VIÑETAS DE LA PROVINCIA Un (15 de diciembre de 1963) iUn ... › contenido › suplementos ›...

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I NVIERNO 1994.- En septiembre del año pasado escribí algo sobre los siete pecados capitales y al despedirme me permito ofrecerles que en fecha pos- terior escribiría sobre el antídoto de esos 7 males, y ahora lo estoy haciendo con la misma humildad de siempre, pues aunque escribí de los “pecadotes”, considero una temeridad que uno del “montón” sin más enseñanzas y estudios que sus largos y rumbosos años hable del contraveneno de los perniciosos cami- nos de que no portarnos bien nos llevarán a pasar las tristes veladas en compañía del nada simpático Satanás. Las virtudes, por ser femeninas, son dulces, amables y acérrimas opositoras de los pecados. Recuerdo que mi nana, cuan- do yo era niño me platicaba sobre las lindas virtudes, aconsejándome que siempre las practicara para evitar las tentaciones y los perjuicios para mis amiguitos. De ni- ños todo nos parece fácil, pero conforme vamos creciendo inconscientemente nos vamos alejando de ellas y acogiéndonos con cierta preferencia al que se refiere al sexo hermoso, el cual considero, bajo mi punto de vista, el más difícil de alejarlo de nuestras vidas. A continuación, y bajo mi poco saber y entender las describiré, esperando que mi reseña sea más o menos explicada sobre ellas (las virtudes) y ellos (los pecados). La templanza es el antídoto de la gula. Ella nos sugiere la moderación en la buena mesa, no abusar de las exquisiteces, ni de los alimentos bien condimentados, ni exó- ticos. Afortunadamente para ella tiene a su favor que nuestras panzas ya no funcionan bien y además los precios por lo general están como las nubes y esto hace que las mayorías no necesiten mucho de esa virtud. La diligencia el contraveneno de la pereza tampoco es muy útil para las mayorías, pues los trabajos, que- haceres, ocupaciones y entenderes que tienen, no les queda tiempo para flojear que es la forma más práctica de ejercer el pecado, por lo consiguiente la diligencia la pueden necesitar las personas que son ricas o las que padecen de insomnio. La paciencia viene siendo el antitóxico de la ira. Esta potestad bien que todos la necesitamos, pues lo corajudo todos lo tenemos, desde luego hay unos más rabiosos, y unos que pronto se les pasa el coraje, y otros que viven y duermen con los rencores a un lado de la almohada, así es que esta virtud siempre y por todos lados y a todas horas la necesitamos para bien de nosotros mismos. La largueza, la opositora de la chocante, mala y perjuiciosa avaricia. Según mi leal saber y entender, es de la que más trabajo tiene y la que casi siempre sale derrotada, pues no hay duda que los amantísimos del dinero somos casi todos y lo adornamos como el legendario becerro de oro, así es que mientras no valoremos la gran importancia que tiene para todos la tranquilidad de nuestras conciencias, esta virtud seguirá luchando a brazo partido hasta hacernos comprender que es mil veces mejor dar que recibir. La humildad, antítesis de la soberbia que para mí es tan chocante y perjui- ciosa como su hermanastra la avaricia; es de las virtudes más difíciles de antender. Todos nacimos creyendo que venimos etiquetados como superiores, y no somos más que unos engreídos que tenemos que recibir golpizas a lo largo de nuestras vidas para entender que todos somos iguales, teniendo los mismos brazos, piernas, ojos, cabezas y corazones. Esta virtud tiene la gran habilidad de que tarde o temprano, con gentileza y sonriente o con rudeza y disgustada nos pone a cada uno en su lugar. Ahora, si no tuvo tiempo, en el camposanto con rasero y por parejo todos juntos estaremos hermanablemente unidos hasta el día del juicio final. Castidad siempre está en contra del más simpático de los pecados, según yo. La lujuria es una falta que se deriva del amor a nuestros semejantes, pero desde luego del sexo opuesto. Esta virtud es de gran calidad y categoría, pues las personas allegadas a ella y obedientes a sus dictados son como “granitos de oro” que muy poco se encuentran en el planeta tierra. La caridad antídoto de la envidia. Esta femenina virtud estimo que es de las más lindas y simpáticas, pues al sacar de un apu- ro a un semejante se goza por el sólo hecho de ayudar. Nosotros, todos de por sí, somos envidiosos y todo lo queremos para nosotros, todo lo deseamos, sin pensar en compartirlos y es cuando esta virtud nos sale al paso y nos hace comprender que antes que tomar o de tratar de tenerlo todo debemos tener caridad hacia nuestros semejantes, y esto es básico para que la envidia salga poco a poco de nuestros sentimientos. La caridad, hermanita de la largueza, se complementan para darnos a los humanos la oportunidad de sentirnos úti- les y satisfechos en practicar esta hermosa y linda potestad, que de seguro nos sentiremos orgullosos al quedar bien con ella. Y ya para decirles adiós, les recomendaría que nos hiciéramos más amigos y fuéramos más allegados a las femeninas virtudes, dejando de lado a los sangrones y malosos pecados que siempre nos juegan malas pasadas y nunca, pero nunca nos darán la oportunidad de sentirnos buenos y tranquilos con nuestras conciencias. * Empresario, historiador y narrador. Carlos Caco Ceballos Silva Las difíciles y lindas virtudes Las difíciles y lindas virtudes De lejos y a mi alrededor (15 de diciembre de 1963) Un desalmado Un desalmado simpático simpático PLAZA CULTURAL DE DIRECTOR GENERAL: ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA COORDINADOR: JULIO CÉSAR ZAMORA Imágenes: Fotos de Archivo. Correo: [email protected] DOMINGO 14 DE JULIO DE 2019 2553 VIÑETAS DE LA PROVINCIA 4 8 Ágora PLAZA CULTURAL DE La templanza es el antídoto de la gula. Ella nos su- giere la moderación en la buena mesa, no abusar de las exquisiteces, ni de los alimentos bien condimenta- dos, ni exóticos. Afortunadamente para ella tiene a su favor que nuestras panzas ya no funcionan bien. DOMI 2553 DOM ESCRIBEN: Eduardo Lizalde, Miguel Ángel León, Jaime Obispo, Julio César Zamora, Sandra Sevilla, León Mendoza, José Luis Larios y Carlos Caco Ceballos.

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    7Ágora

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    Datos históricos del R

    egistro Civil de C

    olima

    José Luis Larios García

    En m

    ayo se cumplieron 161 años de haberse expedido la prim

    era acta de defunción por el R

    egistro Civil de C

    olima, con fecha 7 de m

    ayo de 1858. Según el análisis del historiador Ó

    scar Guedea y C

    astañeda, en su obra titulada La instalación del R

    egistro Civil en C

    olima: prim

    ero en la Re-

    pública Mexicana, 1858-2010, nos acerca a la

    historia de la institución a través de apuntes historiográfi cos. La interpretación del autor, nos adentra al terreno de los cam

    bios políticos a m

    ediados del siglo XIX

    . E

    n el nivel federal, la situación jurídica im

    plemen

    tada por las Leyes de R

    eforma,

    enarboladas por el presidente Benito Juárez,

    causaron grandes controversias; no obstante, debem

    os remitirnos a los antecedentes que

    originaron la creación del Registro C

    ivil en C

    olima. H

    ay que recordar que en sus inicios el registro de las personas fue asentado por las autoridades eclesiásticas. Los m

    iembros

    del clero se ocupaban de los asuntos civiles y religiosos de sus feligreses al m

    omento de

    nacer, o bien al fallecer, en la jurisdicción correspondiente a su curato.

    De acuerdo con G

    uedea y Castañeda, el

    fundamento jurídico m

    ás próximo surge a

    partir de la soberanía política y territorial de C

    olima, con la proclam

    ación de la Constitu-

    ción Política del Estado, publicada el 16 de oc-

    tubre de 1857 por el gobernador José Silverio N

    úñez, cuyo título I, sección segunda, artículo 28, fracción III, m

    enciona que los habitantes debían inscribirse en el R

    egistro Civil.

    El presidente interino de la R

    epública, Ignacio C

    omonfort, ya había expidió el 27 de

    enero de ese mism

    o año la Ley Orgánica del

    Registro C

    ivil, en ella se contempló la partici-

    pación del Estado y la Iglesia, pero no entró en

    vigor por haberse proclamado la C

    onstitución de la R

    epública de 1857.Fue hasta el gobierno de R

    icardo Palacio que se expidió en el estado de C

    olima el R

    egla-m

    ento para la ejecución de la Ley Orgánica

    del Registro C

    ivil, publicado el 17 de enero de 1858. C

    on este argumento se creó

    el Registro C

    ivil, bajo la dirección de F

    ilomeno M

    edina Lim

    as, primer

    ofi cial encargado de organizar y dar fe de los asuntos civiles de la capital y sus pueblos.

    Por lo tanto, recurrimos al prim

    er Libro de D

    efunciones de 1858

    , res-guardado en el A

    rchivo Histórico del

    Municipio de C

    olima, en el cual quedó

    asentada la primera acta de defunción,

    firmada por el oficial m

    encion

    ado, quien certifi có que “el día seis a las ocho de la noche del m

    es de mayo de m

    il ochocientos cincuenta y ocho, falleció María

    de Jesús Dávalos, de fi ebre, viuda de G

    uadalupe Palacio; dejando un hijo; no hizo testam

    ento”. Asim

    ismo, un año después, el 25 de m

    ayo de 1859, se expidió la

    primera acta de nacim

    iento, inscrita en el primer Libro de N

    acimientos, tam

    bién conservado en el m

    ismo A

    rchivo; otro ejemplar se custodia en el A

    rchivo Histórico

    del Estado de C

    olima, am

    bos originales. El acta fue expedida a nom

    bre de Arturo

    Dim

    itano, hijo de Agustín B

    arreto y Rosa Solórzano, fi rm

    ada por el ofi cial Fer-m

    ín G. C

    astro, y registrada dos meses antes

    de haberse promulgado a nivel federal la Ley

    Orgánica del R

    egistro Civil, del 28 de julio

    de 1859, y más antigua que la registrada en

    Veracruz el 10 de octubre de 1860, a nom

    bre de Jerónim

    a Francisca, hija de Benito Juárez

    y Margarita M

    aza.E

    l Libro de Defunciones contiene 40

    2 fo-jas, con 639 actas, las cuales concluyen el 21 de diciem

    bre de 1858. Las actas nos arrojan datos relevantes de las enferm

    edades morta-

    les ocurridas a mediados del siglo X

    IX. Según

    las pesquisas, durante el mes de m

    ayo, la tasa de m

    ortalidad fue muy alta debido a un brote

    de viruela, expandido por toda la ciudad de C

    olima. Sólo en ese periodo, se registraron

    15 decesos, pero las cifras aumentaron en

    los siguientes meses, focalizándose m

    ás en tiem

    pos de calor. Los datos recabados m

    uestran que duran-te junio ya había estragos im

    portantes por la epidem

    ia de la viruela, la cual aumentó

    a 20 casos en ese m

    es. Los más vulnerables

    a la enfermedad fueron los niños entre 3 a

    12 años; también se presentaron m

    uertes en personas m

    ayores de 25 a 40 años. Las

    vacunas eran muy escasas y las autoridades

    locales actuaron cuando la epidemia ya se ha-

    bía propagado por todo el estado de Colim

    a.O

    tras enfermedades no m

    enos impor-

    tantes, registradas en

    el primer L

    ibro de D

    efun

    ciones, fu

    eron fallecim

    ientos p

    or d

    olor de cabeza, in

    flamación

    intestin

    al, fiebre, diarrea, dolor de costado, varillas, peritonitis, pulm

    onía, hidropesía, heridas, en

    fermed

    ades d

    esconocid

    as, piqu

    ete de

    animal ponzoñoso, inflam

    ación en el cerebro, m

    uerte de parto, disentería, inflamación en

    el útero, entro otras. A

    mediados del siglo X

    IX, la po-

    blación moría a tem

    prana edad. De

    acuerdo con los datos específicos de las actas, la segunda causa de m

    uerte en C

    olima fue la diarrea aguda o cró-

    nica, o en algunos casos se registraba com

    o disentería, es decir, inflamación

    de los in

    testinos acom

    pañ

    ada d

    e diarrea con sangre; la tercera causa fue por fiebre com

    ún o biliosa. Otros

    morían de pulm

    onía, enfermedad que

    atacaba a personas entre los 30 y 50

    años, que llegaban a tal edad. Las mujeres fueron las m

    ás vulnerables, ya que entre los m

    eses de mayo y junio ocurrieron decesos por m

    uerte de parto, infl a-m

    ación en el útero, gastritis, infección y otras enfermedades.

    Libro d

    e defu

    ncion

    es (1858

    ) AH

    MC

    : n° 1.

    El amor en tiem

    pos del FaceLeón M

    endoza

    Él le susurró al oído todo el am

    or que le tenía. E

    lla solo le dio un like. Él le contó

    de todos sus sueños, que le bajaría la luna y las estrellas. E

    lla comentó que

    no las necesitaba. Él le dijo que sin ella la vida es

    vacía y triste, que le entregaba todo su amor. E

    lla actualizó su estado a Soltera.

    Anhelos

    Alberto O

    cón Ventura

    Escuchar tu pregunta de frente¿Q

    ué somos?

    Y llevarte de nuevo a la azotea

    Para escuchar tus cantos concupiscentes C

    on la ciudad que se hunde B

    ajo tu silueta refulgenteB

    eber, verter y volver a beberEl vino exquisito en tu vientreD

    esbordado entre los linderosD

    el paraíso que te sostieneTe m

    oldea y te cubreEso eres y m

    e conviertes

    Fatuo lechuguinoJaim

    e Obispo M

    artínez

    Irme quiero hoy a las costas m

    ucilaginosas donde descansan todas tus m

    iradas torvas. Q

    uiero, incluso, ahogar la centrífuga nimiedad

    de las piedras que transpiran implosiones

    de magnífi ca belleza

    con la fuerza singular del fi n del mundo

    a donde suelo sentarme a leer.

    Quisiera, de súbito, vivir debajo

    de la sombra que proyectas

    y soñar hasta el último palm

    o las zonas tropicalessin tem

    or a morir dem

    asiado por las noches.

    Pero estoy viejo, como el perro de O

    diseoy el rabo m

    uevo en frensí de oler la nueva utopíapara el m

    edro de pequeños tiranos no desconsagrados todavía por el arbitrio falaz de vuesa m

    ajestad.

    De pronto,

    el corazónM

    iguel Ángel León G

    ovea

    —Para B

    indu Gross,

    el hombre de la concordia—

    De pronto, el hom

    bre tras el saxofón

    ya no es hombre sino noche

    y todos los huecos

    de un extraño silencio

    que abraza como padre ausente.

    De p ronto el hom

    bre pronuncia

    un lenguaje afín

    a los sueños de Nueva York

    Aquí, en el trópico de casonas,

    tejas y fotografías claras

    oscuras.

    De pronto, la inm

    ediatez de este piano

    intercala negras y blancas

    las mem

    orias de todos los presentes.

    Porque el hombre, esta noche húm

    eda,

    decidió que toda nuestra vida es triste.

    Y que sólo aquí la misericordia es posible.

    Eternidad.

    Sólo los que escuchen.

    Sólo los que escuchen

    que este hombre

    de pronto decidió ser música.

    Y ahí está.

    Entendiéndose con el aire.

    Resolviendo con nostalgias

    esta habitación de instantes.

    Nunca el aplauso

    dijo tantas veces

    Gracias.

    A mediados del siglo XIX, la población m

    oría a tem-

    prana edad. De acuerdo con los datos específi cos de

    las actas, la segunda causa de muerte en Colim

    a fue la diarrea aguda o crónica; la tercera, por fi ebre co-

    mún o biliosa. O

    tros morían de pulm

    onía, enfermedad

    que atacaba a personas entre los 30 y 50 años de edad.

  • 6Ágora

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    Oja

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    Julio

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    amor

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    read

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    omo

    Edua

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    iran

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    fue

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    na

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    cuán

    tos,

    que

    no

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    chab

    a O

    jalá

    , ta

    l vez

    la ú

    ltim

    a oc

    asió

    n fu

    e cu

    ando

    dep

    osit

    é un

    a m

    o-ne

    da e

    n la

    roc

    kola

    , aqu

    ella

    inol

    vida

    ble

    que

    daba

    cin

    co

    canc

    ione

    s por

    die

    z pe

    sos,

    par

    a lu

    ego

    embe

    lesa

    rme

    en e

    l ri

    ncón

    de

    la b

    arra

    . Qui

    zá h

    ubo

    otra

    s ve

    ces

    desp

    ués

    que

    la o

    í, si

    n es

    cuch

    ar. P

    ero

    la im

    agen

    pri

    mer

    a qu

    e vi

    no a

    m

    i men

    te, t

    ras s

    onar

    la m

    elod

    ía e

    n el

    radi

    o de

    l aut

    o, fu

    e és

    ta. N

    o m

    e ba

    jé h

    asta

    que

    term

    inó.

    No

    me

    cons

    ider

    o un

    mel

    óman

    o de

    la tr

    ova

    cuba

    na, o

    en

    esp

    ecífi

    co d

    e la

    mús

    ica

    de S

    ilvio

    Rod

    rígu

    ez, p

    ero

    for-

    mo

    part

    e de

    eso

    s ser

    es h

    echi

    zado

    s con

    est

    a co

    mpo

    sici

    ón.

    Lo e

    xcep

    cion

    al d

    e la

    s cir

    cuns

    tanc

    ias e

    s que

    día

    s ant

    es le

    í un

    par

    de

    artí

    culo

    s de

    Dav

    id H

    uert

    a (L

    os d

    elat

    ores

    ) y d

    e C

    ésar

    Güe

    mes

    (Oja

    lá q

    ue la

    s hoj

    as n

    o te

    toqu

    en e

    l cue

    rpo

    cuan

    do c

    aiga

    n ),

    res

    pect

    ivam

    ente

    , sob

    re la

    can

    ción

    y e

    l co

    mpo

    sito

    r. E

    l poe

    ta la

    des

    troz

    ó, c

    omo

    a su

    aut

    or, y

    el

    nove

    lista

    la e

    ncum

    bró,

    com

    o a

    su a

    utor

    . C

    ada

    uno

    de e

    stos

    not

    able

    s es

    crit

    ores

    tien

    e su

    s re

    s-pe

    tabl

    es m

    otiv

    os, p

    ero

    esto

    s par

    alel

    ism

    os m

    e lle

    varo

    n a

    inda

    gar s

    obre

    el o

    rige

    n de

    la c

    anci

    ón q

    ue a

    hora

    cum

    ple

    50 a

    ños

    de h

    aber

    sid

    o es

    crit

    a (1

    969)

    por

    el c

    anta

    utor

    cu

    bano

    , au

    nque

    se

    publ

    icó

    hast

    a 19

    78 e

    n el

    dis

    co A

    l fi n

    al d

    e es

    te v

    iaje

    . Su

    cont

    exto

    y s

    ignifi c

    ado

    fue

    la o

    tra

    incó

    gnit

    a qu

    e m

    e hi

    zo e

    scud

    riña

    r alg

    unas

    pág

    inas

    de

    la

    hist

    oria

    , enc

    ontr

    ando

    un

    estu

    dio

    acad

    émic

    o de

    Cec

    ilia

    Chu

    rqui

    na, t

    eóri

    ca y

    crí

    tica

    de

    mús

    ica,

    ace

    rca

    de e

    sta

    com

    posi

    ción

    de

    la q

    ue t

    anto

    se

    ha r

    umor

    eado

    sob

    re

    su c

    onte

    nido

    pol

    ític

    o, s

    obre

    tod

    o po

    r al

    guno

    s ve

    rsos

    co

    mo

    “A tu

    vie

    jo g

    obie

    rno

    de d

    ifunt

    os y

    fl or

    es (

    ) O

    jalá

    pa

    se a

    lgo

    que

    te b

    orre

    de

    pron

    to/

    Una

    luz

    cega

    dora

    , un

    disp

    aro

    de n

    ieve

    ”.La

    inve

    stig

    ador

    a re

    salt

    a qu

    e lo

    inte

    resa

    nte

    del s

    ur-

    gim

    ient

    o de

    est

    a co

    mpo

    sici

    ón e

    s qu

    e se

    da

    en u

    n pu

    nto

    hist

    óric

    o ca

    ract

    eriz

    ado

    en q

    ue la

    mús

    ica

    esta

    ba r

    egid

    a po

    r un

    a cu

    ltur

    a po

    p, p

    rodu

    cto

    de la

    glo

    baliz

    ació

    n de

    un

    a so

    cied

    ad m

    oder

    na y

    cap

    ital

    ista

    , per

    o al

    mis

    mo

    tiem

    po p

    or la

    s di

    ctad

    uras

    que

    se

    daba

    n si

    mul

    tá-

    neam

    ente

    en

    los p

    aíse

    s de

    Lati

    noam

    éric

    a y

    en u

    n bo

    om d

    e m

    úsic

    a co

    mer

    cial

    fáci

    l de

    ente

    nder

    . O

    jalá

    se

    pres

    enta

    de

    man

    era

    dife

    rent

    e im

    -pa

    ctan

    do e

    n lo

    s jó

    vene

    s de

    ese

    mom

    ento

    , la

    mus

    ical

    idad

    de

    sus

    vers

    os a

    bier

    tos”

    .E

    l pro

    pio

    Silv

    io R

    odrí

    guez

    exp

    resó

    en

    una

    entr

    evis

    ta q

    ue, O

    jalá

    , la

    com

    puso

    y

    dedi

    có a

    una

    muj

    er d

    e no

    mbr

    e E

    mili

    a Sá

    nche

    z. “

    Fue

    mi

    prim

    er

    amor

    , un

    amor

    cua

    ndo

    estu

    ve e

    n el

    Ejé

    rcit

    o, h

    acie

    ndo

    mi

    serv

    icio

    m

    ilita

    r. L

    a co

    nocí

    cua

    ndo

    tení

    a 18

    os”.

    El c

    anta

    utor

    acl

    aró

    que

    ella

    fue

    de a

    lgún

    mod

    o su

    pri

    mer

    am

    or im

    por-

    tant

    e po

    rque

    fue

    quie

    n le

    “ens

    eñó

    cosa

    s”, d

    escr

    ibié

    ndol

    a co

    mo

    una

    muj

    er d

    e le

    tras

    , “un

    a m

    ucha

    cha

    muc

    ho m

    ás

    evol

    ucio

    nada

    que

    yo,

    muc

    ho m

    ás in

    telig

    ente

    , más

    cul

    ta.

    Me

    ense

    ñó, p

    or e

    jem

    plo,

    a C

    ésar

    Val

    lejo

    ”, p

    ero

    post

    erio

    r-m

    ente

    est

    udió

    la c

    arre

    ra d

    e m

    edic

    ina,

    alg

    o qu

    e nu

    nca

    acab

    ó de

    com

    pren

    der

    el m

    úsic

    o. T

    ampo

    co s

    eñal

    a qu

    e ha

    ya s

    ido

    una

    sepa

    raci

    ón m

    alog

    rada

    ent

    re a

    mbo

    s, s

    ino

    prod

    ucto

    de

    las

    circ

    unst

    anci

    as.

    Com

    o se

    a, u

    n am

    or a

    sí n

    o pu

    do p

    asar

    des

    aper

    cibi

    do,

    porq

    ue e

    l hum

    anis

    mo,

    la in

    telig

    enci

    a y

    la b

    elle

    za c

    om-

    bina

    das

    (cóm

    o no

    sup

    oner

    lo a

    nte

    la m

    irad

    a co

    nsta

    nte,

    la

    pal

    abra

    pre

    cisa

    y la

    son

    risa

    per

    fect

    a), e

    s un

    tríp

    ode

    que

    se e

    ncar

    na e

    n el

    alm

    a, a

    lgo

    que

    debe

    mos

    agr

    adec

    er

    a la

    sie

    mpr

    e be

    lla E

    mili

    a, p

    or h

    aber

    sid

    o la

    mus

    a qu

    e en

    gend

    ró lo

    s ar

    pegi

    os y

    est

    ribi

    llos

    com

    o: “

    Oja

    lá q

    ue la

    llu

    via

    deje

    de

    ser m

    ilagr

    o/ q

    ue b

    aja

    por t

    u cu

    erpo

    ;/ o

    jalá

    qu

    e la

    Lun

    a pu

    eda

    salir

    sin

    ti;/

    oja

    lá q

    ue la

    tier

    ra n

    o te

    be

    se lo

    s pa

    sos”

    .Si

    ate

    ndem

    os e

    l or

    igen

    eti

    mol

    ógic

    o de

    la

    pala

    bra,

    O

    jalá

    , es

    una

    férr

    ea in

    sist

    enci

    a de

    l aut

    or q

    ue s

    e tr

    aduc

    e en

    ¡D

    ios

    quie

    ra!,

    a es

    e gr

    ado

    es s

    u co

    ntra

    dicc

    ión

    de

    olvi

    dars

    e de

    ese

    am

    or q

    ue fi

    nal

    men

    te h

    izo

    inol

    vida

    -bl

    e en

    el m

    edio

    sig

    lo q

    ue ll

    evam

    os e

    scuc

    hánd

    ola,

    aun

    cu

    ando

    Silv

    io i

    mpl

    ora

    “Oja

    lá q

    ue n

    o pu

    eda

    toca

    rte

    ni

    en c

    anci

    ones

    ”.

    Nad

    a po

    dría

    def

    inir

    mej

    or la

    obr

    a de

    un

    poet

    a co

    mo

    la l

    ectu

    ra d

    e su

    s li

    bros

    , es

    peci

    alm

    ente

    cua

    ndo

    tien

    en u

    n hi

    lo

    con

    duct

    or,

    o m

    ejor

    dic

    ho,

    alg

    unas

    ra

    yas

    y m

    últi

    ple

    rugi

    dos,

    com

    o la

    s de

    ese

    feli

    no

    que

    acec

    ha e

    n lo

    s ve

    rsos

    del

    am

    or,

    de l

    a vi

    da

    y la

    mue

    rte,

    poé

    tica

    de

    Edu

    ardo

    Liz

    alde

    . Ent

    re

    las

    edic

    ione

    s de

    Mat

    eria

    l de

    Lect

    ura,

    est

    e m

    es

    se r

    eedi

    tó u

    n vo

    lum

    en (

    publ

    icad

    o en

    198

    9) a

    pr

    opós

    ito

    del

    90 a

    nive

    rsar

    io d

    el n

    atal

    icio

    del

    au

    tor

    de E

    l tig

    re e

    n la

    cas

    a, c

    on la

    sel

    ecci

    ón y

    no

    ta in

    trod

    ucto

    ria

    que

    escr

    ibie

    ra L

    uis

    Igna

    cio

    Hel

    guer

    a, e

    n la

    que

    se

    pond

    era

    este

    poe

    mar

    io

    com

    o un

    a de

    las

    mej

    ores

    cre

    acio

    nes

    en l

    a hi

    s-to

    ria

    de la

    poe

    sía

    mex

    ican

    a.H

    elgu

    era

    inic

    ia s

    u an

    ális

    is c

    on u

    na p

    regu

    n-ta

    : “¿

    De

    dónd

    e su

    rge

    un p

    oeta

    com

    o E

    duar

    do

    Liz

    alde

    (M

    éxic

    o, 1

    929)

    Com

    o to

    do a

    utén

    tico

    cr

    ead

    or,

    fun

    dam

    enta

    lmen

    te d

    e él

    mis

    mo

    y só

    lo d

    e él

    mis

    mo

    (…)

    sabe

    con

    cla

    ra c

    onci

    enci

    a qu

    e la

    lite

    ratu

    ra e

    s un

    diá

    logo

    con

    la t

    radi

    ción

    li

    tera

    ria

    univ

    ersa

    l, un

    diá

    logo

    rig

    uros

    o so

    bre

    los

    tem

    as d

    e si

    empr

    e (l

    as p

    alab

    ras

    y la

    s co

    sas,

    el

    info

    rtun

    io a

    mor

    oso,

    la fa

    tal f

    util

    idad

    de

    todo

    lo

    hum

    ano,

    la m

    uert

    e in

    divi

    dual

    y d

    e la

    esp

    ecie

    , la

    s m

    iser

    ias

    mor

    ales

    y l

    os i

    mpu

    lsos

    baj

    os e

    n ge

    nera

    l: e

    l ren

    cor

    y el

    odi

    o, e

    l pla

    cer

    rede

    ntor

    ; en

    el

    caso

    de

    este

    poe

    ta),

    en

    que

    se c

    rean

    las

    co

    yunt

    uras

    est

    étic

    as y

    viv

    enci

    ales

    par

    a ap

    orta

    r un

    a in

    terv

    enci

    ón o

    rigi

    nal

    (sea

    des

    de e

    l pu

    nto

    de v

    ista

    del

    leng

    uaje

    o d

    el s

    igni

    fica

    do, o

    sea

    , del

    es

    tilo

    , la

    form

    a o

    del c

    onte

    nido

    )”.

    El m

    ism

    o po

    eta

    lleg

    ó a

    cues

    tion

    arse

    : “¿P

    ara

    qué

    enti

    nta

    r la

    s pr

    ensa

    s de

    l m

    un

    do c

    on u

    n po

    ema

    que

    quiz

    á ya

    ha

    sido

    exp

    resa

    do y

    tal v

    ez

    de u

    na fo

    rma

    mej

    or p

    or o

    tros

    aut

    ores

    ? (.

    ..) É

    sa

    es la

    ang

    usti

    a re

    al d

    el c

    read

    or q

    ue p

    adec

    e pr

    o-fu

    ndam

    ente

    la p

    oesí

    a: la

    de

    no p

    rodu

    cir

    cosa

    s oc

    iosa

    s. Y

    eso

    es

    lo q

    ue a

    me

    hace

    esc

    ribi

    r ca

    da v

    ez c

    on m

    ayor

    cau

    tela

    . Cad

    a ve

    z qu

    e re

    viso

    m

    is li

    bros

    , veo

    la g

    ran

    cant

    idad

    de

    paja

    que

    hay

    al

    lí. É

    ste

    es e

    l dra

    ma

    esté

    tico

    del

    cre

    ador

    des

    de

    mi p

    unto

    de

    vist

    a”.

    En

    otr

    a oc

    asió

    n,

    Edu

    ardo

    des

    tacó

    que

    lo

    com

    plic

    ado

    de e

    scri

    bir

    un l

    ibro

    ade

    cuad

    o en

    el

    mom

    ento

    art

    ísti

    co q

    ue s

    e vi

    ve d

    epen

    de d

    el

    enor

    me

    mat

    eria

    l li

    tera

    rio

    que

    exis

    te,

    para

    en-

    tonc

    es c

    rear

    una

    pro

    pia

    conc

    epci

    ón p

    oéti

    ca, “

    el

    cont

    exto

    cul

    tura

    l de

    un li

    bro,

    su

    mar

    de

    fond

    o cu

    ltur

    al,

    impl

    ica

    un t

    raba

    jo m

    ás a

    rduo

    que

    el

    de la

    pro

    pia

    reda

    cció

    n”.

    Lui

    s Ig

    naci

    o H

    elgu

    era

    afir

    ma

    que

    “Liz

    alde

    n

    o es

    un

    poe

    ta i

    nte

    lect

    uali

    zado

    —ba

    sta

    leer

    al

    guno

    s m

    omen

    tos

    líri

    cos

    exce

    lsos

    de

    El t

    igre

    en

    la c

    asa—

    , sin

    o un

    poe

    ta a

    l que

    la fo

    rma

    y el

    ri

    tmo

    le p

    reoc

    upan

    tan

    to c

    omo

    inci

    tar,

    dec

    ir

    algo

    , em

    puñ

    ar u

    n n

    udo

    de s

    ign

    ific

    ació

    n (

    …)

    no d

    eja

    de r

    epre

    sent

    ar u

    na t

    enta

    tiva

    val

    ient

    e y

    rigu

    rosa

    en

    la lí

    nea

    del p

    oem

    a de

    gra

    n al

    ient

    o (E

    liot

    , Val

    éry,

    Gor

    osti

    za, P

    az)”

    . C

    omo

    su p

    oem

    ario

    más

    res

    onan

    te, e

    n el

    que

    al

    canz

    a su

    mad

    urez

    lite

    rari

    a, H

    elgu

    era

    dice

    que

    E

    l tig

    re e

    n la

    cas

    a ab

    re “

    fueg

    o di

    rect

    o co

    ntra

    las

    cosa

    s y

    de a

    hí, c

    on fu

    erza

    arr

    asad

    ora,

    hac

    ia la

    s pa

    labr

    as m

    ism

    as. C

    omo

    cons

    ecue

    ncia

    , se

    prod

    u-ce

    una

    pro

    fund

    a tr

    ansf

    orm

    ació

    n en

    el l

    engu

    aje

    —qu

    e es

    aho

    ra m

    ás v

    iole

    nto

    y d

    irec

    to—

    y e

    l to

    no —

    que

    es m

    ás p

    erso

    nal,

    irón

    ico,

    des

    enca

    n-ta

    do, c

    omo

    una

    fals

    a co

    nfes

    ión

    didá

    ctic

    a— p

    ara

    corr

    espo

    nder

    a l

    a cr

    udez

    a de

    la

    expe

    rien

    cia

    y la

    s im

    ágen

    es q

    ue e

    xpre

    san.

    La

    tem

    átic

    a si

    gue

    sien

    do m

    etaf

    ísic

    a, s

    ólo

    que

    la e

    spec

    ulac

    ión

    so-

    bre

    el le

    ngua

    je y

    la r

    eali

    dad

    natu

    ral c

    ede

    el p

    aso

    a lo

    s en

    torn

    os o

    scur

    os d

    e la

    rea

    lida

    d hu

    man

    a:

    el a

    mor

    y s

    u ge

    mel

    o an

    tité

    tico

    el

    desa

    mor

    , la

    m

    uert

    e, e

    l cr

    imen

    , la

    pro

    stit

    ució

    n,

    el m

    iedo

    , el

    odi

    o, e

    l ren

    cor,

    el n

    ihil

    ism

    o, la

    mis

    antr

    opía

    .“(

    …)

    lo q

    ue s

    e na

    rra

    de u

    n po

    ema

    a ot

    ro n

    o es

    una

    his

    tori

    a pr

    ecis

    a, s

    ino

    las

    suce

    siva

    s tu

    rba-

    cion

    es y

    tor

    men

    tos

    de u

    n ho

    mbr

    e de

    sgra

    ciad

    o en

    el

    amor

    y l

    a vi

    da,

    que

    disp

    one

    únic

    amen

    te

    de la

    luci

    dez

    y el

    hum

    or d

    olor

    osos

    par

    a na

    rrar

    su

    dra

    ma.

    No

    hay

    argu

    men

    to a

    lgun

    o, m

    ás b

    ien

    el d

    espl

    iegu

    e de

    una

    com

    plej

    a si

    mbo

    logí

    a vi

    -ve

    ncia

    l y m

    etaf

    ísic

    o-po

    étic

    a. L

    a ca

    sa p

    odrí

    a se

    r un

    o m

    ism

    o en

    cerr

    ado

    en s

    oled

    ad c

    on s

    us m

    ue-

    bles

    ‘nad

    a co

    mun

    icat

    ivo

    ni lo

    cuac

    es’ (

    met

    áfor

    a re

    curr

    ente

    en

    Liz

    alde

    , ex

    cele

    nte

    car

    pin

    tero

    : lo

    s m

    uebl

    es p

    uede

    n si

    mbo

    liza

    r la

    mad

    era,

    la

    mat

    eria

    nom

    brad

    a po

    r el

    poe

    ta, l

    a co

    sa i

    nani

    -m

    ada

    a la

    que

    él q

    uisi

    era

    regr

    esar

    a v

    eces

    ). E

    l ti

    gre

    es la

    mue

    rte,

    nue

    stra

    mue

    rte

    intr

    ansf

    erib

    le

    (…)

    nues

    tra

    mue

    rte

    indi

    vidu

    al,

    pero

    tam

    bién

    la

    mue

    rte

    del a

    mor

    . La

    bell

    a am

    ada,

    la b

    elda

    d al

    tiva

    y m

    ajes

    tuos

    a, la

    put

    a in

    olvi

    dabl

    e, la

    per

    ra

    impu

    ra q

    ue n

    os f

    asci

    na a

    pes

    ar n

    uest

    ro, c

    on y

    si

    n la

    cua

    l no

    pode

    mos

    viv

    ir, e

    s nu

    estr

    a cr

    imi-

    nal,

    la t

    igre

    sa q

    ue n

    os d

    esga

    rra

    con

    su s

    impl

    e y

    disp

    lice

    nte

    aba

    ndo

    no.

    El

    tigr

    e es

    tam

    bién

    el

    am

    or:

    ‘Rey

    de

    las

    fier

    as,/

    jau

    ría

    de f

    lore

    s ca

    rnív

    oras

    , ram

    o de

    tig

    res/

    era

    el a

    mor

    , seg

    ún

    recu

    erdo

    ’; el

    am

    or p

    utre

    fact

    o, p

    orqu

    e to

    do e

    l am

    or —

    es s

    ólo

    cues

    tión

    de

    tiem

    po—

    cad

    uca

    y se

    pud

    re c

    omo

    cual

    quie

    r tr

    ozo

    exce

    lso

    de c

    arne

    : ‘Q

    ue ta

    nto

    y ta

    nto

    amor

    se

    pudr

    a, o

    h di

    oses

    ...’”

    .P

    or E

    l ti

    gre

    en l

    a ca

    sa E

    du

    ard

    o L

    izal

    de

    obtu

    vo e

    l Pre

    mio

    Xav

    ier

    Vil

    laur

    ruti

    a, e

    n 19

    70;

    por

    la Z

    orra

    enf

    erm

    a, e

    l P

    rem

    io N

    acio

    nal

    de

    Poe

    sía

    de A

    guas

    cali

    ente

    s, e

    n 19

    74;

    entr

    e ot

    ros

    reco

    noc

    imie

    nto

    s, e

    l m

    ás r

    ecie

    nte

    , el

    Pre

    mio

    In

    tern

    acio

    nal

    Car

    los

    Fu

    ente

    s a

    la C

    reac

    ión

    Lit

    erar

    ia e

    n es

    paño

    l, 20

    17.

    Dom

    ingo

    por

    la ta

    rde,

    Em

    ilian

    o em

    pren

    de u

    na tr

    aves

    íaen

    un

    mar

    de

    emoc

    ione

    s.

    Sus

    man

    os te

    mbl

    oros

    as g

    rita

    nel

    car

    iño

    de s

    u co

    razó

    n,y

    quie

    nes

    lo a

    braz

    an s

    e lle

    van

    en s

    u pe

    cho

    un p

    oco

    de s

    u am

    or.

    Sus

    mej

    illas

    son

    rosa

    das

    cond

    ensa

    n el

    cal

    or d

    el s

    olqu

    e vi

    ve e

    n su

    boc

    a,qu

    e ta

    ntos

    “te

    qui

    ero”

    ha

    dich

    o.

    Sus o

    jos r

    isue

    ños s

    e to

    rnan

    pro

    fund

    osbu

    scan

    do e

    ntre

    las

    olas

    yla

    s nu

    bes

    de p

    ensa

    mie

    ntos

    un a

    lbat

    ros

    que

    le tr

    aiga

    paz

    .

    Sus

    braz

    os d

    e fu

    ego

    me

    arro

    pan

    mie

    ntra

    s lo

    con

    tem

    plo

    yle

    sus

    urro

    que

    todo

    est

    ará

    bien

    ,qu

    e su

    ave

    mar

    ina

    llega

    rá.

    Mar

    tes

    por

    la n

    oche

    ,E

    mili

    ano

    cont

    inúa

    en b

    úsqu

    eda

    del a

    lbat

    ros,

    con

    rum

    bo fi

    jo: a

    ltam

    ar.

    Alb

    atro

    sA

    zul S

    evill

    a

    os p

    aral

    elis

    mos

    me

    lleva

    ron

    ala

    can

    ción

    que

    aho

    ra c

    umpl

    ecr

    ita

    (196

    9) p

    or e

    l can

    taut

    orcó

    has

    ta 1

    978

    en e

    l di

    sco

    Al

    text

    o y

    sign

    ifi ca

    do fu

    e la

    otr

    aud

    riña

    r alg

    unas

    pág

    inas

    de

    laes

    tudi

    o ac

    adém

    ico

    de C

    ecili

    aca

    de

    mús

    ica,

    ace

    rca

    de e

    sta

    anto

    se

    ha r

    umor

    eado

    sob

    rebr

    e to

    do p

    or a

    lgun

    os v

    erso

    sde

    difu

    ntos

    y fl

    ores

    ( )

    Oja

    lápr

    onto

    / U

    na lu

    z ce

    gado

    ra,u

    n

    ta q

    ue lo

    inte

    resa

    nte

    del s

    ur-

    ción

    es

    que

    se d

    a en

    un

    punt

    oqu

    e la

    mús

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    bió

    Oja

    lá.

  • Ágora

    PLAZA

    CULTU

    RA

    L DE

    5

    Un desalm

    ado simpático

    Don M

    anuel Sánchez Silva

    VIÑ

    ETA

    S DE

    LA

    PRO

    VIN

    CIA

    (15 de diciembre de 1963)

    4Ágora

    PLAZA

    CULTU

    RA

    L DE

    * Periodista, escritor y fundador de Diario de C

    olima.†

    En la esquina sureste form

    ada por las calles General N

    úñez y Zaragoza de esta ciudad, D

    oroteo García tiene, desde hace m

    uchos años, un curioso es-tablecim

    iento en el que se vende de todo: dinero y cigarros, sillas de montar

    y astillas de conciencia, piloncillo y escrúpulos.D

    oroteo, que cifra en los sesenta años, posee el sentido del humor y así se le ocurrió

    bautizar a su centro de operaciones con el poético nombre de “E

    l Iris”, denominación

    que está por sustituir con otra más signifi cativa: “La Legalidad”, aun cuando aclara

    que eso será por fuera, pero por dentro continuará privando el mism

    o criterio de “encuera-cristos”, que le ha perm

    itido amasar una verdadera fortuna.

    Porque Doroteo es quizá el personaje m

    ás pintoresco del Colim

    a actual. Inteligente y sim

    pático, pero desalmado hasta la inm

    isericordia. Con extraordinaria franqueza,

    disfruta de exhibirse tal cual es, sorprendiendo a sus amigos o clientes con la ruda

    sinceridad con que relata sus fechorías del pasado o realiza sus tratos del presente, cuidando en uno y otro caso de hacer resaltar su psicología de ave de rapiña.

    De m

    uchacho fue agricultor y ganadero, y es justo acreditarle que durante un breve tiem

    po trabajó con ahínco y vivió de su trabajo. Pero fue muy poco en verdad

    lo que perseveró en tan noble pero improductivo afán. Pronto advirtió que la agri-

    cultura es ingrata, la ganadería expuesta y que el prójim

    o constituye el más fecundo y fácil factor de

    explotación. Convencido de lo anterior, se dedicó

    a explotar al prójimo, consiguiendo no volver a

    trabajar y hacer dinero, mucho dinero.

    Sobre la vida de Doroteo G

    arcía podría escri-birse un volum

    inoso y siempre divertido anec-

    dotario, pues son innumerables los incidentes

    en que participa a diario derrochando ingenio, inevitablem

    ente orientado hacia la mala fe.

    En cierta ocasión, y hallándose D

    oroteo rodea-do de los am

    igos que lo frecuentaban para disfru-tar de su charla, llegó un joven cabo del E

    jército:–

    Buenos días, don D

    oroteo...–

    Buenos días, hom

    bre. Pásale, ¿qué andas haciendo?

    –Pues recordará usted que yo le alquilé por

    más de tres años un cuarto en la vecindad que

    tiene allá, por El M

    anrique, y que siempre pagué

    la renta con puntualidad.–

    Muy cierto. Tú eres cum

    plido... Y volviéndose a sus am

    igos, comentó:

    –V

    ieran qué muchacho éste, tan pagador...

    –G

    racias, don Doroteo. Pues verá usted: m

    i m

    ujer anda loca porque le compre un radio...

    –¡C

    ómpralo! Las viejas se divierten con las

    novelas. Figúrate que hasta a mí m

    e gustan. Pero lo malo es que no tengo tiem

    po de oírlas. B

    ueno, ¿y qué pasa con el radio?–

    Pues me gusta uno que m

    e vende el señor Barragán. Yo tengo el dinero para el

    enganche, pero me piden una responsiva y, com

    o yo mencioné su nom

    bre, están de acuerdo. A

    quí está el contrato, para que usted me haga el favor de fi rm

    ar como fi ador...

    –C

    on mucho gusto. N

    o faltaba más. Yo fi rm

    o, pero poniendo antes de mi fi rm

    a: “Si este señor no paga, yo m

    ucho menos...”. A

    nda y diles si así aceptan, para que vuelvas y te fi rm

    e...Y acom

    pañando al militar hasta la puerta de la tienda, lo despidió con palm

    aditas en la espalda, repitiéndole:

    –Ya sabes: yo fi rm

    o aclarando que sí tú no pagas, yo mucho m

    enos...O

    tra vez, un muchacho de trece a catorce años le propuso:

    –¿Le lavo su coche? E

    stá muy sucio...

    –D

    e veras, ¿verdad?, ¿y cuánto vas a cobrarme?

    –D

    os pesos. Bien lavado...

    –A

    rreglado. Em

    piézale... ¿Traes franela y balde?

    –Sí, don D

    oroteo. ¿Dónde hay agua?

    –E

    n la pila de adentro. Pásale y toma la que gustes.

    El m

    uchacho hizo el trabajo y le dejó el vehículo resplandeciente.–

    Ya está, patrón.–

    Muy bien lavado, m

    uchacho. Se ve que tú sabes hacer bien las cosas. Toma tu

    peso.–Oiga, don D

    oro: quedamos en que iban a ser dos. M

    e falta uno...–

    ¿Y el agua? ¿Tú crees que eso no me cuesta? Si tú supieras lo que pago por con-

    tribuciones: patente, giro comercial, agua, im

    puesto sobre la renta, 25 por ciento para obras públicas. N

    o te imaginas. A

    l gobierno tiene uno que pagarle hasta por respirar. A

    nda, vete con tu peso. Tú pusiste la mano de obra y yo la m

    ateria prima. E

    stamos a

    mano... Y antes di que no m

    e sales debiendo...U

    n día se le presentó una mujer:

    –D

    on Doro, usted sabe que m

    i marido anda de bracero y m

    e gira dinero cada quince días. Pero ahora se ha retrasado. Le escribí a m

    i papá a Guadalajara diciéndole

    que estaba necesitada y me acaba de llegar este giro telegráfi co por cien pesos, pero

    el Telégrafo no me los paga si no es con fi rm

    a de conocimiento, por lo que quiero que

    me haga favor de dárm

    ela.–

    Con m

    ucho gusto. Pero tú sabes que esto cuesta dinero porque yo incurro en responsabilidades. Te va a costar cinco pesos...

    –E

    stá bien, don Doro, aquí los tiene.

    Firmó D

    oroteo, recibió el billete de cinco pesos y entregó el giro a la interesada, que se retiró a co-brarlo. Poco después, regresó con alegre expresión:

    –D

    on Doro, im

    agínese usted que al llegar a mi

    casa me encontré con carta de m

    i marido con un giro

    por treinta dólares. Así es que otra vez necesito que

    me dé su fi rm

    a para poder cobrarlo en el banco...–

    Dám

    elo para firmarlo, pero este asunto es

    más delicado, porque se trata de dólares que están

    a $12.50 por cada uno. Y además, las relaciones

    internacionales son muy peligrosas. Pregúntale a

    estos señores que están al tanto. Voy a fi rm

    arte por veinte pesos...

    –O

    iga, don Doro, se m

    e hace muy caro. Yo soy

    muy pobre...

    –Yo tam

    bién, no creas. Anda, suéltam

    e los veinte pesos y ahí está la fi rm

    a, para que cobres...H

    ace poco, contaba Doroteo en rueda de am

    igos que al m

    orir don Luis Brizuela, acaudalado dueño de

    La Estancia, con quien él trabajó por m

    uchos años, se hizo cargo de la caja fuerte y se la llevó a su casa.

    –¿Y cuánto contenía? -preguntaron sus oyentes.

    –¡H

    ombre!, una bicoca para lo que la gente creía de don Luis. A

    penas tenía ochenta m

    il pesos. Eso sí, en oro.

    –¿Y te quedaste con ellos?

    –Pero, hom

    bre, qué preguntas son esas. ¿Entonces, para qué m

    e la llevaba...?E

    n relación con una invitación que recientemente le fue hecha para asistir a la

    inauguración de una sucursal bancaria, comentó D

    oroteo:–

    Estuve m

    uy “a disgusto” y me salí luego. ¿Q

    ué ando yo haciendo entre gente estirada que presum

    e de decente? Yo soy un bandolero y no me hallo con otra clase

    de personas...Y este es un pequeño esbozo de las regocijadas características de D

    oroteo García,

    que ni a sí mism

    o se perdona cuando se trata de ejercitar las malas artes, que nadie

    le enseñó pero en las que sobresale con derecho a su diploma.

    Usu

    rero con u

    na

    mu

    jer lloran

    do, p

    intu

    ra de

    Gab

    riel Metsu

    (holan

    dés, 16

    29- 16

    67)

    Socráticos y aberran

    tes*

    ¿Cóm

    o sabemos que esta seductora,

    esta criatura indescriptible, es una bella m

    oza de verdad, un ejem

    plar genuino de perfecta, de única herm

    osura,si no sabem

    os qué es lo bello en general?

    No es el saber, H

    ipias gracioso, el que perm

    ite con certeza y hielo descubrir la carnosa, incierta luz de tal ternura: un tenso m

    uslo, un pecho que levanta, una dulce entrepierna, esta grupa apretada,el arca de este cuerpo, un rostro que deslum

    bra.

    Es el feliz dolor que ellos producen, sin saberlo,

    en fi bras, vísceras ocultas, líquidos de adánica inocencia. E

    l Universo es hueco, está vacío.

    No existen los m

    odelos superiores, Hipias.

    Sólo existe esta beldad o aquélla.

    *Del libro Tabernarios y eróticos (1988)

    Los rugidos del Tigre, poem

    as de Eduardo Lizalde

    Este 14 de julio, el poeta E

    duardo Lizal-de celebra su 90 aniversario, excelso m

    otivo para presentar esta selección de poem

    as de sus diferentes libros en esta edición de Á

    gora, entre ellos El tigre en la

    casa, que de acuerdo con O

    ctavio Paz marcó su

    revelación “en el sentido fuerte de la palabra: la aparición de un poeta verdadero tiene algo de m

    ilagroso”. A razón de que varios títulos de su ex-

    tensa obra aluden al felino rayado, se le reconoce al autor con el sobrenom

    bre de El Tigre.

    2 El tigre*

    Hay un tigre en la casa

    que desgarra por dentro al que lo mira.

    Y sólo tiene zarpas para el que lo espía,y sólo puede herir por dentro,y es enorm

    e:m

    ás largo y más pesado

    que otros gatos gordosy carniceros pestíferosde su especie,y pierde la cabeza con facilidad,huele la sangre aun a través del vidrio,percibe el m

    iedo desde la cocinay a pesar de las puertas m

    ás robustas.

    Suele crecer de noche:coloca su cabeza de tiranosaurioen una cam

    ay el hocico le cuelgam

    ás allá de las colchas.Su lom

    o, entonces, se aprieta en el pasillo,de m

    uro a muro,

    y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo,com

    o a través de un túnelde lodo y m

    iel.

    No m

    iro nunca la colmena solar,

    los renegridos panales del crimen

    de sus ojos,los crisoles de saliva em

    ponzoñadade sus fauces.

    Ni siquiera lo huelo,

    para que no me m

    ate.

    Pero sé claramente

    que hay un inmenso tigre encerrado

    en todo esto.

    4

    Que tanto y tanto am

    or se pudra, oh dioses;que se pierdatanto increíble am

    or.Q

    ue nada quede, amigos,

    de esos mares de am

    or,de estas verduras pobres de las erasque las vacas devoranlam

    iendo el otro lado del césped,lanzando a nuestros pastoslas m

    anadas de hidras y langostasde sus lenguas calientes.

    Com

    o si el verde pasto celestial,el m

    ismo océano, salado com

    o arenque,hirvieran.Q

    ue tanto y tanto amor

    y tanto vuelo entre unos cuerposal abordaje apenas de su lecho, se desplom

    e.

    Que una sola m

    unición de estaño luminoso,

    una bala pequeña,un perdigón inocuo para un pato,derrum

    be al mism

    o tiempo todas las bandadas

    y desgarre el cielo con sus plumas.

    Que el oro m

    ismo estalle sin m

    otivo.Q

    ue un amor capaz de convertir al sapo en rosa

    se destroce.

    Que tanto y tanto, una vez m

    ás, y tanto,tanto im

    posible amor inexpresable,

    nos vuelva tontos, monos sin sentido.

    Que tanto am

    or queme sus naves

    antes de llegar a tierra.

    Es esto, dioses, poderosos am

    igos, perros,niños, anim

    ales domésticos, señores,

    lo que duele.

    *Poemas del libro E

    l tigre en la casa (1970)

    VI*

    Me quedo, tigre solo, satisfecho,

    hambriento a veces,

    aquí en esta cantinadonde el tiem

    po no pasa.E

    n esta mism

    a mesa

    de la cervecería La Curva

    en que gastábamos

    la quincena y el tiempo

    mi am

    igo Marco A

    ntonio y yo,graves y grávidos poetas.Pido cerveza. E

    scribo como entonces,

    para qué,unas líneas m

    ás o menos jocundas.

    Pero pienso en la muerte,

    un áspero humor sopla, corre com

    o un frío,huele a tanino, com

    o un tiempo ferm

    entado,un vino enferm

    o.C

    omprendo que alguien m

    e persigue,alguien apunta,alguno acecha, m

    e caza,venadea, tigrea, destruye.Pido otra cerveza.

    *Poema del libro C

    aza mayor (1979)

    agora.pdf

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