Warcraft Libro 3 - El señor de los Clanes

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Traduccion de la tercera novela de Warcraft en español!!!

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EL SEOR DE LOS CLANES(Serie: "WarCraft", vol.02) Christie Golden2002, Lord of the Clans Traduccin: Manuel de los Reyes

PrlogoAcudieron cuando los llam Gul'dan, aquellos que haban consentido (no, insistido) en vender sus almas a las tinieblas. En su da, al igual que Gul'dan, haban sido entes de profunda espiritualidad. En su da, haban estudiado el mundo natural y el lugar que ocupaban los orcos en l; haban aprendido de las bestias del bosque y de los campos, de las aves del cielo, de los peces de los ros y los ocanos. Y haban formado parte de ese ciclo, ni ms, ni menos. Ya no. Antes fueron chamanes, ahora eran brujos, haban catado apenas el poder, como una minscula gota de miel en la lengua, y les haba sabido muy dulce. As pues, su ansia se haba visto recompensada con ms poder, y ms an. El propio Gul'dan haba estudiado bajo la tutela de su seor Ner'zhul, hasta que el alumno hubo superado al maestro. Aun cuando hubiera sido gracias a Ner'zhul que la Horda se haba convertido en la abrumadora e imparable oleada de destruccin que era en la actualidad, Ner'zhul no haba tenido el coraje de continuar. Senta debilidad por la nobleza inherente de su pueblo. Gul'dan careca de tales remilgos. La Horda haba exterminado todo lo que se poda exterminar en

este mundo. Estaban perdidos sin una va de escape por la que descargar su sed de sangre, y comenzaban a volverse unos contra otros, clan contra clan en un desesperado intento por aplacar los brutales anhelos que ardan en sus corazones. Era Gul'dan el que haba encontrado un nuevo objetivo sobre el que concentrar la candente necesidad de muerte de la Horda. No tardaran en aventurarse en un nuevo mundo, lleno de presas frescas, fciles y ajenas a la amenaza. La sed de sangre se tornara febril, y la Horda salvaje necesitaba un consejo que la guiara. Gul'dan iba a liderar ese consejo. Asinti a modo de saludo cuando entraron; sus ojos, pequeos y encendidos, no perdan detalle. Llegaron de uno en uno, acudan igual que bestias a la llamada de su amo. A l. Se sentaron a la mesa, los ms temibles, los ms respetados y odiados de todos los clanes orcos. Algunos eran horrendos, puesto que haban pagado el precio de sus conocimientos arcanos con algo ms que sus almas. Otros permanecan impolutos, dotados de cuerpos fuertes y compactos de tersa piel verde ceida sobre msculos torneados. Asi lo haban solicitado al firmar el pacto tenebroso. Todos eran sanguinarios, sagaces, y no se detendran ante nada con tal de amasar ms poder. Pero ninguno era tan sanguinario como Gul'dan. --Los pocos aqu reunidos --comenz Gul'dan, con su voz ronca-- somos los ms poderosos de nuestros clanes. Sabemos lo que es el poder. Sabemos cmo obtenerlo, cmo emplearlo y cmo conseguir ms. Hay quienes comienzan a hablar contra alguno que otro de los nuestros. Ese clan desea regresar a sus races; aquel est cansado de asesinar a infantes indefensos. --Sus carnosos labios verdes se curvaron en un rictus de desdn--. Esto es lo que ocurre cuando los orcos se ablandan. --Pero, gran seor --dijo uno de los brujos--, hemos acabado con todos los draenei. Qu nos queda por matar en este planeta? Gul'dan sonri, tensando sus gruesos labios sobre los enormes y afilados dientes. --Nada. Pero nos aguardan otros mundos. Les cont el plan, solazndose en la chispa de codicia que prendi en los ojos de los congregados. S, saldra bien. sa sera la organizacin de orcos ms poderosa de todo los tiempos, y a la cabeza de dicha organizacin no habra nadie ms que Gul'dan. --Nosotros constituiremos el consejo que dicte el son al que

haya de bailar la Horda --concluy--. Cada uno de vosotros es un poderoso portavoz. Sin embargo, el orgullo orco es tal que no deben saber quin es el verdadero seor aqu. Que crean que blande su hacha de batalla porque as lo desea, y no porque se lo ordenamos nosotros. Seremos un secreto. Seremos los que caminan en la sombra, el poder que crece cuanto mayor sea su invisibilidad. Seremos el Consejo de las Sombras, y no habr nadie que conozca nuestra fuerza. Empero, algn da, y no muy lejano, habra alguien que la conocera.

_____ 1 _____ Incluso las bestias tenan fro esa noche, pens Durotan. Con gesto ausente, estir el brazo hacia el lobo que era su compaero y rasc a Diente Afilado entre las orejas. El animal gru, agradecido, y se acurruc junto a l. Lobo y caudillo orco observaron cmo caa la silenciosa nieve, enmarcada por la moldura ovalada que constitua la entrada de la cueva de Durotan. Antao, Durotan, caudillo del clan del Lobo de las Heladas, haba conocido el beso de climas ms apacibles. Haba blandido su hacha a la luz del sol, con los ojos entornados para protegerlos del resplandor sobre el metal y de las salpicaduras de sangre humana. Antao, haba sentido afinidad por todo su pueblo, no slo por los miembros de su clan. Se haban erguido hombro con hombro, como una oleada verde de muerte que se verta por las laderas de las colinas para tragarse a los humanos. Se haban saciado juntos ante las hogueras, haban atronado con sus risotadas, haban narrado relatos de sangre y conquistas mientras sus hijos dormitaban cerca de las brasas moribundas, con las cabecitas llenas de escenas de carnicera. Mas ahora, los pocos orcos que constituan el clan del Lobo de las Heladas tiritaban aislados en su exilio en las glidas montaas Alterac de aquel mundo aliengena. Sus nicos amigos eran los enormes lobos blancos. Eran muy diferentes de los gigantescos lobos negros sobre los que haban cabalgado los congneres de

Durotan, pero un lobo segua siendo un lobo, daba igual el color de su pelaje; la paciencia y la determinacin, sumadas a los poderes de Drek'Thar, les haban ganado el afecto de las bestias. Ahora, orco y lobo cazaban juntos y se proporcionaban calor el uno al otro durante las interminables noches nevadas. Un ruido apagado proveniente del corazn de la cueva consigui que Durotan se diera la vuelta. Su semblante severo, compuesto en un perpetuo rictus de tirantez por culpa de los aos de clera y preocupacin, se suaviz al escuchar aquel sonido. Su hijo pequeo, an sin nombre a la espera de que llegara el Da de la Onomstica correspondiente a ese ciclo, haba gritado mientras se alimentaba. Durotan dej que Diente Afilado siguiera observando cmo caa la nieve, se levant y anduvo hacia la cmara interior de la cueva. Draka haba desnudado un seno para dar de mamar al nio. Acababa de retirarle el sustento al beb, se era el motivo por el que ste haba gimoteado. En presencia de Durotan, Draka extendi un ndice. Con una ua negra afilada como una navaja, se pinch el pezn con fuerza antes de volver a acercar la cabecita del beb a su pecho. Ni una sombra de dolor se reflej en su hermoso rostro de poderoso mentn. Ahora, cuando el nio lactara, no slo bebera la nutritiva leche materna, sino tambin su sangre. Tal era el alimento apropiado para un joven guerrero en ciernes, el hijo de Durotan, el futuro caudillo de los Lobos de las Heladas. El corazn de Durotan rebosaba de amor por su compaera, una guerrera que igualaba su coraje y su astucia, y por el hijo que haban engendrado, adorable y perfecto. Fue en ese momento cuando se le vino encima la certeza de lo que tena que hacer, igual que un manto que le cubriera los hombros. Se sent y exhal un hondo suspiro. Draka levant la mirada hacia l, entornados sus ojos castaos. Le conoca demasiado bien. Durotan no quera comunicarle cul haba sido su sbita decisin, aunque en el fondo de su corazn saba que era lo correcto. Pero deba hacerlo. --Ahora tenemos un hijo --dijo Durotan, cuya voz profunda resonaba en su amplio torso. --S --contest Draka, con orgullo en la voz--. Un hijo sano y fuerte que liderar al clan de los Lobos de las Heladas cuando su padre encuentre una muerte noble en la batalla. Dentro de muchos aos --aadi. --Soy responsable de su futuro.

Draka volcaba en l toda su atencin. En ese momento, a Durotan le pareci de una hermosura exquisita, e intent grabar a fuego aquella imagen en su mente. La luz de la hoguera se reflejaba en su piel verde, otorgndole un marcado relieve a sus poderosos msculos y confirindole brillo a sus colmillos. Draka no le interrumpi, se limit a esperar a que continuara. --Si no hubiese alzado la voz contra Gul'dan, nuestro hijo tendra ms compaeros de juegos con los que crecer --continu Durotan--. Si no hubiese alzado la voz contra Gul'dan, habramos conservado nuestra posicin de prestigio dentro de la Horda. Draka sise, abri sus enormes fauces y ense los dientes, criticando a su compaero. --No habras sido la pareja a la que me hubiese unido --bram. El beb, sobresaltado, apart la cabeza del rico seno para mirar el rostro de su madre. Gotas blancas de leche y rojas de sangre salpicaban su barbilla, ya protuberante--. Durotan del clan de los Lobos de las Heladas no poda quedarse sentado y permitir que nuestro pueblo fuese conducido a la muerte igual que las ovejas de las que cuidan los humanos. Con lo que habas descubierto, tenas que alzar la voz, compaero. No podras haber hecho menos y seguir siendo el jefe que ests hecho. Durotan asinti con la cabeza ante la verdad que entraaban esas palabras. --Y pensar que Gul'dan no senta ningn aprecio por nuestro pueblo, que no era ms que otra manera de aumentar su poder... Guard silencio, al recordar la estupefaccin y el horror (y la rabia) que se haban apoderado de l cuando supo que se haba constituido el Consejo de las Sombras, cuando descubri la duplicidad de Gul'dan. Haba intentado convencer a los dems del peligro al que se enfrentaban. Los haban utilizado como a meros peones para destruir a los draenei, una raza que Durotan comenzaba a pensar que, despus de todo, no necesitaba ser exterminada. Y de nuevo, transportados a travs del Portal Oscuro hacia un mundo desprevenido... no por decisin de los orcos, no, sino porque as lo haba querido el Consejo de las Sombras. Todo por Gul'dan, todo por el poder personal de Gul'dan. Cuntos orcos haban cado, peleando por esa insignificancia? Busc las palabras con las que expresar su decisin a su compaera. --Habl, y nos exiliaron. A todos los que me siguieron aqu. Es

un deshonor inmenso. --El deshonor es de Gul'dan --rebati Draka, con ferocidad. El beb se haba sobrepuesto al susto y volva a amamantarse--. Tu gente est viva, es libre, Durotan. Es un lugar inhspito, pero hemos encontrado a los lobos de las heladas para que nos hagan compaa. Tenemos carne fresca en abundancia, incluso en pleno invierno. Hemos conservado las costumbres, en la medida de lo posible, y las historias que se cuentan alrededor del fuego forman parte de la herencia de nuestros hijos. --Se merecen ms. --Durotan apunt a su hijo con una ua rematada en punta--. l se merece ms. Nuestros hermanos, los que continan engaados, se merecen ms, Y yo voy a drselo. Se incorpor y se irgui cuan alto era. Su enorme sombra se proyect sobre su esposa y su hijo. La expresin de abatimiento de Draka le dijo que ella saba lo que iba a decir aun antes de que abriera la boca, pero tena que pronunciar las palabras. Eso era lo que las haca slidas, reales... las converta en un juramento que no se podra romper. --Hubo algunos que me prestaron atencin, aunque todava dudaban. Pienso regresar y encontrar a esos escasos caudillos. Les convencer de que mi historia encierra la verdad, y ellos reunirn a sus pueblos. No seguiremos siendo esclavos de Gul'dan, prescindibles y olvidados cuando morimos en batallas que slo le convienen a l. Lo juro, como que me llamo Durotan, jefe del clan del Lobo de las Heladas! Impuls la cabeza hacia atrs, abri la boca llena de colmillos de una manera que pareca imposible, puso los ojos en blanco y profiri un ensordecedor y ronco alarido de furia. El beb comenz a revolverse e incluso Draka se encogi. Era el Grito del Juramento; Durotan saba que, pese a la espesa capa de nieve que a menudo atenuaba los sonidos, todos los miembros de su clan lo oiran esa noche. En cuestin de momentos se arracimaran alrededor de su cueva, deseosos de conocer el contenido del Grito del Juramento para sumar sus propios gritos al de l. --No irs solo, compaero --dijo Draka; su voz apacible contrast en gran medida con el ensordecedor Grito del Juramento de Durotan--. Te acompaaremos. --Te lo prohibo. Con una brusquedad que sobresalt incluso a Durotan, que ya debera conocerla, Draka se puso en pie de un salto. El beb lloroso

se cay de su regazo cuando apret los puos y los alz, estremecindolos con violencia. Un latido ms tarde, Durotan parpade cuando sinti un aguijonazo de dolor y la sangre man de su rostro. Draka haba cubierto la distancia que los separaba y le haba abierto la mejilla con las uas. --Soy Draka, hija de Kelkar, hijo de Rhakish. Nadie me prohibe que siga a mi compaero, ni siquiera el mismsimo Durotan! He venido contigo, estoy a tu lado, morir si es necesario. Pagh! --Le escupi. Mientras se enjugaba la mezcla de sangre y saliva de la cara, el corazn de Durotan se hinch de orgullo por aquella hembra. Haba acertado al elegirla como compaera para que fuera la madre de sus hijos. Habra un macho ms afortunado en toda la historia de los orcos? Lo dudaba. *** A pesar del hecho de que, si Gul'dan llegaba a enterarse, Orgrim Martillo de Condena y su clan seran exiliados, el respetado seor de la guerra dio la bienvenida a su campamento a Durotan y a su familia. El lobo, no obstante, le inspiraba recelo. El animal le devolvi la misma mirada. La tosca tienda que serva de refugio a Martillo de Condena fue evacuada por los orcos de menor rango para alojar a Durotan, a Draka y a su hijo an sin bautizar. La noche era demasiado fra para Martillo de Condena, que observ con una mezcla de asombro e irona cmo sus huspedes de honor se despojaban de casi toda la ropa y rezongaban a propsito del calor. Los lobos de las heladas, supuso, no deban de estar acostumbrados a aquel "clima tan clido". Su guardia personal vigilaba en el exterior. Con la lona que haca las veces de puerta an abierta, Martillo de Condena observ cmo se arrebujaban alrededor del fuego y cmo extendan sus enormes manos verdes hacia las llamas. La noche era muy oscura, iluminada tan slo por algunas estrellas. Durotan haba elegido una buena noche para su visita clandestina. No era probable que aquella pequea partida formada por un macho, una hembra y un chiquillo hubiese sido divisada ni identificada por quines en realidad eran. --Lamento poneros en peligro a tu clan y a ti --fueron las primeras palabras de Durotan. Martillo de Condena desech el comentario con un ademn.

--Si la muerte ha de venir a por nosotros, que nos encuentre comportndonos con honor. --Les invit a sentarse y, con sus propias manos le entreg a su viejo amigo la pata goteante de una presa reciente. Todava estaba caliente. Durotan la acept con un cabeceo, mordi la carne jugosa y arranc un enorme bocado. Draka hizo lo propio, para luego ofrecerle al beb sus dedos ensangrentados. El nio chup con fruicin el dulce lquido. --Es un chiquillo fuerte y sano --dijo Martillo de Condena. Durotan asinti. --Ser un digno lder para mi clan. Pero no hemos venido hasta aqu para que alabes a mi hijo. --Hace muchos aos, hablaste con palabras veladas. --Deseaba proteger a mi clan, y no estuve seguro de que mis sospechas estuvieran fundadas hasta que Gul'dan impuso el exilio. Su rpido castigo puso de manifiesto que lo que yo saba era cierto. Escucha, viejo amigo, y juzga por ti mismo. En voz baja, de modo que los guardias sentados alrededor de la fogata a algunos pasos de distancia no pudiera orlos, Durotan comenz a hablar. Le cont a Martillo de Condena todo lo que saba: el pacto con el seor de los demonios, la obscena naturaleza del poder de Gul'dan, la traicin que supona el Consejo de las Sombras para los clanes, el inevitable y deshonroso final de los orcos, que sean utilizados como carnaza para las fuerzas demonacas. Martillo de Condena escuch, obligndose a mantener impasible su amplio rostro pero, en el interior de su pecho, su corazn martilleaba igual que su infame arma sobre la carne humana. Sera verdad todo aquello? Pareca el delirio de un idiota, atontado por las batallas. Demonios, pactos oscuros... y aun as, era Durotan el que estaba hablando. Durotan, que era uno de los jefes ms sabios, feroces y nobles. En boca de cualquier otro, aquellas palabras habran sido tildadas de mentiras o disparates. Pero Durotan haba sido exiliado por sus palabras, lo que les confera credibilidad, y Martillo de Condena haba confiado su vida al otro caudillo en numerosas ocasiones. Slo caba extraer una conclusin. Lo que le estaba contando Durotan era cierto. Cuando su viejo amigo hubo terminado de hablar, Martillo de Condena agarr la carne y peg otro bocado. Mastic despacio mientras su mente intentaba encontrarle algn sentido a lo que all se haba dicho. Al cabo, trag y habl. --Te cre, viejo amigo. Permite que te asegure que no pienso

respaldar los planes que Gul'dan reserva para nuestro pueblo. Nos enfrentaremos a la oscuridad, a tu lado. Durotan, sin poder ocultar la emocin, extendi la mano. Martillo de Condena la asi con fuerza. --No puedes quedarte mucho tiempo en este campamento, aunque sera un honor tenerte como invitado --dijo Martillo de Condena, al tiempo que se incorporaba--. Uno de mis guardias personales os escoltar a lugar seguro. Hay un riachuelo cerca y mucha caza en los bosques en esta poca del ao, por lo que no pasaris hambre. Har lo que me sea posible en tu nombre y, cuando llegue el momento, t y yo lucharemos hombro con hombro hasta aniquilar juntos al gran traidor Gul'dan. *** El guardia no dijo nada mientras los conduca lejos del campamento, hasta el bosque que se alzaba a varios kilmetros de distancia. Como caba esperar, el claro al que los llev estaba aislado y era muy verde. Durotan poda or el rumor del agua. Se volvi hacia Draka. --Saba que poda confiar en mi viejo amigo. No pasar mucho tiempo antes de... En ese momento, Durotan se qued helado. Haba escuchado otro sonido sobrepuesto al chapoteo del arroyo cercano. Una rama se haba partido bajo la planta de un pesado pie... Lanz su grito de batalla y alarg el brazo hacia su hacha. Antes de que hubiera podido asir la empuadura, los asesinos se le echaron encima. Durotan oy el atenuado chillido de rabia de Draka, pero no poda perder ni un instante para socorrerla. Por el rabillo del ojo, vio que Diente Afilado se abalanzaba sobre uno de los intrusos y lo derribaba. Haban aparecido en silencio, sin mostrar trazas del orgullo de la caza que formaba parte integral del honor orco. Eran asesinos a sueldo, lo ms mezquino, el gusano que se arrastraba bajo los pies. Mas esos gusanos abundaban por doquier y, si bien mantenan las bocas cerradas de modo tan antinatural, sus armas hablaban una lengua inequvoca. Un hacha se hinc en el muslo izquierdo de Durotan, que se desplom. La sangre borbot clida en la herida cuando se dio la vuelta y estir ambos brazos, en un intento desesperado por

estrangular a su posible asesino. Vio un semblante aterrador, en tanto que desprovisto de la sana y honesta rabia orca; desprovisto de cualquier emocin, a la verdad. Su adversario volvi a levantar el hacha. Con cada onza de fuerza que le quedaba, las manos de Durotan se cerraron en torno al gaznate del orco. Ahora s que mostr emocin el gusano, que solt el hacha e intent apartar los gruesos y poderosos dedos de Durotan de su cuello. Un breve y penetrante aullido, seguido del silencio. Diente Afilado haba cado. A Durotan no le haca falta mirar para saberlo. Oa cmo su compaera grua una sarta de obscenidades al orco que, lo saba, iba a acabar con ella. En ese momento, un sonido que le produjo escalofros hendi el aire: el grito de terror de su beb. No permitir que maten a mi hijo! Aquella resolucin le confiri energas renovadas y, con un rugido, pese a la sangre de vida que brotaba de la arteria cercenada de su pierna, se propuls para conseguir que su enemigo se desplomara bajo su inmenso corpachn. Ahora era el asesino el que se revolva, presa del genuino terror. Durotan apret con fuerza con ambas manos y sinti el satisfactorio chasquido del cuello entre sus palmas. --No! --La voz perteneca al guardia desleal, al orco que los haba traicionado. El miedo le confera un dejo estridente, casi humano--. No, soy uno de los vuestros, ellos son el objetivo... Durotan alz la vista a tiempo de ver cmo un enorme asesino trazaba un arco preciso con una hoja casi tan grande como l. El guardia personal de Martillo de Condena no tuvo ninguna oportunidad. La espada cercen limpiamente el cuello del traidor y, al tiempo que la ensangrentada cabeza amputada pasaba volando junto a l, Durotan an pudo ver el asombro y la sorpresa que se reflejaban en el semblante del guardia ejecutado. Se dio la vuelta para asistir a su compaera, mas ya era demasiado tarde. Durotan profiri un atronador grito de furia y dolor cuando vio el cuerpo inerte de Draka, cortado en pedazos, tendido en medio del sotobosque, sobre un charco de sangre que no dejaba de extender sus orillas. Su asesino se cerna sobre ella, y ya fijaba su atencin en Durotan. En justa lid, Durotan habra podido rivalizar con cualquiera de los tres. Herido de gravedad como estaba, sin ms armas que sus manos desnudas, saba que se enfrentaba a su muerte. No hizo ademn de defenderse, sino que, por puro instinto, tendi los brazos hacia el pequeo hatillo que era su hijo.

Y se qued mirando con expresin ausente cmo naca un manantial de sangre en su hombro. La falta de sangre ralentizaba sus reflejos y, antes de que pudiera reaccionar, su brazo izquierdo fue a reunirse con el derecho en el suelo, entre espasmos. Los gusanos no estaban dispuestos a permitirle ni siquiera que sostuviera a su hijo una ltima vez. La pierna herida ya no era capaz de sostenerlo por ms tiempo. Durotan trastabill y se cay de bruces. Su rostro qued a meros centmetros del de su hijo. Su poderoso corazn de guerrero se parti al ver la expresin del beb, cuyo rostro era el reflejo de la confusin y el terror. --Coged... al nio --boque, asombrado ante el hecho de que an pudiera hablar. El asesino se agach, de modo que Durotan pudiera verlo. Escupi sobre el ojo del orco moribundo. Por un momento, Durotan se temi que fuese a empalar al beb ante los mismsimos ojos de su padre. --El nio se quedar a merced de las criaturas del bosque -ronc el asesino--. A lo mejor eres testigo de cmo lo devoran. Dicho lo cual, se alejaron, con el mismo sigilo con el que haban llegado. Durotan bizque con fuerza, sintindose confuso y desorientado mientras la sangre abandonaba su cuerpo en oleadas. Intent moverse de nuevo y no le fue posible. Slo poda observar la estampa de su hijo, cada vez con menos nitidez; el pequeo torso que resollaba al ritmo de sus chillidos, los diminutos puos apretados, porfiando con el aire. Draka... mi amada... mi hijito... cunto lo siento. Os he condenado... Su visin perifrica comenz a atenuarse. La imagen de su hijo empez a diluirse. El nico consuelo que le quedaba a Durotan, jefe del clan del Lobo de las Heladas, conforme le abandonaba la vida era el saber que morira antes de tener que asistir al horrible espectculo de su hijo siendo devorado vivo por las ensaadas bestias del bosque. *** --Por la Luz, menudo escndalo! --Tammis Foxton, de veintids aos de edad, arrug la nariz ante el ruido que estaba despertando ecos por todo el bosque--. Ser mejor que nos demos la vuelta,

teniente. Sea lo que sea lo que tenga esos pulmones, sin duda habr espantado a todo lo que mereciera ser cazado. El teniente Aedelas Blackmoore regal a su ayudante personal con una sonrisa lnguida. --Es que no has aprendido nada de lo que he intentado ensearte, Tammis? --amonest, con voz afectada--. No se trata tanto de conseguir algo para la cena como de alejarse de esa condenada fortaleza. Que chille cuanto quiera, sea lo que sea. -Meti la mano en la alforja que penda a su espalda. La botella era suave y fra al tacto. --Copa de caza, seor? --Tammis, pese a los comentarios de Blackmoore, haba sido bien aleccionado. Tendi una pequea copa en forma de cabeza de dragn que haba guardado en su alforja. Las copas de caza estaban diseadas a propsito para tal fin, y carecan de base sobre las que apoyarse. Blackmoore vacil, antes de rechazar la oferta con un ademn. --Sobran los formalismos. --Quit el corcho con los dientes, sostuvo la botella con una mano y se llev el gollete a los labios. Ah, qu dulce que era aquello. Un reguero de fuego se extendi por su garganta hasta alcanzar el estmago. Tras limpiarse la boca con la mano, Blackmoore volvi a tapar la botella y la guard de nuevo en la alforja. Ignor a propsito el gesto de preocupacin de Tammis que, a su vez, se apresur a enmendarlo. Qu le importaba a un siervo lo que bebiera su seor? Aedelas Blackmoore haba ascendido deprisa gracias a su increble habilidad para abrirse camino con la espada entre los ejrcitos orcos en el campo de batalla. Sus superiores atribuan sus logros a la pericia y al coraje. Blackmoore podra haberles contado que su coraje se venda embotellado, pero no lo haba juzgado necesario. Su reputacin no le perjudicaba a la hora de merecerse las atenciones de las doncellas, como tampoco lo haca su deslumbrante atractivo. Alto y apuesto, con el pelo negro largo hasta los hombros, de ojos azules como el acero y con una pequea perilla elegantemente recortada, era la viva imagen del heroico soldado. El que alguna que otra mujer saliera de su lecho tan afligida como escarmentada y, no en raras ocasiones, con alguna que otra magulladura, era algo que le traa sin cuidado. Haba muchas ms de donde haban salido las anteriores. El ensordecedor estruendo comenzaba a irritarle.

--No se aleja --rezong Blackmoore. --Quiz se trate de un animal herido, seor, incapaz de moverse --apunt Tammis. --En tal caso, busqumoslo y pongamos fin a su sufrimiento. -Hinc los talones en Cancin de Noche, un esbelto bruto castrado, tan negro como indicaba su nombre, con ms fuerza de la necesaria y sali al galope en direccin a aquel ruido infernal. Cancin de Noche se detuvo de forma tan abrupta que Blackmoore, experto jinete por lo general, a punto estuvo de volar por encima de la cabeza del caballo. Profiri una maldicin y descarg un puetazo contra el cuello del animal, antes de enmudecer al reparar en lo que haba causado que Cancin de Noche frenara en seco. --Luz bendita --dijo Tammis, que cabalgaba junto a l a lomos de su poni gris--. Menudo estropicio. Tres orcos y un enorme lobo blanco yacan despatarrados sobre el lecho del bosque. Blackmoore supuso que haban muerto haca poco. An no se apreciaba el hedor de la descomposicin, aunque la sangre ya se haba coagulado. Dos machos, una hembra. Daba igual el sexo del lobo. Malditos orcos. Los humanos como l se ahorraran un montn de problemas si esas bestias se atacaran entre s ms a menudo. Algo se movi, y Blackmoore vio qu era lo que haba estado chillando con tanta violencia. Era la cosa ms fea que haba visto en su vida... un beb orco, envuelto en lo que sin duda deba de ser un paal para aquellas criaturas. Sin apartar la vista de l, desmont y se dispuso a acercarse. --Cuidado, seor! --exclam Tammis--. Podra morder! --Es la primera vez que veo un cachorro --dijo Blackmoore. Lo toc con la punta de la bota. Rod hasta escaparse de su paal azul y blanco, torci an ms el gesto de su carita verde y continu lamentndose. A despecho de haber dado ya cuenta del contenido de una botella de aguamiel y de haber mermado en buena parte el de la segunda, la mente de Blackmoore segua despierta. Comenz a germinar una idea en su cabeza. Sin hacer caso de las desdichadas splicas de Tammis, Blackmoore se agach y levant al pequeo monstruo, colocando en su sitio el pao blanco y azul. Casi de inmediato, ces el llanto. Unos ojos grises azulados sostuvieron la mirada de los suyos.

--Interesante. Sus bebs tienen los ojos azules cuando son pequeos, igual que los humanos. --Esos ojos no tardaran en tornarse porcinos y negros, o rojos, y miraran a los humanos cargados de odio asesino. A menos... Durante aos, Blackmoore haba trabajado el doble para obtener la mitad de reconocimiento que otros hombres de igual alcurnia y categora. Haba porfiado por desembarazarse del estigma de la deslealtad de su padre, y haba hecho todo lo posible en aras de conseguir poder y prestigio. Eran muchos los que an le miraban con escepticismo; "sangre de traidor", solan murmurar a sus espaldas cuando crean que no los oa. Pero ahora, tal vez llegara el da en que no tuviera que soportar por ms tiempo esos comentarios hirientes. --Tammis --dijo, pensativo, con la mirada clavada en el incongruente azul plido de los ojos del beb orco--, sabas que tienes el honor de servir a un hombre brillante? --Desde luego que s, seor --respondi Tammis, como era de esperar--. Os importa que inquiera por qu eso resulta particularmente cierto en este momento? Blackmoore mir de soslayo a su sirviente, que an permaneca montado, y esboz una sonrisa. --Porque el teniente Aedelas Blackmoore sostiene en sus manos algo que va a hacer de l un hombre famoso, rico y, lo mejor de todo, poderoso.

_____ 2 _____ Tammis Foxton se mostraba muy agitado, debido directa e inevitablemente al hecho de que su seor estaba terriblemente disgustado. Cuando haba llevado al cachorro de orco a casa, Blackmoore se haba comportado igual que en el campo de batalla: alerta, interesado, concentrado. Los orcos cada vez constituan un reto menor, y los hombres acostumbrados a la emocin de las batallas casi diarias comenzaban a aburrirse. Los combates planeados adquiran cada vez ms

popularidad, puesto que proporcionaban una vlvula de escape para las energas almacenadas, adems que ofrecer la oportunidad de que cambiaran de manos algunas monedas. Ese orco iba a criarse bajo estricto control humano. Con la velocidad y el poder de los orcos, pero con los conocimientos que le impartira Blackmoore, sera invencible en los torneos organizados que comenzaban a proliferar. El problema estribaba en que el feo pequeajo se negaba a comer, y haba palidecido y enmudecido durante el transcurso de los ltimos das. Nadie deca nada, pero todo el mundo lo saba. La bestia se mora. Eso enfureca a Blackmoore. En cierta ocasin, incluso haba llegado a agarrar al pequeo monstruo y haba intentado meterle a la fuerza por la garganta carne troceada. Lo nico que haba conseguido era que el orco, al que haba bautizado como "Thrall", estuviera a punto de asfixiarse; cuando Thrall hubo escupido la carne, haba tirado al orco sin miramientos sobre el heno y se haba alejado a largas zancadas, entre blasfemias, del establo que constitua el hogar temporal de la criatura. Tammis se conduca con la mayor discrecin en presencia de su seor, y elega sus palabras con ms cuidado del habitual. Empero, en ms de una ocasin haba terminado su encuentro con el teniente Blackmoore con una botella (a veces vaca, a veces no) volando detrs de l. Su esposa Clannia, una mujer de cabello pajizo y orondos carrillos que serva en las cocinas, puso ante l un plato de comida fra en la mesa de madera y se acarici el terso cuello mientras l se sentaba para comer. Comparado con Blackmoore, el vociferante y rollizo cocinero que regentaba las cocinas era un verdadero paladn. --Alguna noticia? --pregunt Clannia, esperanzada. Se sent torpemente a su lado, frente a la mesa de madera sin pulir. Haca algunas semanas que haba dado a luz y sus movimientos seguan siendo algo vacilantes. Su hija mayor Taretha y ella haban comido haca ya horas. Sin ser vista por sus progenitores, la muchacha, que dorma con su hermanito en una pequea cama al lado del hogar, se haba despertado al sentir la presencia de su padre. Se haba sentado, con los rizos rubios cubiertos por el gorro de noche, observaba a los adultos y escuchaba su conversacin. --En efecto, y todas malas --respondi Tammis, abatido, mientras se acercaba a la boca una cucharada de sopa de patata

fra. Mastic, trag, y continu:-- El orco se est muriendo. Se niega a comer todo lo que le ofrece Blackmoore. Clannia exhal un suspiro y reanud sus zurcidos. La aguja centellaba arriba y abajo, hilando un vestido nuevo para Taretha. --No es de extraar --dijo la mujer, en voz baja--. Blackmoore no tena derecho a traer algo as a Durnholde. Como si no tuvisemos bastante con soportar los gritos de los adultos durante todo el da. No veo la hora de que terminen de construir los campos de internamiento y dejen de ser problema de Durnholde. --Se estremeci. Taretha observaba en silencio. Tena los ojos muy abiertos. Haba odo vagos rumores acerca de un beb orco, pero era la primera vez que tena ocasin de escuchar a sus padres hablando de l. Su joven mente estaba desbocada. Los orcos eran tan grandes y eran tan amedrentadores, con esos colmillos, la piel verde y sus voces atronadoras... Slo los haba visto de refiln, pero haba odo todas las historias. Un beb no poda ser grande ni dar tanto miedo. Mir de soslayo la pequea figura de su hermano. Ante sus ojos, Faralyn se agit, abri su boquita de pin y, con un grito ensordecedor, anunci que tena hambre. Clannia se aprest a levantarse, solt la tela, cogi a su hijo, desnud un pecho y se dispuso a amamantar al beb. --Taretha! --amonest--. Deberas estar dormida. --Lo estaba --repuso Taretha, al tiempo que se levantaba y corra hacia su padre--. Me ha despertado pap. Tammis esboz una sonrisa cansada y permiti que su hija se aupara hasta su regazo. --No volver a dormirse hasta que Faralyn haya terminado --le dijo a Clannia--. Deja que la sostenga un momento. La veo tan poco, y crece igual que la mala hierba. --Propin un carioso pellizco en la mejilla a su hija, que solt una risita--. Si el orco se muere, repercutir en perjuicio de todos nosotros. Taretha frunci el ceo. La respuesta era obvia. --Pap, si es un beb, por qu intentis que coma carne? Ambos adultos la miraron, atnitos. --Qu quieres decir, pequea? --pregunt Tammis, con un hilo de voz. Taretha seal a su hermano lactante. --Los bebs beben leche, igual que Faralyn. Si la madre de este orco est muerta, ya no puede beber su leche.

Tammis continu mirndola, hasta que una sonrisa comenz a extenderse despacio sobre su rostro agotado. --Qu cosas tienen estos crios --susurr, antes de abrazar a su hija con tanta fuerza que la muchacha comenz a revolverse a modo de protesta. --Tammis... --La voz de Clannia era tirante. --Querida. --Sostuvo a Taretha con un brazo y extendi el otro por encima de la mesa, hacia su esposa--. Tari tiene razn. Por brbaras que sean sus costumbres, tambin los orcos amamantan a sus bebs, igual que nosotros. Suponemos que la cra de orco no debe de contar ms que con unos pocos meses de edad. No es de extraar que no pueda comer carne todava. Ni siquiera tiene dientes. --Vacil, pero Clannia palideci, como si supiera qu iba a decir a continuacin. --No querrs que... no me irs a pedir que... --Piensa en lo que significara para nuestra familia! --exclam Tammis--, Hace diez aos que sirvo a Blackmoore. Es la primera vez que algo suscita su inters de este modo. Si ese orco sobrevive gracias a nosotros, no nos faltar de nada! --No... no puedo --tartamude Clannia. --No puede qu? --quiso saber Taretha, pero ambos la ignoraron. --Por favor --rog Tammis--. Si slo ser durante una temporada. --Son monstruos, Tam! --grit Clannia--. Monstruos, y t... t quieres que yo... --Se cubri el rostro con una mano y comenz a sollozar. El beb sigui laclando, imperturbable. --Pap, por qu llora mam? --pregunt Taretha, ansiosa. --Pero si no lloro --repuso Clannia, con voz pastosa. Se enjug el rostro mojado y se oblig a sonrer--. Ves, cario? No pasa nada. --Mir a Tammis, y trag saliva con dificultad--. Es slo que tu pap necesita que yo haga una cosa, eso es todo. *** Cuando Blackmoore supo que la esposa de su ayudante personal haba accedido a amamantar al beb orco moribundo, la familia Foxton recibi muchos regalos. Ricas telas, las frutas ms frescas y las carnes ms selectas, las mejores velas de cera de abeja... todo esto y ms comenz a aparecer con regularidad ante la puerta de la pequea estancia que constitua el hogar de la familia.

Esa habitacin no tard en ser sustituida por otra, y aun por aposentos ms espaciosos. Tammis Foxton recibi su propio caballo, una yegua baya encantadora a la que llam Doncella de Fuego. Clannia, a la que ya se referan como a la seora Foxton, dej de servir en la cocina, pero dedicaba todo su tiempo a sus hijos y a atender a las necesidades de lo que Blackmoore llamaba su "proyecto especial". Taretha se cubra con bonitos vestidos e incluso dispona de un tutor, un hombre tan quisquilloso como amable que responda al nombre de Jaramin Skisson, que haba recibido el encargo de ensearle a leer y a escribir, como a una dama. Pero no le estaba permitido hablar de la pequea criatura que vivi con ellos durante todo un ao y que, cuando Faralyn muri por culpa de las fiebres, se haba convertido en el nico beb de la familia Foxton. Cuando Thrall hubo aprendido a beber una repugnante combinacin de sangre, leche de vaca y papilla con sus propias manos, tres guardias armados vinieron y se lo quitaron a Taretha de los brazos. La muchacha llor y protest, y recibi una severa azotaina por sus lamentos. Su padre la abraz y la apacigu, mientras besaba la plida mejilla, all donde resultaba visible la impronta roja de unos dedos. La joven se tranquiliz, al cabo; como la nia obediente que quera parecer, accedi a no volver a mencionar a Thrall, salvo en los trminos ms indiferentes. Pero se jur que jams olvidara a aquella extraa criatura que haba sido casi como un hermano pequeo para ella. Nunca. *** --No, no. As. --Jaramin Skisson se coloc junto a su pupilo--. Sostnlo as, con los dedos aqu... y aqu. Ah, eso est mejor. Ahora haz este movimiento... como una serpiente. --Qu es una serpiente? --pregunt Thrall. Slo contaba seis aos de edad, pero ya era casi tan grande como su tutor. Sus torpes manazas no conseguan asir el delicado y fino estilo con propiedad, y la tablilla de arcilla se le escurra sin cesar. Pero era tozudo, y estaba decidido a dominar esa letra que Jaramin llamaba "ese". Jaramin parpade tras sus enormes lentes. --Ah, claro --dijo, ms para s que para Thrall--. Una serpiente es un reptil sin patas. Se parece a esta letra.

Thrall se entusiasm al caer en la cuenta. --Como un gusano. --A menudo tomaba como piscolabis a esas pequeas golosinas que se abran paso hasta su celda. --S, se parece a un gusano. Intntalo de nuevo, esta vez t solo. Thrall sac la lengua y compuso un gesto de concentracin. Una forma trmula apareci sobre la arcilla, y supo que en ella se poda reconocer una "ese". Orgulloso de s mismo, se la mostr a Jaramin. --Muy bien, Thrall! Creo que ya va siendo hora de que empiece a ensearte los nmeros. --Pero antes, es hora de aprender a pelear, eh, Thrall? Thrall levant la cabeza para ver la esbelta figura de su seor, el teniente Blackmoore, de pie en el vano de la puerta. Entr. Thrall oy cmo se cerraba el cerrojo al otro lado de la puerta. Nunca haba intentado huir, pero pareca que los guardias esperaban que lo hiciera en cualquier momento. De inmediato, Thrall se postr como le haba enseado Blackmoore. Una cariosa palmadita en la cabeza le indic que tena permiso para levantarse. Se incorpor con dificultad, sintindose de repente ms grande y torpe que de costumbre. Mantuvo la mirada fija en las botas de Blackmoore, a la espera de lo que fuese que le tuviera reservado su seor. --Qu tal va con las clases? --le pregunt Blackmoore a Jaramin, como si Thrall no estuviera delante. --Muy bien. No saba que los orcos pudieran ser tan inteligentes, pero... --No es inteligente porque sea un orco --interrumpi Blackmoore, con un tono de voz tan agudo que Thrall se encogi--. Es inteligente porque los humanos le hemos enseado a serlo. Que no se te olvide, Jaramin. --Las botas se giraron en direccin a Thrall--. Y a ti, que tampoco se te olvide. Thrall mene la cabeza, con violencia. --Mrame, Thrall. Thrall vacil, antes de elevar su mirada azul. Los ojos de Blackmoore se clavaron en los del orco. --Sabes lo que significa tu nombre? --No, seor. --Su voz reson tosca y profunda, incluso a sus propios odos, comparada con la armona musical de las voces humanas. --Significa "esclavo". Significa que me perteneces. --Blackmoore

avanz un paso y clav un ndice tieso en el torso del orco--. Significa que soy tu propietario. Lo entiendes? Por un momento, Thrall se qued tan perplejo que no atin a responder. Su nombre significaba esclavo? Sonaba tan agradable cuando lo pronunciaban los humanos que haba pensado que deba de ser un buen nombre, un nombre digno. La mano enguantada de Blackmoore salt para abofetear a Thrall. Aunque el teniente haba impulsado el brazo con vigor, la piel de Thrall era tan gruesa y tan dura que el orco apenas sinti el golpe. A pesar de todo, se sinti dolido. Su seor le haba pegado! Con una manaza se acarici la mejilla; las negras uas estaban recortadas. --Responde cuando te hablen --espet Blackmoore--. Entiendes lo que acabo de decir? --S, maese Blackmoore --repuso Thrall; su profundo vozarrn era apenas un susurro. --Excelente. --El rostro furibundo de Blackmoore se relaj hasta ofrecer una sonrisa de aprobacin. Sus dientes resaltaban blancos contra el marco negro de su perilla. As de repente, todo volva a estar en orden. Thrall se sinti inundado de alivio. Sus labios se curvaron para aproximarse todo lo que les era posible a la sonrisa de Blackmoore--. No hagas eso, Thrall. Pareces ms feo de lo que ya eres. De golpe y porrazo, la sonrisa del orco se desvaneci. --Teniente --intervino Jaramin, en voz baja--, tan slo intenta imitar vuestra sonrisa, eso es todo. --Bueno, pues no debera. Los humanos sonren. Los orcos, no. Has dicho que iba bien con las lecciones, verdad? As pues, ya sabe leer y escribir? --Lee a un nivel bastante avanzado. En lo que se refiere a escribir, s que sabe, pero esos dedos tan gruesos se las ven y se las desean con algunos caracteres. --Excelente --repiti Blackmoore--. En tal caso, ya no necesitamos ms tus servicios. Thrall inspir una rpida bocanada y mir a Jaramin. El anciano pareca tan sorprendido como l por aquella declaracin. --Todava desconoce muchas cosas, seor --balbuci Jaramin--. Sabe muy poco acerca de los nmeros, de la historia, del arte... --No hace falta que sea un historiador, y yo mismo sabr ocuparme de que aprenda lo que necesite sobre los nmeros. Para qu necesita saber nada de arte un esclavo, eh? Supongo que a ti

eso te parecer una prdida de tiempo, eh, Thrall? Thrall pens por un instante en aquella vez que Jaramin haba trado consigo una pequea estatua y le haba explicado cmo estaba tallada; record la conversacin que haban tenido acerca del tejido de sus paales, de brillantes colores azules y blancos. Jaramin haba dicho que aquello era "arte", y Thrall se haba mostrado entusiasmado por aprender ms acerca de la confeccin de cosas tan hermosas. --Los deseos de mi seor son rdenes para Thrall --respondi, obediente, ocultando los sentimientos de su corazn. --Exacto. No te hace falta saber nada de eso, Thrall. Lo que tienes que hacer es aprender a pelear. --Con un afecto inusitado, Blackmoore extendi el brazo y apoy una mano sobre el enorme hombro de Thrall. El orco se encogi y mir a su seor--. Quera que aprendieras a leer y a escribir porque tal vez algn da te confiera ventaja sobre tu oponente. Yo me ocupar de que domines todas las armas que conozco. Voy a ensearte lo que es la estrategia, Thrall, y la picarda. Sers famoso en la arena de los gladiadores. Miles de voces corearn tu nombre cuando aparezca. Qu tal suena eso, eh? Thrall vio cmo Jaramin se daba la vuelta y comenzaba a recoger sus brtulos. Sinti un dolor extrao al ver cmo desaparecan el estilo y la tablilla de arcilla dentro de la bolsa de Jaramin, por ltima vez. Con un rpido vistazo por encima del hombro, Jaramin lleg hasta la puerta y llam con los nudillos. Le abrieron. Sali, y la puerta volvi a quedar cerrada y trancada. Blackmoore aguardaba la respuesta de Thrall. El orco aprenda deprisa, y no quera que volvieran a golpearlo por no contestar a tiempo. Tras obligarse a infundir a sus palabras una certeza que no senta, le dijo a su seor: --Suena emocionante. Me alegro de que mi seor desee que siga ese camino. *** Por primera vez desde que tena uso de razn, Thrall el orco sali de su celda. Observaba maravillado mientras recorra varios y sinuosos pasillos de piedra, precedido de dos guardias, con otros dos a su espalda, y con Blackmoore caminando a la par de l. Ascendieron unas escaleras, cruzaron un pasadizo y bajaron por una

escalera de caracol, tan estrecha que pareca que se cerniera sobre Thrall. Al frente se apreciaba una claridad que le hizo entornar los ojos. Se acercaban a la luz, y el temor a lo desconocido comenz a hacer mella en l. Cuando los guardias que tena delante traspusieron la luz para adentrarse en la misma, Thrall se qued de piedra. El suelo que tena delante era amarillo y marrn, no de piedra gris, que era a lo que estaba acostumbrado. Unas cosas negras que se parecan a los guardias yacan en el suelo y seguan todos sus movimientos. --Qu haces? --espet Blackmoore--. Sal. Cualquier otro prisionero dara el brazo derecho por poder ver la luz del sol. Thrall saba lo que era eso. "La luz del sol" era lo que entraba en su celda a travs de pequeas rendijas. Pero haba tanta luz del sol ah fuera! Y, qu haba de esas cosas negras? Qu eran? Thrall seal a las figuras negras con forma de hombre que haba en el suelo. Para su vergenza, todos los guardias empezaron a rerse. A uno de ellos incluso le corran lgrimas por el rostro. Blackmoore enrojeci. --Idiota, eso no es ms que... Por la Luz, me habr hecho de un orco que tiene miedo de su propia sombra? --A un gesto suyo, uno de los guardias clav la punta de su lanza en la espalda de Thrall. Aunque su piel, gruesa de por s, lo protega, el empujn azuz a Thrall a seguir adelante. Le escocan los ojos, y alz las manos para taprselos. Aun as, el calor de la... luz del sol... sobre su cabeza y su espalda era agradable. Poco a poco, baj las manos y parpade, permitiendo que sus ojos se acostumbraran a la luz. Algo verde y enorme se cerni ante l. Por instinto, se irgui cuan alto era y profiri un rugido. Los guardias volvieron a soltar la risa pero, en esta ocasin, Blackmoore asinti complacido por la reaccin de Thrall. --Eso es un luchador de mentirijillas. Est fabricado con arpillera, relleno y pintura, Thrall. Es un troll. Thrall volvi a sentirse abochornado. Ahora que lo vea ms de cerca, se daba cuenta de que aquello no era un ser vivo. El pelele tena paja en vez de pelo, y las puntadas que lo mantenan unido resultaban visibles. --Los trolls se parecen a eso? Blackmoore sofoc una risita. --Un poco. Lo que prima no es el realismo, sino el

entrenamiento. Observa. Extendi un brazo y uno de los guardias deposit algo en su guante. --Esto es una espada de madera --explic Blackmoore--. Una espada es un arma, y las de madera se emplean en los ejercicios. Cuando hayas practicado lo suficiente, pasaremos a las de verdad. Blackmoore sostuvo la espada con ambas manos. Se afianz en el suelo y corri hacia el troll de entrenamiento. Consigui golpearlo tres veces; una en la cabeza, otra en el tronco y otra en el brazo que sostena un arma de trapo, sin detenerse. Con la respiracin apenas entrecortada, se dio la vuelta y regres al trote. --Ahora, intntalo t. Thrall tendi la mano hacia el arma. Sus gruesos dedos se cerraron en torno a la empuadura. Encajaba en su palma mucho mejor que el estilo. Tambin se senta ms a gusto con ella, como si le resultara familiar. Afianz su presa e intent repetir lo que haba visto que haca Blackmoore. --Muy bien --dijo Blackmoore. Dirigindose a uno de los guardias, aadi:-- Fjate, has visto eso? Lo lleva en la sangre. Ya lo saba yo. Ahora, Thrall... ataca! Thrall gir en redondo. Por primera vez en su vida, su cuerpo pareca ansioso por hacer lo que le pedan. Levant la espada y, para su sorpresa, un rugido brot de su garganta. Sus piernas comenzaron a impulsarlo casi como si estuvieran dotadas de vida propia, conducindolo hacia el troll a gran velocidad. Alz la espada (ah, qu fcil era), y la baj trazando un veloz arco en direccin al tronco del pelele. Se escuch un tremendo estrpito y el troll sali volando por los aires. Temiendo que hubiese cometido alguna equivocacin, la gracia de Thrall se torn de nuevo torpeza y se le enredaron los pies. Se cay de bruces y sinti que la espada de madera se parta bajo su cuerpo. Se puso de pie con esfuerzo y se postr, seguro de que iba a recibir un terrible castigo. Haba roto el troll de mentira y haba destruido la espada de prcticas. Era tan grande, tan torpe...! El aire se llen de sonoros vtores. Aparte de Jaramin, los silenciosos guardias y las ocasionales visitas de Blackmoore, Thrall no se haba relacionado mucho con los humanos. Nadie le haba enseado a discernir los matices de sus onomatopeyas, pero tena la extraa sospecha de que aquel sonido no indicaba ira. Con cautela,

levant la vista. Blackmoore ostentaba una enorme sonrisa, al igual que los guardias. Uno de ellos bata las palmas para crear estruendosos chasquidos. Cuando repar en Thrall, la sonrisa de Blackmoore se ensanch an ms. --No os haba dicho que superara todas las expectativas? Bien hecho, Thrall! Bien hecho! Thrall parpade, inseguro. --No he... no lo he hecho mal? El troll y la espada... se han roto. --Y tanto que se han roto! La primera vez que empuas una espada y el troll sale volando por el patio! --La exaltacin de Blackmoore se fue apaciguando; rode al joven orco con el brazo, en ademn de compaerismo. Thrall se tens al principio, luego se relaj--. Imagnate que estuvieras en la arena de los gladiadores. Imagnate que ese troll fuera real, que tu espada fuese autntica. Y supon que la primera vez que cargases, lo golpearas con tanta fuerza que lo enviaras igual de lejos. No te das cuenta de que eso es bueno, Thrall? El orco supuso que deba de serlo. Sus enormes labios queran tensarse sobre sus dientes para sonrer, pero contuvo el impulso. Blackmoore nunca se haba mostrado tan satisfecho con l, tan amable, y no quera hacer nada que empaara ese momento. Blackmoore le propin un apretn en el hombro, antes de volverse hacia sus hombres. --T! --le grit a un guardia--. Vuelve a clavar el troll en la estaca, y asegrate de afianzarlo de modo que resista las poderosas estocadas de mi Thrall. T, consgueme otra espada de madera. Demonios, trae cinco. Seguro que las rompe todas! Por el rabillo del ojo, Thrall not movimiento. Se gir y vio a un hombre alto y cimbreo de pelo rizado, vestido de rojo oscuro, negro y oro, lo que lo sealaba como uno de los sirvientes de Blackmoore. Junto a l haba un pequeo ser humano de brillante pelo amarillo. No se parecan en absoluto a los guardias que conoca. Se pregunt si eso sera un nio humano. Pareca ms blando, y sus ropas no eran los pantalones y las tnicas con las que se cubran los dems, sino un traje largo y vaporoso que acariciaba el polvo del suelo. As pues, sera una cra hembra? Sus ojos se encontraron con los azules de la nia. sta no pareca asustada en absoluto por su fea apariencia. Al contrario, le

sostuvo la mirada y, ante sus ojos, le dedic una radiante sonrisa y le salud con la mano, como si se alegrara de verlo. Cmo poda ser eso? Mientras Thrall se quedaba parado, intentando encontrar la respuesta adecuada, el macho que la acompaaba cogi a la hembra por el hombro y se la llev de all. Thrall, preguntndose an qu acababa de ocurrir, se volvi hacia los hombres que seguan vitoreando y cerr su mano, verde y enorme, en torno a otra espada de madera.

_____ 3 _____ No tard en establecerse una rutina; una rutina que Thrall seguira durante varios aos. Coma al amanecer, le colocaban unos grilletes en torno a las muecas y los tobillos, sala al patio de Durnholde y se entrenaba. Al principio, era Blackmoore en persona el encargado de supervisar los ejercicios, ensendole los movimientos bsicos y ensalzndolo con efusividad. En ocasiones, no obstante, el humor de Blackmoore se agriaba y Thrall no consegua hacer nada para agradarle. En esas ocasiones, la lengua del noble pareca algo lenta, sus movimientos torpes, y despotricaba contra el orco sin razn aparente. Thrall lleg a aceptar el hecho de que no era digno. Si Blackmoore le amonestaba, sera porque se lo mereca; cualquier halago se deba tan slo a la magnanimidad de su seor. Transcurridos algunos meses, hizo su aparicin otro hombre y Thrall dej de ver a Blackmoore con regularidad. Este hombre, al que Thrall slo conoca por el sobrenombre de sargento, era enorme para los estndares humanos. Sobrepasaba el metro ochenta de altura, y su poderoso torso estaba cubierto de rizos rojos. El pelo de su cabeza tambin era anaranjado, y su enmaraadas greas encontraban su igual en la larga barba. Llevaba una bufanda negra anudada alrededor del cuello, y en una oreja exhiba un gran aro. La primera vez que haba acudido para dirigirse a Thrall y a los dems luchadores que se entrenaban junto a l, les haba dedicado a todos una penetrante mirada y haba propuesto su reto a voces. --Veis esto? --Seal con un dedo achatado el reluciente aro de su oreja--. No me lo he quitado en trece aos. He entrenado a

miles de reclutas como vosotros, cachorros, y a todos los grupos les he dicho lo mismo: quitadme este pendiente de la oreja y dejar que me apaleis a placer. --Sonri, mostrando varios huecos en su dentadura--. A lo mejor ahora no os lo parece, pero para cuando haya terminado con vosotros, venderais a vuestra propia madre con tal de tener una ocasin de ponerme la mano encima. Si alguna vez fuese tan lento que no consiguiera zafarme del ataque de cualquiera de vosotros, damiselas, merecera que me arrancaran la oreja de cuajo y que me obligaran a tragarme los dientes que me quedan. Haba estado pasendose despacio ante la hilera de hombres, y se detuvo de pronto enfrente de Thrall. --Aplcate el cuento, duende superdesarrollado --rugi el sargento. Thrall agach la cabeza, confuso. Le haban enseado que nunca, nunca, deba levantar la mano contra los humanos. Aun as, pareca que iba a tener que luchar con ellos. Ni se le ocurrira intentar quitar el pendiente del lbulo del sargento. Una mano enorme agarr la barbilla de Thrall y le levant la cabeza de golpe. --Mrame cuando te hable, entendido? Thrall asinti, patidifuso. Blackmoore nunca quera que lo mirara a los ojos. Ese hombre acababa de ordenarle que s lo hiciera. A quin se supona que deba obedecer? El sargento los dividi en parejas. Su nmero era impar, y Thrall termin por quedarse solo. El sargento se plant ante l y le lanz una espada de madera. Por instinto, Thrall la cogi. El sargento solt un gruido de aprobacin. --Buena coordinacin de movimientos. --Al igual que los dems hombres, portaba un escudo y se cubra con una pesada armadura almohadillada que le protega la cabeza y el cuerpo. Thrall no llevaba ninguna. Su piel era tan resistente que apenas senta los golpes, y creca tan deprisa que cualquier atuendo o armadura que confeccionaran a su medida se quedaba pequeo enseguida--. A ver cmo te defiendes! --Sin ms aviso, el sargento carg contra Thrall. Por una fraccin de segundo, Thrall se encogi ante el ataque. Luego, algo en su interior pareci encajar en su sitio. Dej de moverse con miedo y confusin, y gan una posicin de confianza. Se enderez, cuan alto era, y se dio cuenta de que creca tan deprisa que era ms alto incluso que su oponente. Levant el brazo

izquierdo, que saba que algn da sostendra un escudo ms pesado que un humano, para protegerse de la espada de madera, y descarg su propia arma en un veloz arco. Si el sargento no hubiera reaccionado a una velocidad sorprendente, la espada de Thrall se habra incrustado en su yelmo. Incluso con esa proteccin, Thrall saba que el poder que impulsaba su estocada probablemente habra matado al sargento. Pero el sargento era gil, y su escudo detuvo el mortfero ataque de Thrall. El orco gru, sorprendido, cuando el sargento logr atizarle el abdomen desnudo. Se tambale, perdido el equilibrio. El sargento aprovech la abertura y presion, descargando tres rpidos golpes que habran terminado con la vida de cualquier hombre sin armadura. Thrall recuper el equilibrio y sinti que se apoderaba de l un impulso ferviente y desconocido. Toda su frustracin y su indefensin se desvanecieron, suplantadas por un objetivo letal: Matar al sargento. Profiri un grito sobrecogedor, el poder de su voz lo sobresalt incluso a l, y arremeti. Levant el arma y golpe, la levant y golpe, descargando una lluvia de golpes sobre el hombretn. El sargento intent retirarse y su bota patin sobre una piedra. Se cay de espaldas. Thrall volvi a soltar un alarido, conforme el deseo de reducir a pulpa la cabeza del sargento lo empapaba igual que una ola de fuego. El sargento consigui colocar la espada ante l y desvi la mayora de los golpes, pero Thrall ya lo haba inmovilizado entre sus poderosas piernas. Tir la espada a un lado y extendi las enormes manos. Si pudiera rodear con ellas el cuello de Blackmoore... Aturdido por la imagen que se haba formado en su mente, Thrall se qued helado, con los dedos a escasos centmetros de la garganta del sargento. Se protega con un collar, s, pero los dedos de Thrall eran poderosos. Si hubiera conseguido cerrar su presa... En ese momento, se le echaron encima varios hombres a la vez, imprecndole y apartndolo de la figura rendida del instructor marcial. Ahora era Thrall el que se encontraba tendido de espaldas, con los poderosos brazos levantados para zafarse de los golpes de varias espadas. Oy un extrao sonido, un taido, y vio algo metlico que atrapaba la brillante luz del sol. --Basta! --grit el sargento. Su voz segua siendo tan sobrecogedora e imperiosa como si no se hubiera encontrado a escasos centmetros de la muerte--. Maldita sea, detente o te corto

ese condenado brazo! Guarda la espada enseguida, Maridan! Thrall oy un siseo. Un par de fuertes brazos lo asieron y lo levantaron. Mir al sargento. Para su sorpresa, el sargento solt una sonora risotada y dio una palmada en el hombro del orco. --Buen trabajo, gan. Es lo ms cerca que ha estado nadie de quitarme el pendiente... y en el primer combate, adems. Eres un guerrero nato, pero se te olvid cul era el objetivo, no es as? -Seal el aro de oro--. ste era el objetivo, no exprimirme como a una naranja. Thrall pugn por hablar. --Lo siento, sargento. No s lo que ha ocurrido. Usted me atac, y entonces... --A punto estuvo de mencionar la breve imagen de Blackmoore. Por si no fuera poco que hubiese perdido la cabeza. --A algunos enemigos querrs someterlos a lo que acabas de hacer --dijo el sargento, sorprendindole--. Buena tctica. Pero a algunos oponentes, como a todos los humanos con los que te vas a enfrentar, querrs derribarlos y nada ms. Ah se acaba. La sed de sangre tal vez te salve la vida en una batalla real pero, para los combates de gladiadores, te har falta tener ms de aqu --se toc la sien con un dedo--, que de aqu --se palme el estmago--. Quiero que leas algunos libros sobre estrategia. Sabes leer, no? --Un poco --consigui articular Thrall. --Tienes que aprender la historia de las campaas blicas. Todos estos cachorros la conocen --indic a los dems soldados con un gesto--. Durante una temporada, sa ser su ventaja. --Se gir para fulminarlos con la mirada--. Pero slo durante una temporada, gaanes. ste tiene fuerza y coraje, y todava es un beb. Los hombres miraron a Thrall con hostilidad. El orco sinti una sbita calidez, una dicha desconocida hasta ese momento. Haba estado a punto de matar a ese hombre, pero no se haba merecido una reprimenda por ello. En vez de eso, le haban dicho que tena que aprender, que mejorar, para saber cundo poda ir a matar y cundo poda mostrar... qu? Cmo se llamaba cuando uno le perdonaba la vida a un oponente? --Sargento --comenz, preguntndose si sera castigado por formular esa pregunta--, a veces... usted ha dicho que a veces no se debe matar. Por qu no? El sargento lo mir, imperturbable. --Se llama clemencia, Thrall. Tambin aprenders lo que

significa eso. Clemencia. Para sus adentros, Thrall envolvi la palabra con su lengua. Era una palabra dulce. *** --Permiti que le hiciera eso? --Aunque se supona que Tammis no debera atender a esa conversacin personal entre su seor y el hombre que haba contratado para entrenar a Thrall, la estridente voz de Blackmoore atravesaba las paredes. Tammis dej de limpiar el barro de las botas de Blackmoore y aguz el odo. Para l, eso no era espiar. Lo consideraba un mtodo fundamental para proteger el bienestar de su familia. --Fue un buen movimiento marcial --replic el sargento, sin que pareciera que estuviese a la defensiva--. Lo he tratado del mismo modo que habra hecho con cualquier otro hombre. --Pero es que Thrall no es un hombre, es un orco! O no se ha dado usted cuenta? --S, desde luego --repuso el sargento. Tammis se coloc de manera que pudiera atisbar por la rendija de la puerta entreabierta. El sargento pareca fuera de lugar en el lujoso recibidor de Blackmoore--. Y no me corresponde a m preguntarle por qu quiere que reciba una formacin tan concienzuda. --En eso tiene razn. --Pero quiere que reciba una formacin concienzuda, y eso es exactamente lo que estoy haciendo. --Dejando que casi lo mate? --Alabando un buen movimiento, y ensendole cundo emplear la sed de sangre y cundo conservar la cabeza fra! --gru el sargento. Tammis contuvo una sonrisa. Resultaba evidente que al sargento le costaba lo suyo mantener su cabeza fra--. Pero se no es el motivo de mi visita. Tengo entendido que usted le ense a leer. Quiero que eche un vistazo a algunos libros. Tammis contuvo el aliento. --Cmo? --exclam Blackmoore. Tammis se haba olvidado por completo de su faena. Espiaba por la rendija de la puerta, con el cepillo en una mano y una bota cubierta de barro en la otra, escuchando con atencin. Cuando sinti el roce en el hombro, a punto estuvo de caerse del susto. Con el corazn desbocado, se volvi para ver a Taretha. La

muchacha le dedic una sonrisa traviesa; sus ojos azules fueron de su padre a la puerta. Saltaba a la vista que saba lo que estaba haciendo. Tammis se sinti abochornado, pero esa emocin sucumbi arrollada por el apasionado deseo de saber qu iba a ocurrir. Se llev un dedo a los labios y Taretha asinti, cmplice. --A ver, por qu le ense al orco a leer si no quera que lo hiciera? Blackmoore balbuci alguna incoherencia. --Tiene cabeza, por mucho que usted piense lo contrario, y si quiere que aprenda tal y como me pidi, tendr que permitir que aprenda tcticas de batalla, mapas, estrategias, tcnicas de sitio... El sargento se serva de los dedos para enumerar los objetivos, con indolencia. --Est bien! --explot Blackmoore--. Aunque supongo que vivir para arrepentirme de esto... --Se encamin a la pared cubierta de libros y seleccion unos cuantos--. Taretha! --aull. Los dos sirvientes Foxton, padre e hija, dieron un respingo. Taretha se apresur a plisarse el cabello, adopt una expresin complaciente y entr en la estancia. Hizo una reverencia. --S, seor? --Toma. --Blackmoore le alcanz los libros. Eran grandes y aparatosos, y le ocuparon los brazos. La muchacha lo mir por encima del ltimo, sobre el que slo asomaban sus ojos--. Quiero que se los lleves al guardia de Thrall para que se los d al orco. --S, seor --respondi Taretha, como si eso fuera algo que le pidieran todos los das, y no una de las rdenes ms sorprendentes que Tammis recordara haber odo de labios de su seor--. Pesan un poco, seor... le importa que vaya a mi cuarto y coja una bolsa? As ser ms fcil transportarlos. Ofreca el aspecto de la criada perfecta. Slo Tammis y Clannia conocan la mente y la lengua tan agudas que se ocultaba tras aquel engaoso semblante de dulzura. Blackmoore se apacigu un tanto y le dio unas palmaditas en su rubia cabeza. --Claro que no, nia. Pero no te entretengas, entendido? --Desde luego, seor. Gracias, seor. --Pareci que pensara en realizar otra reverencia, se lo pens mejor, y se march. Tammis cerr la puerta tras ella. Taretha se volvi hacia l, resplandecientes sus grandes ojos.

--Ay, pap! --exhal, en voz baja para que nadie ms la oyera--. Por fin voy a conseguir verlo! A Tammis se le encogi el corazn. Haba rezado para que a su hija se le hubiera pasado ese perturbador inters por el bienestar del orco. --No, Taretha. Vas a darle los libros a los guardias, eso es todo. El rostro de la muchacha evidenci su tristeza, antes de girarse. --Es que... desde que muri Faralyn... es el nico hermano que me queda. --No es tu hermano, sino un orco. Un animal, carne de campamento o de gladiador. Que no se te olvide. --Tammis aborreca desilusionar a su hija, pero lo haca por su propio bien. Nadie deba reparar en el inters que mostraba por Thrall. Eso no acarreara ms que desgracias si Blackmoore llegara a enterarse. *** Thrall dorma profundamente, agotado por el ajetreo del da de entrenamiento, cuando la puerta de la celda se abri de golpe. Parpade sooliento, antes de ponerse de pie cuando uno de los guardias entr acarreando una gran bolsa. --El teniente dice que esto es para ti. Quiere que hables con l cuando acabes. --Haba una nota de desdn en la voz del guardia, pero Thrall no le prest atencin. Los guardias siempre se dirigan a l con desprecio. La puerta se cerr y qued trancada. Thrall mir la bolsa. Con una delicadeza impropia de su enorme corpachn, desat el nudo y meti la mano. Sus dedos se cerraron en torno a algo firme y rectangular, suave al tacto. No poda ser. Recordaba esa sensacin... Sin atreverse apenas a soar, lo sac a la tenue luz de su celda y lo observ. S que lo era, en efecto, un libro. Ley el ttulo, en voz alta: "La historia de la alianza de Lor-lordaeron ". Con avidez, cogi otro libro, y un tercero. Todos ellos versaban sobre historia militar. Cuando hoje uno, algo se cay al suelo cubierto de paja de su celda. Era un trozo de pergamino, pequeo y doblado con esmero. Curioso, lo despleg, tomndose su tiempo con sus enormes dedos. Era una nota. Movi los labios, pero ley para s: Querido Thrall,

Maese B. ha ordenado que tengas estos libros y me hace mucha ilusin por ti. No saba que te hubiese dejado aprender a leer. A m tambin me dej, y me encanta. Te echo de menos y espero que ests bien. Me parece que lo que te obligan a hacer en el patio debe de doler, espero que no lo pases mal. Me gustara seguir hablando contigo, quieres? Si es que s, escrbeme una nota en la otra cara del papel y dblala y ponla en el mismo libro en que la guard yo. Procurar ir a verte, si no, bscame. Soy la nia que te salud con la mano. Espero que me escribas!!!!! Con cario, Taretha P.D.: No le hables a nadie de esta nota o nos meteremos en PROBLEMAS!!! Thrall se sent de golpe. No daba crdito a lo que acababa de leer. Se acordaba de la pequea hembra, y se haba preguntado por qu le habra saludado con la mano. Estaba claro que lo conoca... y que pensaba bien de l. Cmo poda ser eso? Quin era? Estir un ndice y se qued mirando la ua roma. Tendra que bastar. Un araazo estaba cicatrizando en su brazo izquierdo. Escarb todo lo que pudo, hasta que consigui reabrir la herida. Una espesa gota escarlata recompens sus esfuerzos. Empleando la ua a modo de estilo, escribi con cuidado una sola palabra en el dorso de la nota: SI.

_____ 4 _____ Thrall tena doce aos cuando vio a su primer orco. Se estaba entrenando en el exterior, en los campos de la fortaleza. Cuando hubo ganado su primera batalla a la tierna edad de los ocho aos, Blackmoore accedi a la peticin del sargento y le haba concedido ms libertad al orco; al menos, en lo referente al entrenamiento. An conservaba un grillete alrededor de un tobillo, sujeto a su vez a un inmenso peasco. Ni siquiera un orco con la

fuerza de Thrall sera capaz de huir con aquel peso aferrado a la pierna. Las cadenas eran gruesas y resistentes, difciles de romper. Despus del primer par de das, Thrall dej de prestarles atencin. La cadena era larga y le confera libertad de movimientos. Ni siquiera se le haba pasado por la cabeza la idea de escaparse. Era Thrall, el esclavo. Blackmoore era su seor, el sargento era su instructor, Taretha era su amiga secreta. Todo estaba en su sitio. Thrall se arrepenta de no haber trabado amistad con ninguno de sus compaeros de formacin. Todos los aos haba un grupo nuevo, todos ellos cortados por el mismo patrn: jvenes, impetuosos, despectivos, y algo asustados del gigantesco ser verde con el que se supona que deban entrenar. Slo el sargento le dedicaba algn que otro halago; slo el sargento intervena cuando se metan con Thrall. En ocasiones, Thrall deseaba poder defenderse, pero tena muy presente el concepto de la lucha honorable. Aunque aquellos hombres lo consideraban su enemigo, l saba que no lo eran, y matarlos o malherirlos sera una equivocacin. Thrall tena buen odo y siempre prestaba atencin a los chismorreos de los hombres. Dado que para ellos l era un bruto irracional, no se mordan la lengua cuando lo tenan delante. Quin se preocupaba de medir sus palabras cuando el nico testigo era un animal? Fue as como Thrall supo que los orcos, otrora el enemigo a temer, se estaban debilitando. Era cada vez mayor el nmero de ellos que era atrapado y hacinado en algo llamado "campos de internamiento". Durnholde era la base, y todos los encargados de esos campos se encontraban all en esos momentos, mientras sus subalternos se ocupaban de controlar la rutina diaria de los campos. Blackmoore era el lder de todos ellos. Seguan producindose escaramuzas, pero cada vez con menos frecuencia. Algunos de los hombres qu acudan a los entrenamientos nunca haban visto pelear a un orco hasta que se encontraron con Thrall. Con el paso de los aos, el sargento le haba enseado las argucias del combate cuerpo a cuerpo. Thrall estaba versado en todas las armas que se empleaban en las peleas: espada, sable, lanza, mangual, pual, flagelo, red, hacha, garrote y alabarda; se supona que, cuanta menos proteccin llevaran los combatientes, ms emocionante sera para la multitud de espectadores. Se encontraba en el centro de un grupo de pupilos. La posicin le resultaba conocida; estaba pensada para que redundara en

beneficio de los jvenes, ms que en el suyo. El sargento se refera a esta escena como al "cerco". Los pupilos eran (cmo no) humanos que se supona que haban tropezado con uno de los escasos orcos renegados que an quedaban, y que estaba decidido a no sucumbir sin plantar batalla. Thrall era (claro est) el orco desafiador. El propsito era que el grupo ideara al menos tres formas distintas de capturar o matar al "orco renegado". A Thrall no le haca demasiada gracia ese marco hipottico. Prefera los combates uno contra uno antes que convertirse en el objetivo de, en ocasiones, hasta una docena de hombres. El brillo en los ojos de los humanos ante la idea de luchar contra l y sus sonrisas siempre conseguan descorazonar a Thrall. La primera vez que el sargento haba dispuesto el escenario, a Thrall le haba costado trabajo reunir la resistencia necesaria para sacar algn provecho de ese entrenamiento. El sargento tuvo que llevrselo aparte y asegurarle que no pasaba nada por actuar. Los hombres disponan de armaduras y de armas reales; l slo tena una espada de madera. No era probable que Thrall fuese a causar ningn dao permanente. As pues, ahora que ya haba repetido la misma rutina en numerosas ocasiones con el paso de los aos, Thrall se convirti de inmediato en una bestia rugiente y enfurecida. Las primeras veces le haba costado distinguir la fantasa de la realidad, pero mejor con la prctica. Nunca perda el control en ese escenario y, si las cosas se ponan feas de verdad, depositaba su vida en las manos del sargento. Avanzaron hacia l. Como era de predecir, haban elegido el asalto sin tapujos como la primera de sus tres tcticas. Dos tenan espadas, cuatro esgriman lanzas, y el resto blanda hachas. Uno de ellos salt hacia delante. Thrall par con rapidez, levantando su espada de madera con una velocidad asombrosa. Alz una pierna enorme y solt una patada, golpeando al atacante de pleno en el pecho. El joven sali disparado hacia atrs; no consegua ocultar el pasmo que senta. Se qued tendido en el suelo, respirando con dificultad. Thrall gir en redondo, anticipando el acercamiento de otros dos. Se le echaron encima con las lanzas por delante. Con la espada, apart a uno de su camino con la misma facilidad con que un humano espantara a un insecto. Con la mano libre, puesto que no dispona de escudo, agarr la lanza del segundo hombre, se la

arrebat y le dio la vuelta, de modo que la afilada punta qued apuntando al que fuera su propietario haca tan slo unos segundos. De haber sido sa una batalla real, Thrall saba que habra hundido la lanza en el cuerpo del hombre; pero se era slo un entrenamiento, y l mantena el control. Levant la lanza y a punto estaba de arrojarla lejos de s cuando un terrible sonido consigui que todo el mundo se detuviera en seco. Thrall se gir para ver una pequea carreta que se acercaba a la fortaleza por el estrecho y sinuoso sendero. Esto ocurra varias veces al da, y los pasajeros siempre eran los mismos: granjeros, comerciantes, nuevos reclutas, dignatarios de uno u otro jaez que venan de visita. Mas no en esta ocasin. Esta vez, los esforzados caballos tiraban de una carreta llena de monstruosas criaturas verdes. Estaban encerradas en una jaula de metal, y pareca que fueran encorvadas. Thrall vio que los seres estaban encadenados al suelo de la carreta. Eran tan grotescos que se sinti horrorizado. Eran enormes, deformes, exhiban unos caninos inmensos en lugar de dientes, sus ojos eran diminutos y feroces... La verdad cay sobre l como un mazazo. Eran orcos. Sus congneres. se era el aspecto que ofreca l a los ojos de los humanos. La espada de madera resbal entre unos dedos que haban perdido la sensibilidad. Soy horrendo. Soy aterrador. Soy un monstruo. No me extraa que me odien tanto. Una de las bestias se volvi y mir a Thrall directamente a los ojos. Quiso apartar la vista, pero no pudo. Sostuvo el escrutinio, respirando apenas. Ante sus ojos, el orco consigui liberarse, no se saba cmo. Con un alarido que ensordeci a Thrall, la criatura se abalanz sobre los barrotes de la jaula. Extendi las manos ensangrentadas a causa de la abrasin de los grilletes, agarr los barrotes y, ante los atnitos ojos de Thrall, los dobl lo suficiente para escurrir su enorme corpachn entre ellos. La carreta seguan avanzando, puesto que los caballos corran ahora aterrorizados. El orco se estrell con fuerza contra el suelo y rod varias veces pero, un latido ms tarde, ya se haba incorporado y corra hacia Thrall y los luchadores a una velocidad que no se corresponda con su tamao. Abri sus terribles fauces y profiri algo que parecan palabras: --Kagh! Bin mog g'thazag cha!

--Atacad, estpidos! --grit el sargento. Desprovisto de armadura, asi una espada y emprendi la carrera para abalanzarse sobre el orco. Los hombres entraron en accin y se apresuraron a acudir en ayuda de su sargento. El orco ni siquiera se molest en mirar al sargento a la cara. Proyect su mano izquierda, con el grillete an aferrado a la mueca, atiz al sargento de pleno en el pecho y lo envi lejos, volando por los aires. Sigui avanzando, implacable. Sus ojos no se apartaban de Thrall; volvi a gritar las palabras: --Kagh! Bin mog g'thazag cha! Thrall se estremeci, desembarazndose al fin del miedo, pero no saba qu hacer. Levant la espada de madera y adopt una pose defensiva, pero permaneci en el sitio. Aquella horripilante y fea cosa cargaba contra l. Sin duda, se trataba de un enemigo. Empero, era uno de los suyos, su misma carne y sangre. Un orco, del mismo modo que Thrall era un orco; no consegua decidirse a atacar. Ante los ojos de Thrall, los hombres cayeron sobre el orco y el imponente corpachn verde se dobleg bajo el centelleo de espadas, hachas y negras armaduras. La sangre comenz a extenderse bajo la montaa de hombres; cuando al fin todo hubo terminado, se apartaron para observar el amasijo verde y rojo que ocupaba el lugar en el que antes se alzara una criatura viva. El sargento se incorpor sobre un codo. --Thrall! --exclam--. Llevoslo a la celda, enseguida! *** --En el nombre de todo lo sagrado, qu es lo que habis hecho? --grit Blackmoore, que observaba atnito al sargento que se haba presentado ante l tan bien recomendado, y que se haba convertido en la persona que ms haba odiado en su vida--. Se supona que jams deba ver otro orco, hasta que... ahora lo sabe, maldita sea. En qu estabais pensando? El sargento se crisp ante el reproche. --Estaba pensando, seor, en que si no querais que Thrall viera a ningn otro orco, me lo podras haber dicho. Estaba pensando, seor, en que si no querais que Thrall viera a ningn otro orco podras haber dispuesto que las carretas que los transportan vinieran cuando Thrall estuviese en su celda. Estaba pensando, seor, en que...

--Basta! --aull Blackmoore. Inhal hondo y se recompuso--. El dao ya est hecho. Ahora tenemos que pensar en cmo repararlo. Su tono de voz ms calmado, consigui apaciguar tambin al sargento. Con menos beligerancia, el instructor pregunt: --As pues, Thrall no saba qu aspecto tena? --No. Nada de espejos. Nada de bacines de agua. Se le ha inculcado que los orcos son escoria, lo cual es cierto, desde luego, y que se le permite vivir tan slo porque me hace ganar dinero. Ambos hombres se sumieron en sus pensamientos. El sargento se rasc la barba roja, reflexionando, antes de volver a hablar. --As que ya lo sabe. Y qu? El que haya nacido orco no quiere decir que no pueda ser algo ms que eso. No tiene por qu ser un bruto irracional. No lo es, por cierto. Si le animarais a pensar en s mismo como en algo ms humano... La sugerencia del sargento enfureci a Blackmoore. --No lo es! --estall--. Es un bruto. No quiero que empiece a creerse que es poco menos que un humano enorme de piel verde! --Entonces, disculpe, seor --dijo el sargento, masticando las palabras--, pero, qu quiere que crea que es? Blackmoore no tena respuesta. No lo saba. No se haba parado a pensar en ello hasta ese da. Todo le haba parecido muy sencillo cuando se tropez con el beb orco. Cralo como a un esclavo, ensale a luchar, ponlo de parte de los humanos, colcalo al frente de un ejrcito de orcos derrotados y ataca a la Alianza. Con Thrall a la cabeza de un ejrcito orco revitalizado, comandando las cargas, Blackmoore obtendra un poder que superara sus fantasas ms exaltadas. Pero no estaba saliendo segn lo planeado. En el fondo, saba que el sargento tena razn en algunos aspectos. Thrall necesitaba aprender cmo pensaban y razonaban los humanos si quera servirse de ese conocimiento para gobernar a los bestiales orcos. Mas, si aprenda, no se rebelara? Thrall tena que estar atado en corto, para que no se le olvidara su llaneza. Tena que estarlo. Por la Luz, qu hacer? Cmo tratar a esa criatura a fin de conseguir al lder de guerra perfecto, sin permitir que nadie supiera que era algo ms que un campen gladiador? Respir hondo. No deba venirse abajo delante de ese sirviente. --Thrall necesita una gua, y nosotros debemos proporcionrsela --dijo, con una tranquilidad envidiable--. Ya ha aprendido lo suficiente entrenndose con los reclutas. Me parece que va siendo hora de que

lo releguemos exclusivamente al combate. --Seor, resulta muy til en los entrenamientos. --Ya casi hemos erradicado a los orcos --continu Blackmoore, pensando en los miles de orcos que se hacinaban en los campos--. Su lder, Martillo de Condena, ha huido. Su raza se encuentra dispersa. La paz se cierne sobre nosotros. Ya no hace falta que entrenemos a los reclutas para pelear con los orcos. Cualquier batalla en la que participen ser contra otros hombres, no contra monstruos. Maldicin. Haba estado a punto de hablar demasiado. Pareca que el sargento tambin haba reparado en el desliz, pero no reaccion. --Los hombres necesitan una va de escape para su sed de sangre en tiempos de paz. Confinemos a Thrall a las peleas de gladiadores. Nos llenar los bolsillos y aumentar nuestro honor. -Esboz una sonrisa aviesa--. An est por nacer el hombre capaz de plantar cara a un orco. *** El ascenso de Thrall en las filas de los gladiadores haba sido poco menos que fenomenal. Haba alcanzado su mxima altura siendo muy joven; conforme transcurran los aos, comenz a aadir corpulencia a su constitucin. Era el orco ms grande que haban visto muchos, o del que hubieran odo hablar. Era el seor de la arena, y todo el mundo lo saba. Cuando no estaba peleando, permaneca encerrado a solas en su celda, que pareca volverse cada vez ms pequea con cada da que pasaba, a despecho de que Blackmoore haba ordenado que lo trasladaran a una nueva. Thrall dispona ahora de una pequea zona cubierta para dormir, y otra mucho ms grande donde entrenar. Ese foso cubierto por una reja dispona de armas de mentira de todo tipo, as como del viejo amigo de Thrall, el maltrecho troll de paja con el que practicaba. Algunas noches, cuando no consegua dormir, se levantaba y descargaba las tensiones sobre el pelele. Eran los libros que le enviaba Taretha, con sus preciados mensajes e incluso una tablilla y un estilo, los que de verdad llenaban aquellas largas y solitarias horas. Haca tiempo que conversaban en secreto al menos una vez a la semana; Thrall se imaginaba el mundo como lo pintaba Tari: lleno de arte, de belleza y

de camaradera. Un mundo de manjares, lejos de la carne putrefacta y de las gachas. Un mundo en el que haba sitio para l. De vez en cuando, sus ojos reparaban en trozo de tela, cada vez ms rada, que ostentaba el smbolo de una cabeza de lobo blanco sobre fondo azul. Se apresuraba a apartar la mirada, pues no quera que su mente divagara por esos derroteros. De qu servira? Haba ledo suficientes libros (algunos de los cuales Blackmoore ni sospechaba siquiera que Tari se los hubiera entregado a Thrall) como para comprender que el pueblo orco viva en pequeos grupos, todos ellos con su propio smbolo distintivo. Qu podra hacer, decirle a Blackmoore que ya estaba cansado de ser un esclavo, hasta luego, por favor djame salir para que pueda ir a buscar a mi familia? Sin embargo, la idea le atraa. Su propia gente. Tari tena la suya, su familia, Tammis y Clannia Foxton. Era apreciada y querida. Se senta agradecido porque ella disfrutara de tanto afecto y apoyo, porque era gracias a ese entorno seguro que ella se haba sentido lo bastante generosa como para preocuparse por l. En ocasiones, se preguntaba qu pensaran de l los dems miembros de la familia Foxton. Tari ya no hablaba mucho de ellos. Le haba contado que su madre, Clannia, le haba dado de mamar de su propio pecho para salvarle la vida. Al principio, Thrall se haba sentido conmovido por ese gesto pero, cuando creci y supo ms cosas, entendi que Clannia no se haba visto impelida a amamantarlo por amor, sino por el deseo de merecerse el favor de Blackmoore. Blackmoore. Todos los caminos conducan a l. Tal vez se olvidara de que no era ms que una propiedad cuando escriba a Tari y cuando lea sus cartas, o cuando buscaba su cabello dorado en la grada durante los combates de gladiadores. Tambin poda sumergirse en la excitacin de lo que el sargento denominaba "sed de sangre". Pero esos momentos eran muy breves. Incluso cuando el propio Blackmoore acuda a visitar a Thrall para debatir sobre alguna estrategia militar que hubiera estudiado el orco, o para jugar a linces y liebres, no exista ningn vnculo, ninguna sensacin de familiaridad con ese hombre. Cuando Blackmoore se mostraba jovial, siempre mantena la aptitud de un hombre delante de un chiquillo. Cuando estaba irritable o furioso, lo que ocurra la mayora de las veces, Thrall se senta tan indefenso como un nio. Blackmoore poda ordenar que lo apalearan, o que no le dieran de comer, o que

lo quemaran, o que le pusieran los grilletes, o (el peor castigo de todos y que an, por suerte no se le haba ocurrido a Blackmoore) negarle el acceso a los libros. Saba que Tari no disfrutaba de una vida privilegiada, al contrario que Blackmoore. Ella era una criada, a su manera, estaba tan subyugada como el orco cuyo nombre significaba esclavo. Pero tena amigos, y nadie le escupa, y tena un hogar. Despacio, su mano se movi, como dotada de vida propia, hasta coger el paal azul. En ese momento, oy que se corran los cerrojos y se abra la puerta. Tir el trapo como si se tratara de algo sucio. --Vamos --dijo uno de los ariscos guardias. Le tendi los grilletes--. Es hora de pelear. He odo que hoy te han encontrado unos buenos oponentes. --Sonri sin ninguna gracia, enseando sus dientes sarrosos--. Maese Blackmoore est dispuesto a arrancarte la piel si no ganas.

_____ 5 _____ Haba transcurrido ms de una dcada desde que un tal teniente Blackmoore se encontrara a la vez con un orco hurfano y con la posible respuesta a sus plegarias. Haban sido aos felices y fructferos para el seor de Thrall, y para la humanidad en general. Aedelas Blackmoore, antes teniente, ahora teniente general, haba recibido algunas burlas a propsito de su "orco de compaa" cuando lo llev a Durnholde, sobre todo cuando pareca que el desventurado ser ni siquiera iba a sobrevivir. Gracias a la seora Foxton y a sus hinchadas ubres. Blackmoore no consegua concebir que una humana hubiera estado dispuesta a amamantar a un orco pero, aunque la oferta haba aumentado el desprecio que senta por su criado y su familia, tambin le haba sacado las castaas del fuego. A eso obedeca el hecho de que no hubiera escatimado en bagatelas ni alimento y de que hubiera proporcionado la educacin de su vstago, aun cuando se tratara de una nia. Era un da radiante, clido pero no en demasa. El tiempo perfecto para pelear. El toldo, brillante con sus colores rojos y

dorados, proporcionaba una agradable sombra. Pendones de todos los colores danzaban al son de la apacible brisa, y la msica y las risas flotaban hasta sus odos. El olor de la fruta madura, la carne fresca y el asado agasajaba su olfato. Todo el mundo estaba de buen humor. Al trmino de los combates, habra quien no se sintiera tan dichoso pero, en ese preciso instante, todos se sentan felices y cargados de anticipacin. Su joven protegido, lord Karramyn Langston, se encontraba tendido en una tumbona junto a l. Langston tena un lustroso cabello castao que haca juego con sus ojos oscuros, un cuerpo fuerte y gil, y una lnguida sonrisa. Tambin senta una devocin absoluta hacia Blackmoore, y era el nico ser humano al que ste haba hecho partcipe de sus planes. Aunque Langston era mucho ms joven que Blackmoore, comparta sus ideales y su falta de escrpulos. Formaban una buena pareja. El clido clima haba adormecido a Langston, que emita discretos ronquidos. Blackmoore se estir para coger otro pedazo de pollo a la brasa y una copa de vino tinto, rojo como la sangre que no tardara en derramarse sobre la arena, para ayudarse a trasegar la carne. La vida era buena y, con cada desafo que superaba Thrall, se volva an mejor. Despus de cada pelea, Blackmoore se marchaba con la bolsa llena. Su "orco de compaa", el que fuera el hazmerrer de la fortaleza, era ahora su orgullo. Cmo no, casi todos los rivales de Thrall eran meros humanos. Algunos de los humanos ms fuertes, astutos y desalmados, sin duda, pero humanos al fin y al cabo. Todos los gladiadores eran convictos brutales y endurecidos que esperaban salir de prisin obteniendo fama y dinero para sus patronos. Algunos lo conseguan, y se ganaban su libertad. La mayora iba a parar a otro tipo de crcel, con tapices en las paredes y mujeres en las camas, pero crcel a fin de cuentas. Pocos patronos estaban dispuestos a ver cmo se esfumaban sus ganancias en forma de hombres libres. Pero algunos de los adversarios de Thrall no eran humanos, y eso aada sal a las peleas. Las ambiciones de Blackmoore no se resentan por el hecho de que los orcos constituyeran una cuadrilla derrotada y maltrecha en lugar de la sobrecogedora y amedrentadora fuerza blica que constituyeran antao. Haca mucho tiempo que la guerra haba terminado, y los humanos haban obtenido la victoria decisiva. Ahora, el enemigo era conducido a campos de internamiento especiales casi

con la misma facilidad con que se guardaba el ganado en los establos tras un da en los prados. Campos, se ufan Blackmoore, de los que l estaba al mando. Al principio, su plan haba consistido en criar al orco para que fuese un esclavo leal y bien educado, adems de un guerrero sin par. Pensaba enviar a Thrall contra su propia gente, si es que "gente" era el trmino apropiado para aquellas bestias verdes sin cerebro y, cuando hubieran sido derrotados, utilizar a los clanes deshechos para sus propios propsitos. Pero la Horda haba sucumbido ante la Alianza sin que Thrall hubiese pisado un campo de batalla. Al principio, eso haba supuesto una decepcin para Blackmoore, pero luego se le ocurri otra manera de aprovechar a su orco mascota. Requera paciencia, algo de lo que Blackmoore no dispona en exceso, pero la recompensa sera mucho mayor de lo que hubiera podido imaginar. Las luchas internas eran intrnsecas a la Alianza. Los elfos se mofaban de los humanos, los humanos se burlaban de los enanos, y los enanos desconfiaban de los elfos. Un bonito tringulo de intolerancia y suspicacia. Se levant de su asiento para no perderse detalle de cmo Thrall derrotaba a uno de los hombres ms grandes y peor encarados que hubiese visto en su vida. Pero el guerrero humano no era rival para la imparable bestia verde. Estallaron los vtores y Blackmoore sonri. Hizo una sea a Tammis Foxton, y el sirviente se apresur a obedecer. --Mi seor? --Cunto llevamos hoy? --Blackmoore saba que arrastraba las palabras, pero le daba igual. Tammis le haba visto mucho ms borracho. Tammis lo haba llevado a la cama mucho ms borracho. El semblante ansioso y gazmoo de Tammis pareca ms preocupado de lo habitual. --Cunto llevamos de qu, mi seor? --Pos los ojos en la botella, antes de volver a mirar a Blackmoore. Una rabia inesperada se apoder de Blackmoore. Asi a Tammis por la peche