Usain Bolt y la genética del rayo

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Los juegos olímpicos de Londres, que esperábamos con tantas ansias desde el cierre de Beijing 2008, han pasado dejándonos cargados con sus imáge- nes, con las emociones, con la belleza estética de la práctica deportiva. Queda el dulce sabor de las remembranzas, aque- llas que nos permitirán quizás en 30 años más decir ‘yo lo vi’. Una forma tan humana ésa que nos obliga a ser testigos de todo, tan cercana al morbo de detenerse frente a un accidente de tránsito a mirar. Y en este ‘yo lo vi’ siempre desfilarán los nombres de los protago- nistas, generándose la dis- cusión de cuál fue el más rápido, quién saltó más alto, quién fue el más fuerte. Como siempre, cuestión de gustos, no habrá un consenso a quien fue el mejor de los mejo- res, aunque muy probable- mente muchos nombres se repitan. Creo no alejarme mucho del consenso si afirmo que las dos figuras descollantes de Londres 2012 fueron Michael Phelps y Usain Bolt. El primero por lograr el récord de medallas colga- das al cuello y el segundo, no sólo por sorprendernos con su potencia y veloci- dad, sino por su capacidad de lograr involucrar a los espectadores en sus haza- ñas deportivas, demostran- do carisma y simpatía a toda prueba. En mi encuesta personal, me quedo con Bolt. No hablaré de la historia del atleta jamaiquino, sim- plemente aprovecharé el marco de este artículo para reflotar una discusión de uso común, y que es la relación entre raza y rendi- miento deportivo. Más allá de las excepcionales con- diciones de Bolt, resulta evidente, a la luz de los resultados, que existen ciertas pruebas deportivas que parecieran ser privati- vas de cierto componente racial. A estas alturas pare- ce un hecho natural que las competencias de velo- cidad sean dominadas por deportistas de ascendencia africana, con un fenotipo muy determinado. Esto pone en discusión una vieja controversia, tan antigua como la humani- dad. Hasta qué punto nacemos marcados por lo que podemos ser, o pode- mos llegar a ser lo que nos proponemos. Existe un elemento empí- rico irrefutable. De las últimas seis medallas de oro en los 100 metros pla- nos olímpicos, cinco de los atletas son nacidos en Jamaica: Ben Johnson (Seul 88), Linford Christie (Barcelona 92), Donovan Bailey (Atlanta 96) y Usain Bolt (Beijing 2008 y Londres 2012). De la simple evidencia, no resul- ta extraño pensar que exis- te una configuración en los atletas, que va más allá del simple entrenamiento o un componente anímico fortalecido. Según un estu- dio conjunto de la Universidad de las Indias Occidentales y la Universidad de Glasgow, existe un gen asociado a las conformación de fibras musculares de rápida fle- xión, que permiten de- sarrollar altas velocidades, presentes en el 75% de los velocistas. Este gen se conoce como ACTN3, el cual permite que el orga- nismo produzca una pro- teína llamada alfa-actinia 3, presente en los múscu- los que se contraen con rapidez, característica fun- damental para deportes de velocidad y fuerza. La presencia de este gen determinaría una predispo- sición genética, ya que su presencia está asociada a la herencia genética de la población isleña, prove- niente básicamente de África Occidental, de naciones cercanas al Golfo de Guinea. Si bien existe un consenso bastante generalizado acerca de la influencia de este gen en la configura- ción de ciertos poten- ciales deportivos, estudios recientes han señalado que los avances en las investi- gaciones no permiten asig- narle tanta preminencia. Se cuestiona el determi- nismo genético con que se ha tratado el tema. El Dr. Daniel MacArthur, cuyo trabajo doctoral ha versa- do sobre la relación entre el gen ACTN3 y el desem- peño atlético, afirma que se trata de una exagera- ción mediática. Para él, “las historias toman venta- ja de una percepción gene- ralizada no completamente injustificada, pero contro- versial, de que los jamai- canos y que otros grupos de ancestros en África Occidental tienen una ven- taja genética cuando se habla de poder explosivo muscular. Tener evidencia científica aparente para justificar esta percepción es el sueño del reportero: los titulares se escriben solos”. A fin de cuentas, el pro- blema no es si existe un cierto determinismo gené- tico, sin la exagerada sim- plificación que se hace del problema. Una pobre rela- ción unicausal, no hace más que generar mucho ruido hacia una dirección que vende diarios, pero que no nos explica la complejidad del problema. En la configuración final AL vIvo AL vIvo La genética del rayo Una ola de protestas furiosas ha sacudido a los países afectados. Y especialmente esa furia se ha dirigido contra los bancos, a los cuáles se culpa directamente de esta crisis. El hecho es que los Estados no tienen dinero en caja y deben recurrir a sus vecinos para préstamos de salvamen- to. Claro, el prestamista exige que el beneficiario se ordene y equilibre sus finanzas. Y siempre la forma más sencilla es disminuir el gasto, lo que siempre termina por afectar al ciudadano común, especial- mente los más necesitados. El ajuste, más allá si sea necesario o no, resulta indis- pensable aunque sumamente doloroso. Mauricio Jaime Goio 34 - PIEDRA LIBRE | Agosto 2012 Agosto 2012 | PIEDRA LIBRE - 35 Raza y rendimiento deportivo

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Reportaje publicado en la Revista PiedraLibre 85, de agosto de 2012

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Los juegos olímpicos deLondres, que esperábamoscon tantas ansias desde elcierre de Beijing 2008,han pasado dejándonoscargados con sus imáge-nes, con las emociones,con la belleza estética dela práctica deportiva.Queda el dulce sabor delas remembranzas, aque-llas que nos permitiránquizás en 30 años másdecir ‘yo lo vi’. Unaforma tan humana ésa quenos obliga a ser testigos detodo, tan cercana al morbode detenerse frente a unaccidente de tránsito amirar. Y en este ‘yo lo vi’siempre desfilarán losnombres de los protago-nistas, generándose la dis-cusión de cuál fue el másrápido, quién saltó másalto, quién fue el másfuerte. Como siempre,cuestión de gustos, nohabrá un consenso a quienfue el mejor de los mejo-res, aunque muy probable-mente muchos nombres serepitan. Creo no alejarmemucho del consenso siafirmo que las dos figurasdescollantes de Londres2012 fueron MichaelPhelps y Usain Bolt. Elprimero por lograr elrécord de medallas colga-das al cuello y el segundo,no sólo por sorprendernoscon su potencia y veloci-dad, sino por su capacidadde lograr involucrar a los

espectadores en sus haza-ñas deportivas, demostran-do carisma y simpatía atoda prueba. En miencuesta personal, mequedo con Bolt.No hablaré de la historiadel atleta jamaiquino, sim-plemente aprovecharé elmarco de este artículopara reflotar una discusiónde uso común, y que es larelación entre raza y rendi-miento deportivo. Más alláde las excepcionales con-diciones de Bolt, resultaevidente, a la luz de losresultados, que existenciertas pruebas deportivasque parecieran ser privati-vas de cierto componenteracial. A estas alturas pare-ce un hecho natural quelas competencias de velo-cidad sean dominadas pordeportistas de ascendenciaafricana, con un fenotipomuy determinado. Estopone en discusión unavieja controversia, tanantigua como la humani-dad. Hasta qué puntonacemos marcados por loque podemos ser, o pode-mos llegar a ser lo que nosproponemos.Existe un elemento empí-rico irrefutable. De lasúltimas seis medallas deoro en los 100 metros pla-nos olímpicos, cinco delos atletas son nacidos enJamaica: Ben Johnson(Seul 88), Linford Christie(Barcelona 92), Donovan

Bailey (Atlanta 96) yUsain Bolt (Beijing 2008y Londres 2012). De lasimple evidencia, no resul-ta extraño pensar que exis-te una configuración enlos atletas, que va más alládel simple entrenamientoo un componente anímicofortalecido. Según un estu-dio conjunto de laUniversidad de las IndiasOccidentales y laUniversidad de Glasgow,existe un gen asociado alas conformación de fibrasmusculares de rápida fle-xión, que permiten de-sarrollar altas velocidades,presentes en el 75% de losvelocistas. Este gen seconoce como ACTN3, elcual permite que el orga-nismo produzca una pro-teína llamada alfa-actinia3, presente en los múscu-los que se contraen conrapidez, característica fun-damental para deportes develocidad y fuerza. Lapresencia de este gendeterminaría una predispo-sición genética, ya que supresencia está asociada ala herencia genética de lapoblación isleña, prove-niente básicamente deÁfrica Occidental, denaciones cercanas al Golfode Guinea.Si bien existe un consensobastante generalizadoacerca de la influencia deeste gen en la configura-ción de ciertos poten-

ciales deportivos, estudiosrecientes han señalado quelos avances en las investi-gaciones no permiten asig-narle tanta preminencia.Se cuestiona el determi-nismo genético con que seha tratado el tema. El Dr.Daniel MacArthur, cuyotrabajo doctoral ha versa-do sobre la relación entreel gen ACTN3 y el desem-peño atlético, afirma quese trata de una exagera-ción mediática. Para él,“las historias toman venta-ja de una percepción gene-ralizada no completamenteinjustificada, pero contro-versial, de que los jamai-canos y que otros gruposde ancestros en ÁfricaOccidental tienen una ven-taja genética cuando sehabla de poder explosivomuscular. Tener evidenciacientífica aparente parajustificar esta percepciónes el sueño del reportero:los titulares se escribensolos”.A fin de cuentas, el pro-blema no es si existe uncierto determinismo gené-tico, sin la exagerada sim-plificación que se hace delproblema. Una pobre rela-ción unicausal, no hacemás que generar muchoruido hacia una direcciónque vende diarios, peroque no nos explica lacomplejidad del problema.En la configuración final

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La genética

del rayoUna ola de protestas furiosas

ha sacudido a los países

afectados. Y especialmente

esa furia se ha dirigido contra

los bancos, a los cuáles se

culpa directamente de esta

crisis.

El hecho es que los Estados

no tienen dinero en caja y

deben recurrir a sus vecinos

para préstamos de salvamen-

to. Claro, el prestamista exige

que el beneficiario se ordene

y equilibre sus finanzas. Y

siempre la forma más sencilla

es disminuir el gasto, lo que

siempre termina por afectar al

ciudadano común, especial-

mente los más necesitados.

El ajuste, más allá si sea

necesario o no, resulta indis-

pensable aunque sumamente

doloroso.

Mauricio Jaime Goio

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Raza y rendimiento deportivo

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El dopaje

genético

Desde un tiempo a estaparte, la ciencia se hainmiscuido cada vez másen la práctica deportiva,especialmente en la altacompetencia. Los aportesmás recientes han deve-nido desde la trincherade la genética, que se hainteresado en aportar através de estudios cientí-ficos que se centran endeterminar la importan-cia relativa de factoresgenéticos sobre rasgosdeterminantes a ciertosrendimientos deportivos.

Según el Dr. FranciscoGarcía Ucha, de la Con-federación Panamericanade Medicina del Deporte,“los estudios de hereda-bilidad han demostradoque los factores genéti-cos contribuyen de 20 a50% en la variación deindividuos para un sinnú-meros de rasgos relacio-nados con el rendimientodeportivo”.El creciente optimismoen estos avances ha idode la mano del desarrollode formas comerciales deestos estudios genéticos,que ya se están aplicando.Esto tiene toda unavariante positiva, que se

explica en que permitirála planificación adecuadade entrenamientos, evi-tando cierto tipo de ruti-nas que pusieran en peli-gro la salud del atleta.Pero también surgendudas sobre un uso inco-rrecto, con miras a lograrmejorar mañosamenterendimientos deportivos.Se realizaría mediante latransferencia genética aun deportista. Según elDr. García, “tal uso de laterapia genética paramejorar el rendimientodeportivo se conocecomo ‘dopaje genético’.El dopaje genético se hasugerido para un sinnú-mero de determinantesdel rendimiento deporti-

vo, incluyendo la fuerzamuscular, VO2 max. , lacapacidad metabólica delmúsculo esquelético yotros”Según la revista Nature,los pasados juegos olím-picos de Londres puedenser los últimos en loscuales se compita sinintervención genética. Yase han identificado cercade 200 genes que afectanla fuerza, la resistencia,la rapidez o alguna otrapropiedad importantepara los deportistas. Notodos tienen igual impor-tancia, pero podrían lle-gar a constituir un kithereditario muy conve-niente para ganar unamedalla de oro.

del atleta acuden, además, factoresambientales, culturales y la interac-ción con otros genes. ParaMacArthur, “el argumento centradoen el ACTN3 desdeña la importan-cia de la impresionante inversión deJamaica en sistemas de infraestruc-tura y entrenamiento necesarios paraidentificar y crear atletas de pista deélite, los efectos de una cultura queidolatra a los héroes de pista localesy el poderosos deseo de los jóvenesjamaicanos de usar el éxito atléticopara sacarse a sí mismos y a susparientes de la pobreza”.

El éxito rutilante de Usan Bolt, larazón de ser de “El Rayo”, no seencuentra exclusivamente en suidentidad genética. Existe el tesón,el espíritu, la genialidad y la confi-guración física, que en su globalidadhacen de él un atleta único. Pues, afin de cuentas, no son sólo sus proe-zas deportivas lo que han mantenidocautivos a miles de millones deespectadores en todo el mundo, detodas las razas y nacionalidades. Essu elegancia al correr, su capacidadde hacer parecer fácil lo difícil. Y,sobre todo, esa pícara manía de lle-

gar a la meta aligerando el paso,dando siempre la impresión quetiene mucho más que dar, que seestá guardando para la próxima.Siempre deja la impresión que estágozando con cada segundo querecorre en las pistas. Simplementereconocemos en Usain Bolt al niñogracioso, a la esencia del amateuris-mo, que intenta, muy pocas vecescon resultados positivos, dictar elcurso del olimpismo.

por Mauricio Jaime Goio

Agosto 2012 | PIEDRA LIBRE - 3736 - PIEDRA LIBRE | Agosto 2012

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