Vivir en estado de colección (abr 2014)

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VIVIR EN ESTADO DE COLECCIÓN S e lo alude en clave compartida. Se lo refiere en susurros estridentes. Se lo espe- ra con ansiedad civilizada. Se lo disfruta en presente continuo. Artistas plásticos, galeristas, marchands, curadores, gestores culturales y críticos saben que son convidados natu- rales. Pero también empresarios y músicos, políticos y actores, científicos y astrólogos conocen sus altas chances de ser invitados al evento que demuestra que Twitter y WhatsApp no pueden reemplazar la inme- diatez del cuchicheo en tiempo real entre quienes definen o consagran tendencias brindando con infu- siones gourmet y copas de espumante al atardecer. Porque si algo caracteriza a Té de Colección es su espíritu de vernissage festivo e inclusivo. Hace ya casi tres años que Mariela Ivanier —directo- ra de una agencia de relaciones públicas— y su ado- lescente hija Mora abren, con frecuencia que apunta a ser mensual, las puertas de su luminoso y afrance- sado departamento en el barrio de Montserrat para departir, con amigos de siempre y recientes conquis- tas, la colección de arte contemporáneo —argentino y con marcada inclinación por los talentos emergen- tes— con la que conviven cada día. “Empecé a colec- cionar formalmente en 1997, cuando definí el estilo que le daría identidad. Pero, en realidad, mi primera obra la había comprado en 1994. Aunque, si tengo que ser más precisa, mi vocación por el coleccionis- mo es anterior a mi nacimiento, porque mis padres destinaron el dinero que recibieron como regalo de bodas a comprar una obra de arte”, señala Mariela. Hoy, en 90 metros cuadrados se exhiben unas 150 obras que son, ni más ni menos, que el total del acer- vo reunido: “Cuando me mudé, decidí que no habría afiches ni reproducciones en las paredes de mi hogar. También, que no me interesa tener un repertorio de recambio: todo está expuesto, a la vista, para que nos acompañe en la vida. Por eso tengo cierta dificultad para reconocerme como coleccionista, ya que tiendo a concebirme como una acopiadora de arte. Eso no impide que me asesore con el equipo de montajistas del Malba o de Ruth Benzácar para lograr que las incorporaciones dialoguen de mejor manera con las más antiguas”. ¿Qué firmas visten esos muros? Martín Kovensky, Verónica Blejman, Adriana Barassi, Clorindo Testa, Emilio Reato, Fabiana Barreda, Alfredo Prior, Verónica Palmieri (imagen), Diego Perrotta, Dalila Puzzovio et al. El origen de las tertulias bautizadas Té de Colección es igualmente heterodoxo: “Quise generar un even- to para reencontrarme con los artistas, ya que muchas veces les compré obra directamente y, al mismo tiempo, darles la posibilidad de que se revin- culen con sus piezas porque, desde mi punto de vista, compartimos la patria potestad”. El círculo virtuoso se amplió y, pronto, el ágape se transformó en un must de la agenda social de quienes se vinculan con el mundillo del arte por lazos de sangre o elección del corazón. Así, no es raro que departan animales políticos como Felipe Solá y Jorge Telerman, el empresario Gabriel Werthein, el agitador cultural Fernando Entin, el decorador de las celebrities Martín Roig, el publicista Gabriel Dreyfus y la actriz Leonor Benedetto. “A la manera de los salones literarios que parieron las revoluciones parisinas, el Té de Colección parece promover el encuentro entre desconocidos en torno a una conspiración a favor del optimismo. Abrir las puertas de la propia casa, tal como hacen Mariela y Mora, es de una generosidad casi anacrónica”, apun- tó Enrique Avogrado, director general de Industrias Creativas del Gobierno porteño, entusiasta habitué, en el libro-objeto que las Ivanier publicaron y se con- sigue exclusivamente en la tienda del Malba. Allí, con el mismo criterio con que eligen sus obras y abren las puertas de su intimidad, las coleccionistas asumen —y testimonian— que no es preciso acumu- lar formalismos academicistas, detentar rancia estirpe de mecenas ni tan siquiera hacer alarde de fortuna ociosa para acceder a esos cuadros buscados, esas fotografías deseadas y esas esculturas encontradas. Según Mariela, “lo más grato es haber integrado el arte en mi vida. Y acepto las críticas más severas que me han hecho sobre criterio de selección y montaje porque no tengo pretensiones: no sé de arte, sólo sé de coleccionar cuadros”. [email protected] / @andrea_del_rio Código lifestyle POR ANDREA DEL RIO } 8 > CLASE } Concebido como un catálogo de arte, Té de Colección es también un álbum de fotos que atesora momentos y presencias en uno de los eventos más originales de la movida cultural porteña. Editado por Gabriela Kogan, se consigue en Tiendamalba.

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Las claves para cumplir el sueño de vivir rodeados de obras de arte contemporáneo sin ser un millonario.

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VIVIR EN ESTADO DE COLECCIÓN

Se lo alude en clave compartida. Se lorefiere en susurros estridentes. Se lo espe-ra con ansiedad civilizada. Se lo disfrutaen presente continuo. Artistas plásticos,galeristas, marchands, curadores, gestores

culturales y críticos saben que son convidados natu-rales. Pero también empresarios y músicos, políticosy actores, científicos y astrólogos conocen sus altaschances de ser invitados al evento que demuestra queTwitter y WhatsApp no pueden reemplazar la inme-diatez del cuchicheo en tiempo real entre quienesdefinen o consagran tendencias brindando con infu-siones gourmet y copas de espumante al atardecer.Porque si algo caracteriza a Té de Colección es suespíritu de vernissage festivo e inclusivo. Hace ya casi tres años que Mariela Ivanier —directo-ra de una agencia de relaciones públicas— y su ado-lescente hija Mora abren, con frecuencia que apuntaa ser mensual, las puertas de su luminoso y afrance-sado departamento en el barrio de Montserrat paradepartir, con amigos de siempre y recientes conquis-tas, la colección de arte contemporáneo —argentinoy con marcada inclinación por los talentos emergen-tes— con la que conviven cada día. “Empecé a colec-cionar formalmente en 1997, cuando definí el estiloque le daría identidad. Pero, en realidad, mi primeraobra la había comprado en 1994. Aunque, si tengoque ser más precisa, mi vocación por el coleccionis-mo es anterior a mi nacimiento, porque mis padresdestinaron el dinero que recibieron como regalo debodas a comprar una obra de arte”, señala Mariela.Hoy, en 90 metros cuadrados se exhiben unas 150obras que son, ni más ni menos, que el total del acer-vo reunido: “Cuando me mudé, decidí que no habríaafiches ni reproducciones en las paredes de mi hogar.También, que no me interesa tener un repertorio derecambio: todo está expuesto, a la vista, para que nosacompañe en la vida. Por eso tengo cierta dificultadpara reconocerme como coleccionista, ya que tiendoa concebirme como una acopiadora de arte. Eso noimpide que me asesore con el equipo de montajistasdel Malba o de Ruth Benzácar para lograr que lasincorporaciones dialoguen de mejor manera con lasmás antiguas”. ¿Qué firmas visten esos muros?Martín Kovensky, Verónica Blejman, Adriana Barassi,Clorindo Testa, Emilio Reato, Fabiana Barreda,Alfredo Prior, Verónica Palmieri (imagen), DiegoPerrotta, Dalila Puzzovio et al. El origen de las tertulias bautizadas Té de Colecciónes igualmente heterodoxo: “Quise generar un even-to para reencontrarme con los artistas, ya quemuchas veces les compré obra directamente y, almismo tiempo, darles la posibilidad de que se revin-culen con sus piezas porque, desde mi punto de vista,compartimos la patria potestad”. El círculo virtuoso

se amplió y, pronto, el ágape se transformó en unmust de la agenda social de quienes se vinculan conel mundillo del arte por lazos de sangre o eleccióndel corazón. Así, no es raro que departan animalespolíticos como Felipe Solá y Jorge Telerman, elempresario Gabriel Werthein, el agitador culturalFernando Entin, el decorador de las celebritiesMartín Roig, el publicista Gabriel Dreyfus y la actrizLeonor Benedetto. “A la manera de los salones literarios que parieron lasrevoluciones parisinas, el Té de Colección parecepromover el encuentro entre desconocidos en tornoa una conspiración a favor del optimismo. Abrir laspuertas de la propia casa, tal como hacen Mariela yMora, es de una generosidad casi anacrónica”, apun-tó Enrique Avogrado, director general de IndustriasCreativas del Gobierno porteño, entusiasta habitué,en el libro-objeto que las Ivanier publicaron y se con-sigue exclusivamente en la tienda del Malba. Allí, con el mismo criterio con que eligen sus obras yabren las puertas de su intimidad, las coleccionistasasumen —y testimonian— que no es preciso acumu-lar formalismos academicistas, detentar rancia estirpede mecenas ni tan siquiera hacer alarde de fortunaociosa para acceder a esos cuadros buscados, esasfotografías deseadas y esas esculturas encontradas.Según Mariela, “lo más grato es haber integrado elarte en mi vida. Y acepto las críticas más severas queme han hecho sobre criterio de selección y montajeporque no tengo pretensiones: no sé de arte, sólo séde coleccionar cuadros”.◆

[email protected] / @andrea_del_rio

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POR AANNDDRREEAA DDEELL RRIIOO

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88> CLASE

}Concebido como un catálogo de arte, Té de Colección es

también un álbum de fotos que atesora

momentos y presencias en uno de los eventos más originales de la

movida cultural porteña. Editado por Gabriela Kogan, se consigue en Tiendamalba.

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