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FACULTAD DE PSICOLOGÍA
CARRERA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA
“CAPACIDAD DE RESILIENCIA DE LAS PERSONAS ENCARGADAS DEL
CUIDADO PRIMARIO DEL NIÑO DIAGNOSTICADO CON UN TRASTORNO DEL
ESPECTRO AUTISTA”
Trabajo de Titulación previo a la
obtención del título profesional en
Psicología Clínica
AUTORAS:
Paola Maribel Becerra Nievez
C.I: 0107064594
María Alejandra Vázquez Calle
C.I: 0302624028
TUTOR:
Mst. Walter Fabián León Machuca
C.I: 0102597887
Cuenca – Ecuador
2017
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RESUMEN
El presente trabajo se ha planteado identificar la Capacidad de Resiliencia que poseen y
desarrollan los cuidadores primarios del niño que ha sido diagnosticado con un Trastorno del
Espectro Autista, al analizar los factores y características resilientes que despliegan al
desempeñar dicho rol. La investigación maneja un enfoque cuantitativo, de tipo no experimental
y transeccional; cuyo alcance se ubica en lo descriptivo. El estudio se realizó en cuidadores
primarios mayores a 18 años, donde los niños bajo su tutela, diagnosticados previamente con
TEA, recibieran al momento atención en los centros delimitados para el acceso a la muestra:
Centro Educativo NOVA, Centro de desarrollo Infantil de la Universidad de Cuenca CEDIUC y
Asociación ADACAPIA; con éste propósito, se utilizó como instrumento de recolección de
información la Escala de Resiliencia de Walding y Young y en el procesamiento de datos se
utilizó el programa Statistical Package for the Social Sciences SPSS y Microsoft Excel 2010. Los
resultados revelan que los cuidadores primarios poseen capacidades resilientes en un nivel
elevado, desplegando eficazmente factores y características específicos que les permiten
sobrellevar y desempeñar su rol de protección social.
PALABRAS CLAVE: Resiliencia, cuidador primario, niños, Trastorno Del Espectro Autista.
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ABSTRACT
The present research has been proposed to identify the resiliency capacity of Autism Spectrum
Disorder Child´s primary caregivers and to analyse the factors y characteristics that deploy to
play de role of caregivers. The investigation was conducted with a quantitative approach, not
experimental and cross-sectional type, the scope is descriptive. The study was made with adult
primary caregivers, and the children in their care were previously diagnosed with the disorder,
were receiving attention at the moment in the delimited institutions for access to the sample:
NOVA Educative Center, University of Cuenca Child Development Center CEDIUC and
ADACAPIA Association, for this purpose, it was used as data collection instrument the Walding
& Young Resilience Scale and for the data processing, the Statistical Package for the Social
Sciences SPSS. The results reveal that the caregivers have a high level of resilience, deploying
effectively specific factors and characteristics that allow them, to cope and play their social
protection role.
KEYWORDS: Resilience, caregivers, child, Autism Spectrum Disorder.
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ÍNDICE
ÍNDICE DE CONTENIDO……………………………………………………………………...6
FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA…………………………………………………………..…...7
PROCESO METODOLÓGICO…………………………….…………………………………...17
PRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE RESULTADOS………………………………………….23
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES…………………...……………….....................31
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS...………………………………………….......................35
ANEXOS………………………………………………………………………………...………40
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1(Conversión de Puntuación directa de Resiliencia en Puntuación T).……………...…...20
Tabla 2 (Ítems para la calificación de características y Factores Resilientes)...............................21
Tabla 3(Capacidad General de Resiliencia)………………………………….……......................23
Tabla 4 (Categorías de los factores resilientes en su frecuencia y porcentaje)..…………………25
Tabla 5 (Medias de resiliencia general y desviación típica según el género)..…..........................27
Tabla 6 (Prueba estadística de contraste de Friedman)………………………..............................29
Tabla 7(Prueba de muestras relacionadas)…………………...……………….………………….29
Tabla 8(Medias y puntuación típica de los factores resilientes)…………….…………………...30
ÍNDICE DE GRÁFICOS
Gráfico 1 (Capacidad General de Resiliencia en relación al género)............................................26
Gráfico 2 (Capacidad General de Resiliencia en relación al parentesco)……………………..…28
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FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
El entorno donde se construye el desarrollo de un niño y se forman sus experiencias
iniciales, desempeña un papel claramente significativo, considerando las implicaciones del
sistema familiar que organiza y mantiene su cuidado. En éste punto, se parte de la concepción
sistémica del Modelo Estructural que plantea Salvador Minuchin sobre la familia como una
entidad cuya interacción se encuentra en continua renovación y movimiento; donde las pautas
transaccionales de interacción, son las que marcan el curso de su dinámica a través de repetidos
procesos de relación, por lo que entre las funciones que cumple fundamentalmente están: el
brindar apoyo y protección psicosocial (Desatnik, 2004).
El núcleo familiar se constituye como un sistema por sí mismo, una unidad con un
funcionamiento propio y autónomo, un eje de la estructura social, el mismo que se halla proclive
a experimentar crisis de diversas implicaciones; dichas crisis exigen la toma de decisiones,
valoración de alternativas y suponen un reajuste, cambio y reestructuración de la dinámica
familiar en todos los casos. La estabilidad del sistema se percibe en riesgo frente a eventos que
acaecen durante todo el ciclo de vida familiar, entre ellos está el fallecimiento de un miembro del
hogar, la pérdida del trabajo, mudarse a una nueva localidad, el atravesar por un divorcio, la
integración de un nuevo miembro a la familia, un accidente, entre otros (Neugarten, 1976).
Entre las crisis vitales se incluye el diagnóstico de una entidad clínica severa en un hijo.
Desde esa perspectiva, el padecimiento de una enfermedad en un miembro de la familia afecta a
todos los subsistemas existentes: el subsistema conyugal que ahora también es el parental con la
llegada de los hijos; atraviesa un periodo crítico, y una experiencia de similares proporciones,
puede ser vivenciada por hermanos, abuelos y familiares cercanos, en especial cuando se
identifica un proceso por el que los roles se delegan y son desempeñados por los miembros del
hogar donde la familia convive, y de forma subsiguiente la responsabilidad del cuidado del niño
se encomienda o se comparte.
En base a los conceptos fundamentales de la Teoría General de los Sistemas que postulan
que la dinámica de las relaciones no sigue un proceso de causalidad lineal; que defendería el
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argumento de que un evento se presenta y deriva en una bien delimitada consecuencia en un
miembro específico del hogar que resulta el afectado e influido por dicho suceso. La explicación
idónea parece más bien la presencia de un mecanismo circular donde cualquier acontecimiento
ejerce injerencia sobre todo el sistema, esto indicaría el por qué cada uno de los miembros del
hogar vivencia en su propia subjetividad la crisis vital, y la forma en la que cada individuo
maneja las situaciones, pautando relaciones de intercambio con los demás a posteriori que a su
vez, afectan de manera recíproca al entramado devenir de la vida familiar y su funcionamiento
desde ese momento. Cada acción en ésta secuencia relacional es simultáneamente una reacción.
Ésta, seguidamente es la realidad de las familias donde se identifica la presencia de un Trastorno
del Espectro Autista (TEA) en el niño. El impacto se presentará de variadas maneras, cada
subsistema reaccionará a la adversidad con los recursos con los que cuenta, y la dinámica que
surge marcará la convivencia, la misma que nuevamente tendrá efecto en el ambiente del hogar,
en su clima afectivo, su organización, la permeabilidad que logre desplegar el sistema para la
delimitación de roles y límites, es decir los patrones y fenómenos de interacción (Ruiz, Antón,
Gonzalez y Moya, 2012).
Para Patterson y McCubbin (1983), la aparición de una enfermedad crónica y severa con
la identificación de menores con problemas o desórdenes, se suele caracterizar por tensiones
inherentes al suceso como: tensión intrafamiliar que se puede evidenciar en sobreprotección del
niño enfermo que promueva el desarrollo de coaliciones entre éste y su cuidador; en el caso de
haber otros hijos es común que nazca la competitividad en busca de la atención de los padres; así
también se puede presentar la culpabilización parental e incluso es posible que exista rechazo
directo o encubierto hacia el niño, por uno o más integrantes del hogar.
La familia en ocasiones llega a transformar sus metas, limitando el entretenimiento y
pasatiempos, el desarrollo profesional y con frecuencia la planificación familiar, asociado a la
existencia de una etiología genética de la enfermedad. Por otro lado es esperable una serie de
cambios en el hogar como el aumento de actividades y labores domésticas de acuerdo a las
necesidades del niño, mayor presupuesto destinado a atención médica e insumos farmacológicos,
ajuste de la vivienda, cambios en la alimentación que se sugiera en el tratamiento, etc. Otra
tensión familiar resulta el aislamiento social y los miedos que surgen por la expectativa del
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rechazo y exclusión del medio social donde se desenvuelve el niño. Paralelamente es habitual
que aparezca la mortificación y aflicción por las limitaciones en el desarrollo del menor, por
ejemplo cuando no se logra la adaptación escolar (Hernández, 1998).
Para dimensionar la comprensión de lo que exige del cuidador primario el atender y
brindar protección al niño diagnosticado con TEA, cabe adentrarse en el tema de su descripción
desde sus primeros estudios, hasta su actual clasificación. El término autismo fue usado
inicialmente por Bleuler (1911), y nace de la etimología griega con el vocablo “autos”, haciendo
alusión al ensimismamiento presente en los individuos observados por el psiquiatra suizo, quién
lo categoriza erróneamente en éstos primeros estudios, dentro de la esquizofrenia. El autismo
como una entidad psicopatológica particular, fue estudiado y explicado por Leo Kanner y Hans
Asperger, quienes desarrollaron sus descripciones independientemente en trabajos publicados
entre 1943 y 1944 respectivamente, basándose éstos en la observación y análisis sintomatológico
de varios sujetos que compartían características diferenciales; entre las cuales destacaban: el
déficit en el contacto social, problemas comportamentales y dificultades en la comunicación.
Kanner al estudiar la conducta disfuncional, la señala en un principio con el nombre de
disturbios autísticos del contacto afectivo (Quijada, 2008).
En el estudio de la etiología del TEA, inicialmente se le asocia con un fallo en la función
de los padres quienes no logran crear un vínculo emocional cálido, que converge con las
formulaciones teóricas de corte psicoanalítico de la época, las que apuntan a la madre como la
responsable de la presentación del cuadro, las cuales no han logrado corroborarse en posteriores
investigaciones realizadas (Bettelheim, 1967). Sin embargo, actualmente existen explicaciones
multicausales que asocian su etiopatogenia predominantemente con una base genética y
neurológica, cuyas hipótesis aún se encuentran en prueba en algunos casos, pero han sido de
gran aceptación en la comunidad científica (Quijada, 2008).
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) desde su
primera edición en 1952, donde se lo incluye como un cuadro de esquizofrenia infantil, el
autismo, ha tenido varias recategorizaciones hasta la actualidad en el DSM V, donde se lo
denomina Trastorno del Espectro Autista (TEA), en niveles I, II y III de acuerdo a la severidad
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de los síntomas, siendo el nivel III el más profundo, y que además ha sido anexado dentro del
apartado de Trastornos del neurodesarrollo (APA, 2009), eliminándose los subtipos descritos en
el DSM IV de: trastorno autista, síndrome de Asperger y de Rett, trastorno Desintegrativo
Infantil y Trastorno Generalizado del Desarrollo no especificado, pasando todas las entidades
clínicas anteriores a formar parte de un solo grupo complexivo, el TEA. Su sintomatología hoy
por hoy, se agrupa en 2 categorías fundamentales: deficiencias en la comunicación social y por
otro lado el comportamiento restringido y repetitivo, donde se describen las manifestaciones
patológicas propias del trastorno (APA, 2013).
Las manifestaciones se hacen evidentes alrededor de los 3 años de edad por su expresión
en la esfera comportamental; es así como el diagnóstico desde siempre ha sido
predominantemente clínico, en tanto no se han identificado claramente marcadores biológicos
con una prevalencia constante en quienes sufren de TEA (De Giacomo y Fombone, 1998). Las
expresiones específicas del desorden, pueden o no ocurrir en todos los casos pues depende de
cuán profundo sea el cuadro. Como vemos el TEA es un trastorno severo, que genera múltiples
deficiencias en el área social lo que además compromete el desarrollo y el aprendizaje.
El pronóstico de la enfermedad dependerá, de la rigidez de los síntomas, y de la
precocidad con la que se realice el diagnóstico y el tratamiento, pero en la mayoría de los casos
la persona requerirá apoyo constante para desenvolverse incluso cuando alcance la edad adulta.
Cuando se presentan casos de menor severidad y se han detectado con premura, existen mejores
posibilidades de una evolución favorable de la enfermedad, pero regularmente las deficiencias se
continúan evidenciando a largo plazo y afecta en mayor o menor proporción la vida de quienes
sufren de TEA y su familia (Billstedt y Gillberg, 2005).
Entre la conducta específica y observable que potencialmente describe el TEA está:
movimientos repetitivos, ecolalia, facies inexpresivas, intolerancia a la frustración, juego
estereotipado, pobre imitación en el juego, hiperacusia e hipoacusia, evitación del contacto
ocular, aversión a la interacción o sociabilidad limitada que no cumple con los hitos esperados
para su edad de desarrollo, retraso en una o varias áreas cognitivas, hiperestesia o caso contrario
hipoestesia, agresividad, tendencia a lugares aislados y oscuros, reticencia al contacto físico,
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agrupación lineal de objetos, conducta ritualista, interés exagerado y patológico por los objetos
que dan vueltas, labilidad emocional, pensamiento circular, pobre aprendizaje, sentido del
lenguaje literal en caso de que se haya adquirido, dificultad para entender conductas propias y
emociones, uso precario de normas sociales, conductas disruptivas o sin funcionalidad,
intolerancia al cambio especialmente en actividades que realizan secuencialmente, comunicación
y lenguaje oral pobre o nulo; en tanto se desarrolla demuestra una estructura gramatical
inmadura con la utilización de fonemas, palabras o frases generalmente fuera de contexto y sin
una finalidad, falta de respuesta a estímulos compartidos, conducta autolesciva, rigidez muscular
ante el contacto físico, etc.
Los programas de intervención con mayor aceptación al momento, se basan en una
combinación de técnicas conductuales, que ofrecen la oportunidad al niño y su familia, de
reducir o eliminar las crisis sintomáticas manifiestas. Cuando la terapia conductual no logra los
alcances esperados, es preciso ampliar la valoración multidisciplinaria abriendo la posibilidad a
la inclusión de un tratamiento farmacológico paralelo para combatir los síntomas de mayor
acentuación (Mebarak et al, 2009).
La efectividad del abordaje del TEA, marcará su evolución en la mayoría de casos, por
tanto la persona que se dedica al cuidado del niño, representa un elemento central por el papel
que cumple diariamente. Se define como cuidador primario a la persona familiar o cercana que
se ocupa de brindar de forma prioritaria apoyo tanto físico como emocional a otro, de manera
permanente y comprometida. Es el que pone en marcha la solidaridad con el que sufre y el que
más pronto comprende que no puede quedarse con los brazos cruzados ante la dura realidad que
lo afecta. Su trabajo adquiere una gran relevancia para el grupo conforme progresa la
enfermedad, no sólo por la atención directa a la persona, sino también por su papel en la
reorganización, mantenimiento y cohesión de la familia (Expósito, 2008).
La persona encargada del cuidado primario es quien asiste o cuida a otra afectada de
cualquier tipo de discapacidad, enfermedad, minusvalía o condición que le dificulta o impide el
desarrollo normal de las actividades vitales de subsistencia o de sus relaciones sociales. (Segui,
Ortíz & De Diego, 2008).
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El impacto psicológico y consecuente reajuste que supone el diagnóstico, las
manifestaciones del desorden y las medidas a tomar día a día en torno al cuidado de niño; con
certeza pueden sobrepasar las exigencias de la persona encargada de la crianza y percibir un
desborde emocional. Se conoce que las personas responsables de niños diagnosticados con
autismo son más proclives a padecer estrés, ansiedad, depresión y alteraciones de orden
psicosomático (Weiss, 2002). En general el rol de satisfacer las necesidades de atención y
cuidado, así como de lidiar con las manifestaciones de éste desorden; suele influir en el
bienestar psicológico del tutor; que se constituye como la persona sobre la cual, recae directa y
primordialmente la responsabilidad de asistir al niño, en vista de que comparte la mayor parte del
tiempo con él, se ocupa de sus demandas regularmente y desarrolla una relación estrecha, en
base a éste intercambio (Seguí et al, 2008).
Conforme a la teorización de Reever y Peterson (1980), se define como: la carga del
cuidador al coste objetivo y subjetivo que tiene que asumir el individuo al ocupar el rol de
cuidador y engloba los importes físicos, psicológicos, económicos y sociales de proporcionar
asistencia. Lo hallazgos en investigaciones desarrollados sobre afrontamiento de los padres en
niños con enfermedades crónicas apuntan a que el malestar emocional es mayor en las
cuidadoras, sin embargo se indica que las divergencias en relación al género se ven sesgadas por
el alto porcentaje de mujeres desempeñando el rol de cuidadoras (Yee y Schultz, 2000), aunque
de todos modos se detecta en ambos sexos diferencias significativas que señalan malestar
clínicamente relevante y niveles más altos de estrés, ansiedad y sintomatología depresiva, en
contraste con sujetos que no tienen que procurar este tipo de cuidados (Arefjord et al., 1998).
En éste escenario, cada ser humano desarrolla un complejo proceso que funciona como
un mecanismo adaptativo llamado resiliencia, que se puede describir como la capacidad de
adaptarse, sobrellevar crisis y sobreponerse ante las situaciones de adversidad, cada individuo la
posee en mayor o menor grado (Becoña, 2006). Consecuentemente, el cuidador primario posee
el potencial nato de desarrollar factores y características resilientes que le permitan el
afrontamiento de las exigencias habituales, que demandan su rol especialmente significativo en
el desarrollo del niño (García & Domínguez, 2013).
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Dichas aptitudes para lidiar con eventos que demandan un desgaste psicológico; se
edifican tempranamente, desde la niñez sobre los cimientos de factores protectores tales como: la
constitución del autoestima, el temperamento, las redes de apoyo disponibles o una estructura
familiar funcional y de modo proporcionalmente antagónico; quienes vivan rodeados de factores
de riesgo y vulnerabilidad que no permitan la estabilidad y la autoaceptación, tendrán una mayor
probabilidad de desarrollar estrategias de resiliencia deficientes o ineficaces que resulten en
dificultades para pasar por eventos desfavorables y para manejar el estrés que conllevan estos
sucesos (Luthar, 1993).
La resiliencia sería esa capacidad de tolerar presión, persistir, de poseer vigor emocional
y ubicarse en tono con las experiencias, representado todo aquello en tener valor frente a los
infortunios que puedan presentarse, así la definen Walding y Young (1993). Dentro de la
capacidad general de resiliencia se analizan 2 factores de estudio: (i) la competencia personal,
descrita en autoconfianza, independencia, decisión, invencibilidad, poderío, perseverancia e
ingenio; (ii) y un segundo factor, el de la aceptación de uno mismo y de la vida, que incluye la
adaptabilidad, balance, flexibilidad y perspectiva estable de vida. Además se identifican 5
características generales que explican los contextos donde actúa la capacidad de resiliencia que
son: la satisfacción personal siendo éste el atributo de comprender el significado de la vida y
como contribuye el ser humano en mejorarla y desplegar aptitudes, la confianza en sí mismo que
es la habilidad con la que cuenta una persona para creer en sus capacidades, la ecuanimidad que
denota un enfoque del individuo balanceado y objetivo, respecto a los acontecimientos que
suceden en su vida, su capacidad para evaluar la situación, así como para canalizar y moderar su
reactividad ante un suceso adverso mostrando una constancia en las reacciones anímicas, la
perseverancia que hace alusión a la tolerancia de la adversidad y el desaliento, buscando
reiteradamente alcanzar metas y objetivos sin rendirse frente a dificultades a través del logro y la
autodisciplina; finalmente el sentirse bien solo, característica que nos da el significado del libre
albedrío en el contexto de la autonomía personal, el valor de sentirse único, valioso e importante
(Walding y Young, 1993).
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Desde esta perspectiva radica la importancia de conocer los aspectos desarrollados en
mayor y menor grado por el cuidador primario, para tener un panorama sobre la planificación del
abordaje de psicólogo, reforzando las áreas fuertes y trabajando focalizadamente en áreas
críticas. La resiliencia cumple por tanto una labor adaptativa, pues funciona como un mecanismo
para restablecer el equilibrio psíquico, superando los efectos negativos de la vulnerabilidad de la
crisis vital (Fergus y Zimerman, 2005).
En base a las investigaciones de Patterson y McCubin (1983), sobre familias de niños con
trastornos graves y permanentes se han delimitado tres tipos de estrategias que colaboran con el
sano afrontamiento de la situación: conservar la integración y el clima cooperativo en base a una
posición positiva sobre la vida, permitir el apoyo social pero conjuntamente afianzar autoestima
y autoconfianza, finalmente comprender y educarse sobre el proceso de la enfermedad a través
de conocer a personas con dificultades similares, y especialmente de profesionales de la salud
que brinden información verídica, pertinente y clara (Morrison y Bennett, 2008). En la óptica de
Maturana (1981), la autopoiesis es la facultad de un sistema para desarrollar y mantener su
propia organización; pese a las circunstancias que se presenten, siempre existe la tendencia a la
autorregulación y a la adaptación. Cuando se caracteriza a la familia como un sistema evolutivo,
en constante transformación y adaptación; se ha descrito que la resiliencia es alta en situaciones
donde el funcionamiento del hogar se expone a altos niveles de desequilibrio, y como es de
esperar se presentan periodos de inestabilidad intensos (Morin, 1986).
Según la revisión teórica todos los seres humanos pueden desplegar un mecanismo
resiliente, motivo por el cual el conocer y valorar ésta capacidad resulta importante. La temática
del estudio, se ha seleccionado por ser considerada un tópico de interés y relevancia, que se
propone recopilar información notable, en lo que concierne a las habilidades y capacidades de
resiliencia que despliega el cuidador primario del niño que ha sido diagnosticado con un
Trastorno del Espectro Autista (TEA). De este modo se espera, que nos permita tener una visión
clarificada, que revele un aspecto crucial del escenario que viven las personas que se encuentran
bajo de la responsabilidad de encargarse diariamente del niño con TEA. En base a éste
argumento, se defiende la pertinencia y notabilidad del tema, sobre cuya perspectiva lo hemos
calificado, como un asunto de utilidad, que posee una sólida implicación con el ámbito clínico de
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la psicología. Asimismo, la ausencia de estudios similares desarrollados en nuestro medio;
conclusión a la que hemos llegado luego de una extensa revisión bibliográfica, es otro factor que
motiva la realización de ésta investigación.
Para Saavedra, Salas, Cornejo y Morales (2015), la representación de la calidad de vida
tiene que ver con una serie de factores y variables que se relacionan, entre las que constan la
percepción propia del individuo sobre sus circunstancias, su interacción con el medio social
donde las personas crecen y se desenvuelven y la vida con los demás; de estas dimensiones
resulta el bienestar psíquico que el ser humano puede vivenciar. Y relacionan a la calidad de vida
directamente con la resiliencia como un estado procurador o una experiencia vital, que permite,
favorece, ayuda y provee a lo que se consideramos calidad de vida, y se inserta tomando como
punto de referencia, la importancia que juega en dicha dinámica, la propia percepción sobre el
mundo que cada uno posee, que de la mano implica la manera de superar y atravesar por sucesos
adversos, especialmente aquellos de desigualad social que comprometen el desarrollo humano y
el bienestar, en los contextos en los que se expresa la indolencia frente a las necesidades de los
niños.
Es oportuno así señalar, que el trabajo que se realizó nos resulta de destacado valor a
rasgos generales, por cuanto representa el ambiente donde se desenvuelve el niño con TEA y los
recursos que se emplean buscando su beneficio, entre los cuales se cuenta el preparar
condiciones idóneas para propiciar su desarrollo, lo que implica el rol que desempeña su
cuidador primario de manera primordial, quién le procura su atención, organizando tareas de
apoyo y soporte que están estrechamente involucradas con la evolución de la enfermedad y la
calidad de vida que se le pueda ofrecer al niño.
Resulta indispensable tomar en cuenta los desafíos constantes que implican las
manifestaciones patológicas particulares del autismo, con las cuales lidian cotidianamente las
personas que conviven con el niño, pero particularmente quién ha tomado sobre sí, la labor de
supervisarlo y compartir la parte mayoritaria del tiempo a su lado, dedicándole su atención
(Trenado, Pons-Salvador y Cerezo, 2009).
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La investigación que se llevó a cabo tiene por objetivo describir el nivel de resiliencia de
los cuidadores primarios del niño con TEA, en sus características y factores, en tanto se sitúa a
una actitud resiliente por parte del cuidador, como un factor protector que puede incidir de
manera positiva en la dinámica relacional de la familia y paralelamente en propiciar un ambiente
que cuente con condiciones favorables sobre la evolución del niño.
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PROCESO METODOLÓGICO
A continuación se describe la programación en el área metodológica que se ha trazado
para la recolección, procesamiento de datos y análisis de resultados.
El enfoque de investigación a utilizarse es de corte cuantitativo, puesto que se realizó en
base al análisis estadístico para sustentar el área expositiva de resultados de la investigación. El
tipo de investigación que se desarrolló es no experimental y transeccional, considerando que se
efectuó en un solo momento en el tiempo, en el que se recabaron y analizaron los datos
obtenidos, sin el objetivo de hacer un seguimiento continuado del estudio. Es decir la
información que se obtiene expone la realidad en el presente del comportamiento de las
variables. El alcance de la investigación se enmarca dentro de lo descriptivo, pues su finalidad es
estudiar características consideradas relevantes del fenómeno a analizar, en este caso
dimensionar a la Resiliencia como capacidad general y paralelamente dentro de sus
características y factores.
La población seleccionada para realizar el estudio, responde al criterio de una muestra no
probabilística por conveniencia, justificamos ésta elección debido a que la dispersión de las
familias que tienen niños-as con TEA es muy amplia y existen tres organizaciones que poseen
pertinencia en trabajo especializado en niños y niñas con múltiples trastornos; ocupándose de
brindarles tratamiento, dichos centros que se han elegido por brindar las condiciones para los
efectos de la investigación.
Las instituciones seleccionadas para el estudio son: el Centro de Desarrollo Infantil de la
Universidad de Cuenca “CEDIUC”; que cuenta con 150 niños recibiendo atención regularmente,
de los cuales se identificaron 9 casos de beneficiarios con TEA, la Asociación de familias y
amigos de personas dentro del Trastorno del Espectro Autista ADACAPIA, donde se identifican
a 10 familias de niños con TEA y el Centro Educativo NOVA donde acuden 13 niños con el
mismo diagnóstico. De esta manera se ha accedido a 32 cuidadores primarios que participan en
la investigación.
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La decisión de tener una muestra por conveniencia, está justificada a razón de la
particularidad de la condición de un Trastorno del Espectro Autista, por lo que resulta un trabajo
arduo encontrar a éstas familias de no ser por el encauce de instituciones que brinden atención a
niños que padecen la condición. En éste panorama, al ser un requerimiento elemental del estudio
que exista un previo diagnóstico de TEA realizado por un profesional capacitado, se opta por
identificar a todos los casos con los que se trabaja en dichos centros.
En la investigación participaron padres y tutores; que se encontraban al momento
encargados primordialmente de procurar atención diaria a niños y niñas con un Trastorno del
Espectro Autista, quienes reciben atención en las instituciones señaladas previamente, que
ofrecen tratamiento multidisciplinario a los menores; es así que el instrumento fue aplicable a la
totalidad de las personas encargadas de desempeñar dicho rol, pues se estuvo contando con un
universo cautivo de acceso factible.
Se ha delimitado a los participantes con los siguientes criterios de inclusión:
- Que sean cuidadores primarios de un niño o niña con un diagnóstico clínico de TEA.
- Que los niños bajo su tutela, se encuentren recibiendo atención psicológica en las
instituciones seleccionadas para la investigación.
- Que sean personas adultas mayores a los 18 años.
- Que residan actualmente en la provincia del Azuay.
En lo referente a los criterios de exclusión, no se podrá contar con:
- Cuidadores primarios que sean menores de edad.
- Personas que no hayan accedido a la alfabetización (no sepan leer y escribir).
- Tutores de niños con TEA que no reciban atención en las instituciones seleccionadas.
- Personas que residan en lugares fuera de la provincia del Azuay.
- Tutores de niños que únicamente cuenten con un diagnóstico presuntivo y no uno
definitivo de un TEA.
- Quienes cumpliendo con los mencionados criterios de inclusión, no accedieran a
participar en la investigación.
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Se expone anticipadamente, que los resultados de la presente investigación, describen la
capacidad de resiliencia, así como los factores y características resilientes particulares, que posee
al momento la población específica de la muestra con la que se realizó el estudio, donde si bien
los cuidadores residen en la provincia del Azuay, los informes y resultados a presentar
posteriormente, no pueden ser considerados como generalizables a una población mayor como la
población con TEA de la ciudad o la provincia, pues carecen de representatividad estadística.
Es importante mencionar que pese a la gestión llevada a cabo en varias instituciones con
el propósito de ampliar la muestra, ha resultado un obstáculo, el hermetismo que han mostrado
algunos centros, donde no se nos ha brindado la apertura para la investigación. Pese a lo
señalado, la investigación se logró sacar a flote, brindando a nuestra opinión valiosos resultados,
que abren además espacio a futuros estudios en el tema.
Para realizar la evaluación propuesta, se planifica utilizar la Escala de Resiliencia (R.S.)
de Wagnild y Young (1993). Éste instrumento lo componen 25 ítems, dispuestos para ser
contestados en una escala de Likert de 1 a 7, cuyo fin es evaluar la capacidad del individuo para
sobrellevar circunstancias de trascendencia, especialmente de carácter crítico y desfavorable, que
suponen con frecuencia una crisis vital.
El instrumento mide dentro de la capacidad general de resiliencia 2 de factores que la
dimensionan en: competencia personal y aceptación de uno mismo y la vida. Además identifica 5
características: la confianza en sí mismo, la ecuanimidad, la perseverancia y el sentirse bien solo;
que explora la resiliencia. Los 25 ítems de la Escala de Resiliencia de Walding y Young se
responden como se indica anteriormente en una escala de Likert, donde la significancia de 1 es
totalmente en desacuerdo y 7 es totalmente de acuerdo. El menor puntaje que se puede obtener es
25 y el mayor es 175.
El instrumento está diseñado para población adulta de 18 a 65 años y el tiempo de
aplicación es de 30 minutos aproximadamente. Mientras menor sea el puntaje, menor se
considera la capacidad de resiliencia del individuo, y a mayor puntuación obtenida, se
considerará que el nivel de resiliencia es proporcionalmente más alto. La suma de todos los
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ítems, nos da un resultado total: la puntuación directa. Dicho resultado se convierte a puntuación
típica, con la ayuda de los baremos, y nos indica el nivel de resiliencia general y de acuerdo a la
categoría donde se ubique puede ser: muy bajo, bajo, medio, elevado y muy elevado. Se
transforma la puntuación directa en puntuación T, la que designa una categoría descriptiva de la
resiliencia (Ver Tabla 1).
Tabla 1:
Conversión de Puntuación directa de Resiliencia en Puntuación T
Puntuación Directa Puntuación T Categoría
25 – 65 0 -23 Muy Bajo
66 – 85 24 -34 Bajo
86 -120 35 -54 Medio
121 -155 55 – 65 Elevado
156 – 175 66 o más Muy Elevado
Posteriormente se valoran las 5 características y 2 factores obteniendo el puntaje directo
de la suma de los ítems correspondientes que se pueden observar en la Tabla 2.
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Tabla 2:
Ítems para la calificación de características y Factores Resilientes
Características y factores
Características Resilientes Ítems
Satisfacción Personal 16, 21, 22, 25
Ecuanimidad 7, 8, 11, 12
Sentirse bien 3, 5, 19
Confianza en sí mismo 6, 9, 10, 13, 17, 18, 24
Perseverancia 1, 2, 4, 14, 15, 20, 23
Factores Resilientes Ítems
Aceptación de sí mismo y de la vida 4, 8, 11, 15, 16, 21, 22, 25
Competencia Personal 1, 2, 3, 5, 6, 7, 9, 10, 12, 13, 17,
18, 19, 20, 23, 24.
Esta puntuación directa se ubica en la tabla correspondiente a cada dimensión y se
convierte posteriormente en un puntaje T o puntuación típica, dicho valor nos permitirá más
adelante identificar el nivel que se obtiene de cada factor y característica resiliente
respectivamente. Luego de realizar ésta conversión, el puntaje obtenido se ubica en la tabla de
rango de puntuación correspondiente a la categoría; que identifica el nivel que el sujeto posee en
cada factor y característica específicos que puede ser: Alto, Medio o Bajo.
Los coeficientes de validez y fiabilidad son considerados satisfactorios para el propósito
de la investigación como herramienta psicodiagnóstica, determinada por estudios previos
corroborados al revisar investigaciones sobre su coeficiente del Alpha de Cronbach de 0.89 en un
estudio realizado en cuidadores primarios de pacientes oncológicos (Novella, 2002). Así mismo
se ha evaluado su validez paralelamente con constructos que le competen a la resiliencia,
obteniendo valores correlaciónales muy aceptables. Probando así que cada ítem de la escala es
significativo.
En cuanto al procesamiento de datos, la herramienta informática seleccionada para el
procesamiento y presentación de resultados es el programa SSPS y Microsoft Excel 2010, a
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razón de sus completas funciones y a su amplio soporte de información, que consideramos eficaz
para el estudio. Los datos serán ingresados en el software para realizar el consecuente análisis
estadístico en términos de la capacidad de resiliencia que desarrollan los tutores de niños con
TEA, valorada en la escala de Likert que cuenta con 2 subescalas a ser tabuladas, para el
respectivo procesamiento de datos, que nos permita una visualización y entrega de informes con
herramientas gráficas, favoreciendo la comprensión de los resultados y conclusiones de la
investigación. Se utilizó el programa SPSS con el fin de obtener las frecuencias en que se
presentan en los niveles de cada factor y los datos relevantes de los resultados entre factores y
características se compararon a través de la prueba de Friedman que contrasta varios resultados
de tres o más variables similares o relacionadas. Así mismo, en la comparación de resultados en
base al género del cuidador primario, se utilizó la prueba T de student para muestras
independientes, que sirve para comparar resultados si se cuenta con grupos diferentes como es el
caso de las cuidadoras primarias que en éste estudio superaron a los cuidadores primarios en
número. Finalmente se utilizó Microsoft Excel donde se realizaron los gráficos estadísticos.
Los aspectos éticos de la investigación, se manejaron con responsabilidad y ateniéndose a
las normas éticas de Psicología e Investigación con suma meticulosidad, para precautelar los
derechos de los participantes. En el encabezado de la escala, se incluye el consentimiento
informado, con el propósito de informar los fines del estudio y solicitar la participación en el
trabajo. Así mismo, se gestionó con anterioridad con los directivos de los respectivos centros,
quienes permiten que se realice el estudio, coordinando así el acercamiento a los cuidadores
primarios. La aplicación de instrumentos se realizó por motivos logísticos de manera individual
y el tiempo promedio que toma contestar todo el reactivo fue de 30 minutos.
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PRESENTACIÓN Y ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN:
Capacidad general de resiliencia
Los resultados sobre la Resiliencia General que poseen los cuidadores primarios, señalan
que 9 de 32 de los participantes, cuentan con un nivel de resiliencia Muy Elevado, 18 poseen un
nivel Elevado, 4 obtiene un nivel Medio y únicamente 1 participante indica un nivel Muy bajo.
No se han identificado resultados de resiliencia en la categoría de bajo, por esa razón no se la
incluye (Ver tabla 3).
Tabla 3:
Capacidad General de Resiliencia
NIVEL DE RESILIENCIA Frecuencia
Muy Bajo 1
Medio 4
Elevado 18
Muy Elevado 9
Total 32
La media de las puntuaciones directas de la escala general de resiliencia es de 135.88, que
corresponde a la puntuación T que nos refiere a la categoría de un nivel de resiliencia Elevado, la
mediana es 137.5 y la moda 159, que hacen alusión a la misma categoría.
Características Resilientes
Cumpliendo con los objetivos específicos de describir los niveles resultantes en cuanto a
las características de resiliencia planteados en ésta investigación, en lo referente a la primera
característica analizada; satisfacción personal: 2 integrantes de la población obtienen un nivel
bajo, 17 un nivel medio y 13 indican un nivel alto en la valoración. Continuando con los
resultados de ecuanimidad, 3 participantes de la población poseen un nivel bajo en ésta
dimensión, 25 tienen un nivel medio y los 4 restantes indican un nivel alto. Otra característica
observada es la de sentirse bien solo, en la que 3 de los participantes obtienen un nivel bajo, 18
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de ellos un nivel medio y en la categoría de alto se sitúan 11. Los resultados en confianza en sí
mismo revelan que tan solo 1 de los cuidadores primarios posee un nivel bajo de dicha
dimensión, 14 puntúan un nivel medio y 17 de ellos obtiene un nivel alto. Finalmente en lo que
concierne al nivel de perseverancia que poseen los individuos que colaboran en el estudio, se
evidencia nuevamente que 1 participante de la investigación tiene un nivel bajo, 17 un nivel
medio y 14 obtiene un nivel alto.
Factores Resilientes
Respecto a la competencia personal, 2 personas se identifican con el nivel bajo, 18 posee
un nivel medio y 12 obtiene un alto nivel en éste componente de la resiliencia. Así mismo en el
factor aceptación de sí mismo y de la vida, 2 de los tutores a quienes se les aplicó el reactivo,
poseen un nivel bajo en éste componente, 22 de ellos obtiene un nivel medio y 8, corresponde a
la categoría de alto. (Ver tabla 4).
Tabla 4:
Categorías de los factores resilientes en su
frecuencia y porcentaje
Competencia
Personal
Aceptación de sí
mismo y de la vida
NIVEL F F
Bajo 2 2
Medio 18 22
Alto 12 8
Total 32 32
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Análisis de resultados por género
En la investigación, participaron 32 cuidadores primarios en total, entre quienes cuentan
24 mujeres en un porcentaje del 75% y solamente 8 varones, quienes representan el 25%
restante de la población.
Se puede observar que los resultados en cuidadores del sexo masculino, oscilan entre las
categorías de resiliencia media en un 12.5% y resiliencia elevada en un 87.5%, no se reportan
datos en las categorías de: bajo, muy bajo y muy elevado. En cuanto a las cuidadoras, los valores
obtenidos apuntan a un nivel de Resiliencia muy bajo en un 4.2%, medio en un 12.5%, elevado
en un 45.8% y muy elevado en el 37.5%. Y no se obtienen valores ubicados en la categoría de
bajo (Ver Gráfico 1).
Gráfico 1:
Capacidad General de Resiliencia en relación al género del cuidador primario
0,0%
10,0%
20,0%
30,0%
40,0%
50,0%
60,0%
70,0%
80,0%
90,0%
100,0%
MUY BAJO BAJO MEDIO ELEVADO MUY
ELEVADO
NIVEL DE RESILIENCIA
Capacidad de Resiliencia en relación al Género
MASCULINO
FEMENINO
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Se realizó la prueba T de Student (P >,25) para muestras independientes con el objetivo
de comparar los resultados entre hombres y mujeres por la divergencia de sus respuestas. Se
observa que no existe un determinante de género que explique una diferencia estadísticamente
significativa entre ambos grupos, ya que la diferencia encontrada entre las medias es atribuible al
azar.
La media para resiliencia general de los participantes del género masculino es de 136.50
y del género femenino es de 135.67, que ubica a los 2 grupos, en un rango de puntuación T
entre 121-155 correspondiente a la categoría de elevado. La desviación típica en hombres es de
14.37 y en mujeres de 29.05, entendiendo con esta información, que existe una mayor dispersión
en la población femenina en torno a la media. Se evidencia aquí la presencia de puntuaciones
polarizadas para el género femenino, las mismas que no se encuentran presentes en los resultados
de los participantes del grupo masculino, donde los resultados se ubican cercanos a la media
(Ver Tabla 5).
Tabla 5:
Medias de resiliencia general y desviación típica según el género
Género N Media
Desviación
Típica
PUNTUACIÓN
DIRECTA DE
RESILIENCIA
GENERAL
Masculino 8 136.50 14.37
Femenino 24 135.67 29.05
Análisis de resultados por parentesco
Tomando en consideración que el trabajo se orientaba a indagar la resiliencia en el
cuidador primario, se consideró como participantes a quienes se encontraban cumpliendo este
rol, sin importar su parentesco con el niño. Dentro del grupo investigado, 25 de los participantes
eran padres o madres de familia, quienes conforman el 81.3%, 5 de los cuidadores son abuelas y
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abuelos que representan el 15.6% y una participante tiene un parentesco como tía,
correspondiendo al 3.1% de la muestra total.
De acuerdo al análisis estadístico se obtiene que las madres y los padres que desempeñan
el papel de cuidadores tienen un nivel de resiliencia: medio en un 11.5%, elevado en un 57.7% y
muy elevado de 30.8%. Los abuelos y abuelas participantes obtienen un nivel medio de
resiliencia en un 20%, un nivel elevado en un 60% y uno muy elevado en un 20%. La totalidad
de cuidadores es decir el 100% con parentesco como tía, que en la muestra se ve representado
por una sola persona con ésta relación, obtiene un nivel muy bajo. Estos resultados se deducen
de un análisis de las medias independientes de acuerdo a cada grupo según su parentesco con el
niño diagnosticado con TEA. (Ver Gráfico 2).
Gráfico 2:
Capacidad General de Resiliencia en relación al parentesco del cuidador primario
Se puede observar en el Gráfico 2 el comportamiento de la resiliencia en cuanto al
parentesco los abuelos y abuelas alcanzan mayores valores en los niveles de medio y elevado
pero en la categoría de muy elevado, son los padres y madres quienes obtienen mayores
resultados.
0%
20%
40%
60%
80%
100%
120%
MUY BAJO BAJO MEDIO ELEVADO MUY
ELEVADO
NIVEL DE RESILIENCIA
Capacidad de resiliencia en relación al parentesco
MADRE/PADRE
ABUELA/ABUELO
TÍA/TÍO
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Es necesario señalar aquí el particular de una participante del estudio cuyo parentesco con
el niño es como tía, que indica el único caso identificado con resiliencia muy baja, que por su
baja representatividad que indica únicamente el 3.1% de la muestra no permite realizar
inferencias en el área estadística para la población de estudio, pero cuenta significativamente
como un fenómeno presentado en el análisis.
Relación entre características:
Para establecer una relación entre las dimensiones de la resiliencia, se realizó un análisis
a través de la prueba estadística de contraste de Friedman en la que se constató la presencia de
una diferencia entre las características resilientes. (Ver Tabla 6).
Tabla 6:
Prueba estadística de contraste de Friedman
Escala de Friedman
Chi-cuadrado 41.665
Sig. asintót. .000
Posteriormente se procede a analizar las características resilientes agrupadas por pares,
utilizando la prueba T de Student de medias relacionadas, con la que se encuentran diferencias
significativas entre las siguientes características: satisfacción personal – ecuanimidad, se obtiene
P< .001 en nivel de significancia, satisfacción personal - Confianza en sí mismo, con un valor P<
.047 en nivel de significancia, Ecuanimidad - Confianza en sí mismo, con un valor P< .001 en
nivel de significancia, ecuanimidad- perseverancia con un valor P< .001 en nivel de significancia
siendo estos valores inferiores a 0.05. En este sentido la característica de ecuanimidad indica
mayor discordancia en relación a las demás características, teniendo los menores resultados en
los valores de medias relacionales; así mismo, se observa la discrepancia significativa entre la
característica satisfacción personal y confianza en sí mismo. (Ver tabla 7).
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Tabla 7:
Prueba de muestras relacionadas
Media Desviación
típica
Sig. (bilateral)
Par 1 Satisfacción Personal –
Ecuanimidad
1.156 1.483 .000
Par 3 Satisfacción personal -
Confianza en sí mismo
-.344 .937 .046
Par 6 Ecuanimidad-Confianza en
sí mismo
-1.500 1.244 .000
Par 7 Ecuanimidad-
Perseverancia
-1.031 1.307 .000
Prevalencia de Factores:
En lo que respecta a los factores resilientes, la media obtenida por la población en
competencia personal es de 7.97 que responde al criterio de medio; con una desviación típica de
1.75 y en aceptación de sí mismo y de la vida la media es 7.92 haciendo alusión nuevamente a un
nivel medio, con una desviación de 1.67 (Ver Tabla 8).
Tabla 8:
Medias y puntuación típica de los factores resilientes
Factores Resilientes Media
Desviación
típica
Competencia Personal
P. típica.
7.97 1.750
Aceptación de sí mismo
y de la vida P. típica.
7.72 1.670
Las medias de las puntuaciones T obtenidas en competencia personal son ligeramente
mayores a las de aceptación de la vida y de sí mismo. No obstante para analizar la relación que
existe entre estas variables se realiza la prueba de medias relacionales T de Student, cuyos
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resultados señalan que la diferencia en puntuaciones entre estos factores no es significativamente
estadística. Lo que indica que ambos factores poseen medidas que apuntan a un mismo nivel de
resiliencia aportando de ésta manera a los resultados generales.
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CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES:
La presente investigación da cuenta del desarrollo de la resiliencia descrita con
especificidad en sus características y factores, estos fueron los objetivos del estudio realizado en
aquellas personas que han atravesado por la crisis vital de encargarse del cuidado de un niño que
ha recibido un diagnóstico definitivo de un TEA, respondiendo a la interrogativa que se ha
planteado sobre el tema al proponerse estudiar la manera en que los cuidadores de niños con éste
trastorno, llegan a sobrellevar y afrontar sus circunstancias que llegan a implicar una
contribución de recursos de su parte en favor de la protección social de menor.
El TEA como hemos manifestado resulta una condición, cuyas manifestaciones si bien
tienen el potencial de reducirse significativamente, de acuerdo a su pronóstico se categoriza
como un desorden de sintomatología persistente, que en la mayoría de los casos influye
permanentemente en el desarrollo del niño, quién tiene altas probabilidades de requerir apoyo
social de quienes lo rodean a largo plazo.
La capacidad de resiliencia es un constructo teórico innovador, que ha permitido a la
psicología explicar el complejo proceso psíquico de defensa que posee el ser humano, para
recuperarse y actuar frente a las vicisitudes, por esto no es de extrañar que en este estudio, se
relacione con el papel desempeñado por el cuidador primario. Y si bien constituye solamente un
aspecto o factor que interfiere en la calidad de vida (Saavedra, Salas, Cornejo y Morales, 2015),
resulta una pieza clave del psiquismo para poder adaptarse a los retos y propiciar el bienestar y la
salud mental, aquí radica su valor.
Identificar un nivel de resiliencia elevado en los cuidadores primarios nos permite
corroborar las formulaciones teóricas que la ubican como un proceso en constante evolución y
desarrollo, que se forma a sí mismo y se despliega en situaciones caóticas para el individuo. Así
mismo resulta de relevancia conocer que en la población estudiada las características resilientes
se han desarrollado indicando una tendencia positiva, mostrándose presentes en niveles
reconocibles, de acuerdo a los datos obtenidos; y que, dentro de dichas dimensiones encontramos
que la Ecuanimidad, que representa un aspecto sobre la percepción y la evaluación objetiva de la
enfermedad y de las circunstancias del cuidador, resulta significativamente ralentizada en su
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despliegue, en estricta relación a las demás características. En lo referente al género también es
rescatable que la divergencia entre hombres y mujeres no es significativa, indicando una
tendencia similar entre ambos grupos.
Pese a que existe la comprensión y sensibilidad sobre los procesos que conllevan en sí el
cuidado de una persona con un diagnóstico de trastorno, escasas son las investigaciones
científicas que han ahondado en esta temática. Según la literatura revisada los cuidadores de
personas diagnosticadas de un TEA, tendrían una mayor afectación en su salud, aunque no tan
pronunciada en los aspectos psicológicos.
En contraste con la investigación realizada, existen estudios que corroboran la
información obtenida, entre ellos los siguientes:
Según Quiceno (2011), en su investigación: Resiliencia: una perspectiva desde la
enfermedad crónica en población adulta, Bogotá; concluye que: el cuidador, ante la situación de
cuidado como tal, desarrolla una serie de mecanismos de afrontamiento con el objetivo de
atenuar las consecuencias del factor de riesgo. Por su parte, Schmidt, Dalbosco y Alves (2007),
en Porto Alegre, mencionan que: a la hora de afrontar situaciones con más carga emocional
donde no se requiere una acción directa e inminente por parte del cuidador, las madres adoptan
estrategias de carácter evitativo, con el objetivo de apartarse del foco estresor. Esto indica cierta
habilidad de los padres de niños con TEA para segregar la capacidad de control que disponen
sobre ciertas circunstancias del cuidado y poner en marcha determinadas estrategias de
afrontamiento que les permita adaptarse a la situación de cuidado en sus más diversas
circunstancias.
Para Pozo, Sarría y Méndez (2006), en su estudio sobre el estrés de madres de personas
con trastorno del espectro autista, Madrid; las personas encargadas del cuidado que tienen una
alta percepción del problema, van a definir su situación como: más comprensible, dando cierto
orden y estructura a la situación, más manejable, consiguiendo los recursos necesarios y con
mayor significado, percibiendo las demandas como retos y desafíos que son necesarios afrontar.
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Además, Bayat (2007), en su estudio realizado en Chicago, concluye que, se ha evidencia
como aquellos padres que se adaptan de forma adecuada a la situación de cuidado obtienen
resultados positivos de la experiencia, evidenciándose un aumento de la resiliencia en aquellas
familias mejor adaptadas.
Cabe recalcar también que, dichos estudios no son concluyentes a la hora de determinar si
son los problemas de conducta asociados al trastorno o la sintomatología autista en sí misma, la
que mayor peso tiene sobre el bienestar del cuidador, lo más probable es que ambas dimensiones
se encuentren estrechamente relacionadas, por lo que se sugiere ahondar en la investigación y
ampliar de esta manera nuestro campo de conocimiento.
De lo expuesto se rescata además la pertinencia de que funcione, como un trabajo que
vislumbre y abra el camino a futuras investigaciones a profundidad sobre el tema para
determinar la capacidad de afrontar las situaciones en muestras representativas del cuidador
primario y pueda relacionarse de manera significativa en posteriores estudios con las variables
sociodemográficas de género y parentesco cuyos resultados en ésta limitada muestra han sido
generadores de interés al indagarse en nuestro medio, por lo que es esperable propiciar que se
amplié el conocimiento que brinde resultados concluyentes y generalizables.
Dentro de las conclusiones es imprescindible hacer un espacio para mencionar algunos
obstáculos que se han presentado en el desarrollo de la investigación, que supusieron limitantes
en el trabajo, entre los que podríamos exponer el hermetismo de las instituciones para dar paso al
estudio con los tutores de los niños, a razón de la ardua labor que supuso la gestión de los
centros. Varias instituciones y organizaciones se negaron a permitir el acercamiento con los
cuidadores primarios, fundamentándose en políticas de intervención multisciplinaria en el área
familiar y en la falta de receptividad de los tutores. Sin embargo al lograr un acercamiento con
aquellas organizaciones y centros que nos permitieron el acceso a familiares de niños con TEA e
hicieron posible que se cristalice éste trabajo, pudimos evidenciar la avidez de los cuidadores y
las cuidadoras por ser incluidos en el proceso, conocer más sobre el Trastorno del Espectro
Autista, que para muchos aun resultaba una entidad desconocida, cuyo diagnóstico generaba
incertidumbre; además por incluirse como parte activa en el tratamiento del niño y finalmente
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por ser tener un espacio donde se escuchen sus dudas y preguntas, y se canalicen o resuelvan sus
temores e inseguridades de la mano de un profesional que los coloque como lo que representan;
un eje fundamental en la evolución del niño, que provee de protección y con quién se liga
directamente la calidad de vida del menor y como defendemos en ésta exposición desde los
planteamientos de la Teoría General de los Sistemas Psicológicos, de la calidad de vida de todo
ese complejo y entramado proceso que supone una organización como el sistema familiar.
Las limitaciones que conlleva la realización de estudios con este tipo de población
(trastornos infrecuentes) implican que en gran parte de los casos, los autores tengan que recurrir
al estudio de muestras pequeñas, normalmente de género femenino en su mayoría. Este hecho
puede conllevar importantes sesgos a la hora de generalizar los resultados, obviando variables
que pueden estar influyendo directamente en las dimensiones evaluadas, como es el caso del
género o el haber participado en programas de tratamiento psicológico, algo que se ha tenido en
cuenta al momento de la interpretación de los resultados.
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Alejandra Vázquez C 42
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ANEXOS:
Formato de Consentimiento Informado dirigido a los participantes de la investigación:
Paola Maribel Becerra Nievez
María Alejandra Vázquez Calle
Estudiantes de Psicología Clínica
Universidad de Cuenca
Reciba un saludo de nuestra parte, nos dirigimos respetuosamente a usted. Al momento nos encontramos
realizando una investigación de carácter académico para nuestro Trabajo de Titulación Profesional sobre la
Capacidad de resiliencia en el cuidador del niño. La resiliencia por tanto; es la capacidad de afrontar de manera
positiva las situaciones diarias y los sucesos vitales, e influye directamente sobre nuestro bienestar.
A continuación, le invitamos cordialmente a participar llenando un cuestionario de 25 preguntas de escala, que
mide ésta capacidad. Le agradecemos anticipadamente por su tiempo y colaboración.
En caso de aceptar colaborar con nosotros, solicitamos que continúe con el siguiente formulario.
Formulario de Consentimiento Informado
He sido invitado a participar completando un Cuestionario de Resiliencia, previamente he sido informado sobre
su propósito y comprendo que la información que voy a proporcionar, respetará y guardará estricta
confidencialidad sobre mi identidad, manejando meticulosamente estándares de ética y responsabilidad.
Así mismo he leído los datos que me han presentado y en ellos, se me ha proporcionado el nombre de los
investigadores y la institución de la que proceden.
En consecuencia, accedo voluntariamente a participar en la investigación:
Si:______ No:______
Nombre: __________________________________.
Parentesco: ____________________________.
Firma: ________________________________.
Fecha: ________________________________.
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Escala de Resiliencia (R.S.) de Wagnild y Young en su versión traducida al español
Instrucciones.-
Por favor seleccione si se encuentra de acuerdo o en desacuerdo con las siguientes aseveraciones.
Responda acorde a la escala presentada a continuación:
1 = Muy en desacuerdo 7 = Totalmente de acuerdo
ITEMS En desacuerdo De acuerdo
1. Cuando planeo algo lo llevo a cabo 1 2 3 4 5 6 7
2. Por lo general consigo lo que deseo por uno
u otro modo
1 2 3 4 5 6 7
3. Me siento capaz de mí mismo(a) más que
nadie
1 2 3 4 5 6 7
4. Para mí, es importante
mantenerme interesado(a) en las cosas
1 2 3 4 5 6 7
5. En caso que sea necesario, puedo estar
solo(a)
1 2 3 4 5 6 7
6. Me siento orgulloso(a) de haber conseguido
algunas cosas en mi vida
1 2 3 4 5 6 7
7. Tomo las cosas sin mucha importancia 1 2 3 4 5 6 7
8. Soy amigo(a) de mí mismo(a) 1 2 3 4 5 6 7
9. Me siento capaz de llevar varias cosas a la
vez
1 2 3 4 5 6 7
10. Soy decidido(a) 1 2 3 4 5 6 7
11. Rara vez me pregunto de que se trata algo 1 2 3 4 5 6 7
12. Tomo las cosas día por día 1 2 3 4 5 6 7
13. Sobrellevo tiempos difíciles, he
experimentado lo que es la dificultad
1 2 3 4 5 6 7
14. Tengo auto disciplina 1 2 3 4 5 6 7
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15. Me mantengo interesado(a) en las cosas 1 2 3 4 5 6 7
16. Por lo general encuentro de qué reírme 1 2 3 4 5 6 7
17. Puedo sobrellevar el mal tiempo por mi
autoestima
1 2 3 4 5 6 7
18. Las personas pueden confiar en mí en una
emergencia
1 2 3 4 5 6 7
19. Puedo ver una situación desde diferentes
puntos de vista
1 2 3 4 5 6 7
20. Algunas veces me obligo a hacer cosas
aunque no lo deseo
1 2 3 4 5 6 7
21. Mi vida tiene un sentido 1 2 3 4 5 6 7
22. No me lamento de cosas por las que no puedo
hacer nada
1 2 3 4 5 6 7
23. Puedo salir airoso(a) de situaciones difíciles 1 2 3 4 5 6 7
24. Tengo la energía suficiente para llevar a cabo
lo que tengo que hacer
1 2 3 4 5 6 7
25. Acepto el que existan personas a las que no
les agrado
1 2 3 4 5 6 7