoras o revolucionarias.
Esa pretensión la reduce por medio de la praxis ascendente y
descendente, la primera se refiere en asumir interpretaciones de la
realidad sociopolítica y la segunda trata la concreción en la praxis
liberadora.
3. El aporte político-social de la teología de la liberación
Los regímenes Burocráticos Autoritarios se caracterizaron por la
exclusión de las grandes masas de la participación política, a demás de
relegarlas cada vez más a la pobreza extrema y marginación. La
Iglesia del pueblo opta por el pobre, por aquellos excluidos, por
aquellos que necesitan ser liberados. México, en esta coyuntura, será
la excepción respecto del conjunto de América Latina
11
La TL no se puede entender sin aclarar el termino <<compromiso
por la liberación>>, aunque este ha sido interpretado de distintas
maneras, mas allá de lo eclesial “en América Latina es susceptible de
fuerte utilización ideológica y aún político partidista” (Galilea, 1974:
314), se ha reducido por sobredeterminar un análisis específico de la
realidad: el marxista. El compromiso por la liberación se orientó más a
un compromiso a partir de la política que desde la fe.
Esta posición llevó a la construcción de nuevas categorías que
transcendieran la liberación a un lugar de encuentro histórico y
teológico. El <<compromiso por la liberación>> consistía “en la
capacidad de vivir para el hermano, sobre todo si se descubre pobre y
pequeño, es la fuente decisiva del compromiso temporal del cristiano y
de la dimensión sociopolítica de su fe” (Galilea, 1974: 321) Al
concretar el <<compromiso>> sobre la práctica, el problema radicaba
en la articulación de fe cristiana y acción política, de ésta última, se
derivaron las diferentes líneas pastorales, algunas con mayor
incidencia en la política y otras en la fe.
Las dos principales corrientes de la TL son: la influenciada por la
teoría Hegeliana a través del marxismo, que enfoca la historia
prioritariamente desde una perspectiva secular desde las ciencias socio
históricas; la otra, menos radical, influenciada en mayor medida por la
teoría de la dependencia, la historia es vista desde el ángulo de la fe y
no se pronunció por el socialismo como la primera. En las dos líneas
predomina la función de concientizar a los sectores pobres, para
después, organizarse y participar en la vida política, social y
económica de su región o país. La TL parte del presupuesto
epistemológico, que la determinación fundamental de la conciencia
social viene de la realidad social, por lo que la realidad social
12
determina la conciencia social. “El deber de los sacerdotes (...) es
precipitar en los estratos populares la conciencia de su cometido
histórico frente al cambio estructuras. La politización y la
internalización de ideales sociales revolucionarias son el mayor índice
de esa toma de conciencia” (Guzmán, 1979: pp367)
El trabajo de los clérigos fue en cada situación particular develar la
realidad social, para que se forjaran hombres y mujeres creadores de
su propia historia, líderes que coadyuvaran a la liberación. Al crear
conciencia de la realidad difícilmente se podía desligar del campo
político, al incidir en este campo, la tensión Iglesia - Estado e Iglesia
tradicional - Iglesia del pueblo, se recrudeció volviendo más difícil su
práctica, sin embargo, la influencia renovadora de la TL se robusteció
por varios factores:
1) La desunión de la izquierda, que hizo perder la comandancia de
la revolución en América Latina.
2) Fracaso de las democracias cristianas
3) Deterioro de viejos partidos
4) Las clases populares se decepcionaron del sistema electoral
5) El incremento de la “violencia institucionalizada” por parte de los
regímenes Burocráticos autoritarios.
6) Aumento de la fuerza militar y represión a movimientos
populares
7) Penetración del aporte económico político y técnico de los
Estados Unidos.
Estos factores, consolidaron una identidad en los sectores
populares, una lucha en común. La “iglesia del pueblo” promovía la
participación de los laicos como parte de la Iglesia, los concientizó y se
comprometió con estos para incidir en la política ( y otras esferas)
13
enfrentándose a cualquier forma de imperialismo y neocolonialismo
externo e interno.
Es importante enfatizar que si bien los clérigos que asumieron la TL
tuvieron gran identificación con las masas pobres y con grupos de
intelectuales (marxistas y no marxistas), no fue una generalización
absoluta como señalaré más adelante. La conciencia política y social,
no fue homogénea ni en los teólogos y clérigos ni en los sectores
pobres. El reconocimiento de la heterogeneidad interna en los distintos
sectores contribuyó a la captación más precisa de las interacciones
intersituacionales o circunstanciales de los hechos sociales, en este
caso, del fenómeno de la TL.
La cultura y la sociedad latinoamericana han estado impregnadas
de valores religiosos de tipo católico, desde la colonia la Iglesia se ha
situado en un status de privilegio y excepción. Históricamente ha
compartido intereses con las clases dominantes. La Iglesia ha tenido
gran influencia en la creación de valores y normas de la sociedad,
posee una fuerte capacidad para “imponer” y “proponer” ideologías ya
sea reaccionarias (iglesia tradicional) o renovadoras ( el caso de la
Iglesia del pueblo) gracias a su poder simbólico y material.
4.-Los sacerdotes y la opción por el socialismo.
La opción por el socialismo no es homogénea, tampoco se optó
por un <<socialismo puro>>. Para poder explicar el proceso que dio
paso a la opción abierta del socialismo es necesario considerar las
etapas de análisis dentro del episcopado.
a) Ver y vivir la situación de injusticia en América Latina.
14
La situación de injusticia se reflejó y refleja en las condiciones de
extrema pobreza, inequidad, subalimentación y desigualdad social,
que vive la mayoría de la población latinoamericana, consecuencia del
imperialismo, neocolonialismo, marginación estructural de las grandes
masa y de una estructura elitista basada en la explotación de las
mayorías. Como señala Lesboupin “La América Latina se encuentra en
muchas partes, en una situación de violencia institucionalizada”
(Lesboupin, 1977: 273) Después de <<ver>> las injusticias, los
pastores y teólogos comprometidos con la causa de los pobres, no
cesaron de denunciar y analizar las injusticias contra su pueblo,
prueba de ello son los innumerables documentos y homilías de esa
época.
b) De la comprobación de las injusticias a la búsqueda de las
causas.
Lo que ellos consideran como causa primera de las injusticias
son los aspectos estructurales. Al principio estos factores se le
atribuían a defectos del capitalismo, por lo que se suponía que con la
corrección de errores en el sistema el capitalismo sería bueno.
Otra línea de análisis consideró que las causas radican en la
propiedad privada como el factor que provoca las injusticias. El
acaparamiento de los bienes de producción y de la tierra, priva a
grandes sectores de la población de ejercer su derecho natural a
poseer lo necesario para si y para sus familias.
La condición de pobreza de la población, la extrema represión
física, la supresión de órganos legislativos constitucionales, la
despolitización de los sindicatos, la desaparición de lideres
estudiantiles, la censura en los medios de comunicación y las medidas
15
persecutorias de sacerdotes; llevaron al episcopado, religiosas y laicos
a tener una posición política bien determinada.
c) La opción por el socialismo.
Era difícil ver una alternativa frente a las condiciones adversas y
represivas del sistema político, la opción por el socialismo buscó
romper con las estructuras autoritarias. En un principio no se habló de
socialismo sino de <<socialización>>, probablemente por el peso que
tenia considerarse “socialista”.
La línea más radical se pronunció abiertamente por el socialismo,
como el sacerdote brasileño McGrath quién señaló que: “antiguamente
sonaba muy mal la palabra socialismo. Hoy se matiza mas, se habla de
un proceso de socialización. Los obispos de Francia acaban de publicar
una carta en la que afirman que el socialismo, con tal que respete los
derechos de la persona, en muchos aspectos se ajusta más al
evangelio, está más cerca de él, que el capitalismo” (Lesboupin, 1977:
279)
También Sergio Méndez Arceo se pronunció por el socialismo
“me parece que un sistema socialista es más conforme con los
principios cristianos de verdadera fraternidad, justicia y paz... no sé
que forma de socialismo, pero es esta línea la que debe seguir América
Latina. Por mi parte creo que debe ser un socialismo democrático”
(Lesboupin,1977: 279)
El socialismo se presentó como la posibilidad de construir una
sociedad más justa y más humana. Pero optar por el socialismo tal
como lo pensaba Marx, traía problemas al articularlo con la fe. Al
intentar construir un socialismo cristiano corría el riesgo de absolutizar
16
el socialismo y relativizar el cristianismo, posiblemente la línea menos
politizada dentro de los teólogos y sacerdotes prefirieron no hablar de
socialismo y concretarse en la práctica de un regreso a la
<<comunidad primitiva>>.
Cabe enfatizar, que precisamente la “opción por el socialismo” de
algunos teólogos y sacerdotes, fue el factor clave para el inicio de una
represión sistemática por aquellos sectores que veían en el socialismo
la influencia del marxismo y la desarticulación de la unión por la fe.
En resumen, la Teología de la Liberación, provocó una fractura y
choque institucional al interior de la Iglesia latinoamericana, esto se
reflejó como ya se mencionó en las diferentes posiciones de teólogos,
Obispos y sacerdotes, frente a la realidad y problemas sociales
determinados, más concretamente con el grado de involucramiento en
las luchas populares.
Siguiendo con el objetivo de este trabajo, el cual consiste en
mostrar la heterogeneidad al interior de la Iglesia latinoamericana y
dentro del sector progresista a partir de la comparación de las
experiencias en México y Brasil, se pretende mostrar cómo a pesar de
las formas de régimen autoritario existente en ambas sociedades, se
originaron formas de militancia radicales, progresistas y reformistas
especificas. Ahora bien, lo que resultará importante destacar es el rol
del Estado y de la Jerarquía en el control y desarrollo de los sectores
progresistas en los dos casos, lo que permitirá mostrar las
divergencias al interior de los grupos progresistas.
17
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21
II TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN MÉXICO Y BRASIL
1. La iglesia católica en México
Como se mencionó la teología de la liberación y más
concretamente las resoluciones conciliares tuvieron influencia en toda
América Latina, pero su aceptación e intensidad fue diferente en los
distintos países. En México modificó la homogeneidad ideológica del
clero, pero solo una minoría asumió una postura radical. Si bien la
iglesia católica, ha prevalecido con privilegios, poder y autoridad
dentro de la estructura política, social y económica, cuando se
estableció la separación Iglesia - Estado, se vio afectada e incluso
amenazada en sus intereses. A pesar de los conflictos
posrevolucionarios, la búsqueda incesante de alianzas iglesia - grupos
dominantes continuaron. Como señala Rodolfo Casillas, la iglesia y el
Estado han tenido “una relación casi esquizofrénica de contigo pero sin
ti” (Casillas, 1993:88) A pesar de las tensiones que se han presentado
en el proceso histórico entre la Iglesia y el Estado, no se puede negar
la existencia de negociaciones según sus intereses.
Esta relación compleja entre Iglesia-Estado que en ocasiones se
muestra en conflicto, negociación o pacto, de legitimación o
deslegitimación; ayuda a comprender la posición del Estado frente a la
fracción de la Iglesia católica progresista y también posibilita analizar
la alianza entre Estado-Iglesia conservadora, y la posición de ésta
última con respecto al sector disidente influido por la Teología de la
Liberación.
22
En un esbozo general sobre este binomio Iglesia-Estado, Roberto
Blancarte y Ricardo Ampudia coinciden en algunas características que
predominaron entre los años sesenta y ochenta, periodo que se está
considerando en este análisis.
Con una visión retrospectiva del periodo posrevolucionario,
después del llamado “modus vivendi” el cisma de la relación Iglesia-
Estado durante el periodo cardenista (1939-1944) fue la reforma del
artículo sobre el control de la educación a cargo del Estado, que
excluyó a la Iglesia de formar parte de un asunto que le ha sido de
suma importancia, sin embargo, esta amenaza se vio “subsanada” por
la nueva ley de nacionalizaciones, que permitió indirectamente la
participación eclesiástica en las instituciones de beneficencias.
Bajo el régimen de Ávila Camacho se estrecho la relación
Iglesia-Estado, declarado creyente, la Iglesia gozó de libertad,
mientras el gobierno pasaba por alto sus infracciones. En su plan
sexenal se aseguraba el respeto a la libertad de culto y a la propiedad
privada; se eliminó el carácter socialista de la educación y se permitió
la participación legal de particulares en la educación, hecho que
aprovechó la Iglesia.
En los años cuarenta, la Iglesia fue encontrando cauces de
expresión política a través de la Unión Nacional Sinarquista y del
Partido Acción Nacional, organizaciones portadoras del proyecto social
cristiano.
Durante el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952) se fortaleció
la cooperación entre la Iglesia y el Estado. La Iglesia buscó
reencontrarse con la cuestión social creando organismos como la Liga
de la Decencia y el Secretariado Social Mexicano, estos con una carga
23
moral tradicional y conservadora. En el periodo de Ruiz Cortines
(1952-1958), la relación Iglesia-Estado fue menos cordial, pero hubo
transformaciones internas de relevancia como la creación del
Episcopado Mexicano en 1953. La década de los cincuenta, se
encuentra marcada por “el cooperativismo de promoción social (...)la
participación de las clases medias, su labor social se reducía al
asistencialismo”, y la pasividad (García, 1993:182)
Con Adolfo López Mateos (1958-1964) se replantearon las
relaciones entre la Iglesia y Estado; se afirmó públicamente que no
había incompatibilidad entre ser creyente y guardar lealtad a las
instituciones revolucionarias.
1.1 Época preconciliar al Concilio Vaticano II
Durante esta época la presión de grupos anticomunistas al
interior y exterior de la Iglesia, era inminente. A principios de la
década de los sesenta México experimentaba un escenario de psicosis
anticomunista progresivo, compartido por la mayoría de los países de
América.
Al interior de la jerarquía las “cabezas visibles de esta tendencia
eran los monseñores Octaviano Márquez, arzobispo de Puebla y Emilio
Abascal, a quienes se les atribuye la paternidad del grupo
ultraderechista MURO” (García, 1993: 184) A este grupo de derecha se
le unieron grupos con un frente común como la Conferencia de
Organizaciones Nacionales Católicas (CONC). La Diócesis de
Cuernavaca fue la excepción, pues en este periodo preconciliar ya se
habían formado centros de intercomunicación social y eclesial con una
respuesta positiva en la pastoral.
24
La relación que mantuvo la Iglesia con el Estado durante este
periodo, (finales de la década de los cincuenta y comienzos del
sesenta), fue de un vínculo estrecho que marcó una clara tendencia
conservadora y limitó acciones que pudieron tener algún carácter
progresista. La Iglesia gozó de casi absoluta libertad de acción,
siempre que no representara una amenaza explicita y directa al
Estado. Con una posición acomodada, en cuanto al poder político y
económico, la Iglesia vivió en pasividad y limitada, concentrándose en
ejercicios espirituales: “ser cura de almas”.
Las condiciones económicas y políticas del país produjeron hasta
cierto punto un avance económico, un relativo progreso social y sobre
todo una estabilidad política perdurable. La formación tradicional y
aislada del clero hicieron que la Iglesia forjara una actitud
conservadora frente a la problemática social. La relación Iglesia-pueblo
se caracterizaba por el verticalismo entre el clero y los feligreses que
redujo la práctica cristiana a la asistencia al templo, la relación
impersonal sacerdote-comunidad no trascendió mas allá de una
posición conservadora que impedía cualquier actividad “extra oficial”.
1.2 Etapa cociliar y postconciliar: transformación al interior de la
Iglesia
La etapa del concilio, significó para la Iglesia católica un tiempo
de renovación y apertura al mundo, que se tradujo en un mayor
protagonismo en las esferas político sociales que acrecentaron la
tensión Iglesia-Estado y la tensión al interior con grupos que buscaron
la radicalización de la acción a favor de los desposeídos: teólogos de la
liberación. A la convocatoria de aggiornamiento propuesta por el
concilio, la iglesia mexicana en su mayoría respondió de manera
superficial, se redujo a los aspectos litúrgicos y al funcionamiento de
25
nuevos grupos eclesiales dedicados a la evangelización catequética. El
clero tradicional, no asumió las propuestas conciliares.
El “«espíritu conciliar» (caracterizado) por: el dialogo,
colegialidad, promoción de seglares, apertura al mundo, compromiso,
respeto a la autonomía de lo temporal, sencillez en los ritos y las
relaciones sociales” (Comblin, 1976: 487) se configuró en un grupo
pequeño de obispos, sacerdotes y laicos en los que sobresalieron por
sus discursos, actividades y participación político social son: Mons.
Sergio Méndez Arceo (obispo de Cuemavaca), Adalberto Almeida
(arzobispo de Chihuahua), Samuel Ruiz García (obispo de San
Cristóbal de la Casas Chiapas), Alfonso Sánchez Tinóco (obispo de
Papantla), Mons. Talamás (obispo de Ciudad Juárez), Arturo Lona
(obispo de Tehuantepec)
Algunos otros obispos y sacerdotes que se consideran dentro del
ala progresista, su participación no tuvo tanta repercusión político-
social, como los anteriores. Tal fue el caso de Bartolomé Carrasco,
Carlos Quintero Arce, Bello Ruiz entre otros.
El circulo que asumió con mas radicalidad las propuestas del
Concilio comenzaron a participar en reuniones ínter eclesiásticas y a
organizar nuevos grupos en los que pudieran poner en práctica su
compromiso social en este periodo.
Los grupos que destacaron por su tendencia renovadora y por su
capacidad de acción social y reflexión teológica se enumeran a
continuación
26
1.3 Grupos de tendencia renovadora al interior de la Iglesia
Católica Mexicana
A) La Unión Mutua de Ayuda Episcopal (UMAE)
La UMAE nació en 1967, generó un ambiente de cambio y
renovación en la estructura homogénea conservadora del clero en
México. Su objetivo fue atender la realidad social del país y proponer
proyectos de acción pastoral. Su director, Alfonso Sánchez Tinóco,
contribuía a promover y profundizar las propuestas del Papa Juan
XXIII. En 1968 se elaboró el Plan Nacional Pastoral en Conjunto que
seguía la línea de Medellín, y proponía la coordinación entre los
obispos y diócesis para conseguir un objetivo en común “la opción por
los pobres”, traducida en “servicio a los pobres”. Esta fue la primera
propuesta con una tendencia clara hacia la Teología de la Liberación, a
pesar de ser atractiva en el sentido de su justificación teológica y
práctica, el desinterés de la mayoría de los obispos fue evidente.
Las criticas por parte de la jerarquía a la UMAE aunado a la
muerte de su principal promotor Mons. Sánchez (1920), condujo a
que el esfuerzo de renovación se viera mermado, Mons. Melgoza tomó
la directiva del proyecto, asumiendo una posición conservadora, y
excluyendo la pastoral social del programa de trabajo.
La reflexión teológica y su aplicación seria asumida por la CEM
en 1970, mediante una nueva comisión episcopal “al ser asumida por
la totalidad episcopal (...) perdió su carácter original” (García, 1993:
185)
27
La desaparición de la UMAE representó el freno mas decidido, el
resquebrajamiento del impulso más dinámico en la pastoral de
conjunto de 1a Iglesia en México (Castillo, 1972: 8)
B) Los jesuitas
Dentro del Clero regular, prevalecía la heterogeneidad entre
posturas. Aquellos que asumieron la línea de Medellín, promovieron la
pastoral conciliar, que conducía a la acción directa de las necesidades
de ese momento en la sociedad mexicana. Las investigaciones que
analizaban de una manera más objetiva la realidad social se realizaban
desde el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de los
jesuitas. En la compañía de Jesús, se introdujo el apostolado integral
que estriba fundamentalmente en: la opción deliberada por el pobre y
el oprimido, el estudio y la denuncia de las estructuras
socioeconómicas y políticas injustas; la defensa de los derechos
humanos, el establecimiento de centros de reflexión y de estudio para
el análisis político y social de cada situación especifica (Gutiérrez,
1981, 362-432)
En la reorganización que sufrió la orden, se privilegió la
formación de comunidades de religiosos y estudiantes que se
vincularan con la gente de zonas marginadas y colaboran para la
solución de los problemas de la comunidad.
En 1975 se funda el Centro de Reflexión Teológica (CRT), en
donde el análisis político-social desde la perspectiva teológica de
Medellín se pone en práctica. Su obstáculo para seguir esta línea fue
que al ser clero regular, sus actividades estaban aun más ligadas con
el Vaticano y por lo tanto a un mayor control.
28
C) Creación del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones
(CENAMI)
El delegado Apostólico Mons. Luigi Raymundi, revalorizó la
cultura indígena, aunque en un principio con tintes asistencialistas,
contribuyó a la integración de los indígenas de manera menos
tradicional a grupos seglares. El CENAMI fue el principio de lo que se
llamaría más adelante “iglesia autóctona” que sería retomada por
Samuel Ruiz, en Chiapas.
D) Centro Nacional de Comunicación (CENCOS)
Fue creado por los obispos mexicanos con apoyo de un grupo de
laicos, durante la celebración del Concilio Vaticano II. Su objetivo era
proporcionar una información alternativa sobre los acontecimientos
políticos y sociales que ocultaba la prensa convencional. En un
principio fue el vocero oficial de la iglesia, pero al entrar en conflicto
por su creciente radicalización con posturas de izquierda se
independizó en 1970, perdiendo con ello su oficialidad frente a la
jerarquía.
E) Reflexión Episcopal Pastoral (REP)
La Reflexión Episcopal Pastoral fue convocada en 1969, su
propósito fue la planeación del estudio y la aplicación de Medellín. Su
presidente fue Adalberto Almeida cuya posición fue favorable a la
Teología de la Liberación. “La REP (Medellín mexicano) produjo efectos
polarizados en la jerarquía, haciendo evolucionar a unos sectores
eclesiásticos hacia las perspectivas de Medellín (liberación y opción por
los pobres) y a otros hacia la defensa y reforzamiento de la ortodoxia
29
doctrinal y modelos pastorales preconciliares tradicionales” (García,
1993: 187)
En este mismo año se celebró el Primer Congreso Nacional de
Teología “Fe y Desarrollo”, con un semejante efecto que la REP, la
polarización entre sus participantes a pesar de que el eje central era la
discusión sobre la fe desde la ortodoxia y el desarrollo, se concluyó
con la temática de la liberación (Cervera, 2003: 33).
F) Secretariado Social Mexicano (SSM)
El Secretariado Social Mexicano se fundó en 1920 y tenía como
función la orientación de las obras sociales, en un principio con una
actitud más asistencialista que de promoción y formación humana. Al
ser un organismo dependiente de la jerarquía tuvo serios problemas
después del Concilio y Medellín, al querer insertarse en el movimiento
de la Teología de la Liberación, su acción se vio limitada.
El SSM fue encabezado por el padre Velásquez cuya línea fue la
del CELAM en su época progresista, estuvo frecuentemente en la mira
critica del sector conservador del clero. A su muerte su cargo fue
asumido por su hermano, que renunció a los dos años por los
repetidos conflictos con la jerarquía. Con su renuncia, se otorgó la
autonomía al SSM, lo que favoreció el apoyo a movimientos como
Cristianos por el Socialismo y Sacerdotes para el Pueblo. En 1973 se
desconoce al SSM y fue sustituido por el Centro de Estudios de
Promoción Social (CEPS), caracterizado por su escasa critica de la
estructura social y por su indiferencia a los problemas sociales.
30
G) Sacerdotes para el Pueblo y Cristianos por el Socialismo.
El movimiento Sacerdotes para el Pueblo fue un esfuerzo
nacional que consistía en “analizar permanentemente la realidad del
país y denunciar las arbitrariedades, luchando en pro de la liberación
del oprimido. Pretenden participar y apoyar los esfuerzos en la
construcción de una nueva sociedad socialistas” (Cervera,2003: 33).
Este movimiento contribuyó al primer encuentro de Cristianos por el
Socialismo en Chile de 1972 en donde asistieron Sergio Méndez Arceo,
Martín de la Rosa, Luis del Valle, Guillermo Hirata, Armando Sánchez,
Teódulo Gil y Alex Morelli, como delegados mexicanos.
Estos movimientos fueron los más radicales por su posición
deliberada por el socialismo, y fue a los que la jerarquía y el Estado
prestaron mas atención.
H) Diócesis de Cuernavaca
La Diócesis de Cuernavaca estuvo dirigida por Mons. Sergio
Méndez Arceo, quien fue uno de los que asumió profundamente y con
radicalidad las posiciones de avanzada en los aspectos litúrgicos y
sociales, consecuencia de su participación activa en el Concilio
Vaticano II y en los posteriores encuentros del CELAM.
El obispo, recibió al sacerdote Ivan Illich, austriaco proveniente
de Nueva York; ya en Cuemavaca, fundó el Centro Cultural de
Información, que se transformó en Centro Intercultural de
Documentación (CIDOC) “Fundó su obra sobre una institución
misionera, insertando la pedagogía y la investigación científica y
social” (Certeau, 1969: 493).
31
Desde el CIDOC se realizaban denuncias, se formaban asesores
de las Comunidades Eclesiales de Base, religiosos sacerdotes y sobre
todo misioneros. Cabe señalar que en el CIDOC y el CRT era en donde
propiamente se hacia reflexión teológica, no obstante en una iglesia
predominantemente conservadora el esfuerzo fue minúsculo dentro de
la Iglesia (Drekonja,1971: 63)
Mons. Méndez Arceo, buscaba por todos los medios denunciar
las injusticias “sus homilías dominicales contra los empresarios, los
grandes propietarios y la represión; apoyaba en cambio, los
movimientos sindicales autónomos, causas campesinas y actividades
cristianas novedosas” (Loaeza, 1984: 150).
I) Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB’s)
Las Comunidades Eclesiales de Base cuyo proyecto consiste en
hacer protagonista al pueblo pobre de su liberación tanto en la
dimensión religiosa y eclesial como en la social y política, tuvo un
avance lento en comparación a otros países de América Latina. La
pastoral social propuesta por la Teología de la Liberación no fue del
todo asumida ni por los sacerdotes ni por el pueblo, “el laicismo oficial
con su dualismo irreducible (lo religioso y lo sociopolítico como
irreconciliable) y la maniquea interpretación de la historia oficial,
aunada a la marginación y exclusión de la iglesia (como pueblo) en las
áreas publicas y externas del orden social, generaron las bases y
condiciones de un conservadurismo eclesial, teológico y pastoral”
(García, 1993: 189)
Las iglesias que han asumido a las CEB's como parte de su
proceso en el camino de la construcción del Reino de Dios, se
consideran como Iglesia en movimiento. Pero estas han sido iglesias
32
particulares, destacando las de Oaxaca, Tehuantepec y San Cristóbal.
Estas experiencias tuvieron lugar en zonas rurales y en menos medida
en las zonas marginadas y populares de la zona metropolitana de la
ciudad de México. (Cervera, 2003: 45)
1.4 Líneas al interior de la Iglesia Católica Mexicana.
Existen diferentes tendencias al interior de la Iglesia mexicana,
con discursos y prácticas diferentes que llegan en ocasiones a expresar
diferentes intereses e incluso proyectos eclesiales opuestos.
Tres grandes tendencias que engloban las distintas maneras de
actuar y comprometerse en la Iglesia Católica (Bravo, 1994:20-32),
enfatizando en que las tres se fundamentan en la tradición, las tres
están de cara a la modernidad pero su actuar frente a ésta se muestra
distinta.
a) Iglesia Tradicional - conservadora, tiende a identificarse con
corrientes políticas conservadoras, enfatiza lo jurídico e institucional,
considera que la jerarquía organizada piramidalmente es lo
determinante en la Iglesia y que los laicos en la práctica son sujetos
pasivos. Su función principal es la comunicación del “deposito de la
fe”. Para cristianizar a la sociedad considera fundamental la conversión
de las capas dirigentes y también el mantener relaciones adecuadas
con las cúpulas del poder. Respecto a las masas pobres y sus
necesidades, su función es promover en los ricos la “virtud de la
caridad” Las diócesis que se han caracterizado por su conservadurismo
son las de Monterrey y Guadalajara.
b) Iglesia Moderna: se concibe a sí misma como Pueblo de Dios,
jerárquicamente organizada. Su acción en la sociedad se orienta por el
33
principio de que la Iglesia y el Estado pretenden el bien del hombre
cada uno en su ámbito, por lo que establecen arreglos y concordatos
entre las autoridades. Considera deber suyo trabajar por que haya
justicia social de acuerdo a la doctrina social de la Iglesia, gracias a la
cual se supere el ateismo del marxismo. A pesar de su participación
social y política, la presencia en movimientos populares es muy
restringida y la gran mayoría de veces se queda sólo en el discurso,
son ejemplo, aquellos que lamentan las tragedias ocurridas
injustamente pero no hacen denuncias directas que pudieran
comprometerlos a asumir una posición de protesta.
c) Iglesia Liberadora: se nombra como Iglesia de los pobres, su
identidad y su fuente de legitimidad consiste en evangelizar a los
pobres, opta por los pobres, marginados y excluidos, ve a éstos como
sujetos de su propia historia, busca la justicia e igualdad social, para
esto ayuda en la formación de una conciencia social, que coadyuve a
la liberación de los pobres. Por este empeño se ve enfrentada con el
Estado y clases dominantes que ven a la Iglesia de los pobres como
amenazante. Ejemplos de este tipo de Iglesia son la Iglesia autóctona
de Chiapas, (formada por Don Samuel Ruiz), en Cuernavaca el
movimiento de CEB’s ( Don Sergio Méndez Arceo), en Oaxaca
(participación de Don Arturo Lona) entre otros.
A pesar de los esfuerzos por una renovación en la Iglesia que
contribuyera a la liberación del pobre, en la iglesia latinoamericana
predomina cuantitativa y cualitativamente el lastre conservador tanto
en la jerarquía como en la bases, en la Iglesia católica mexicana en
mayor medida que en la brasileña. Esto se vio reflejado en la exigua
participación de jerarcas dentro de las reuniones públicas y privadas,
34
declaraciones, y creación de documentos en los cuales participaba el
sector progresista latinoamericano.
1.5 Teología de la Liberación en las diócesis de Cuernavaca y
San Cristóbal de las Casas
Un aspecto que resulta relevante señalar es que la interior del
sector progresista de la iglesia conviven diferentes posturas, a pesar
de proceder de una misma fuente (la Teología de la liberación) y de
compartir un mismo proyecto, la práctica social y política es disímil y
al mismo tiempo la desautorización y represión por parte de la
jerarquía y el Estado es distinta.
Por ejemplo, en la diócesis de Cuernavaca se tuvo más
incidencia política en los años sesenta y setenta que la diócesis de San
Cristóbal, por las constantes denuncias de injusticias; la ardua lucha
por los derechos humanos; su oposición deliberada por los pobres y
por optar por un tipo particular de sociedad (el socialismo); además de
sus importantes contribuciones a la reflexión teológica.
En el caso de Chiapas lo que se priorizó fue la parte de la
“promoción humana” de las comunidades indígenas que en ese
momento como ahora los aspectos esenciales a satisfacer son la tierra,
alimento, vivienda, salud, educación y empleo. La evangelización
indígena se presentó sin obstáculo alguno en el país pero también sin
gran incidencia política. Principalmente por tres aspectos: en primer
lugar, la grave situación de los indígenas se ha tenido olvidada por la
mayoría de los jerarcas y del gobierno; segundo por que la
circunscripción a estos grupos indígenas no representó un riesgo de
extensión a la pastoral del resto de la población; por último los
aspectos geográficos los han mantenido en aislamiento. Aunque esta
35
situación se modificó parcialmente con el levantamiento del ejercito
zapatista en 1994.
Estos dos ejemplos muestran los efectos positivos de la Teología
de la Liberación, aunque en la esfera de lo local. Considero importante
enfatizar en su papel como grupo de presión frente a la jerarquía
conservadora y al Estado autoritario.
El clero progresista sufrió represión por parte del Estado y de la
jerarquía conservadora, la expulsión del país de sacerdotes
extranjeros, las agresiones públicas, el descrédito, las acusaciones,
amenazas de muerte, etc., son factores que limitaron la acción
pastoral. Frente a un Estado corporativo autoritario como el mexicano,
en donde los “mejores” años fueron de los sesentas a los setentas, la
Iglesia difícilmente era vista como una alternativa para la organización
de los sectores populares. Los obreros y campesinos que eran el motor
base en Brasil, en México los aglutinaba y controlaba el Estado a
través de sus propias instituciones.
2. La Iglesia católica en Brasil
La Iglesia católica en Brasil ha presentado a lo largo de la
historia un papel importante en distintos aspectos de la vida social; ha
constituido una vanguardia en el estudio teológico de la jerarquía
eclesiástica latinoamericana.
El clero brasileño había recibido una formación previa al concilio
con una postura más progresista, sin embargo, no por ello se
homogeneizo en una sola línea. Si no que al interior de la estructura
jerárquica se experimento una fragmentación a causa de la facción
36
que opto por los pobres, producto de los cambios al interior de la
Iglesia en general. Con la radicalización de las posturas frente a la
teología de la liberación, “la Iglesia católica de Brasil (TL) asumió una
posición hegemónica de oposición pero no fue mayoritaria” (Libanio,
1986: 33)
En la coyuntura de los años cincuenta “la Iglesia nacional pasó
por una especie de <aggiornamiento> precoz que posibilitó una
asimilación de la doctrina moderna en los años sesenta con mayor
velocidad de los países latinoamericanos” (Novaes, 1995:72)
2.1 Etapa preconciliar al Vaticano II
En Brasil la influencia de la Teología de la Revolución y la
Teología Política provenientes de Europa fue más notoria que en otros
países, principalmente por que las misiones europeas se dirigieron a
Brasil. El clero extranjero era muy numeroso, en 1950 se organizó la
Acción Católica según el modelo francés y belga de la Acción Católica
Especializada (Comblin, 1976: 486) La predicación en Brasil tenía
ciertas características que la colocaban a la vanguardia frente a otros
sectores de América Latina, la catequesis de base, la reforma litúrgica
antes del concilio y la renovación de la enseñanza en los seminarios
con influencia de la teología progresista occidental, prepararon el
camino para la asimilación del Concilio Vaticano II (Majka, 1967:999)
En cuanto a la espiritualidad el “Movimiento por un Mundo
Mejor,”' del padre Lombardi, pocos años antes del concilio, ya
comenzaba a mostrar la búsqueda por una sociedad más justa. En
varias regiones habían surgido por iniciativa de los feligreses,
apoyados por sacerdotes y religiosos, movimientos de acción social,
como el movimiento de Natal dirigido por Mons. Eugenio Sales. Desde
37
1959 la Iglesia suscitaba en Brasil sindicatos rurales y en 1960 el
Frente Nacional del Trabajo, como una nueva forma de sindicalismo
(Comblin, 1976: 487)
La labor social de la Iglesia a favor de los pobres fue antes del
Concilio, ya en 1956 en la reunión de obispos de Nordeste de Brasil en
Campina Grande existía la preocupación por problemas de desarrollo
social, en esta etapa que Comblin denomina “desarrollismo” la Iglesia
cooperó con el Estado para un modelo de nación que impulsara el
desarrollo. La Iglesia creó obras de desarrollo social, cultural y
económico, desafortunadamente poco a poco por los cambios en la
situación política limitaron su acción.
Los tres proyectos que definieron el periodo preconciliar fueron:
El Movimiento de Educación de Base, Cooperativas de apoyo
económico, ligas agrarias y sindicatos rurales. Los objetivos de la
pastoral social se reforzaron con los propuestos por el Vaticano: la
promoción humana a través de talleres en donde la función principal
estaba a cargo del catequista; la catequesis por medios masivos de
comunicación que se fortalecía por los discursos críticos del clero; y la
pastoral en conjunto entre sacerdotes, religiosos y laicos que buscó
integrar al laicado en la vida apostólica y en movimientos
especializados. (Marins, 1975: 32)
La gran mayoría del clero regular y secular de Brasil se formaba
en Europa o en Estados Unidos, en los CIAS de los jesuitas o en los
centros de estudio de acción social católicos en general que al regresar
a su país divulgaban lo aprendido, esto contribuía a una formación
mas completa e iba eliminando el lastre conservador.
38
Durante la época preconciliar y antes del golpe militar de 1964,
las relaciones Iglesia-Estado eran positivas, aun con Goulart las
tensiones entre estas dos instituciones eran débiles. A pesar de que
“formalmente existe una separación entre Iglesia-Estado, sin embargo,
la Iglesia ha sido aliada de conservadores, liberales y
reformistas”.(Correa, 1986: 104) esta tendencia se alteró con la
dictadura militar de seguridad nacional, instaurada por el general
Humberto Castelo Branco. Con el cercamiento de las libertades
democráticas y civiles, la supresión de la oposición, particularmente de
la izquierda, el gobierno incremento la represión a los grupos
subversivos, con Emilio Garastazu Medici la situación se recrudeció. En
este contexto los sectores progresistas experimentaron una evidente
radicalización en sus posturas frente al régimen.
2.2 Etapa postconcliar: la radicalización del sector progresista
Desde Medellín, se experimentó una división ideológica y
política, la iglesia Brasileña se dividió en “progresistas” y
“conservadores”. A pesar de la gran fuerza política y social de los
progresistas, gracias al apoyo de las grandes masas populares y al
compromiso de algunos obispos, este sector no era el hegemónico, el
dominio al interior de la Iglesia brasileña era de los conservadores,
esto se reflejó en la elección de candidatos que formaron la
Confederación Nacional de Obispos de Brasil (CNBB siglas
portuguesas), en ésta obtuvieron mayoría los jerarcas conservadores,
aunque no se descarta la importancia de Obispos que apoyaban la
posición de la Teología de la Liberación
En este contexto caótico una parte de la Iglesia se instituyó
como un espacio de referencia para la organización popular en los
barrios pobres. “Durante este periodo la Iglesia, a partir de las CEB's y
39
otros agentes pastorales, desarrollan un trabajo que es prácticamente
la única alternativa de participación de las clases populares en el
ámbito de los problemas de barrio y el embrión de gestación de
innumerables movimientos reivindicativos urbanos” (Jacobi, 1991: 55)
Con la instauración del régimen autoritario militar, la oposición
de la fracción progresista de la Iglesia católica se manifestó en contra
de las injusticias ya que el golpe de estado fue consecuencia de una
agudización de la lucha de clases, y de las manifestaciones de
sindicatos campesinos y obreros que enarbolaban reivindicaciones
económicas y sociales.
En un primer momento y durante la represión de la dictadura,
los jerarcas conservadores se habían manifestado a favor del régimen,
justificando y legitimando las más atroces represiones contra el pueblo
brasileño; como el cardenal Vicente Scherer que justifico la represión
de los militares por mantener el orden. Otro ejemplo, en la X asamblea
de la CNBB, se quiso excluir la discusión de los problemas sobre la
vida de los brasileños, su sistema de gobierno y sus estructuras
sociales, antes de ser celebrada “cinco cardenales habían colaborado
con una maniobra política del gobierno -un almuerzo con el mariscal
Costa e Silva (...) ¡reinaba una gran cordialidad entre el dictador y los
prelados mientras existían mas de cinco mil presos políticos!” (Moreira,
1969:503) Este hecho no fue el único, la alianza entre algunos
jerarcas y militares se hacia obvia en ciertos acontecimientos
El régimen militar y la cancelación de las libertades, fueron lo
que en cierta forma hizo que visualizaran el proyecto católico de <ir a
las bases>. En este periodo la Iglesia pasa a ser la única institución
que favorecía la organización reivindicativa de sectores populares y
40
que estaba desligada (relativamente) del Estado, por primera vez
tomo distancia respecto al gobierno (Basto, 1979: 325)
La creciente efervescencia social consecuencia del fracaso del
modelo desarrollista, pedía una posición parcial del clero, El principal
vocero del ala progresista fue Helder Cámara, arzobispo de Olinda y
Recife en el nordeste de Brasil, la región más pobre. En una de sus
homilías señalaba “deploramos y condenamos todas las injusticias
contra los trabajadores sea en materia de salarios, sea bajo formas de
presiones ejercidas contra las organizaciones de clase o innumerables
transgresiones de leyes de trabajo y del estatuto de la tierra”
(Cámara, 1973: 10) Mons. Helder Cámara se pronunció en contra de
la tortura y denuncio al gobierno como encubridor de la violencia
institucionalizada.
En un principio, como ya se mencionó, parte de la CNBB, apoyó
el golpe militar, esto redujo la infiltración comunista en Brasil que
desde la institución eclesial era considerada como enemiga y desde el
estado como una amenaza de seguridad nacional. Fue hasta que la
Iglesia vio amenazada su existencia frente a un poder totalizante que
actuó en contra de éste. Además, de que miembros de la jerarquía
fueron privados de su libertad y sufrieron severamente la represión.
Ejemplo de la represión, fue la tortura que sufrieron Mons. Picao
y Mons. Fragoso, la expulsión del país de Joseph Comblin y Jean Talpe,
el secuestro del Padre Adriano Hipólito, las amenazas a Mons. Pedro
Casaldáliga, el asesinato del Padre Enrique Pereira Neto, entre otros
que fueron torturados y encarcelados.
A la radicalización de la represión por parte del estado
correspondió la radicalización de las posturas de los seguidores de la
41
Teología de la Liberación, esto se reflejo en las diferentes
organizaciones, movimientos y documentos elaborados por los obispos
brasileños.
2.3 Grupos y organizaciones de la Iglesia del Pueblo en Brasil
A) La Pastoral Social
Para los obispos, la liberación debería comenzar por la liberación
en le plano de lo social en el tiempo y espacio real, acorde a las
necesidades de la comunidad, así se crearon las diferentes pastorales
especiales en las cuales se promovía la participación de los laicos en
conjunto con los párrocos y obispos.
Las pastorales que más importancia tuvieron y que algunas son
vigentes, son la Pastoral de la Tierra con gran importancia política y
firme militancia en defensa de los trabajadores rurales; el Consejo
para la Misión Indígena encargada de la formación, desarrollo y
defensa de los derechos indígenas; la Pastoral del Migrante, que
promueve la defensa de sus derechos sindicales; la Pastoral de la
Prostitutas y la Pastoral de las Favelas (Novaes, 1995: 70-81)
La pastoral social se inicia con mas vigor en las actividades
donde más a penetrado la institución como lo es la educación y las
organizaciones laborales, para posteriormente ampliarse a cualquier
ámbito de la vida cotidiana.
B) Organizaciones Juveniles
En Brasil existió una adhesión muy importante de grupos de
jóvenes a la TL en la práctica, se agruparon en organizaciones con
importante presencia política como: los Jóvenes Estudiantes Cristianos
42
(JEC), los Jóvenes Universitarios Cristianos (JUC), los Jóvenes Obreros
Cristianos (JOC) y Juventud Agraria (JA). El cambio en la política
eclesiástica y estatal precipitó su exterminio a pesar de su resistencia.
De las filas militantes de JEC, JUC, JOC y JA, florecieron vocaciones
con ideales progresistas, pero a causa de la represión languidecieron
virtualmente, lo que llevó a la crisis del sacerdocio un problema
mundial en el conjunto de la Iglesia Católica. (Novaes, 1995: 70-81)
C) Plan Pastoral en Conjunto (1966-1970)
El Plan Pastoral en Conjunto de Brasil fue publicado por los
obispos destinado ha aplicar las conclusiones del concilio, además de
ser un documento aceptado por la mayoría del clero, destaca la
intervención del Papa Juan XXIII hacia la iglesia brasileña, cuyo
mandato fue la aplicación rápida y eficaz en la problemática de la
sociedad y de la Iglesia. (Comblin, 1976: 488)
Mons. Armando Lombardi es quien dirige los primeros trabajos
del clero, teniendo una perfecta noción de las necesidades sociales del
país. Durante su estadía en Río de Janeiro se crearon nuevas diócesis
cuyas vacantes estarían a cargo de sacerdotes progresistas.
D) Movilizaciones en el sector campesino y obrero
Los movimientos agrarios se concentraron en el nordeste de
Brasil, caracterizado por la miseria generada por una estructura
agrícola de monocultivo y un sistema capitalista obsoleto, “en esta
región las relaciones de trabajo entre el hombre, la tierra y el
latifundista desde hace muchos años se han vuelto impersonales -cada
hacienda tiene de dos mil a tres mil familias- lo que facilita la
concientización política por la falta de control social (...) frente al vació
43
dejado por las organizaciones sindicales, algunos sacerdotes católicos
asumieron la preanimación del trabajo organizacional” (Moreira,
1969:167) Los sacerdotes motivaron la formación de cooperativas y
sindicatos, al igual que apoyaron las huelgas azucareras y obreras del
país.
Lo que buscó la TL en Brasil, además de la liberación de los
pobres, era el fortalecimiento como institución ya que su reproducción
institucional se estaba viendo amenazada por la conversión al
pentecostalismo y a diversos cultos afrobrasileños, esto estaba
ocurriendo en las zonas más pobres de Brasil.
En Sao Paulo, se dio el boom industrial y se erigió como el futuro
de la nación, la iglesia de esta metrópoli se funda también como
vocero de la Iglesia en todo el Brasil. El acelerado proceso de
urbanización en Brasil se concentró en Sao Paulo, marcado por la
acentuación de diferencias en las condiciones de vida de sus
habitantes; Sao Paulo es un ejemplo notorio de politización de la
problemática urbana y del comienzo de las organizaciones civiles. La
Iglesia actuó junto con los obreros ayudando en la formación de
sindicatos, lo que favoreció la aceptación de sacerdotes progresistas
en las favelas (barrios populares y marginados de las ciudades) Las
clases menos privilegiadas se concentraban en las barriadas pobres
de la alejada periferia de Sao Paulo y en los pueblos satélite de
obreros industriales que fueron campo de acción de la Iglesia de los
pobres.
La importancia del apoyo por parte del clero a estos sectores,
radica en que se pudo hacer un frente común al Estado y erigirse como
un grupo de presión y oposición.
44
E) La Comunidades Eclesiales de Base (CEB's)
La fuerza y vitalidad de la Iglesia brasileña, se le atribuye a la
gran promoción de las CEB’s como alternativa no sólo de organización
si no de modo de vida, la CEB’s teológicamente era el regreso a la
iglesia primitiva, en donde prevalecen los valores del Reino de Dios:
igualdad, solidaridad, justicia, etc.
En Brasil en los años setenta y principios de los ochenta la
Iglesia del pueblo fue el grupo hegemónico en la práctica de la base
popular, lo que contribuyó al reconocimiento y apoyo de la iglesia
como institución.
“Las CEB's aparecieron principalmente y de modo más intenso
en las áreas más desafiantes, cuando y donde el hombre era aplastado
por las condiciones adversas, las CEB's eran la alternativa” (Marins,
1975: 33) Geográficamente se concentraron en las zonas rurales
pobres y en las favelas. El trabajo con las CEB's permitió que se
formaran núcleos de acción pastoral, que tuvieran un impacto directo
en una mejor calidad de vida, por medio de la formación humana que
daban los sacerdotes a sus comunidades. El tener un objetivo común
favoreció a la coordinación entre CEB'S de todo el país.
F) Los Obispos del Tercer Mundo
En América Latina y particularmente en Brasil, nació la
conciencia de pertenecer al tercer mundo. El grupo de obispos que
asumieron esa posición elaboró el concepto de Iglesia sierva y pobre,
es decir la iglesia al servicio del pobre y oprimido, de ese grupo surgió
el movimiento “Obispos del Tercer Mundo”, la mayoría de sus
45
integrantes fueron brasileños y como líder aparecía Dom Helder
Cámara.
Este grupo se dedicó a denunciar la situación de dependencia e
injusticia social que imperaba en los países subdesarrollados, su
compromiso los llevó a participar desde y con los pobres. Radicaliza su
postura como Iglesia del pueblo pobre y contribuye a la adhesión de
sacerdotes que no tuvieron que hacer un movimiento alterno, como el
de Sacerdotes para el pueblo en México, ya que se sentían
interpretados por un sector del episcopado y buscaron unirse a los
obispos en los que se reconocían (Comblin, 1976: 492)
La importancia y radicalización de la Teología de la liberación en
Brasil obedece a diversos factores, entre estos se encuentra el
desarrollo de su jerarquía eclesiástica hacia posturas más liberales, el
propio contexto político y social de Brasil en un régimen autoritario
militar y a la función critica del clero debida entre otras causas a la
gran proporción de religiosos extranjeros provenientes de Europa.
Cabe señalar que a pesar de haber sido objeto de la represión, la
iglesia del pueblo no se extinguió por completo, aunque tuvo que
replegarse de manera táctica, pese a esta perdida de fuerza no le
impidió seguir manteniendo una importancia ideología relevante en las
grandes masas de pobres de Brasil.
46
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50
III. MÉXICO Y BRASIL, EL INESTABLE ESPACIO ENTRE LOS
SECTORES PROGRESISTAS, LA IGLESIA Y EL ESTADO
La teología de la liberación se desarrolló en medio de obstáculos
y dificultades, en algunos casos se trato de poderes políticos y
económicos de algunos países latinoamericanos y de manera directa o
indirecta de los Estados Unidos, que le persiguieron por considerarla
una ideología subversiva; valiéndose de la Doctrina de Seguridad
Nacional bloquearon y acosaron a los sectores progresistas de la
Iglesia Católica. En otros casos ha sido y sigue siendo la Institución
eclesiástica quien amordazando de diferentes formas los procesos
emprendidos por la Teología de la Liberación, logrando detener su
expansión; de igual manera algunos teólogos latinoamericanos
descalificaron sus supuestos teológicos, incrementando argumentos
para la censura ideológica y práctica de teólogos y jerarcas partidarios
de la misma.
Tanto en México como en Brasil, la posición del Estado y de la
Iglesia como institución frente a la Teología de la Liberación, no
difiere, en el sentido de considerarla una ideología subversiva frente al
Estado y un grupo disidente e incluso amenazante a la política pastoral
oficial. La “doble ilegalidad” en la que pusieron a la TL, de tipo político
y moral religiosa autorizó su represión política.
En los dos países se pretendía frenar, descalificar y desmantelar
todo movimiento político-social y religioso que se fundamentara en la
Teología de la Liberación, por considerarla comunista en la utilización y
radicalización de ideas marxistas.
Considero importante hacer mención de dos aspectos que
marcaron la línea ofensiva del Estado y la Iglesia frente a la Teología
51
de la Liberación: la Doctrina de Seguridad Nacional y los Documentos
de Santa Fe; y la Instrucción Vaticana sobre algunos de los aspectos
de la Teología de la Liberación que incluye la posición de importantes
jerarcas latinoamericanos.
1. La Doctrina de la Seguridad Nacional.
En el Estudio de las Doctrinas de Seguridad Nacional se plantean
diversos problemas de interés, uno el de la guerra y otro el de la
relación de política y guerra en un marco de relaciones internacionales.
En una nueva estructura internacional en donde la dependencia de los
países subdesarrollados frente a las grandes potencias económicas es
inevitable, el problema de la seguridad nacional se conforma como un
eje central en la elaboración de las políticas de relación internacional.
La relación entre la política y la guerra se muestra como uno de
los elementos más importantes de la Doctrina de Seguridad Nacional:
“la Seguridad Nacional se da en el marco de un mundo más
interdependiente, donde todo conflicto, por distante que sea es
percibido como vecino e inmediato, y afecta de modo variable el
equilibrio internacional” (G.A, 1976: 495 el nombre del reportero se
conserva en anonimato).
La Doctrina de Seguridad Nacional surgió como una propuesta
del gobierno de los Estados Unidos durante el periodo de la Guerra Fría
y es colocada como un arma anticomunista. Ideológicamente, los
dirigentes del estado se obligan a guardar la seguridad nacional por
medio principalmente de la instrucción militar. El anticomunismo, la
contrainsurgencia y la confrontación bipolar, son elementos básicos
que influyen en la intervención política-militar de Estados Unidos en
casi todos los países de América Latina, el predominio total de lo
52
militar sobre lo político era inminente. Los países latinoamericanos se
convirtieron en un espacio en donde se podría ejercer el poder de los
bloques del este y oeste, lo que contribuyó a los cambios en la
geopolítica mundial y llevó a considerar a los países latinoamericanos
como una zona estratégica para la expansión o repliegue del
comunismo.
El gobierno de los Estados Unidos buscó adoptar una política que
promoviera la estabilidad permanente de América Latina a tal grado
que se legitimó la cooperación entre el gobierno estadounidense con
regímenes dictatoriales del cono sur mediante el argumento de peligro
comunista. Las exigencias de un desarrollo económico en América
Latina requerían “seguridad”, que sólo se podría conseguir conteniendo
todo movimiento subversivo que atentará contra el orden y la
estabilidad político, económico y social del país.
En un principio se consideró la represalia masiva (con el
monopolio atómico) como doctrina oficial desde el gobierno de Truman
en Estados Unidos, sin embargo esta no correspondía a las nuevas
estrategias comunistas: “las estrategias de los comunistas se
centraban en pequeñas guerras locales, libradas en países del Tercer
mundo, cuya importancia no merecía un conflicto atómico total. Eran
en esos lugares donde se iba cambiando de manera gradual las zonas
de influencia del mundo” (G.A, 1976: 499 el nombre del reportero se
conserva en anonimato) Se requerían más alternativas que la guerra
atómica, era necesaria una política en que se acudiera por igual a la
fuerza y a la diplomacia.
Con John F. Kennedy se pasó de una “represalia masiva” a una
“respuesta flexible”, él: “no estaba determinado a borrar a los
partidarios de la ideología comunista de la faz de la tierra (...) lo que
53
buscaba, era detener la expansión del régimen soviético, no su
filosofía interna o su desarrollo” (G.A,1976:500, el nombre del
reportero se conserva en anonimato) Es decir, se contrarrestaría la
subversión provocada por ideologías comunistas y no al comunismo en
sí. A esta respuesta contribuyeran Mc. Namara y Kissinger, este último
se desempeño como asesor de la política internacional de cuatro
presidentes ( Kennedy, Jonson, Nixon y Ford). Librar una guerra
contra subversiva en América Latina era el objetivo.
Desde la Secretaría de Defensa el problema era definido en los
siguientes términos: “Reconocemos formalmente la escasa
probabilidad de un ataque convencional sobre un Estado Americano
desde fuera de nuestro hemisferio. En consecuencia, no vemos
exigencia alguna de que los países latinoamericanos sostengan
grandes fuerzas militares convencionales, particularmente de las que
requieran un equipo caro y complicado (...) la ausencia de una
considerable amenaza externa a nuestro hemisferio nos ha ayudado
también a concentrar las energías de las naciones del tratado de Río
en el problema ampliamente compartido de la insurrección armada
(....), y la necesidad de enfrentarnos a insurrecciones inspiradas desde
el exterior, esa amenaza ha constituido un importante desafío para
algunos de nuestros aliados latinoamericanos , y nosotros hemos
tratado de ayudarlos procurándoles adiestramiento, consejeros y
ayuda en el equipo y las técnicas anti-insurrecionales” (G.A.,1976:100,
las cursivas son mías).
En este contexto internacional, en donde la ideología comunista
avanzaba y otra contraria buscaba frenarla, la Teología de la
Liberación, fue librando obstáculos y logrando una relativa
consolidación en los países latinoamericanos. Sin embargo, la
54
influencia política estadounidense que impregnaba las políticas de
seguridad nacional de los países latinoamericanos se vio radicalizada
con la gobernatura de Reagan. Aunque él no tenía una clara idea de
cómo contrarrestar la influencia comunista, si tenía perfectamente
delineados los aspectos básicos de su actuación internacional y
nacional.
Como señala Selser ( 1990:8-9) Reagan fue apoyado por un
grupo de presión de la nueva derecha conservadora que le ayudó a
resolver algunas de las lagunas que en materia tenía. Así fue como se
crearon los Documentos de Santa Fe, abasteciendo de un arsenal
político-ideológico de tipo fundamentalista al nuevo presidente.
“La nueva derecha(...) compartía una aversión común a
cualquier forma de distensión entre Estados Unidos y la Unión
Soviética (...) profesaban cierto apoyo a la democracia constitucional,
pero sus actitudes hacia los derechos humanos parecían favorecer más
bien a los sistemas autoritarios” ( Selser, 1990: 30)
El programa, pretendía recuperar los espacios políticos,
geográficos y estratégicos que había perdido Carter, principalmente en
los países latinoamericanos en donde tenían una estrecha relación de
dependencia estadounidense.
Más que una política de Seguridad nacional, pareciera ser un
argumento que legitimaba la intervención política en los países latinos,
particularmente, en el apartado Relaciones especiales con países
clave: Brasil, México y Cuba, presta especial interés en la ayuda que
se debiera proporcionar, en materia de seguridad a estos países.
55
En 1986, cuando se da a conocer el segundo Documento de
Santa Fe, la cuestión sobre de la Teología de la Liberación, vuelve a
aparecer, ahora, como “Ofensiva cultural marxista”, argumentando
que los movimientos marxistas en Latinoamérica, han sido
encabezados por intelectuales y estudiantes y no por trabajadores de
las clases proletarias, en este sentido la Teología de la Liberación, se
debería entender como: “ una doctrina política disfrazada como
creencia religiosa, como una significación antipapal y contraria a la
libre prensa, con el propósito de debilitar la independencia de la
sociedad respecto del control estatista”, (Selser, 1990, 142
Documentos de Santa Fe II, las cursivas son mías)
En esta posición el grupo de clérigos e intelectuales involucrados
se consideran manipuladores de las masas de feligreses, bajo
intereses propios.
La dependencia económica de Brasil y México, con respecto a
Estados Unidos, llevó a sus gobiernos a tomar en cuenta las
propuestas de seguridad interna, e incluso de aceptar el
adiestramiento militar y estratégico para contrarrestar las fuerzas
comunistas.
Para razones expuesta en el capítulo anterior, en Brasil, la
Doctrina de Seguridad Nacional y el apoyo de Estados Unidos al
gobierno dictatorial, fue más evidente, ya que la Teología de la
Liberación, se considero como un movimiento de liberación radical y
opuesto al sistema político y social económico. En México, no fue
necesaria la radicalización de una política de seguridad que frenara los
progresos de la Teología de la Liberación, si bien se consideraban sus
tendencias marxistas y subversivas no se miraba como un bloque
opositor de fuerza frente al Estado.
56
Es importante enfatizar que desde el Estado y más
concretamente los gobiernos de Estados Unidos, Brasil y en menor
medida de México, en la búsqueda de seguridad nacional se
caracterizó a la Teología de la Liberación como subversiva por su
influencia marxista y alentadora de la lucha de clases, más que
teología se hacia un uso exacerbado de la política. Este mismo
argumento, aunque con un diferente enfoque ( el Teológico) sería
utilizado por la jerarquía católica para rescindirla, este hecho se
mostró con la “Instrucción Vaticana a la Teología de la Liberación”
2. Instrucción Vaticana a la Teología de la Liberación y las
posiciones al interior de la Iglesia Latinoamericana
Los postulados teológicos y la práctica pastoral de la Teología de
la Liberación, desataron una reacción ofensiva en algunas instituciones
eclesiásticas. La consideraron revolucionaria y violenta por su estrecha
relación con el marxismo, se buscó “condicionar” su práctica y difusión
desde la estructura más alta de la institución: el Vaticano.
La Teología de la Liberación, lanza una embestida dentro de las
estructuras eclesiásticas, lo que requería una pronta respuesta
“redentora” dentro de la Iglesia, que devolviera la unión al interior de
la misma.
En 1979, durante la Conferencia Episcopal de Puebla (1979)
existían tres claras posturas frente a la Teología de la Liberación, como
señala Joseph Comblin ( Comblin, 1979: 117-121) Unos veían a la
iglesia asaltada por un movimiento secularizante, horizontal,
temporalista y temía que en su compromiso por la justicia y la
57
promoción humana, la iglesia latinoamericana perdiera su identidad
cristiana y la unión con la Iglesia Institucional. Otros temían que las
preocupaciones, de los antes mencionados, por la identidad propia de
la iglesia y la perdida de unidad, llevaran a la mayoría a tomar una
actitud de repliegue de la iglesia sobre si misma y a un retroceso en
los compromisos ya asumidos en Medellín. Y un tercer grupo, asumió
una posición centrista que proponía un diálogo franco con los teólogos
de la liberación.
Estas diferencias se presentaron en los debates teológicos, tres
temas fueron los que originaron serios conflictos. El primero en la
comisión de Cristología, en donde existían dos evidentes lenguajes no
compatibles: Cristo como político más que religioso y viceversa; el
segundo, fue la discusión sobre el problema de una Iglesia popular al
margen de la Iglesia institucional; el último, fue la advertencia sobre
un “magisterio paralelo”, creado por religiosos disidentes.
Detrás de estos debates se encontraba el problema de la
Teología de la Liberación, que si bien no fue examinada explícitamente
por ninguna comisión, si era puesta sobre la mesa de discusión en los
debates teológicos antes mencionados. Un debate alterno lo constituyó
la discusión sobre la utilización del marxismo dentro de la Teología de
la Liberación, en sus diferentes acepciones frente a este, Puebla
renovó las denuncias y condenas de los documentos pontificios de
Paulo VI, rechazando tajantemente el colectivismo marxista pero
también el individualismo capitalista.
En 1983 se nombró secretario General del CELAM al cardenal
López Trujillo, hecho que marcó el comienzo de la crisis de la Teología
de la Liberación en América Latina, ya que en 1984 se publicó “La
58
primera instrucción vaticana sobre algunos aspectos de la Teología de
la liberación” que se analizará más adelante.
Como menciona Tamayo (2000: 146): “No lejos de López Trujillo
( se encontró) el teólogo B. Kloppenburg, quien alerta sobre las
tentaciones de la Teología de la liberación: dar prioridad a la situación
sobre el evangelio; descuida la dimensión antológica y contemplativa
de la teología; la reducción de la teología en politología; la
minusvalorización del pecado personal y acentuación del pecado
estructural; además del error de la clara tendencia de unir el evangelio
con el sistema socialista”. Declaraciones de este tipo comenzaban a
surgir en las esferas conservadoras de la Iglesia.
Con el Cardenal López Trujillo, el rumbo del CELAM, cambió
radicalmente, una posición más reaccionaria resurge al interior del
CELAM. Fue a partir de la XIV asamblea, en donde comenzó el acoso
sistemático y permanente, los teólogos más representativos de la TL.
Otro ataque similar surgió en la Declaración de los Andes,
celebrada en Chile en 1985. Ratificando el rechazo de los sectores
progresistas; con la presencia de Mons. López Trujillo y apoyándose de
argumentos antiteología de la liberación ya mencionados, lanzó una
severa crítica con respecto al influjo marxista, principalmente sobre la
teoría conflictual de la lucha de clases, concluyendo que la Teología de
la Liberación era una “grave desviación ideológica”, terminó utilizando
en la Instrucción de la Santa Sede (Tamayo, 2000:148)
En el mismo año se celebró el Sínodo latinoamericano que reunió
a los obispos del continente. En este, hubo una condena directa y
abierta sin paliativos a la Teología de la Liberación. Obispos como
Ernesto Corripio Ahumada de México y el Cardenal Araujo Sales de
59
Brasil, criticaron las “desviaciones doctrinales y disciplinares” de las
“iglesias Populares”, también lanzaron severas críticas a los religiosos
que se opusieron a la Curia Romana, argumentando, que era un
atentado al respeto por el Papa, pues la Curia es un instrumento
necesario para la unión de la Iglesia y las Funciones del Sumo
pontífice.
Lo que se debe considerar es que estas respuestas obedecen a la
postura hegemónica de la Iglesia como institución, que es justificada
y legitimada por la cabeza de la Iglesia. El asunto de la Teología de la
Liberación fue abordada formalmente por el Cardenal J. Ratzinger
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque como se
mencionó, ya desde Puebla se comenzaba a observar las diferentes
posturas, una de ellas muy numerosa cuestionaba la Teología de la
Liberación, pero fue con la publicación del Documento “ Instrucción
Vaticana sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación”( 6 de
Agosto de 1984) que comenzó desde América Latina y Europa, un
ataque persistente contra la misma. Sin embargo, es importante
acentuar que el documento no hace una condena abierta y directa, no
menciona nombres y no existe una sanción explicita.
Desde la introducción el documento muestra cierta ambigüedad,
este comienza señalando que: “El evangelio de Jesucristo es un
mensaje de la libertad y una fuerza de liberación” (Ratzinger, 1984:
Introducción) más adelante señala que la liberación debe de ser en
todos los órdenes tanto terrenal, temporal y espiritual, sin embargo,
aclara que algunos se sienten tentados a poner acentos de modo
unilateral sobre la liberación de las esclavitudes terrenas.
Refiriéndose al marxismo señala: “con la intención de adquirir un
conocimiento más exacto de las causas de las esclavitudes, se sirven,
60
sin suficiente precaución crítica, de instrumentos de pensamiento que
es difícil e incluso imposible, purificar de una inspiración ideológica
incompatible con la fe cristiana” (Ratzinger, 1984: Introducción)
“ La presente instrucción tiene un fin (...) atraer la atención de
pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y
los riesgos de desviación (...) que implican ciertas formas de teología
de la liberación que recurren, de modo insuficientemente crítico, a
conceptos tomados de diversas corrientes de pensamiento marxista”
(Ratzinger, 1984: Introducción)
“Esta llamada de atención de ninguna manera debe interpretarse
como una desautorización de todos aquellos que quieren responder
generosamente y con auténtico espíritu evangélico a <<la opción
preferencial por los pobres>> (...) Al contrario obedece a la certeza de
que las graves desviaciones ideológicas que señala conduce
inevitablemente a traicionar la causa de los pobres.” (Ratzinger, 1984:
Introducción)
Disculpándome por la extensión de las citas, considero que estos
tres fragmentos marcan el eje principal del documento y delinean la
ofensiva y posición de la iglesia (ortodoxa) como institución frente a
las teologías de la liberación en general y a la teología de la liberación
latinoamericana en particular.
Este documento también señala la posición de la iglesia con
respecto a la violencia: “con frecuencia la aspiración a la justicia se
encuentra acaparada por ideologías que ocultan o pervierten el sentido
de la misma, proponiendo a la lucha de los pueblos para su liberación
(...) predicando caminos de acción que implican el recurso sistemático
61
de la violencia, contrarios a una ética respetuosa de las personas”
(Ratzinger, 1984:7)
Con respecto a la punto de vista del recurso marxista de lucha
de clases, señala que en la lógica del pensamiento marxista el análisis
no es separable de la praxis, de la concepción de la historia a la cual
está unida esa “praxis”. El análisis es un momento de “combate
revolucionario” de clase (praxis) por lo que al participar en el “combate
revolucionario” se realiza un análisis correcto, en este sentido, la
praxis, esta ligada a la historia marcada por la lucha de clases.
Posteriormente señala “Hay pues una necesidad objetiva de entrar en
la lucha de clases (...) la ley fundamental de la historia es la ley de la
lucha de clases, que implica que la sociedad está fundada sobre la
violencia. En consecuencia, con la afirmación de la violencia necesaria
se cae en un amoralismo político” (Ratzinger, 1984:21-23)
La teoría de la lucha de clases como ley estructural divide a la
Iglesia, principalmente por el injustificado uso de la violencia y por
reducir a la Teología en una “Teología de clases” este supuesto
“científico” es objetado repetidamente por el texto.
Por el contexto político social de Latinoamérica y concretamente
por las dictaduras del cono sur, “acusar” de práctica marxista y
principalmente el punto medular de la lucha de clases, fue una
descalificación a los grupos progresistas marginándolos a la ilegalidad
cuando señala sus desviaciones, dejándolos vulnerables a las
acusaciones, en el caso de Brasil en mayor medida que en México, del
Estado, al señalar su radicalidad política más que religiosa.
Lo que es puesto en tela de juicio no es el sentido mismo de la
liberación, pues considera que la Teología de la Liberación (en
62
América Latina) designa en primer lugar una preocupación
privilegiada, generadora del compromiso por la justicia, proyectada
sobre los pobres y las víctimas de la opresión, la expresión Teología de
la liberación no es cuestionada por si misma más bien el debate se
gesta en el uso de las mediaciones científicas.
En un segundo apartado se pone especial atención en la
interpretación teológica como tal, de la que hace uso la Teología de la
Liberación, argumentos muy similares que se tocaron en los debates
teológicos de la conferencia de Puebla ya antes mencionados.
Lo que pretendo acentuar, es que tanto desde la política de
seguridad nacional (Estado), como desde Iglesia Institucional, la
amenaza de la influencia marxista se considera como un peligro, este
argumento fue decisivo para el control de los sectores progresistas.
3. Sector progresista, La Iglesia y el Estado en México
A partir de los años cuarenta hasta finales de los setenta, México
experimentó un curso estable y tranquilo que contrasta con el
desenlace de los demás países latinoamericanos, en donde irrumpieron
los regímenes autoritarios militares.
En un principio los analistas políticos estaban seguros de que el
estable y exitoso crecimiento económico e industrial en México llevaría
a elevar el nivel de vida de todos los mexicanos, subsanando las
inmensas desigualdades sociales; algunos otros, no negaban la
estabilidad pero comenzaron a señalar la falta de participación popular
y las flagrantes desigualdades causadas por la concentración de
riqueza en unos cuantos.
63
Pero a pesar de esas desigualdades sociales, políticas y
económicas, fue innegable la estabilidad en general. Para comprender
el sistema político de los años sesenta y setenta, periodo de mayor
politización de la Iglesia católica a causa de las resoluciones conciliares
y de la efervescencia social que estuvo aconteciendo en América
Latina, es necesario un análisis retrospectivo de los factores que
contribuyeron a dicha estabilidad que difirió con el resto de América
Latina.
Con el fin de analizar la política mexicana es útil volver a la
fuente de la historia moderna de México. La revolución mexicana
estableció las bases de una clara conciencia nacional, los sucesores de
la coalición victoriosa lograron institucionalizar la revolución,
eliminando a sus adversarios y uniendo elementos diversos en un
partido político, reorganizando la sociedad sobre bases corporativistas
y autoritarias.
El primer paso importante hacia la institucionalización lo dio
Calles fundando el Partido Nacional Revolucionario (PRN) en 1929,
formando una clase política por medio de líderes de distintos grupos
de presión o miembros de la familia revolucionaria, asignándoles
puestos gubernamentales, es decir, formando una burocracia. El PRN
aseguraba a sus afiliados un lugar en el sistema emergente, gozando
del poder y dinero que acompañaba el formar parte de la élite política.
El segundo paso estuvo a cargo del gobierno cardenista cuando
el PRN fue reestructurado en los sectores agrario, obrero, militar y
popular, renombrándolo como Partido de la Revolución Mexicana
(PRM), con la creación de la Confederación de Trabajadores Mexicanos
(CTM) y la Confederación Nacional Campesina (CNC) se aseguró el
apoyo electoral que legitimaba el régimen y aglutinaba al sector obrero
64
y campesino en el sistema corporativista estatal, “el corporativismo
sirvió de fachada para el control autoritario” (Sanders 19 78: 155)
La tercera y última etapa fue entre el gobierno de Cárdenas y
Ávila Camacho (1940-1946) cuando el sector militar fue eliminado y se
renombró al PRM por Partido Revolucionario Institucional (PRI),
originándose una transición del régimen militar al civil. Sin embargo, a
pesar de ser eliminadas las fuerzas armadas del sector formal del PRI,
seguían siendo el mecanismo de extensión y seguridad del régimen, de
tal suerte que mantuvieron una alianza inalterable.
“El desarrollo de un partido dominante hecho por la coalición
postrevolucionaria gobernante, fue decisivo en el logro de la
institucionalización, la estabilidad y el control civil” ( Sanders, 1978:
156), el PRI, fue la agencia principal del sistema político mexicano que
funcionó con eficacia como mecanismo de control social y
reclutamiento electoral.
Los lideres políticos que vendrían, reforzarían la
institucionalización del sistema autoritario que incluía al partido
revolucionario, fuerzas armadas y sindicatos controlados, que
limitaban cualquier participación política de oposición. El enorme poder
del presidente fue un factor adicional a la estabilidad pues aunque la
constitución mexicana establece la separación entre los distintos
poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, en la práctica no fue así en
este periodo la mayoría del senado y de la cámara de diputados e
incluso el presidente, procedían de las filas de PRI.
El sistema político mexicano a pesar de considerarse como
autoritario, poseía rasgos democráticos: el progresismo estatal
disfrazado en un régimen democrático, con un presidente civil,
65
elecciones, transferencia de poder, partidos de oposición, etc. Pero
todo ocurría bajo control estatal que restringía toda oposición política
real.
La estabilidad en México estuvo sostenida por diferentes
factores, el sistema corporativista autoritario, el populismo, el
crecimiento económico y las reservas de petróleo. El sistema político
fue sostenido por un endeudamiento creciente que posteriormente lo
llevaría a su crisis.
Frente la estabilidad cabe cuestionarse sobre el papel de la
Iglesia conservadora que se mostró tolerante e incluso complaciente al
régimen y que papel tuvo el sector progresista, frente al régimen que
gozaba de legitimidad pero que a finales de los sesenta comenzaban a
tener serias distorsiones: la desigualdad social y una profunda
dependencia con el capital financiero estadounidense.
3.1 Reformismo autoritario y la Iglesia Católica Mexicana.
A lo largo de la década de los setenta, la Iglesia Católica
mexicana experimentó una creciente politización consecuencia de los
cambios en su interior, cuya expresión fue la configuración de las
fracciones opuestas: los progresistas, próximos a posiciones de
izquierda y los conservadores defensores de la ortodoxia eclesiástica,
las dos con una importante participación política configurando un
nuevo escenario en la política mexicana. Otro factor que influyó en
dicha politización fue “el reformismo de los gobiernos de Luis
Echeverría (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982), que
ampliaron los términos del debate político y los márgenes de juego de
poder" (Loaeza, 1984: 139)
66
La Iglesia sufrió un reacomodamiento por los cambios políticos
de esta década. El sistema político mexicano, mostró rasgos
característicos de autoritarismo: la concentración del poder y la
limitación de la participación política. El acceso al poder y la
participación política estaban estrechamente vinculados con el Estado
más concretamente con el PRI, las organizaciones corporativas
funcionaron a favor de las autoridades y no para asegurar su
participación política.
Sin embargo "la Iglesia juega un papel de grupo de presión, por
que al igual que las organizaciones especializadas, económicas o
gremiales, pretende influir sobre las decisiones gubernamentales que
le conciernen, no sustituir a las autoridades políticas” (Loaeza, 1984:
140)
Tanto la "iglesia tradicional" como la "iglesia progresistas"
juegan un papel de grupo de presión, el primero con más fuerza por
ser mayoría. El primero, frecuentemente recubrió sus propios
intereses, relacionados más con el reconocimiento institucional,
tradicional, jurídico y gubernamental que con la ejecución y puesta en
práctica de medidas pastorales adecuadas a la creciente desigualdad
social (Guzmán, 1993: 209) El segundo, opuesto al régimen
denunciaba y criticaba el autoritarismo que al partir y dirigirse al
servicio de los pobres, presentó una postura coherente y eficaz con
relación a los hechos más críticos y conflictivos de la realidad
mexicana.
Lo predominante en la negociación entre Iglesia y Estado fue el
tratamiento legal especial para con la Iglesia, es decir, privilegios
económicos y la posibilidad de intervenir en el proceso educativo. La
capacidad de negociación entre Iglesia y el Estado se debe a que la
67
Iglesia Católica existe como un organismo independiente, con sus
propios intereses, que por su poder económico y político y por
constituirse como un importante centro de agregación social, su
alcance, arraigo y legitimidad en la sociedad es difícil de suprimir.
Por sus funciones ideológicas y logísticas y por considerarse
intermediaria entre el estado y la sociedad, a logrado presencia y
credibilidad social como organismo independiente del Estado. En
muchas ocasiones la Iglesia a estado de parte del gobierno, en parte
por conveniencia en una alianza y también por que coinciden sus
intereses, por ejemplo, en la década de los cuarenta hasta los sesenta,
cuando el comunismo se consideró una amenaza, la iglesia emite su
mensaje tradicional “la condena de la lucha de clase y el comunismo”
(Loaeza, 1984: 143), que coincidió con el discurso gubernamental.
En la estabilidad política también contribuyó la posición
tradicional de la iglesia, el Estado adquirió la necesidad de un discurso
que sosegara a las masas, a medida que los desequilibrios del
desarrollo hicieron urgente mantener una disciplina social (Loaeza,
1984: 143) Por lo que se entiende la actitud crítica de desautorización
y represión por parte de la jerarquía conservadora al sector
progresista de iglesia, representada por la línea que seguía la Teología
de la Liberación. La jerarquía se comprometió con el Estado a controlar
a la izquierda cristiana siempre y cuando las autoridades
gubernamentales le permitieran manejar con autonomía sus
problemas.
Los contactos entre la Iglesia conservadora y el Estado nunca
fueron formales, el Estado no renunció a la tradición anticlerical y la
Iglesia no cedió en su oposición fundamental a un Estado que infringe
algunos derechos esenciales, pero la alianza ha sido evidente cada vez
68
que se justificaba alguna acción autoritaria del Estado desde el
discurso de la Iglesia. "En términos generales ha prevalecido la
posición centrista en el clero mexicano que significa obediencia a las
posturas del Vaticano y crítica al Estado Mexicano desde posiciones
antiautoritarias próximas a las de la derecha democrática" (Loaeza,
1984: 152)
Desde la década de los setenta, el peso político de algunos
círculos eclesiásticos es mayor, al igual que la definición de quienes
conforman el sector tradicional de otros grupos no eclesiásticos pero
que convergen con ellos: sus principales protagonistas han sido el
sector más influyente del episcopado, así como algunas agrupaciones
eclesiásticas o paraeclesiásticas y otras de la sociedad civil, como la
Unión Nacional de Padres de Familia, Asociación Pro-vida, Juventud
Pro-vida, con frecuente resonancia de organismos políticos (PAN,
PDM), patronatos (COPARMEX, CONCANACO) periodísticos,
etc.(Guzmán,1993: 212-213). En esta misma década se define con
mayor claridad la postura radical de unos cuantos obispos pero con un
peso social significativo por la autoridad que avalaron sus
declaraciones en coherencia con la pastoral que promovían y
participaban. Este sector en oposición directa al Estado, se constituyó
como un grupo crítico de la autoridad jerárquica conservadora y del
Estado.
El grupo progresista no fue reprimido en forma directa como en
otros países de Latinoamérica salvo algunas excepciones, la mayoría
de veces se les desautorizó desde la misma iglesia y desde los medios
de comunicación controlados por el Estado. Las acusaciones y
denuncias quedaban en manos del Partido Popular Socialista
69
guardianes del Jacobinismo y de Fidel Velásquez en el caso de la
influencia de cristianos en los sindicatos (Loaeza, 1984: 153)
La secularización dirigida que persiguió el Estado mexicano
desde mediados del siglo XIX, tuvo como objetivo limitar los efectos
sociales de la religión, restarle importancia a su carácter colectivo y
limitar sus incidencia política; la religión debía quedar estrictamente en
la esfera individual. Pero las continuidades culturales y convergencias
políticas de las organizaciones de corte progresista de la iglesia, del
autoritarismo de la iglesia conservadora ( mayoritaria) y del Estado
también autoritario, hicieron del reformismo el vehículo para que la
experiencia religiosa volviera al ámbito de la colectividad. Sin dejar de
mencionar, que la cooperación de la Iglesia con el Estado dejó
entrever la exigencia de la iglesia a una mayor participación en la
toma de decisiones acerca de las grandes cuestiones sociales.
(Blancarte, 1994: 218)
3.2 Desautorización del sector progresista.
La iglesia como institución apoyó al Estado mexicano para lograr
la estabilidad social y poner en marcha su proyecto económico y
social, a cambio de ciertos privilegios como la casi absoluta libertad de
acción, siempre y cuando no obstaculizara explicita y directamente los
intereses del Estado. Esta alianza contribuyó a la actitud conservadora
de la Iglesia frente a la problemática social.
Como ya se mencionó, la propuesta del Vaticano II fue asumida
por un pequeño grupo de obispos, sacerdotes y laicos que sufrieron
represión y hostigamiento por parte de algunos miembros de la
jerarquía y en casos muy concretos por parte del Estado.
70
El caso más representativo de la Teología de la Liberación en
México durante sus primeros años, fue la figura de Méndez Arceo,
cuyas denuncias y práctica social, al igual que sus pronunciamientos
socialistas, lo llevaron a considerarle como el “obispo rojo” de
Cuernavaca. Por su compromiso con la causa obrera era duramente
atacado por los líderes patronales. Fidel Velásquez y Fernando Yánez
(consejero de la COPARMEX y la CONCAMIN) denunciaban al obispo
como agitador de masas y se le acusaba de violar el artículo 130 que
prohíbe a los clérigos “meterse en la política” (López, 2003: 735).
Fue víctima de otras agresiones que se intensificaron cuando se
pronunció a favor del socialismo en el “Encuentro Latinoamericano de
Cristianos por el Socialismo”.
Otros casos que muestran el involucramiento de los obispos con
su pueblo y que fueron descalificados y criticados por la jerarquía,
fueron los obispos Bartolomé Carrasco y José Llaguno Farías, con
mayor incidencia en la evangelización indígena, pero con poca
presencia política.
El sector progresista se vio obstaculizado en mayor medida por
el autoritarismo jerárquico, que desarticuló los procesos emprendidos
por los partidarios de la Teología de la Liberación, a través de
discursos que los desautorizaba desde la institución y de estrategias
que impedían la formación de nuevos sacerdotes comprometidos.
4. Sector progresista, La Iglesia y el Estado en Brasil
Los años finales de la década de los cincuenta y comienzos de
los sesenta constituyeron un periodo turbulento en la historia de
Brasil, esta turbulencia fue producto de la convergencia de diversos
aspectos y sectores: la rápida aceleración de la tasa inflacionaria, el
71
fracaso del modelo de sustitución de importaciones, la decepción de un
pueblo que vio incumplidas las promesas demagógicas y la incapacidad
de las luchas y liderazgo político, precipitaron al país a una secuencia
de crisis sociales y políticas. Frente al incremento de activación de
masas, la mayor amenaza populista, y la precipitación de conflicto
entre las clases burguesas, luchas intraburguesas y confrontación
pequeño burguesa, la solución fue el establecimiento de un Régimen
Autoritario Burocrático que devolviera la estabilidad y orden al país.
Así, la llamada revolución de 1964 fue un parte aguas en la historia de
Brasil.
La crisis de los populismos manifestó sus primeras
consecuencias, la caída de Goulart (1964), la crisis de la integración de
clases nacionales, la penetración de foquismos y la enorme influencia
de la doctrina de Seguridad Nacional. Esta última, contrarrestaba los
efectos que provocaban la inestabilidad político-social de la dictadura
militar y la Doctrina de la Seguridad Nacional estadounidense.
En 1969, la dictadura militar fue implantada para acabar con un
movimiento populista que amenazaba en transformarse en popular, ya
que los diferentes sectores (campesinos, obreros y estudiantes)
manifestaban descontento frente a las presiones de las injusticias
sociales; la amenaza no solo al capital e interés nacionales, sino a los
extranjeros favoreció a la justificación de los Estados Unidos de
intervenir en la política brasileña.
En el periodo de Castelo Branco, se mostraba el apoyo
incondicional hacia los Estados Unidos teniendo como metas la lucha
contra la inflación y el reestablecimiento del orden, es decir, el
mantenimiento del statu quo social.
72
El restablecimiento del orden se buscó a través de la alianza con
economistas allegados a grandes intereses industriales del país
nacionales y principalmente extranjeros (multinacionales) (Moreira,
1969:165-166); y con consejeros militares norteamericanos cuyo
objetivo era el combate a la agresión interna del comunismo y cuyas
manifestaciones podrían ser desde una huelga obrera hasta un mitin
estudiantil. En donde la represión policial a los adversarios del
gobierno adquiría durísimas características y la tortura a los presos
políticos se volvía normal, rutina.
Además de la influencia en las políticas de seguridad nacional,
los Estados Unidos intervinieron en el nuevo camino de la economía
Brasileña. Prevaleciendo la tesis de que al desarrollo económico le
sigue el desarrollo social, se puso toda la atención en el primero
mientras que el desarrollo social se quedaba en el olvido y
produciendo severas contradicciones sociales.
Brasil se convirtió en un caso conspicuo de la economía
transnacionalizada, camino emprendido desde los años cincuenta, con
un proyecto de desarrollo económico nacional. El desarrollo industrial
tomó su mayor impulso con el gobierno reformista de Joao Goulart, en
los sesenta, tras su derrocamiento, los militares abrieron las fronteras
de Brasil al capital extranjero, que pronto absorbió o quebró la
industria nacional por las multinacionales. El crecimiento de la
economía, tras el desembarco transnacional y la dictadura militar, fue
a costa de un fuerte endeudamiento, el llamado “milagro brasileño”
(1968-1973) se convirtió en una fantasía propiciada por la bonanza
comercial mundial. Un “milagro” que acentuó la dependencia con el
capital extranjero.
73
Si bien existió un evidente crecimiento económico, las
consecuencias sociales se manifestaban en una exacerbada
polarización social, esto se manifestó en los dramáticos descensos del
salario real, causado por la inflación y represión sindical y el
incremento de las riquezas entre los estratos ya ricos, que se
beneficiaron del crecimiento económico nunca imaginado. El problema
del subdesarrollo fue introducido en la realidad brasileña, señalando
las grandes distancias entre las clases sociales y entre las regiones.
4.1 Una interpretación autoritario-modernizante.
La revolución de 1964 representó para la interpretación, de la
historia de Brasil, “autoritario-modernizante” (Pereira: 1982: 24-27) el
rompimiento de la alianza entre la burguesía con el proletariado, bajo
el liderazgo de la tecnocracia estatal en contra de la burguesía agro-
mercantil y del imperialismo; así el rompimiento de la alianza unificó la
burguesía industrial y mercantil bajo el comando político de la
tecnoburocracia estatal con la protección del imperialismo
multinacional norteamericano. Esta interpretación esta basada en dos
ideas claves: desarrollo económico y seguridad nacional; y en la
alianza entre la burguesía local y tecnoburocracia estatal y empresas
multinacionales.
Al excluir de esta alianza o pacto a los trabajadores. El discurso
popular que había imperado en gobiernos anteriores se volvió
innecesario. En vez de alianza con los trabajadores se habló de
seguridad nacional, que significaría represión policial contra los
trabajadores y contra toda ideología de izquierda.
Esta interpretación representa el triunfo de la Escuela Superior
de Guerra (agente ideológico fundamental). Representa la victoria del
74
imperialismo norteamericano, primero, a través de la influencia y
adiestramiento para salvaguardar la seguridad nacional por medio del
entrenamiento sistemático de militares y policías brasileños; segundo,
por la penetración de su capital a través de las multinacionales. Los
dos principales representantes de esta interpretación fueron el
General Golbery do Couto e Silva que escribió “Aspectos Geopolíticos
de Brasil” y Roberto de Oliveira Campos que desde la Escuela Superior
de Guerra, buscó una conciliación entre la ideología de desarrollo y la
ideología de seguridad, durante el periodo de Castelo Branco, fue el
presidente de un gran banco que movilizó el capital de las principales
industrias norteamericanas en Brasil, dedicándose a predicar el
monetarismo, el americanismo y la dictadura (Moreira, 1969:166).
4.2 Radicalización de autoritarismo: Acta Institucional No. 5.
Con el establecimiento de la Acta Institucional No. 5 en 1968, se
comenzó la etapa más violenta en Brasil, su blanco claramente
definido fue, socavar todo esfuerzo de emancipación de las grandes
mayorías del país. A la subversión, que no era otra cosa que
denunciar el sin fin de injusticias y miseria en Brasil, los militares
respondieron con la suspensión de los derechos constitucionales que a
un existían, la censura de prensa y el cierre del Congreso, que en un
principio solo había sido depurado (Crespo, 1969: 7-8).
El golpe de estado traía consigo una intensa radicalización
política consecuencia del populismo promovido por Goulart, y por el
mismo contexto político social antes descrito. La radicalización de
izquierda tuvo una respuesta radicalizada de derecha, la represión
barrio el país, fueron afectados todos los grupos y líderes cuya
personalidad había tenido que ver con alguna causa popular, cerraron
los sindicatos, desmantelaron las organizaciones estudiantiles, se
75
cerraron los diarios comprometidos, y comenzó un ataque sistemático
contra los sectores progresistas de la Iglesia.
Este hecho terminó por acentuar al sistema arbitrario de
represión. Los primeros hechos de tortura, impunidad, asesinatos
atribuidos al escuadrón de la muerte Comando de Caza de
Comunistas, (C.C.C.) en un principio por causas circunstanciales; con
el acto institucional, ya no se pudo más no conocer que esos hechos
estaban ligados a un sistema. ( Comblin, 1976: 160) un sistema
nacional e internacional, muestra de ello fue la participación de Brasil
en la “Operación Cóndor” por la cual agentes de otros países
latinoamericanos entraron el Brasil para secuestrar y matar a líderes
políticos de izquierda, ciudadanos brasileños también fueron
desaparecidos en otros países vecinos.
4.3 El regreso del “orden”: del autoritarismo a la arbitrariedad.
La efervescencia social, resultado de una creciente desigualdad y
represión social, fue producto de una arbitrariedad incontrolable de
los mecanismos represivos cuyo objetivo era eliminar toda expresión
político social que se opusiera al nuevo régimen.
La arbitrariedad fue característica de los escalafones superiores
pero sobretodo de los inferiores, en estos las fuerzas represivas no
cedieron delante de las formas más inhumanas y salvajes del
autoritarismo.
En tales circunstancias, el sistema jurídico dejó de ser una
norma que defendía los derechos y deberes que trascienden y limitan
la voluntad de los defensores del poder, para transformase en la
justificación a posteriores arbitrariedades del sistema. Esta
76
justificación fundamentada en la ya mencionada Doctrina de Seguridad
Nacional.
La Doctrina de Seguridad Nacional fue la base de este régimen
totalitario y de otros países en donde emergieron regímenes
dictatoriales (Brasil, Argentina, Chile, Perú). La represión arbitraria, a
todo grupo que criticara o se manifestara en contra del régimen, se
legitimaba y justificaba por el argumento de “seguridad nacional”,
paradójicamente, la población en general, principalmente los sectores
vulnerables vivían en una constante inseguridad.
Fue precisamente este clima de seguridad para quienes
defendieron el poder y de inseguridad para la mayoría del pueblo, lo
que abrió un hiato entre el Estado y el pueblo, el sistema y la nación.
La perdida de identificación con el Estado fue, lo que considero
provocó, (a pesar de la fuerte represión y de la despolitización) la
permanente lucha contra el régimen, expresada en huelgas, marchas,
denuncias, y otras organizaciones y movilizaciones, entre ellas las
emprendidas por los sectores progresistas de la Iglesia; pues
constituían la única alternativa de expresión y reivindicación de sus
derechos, derechos que les fueron suprimidos.
4.4 La iglesia en el Sistema de Seguridad Nacional.
Al igual que en el caso de México, existen divisiones al interior de
la Iglesia Brasileña, sin embargo, en el contexto antes explicado, la
respuesta y más concretamente el involucramiento de los jerarcas y
del laicado (organizado en torno a las CEB´s), en los movimientos
populares y en la defensa de los Derechos Humanos, fue mayor en
comparación con el caso mexicano.
77
En el nuevo sistema de seguridad nacional que se instauró en
Brasil, la Iglesia en un principio reaccionó en forma más o menos
improvisada; una parte “justificó la abolición de todas las garantías
democráticas del país y la clausura de los congresos, se llegó así al
silencio como fórmula de mantener la unidad en el episcopado”
(Moreira, 1969: 503) , se llegó a negociar con el Estado, y logró
conseguir la liberación de algunos sacerdotes encarcelados con la
condición de frenar la “opción por los pobres”; otra fracción de la
iglesia, la llamada progresista, se pronunció en contra del régimen y a
favor de los movimientos populares.
Cuando existieron interferencias entre la acción evangelizadora
de la iglesia y la acción de determinados movimientos, es decir, de
movimientos de oposición, la labor de la Iglesia se mezcló (evangelizar
y concienciar) con causas populares lo que provocó mayor represión a
miembros de la Iglesia.
El compromiso de los cristianos en Brasil, se vinculó con
movimientos de transformación social de educación de base para
campesinos y obreros, sindicalización rural y obrera, lucha estudiantil,
creación de una organización política de corte socialista y
revolucionaria y con la denuncia generalizada de las estructuras
económicas y políticas; provocando persecuciones y constantes roces
entre la Iglesia y el poder militar (Moreira, 1969:168)
Quien encabezó el movimiento de la Iglesia, fue Dom Helder
Cámara arzobispo de Olinda y Recife, pronunciándose en contra de la
tortura, la represión, la pobreza y la injusticia. Su oposición frente al
régimen lo llevó a considerarlo persona non grata, prohibiéndole
realizar declaraciones públicas, aun así él no renunció a su “misión
profética”. Fue en un primer momento la Iglesia del Nordeste
78
brasileño, “la región más empobrecida del país (...) cuyos obispos
fueron los primeros promotores (...) de nuevas formas de organización
eclesiástica” (Cava, 1986:11)
Con la radicalización de la postura de la Teología de la liberación
el gobierno militar más que la jerarquía conservadora, comenzó a
silenciar a los líderes y grupos de presión o de defensa de derechos
humanos. Así fue asesinado el Padre Enrique Pereira Neto, profesor en
la Universidad de Recife y asesor del obispo Helder Cámara, que
contribuía aconsejando a grupos de estudiantes y mujeres católicas, su
muerte se le atribuye al C.C.C. (ODA, 1969: 309 el nombre de
periodista se mantiene en anonimato) Se expulsaron y secuestraron a
varios sacerdotes extranjeros entre ellos a Joseph Comblin,
coordinador de los estudios en el Instituto de Teología de Recife,
(González, 1972: 600-604)
Con la promulgación del acta institucional, los grupos
comprometidos en una actitud profética fueron considerados como
peligrosos para la seguridad nacional, por lo que la Iglesia debió
replegarse estratégicamente.
Si bien, en Brasil la Iglesia en general se mostró más
comprometida con las causas de los pobres, existieron sectores dentro
de la misma que impedían su práctica, en menor medida que en el
caso mexicano. Fue el Estado a diferencia del caso mexicano, quien
obstaculizó notablemente el progreso de la Teología de la Liberación.
79
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83
CONCLUSIONES
La Teología de la Liberación, surge a partir de una fractura al
interior de la Iglesia Católica Latinoamérica, originada por el propio
contexto político-social y económico de América Latina, caracterizado
por la dependencia y el subdesarrollo y por las modificaciones
ideológicas al interior de la misma Iglesia, dictadas a partir del
Vaticano II y llegando a su máxima expresión en Medellín.
A pesar de la influencia recibida a partir de la Teología Política y
de la Teología de la Revolución, la Teología de la Liberación se mostró
más comprometida con la causa de lo pobres y con una posición
política más clara en comparación con las antes mencionadas, el
compromiso con los pobres se reflejo en los numerosos documentos y
acciones concretas en pro las causas populares.
La radicalización de posturas al interior de la Teología de la
Liberación dependió del involucramiento con las luchas populares y de
la misma interpretación teológica y social que se le dio a las
resoluciones conciliares; lo que causó una pluralidad al interior de la
misma, las posturas más radicales tuvieron que ver con supuestos
marxistas mientras que las posiciones reformistas se asociaron con la
teoría de la dependencia.
La Teología de la Liberación no se asumió de la misma manera e
intensidad en todos los países latinoamericanos, ésta tuvo importantes
variaciones y dependió en gran medida de dos factores: el tipo de
régimen y el control que ejerció sobre el sector progresista y sobre los
movimientos populares; y el conservadurismo o no de los grupos
eclesiásticos el cual determinó el grado de involucramiento con el
pueblo.
84
En México la Teología de la Liberación dio frutos a través de la
formación de organizaciones y grupos comprometidos con el pueblo,
sin embargo, estos no resistieron los embates del Estado y de la
misma Iglesia. El sistema corporativo autoritario mexicano, coacto a
los grupos campesinos y obreros, cuyas demandas eran canalizadas a
través de las propias instituciones del Estado, a pesar de la poca y
controlada participación política, la Iglesia no se miraba como una
alternativa de lucha social y política.
La rigidez y el conservadurismo de la Iglesia, reforzada por el
régimen autoritario y las alianzas entre si, fueron el principal obstáculo
para el desarrollo del sector progresista en México, la jerarquía en
general, salvo excepciones (las diócesis de Cuernavaca y de San
Cristóbal), no asumieron la convocatoria de <<aggiornamiento>>
dictada por el Vaticano II. La practica de la Teología de la liberación se
vio reducida en un grupo minoritario con mayor incidencia en la
pastoral indígena.
El caso de Brasil se caracteriza, en comparación con México, por
sus posiciones más radicales, en el sentido de la existencia de un
mayor involucramiento con las causas populares. Además de
fortalecerse por un enorme flujo de innovaciones y nuevos estudios
eclesiásticos introducidos por clérigos extranjeros o nacionales que
fueron a estudiar a Europa y que regresaron a aplicar sus
conocimientos.
Es importante subrayar que a pesar del régimen autoritario
implantando en Brasil (siguiendo los principios de la Doctrina de
Seguridad Nacional) se enfrentó de manera directa con el sector
progresista, éste se logró extender y consolidar como el principal canal
85
86
de expresión para las mayorías, logrando una continuidad en el
proceso emprendido a favor de los pobres.
Por último, considero que si bien la Teología de la Liberación no
ha sido asumida por la mayoría del clero y de los feligreses
latinoamericanos podría constituir una alternativa de expresión
político-social, pues a pesar de sus obstáculos y de las dificultades en
su practica, ha logrado frutos importantes en cuanto a la reivindicación
de derechos humanos y políticos en ciertas áreas y grupos sociales.