Vivir y practicar la misericordia en un mundo … · Para vivir y practicar la misericordia...

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Vivir y practicar la misericordia en un mundo necesitado de misericordia José María Rubio Rubio Conmovido por la presencia del Señor que acaba de ocultarse en el Sagrario, tomo la palabra reconociendo que no soy digno de dar lecciones a quienes con vuestro trabajo sois testimonio de su misericordia en el mundo de la salud. Tres palabras y dos consideraciones Como en la edición de cualquier trabajo comienzo enunciando tres palabras clave, compasión, cuidado y providencia que a mi forma de ver resumen el genotipo y el fenotipo de la misericordia, su rostro y su naturaleza tal como debemos de conocerla los Prosac. Compasión causa inicial y motor de nuestros actos, lo más germinal de nuestra vocación sanitaria cristiana, el principio misericordia 1 por el que la conmovida contemplación del sufrimiento cercano nos mueve a remediarlo al modo de Jesús, imagen visible del Dios misericordioso. "Felipe quien me ve a mí ve al Padre” 2 . Cuidado causa eficiente y razón de hacer y ser del sanitario cristiano que intenta actuar junto al enfermo como lo haría el Maestro Jesús que curaba acogiendo, abrazando, acariciando, perdonando, reconciliando y olvidando como la Divina Misericordia acoge, abraza, acaricia, perdona, reconcilia y olvida. Providencia, que ya la nombró esta mañana en su intervención Joan Viñas, apóstol de la Divina Providencia al que quiero, admiro y agradezco tanto bien como hace. Los Prosac entendemos y confiamos en la Providencia como don y causa final de la misión a la que hemos sido llamados. "Eterna es su misericordia” 3 agradecemos con el salmo el don de participar del amor de Dios, de colaborar con El a quienes somos capaces de practicar la misericordia y con otro salmo: "Su misericordia llena 1 Jon Sobrino: "El principio misericordia" Ed Sal Terrae. 1992 2 Jn 14,9 3 Salmo 135

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Vivir y practicar la misericordia en un mundo necesitado de misericordia

José María Rubio Rubio

Conmovido por la presencia del Señor que acaba de ocultarse en el Sagrario, tomo la palabra reconociendo que no soy digno de dar lecciones a quienes con vuestro trabajo sois testimonio de su misericordia en el mundo de la salud.

Tres palabras y dos consideraciones Como en la edición de cualquier trabajo comienzo enunciando tres palabras clave, compasión, cuidado y providencia que a mi forma de ver resumen el genotipo y el fenotipo de la misericordia, su rostro y su naturaleza tal como debemos de conocerla los Prosac. Compasión causa inicial y motor de nuestros actos, lo más germinal de nuestra vocación sanitaria cristiana, el principio misericordia1 por el que la conmovida contemplación del sufrimiento cercano nos mueve a remediarlo al modo de Jesús, imagen visible del Dios misericordioso. "Felipe quien me ve a mí ve al Padre”2. Cuidado causa eficiente y razón de hacer y ser del sanitario cristiano que intenta actuar junto al enfermo como lo haría el Maestro Jesús que curaba acogiendo, abrazando, acariciando, perdonando, reconciliando y olvidando como la Divina Misericordia acoge, abraza, acaricia, perdona, reconcilia y olvida. Providencia, que ya la nombró esta mañana en su intervención Joan Viñas, apóstol de la Divina Providencia al que quiero, admiro y agradezco tanto bien como hace. Los Prosac entendemos y confiamos en la Providencia como don y causa final de la misión a la que hemos sido llamados. "Eterna es su misericordia”3 agradecemos con el salmo el don de participar del amor de Dios, de colaborar con El a quienes somos capaces de practicar la misericordia y con otro salmo: "Su misericordia llena                                                                                                                1  Jon Sobrino: "El principio misericordia" Ed Sal Terrae. 1992  2  Jn 14,9  3  Salmo 135  

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la tierra”4 recordamos que a cada uno de nosotros se nos ha dado una parcela que llenar. Y continúo con dos consideraciones previas que en ningún momento debemos olvidar. Siempre estaremos necesitados de misericordia. En sanidad y en servicios hemos progresado mucho. Del viejo hospital de las Cinco Llagas donde los asilados morían de tuberculosis con hemoptisis masivas que tratábamos con hemostáticos sin eficacia, al moderno hospital del que me jubilé practicando una medicina del más alto nivel técnico disponible en los países del mundo más avanzados. De las camas en los pasillos de Urgencias de ese mismo hospital tan notable en técnica como en deshumanización, a los Comités de Ética Asistencial hoy definitivamente constituidos. Hemos mejorado mucho, tanto que hay quienes piensan que con dinero y técnica se puede curar todo, incluso la muerte: pero por más altas cotas de salud y bienestar que conquistemos, en el mundo sigue habiendo y cada vez más, hambres de pan, de Dios y de compañía. Más allá de las profecías fatalistas y de los decisivos avances científicos, el futuro es prácticamente imposible de imaginar; pero, sea el que sea, aunque disfrutemos de los servicios públicos más eficaces, siempre tendremos cerca a alguien que nos necesite. Ya lo dijo Jesús "A los pobres siempre los tendréis con vosotros”5. Por más salud y bienestar que acumulemos siempre estaremos necesitados de misericordia. Todos necesitamos la misericordia porque sin misericordia no hay renovación, ni reconciliación, ni sanación, ni salvación. Las posibilidades científico técnicas no son suficientes. Para vivir y practicar la misericordia necesitamos la confianza en el Dios amor y en su providencia; tenemos la misericordia dormida y necesitamos la fuerza del Espíritu para despertarla.

Sombras de nuestro mundo que ocultan la luz de la misericordia Solo son capaces de vivir y practicar la misericordia quienes contemplan las realidades del mundo con la mirada del corazón. Pero el mundo actual está cubierto de sombras, necesitamos la luz del Espíritu que disipe las sombras de nuestro mundo que nos impiden mirar y ver al prójimo con el corazón. La sombra del individualismo que no nos deja ver al caído en el camino. Nuestra dedicación principal, en muchos casos exclusiva, es el yo. Vivimos en primera persona del singular y el nosotros lo utilizamos casi exclusivamente para apoyarnos en los demás o para justificarnos. "¿Cuando te vimos hambriento o sediento, desnudo o forastero, enfermo o en la cárcel y no ayudamos?"6 La sombra de nuestra seguridad que obstaculiza cualquier iniciativa de arriesgarnos por él. Cuanto mayor es el progreso, más nos preocupa nuestra seguridad y por ella cada vez arriesgamos menos por los demás. Asumimos riesgos por el bienestar propio y el de los más cercanos pero adoptamos fácilmente actitudes a la defensiva frente a los que no conocemos; desconfiamos de ellos y en vez de considerarlos como lo que realmente son, unos necesitados, los vemos como

                                                                                                               4  Salmo 32  5  Jn 12,8  6  Mt 25,44  

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una amenaza. La prisa que nos impide detenernos. El tiempo es un don, vida a compartir y a repartir con medida generosa. Nuestro tiempo es semilla para la vida de los demás que la prisa no deja crecer ni dar fruto. Andamos más preocupados por hacer que por dejar hacer, por hablar que por escuchar, por pronunciarnos que por dialogar. Con prisas nunca llegaremos a los demás, solo a nosotros mismos. La mundanidad que es la brújula del materialismo, su hoja de ruta que nos desvía del camino del evangelio hacia los más cómodos y productivos de la riqueza y el mercado. La sombra de nuestro bienestar nos impide ver las miserias de los demás, nos despreocupan y así es muy difícil, cuando no imposible, sacrificarnos por ellos.7 Nuestros miedos. El miedo nos impide acompañar a quienes tienen que caminar, por estricta necesidad, por los caminos más oscuros y peligrosos y asomarnos, no digamos bajar, a las simas donde caen los heridos por la vida. La profesión sanitaria exige la valentía de asumir la experiencia del dolor y de la muerte como realidades cercanas, vivencias a compartir y necesidades que remediar. La sombra de nuestras heridas personales. En la oración del sanador herido le pedimos al Señor "que nuestras miserias nunca sean un obstáculo para su misericordia˝8. Tenemos que esforzarnos en que nuestro dolor no nos ciegue tanto que nos impida ver el suyo pero también, y esto puede pasar, que nuestra condición sanitaria no sea un privilegio en la lista de espera y que los cuidados que nos puedan dispensar nunca sean a costa de los que no tienen quien los cuide. La sombra de nuestra salud cuando se desentiende del dolor de los enfermos. La sombra de nuestras satisfacciones cuando nos ocultan el malestar y las quejas de los demás.

Ante todo llevémosle al Señor nuestras heridas no curadas Para practicar la misericordia lo primero es sentirnos y presentarnos como sanadores heridos. "Cuando me siento débil es cuando soy más fuerte" dice San Pablo en su segunda Carta a los Corintios9. Y el papa Francisco nos invita a hacerlo en su Carta Apostólica Misericordia et Misera10. Los sanitarios nunca podemos perder de vista nuestra doble condición de necesarios y necesitados y pedir insistentemente la ayuda de quien puede confortarnos: "Haz de mi, Señor, un instrumento de tu salud

                                                                                                               7  Papa Francisco. Carta con ocasión de la inauguración de un nuevo santuario en Asís. 16.4.2017. "Recuerdo bien la emoción de mi primera visita a Asís en 2013. Habiendo elegido, como inspiración ideal de mi Pontificado, el nombre de Francisco, la Sala de la Expoliación me hacía revivir con particular intensidad aquel momento de la vida del Santo" ... En esa habitación resultaba elocuente el testimonio de la escandalosa realidad de un mundo todavía marcado por las diferencias existentes entre un interminable número de pobres, a menudo desprovistos de lo estrictamente necesario, y la minúscula porción de propietarios que poseían la mayor parte de las riquezas y pretendían determinar los destinos de la humanidad ... Por desgracia, dos mil años después del anuncio del Evangelio, y después de ocho siglos del testimonio de Francisco, estamos ante un fenómeno de 'desigualdad global' y de 'economía que mata’ ... "Todos estamos llamados a ser pobres, a despojarnos de nosotros mismos".  8  JM Rubio "Oración el Sanador herido" web Prosac  9  2Cor 2,10  10  "Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura”  

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en medio de mis hermanos”11

Lecciones de la misericordia para cuidar la salud exterior y la interior. A los misericordiosos el Señor les revela los dones de la misericordia Dar de comer al hambriento. Dando de comer al hambriento descubrimos las dimensiones reales de nuestras hambres, los panes con los que nos alimentamos y las hambres por saciar "No solo de pan vive el hombre ..”12 También nos descubre la fuerza, la salud de nuestra fe y el calado de nuestra compasión. La compasión activa es la actitud propia de quienes, movidos por el "principio misericordia", están dispuestos a cumplir con el mandato de Jesús a sus discípulos: "Dadles vosotros de comer"13. Algo marcha mal en la sociedad del bienestar, la "sociedad del masterchef" cuando se le presta más interés a la cocina que al alimento. No olvidemos nunca que al dar de comer al hambriento, Dios en su misericordia nos da de comer. Dar de beber al sediento. Dando de beber al sediento se nos revela el don de la misericordia como una oportunidad que el Señor nos ofrece de servir y hacer el bien al otro haciéndoselo a El. Es el encuentro de Jesús con la samaritana: "Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber .. "14 El agua es un don gratuito de Dios para remediar la sed y no le pertenece a quien la da sino a quien la necesita; en realidad el agua es más suya que nuestra. Por dar de beber al sediento el Señor nos recompensa con el agua viva de su pozo que sacia toda sed y para siempre, despierta nuestros sentidos embotados, limpia la mirada para que podamos descubrir a Jesús en el que nos pide agua y abre nuestros oídos a la voz del Padre en el Jordán. "Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco”15 Visitar a los enfermos. Dice Arnaldo Pangrazzi que "todo enfermo es una universidad para las personas sanas”16. Visitarlo en su hogar, en su propio ambiente, en su privacidad nos ayuda a descubrir sus necesidades y la mejor forma de ayudarle como también nos ayuda a reconocer nuestras propias y más íntimas necesidades. Las heridas de nuestros enfermos descubren y nos ayudan a curar nuestras heridas. Su debilidad nos descubre nuestras debilidades y es la razón principal para superar las nuestras como su impotencia nos descubre y es el mejor recurso para superar la nuestra. El protagonista de la película "Un médico en la campiña”17 vive y supera su experiencia de un cáncer visitando y cuidando de sus enfermos. Visitar a los enfermos ennoblece, enriquece nuestra salud. Para los que así lo reconocen visitar al enfermo es un camino de maduración humana y espiritual y la ocasión para un encuentro definitivo. "Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó”18 .... es la inagotable lección del samaritano. Al visitar a nuestros enfermos, Dios pasa a nuestro lado, se

                                                                                                               11  Sic 6  12  Dt 8,3; Mt 4,4  13  Lc 9,13  14  Jn 4,10  15  Mt 3,17  16  A Pangrazzi, "Cicatrizar las heridas de la vida" Ed San Pablo, 2016  17  "Un médico en la campiña". Película dirigida por Thomas Lilti,  18  Lc 10,30-38  

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detiene y entra en nuestra casa. Los enfermos nos evangelizan. Dar posada al peregrino. Acogiendo en nuestro hogar al que no lo tiene participamos del don de compartir. Descubrimos la provisionalidad de nuestras propiedades, la inconsistencia de nuestras seguridades, la fragilidad de nuestras defensas, nuestras impotencias. Dando techo a los sin techo Dios nos acoge. Ofreciendo recursos terapéuticos a los enfermos, el Señor nos ofrece su medicina. Dando tiempo nuestro, compañía a los solitarios, Dios comparte nuestra vida. Al que oye a quien no tiene quien los escuche, Dios lo escucha. Vestir al desnudo. Desde la infancia debemos aprender que vestir al otro es mucho más que vestir una muñeca, regalar una bufanda en navidad o una corbata de cumpleaños aunque esas cosas nos resulten muy gratificantes; porque cuidar a un "tamagochi"19, por más atención que le prestemos, o practicar la elegancia social del regalo nunca podrá recompensarnos con la alegría de vestir al que le falta lo esencial para cubrir su cuerpo y la satisfacción de abrigar al que tiene frío. Vistiendo al desnudo participamos del don de colaborar con la providencia del Padre que viste de hierbas del campo. Jesús dijo que no nos preocupemos por el vestido porque el Padre nos ha proveído de lo necesario; a nosotros nos corresponde colaborar con Él para que a nadie le falte su vestido. La misericordia de vestir al desnudo comienza por la vergüenza de sentirnos nosotros tan desnudos o más que él bajo las transparencias de la mundanidad y la relevancia. Vistiendo al desnudo descubrimos nuestra desnudez de lo esencial, nuestro expolio de las virtudes y valores radicalmente humanos y nuestro conformismo que prefiere los harapos de lo superficial y aparente, las telas sutiles e inconsistentes de la moda, lo efímero y lo perecedero a las texturas probadas de lo que no pasa nunca. Vistiendo al desnudo nos damos cuenta de la ruin calidad de nuestros vestidos preferidos: la seguridad, el dinero, el conocimiento, el reconocimiento, el prestigio, la imagen. Cuando vestimos al que vemos desnudo Dios cubre nuestras vergüenzas devolviéndonos la dignidad con la que fuimos creados. Visitar al que está en la cárcel. Visitar las cárceles nos ayuda a reconciliarnos con nosotros mismos y a sobrellevar nuestras impotencias, nuestros errores y nuestros fracasos, y de manera especial las injusticias que soportamos y de las que nos sentimos víctimas. Nos ayuda a valorar la libertad y a comprobar lo que significa su pérdida. La jubilación supone para el profesional una liberación; una posibilidad de recuperar el tiempo que le absorbía su ejercicio profesional y del que ahora puede disponer y también una descarga de gravosas responsabilidades, pero también una pérdida de las posibilidades y de las gratificaciones propias de su vocación. Estar jubilado por edad o enfermedad implica en la mayoría de los casos una natural y soportable pérdida de facultades y en otras una clara dependencia no siempre bien recibida "cuando eras joven te ceñías e ibas a donde querías; cuando seas viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras” 20 . Visitando a los encarcelados por sus errores, Dios nos perdona los nuestros.

                                                                                                               19  L Boff. "El tamagochi y el cuidado" en el libro "El Cuidado esencial" Ed Trotta 2002  20  Jn 21,18  

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Enterrar a los muertos. Asistiendo a los moribundos constatamos las necesidades del morir humano. Despidiendo a los que mueren junto a sus seres queridos comprobamos la magnitud de la pérdida y la importancia del duelo. Vivido desde la fe, enterrar a los muertos nos acerca, junto a la irremediabilidad de nuestra propia muerte, el consuelo de la vida perdurable. "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque esté muerto vivirá; y el que haya creído en mi, no morirá para siempre” 21 Dios permanece al lado del que muere; acompañándolo también nosotros estamos cerca de Dios.

Conclusión Somos sanadores heridos, necesarios pero también necesitados. No nos es suficiente con nuestra vocación y nuestro esfuerzo, necesitamos la luz y la fuerza del Espíritu para vivir y practicar la misericordia. Con sus dones, los sanitarios cristianos alcanzaremos la salud interior y exterior imprescindibles para servir a nuestros enfermos viviendo y practicando la misericordia. Para conseguirlo los Prosac tenemos que:

Estar vigilantes. No dormirnos. Velar Reflexionar. Practicar de manera habitual, constantemente, la revisión de vida Rezar. Todos los días y cuando haga falta. Vivir en la oración

ANEXO Oración del «Sanador Herido» Señor Jesús Tú me escogiste para anunciar a los enfermos la sanación y me enviaste a proclamar la liberación del sufrimiento a los que viven cautivos del dolor, a dar la vista a los que no consiguen verte en el mundo de la salud y la libertad a los oprimidos por una medicina deshumanizada, y a proclamar con mi trabajo un tiempo de Gracia del Señor Yo sé que Tú eres la Salud y que en tu propia carne he sido curado. Porque te hiciste Enfermo para curar mi enfermedad, Oprimido para conseguir mi liberación, Pobre para remediar mi necesidad, Olvidado para acompañar mi soledad, Paciente para aliviar mi sufrimiento, Caña quebrada para sostener mi debilidad, Silencio para que yo pueda oír, Ciego para que yo pueda ver, Muerte para alcanzar mi curación. Haz también de mi, Señor, un instrumento de tu Salud en medio de mis hermanos.

                                                                                                               21  Jn 11,25-27  

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Que mi enfermedad no me impida ver su enfermedad, que mi cansancio no sea nunca una excusa al lado de su cansancio, que mi debilidad no me paralice cuando llegue su debilidad, que mi desilusión no quebrante su esperanza, que mi desaliento no destruya su ilusión. Que a pesar de mi ceguera, él alcance a ver y aunque mis oídos no entiendan todas sus palabras a pesar de mis ruidos y mi silencio, él consiga oír. Que muriendo un poco cada día a su lado, con mi propia vida aliente su curación. Haz, Señor, que mi miseria no sea nunca un obstáculo para tu misericordia. Porque tú también estabas enfermo y nos curaste, Estabas cansado y nos levantaste, Estabas derrotado y ganaste nuestra Salvación, Estabas clavado y conquistaste nuestra libertad, Estabas triste y nos llenaste de alegría, Sufriendo nuestra violencia nos rescataste de la violencia, Expirando nos alcanzaste la esperanza, Muriendo conseguiste nuestra Paz. (José María Rubio Rubio) Conferencia pronunciada en las XX Jornadas Nacionales de PROSAC. Tarazona, 21-23 de abril de 2017

*  José  María  Rubio  Rubio,  Doctor  en  Medicina,  Especialista  en  Medicina  Interna  y  Endocrinología,  Profesor  Titular  de  Patología  General  y  de  Ética  Médica  de  la  Universidad  de  Sevilla  (jubilado  en  2015),  Académico  de  la   Real   Academia   de   Medicina   y   Cirugía   de   Sevilla   (sillón   de   Bioética),   Profesor   del   Máster   de   Cuidados  Paliativos  y  de  Geriatría  de  la  Universidad  de  Sevilla.  Es  miembro  fundador  de  la  Asociación  de  Profesionales  Sanitarios  Cristianos  (PROSAC)  y  fue  Presidente  de  la  misma  del  2004  al  2008.