Unlike
description
Transcript of Unlike
Unlike: por qué abandono Facebook
Douglas Rushkoff
Solía justificar mi uso de Facebook por mis actividades profesionales. Como
escritor y a veces activista, necesito promover mis libros y artículos y de vez en
cuando reunir personas a favor de una causa u otra, y Facebook resultó ser eficaz
y muy conveniente para esto. Realmente nunca lo usé para socializar, pero
pensaba que estaba bien que otras personas sí lo hicieran y sentía que ese tipo
de comportamiento me beneficiaría.
Ya no puedo justificar ese acuerdo. Hoy voy a abandonar mi cuenta de Facebook
porque mi participación en el sitio no concuerda con los valores que defiendo en
mi trabajo. En mi próximo libro, Present Shock, describo lo que pasa cuando ya no
podemos manejar nuestras múltiples presencias en línea. Respaldo ―como
siempre lo he hecho ― el argumento a favor de utilizar la tecnología como seres
humanos concientes y de deshacernos de las tecnologías que nos quiten esa
habilidad.
Facebook es ese tipo de tecnología. Hace cosas por nosotros cuando ni siquiera
estamos ahí. Nos presenta ante nuestros amigos de una manera falsa y, lo que es
peor, presenta una imagen falsa de aquellos que nos han agregado como amigos
a otros más. Permitir esta situación disfuncional ―yo la llamo digiphrenia― sería
un acto de hipocresía. Pero participar en Facebook como un autor, con el
propósito de conseguir “me gusta” de otros, que al hacerlo expondrán sus
vulnerabilidades, es insoportable.
Facebook jamás fue simplemente una plataforma social. Mejor dicho, explota
nuestras interacciones sociales de la misma manera que una fiesta para ventas lo
hace. Facebook no existe para ayudarnos a hacer amigos, sino para
eventualmente convertir a nuestra red de relaciones, nuestras preferencias por
marcas y actividades ―nuestras “gráficas sociales” ― en un bien que otros
puedan explotar. Nosotros, los usuarios de Facebook, hemos estado creando un
enorme tesoro de datos que el gobierno e investigadores corporativos minan para
predecir e influir sobre lo que compramos y por quién votaremos. Les hemos
estado dando enormes cantidades de información de nuestras vidas, las vidas de
nuestros amigos, seres queridos y conocidos. Con esta información, Facebook y
las marcas de investigación de “grandes datos” compran estos para poder predecir
más acerca de nosotros ―desde nuestras compras futuras u orientación sexual,
hasta nuestra disposición hacia actos de desobediencia civil y actos de terrorismo.
Los verdaderos usuarios de Facebook son los vendedores que quieren llegar
hasta nosotros e influenciarnos. Son los clientes de Facebook que pagan.
Nosotros somos la mercancía y somos también sus trabajadores. Las incontables
horas que nosotros ―y en especial los jóvenes― pasamos en nuestros perfiles,
representan las horas de trabajo sin paga que Facebook usa para justificar el valor
de sus acciones. El esfuerzo de unos cuantos miles de empleados de Facebook
en el Campus de Menlo Park no se compara con los cientos de millones de
usuarios que meticulosamente ajustan sus páginas. Las compañías solían tener
que llevar a cabo muchas investigaciones para poder definir los perfiles de
consumidores, ahora nosotros lo hacemos por ellos.
La información que Facebook recolecta sobre mí, a través de mi página de
Facebook, ni siquiera la comparte conmigo. Gracias a mi página, Facebook
conoce las demográficas de mis lectores, sus correos electrónicos, qué otras
cosas les gustan, a quién más conocen y, aún más importante, en quién confían.
Facebook se esfuerza en no compartir nada de esto, llegando a limitar la manera
en la que aplicaciones de terceros pueden utilizar dicha información.
Dado que esta fue la base del plan de negocios de Facebook desde un principio,
quizá los cambios más recientes en el acuerdo de uso de la compañía no deberían
ser del todo desalentadores. Sin embargo, la idea de que cualquier marca podría
usar nuestras actualizaciones como una “historia destacada” si mencionamos una
marca, nos llena de desdén. De manera que una inocente mención de una taza de
café de Starbucks se vuelve propaganda para una marca en el universo de
Facebook. Recordemos que la única manera de conectarnos con alguien es darles
un “me gusta”, esto significa que si quieres seguir a un político o compañía que no
te gusta, aun así debes respaldarlos públicamente.
Recientemente, usuarios ―en especial aquellos con muchos amigos, seguidores y
likes― se percataron de que sus actualizaciones de estado no estaban llegando a
todas las personas que los seguían. Ahora se supone que debemos pagar para
“promover” nuestros mensajes con nuestros amigos y todavía más por “sus”
amigos. Así es, Facebook tiene derecho a recibir pagos por promovernos a
nosotros y nuestros intereses. Pero este no era el acuerdo inicial, en especial para
aquellas compañías que en primera instancia le pagaron a Facebook por tener
más seguidores. Así como usuarios que “agregan” mi página no deberían ser
conductores pasivos de mis mensajes a sus amigos solo porque yo pagué por ello.
Lo último me lleva al cambio más reciente de Facebook, aquel que al fin me llevó
al borde. A través de una variación de las características de las Historias
Patrocinadas, llamada Noticias Relacionadas, usuarios que dan “me gusta” a algo
pueden ser asociados con básicamente cualquier cosa pagada por un anunciante.
Como el spam de correos electrónicos de una identidad falsa, las Noticias
Relacionadas aparecen el News Feed debajo del nombre del usuario y su foto. Si
me dan un “me gusta”, pueden ser utilizados para promoverme o algo que me
gusta a mí ―algo que no conocen― a otros sin consentimiento alguno.
Por ahora, mientras que nada me guste a mí, tengo algo de control sobre lo que
reciben mis seguidores en mi nombre, o peor, parecen promover ellos mismos.
Pero siento que ese control se escapa de mis manos y no puedo permanecer
como parte de un sistema en el cual gustarle a alguien pueda ser usado en su
contra. La fuerza promocional que Facebook me da, no vale el precio a pagar.
Además, ¿cómo puedo pedir gustarles si debo negar que me gustan ustedes u
otras cosas?
Siempre he apreciado que aceptar ligarse a mí y a mi trabajo públicamente en
línea involucra algo de confianza. Es una confianza que valoro ―aunque dependa
de las buenas acciones de Facebook― y es una confianza que solo puedo
merecer si abandono esta red-antisocial. Quizá al hacerlo podré ayudar a las
personas a recordar que Facebook no es el Internet, es tan solo una página web y
viene con un precio.
Traducción de Adriana Morales (Laboratorio de Conciencia Digital, 2013)