Villas Claudia y Autodefensa Comunitaria

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¡Lo que poco se ha hecho…en otros residenciales! Por José Alfredo Guerrero Lean en www.villasClaudia.com el reglamento de la Junta de Vecinos, consulten los reportes de ingresos y gastos, miren en fotos la alegría de su club de caminantes y noten que el acceso lo controlan vigilantes privados, desde una garita modesta, quienes también patrullan las calles en el mismo tipo de motores sencillos, y silenciosos, que las normas imponen a los delivery. El portal sirve para responder a quienes creen que este tipo de orden es sólo posible entre rubios suizos o aristócratas de abolengo, en un complejo de mansiones, celebridades y millonarios. Son criollos, de nuestro crisol de razas, sin apellidos sonoros, y de ingresos medios. De Las Matas de Farfán, Elías Sánchez, por ejemplo, compueblano de quien conocí las primeras informaciones de ese ejercicio libertario comunitario. El paso de la “barbarie a la civilización” representa actualmente un gasto mensual por familia de 88 pesos, que puede confirmar dividiendo las cuotas cobradas entre las 1,500 casas del residencial. En la seguridad privada, valorada como la única vía efectiva para evitar la entrada al barrio de los delincuentes profesionales o indeseables sin arraigo, se invierte el 75% de los ingresos. Villas Claudia no está en la ruta de los rallistas del robo agravado y la muerte que diariamente vemos, con impotencia, transitar de cacería por nuestras vecindades. Tampoco en las rondallas o jolgorios de quienes alborotan barrios ajenos, para irse luego al suyo a dormir tranquilos. Los residentes estaban conscientes que con mejor sueldo, motores modernos y camionetas confortables, de doble cabina climatizada, la tarea era pan comido para los policías del cuartel más cercano. Pero su problema era inmediato y su poder nulo para influenciar en la Jefatura modificaciones presupuestarias. En todo caso, como bien se expuso en asamblea, ninguna comunidad tiene poder efectivo sobre el número de los policías o los equipos necesarios para resolver sus problemas particulares. Cierto. El civil ni quita, ni pone y la oficialidad no tiene que rendirle cuentas. Es opcional dar explicaciones, lo que ocurre cuando conviene por relaciones públicas y en la ya consabida jerga de generalidades: “Hemos reforzado la vigilancia…son hechos aislados…hicimos el trabajo, falló la justicia…” Villas Claudia salió de esa trampa. Hace tiempo que utilizan empresas de seguridad privadas, comprometidas contractualmente a ofrecer la vigilancia, orden y prevención que la vecindad plasmó en su reglamento. Como la comunidad espera resultados, la compañía hace sus mejores esfuerzos para evitar contratarles “guachis” con narcolepsia, de vista gorda, gatillo alegre, pies de plomo o cómplices de delincuentes. Si se equivoca en la selección, el brazo lo termina controlando quien deja pasar al ladrón por un porcentaje del botín o al bullanguero por medio pote y un CD pirateado. Con éstos no hay forma de cumplir, se presentan quejas y el negocio se lo quita uno de los competidores que lo velaban. Esto, de hecho, ha ocurrido en tres ocasiones. La adopción de los reglamentos fue quimioterapia a tiempo para evitar el cáncer de los colmadones, pesadilla barrial que glorifica y promueve la publicidad de las bebidas espirituosas. Sus dueños han acatado las normas de convivencia con la comunidad, someten a su personal a la depuración obligatoria que se hace a todo el que tiene una relación laboral con negocios o familias del sector y tienen distintivos particulares para sus jóvenes del delivery. La Junta de Vecinos ha sido tolerante con los casos de no pago de cuotas, en un gesto de solidaridad con vecinos en apremio temporal; y de fe, tal vez excesiva, en la conversión de incrédulos en la sostenibilidad de esta iniciativa, que ya lleva seis años. No le ha temblado el pulso, sin embargo, para llevar a los tribunales a quienes, con agresión violenta a vidas y propiedades, quieren volver a la barbarie. Para mayor protección legal, podría ser interesante incorporar la figura del arbitraje en los conflictos internos. Consulten si por ahí es posible seguir dando pasos en la dirección correcta de la autogestión e independencia comunitaria.

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¡Lo que poco se ha hecho…en otros residenciales! Por José Alfredo Guerrero

Lean en www.villasClaudia.com el reglamento de la

Junta de Vecinos, consulten los reportes de ingresos y

gastos, miren en fotos la alegría de su club de caminantes

y noten que el acceso lo controlan vigilantes privados,

desde una garita modesta, quienes también patrullan las

calles en el mismo tipo de motores sencillos, y

silenciosos, que las normas imponen a los delivery. El

portal sirve para responder a quienes creen que este tipo

de orden es sólo posible entre rubios suizos o aristócratas

de abolengo, en un complejo de mansiones, celebridades

y millonarios. Son criollos, de nuestro crisol de razas, sin

apellidos sonoros, y de ingresos medios. De Las Matas de

Farfán, Elías Sánchez, por ejemplo, compueblano de

quien conocí las primeras informaciones de ese ejercicio

libertario comunitario.

El paso de la “barbarie a la civilización” representa

actualmente un gasto mensual por familia de 88 pesos,

que puede confirmar dividiendo las cuotas cobradas entre

las 1,500 casas del residencial. En la seguridad privada,

valorada como la única vía efectiva para evitar la entrada

al barrio de los delincuentes profesionales o indeseables

sin arraigo, se invierte el 75% de los ingresos. Villas

Claudia no está en la ruta de los rallistas del robo

agravado y la muerte que diariamente vemos, con

impotencia, transitar de cacería por nuestras vecindades.

Tampoco en las rondallas o jolgorios de quienes

alborotan barrios ajenos, para irse luego al suyo a dormir

tranquilos.

Los residentes estaban conscientes que con mejor sueldo,

motores modernos y camionetas confortables, de doble

cabina climatizada, la tarea era pan comido para los

policías del cuartel más cercano. Pero su problema era

inmediato y su poder nulo para influenciar en la Jefatura

modificaciones presupuestarias. En todo caso, como bien

se expuso en asamblea, ninguna comunidad tiene poder

efectivo sobre el número de los policías o los equipos

necesarios para resolver sus problemas particulares.

Cierto. El civil ni quita, ni pone y la oficialidad no tiene

que rendirle cuentas. Es opcional dar explicaciones, lo

que ocurre cuando conviene por relaciones públicas y en

la ya consabida jerga de generalidades: “Hemos

reforzado la vigilancia…son hechos aislados…hicimos el

trabajo, falló la justicia…”

Villas Claudia salió de esa trampa. Hace tiempo que

utilizan empresas de seguridad privadas, comprometidas

contractualmente a ofrecer la vigilancia, orden y

prevención que la vecindad plasmó en su reglamento.

Como la comunidad espera resultados, la compañía hace

sus mejores esfuerzos para evitar contratarles “guachis”

con narcolepsia, de vista gorda, gatillo alegre, pies de

plomo o cómplices de delincuentes. Si se equivoca en la

selección, el brazo lo termina controlando quien deja

pasar al ladrón por un porcentaje del botín o al

bullanguero por medio pote y un CD pirateado. Con éstos

no hay forma de cumplir, se presentan quejas y el negocio

se lo quita uno de los competidores que lo velaban. Esto,

de hecho, ha ocurrido en tres ocasiones.

La adopción de los reglamentos fue quimioterapia a

tiempo para evitar el cáncer de los colmadones, pesadilla

barrial que glorifica y promueve la publicidad de las

bebidas espirituosas. Sus dueños han acatado las normas

de convivencia con la comunidad, someten a su personal

a la depuración obligatoria que se hace a todo el que tiene

una relación laboral con negocios o familias del sector y

tienen distintivos particulares para sus jóvenes del

delivery. La Junta de Vecinos ha sido tolerante con los

casos de no pago de cuotas, en un gesto de solidaridad

con vecinos en apremio temporal; y de fe, tal vez

excesiva, en la conversión de incrédulos en la

sostenibilidad de esta iniciativa, que ya lleva seis años.

No le ha temblado el pulso, sin embargo, para llevar a los

tribunales a quienes, con agresión violenta a vidas y

propiedades, quieren volver a la barbarie. Para mayor

protección legal, podría ser interesante incorporar la

figura del arbitraje en los conflictos internos. Consulten si

por ahí es posible seguir dando pasos en la dirección

correcta de la autogestión e independencia comunitaria.