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Andrés Cañizález Venezuela entre signos de interrogación Cita recomendada: Cañizález, Andrés, (2012) “Venezuela entre signos de interrogación”, Foreign Affairs Latinoamérica, Vol. 12: Núm. 3, pp. 2-9. Disponible en: www.fal.itam.mx LATINOAMÉRICA volumen 12 • número 3 julio-septiembre 2012

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Es un paper sobre la situación socio-politica en venezuela

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Andrés Cañizález

Venezuela entre signos de interrogación

Cita recomendada:Cañizález, Andrés, (2012) “Venezuela entre signos de interrogación”, Foreign Affairs Latinoamérica, Vol. 12: Núm. 3, pp. 2-9. Disponible en: www.fal.itam.mx

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Andrés Cañizález es doctor en Ciencia Política y maestro en Historia de Venezuela y Ciencia Política. Ejerció el periodismo en medios interna-cionales durante más de una década, y en la actualidad es investigador de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, en las líneas de comu-nicación política y libertad de expresión. Ha sido consultor de organismos internacionales y escribe en los diarios venezolanos El Nacional y Tal Cual.

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Andrés Cañizález

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Una campaña publicitaria del Estado venezolano, hace algún tiempo, pro-movía la visita de turistas extranjeros asegurando que en este país estaba el secreto mejor guardado del Caribe. Hoy, tal lema publicitario parece aplicarse cabalmente a la salud del presidente Hugo Chávez, pues aunque se hable mucho del tema, en realidad es poca o casi nula la información confiable y verídica. La falta de datos fidedignos y el secretismo sobre el tratamiento médico, brindado principalmente en Cuba, hacen que la salud de Chávez sea el secreto mejor guardado del Caribe desde junio de 2011, cuando se confirmó que padecía cáncer. Sólo que, en este caso, no hay turistas extranjeros interesados en visitar Venezuela y, por el contrario, el país sudamericano atraviesa una prolongada coyuntura política caracterizada por la incertidumbre. Los signos de interrogación puestos en la vida institucional y elec-toral (y que repercuten en otros aspectos de la vida del país) se concentran funda-mentalmente en el estado de salud del Jefe de Estado, quien desde que asumió el poder en febrero de 1999 ha consolidado —con el pasar de los años— un modelo personalista y hegemónico.

Si bien la campaña electoral se inicia oficialmente el 1 de julio, con comicios presidenciales previstos para el 7 de octubre de 2012, desde que comenzó este año se respira en el país un ambiente de elecciones. Las prolongadas ausencias del presidente Chávez de la escena pública, en contraste con sus años anterio-res de gobierno, han propiciado que se tejan innumerables versiones y conjeturas que básicamente pueden resumirse en dos: que el Presidente, pese a su enfer-medad, llegará a las elecciones, pero su campaña será mediática y con reducidas

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apariciones públicas; y que la salud del mandatario empeora y no llegará a compe-tir, pero designará a su sucesor y éste aprovechará (o no) las fuerzas del chavismo. Otros escenarios tienen un tono catastrofista e incluso señalan la posibilidad de salidas de fuerza en caso de que el Jefe de Estado sufra una recaída o que se pro-duzca su deceso. Sin embargo, la historia reciente de Venezuela evidencia que si bien Chávez y su equipo de colaboradores han promovido un nuevo modelo ins-titucional con una hegemonía del Ejecutivo sobre los otros poderes públicos, se han mantenido dentro de un esquema legalista, lo cual hace prever salidas nego-ciadas ante situaciones críticas. De cualquier manera, descartar el escenario vio-lento tampoco arroja certidumbre sobre el desarrollo de la campaña electoral, sobre la participación de Chávez en los comicios y menos aún sobre el resultado de las votaciones presidenciales del 7 de octubre.

la oposición encuentra un caminoAl contrario de anteriores contiendas electorales en las que Chávez buscó legitimarse o reelegirse (en 2000 y en 2006) y en las cuales tenía una victoria garantizada, en esta oportunidad, la ruta no parece tan allanada. Uno de los com-ponentes de esta falta de claridad sobre cuáles serán los resultados es el estado de salud del mandatario, pero también está relacionada con los cambios cualitativos en la oposición.

La oposición política en Venezuela pasó por varias etapas, algunas bastante reñidas con las reglas democráticas. Finalmente, hace un par de años, se conso-lidó la Mesa de la Unidad Democrática (mud), una suerte de Concertación de Partidos por la Democracia chilena al estilo venezolano. Bajo la dirección de un negociador con años de experiencia en el antiguo Congreso Nacional, Ramón Guillermo Aveledo, la mud o la Mesa —a secas, como se le llama— reúne a más de dos docenas de organizaciones con muy disímiles banderas ideológicas. Su prin-cipal fortaleza es, al mismo tiempo, su gran debilidad: están reunidos para opo-nerse a Chávez, así es que la eventualidad de que desaparezca (bien sea porque se retire o porque fallezca) podría abrir grietas en la unidad opositora. Éste sería otro signo de interrogación.

La mud, entretanto, ha logrado consolidarse también como un ente progra-mático. Desde la mud se coordinó un esfuerzo en el cual participaron más de 400 técnicos de diversas áreas para presentar unos lineamientos estratégicos para el período de 2013-2018. En una demostración de unidad, quienes aspiraban a la candidatura presidencial por la oposición no sólo participaron en unas eleccio-nes primarias realizadas el 12 de febrero de 2012, sino que tres semanas antes se comprometieron públicamente a tomar estos lineamientos como la base del pro-grama de gobierno. Este proceso, que fue preparado durante el segundo semestre de 2011, junto a la organización de unos comicios internos inéditos en Venezuela son señales claras de que la oposición venezolana ha encontrado un camino de

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madurez política. Todo esto precedió, y es importante no perderlo de vista, a la elección del gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, como abanderado presidencial.

Después del 12 de febrero de 2012, sucedieron dos hechos prácticamente simul-táneos. El abanderado de la mud se lanzó de forma casi frenética a recorrer el país, casa por casa, alejándose de los medios y de las entrevistas con periodistas; en tanto, el presidente Chávez anunció a los venezolanos que debía someterse a un nuevo tratamiento en La Habana debido a que había reaparecido el cán-cer. Cabe anotar que un asunto central del gobierno venezolano ha sido el domi-nio de la agenda pública, y el tema del cáncer la ha copado parcialmente. En ese entorno, se levantaron no pocas críticas a la decisión de Capriles Radonski de ale-jarse de los reflectores.

Sin embargo, cuando se dictan cursos de comunicación política, un aspecto básico es saber a quién va dirigida una campaña electoral. Una fórmula sencilla resume el desafío de una campaña en estos puntos: a) generar incertidumbre en los contrarios; b) ganarse a los indecisos, y c) mantener las adhesiones de la base de apoyo. Todo manual de comunicación política y campañas electorales, con dife-rentes matices, termina en estas conclusiones.

El 12 de febrero de 2012 ocurrieron dos cosas: por un lado, acudieron algo más de tres millones de personas a las primarias de la mud, con lo cual se dio un espal-darazo popular a esta elección, y por el otro, Capriles Radonski obtuvo un voto mayoritario; en realidad, deberíamos decir que fue arrollador (en torno al 65%). Siguiendo con lo que dicta el manual, era comprensible que, una vez asegurado el voto opositor, el principal cometido de Radonski fuera ganarse a los indecisos y ser un rostro visible y una figura cercana entre el electorado. Es necesario pre-cisar que una enorme franja de indecisos o de venezolanos que han votado por Chávez, sin ser parte de la base dura del chavismo, son los que decidirán la vota-ción el 7 de octubre de 2012.

Según estudios confiables, la base de votos duros de la oposición y el chavismo suman entre el 50% y el 60% del electorado, divididos casi a partes iguales. Eso hace que el fiel de la balanza esté en un sector mayoritario de no alineados, entre los cuales se encuentran personas que excepcionalmente han votado por Chávez por la falta de opciones en la oposición.

Entonces, esa franja de votantes es el público al que dirige Capriles su mensaje, es a quienes el candidato debe hablar con el fin de revertir las tendencias de opi-nión pública. Sobre este punto, las encuestas más serias del país dan un margen de entre 5 y 8 puntos a favor de Chávez, una cifra que es factible revertir dado el enorme número de venezolanos que, al ser consultados por las encuestadoras, se ubican como indecisos. Por otro lado, la estrategia de Capriles de salir a recorrer el país casa por casa lo coloca en un escenario donde su adversario no puede com-petir debido a su enfermedad y a los cuidados médicos, y eso le otorga la posibili-dad de comunicar un mensaje único.

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Capriles ha anunciado que recorrerá tres veces el país, casa por casa, hasta el momento en se celebren las elecciones en octubre. Es un reto duro para su for-taleza física, pero también es una clara provocación hacia el presidente Chávez, quien en esta oportunidad no podrá llevar una campaña de contacto directo con la población. La inscripción de los candidatos en junio ante las autoridades del Con-sejo Nacional Electoral fue un preludio del tono de la campaña: Capriles llegó tro-tando —literalmente— en un recorrido a pie de 10 kilómetros; Chávez, pese a que sólo recorrería escasas cuadras, se montó en un vehículo de carga adaptado para la ocasión. El 7 de octubre de 2012 se verá en las urnas el éxito de una opción u otra, que tienen apuestas diferentes tanto políticas como estratégicas.

Otro signo del nuevo camino que sigue la oposición con el candidato a la cabeza tiene que ver con el tono de sus mensajes. El contundente triunfo de Capriles el 12 de febrero de 2012 fue también una clara señal del electorado opositor: nadie quiere otro “gallito de pelea” que se parezca a Chávez. La masa opositora conven-cida optó claramente por un discurso moderado, pese a que en la lista de opciones tenía tres posibilidades que ofrecían un radicalismo con distintos matices: María Corina Machado, Pablo Medina y Diego Arria.

Una lectura de esos resultados, más la necesidad de captar a los no alineados para sumar una nueva mayoría, explican que Capriles no apueste por la confrontación y la polarización con el chavismo, además de que en este escenario Chávez tendría muchas más posibilidades de triunfar, como se evidenció en otras votaciones.

Como se prevé una votación reñida y peleada voto a voto, el veredicto de las urnas es otro signo de interrogación en Venezuela. La antesala del 7 de octubre de 2012 se ha caracterizado también por una guerra de encuestas y descalificaciones, especialmente desde el sistema de medios estatales, que dedican un promedio de 3 a 4 horas diarias a analizar, cuestionar o descuartizar la campaña de Capriles en las pantallas del Estado (el gobierno de Chávez aumentó de uno a seis los canales oficiales de televisión). Por todo lo anterior, podría decirse que la oposición vene-zolana encontró su camino.

el peso de la enfermedadEn junio de 2011, desde La Habana, el presidente Chávez admitió pública-mente que padecía cáncer y que se había sometido a varias cirugías en instalacio-nes hospitalarias de Cuba. Al terminar 2011, afirmó que ya estaba curado, pero en febrero de 2012 tuvo que decirle al país que el cáncer había reaparecido. Un año después de sus primeras intervenciones quirúrgicas, acudió a inscribirse ante las autoridades electorales dándole gracias a Dios por permitirle aspirar a la Presiden-cia nuevamente. El tema de la enfermedad del Presidente se ha manejado con el mayor secretismo, al punto de que voceros de la oposición sostenían la necesidad de que hubiese un parte médico especializado antes de que Chávez formalizara su candidatura presidencial, dada la falta de información confiable sobre el tema. Al

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contrario de lo que ocurrió con otros líderes latinoamericanos igualmente afec-tados por el cáncer, en el caso de Chávez se ignora prácticamente todo. Durante más de 1 año, no se supo con exactitud la magnitud de su dolencia, quiénes fue-ron los médicos que lo trataron, qué órganos estaban afectados y menos aún si el paciente tenía una esperanza de vida suficiente para aspirar a un nuevo mandato presidencial de 6 años (2013-2018). Este manejo prácticamente secreto, sin duda inspirado en el manejo en Cuba de la salud de Fidel Castro, arroja un sinfín de interrogantes, algunas de las cuales esbozamos al inicio.

Para el chavismo, como proyecto político que busca modelar la vida venezolana del siglo xxi —según las palabras de sus propios líderes—, la sorpresiva y prolon-gada enfermedad de Chávez los colocó frente a dificultades mayúsculas. Tal como vive la oposición sus fortalezas y debilidades, la prolongación en el gobierno del proyecto bolivariano o su descomposición está atada íntimamente a la existencia del líder. El modelo carismático y personalista que implantó Chávez, con una fuerte conexión emocional con los más pobres de Venezuela, sólo tiene sentido teniendo al Presidente a la cabeza. No logran llenar simbólicamente sus recurren-tes ausencias después de las intervenciones quirúrgicas o los tratamientos con los eventuales sucesores; por tal razón, los medios oficiales repiten las alocuciones e imágenes de Chávez, e incluso lo muestran en sus momentos de mayor vitalidad.

La campaña de Chávez y su ejercicio como Jefe de Estado (el 2 de febrero de 2012 cumplió 13 años) adquirieron, después del cáncer, un carácter aún más vir-tual que el mediático que ya tenía. Por un lado, el mandatario limitó sus salidas del Palacio de Miraflores (sede del Poder Ejecutivo y, de hecho, su residencia), redujo notablemente sus transmisiones de radio y televisión en cadena nacional (en una oportunidad, habló más de 9 horas seguidas en transmisión obligatoria para todas las radios y televisoras del país) y potenció el uso del Twitter incluso para comu-nicar decisiones de Estado. Chávez, de hecho, es un fenómeno con más de tres millones de seguidores en esta red social.

En términos de comunicación política, se percibe que aunque Chávez ha estado ausente de la escena pública (a veces más de 1 año), su figura tiene vínculos emocio-nales con el electorado que siguen dándole una gran popularidad. Alimenta estos vínculos, pese a la ausencia del líder, el abultado e inteligente aparato mediático al servicio del gobierno bolivariano. Para esta campaña en particular, se puso en marcha una estrategia comunicacional que lleva el sello de identidad de “Cora-zón Venezolano”.

Al igual que en 2006, el equipo de Chávez apuesta por una campaña que acen-túa lo sentimental. Hace 6 años fue la memorable campaña “Por amor”, en la que incluso se vieron cambios en el discurso y la vestimenta del Jefe de Estado para suavizar su imagen de hombre de confrontación. En aquella oportunidad, Chávez obtuvo el mayor número de votos de toda su historia electoral. No es un asunto que deba dejarse de lado. La campaña “Por amor” de 2006 sólo fue una estrategia elec-toral, pues una vez reelegido, el Presidente se lanzó por la ruta de la confrontación

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abierta (lanzó una polémica reforma constitucional para perpetuarse en el poder, cerró el canal de televisión crítico Radio Caracas Televisión, llevó adelante esta-tizaciones masivas y expropiaciones, entre otras acciones), pero no puede negarse que fue una decisión exitosa desde un punto de vista comunicacional y político.

Los sectores que se oponen al proyecto de Chávez no pueden menospreciar esas estrategias que se dirigen a los sentimientos y las esperanzas de los venezola-nos más pobres. En el pasado, ha sido un error de la oposición al chavismo. Tales acciones, en el contexto de Venezuela con un Presidente cuyo liderazgo es mesiá-nico, han demostrado que calan en el electorado y en este 2012 también podrían hacerlo, incluso con un líder de apariciones esporádicas.

por un nuevo centro políticoFinalmente, revisaré una interesante tesis, que comparto, sobre la nece-sidad de fijar un nuevo centro político para superar una polarización de la que el chavismo ha salido como fuerza dominante durante más de una década. La tesis está planteada en el libro Cómo ganar o perder las elecciones presidenciales de 2012 en Venezuela, de José Antonio Gil Yepes, editado por la Asociación Civil Centro Democracia y la editorial Libros Marcados. No trataré de resumir aquí todo lo que dice el autor, pero una de las ideas que más destacó es que, sin extremismos, desde la oposición, puede derrotarse política y electoralmente a Hugo Chávez el 7 de octubre de 2012. Este planteamiento de Gil Yepes, en el cual insiste constan-temente en su libro con abundantes datos estadísticos (fue Presidente 20 años de la empresa encuestadora Datanálisis), parece muy a tono con la decisión popular de ungir a Henrique Capriles Radonski como el aspirante presidencial. A fin de cuentas, los venezolanos que se oponen a Chávez apostaron mayoritariamente por el centro político al elegir a Capriles el 12 de febrero de 2012 en las primarias de la mud.

Después de analizar y seguir muchas horas de cobertura mediática de esta cam-paña, puedo sostener que Capriles Radonski ha sido congruente en su tono mode-rado, tanto en contenido como en forma. Se ha mantenido apegado a un guión en el que habla de su gestión pública (como alcalde, como gobernador) y, por tanto, se centra en soluciones y respuestas prácticas, sensatas. Haciendo un juego de pala-bras, ya que en su campaña se refiere al “autobús del progreso”, podría decirse que la campaña de Capriles Radonski es, en realidad, el “autobús de la sensatez”. Pese a los ataques y descalificaciones muy frecuentes en los medios gubernamentales de radio y televisión, el candidato de la mud ha mantenido un discurso de conci-liación y escasamente menciona al presidente Chávez de forma directa. En reali-dad, se ha concentrado en los problemas del país. Capriles marca una diferencia con las voces más estridentes de la oposición: cuando habla de los problemas, no se centra en asuntos como la falta de libertades o la implantación de un modelo tirá-nico, sino que aborda los problemas cotidianos que agobian al venezolano común.

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La matemática electoral de los ciudadanos que quieren sacar a Chávez del poder concluyó lo siguiente: a Chávez no lo derrotará otro candidato igual (amenazante o escandaloso), sino uno que efectivamente encarne un cambio. Ante las elecciones presidenciales, para las cuales más de un tercio de los venezolanos se definía como no alineado al momento de iniciarse la campaña en julio de 2012, es decir ni a favor del gobierno ni de la oposición, el discurso de Capriles Radonski podría tener más pro-babilidades de captar votos entre venezolanos que, aunque desencantados del cha-vismo, no se identifican claramente con las banderas tradicionales de la oposición.

Gil Yepes sostiene que si bien no se puede ignorar la necesidad de “respon-derle y frenar a Chávez”, hay que superar y abandonar el juego de “amigos y ene-migos” a partir de un mensaje positivo y afirmativo. En este punto, la candidatura de Capriles Radonski parece seguir el guión. Se trata de establecer un nuevo cen-tro político que se convierta en mayoría. Con el esquema anterior, de confronta-ción directa con Chávez, el techo de la votación opositora se mantenía en torno al 40%, mientras que el Jefe de Estado sacaba el mayor rédito electoral.

Otra tesis sostenida en el libro de Gil Yepes, y que la realidad política de la cam-paña ha evidenciado, es la poca identificación partidista que prevalece en Vene-zuela, pese a la intensa politización. Por tanto, el presunto poder de las maquinarias de los viejos y nuevos partidos es un mito en la Venezuela actual, donde la movi-lización y la apuesta de los electores no depende tanto de una fidelidad partidista como de una conexión emocional.

Sí, el factor emocional, a fin de cuentas, será también otro elemento para ali-mentar la incertidumbre en Venezuela antes del 7 de octubre (o 7-0, como se le conoce popularmente).

latinoamérica y el 7-oEl politólogo Piero Trepiccione ha sostenido que las elecciones de este año en Venezuela posiblemente sean las más importantes de Latinoamérica en los últi-mos 50 años. No creo que sea una exageración su punto de vista, dado el impacto regional que tendrán los resultados de estos comicios y los dos senderos que se bifurcan, en materia de política internacional, según quién resulte elegido el 7-o.

En sus discursos de campaña, el presidente Chávez ha dejado en claro que su reelección ratificará, sin cambiar un ápice, la política exterior y las relaciones inter-nacionales. Básicamente, el Jefe de Estado ha planteado que una prioridad de su gobierno será apostar a la multipolaridad, que en la práctica ha significado el ale-jamiento de Venezuela de la influencia de Estados Unidos. Del mismo modo, Venezuela seguiría impulsando la cooperación en la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (alba) y Petrocaribe, que tiene como eje los altos precios del petróleo y el peso de país exportador de crudo de Venezuela.

Chávez ha ratificado en todo momento su intención de mantener una rela-ción privilegiada con Cuba. Según el programa de gobierno que presentó ante las

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autoridades del Consejo Nacional Electoral cuando inscribió su candidatura, una de las metas de un eventual gobierno suyo para el período 2013-2018 será conver-tir a Venezuela “en una potencia mundial”.

Por su parte, un triunfo de Capriles el 7-o traería un cambio importante en el escenario regional por el giro que daría la política exterior de Caracas. El candi-dato anunció que entre las primeras medidas que tomará como Jefe de Estado esta-ría el regreso de Venezuela a la Comunidad Andina (can), un organismo que el gobierno de Chávez abandonó para sumarse al Mercado Común del Sur (Merco-sur), aunque la presión política del Congreso de Brasil, y luego de Paraguay, puso en el congelador el ingreso de Venezuela a este mecanismo subregional. Según Capriles, Venezuela debe tratar de unirse al Mercosur o a otras entidades, pero a partir de su pertenencia a la can.

Asimismo, el equipo programático de Capriles ha señalado que las prioridades internacionales serán la promoción de la democracia y la defensa de los derechos humanos, por lo que se prevé un reacercamiento de Venezuela a Estados Uni-dos y a los países de Europa occidental. Un gobierno de la mud también pondría fin al financiamiento de otros países de la región, especialmente Bolivia, Cuba y Nicaragua, y se concentraría en los asuntos internos. Durante su campaña, Capri-les se ha referido escasamente al papel internacional de Venezuela en caso de que alcance la Presidencia, y centra su propuesta en garantías de seguridad, educación y empleo para los venezolanos.

Tal cambio en el orden de las prioridades que tendría la política exterior venezo-lana en el caso de que Chávez resulte derrotado se relaciona también con una opi-nión negativa de la gente: para la gran mayoría de venezolanos, incluidos los que apoyan a Chávez, un error del chavismo es lo que llaman la “regaladera de plata” en otros países, “cuando aquí [en Venezuela] hay tantas necesidades”. La política exterior, como siempre, termina teniendo un impacto en el interior, y cómo se manifieste en Venezuela durante los próximos años se definirá, con notables dife-rencias entre una y otra opción, el próximo 7 de octubre. Ñ