Vivir dentro del enigma. Miradas sobre María Zambrano

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Si María Zambrano acudió a los abismos del ser fue para recuperar lo más primario de lo humano, recoger al pathos de entre las sombras, o mejor dicho, entender que esas sombras también son principio de luz. El quiebre de la racionalidad europea y la crisis de la modernidad con ese sujeto en la rueda de la fortuna siempre, dejó un espacio vacío por el que pudo fluir un caudal que venía con toda fuerza a señalar la debilidad de un sujeto y una sociedad técnicamente inhumana. Escuchamos entre las palabras de la española las huellas de los románticos malditos, de los místicos, de autores posicionados desde “de la vida dañada” como escribiera Adorno, a los genios que antes sospecharon de la razón absoluta, angustiados por ese “algo” que quedó fuera del pensar “académico” por un largo tiempo, ¿era esa cosa llamada pasión?, ¿o un extraño miedo a que algo no deseado, no esperado, se revelara mediante ella?

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  • Vivir dentro del enigmamiradas sobre Mara Zambrano

    Yamania Oliv

    coleccinv e j a m e n

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    Mxico, 2011

  • Direccin General de Asuntos del Personal Acadmico

    Programa de Apoyo a Proyectos de Investigacin e Innovacin Tecnolgica

    PAPIIT IN - 405108Filosofa y Psicoanlisis

    Primera edicin 2011

    D. R. 2011 Universidad Nacional Autnoma de MxicoCiudad Universitaria 3000, Col. Universidad Nacional Autnoma de Mxico, C. U., Delegacin Coyoacn, D. F., C. P. 04510

    D. R. 2011 Ediciones Quivira Excelsior 239, 07870, Mxico, D. F.

    Prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio mecnico, impreso o digital, sin la auorizacin escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    ISBN 000-00-000-00

    Impreso y hecho en Mxico

  • a P. Ammine, a Espaa y a los fantasmas

    que nunca nos abandonan, ensendonosque el grito ms fuerte se hace en el silencio.

  • PRLOGO

    Odio estar cerca del mar y or su musiquilla y sus rugidos como una bestia en su guarida. Esto me recuerda los esfuerzos perpetuos de la mente humana, luchando por ser libre y terminando justo por donde comienza.

    WILLIAM HAZLITT

    Hay formas del pensar cuyo destino radica en ser escuchadas, pues po-seen el don de transportar al escucha a una dimensin esttica y pro-funda, es una va que se dirige al corazn antes que a la visin. Mara Zambrano hablaba en la Aurora de la danza del pensamiento y de la imposibilidad de que algo exista sin el nmero, siguiendo a los rfi co pitagricos y a Leibniz. Belleza y pensamiento se unen de tal modo en su obra construyendo en espiral un dilogo que da lugar a una de las expresiones fi losfi cas ms importantes nacidas de la cultura espaola del siglo XX. En La voz de Mara Zambrano. Encuentro en el aire,1 Jos Luis Abelln nos muestra algo ntimo de la persona que era, de la prioridad que siempre otorg a la belleza y sentir. Su voz dicen sus colegas, alumnos y amigos que le escucharon en las aulas y fuera de ellas era musical, de pronto un delirio lleno de sentido, su forma de pensar haba nacido para ser escuchada, nos dice Abelln con un dejo de nostalgia del pasado, ese pasado que nos hace y que nunca deja de pasar, segn Zambrano, o como dice Alberto Constante ese pasado que siempre est ah, en los pliegues de la memoria, persistentemente, sin perder un pice de su fuerza, empujando, el juego consiste en te-nerlo presente, negarlo y reprimirlo.2

    Nuestra autora representa el esfuerzo y logro de una razn recupe-radora del pasado de lo olvidado por la tradicin occidental, posicio-nada en la renuncia al poder, integra y aparta el afn de aplastamiento de la diferencia. As transita entre las fronteras de un pensamiento

    1 J. L. Abelln, La voz de Mara Zambrano. Encuentro en el aire, pp. 42-44. 2 Alberto Constante, La textura del mal, p.52

  • fi losfi co-mstico y racio-potico, como propone Ana Bundgaard. Hasta hoy su pensamiento contina llevando agua de la fi losofa hasta lugares desrticos, olvidados, rechazados y menguados por el poder totalitario que se alimenta al empobrecer la diferencia. Para algunos crticos su pensar es una razn extraa, poco asible y demostrativa, si se piensa por supuesto en el orden del positivismo ms estricto, que lo que carece de mtodo, carece de valor y de verdad. Sin embargo para Zambrano existe un camino de revelacin metafrica plagado de sabidura, ms que de saber, en el sentido en que entendemos el cono-cimiento occidental. Este derrotero no es para ella menos vlido que el conjunto de premisas que derivan en una conclusin lgica, irrevocable. Pero no era acaso, y lo sigue siendo el lujo de el pensamiento fi losfi co poder demostrar dialcticamente casi cualquier cosa? Si bien el gran esfuerzo de la mente lgica hizo de la fi losofa el vientre del des-cubrimiento humano y la ciencia tambin condujo al doble fi lo de ella, el poder. El saber de experiencia haba de ser recuperado para la vida. La autora de Filosofa y poesa entendi que as lo era y busc acceder a un tipo diferente de racionalidad, su apuesta fue el pensar la vida con sus inherentes contradicciones; su tragedia, y su necesaria contingencia, debilidad y fuerza al unsono de la que surgir el amor por el otro.

    La condena como portadora una voz diferente no la dej inclume, encontrarle la luminosidad a la penumbra tuvo su precio siendo una de las exiliadas de la fi losofa ms racionalista y dura. Moreno Sanz, en su excelente estudio biogrfi co sobre la autora, Luz para la sangre,3 da cuenta exhaustiva de la basta formacin eclctica que la marca-ra en sus tendencias fi losfi cas y espirituales, as realiz un esfuerzo importante por integrar horizontes aparentemente irreconciliables. Zambrano dialoga durante su obra con fi lsofos, poetas, religiosos, msticos, eruditos, cientfi cos y el saber popular del pueblo espaol que a su saber se ha legado en el Quijote de Cervantes. La infl uencia de autores como Spinoza, Nietzsche, Unamuno, Machado, San Juan de la Cruz, Ortega y Gasset, Husserl, Jung, Heidegger, Ibn Arabi, Averroes, Sneca, la mstica cristiana y el sufi smo oriental (guiada por Asn Palacios y Massignon) es contundente en su refl exin y crtica como pensadora de la modernidad, que ya apuntalaba hacia sus mons-truos y la crisis del progreso, supo seguir el rastro a las anomalas del progreso y al poder de la misma fi losofa hegemnica.

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    3 Cf. Coord. Jess Mara Beneyto, Gonzlez Fuentes. Mara Zambrano, la regin ms trasparente. Ed. Trotta. Fundacin Carolina, Madrid, 2004.

  • En la fi losofa zambraniana encontramos una refl exin crtica cuyo eclecticismo es fuente de empata entre saberes aparentemente muy diversos entre s, esta heterogeneidad alcanza una forma piadosa y positiva de entender e integrar conocimiento y sabidura, retoman-do los caudales de la literatura clsica, el saber popular, la fi losofa y las religiones desde una lectura poco ortodoxa. En el pensamiento de la espaola estn presentes tanto sus propias circunstancias como las heridas de una Europa a la que pens como un continente en ago-na, con la necesidad inminente de renovarse lejos de cualquier totali-tarismo, de renacer desde el fracaso. De este modo seal fuertemente el idealismo sistemticamente limitado en la poltica y la cerrazn del imperialismo positivista y androcntrico, todo aquello que atentara contra la irrepetible y valiosa individualidad de la persona humana. Zambrano supo poner bajo los refl ectores a una razn ilustrada omnipotente y excluyente que para ser universal, se volvi dictadora de la vida.

    Si Zambrano acudi a los abismos del ser fue para recuperar lo ms primario de lo humano, recoger al pathos de entre las sombras, o mejor dicho, entender que esas sombras tambin son principio de luz. El quiebre de la racionalidad europea y la crisis de la modernidad con ese sujeto en la rueda de la fortuna siempre, dej un espacio vaco por el que pudo fl uir un caudal que vena con toda fuerza a sealar la debilidad de un sujeto y una sociedad tcnicamente inhumana. Escu-chamos entre las palabras de la espaola las huellas de los romnticos malditos, de los msticos, de autores posicionados desde de la vida daada como escribiera Adorno, a los genios que antes sospecha-ron de la razn absoluta, angustiados por ese algo que qued fuera del pensar acadmico por un largo tiempo, era esa cosa llamada pasin?, o un extrao miedo a que algo no deseado, no esperado, se revelara mediante ella?

    Cioran dice que Mara Zambrano no ha vendido su alma a la Idea, para ella nada es verdad salvo lo que precede o lo que sigue a lo for-mulado, nicamente el verbo que se hurta a las trabas de la expresin... la palabra liberada del lenguaje.4 Intrprete y reformadora del pensa-miento, un enriquecido esfuerzo que supo entender lo que se asfi xiaba tras bastidores del ser, lo que haba, y an ha sido racionalizado, hasta un extremo peligroso. En su pensar hay autenticidad, refl ejo fi el y jus-to medio para el hallar quiz ese espacio que hoy mismo estamos nece-

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    4 Mara Zambrano entre nosotros, Revista Metapoltica, p. 57.

  • sitando para respirar en un mundo lleno de vacos. La totalidad de su pensamiento es tan rigurosa como lo fue su comprometida formacin intelectual y su pasin por la cultura griega, romana y latina; mas esto no le resta musicalidad, al contrario, por momentos nos hace sentir un dejo de lo sagrado en su peculiar pensar poticamente.

    La reforma zambraniana del proyecto humano se basa en construir el ser de la persona desde la bsqueda de aquello de lo que hay ausen-cia, la persona busca acendrarse, anhela encontrar su ser infatigable-mente entre todas las cosas, su ser es en principio, pobreza. Slo al bajar a los abismos del ser, lleg a mirar lo ms bsico y aterrador del ser humano, su vaco deseante, su limitacin y su infi nito deseo de ser. La presencia de ese vaco ontolgico es el eje sobre el cual he trazado mi recorrido en torno a la nocin y la pregunta por la falta ontol-gica del ser humano, qu es?, qu se entiende con ella? y qu se posibilita a partir de su inherencia con el gnero humano, y lo que de su manifestacin emerge? Mara Zambrano no recurre a esta nocin tal como falta ontolgica, aunque es fcil sustraerla de diferentes conceptos que son anlogos.

    As, recurrir la mayor parte de las veces a este trmino para defi nir lo que pongo aqu presumimos como una falta ontolgica esencial de lo humano: el ncleo de la existencia que no es otra cosa que un vaco, un sentir ausencia de algo, algo que a su vez permite la ejecu-cin de la vida, el movimiento, la creacin, la eticidad, la formacin de lo humano y cualquier relacin de ste con el mundo. La falta ontolgica como una condicin bsica de la vida humana, la presen-tacin ms rotunda de la fi nitud, de la necesidad como lo nico que est constantemente manifi esto, evidencia de la contingencia humana. Para Zambrano, no hay otra cosa ms radical y evidente en la realidad humana que se padecer del vaco del ser, de ser persona.

    Mendicidad, oquedad, indigencia e inanidad, conceptos recurrentes durante la lectura de su obra., cada cual apunta a sealar el desespero que provoca la fi nitud, su carcter confi gurado siempre bajo las ruinas de lo inacabado. La posesin, el deseo, y cada uno de nuestros quereres son hijos de nuestra humanidad no terminada. La transformacin de todo lo que nos circunda en objetos limitados por nuestra subjetividad es una capacidad motivada por la necesidad de ocupar el mundo, de olvidar la soledad inicial. Pues despus de acceder a la asfi xia de lo ajeno, a ese desgarro de la vida, prevalece el intento de representar un mundo con la imagen de lo esperado, con la imagen de lo propio.

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  • La renovacin de lo humano en todos sus mbitos siempre se destaca en el ro del pensamiento, donde cada poca sufre su propia enfermedad, su idea de verdad, a sus dioses prefi gurados. Cada tiempo hace tambin lugares oscuros que abren sus fauces para dar sitio a los dolorosos exilios, que sealan aquello que ha quedado sin lugar pro-pio, ya sea porque se adelantan sus ideas, porque miran hacia el pasado con nostalgia, o porque predicen o muestran cosas de las que la mayo-ra prefi era pasar de largo. Dentro de toda la riqueza que ha nacido de la vasta cultura humana ha sido casi imposible recuperar ntegramente todos los horizontes del espritu que se abrieron a travs de la historia y su acontecer pues parece que en lo humano existe una devoradora necesidad de olvidar ciertas cosas, algunas las dejamos de ver y de reconocer por miedo, por su misma inasequibilidad, por su misterio original, Mara Zambrano dice, por no saber tratar con ellas.

    La razn moderna y predominante excluye, o acusa todo aque-llo que no se circunscribe bajo su mandato, su metodologa segura. Cancela lo que hace temblar lo cimientos de la ciencia, por ejemplo, lo que hace cimbrar las races ms enterradas de nosotros mismos. Todo aquello que no se puede nombrar con perfecta claridad y dis-tincin es candidato a ser expulsado del paraso de la razn. Donde de hecho, nada muere y pensar la muerte es casi un acto anormal y terrible. Pero en esta tesis lo que quiero es sealar, en qu sentido Zambrano nos deja un camino labrado para recuperar como positivo aquello que no ha sido tolerado por la fi losofa positivista, ni por el sentido comn de las sociedades modernas, por ejemplo. La esencia humana carece de una determinacin que nos selle con una sola fi -nalidad, y a pesar de que importantes pensadores buscaron, adems del patrn que une la multiplicidad, el rasgo humano por excelencia; no encontramos nada ms contundente que la apertura que origina la contingencia.

    Segn Heidegger la posibilidad ms real y autntica del hombre, es decir, su determinacin, la nica que es inexorable, es el correr al encuentro con su posibilidad ms propia, que es la muerte, su propia andanza hacia la comprensin de su fi nitud. La fi nitud y la conciencia de ella es el rasgo ms humano, as como todo aquello que se manifi es-ta dentro de los lmites de ste. La falta es por el contrario de algo que ya siempre ha estado y estar ah algo que nunca estar, es mas que nada, algo sentido y percibido, pero no es del todo reconocible. Un vaco existencial que, al tratar de colmarlo, en ese mero instante en que podramos sentir la satisfaccin, la falta ontolgica, contundente

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  • como es, vuelve de forma inmediata a abrir otro hueco. La falta vuelve a incidir sobre el deseo, buscando la provocacin, el movimiento, la accin. Es una necesidad sentida universalmente y de manera radical en el ser humano, pero con detonantes infi nitos como lo son las expe-riencias mltiples de la singularidad de cada persona.

    Existe en realidad un lmite con la naturaleza por el mero hecho de ser racionales adems que slo aceptando una cierta nocin de razn, la razn de la hoy triunfante razn moderna? Es la concien-cia slo un privilegio humano? O el privilegio es tener conciencia de cierta escisin en las cosas? Separacin que se impone entre so-bre las cosas. Qu tan autntica se vuelve entonces tal afi rmacin de que slo el hombre posee razn, cuando es aprobada slo desde los parmetros propios del hombre para s mismo? Y an aceptando la premisa, surge la pregunta por la autenticidad de sta, es realmente la capacidad racional de escindir en partes muy concretas el mundo, la que distingue al hombre de los dems seres? O hay algo ms all que de hecho anticipa y permite esta conciencia, algo conlleva a la necesi-dad de categorizar el mundo?

    La polmica de esta cuestin queda abierta para una investigacin de otra ndole, lo que pretendo hacer notar en este texto es, entre otras cosas, que la nocin de esencia que se ha instaurado para dotar al hombre de determinadas cualidades morales y ontolgicas puede ser cuestionada desde otra perspectiva fuera del escrutinio lgico al que estamos acostumbrados. Quiz desde el pensar que esa ufana esencia no fuese nada ms que un doloroso vaco? A partir de qu momento surge esta razn en el hombre, la conciencia de lo que es uno, de la identidad, la mismidad?

    Zambrano propone un giro en el mirar sobre las cosas del mundo, un saber potico que ser explicado posteriormente, una fenomeno-loga de recuperacin de la experiencia humana donde se vuelve nece-sario considerar los ngulos perdidos de la razn no occidental. Qu induce al hombre la necesidad de relacionarse con la otredad? Ser de verdad la razn pura y cientfi ca, la investigadora alma humana lo que nos mueve todo el tiempo? O ser acaso un origen que surge de la angustiante, abrupta presencia de todo lo que est afuera, de lo que violenta con su velo oscuro al insistente afn humano de saber, de conocer?

    La pregunta que funda el pensamiento, no solamente el pensamien-to fi losfi co, sino la totalidad del pensamiento, primera herramienta de creacin del hombre, se hace posible ante la perplejidad humana

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  • enfrentada a la extraeza de realidad, su propia existencia que se opo-ne a las cosas de la naturaleza y luego al otro semejante. Pero no es la existencia de lo ajeno la que conmueve y preocupa al ser humano tanto como la de s mismo. La particular insistencia en la bsqueda por la semejanza entre cada ser diverso tiene su origen en la necesidad de encontrarse comparndose, que urge en toda persona, la ne-cesidad del espejo. El contacto que tiene al nacer entre la naturaleza separado mucho tiempo antes del dominio y del poder que instaura la concepcin de sujeto por la fi losofa moderna le ubicar bajo una condicin muy especfi ca en cuanto a su relacin con el mundo, la de buscar su ser, el ser no obtenido por gracia, sino el ser que muchas veces slo encontramos cuando nos relacionamos.

    El ser humano se angustia cuando se sabe sujeto ante la realidad, la realidad que para Zambrano no es otra cosa sino lo que se resiste a ser sacado de su misterio original, que se niega a desentraarse en la ntida luz que alumbra el camino hacia su propia seguridad. La soledad de no lograr tenerse hace posible el surgimiento del logos como relacin, como dilogo inicial entre los seres. Y es que el hombre desencajado de su entorno, indiscernible para s y para los dems seres, es separado de la envidiable unidad de la naturaleza a cambio de su situacin de hombre libre: la libertad en el sentido sartreano. La trgica libertad de tener que elegir, an en las circunstancias ms adversas. Libertad, concepto grandioso, liberalismo ilustrado que creo el derecho, y que tambin nos plago de ensueos.

    Extraa libertad de nada lo posee cuando todava no se ha encon-trado entre las cosas, sino por la primera luz que destaca la conciencia del abismo, que se abre entre l y su medio. La diferencia que lo deja mirar dentro de la profundidad inalcanzable de lo humano. As, la ra-zn y el pensamiento le devolvern algunas certezas necesarias para soportar lo que no se acaba de revelar del ser, el misterio del otro y de de lo divino. Necedad por obtener lo que se siente y que no se tiene, lo que no sabe si es para l, es decir, algo que deba tener sin perder en ello su cualidad mundana de ser humano, contingente. Porque somos el ser que se alimenta del deseo, no por lo que con ello se logra, o se frustra, sino lo que con ello se descubre.

    La humanidad persiste bajo el dominio de una ausencia, por di-ferentes que sean las pocas y la culturas entre s existe una dimen-sin ontolgica que nos abre al mundo y nos hace humanos, caticos, amantes, destructores, dubitativos y creadores: la indigencia, y la nece-sidad de donde heredamos el conocimiento del fracaso y el mpetu de

    13PRLOGO

  • 14 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    la vida con todas sus pasiones, as como la libertad. Esta angustia al tanto terrible y desbocada, mas creadora de sentidos, de sentimientos, luego ya de acciones, es el efecto de esta ausencia connatural que nos determina aunque su estudio ha sido desviado sistemticamente del campo de inters del pensamiento positivista, siendo as recuperada con ms agudeza por los escritores poetas y los fi lsofos mas reti-centes al culto dogmtico, como lo fueron en su tiempo Kierkegaard, Sartre, Unamuno, Nietzsche, Heidegger, entre otros.

    El mayor miedo del hombre se hace patente en la realidad de hoy que no est muy lejos a la de ayer en tanto tirana, pero que presume de ser cada da ms indiferente y soberbia: la separacin milimtrica del hombre con el mundo y lo sagrado ha sido trabajada con tal esmero que su soledad parece ir perdiendo toda posibilidad de ser algo que da sentido, sino por el contrario, llega ser algo que no se comprende, algo a lo que no se quiere dotar de realidad, algo que molesta sin concien-cia. La soledad moderna, un dolor que se evita sin el menor xito, y que nos hace caminar hacia la destruccin, uno de los peores estados para existir. Porque cuando se teme de lo desconocido, se corre de todo, se destruye todo, sea o no, nuestro, ello, enemigo nuestro.

  • EL CONCEPTO ONTOLGICO DE LA FALTA

    Todava no hemos aprendido a pensar y la razn estriba en que el ser se nos sustrae, no tenemos sufi ciente experiencia de l.

    ALBERTO CONSTANTE

    Si como explica, siguiendo el pensamiento heideggeriano Alberto Constante, en su libro La textura del mal, comprender, este ser de lo divino nos es imposible todava, no ser acaso porque el ser propio es, a la par casi o ms lejano que el misterio que nos opone el Gran Otro? La falta ontolgica, (que no funciona como una primaca moral ni intelectual a modo del pensamiento antropocentrista) de cada ser viene a serla columna vertebral dentro del conjunto estructurante con que se ha hablado de una diferenciacin ontolgica frente a los dems seres de la naturaleza. Aunque Zambrano no recurre a este trmino tal y como lo presento, hay un importante paralelismo respecto de varias ideas centrales de su pensamiento, conceptos que resultan converger en la bsqueda por la razn integradora, donde la posicin del no-ser, la ausencia, la oquedad, y la falta se convierten en la espina dorsal de la construccin de la persona.

    Recorrer nuevas vas que nos acerquen ms humanamente a lo que somos y a los dems seres se ha convertido en uno de los retos de la tica y de la modernidad. sta que se asumi como ese momento lgi-do de la conciencia totalizadora desplegada sobre todas las cosas. De tal manera leemos en Zambrano que

    con Descartes ocurre un hecho sumamente grave y por lo pronto esplndido tambin, y es la defi nicin del hombre como conciencia. A partir de ah, la idea de que el hombre pende slo de s mismo, de que no es camino, breve trnsito entre dos infi nitos se establecer con brillantez.1

    1 Mara Zambrano, Hacia un saber sobre el alma, p. 136.

  • Pero de la mano a esta nocin del hombre como conciencia lm-pida, nace el problema cardinal donde una vez ms nos vemos ence-rrados en la jaula de nuestros propios juegos conceptuales; toda vez que el desamparo que nuestra conciencia es incapaz de resolver por s misma se ve acrecentado. A pesar de que el hombre moderno es el privilegiado de la conciencia, se encuentra con que su ser no puede ser tan claro como sta, pues hay algo an ms bsico que ella, algo que carece de una tonalidad defi nida, que no tiene patrn ni aguja. Y ello no es slo la realidad que se nos resiste a cada instante, sino que es una condicin inicial de nuestro ser fi nito, nuestra incompletud. Aqu ra-dica el principal problema que surge al habernos apropiado y defi nido dentro de un concepto de hombre que no satisface a este no-ser que hay en el ser del hombre y que tan hondamente le afecta en su ser y en sus relaciones con el mundo.

    Porque hoy esta conciencia que haba sido mediadora de nuestras relaciones hacia dentro y hacia fuera ha sido destronada por el subsue-lo donde yacen lo residuos de todo aquello que no pudimos salvar en el concepto ntegro, ni agregarlo a la vida racional. Una de estas capas pudo haber sido pensada por la fi losofa como subsuelo, cuando al fi nal resulta no ser un accidente de lo humano, sino una estructura de ser, quiz sa que tanto hemos buscado: nuestra insufi ciencia pri-mordial y en ella nuestra impulso a ser. El ser del hombre difcilmen-te logr ajustarse al esquema terico de la razn porque carece de la homogeneidad de una sustancia inalterable. Eduardo Nicol lo explica mejor en La idea del hombre cuando seala:

    Los lmites del hombre tienen una razn profunda, porque no que-daron establecidos de una vez por todas, e igual para todos; porque el hombre es capaz de variar los modos de integrarse en lo que est ms all del lmite aparente de su ser [...] Sera poco atinado seguir aplicando indistintamente a la constitucin del ente humano un concepto como de esencia, que fue pensado para representar la entidades no humanas; o emplear sin modifi caciones sustantivas los conceptos correlativos de potencia y acto, los cuales tienen en la existencia humana una confi gu-racin dialctica.

    Al sugerir que podemos siquiera saber lo que somos nos salta a los ojos la pregunta: de qu manera podemos saberlo o intentar defi nir

    2 Eduardo Nicol, La idea del hombre, pp.15-16.

    16 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • 17EL CONCEPTO ONTOLGICO

    nuestro ser sin caer en un error que nos encierre en interpretaciones reduccionistas? Qu experiencias nos lo hacen notar, o empearnos en el intento por saber algo sobre nosotros mismos? Kierkegaard tam-bin avist en la desesperacin del alma humana, esta ausencia inexo-rable puesto que para hacerse uno el yo ha de hacerse con toda libertad son igualmente esenciales la posibilidad y la necesidad.3 Necesidad que proviene de la fi nitud que caracteriza todo lo humano, y posibilidad que deriva, en todo caso, de la libertad de un ser que no est an terminado.

    En la historia occidental slo encontramos una caracterstica diferen-ciadora de la esencia humana de entre la naturaleza, por la cual no resul-ta extrao comprender el porque el hombre (posteriormente cobijado bajo el pensamiento racionalista) quiso ajustarse a una forma que no era su ser por entero: la defi nicin, la razn, razn que a su vez estaba contra la vida, contra todas las variaciones del ser hombre, donde la plenitud del ser consista en la presencia inmvil, total, sin hueco alguno. De tal manera que el pensamiento que moviliza la razn se convertira even-tualmente en identidad con el ser absoluto, oponindose as a la contin-gencia de lo que marca los rasgos humanos: la contradiccin, el cambio, la pluralidad, el tiempo y la insufi ciencia. La forma de ser humana es inconfundible, no slo porque se percibe de inmediato sino porque cada individuo la presenta de manera diferente.4

    Puesto que la vida humana por su propia fi nitud y contingencia re-bas el esquema de totalidad del ser revelado por la fi losofa presocr-tica, patentado por fi losofas muy posteriores, pas por desapercibida como algo no merecedor de nuestra atencin fi losfi ca. Fue justamen-te por la resistencia del hombre, sujeto hecho bajo esta nomenclatura que exige del hombre la identidad del pensar con el ser [...] una iden-tifi cacin total dada tan slo a la mente. Y la vida quedaba anulada sin que tan siquiera le fuese dada al hombre esta enunciacin. El ser ser entonces el equivalente a la renuncia a ser hombre.5

    As suceder que, desde la refl exin zambraniana, el hombre ini-ciar un camino propiamente sin ser, o por lo menos, sin la idea del ser entendido como la no contradiccin, el ser lgico parmenideo que estar muy distante de la idea del ser propio. El ser humano comenzar su vida desde la oquedad, desde la necesidad de ser, desde lo que deno-

    3 Sren Kierkegaard, La enfermedad mortal, p. 65. 4 E. Nicol, op. cit., p.185 Mara Zambrano, Los bienaventurados, p. 54.

  • minamos como la falta ontolgica y entonces, sus mismos accidentes le presentarn su ser a medias

    Ningn ensueo ni delirio sobre el propio ser se explicara si el hombre no fuera un pordiosero; un indigente que puede y sabe pedir. Slo los animales muy prximos al hombre piden, gritan; el hombre clama. Su primera forma de expresin es un clamor, un delirio de exasperacin irrumpe la necesidad largamente contenida.6

    La falta ontolgica del ser humano tambin est presente en Hei-degger cuando seala que el ser-ah es ese ente que se va haciendo en la existencia, lo que lleva a comprender que estamos estructurados bajo una mengua ontolgica, por una falta de ser inicial, razn de la constante lucha humana por no ser cosa, diferenciacin que radica en que somos seres que nos estamos creando un ser continuamente, buscndonos un sentido

    El ser ah es en cada caso su posibilidad, y no se limita a tenerla como una peculiaridad, a la manera de lo ante los ojos. Y por ser en cada caso, ser ah esencialmente su posibilidad, puede este ente en sus ser elegirse a s mismo, ganarse, y tambin perderse, o no ganarse nun-ca [...] Haberse perdido o an no haberse ganado slo lo puede en tanto es, por si esencia misma, posible ser ah propio, es decir, apropiado por s mismo y para s mismo.7

    Aunque est falta haya sido soslayada en los discursos del pensa-miento de la modernidad ilustrada pues la fi losofa viene buscando cada vez con ms fuerza imitar a la ciencia y hablar nicamente acer-ca de lo que es patente, tautolgico o axiomtico la fi losofa clsica y an la presocrtica haban encontrado en la contingencia humana una expresin del drama de la vida, de su carcter fi nito y mortal. El carcter mtico de las cosas a esta edad aun temprana no puede ser eli-minado, dndole a la conciencia el acicate para no desperdiciarla y para buscar en su brevedad los bienes reales y verdaderos, ya sea en el ms all o en la evolucin de la conciencia. As esta falta, de la que nadie ha-bla pero que todos ven, est presente, acicateando la existencia. Sartre resulta muy claro en ese aspecto: los individuos estn desamparados en la pura contingencia. Su postura en Huis-Clos, la obra de teatro donde

    6 Mara Zambrano, El hombre y lo divino, p. 146. 7 Heidegger, El ser y el tiempo, p. 54.

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  • se encuentra la famosa frase el infi erno son los otros parece difcil de compaginar con la idea de la falta compensada por los otros. Su respuesta, obviamente, se encuentra del lado de la pura contingencia humana. Porque el hombre vive en la angoisse [angustia], en el dlaissement [abandono/desamparo] o en el dsespoir [des-esperacin], el compromiso es con la pura debilidad humana.

    Por su parte, Unamuno ya haba dicho que la razn por s misma no fecundaba nada, que tan slo aquello que estaba antes que la razn era capaz de infundir vida.

    A saber, nuestro ser desgarrado, nuestra herida primigenia, nuestra pasin en el sentido ms apegado al padecer, ese conocimiento de que somos, fi nalmente, seres fi nitos. No es difcil notar como la fi lso-fa espaola continua trazando una lnea muy cercana al pensamiento de su compatriota, ya que para ella mucho de lo dicho en torno a la angustia, a la desesperacin y tragedia humanas, en torno a los nferos del alma en la historia del pensamiento occidental no ha sido satisfac-toriamente integrado a la concepcin del mundo humano en nuestros das. No ha tenido un lugar ni en el conocimiento, ni en la idea del hombre. Parece que hemos olvidado la fragilidad con la que empieza la vida humana: nuestro ser menguado, la objetividad que ha sido alcanzada durante largos procesos histrico-fi losfi cos mediante la determinacin de una conciencia clara y una vida razonable, se ha encargado de defi nir y acotar la realidad bajo un concepto limitante del ser, ser como unidad, ser idntico e inmutable, lo dems, el mo-vimiento, el cambio, los colores y la luz, las pasiones que desgarran el corazn del hombre, son lo otro, lo que ha quedado fuera del ser;8 ser que deja de lado al tiempo de lo humano, y la heterogeneidad que toda vida per se origina en cuanto comienza.

    Todo sucede como si el hombre mendigara su ser a lo largo de la his-toria. Las formas de su podero cuanto ms esplndidas ms delatan la necesidad que se esconde bajo ellas. Slo al llegar a cierto punto co-mienza a exigir y deja de mendigar. Entonces comienza la fi losofa, hija de la exigencia. La idea del ser es ddiva encontrada; el ser tiene algo de limosna ganada. Pues la idea del ser, como tal, antes de ser pregunta, fue respuesta.9

    8 Mara Zambrano. Pensamiento y poesa en la vida espaola, en La crisis del racionalismo europeo, p. 14.

    9 E. Nicol, op. cit., p. 151.

    19EL CONCEPTO ONTOLGICO

  • Dentro de todas aquellas cosas incapaces de participar de la luz de la razn se quedaron los mbitos provenientes de lugares desconoci-dos del ser que no eran vistos con la lente tcnica, sino sentidos con las entraas, descubiertos en sueos, revelados como la vida, la gracia, tan gratuita de pronto y tan costosa cuando se hace patente el esfuer-zo de existir. Sitios donde se liberan los abismos de la vida personal, los sentimientos y hasta aquellas pulsiones primarias cuyo rastro en el cuerpo es intraducible han estado siempre presentes en toda poca, paulatinamente stos nferos mostraron su actividad tras la asfi xia y su necesidad de escena en la crisis que la cancelacin de lo propiamente humano ha provocado: el desamparo del hombre moderno previo a todo conocimiento no es comprendido, y se teme saber de l como se teme la miseria misma. La falta que el hombre slo se manifi esta en el sueo, en el arte, en la ignorada prdida, en el amor, en el deseo, las pasiones sern dimensiones a las que el pensamiento clsico ya desde Platn habra que subordinar en aras del orden y de la justicia. As Platn en su afn por la independencia humana, por hacer salir al hombre del orbe de la tragedia, reuni el contenido humano y lo puso bajo el mando de la razn. Pues que al fi n, por la razn exista el hombre, y se liberaba de los dioses tirnicos.10

    Para la fi losofa, piensa Mara Zambrano, especialmente la que sur-ge de la infl uencia del Ser inmvil y congruente como lo revel Parm-nides, toda realidad vendra a coincidir con el pensamiento, idntica al pensamiento.11 Y as no haba nada ms a salvo del infi erno que el ser.12 Todo lo dems sera parte de un abismo impenetrable, el impensable vaco del hombre, su falta constitutiva, de la cual salan expulsadas todas las llamadas pasiones del alma, fi nalmente retiradas de lo razonable.

    En este empeo de la razn el hombre qued encerrado en su propia crcel. La fugacidad y la contingencia, estructuras ontolgicas insuprimibles en el ser humano, fueron hechas a un lado, obligadas a pasar por el rasero de la razn; lo que no se quiso ver es que tal como lo sealara Nicol, la pasin generada por esta carencia sera la fuerza que dara impulso a nuestra razn.13 De tal manera que se prefi ri no hablar de ello, ignorando que nicamente a travs de la experiencia

    10 Mara Zambrano, Filosofa y poesa, p. 32. 11 Ibid., p. 162-163. 12 Idem. 13 E. Nicol, La idea del hombre, passim.

    20 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • de stas en el sentir humano se haca efectiva cualquier creacin; as como y el pensamiento mismo. De hecho, piensa Mara Zambrano, la ausencia que nos hace factible la experiencia de la nulidad, no es una ausencia de algo, cualquier cosa, sino una ausencia derivada de nuestra carencia ontolgica que posteriormente se volver afn por lo divi-no, deseo del otro, necesidad de una instancia que viene a cubrir esa nada que eventualmente se manifi esta en ciertas personas, en algunos puntos lgidos de desesperacin, soledad y carencia de sentidos. En pocas donde la necesidad humana se ve en su mxima complicacin, en su mximo dolor, en momentos inciertos dnde la conciencia es sensible a su debilidad.

    La nada, as como la necesidad de llenar un vaco proveniente de una contingencia esencial, apareci como un sentir originario, pero no en la fi losofa, sino en la religin, como ltimo fondo de donde saliera la realidad toda por un acto creador. Esta nada no pudo en rea-lidad entrar a formar parte de la fi losofa que se ocupaba de las cosas creadas, de las cosas que son, que estn dentro o bajo el ser.14 Esta nulidad slo afect la parte abismada del hombre, pues era un sustrato impensable del ser fi losfi co, incapaz de ser captada por la idea pues-to que no estaba dentro de las certezas de lo defi nible. Ser posible que para Zambrano este sentir de nulidad que abre su camino desde los nferos del ser fuese el presentimiento de la falta ontolgica que constituye lo humano?, soledad desnuda frente a dios que precede cualquier relacin y posterior formacin de la idea del hombre. Si la autora espaola del Hombre y lo divino nos dice que en los abismos de lo humano se percibe

    con ms fi delidad y amplitud lo que hoy se entiende por subcon-ciencia, lo originario, el sentir irreductible, primero del hombre con su vida, su condicin de viviente. La maquinaria del reloj que mide y siente el tiempo, la vibracin solitaria y muda, que sale de su mu-dez en el grito, en el llanto; que se paraliza en la angustia y que se cierra hermticamente en esos estados, tan de hombre moderno, que producen su tan frecuente seudo libertad. Son ellas, es en ellas donde aparece el sentir de la nada... que no puede ser idea, pues es lo que devora.15

    14 Ibid., p. 165. 15 Idem.

    21EL CONCEPTO ONTOLGICO

  • Al ser que nace con la ayuda de la fi losofa, le fue necesaria la ho-mogeneizacin de todo lo que est en el ser con lo defi nido dentro del concepto de su integridad defi nida en un esquema. Y como la razn tiende a reducir, a anular todo abismo16 se volvieron, entonces, vida y razn inconexas entre s, y con ellas inconexa con la realidad pensante nuestra la falta ontolgica, que no encontr en el ser fi lo-sfi co su patrn. Se haba cometido un grave auto atentado contra el hombre y su ser en proyecto:

    Pero el hombre concreto nunca lograba vivir desde ese saber entroni-zar perfectamente al espritu (hegeliano) en s; ser ese espritu sujeto y objeto a la vez. Y as cada vez se senta perdido, nufrago en una realidad extraa, irreductible, ante la cual quedaba desarmado, pues hay algo en la vida humana insobornable ante cualquier ensueo de la razn: ese fondo ltimo del humano vivir que se llama las entraas y que son la sede del padecer. Al padecer slo pasajeramente puede engarsele.17

    Para Zambrano esta nada tan slo afect la vida en sus ms oscuros sitios, en sus ms instintivas funciones. En el alma y cada uno de sus rincones. La comprensin de la falta ontolgica se mantuvo en el lmi-te del silencio fi losfi co, an, del silencio mundano, en el que todava se cierran la mayora de los asuntos incomprensibles de la vida, como el problema de lograr reconciliar la idea del ser eterno e inmutable con la realidad del movimiento, con el tiempo y la fi nitud humana. Escribir en torno a la ausencia nos remite a varias preguntas: ausencia de qu?, de quin?, cmo se identifi ca el objeto de la misma?, cules son esas faltas insaciables que experimenta el hombre?, por qu y para qu se nos hace violencia a travs del sentimiento de sta? Cmo se nos revela nuestra carencia inicial?, cmo se abre la conciencia a travs de la falta primigenia? Zambrano dice que el pedir en s muestra ya el a priori y la defi ciencia en que se halla la persona, esa falta de algo o falta, sin ms que es una primera forma de conciencia.18

    Mara Zambrano cree que la vida de esta poca est pendida a la inquietud, sta se ha hecho casi una sustancia de nuestro existir dia-rio, una inquietud que ha logrado hacernos sentir que somos arrastra-dos por algo que no conocemos, llevados a elegir a fuerza, humillados

    16 Ibid., p. 184. 17 Idem., las negritas son mas. 18 Ibid., p. 146.

    22 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • muchas veces en la impotencia de concretar nuestro proyecto como seres humanos. En la medida en que nuestro ser est expuesto a esa limitacin de seres contingentes, resulta que vivimos casi todo el tiem-po humano bajo una crisis. Pero en esta situacin es dnde tambin se ejecutan los actos ms radicales llevados por la mano humana para expandir sus horizontes, romper paradigmas, destruir y crear. Zambra-no explica que lo que est en crisis es este misterioso nexo que une nuestro ser con la realidad, algo tan profundo y fundamental, que es nuestro ntimo sustento. Lo que la crisis nos ensea, ante todo, es que el hombre es una criatura no hecha de una vez, no terminada,19 pues nuestro ser se est jugando continuamente en todas sus posibilidades de ser, y entre todas sus posibilidades de no ser.

    En varias de sus obras nuestra autora ha insistido en que el hombre es un conato de ser, un ser cuya caracterstica fundamental yace en el esfuerzo continuo de completarse. El destino del hombre ha de ser descifrado, ya que nunca se manifi esta claramente ante nuestra con-ciencia, de alguna manera hay que apurar el fenmeno de su aparicin. Nuestro ser se encuentra por tanto, en una condicin trgica, porque tenemos por fuerza que apurar el destino, siendo el destino mis-mo algo que comenzamos a trazar sin saber de cierto qu teleologa nos corresponde, de esta forma lo ms cercano que podemos aproxi-marnos a ello, nos lo da eventualmente la experiencia de la falta. Los deseos y acciones llevadas a cabo, culminadas o no, hechas historia e individualidad, que nada tienen que ver con absolutos.

    La tragedia es que no hay salidas que nos liberen de nuestro ser cuando estamos ya existiendo; aunque vivamos en un mundo donde lo ajeno nos afecta debemos enfrentar esa responsabilidad de encarar nuestro vaco ontolgico. El deber de irnos convirtiendo en lo que vamos haciendo con nuestra falta ontolgica. Y es que si vamos con Mara diciendo que el amor camina hacia la muerte,20 entendemos nuestra situacin trgica en la vida, pues todo aquello con lo que al fi nal buscamos llenar nuestros huecos est movido por el resorte del deseo, del amor, que fi nalmente acabar por desaparecer con nuestra propia fi nitud.

    Este vaco ontolgico que experimentamos nos mueve hacia la trascendencia, hacia el acto de vivir, que no es sino la bsqueda por rebasar el lmite de nuestra fi nitud y lograr encajar ms all, en otros

    19 M. Zambrano, Hacia un saber sobre el alma, p. 104. 20 Ibid., p. 139.

    23EL CONCEPTO ONTOLGICO

  • mbitos que a su vez superen lo propio, que es la carencia y lo enri-quezcan: Zambrano dice que lo que llamamos trascendencia no es otra cosa que la irrefrenable tendencia de la persona21 como este ser cuya meta inmanente le brinda sentido a su existencia, donde a su vez se produce un vaco de la libertad en tanto se es posible y fi nito, la perso-na vista como ese ser cuyo destino est en realizarse desde un hueco ontolgico, desde un fallo de ser por la adquisicin de una realidad, de un proyecto que fi je al hombre en el mundo como lo estn las dems cosas que no fueron separadas de su medio.

    Por ello podemos comprender que como seres humanos padece-mos una violencia inicial que es el sentimiento incesante de la falta, de una insatisfaccin, porque ni estamos acabados de hacer, ni es evi-dente lo que tenemos que hacer para acabarnos.22 Adems vivimos bajo los relojes del tiempo, y nos percatamos como ningn otro ser vivo de la destruccin y el cambio que nos produce, fsica y anmi-camente, con el tiempo corre tambin nuestra existencia. El tiempo humano nos muestra tambin la soledad en la que cada uno se mueve, la soledad de la experiencia nica e incomparable en la historia de cada persona, en el valor y el peso ofrecidos en cada acto, en cada deseo, en cada dolor. La soledad, cuando su experiencia anmica dentro del tumulto en que se vive, puede ser posible, no es otra cosa que lo que hace a la persona un ente singular capaz de buscar su espacio ntimo, ese ser capaz de abstraerse del mundo:

    La persona vive en soledad y, por lo mismo, a mayor intensidad de vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo que se llama amor, sea a una persona, a la patria, sea al arte, al pensa-miento[...] Pues este recinto cerrado que parece construir la persona lo podemos pensar como lo ms viviente; all en el fondo ltimo de nuestra soledad reside como un punto, algo simple, pero solidario de todo el resto, y desde ese mismo lugar no nos sentimos enteramen-te solos. Sabemos que existen otros alguien como nosotros, otros uno, como nosotros.23

    En Los bienaventurados Mara escribe que: la historia del sujeto, de sa nocin de sujeto que anda errante en busca de autor, consti-tuira la historia verdadera de la cultura occidental: su yerro inicial, su

    21 Ibid., p. 106. 22 Idem. 23 M. Zambrano, Persona y democracia, p. 26.

    24 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • humilde y fecundo origen tan rpidamente olvidado.24 Pero a qu se refi ere Zambrano cuando apela a este yerro inicial? Cul es este humilde origen y por qu lo hemos olvidado? Una vez ms estamos bajo el cuestionamiento de la genealoga de la que procede nuestro intrincado concepto de ser y bajo ste, nuestra relacin con las cosas, en donde admite Zambrano que existe un error de integracin y to-dava ms grave, un fallo en el aceptar que podamos nicamente ser defi nidos por esta subordinacin epistemolgica sujeto-objeto. Para Zambrano la pregunta fi losfi ca, antes que hacer todo este juego de estructuracin de la realidad segn conceptos, ha de crear un vaco inminente, mejor dicho, ha de notar esta falta ontolgica y sentir ese abandono similar al exilio de casa del padre. El vaco que viene de la insufi ciencia del ser que tiene la actitud fi losfi ca, y que sin saberlo est en un momento de manifestacin de su propia mendicidad. Estos instantes, cree Zambrano, son los que permiten que la conciencia resurja agudizada, y los que ms hondamente, ms en lo profundo del ser, apagan el tumulto, sedimentan.25

    La fi losofa de Zambrano nos hace refl exionar sobre el estadio de nuestra existencia antes de ser enfocada desde el conocimiento de los conceptos y hacia la sobrevaloracin del racionalismo occidental, de esta forma nos seala nuestra debilidad. La incompletud nos toca impasible-mente, mana de diversas formas desde nuestra intimidad ontolgica, ya sea como deseo, a manera de sufrimiento incomprensible, de amor y de poder. Nuestra falta ontolgica se ha quedado en el fondo de las entra-as de lo humano porque no se da en una sola manifestacin. Pues que al pensamiento le alcanza su propia fatalidad, esta incapacidad de retener y explicar todo por s mismo en determinado momento. Esa tragedia es claramente explicada desde un punto que nos recuerda el mtodo psi-coanaltico, as lo sugiere Alberto Constante cuando escribe

    Por muy puramente que creamos pensar, siempre ser posible or en este pensamiento puro el retumbar de los accidentes de la historia original del pensador, comprenderlo a partir de los accidentes oscuros del origen. Por lo menos tenemos esto, esta certeza acerca de nosotros mismos, y si ya no tenemos el puro pensamiento, en cambio tenemos y conocemos la espina que permanece en la carne, al habernos remontado hacia aquellos momentos primeros donde qued fi jado algo de nosotros.26

    24 M. Zambrano, Los bienaventurados, p. 78. 25 Ibid., p. 83. 26 Alberto Constante, La metfora de las cosas, p. 117.

    25EL CONCEPTO ONTOLGICO

  • As pues, es necesario plantear una pregunta por esa falta que nos impulsa a actuar, a ser, a construir nuestra identidad imposterga-blemente solicitada y nunca lograda enteramente. A hacerlo de una u otra manera, partiendo de una experiencia de limitaciones ontolgicas y por otro lado, de una amplia libertad, que las ms de las veces nos aturde con sus infi nitas posibilidades. No sucede as cuando pensamos en la maquinaria cartesiana que fundamenta dicha diferencia en el atri-buto ontolgico de la racionalidad, el ser racional, el ser pensante, el inquisidor de la conciencia propia, creador del sujeto cognoscente.

    Zambrano piensa que la vida humana se ha quedado encerrada dentro del esquema de poder que proviene de un exceso de lucidez, de pretensin de certeza absoluta, siendo que, a su vez, se halla mucho ms cercana al vaco del sujeto por y desde l fundado. Nuevamente nuestra autora nos ensea que lo que hay detrs y antes de cualquier cosa que digamos ser, es esta a veces intolerable insatisfaccin me-diante la cual descubrimos la vida ms honda de los nferos del alma. Donde muy alejado queda cualquier intento de mtodo para encubrir la pobreza de nuestro ser: No somos solo sujeto de conocimiento, un punto de identidad rodeado de lo que no la tiene y de lo que la tuvo misteriosamente ha desaparecido, actualidad combatida por el tiempo; impasibilidad que ha de responder por algo que vive bajo ella y que es continuo, inacabable padecer.27

    El estadounidense Terry Eagleton, en su libro Sweet Tragedy habla de la importancia de comprender el papel fundamental de la tragedia como caracterstica constitutiva de la humanidad y las civilizaciones independientemente de sus diferencias: Tragedy can be among other things a symbolic coming to terms with our fi nitude and fragility, without which any political project is likely to founder. But this weak-ness is also a source of power, since it is where some of our needs take root.28

    Hablamos de una ontologa trgica si aceptamos que el hombre nace con la disposicin a padecer, o que se nace ya padeciendo cuando se abandona el vientre materno, en trminos psicoanalticos. As como a la trasformacin, la crisis mencionada proviene de la inevitable in-quietud por obtener nuestro ser. Debemos la angustia al vaco que le confi ere la falta, eso que no se puede defi nir, tal como lo dijo Freud, ese malestar innominable que es connatural a la existencia y no es

    27 M. Zambrano, El hombre y lo divino, p.18528 Terry Eagleton, Sweet Tragedy. The idea of the tragic, p. XIV.

    26 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • posible soslayar. Nuestro motor interno que es siempre contingencia, indeterminacin; aquello que ocasiona la necesidad de actuar para que en el la accin el ser se vaya forjando una estructura. Nuestra carencia es, adems de una estructura absoluta del ser del hombre, un constan-te anhelo que precede y sigue a toda existencia. Sin embargo, para el hombre la revelacin esperada de s mismo su yo y las preguntas, para qu, por qu y para quin nunca se completan, he ah el hecho de que la angustia siempre tiene un lugar para presentarse ante noso-tros y dislocarnos. El hecho de sentir el primer dolor, de no contar con una revelacin previa sobre nuestro ser, nos arroja al mundo de lo humano, al mundo de la necesidad de ser y de la posibilidad.

    Mara Zambrano en su libro Hacia un saber sobre el alma, apunta sobre el trasfondo del freudismo como sentido trgico de la vida, di-ciendo que es ste un paradigma de un regreso a algo anterior,29 a una naturaleza, y si bien tiene sus fuertes discrepancias con el que piensa como bien y un mal de nuestro tiempo pues se comporta como nueva religin excluyendo lo sagrado. Aunque el freudismo atina en mostrar que lo ms humano est oculto, fuera de la luz de la conciencia, que las inquietudes de una poca incrementan con mayor fuerza cuando no hay un entendimiento de esta mengua del hombre, y cuando sus fun-ciones bsicas son relegadas hasta el stano de nuestras ideas. Sucede que para estas vulnerabilidades del ser humano tales como el deseo, el miedo, las frustraciones, que no estaban precisamente dentro de la razn y aparecan desnudas en su fragilidad, no hay entonces ms que un sitio: el innombrable ms all denominado inconsciente: Todo lo que est vivo, se esconde. Y lo humano, mucho ms que todo.30 Pero la enfermedad incurable de toda poca es, a su vez, algo irrenunciable, pues es su falta misma, su deseo de desear, la infi nitud de lo humano manifi esta en todo lo no sido.

    Nuestra pensadora se pregunta cmo curar el alma humana que en crisis. Haba que ir quizs a la condicin en la que se vea encerrada la vida humana para revisarle pues que cuando la enfermedad nos atrae es que en ella est en juego nuestro propio ser; que se trata, no de una enfermedad que se tiene, sino que en cierto modo, se es.31 Pero no nicamente frustraciones y neurosis nos son tradas por nuestra incompletud. Zambrano nos dice que la vida humana, contingente

    27EL CONCEPTO ONTOLGICO

    29 Cf. M. Zambrano. Hacia un saber sobre el alma, p. 137. 30 Ibid., p. 129. 31 E. Nicol, op. cit., p. 126.

  • como es, sale por fi n a buscar su patrn, a hacerse un ser, cuando ms all de recibir el don de la vida, se dispone a vivir, a arrojar el primer puo de tierra sobre su vaco ontolgico, a vivir humanamente, a eje-cutarse, a liberarse

    Ya que la vida humana parece que es el territorio de la posibilidad, de las ms amplias posibilidades, y que la historia fuera el proceso de irla apurando, hasta su ltimo extremo y raz [...] Hasta ahora lo que resulta de todas estas experiencias es que la vida humana no es posible de ninguna manera, al parecer. Y la pregunta renace siempre, es posi-ble ser hombre?, y cmo? En los tiempos de plenitud parece haber-se respondido afi rmativamente de una manera determinada. La nica manera de responder afi rmativamente no es diciendo s en abstracto, sino ofreciendo una forma de vida, una fi gura de la realidad dentro de la cual el hombre tiene un determinado quehacer y toda su existencia un sentido.32 Ese abismo que se abre con la falta ontolgica es algo que dirige al

    hombre desde adentro y que nos instala en la soledad como seres es-cindidos del mundo natural; divididos por nuestra defi nicin abrupta entre vida y razn. Tambin nos separa de nosotros mismos al hacer-nos imposible la entera comprensin y aprehensin de nuestro ser y la de cualquier alteridad, desde nuestra hermtica interioridad. La falta ontolgica genera la urgente necesidad de relacin y de accin que posteriormente ser lo que posibilite la unin del hombre con la realidad que en un momento inicial apareca ajena e inaccesible. La incompletud del ser, ese potico ser mendigo del que habla la autora del Hombre y lo divino, y de la que es heredera de la concepcin antropolgica de Platn en el Banquete, como el ser de la sajadura, del corte fundamental, radical que nos deja como medios hombres, como seres necesitados del otro para ser, es algo que importa co-nocer, no en tanto pueda alguna vez colmarse, porque su esencia es el no poder ni deber colmarse;33 sino porque con la conciencia y el sentir de ello puede hacerse de la vida algo para vivir, es decir, hacer con la vida, nuestra vida, hacer de la vida una vida tica.

    Para Mara Zambrano esta trgica condicin de inanidad originaria, provoca el hambre ms voraz, la angustia, las preguntas fundantes, las pasiones y la fi nal esperanza. El ser humano persiste infatigable contra

    28 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    32 Ibid., p. 102. 33 El ser posible de Heidegger, por ejemplo.

  • ese vaco por ltima esperanza de ser, de ir siendo, que slo se confor-ma cuando la falta ontolgica nos mueve hacia fuera, nos trasforma. La falta es el motor interno que ms all de la subjetividad y la razn nos pone en nuestro lugar como seres distintos, y no por que seamos distintos en un orden de superioridad respecto a los dems entes del mundo como lo cree el antropocentrismo moderno, sino porque para-djicamente estamos aun ms expuestos al padecimiento interno, a la confusin de la libertad de ser personas. En nuestra falta es en donde encontramos el lmite que es el no poder humanamente satisfacer un vaco que no sabe con determinacin por qu clama, ni sabe, en todo caso qu lo calmara. Sobre nuestra falta se sostiene nuestra humanidad y su realidad ms ntima: un vaco y la libertad que origina tener presente este vaco de ser a cada instante.

    Cada ser en la naturaleza halla su sitio porque le es dado en la inme-diatez, porque su ser no est escindido, o mejor dicho, porque su ser es un ser cabal, completo. En rigor podemos decir de los entes de la naturaleza que son ellos la expresin del ser al que no le falta ser para ser lo que es; la cosa parece siempre estar fi jo en su ser, en un modo unvoco de ser. Pero el hombre no, las races de lo humano andan sueltas, porque se aferran a el otro, el semejante o la divinidad para alcanzar un sentido. El hombre as es incapaz de existir en la unidad, el concepto de la fi losofa le dar tan slo algo de este afn de ser Uno, el hombre no puede navegar en la unidad [...] pues la necesita como meta.34

    Ortega haba sealado que el hombre no tiene esencia, tiene his-toria, justo porque el ser humano carece de una determinacin que nos selle con una sola fi nalidad, y a pesar de que la fi losofa busc incansablemente el patrn que une la multiplicidad, el rasgo humano por excelencia en la racionalidad, no encontramos ahora, en tiempos racionalistas una solucin al problema de esa razn fragmentada por el positivismo. Greta Rivara nos dice muy zambranianamente en El ser para la muerte: una ontologa de la fi nitud,35 que hay algo ms contundente que este afanoso lucro con los conceptos, y es nuestra muerte, sa que no produce razones, sino que desnuda un aspecto oscuro y vulnerable, tan real como lo es la propia muerte. Nos abre a las preguntas sobre el signifi cado que hay detrs del cuerpo yerto, nuestra la imagen de la descomposicin, de todos los arquetipos que

    29EL CONCEPTO ONTOLGICO

    34 M. Zambrano, Filosofa y poesa, p. 74. 35 Cf. Greta Rivara, El ser para la muerte: una ontologa de la fi nitud.

  • nos ensean crudamente la fi nitud que normalmente nos esforzamos por eclipsar? Y es que la forma idealista del sujeto no conoce su mise-ria, no la reconoce, as como tampoco conoce la gloria, la que naci del fondo ltimo de las entraas lleva el estigma de la soledad y de la angustia de haber llegado a ms.36 La falta ontolgica como vaco es insuperable pero no deja por ello de ser positiva ya que provoca que el ser humano sienta, como una primera consecuencia de la vida a la que es arrojado, esta situacin especfi ca de la ausencia del algo, de la posibilidad y la apertura. Es decir, el hombre es posibilidad abierta, libertad de hacerse esto y lo otro.

    Eleccin. Ahora bien, en la medida en que el hombre est arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es dado, las circuns-tancias (tratadas ampliamente por Ortega y Gasset) que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renun-ciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una ms de ellas. En Heidegger el hombre est arrojado en un mundo que le surte de una cultura y un lenguaje determinados que delimita y manipula su conocimiento de la realidad. sta no sur-ge de la subjetividad, no es original de cada hombre particular, sino que est condicionada histricamente, y se vertebra en la articulacin entre pasado y futuro, esto es, en el dilogo entre tradiciones. Esto signifi ca que cualquier pregunta prev su respuesta y presagiamos o anticipamos de antemano aquello que queremos conocer, por lo que se crea cierta circularidad en la comprensin denominada cr-culo hermenutico, criticada por el cientifi cismo y la lgica clsica como un error o peticin de principio.

    El crculo hermenutico es, por ejemplo, para Gadamer, un l-mite a cualquier intento de comprensin totalitaria pero tambin es una liberacin del conceptualismo abstracto que tea toda in-vestigacin fi losfi ca. Esta limitacin traduce fi elmente la realidad como un decir inconcluso y no acabado. Heidegger, sin embargo, concibe la circularidad de la comprensin ms como una oportu-nidad positiva que como una limitacin meramente restrictiva. A travs de la facticidad y del lenguaje se produce el encuentro con el ser, que es el que, en ltima instancia, decide y dispone del hombre. Es ah donde nos encontramos con esa radical soledad, soledad de un ser cuya distancia con los dems seres parece ser difcil de salvar y que crea la necesidad de movilizar sentidos, de vivir por sobre la

    30 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    36 M. Zambrano, El hombre y lo divino, p. 157.

  • inercia del estar. Sucede que es nuestra falta originaria la que est produciendo todo movimiento, toda accin, porque es esa falta lo que provoca la eticidad constitutiva, entendida sta como la capaci-dad de valoracin o como principio de no indiferencia.

    Valoramos porque necesitamos y necesitamos porque, como expresa Zambrano, somos mendigos de nuestro propio ser y del ser. Es esta mendicidad humana lo que ocasiona la urgencia del rito como comunin con la alteridad (naturaleza, dios), es luego, en el sacrifi cio donde sentimos que estamos colaborando con los dioses para ganarnos un lugar en la tierra, un lugar en dios mis-mo para ser resguardados de nuestra alma naufraga. Todas estas ansias humanas convocan a la comunidad con el otro, as como posteriormente a la pregunta que hace posible el surgimiento de la fi losofa como el pensamiento indagante de la razn de las cosas, el orden, el sistema, la fi nalidad y la unidad. Zambrano escribe que ahora no es fcil rastrear y reconocer otra idea del hombre distinta a la de la fra racionalidad que heredamos, muy a pesar de que podamos encontrar un sustrato ms original en la inanidad de la falta, causante no slo de esta razn, sino de nues-tro pensamiento fi losfi co: La fi losofa nace, en verdad, de una paradoja de la naturaleza humana. La naturaleza del hombre es la razn. Esta identifi cacin de naturaleza humana y razn, es una de las batallas decisivas que Platn gana, y gana para tantos siglos como de l nos separan.37

    El hombre es ser en estado naciente, la necesidad de recrearse cada vez es la que, de hecho, le va otorgando el ser conforme va realizando su proyecto de existencia. Una vez que se ha nacido no hay ms posible escapatoria que acabar de nacer tanto como nos sea posible; nacer, en el sentido primario y en todos los dems, es ir a constituirse su propio ser.38 Sin el padecimiento de este hueco vital que experimenta el hombre, todas las preguntas que nacieron de la fi losofa y su consecuente anhelo vital de incorporacin me-diante las relaciones no hubieran sido, entonces, posibles. Slo ex-cavando en las races, nferos del ser, podemos encontrar en stas un indicio de nuestra identidad, y es que vamos siendo a partir de lo que no somos, o lo que no hemos podido llegar a ser.

    31EL CONCEPTO ONTOLGICO

    37 M. Zambrano, Filosofa y poesa, p. 52. 38 Fernando Ortega, op. cit., p. 95.

  • El platonismo medieval es la expresin ms cabal quizs de ese profun-do contentamiento del mendigo que es el hombre. Porque es la acepta-cin de la distancia, de la lejana, de la ausencia, en suma: la aceptacin del no-ser dentro del ser, la incorporacin del no-ser que el hombre padece dentro del ser que ya tiene. El platonizante es el mendigo ms satisfecho... pues la mendicidad procede de que el hombre siente el no ser dentro de s, ya que su vida elemental es avidez, conato. Y esa avidez sin lmites no se puede satisfacer con nada que sea tener, ser ya; se satisface tan slo con todo lo que no es, con el horizonte infi nito de lo no presente, con la ausencia.39

    Como seres marcados por la ausencia, es de la incompletud prima-ria de lo que busca distanciarse el ser humano en cada deseo y crea-cin propios, aunque sea fi cticiamente. Completar el ser que an no somos, tener lo que se refl eja en nuestro ser insufi ciente como desea-ble, como captable para nuestro ser, y que vemos en el otro. Ausencia de infi nitud de la que pedimos una porcin a lo divino o a la unidad idealista que nos parece dar la fi losofa en un principio de univocidad y permanencia. Zambrano dice as:

    El pedir muestra la defi ciencia en la que est [el hombre], la falta de algo o la falta sin ms. Es ya una primera forma de conciencia. Y antes que conciencia sentir originario que hace nacer la conciencia. Pues hay una splica espontnea que es manifestacin intencional de la falta, que va dirigida concretamente a alguien, pero que no hace nacer todava la conciencia.40

    Aquello a lo que vamos eventualmente empeando nuestra volun-tad y nuestro deseo, son cosas que nos ensean nuestra carencia. La falta nos instala en la facultad de padecer como ningn otro ser vivo la indeterminacin y la contingencia. El anhelo es un signo de vaco. El hombre podra defi nirse como el ser que alberga dentro de s un vaco; el vaco slo aparece en la vida humana. En el ser humano este vaco es metafsico, podra decirse, puesto que nada lo calma.41 La indigencia del ser, que no se basta a s mismo, es la que lo impulsa a entrar en la realidad, un mbito que ha de irse haciendo de suyo. Esta defi ciencia de ser se extiende en todos los aspectos de la vida, siendo

    32 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    39 M. Zambrano, El hombre y lo divino, p. 147. 40 Ibid. pp. 146-147. 41 M. Zambrano, Persona y democracia, p. 82.

  • as que bajo su infl uencia se despierta el ser humano como existente, como el nico ser que alborea, y aqu muestra justamente su carcter defi ciente de ser, que no se muestra como una realidad cerrada, sino abierta, incompleta, pues si se tratase de un ser entero, enteramente ser, no tendra que entrar en la realidad, no tendra que realizarse en el tiempo42 ni ir naciendo, seguir naciendo, el ser del hombre es un no ser en acto.

    La vida nos es dada como un don, dice Zambrano, pero ese don exige de quien lo recibe la interminable tarea de trascenderse a s mis-mo, es decir, impele a la actividad constante y a la superacin de ese ser previamente nacido en otro por nacer. El cambio constante es nada menos que una reconstitucin del ser que no ha sido cerrado en una posibilidad, sino que queda absolutamente a disposicin de ese motor primigenio, que es la falta ontolgica manifi esta en los actos y sen-timientos ms bsicos de la existencia, como lo son el pensamiento, el amor, la creacin, la angustia, el sufrimiento, la perdida, la relacin con la divinidad y la relacin con la naturaleza y lo sagrado. A este ser defi ciente, nicamente sintiendo su falta le es posible convertirse en el ser que desea, en el anhelante eterno, pues de inicio suspira por encontrarse dentro de s, dndose cuenta que lo que le ha sido dado es nicamente un infi nito deseo de ser que debe ir a reafi rmarse en el mundo exterior, Fernando Ortega nos dice

    El ser del hombre como destino.[..] no se manifi esta a la conciencia de una forma espontnea, sino que hay que forzarlo a manifestarse [...] Para Zambrano el destino es la contraprueba del trascender de la persona, de su esencia trascendente [...] Es la llamada de una meta inmanente que nos separa del puro ser como haber-sido, produciendo una apertura, un vaco, que deja margen a la libertad, hueco que ha de ser llenado fatalmente por el ser consciente, que se ve precisado a con-tarse su propia vida, a inventarla, y con ello a realizar su destino como necesidad no salvada por la libertad.43

    La esencia de este hueco se traduce y desvela en el obrar, en el existir, pero nace en las entraas donde no ha entrado la luz del co-nocimiento, pues es de orden inteligible donde el es lo que venimos sealando como falta ontolgica; su anlisis juega papeles funda-mentales para entender lo humano desde un horizonte que propone

    33EL CONCEPTO ONTOLGICO

    42 Fernando Ortega, op. cit., p. 97. 43 Ibid., p.101

  • pensar de un modo distinto la interpretacin de la relacin del hombre consigo mismo y su relacin con lo otro. La falta ontolgica es la defi nicin ms brutal de nuestro ser y es lo que permite la ejecucin de la vida desde sus formas ms profundas y bsicas, el movimiento que nos jalona hasta nuestra relacin con la muerte, el eros, la otredad, la divinidad y la permanente formacin de la persona.

    La falta ontolgica es una manifestacin primigenia en el sentir, una expresin de lo ausente, Zambrano hablar de ese vaco meta-fsico, el cual est constantemente expreso en el anhelo vital, en el actuar y en la conciencia que genera el deseo, as como su aparente incapacidad de satisfaccin. La falta ontolgica es la evidencia de la contingencia y fi nitud humanas. En ella y bajo su resorte se dispa-ran las acciones humanas a realizar la historia de su vida, la historia colectiva, la cultura. Expresin de la contingencia que se es, fi nitud, vaco existencial del que deriva el deseo, es decir, no es una falta en el sentido de carencia de algo per se o determinado, sino de algo indeterminado, lo cual motiva la accin. Es decir, una falta es algo indeterminado que anhela constituirse en algo determinado; la falta, podemos decir, es ausencia necesaria y positiva. Todo ser humano padece de un vaco que determina, en cada caso su bsqueda hacia la relacin con el mundo.

    As es como la explicacin zambraniana del proyecto humano se basa en construir el ser del hombre, de la persona, a partir de una bsqueda de aquello de lo que hay ausencia. La persona44 no es slo la mscara de origen griego, ese instrumento aislador, la forma que eventualmente deviene personaje, esa imagen fi cticia y nece-saria que nos forjamos, aunque no siempre adecuada a lo que somos, con sta nos enfrentamos con la realidad, con la alteridad.45 La per-sona es la portadora de la conciencia, el pensamiento, la toma de conciencia de mi ser y su realizacin46 y por ende, la toma de conciencia tambin del lmite donde la persona est, la demarcacin

    34 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    44 Persona es, segn la refl exin zambraniana el ser que se busca y se hace a s mismo su ser, nos dice Zambrano: la historia no tendra sentido si no fuera la revelacin progresiva del hombre de ese ser histrico, fctico, hacemos nuestro ser, pues el hecho de nacer es caridad otorgada por otro, mas el hecho de vivir, va siendo por mucho ese ordenamiento de causas, efectos, de experiencias y motores que poco a poco nos dirigen hacia ciertas cosas. Es como si al haberse declarado la condicin humana como una tesis y un proyecto, el hombre hubiera entrado en un medio ms suyo [...] en un tiempo que, en cierto modo, es su creacin. Ma. Zambrano, Persona y democracia, p. 41.

    45 Idem.46 Ibid., p. 203.

  • del espacio ntimo, las pasiones y su misterio, del desciframiento a medias, que ocurre en una representacin sagrada compartida por todas las culturas milenarias.

    Para Zambrano la mendicidad, la oquedad, son categoras que reiteran constantemente este pensar al hombre anhelante, siempre ca-rente mas no por un defecto, sino por necesidad. Cada una de estas nociones apunta al desespero que provoca la fi nitud de lo hu-mano, su carcter confi gurado bajo las ruinas de lo inacabado. Que el hombre exista de un modo inestable y catico, de pronto trgico, siempre en pugna con sus deseos y ausencias que exigen algo que aun no conoce, tiene que ver con este vaco que se vuelca en cons-trucciones temporales, esperanza, motivos, y por repetidas ocasiones en la historia por sacrifi cios a ese dios desconocido del futuro que menciona Zambrano; aquel dios desconocido que llama una y otra vez. Alberto Constante escribe al respecto

    Lo trgico radica en que ante la alternativa tenemos que elegir. Lo tr-gico no es el desenlace que tome la alternativa elegida sino la necesidad irrecusable de elegir, esa es la verdadera lucha contra el destino, pues poco consuelo nos da el hecho de saber que slo puede luchar quien de antemano est sometido, aunque al fi nal, inevitablemente al fi nal quede sometido. Sin lucha, su destino sera indiferente. En rigor, el hombre es un ser en agona, es decir, en lucha permanente [] el tener que elegir trae consigo la conciencia de la insufi ciencia y el carcter contingente y fugaz de la vida.47 Una de las formas en que se expresa la tragedia humana, para

    Zambrano radica tambin en el deseo, deseo de algo no siempre consciente, este hecho nuevamente de tener que ir tras nuestro destino sin saber qu es lo que necesitamos para ser. Por lo tanto tambin construimos un destino que no es siempre legible para nuestra razn; as lo vemos en la tragedia de Edipo, el rey-men-digo, cuando para obtener su ser, se encuentra con que su falta, que slo le mostraba le necesidad de enamorarse sin saberlo de su madre, el destino fatal de la fi nitud ha tendido sus trampas y ha dado pasto a la ignorancia acerca de quin era l realmente. Nues-tra falta tambin nos muestra la tragedia en la que vivimos porque nos obliga a estar colmndola. Y a estar errando en las sendas en

    35EL CONCEPTO ONTOLGICO

    47 M. Zambrano, La metfora de la cosas, p. 146.

  • dnde creemos encontrar nuestro ser. La falta nos convierte en seres deseantes de algo, quizs ni siquiera conocido ni cognoscible. Pues ese deseo tiene como basamento un hueco que no logra sus-tancializarse en algo constante, unvoco, cierto, aunque s moviliza la pasin y la accin. Y as escribe: Slo se logra la plenitud del ser bajo una total carencia o una continua sed; un sufrimiento inacaba-ble puede ofrecer vida y verdad, nica posible va de rescate.48 La indeterminacin del objeto del querer humano conduce no pocas veces a la angustia.

    El abismo abierto por la existencia de la falta es sentido a manera de una muerte preparatoria, muerte que es momento crucial que ha de atravesarse en un momento que no sabemos cul ser, pero sabemos, en cambio, ineludible. Nuestro dolor en falta de consuelo sufi ciente, nuestro ser en falta anhelando lo infi nito, nuestro amor en falta peleando contra el desgaste del tiempo, nuestros sueos y deseo ms recnditos en falta, es decir, irrealizados o incompletos, son una especie de umbral que hay que cruzar para acceder a la vida y agudizar la conciencia.

    Pero nos preguntamos si de verdad es el vaco algo que ha de llenarse?, podramos seguir siendo lo que somos sin el estigma de nuestro ser menguando? Esta pregunta conviene intentar responder-la de dos maneras: el vaco, como tal tiene su sentido de ser, como tal, un hueco, una nada, una entera provocacin que estando vaca se hace presente por su intolerable deseo de llenarse; por otro lado, en cuanto se comienza a sentir la vida, empieza alternativamente la infatigable lucha por llenar el hueco, si se trata de enfrentar este vaco existencial, el hombre se ver forzado a salir de s, a actualizarse, y una de las maneras de actualizarse es, en un primer intento, revelarse a s mismo, buscando algo dentro. Esto, en todo caso, es positivo porque cuando el hombre halla su falta primigenia siente, por vez primera, su terrible soledad, entonces se ve en urgencia de crear. Leemos en el mismo texto: El vaco es una extincin, una muerte. Una muerte indispensable para el transcurrir de la vida, para el lo-gro del trascender: la muerte preparatoria. Si el hombre encontrara el medio de inmortalizarse en esta tierra, en esta vida, se agarrara desesperadamente a este instante de vaco que le pasa desapercibido y caera en l.49

    36 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

    48 M. Zambrano, Los bienaventurados, p. 64. 49 Ibid., p.84

  • Nuestra condicin ontolgica de oquedad no es algo que se so-breaada a la existencia, ni que se conquiste o se pierda, es cons-titutiva y dibuja nuestro propio ser en el mundo. Alguna veces, como dice Zambrano, est presente durante toda nuestra vida, y algunas veces, dice, nos hace destruir las mismas cosas que generan nuestros deseos, o detenernos ante los ya realizados, como si, en el momento de poseer algo fuera inevitable vaciarse nuevamente, desechar el hallazgo, buscarle otra vuelta, o sentir el terror de que-dar sin el sentido. Anhelar es esencial e inicialmente destructivo, ya que todo hombre llevado por su propia naturaleza ontolgica tiende a hacer un vaco ah donde encuentra un lleno [...] pues nada de lo que encuentra le satisface.50 El vaco tiende a llenarse momentneamente, pero es incapaz de absolutizarse aun cuando se ha concretado en algo especfi co, nuestro lleno bien pronto se hace nada, pues el ser humano necesita de ese asesinato del ser, de esa conjuncin entre ausencia y presencia. Nuestra falta contina regresando a la abstraccin del deseo per se, quedndose aparente-mente sin nada, pero buscando la trascendencia, de salto en salto, de ser en ser, de cosa en cosa.

    Sin embargo, la conciencia de este anhelo, aunque es el soplo de vida ms originario, se recarga al fi nal en la esperanza, la esperanza de ser, de construirse, de fi jarse. Pues permanecer anhelando sera igual a no vivir o quedarse en el limbo. Conquistar la realidad externa mediante el juicio de sta y ciertos esquemas conceptuales ha sido la tarea del hombre moderno, pero la ulterior prioridad ha sido en ver-dad alcanzar la conquista del s mismo, lo cual, en todo caso exige el desprendimiento... pero en el fondo se avanza hacia una realizacin de s mismo como alguien no nacido, se suea sin saber, sin ver,51 y en cada una de las acciones vitales de mayor mpetu en el hombre como el querer, el amar, el crear, se repite la tragedia, ya que en cada esquina de esas funciones bsicas e ineludibles yace inequvocamente la falta ontolgica y su respectivo sentimiento de angustia, la huella que deja la oquedad.

    El mundo no tiene para el hombre un espacio prefi gurado, dentro y fuera de s (en la alteridad) ste comienza su bsqueda respondiendo a la necesidad de hacerse de algo y para algo, errante lleva a cuestas una falta que le exige algo que nunca lograr terminar, su propio ser. Des-

    37EL CONCEPTO ONTOLGICO

    50 M. Zambrano, Persona y democracia, p. 82. 51 Idem.

  • de entonces todos los acontecimientos humanos han sido fundados sobre esta tragedia esencial, a pesar de que resulta difcil de asumir en los discursos que slo dan fe de la razn humana como la gran certeza para defi nir todo lo que hay afuera y lo que somos. Para Zambrano sentir esta oquedad, que no pensarla, es una experiencia contunden-tes sobre nuestra verdad humana. La falta se hace presente todo el tiempo cuando desemboca e incide en la vida, desde la necesidad hasta el deseo de satisfaccin, el amor, la creacin, la envidia, el odio, la religin, la vocacin, las frustraciones, la angustia, el sufrimiento y la prdida. Est presente en la necesidad de llevar al acto la idea aun latente de algo que queremos ser, motiva el afn de cumplir cun pro-yecto o deseo surge en nosotros.

    Bajo el estmulo de esta ausencia creamos una realidad propia pues la realidad de lo externo, piensa Zambrano, yace hermtica en su misterio, como aquello que se oculta y se niega a ser desentra-ado, desvelado. Cuando nos acercamos a la experiencia de la falta ontolgica no encontramos nada ms contundente que la apertura que sta origina, todo lo que de ella sale a la superfi cie en forma de pasiones, motores, sentidos y nuestra propia libertad; mas que de otra cosa, la libertad de que viene con la conciencia. Porque la conciencia radica en este saber que somos completamente seres en soledad, incompletos. Esta conciencia que, ah donde fi ja su lmite, encuentra tambin su espacio para proyectar su ser en estado perma-nentemente naciente.

    Porque las posibilidades de accin, el deseo intrnseco a la existen-cia se hacen patentes y se realizan en todo caso con la intervencin de la necesidad, bajo este sentimiento de indigencia. Indigencia, ya lo deca Zambrano, es la cercana que late del no-ser dentro del ser. Donde la posibilidad ms real y defi nitiva del hombre, es decir, su determinacin, la nica que es inexorable, es su propia muerte, la posibilidad segura de que un da lo ausente ser su ser. La fi nitud y la conciencia de ella es el rasgo ms humano, aunque esa determi-nacin mortal que a todos nos alcanza se nos hace presente de un modo paradjico, pues de la muerte slo podemos tener esa presen-cia latente, casi fantasmal, que nos atraviesa cuando ya no somos mas concientes. El proyecto de ser personas, la humanizacin del mundo y la construccin del sentido son causas indirectas de la mo-tivacin que engendra el sentir de la falta ontolgica.

    Persona es el ser que se busca y se hace a s mismo su ser, nos dice Zambrano: la historia no tendra sentido si no fuera la revela-

    38 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • cin progresiva del hombre52 de ese ser histrico, fctico, hacemos nuestro ser, pues el hecho de nacer es caridad otorgada por otro, mas el hecho de vivir, va siendo por mucho ese ordenamiento de cau-sas, efectos, de experiencias y motores que poco a poco nos dirigen hacia ciertas cosas. Es como si al haberse declarado la condicin humana como una tesis y un proyecto, el hombre hubiera entrado en un medio ms suyo [...] en un tiempo que, en cierto modo, es su creacin.53

    Al confrontarnos con la vida caemos en la cuenta de que sta tambin funciona con lo no habido; existe ya una falta, no como una predeterminacin de la razn, sino anterior a ella, entendida como una estructura bsica de incompletud. La falta ontolgica es ausen-cia, una insatisfaccin de algo o alguien que nunca estar, una nada que s es sentida y percibida, pero no es del todo reconocible, o mejor, dicho, no la reconocemos conscientemente en todas nuestras accio-nes, sino bajo sus manifestaciones en el deseo, las pasiones y todas las acciones humanas que de ella emergen.

    Porque al tratar de llenarla, en ese mero instante en que podra-mos sentir la satisfaccin, la falta, contundente como es, vuelve de forma inmediata a abrir otro hueco. He ah la destruccin, la herida. La falta ontolgica vuelve a incidir sobre el deseo y rein-venta la conciencia, invierte los papeles, desea lo que nunca dese y cancela lo que una vez deseara, y as, vuelve infi nitamente a la vida, postergando la quietud que los que suspenden el deseo han alcanzado; buscando la vida misma en cada proyecto, buscando la provocacin. Esta falta ontolgica se manifi esta en la ausencia, es una necesidad de ocupar un hueco que tira universalmente, con de-tonantes varios como lo son las experiencias mltiples de la singu-laridad humana. La primera realidad que se nos oculta es la propia, y en ella se percibe el vaco humano que no permite que el hombre se sustente nicamente dentro de su ser, ya que ste est incomple-to. Es decir, eso que se resiste de la realidad hacia nosotros yace, no slo en lo externo, sino en la intimidad del hombre. La resistencia al ser propio del hombre es la nada... aparece la nada rodeando el proyecto de ser, la inexorable exigencia de existir, no vencida por ella, ni vencedora.54

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    52 M. Zambrano, Persona y democracia, p. 41. 53 Idem.54 Ibid., pp. 178-179.

  • Somos producto de la persistencia de nuestros ensueos, en ellos nos realizamos en el instante, aunque pronto ste se desvanezca; nues-tros sueos y proyectos nos dan la condicin de seres humanos, de seres dolientes, en falta, pero vivos. Nuestros motivos de ausencias son ms fuertes que otra cosa y en ellos nos realizamos aun en mayor medida que en nuestros logros, aun ms que en nuestra racionalidad. La condicin del ser humano es imposible, casi imposible, anota la autora de El hombre y lo divino; imposible si no es porque el abismo profundo de las entraas aceptmoslo o no, nos sacude, nos moviliza y llama a consolar nuestra situacin trgica con ayuda de otra instancia superior, llmese sta certeza, amor, o divinidad.

    La dialctica de la prdida

    Quizs slo el amor lejano, no gozado, inasequible, sea el nico que salve, aquel del que aun siendo real, pueda decirse: Es Verdad mas fue mentira que sigue siendo imposible siempre.

    MARA ZAMBRANO

    Vamos perdiendo lo que vamos siendo? O vamos siendo lo que en nuestro transcurrir perdemos? Hay alguna relacin entre el ser y lo que ste pierde o cree que pierde? La prdida es algo que toca al ser humano desde que se entiende a s mismo como un ser con, un ser en falta, en necesidad de lograr algo ms de lo que ya es, acendrar su ser, compartir su ser. Somos lo que vamos dejando atrs, lo que per-demos y nos arrebatan, esos pedazos de alma araada. Somos lo que soamos y nunca obtuvimos, lo que mentimos y temimos, la paridad diferente que viven dos seres en una sola realidad. Al fi nal somos y no hay ms nada que nosotros y eso que somos sin ser, la soledad del ser. La conviccin de que hay que sobrevivir a todo lo dejado atrs para poder convivir en paz con esta incompletud de nuestra condicin.

    La fi losofa no puede hablar en un lenguaje humano con verdad si no habla de lo meramente humano. La luz de sta, como la luz humana, tambin genera sombras, sombras que a la par sealan un

    40 VIVIR DENTRO DEL ENIGMA

  • 41EL CONCEPTO ONTOLGICO

    pasado, un rasgo incorruptible que acompaa todo existir; la fi losofa es refl ejo de inquietud, no de contemplativa pasividad ni de contento con lo habido. Es uno de los ms conmovedores intentos del hombre por alcanzar un ser, aunque fuese ste nicamente encontrado en el pensamiento, en el concepto. Para Mara Zambrano, el pensamiento fi losfi co es ese esfuerzo humano de la enmienda de la catica reali-dad y ante todo, conciencia mendiga, fracturada, algunas veces disimu-lo de esta realidad en la que hemos decidido creer que no vivimos, que no sentimos. Pero ningn ser humano podra contar su historia sin hablar del dolor de lo no sido, del no-ser o de lo que una vez parido desde la necesidad ms profunda de la carencia del ser, nuestra falta inicial, debe morir. Para nuestra autora la tragedia humana viene a ser el punto lgido donde la prdida alumbra con ms fuerza nuestra con-dicin esencial de personas en falta, de seres predispuestos a padecer. De tal manera lo entiende tambin Jess Moreno cuando escribe: la tica en que nuestra pensadora insiste est ms all de toda moral es una tica desde la experiencia de la desolacin, de la trgica desnudez humana.55 Nuestro ser ms intrnseco late al ritmo del tiempo y la impasibilidad que slo se halla en las simas del lo humano, en las que Zambrano llama entraas. Por ello, cualquier enfrentamiento con la prdida nos deja entrever nuestra condicin ontolgica y nos acerca, en algunos casos, al conocimiento trascendental. Mara Zambrano entiende que slo a partir de un dolor inicial, que nace junto con nues-tra conciencia podemos decirnos seres humanos: Hay algo en la vida humana insobornable ante cualquier ensueo de la razn, ese fondo ltimo del humano vivir que se llaman entraas y que son la sede del padecer.56

    Pero cul viene a ser el acontecer en el que se reencuentra la persona para tomar por primera vez el curso de su propia vida?, el curso que nos obliga a elegir, ya concientes de que nuestra fi nitud (que se muestra cuando nos encontramos con que es imposible colmarnos) y contingencia nos mantienen alertas de la posibilidad constante de la prdida, del dolor. Porque si bien, la falta es una estructura fi rme en su oquedad, sta no es ni evidente por s misma sino por el deseo que genera. La falta deviene inconsciente y las acciones y pasiones que de ella emanan pueden ir desbocadas hacia la angustia del ser humano. Ignoramos que es natural sentir su presencia y que tambin es natural

    55 M. Zambrano, La visin ms transparente, p.22256 M. Zambrano, El hombre y lo divino, p. 184

  • y necesario fracasar en nuestros intentos por completarnos del todo, porque somos seres que se distinguen por lo que no-son, por lo que pierden cuando encuentran, por lo que cancelan a la vez que aoran. Mara introduce en su obra la nocin de esperanza, lo hace siempre desde la raz que la hace necesaria como sustento de vida, de ensueos, de deseo, existe antes todo este mito de la ceguera humana, nuestra pobreza inicial, nuestros fracasos e intentos de realizarnos dan pasto a ella y la preceden, as: la libertad no es otra cosa que la transfor-macin del destino fatal y ciego en cumplimiento, en realizacin llena de sentido.57

    Somos la esencia que no obtenemos, la fi nalidad que no nos dieron, la libertad de tanto que se arremete en contra nuestra, haciendo posi-ble la tragedia. Haciendo posible el surgimiento del amor. No es gra-tuito que Zambrano pensara que en la poca actual nuestras acciones se ven notablemente ms respaldadas por la predisposicin a nuestros males, antes que por nuestros bienes.

    Cuando la enfermedad nos atrae es que en ella est en juego nuestro propio ser; que se trata, no de una enfermedad que se tiene, sino que en cierto modo, se es. Que quien est enfermo es el centro de nuestra vida, que se ha convertido en problema. Pero toda la vida es proble-mtica; entonces, cuando sobreviene la enfermedad es que se ha hecho problema algo que no debe serlo.58

    La vida no podr entonces ser comprendida si no acontece junto a la refl exin del encuentro trgico del lmite, la conciencia de s mis-mo no es sino la conciencia de la propia limitacin. Me siento yo mis-mo al sentirme que no soy los dems; saber y sentir hasta dnde soy, es saber dnde acabo de ser, y desde dnde soy.59 Segn el vitalismo de Unamuno, el ser que somos no adquiere ms conciencia de s que no sea a travs del sufrimiento en que nos encierra la lucha contra y en el tiempo de nuestras propias relaciones; se es, se existe ms ciertamente, ms fuertemente desde el dolor, pues ste nos obliga a ensimismarnos, a volver a mirar en nosotros mismos y poder refl ejarnos a su vez en el dolor de un semejante. Hay algo que resolver primero en el otro para hallar una parte de nuestro ser que se mantiene en secreto, aun sin ser revelado, explica Eugenio Tras:

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    57 M. Zambrano. La visin ms transparente, p. 265. 58 M. Zambrano, Hacia un sobre el alma, p. 126. 59 Miguel de Unamuno, El sentimiento trgico de la vida, p. 170.

  • En el tiempo de la gran ocultacin se han retirado del mundo todos los signos visibles evocadores de presencia. Pero sta se presenta. Slo que en rgimen de clandestinidad. Sobreviene el acontecer como acontecer sim-blico, en forma de encuentro con uno mismo [...] en la experiencia amo-rosa, en la experiencia dolorosa de la perdida, en la vecindad de la muerte, en todas aquellas experiencias en las cuales la existencia se agita y vibra, o bien se halla en la urgencia giros o mutaciones en relacin al ethos.60

    De qu manera lo logrado, lo perdido y lo frustrado en el alma inciden en el actuar del ser humano? La experiencia dolorosa y el pa-decer acercan al hombre a lo ms ntimo de su saber de s, a su proxi-midad con la muerte, pues en ella se manifi esta la necesidad de fundar un mundo desde ese vaco que se es y qu