URBANISMO, CIUDAD ROMANA Y TRADICIÓN...

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URBANISMO, CIUDAD ROMANA Y TRADICIÓN HISTORIOGRÁFICA Presupuestos para el estudio del urbanismo romano en Murcia

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URBANISMO, CIUDAD ROMANA Y TRADICIÓN HISTORIOGRÁFICA

Presupuestos para el estudio del urbanismo romano en Murcia

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1. EL URBANISMO, PROBLEMA TEÓRICO

El urbanismo como problema historiológico ha surgido con la meta- morfosis sufrida por la Humanidad a raíz de la experiencia ciudadana vivida tras la revolución industrial. L. Mumford lo expresó así: «En nuestra época se dan una infinidad de adelantos técnicos sin una direc- ción social, sin relación alguna con otro fin que no sea el mismo progreso de la ciencia y de la tecnología. Vivimos, en realidad, en un universo estallante de invenciones mecánicas y electrónicas, cuyas partes se ale- jan con rápido ritmo, cada vez más, de su centro humano y de todo propósito racional y humanamente autónomo. Esta explosión tecnológica ha producido una explosión semejante de la propia ciudad: la ciudad ha estallado esparciendo sus complejos órganos y organizaciones por el pai- saje entero. A decir verdad, no sólo se ha forzado el receptáculo urbano amurallado; también, en muy buena medida, se lo ha desimantado, y como consecuencia de ello somos testigos de una suerte de degradación del poder urbano que vuelve a un estado de casualidad y de imprevisibi- lidad. En resumen, nuestra civilización está perdiendo el control, anona- dada por sus mismos recursos y posibilidades así como por su sobreabun- dante fecundidad. Estados totalitarios que implacablemente tratan de imponer un control son tan víctimas de sus malos frenos como las econo- mías aparentemente más libres que bajan por el borde de la pendiente y están a merced de sus vehículos sin frenosJ1).

(1) L. Mumford, La ciudad en la historia, Buenos Aires (2 ed.) 1979, p. 47 (La 1 ed. inglesa es de 1961). Sobre la crisis de la ciudad se ha escrito mucho desde todos los puntos de vista. Vendría a cuento recordar obras como J. Maritain, Humanismo integral, Paris, 1936; obras como, Un mundo feliz, de A. Huxley; Farenheit 451; sin olvidar El mono desnudo y otro sin fin de literatura sobre los problemas de la moderna antropología.

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Y de semejante experiencia surgen las cuestiones: ¿Desaparecerá la ciudad o el planeta entero se convertirá en una vasta colmena humana? (lo que sería otro modo de desaparición). Las necesidades y deseos que han movido a los hombres a vivir en ciudades ¿pueden recuperar, en un nivel más elevado, todo lo que Jerusalén, Atenas o Florencia otrora parecieron prometer? ¿Hay una opción viva a mitad de camino entre la Necrópolis y la Utopía, es decir, la posibilidad de edificar un tipo nuevo de ciudad que, liberada de contradicciones internas, positivamente enri- quezca y promueva el desarrollo humano?J2).

2. EL URBANISMO, UN PROBLEMA PRÁCTICO

Las consideraciones apuntadas y muchas otras que podríamos añadir a partir de reflexiones antropológicas no pueden hacernos olvidar que el urbanismo es fundamentalmente un problema práctico. Ha sido justa- mente la explosión de la ciudad industrial con las posibilidades técnicas y la facilidad del transporte lo que ha obligado a los responsables a buscar solución a los nuevos problemas y para ello han surgido equipos cada vez más sofisticados de asesoramiento e instrumentación, que abarcando desde la cartografía hasta la sociología y desde la economía hasta la psicología agilizan y orientan la gestión del urbanismo en cada ayuntamiento de cada una de las ciudades del mundo actual. De ahí que dos análisis más sofisti- cados de factores que hay que tener en cuenta en el estudio de la moderna geografía y sociología urbanas, con sus más de cien variables, la mayor parte de las cuales están ausentes de las ciudades antiguas (y también medievales y del Renacimiento) refleja el abismo que media entre la ciudad de época industrial y cualquiera de sus precedentesJ3).

3. LA INEXTRICABLE IMPLICACIÓN ENTRE TEORÍA Y PRÁCTICA

Pero si la decisión de soluciones a adoptar exige el conocimiento más exhaustivo y profundo de los factores a considerar, es claro que el proble-

(2) L. Mumford, op. cit., p. 9. (3) M.I. Finley, «The Ancient City: From Fuste1 de Coulanges to Max Weber and Beyond*,

Comparative Studies in Society and History. An International Quarterly, 19, 1977, p. 308, donde recuerda en nota y cita a M. Castells, eStructures sociales et processus d'urbanisation: analyse comparative intersociétale,,, Annales (E.S.C.) XXV, 1970, 1155-1199, p. 1157: <<La discusión de la problemática de la cultura urbana de hecho tiene que ver con el sistema cultural característico de la sociedad industrial, y, en la mayoría de sus rasgos distintivos, de la sociedad industrial capitalista».

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ma práctico lleva implicado el problema filosófico. Tiene razón Mumfon ' cuando formula: c o n una conciencia más aguda de nuestro pasado y con una visión más nítida de decisiones tomadas largo tiempo atrás, y que a menudo nos rigen todavía, estaremos en condiciones de examinar la decisión que ahora enfrenta al hombre y que, de uno u otro modo, en última instancia lo transformará, a saber, la de si se consagrará al desarrollo de su propia humanidad más profunda o bien si se rendirá a las ya casi automáticas fuerzas que él mismo ha puesto en movimiento, ~ediendo el lugar a su otro yo deshumanizado: el «hombre posthistórico». Esta segunda opción llevaría aparejada una paulatina pérdida de senti- mientos, de emoción, de audacia creadora y, por último, de concienciaJ4).

Pero no sólo a nivel de antropología filosófica la práctica urbanística lleva implicada la elección del «tipo» de ciudad que se quiere elegir (y los diferentes tipos están bien a la vista con sólo recorrer someramente las aglomeraciones urbanas de Europa), desde las ciudades antiguas reno- vadas de España, hasta las ciudades nuevas yuxtapuestas a las antiguas de Francia; desde los caos de mezcla de construcciones en unos sitios hasta el respeto meticuloso a la forma antigua de otros lugares. La opción por uno u otro .tipo» lleva aparejada una discusión que en algún momento debe haber sido c~nsciente'~).

Y todavía a un tercer nivel es imprescindible la reflexión: la ciudad actual se asienta en una geografía cuya historia la ha dejado marcada en mucha mayor medida de lo que normalmente suele s~ponerse'~). Por una parte las ciudades actuales muy frecuentemente se asientan sobre restos antiguos y suele ser de gran interés conservarlos como resto del patrimo- nio histórico artí~tico'~) y por otra parte en la opción por la estructuración

(4) L. Mumford, op. cit. p. 10. Y aquí vale la pena recordar toda la discusión sobre la así llamada .postmodernidad».

(5) M.I. Finley, art. cit., p. 308, recuerda y recoge una serie de puntos de vista que demues- tran que la discusión sobre los tipos de ciudades es algo inevitable en este campo.

(6) El caso de la ya pasada disputa entre C1. Sánchez Albornoz y A. Castro sobre el ser de España, que quedó superada en el momento en que la arqueología comenzó a mostrar por todas partes los restos y la herencia romana en la configuración de Hispania. La anécdota es tanto más interesante cuanto que ya desde el siglo XIX se sabía que el caso de Hispania, como veremos y recordaremos en el presente estudio, era una espléndida muestra de la intensidad y profundidad de la romanización. Bien es verdad que estos trabajos de la pasada centuria seguían siendo campo iniciático para unos pocos entendidos que además tenían que conocer la lengua alemana.

(7) Los problemas de este tipo fueron estudiados en diversos coloquios científicos p. e.: Sympo- sium de ciudades augusteas, Zaragoza 1976 (2 vols.); M. Grassnick, «Das Problem einer moglichen Erweiterung historischer Stad-System», Die alte Stadt 12, 1985, 105-129; Les Enceintes Augusteén- nes dans l'occident romain (Frunce, Ztalie, Espagne, Afrique du Nord), Actas del Coloquio de Nimes, (octubre 19851, Nimes 1987, etc.

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del territorio la experiencia pasada puede ser luminosa. No es casuali- dad que precisamente ahora cuando la civilización urbana domina el horizonte sea precisamente cuando se ha descubierto y valorado la cultu- ra clásica y el urbanismo antiguo@).

4. RELEVANCIA DEL URBANISMO ANTIGUO DE ÉPOCA CLÁSICA

Suele ponerse el origen del urbanismo en la época ne~lít ica(~) y nada tenemos que objetar al respecto; pero hablar de urbanismo es emplear un lenguaje análogo que para que sea inteligible necesita precisar el contenido de los conceptos en cada caso.

Fue, en efecto, en un momento determinado cuando el poblamiento comienza a concentrarse en algunas partes del mundo habitado, ya sea Centroamérica(l0), ya las tiernas del norte de la India(ll) y China(12), o el creciente fértil(13). Y ello en unas dimensiones que producen admiración en el espectador que visita Ur de Caldea o Babilonia. El estudio de las formas de vida en aquellas primeras ciudades es un problema que no vamos a abordar aquP4).

Hay que subrayar, empero, que parece innegable que el urbanismo entra en un nuevo estadio con el origen de la polis griega, justamente cuando y porque la ciudad se convierte en algo muy distinto de lo que

(8) El problema del urbanismo antiguo nunca se apartó del horizonte de las reflexiones jurídicas. Los estudios sobre la pervivencia de la ciudad romana en los mundos lombardo, franco, o visigodo son conocidos desde antiguo (Cfr. W. Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserrei- che, Leipzig 1900,111-XII). Fueron los descubrimientos epigráficos los que dieron fuerte impulso al tema, como diremos; pero ha sido la problemática urbanística moderna, o, más exactamente dicho, contemporánea, la que ha permitido captar con otra sensibilidad el problema de la cultura romana o griega. La misma arqueología ha recibido un impulso especial desde la nueva perspectiva y los problemas planteados hoy por hoy a los yacimientos arqueológicos son muy diversos a los de antaño en función precisamente de la arqueología espacial.

(9) V. Gordon Childe, Social Euolution, New York 1951. (10) P. J. Ucko et allii (ed.), Man, Settlement and Urbanism, Londres 1972; R. Mac Adams, The

Euolution of Human Society, Chicago 1966. (11) Stadte am Zndus, catálogo de la exposición organizada en Münster en el verano de 1987. (12) P. Whestley, The Pivot of the Four Quarters: A Preliminary Inquiry into the Origin and

Character of the Ancient Chinesiche City, Chicago and Edinburgh 1971. (13) V. Gordon Childe, The Bronze Age, New York 1930. (14) Es claro que una cosa es la descripción de la arquitectura de aquellas ciudades, a la que

nos aproximan los planos trazados por los excavadores, y la descripción de la vida cotidiana que también puede deducirse de los planos y de los utillajes recuperados en las investigaciones arqueo- lógicas; y otra muy distinta son las categorías mentales con las que enjuiciar aquella realidad, sean éstas de tipo legal, jurídico o antropológico. L. Mumford se sitúa en perspectiva antropológica, pero su juego de conceptos es no sólo discutible, sino, a nuestro entender, es confuso y no puede aceptarse.

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hasta entonces había sido(15). Hasta entonces las ciudades habían sido fundamentalmente sólo la potenciación de recursos económicos y huma- nos, siempre integrados en manos de un poder superior, concebido sa- cralmente. En aquellas antiguas ciudades no se habla de derechos, ni de ciudadanos, aunque hubo pueblos dominadores y pueblos esclavizados. Y es en tal dato en el que hay que descubrir la diferencia entre la nueva ciudad griega y la más antigua ciudad oriental.

Desde el punto de vista estrictamente económico no parece que pueda trazarse bien y nítidamente la diferencia entre el urbanismo del oriente antiguo y el del mundo grecomomano o el del mundo medieval(16); pero un horizonte muy diverso se nos abre si planteamos el problema desde el punto de vista de la historia de la evolución de las formas de vida: las ciudades del Antiguo Oriente no parecen haber tenido constituciones, ni los imperios antiguos parecen haber desarrollado el concepto de ciudada- nía; por el contrario cada ciudad-estado griega y cada ciudad de derecho latino o peregrina tenía en primer lugar ante su visión cósmica una constelación jurídica. Y en este sentido el mundo grecomomano sí ha sido bien estudiado(17). La ciudad del mundo clásico fue fundamentalmente

(15) M. 1. Finley ha escrito (op. cit. p. 309): «Pido que se me permita asumir que la ciudad antigua es una categoría distinta y distinguible. ¿Qué criterios han establecido los historiadores o sociólogos con los que diferenciar las ciudades antiguas de las de otras eras o sociedades y para diferenciar entre los diversos tipos de ciudad antigua? En términos puramente cuantitativos la respuesta es penosa: muy pocas cosas dignas de consideración. La mayor parte de los historiadores de la Antigüedad parecen no haberse planteado a sí mismos esa cuestión; unos pocos, en una famosa controversia que comenzó en las últimas décadas del siglo pasado y se continuó en los comienzos del presente siglo, argumentaron que las diferencias entre la ciudad antigua y la moderna eran mera- mente cuantitativas: allí menos población, menos comercio, menos manufactura. La auctoritas de Eduard Meyer, Julius Beloch y más recientemente M. Rostovtzeff hicieron acallar la oposición, al menos entre los historiadores de la Antigüedad». Y creemos que tiene razón si uno se sitúa en ámbito o perspectiva meramente económica. Algo muy distinto, empero, habna que afirmar desde el punto de vista en que nos situamos.

(16) La consideración de la ciudad desde una perspectiva meramente económica y los intentos de clasificación en base a criterios meramente económicos de productividad no permiten contemplar esta radical diferencia. El artículo ya citado de M.I. Finley es buena prueba de ello y merecería una crítica aguda precisamente por los horizontes estrechos en que se mueve. Seguramente que se puede decir de él mucho más de lo que él dice de La ciudad antigua de Fuste1 de Coulanges.

(17) Es espléndido, p. e., el trabajo de F. de Visscher, &'Expansion de la cité romaine et la diffussion du Droit Romainn, Museum Helueticum 14, 1957, 164-174, con la bibliografía que cita y la que supone. Sobre la administración de la ciudad antigua hay una bibliografía casi inabarcable. Desde la obra ya citada de Liebenam, Stadteuerwaltung im romischen Kaiserreiche, Leipzig 1900 que recoge todo lo existente hasta final del siglo pasado -no podemos olvidar que fue Liebenam el encargado de los Forschungsberichte sobre las romische Stadtaltertümer en la revista JAW al menos desde 1889 a 1907-, pasando por la recogida por L. Homo, Rome impériale et l'urbanisme dans Z'Antiquité, Paris 1951, hasta la recogida por Sherwin-White en la segunda edición de su Roman Citizenship, Oxford 1979, la recogida por J.M. Abascal y U. Espinosa en su libro La ciudad hispano-

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«ámbito de vida cultural*. Así lo vieron los contemporáneos y así lo ha visto la investigación(lg).

En semejante perspectiva no sólo no hay contradicción entre la ciudad estado griega y la ciudad helenística o romana sino que más bien hay que ver en todo el conjunto una línea de estricta continuidad. Más aún: de continuidad basada en la secuencia causal. Fue la ciudad-estado la que inventó esa forma de vivir y luego tal forma de concebir la vida política siguió viva en los imperios sucesivos precisamente porque ya existía en el mundo que los vio nacer(lg). Nos atreveríamos incluso a decir que es precisamente a partir de tal modo de ser de la ciudad como toda la tierra se transforma en función de la existencia de las ciudades. Hasta aquí las ciudades eran una consecuencia de la geografía productiva o estratégica. A partir del nuevo ser jurídico de las ciudades, es la geografía política la que es consecuencia de la existencia de las ciudades(20).

romana: privilegio y poder, Logroño 1989, o la que iremos viendo en este libro. Toda esa bibliografía tiene un punto de referencia obligado que es el concepto de civitas. Cfr. Kornemann, «Civitas», RE Supplementband 1, col. 300-317.

(18) Pausanias 10.4.1 rechaza la pretensión de una pequeña agrupación de casas en Grecia Central de ser una ciudad, arguyendo que <<no hay allí edificios de gobierno, no hay teatro, no hay ágora, no hay acueductos que lleven agua a las fuentes y... «el pueblo vive en agujeros como cuevas de la montaña al borde de un precipicio ... D.

Ya Aristóteles en su Politeia (1330-1334 y SS.) dice que una ciudad incluye cuatro condiciones: Riqueza, defensa, aptitud para l a actividad política y belleza.

(19) Es difícil pensar que un imperio respetaría a las ciudades y las convertiría en instrumento de aculturación si la categoría de ciudad no le preexistía con perfecta definición. Desde Alejandro Magno los monarcas helenísticos iban fundando ciudades por doquiera que pasaban y tales ciudades se regían por determinadas leyes y normas, al modo como había sido el uso en las ciudades-estado griegas, que eran el modelo por el que los fundadores se regían. Precisamente por esto M.I. Finley no se ha colocado en la debida perspectiva al criticar a Fuste1 de Coulanges en La ciudad antigua.

(20) La cosa es muy clara a partir de la Edad Media, que hereda el concepto de ciudad antigua, rediviva en las villas medievales y modernas. La desaparición de una villa es una catástrofe jurídica. La creación de una villa, la concesión del título de villa a un poblamiento ya existente es un parto de los montes. Una villa que ya existe difícilmente dejará de existir. Son muchos los privilegios y ayudas de subsistencia que se han ido adquiriendo en la autoafirmación jurídica.

Pero incluso en la Edad Antigua, las ciudades que ya existían como tales, a pesar del costo que suponía el mantenimiento, eran instrumento esencial de la organización romana. M.I. Finley, art. cit. p. 325: «Para entender el lugar de la ciudad como una institución «pivotal» en el mundo grecorromano y en su desarrollo hay que partir de dos hechos. Primero, el mundo grecorromano estuvo más urbanizado que cualquier otra sociedad antes de la era actual. Segundo, la ciudad- estado, la unidad estrechamente formada entre ciudad y campo, siguió siendo el módulo básico después de que el componente estatal de la ciudad-estado hubiera perdido su estricto sentido originario,,. Una exposición sencilla pero sumamente clara de toda la problemática puede verse en P. GRIMAL, Las ciudades romanas, Barcelona 1991.

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5. EL INTERÉS ACTUAL POR EL URBANISMO DE ÉPOCA CLÁSICA

Hemos recogido la afirmación de que el mundo grecorromano estuvo más urbanizado que cualquier otra sociedad anterior a la Edad Contem- poránea. Y acabamos de decir que no sólo en cantidad sino también en tipología, el urbanismo clásico fue lo más parecido históricamente al modo de vida actual de las ciudades. Son estas las razones de base que fundamentan el interés del mundo actual por el mundo antiguo. Pero además precisamente en razón de tal semejanza de formas de vida, el mundo actual tiene capacidad para captar y penetrar aspectos de aquella cultura que habían sido imposibles de alcanzar desde otra perspectiva.

En efecto, siempre el mundo clásico había sido considerado como modélico por las generaciones subsiguientes; pero, como muy bien se ha hecho notar, ha sido bastante después del descubrimiento de la Historia como ciencia crítica cuando se ha valorado el mundo antiguo como mun- do y civilización de ciudades. Fue la arqueología la que, a finales del siglo XTX y comienzos del XX, comenzó a conseguir una información que debidamente contemplada desde una civilización eminentemente urbana pudo ofrecer la base a la interpretación urbanística y global de la civili- zación antigua. El descubrimiento de «leyes municipales», precisamente hispanas brillantemente comentadas por M~mmsen(~l), puso de relieve el tema de la administración de las ciudades. Grandes excavaciones y mag- níficas colecciones epigráficas permitieron su estudio en extensión y en profundidad. A fines del siglo XTX se pudo escribir: «Ahora cuando todo yace en ruinas y en desiertos abandonados, es cuando la imagen del conjunto opera quizá de manera más poderosa que antaño cuando, en esos mismos lugares, hombres profusamente ataviados ofrecían sacrifi- cios a los manes de sus muertos*; o como escribía Burckhardt: «Comen- zando desde la soberbia Petra, en Arabia, y pasando por Gerasa, la ciudad de las columnas al oriente del Jordán -lugares ambos cuyos nombres apenas si puede decirse que fueran conocidos a los escritores de época imperial, a no ser que hubieran sido descubiertos con todo su

(21) Th. Mommsen, aLex coloniae Iuliae Genetivae Urbanorum sive Ursonensis*, publicada primero en Ephemeris Epigraphica 11, 108-151 y recogida en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin 1905, 194-239; Id., «Legis coloniae Genetivae c.W-LXXXII*, publicado por primera vez en Ephemeris Epigraphica 111, 91-112 y recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin 1905, 240-264; Id., «Die Stadtrechte der Latinischen Gemeinden Salpensa und Malaca in der Provinz Baetica», publicada primero en Abhand1.d. Sachs. Ges. d . Wissensch. 111, 1855, 361-507, y recogido luego en Iuristische Schriften, Erster Band, Berlin 1905, 265-382.

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esplendor por los nuevos Fue en este ambiente en el que Boeck pudo escribir su espléndida Haushaltung Athen.~'~~) y en el que Fustel de Coulanges compuso su La ciudad antigua(24).

Más aún: se ha llegado a comprender que la visión urbanística de la civilización antigua en su sentido más amplio es esencial para la com- prensión lisa y llana del mundo antiguo. Los testimonios abundan. Des- de Mommsen que afirmaba que «el desarrollo del municipio dentro del estado o de la ciudad hasta llegar al estado es la esencia de la historia de Roma*, pasando por frases recogidas incidentalmente por no especialis- tas, como Handling cuando afirmaba que «el mundo antiguo ha sido un mundo de ciudades»(25), hasta llegar a Finley, en cuya opinión la ciudad es una institución pivote del mundo grecorr~mano(~~).

Y de una manera más general el estudio de la vida de la ciudad sitúa al estudio de la Historia Antigua en su justa dimensión: «Si al estudiar la historia del Imperio Romano desde una perspectiva de Historia Universal no queremos contentarnos con reflexiones taciteas, es preciso atender al despliegue de la esencia de las ciudades, a la situación social de la burgue- sía en el Imperio para proponerse en serio el intento de escribir una historia de los súbditos y no contentarnos con tratar del destino de la capital Roma, de las peculiaridades laudables o aborrecibles de los emperadores; y no hay que poner en primer término los impulsos en los círculos más nobles o más bajos de la población de las principales ciudades o capitales del

(22) Citado por W. Liebenam, op. cit., introducción. (23) A. Boeckh, Die Staatshaushaltung der Athener, 1817, 3" ed. Berlin 1886. (24) Fustel de Coulanges, La cité antique, 1864. (25)- The Historian and the City, dntrodution», Cambridge Mass., University Press, 1963. (26) M.I. Finley, art. cit., p. 325. Los testimonios se podrían multiplicar e incluso se podría

componer un tratado monográñco con ellos y escribir un magm'fico capítulo de historia de la investiga- ción. Esto nos lo dice G. Walser en la introducción a la obra de L. Teutsch, Das Stadtewessen in Nordafiika in der Zeit von G. Gracchus bis zum Tode des Kaisers Augustus, Berlin 1962: «Según un juicio muchas veces repetido, la creación, trascendental desde una perspectiva de historia universal, llevada a cabo por los romanos consistió en la urbanización de amplias zonas de Europa y de las tierras del Mar Mediterráneo. En todos los lugares en los que en tierras bárbaras se ha desarrollado la cultura, la forma de vida urbana ha participado en ello. Partiendo de los centros ciudadanos de las colonias y de los otros asentarnientos romanos, se expandieron primeramente la civilización material y luego elementos espirituales de una civilización más elevada. Aportar un luminoso ejemplo de esta creación de la romanización es el propósito del escrito que tenemos entre manos..

Lo mismo nos dejó escrito Mornigliano: «Si hay algún modo de aproximación de los valores esenciales de la historia romana es el estudio de la ciudadanía romana. El sistema de los derechos civiles muestra la distancia entre Roma y los imperios orientales, las monarquías helenísticas y las ciudades-estados griegas e indica los puntos de contado entre los caminos de Roma y los de la Iglesia: la ciudadanía de Pablo sigue siendo un hito. (JRS 31, 1941, 158).

(27) W. Liebenam, op. cit., introducción.

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Y recordemos para terminar este apartado que también desde esta perspectiva el mundo antiguo sigue siendo arquetípico para la inteligen- cia de nuestro yo actual. Dice Rodbertus: «Si se considera la Historia del Imperio Romano en sus variaciones sociales, se perdona la desconfianza que desde la escuela hemos sentido ante la idea de unirnos y aceptar su significación política. En efecto más que otras épocas de la historia del mundo, ésa se levanta a la reflexión consoladora de que si bien los Estados pasan, el trozo de género humano que incorporan e individuali- zan hay que concebirlo en continuo progresod2*'.

6. LA COMPLEJIDAD DEL URBANISMO

La exposición del urbanismo, si ya lo situamos como base de compren- sión histórica, es de gran complejidad incluso si nos limitamos a la exposición del urbanismo de la Antigüedad Clásica.

Se impone una primera consideración: se trata de saber cómo eran materialmente las ciudades, cómo eran sus cuadros gobernantes y sus servicios públicos, sus monumentos, sus obras públicas, sus calles, sus jardines, sus casas, sus ínsulas, cuáles eran las normas que regían su desarrollo urbano(29).

Otra perspectiva es la económico-administrativa: ¿Cómo funcionaba la ciudad? ¿Cómo conseguía los medios de subsistencia? ¿En qué gastaba sus presupuestos? ¿Cómo funcionaban sus órganos de gobierno?

La antropología tiene mucho campo en la vida de la ciudad: ¿A qué problemas humanos respondía el origen de una ciudad? ¿Cómo fueron surgiendo las estructuras sociales de la vida urbana: la nobleza, los plebeyos etc.? ¿Cuál fue la función de cada estamento en la marcha y esplendor de la ciudad?

La estructura jurídica del conjunto es un tema por sí mismo: ¿Qué tipos de ciudades había? ¿Cómo clasificarlas? ¿Qué diferencias había entre ellas?

Y no hay que perder de vista las perspectivas históricas. No se puede hablar de la ciudad de igual manera en una época que en otra: ¿Cuál es la diferencia entre la vida de la ciudad y sus estructuras entre la época

(28) Rodbertus, Hildebrands Jahrbuch 1865, p. 341. (29) Estamos acostumbrados a crear una imagen unitaria a partir de la experiencia de Pompe-

ya, Herculano o de alguna ciudad especialmente bien conservada y bien y completamente excavada, pero olvidamos que tales casos pueden no servir de norma, sobre todo cuando no estamos en suelo absoluta y exclusivamente romano o latino, sino provincial con mezcla de indigenismo no bien determinada y en situación jurídica no fácilmente definible.

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de la República Romana y la del Principado? ¿O entre el Principado y el Bajo Imperio? ¿Hasta cuándo duran las estructuras urbanas romanas? Finalmente, aunque quizá con importancia primordial, hay que atender a los problemas metodológicos: ¿Cómo categorizar el estudio de las ciuda- des de la Antigüedad? ¿Qué puede enseñarnos ese estudio? Es curioso ir leyendo obras sobre el tema. Precisamente por su opción de enfoque diferente da la impresión de que unos trabajos y otros tratan de distinto campo de la investigación. Algo de ello hemos ido apuntando en el curso de estas páginas.

7. LA HISTORIA DE LA INVESTIGACI~N

Si olvidamos los trabajos de Arnbrosio de Morales sobre las ciudades de España y algunos otros estudios de los siglos de la Edad Moderna(30) que están escritos en una perspectiva demasiado remota para nuestro interés actual; y por razones similares prescindimos de los trabajos de Herculano y contemporáneos(31) sobre problemas histórico-jurídicos en torno al origen del régimen municipal medieval, los modernos plantea- mientos acerca del urbanismo antiguo comienzan con la empresa epigrá- fica de E. Hübner(32), acompañado por Mommsen, como ya hemos indica- do más arriba.

(30) A. de Morales, cordobés (1513-1591), Las antigüedades de las ciudades de España que van nombradas en la coronica, con la averiguación de sus sitios y nombres antiguos, Alcalá 1575; Id., Relaciones del viaje que Ambrosio de Morales chronista de su Mjestad hizo por su mandato el año de MDWCYII en Galicia y Asturias, publicadas por E. Flórez, Madrid 1792.

(31) Herculano, Historia de Portugal, 3. ed. 1853. Sobre su influencia en la historiografía posterior véase C1. Sánchez-Albornoz, Ruina y extinción del municipio romano en España e institu- ciones que le reemplazaron, cap. 1, «Estado actual del municipio hispanogodo», en Estudios visigodos, Roma 1971, pp. 11-15.

(32) La personalidad y la obra de E. Hübner ha de ser todavía ponderada en el influjo que ejerció en la reconstrucción de toda la historia antigua de Hispania. No solamente llevó a feliz término la recogida y publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE, C.I.L. 11, reali- zada en Berlin en 1869 (fascículos 1, 2 y 3) y del INSCRIPTIONVM HISPANIAE LATINARUM SVPLEMENTVM, Berlin 1892; y la publicación de las INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIA- NAE, BERLIN 1871, así como la de su correspondiente INSCRIPTIONVM HISPANIAE CHRISTIA- NARVM SVPLEMENTVM, Berlin 1890, sino que fue el autor de la mayor parte de los epígrafes de la Real Encyclopadie que se referían a la Hispania republicana y altoimperial a lo largo de la primera serie de volúmenes, así como de otros importantes trabajos como p. e. «Tarraco und seine Denkmaler~, Hermes 1, 1866, 77-127; cDie Balearen», Deutsche Rundschau XIV,1888, Heft 6, 362- 377; varios trabajos sobre Citanía (Cfr. Hermes XV, 1880,49-91 y 597-604; Archaeologische Zeitung XiX,1861,185 SS.); «Romische Bergwerksvenvaltung», Deutsche Rundschau 111, 1877, Heft 11, 196- 213; «Die Heilquelle von Umeri,>, Archaeologische Zeitung, N.F., VI,1874,115 SS., con lámina 11; Todos ellos trabajos que más tarde recoge en su obra Romische Herrschaft in Europa, Berlin 1890.

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Fue el mismo Mommsen quien en su Staa t~recht '~~) sentó la base .dogmática» de los conceptos fundamentales: «La ciudadanía fue para los romanos primeramente el populus y más tarde la ciuitam. Cuando los patricios, tras largas luchas, abrieron su comunidad de derechos a los plebeyos, se constituyó definitivamente el populus romanus. Para recom- pensar a sus aliados o castigar a los rebeldes, éste distribuirá o recortará en todo o en parte sus derechos y así mientras que los latinos, sus vecinos más inmediatos, tendrán el privilegio de ser ciues romani con derechos restringidos, los eques de Anagni no tendrán del ciudadano romano más que los derechos privados. Los ciues romani de un munici- pium tendrán al lado de su ciudadanía romana algunos derechos que obtendrán de la comunidad local a la que pertenecen administrativa- mente. En una ciudad peregrina tendrán el Doppelbürgerrecht, el dere- cho romano y el derecho peregrino.

La reconstrucción de Mommsen se impuso hasta la obra de Sherwin- White que es la primera historia de la Roman Citizenship (Oxford 1936). El esquema mommseniano se convirtió en un mito. La ciudadanía roma- na no constituyó un todo acabado, una patristisch-plebejische Gemeinde desde el comienzo de la república. Tiene un contenido variable según las épocas y las circunstancias. Esto se ve en la ciuitas sine sufiagio que implica el mantenimiento de instituciones de derecho privado en el cua- dro de la ciudadanía romana, el municipium, que en varias épocas desde Cicerón a los Antoninos permite a los ciudadanos durante largo tiempo conservar el uso y el control de sus leyes hasta la Constitución Antoni- niana. La obra de Mommsen ha sido un punto de referencia esencial, pero quedaban sin embargo numerosos puntos por precisar sobre todo en lo que toca a la prehistoria de la institución en tanto que la filología lo permitiera.

La investigación más reciente, a partir de la obra señera citada de Sherwin-White, ha avanzado en el descubrimiento y precisión del carác- ter dinámico de los conceptos jurídico-políticos romanos: Así los Quirites no han venido de Gures, en la Sabina, sino que estaban en Roma desde el principio y eran los Ko-uiri, los hombres que se reunían para los trabajos de la paz y de la guerra en un Ko-uiría, una de las curias, que serían una de las subdivisiones de las tribus de la época clásica. La palabra es indoeuropea y es común a romanos, latinos y otros.

El concepto de ciuis se define primariamente en el interior de la familia y luego tendrá las prerrogativas y el papel de un miembro de la

(33) Th. Mommsen, Staatsrecht, Berlin 1871.

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ciudad. Es en la primera mitad del siglo V cuando conviene situar el comienzo de su larga carrera. Notemos que la legislación de las XII Tablas no nos aparece como un documento de origen divino sino como fruto de la experiencia política c~ntemporánea'~~).

Globalmente la ciudadanía romana tiene un carácter personal que sólo el derecho define. Según las XII Tablas un ciudadano romano que no ha pagado sus deudas puede ser vendido como esclavo trans Tiberim en país etrusco perdiendo a la vez su libertad y su ciudadanía. No lo perderá si es enviado a un aliado latino donde el ius migrandi y el commercium entre Estados le protegen. No es el territorio el que fija el estatuto del civis romanus sino el derecho. Largo tiempo se ha pensado que las tribus eran originariamente el territorio que poseían las gentes antes de entrar en la ciudadanía romana. P. F r a ~ a r o ' ~ ~ ) y L. Ross Tay10r'~~) han mostrado que las tribus fueron organizadas para los ciudadanos y no así el territo- rio ya que la tierra había sido asignada a las personas y no a las tribus.

Notemos que Festo define un municipium no como una ciudad con casas, recinto amurallado y territorio, sino como un genus horninum. Es que desde el siglo V, lo mismo que en tiempos de Ciceron, la civitas romana es una societas iuris que un civis romanus posee y que lleva consigo fuera de la colectividad en la que está censado. En tiempo de Tiberio, Velleyo Paterculo sabe muy bien que por la comunidad de dere- cho se ha extendido la romanidad (auctum communione iuris nomen Romanum I,14). Como para justificar esta afirmación y también sin duda para mostrar que esta expansión no conoce límites en el tiempo o en el espacio, da la lista de coloniae C.R. desde la toma de Roma por los galos hasta el reinado de No hay que extrañarse que Festo, en el siglo siguiente, haya establecido su cuadro de municipia sobre la distinción de los estatutos reconocidos a los individuos y a las colectividades.

Todos estos hechos que pueden considerarse como establecidos tienen grandes consecuencias. Los romanos fueron eligiendo a los que querían integrar en su ciudadanía separando las élites dirigentes de sus aliados ya sea que presentaran su ciudadanía como una recompensa por los servicios

(34) A. Momigliano, en la discusión de la lección de F. Wieacker, «Die XII Tafeln in ihrem Jahrhunderb, Fondation Hardt, Entretien XIII, 1966, 357.

(35) P. Fraccaro, Opusc. 11, 1955. (36) L. Ross Taylor, The voting districts of the Roman Republic, Roma 1960, 10. (37) El carácter personal de la ciudadanía romana se afirmará en la atribución a los individuos

del ius italicum que durante mucho tiempo se reservó a las ciudades como conjunto (J. Triantaphy- llopoulos, Zura 14, 1960, 10). Se la encuentra también entre los latinos (H. Braunert, «Ius Latii*, Corolla Swoboda, 1966, 75 SS.). Todo ello citado por Seston, en p. [61 nota 8.

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prestados, ya que la hayan impuesto para suprimir veleidades de indepen- dencia entre los que ellos habían vencido. Toda la investigación de la ciuitas sine sufiagio muestra tales conclusiones y el descubrimiento de una tabula hospitalitatis en Herrera del Pisuerga así lo atestigua(38).

Estas adaptaciones de la ciudadanía romana a las circunstancias políti- c a ~ ( ~ ~ ) no tienen para nuestro propósito otro interés que conñmarnos en el carácter móvil y en el contenido relativo de esta institución. Y ocurrirá igual cuando Italia entera reciba la ciudadanía romana por las leyes Iulia (año 90) y Plautia-Papiria (año 89). La tercera definición que Festo da del munici- pi~rn(~O) da cuenta de esta situación nueva. Tal situación planteó a los contemporáneos de Cicerón problemas nuevos. Uno de ellos fiie el de la inscripción de los nuevos ciudadanos(41) en las tribus. Otro el de la doble ciudadanía(42) que sin duda subsistió incluso después de Cara~alla'~~).

(38) Publicado por A. García y Belllido, en B.R.A.H., 159, 1966, 166 SS., el documento de Herrera de Pisuerga, datado en el año 14 d.C., es el primer texto en el que se define en la antigüedad grecorromana lo que nosotros denominaríamos %ciudadanía honorífica*, que consiste en el derecho de ejercer en el territorio de la ciudad que la concede, los mismos derechos que tienen sus ciudada- nos. No implica una mutatio civitatis inmediata, ni dobla ninguna otra ciudadanía; puede sustituirla, es algo potencial. Y puede ser acumulada con u n número indefinido de otras ciudadanías honorarias.

(39) Roma no creó ciuitates sine suffragio tras del comienzo del siglo 111. A partir de ese momento desarrolló no ya la federación de ciudades, sino el sistema municipal. Los municipios gozan de autonomía interna tanto si han surgido de civitates sine sufiagio como si provienen de civitates foederatae.

(40) Festo 155L: ... cum id genus hominum definitur qui ad civitatem Romanam ita venerunt uti municipia essent sua cuiusque civitatis et coloniae ut Tiburtes, Praenestini, Pisani, Urbinates, Nolani, Bononienses, Placentini, Nepesini, Sutrini, Lucrenses. Todas estas ciudades habían sido antes civitates sine sufiagio o bien civitates foederatae y ahora son lisa y llanamente municipios.

(41) Y e n concomitancia con ese problema, el de la autonomía de los socii qui fundi functi sunt es decir de los municipia fundana. H. Braunert ha mostrado que en el fondo era eso lo que Cicerón discutía en el Pro Bulbo, fijando u n dominio reservado a la maiestas Populi Romani ( H . Braunert, ~Verfassungsnorm und Verfgassungswirklichkeit i m spatrepublikanischen Rom», Der altsprachlis- che Unterricht 9, 1966, 53 ss.

(42) La discusión del tema puede verse en F. de Visscher, *La dualité des droits de cité et la mutatio civitatis», Bulletin de la classe des Lettres de I'Académie Royale de Belgique, (Bruxelles) XL, 1954,49-67; Id., Actas del Congreso sobre Madvig celebrado en Copenhague, 1954; Id., «L'expansion du droit de cité romaine et la diffusion du doit romain», Bulletin de la Classe de Lettres de I'Academie Royale de Belgique, XLI, 1955, 29-46; Id., «La constitution antonine (212 ap. J.C.) et la persistence des droits locauxr, Cahiers d'Histoire Mondiale, Paris, 11, 1954-55, 788-811; Id., "La dualité des droits de cité et la mutatio civitatis», Studi in onore di P. De Francisci, Milano 1956, I,37-62; E. Schonbauer, ~Personalitatsprinzip und Privatrechtsordnung i m Romerrreiche~, Anzeiger der Oesterreichischen Akademie der Wissenschaften in Wien, Phi1os.-Hist. Klasse 97, 1960,182-210; D. Norr, ~Origo. Studien zur Orts-, Stadt- und Reichtszugehorigkeit i n der Antikea, Revue d'Histoire de Droit. Tijdschrift voor Rechtsgeschie&nis, Groningen, XXXI, 1963,525-600, especialmente pp. 556 SS.

(43) La cosa parece demostrada tras la publicación de una inscripción de Aphrodisias (K. T. Ewim - J. Reynolds, JRS 59, 1969, 56-58) que demuestra que los derechos locales seguían vivos y presentes si bien dentro de la ciudadanía romana.

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Con toda esta problemática recogida por Sherwin-White en su obra ya citada y en las revisiones del tema que ha continuado haciendo con mano maestra(44), así como otros investigado re^'^^), junto con la nueva documen- tación que los hallazgos epigráficos van aportando al tema ha ocasionado un verdadero aluvión de estudios que están cambiando notablemente el panorama que hasta hace muy poco tiempo se tenía sobre el urbanismo romano así como la valoración de esa misma cultura. Se puede afirmar que el tema se ha puesto de moda. Por limitamos al ambiente y tema hispano y a los últimos años, recordemos el importantísimo descubri- miento de la lex Irnitana(46); el excelente estudio de G. Alfoldy sobre las ciudades romanas de la meseta de Castilla de Nueva(47); los Estudios sobre la tabula siarensis editados por J. González y J. Arce(48); los Estu- dios sobre U r ~ o ' ~ ~ ) ; las conferencias pronunciadas en el Museo de Arte Romano de Mérida y recogidas en el libro Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania(50), la espléndida obra de puesta a punto y divulgación del tema La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder de J.M. Abascal y U. E~pinosa'~~); así como el congreso celebrado en Elche a fines de octubre de 1989(52) o el celebrado en Toledo en septiembre de 1993 y cuyas actas de enorme interés también para este tema están en prensa.

8. NUESTRO ESTUDIO SOBRE URBANISMO DE ÉPOCA CLÁSI- CA EN EL SURESTE PENINSULAR

A la hora de centrar nuestra atención en el tema del urbanismo romano en el SE peninsular, en una visión global y con pretensión de ser

(44) A.N. Sherwin-White publicó una segunda edición de su Roman Citizenship en Oxford, 1973, consideralemente aumentada y en al ANRW publicó una revisión del tema con el título de ~ T h e Roman Citizenship. A sunrey of its development into a world franchise», vol. IIJ, Berlin 1972, 23-58.

(45) W. Seston, .La citoyennete romaine», XIIIe Congres International des sciences historiques (Moscou 16-23 octobre 1970), 1973, 31-52, recogido de nuevo en Scripta varia. Mélanges d'histoire romaine, de droit, depigraphie et d'histoire du Christianisme, Ecole francaise de Rome, 1980, 3-18.

(46) J. González, eThe lex Irnitana: a New Flavian Municipal Law», JRS 76, 1986. (47) G. Alfoldy, Romisches Stadtewesen auf der neukastilischen Hochebene, Heidelberg 1987. (48) J. González y J . Arce (Ed.), Estudios sobre la Tabvla Siarensis, en Anejos de AEspA M ,

Madrid 1988. (49) J . González (Ed.), Estudios sobre Urso. Colonia Iulia Genetiva, Sevilla 1989. (50) J.M. Roldán Hervás y otros, Aspectos de la colonización y municipalización de Hispania,

Mérida 1989. (51) J.M. Abascal y U . Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1989. (52) Actas publicadas por Filippo Coarelli, Mario Torelli y J. Uroz Sáez en Dialoghi di Archeo-

logia. Tema Serie, anno 10 1992, n. 1-2, con el título Conquista romana y modos de intervención en la organización urbana y territorial, Roma 1992.

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completos siquiera sea para el territorio que ocupa la actual región de Murcia, las magníficas perspectivas que parecería ofrecer la rica bibli- grafía sobre urbanismo romano en general, sufren una drástica reduc- ción impuesta por el estado de la investigación.

El primer punto a aclarar es en qué medida se dio aquí la vida urbana o hasta qué punto la tierra vivió fundamentalmente bajo estructuras campesinas. Es la vieja cuestión filosófica del un sit? El afrontar esta cuestión nos obligará a adentrarnos en el estudio de los datos de la tierra y en el tema general de la organización administrativa de la tierra que Roma iba conquistando.

8.1. ¿Qué entendemos por «ciudad»?

Al pretender definir estructuras urbanas, conviene precisar más de cerca lo que entendemos por ciudad, lo que queremos buscar en la tierra de Murcia. Tras de lo que venimos exponiendo no creemos que debamos demorarnos mucho en ello. Queremos estudiar aquellos núcleos de pobla- ción que no sólo tuvieron una entidad suficiente(53) sino que, además, tuvieron un relevancia jurídica que los hizo centros administrativos de

(53) F. Kolb plantea el problema de qué hay que entender por ciudad, al comenzar su libro sobre Die Stadt i m Altertum, München 1984 y establece seis criterios para poder hablar de «ciudad»:

1.- Coherencia topográfica y administrativa del asentamiento 2.- Número de habitantes superior al millar 3.- Marcada división del trabajo y diferenciación social 4.- Variedad y riqueza en la arquitectura 5.- Estilo de vida urbano 6.- Función del núcleo de población como lugar central para la tierra circundante. Si se comparan estos criterios con los que en su día estableciera Gordon Childe («The Urban

Revolution», Town Planning Review 21, n l , 1950, 1-17): 1.- Gran extensión en superficie y gran densidad de población 2.- Presencia de especialistas que, a tiempo completo se dedican a la artesanía, el transporte, el

comercio o la religión 3.- Los tributos procedentes de los productores de alimentos mantienen a los especialistas 4.- Edificios públicos monumentales 5.- Grupos dirigentes de carácter religioso, civil y militar 6.- Sistemas de archivo 7.- Ciencias elaboradas como las matemáticas o la astronomía 8.- Estilos artísticos sofisticados 9.- Comercio a larga distancia 10.- Grupos organizados de artesanos se ve que Kolb acentúa el papel de centro de administra-

ción que ha de tener lo que queramos llamar «ciudad,>. Y estamos de acuerdo con él, pero además para el caso del urbanismo romano este papel administrativo viene realzado por una dignidad especial procedente del estatuto que la ciudad tiene y que la constituye en una determinada categoría. A esta determinación no queremos renunciar, por entender que sin ella el urbanismo romano no se puede explicar en toda su dimensión.

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primera magnitud en la ordenación del territorio(54) y los constituyó en auténticos valuartes de lo que en la historia de la investigación se ha entendido por cultura urbana.

Es verdad que en el estado actual de la investigación no vamos a poder precisar el status de cada asentamiento atestiguado por la arqueo- logía, y limitarnos a considerar los yacimientos de los que con seguridad sabemos que fueron colonias o municipios romanos sería situarnos fuera de la marcha de la investigación que avanza hacia una visión más global de la realidad en función de nuevos hallazgos que, de hecho, se vienen produciendo y hay que esperar que sigan dándose. Por lo cual atendere- mos a todos los centros de asentamiento de época romana que o están documentados como civitates romanas o los datos arqueológicos nos permi- ten sospechar que han de tener una entidad semejante o no menor que los atestiguados. Jugar con el criterio de lo jurídico hace más discutible todo cuanto aquí digamos, pero da a la ciudad una dimensión que creemos que es esencial para la recta comprensión de lo que fue la cultura romana.

8.2. El método a emplear

Supuesta la respuesta afirmativa a la cuestión sobre el hecho, hay que determinar el cómo. Y sería hermoso poder ofrecer la imagen de las ciudades romanas del SE peninsular, pero no están excavadas en mane- ra y medida de poder diseñarla. Añadamos, que, además de las excava- ciones, hará falta que la tierra sea fecunda en la devolución de documen- tos epigráficos que permitan captar la organización del territorio. En el estado actual de la investigación se impone, pues, un método inductivo- deductivo. Tenemos que contar con lo que sabemos del tema a nivel de Imperio Romano para tratar de exponer cómo debió darse en nuestras latitudes, ayudados por los datos que hasta ahora hemos podido ir reco- giendo de la geografía y arqueología regionales. Trataremos de seguir las huellas marcadas por los estudios de otras regiones tal como los han llevado a cabo los investigadores que nos han precedido.

8.3. La tradición sobre la que trabajamos

Lo que sobre el urbanismo romano en Murcia hay escrito comienza con los escritos del Licenciado Cascales y más en concreto con los Discur-

(54) En esencia esta ha sido la principal aportación de la obra de J.M. Abascal y U. Espinosa, La ciudad hispano-romana. Privilegio y poder, Logroño 1988.

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sos a la ciudad de Murcia(55) y a la de Cartagena(56), obras que si bien tienen otros objetivos e ideales recogen puntos de referencia obligados a las viejas glorias urbanas de ambas ciudades.

El canónigo Lozano, con mentalidad mucho más cercana a las ideas de los anticuarios europeos de su época, rastreó los restos antiguos con una acribia digna de loa, de forma que sus escritos siguen teniendo valor(57).

La familia de los «anticuarios» tuvo una eximia representación en el interés por la tierra murciana con epicentro, como no podía ser menos, en Cartagena: Las obras de M~ntanaro'~~), Cere~uela(~~) y sobre todo del conde de Lumiare~(~O) fueron recogiendo materiales y llevándolos al cam- po de la conciencia científica.

Un hito importante lo constituyen los trabajos de D. Aureliano Fer- nández Guerra, siempre en íntima colaboración con sus amigos Eduardo de Hinojosa y L. de la Rada y Delgado(61) que tan benemérita labor hicieron con su incansable búsqueda de datos y fecunda elaboración de los mismos. El Sr. Fernández Guerra se ocupó insistentemente del tema del urbanismo romano en la actual tierra murciana, siempre en base a la epigrafía que con empeño buscó y ponderó. Así en 1879 escribió su De i t~n i a '~~ ) y demostró la identificación del Cabezo de la Muela o de «Roenas» con la antigua Begastri, y en 1887, estudiando la lápida de Lucio Emilio Recto aludió a las ciudades de Asso y Argos(63).

(55) Cascales, Discuros históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia y su Reino, Murcia 1621.

(56) Cascales, Discursos de la ciudad de Cartagena, Valencia 1598. (57) Lozano, Bastetania y Contestania del Reino de Murcia, 3 vols., Murcia 1980 (reimpresión

fotomecánica de la ed. de 1794). (58) N. Montanaro, Observaciones sobre las antigüedades de Cartagena, manuscrito de la BN,

X-113-8-829. (59) J.M. Rubio Paredes, Fulgencio Cerezuela. Antigüedades de Cartagena, Madrid 1978. (60) Conde de Lumiares (A. Valcárcel Pio de Saboya y Maura), Carta a D.F.V.R. sobre los

monumentos antiguos descubiertos últimamente en el Barrio de Santa Lucía en la ciudad de Carta- gena, en el reyno de Murcia, Valencia 1781; Id., Inscripciones de Cartago Noua, hoy Cartagem, en el reyno de Murcia, Madrid 1796; Id., Los monumentos antiguos de Cartagena, Cartagena 1968, col. Almarjal n. 12.

(61) A. Fernández Guerra era historiador, De la Rada y Delgado era jurista y E. de Hinojosa era jurista. Los tres colaboran en la composición del tomo 11 de la Historia de España que dirigió Cánovas del Castillo, tomo en dos volúmenes que es una excelente exposición todavía valiosa de la historia de España en los siglos de la Antigüedad Tardía. Los tres fueron académicos de la Historia y trabajaron con gran interés en la recogida de la Epigrafía hispana. A Fernández Guerra y a Eduardo Saavedra dedica Hübner las Inscri~ciones de la Esnaña Cristiana reconociendo en el prólogo que les debe mucho en la recogida de los materiales.

(62) A. Fernández Guerra, La Deitania y su cátedra episcopal Begastri, Madrid 1879. (63) A. Fernández Guerra, Las ciudades bastetanas de Asso y Argos, Madrid, Imprenta Fonta-

net 1887.

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En unión con estos investigadores, a los que dedicó su edición de las INSCRIPTIONES HISPANIAE CHRISTIANAE, E. Hübner fue pieza clave en el proceso de modernización de la metodología científica(64) hasta que dejó la antorcha en manos de A. Schulten, que con brío incansable continuó la tarea de ir puntualizando los datos de las fuentes intentando situarlos en un contexto geográfico exacto y buscándoles el sentido más congruente con la imagen histórica alcanzada en el momento(65). R. Gros- se colaboró en la misma empresa, si bien por poco tiempo(66).

Por esta misma época hubo una serie de trabajos que se ocuparon de Cartagena, incidentalmente, a partir de datos de las fuentes que eran difícilmente reducibles a una imagen coherente e idéntica consigo misma(67),

(64) cfr. supra nota 33. (65) Sobre A. Schulten hay una semblanza en la Revista de la Universidad de Barcelona del

año 1940, en la que se recogen sus publicaciones sobre España. A ella remitimos. (66) R. Grosse editó el volumen de Fontes Hispaniae Antiquae correspondiente a las fuentes de

época visigoda, que es el fascículo M , aparecido en 1947 por culpa de los avatares de la guerra mundial. Escribió varios items de la RE sobre ciudades y temas hispanos, pero dejó paso a otros investigadores y desapareció del campo de los estudios hispanos.

(67) Sobre la Geografía de Carthago Nova y los problemas que la descripción que Polibio hace de la conquista de la ciudad por Escipión existen:

H. Droysen, Rhein. Mus. XXX, 1875, 62 SS.

- H. Droysen, «Die polybianische Beschreibung der zweiten Schlacht bei Baecula*, Rhein. Mus. XXX, 1876, 281 SS.

- J.L. Strachan-Davidson, Selections from Polybius, Oxford 1888, 629-641 con u n mapa. - O. Cuntz, Polybius und sein Werk, 1902. - M. Villamarzo Cánovas, Estudios geográfico-históricos de Cartagena desde los tiempos prehis-

tóricos hasta la expulsión de los árabes, Cartagena 1905. - B.R.A.H., LII, 1909, 490 SS.

- Kahrstedt, AA 1912, 217-235. - U. Kahrstedt, Geschichte der Karthager von 218-146, Berlin 1913, que es el 111 vol. de la

Geschichte der Karthager de Otto Melzer, libro 111, «Der hannibalische Kriege», p. 509, nota 2. - W . Brewitz, Scipio Africanus Maior in Spanien, 210-206, Diss. Tübingen 1914. - Hübner, ~Carthago Nova*, RE, cols. 1621-1624. - R. Laqueur, &cipio Africanus und die Eroberung von Neukarthago», Hermes, LVI, 1921,

170-180. - F. Casal Martínez, El libro de la ciudad de Cartagena, 1923. - E. M. Fayden, Hibbert Journal, July 1923, 743 S S .

- H.H. Scullard, Scipio Africanus in the Second Punic War, Cambridge 1930, «Apendix One (Cap. III)., pp. 289-299.

- Kahrstedt, Philologische Wochenschrift 1931, n. 13, 384. - S. Witkowski, Bull.Intern.Acad.Po1. Suppl5, 1947, 1-12. - J.J. Jaúregui, «La conquista de Cartago Nova por Scipión y las mareas del Almajar», Crónica

del N Congreso Arqueológico del S E Español, 1948, 404 SS.

- J.M. Blázquez Martínez, Estudios Clásicos VII , 1962. - H. H. Scullard, «New Carthage., capítulo 11 de la obra Scipio Africanus: Soldier and Politi-

cian, Cornell University Press, Ithaca, New York 1970, pp. 39-67. - F.W. Walbank, A Historical Commentary on Polybius, vol. 11, Oxford 1967, 205-211.

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pero que tuvieron poco eco en los investigadores locales, en parte porque no llegaron a conocerse aquí.

Mención especial merece aquí la figura de D. A. Beltrán Martínez, quien no sólo se ocupó repetidamente de temas como el plano de Cartage- na(68), sino que, al estudiar la epigrafía y la numismática tuvo que tratar una y otra vez de temas relacionados con el urbanismo(69).

Incidentalmente han colaborado en estudios sobre el urbanismo de la tierra maestros venidos de todas las latitudes, cuyos trabajos tendremos muy en cuenta(70).

En conexión con la especialización de los estudios históricos y arqueo- lógicos en la Universidad de Murcia renovación de la que fueron alma y motor primero C. de Mergelina, luego G. Nieto Gallo y más tarde A. Muñoz Arnilibia se ha comenzado a tratar del tema con mayor atención y pro- f~ndidad(~l). De esta última etapa queremos recordar los nombres de A. Yelo Templado(72), el equipo de excavadores de Cartagena, al que pres- ta su colaboración la Universidad de Murcia, ahora en la persona del Dr. S. Ramallo asen si^'^^), junto con otro importante grupo de investigado- res, que desde la investigación arqueológica en distintos puntos de la región, viene aportando abundante información a integrar en la imagen

(68) A. Beltrán Martínez, «Topografía de Carthago Nova», AEspA, 1948, 191 SS.; Id., «El Plano Arqueológico de Cartagenaw, AEspA, 25, 1952,47-62.

(69) A. Beltrán Martínez, «Las inscripciones latinas honorarias de Cartagena*, RABM 55, 3, 1949; .La inscripciones funerarias de Cartagena*, AEspA 81, 1950 (Una completa bibliografía puede verse en el libro que le dedicó la Universidad de Zaragoza: Estudios en Homenaje al Dr. Antonio Beltrán Martínez, Zaragoza 1986.

(70) A. García y Bellido, acartagena en la Antigüedad*, Investigación y Progreso XIV, 1942, 293-302; J.M. Blázquez Martínez, &tadtebau und Religion in Neukarthago (Hispanien)», Romische Geschichte, Altertumskunde und Epigraphik. Festschrift für Artur Betz zur vollendung seines 80. Lebensjahres, Viena 1985, 75-105; M. Koch, .M. Agrippa und Neukarthago*, Chiron 9, 1979, 205- 214 y láminas 5-8; Id. «Neue romische Inschriften aus Karthago Mova~, Maddrider Mitteilungen 17, 1976, 285 ss. y 19, 1978, 251 SS.; Id., .Acerca de la edición nueva de la epigrafía romana de Cartagena*, XV CAN (Lugo) 1977, Zaragoza 1979, 1065 SS.; Id. en el Congreso de Epigrafía de Konstanz; Id., dsis und Serapis in Carthago Nova», MM 23, 1982, 347-352 y láminas 56 y 57; Id. d e t e s , Mercurius und das Phonikisch-punische Pantheon in Neukarthago», MM 23,1982,101-113; Id. «Die Turullii und Neukarthago,,, Navicula Tubingensis. Studia in honorem Antonii Tovar (ed. F.J. Oroz Arizcuren, A. Coseriu y C. de Simone), Tübingen 1985, pp. 233-246; Id. «Las 'grandes familias' en la epigrafía de Carthago Nova», I Congreso Peninsular de Historia Antigua (ed. G. Pereira Menaut), vol. 11, Santiago de Compostela, 1988, 403-407; J. Mangas con su trabajo sobre Juba en Cartagena, en el I Congreso sobre el Estrecho de Gibraltar celebrado en Ceuta.

(71) Con el comienzo de esta época hay que relacionar la tesis doctoral de C. Belda Navarro, El proceso de romanización de la provincia de Murcia, Murcia 1975.

(72) A. Yelo Templado, sobre Begastri, Ilorci, Ello, ver Antigüedad y Cristianismo XII, 1995. (73) S. Ramallo Asensio, Cartagena. El testimonio arqueológico. Murcia 1989, que es el primer

volumen de una serie sobre CARTHAGO NOVA que publica la Universidad de Murcia.

Page 22: URBANISMO, CIUDAD ROMANA Y TRADICIÓN …interclassica.um.es/var/plain/storage/original/application/7bf8b8c... · problemática de la cultura urbana de hecho tiene que ver con el

de las ciudades de época romana y que en sus oportunos lugares recoge- remos.

Finalmente hemos de recordar aquí el esfuerzo realizado en los últi- mos años por el área de Historia Antigua de la Universidad de Murcia, que con las excavaciones realizadas en la ciudad de BegastrP4), los estu- dios sobre la Cueva Negra en Fortuna que han puesto de manifiesto una sensibilidad cultural de la que nada se sabía y probablemente ni se podía sospechar hace muy pocos años(75), el impulso dado al estudio de los caminos romanos en la región(76), la atención prestada a los problemas económicos del mundo romano(77) y la creación de la revista Antigüedad y Cristianismo, que viene recogiendo una imagen muy bien documentada de la vida tardorromana en la zona(78), se han dado pasos muy importan- tes para que el tema del urbanismo quede situado en el puesto que debe tener y que la moderna epistemología exige para él, si bien la dinámica del avance de la investigación es fuerte y esperamos que se potencie cada día más.

(74) Begastri. Imagen y problemas de su historia, Antig.crist. 1,1984 y 2"ed, 1994, en la que se recoge la bibliografía que ya existe sobre la ciudad que fue primero municipio romano y luego sede episcopal.

(75) La Cueva Negra de Fortuna (Murcia) y sus TZTVLZ PZCTZ. Un santuario de época romana, Antig.crist. IV, 1987.

(76) A. González Blanco (Ed.),Vías romanas de SE, Murcia 1988; (A. González Blanco (coordi- nador), Los caminos de la Región de Murcia, Murcia 1989.

(77) A. González Blanco et alii, «La industria del aceite en la actual región de Murcia durante la época romana (Primera aproximación al tema)», Producción y comercio del aceite en la Antigüe- dad. Actas del ZZ Congreso Internacional sobre el Aceite, Sevilla 24-28 de febrero de 1982, Madrid, Universidad Complutense 1983 (Depósito legal 1984), pp. 601-610; *Pressoirs a huile d'époque romaine dans la Péninsule Ibériquen, en La production du vin et de l'huile en Méditerranée, Bulletin de Correspondance Hellénique. Supplement XXVI, Paris, 1993, 397-411; y dentro de este mismo campo la tesis doctoral de D. Manuel Amante Sánchez, Aspectos económicos del SE hispano: Mazarrón y su puerto, leída el 20 de junio de 1994.

(78) La revista Antigüedad y Cristianismo, que comenzó a aparecer en 1984, lleva publicados doce títulos, ha conseguido servir de instrumento para que cuantos investigadores tienen al- que decir sobre la Antigüedad Tardía murciana puedan hacerlo con audiencia y a la vez ha servido a todos estos investigadores para contar con una atalaya para contar con una mayor información y sensibilidad de cara a los problemas de este mismo período. Al cabo de estos doce números se puede decir, sin vacilación, que contamos con una imagen satisfactoria de la geografía humana de Murcia en los últimos siglos del Imperio Romano.