Veo la Luz

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CONTIENE DVD Antonio Gamoneda poeta Amando Casado fotógrafo V E O L A L U Z

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Muestra de "Veo la Luz". Poemas de Antonio Gamoneda y fotografías de Amando Casado.

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CONTIENE DVDAntonio Gamoneda poeta Amando Casado fotógrafo

V EO

L A

L U Z

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VEO LA LUZ

Fotgrafía: Amando CasadoTextos: Antonio Gamoneda

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VEO LA LUZ

Antonio Gamoneda, poeta Amando Casado, fotógrafo

Astorga 2011

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Dirección editorial: Amando Casado y Héctor Escobar

© de las fotografías: Amando Casado

© de los fragmentos poemáticos (1947-2007): Antonio Gamoneda, seleccionados por Amando Casado

© de los textos: sus autores

Diseño y maquetación: Amando Casado

Dirección del audiovisual: Amando Casado

Voz e interpretación de los fragmentos poemáticos: Antonio Gamoneda(utilizados con licencia de Antonio Gamoneda)

© de la música original del audiovisual: Senén García García de Longoria

Grabación de voz y sonido: Isaac García Torres

© de la presente edición: Eolas Ediciones

I.S.B.N: 978-84-938666-6-2

Deposito legal: Ningún contenido de este libro y DVD podrá ser reproducido, sin la autorización previa de sus autores.

A Oliva (in memoriam) y Carlos,

es decir

a la luz

al amor

a la alegría.

A Conchita y Paco

compartiendo

el camino

la luz

la noche

la profunda compañía.

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivosy Bibliotecas del Ministerio de Cultura para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, deacuerdo con lo previsto en el artículo 37. 2 de la Ley de Propiedad Intelectual.

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Mediante la fotografía el mundo se transforma en una serie de partículas inconexas e independien-

tes; y la historia, pasada y presente, en un conjunto de anécdotas y faits divers. La cámara atomiza,

controla y opaca la realidad. Es una visión del mundo que niega la interrelación, la continuidad, y

en cambio confiere a cada momento un carácter misterioso.

Susan Sontag

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EVOCACIONES EN EL CAMINO

Roberto Castrillo Soto

Profesor de Historia del Arte de la Universidad de León

La mayor parte de los trabajos fotográficos relacionados con el Camino de Santiago han sido realizados

con la finalidad de ilustrar los diversos ámbitos que lo componen: religioso, histórico, cultural, artístico,

etnográfico o geográfico, entre otros. En ellos las imágenes fotográficas suelen conformar un discurso

lineal, acompañado por textos especializados en cada uno de los campos de estudio, cuyo contenido

se basa fundamentalmente en aquellos lugares, monumentos, paisajes u objetos cuya presencia se

asocia de forma directa con la Ruta Jacobea. Imágenes que por su redundancia, independientemente

de la calidad técnica con que hayan sido efectuadas, se han convertido en lugares comunes, tópicos

cuya capacidad de evocación se ha visto suplantada por un mero sentido ilustrativo o decorativo.

Tal y como sucede con las postales de cualquier lugar, la imagen fotográfica queda reducida a

recuerdo estetizado, decorado en el que todo lo representado se vacía de contenido para resaltar y

conservar únicamente la superficialidad del atractivo de sus formas y colores. Una asepsia formalista

independiente del sentimiento y la vivencia individual o colectiva, que se inicia y se resuelve en su fulgor

visual. Los motivos representados se acartonan y enmudecen como escenografías inanimadas.

El proyecto que Amando Casado presenta en este libro se plantea desde una perspectiva

completamente diferente a la expuesta con anterioridad tanto en el contenido como en la concepción

del trabajo fotográfico.

En primer lugar la naturaleza del discurso. No se trata de una recopilación unidireccional con un

inicio y un final nítidamente delimitados. La fuente primordial de la experiencia vivida por el peregrino o

caminante la constituye el propio recorrido, el viaje, cuyos márgenes se despliegan de manera inmensa

e incontrolable. Por ello las imágenes fotográficas evitan el tópico para recorrer múltiples escenarios

que se entrelazan entre sí por medio del poder expresivo de la imagen y la palabra. La relación entre

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pero que se transforma en luz mental, lucidez conceptual, iluminación espiritual. Nuevamente nos

encontramos en un camino que transita desde lo material a lo inmaterial, de lo reconocible a lo

enigmático y poético, de lo claramente definido a lo sutilmente evocado. Es este recorrido personal

y creativo el que se muestra en este libro. Un Camino de Santiago cuyas imágenes no están en los

objetos que lo caracterizan habitualmente sino en el modo en que se relacionan con quienes los

interiorizan. Este camino vital carece de sentidos únicos. Se trata de momentos fugaces, irrepetibles,

que la fotografía trata de capturar extrayendo de ellos toda la fuerza simbólica de que son portadores.

Cada fotografía, cada instante de tiempo conlleva la doble dimensión de lo efímero y lo perpetuo.

Por ello el libro está estructurado en forma de instantes, de pedazos de experiencia unidos por la

expresividad. Así también se recogen fragmentos de obras poéticas de Antonio Gamoneda, poeta

de la luz y la evocación, cuya palabra se lee y se escucha con fuerza tras cada una de las imágenes.

Fotografía y poesía se funden de manera armónica para ahondar aún más en la riqueza sensorial de

quien emprende el camino. El audiovisual que acompaña al libro resume con brillantez el objeto final

de este hermoso trabajo: las imágenes de Amando Casado, la poesía recitada por el propio Antonio

Gamoneda y la música compuesta por Senén García García de Longoria reunidas en una vivencia

única, de alto contenido emocional e intensa belleza. En definitiva, un libro que ha de recorrerse con

todos los sentidos, de principio a fin, renunciando a buscar respuestas. Únicamente el gozo de la

experiencia.

cada uno de los pasajes surge de la necesidad interior, de la vibración inherente a cada una de ellos.

Es por este carácter sincopado, fragmentario, inconcluso del discurso que las imágenes no pretenden

enfatizar lo reconocible. De este modo aquella anecdótica superficialidad da paso a un libre juego

entre la razón y el sentimiento. El lector espectador ha de involucrarse en la construcción del sentido

de imágenes que en ocasiones pueden parecer descontextualizadas pero que alcanzarán su pleno

sentido tanto en el conjunto general del libro como en la recreación interior de quien las contempla.

No se pretende enseñar ni dogmatizar sino evocar desde lo sensible. El argumento particular del

Camino de Santiago se convierte en punto de partida para una reflexión general acerca de la idea

de camino: camino externo y camino interno. Principio y fin, vida y muerte pero, sobre todo, tránsito

y transformación.

En este sentido, la fotografía renuncia a un carácter meramente testimonial para adentrarse en el

territorio del pensar y el sentir. El referente físico capturado es reinterpretado por el fotógrafo para extraer

de él su poder simbólico. En la experiencia del caminar confluyen ser y devenir, quietud y movimiento,

permanencia y fugacidad, esencia y apariencia. Las imágenes del camino aquí presentadas dibujan

este paisaje de elementos complementarios que el caminante va descubriendo tanto en el mundo

que le rodea y por el que transita como en su propia naturaleza humana a medida que avanza en

su andadura. Una reflexión, en definitiva, sobre las dimensiones material y espiritual del ser humano.

Con las imágenes se pretende transmitir la capacidad poética de la mirada, de tal modo que ver el

paisaje signifique sentir, experimentar la naturaleza. El camino deja sus huellas en el caminante, pero

también él imprime las suyas en el mundo. Así, las imágenes fotográficas que encontrará el lector

discurren por muy diversos escenarios: de los amplios horizontes a los mínimos detalles, de la serena

contemplación a la estela que deja el caminante al pasar, de lo concreto al recuerdo, de lo universal

a lo más íntimo, sin que estos elementos sean excluyentes entre sí, pudiendo confluir varios de ellos en

una misma imagen.

Toda esta riqueza significativa es fruto de la solidez conceptual con la que Amando Casado desarrolla

su trabajo fotográfico. La fotografía es entendida por el autor como idea expresiva consistente en la

captación de lo que está más allá de lo puramente visible; en otras palabras, como interpretación

interior de la realidad exterior. Una poética de la luz. Luminosidad física que penetra en la cámara

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EL PENSAMIENTO LUMINOSO

Eloísa Otero

Poeta y periodista

¿Cada instante del universo entraña su propia historia?

“La vida es un extraño viaje desde la inexistencia hacia la inexistencia” dice Gamoneda, el poeta

de la luz, el mismo que afirma que él nunca sabe lo que sabe hasta que no se lo dicen sus propias

palabras.

La realidad se puede descomponer en múltiples realidades simultáneas. Si la cámara es la pluma del

fotógrafo, las fotografías son su voz y su mirada, lugar de encuentro. El fotógrafo capta el reflejo de

algo que existió en algún punto del espacio-tiempo. Pero lo que queda de ese momento, su memoria

impresa, no es más que el reflejo de la materia en un instante vital irrepetible y único.

Entre todos los caminos de la vida, hay uno que cuenta de verdad. En él las preguntas te llevarán

mucho más lejos que tus pies, aunque calces botas de siete leguas.

Día tras día, mientras el dolorido cuerpo se abre al paso con el talón en pura boja, cada instante

se suma a su relato. De noche, bajo la luz de estrellas extinguidas hace miles de años, hay un algo

intangible que aletea interfiriendo en la interpretación sentimental de las imágenes, desafiando al mero

entendimiento sensorial.

Música, pálpito, huellas espectrales. Sobre el papel emulsionado emerge el alma contenida de

la materia y de las cosas. Los petroglifos, antiquísimas piedras escritas, invitan a reinterpretar los

derroteros.

Y en el camino surge, de pronto, la iluminación: este libro es el relato de una búsqueda, pero

también la construcción de un pensamiento. Como Gamoneda, Amando Casado se extravía en la luz,

tanteando otra verdad distinta a la que se ilumina en primer término, otra verdad contenida. (“La luz

es para todos los hombres. / También la tierra lo será algún día. / Si tu pensamiento es libre como la

luz / que tus manos sean generosas como la tierra”).

Poesía de la mirada es lo que encontramos aquí, en estas páginas en las que se recrea visualmente

un camino (el ‘Camino de la Luz’), inquiriendo en nuevas percepciones. No se trata de autentificar

la realidad, sino de extraerle reflejos inéditos capaces de conformar una realidad nueva. Y es que, al

contrario de lo que solemos creer, la luz no es algo que incida sobre la materia de forma directa, sino

que es el reflejo de toda la materia, incluidos nosotros mismos. Ver la luz. Estudiar su composición, sus

manifestaciones, sus provocaciones. Y, a la vez, dejar testimonio de las infinitas y distintas miradas que

se pueden depositar, reflexivamente, sobre una misma materia reflectante.

“Pero, ¿soy yo quien mira con mis ojos?” (Antonio Gamoneda). La pregunta surge en cada imagen,

en cada uno de sus instantes vitales contrariados. No son mis ojos. Son otros los ojos a través de los

cuales puedo, ahora sí, ver la luz. Pensar la luz.

El pensamiento, como la utopía, sirve para caminar. Como la luz, se proyecta hacia el futuro. Es

creación (consigue que algo valioso que no existía exista) y revelación (convierte en visible lo invisible).

Amplía el territorio de lo real explorando más allá de lo percibible o entendible. El pensamiento cambia

el mundo.

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EL CAMINO DETENIDO

Luis Grau Lobo

Dierector del Museo de León

Nadie dice que va a caminar a Santiago, sino a hacer el camino de Santiago. Porque a Santiago no se

camina, sino que el camino se hace. De ahí lo ilusorio de definir algo que está en constante perfección

y que únicamente la propia experiencia es capaz de revelar, que esquiva una comprensión vicaria pues

sólo se vislumbra a través de la evocación de quien ha participado en su hechura. Durante siglos, los

unos para su alabanza y los otros para su escarnio, han intentado describir qué se esconde tras esta

peregrinación y qué la explica. Sin éxito, pues ¿cómo contar lo inefable? ¿Cómo atrapar con palabras

lo que no puede siquiera ser abarcado? ¿De qué forma, al fin, compartir la experiencia?

Cierto griego socarrón afirmó que el movimiento se demostraba andando, pero no añadió que para

percibirlo es necesario detenerse, estar parado. Sólo quien es distinto descubre la diferencia. Quizás

por ese motivo fotografía y poesía, artes del detenimiento, favorezcan un acercamiento lúcido; más

que complementario, radiante. Ambas capturan fogonazos fortuitos que acaban por iluminarlo todo,

precisamente por no pretender hacerlo. No gustan de los atajos, sí de las encrucijadas.

Algo parecido hace nuestra memoria antojadiza, expurgadora celosa del curso incesante de los

acontecimientos, rebelde hacia nuestra voluntad, cuando retiene aparentes trivialidades que más tarde

abrirán el cofre de nuestra Pandora particular. Porque cuando recuerdo las veces que he hecho el

Camino lo primero que vuelve a mí no es el curso de las caminatas fatigosas o la duración vivida en

soledades y parajes al ritmo de mis zancadas, sino una serie de instantáneas fugaces, de imágenes

vívidas persiguiendo al sol, con el horizonte cosido en los cuatro costados, que guardan en su interior los

versos macerados en la métrica de esos pasos.

Y así, como en un cajón repleto de fotos familiares, barajo esos recuerdos y los recompongo en

órdenes improbables o desconocidos que mienten porque dicen más verdad que aquel tiempo perdido.

Porque esos instantes aislados entretejen urdimbres inesperadas, forjan vivencias azarosas que anidan

en la mente del que ojea unas páginas que vuelven a escribirse a medida que se leen.

Pues es así como se hace el Camino. Con estas soleras se enlosan sus veredas, se pavimenta la

calzada por la que los hombres “extráñanse de sus linajes y de sus lugares, y de sus mujeres, y de sus

casas y de todo lo que tienen, y van por tierras lejanas lastimando los cuerpos y gastando los haberes

buscando los santuarios” tal y como se asombraba el rey Sabio en Las Partidas. Así se regeneran los

firmes de una senda que lleva recorriéndose más de un milenio, palimpsesto de pasos anónimos. Y

por eso no puede entenderse en qué consiste caminar a Compostela salvo para quien ya lo ha hecho.

Y cuando se rememoran ante otro peregrino las mismas y diferentes vivencias, esos artificios se tornan

espejismos atrapados en instantáneas escurridizas. Una colección de tiempo estático y cristalino,

instantáneas inmunes a la erosión, estrofas candentes que alumbran la nostalgia, el dolor por regresar.

Aunque, claro, versos e imágenes sean otra cosa, otra historia. Y una vez escuchada ésta sólo quepa

decir: hágase el camino. Entonces, sobrarán las palabras y las imágenes, pues el camino se detendrá

ante nosotros.

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invadidos por la voz aromática, las alianzas entre los caminos sublevándose en los apeaderos de lo

maravilloso. Aproximadamente es el peso de la luz en los talleres de balanzas, el valor de las nubes sin

dueño y los ambulantes huéspedes de alguna forma de amor .

Los animales mansos ven un torrente de partículas de luz en las manchas de la enfermedad, los jóve-

nes extranjeros ven luces vivientes en la frontera azufrada de los viñedos, las abejas ven luz en las joyas

que van a ser apagadas. La luz que silba el guardagujas del arco iris es vecina de la luz que agotó su

alimento en la taberna de las interrogaciones. Es la luz que vino a preguntar la que ahora piensa en

los claros del bosque de tu corazón, la luz de plomo y los copos de nieve, la luz de los fragmentos que

reconstruyen el mito de la felicidad sobre los girasoles nodriza y la cavilación de los osarios.

Y amas esta luz porque es la luz usada por tu padre. La luz que ha permanecido sobre las cantidades

discretas y el deseo de los débiles y la fractura de los descontentos. Amas esta luz porque su energía

derramó tinta bajo los párpados de cuanto permanece vigilante en la noche, e hizo ver lo justo y abrigó

el desuso de lo informe con la perfección del hexágono.

Esta es la luz del que salió a buscar y por la luz fue encontrado. Los seres percibidos en la radiación

de su cavidad sobre las superficies morales de la incertidumbre. Luz sobre el puente de los números y

las semejanzas cuánticas entre la herrumbre de los ferrocarriles azules y las golondrinas fecundadas

por los helechos. Luz es la luz entrando en las cerraduras y en los sotos de castaños y en el adorme-

cimiento de las grandes promesas. Luz para el reparto de sueños bajo las solares vegetaciones de los

nacientes.

Luz de cuanto digno de ser pensado es también la inicial libertad de lo que reclama ser visto, el

horizonte individual que cruza el peregrino del tiempo y de la nada, el ciudadano que habla porque

hay mundo y luz desobediente al pie de la letra de la historia. Luz de los lenguajes de la pobreza que

en las cercanía del pensar asigna sus correspondencias con la verdad de todo diálogo: desocupar los

huecos, el peligro de la gran tristeza, la casa del desmemoriado. Y ante lo que no fueron los signos

abatidos por el rayo, restituir en luz el derecho, palabras, visiones, ciudadanos, a su luz

Todas las noches luz: la equidad de la luz en los ojos de Amando Casado, la ininterrumpida luz que

sobre el acero de los abismos tiende, viva voz de una emoción redentora, Antonio Gamoneda.

HAY UNA LUZ QUE CAMINA

Juan Carlos Mestre

Poeta y artista visual

Hay una luz que camina y está empapada por la velocidad de las lágrimas que le confidencia la som-

bra que marcha a su lado. Es la luz que coincide con el ángulo de la vibraciones donde la noche da su

razón a la conciencia del sueño. Es entonces la luz insistente de los sueños la que entra en la mirada

del otro, el que bajo el estallido de la tormenta, sobre los barros convivientes de su soledad, ante los

hierros de la imaginación del futuro, hace visible la esperanza del antifilósofo y el fracaso del mágico.

Es la luz abierta contra la penumbra que amenaza el encierro, la dignidad de los caminantes descalzos

atraídos por algún tipo de pensamiento magnético.

Es la luz de la imposibilidad, por eso es también la luz de la creencia de cuanto no encuentra repo-

so: la propia búsqueda, las campanas de invierno donde aún resuenan las voces de los maltratados

por la lógica del último siglo. Son las claridades que madura la luz, el fruto que justifica la inmovilidad

del árbol y el pararrayos de los límites Una luz hecha de substancias oscuras como el perdón que abre

con sus llaves de lluvia las huellas hacia las nervaduras de la catedral o el castillo de naipes.

La duración de la luz está en los brezos y en las convulsiones de los que pernoctan en las cunetas de

los maltratados. La redención de la luz se adhiere a los enamorados y a los camineros que desafían el

laberinto de su propia certeza. La naturaleza de la luz pertenece a la especie de los pájaros subterrá-

neos y a la muerte desnuda que espera con sus barbas de piedra a la orilla del mar. A nadie aguarda,

con nada se impacienta, está quieta esa luz, pero camina esta luz.

He aquí la objeción: el deslumbramiento. Esta luz roe los huesos de la teoría ondulatoria, se niega

a ser admitida como testigo de cargo, es luz, y no ha existido ninguna otra manera de convertirla en

destino. Son los salmos y los cantos de bodega de la luz descendiendo sobre los campos de centeno y

la curvatura del eco en los espejos de lo presentido por aquí abajo. Son los silencios de la indeferencia

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Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya sólo hay luz dentro de mis ojos.

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Vi

montes sin una flor, lápidas rojas,

pueblos

vacios

y la sombra que baja. Pero hierve

la luz en los espinos. No comprendo. Sólo

veo belleza.

Desconfío.

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No merecía la pena. Me dispongo

al olvido y al vértigo. Ésta es la ultima dificultad. Es excesivo

este cansancio sin destino.

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Tengo frío bajo un arco que separa la existencia y la luz,

que separa cuanto he olvidado

y la última luz.

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Conocerás el destino

y crecerá tu paz al acercarse la noche

y al ir sabiendo que la vida es

una inmensa, profunda compañía.

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El mundo es grande. Dentro de una casa

no cabrá nunca. El mundo es grande.

Dentro de una casa -el mundo es grande-

no es bueno que haya tanto sufrimiento

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Sé que el único canto,

el único digno de los cantos antiguos,

la única poesía,

es la que calla y aún ama este mundo,

esta soledad que enloquece y despoja.

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No llores, que aún tienes

el viento y la distancia.

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Cierto: la verdad es un armario lleno de sombra.

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Como si te posases en mi corazón y hubiese luz dentro de mis venas

y yo enloqueciese dulcemente; todo es cierto en tu claridad.

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Veo la sombra en la sustancia roja del crepúsculo.

Cierro los ojos y

arden los límites.

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Vas hacia lo invisible

y sabes que es real lo que no existe.

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Oír el corazón en un silencio nuevo,

advertir el destino

donde estaba el deseo.

Ah verdadero amor,

qué sensación de tiempo

poseído, pensar

en el mundo y en ti

en sólo un pensamiento.