Valeriaylosespejosinterior ebook

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novela fragmentaria o libro de microficciones, lo que el lector prefiera.

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Escribir es, básicamente,reescribir hasta el hartazgo.

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4. Sandro W. Centurión

Valeria y los espejos

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© Sandro W. Centurión.© 2013Queda prohibida la reproducción por cualquier medio sin previa autorización escrita.sandrocenturió[email protected]ño de tapa e interior: tinta interior ediciones. La imagen de tapa fue bajada de sxc.hu y no posee derechos comprometidos.

Isbn 978-1-291-50805-5 lulu.com

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6. Sandro W. Centurión

“La mujer fatal es la que se ve una vez y serecuerda siempre. Esas mujeres son desastres de

los cuales quedan siempre vestigios en el cuerpo yen el alma. Hay hombres que se matan por ellas;

otros que se extravían...” R. del Valle Inclán, La cara de Dios, 1900

“Las kunoichi son mujeres ninja. Fueron utilizadascomo asesinas y espías. El entrenamiento habitualde las kunoichi difería radicalmente en el conjunto

de habilidades del ninja. Se las instruíaespecíficamente en un grupo de destrezas que sólo

una mujer podía usar. Este abanico técnico convertía a la kunoichi en

una versátil herramienta contra el hombre”.Wikipedia.es

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Índice

Prólogo; 11Nota preliminar; 13

Primer espejo1.Un cuento no policial; 15Segundo espejo2. Las ratas de Hamelin; 213. Luna llena; 224. Gorda; 235. Té de tilo; 246. El dedo; 267. Almohadas; 298. Reconciliación; 309. El pretendiente; 3210. Una princesa conduce un camión; 3411. Ella me atrae; 35

Tercer espejo12. Acusado; 3713. Conciencia; 3814. Vigía; 3915. Navidad; 4216. Recordar; 4317. Tal vez; 4518. Una noche sin luna;46

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Cuarto espejo19. Ajuste de cuentas; 4720. Conversación en el zoológico; 4821. En el teatro; 4922. El escultor; 5023. Rebobinando; 5124. Piezas; 5325. Miradas; 55

Quinto espejo26. Sensación térmica; 5727. La insoportable insensatez de los zombis; 5828. Aventura onírica; 6029. Bostezo; 6230. Un hachazo en la frente; 6431. La soga en el cuello; 6632. Fusilamientos; 6733. El nombre; 68

Sexto espejo34. Seguidores; 7135. Robar el banco; 7236. Ladrones; 73

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37. Una coartada clásica; 7438. Grietas; 7639. Bostezo; 77

Séptimo espejo40. El minotauro y el laberinto; 7941. Valeria y los espejos; 8242. Dinosaurio; 83

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Prólogo

Sandro Centurión se divierte y nos divier-te, juega y nos invita a jugar, hace de lamicroficción un espacio de felicidad perotambién de desasosiego. Trama pequeñashistorias y las ata con habilidad a un per-sonaje femenino cuya figura nunca es lamisma y cuya alma vaga por los intersti-cios de la realidad y el delirio.Sandro sabe hacerlo, siempre lo logra yesta vez también: apela a la intertextuali-dad (todos los textos anteriores que inevi-tablemente dialogan con los nuevos y lasincronía: es decir, la capacidad de que es-tos textos anteriores tengan algo que signi-ficarnos en el presente). Valeria es unamujer y todas las mujeres posibles y lasimposibles. Los espejos, tan visitados porla literatura de todos los tiempos, son aquílos mundos a los cuales nos asomamostodos los días para saber que ese otro quetambién no somos nos acompaña inevita-blemente.A disfrutar de esta nueva producción deeste inteligentísimo narrador formoseño

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que hace de la narrativa breve un territo-rio lleno de intencionalidades y a la vez degoce.

Orlando Van Bredam

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Nota preliminar

Puede que Valeria y los espejos sea un li-bro de microrrelatos policiales, o acasouna novela negra contada con fragmentose historias breves, lo que el lector prefiera.Al fin y al cabo los libros, cualesquierasean, corren con la suerte que el lector leotorgue. Tal vez por eso este es un libro para lecto-res inquietos, disconformes, enojosos, paralos que gustan de encontrarles vueltas ycontratuercas al asunto, explicaciones e in-terpretaciones ocultas, esos que se deva-nan los sesos para entender lo no dicho ydescubrir el enigmático secreto que se es-conde detrás de los espejos. Es este un rompecabezas en el que las pie-zas siempre encajan no importa dónde laspongas. Así, Valería podrá ser una cruel asesina,una mujer fatal, una víctima de los hom-bres, una alegoría fantástica, una loca, loque mejor le parezca al lector. Es este unlibro que busca lectores complices paraterminarse, es desde el vamos una obra

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que se reconoce inacabada y factible de serreescrita hasta el infinito.

El autor

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Primer espejo

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La novela no policial carece de los ele-mentos principales de la narrativa policial:la figura de un investigador, un detective,un comisario o una vieja curiosa que semete en lo que no le importa, la presenciade un enigma, sospechosos, y desde luegoel/los culpables. En la novela no policialnadie investiga, nadie le dedica dos segun-dos de su tiempo a resolver un crimen.Tampoco hay enigma ni incertidumbre al-guna, y es lógico pues si no hay un inves-tigador tampoco hay enigma que salga ala luz. Si un árbol cae en medio del bosquey nadie lo oye ¿cayó realmente? Si a unamujer como Valeria le disparan en la cabe-za en medio de la calle y nadie se interesaen saber qué pasó ¿le dispararon realmen-te?

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En las novelas policiales suele haber sos-pechosos con suficientes motivos para ma-tar a la víctima. Acá no. En la novela nopolicial sólo hay transeúntes ocasionales,vecinos chismosos, voces extrañas, histo-rias equivocadas, gente, muchedumbre, in-certidumbre, la masa, nadie. Entonces, sinenigma, sin sospechosos, sin investigador,el culpable no existe. En la novela nopolicial la búsqueda de un culpable resultainnecesaria para la reconstrucción de lahistoria. La ausencia de estos elementos fundamen-tales de la ficción policial reafirma la im-posibilidad de incorporar a la historia deValeria en la prestigiosa categoría de nove-la policial. Esto desde luego genera conse-cuencias indeseadas a la hora de poder en-tender lo que le pasó a Valeria. Se sabeque Valeria recibió tres balazos en la cabe-za en medio de la calle cuando salía de sucasa y punto. Es una típica novela no poli-cial, una producción estética propia de la

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decadente posmodernidad que toma comopunto central de la construcción narratoló-gica el desinterés por la cosa humana. Lanovela no policial no es transgresora, esdecadente, desanimada, escrita por el sóloacto de juntar palabras para llenar espaciosy repetir un molde hueco por dentro. Estahistoria, la de Valeria, no es una novelapolicial, es la vida de Valeria y por endesolo atañe a Valeria, (que está muerta) o alo sumo a su madre, y a su hijo, que llorancon desconsuelo junto a su cadáver queaun chorrea los últimos restos de sangre. En la novela no policial el elemento prin-cipal, único para ser más preciso, es la ine-ludible presencia de la víctima. Es la vícti-ma en su destellante soledad la que ocupael centro de la escena, la que fundamenta,sostiene y alimenta con su cuerpo y con susangre a la historia en su conjunto. Pero lavíctima es víctima sólo en el presente, elestado natural de la víctima es el efímeropresente pues en el pasado no era víctima

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era otra cosa, una inexistencia para la no-vela no policial. Es el crimen lo que le daexistencia, lo que la hace visible por uninstante, sin esto la víctima es nada, o me-jor dicho es apenas Valeria. Por ello la no-vela no policial solo existe en la inmedia-tez del tiempo presente, a diferencia delrelato policial que es una mera reconstruc-ción del pasado. El pasado de Valeria noimporta pues antes de que alguien le dis-parara tres tiros en la cabeza en medio dela calle al salir de su casa, Valeria no exis-tía. Ahora existe, muerta. En esta novelano policial no tiene sentido adelantarse yleer el final para develar el enigma, que noexiste. No hay pistas falsas que conduzcanel razonamiento hacia otra parte, no haypistas ciertas que pasen desapercibidaspara el ojo entrenado. No. No hay nada deeso porque a la novela no policial no le in-teresa mantener atrapado al lector en unatrama hipócrita y artificial. La novela nopolicial no narra una historia, la escupe.

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Por eso nadie con un poco de sentido co-mún contaría la historia de Valeria comouna novela policial y si lo hiciera el relatosería inverosímil. Lo cierto es que a Vale-ria le dispararon tres veces en la cabeza alsalir de su casa. La policía jamás llegóporque en el Barrio de Valeria la policía noentra. El barrio entonces es también no po-licial. Nadie tomó fotos, nadie interrogó aposibles testigos, ni se llenaron intermina-bles formularios. Eso ocurre en la ficcióno en una realidad paralela, paralela a laruta que divide el barrio de Valeria del res-to de la sociedad donde sí se narran histo-rias policiales. Para Valeria no hay novelapolicial por la simple razón de que su his-toria no encaja en los moldes ortodoxos dela literatura. Para Valeria entonces hay unano literatura, una novela no policial. Comotantas, Valeria terminó tirada en la calle.Ese es el final recurrente en una novela nopolicial. En la novela no policial no haycrímenes perfectos ni imperfectos. Sólo

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crímenes que saben a cotidianeidad. Lamisma idea de crimen se cuestiona en lanovela no policial. A veces es apenas algoque le pasó a alguien a una hora determi-nada. Un hecho inevitable en el destino dequienes viven de este lado de la ruta. Aho-ra el hijo de Valeria anda armado. No tratade averiguar quién mató a su madre por-que está seguro de saberlo desde siempre.Ni bien se lo cruce en el barrio le va a pa-gar tres tiros en la cabeza. Pero esa es otrahistoria, otra novela no policial.

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Segundo espejo

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Valeria twitea: Las ratas siguieron al flau-tista hasta el borde del precipicio. Luego,lo obligaron a saltar.

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3Valeria dice: Tienen que soltarlo. Él no tie-ne la culpa de ser lo que es. Es así nomás,una maldición. Si la mayor parte del tiem-po es un hombre normal y cariñoso. Se lojuro. Vaya a saber por qué los viernes sepone así, se convierte. Ha de ser culpa dela luna llena. Porque de seguro no es suculpa. Si lo lleva en la sangre. Qué va ahacer el pobre. Su padre era lo mismo.Tienen que dejarlo ir. A pesar de todo yo loquiero y sé que él también me quiere. Soylo único que tiene. Además no es para tan-to, no es nada grave. A mí el ojo moradose me deshincha rápido. Tienen que soltar-lo, por favor oficial. Tienen que soltarlo.

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4Valeria piensa: Hay una mujer gorda en elespejo, está decidida a matarme. A menosque yo la mate antes, de hambre.

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5Valeria tenía una planta de tilo en el fondodel patio. Se la había regalado su madre.Es buena para el corazón, le había dicho, yte va a ayudar a calmarle los nervios a tumarido. Rogelio, su primer marido, era untipo nervioso y cuando se ponía nerviosose desquitaba con la pobre Valeria, que unpoco tonta, un poco bruta, como decía sumadre, soportaba, en silencio, los golpes.Valeria siguió el consejo de su madre y to-dos los días le preparaba un sabroso té detilo a su marido que lo bebía a gusto. Na-die se podía imaginar el plan que tenía Va-leria para terminar con su desdicha. Todaslas tardes regaba la planta de tilo. Tomabala regadera y la llenaba hasta la mitad conagua, luego le agregaba una parte de ve-neno. Valeria sabía, porque lo había vistoen un programa de la tele, que las plantasabsorben cualquier cosa que vaya en elagua. Y luego, la misma sustancia se mani-fiesta en pequeñas dosis en las hojas. Así

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que era cuestión de tiempo que Rogelio seenfermara y pasara a mejor vida. Y nadiepondría los ojos en un inocente té de tilo.Sin embargo, una tarde Valeria y Rogeliodiscutieron en el fondo del patio, junto a laplanta de tilo, y ella se descontroló de talmanera que le partió la cabeza con la rega-dera al desprevenido de Rogelio, que fuederechito para la morgue.Era un buen plan. Lástima, dice Valeria, ybebe con algo de bronca el té de tilo que leacercan los guardias.

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6El dedo de la profesora Márquez no es undedo como cualquier otro. Hay quienes di-cen que cada parte de una persona es unaimagen fiel de la totalidad del ser, que encada pedacito de nuestro cuerpo se repitenuestra persona. El dedo de la profesoraMárquez contiene a la profesora Márquez,su personalidad y su historia. Ese dedo hadejado huellas profundas en la vida de de-cenas de hombres y mujeres. Ha sabido ro-zar la piel, la suya propia la más de la ve-ces, y en menos ocasiones la de los hom-bres que conoció. Es un dedo que ha reco-rrido las listas de nombres y apellidos cadamañana mientras pasaba lista a los jóvenesque asistían a la clase de literatura de laprofesora Márquez. Siempre supo encon-trar en los extraños designios del azar aaquel o aquella que no había leído tal ocual libro, o no había terminado la tarea atiempo. El dedo de la señora Márquez so-lía ser un dedo inquieto, repiqueteaba en la

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mesa mientras algún desafortunado inten-taba convencer a la eminente profesora deque había estudiado lo suficiente paraaprobar el examen, el más difícil de pasaren todos los años del bachillerato. Esemismo dedo era el que señalaba el caminohacia la puerta y decía “será la próxima”. El dedo de la profesora Márquez siemprefue perfecto, incuestionable. No se le co-noció anillo alguno ni jamás se le vio lauña pintada. Pero lo que finalmente signi-ficó un quiebre en la historia de la profeso-ra Márquez fue que ese dedo, su dedo, fueen un momento un dedo acusador. El queindicó, sin posibilidad de equívoco alguno,a la culpable de haberle metido la mano enel maletín para quedarse con unos pocospesos. Fue ese dedo el que humilló a Vale-ria Reyes, estudiante de primer año y lacondenó a la vergüenza. El dedo de la pro-fesora Márquez quedó grabado en los ojosinvadidos de lágrimas de Valeria quien esanoche soñó con dedos gigantes aplastán-

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dola como a una pulga. Tal vez por eso aldía siguiente cuando vio que el dedo de laseñora Márquez se elevaba sobre ella seabalanzó sobre la vieja profesora y se loarrancó de un mordisco.

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7La almohada de Mario, su segundo mari-do, siempre fue blanda, por eso ni bienapoyaba la cabeza, y aunque le dolieranlos nudillos, se dormía de inmediato, sinculpa. Sin embargo, la almohada de Vale-ria era dura. Desde que se casó con Mariole costó dormir. Generalmente le dolía lacara, la cabeza, el estómago, la vida. Can-sada de esta situación, una noche, ni bienMario se durmió, ella, que reposaba a sulado, apoyó su almohada dura sobre lacara de Mario hasta que le dolieron los nu-dillos.Recién entonces, Valeria durmió profundohasta el día siguiente.

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8El tipo estaba sumergido hasta el cuello enla tina de agua caliente que Valeria le pre-paró; bebía vino en una copa de cristal. Ydesde allí, la observaba. Ella peinaba surubio y húmedo cabello sentada frente alespejo del baño. Llevaba puesto una dimi-nuta bata que cubría a medias, su cuerpo.Seria, perdida en lejanos pensamientosmurmuraba una canción de amor. Todo in-dicaba que la pelea de la noche había que-dado en el olvido y todo se encaminaba,como siempre, a una pronta y apasionadareconciliación. Mi padre tenía razón_ pen-só él_ de vez en cuando un par de golpesayudan a poner las cosas en su lugar. En-tonces ella se puso de pie frente a él ¿Tegusta, mi amor?_ le preguntó mientras se-caba su cabellera con el secador y él per-manecía inmerso en la tina jabonosa. Notuvo tiempo de responder. El secador decabellos encendido, que ella dejó caer en

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el agua, silenció para siempre al pobretipo.

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9Cómo decirle a Valeria, cómo contarle,que al ex novio de Eva Wood lo habían en-contrado con una puñalada en la espalda,que a la mejor amiga de Eva Wood la arro-jaron desde un quinto piso, que al padre loatropelló un camión, que a la madre la in-toxicaron, que a una vecina de la familiaWood la encontraron colgada después deque le dijo a la policía que tenía informa-ción sobre las misteriosas muertes, que fi-nalmente la misma Eva Wood murió asesi-nada de un disparo en el pecho luego desuspender su casamiento a causa de tantatragedia familiar. Cómo decirle, cómo ex-plicarle, que el principal sospechoso habíadesaparecido hasta hoy. Que él está segurode que se trata de ese muchacho que espe-ra impaciente en el living, con el saco im-pecable, los zapatos recién lustrados, unabonita corbata y la camisa blanca impeca-ble. El que se ha puesto su mejor perfumey se ha peinado con la raya al medio. El

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que compró un hermoso ramo de rosas, unbuen vino, para el señor, y una caja debombones, para Valeria y su madre. Comodecirle que la policía está en camino, y quevienen para apresarlo._ Estoy enamorada, así que vas a tener queaceptarlo_ le dice Valeria, mientras su pa-dre saca su arma sin explicar nada.

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10La verdad es que no vivieron felices porsiempre. Apenas unos meses más tardediscutieron y el príncipe azul prefirió vol-ver a ser sapo antes que seguir con ella.Una noche escapó del Palacio y nunca másse supo de él. La princesa se quedó sola, lamonarquía entró en decadencia y prontoperdió todo su dinero y su poder. Los añospasaron y la princesa, que ya no era prin-cesa sino una pobre mujer, se hizo vieja ydemacrada. Hay quienes dicen que ahoramaneja un camión de transporte. Aseguranque sólo recupera su dulce sonrisa de prin-cesa cuando las ruedas de su camiónaplastan sapos en la ruta.

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11_Vea usted, amigo. No es lo que parece.No es que yo haya seguido a su esposahasta aquí por simple lascivia masculina.Es cierto que ella es una mujer joven yhermosa, de figura voluminosa y cierta-mente sensual, pero le aseguro que yo nosoy así. Soy un hombre serio y honesto, unhombre de familia y le aseguro que estetipo de cosas no son habituales en mi vida.Entienda usted, que ella me atrajo, que nopude evitarlo. Desde que pasó a mi lado seapoderó de mi voluntad y mi cuerpo ya nome obedece. No sé por qué, no le encuen-tro explicación alguna, ojalá la tuviera.Simplemente ella me atrajo, en el sentidoliteral de la palabra. Me atrajo como unimán. Por eso estoy aquí en la puerta de sucasa._ Pase y súmese al grupo_ le dice el mari-do de Valeria. En el interior del living dela casa una decena de hombres de mirada

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entre compungida y resignada rodea a laatractiva dama.

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Tercer espejo

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Valeria twitea: Acusado de crímenes delesa animalidad el tigre aguardaba inquietosu condena.

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Valeria dice que por suerte, cuando des-pierta, olvida a los que asesinó en sus sue-ños. Sin embargo, me aclara, que está se-gura que cuando sueña también olvida alos que mató despierta.

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14Ahora que la niebla se disipó la vista hamejorado considerablemente. Desde acá sepuede ver como las fachadas de los edifi-cios se desnudan de prisa. Los semáforostitilan su amarillez infinita y el agua de lascloacas rodea las veredas y atraviesa lasalcantarillas para iniciar su viaje alinfinito. Algunos fragmentos de vidriosrotos salpican el asfalto. Las luces de neón agonizan en sus últimosdestellos, lentamente la ciudad parece des-perezarse. Los sonidos llegan como un ecolejano, incomprensible. Todo parece de-sierto.Recostado contra una pared revocada conafiches un hombre fuma. Lo veo impa-ciente, con la mirada clavada en el piso.De a ratos levanta la vista hacia el quioscode enfrente cuya persiana metálica aúnpermanece baja. Creo que algo lo incomo-da. La cortina metálica se eleva de repentey produce un sonido agudo que alerta al

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hombre. Fuma el cigarrillo hasta consu-mirlo por completo. Luego, lo deja caer ylo desbarata con la punta de su zapatilla.Espera hasta que la cortina metálica se ele-va por completo y entonces cruza la calle apaso lento.

***-¿Qué querés?- le preguntó molesto elhombre del kiosco que lucía una musculo-sa blanca y transpirada que no lograba cu-brir la prominente barriga. Unas ojotas yuna bermuda completaban su indumenta-ria. Se había parado detrás del mostradorcon los brazos apoyados y extendidoscomo si fuera un mueble enorme. El clien-te desenfundó. La pistola señaló la frentearrugada del hombre y unos segundos des-pués escupió la bala que le destruyó el crá-neo. Era domingo por la mañana por loque el barrio estaba tranquilo. Era posibleque nadie se hubiera percatado de nada. Elextraño contaba con que fuera así. Y conpoder llegar hasta la avenida y atravesarla.

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Cargó toda la mercadería que pudo en unpar de bolsas de residuos. Las manos letemblaban por el frío, por los nervios, osimplemente porque se habían acostum-brado a hacerlo. Tendría las manos ocupa-das con las bolsas y eso lo preocupaba.Puso las bolsas en el piso, buscó el últimocigarrillo que quedaba en el paquete y loencendió. Fumó con la mirada clavada enla puerta. Luego, salió a la calle, despacio.

***Valeria escucha el inconfundible sonido deun disparo cortando el silencio. Espera unpoco y cuando lo tiene en la mira. PUM.Uno menos.

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15Valeria acomodó los adornos que se ha-bían desprendido del árbol. Encendió lasluces de colores y sacó los paquetes de unbolso. Faltaban cinco minutos para la me-dianoche y parecía que pronto comenzaríaa llover. Todo estaba en silencio. Asegurólas puertas de la casa y las ventanas. Sesentó en el sillón. Puso seis balas en el car-gador y esperó paciente a que alguien in-tentara entrar por la chimenea.

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16Valeria dice: Todos los días es lo mismo.Amanece. La alarma del reloj suena. Abrolos ojos y veo como diminutos fragmentosde yeso planean hacia el suelo en cámaralenta. Me duele la cabeza y estoy confun-dida. No recuerdo absolutamente nada. Micabeza parece un cuarto vacío y oscuro.Estoy desnuda por dentro por dentro y porfuera. Un manojo de ropas se arrastra so-bre el piso sucio empujadas por la brisa deun viejo ventilador que ronronea sus últi-mos restos de grasa. Un paquete de cigarrillos se acurruca juntoa restos de periódicos viejos. Una botellade whisky yace vacía contra la pared. Pe-dazos de un espejo están esparcidos por elsuelo y reflejan una luz amarillenta, opaca,sucia. Me duele el brazo derecho inundadode cicatrices. Busco respuestas en el cajónde la mesa de luz aunque de pronto sé loque voy a encontrar. Una pistola, la conoz-co, la he visto antes, la acarició suavemen-

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te, como si acariciara a un hombre. Entrelas sábanas me topo con el filo de un pu-ñal. Lo recorro suavemente hasta llegar almango de plástico. Lo tomo y observó subrillo haciéndolo girar de uno a otro lado.La hoja del puñal tiene restos de sangre.Esto ya lo he vivido antes. Sin embargoparece que le he perdido el miedo. Eso measusta. Me visto de a poco mientras los re-cuerdos regresan, pienso, o pienso mien-tras los recuerdos regresan. El pantalón yla blusa son de mi talle. Guardo el arma enla cintura. Me queda perfecto. Escapo delcuarto. Sobre la cama queda el cuerpo mu-tilado de un hombre extraño. Su recuerdoes lo único que nunca logro recuperar poreso vuelvo a reincidir y todo vuelve a em-pezar.

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17Si no me persiguiera la policía. Si no hu-bieran matado a tiros a Valeria. Si no hu-biéramos escapado con los diamantes. Sino hubiera sonado la alarma. Si Valeria nole hubiera disparado al guardia. Si yo nohubiera aceptado ayudarla a robar la joye-ría. Si no hubiera dormido con ella. Si nola hubiera inventado. Si el robo no fuerasólo un cuento. Si no hubiera escrito estaslíneas. Si no estuviera preso. Entonces, talvez Valeria, tal vez.

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18La noche en que Valeria murió era una no-che sin luna. Como no había luna se veíamuy poco o casi nada. Como se veía muypoco o casi nada, nadie pudo ver lo querealmente ocurrió. Como nadie pudo verlo que realmente ocurrió es muy poco loque hoy puedo decirle. Como es muy pocolo que hoy puedo decirle es probable queeste cuento sea muy malo. Como es proba-ble que este cuento sea muy malo de segu-ro usted, al igual que otros, me despreciarápor hacerle perder el tiempo. Como usted,al igual que otros, me despreciará por ha-cerle perder el tiempo tendré que aplacarsu desprecio. Como tendré que aplacar sudesprecio iré a buscarlo en cualquier mo-mento. Como iré buscarlo en cualquiermomento me aseguraré de que nadie mevea. Como me aseguraré de que nadie mevea es probable que lo haga la próxima no-che sin luna.

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Cuarto espejo

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Valeria sabía que deberle a Kafka era peli-groso, pero recién lo entendió del todocuando despertó convertida en un mons-truoso insecto.

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20_Papá, ¿son peligrosas?_ Sí, pero no tepreocupes, no te van a comer. Las rejasnos mantienen a salvo de las personas.

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21Valeria era bonita, tanto como para no pa-sar desapercibida. Pasó a mi lado y se sen-tó un par de filas delante, en el pulman dela sala. Antes de que las luces se apagarany comenzara la función me acerqué y mesenté detrás de ella, sin que lo notara. Te-nía que verla de cerca, lo más cerca posi-ble. Llevaba el cabello recogido que cier-tamente realzaba la forma de su rostro. Visus hombros blancos, impolutos, per-fectos, y su cuello pequeño, delicado ysuave. Unos pequeños rizos rubios se er-guían en la base de su nuca. Era, sin duda, la mujer indicada, hasta queme percaté de aquellos diminutos frag-mentos de caspa atrapados en la maraña decabellos negros. Estaban ahí como eviden-cia irrefutable de su imperfección. Guardéel cuchillo, volví a mi lugar sin hacer rui-do, y seguí buscando.

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22Entonces, tomo el cincel y el mazo y congolpes suaves voy quitando todo aquelloque está demás, que sobra. Afino el con-torno de las piernas haciéndolas largas yesbeltas, los brazos resultan torneados ygráciles. La cintura pequeña, las caderas de curvasperfectas, y los senos turgentes. Una obrade arte, y al cincel le quedan apenas algu-nas gotas de sangre.

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23Un policía gordo, de ojos pequeños y debigotes le vuela la cabeza de un tiro. Correa todo lo que da con el revólver en lamano. Escapa por la puerta trasera del co-mercio. Alguien activa la alarma. Vacía lacaja registradora. Por un instante; se detie-ne en los ojos azules de la hermosa vende-dora. Saca el arma y todos se arrojan alpiso. Se baja y camina con el revólver es-condido en el bolsillo de la campera; el co-lectivo se detiene. Se distrae en una niñade hermosos ojos azules. Espera pacientela llegada del colectivo. Se da cuenta deque olvidó cerrar con llave el portón de lacasa. Lleva puesto los anteojos oscuros paraocultar sus ojos enrojecidos. Desayunacafé con leche y una rodaja de pan. Tomael revólver que esconde bajo el colchón.Se despierta sobresaltada por una pesadi-lla. Sueña nuevamente que un policía gor-do de ojos pequeños y de bigotes le vuela

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la cabeza de un tiro. Llega a medianoche,esconde el revólver bajo el colchón y lasbolsas de dinero en el placar. Mientrashuye recuerda a Valeria, sus palabras y susojos azules, "un día de estos te van a ma-tar" le decía.

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24Valeria cuenta: Un viejo me hace una señay me invita a jugar al ajedrez en una pe-queña mesa cuadrada del parque. El viejotiene una figura noble, y una mirada oscu-ra, como la de un rey.Acepto la invitación y de inmediato nosquedamos con la vista fija en el tablero, yano puedo irme.Así estamos desde hace un rato largo, en-frentados en este rincón del parque dondecomo todas las tardes, unos treinta viejos yviejas juegan al ajedrez en pequeñas mesascuadradas esparcidas por doquier.Impasibles, concentrados, como si la vidadependiera de cómo se mueven las piezasen el tablero, todos jugamos en silencio. Eljuego avanza, pronto me doy cuenta deque algunos viejos van cayendo, de costa-do, muertos, y a nadie parece importarle,como si al fin y al cabo no fueran más quepiezas de un ajedrez enorme en el que lasoledad y el tiempo se disputan una batalla

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repetida.Mi adversario me mira, una media sonrisase dibuja en su cara arrugada. Estoy en ja-que.

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25La primera mirada la sentí en la nuca, en-tre la segunda y tercera vértebra cervical.Era una mirada tibia y viscosa. La otra fueen el tobillo, una mirada precisa y contun-dente, que me hizo trastabillar. Otras im-pactaron en mi trasero, en la nalga dere-cha. No dieron de lleno pero fue como queme hubieran arrancado un pedazo de carnecon los dientes. La última fue la definitiva.La mirada me dio de lleno en los ojos. Unamirada lejana, triste, sin esperanzas. Fueesta mirada la que no pudieron extirpar demi cabeza y por eso aún estoy aquí,postrada, dice Valeria.

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Quinto espejo

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Siento, el cálido cuerpo desnudo de Vale-ria acurrucado a mi pecho; y el frío cañode un revólver mordiéndome la nuca.

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27Valeria escucha: Entonces el tipo despertóy de inmediato se dio cuenta de que era unzombi. Pero no se detuvo, no hizo nadapara evitar su condición de muerto vivopor el contrario se levantó y empezó a mo-verse, que es hacer lo que hacen todos loszombis, lo habíamos visto cientos de vecesen la tele, así que él, más que nadie estabaal tanto de lo que implica ser un zombi sinembargo decidió hacerse el desentendido yseguir con la idiotez de levantarse de latumba. En ningún momento se detuvo a pensar enlas consecuencias. Es más, encaró hacia elbar de la esquina, donde solíamos juntar-nos todos los viernes por la noche, como sinada, o mejor dicho sabiendo que los queestábamos allí ese viernes sufriendo aún ladesgracia de la pérdida de un camaradanos íbamos a dar cuenta de que era unzombi ni bien cruzara la puerta de entrada.Siempre fue un engreído, un pedante,

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siempre se sintió especial y distinto al res-to de nosotros, sobre todo a mí. Se creíasuperior, tenía el mejor laburo, la minamás linda, el auto más caro. Y por sobretodo pensaba que iba a vivir para siempre.Así que imagínense lo que seguramentepensó cuando se despertó después demuerto. El hijo de puta sabía que era unzombi, y se nos cagaba de risa, por eso nibien puso un pie en el bar le volé la cabezade un tiro.

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28Dice Valeria: Unos salvajes me persiguen,me acorralan con sus antorchas y lanzas,yo me río de la situación, pues sé que estoes sólo un sueño; pronto voy a despertar ytodo volverá a la normalidad. Sé que nopertenezco a este mundo, de salvajes, debestias y monstruos gigantes. Todo es unsueño, por eso me río, y esto hace enfure-cer a mis captores. Creo que quieren ma-tarme porque entré a su templo sagrado yrobé algo valioso, lo supongo porque enrealidad no les entiendo cuando me ha-blan. Los salvajes me capturan y yo noopongo resistencia, les sigo la corriente,total es un sueño, una aventura onírica,donde puedo hacer lo que me plazca. Unamujer quiere salvarme y se mete a la celdadonde me tienen encerrada, me dice algoque no puedo o no quiero entender, mepierdo en la belleza de sus ojos verdes.Corta las cuerdas que me aprisionan y mehace señas para que huya. Es hermosa. Me

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abalanzo sobre ella- no te preocupes, essólo un sueño- le digo. Le hago el amor,hasta que el guardia de la puerta entra ycon un golpe en la cabeza me aparta deella. Luego, la asesina con su lanza. Piensoentonces que me despertaré pero no, sigoallí, atrapada en ese mundo surrealista sinpoder despertar. Debo estar muy cansada.Entonces, entran un par de hombres, metoman del brazo y me llevan a la piedra delos sacrificios, sin embargo permanezcotranquila, me burlo de ellos, me río a car-cajadas, es un sueño, les grito. Subimosuna larga escalera, en la cima un morenogigante con un enorme machete aguarda.Me colocan boca arriba sobre la piedra delos sacrificios y a la luz de la luna veo elmachete elevarse raudamente. Entonces,en mi sueño, despierto._Tu turno_ me dice el oficial. Doshombres ingresan a la celda y meconducen al patio de una prisión dondeaguarda el pelotón de fusilamiento.

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Me dejo llevar. _De qué te ríes, ¡malditaasesina!_ me grita el alcalde. Me río acarcajadas pero no despierto.

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29Aburrida, Valeria bosteza mientras elsargento da la señal al pelotón defusilamiento.

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30Valeria escucha: Hay un tipo que mequiere pegar un hachazo en la frente y yole digo que mejor lo dejamos para otromomento, que no es de persona educadaandar haciéndole eso a la gente, que quéva a pensar su madre cuando se entere,pero a él parece no importarle e insiste enquerer pegarme con una hacha en lacabeza e incluso mide la distancia quesepara mi cabeza del extremo del hacha,apunta dibujando la trayectoria letal, y searremanga la camisa.Entonces lo miro, me hago el enojado y ledigo que basta, que ya está bien y queademás esa hacha que carga es de muymala calidad, seguro que ni filo tiene. Sirealmente quiere usarla debería dejarmeque lo ayude, yo le puedo sacar buen filocon mi nueva piedra de afilar, que es cosade un minuto. Lo miro a los ojos y pareceque mis palabras producen algún impactoporque le tiemblan los labios y le transpira

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la frente. Entonces me acerco, bien cerca, y le digoque lo entiendo, que yo también sueloquerer clavarle un hacha en la frente alprimero que se me cruce pero al fin y alcabo eso nada resuelve porque no haysuficientes hachas ni suficientes cabezaspara romper. El tipo baja el hacha y suspira con fastidio,se da media vuelta y parece irse, peroluego regresa y el hacha se eleva confuerza por el aire. Entonces entiendo que no hay razones quevalgan cuando un hombre está decidido. Ysin querer, de pronto, lo admiro.

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31La noche previa a que la mataran Valeriasueña que ella es un verdugo y que debeejecutar a un asesino condenado a morir enla horca. En su sueño no quiere matar aese hombre que la mira con resignación,pero sabe que debe hacerlo. Quisiera poderayudarlo pero la situación demanda quecumpla con su trabajo. Cuando está a pun-to de tomar la palanca sueña que se des-pierta. Ahora ella es el condenado, los guardiasconducen al cadalso a Valeria y le ponen lasoga al cuello. Antes de que todo acabegira la cabeza y mira con resignación alverdugo que lleva el rostro cubierto poruna capucha negra. Sin embargo, se lepuede ver una marca roja que le rodea elcuello.

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32Nuevamente, Valeria es fusilada. Idiota,dispara su madre; bastarda, dispara su pa-dre; tarada, dispara su hermana; imbécil,dispara su hermano; su cuerpo, sin vida,sigue andando como si nada hubiera ocu-rrido.

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33Una mujer se me acerca y me pregunta sisoy Sandro Centurión, le respondo que sí.Sabés quién soy yo, me pregunta. No, lerespondo. Yo soy Valeria, dice con tonopoco amable y entonces se exaspera y megrita que está harta de que la use en mishistorias. Intento explicarle que es sólouna coincidencia sin mala intención, queen realidad su nombre, o sea, cómo expli-carle a esa pobre y trastornada mujer, queen realidad cuando digo que Valeria es unamala mujer, una corrupta, una asesina, unadesgraciada que no tuvo una buena infan-cia, entre otras cosas, no me refiero a supersona sino al personaje que es pura fic-ción, que mi Valeria no existe, que es uninvento de mi imaginación. Por otra parte,Valeria es el personaje principal de mis re-latos y no puedo prescindir de ella. Enton-ces, la mujer se enfurece, me toma de lasolapa y me dice en voz alta y clara “te va-mos a matar”. Luego, me suelta y se va

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imitando el disparo de un arma con sumano diestra. Desde aquel día me pasaron cosas muy ex-trañas, un ropero cayó desde lo alto de unedificio a unos centímetros de mí mientraslo subían con una grúa, curiosamente per-tenecía a una tal Valeria; luego, un perrome atacó sin razón aparente, su dueña mepidió disculpas, se presentó como Pérez,Valeria. Un auto se salió de la ruta y casime lleva por delante, lo conducía una mu-jer ebria que se llama Valeria. Intenté escapar de aquella locura. Tomé unavión y me fui de tour a España. La des-gracia no tardó en alcanzarme. La coordi-nadora del contingente nos abandonó enmedio de la ciudad. Sí, se llamaba Valeria.El mundo está lleno de Valerias y al pare-cer quieren vengarse de mi. Por eso merefugié en esta cabaña lejos de todo y detodos. Pensé que estaría solo y seguro,hasta que escuché que alguien golpeaba lapuerta. Era una mujer, una empleada del

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correo y al parecer viene por estos laresdos veces por mes, es simpática y muyatractiva.A propósito, me dijo que se llama Juana,es robusta, de brazos y piernas fuertes.Creo que me miente, tiene cara de Valeria.

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Sexto espejo

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A Valeria la seguimos hasta el borde delprecipicio. Allí recibió el Twit fulminanteque la empujó al abismo.

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35Supongamos que una vez más, usted, Va-leria, sueña con aquello que no puede sa-car de su cabeza, robar el banco de su ciu-dad. Es usted quien con increíble astucia ygracias a su acreditada pericia logra abrirla inviolable caja fuerte. Todo va bien,hasta que se despierta, y se encuentra ro-deada de policías.

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36Abundaban los ladrones en el barrio deValeria, entraban y se robaban todo. Unode ellos se robó el corazón de su madre.Desde entonces ya no fue la misma.

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37Un policía recuerda: No hizo falta investi-gación alguna. El caso era sencillo y esta-ba resuelto desde el principio. “el lobo”entró a la casa de la anciana y la mató agolpes para robarle la fortuna que la ancia-na escondía en la casa. Luego, llegó Vale-ria, la nieta, jóven, bonita y sobre todoinocente, los gritos de terror, el cazadorque pasaba por ahí de pura casualidad yque terminó matando al "lobo" asesino.Simple y sencillo. Sin embargo, algo enesos ojos tan verdes, algo en esos dientestan blancos, algo en esos labios tan grue-sos, algo en su vestidito rojo me dice quehay algo más que no sabemos, algo que nocierra en la clásica historia. La verdad esque no tengo pruebas sólo sospechas. Aho-ra, la muchacha se ha mudado a la casa dela abuela y heredó todas sus cosas, inclui-da la fortuna. El cazador la visita de vez en

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cuando, para conversar dicen, pero yo, noles creo.

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38El interior de la casa de Valeria se compo-ne de tres habitaciones más el baño, la co-cina, el living y una sala. En general el es-tado de la construcción no es buena sobretodo en lo que respecta a las paredes quelucen grietas verticales y transversales quevan desde los 5 cm de longitud por 1cm deancho, las más pequeñas, hasta de 95cm delongitud por 2cm de ancho, las más gran-des, en las primeras mediciones, pues lasgrietas parecen extenderse rápidamente. La posibilidad de derrumbe resulta inmi-nente. Agrego al presente informe un dato nomenor: al salir de la casa, mientras cerrabael portón, advertí en mi mano derecha unapequeña pero preocupante marca que crecerápidamente. Algo parecido a una cicatriz,o a una grieta.

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Es un bostezo largo y ruidoso, lento y pro-fundo, inevitable como el destino. Por loque Valeria ni siquiera oye el disparo quese mete por la ventana.

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Séptimo espejo

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Valeria dice: Nunca me había dado cuentade que vivía en un laberinto, hasta el mo-mento en que al doblar en una esquina meencontré frente al Minotauro.No se sorprendió de verme allí, en realidadcreo que se sintió algo incómodo. Si en lu-gar de doblar a la derecha hubiera girado ala izquierda como solía hacerlo siempreese encuentro jamás hubiera sucedido.Pero sucedió, y ya que estábamos ahí, unofrente al otro, tan cerca que podía sentir suolor a transpiración, no tuve mejor ideaque decirle ¡Hola! ¿Qué onda? El Mino-tauro se tomó la cabeza, maldijo su suertey resignado se recostó contra la pared. Es-tás en mi laberinto me dijo. Me sonreí y al

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principio creí que era un minotauro des-quiciado. Pero luego empezó a explicarme y lo hizotan bien y con tanta sinceridad que al finentendí que aquella ciudad en la que yohabía crecido no era más que un laberintode donde sólo algunos afortunados habíanlogrado salir. ¿Y entonces? le pregunté alMinotauro. Entonces, nada, me dijo. Voshacé lo tuyo que yo voy a tratar de seguircon lo mío. Esto era mucho mejor cuandoestaba solo. Era lindo estar encerrado.Pero ahora con tanta gente, ya no tienegracia.Me dio mucha lástima ver así a ese pobredemonio así que lo invité a tomar una cer-veza con unos amigos. Le dije que estabasegura de que no había problema que no sepudiera resolver con una buena borrache-ra. Mis amigos lo aceptaron en seguida. Y ledieron ánimos. Bueno, no todos. A Teseono le cayó nada bien. No cree ni un

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poquito en lo que dice el Minotauro sobreque invadimos su laberinto. Teseo es unracista y un discriminador. Se cree muymacho porque toma clases de jiujitsu.Además le molestó que yo no le quitara loojos de encima a los brazos musculosos dela bestia. Yo levanté mi vaso de cerveza y brindépor el laberinto, al Minotauro le volvierona brillar los ojitos, como si de a poco fuerareencontrándose con la felicidad.

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41Valeria me dice que lo último que vio fuela acostumbrada ingratitud de un rostromaltrecho por la noche, por los hombres,por los años. Al fin y al cabo ese era surostro. Entonces, sin querer, Valeria measegura que fue sin querer, un par de lágri-mas se le escaparon, como los años, y ca-yeron sobre su espejo, el que solía llevaren la cartera, el redondo, el de siempre,que tal vez de tanta lágrima que le habíacaído encima, esa noche terminó por que-brarse, de una buena vez, como su vida. Ysus restos quedaron esparcidos en la vere-da. Desde entonces, dice Valeria que no havuelto a ver su rostro, que ya no le preocu-pa, que tal vez ya no quiere saber cómo lavemos los demás. Por eso se enoja y meruega que no la mire a los ojos. Para noverse reflejada en los míos. Apaga la luz yadivino su cuerpo en la oscuridad.

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Cuando Valeria despertó el asesino todavíaestaba allí, con su mejor cara de dinosau-rio.

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Este libro se terminó de imprimir en la ciudad deFormosa Argentina en Agosto de 2013

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