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    VIOLENCIA, POLTICA E IDENTIDAD

    Violence, Politics and Identity

    IMANOL ZUBERO

    [email protected]

    Fecha de recepcin: 31 de agosto de 2012

    Fecha de aceptacin definitiva: 15 de septiembre de 2012

    RESUMEN

    Este artculo analiza el origen de la violencia poltica en el proceso de extra-amiento que acompaa la construccin de la identidad como un nosotros

    homogneo y puro contrapuesto a un otro indeseable e incluso eliminable.

    Una vez que el conflicto es definido polticamente la limpieza tnica, el exter-minio de los extrao y el genocidio se convierten en un prctica social deconsecuencias terribles.

    Palabras clave: identidad; violencia poltica; extranjero; etnonacionalismo; lim-pieza tnica; genocidio; vecindad.

    ABSTRACT

    This paper analyses the origin of political violence in the process of estran-gement involved in the construction of identity. This process opposes anhomogeneous and pure "us" to an undesirable, and even eliminable, "other".Once the conflict between them has been politically defined, the ethnic clean-sing, the extermination of the strange and the genocide materialize into a

    social practice, with terrible consequences.

    Palabras clave:identity; political violence; alien, ethno-nationalism, ethnic clean-sing, genocide, neighborhood.

    Grupo de investigacin CIVERSITY, Departamento de Sociologa I, Universidad del Pas Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea UPV/EHU.

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]
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    Me senta tan seguro de mi germanidad, de mi europeidad,

    de mi humanidad, de mi siglo xx. La sangre? El odio racial?Hoy no, aqu no , en pleno centro de Europa!1

    Qu tiene que ocurrir para que unos vecinos ignorantes por completode pertenecer a civilizaciones opuestas comiencen a pensar y a odiar

    en esos trminos? Cmo llegan a detestar y demonizar a los que una vezllamaron amigos? Cmo, en definitiva, se siembra, un grano tras otro,

    la semilla de la paranoia mutua en el terreno de una vida comn?2

    1. QU HABA ANTES DE LA VIOLENCIA?

    Una decena de reclusos de ETA, autodenominados Presos Comprometidos con el

    Irreversible Proceso de Paz, casi todos en prisin desde los aos 90 condenados a

    decenas o centenares de aos por asesinato, participaron en octubre y noviembre

    de 2011 en una serie de talleres de debate dentro de la prisin con vctimas, profe-

    sores, polticos y periodistas para hablar sobre la violencia, las vctimas y la paz en

    Euskadi. En un cuestionario sobre la experiencia remitido por el diario El Pas,

    estos reclusos hacen la siguiente reflexin: En nuestro pas, la existencia de la vio-lencia ha hecho que viviramos en mundos estancos, llenos de prejuicios e ideas

    preestablecidas sobre lo que representaba el otro. El fin de la violencia tiene que

    traer consigo, entre otras cosas, un cambio de mentalidad3.

    El fin de la violencia tiene que traer consigo un cambio en esos imgenes del

    otro... Es una esperanzadora ilusin. Si ha sido la violencia la que nos ha incapa-

    citado para comprender adecuadamente al otro, su final debera permitirnos des-

    montar esas ideas estereotipadas, y hacerlo con relativa facilidad. Pero no es as. En

    realidad, no ha sido la existencia de la violencia la que ha hecho que en Euskadihayamos vivido en mundos estancos, construidos a partir de imgenes descalifica-

    doras del otro; al revs, ha sido la existencia de esas imgenes prejuiciosas del otro

    (reflejo invertido de una imagen igualmente prejuiciosa del nosotros) la que ha

    preparado el terreno para la violencia.

    El prejuicio precede a la violencia, aunque una vez desencadenada esta lo refuer-

    ce de una manera radical.

    1Victor KLEMPERER, LTI. La lengua del Tercer Reich,Barcelona:Minscula, 2001, pg. 296.2Michael IGNATIEFF, El honor del guerrero, Madrid:Taurus, 1999, pg. 40.3El Pas, 7/02/2012.

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    Jos Sanmartn4, director del Centro Reina Sofa para el Estudio de la Violencia,

    nos recuerda la necesidad de distinguir entre la agresividad y la violencia, trminos

    que si bien usualmente se utilizan como si fueran sinnimos, en realidad no lo

    son: La primera es una conducta innata que se despliega automticamente frente

    a determinados estmulos y se inhibe frente a otros. La violencia, en cambio, es

    una conducta intencional ms que automtica que puede daar, es decir, que es la

    agresividad deliberada. Hablamos de violencia deliberada. Deliberada, s, en todos

    los sentidos: intencionada, rumiada durante tiempo, discutida con otros, socializa-

    da, aceptada, planificada...

    La violencia comienza antes, en ocasiones mucho antes, de que se exprese enforma de agresin. El escritor yugoslavo, de origen bosnio, Ivo Andrisabe mucho

    de esto. En su novela Un puente sobre el Orina, escribe:

    Despus que hubieron pasado los primeros aos de desconfianza, incertidum-

    bre, duda e inseguridad, la ciudad empez a encontrar su sitio en el nuevo

    orden de cosas. El pueblo hallaba en ste paz, beneficios y seguridad. Y eso bas-

    taba para que la vida, la vida exterior, empezase tambin a marchar por la va del

    perfeccionamiento y el progreso. Todo lo dems quedaba relegado a ese segundo

    plano oscuro del conocimiento en el que habitan y bullen los sentimientos ele-mentales, las creencias imprescindibles de las diversas razas, religiones y castas,

    creencias que, aun pareciendo muertas y enteradas, preparan para pocas ulte-

    riores y lejanas cambios y catstrofes inesperados, de los cuales, segn parece, no

    pueden prescindir los pueblos y, sobre todo, el pueblo de este pas5.

    A diferencia de lo que ocurre con la agresin, antes de la violencia hay, siempre,

    deliberacin. Y el resultado esencial de esa deliberacin, resultado sin el cual la vio-

    lencia permanecer relegada a ese segundo plano oscuro del conocimiento, es siem-

    pre una operacin de extraamiento.

    2. EL GENOCIDIO COMO TECNOLOGA DE PODER

    Si Michael Mann6puede hablar con propiedad de la limpieza tnica como del lado

    oscuro de la democracia es porque aquella constituye una herramienta ms, aunque

    4Jos SANMARTN, Preocuparse por parchear el ejercicio de la violencia, cuando esta ya ha surgido,sirve slo para sacar rdito poltico, Revista Tena 17, Febrero 2008, en:http://www.revistateina.org/teina17/dos6.htm [consulta realizada el 04/03/2012].5Ivo ANDRI, Un puente sobre el Orina, Barcelona: Debate, 2000, pg. 268.6Michael MANN, El lado oscuro de la democracia: Un estudio sobre la limpieza tnica,Valencia:Universi-tat de Valencia, 2009.

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    extrema y ltima, con la que cuenta el etnonacionalismo para la definicin del

    demos soberano.

    Considero por ello muy til la aproximacin de Daniel Feierstein al genocidio

    como prctica social:

    Una prctica social genocida es tanto aquella que tiende y/o colabora en el

    desarrollo del genocidio como aquella que lo realiza simblicamente a travs de

    modelos de representacin o narracin de dicha experiencia. Esta idea permite

    concebir al genocidio como un proceso, el cual se inicia mucho antes del aniqui-

    lamiento y concluye mucho despus, aun cuando las ideas de inicio y conclu-

    sin sean relativas para una prctica social, aun cuando no logre desarrollartodos los momentos de su propia periodizacin. Esta distincin no es menor a

    los efectos de intentar lo que los organismos internacionales tienden a deno-

    minar mecanismos de alerta temprana7.

    Invirtiendo la propuesta de ttulo que los organizadores de este Congreso me

    hicieron llegar, la secuencia real que define las dinmicas socio-polticas que estn

    en la base de las prcticas sociales eliminacionistas de las que el exterminio o el

    asesinato de masas es su forma ms extrema8 comienza con la identidad, precisa

    la mediacin de la poltica y termina, en su caso, en la violencia.

    7Daniel FEIERSTEIN, El genocidio como prctica social: Entre el nazismo y la experiencia argentina, BuenosAires:Fondo de Cultura Econmica, 2007, pg. 36.8Daniel Jonah GOLDHAGEN, Peor que la guerra: Genocidio, eliminacionismo y la continua agresin contrala humanidad,Madrid:Taurus, 2010, pg. 28-36. Goldhagen considera que el eliminacionismo, defi-nido como el deseo de eliminar a pueblos o a grupos presentes en el seno de una determinadasocie-dad y definidos como indeseables, puede concretarse en cinco prcticas: la transformacin o destruc-cin de su identidad poltica, social o cultual; la represin poltica y jurdica; la expulsin; la preven-cin de la reproduccin; y el exterminio. Pese a lo radicalmente distintas que cada una de esas prc-ticas resultan para los observadores y, sobre todo, para sus vctimas, Goldhagen sostiene que desdeel punto de vista de los perpetradores no dejan de ser equivalentes funcionales, distintas "solucio-nes tcnicas" para el problema de librarse del grupo definido como indeseable.

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    El genocidio es una especfica tecnologa de poder9, una ms de las herramientas de

    construccin o reconstruccin de las comunidades y las sociedades de las que

    dispone la accin poltica

    3. NOSOTROS Y LOS OTROS

    La violencia social, la violencia colectiva, organizada es, siempre, el resultado de

    una accin que tiene que ver con las fronteras. Se traza una frontera, se define una

    lnea divisoria, se distingue entre nosotrosy los otros, y luego se transgrede esa

    frontera, se invade el espacio de los otros, buscando su expulsin o su eliminacin.Y es tan fcil, tan trgicamente fcil, hacer esto!

    El periodista Jean Hatzfeld ha escrito un libro impresionante, titulado Una tem-

    porada de machetes, en el que recoge el contenido de las conversaciones que sostuvo

    con algunos de los hutus encarcelados por participar en las matanzas que, entre

    abril y junio de 1994, acabaron con la vida de 800.000 tutsis. Tras el genocidio

    escribe , muchos extranjeros se preguntaron cmo los asesinos, que fueron mu-

    chsimos, reconocan a sus vctimas entre el desbarajuste de la matanza, ya que los

    ruandeses de ambas etnias hablan la misma lengua sin variantes, viven en los mis-mos lugares y se diferencian por unos rasgos fsicos que, aunque puedan llamar a

    veces la atencin, son muy aleatorios. La respuesta es sencilla: no era necesario que

    los asesinos reconocieran a las vctimas, puesto que ya las conocan. En una aldea

    se sabe todo10. En efecto, eran vecinos masacrando a vecinos. Vecinos que haban

    convivido durante aos. Vecinos que, de un da para otro, dejaron de serlo, como

    confiesa uno de los entrevistados: A la primera persona la mat deprisa y corrien-

    do, sin pensar en nada en particular, aunque era uno del vecindario, que viva en

    mi colina, muy cerca. En realidad, tard en darme cuenta de que le haba quitado

    la vida a uno del vecindario. Quiero decir que en el momento fatal no lo diferen-

    ci por lo que haba sido, her a una persona que no me era ya ni ntima ni ajena.

    No era ya del todo una persona corriente, quiero decir como esas con las que nos

    encontramos a diario. S que tena rasgos parecidos a los de esa persona que cono-

    ca yo, pero nada me recordaba en serio que llevaba vindola desde haca mu-

    cho11.

    9Daniel FEIERSTEIN, ob. Cit., pg 26.10Jean HATZFELD, Una temporada de machetes,Barcelona:Anagrama, 2004, pg. 71.11Ibid., pg. 28.

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    El de Ruanda fue, como indica Hatzfeld, un genocidio de cercanas. En realidad, no

    lo son todos? No es raro que los agresores busquen la cercana de la vctima. Es

    un error y una ingenuidad atribuir al hombre un rechazo natural a la agresin a su

    prjimo y recomendarle como terapia un encuentro cara a cara con ste [...] No es

    el anonimato sino la cercana lo que conduce a las atrocidades ms terribles. Lejos

    de ampliar el umbral de los escrpulos ante la agresin, hace brotar la crueldad del

    espritu de la vecindad12. El genocidio, la guerra civil, la limpieza tnica, son la ms

    terrible falsacin de la denominada hiptesis del contacto(contact hiptesis), segn

    la cual la convivencia en diversidad acaba por reforzar la tolerancia intertnica y la

    solidaridad social. En la medida en que nos relacionamos ms con personas queno son como nosotros, vamos superando nuestras dudas e ignorancia iniciales para

    acabar confiando cada vez ms en ellas. El estudio clsico de Samuel A. Stouffer et

    al., The American Soldier (1949), sobre los soldados norteamericanos que combatie-

    ron en la Segunda Guerra Mundial y su conclusin de que aquellos que sirvieron

    junto a soldados negros eran ms favorables a la idea de la integracin racial que

    aquellos que no lo hicieron, sirve como ejemplo cannico de una perspectiva que

    resulta muy seductora para los humanistas, tal vez por su propia fragilidad.

    Goldhagen considera que el hecho de que alguien pueda desear matar a alguienque conoce, a un enemigo declarado, o a alguien que haya hecho dao o amenace

    explcitamente con hacrselo a l o a sus seres queridos es algo que la mayora de la

    gente puede comprender. En cambio, considera inexplicable que alguien desee

    matar a miles o a millones de personas, incluso a nios, que nunca ha conocido ni

    visto13. Me sorprende enormemente esta perspectiva. Por mi parte considero ms

    comprensibleque una sociedad se embarque en la tarea de matar a miles de per-

    sonas lejanas y desconocidas definidas como amenaza o enemigo que el deseo

    de asesinar a personas conocidas. En su estudio de 1963 sobre la agresin el etlo-go Konrad Lorenz reflexionaba sobre la manera en la que la distancia fsica entre

    vctima y matador facilita a este su tarea:

    La responsabilidad moral y la repugnancia por el acto de matar que de ella se

    deriva han aumentado ciertamente desde la invencin del hacha de piedra, pero

    por desgracia, tambin ha aumentado, y en la misma medida, la facilidad de ma-

    tar, y sobre todo la impunidad emocional, ya que el perfeccionamiento en la

    tcnica del acto de matar ha hecho que el agente no sienta directamente en el

    12WolfgangSOFSKY, Tiempos de horror: Amok, volencia, guerra, Madrid: Siglo XXI, 2004, pg. 155.13Daniel Jonah GOLDHAGEN, ob. Cit., pg. 77.

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    corazn las consecuencias de lo que hace. La distancia a que son eficaces todas

    las armas de fuego protege al matador de las situaciones estimulantes que sin

    eso le haran sentir fsicamente el horror de las consecuencias. Las profundas

    capas emocionales de nuestro ser, sencillamente, ya no registran el hecho de

    que apretar el gatillo significa destrozar con el tiro las entraas de otro indi-

    viduo. Ningn hombre mentalmente normal ira jams a cazar conejos si hubie-

    ra de matarlos con los dientes y las uas, o sea sintiendo plenamente, emocio-

    nalmente, lo que haca14.

    Cmo puede un hombre despertarse una maana y disparar en la cara a su

    vecino y, por si fuera poco, tal vez violar a su esposa? Cmo puede olvidar, comosi nunca hubiera existido, el mandamiento de amar a su prjimo?15. Esta impu-

    nidad emocional es lo que ms estremece de los genocidios alemn, yugoslavo o

    ruands.

    Sobrecoge leer Vecinos, el libro de Jan T. Gross en el que se relata el brutal exter-

    minio de la comunidad juda de la poblacin polaca de Jedwabne, una pequea

    localidad de menos de 3.000 habitantes, de los que ms de la mitad eran judos. El

    11 de julio de 1941 mil seiscientas personas entre hombres, mujeres y nios, la

    prctica totalidad de la poblacin juda, fueron masacradas por sus vecinos catli-cos: lapidadas, apaleadas, acuchilladas o quemadas vivas. En Jedwabne escribe

    Gross fueron unos polacos normales y corrientes los que mataron a los judos...

    Eran hombres de todas las edades y de las profesiones ms diversas; a veces, fami-

    lias enteras, padres e hijos actuando al unsono; buenos ciudadanos, diramos (si el

    sarcasmo no estuviera fuera de lugar, dado lo espantoso de sus actos), que respon-

    dieron a la invitacin de las autoridades municipales. Y lo que vieron los judos,

    para mayor espanto y, dira yo, desconcierto suyo, fueron en todo momento ros-

    tros familiares. No a hombres annimos de uniforme, piezas de una maquinaria deguerra, agentes que se limitaban a cumplir rdenes, sino a sus propios vecinos, que

    decidieron matarlos y participaron en un pogromo sangriento; es decir, a una serie

    de verdugos voluntarios16.

    14Konrad LORENZ, Sobre la agresin: El pretendido mal, (10 ed.), Madrid:Siglo Veintiuno, 1980, pgs.268-269.15Peter MAAS, Love thy neighbor:A story ofwar, New York: Vintage Books, 1997, pg. 14. Por cierto,el mandamiento "amars a tu prjimo como a ti mismo" (Marcos 12: 31) se traduce en ingls comolove your neighbor as yourself(http://bible.cc/mark/21-31.htm), ama a tu vecino como a ti mismo.16Jan T. GROSS, Vecinos: El exterminio de la comunidad juda de Jedwane,Barcelona: Crtica, 2002, pgs.116-117.

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    Mil seiscientas personas fueron brutalmente asesinadas por sus propios vecinos; no

    por soldados annimos, no por criminales emboscados, sino por hombres corrien-

    tes de rostros conocidos: Chaja Kubrzacska y su hijo recin nacido muerta a manos

    de Wacek Borowski; Jakub Kac apedreado hasta morir por Bolek Tamutowski;

    Eliasz Krawiecki apualado por Czeslaw Laciecz... Tan slo se salvaron siete de

    entre todos los judos de Jedwabne. Se salvaron porque hubo una familia del pue-

    blo, la familia Wyrzykowski, que no quiso participar en el horrendo asesinato, por

    lo que abri su casa y ocult a los judos perseguidos que llamaron a su puerta.

    Fueron los nicos que actuaron as, los nicos que se resistieron a la ola de barba-

    rie que sacudi a sus convecinos.

    4. LA VIOLENCIA LAVA MS BLANCO

    Los grandes crmenes a menudo parten de grandes ideas [...]. Entre esta clase de

    ideas, el primer puesto corresponde a la visin de pureza17. La idea de pureza, la

    aspiracin a la plena coherencia, el deseo de identidad, la bsqueda de armona:

    grandes ideas que histricamente han impulsado grandes horrores. Un da habr

    que escribir un libro sobre la voluntad de pureza y cmo esta produce siempre entodas partes la misma concatenacin asesina, seala Bernard-Henri Lvy18. As es.

    La construccin de un mundo limpio, transparente, predecible y ordenado es una

    aspiracin caracterstica de la modernidad, aspiracin que puede descubrirse en la

    base de todos los casos, que son muchos, de genocidio moderno.

    El sueo de la pureza es el sueo del orden natural de las cosas. Es la aspiracin

    a construir un orden definitivo, eliminando de una vez y de raz todo aquello que

    introduce o sostiene la amenaza a nuestras seguridades: la incertidumbre, el azar, el

    conflicto, la divisin y, de entre todas, la principal amenaza a nuestra seguridad

    procede del o de lo extrao. Extrao es todo aquello que no encaja en nuestro ma-

    pa cognitivo, moral o esttico del mundo19. Pero este no encajar tiene un sentido

    extremadamente fuerte, absoluto. No se refiere a un problema de interpretacin,

    de entendimiento, como puede ocurrir en tantas ocasiones con las costumbres o

    los estilos de vida de los extranjeros. Lo extranjero tiene su lugar propio, aunque

    no sea el nuestro; pero lo que caracteriza a lo extrao es que aparece en el lugar

    17Zygmunt BAUMAN, La posmodernidady sus descontentos, Madrid: Akal, 2001, pg. 13.18Bernard-Henri LVY, La pureza peligrosa,Madrid:Espasa, 1996, pg. 101.19Zygmunt BAUMAN, ob. cit., pg. 27.

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    que no debe. La opuesto a la pureza la suciedad, la inmundicia, los agentes con-

    taminantes son las cosas fuera de lugar20.

    Por eso la categora de extrao es distinta de la de extranjero, aunque en tantas

    ocasiones las tomemos como sinnimos. Hay nativos y extranjeros, amigos y ene-

    migos; y, aparte, extraos, que no encajan en esas categoras contrapuestas, que

    subyacen a ellas, las invaden o las violentan21. Como sealara en un texto clsico

    Georg Simmel22, el extrao no es alguien de fuera sino de dentro, es un elemento

    del propio grupo, adquiriendo el carcter de autntico enemigo interior. El extrao

    es ese prximo al que nos negamos a reconocer como prjimo. Nuestro problema, por tan-

    to, no son los extranjeros que continan sindolo, aun cuando estn entre noso-tros (turistas o trabajadores invitados), como no lo son aquellos extranjeros que

    adoptan, porque quieren y pueden, nuestras formas y normas (deportistas de lite

    o artistas nacionalizados), sino aquellos otros que habitan entre nosotros sin dejar

    de ser porque no quieren o, casi siempre, porque no pueden dejar de ser otros.

    Por qu molesta la existencia de otros?, cuestiona Roger-Pol Droit. Porque

    son capaces de desear algo distinto de lo previsto y aceptado23. La aparicin del

    otro hace pedazos la roca sobre la descansa la seguridad de la vida cotidiana24. La

    proliferacin de estilos de vida amenaza la estabilidad de nuestras propias convic-ciones y presupuestos, sobre los cuales edificamos nuestra propia existencia. Es por

    eso que para la mayora de la gente las situaciones de pluralidad cultural generan

    confusin e inseguridad.

    Hay quienes se adaptan bien a un escenario en el que conviven mltiples inter-

    pretaciones del mundo: son los virtuosos del pluralismo25. Muchos de ellos sus-

    cribiran lo expresado hace unos aos por Flix de Azua: S, la identidad se nos

    muere, sobre todo porque los globalizados parecen disfrutar de la vida sin melan-

    cola, nostalgia, ni culpabilidad. Como extranjeros de vacaciones en el mundo26

    .

    20Ibid., pg. 14.21Ulrich BECK, La democraciay sus enemigos, Paids, Barcelona, 2000, pg. 133.22Georg SIMMEL, The Stranger, en Kurt Wolff (Trans.), The Sociology of Georg Simmel,New York:Free Press, 1950.23Roger-Pol DROIT, Genealoga de los brbaros, Barcelona:Paids, 2009, pg. 258.24Zygmunt BAUMAN, ob. cit., pg. 19.25Peter BERGERy Thomas LUCKMANN,Modernidad, pluralismoy crisis de sentido, Barcelona:Paids,1995, pg. 80.26El Pas, 05/01/2000.

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    Practicantes de un cosmopolitismo banal27,son los turistas, paradigma del individuo

    posmoderno liberado de toda vinculacin y de todo compromiso. Son los moder-

    nos nmadas: hombres libres, cubiertos de bienes y riquezas, sedientos de saber; n-

    madas porque los objetos que poseen o desean son porttiles; nmadas tanto por

    su trabajo como por su consumo28. Pero, y la mayora de la humanidad? Para la

    mayora, la vivencia de la pluralidad cultural se convierte en experiencia del exilio,

    constitutiva de la existencia moderna29. Literalmente desoladas, es decir, privadas de

    suelo, la mayora de las personas se ven as privadas de aquello que las constituye

    como personas: la pertenencia a una comunidad social y poltica30. Este es el caldo

    de cultivo para el desarrollo de los movimientos identitarios, pues, en palabras deJean Amry, superviviente de Auschwitz, el ser humano necesita tanta ms patria

    cuanto menos pueda llevarse consigo31. De ah la defensa, muchas veces feroz, de

    un territorio culturalmente homogneo, puro, a salvo de la contaminacin de lo

    extrao.

    Existe una relacin directamente proporcional entre la intensidad del deseo de

    alcanzar la pureza y la capacidad de sealar elementos de impureza en la realidad,

    realidades impuras caracterizadas como obstculos a superar en el camino para

    lograr el ideal de coherencia. En Alemania, durante el primer cuarto del siglo XX,la construccin poltica del judo32 camin de la mano de la transformacin,

    igualmente poltica, de millones de alemanes en nazis33.

    Al igual que ocurre con la anorexia tal vez la ms moderna de las enfermeda-

    des, hasta el punto de que slo puede existir en sociedades altamente moderniza-

    das , quien aspira al ideal de pureza nunca tiene suficiente. Cuanto ms fuerte-

    mente aspiramos a la coherencia, en mayor medida descubrimos signos de incohe-

    rencia. Cuanto ms ordenamos, ms desorden descubrimos. Cuanto ms limpia-

    mos, ms suciedad encontramos. La mirada de la pureza sobre la realidad no cesade descubrir elementos que no encajan en su ideal. Esta mirada incesantemente

    27Ulrich BECK, The cosmopolitan society and its enemies, Theory, Culture & Society19 (2002),pgs.17-44.28Jacques ATTALI, Milenio,Barcelona:Seix Barral, 1991, pgs. 67-68.29NANCY, Jean Luc Nancy, La existencia exiliada,Archipilago(1996), pgs. 26-27.30Alain FINKIELKRAUT, La ingratitud: Conversacin sobre nuestro tiempo,Barcelona:Anagrama, 2001,pg. 122.31Jean AMRY, Ms all de la culpay la expiacin, Valencia:Pre-Textos, 2001, pg. 114.32Cf. Ulrich BECK, Cmo los vecinos se convierten en judos: La construccin poltica del extraoen una era de modernidad reflexiva, Papers 84 (2007), pgs. 47-66.33Peter FRITZSCHE, De alemanes a nazis: 1914-1933, Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2006.

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    incomoda est en el origen de la que Arjun Appadurai denomina anxiety of incom-

    pleteness, ansiedad de incompletitud34. Y esta ansiedad es la energa incontenible

    que impulsa la construccin de identidades predadoras, empeadas en la extincin de

    esas otras categoras sociales calificados como extraas, y casi siempre coincidentes

    con identidades mayoritarias que ven en las minoras un inaceptable recordatorio

    permanente de la imposibilidad de constituirse como una totalidad homognea.

    En su viaje por esa Mitteleuropa danubial el ro a lo largo del cual se encuen-

    tran, se cruzan y se mezclan gentes diversas en lugar de ser como el Rin, un mstico

    guardin de la pureza de la estirpe que encarna los sueos y las contradicciones

    de Europa, Claudio Magris explica el infortunio fascista de Heiddegercomo unaconsecuencia de la afirmacin esencia lista de la identidad colectiva:

    Heidegger era muy consciente del proceso planetario que amenazaba con desa-

    rraigar a todos los individuos de su mundo y de sus vnculos fundamentales

    cuando insista en su propio vnculo con la Selva Negra y sus leadores. Pero la

    inspirada aspereza con que proclamaba su religio le induca a considerar autn-

    ticos slo a aquel bosque que haba delante de su cabaa, a aquellos campesinos

    que conoca por su nombre, a aquel gesto que levantaba la hachuela sobre el

    tronco o a aquella palabra en dialecto germano. El resto de los campesinos, bos-ques, palabras, costumbres, ms all de los montes y de los mares, que no se

    podan ver ni tocar pero de los que se poda tener algn tipo de informacin

    slo mediata e indirecta, se convertan en abstractos, ideolgicos, irreales, como

    si nicamente existieran en ridas estadsticas y fueran un invento de la propaga-

    nda demaggica, en lugar de ser vivos y concretos, hechos de carne y de sangre

    como el pastor del Ser, que no poda percibirlos con los sentidos y slo senta a

    su lado el aroma de la Selva Negra. El infortunio fascista de Heidegger no es un

    incidente ocasional, porque el fascismo, en su dimensin menos innoble perono por ello menos destructiva, tambin es la actitud de quien sabe ser un buen

    amigo de su compaero de mesa, pero no se da cuenta de que tambin los dems

    hombres pueden ser no menos amigos de sus compaeros de mesa. Eichmann

    era sincero cuando en Jerusaln se horroriz al enterarse de que el padre del

    capitn Less, el oficial israelita que le haba interrogado durante meses y por el

    cual senta un profundo respeto, haba muerto en Auschwitz. Se horroriz, por-

    34Arjun APPADURAI, Fear of small numbers: An essay on the geography of anger,Durhan and London:Duke University Press, 2006, pg. 6.

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    que su falta de fantasa le haba impedido descubrir en las cifras de las vctimas

    unas caras, unas facciones, unas miradas, unos nombres concretos35.

    En el fondo, estamos ante una tentacin totalitaria: lo ms caracterstico del

    pensamiento totalitario es que no deja lugar legtimo alguno a la alteridad y a la

    pluralidad36. Nuestra concepcin de orden es profundamente conservadora. Orden

    es sinnimo de estabilidad, de armona y, por encima de todo, de permanencia. De

    ah la visin negativa de la diferencia, rechazada como intromisin que amenaza la

    estabilidad y permanencia de los sistemas sociales. Ordenar seala Bauman

    significa hacer la realidad distinta a como es, librndose de aquellos de sus ingre-

    dientes que se consideran responsables de la impureza, la opacidad o la con-tingencia de la condicin humana. Una vez uno se ha adentrado en este camino,

    tarde o temprano tiene que llegar a la conclusin de que se debe negar la ayuda a

    algunas gentes, expulsndolas o destruyndolas en nombre de un bien mayor y

    de una mayor felicidad para el resto37. Cuando fallan las estrategias de normali-

    zacin del otro, cuando su extraeza se muestra irreductible, la nica salida es su

    desaparicin. Cuando no se puede integrar mediante alguna forma de reduccin,

    se acaba recurriendo a la eliminacin: Hay cosas para las que no se ha reservado el

    lugar adecuado en ningn fragmento del orden artificial. Estn fuera de lugaren todas partes [...]. No bastar con trasladarlas a otro lugar; es preciso deshacerse

    de ellas de una vez por todas38. Por eso, de la aspiracin a la pureza a la prctica

    compulsiva de la limpieza (tnica) no hay ms que un paso.

    5. DEL EXTRAAMIENTO A LA VIOLENCIA

    La limpieza tnica, la eliminacin del diferente, slo es posible sobre las ruinas de

    la comunidad de aceptacin mutua. La eliminacin del otro exige un ambicioso y

    complejo programa de desvinculacin y, consecuentemente, de desresponsabiliza-

    cin. En 1935 el rabino de Berln describi as la situacin de los judos en Ale-

    mania: Acaso esto no haya sucedido nunca en el mundo y nadie sabe cunto tiem-

    35Claudio MAGRIS, El Danubio. Barcelona: Anagrama, 2001, pg. 41.36Tzvetan TODOROV, Memoria del mal, tentacin del bien: Indagacin sobre el siglo XX , Barcelona:Pe-nnsula, 2002, pg. 47.37Zygmunt BAUMANy Keith TESTER, La Ambivalencia de la modernidady otras conversaciones, Barcelo-na:Paids, 2002, pg. 84.38Zygmunt BAUMAN, La posmodernidad, ob. cit., pgs. 14-15.

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    po se puede soportar: la vida sin vecinos39. Como seala Bauman, el Holocausto

    fue posible slo tras un largo proceso de produccin social de la distancia, condicin

    previa para la produccin social de la indiferencia moral. Slo as fue posible generalizar

    entre los alemanes la conviccin de que por muy atroces que fueran las cosas que

    les ocurran a los judos, nada tenan que ver con el resto de la poblacin y, por

    eso, no deban preocupar a nadie ms que a los judos. Por su parte, Beck deno-

    mina construccin poltica del extrao al proceso que hizo que tantas personas pasaran

    de vecinos a judos, siendo as expulsados en la prctica del espacio de los dere-

    chos y las responsabilidades40. Combinando ambas perspectivas, podemos repre-

    sentar as el proceso que lleva a la violencia social:

    Refirindose a la experiencia de los prisioneros en campos de concentracin cuan-

    do, por diversos motivos (traslados, trabajo en las ciudades, etc.), se cruzaban con

    la poblacin alemana, Robert Gellately escribe que aunque hay supervivientes que

    narran haber recibido ayuda y consuelo de la poblacin, la impresin general es

    que, en el mejor de los casos, los alemanes se mostraron indiferentes y temerosos, y

    en el peor, compartieron el desdn, la hostilidad y el odio de los guardianes41

    . Loms importante constata Browning fue que se haba abierto un abismo entre la

    minora juda y la poblacin en general. Esta ltima, aunque no movilizada alrede-

    dor del antisemitismo estridente y violento, estaba cada vez ms aptica, pasiva

    e indiferente en lo referente al destino de la primera42.

    39Zygmunt BAUMAN, Modernidady Holocausto, Madrid:Sequitur, 1998, pg. 161.40Cf. Ulrich Beck, The cosmopolita n society and its enemies, ob. cit.41Robert GELLATELY, No solo Hitler: La Alemania nazi entre la coaccin y el consenso, Barcelona: Crti-ca, 2002, pgs. 277-278.42Christopher R. BROWNING,Aquellos hombres grises, Barcelona:Edhasa, 2002, pg. 360.

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    Lo mismo ocurrira al final de la guerra, durante la evacuacin de los campos: los

    habitantes de la ciudad o corrieron precisamente a ayudar a los prisioneros de los

    campos durante las evacuaciones. Algunos les ofrecieron comida yagua, hubo ges-

    tos de compasin, e incluso alguna protesta aislada por la brutalidad de las SS o de

    otros guardias. Sin embargo, la mayora de los buenos ciudadanos no hicieron

    nada, bien porque temieran por su vida, bien porque se haban vuelto apticos o

    indiferentes43. En palabras de Mazower: En su mayora los alemanes parecan

    haber aceptado que los judos ya no formaban parte de su comunidad44.

    La mayora de los alemanes probablemente se opona a la deportacin de sus

    vecinos judos, pero esa oposicin termin siendo acallada por el surgimiento de laimagen abstracta del judo como una fuerza monoltica y peligrosa precisamente en

    el momento en que los reveses militares y los bombardeos areos empezaban a ocu-

    par sus pensamientos. El efecto de ello fue una indiferencia creciente hacia el desti-

    no de los judos, recuerda por su parte Peter Fritzsche45. Como seala el Nobel de

    Literatura, Imre Kertsz: Judo es aquel del que se puede hablar en plural, que es

    como suelen ser los judos, cuyas caractersticas se pueden resumir en un compen-

    dio, como las de una especie animal no demasiado compleja46. La deliberada acti-

    tud de ignorar al individuo concreto para ver slo la categora judo, desde otraabstraccin como era Alemaniao los alemanes, fue el autntico punto de par-

    tida de todas las violencias contra los judos:

    El antisemitismo no apareci en escena como un elemento completamente

    nuevo, sino que adquiri un valor simblico mucho mayor cuando la gente em-

    pez a asociarlo al hecho de ser alemn. El deseo de participar en el proyecto de

    renacimiento alemn, de convertirse, de deshacer Versalles y 1918, ayuda a

    explicar por qu, con frecuencia de un da para otro, alemanes tanto prominen-

    tes como desconocidos decidieron por s mismos ser consecuentes en sus rela-

    ciones con los judos. Fue su deber como alemana de adoptar un punto de

    vista racial lo que impuls a una conocida de Victor Klemperer a romper todo

    contacto con l no mucho despus de que los nazis ascendieran al poder. Mar-

    tin Heidegger y el jurista Carl Schmidt hicieron lo mismo. Sencillamente se

    negaron a tratar con judos47.

    43Robert GELLATELY, ob. cit., pg. 337.44Mark MAZOWER, La Europa negra, Barcelona:Ediciones B, 2001, pg. 198.45Peter FRITZSCHE, Vida y muerte en el Tercer Reich, Barcelona:Crtica, 2009, pg. 253.46Imree KERTSZ, Yo, otro. Crnica del cambio, El Acantilado:Barcelona, 2002, pg. 73.47Peter FRITZSCHE, ob. cit., pgs. 120-121.

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    Lo realmente nuevo en Alemania no era el antisemitismo, que ya exista antes de

    los nazis, sino el fin de las relaciones sociales ambiguas e indeterminadas entre los

    vecinos. El antisemitismo tradicional estaba limitado por muchos otros tipos de

    interacciones entre vecinos o colegas. Lo que hizo el antisemitismo estridente de

    los nacionalsocialistas fue reducir, casi de un da para otro, la variedad de posibles

    acercamientos con relacin al prjimo [...] a la distincin capital entre alemanes y

    judos; la muerte social, el pogromo fro que en el da a da se fue pro-

    duciendo, antecedi y prepar a la sociedad alemana para la violencia fsica que

    luego tuvo lugar48.

    Esto era lo que deca un hutu encarcelado en la prisin de Rilima acusado departicipar en los asesinatos de tutsis en los meses de abril a junio de 1994: Nac

    en Kanazi, entre tutsis. Siempre tuve conocidos tutsis, sin caer siquiera en la cuen-

    ta. Pero crec oyendo lecciones de historia y programas de radio que mencionaban

    todos los das los serios problemas entre los hutus y los tutsis; y, al mismo tiempo,

    me trataba con tutsis que no planteaban ningn problema. Haba una distancia

    muy grande entre las noticias inquietantes que patrullaban por las orillas del pas y

    la gente con la que nos tratbamos en casa, con la que no haba roces, y la situa-

    cin estaba dividida y al final tena que romperse a la fuerza y tena que poder msla barbarie o tena que poder ms el sentido de vecindad49. Vecindad o barbarie: las

    alternativas estn excelentemente bien presentadas. Como sabemos, tuvo ms po-

    der la barbarie.

    6. REIVINDICACIN DE LA VECINDAD

    Frente a esta tremenda posibilidad tremenda siempre aunque no siempre llegue

    al extremo del Holocausto nazi, el genocidio ruands o la limpieza tnica en la ex

    Yugoslavia slo hay una opcin responsable: desarrollar prcticas de gestin de la

    diversidad que permitan, como reza el ttulo de varios trabajos de Leonie Sander-

    cock50, convertir a los extranjeros en vecinos (strangers become neighbours), comba-

    tiendo la peligrosa tendencia contraria: la conversin de determinados vecinos en

    extraos. Y para ello no es suficiente vivir juntos aparte tomando la certera expre-

    48Ibid., pgs. 120, 124.49Jean HATZFELD, ob. cit., pgs. 184-185.50 Leonie SANDERCOCK, When strangers become neighbours: Managing cities of difference,Plannng Theory & Practice, 1/1 (2000), pgs. 13-30.

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    sin de Juan Carlos Checa51en su estudio sobre la segregacin espacial de los inmi-

    grados africanos en Almera.

    Como decimos, no es preciso pensar en las terribles disoluciones de la conviven-

    cia de las que ha sido testigo el siglo XX, el siglo de los genocidios52, para advertir

    la relevancia de esa afirmacin de la vecindad frente a las dinmicas segregacio-

    nistas de la extranjerizacin y el extraamiento.

    Un ejemplo. Durante el verano de 2009 se produjeron importantes tensiones

    en una localidad de Guipzcoa relacionadas con supuestos incrementos de actos

    delictivos, actuando como detonante final la detencin de un menor magreb acu-

    sado de agresin sexual, y que derivaron en un conflicto con connotaciones xen-fobas. Las autoridades municipales reaccionaron con prontitud tomando cartas en

    el asunto y aparentemente con buenos resultados, ya que los incidentes cesaron en

    pocos das. Sin embargo, llama la atencin una afirmacin de esas autoridades,

    realizada sin duda con la mejor de las intenciones, pero que nos mueve a pensar en

    que lo que se ha producido en esa localidad es ms una calma temporal que una

    solucin a largo plazo: La semana que viene, junto con tcnicos especialistas en

    resolucin de conflictos, vamos a intentar solucionar el problema reuniendo a veci -

    nos y magrebes. La idea es actuar de mediadores53

    . Es que acaso esos magrebesque all viven y que ah tienen sus trabajos y comercios no son vecinos? Infinita-

    mente ms preocupantes resultan las declaraciones de otro responsable local,

    Xavier Garca Albiol, actualmente alcalde de Badalona: Sisoy alcalde el ao que

    viene y se produce el colapso que est a punto de producirse, entre dar ayudas

    sociales a un inmigrante irregular o drselas a un vecino de Badalona, lo tengo

    muy claro54.

    Al inicio de su obra Tres cantos fnebres por Kosovo Ismael Kadar escribe:

    Algunas veces daba la impresin de que la pennsula era verdaderamente gran-

    de y que haba en ella sitio para todos: para lenguas y religiones distintas, para

    una docena de pueblos, estados, reinos y principados, incluso para tres impe-

    rios, dos de los cuales, el de los serbios y el de los blgaros, ya se haban hundi-

    do, mientras el tercero, el bizantino, para su propia vergenza y la de toda la cris-

    tiandad, se haba declarado vasallo de los turcos. Pero es as que llegaban otros

    51Juan Carlos CHECA, Viviendo juntos aparte, Barcelona:Icaria 2007.52Bernard BRUNETAU, El siglo de los genocidios: Violencias, masacres y procesos genocidas desde Armenia aRuanda, Madrid:Alianza Editorial, 2006.53El Correo, 11/07/2009.54Pblico, 22/01/2010.

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    das en que se operaban transformaciones en la mente de las gentes y entonces

    la regin les pareca angosta. La sensacin de estrechez, ms que a causa del fro-

    tamiento entre las tierras y las lenguas de los distintos pueblos, se nutra de los

    viejos recuerdos. Eran pesadillas que los pueblos rumiaban largo tiempo en sole-

    dad, hasta que llegaba un da en que se les tornaban insoportables55.

    Poner en marcha las matanzas eliminacionistas recuerda Goldhagen es un

    acto paradigmtica de eleccin, realizado libremente, no determinado por fuerzas o

    estructuras abstractas, ni sobrevenido accidentalmente debido a las circunstancias56.

    Es un error creer que la barbarie nos sobreviene; en realidad, la barbarie se eli-

    ge57. Por eso no hay mejor manera de prevenir la violencia colectiva pero tam-bin sus equivalentes funcionales que combatir estas pesadillas que los pueblos

    tienen la costumbre de rumiar en soledad, con bovina tozudez, alimentndose de

    agravios y de miedos, hasta sentir que en la pennsula ya no cabemos todos. Que es

    la forma de decir que ya no caben ellos: los otros.

    55Ismal Kadar, Tres cantos fnebres por Kosovo, Madrid:Alianza Editorial, 1999, pgs. 13-14.56Daniel Jonah GOLDHAGEN, ob. cit., pg. 102.57Jos Mara RIDAO, La eleccin de la barbarie: Liberalismo frente a la ciudadana en la sociedad contempo-rnea, Barcelona:Tusquets, 2002 pg. 167.